Ivan Markov
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Despertó. Estaba en un callejón sucio y estrecho, con las últimas luces del atardecer sobre él. ¿Por qué se había quedado dormido y cuándo? No recordaba cuánto tiempo había pasado despierto, y en realidad ni siquiera sabía en qué parte de su fiesta de varios días el alcohol y las drogas habían terminado tomando su consciencia. Ni siquiera sabía cómo había llegado a parar a aquel callejón. Lo único que había a su alrededor eran algunas cajas vacías, un charco de lo que parecía orina (y efectivamente olía como tal) y un perro callejero hurgando en una de las cajas. Le dolía la cabeza, pero eso era lo de menos. Le hacía falta beber. Y por una vez, no era sangre lo que buscaba para saciarse.
Se incorporó apoyándose contra la pared. Tenía un aspecto horrible. El pelo sucio y engrasado, la ropa con manchas de alcohol, vómito, comida y suciedad de dormir en el suelo, barba descuidada de varios días, los ojos inyectados en sangre, ojeras y hedor a sudor y cerveza. Parecía casi un mendigo, y colaría como tal si su barba llevase más tiempo sin afeitarse. Como poco tenía aspecto con todas las de la ley de un borracho. Era apenas una sombra de lo que había sido apenas unas semanas atrás.
Tras examinar con una mirada perdida el aspecto de una tasca de mala muerte durante unos segundos, asintió para sí, gruñó y se dirigió al interior. Y ahí comenzó su ritual de los últimos días. Se sentó en la barra, pidió la jarra más grande llena de cerveza y un vaso de aguardiente de caña. Primero abrió la noche con el aguardiente y a continuación se bajó la cerveza de golpe. Tras eso fue una sucesión de rellenos de jarra, un par de vasos más y dos pipas de opio. No hacía nada más. Simplemente bebía y esperaba. Entonces un tipo se tropezó con él y le hizo derramar un poco del dorado líquido.
- Gilipollas...
- ¿Qué me has llamado, borracho?
El tipo se giró hacia él. Ivan se quedó callado, con la mirada hundida en la jarra. Luego giró la cabeza hacia él lo justo para tenerle en el rabillo del ojo y dijo - He dicho que eres un gilipollas. ¿Algún problema? - Esperó a que el tipo reaccionase. En cuanto el otro se le encaró y se dispuso a golpearle, Ivan atacó violenta e inesperadamente. Su puño se estrelló contra la cara del otro borracho, derribándolo y partiéndole la nariz. Se levantó del taburete y agarró este. En cuanto el tipo intentó levantarse, golpeó su cabeza con la silla. Una vez. Y otra. Y siguió hasta que su cabeza dejó de parecer una cabeza y acabó pareciendo más una papilla sanguinolenta. Tras eso la tiró a un lado y miró a su alrededor con aire ausente.
- Bueno, de todos modos el ambiente en este sitio estaba muerto. Me abro.
Salió de la taberna sin siquiera molestarse en limpiarse la sangre de las manos y la ropa. Sacó la pipa y comenzó a prepararse una dosis más de opio. Ya era de noche, pero aún era temprano. La tenía toda por delante, y suficientes berries como para ahogarse en alcohol. Si es que eso era posible para él. Se alejó del edificio, internándose en los lúgubres callejones de aquella parte de la ciudad.
Se incorporó apoyándose contra la pared. Tenía un aspecto horrible. El pelo sucio y engrasado, la ropa con manchas de alcohol, vómito, comida y suciedad de dormir en el suelo, barba descuidada de varios días, los ojos inyectados en sangre, ojeras y hedor a sudor y cerveza. Parecía casi un mendigo, y colaría como tal si su barba llevase más tiempo sin afeitarse. Como poco tenía aspecto con todas las de la ley de un borracho. Era apenas una sombra de lo que había sido apenas unas semanas atrás.
Tras examinar con una mirada perdida el aspecto de una tasca de mala muerte durante unos segundos, asintió para sí, gruñó y se dirigió al interior. Y ahí comenzó su ritual de los últimos días. Se sentó en la barra, pidió la jarra más grande llena de cerveza y un vaso de aguardiente de caña. Primero abrió la noche con el aguardiente y a continuación se bajó la cerveza de golpe. Tras eso fue una sucesión de rellenos de jarra, un par de vasos más y dos pipas de opio. No hacía nada más. Simplemente bebía y esperaba. Entonces un tipo se tropezó con él y le hizo derramar un poco del dorado líquido.
- Gilipollas...
- ¿Qué me has llamado, borracho?
El tipo se giró hacia él. Ivan se quedó callado, con la mirada hundida en la jarra. Luego giró la cabeza hacia él lo justo para tenerle en el rabillo del ojo y dijo - He dicho que eres un gilipollas. ¿Algún problema? - Esperó a que el tipo reaccionase. En cuanto el otro se le encaró y se dispuso a golpearle, Ivan atacó violenta e inesperadamente. Su puño se estrelló contra la cara del otro borracho, derribándolo y partiéndole la nariz. Se levantó del taburete y agarró este. En cuanto el tipo intentó levantarse, golpeó su cabeza con la silla. Una vez. Y otra. Y siguió hasta que su cabeza dejó de parecer una cabeza y acabó pareciendo más una papilla sanguinolenta. Tras eso la tiró a un lado y miró a su alrededor con aire ausente.
- Bueno, de todos modos el ambiente en este sitio estaba muerto. Me abro.
Salió de la taberna sin siquiera molestarse en limpiarse la sangre de las manos y la ropa. Sacó la pipa y comenzó a prepararse una dosis más de opio. Ya era de noche, pero aún era temprano. La tenía toda por delante, y suficientes berries como para ahogarse en alcohol. Si es que eso era posible para él. Se alejó del edificio, internándose en los lúgubres callejones de aquella parte de la ciudad.
Katharina von Steinhell
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Se había pasado los últimos días encerrada en la biblioteca, intentando entender los escritos de su madre que había encontrado hacía más de tres años. Últimamente tenía muchos problemas para concentrarse. Los resultados del Torneo del Milenio le daban vueltas una y otra vez en la cabeza, eran como un molesto bichito que picaba sin parar, pero sabía que no era lo que más le inquietaba. Si bien se sentía profundamente humillada tras la insensata decisión de los jueces al darle la victoria a ese mocoso de Arthur Silverwing, las palabras de Ivan Markov seguían haciendo eco en sus recuerdos. ¿Y cómo no? Estuvo a punto de matar a su mejor amigo. Aún no sabía si era capaz de perdonarse por hacer algo así.
Soltó un largo suspiro, resignada a no poder continuar la lectura. Se pasó las manos por la cara y abandonó la habitación, dejando el lugar hecho un completo desastre. No había salido de allí en los últimos tres días ni siquiera para tomar una ducha. Necesitaba estar sola para lidiar con sus inquietudes, pero no lo estaba consiguiendo. Más bien era una absoluta pérdida de tiempo permanecer allí. Como de costumbre, era consciente de lo que debía hacer: volverse aún más fuerte. Sin embargo, por primera vez en su vida temía de su propia fuerza. Había aspirado a convertirse en un monstruo durante mucho tiempo, y ahora que finalmente lo era... Bueno, parecía una pésima idea.
Procuró no encontrarse con nadie camino a su cuarto, mucho menos con Kaya. Lo último que necesitaba era ser objeto de burla por esa niña endemoniada. Tomaría una ducha y luego saldría a caminar por ahí a tomar aire, despejar la cabeza y sentarse en la playa a simplemente mirar el mar. Aunque no sabía si Jaya era el mejor sitio para calmar la mente y el corazón, pues más bien era un vertedero de problemas y piratas, sobre todo de piratas. Toda la escoria del mundo se reunía en ese lugar para fijar tratos, pasarse borracho una semana entera y aprovechar los cálidos muslos de las prostitutas que se paseaban por el pueblo cuando el sol caía.
Había terminado de vestirse, llevando su kimono habitual, cuando se encontró con Marcus en el pasillo. El moreno de cabellos dorados solía mostrarse animado y de buen humor, pero la expresión en su rostro reflejaba preocupación.
—No me digas que de nuevo han secuestrado a Angie —le dijo la bruja con gesto cansado.
—No, esta vez no se trata de ella. Se ha metido en problemas, pero de eso nos estamos encargando Rose y yo, así que no te preocupes —respondió rápidamente—. Es Ivan, no ha vuelto al barco y no soy el único que comienza a preocuparse. Estuve preguntando cosas por el pueblo, ya sabes que soy muy preguntón, y escuché que ha montado más de un espectáculo estas noches. Se la pasa borracho y drogado, ¿no me habías dicho que era un hombre orgulloso y poco menos honorable? Como sea, deberías encontrarlo y hablar con él.
Sabía que Ivan era un hombre increíblemente astuto, pero muchas veces se dejaba llevar por las emociones. Debería posponer sus propios problemas y tratarlos en otra ocasión. Si bien era importante que su mano derecha reflejase una buena imagen, ahora lo que más le importaba era saber por qué estaba en ese estado tan… deplorable, según le había contado Marcus. Así que no perdió un minuto más y sin siquiera coger sus espadas partió al pueblo. Su rostro era uno de los más conocidos en todo el mundo y la gente le respetaba, por lo que esta se mostró especialmente amable a la hora de responder preguntas.
—He escuchado por ahí que alguien acaba de matar a un hombre en la taberna de Arcos, igual puede ser el hombre que estás buscando —contestó un mercader obeso.
La bruja agradeció sus palabras con un gesto de cabeza y partió hacia el lugar. Con algo de suerte hallaría el aura del vampiro y acabaría encontrándolo más pronto que tarde. Y así fue. Se dejó guiar por lo que dictaba su propio mantra y encontró a Ivan en medio de un oscuro callejón del pueblo. Lucía… horrible, como si de un día para otro hubiese sido poseído por un vagabundo o algo por el estilo. Ese no era el hombre que Katharina estaba acostumbrada a ver. En esa silueta medio muerta no había orgullo ni dignidad, sólo un hombre patético que se arrastraba sobre sus pies.
«No, Katharina, este no es el momento para tus sermones. Intenta ser más comprensiva como te lo ha dicho Marcus mil veces», se dijo a sí misma luego de ver a su amigo. Entonces, se acercó con paso seguro hacia él.
—Te he estado buscando un buen rato, Ivan —le dijo con el mejor de sus tonos, intentando ser lo más amable posible. Incluso contuvo todo gesto de asco por el olor que desprendía el vampiro—. Sé que soy una bruta insensible, pero hasta yo puedo ver que no lo estás pasando bien. Venga, hablemos un poco.
Soltó un largo suspiro, resignada a no poder continuar la lectura. Se pasó las manos por la cara y abandonó la habitación, dejando el lugar hecho un completo desastre. No había salido de allí en los últimos tres días ni siquiera para tomar una ducha. Necesitaba estar sola para lidiar con sus inquietudes, pero no lo estaba consiguiendo. Más bien era una absoluta pérdida de tiempo permanecer allí. Como de costumbre, era consciente de lo que debía hacer: volverse aún más fuerte. Sin embargo, por primera vez en su vida temía de su propia fuerza. Había aspirado a convertirse en un monstruo durante mucho tiempo, y ahora que finalmente lo era... Bueno, parecía una pésima idea.
Procuró no encontrarse con nadie camino a su cuarto, mucho menos con Kaya. Lo último que necesitaba era ser objeto de burla por esa niña endemoniada. Tomaría una ducha y luego saldría a caminar por ahí a tomar aire, despejar la cabeza y sentarse en la playa a simplemente mirar el mar. Aunque no sabía si Jaya era el mejor sitio para calmar la mente y el corazón, pues más bien era un vertedero de problemas y piratas, sobre todo de piratas. Toda la escoria del mundo se reunía en ese lugar para fijar tratos, pasarse borracho una semana entera y aprovechar los cálidos muslos de las prostitutas que se paseaban por el pueblo cuando el sol caía.
Había terminado de vestirse, llevando su kimono habitual, cuando se encontró con Marcus en el pasillo. El moreno de cabellos dorados solía mostrarse animado y de buen humor, pero la expresión en su rostro reflejaba preocupación.
—No me digas que de nuevo han secuestrado a Angie —le dijo la bruja con gesto cansado.
—No, esta vez no se trata de ella. Se ha metido en problemas, pero de eso nos estamos encargando Rose y yo, así que no te preocupes —respondió rápidamente—. Es Ivan, no ha vuelto al barco y no soy el único que comienza a preocuparse. Estuve preguntando cosas por el pueblo, ya sabes que soy muy preguntón, y escuché que ha montado más de un espectáculo estas noches. Se la pasa borracho y drogado, ¿no me habías dicho que era un hombre orgulloso y poco menos honorable? Como sea, deberías encontrarlo y hablar con él.
Sabía que Ivan era un hombre increíblemente astuto, pero muchas veces se dejaba llevar por las emociones. Debería posponer sus propios problemas y tratarlos en otra ocasión. Si bien era importante que su mano derecha reflejase una buena imagen, ahora lo que más le importaba era saber por qué estaba en ese estado tan… deplorable, según le había contado Marcus. Así que no perdió un minuto más y sin siquiera coger sus espadas partió al pueblo. Su rostro era uno de los más conocidos en todo el mundo y la gente le respetaba, por lo que esta se mostró especialmente amable a la hora de responder preguntas.
—He escuchado por ahí que alguien acaba de matar a un hombre en la taberna de Arcos, igual puede ser el hombre que estás buscando —contestó un mercader obeso.
La bruja agradeció sus palabras con un gesto de cabeza y partió hacia el lugar. Con algo de suerte hallaría el aura del vampiro y acabaría encontrándolo más pronto que tarde. Y así fue. Se dejó guiar por lo que dictaba su propio mantra y encontró a Ivan en medio de un oscuro callejón del pueblo. Lucía… horrible, como si de un día para otro hubiese sido poseído por un vagabundo o algo por el estilo. Ese no era el hombre que Katharina estaba acostumbrada a ver. En esa silueta medio muerta no había orgullo ni dignidad, sólo un hombre patético que se arrastraba sobre sus pies.
«No, Katharina, este no es el momento para tus sermones. Intenta ser más comprensiva como te lo ha dicho Marcus mil veces», se dijo a sí misma luego de ver a su amigo. Entonces, se acercó con paso seguro hacia él.
—Te he estado buscando un buen rato, Ivan —le dijo con el mejor de sus tonos, intentando ser lo más amable posible. Incluso contuvo todo gesto de asco por el olor que desprendía el vampiro—. Sé que soy una bruta insensible, pero hasta yo puedo ver que no lo estás pasando bien. Venga, hablemos un poco.
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Incluso en su estado, el olor de alguien fuerte era algo lo bastante destacable como para sacarle de su sopor y prestar atención. Sacando la Hoja Negra, se giró hacia el origen del olor con un destello rojizo en los ojos. Tardó unos instantes en reconocer a su capitana y bajar la daga. La hostilidad y alerta en su rostro desaparecieron y volvió el sopor y aspecto descuidado. Durante un momento casi había vuelto a parecer un guerrero... casi.
- Ah, eres tú. Estaba dando una vuelta por el pueblo.
Se rascó la cabeza y la miró con aire ausente. ¿Qué querría? Ojalá no tardase mucho con él, porque quería ir al siguiente bar y pedir algo más fuerte que esa cerveza aguada del anterior. O un licor que supiese a algo más que alcohol. Entonces Kath dijo que estaba mal y que quería hablar. No... no quería hablar de lo que pasaba. Quería seguir bebiendo. Si pensaba en ello el dolor volvería, y entonces tendría que sufrir. ¿Por qué tenía que sufrir? Era más fácil seguir ahogando sus emociones en alcohol y opio y esperar a que todo pasase por si solo.
- Estoy bien. Solo es una fiesta que se me ha ido de las manos. Me ducharé, lavaré mi ropa y estaré como nuevo.
Sin embargo, algo dentro de él se rebeló contra sus palabras. En cierto modo, la presencia de Katharina le estaba haciendo despertar a sus sentidos. Detestaba el estado en que estaba y lo cobarde que estaba siendo. Sin embargo el choque emocional despertó de nuevo el miedo al dolor. Se llevó la pipa a los labios y dejó que el humo entrase en sus pulmones, anegando de opio su mente y embotándole.
- Si quieres hablar de algo, iba de camino a una taberna - dijo, echando el humo - ¿vamos a zarpar pronto o algo así?
- Ah, eres tú. Estaba dando una vuelta por el pueblo.
Se rascó la cabeza y la miró con aire ausente. ¿Qué querría? Ojalá no tardase mucho con él, porque quería ir al siguiente bar y pedir algo más fuerte que esa cerveza aguada del anterior. O un licor que supiese a algo más que alcohol. Entonces Kath dijo que estaba mal y que quería hablar. No... no quería hablar de lo que pasaba. Quería seguir bebiendo. Si pensaba en ello el dolor volvería, y entonces tendría que sufrir. ¿Por qué tenía que sufrir? Era más fácil seguir ahogando sus emociones en alcohol y opio y esperar a que todo pasase por si solo.
- Estoy bien. Solo es una fiesta que se me ha ido de las manos. Me ducharé, lavaré mi ropa y estaré como nuevo.
Sin embargo, algo dentro de él se rebeló contra sus palabras. En cierto modo, la presencia de Katharina le estaba haciendo despertar a sus sentidos. Detestaba el estado en que estaba y lo cobarde que estaba siendo. Sin embargo el choque emocional despertó de nuevo el miedo al dolor. Se llevó la pipa a los labios y dejó que el humo entrase en sus pulmones, anegando de opio su mente y embotándole.
- Si quieres hablar de algo, iba de camino a una taberna - dijo, echando el humo - ¿vamos a zarpar pronto o algo así?
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Su rostro no reflejó ninguna expresión cuando enfrentó la mirada fiera del vampiro, manteniéndose completamente impávido, sereno. Incluso en el efímero momento en que Ivan tuvo un arma en la mano la bruja no sintió miedo alguno. Dejaría de ser ella si es que se dejase intimidar por alguien que lucía… así. Tampoco le dio importancia a ese «ah, eres tú» que sonaba con tanta indiferencia. Pero no le gustaba que le mintiera en la cara, hasta el momento ella había sido honesta con él y jamás le había ocultado nada. ¿Una fiesta que se le escapó de las manos? Al menos pudo haberse inventado una excusa mejor. Olía como un pordiosero cualquiera y, peor aún, se veía como uno. ¿En qué momento el poderoso Ivan Markov se había convertido en… eso?
Las tabernas no eran el sitio favorito de la bruja, de hecho, tenía un largo y problemático historial en ellas. Pero estaba allí para hablar con su amigo y no para anteponer sus preferencias personales. Si quería ir a una taberna, le acompañaría. Sinceramente, no tenía idea de cómo lidiar con las crisis emocionales de las demás personas. Y suponía que Ivan estaba pasando por una, después de todo, jamás le había visto en un estado tan deplorable. Además, la tristeza que sentía tampoco podía escapar del agudo mantra de la hechicera.
—Habrá tiempo para hablar de nuestros planes —contestó de manera calmada—. ¿De camino a una taberna? Supongo que quieres seguir bebiendo… No soy tu madre para decirte qué hacer y qué no, pero te acompañaré en tus fabulosas aventuras de vampiro borracho.
Le siguió de cerca para no perderle y al cabo de unos pocos minutos abandonaron los sucios y apestosos callejones de Jaya. Habían terminado, bueno, en una taberna tan normal como cualquier otra. Era un edificio de madera sin demasiados detalles, pero al menos tenía todas las ventanas intactas. Entró primero y se detuvo allí para ver el interior. Había mesas de madera en forma de círculos, un largo mesón y tras este se hallaba un hombre de mediana edad ordenando las botellas de alcohol. Aún era temprano como para que hubiera demasiada gente, de hecho, sólo había una pareja de lo más normal y un grupo de piratas de segunda.
La bruja tomó asiento en un rincón y le hizo un gesto con la mano al tabernero, indicándole que les llevase dos jarras de cerveza. Si era solo una tampoco pasaría nada…
—Espero que la cerveza no sepa a orina de gato fermentada. Si ves que me estoy pasando de las copas… No, olvídalo. Tendré que confiar en mi autocontrol —comentó con una sonrisa graciosa en el rostro—. ¿Qué has estado haciendo este último tiempo? Ya sabes que puedes contarme lo que sea, Ivan, por algo somos amigos.
Las tabernas no eran el sitio favorito de la bruja, de hecho, tenía un largo y problemático historial en ellas. Pero estaba allí para hablar con su amigo y no para anteponer sus preferencias personales. Si quería ir a una taberna, le acompañaría. Sinceramente, no tenía idea de cómo lidiar con las crisis emocionales de las demás personas. Y suponía que Ivan estaba pasando por una, después de todo, jamás le había visto en un estado tan deplorable. Además, la tristeza que sentía tampoco podía escapar del agudo mantra de la hechicera.
—Habrá tiempo para hablar de nuestros planes —contestó de manera calmada—. ¿De camino a una taberna? Supongo que quieres seguir bebiendo… No soy tu madre para decirte qué hacer y qué no, pero te acompañaré en tus fabulosas aventuras de vampiro borracho.
Le siguió de cerca para no perderle y al cabo de unos pocos minutos abandonaron los sucios y apestosos callejones de Jaya. Habían terminado, bueno, en una taberna tan normal como cualquier otra. Era un edificio de madera sin demasiados detalles, pero al menos tenía todas las ventanas intactas. Entró primero y se detuvo allí para ver el interior. Había mesas de madera en forma de círculos, un largo mesón y tras este se hallaba un hombre de mediana edad ordenando las botellas de alcohol. Aún era temprano como para que hubiera demasiada gente, de hecho, sólo había una pareja de lo más normal y un grupo de piratas de segunda.
La bruja tomó asiento en un rincón y le hizo un gesto con la mano al tabernero, indicándole que les llevase dos jarras de cerveza. Si era solo una tampoco pasaría nada…
—Espero que la cerveza no sepa a orina de gato fermentada. Si ves que me estoy pasando de las copas… No, olvídalo. Tendré que confiar en mi autocontrol —comentó con una sonrisa graciosa en el rostro—. ¿Qué has estado haciendo este último tiempo? Ya sabes que puedes contarme lo que sea, Ivan, por algo somos amigos.
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En cuanto la jarra estuvo frente a él, la agarró. Escuchó que Katharina le decía algo sobre la cerveza, pero le dio igual. Podría haber sabido a rayos, que en ese momento con que llevase alcohol le llegaba. Seguir bebiendo era lo importante. Mientras su cerebro siguiera en activo, algo estaba haciendo mal. Quería... no, debía ahogarlo todo. Bebió ávidamente hasta casi vaciar la jarra, dejándola en la mesa con un golpe y un suspiro.
- He bebido caldos mucho peores - declaró, limpiándose la espuma de la boca con el dorso de la mano - ¿Decías?
Que qué había estado haciendo... ¿estaba juzgándole? No parecía que estuviese poniendo cara de hacerlo, pero la gente era retorcida. Los rostros engañaban. Apretó los puños. ¿Pero en qué estaba pensando? Kath era su amiga y su capitana. Podía confiar en ella, como mínimo en que no le deseaba mal y que no le engañaría. Si no tenía confianza como para eso, su relación sería una simple y enorme mentira. Ahora, ¿realmente quería contarle lo que pasaba?
- Bueno, he estado con Dark. Hemos ganado algunas cosas interesantes trabajando para un gremio de mercenarios - comenzó, sin pensar mucho en lo que decía - Matamos a una araña halcón escorpión avispa reina, un bicho muy grande y feo. Y cuando volví a aquí, me despedí de Brianna.
Lo dijo sin pretenderlo, o al menos sin pretenderlo conscientemente. Apretó los dientes. Llevaba días tratando de ignorar deliberadamente el tema. Ahora que al fin había abierto el cajón, sin embargo, ni todo el alcohol o drogas del mundo podían contener su dolor. Comenzó a llorar silenciosamente, con las lágrimas cayendo por sus sucias mejillas en torrente. Hundió su mirar en las profundidades de su jarra y terminó su contenido de un trago. Inspiró profundamente y soltó un lento suspiro al acabar, haciendo un gesto al camarero para que le sirviera otra jarra.
- Decidimos que era lo mejor. Por la seguridad de ambos, debíamos separarnos. Si seguíamos juntos ella volvería a estar en peligro por mi causa, podría volver a ser perseguida por el Gobierno... y del mismo modo, podrían intentar utilizarla para capturarme a mí. La misma banda podría haber acabado en peligro - soltaba las palabras en tropel, como si le quemaran en la boca, intentando acabar cuanto antes la explicación. Al acabar respiró entrecortadamente, como si contuviera un sollozo - Estoy... no sé lo que estoy haciendo. Pasando la ruptura como mejor sé. Nunca debí haberme abierto así, Kath. No estoy acostumbrado, no sé cómo lidiar con esto. Hasta hace un par de años, ni siquiera me preocupaba por nadie que no fuera yo. Simplemente nunca había sentido que nadie en mi vida fuese importante salvo yo mismo... excepto mi hermana, claro. Luego conocí a Zero y a Syxel y se convirtieron en mis primeros amigos. Después llegaste tú, Inosuke, Xandra, mi hermana... hasta la gruñona de Kaya. Os quiero a todos, chicos - confesó, entre lágrimas - Y finalmente... llegó Brianna. Y nunca antes había estado así. Me siento débil, dependiente. Lo único que quiero es ahogar todas estas emociones. Si mi yo del pasado me viera ahora, sentiría asco - soltó una risa amarga y triste - Y tal vez no sin razón. Yo no soy así. Nunca me he ocultado ni rehuido de nadie... ¡pero aquí estoy! Bebiendo para olvidar. Metiéndome cada droga que cae en mis manos. Pasando día tras días de taberna en taberna hasta que caigo en algún rincón oscuro inconsciente de agotamiento y exceso de alcohol. Y lo peor es que en otro momento simplemente hubiese parado de hacerlo. Ahora... no sé. Sólo quiero seguir haciéndolo hasta que me vea con fuerzas para enfrentarme a lo que tengo dentro.
- He bebido caldos mucho peores - declaró, limpiándose la espuma de la boca con el dorso de la mano - ¿Decías?
Que qué había estado haciendo... ¿estaba juzgándole? No parecía que estuviese poniendo cara de hacerlo, pero la gente era retorcida. Los rostros engañaban. Apretó los puños. ¿Pero en qué estaba pensando? Kath era su amiga y su capitana. Podía confiar en ella, como mínimo en que no le deseaba mal y que no le engañaría. Si no tenía confianza como para eso, su relación sería una simple y enorme mentira. Ahora, ¿realmente quería contarle lo que pasaba?
- Bueno, he estado con Dark. Hemos ganado algunas cosas interesantes trabajando para un gremio de mercenarios - comenzó, sin pensar mucho en lo que decía - Matamos a una araña halcón escorpión avispa reina, un bicho muy grande y feo. Y cuando volví a aquí, me despedí de Brianna.
Lo dijo sin pretenderlo, o al menos sin pretenderlo conscientemente. Apretó los dientes. Llevaba días tratando de ignorar deliberadamente el tema. Ahora que al fin había abierto el cajón, sin embargo, ni todo el alcohol o drogas del mundo podían contener su dolor. Comenzó a llorar silenciosamente, con las lágrimas cayendo por sus sucias mejillas en torrente. Hundió su mirar en las profundidades de su jarra y terminó su contenido de un trago. Inspiró profundamente y soltó un lento suspiro al acabar, haciendo un gesto al camarero para que le sirviera otra jarra.
- Decidimos que era lo mejor. Por la seguridad de ambos, debíamos separarnos. Si seguíamos juntos ella volvería a estar en peligro por mi causa, podría volver a ser perseguida por el Gobierno... y del mismo modo, podrían intentar utilizarla para capturarme a mí. La misma banda podría haber acabado en peligro - soltaba las palabras en tropel, como si le quemaran en la boca, intentando acabar cuanto antes la explicación. Al acabar respiró entrecortadamente, como si contuviera un sollozo - Estoy... no sé lo que estoy haciendo. Pasando la ruptura como mejor sé. Nunca debí haberme abierto así, Kath. No estoy acostumbrado, no sé cómo lidiar con esto. Hasta hace un par de años, ni siquiera me preocupaba por nadie que no fuera yo. Simplemente nunca había sentido que nadie en mi vida fuese importante salvo yo mismo... excepto mi hermana, claro. Luego conocí a Zero y a Syxel y se convirtieron en mis primeros amigos. Después llegaste tú, Inosuke, Xandra, mi hermana... hasta la gruñona de Kaya. Os quiero a todos, chicos - confesó, entre lágrimas - Y finalmente... llegó Brianna. Y nunca antes había estado así. Me siento débil, dependiente. Lo único que quiero es ahogar todas estas emociones. Si mi yo del pasado me viera ahora, sentiría asco - soltó una risa amarga y triste - Y tal vez no sin razón. Yo no soy así. Nunca me he ocultado ni rehuido de nadie... ¡pero aquí estoy! Bebiendo para olvidar. Metiéndome cada droga que cae en mis manos. Pasando día tras días de taberna en taberna hasta que caigo en algún rincón oscuro inconsciente de agotamiento y exceso de alcohol. Y lo peor es que en otro momento simplemente hubiese parado de hacerlo. Ahora... no sé. Sólo quiero seguir haciéndolo hasta que me vea con fuerzas para enfrentarme a lo que tengo dentro.
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La cerveza resultó ser mucho peor de lo que había imaginado. Su rostro se retorció cuando esta pasó por su garganta, dejándole un asqueroso sabor. ¿Seguro que esa mierda no estaba vencida o algo así? Una vez había bebido leche vencida y pasó los tres próximos días en el baño. No es que al vampiro le fuese importar demasiado, él tenía un metabolismo sobrenatural y era inmune a las enfermedades que aquejaban a los mortales. Con toda la sinceridad del mundo, no le apetecía pasarse una semana pegada al retrete. ¿Su amigo quería beber? Perfecto, podía tomar de su jarra también. Ella haría un poco de trampa y, tras sacar la Varita Mágica de Burbruja, conjuró una botella de sake sobre la mesa. Una de muy buena calidad.
Tras el primer sorbo —mucho más agradable al paladar, hay que reconocerlo— escuchó las palabras de Ivan. «¿Por qué está tan triste? Sólo se ha despedido de… Oh, se refiere a ese tipo de despedida… Mierda». Su confesión partió con una justa proporción de razón y sentido, es decir, si a Brianna no le apetecía viajar con piratas por su tortuoso pasado, lo mejor era cortar todo vínculo para no exponerla a ella ni a los chicos de la banda. Sin embargo, conforme el relato del vampiro avanzaba las palabras del mismo arrastraban una profunda amargura, una injusta tristeza. La única idea que tenía sobre romper con alguien la tenía de las novelas románticas que tanto le gustaban, pero jamás había sentido ese dolor en carnes propias. No sabía qué decirle a su amigo para animarle, para hacerle sentir mejor.
«Esto es lo único que puedo hacer para aliviar tu dolor, amigo», pensó con amabilidad en la mirada. Cerró solo por un momento los ojos, el suficiente para que la energía mágica revolotease a su alrededor. Y cuando los abrió, el aburrido y deprimente ambiente de la taberna fue borrado de golpe por la ilusión que había creado, siendo reemplazado por un paisaje que recreaba ella misma cuando se sentía abrumada. Tanto el suelo como los muros del edificio desaparecieron. Un enorme cerezo apareció al lado de los piratas. Sus hojas eran sacudidas con ternura por la suave brisa nocturna, también creación de Katharina. Más allá había una pequeña laguna de aguas oscuras que reflejaba la silueta de una falsa e imponente luna. Pero lo más impresionante era el sonido de la flauta acompañado del koto que parecía surgir de todas partes.
—Cuando mi hermana murió me sentí abrumada, el dolor me quemaba y desgarraba, me quitaba toda gana de continuar con mi vida…, pero entonces encontré este lugar. Desde entonces lo he usado para calmar mi corazón y hoy lo he recreado para ti, Ivan —le dijo, sonriendo tiernamente como nunca antes—. Sé que no puedo encontrar las palabras adecuadas para calmar tu dolor, esa es una batalla que tendrás que librar tú. Pero no lo harás solo, al menos no mientras me tengas a tu lado, ¿verdad? —Hizo una pausa y entonces acercó su suave mano al rostro del vampiro con la intención de limpiar sus lágrimas—. Tampoco soy la persona indicada para decírtelo, pero no deberías darles la espalda a tus sentimientos. Estoy segura de que puedes hacerlo mucho mejor. Cuando hayas bebido la última gota de alcohol el dolor permanecerá ahí, entonces ¿qué harás? El que puedas llorar en frente de mí habla mucho de tu fuerza, Ivan. En serio, no soy la más indicada para decirlo, pero… Las emociones están bien, sentirse débil también lo está, al menos lo suficiente para decirte que no eres un monstruo. Y el tú del presente es mucho mejor que el tú del pasado, no hay nada de lo que sentirse avergonzado.
Tras el primer sorbo —mucho más agradable al paladar, hay que reconocerlo— escuchó las palabras de Ivan. «¿Por qué está tan triste? Sólo se ha despedido de… Oh, se refiere a ese tipo de despedida… Mierda». Su confesión partió con una justa proporción de razón y sentido, es decir, si a Brianna no le apetecía viajar con piratas por su tortuoso pasado, lo mejor era cortar todo vínculo para no exponerla a ella ni a los chicos de la banda. Sin embargo, conforme el relato del vampiro avanzaba las palabras del mismo arrastraban una profunda amargura, una injusta tristeza. La única idea que tenía sobre romper con alguien la tenía de las novelas románticas que tanto le gustaban, pero jamás había sentido ese dolor en carnes propias. No sabía qué decirle a su amigo para animarle, para hacerle sentir mejor.
«Esto es lo único que puedo hacer para aliviar tu dolor, amigo», pensó con amabilidad en la mirada. Cerró solo por un momento los ojos, el suficiente para que la energía mágica revolotease a su alrededor. Y cuando los abrió, el aburrido y deprimente ambiente de la taberna fue borrado de golpe por la ilusión que había creado, siendo reemplazado por un paisaje que recreaba ella misma cuando se sentía abrumada. Tanto el suelo como los muros del edificio desaparecieron. Un enorme cerezo apareció al lado de los piratas. Sus hojas eran sacudidas con ternura por la suave brisa nocturna, también creación de Katharina. Más allá había una pequeña laguna de aguas oscuras que reflejaba la silueta de una falsa e imponente luna. Pero lo más impresionante era el sonido de la flauta acompañado del koto que parecía surgir de todas partes.
—Cuando mi hermana murió me sentí abrumada, el dolor me quemaba y desgarraba, me quitaba toda gana de continuar con mi vida…, pero entonces encontré este lugar. Desde entonces lo he usado para calmar mi corazón y hoy lo he recreado para ti, Ivan —le dijo, sonriendo tiernamente como nunca antes—. Sé que no puedo encontrar las palabras adecuadas para calmar tu dolor, esa es una batalla que tendrás que librar tú. Pero no lo harás solo, al menos no mientras me tengas a tu lado, ¿verdad? —Hizo una pausa y entonces acercó su suave mano al rostro del vampiro con la intención de limpiar sus lágrimas—. Tampoco soy la persona indicada para decírtelo, pero no deberías darles la espalda a tus sentimientos. Estoy segura de que puedes hacerlo mucho mejor. Cuando hayas bebido la última gota de alcohol el dolor permanecerá ahí, entonces ¿qué harás? El que puedas llorar en frente de mí habla mucho de tu fuerza, Ivan. En serio, no soy la más indicada para decirlo, pero… Las emociones están bien, sentirse débil también lo está, al menos lo suficiente para decirte que no eres un monstruo. Y el tú del presente es mucho mejor que el tú del pasado, no hay nada de lo que sentirse avergonzado.
- Técnica alivia-corazones:
- Nombre de la técnica: 秋の歌 — Aki no Uta
Categoría: Técnica Mítica
Descripción: Crea una poderosa ilusión, pudiendo ser tan grande como lo máximo que pueda crear según la tabla, que recuerda un paisaje de otoño japonés acompañado de una melodía compuesta por el dulce sonido de una flauta de madera y el compás del koto durante cuatro turnos. La ilusión invita a relajarse, pudiendo mermar las emociones negativas e incluso las intenciones de pelea que se estén sintiendo en el momento. Mientras más se escuche la melodía mayor será la sugestión. Tarda dos segundos en canalizarse y debe esperar dos turnos para volver a usar esta técnica.
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La suave brisa otoñal, con retazos de calor estival suavizado los fríos invernales por venir, recorrió su piel y recogió sus lágrimas y su dolor. El olor de la madera del cerezo y de sus hojas murientes acudió tímidamente. Era un olor nostálgico. Olor a otoño. Al fin de las cosas, la decadente vejez que espera el inevitable final. El dorado y rojizo ocaso. No le despertó tristeza, sin embargo. Ese olor cargaba la promesa del beso por llegar de la primavera. El renacimiento de la vida y un nuevo ciclo. El sonido del koto y la flauta se sumaron, cantándole y acunándole como una madre a su hijo. La música lo abrazó, lo confortó y lo elevó hacia el familiar y oscuro cielo nocturno. Abrió los ojos y la plateada luz de la luna iluminó su alma, recordándole dónde yacía su valor. Aquella canción no era una que hablase al oído. Podía notarla en su piel, acariciándole con manos de viento. Podía sentirla en su lengua y su nariz, un matiz amaderado, ácido y dulce. Podía oírla en el rasgueo del bambú contra la seda del koto, o en amoroso aliento de la flauta. Y podía verla en la sonrisa de la luna llena.
Sus hombros temblaron con un último sollozo, que murió en un suspiro. Mansamente observó la luna y bebió de la paz y la calma del momento, desvistiendo su dolor. Abrió la boca para preguntar si aquel era un embrujo, pero las palabras se volvieron parte del silencio que no vio bien romper. Y entonces la mano de Katharina recorrió su mejilla, electrizante. El embotamiento de los opiáceos desapareció por un momento. Entonces el orgulloso pirata se volvió hacia Katharina y la miró con ojos muy diferentes a hasta entonces. No como su compañera de batalla, ni como su capitana. Estaba mirando a su mejor amiga, la persona con la que estaba dispuesto a navegar hasta el fin de los mares y más allá. Volvió a separar sus labios para decirle todo lo que ella era y había hecho por él, pero no había palabras suficientes. Volvió a juntarlos en una sonrisa pacífica y simplemente esperó a que la canción del viento y la luna concluyese.
- Creo que este no es el lugar para seguir esta conversación. Tampoco estoy muy presentable ahora mismo, ¿verdad? Debería darme una ducha y espabilarme un poco.
Mientras empezaba a hablar, se levantó con una energía inesperada. Sus ojos se volvieron dorados, mostrando una lucidez de la que antes habían carecido. La niebla del alcohol y el opio seguían nublando su mente, pero aún así se sentía más despejado que en mucho tiempo. Se dirigió hacia la salida, pasando entre la clientela aún hipnotizada por la belleza de la ilusión de Katharina. Algunos de ellos se habían dormido por la paz que les había transmitido, mientras que otros tarareaban en silencio la melodía o miraban las negras aguas del estanque. Ivan sonrió y se volvió de nuevo hacia su amiga, tendiéndole la mano:
- ¿Vienes? - su voz fue dulce y amistosa, acompañada por su mirada.
Sus hombros temblaron con un último sollozo, que murió en un suspiro. Mansamente observó la luna y bebió de la paz y la calma del momento, desvistiendo su dolor. Abrió la boca para preguntar si aquel era un embrujo, pero las palabras se volvieron parte del silencio que no vio bien romper. Y entonces la mano de Katharina recorrió su mejilla, electrizante. El embotamiento de los opiáceos desapareció por un momento. Entonces el orgulloso pirata se volvió hacia Katharina y la miró con ojos muy diferentes a hasta entonces. No como su compañera de batalla, ni como su capitana. Estaba mirando a su mejor amiga, la persona con la que estaba dispuesto a navegar hasta el fin de los mares y más allá. Volvió a separar sus labios para decirle todo lo que ella era y había hecho por él, pero no había palabras suficientes. Volvió a juntarlos en una sonrisa pacífica y simplemente esperó a que la canción del viento y la luna concluyese.
- Creo que este no es el lugar para seguir esta conversación. Tampoco estoy muy presentable ahora mismo, ¿verdad? Debería darme una ducha y espabilarme un poco.
Mientras empezaba a hablar, se levantó con una energía inesperada. Sus ojos se volvieron dorados, mostrando una lucidez de la que antes habían carecido. La niebla del alcohol y el opio seguían nublando su mente, pero aún así se sentía más despejado que en mucho tiempo. Se dirigió hacia la salida, pasando entre la clientela aún hipnotizada por la belleza de la ilusión de Katharina. Algunos de ellos se habían dormido por la paz que les había transmitido, mientras que otros tarareaban en silencio la melodía o miraban las negras aguas del estanque. Ivan sonrió y se volvió de nuevo hacia su amiga, tendiéndole la mano:
- ¿Vienes? - su voz fue dulce y amistosa, acompañada por su mirada.
Katharina von Steinhell
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—Sí, definitivamente deberías tomar una ducha. La verdad es que hueles un poco… mal —respondió la bruja, dedicándole una sonrisa amable con cierto componente de burla—. Vámonos de aquí, esta sucia taberna no nos merece.
Pudo abrir la cartera, buscar entre sus cosas y dejar un billete para pagar lo que fuera que Ivan hubiera consumido, pero la verdad es que no. ¿Por qué iba a hacerlo? Bien, le sobraba el dinero y no era una persona tacaña, pero ¿qué clase de pirata pagaba las cuentas del restaurante de turno? No lo hizo en Arabasta rodeada de guardias y lo iba a hacer en una taberna de mierda ubicada en una isla sin ley.
Recibió con suavidad la mano de su amigo y se levantó con gesto tranquilo, se acomodó la falda del kimono y caminó hacia la salida, aprovechando que la gente aún seguía encantada por la ilusión.
—Todos estos años he estado tan obsesionada con el poder que nunca me he detenido a tener una relación, ¿sabes? Me gusta lo que leo en las novelas románticas, creo que me encantaría vivir algo así, pero ¿eso no me haría débil? —le preguntó mientras su pie salía del edificio—. En un sentido metafórico, cada vez navegamos en aguas más peligrosas. Creo que, si llegase a querer a alguien de la manera que tú quieres a Brianna, le daría un anuncio al mundo: «Hey, Katharina von Steinhell no es un monstruo y tiene un punto débil».
Por supuesto que había gente capaz de hacerle frente, incluso de vencerle, pero ¿quiénes y cuántos eran? Gozaba de un poderío bruto casi inigualable y, si bien era imprudente y muchas veces no pensaba en las consecuencias, no tenía grandes puntos débiles. Una relación amorosa podía cambiar eso, podía hacerle sentir esa debilidad que hacía mucho que no sentía, y ni siquiera sabía si estaba preparada para algo así. ¿Abrirse completamente a otra persona? Con lo que le costaba confiar… Mucho esfuerzo hacía ya contándole sus incertidumbres a Ivan, y eso que era su mejor amigo.
—Lo siento, no es momento para hablar de mis inquietudes. ¿Cómo estás? ¿Te sientes más tranquilo? —le preguntó, buscando la mirada del vampiro con sus ojos—. Era una noche como esta en la que me juraste lealtad, ¿recuerdas? Bueno, no apestabas a alcohol, pero sí que sufrías por una pena de amor. Descubriste que soy una pésima bebedora y también decidiste confiar en mí. —Hizo una pequeña pausa y miró el cielo nocturno, entrelazando sus dedos por detrás de su espalda—. ¿Te he hablado alguna vez de mi pasado, Ivan? ¿De lo que viví antes de unirme a la Marina?
Pudo abrir la cartera, buscar entre sus cosas y dejar un billete para pagar lo que fuera que Ivan hubiera consumido, pero la verdad es que no. ¿Por qué iba a hacerlo? Bien, le sobraba el dinero y no era una persona tacaña, pero ¿qué clase de pirata pagaba las cuentas del restaurante de turno? No lo hizo en Arabasta rodeada de guardias y lo iba a hacer en una taberna de mierda ubicada en una isla sin ley.
Recibió con suavidad la mano de su amigo y se levantó con gesto tranquilo, se acomodó la falda del kimono y caminó hacia la salida, aprovechando que la gente aún seguía encantada por la ilusión.
—Todos estos años he estado tan obsesionada con el poder que nunca me he detenido a tener una relación, ¿sabes? Me gusta lo que leo en las novelas románticas, creo que me encantaría vivir algo así, pero ¿eso no me haría débil? —le preguntó mientras su pie salía del edificio—. En un sentido metafórico, cada vez navegamos en aguas más peligrosas. Creo que, si llegase a querer a alguien de la manera que tú quieres a Brianna, le daría un anuncio al mundo: «Hey, Katharina von Steinhell no es un monstruo y tiene un punto débil».
Por supuesto que había gente capaz de hacerle frente, incluso de vencerle, pero ¿quiénes y cuántos eran? Gozaba de un poderío bruto casi inigualable y, si bien era imprudente y muchas veces no pensaba en las consecuencias, no tenía grandes puntos débiles. Una relación amorosa podía cambiar eso, podía hacerle sentir esa debilidad que hacía mucho que no sentía, y ni siquiera sabía si estaba preparada para algo así. ¿Abrirse completamente a otra persona? Con lo que le costaba confiar… Mucho esfuerzo hacía ya contándole sus incertidumbres a Ivan, y eso que era su mejor amigo.
—Lo siento, no es momento para hablar de mis inquietudes. ¿Cómo estás? ¿Te sientes más tranquilo? —le preguntó, buscando la mirada del vampiro con sus ojos—. Era una noche como esta en la que me juraste lealtad, ¿recuerdas? Bueno, no apestabas a alcohol, pero sí que sufrías por una pena de amor. Descubriste que soy una pésima bebedora y también decidiste confiar en mí. —Hizo una pequeña pausa y miró el cielo nocturno, entrelazando sus dedos por detrás de su espalda—. ¿Te he hablado alguna vez de mi pasado, Ivan? ¿De lo que viví antes de unirme a la Marina?
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Una sombra cubrió por un instante el rostro de Ivan. ¿Qué iba a decirle sino la verdad? Su opinión al respecto era cruel, pero Katharina se merecía saber lo que iba a encontrarse, y no buscar consuelo en una mentira. A decir verdad, era algo en lo que él había pensado muchas veces. Salieron a la oscuridad nocturna, recibiéndoles una templada brisa nocturna. El vampiro respiró hondo, disfrutando de las sensaciones distorsionadas por las drogas, y echó a andar hacia una de las playas cercanas a Mock Town.
- Lo sería, Kath. Tener sentimientos hacia otras personas te vuelve débil - dijo con voz triste - Pero no solo el amor romántico. La amistad, el aprecio, el amor a la familia... todo eso puede convertirse en el talón de Aquiles de incluso la persona más poderosa. En cualquier caso, ya eres débil mientras tengas al menos una persona a la que aprecies. ¿Qué es una más?
Con esa última afirmación buscaba más apoyar a su amiga que expresar su opinión. Opinaba que "una más" sí que influía, pero amar era una sensación que todos debían experimentar al menos una vez en la vida. Amar de manera pura, intensa y ardiente, sentir un estremecimiento en todo el cuerpo por el simple roce de la otra persona, mirarle a los ojos y sentir que el resto del mundo puede irse al carajo mientras estéis juntos... eran cosas por las que merecía la pena morir.
- No le des vueltas y, simplemente, cuando llegue acéptalo. Es algo que debes experimentar al menos una vez en la vida.
Al llegar a la playa, sin importarle lo más mínimo que estuviese Katharina delante, empezó a quitarse la ropa y se acercó al agua del mar. Sin dejar de prestar atención a su compañera, se sentó en la orilla y dejó que la corriente bañase sus piernas. Por un lado sintió el insidioso debilitamiento del mar afectándole, pero por otro el frío del agua fue una bendición. Comenzó a coger agua entre sus manos y frotarse bien el cuerpo. El agua del mar no era lo mejor para limpiarse, pues quedaría lleno de salitre, pero al menos así dejaría de apestar. Ya se ducharía en el barco.
- Ni lo menciones. Este es totalmente el momento para hablar de tus inquietudes. Que yo esté apalizado no significa que no puedas hablar de ti. Mira, ya que hemos tirado del tapón de los sentimientos y dejado la mierda fluir, habla de lo que quieras, chica. No vas a asustarme.
Se giró hacia ella y le devolvió la mirada, sonriéndole. "Hablas de puntos débiles, pero igual no has pensado en que tal vez ya los tienes. Tú eres uno de los míos." Katharina era fuerte, mucho más fuerte que él, pero si en algún momento alguien fuese capaz de amenazarla de verdad, estaría poniendo en jaque a Ivan. Se pasó el Manto de Sombras por encima para cubrirse un poco y volvió a sonreír, esta vez con nostalgia. Recordaba aquella noche bastante bien, sí. ¿Cómo olvidarla? Fue cuando ganó una mejor amiga. Tal vez fuese fruto de las drogas (probablemente), pero sintió ganas de abrazarla. Se contuvo y contestó:
- No lo has hecho aún. Pero me gustaría oírlo. Es lo justo, ¿no? Yo te conté mi historia.
- Lo sería, Kath. Tener sentimientos hacia otras personas te vuelve débil - dijo con voz triste - Pero no solo el amor romántico. La amistad, el aprecio, el amor a la familia... todo eso puede convertirse en el talón de Aquiles de incluso la persona más poderosa. En cualquier caso, ya eres débil mientras tengas al menos una persona a la que aprecies. ¿Qué es una más?
Con esa última afirmación buscaba más apoyar a su amiga que expresar su opinión. Opinaba que "una más" sí que influía, pero amar era una sensación que todos debían experimentar al menos una vez en la vida. Amar de manera pura, intensa y ardiente, sentir un estremecimiento en todo el cuerpo por el simple roce de la otra persona, mirarle a los ojos y sentir que el resto del mundo puede irse al carajo mientras estéis juntos... eran cosas por las que merecía la pena morir.
- No le des vueltas y, simplemente, cuando llegue acéptalo. Es algo que debes experimentar al menos una vez en la vida.
Al llegar a la playa, sin importarle lo más mínimo que estuviese Katharina delante, empezó a quitarse la ropa y se acercó al agua del mar. Sin dejar de prestar atención a su compañera, se sentó en la orilla y dejó que la corriente bañase sus piernas. Por un lado sintió el insidioso debilitamiento del mar afectándole, pero por otro el frío del agua fue una bendición. Comenzó a coger agua entre sus manos y frotarse bien el cuerpo. El agua del mar no era lo mejor para limpiarse, pues quedaría lleno de salitre, pero al menos así dejaría de apestar. Ya se ducharía en el barco.
- Ni lo menciones. Este es totalmente el momento para hablar de tus inquietudes. Que yo esté apalizado no significa que no puedas hablar de ti. Mira, ya que hemos tirado del tapón de los sentimientos y dejado la mierda fluir, habla de lo que quieras, chica. No vas a asustarme.
Se giró hacia ella y le devolvió la mirada, sonriéndole. "Hablas de puntos débiles, pero igual no has pensado en que tal vez ya los tienes. Tú eres uno de los míos." Katharina era fuerte, mucho más fuerte que él, pero si en algún momento alguien fuese capaz de amenazarla de verdad, estaría poniendo en jaque a Ivan. Se pasó el Manto de Sombras por encima para cubrirse un poco y volvió a sonreír, esta vez con nostalgia. Recordaba aquella noche bastante bien, sí. ¿Cómo olvidarla? Fue cuando ganó una mejor amiga. Tal vez fuese fruto de las drogas (probablemente), pero sintió ganas de abrazarla. Se contuvo y contestó:
- No lo has hecho aún. Pero me gustaría oírlo. Es lo justo, ¿no? Yo te conté mi historia.
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Bueno, sí, ¿qué era una persona más?
Quizá no pensaba en ello todo el día, ni siquiera lo tenía presente a diario, pero se enorgullecía por la familia que había construido. Disfuncional, excéntrica y peligrosa, pero al final del día era una familia. Lo que jamás tuvo en la tripulación de Zane lo acabó encontrando en la propia, en el Horror Circus. Ya tenía un talón de Aquiles, pero si ese era el precio a pagar por seguir navegando con los chicos, lo pagaría orgullosa. No lo había pensado hasta ahora, pero el sentimiento de luchar por proteger a alguien era mucho más reconfortante que pelear por venganza.
—Puedes estar como estás, pero siempre encuentras las palabras oportunas para el momento. Gracias, Ivan —contestó, caminando hacia la playa—. Soy una persona llena de contradicciones, ¿sabes? Te acabo de decir que está bien ser débil, pero luego lo dudo si lo está cuando se trata de mí.
Al llegar a la playa, sacó la varita mágica y con un divertido gesto de mano hizo aparecer una manta bastante bonita. Se acomodó la parte baja del kimono y tomó asiento a la vez que Ivan se desnudaba. No iba a molestarse ahora. Con otro movimiento de mano había terminado de montar un picnic. Tomó con suavidad un panecillo relleno con salmón, pasta de aceituna y hojas de lechuga, y se lo llevó a la boca. Una explosión de sabores la invadió por dentro y agradeció más que nunca la existencia de la maravillosa varita mágica.
Escuchó las palabras de Ivan y sonrió débilmente al recordar el pasado. Sí, era justo compartirlo con él, pero no significaba que fuera fácil. Si le contaba todo lo que había vivido, Ivan tendría la información necesaria para destrozarle. Sin embargo, no podía ni quería pasarse la vida entera desconfiando de todo el mundo, como si todos le fueran a dañar en algún momento. La única forma de devolver la confianza que Ivan había depositado en ella era confiando en él.
—Debería comenzar por el principio, pero para que entiendas quién soy realmente debo ponerte en contexto… Seguramente habrás escuchado o leído sobre la República Democrática de Lëxius, un país del Nuevo Mundo que es conocido por su tecnología revolucionaria e indiferencia ante los problemas del mundo. Antes de convertirse en una República era un Reino como Hallstat. —Hizo una pausa para beber y luego continúo—. Magnus von Steinhell, hijo del duque de Portland, fue el primer gran usuario de la magi magi no mi, un verdadero prodigio de las artes arcanas y la ciencia. A los ochos años publicó un libro donde proponía nuevos métodos, eficaces y sustentables, para el refinamiento del lithium. A los quince se había convertido en el ingeniero armamentístico más importante del reino, y sus inventos sirvieron para ganar la guerra contra el Reino de Mortell. Oh, en Lëxius hay muchas guerras.
» Además de establecer los principios del lithium usados a día de hoy, mi abuelo fue un gran mago que usó sus habilidades para mejorar las vidas de todos los ciudadanos de Lëxius. Pero también investigó cosas que no debió haber investigado; supongo que es el mal de nuestra familia. Enfadó al Gobierno Mundial y, si bien todo se arregló, fue asesinado por un agente del Cipher Pol diez años más tarde. Mi familia recuperó la fruta del diablo y mi madre, Shaelyn, la heredó. No hace falta que te diga que ella también fue un genio y sus descubrimientos significaron mucho para el reino…
» Yo nací un año después de que mi madre heredara el poder de mi abuelo. Fui feliz, no te voy a mentir. ¡Vivía en un palacio enorme y tan limpio que podía ver mi reflejo en el suelo! Aprendí a montar caballo a los cinco y tocaba el piano mejor que nadie, recuerdo cuánto me gustaba jugar al ajedrez con mamá. Y también era una niña rebelde y terca, me gustaba hacer las cosas a mi manera… Sin embargo, la guerra civil estalló cuando tenía once. Mi madre lideró las tropas de Portland, pero perdió y cuando vio que el reino estaba perdido, olvidó su honor y huyó con nosotras a Woodstock, un pequeño pueblo en el mar del norte.
» Ya no vivía en un palacio tan grande y tenía pocas sirvientas, pero aun así era feliz. Extrañaba mi antiguo hogar, pero el nuevo tampoco estaba mal, ¿sabes? Continué con mis estudios y asistía a la mayoría de las clases de piano, esgrima y danza. Dejé de ir cuando mi madre enfermó. —Soltó una sonrisa apagada—. Cada vez que la veía me parecía un ángel con esos largos cabellos blancos y esos hermosos ojos azules, pero se obsesionó con la magia y el poder acabó corrompiéndola. Buscaba algo sin descanso, apenas comía y pasaba horas eternas estudiando, haciendo bosquejos y practicando. Pronto cayó a la cama, pero supo de dónde conseguir más fuerza y ofreció sus ojos. Como no fue suficiente, ofreció sus oídos. Me pregunto cómo debió haberse sentido en un mundo oscuro y silencioso… —Las lágrimas comenzaron a asomarse por los rabillos de los ojos—. Lo siento, es solo que aún la extraño. Fue difícil superar la muerte de mi madre… Mi padre enloqueció y desapareció sin decirnos nada, tuve que hacerme cargo de mi hermana menor y los sirvientes se largaron al ver que mi familia ya no tenía nada.
» A los quince años mi abuelo se había convertido en una figura influyente de Lëxius, en cambio, yo era una niña que solo tocaba bien el piano. Tenía una responsabilidad importante sobre mis hombros, había heredado el tesoro familiar, pero nadie estuvo ahí para guiarme. Ni siquiera pude hacerle frente a la Orden Carmesí cuando me secuestró a mí y a mi hermana. Me obligaron a trabajar para ellos y desde entonces comencé a matar. No fue sencillo hacerlo por primera vez, pero con el tiempo se hizo costumbre y aquí estoy. —Miró al cielo como esperando que alguno de sus ancestros le devolviera la mirada, esperando que alguien le dijera que todo estaba bien—. Tengo un ego muy grande pese a no haber logrado nada, ¿sabes? Mientras que mi madre y mi abuelo fueron duques, figuras de renombre en Lëxius, yo solo soy una pirata conocida por su agresividad.
» Supongo que esa es mi historia. O un resumen de ella, mejor dicho… Y aún no te he contado todo lo que tuve que hacer para librarme de la Orden Carmesí.
Quizá no pensaba en ello todo el día, ni siquiera lo tenía presente a diario, pero se enorgullecía por la familia que había construido. Disfuncional, excéntrica y peligrosa, pero al final del día era una familia. Lo que jamás tuvo en la tripulación de Zane lo acabó encontrando en la propia, en el Horror Circus. Ya tenía un talón de Aquiles, pero si ese era el precio a pagar por seguir navegando con los chicos, lo pagaría orgullosa. No lo había pensado hasta ahora, pero el sentimiento de luchar por proteger a alguien era mucho más reconfortante que pelear por venganza.
—Puedes estar como estás, pero siempre encuentras las palabras oportunas para el momento. Gracias, Ivan —contestó, caminando hacia la playa—. Soy una persona llena de contradicciones, ¿sabes? Te acabo de decir que está bien ser débil, pero luego lo dudo si lo está cuando se trata de mí.
Al llegar a la playa, sacó la varita mágica y con un divertido gesto de mano hizo aparecer una manta bastante bonita. Se acomodó la parte baja del kimono y tomó asiento a la vez que Ivan se desnudaba. No iba a molestarse ahora. Con otro movimiento de mano había terminado de montar un picnic. Tomó con suavidad un panecillo relleno con salmón, pasta de aceituna y hojas de lechuga, y se lo llevó a la boca. Una explosión de sabores la invadió por dentro y agradeció más que nunca la existencia de la maravillosa varita mágica.
Escuchó las palabras de Ivan y sonrió débilmente al recordar el pasado. Sí, era justo compartirlo con él, pero no significaba que fuera fácil. Si le contaba todo lo que había vivido, Ivan tendría la información necesaria para destrozarle. Sin embargo, no podía ni quería pasarse la vida entera desconfiando de todo el mundo, como si todos le fueran a dañar en algún momento. La única forma de devolver la confianza que Ivan había depositado en ella era confiando en él.
—Debería comenzar por el principio, pero para que entiendas quién soy realmente debo ponerte en contexto… Seguramente habrás escuchado o leído sobre la República Democrática de Lëxius, un país del Nuevo Mundo que es conocido por su tecnología revolucionaria e indiferencia ante los problemas del mundo. Antes de convertirse en una República era un Reino como Hallstat. —Hizo una pausa para beber y luego continúo—. Magnus von Steinhell, hijo del duque de Portland, fue el primer gran usuario de la magi magi no mi, un verdadero prodigio de las artes arcanas y la ciencia. A los ochos años publicó un libro donde proponía nuevos métodos, eficaces y sustentables, para el refinamiento del lithium. A los quince se había convertido en el ingeniero armamentístico más importante del reino, y sus inventos sirvieron para ganar la guerra contra el Reino de Mortell. Oh, en Lëxius hay muchas guerras.
» Además de establecer los principios del lithium usados a día de hoy, mi abuelo fue un gran mago que usó sus habilidades para mejorar las vidas de todos los ciudadanos de Lëxius. Pero también investigó cosas que no debió haber investigado; supongo que es el mal de nuestra familia. Enfadó al Gobierno Mundial y, si bien todo se arregló, fue asesinado por un agente del Cipher Pol diez años más tarde. Mi familia recuperó la fruta del diablo y mi madre, Shaelyn, la heredó. No hace falta que te diga que ella también fue un genio y sus descubrimientos significaron mucho para el reino…
» Yo nací un año después de que mi madre heredara el poder de mi abuelo. Fui feliz, no te voy a mentir. ¡Vivía en un palacio enorme y tan limpio que podía ver mi reflejo en el suelo! Aprendí a montar caballo a los cinco y tocaba el piano mejor que nadie, recuerdo cuánto me gustaba jugar al ajedrez con mamá. Y también era una niña rebelde y terca, me gustaba hacer las cosas a mi manera… Sin embargo, la guerra civil estalló cuando tenía once. Mi madre lideró las tropas de Portland, pero perdió y cuando vio que el reino estaba perdido, olvidó su honor y huyó con nosotras a Woodstock, un pequeño pueblo en el mar del norte.
» Ya no vivía en un palacio tan grande y tenía pocas sirvientas, pero aun así era feliz. Extrañaba mi antiguo hogar, pero el nuevo tampoco estaba mal, ¿sabes? Continué con mis estudios y asistía a la mayoría de las clases de piano, esgrima y danza. Dejé de ir cuando mi madre enfermó. —Soltó una sonrisa apagada—. Cada vez que la veía me parecía un ángel con esos largos cabellos blancos y esos hermosos ojos azules, pero se obsesionó con la magia y el poder acabó corrompiéndola. Buscaba algo sin descanso, apenas comía y pasaba horas eternas estudiando, haciendo bosquejos y practicando. Pronto cayó a la cama, pero supo de dónde conseguir más fuerza y ofreció sus ojos. Como no fue suficiente, ofreció sus oídos. Me pregunto cómo debió haberse sentido en un mundo oscuro y silencioso… —Las lágrimas comenzaron a asomarse por los rabillos de los ojos—. Lo siento, es solo que aún la extraño. Fue difícil superar la muerte de mi madre… Mi padre enloqueció y desapareció sin decirnos nada, tuve que hacerme cargo de mi hermana menor y los sirvientes se largaron al ver que mi familia ya no tenía nada.
» A los quince años mi abuelo se había convertido en una figura influyente de Lëxius, en cambio, yo era una niña que solo tocaba bien el piano. Tenía una responsabilidad importante sobre mis hombros, había heredado el tesoro familiar, pero nadie estuvo ahí para guiarme. Ni siquiera pude hacerle frente a la Orden Carmesí cuando me secuestró a mí y a mi hermana. Me obligaron a trabajar para ellos y desde entonces comencé a matar. No fue sencillo hacerlo por primera vez, pero con el tiempo se hizo costumbre y aquí estoy. —Miró al cielo como esperando que alguno de sus ancestros le devolviera la mirada, esperando que alguien le dijera que todo estaba bien—. Tengo un ego muy grande pese a no haber logrado nada, ¿sabes? Mientras que mi madre y mi abuelo fueron duques, figuras de renombre en Lëxius, yo solo soy una pirata conocida por su agresividad.
» Supongo que esa es mi historia. O un resumen de ella, mejor dicho… Y aún no te he contado todo lo que tuve que hacer para librarme de la Orden Carmesí.
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Akuma no mi
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Escuchó la historia, absorto. Tal vez era culpa de las drogas y el alcohol, pero el relato de Katharina le resultó tan fascinante e increíble como la mejor novela de fantasía, imaginándose los grandes edificios de Lëxius, al abuelo de Katharina (al que imaginaba como una versión de Katharina musculosa y con una larga barba blanca) levantando grandes torres con sus poderes y la trágica huida al North Blue. Fue especialmente fácilmente imaginarse el palacio en que se había criado. Al fin y al cabo, él también había sido de familia noble. Se había criado entre palacios, castillos y lujos desde su primera infancia hasta bien entrada la adolescencia, cuando finalmente fue exiliado de Hallstat por su padre. Cuando vio las lágrimas asomar a los ojos de su amiga, le apoyó la mano en el hombro en señal de apoyo. No era capaz de entenderla del todo, pues nunca había sentido apego por sus padres. Pero ya estaba acostumbrado a no entender los sentimientos del resto, y no por ello no se compadecía de Kath. No quería que sufriera.
- No, Kath. No eres solo una pirata famosa por ser sanguinaria. Eres también mi mejor amiga y la única persona a la que he jurado lealtad en mi vida. ¿Te parece poco? - sonrió - Nunca pensé que algún día haría algo así con nadie. Nadie era digno de mandar sobre mí. Valoro mi libertad de manera absoluta, más que casi nada en este mundo. Haber aceptado que eres mi capitana, viniendo de mí, es uno de los mayores elogios que puedo hacer. Estoy confiando en ti y no me has decepcionado.
Le apretó suavemente el hombro y se lo soltó. La historia había sido... curiosa, cuanto menos. Nunca se había parado a pensar en el origen de Katharina. En si era noble, claro. Normalmente notaba las diferencias entre alguien de origen noble y alguien plebeyo en seguida. Al fin y al cabo, se había criado en la alta sociedad y aquellos detalles no solían escapársele. ¿Qué había sido diferente con Katharina para no darse cuenta? Tal vez había estado demasiado ocupado pensando en comérsela durante su primer encuentro. Y posteriomente, nunca le había dado suficiente importancia. No había asumido que fuese plebeya, tampoco. Simplemente hacía tiempo que había dejado de ver diferencias entre nobles y plebeyos. Había gente excepcional en ambos mundos, y gente despreciable también.
- Supongo que debió ser duro. Todo lo de huir de Lëxius y ver a tu madre perder la cabeza, quiero decir. No te voy a mentir, no puedo entender por lo que has pasado. No soy la persona más empática del mundo. Pero soy tu amigo y me tendrás aquí para compartir risas, lágrimas o un jabalí asado, lo que haga falta. Y si necesitas arrasar a esos cabrones de la Orden Carmesí, ya sabes que cuentas conmigo.
Volvió a sonreírle, con una mezcla de camaradería y alegría sanguinaria al pensar en meterse en problemas. Bueno, eso pretendía transmitir, pero en el estado en que estaba era probable que no transmitiese nada de eso
- ¿Quieres hablar también de ellos?
- No, Kath. No eres solo una pirata famosa por ser sanguinaria. Eres también mi mejor amiga y la única persona a la que he jurado lealtad en mi vida. ¿Te parece poco? - sonrió - Nunca pensé que algún día haría algo así con nadie. Nadie era digno de mandar sobre mí. Valoro mi libertad de manera absoluta, más que casi nada en este mundo. Haber aceptado que eres mi capitana, viniendo de mí, es uno de los mayores elogios que puedo hacer. Estoy confiando en ti y no me has decepcionado.
Le apretó suavemente el hombro y se lo soltó. La historia había sido... curiosa, cuanto menos. Nunca se había parado a pensar en el origen de Katharina. En si era noble, claro. Normalmente notaba las diferencias entre alguien de origen noble y alguien plebeyo en seguida. Al fin y al cabo, se había criado en la alta sociedad y aquellos detalles no solían escapársele. ¿Qué había sido diferente con Katharina para no darse cuenta? Tal vez había estado demasiado ocupado pensando en comérsela durante su primer encuentro. Y posteriomente, nunca le había dado suficiente importancia. No había asumido que fuese plebeya, tampoco. Simplemente hacía tiempo que había dejado de ver diferencias entre nobles y plebeyos. Había gente excepcional en ambos mundos, y gente despreciable también.
- Supongo que debió ser duro. Todo lo de huir de Lëxius y ver a tu madre perder la cabeza, quiero decir. No te voy a mentir, no puedo entender por lo que has pasado. No soy la persona más empática del mundo. Pero soy tu amigo y me tendrás aquí para compartir risas, lágrimas o un jabalí asado, lo que haga falta. Y si necesitas arrasar a esos cabrones de la Orden Carmesí, ya sabes que cuentas conmigo.
Volvió a sonreírle, con una mezcla de camaradería y alegría sanguinaria al pensar en meterse en problemas. Bueno, eso pretendía transmitir, pero en el estado en que estaba era probable que no transmitiese nada de eso
- ¿Quieres hablar también de ellos?
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