Katharina von Steinhell
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- Dato útil:
- Cada vez que Katharina habla, en realidad se está comunicando a través de su libreta.
Un poco de esto y un poco de esto otro. Hacer un queque era bastante difícil para mí, sobre todo porque mis habilidades culinarias eran realmente... inhumanas. Sí, inhumanas era la palabra perfecta para decir que cocinar jamás fue mi fuerte. Me encontraba practicando un poco en la cocina de uno de los barcos de la Marina con rumbo a Skyros, una extraña isla que parecía haberse quedado detenida en el tiempo. ¡Fallé! No sabía cómo las personas podían cocinar tan bien y hacer de sus alimentos unos verdaderos manjares. Desde que subí al barco había estado practicando, pero nada me salía correctamente.
–¡¿Eh?! Katharina-chan, ¿de nuevo fallaste en hacer un queque? – Sam era uno de los cocineros a bordo, sus platos preparados eran realmente sabrosos y los comía con gusto – Si sigues así, no tendremos alimento suficiente para llegar a la isla. Aún queda un día de viaje...
Lo miré como miraba a todos: indiferentemente. Por lo menos, yo podía pasar un par de días sin comer y sobrevivir a base de pura agua, pero a los marines, por lo general, los malcriaban y sus entrenamientos eran muy blandos comparado a lo que yo pasé; en realidad, a lo que pasaba cualquier ser vivo que se dedicara a matar.
–Lo siento – escribí en mi libreta que estaba con restos de masa.
-¡¿Solo un “lo siento”?! – El hombre suspiró y cerró los ojos – Mira, si no te resulta la cocina, tal vez deberías dejarla. Eres buena en todo lo demás, no es necesario que aprendas a cocinar...
¿Buena en todo lo demás? Eso era una gran mentira. No tenía fuerza ni para mover una caja de un lugar a otro, tampoco podía cocinar ni ayudar a los demás, bueno... Realmente no me importaba mucho, pero me quedé pensando en eso de “ser buena en todo lo demás”. ¿Así es como me veían mis compañeros? Es cierto, jamás había fallado una misión dentro de la Marina, pero es que eran cosas muy básicas: explorar esto, indagar en esto otro, buscar información sobre el gato perdido de una Noble... Cosas por el estilo, nada complicado. Si a eso le llamaban éxito, a la Marina le faltaba mucho aún.
Salí de la cocina y me dirigí a mi cuarto, allí tenía el libro de conjuros con el que había estado practicando un poco. Aún no conocía ningún hechizo lo suficientemente útil, pero seguro que, si me esforzaba, hallaría la forma de crear conjuros realmente alucinantes. Por suerte, no tenía que compartir mi habitación con nadie debido a que mi compañera se enfermó repentinamente y no pudo acompañarnos en el viaje. Por cierto, ¿no he dicho el por qué íbamos rumbo a Kyros? Hace poco llegó un rumor que un grupo de hombres, conocidos como “Los Pájaros”, hacía desaparecer gente. Mi misión era confirmar los rumores, informar a mis superiores y largarme de ahí; en caso de que fueran ciertos, alguien más se dedicaría a saber por qué hacían desaparecer gente y que es lo que les hacían.
Estuve paseándome un buen rato en mi habitación sin hacer nada, luego subí a la cubierta del barco y pude apreciar un inmenso y maravilloso cielo estrellado. Las quedé contemplando un buen rato hasta que mis ojos comenzaron a cansarse, el sueño se estaba apoderando de mí por lo que bajé hasta mi cama.
–¡Hemos llegado, Katharina-chan! – Uno de mis compañeros, cuyo nombre no recordaba, apareció en el lintel de la puerta de mi habitación con una enorme sonrisa en el rostro – Apresúrate, dijeron que tendríamos un par de horas libres antes de comenzar la misión.
Si eso era cierto, podía ver qué tipo de materiales podía encontrar allí y tal vez usarlos para crear algunos conjuros útiles en combate. Antes de salir, cogí una manzana roja y me la fui comiendo hasta llegar a la ciudad. Los rumores eran ciertos: era una ciudad muy grande, detenida en el tiempo puesto que todas sus edificaciones parecían de la era medieval. También pude confirmar el tipo de gente con la que iba a tratar... Miradas de desprecio venían y llegaban, miradas de desconfianza a las cuales ya estaba acostumbrada. La gente de Skyros no confiaba en los extranjeros y, aunque formáramos parte de la Marina, no nos hacía la excepción.
Ciertamente me daba igual lo que esos hombres pensaran de mí, los necesitaría solo para dos cosas: información y almas. Al momento de conseguir almas, no me importaba el tipo de hombre que hayan sido; buenos o malos, ricachones o pobres, Nobles o esclavos... Al momento de morir, todos éramos iguales y solo el poder conseguido en vida determinaba el tamaño de nuestras almas. Era un pensamiento oscuro si nos deteníamos a analizarlo respecto la buena moral del marine, pero era completamente cierto.
Seguí caminando sin que me importara el montón de miradas fulminantes que me dedicaban. Por un momento me detuve y revisé mi cartera: no tenía ni dinero para comprar una banana. ¿Dije una banana? Ni siquiera sabía si en Skyros vendían ese tipo de frutas, pero en fin... No va al caso. Aunque fuera de “cuna alta”, mis ahorros eran los de un esclavo. Me fijé en un hombre, de cabello castaño y una altura imponente. Me acerqué sigilosamente a él y lo tomé de la ropa.
–¿Me prestas dinero? – Le pregunté escribiendo en mi libreta.
–¡¿Eh?! Katharina-chan, ¿de nuevo fallaste en hacer un queque? – Sam era uno de los cocineros a bordo, sus platos preparados eran realmente sabrosos y los comía con gusto – Si sigues así, no tendremos alimento suficiente para llegar a la isla. Aún queda un día de viaje...
Lo miré como miraba a todos: indiferentemente. Por lo menos, yo podía pasar un par de días sin comer y sobrevivir a base de pura agua, pero a los marines, por lo general, los malcriaban y sus entrenamientos eran muy blandos comparado a lo que yo pasé; en realidad, a lo que pasaba cualquier ser vivo que se dedicara a matar.
–Lo siento – escribí en mi libreta que estaba con restos de masa.
-¡¿Solo un “lo siento”?! – El hombre suspiró y cerró los ojos – Mira, si no te resulta la cocina, tal vez deberías dejarla. Eres buena en todo lo demás, no es necesario que aprendas a cocinar...
¿Buena en todo lo demás? Eso era una gran mentira. No tenía fuerza ni para mover una caja de un lugar a otro, tampoco podía cocinar ni ayudar a los demás, bueno... Realmente no me importaba mucho, pero me quedé pensando en eso de “ser buena en todo lo demás”. ¿Así es como me veían mis compañeros? Es cierto, jamás había fallado una misión dentro de la Marina, pero es que eran cosas muy básicas: explorar esto, indagar en esto otro, buscar información sobre el gato perdido de una Noble... Cosas por el estilo, nada complicado. Si a eso le llamaban éxito, a la Marina le faltaba mucho aún.
Salí de la cocina y me dirigí a mi cuarto, allí tenía el libro de conjuros con el que había estado practicando un poco. Aún no conocía ningún hechizo lo suficientemente útil, pero seguro que, si me esforzaba, hallaría la forma de crear conjuros realmente alucinantes. Por suerte, no tenía que compartir mi habitación con nadie debido a que mi compañera se enfermó repentinamente y no pudo acompañarnos en el viaje. Por cierto, ¿no he dicho el por qué íbamos rumbo a Kyros? Hace poco llegó un rumor que un grupo de hombres, conocidos como “Los Pájaros”, hacía desaparecer gente. Mi misión era confirmar los rumores, informar a mis superiores y largarme de ahí; en caso de que fueran ciertos, alguien más se dedicaría a saber por qué hacían desaparecer gente y que es lo que les hacían.
Estuve paseándome un buen rato en mi habitación sin hacer nada, luego subí a la cubierta del barco y pude apreciar un inmenso y maravilloso cielo estrellado. Las quedé contemplando un buen rato hasta que mis ojos comenzaron a cansarse, el sueño se estaba apoderando de mí por lo que bajé hasta mi cama.
–¡Hemos llegado, Katharina-chan! – Uno de mis compañeros, cuyo nombre no recordaba, apareció en el lintel de la puerta de mi habitación con una enorme sonrisa en el rostro – Apresúrate, dijeron que tendríamos un par de horas libres antes de comenzar la misión.
Si eso era cierto, podía ver qué tipo de materiales podía encontrar allí y tal vez usarlos para crear algunos conjuros útiles en combate. Antes de salir, cogí una manzana roja y me la fui comiendo hasta llegar a la ciudad. Los rumores eran ciertos: era una ciudad muy grande, detenida en el tiempo puesto que todas sus edificaciones parecían de la era medieval. También pude confirmar el tipo de gente con la que iba a tratar... Miradas de desprecio venían y llegaban, miradas de desconfianza a las cuales ya estaba acostumbrada. La gente de Skyros no confiaba en los extranjeros y, aunque formáramos parte de la Marina, no nos hacía la excepción.
Ciertamente me daba igual lo que esos hombres pensaran de mí, los necesitaría solo para dos cosas: información y almas. Al momento de conseguir almas, no me importaba el tipo de hombre que hayan sido; buenos o malos, ricachones o pobres, Nobles o esclavos... Al momento de morir, todos éramos iguales y solo el poder conseguido en vida determinaba el tamaño de nuestras almas. Era un pensamiento oscuro si nos deteníamos a analizarlo respecto la buena moral del marine, pero era completamente cierto.
Seguí caminando sin que me importara el montón de miradas fulminantes que me dedicaban. Por un momento me detuve y revisé mi cartera: no tenía ni dinero para comprar una banana. ¿Dije una banana? Ni siquiera sabía si en Skyros vendían ese tipo de frutas, pero en fin... No va al caso. Aunque fuera de “cuna alta”, mis ahorros eran los de un esclavo. Me fijé en un hombre, de cabello castaño y una altura imponente. Me acerqué sigilosamente a él y lo tomé de la ropa.
–¿Me prestas dinero? – Le pregunté escribiendo en mi libreta.
Ivan Markov
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Aquella ciudad exhumaba melancolía por los cuatro costados. Su aire medieval, sus gentes... le recordaba demasiado a Hallstat. "¿Qué diablos hago aquí?" se preguntó por enésima vez. Ni él tenía muy claro por qué había elegido aquel lugar como su siguiente destino. Tras su último intento fallido de armarse de valor para ir a hablar con su hermana, había acudido a aquella isla atraído por rumores de una banda de secuestradores. Sus informantes le habían mencionado que había un criminal con recompensa metido en el ajo y decidido a sacar tajada, había tomado su embarcación y navegado hasta la pequeña isla. En cierto modo parecía una versión en miniatura del reino de su padre, descontando la ausencia de montañas y grandes colinas. Si bien aquello era agradable y hogareño para él, le causaba una sensación de rechazo al mismo tiempo. No era capaz de dejar de pensar en Iliana y en lo mucho que la echaba de menos, en sus momentos juntos y en general en los buenos recuerdos que guardaba de su vida en Hallstat.
Si bien Skyros era una isla famosa por el recelo de sus gentes hacia los extranjeros, Ivan no tardó en adaptarse. La cultura no distaba mucho de la de Hallstat antes de modernizarse y además tenía ropas que no desencajaban con las de la burguesía de la zona. Incluso podría haber sacado sus ropas de noble, pero hubiesen desencajado por tener grabadas el escudo de los Roux, además de que ese motivo le hubiera hecho reconocible. De aquella manera podía apañárselas. De hecho había logrado conseguir un bonito apartamento al módico precio de 500.000 berries, una casita de dos pisos en la zona comercial. No es que pretendiera establecerse permanentemente, pero no le venía mal tener varios refugios por diferentes islas. Ya se había encargado de conseguir varias copias de la llave para darle una a Zero y tener otras por si las moscas y además había contratado a una mujer de la zona para que se pasase a limpiarla de vez en cuando.
¿Qué hacía allí, pues? Era pleno día... debería estar durmiendo. Se acercó a una sombra y observó la calle desde allí, con cierto desinterés y una mueca de desagrado. Aun en forma humana el sol era un auténtico suplicio. La luz lo aturdía y cegaba al darle directamente en los ojos y el calor lo abrasaba como si lo estuvieran apuntando con una lupa gigante y además se sentía débil y enfermizo. En las zonas de sombra se sentía bastante más aliviado, pero seguía sin estar en su elemento. De noche hubiese podido actuar con más comodidas, pero, ¿dónde iba a encontrar pues información? Su conocido en la isla estaba ya buscando pistas, pero aún no le había llamado. De repente notó un tirón en la manga y al girarse vio a una niña de pelo blanco y ropa extraña tendiéndole una libreta. No... no se la tendía. ¿Se la daba a leer? Dinero... su primer impulso fue echarla, pero entonces se percató de lo bien que olía. Llevaba ya un par de días sin alimentarse y la verdad era que tenía hambre. Esbozó su mejor sonrisa y dijo:
- ¡Pues claro, pequeña! Pero aquí no tengo nada suelto, lo siento. Acompáñame a mi casa y allí te daré unas cuantas monedas.
Por supuesto no se dirigiría a su casa. Iría en dirección contraria y una vez se hubiesen metido en un callejón alejado daría buena cuenta de ella. Hubiese sido un error hacer lo contrario; una frase popular, si bien soez pero acertada, decía "no cagues donde comas." En este caso era al revés de lo que pretendía significar originalmente, pues esta se refería a no trabajar en el mismo lugar donde vives, pero servía igualmente.
Si bien Skyros era una isla famosa por el recelo de sus gentes hacia los extranjeros, Ivan no tardó en adaptarse. La cultura no distaba mucho de la de Hallstat antes de modernizarse y además tenía ropas que no desencajaban con las de la burguesía de la zona. Incluso podría haber sacado sus ropas de noble, pero hubiesen desencajado por tener grabadas el escudo de los Roux, además de que ese motivo le hubiera hecho reconocible. De aquella manera podía apañárselas. De hecho había logrado conseguir un bonito apartamento al módico precio de 500.000 berries, una casita de dos pisos en la zona comercial. No es que pretendiera establecerse permanentemente, pero no le venía mal tener varios refugios por diferentes islas. Ya se había encargado de conseguir varias copias de la llave para darle una a Zero y tener otras por si las moscas y además había contratado a una mujer de la zona para que se pasase a limpiarla de vez en cuando.
¿Qué hacía allí, pues? Era pleno día... debería estar durmiendo. Se acercó a una sombra y observó la calle desde allí, con cierto desinterés y una mueca de desagrado. Aun en forma humana el sol era un auténtico suplicio. La luz lo aturdía y cegaba al darle directamente en los ojos y el calor lo abrasaba como si lo estuvieran apuntando con una lupa gigante y además se sentía débil y enfermizo. En las zonas de sombra se sentía bastante más aliviado, pero seguía sin estar en su elemento. De noche hubiese podido actuar con más comodidas, pero, ¿dónde iba a encontrar pues información? Su conocido en la isla estaba ya buscando pistas, pero aún no le había llamado. De repente notó un tirón en la manga y al girarse vio a una niña de pelo blanco y ropa extraña tendiéndole una libreta. No... no se la tendía. ¿Se la daba a leer? Dinero... su primer impulso fue echarla, pero entonces se percató de lo bien que olía. Llevaba ya un par de días sin alimentarse y la verdad era que tenía hambre. Esbozó su mejor sonrisa y dijo:
- ¡Pues claro, pequeña! Pero aquí no tengo nada suelto, lo siento. Acompáñame a mi casa y allí te daré unas cuantas monedas.
Por supuesto no se dirigiría a su casa. Iría en dirección contraria y una vez se hubiesen metido en un callejón alejado daría buena cuenta de ella. Hubiese sido un error hacer lo contrario; una frase popular, si bien soez pero acertada, decía "no cagues donde comas." En este caso era al revés de lo que pretendía significar originalmente, pues esta se refería a no trabajar en el mismo lugar donde vives, pero servía igualmente.
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El hombre dibujó una enorme sonrisa en su rostro y contestó amablemente. Inmediatamente noté que el hombre era sospechoso, su extrema y falsa amabilidad acompañada de una invitación que solo un pederasta haría... No me agradaba. Podía conseguirme dinero en cualquier parte, sin necesidad de entrar a la casa de nadie. Lo miré indiferentemente y saqué mi libreta. Tal vez era uno de los hombres que secuestraban personas, tenía todo el perfil de ser uno –sobre todo por lo raro– y debía de andarme con cuidado, no me haría la valiente y jugaría a ser héroe. Mi vida valía más que un acto heroico.
–¿Tienes hambre de niñas? – me volteé y luego le mostré nuevamente la libreta –. Pervertido.
Giré en ciento ochenta grados y comencé a caminar en dirección opuesta de donde estaba el hombre. Algo me decía que no se detendría ahí, sino que seguiría intentando cosas con alguien más o incluso conmigo misma. Si se dedicaba a seguirme, podía llevarlo a una trampa para atraparlo e interrogarlo. Sin embargo, mi plan fue frustrado por la intromisión de uno de mis compañeros que gritaba mi nombre y me saludaba a lo lejos anunciándome que ya estaba todo listo para comenzar a movernos. ¿Tan poco tiempo nos dieron para recrearnos?
Hayato era un hombre de unos dos metros, bastante torpe y siempre tenía una enorme sonrisa pegada en el rostro. Sus ojos violetas miraban todo con curiosidad y, la mayor parte del tiempo, le gustaba lucirse enseñando los enormes bíceps que tenía. Llevaba el típico traje de marine, también era recluta como yo, la única diferencia era que él era mucho más fuerte que yo... Si nos dedicábamos a pelear, yo no tendría nada que hacer.
–Por cierto, te vi hablando con alguien. ¿Quién era?
–Solo le pedí dinero – lo miré y le conté lo que había sucedido –. Tal vez esté involucrado.
Hacer falsas acusaciones no era lo mío, al momento de fallar perdías tiempo y energías, además quedabas como un verdadero idiota frente a tus compañeros. Hayato-san se incomodaba por las furiosas miradas que le dedicaban, en cambio a mí solo me daba igual. Doblamos por un callejón y nos encontramos con dos hombres que vestían túnicas negras y sus rostros estaban cubiertos por una capucha. “¿Por qué todos los maleantes se visten con capuchas y túnicas?”, pensé. Mi compañero dio un paso hacia delante con la intención de interrogarlos y ser un poco violento con ellos, pero lo tomé de la camiseta y este me dirigió una mirada de extrañeza.
–No estamos en nuestro terreno, Hayato-san. No hagas nada estúpido.
Pasamos de ellos sin intervenir en su discusión, tal vez solo era parte de la sociedad de Skyros. No necesitábamos problemas ni al pueblo enojado, solo debíamos cumplir con nuestra misión e irnos lo más pronto posible. Después de atravesar el callejón nos dimos cuenta que terminamos donde mismo que antes, solo que en diferente posición; sabía que la orientación de mi compañero era mala, pero no pensé que lo era tanto. Además, yo fui la idiota por seguirlo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que hablé con el misterioso hombre? Allí había un hombre de cabello castaño... Hayato-san se dirigió furiosamente hacia él, lo tomó del hombro y lo dio vuelta.
–Katharina-chan me contó todo. No vuelvas a hablarle de esa forma, ¿entiendes?
No reaccioné lo suficientemente rápido para detener a mi compañero, ya se había metido en un buen lío. Si los marines fueran más discretos en sus misiones, todo saldría mejor.
–Eres un idiota – le enseñé la libreta.
–¿Tienes hambre de niñas? – me volteé y luego le mostré nuevamente la libreta –. Pervertido.
Giré en ciento ochenta grados y comencé a caminar en dirección opuesta de donde estaba el hombre. Algo me decía que no se detendría ahí, sino que seguiría intentando cosas con alguien más o incluso conmigo misma. Si se dedicaba a seguirme, podía llevarlo a una trampa para atraparlo e interrogarlo. Sin embargo, mi plan fue frustrado por la intromisión de uno de mis compañeros que gritaba mi nombre y me saludaba a lo lejos anunciándome que ya estaba todo listo para comenzar a movernos. ¿Tan poco tiempo nos dieron para recrearnos?
Hayato era un hombre de unos dos metros, bastante torpe y siempre tenía una enorme sonrisa pegada en el rostro. Sus ojos violetas miraban todo con curiosidad y, la mayor parte del tiempo, le gustaba lucirse enseñando los enormes bíceps que tenía. Llevaba el típico traje de marine, también era recluta como yo, la única diferencia era que él era mucho más fuerte que yo... Si nos dedicábamos a pelear, yo no tendría nada que hacer.
–Por cierto, te vi hablando con alguien. ¿Quién era?
–Solo le pedí dinero – lo miré y le conté lo que había sucedido –. Tal vez esté involucrado.
Hacer falsas acusaciones no era lo mío, al momento de fallar perdías tiempo y energías, además quedabas como un verdadero idiota frente a tus compañeros. Hayato-san se incomodaba por las furiosas miradas que le dedicaban, en cambio a mí solo me daba igual. Doblamos por un callejón y nos encontramos con dos hombres que vestían túnicas negras y sus rostros estaban cubiertos por una capucha. “¿Por qué todos los maleantes se visten con capuchas y túnicas?”, pensé. Mi compañero dio un paso hacia delante con la intención de interrogarlos y ser un poco violento con ellos, pero lo tomé de la camiseta y este me dirigió una mirada de extrañeza.
–No estamos en nuestro terreno, Hayato-san. No hagas nada estúpido.
Pasamos de ellos sin intervenir en su discusión, tal vez solo era parte de la sociedad de Skyros. No necesitábamos problemas ni al pueblo enojado, solo debíamos cumplir con nuestra misión e irnos lo más pronto posible. Después de atravesar el callejón nos dimos cuenta que terminamos donde mismo que antes, solo que en diferente posición; sabía que la orientación de mi compañero era mala, pero no pensé que lo era tanto. Además, yo fui la idiota por seguirlo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que hablé con el misterioso hombre? Allí había un hombre de cabello castaño... Hayato-san se dirigió furiosamente hacia él, lo tomó del hombro y lo dio vuelta.
–Katharina-chan me contó todo. No vuelvas a hablarle de esa forma, ¿entiendes?
No reaccioné lo suficientemente rápido para detener a mi compañero, ya se había metido en un buen lío. Si los marines fueran más discretos en sus misiones, todo saldría mejor.
–Eres un idiota – le enseñé la libreta.
- Spoiler:
- Tú eliges si el hombre a quien se dirige Hayato eres tú o solo un ciudadano.
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¿Pervertido? Ivan contuvo una mueca de ira y las ganas de arrancarle el gaznates con sus garras, obligándose a recordar dónde estaba. No podía ir matando a gente en mitad de la calle, menos en una ciudad donde tenía una casa e intención de ir de vez en cuando. Para colmo, la chica se fue al momento, no dejándole siquiera la oportunidad de tratar de desmentir sus palabras. "Niñata de mierda... En fin, era sólo una cría, ¿para qué molestarme?" Espera, eso era. Era sólo una niña, ¿por qué no iba a divertirse un poco? No iba a tener fuerza suficiente para retorcerse y escabullirse si la pillaba. Ya pocos adultos podían, menos haría una cría. Conteniendo las ganas de sonreír, comenzó a seguir su aroma. Olía a harina, ¿trabajaría en un molino o una panadería? Al poco la vio con otro hombre, un tipo con uniforme de marine. ¿Qué hacía allí la Marina? Aquello igual cambiaba un poco las cosas... no quería problemas con el Gobierno. Por otro lado, tenía curiosidad por ver qué asuntos tenían con una niña y qué hacían fuera de sus territorios.
- En fin, tampoco es como si estuviera muy avanzado en el caso... no tengo nada más que hacer - murmuró para sí.
La chica parecía ser muda, pues sólo se comunicaba con una libreta. Eso dificultaba su tarea, pues si bien gracias a su oído podría haberse enterado de toda su conversación de haber mantenido una, de aquella podía a lo sumo especular sobre sus respuestas en base a lo que dijera el grandote. En cierto momento el tipo comenzó a avanzar con aire autoritario hacia dos encapuchados, pero la chica lo paró. ¿Sería también una marine? En todo caso estaba claro cual era el listo de los dos, pues el estúpido movimiento del tipo llamó la atención de los otros dos tipos. Menudo imbécil... lo que le sobraba de músculo le faltaba de cerebro. Los vio internarse en los callejones, ante lo que se quedó un tanto sorprendido. ¿En serio iban a ponérselo tan fácil? Meterse en callejuelas como aquellas era cuanto menos estúpido siendo un representante de la ley. Los maleantes no tenían piedad con ellos. O eso solía ocurrir en las zonas más descuidadas de las ciudades, no sabía si era el caso en Skyros.
- Hora de actuar...
Entró en el lugar, dejándose ver. Al momento el marine reaccionó yendo a por él y poniéndose violento, intentando darle un empujón en el hombro. Con una mirada fría, le agarró la muñeca y le impidió mover el brazo sin esfuerzo alguno. Mientras el marine comenzaba a forcejear, dándole golpes y tratando de zafarse, la piel de Ivan comenzó a volverse pálida como el alabastro. Sus ojos se volvieron dorados y su cabello blanco plateado. Al momento notó un hambre voraz por la cercanía del hombre y una furia imparable por la molesta luz solar (pese a estar en sombra). De un tirón obligó al marine a inclinarse y le clavó los colmillos en la yugular, sorbiendo su sangre a gran velocidad. El tipo comenzó a debatirse, cada vez más débilmente, para al poco desplomarse. Con un suspiro de satisfacción, Ivan se lamió la sangre de los labios y miró a la chica, esbozando una media sonrisa siniestra.
- No te faltaba razón... en parte. Sí que tenía hambre - su voz fue inhumanamente fría.
- En fin, tampoco es como si estuviera muy avanzado en el caso... no tengo nada más que hacer - murmuró para sí.
La chica parecía ser muda, pues sólo se comunicaba con una libreta. Eso dificultaba su tarea, pues si bien gracias a su oído podría haberse enterado de toda su conversación de haber mantenido una, de aquella podía a lo sumo especular sobre sus respuestas en base a lo que dijera el grandote. En cierto momento el tipo comenzó a avanzar con aire autoritario hacia dos encapuchados, pero la chica lo paró. ¿Sería también una marine? En todo caso estaba claro cual era el listo de los dos, pues el estúpido movimiento del tipo llamó la atención de los otros dos tipos. Menudo imbécil... lo que le sobraba de músculo le faltaba de cerebro. Los vio internarse en los callejones, ante lo que se quedó un tanto sorprendido. ¿En serio iban a ponérselo tan fácil? Meterse en callejuelas como aquellas era cuanto menos estúpido siendo un representante de la ley. Los maleantes no tenían piedad con ellos. O eso solía ocurrir en las zonas más descuidadas de las ciudades, no sabía si era el caso en Skyros.
- Hora de actuar...
Entró en el lugar, dejándose ver. Al momento el marine reaccionó yendo a por él y poniéndose violento, intentando darle un empujón en el hombro. Con una mirada fría, le agarró la muñeca y le impidió mover el brazo sin esfuerzo alguno. Mientras el marine comenzaba a forcejear, dándole golpes y tratando de zafarse, la piel de Ivan comenzó a volverse pálida como el alabastro. Sus ojos se volvieron dorados y su cabello blanco plateado. Al momento notó un hambre voraz por la cercanía del hombre y una furia imparable por la molesta luz solar (pese a estar en sombra). De un tirón obligó al marine a inclinarse y le clavó los colmillos en la yugular, sorbiendo su sangre a gran velocidad. El tipo comenzó a debatirse, cada vez más débilmente, para al poco desplomarse. Con un suspiro de satisfacción, Ivan se lamió la sangre de los labios y miró a la chica, esbozando una media sonrisa siniestra.
- No te faltaba razón... en parte. Sí que tenía hambre - su voz fue inhumanamente fría.
Katharina von Steinhell
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Sabía que mi compañero se metería en un buen lío por ir tras el hombre y así fue. Recibió una buena paliza por parte de él, a pesar de ser un marine no podía ir buscando problemas así como así por lo que no intervine hasta que vi a esa extraña criatura con apariencia humana clavar sus colmillos en el cuello de Hayato. ¿Qué era? Fue lo primero que se me pasó por la cabeza, en un principio no tenía intención alguna de ayudarle hasta que las cosas se pusieron más peligrosas.
–No tengo idea qué eres ni quién eres –escribí en mi libreta rápidamente–, pero atacaste a un marine. Hasta ahora no he descubierto quién es más estúpido: tú o mi compañero.
Hice una pequeña pausa para buscar una solución real ante el problema que tenía en frente. Quizás solo era un loco que le gustaba la sangre de los hombres musculosos, pero parece que aún tenía de esa hambre. Al escuchar sus palabras no pude evitar dar un paso hacia atrás como si mi cuerpo me advirtiese que estaba en peligro. Sin embargo, no podía dejar a mi compañero allí; ya sabía que tenía una herida en el cuello así que lo más sensato sería curarle para evitar alguna infección o algo por el estilo. No era de las que sabía mucho de medicina. Cogí mi libro de conjuros y luego una intensa luz amarilla comenzó a expresarse fuertemente en el texto, próximamente se formó un pentáculo frente a mi mano y otro apareció bajo el cuerpo de Hayato. La magia sanadora recorría todo el cuerpo del marine.
Miré hacia atrás como buscando una salida, en la plaza había mucha gente y en cualquier lugar la gente se detendría para ayudar a una pequeña chica en apuros. Ya había hablado con el hombre por lo que él debía suponer que yo era muda, así que gritar no era una opción en su mente; fue un poco... evidente mostrar su rostro.
–Supongo que tienes un plan, ¿no? –Retrocedí otro paso– Si saliera de aquí, tu rostro estaría en las noticias: “extraño hombre de dudosa orientación ataca a marine besándole el cuello”. Ni siquiera a mí me gustaría salir en el noticiario con un título como ese...
Supuse que era de esos que se enfadaba fácil, pero quería mostrarle que la había cagado. Era cierto lo que decía, si era capaz de salir y contactar con mis demás compañeros, el hombre sería cazado inmediatamente. Sin embargo, ese era un plan muy peligroso y difícil de alcanzar ya que ni siquiera yo sabía dónde estaba el escuadrón de la Marina. Intentaría negociar con él, tal vez obtenga algo bueno de ambas partes.
–Pero –agregué repentinamente–, mi compañero no está muerto. Las heridas que le causaste ya están sanadas y como ya está fuera de peligro, te ofrezco un trato.
Estaba a tan solo diez metros de la salida del callejón en donde podía salir, gritar y pedir auxilio. Ni siquiera un hombre tan fuerte como él podría con toda la ciudadanía de Skyros, como no estaba vestida de marine podía pedir tanta ayuda como quisiera. Además, aún tenía un par de conjuros que él no conocía ni se lo esperaba. Le mostré intencionalmente uno de mis poderes para que se diera cuenta que no estaba tratando solo con una chica.
–Hayato-san se buscó la paliza, así que solo diré que fue un error –hice una pequeña pausa–. Sin embargo, me dirás qué eres y me ayudarás a salir de aquí sin ningún rasguño. Vaya, ¿a qué sales beneficiado de todo esto?
En caso de que aceptara mi trato le diría mi nombre y esperaría a que mi compañero despertase para llevármelo de allí. Por el contrario, ante cualquier situación peligrosa y algún inminente ataque del extraño retrocedería lo más rápido posible y dispararía apuntando a la cabeza. Mi objetivo sería llegar hasta el final del callejón y pedir auxilio.
–No tengo idea qué eres ni quién eres –escribí en mi libreta rápidamente–, pero atacaste a un marine. Hasta ahora no he descubierto quién es más estúpido: tú o mi compañero.
Hice una pequeña pausa para buscar una solución real ante el problema que tenía en frente. Quizás solo era un loco que le gustaba la sangre de los hombres musculosos, pero parece que aún tenía de esa hambre. Al escuchar sus palabras no pude evitar dar un paso hacia atrás como si mi cuerpo me advirtiese que estaba en peligro. Sin embargo, no podía dejar a mi compañero allí; ya sabía que tenía una herida en el cuello así que lo más sensato sería curarle para evitar alguna infección o algo por el estilo. No era de las que sabía mucho de medicina. Cogí mi libro de conjuros y luego una intensa luz amarilla comenzó a expresarse fuertemente en el texto, próximamente se formó un pentáculo frente a mi mano y otro apareció bajo el cuerpo de Hayato. La magia sanadora recorría todo el cuerpo del marine.
Miré hacia atrás como buscando una salida, en la plaza había mucha gente y en cualquier lugar la gente se detendría para ayudar a una pequeña chica en apuros. Ya había hablado con el hombre por lo que él debía suponer que yo era muda, así que gritar no era una opción en su mente; fue un poco... evidente mostrar su rostro.
–Supongo que tienes un plan, ¿no? –Retrocedí otro paso– Si saliera de aquí, tu rostro estaría en las noticias: “extraño hombre de dudosa orientación ataca a marine besándole el cuello”. Ni siquiera a mí me gustaría salir en el noticiario con un título como ese...
Supuse que era de esos que se enfadaba fácil, pero quería mostrarle que la había cagado. Era cierto lo que decía, si era capaz de salir y contactar con mis demás compañeros, el hombre sería cazado inmediatamente. Sin embargo, ese era un plan muy peligroso y difícil de alcanzar ya que ni siquiera yo sabía dónde estaba el escuadrón de la Marina. Intentaría negociar con él, tal vez obtenga algo bueno de ambas partes.
–Pero –agregué repentinamente–, mi compañero no está muerto. Las heridas que le causaste ya están sanadas y como ya está fuera de peligro, te ofrezco un trato.
Estaba a tan solo diez metros de la salida del callejón en donde podía salir, gritar y pedir auxilio. Ni siquiera un hombre tan fuerte como él podría con toda la ciudadanía de Skyros, como no estaba vestida de marine podía pedir tanta ayuda como quisiera. Además, aún tenía un par de conjuros que él no conocía ni se lo esperaba. Le mostré intencionalmente uno de mis poderes para que se diera cuenta que no estaba tratando solo con una chica.
–Hayato-san se buscó la paliza, así que solo diré que fue un error –hice una pequeña pausa–. Sin embargo, me dirás qué eres y me ayudarás a salir de aquí sin ningún rasguño. Vaya, ¿a qué sales beneficiado de todo esto?
En caso de que aceptara mi trato le diría mi nombre y esperaría a que mi compañero despertase para llevármelo de allí. Por el contrario, ante cualquier situación peligrosa y algún inminente ataque del extraño retrocedería lo más rápido posible y dispararía apuntando a la cabeza. Mi objetivo sería llegar hasta el final del callejón y pedir auxilio.
Ivan Markov
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Una sonrisa diabólica se dibujó en el rostro de Ivan. Pues vaya con la niña, ¿se creía en posición de amenazarle? Parecía que no comprendía quién tenía el control de la situación. Si se lo propusiera no le resultaría muy difícil matarla antes de que pudiera siquiera abrir la boca para pedir auxilio. Por no hablar de que, por mucho que hubiese atacado a un marine, no estaban en territorio del Gobierno Mundial. No había atacado a un marine en servicio, sino a un extranjero en una tierra lejana donde podría alegar haber actuado en defensa propia y emplear su título de noble del vecino Imperio del Norte para presionar al juez. Pero no tenía intención de llegar tan lejos como para ser juzgado, le bastaría con eliminar las pruebas... o sea, a los testigos. Rápido como el pensamiento, desapareció de su posición y reapareció tras la chica, riéndose suavemente mientras negaba con la cabeza.
- Ay, mi joven y pobre recluta... creo que no comprendes que no estás en posición de negociar - su sonrisa se amplió - En el momento en que dieras un paso hacia la salida del callejón, caerías muerta. Sería extremadamente fácil...
Si la chica no se resistía, le cogería un mechón de pelo y aspiraría su aroma, tan joven y tierno... normalmente para no llamar la atención sus víctimas eran gente de barrios bajos y vagabundos. Su olor y sabor eran muy diferente al de una chica joven, aseada y bien alimentada. Aquellos matices variaban mucho el disfrute de la comida, y... ella olía deliciosa. La tentación de devorarla era muy grande. Por otro lado, acababa de comer y la idea de divertirse un poco más con ella era más interesante. Más aún, se trataba de una marine... podía ser que supiera algo más de la gente que buscaba. Se apartó de ella un paso y apoyó su mano izquierda sobre la empuñadura de su espada, dejándola reposar en esta. Con la derecha se apartó unos pelos rebeldes del rostro y esbozó una sonrisa menos siniestra que la anterior.
- Por otro lado, acabo de comer y tengo más razones para dejarte viva que para matarte... siempre y cuando cierres la boca. De hecho, tengo una propuesta para ti, un pequeño intercambio por así decirlo. Tu vida y la de tu amigo a cambio de información. Estoy buscando a un grupo de gente, una red de secuestradores. Sé de buena tinta que al menos uno de sus miembros tiene recompensa por su cabeza y quiero cobrarla. Como ves soy de "los vuestros", por así decirlo - dijo, con una suave risa - con la diferencia de que, como deberías saber ya... aquí los marines no tenéis autoridad. El que haya atacado a un marine que previamente se mostró violento conmigo habría sido delito en territorios del Gobierno. Aquí puedo alegar defensa propia.
Amplió aún más su sonrisa y aguardó a la respuesta de Katharina. Más le valía escoger bien sus palabras y comprender en qué clase de situación estaba, o sería lo último que hiciera. Que prefiriera tenerla viva por ahora no significa que fuese a temblarle la mano si tenía que arrebatarle la vida. Se apoyó contra la pared y sacó una pequeña botella de ron de su chaqueta, abriéndola y echando un trago. A pesar de hacer un buen día el clima local era frío. Eso no era problema para él, claro, menos en su forma de vampiro. Sin embargo cuando volviera a su forma humana el alcohol le ayudaría a notar algo menos la temperatura. Y mientras tanto, disfrutaría del sabor de la bebida.
- ¿Y bien, marinerita?
- Ay, mi joven y pobre recluta... creo que no comprendes que no estás en posición de negociar - su sonrisa se amplió - En el momento en que dieras un paso hacia la salida del callejón, caerías muerta. Sería extremadamente fácil...
Si la chica no se resistía, le cogería un mechón de pelo y aspiraría su aroma, tan joven y tierno... normalmente para no llamar la atención sus víctimas eran gente de barrios bajos y vagabundos. Su olor y sabor eran muy diferente al de una chica joven, aseada y bien alimentada. Aquellos matices variaban mucho el disfrute de la comida, y... ella olía deliciosa. La tentación de devorarla era muy grande. Por otro lado, acababa de comer y la idea de divertirse un poco más con ella era más interesante. Más aún, se trataba de una marine... podía ser que supiera algo más de la gente que buscaba. Se apartó de ella un paso y apoyó su mano izquierda sobre la empuñadura de su espada, dejándola reposar en esta. Con la derecha se apartó unos pelos rebeldes del rostro y esbozó una sonrisa menos siniestra que la anterior.
- Por otro lado, acabo de comer y tengo más razones para dejarte viva que para matarte... siempre y cuando cierres la boca. De hecho, tengo una propuesta para ti, un pequeño intercambio por así decirlo. Tu vida y la de tu amigo a cambio de información. Estoy buscando a un grupo de gente, una red de secuestradores. Sé de buena tinta que al menos uno de sus miembros tiene recompensa por su cabeza y quiero cobrarla. Como ves soy de "los vuestros", por así decirlo - dijo, con una suave risa - con la diferencia de que, como deberías saber ya... aquí los marines no tenéis autoridad. El que haya atacado a un marine que previamente se mostró violento conmigo habría sido delito en territorios del Gobierno. Aquí puedo alegar defensa propia.
Amplió aún más su sonrisa y aguardó a la respuesta de Katharina. Más le valía escoger bien sus palabras y comprender en qué clase de situación estaba, o sería lo último que hiciera. Que prefiriera tenerla viva por ahora no significa que fuese a temblarle la mano si tenía que arrebatarle la vida. Se apoyó contra la pared y sacó una pequeña botella de ron de su chaqueta, abriéndola y echando un trago. A pesar de hacer un buen día el clima local era frío. Eso no era problema para él, claro, menos en su forma de vampiro. Sin embargo cuando volviera a su forma humana el alcohol le ayudaría a notar algo menos la temperatura. Y mientras tanto, disfrutaría del sabor de la bebida.
- ¿Y bien, marinerita?
Katharina von Steinhell
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Pese a las palabras del hombre no sentí miedo, ni siquiera había conseguido ponerme nerviosa a pesar de estar frente a los ojos de la misma muerte. Estaba calmada... como si las amenazas fueran algo diario, algo a lo que ya estaba acostumbrada. Incluso cuando tomó mis cabellos y los olfateó, como si fuera un depravado, me sentí vacía. No podía negar que estaba frente a alguien peligroso y que, sin duda, me costaría salir de allí. Sin embargo, el solo hecho de no sentir nada era más preocupante que la figura masculina que se alejaba y posaba su mano en la empuñadura de la espada. En caso de buscar combate, estaba en clara desventaja al no ser una luchadora cuerpo a cuerpo... y él contaba con una espada.
Escuché cada palabra de aquel monstruo. Me costaba admitirlo, pero tenía toda la razón al no encontrarnos en un terreno protegido por el Gobierno, él podía hacer cuanto quisiese con nosotros. No necesitaba recurrir a la violencia, y, después de todo, me había propuesto un buen trato. ¿Información a cambio de salir con vida? Era mejor que luchar, según a mi parecer las palabras servían más que las navajas. A pesar de estar del mismo lado, podía notar una abismal diferencia entre él y yo... Él era un monstruo que disfrutaba de matar, en cambio yo solo era una bestia que mataba sin gusto. Jamás le cogí gusto a la sangre y no podía opinar lo mismo de él.
Sostuve mi libreta y comencé a escribir sin despegar la vista del hombre.
–Incluso los pervertidos tienen nombre, ¿cuál es el tuyo? –Fue lo primero que escribí– No necesito a la Marina para cazar ni me interesa la recompensa, así que puede ser toda tuya. Por otra parte, yo solo quiero terminar mi trabajo e ir a casa... Que esté aquí, no significa que quiero.
Aún tenía cosas qué decir, pero tenía que pensar con mucho cuidado lo que dirá. ¿Y si no le gustaba? Iniciaríamos una pelea en la que yo saldría gravemente lastimada, mis compañeros estaban muy lejos y no podía contar con su apoyo... En realidad, jamás conté con ello. No eran más que un grupo de peones que morían por una estúpida causa inalcanzable. Lo mejor sería apegarme a la fuerza del monstruo aquel y usarlo para terminar cuanto antes mi misión.
Miré al hombre de la espada sin expresión alguna, como si en mis ojos no hubiese vida.
–Este mundo se divide en presas y cazadores... Yo soy del segundo tipo –afirmé, completamente segura–. Hemos avistado un campamento en las afueras de la ciudad, tal vez a dos o tres días de viaje. Tanto tú como yo ganamos algo de esto, no espero que lo entiendas, pero necesito sus almas... así como tú el dinero. Trabajemos juntos... por ahora, ¿qué dices, pervertido?
Esperaría su respuesta, y en caso de que no le hubiera gustado me alejaría de él dando volteretas esperando que no fuera lo suficientemente veloz para sujetarme del cuello y morderme. Podía escuchar mi propio corazón... ¿Mentalmente? No tenía miedo, pero mi cuerpo intentaba avisarme otra cosa.
Escuché cada palabra de aquel monstruo. Me costaba admitirlo, pero tenía toda la razón al no encontrarnos en un terreno protegido por el Gobierno, él podía hacer cuanto quisiese con nosotros. No necesitaba recurrir a la violencia, y, después de todo, me había propuesto un buen trato. ¿Información a cambio de salir con vida? Era mejor que luchar, según a mi parecer las palabras servían más que las navajas. A pesar de estar del mismo lado, podía notar una abismal diferencia entre él y yo... Él era un monstruo que disfrutaba de matar, en cambio yo solo era una bestia que mataba sin gusto. Jamás le cogí gusto a la sangre y no podía opinar lo mismo de él.
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–Incluso los pervertidos tienen nombre, ¿cuál es el tuyo? –Fue lo primero que escribí– No necesito a la Marina para cazar ni me interesa la recompensa, así que puede ser toda tuya. Por otra parte, yo solo quiero terminar mi trabajo e ir a casa... Que esté aquí, no significa que quiero.
Aún tenía cosas qué decir, pero tenía que pensar con mucho cuidado lo que dirá. ¿Y si no le gustaba? Iniciaríamos una pelea en la que yo saldría gravemente lastimada, mis compañeros estaban muy lejos y no podía contar con su apoyo... En realidad, jamás conté con ello. No eran más que un grupo de peones que morían por una estúpida causa inalcanzable. Lo mejor sería apegarme a la fuerza del monstruo aquel y usarlo para terminar cuanto antes mi misión.
Miré al hombre de la espada sin expresión alguna, como si en mis ojos no hubiese vida.
–Este mundo se divide en presas y cazadores... Yo soy del segundo tipo –afirmé, completamente segura–. Hemos avistado un campamento en las afueras de la ciudad, tal vez a dos o tres días de viaje. Tanto tú como yo ganamos algo de esto, no espero que lo entiendas, pero necesito sus almas... así como tú el dinero. Trabajemos juntos... por ahora, ¿qué dices, pervertido?
Esperaría su respuesta, y en caso de que no le hubiera gustado me alejaría de él dando volteretas esperando que no fuera lo suficientemente veloz para sujetarme del cuello y morderme. Podía escuchar mi propio corazón... ¿Mentalmente? No tenía miedo, pero mi cuerpo intentaba avisarme otra cosa.
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Se rió suavemente al leer sus palabras. Pues vaya, sí que tenía carácter la chiquilla. Bueno, si podía cooperar con ella tanto mejor. Dio otro trago de la botella y la cerró, guardándosela de nuevo. Bueno, que ella estuviese por gusto o no le influía entre poco y menos siempre y cuando respetase el trato. Aunque, ¿tal vez debería atar cabos suelto y matarla una vez supiera lo que quería? Estaba indeciso a ese respecto; era tentador hacerlo, pero si dos marines desaparecían comenzarían a investigar, y eso podía llegar a ser un dolor de huevos. Por otro lado también lo sería si hablaba.
- Ivan Roux, a vuestro servicio - dijo, con una reverencia burlona - Dado que te he dado mi nombre, lo correcto es que hagas lo propio.
Al leer su segunda respuesta empezó a reírse con más ganas que antes. Se le habían quitado las ganas de matarla... ¿ella una cazadora? Un gran chiste. Al final le iba a caer bien y todo. Más aún, parecía que sus misiones coincidían, lo que ahorraría trámites en gran medida. Bien... aquello cambiaba las cosas. En ese caso sólo quedaba un cabo suelto. Observó al marine inconsciente y frunció el ceño, apoyando la mano en la empuñadura de su bastarda. Con un rápido movimiento la desenvainó y le apoyó la punta de la espada en el cuello.
- Sólo queda arreglar el asunto de este idiota, pues. Nada me dice que no vaya a hablar o que vaya a creerse tus palabras. Dime, ¿cuánto valoras su vida? Si realmente quieres almas como decías... ¿por qué no empezar la siega por la suya?
Una sonrisa demente se dibujó en su rostro. Era la hora de comprobar de qué pasta estaba hecha la marine. Ahora vería su verdadero carácter y hasta qué punto era íntegra... o una verdadera cazadora. "Al fin y al cabo la moral, la ética, los valores... son todo inventos. Es todo subjetivo, meras imposiciones. Un cazador está por encima de ellas. ¿Cuál es tu verdadero ser?" El detalle de las almas y que una chiquilla como ella estuviera en la Marina evidenciaban que tenía alguna clase de poder especial, más que probablemente una akuma no mi. ¿Tal vez si tuviera madera de cazadora? Espero a su respuesta, y añadió:
- De todos modos, creo que es evidente que acepto. El trabajo será más sencillo de esta manera. Y, ¿podrías dejar de llamarme pervertido? Soy un vampiro, no un acosador - añadió, algo herido en el orgullo.
- Ivan Roux, a vuestro servicio - dijo, con una reverencia burlona - Dado que te he dado mi nombre, lo correcto es que hagas lo propio.
Al leer su segunda respuesta empezó a reírse con más ganas que antes. Se le habían quitado las ganas de matarla... ¿ella una cazadora? Un gran chiste. Al final le iba a caer bien y todo. Más aún, parecía que sus misiones coincidían, lo que ahorraría trámites en gran medida. Bien... aquello cambiaba las cosas. En ese caso sólo quedaba un cabo suelto. Observó al marine inconsciente y frunció el ceño, apoyando la mano en la empuñadura de su bastarda. Con un rápido movimiento la desenvainó y le apoyó la punta de la espada en el cuello.
- Sólo queda arreglar el asunto de este idiota, pues. Nada me dice que no vaya a hablar o que vaya a creerse tus palabras. Dime, ¿cuánto valoras su vida? Si realmente quieres almas como decías... ¿por qué no empezar la siega por la suya?
Una sonrisa demente se dibujó en su rostro. Era la hora de comprobar de qué pasta estaba hecha la marine. Ahora vería su verdadero carácter y hasta qué punto era íntegra... o una verdadera cazadora. "Al fin y al cabo la moral, la ética, los valores... son todo inventos. Es todo subjetivo, meras imposiciones. Un cazador está por encima de ellas. ¿Cuál es tu verdadero ser?" El detalle de las almas y que una chiquilla como ella estuviera en la Marina evidenciaban que tenía alguna clase de poder especial, más que probablemente una akuma no mi. ¿Tal vez si tuviera madera de cazadora? Espero a su respuesta, y añadió:
- De todos modos, creo que es evidente que acepto. El trabajo será más sencillo de esta manera. Y, ¿podrías dejar de llamarme pervertido? Soy un vampiro, no un acosador - añadió, algo herido en el orgullo.
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Después de todo era un hombre que sí le importaba lo correcto, ¿no? Si quería mostrar lo contrario, no fue necesario añadir que era lo correcto decir mi nombre. ¿Por qué todos se esforzaban en hacer lo correcto, o justamente lo contrario? No me importaban los códigos y poco me importaban las convenciones sociales, sólo me dedicaba a hacer lo que me daba la gana. ¿Por qué me debía detener a pensar en lo que era correcto y no? Ese debate moral me ahorraba muchos problemas, no quería actuar ni para el bien ni para el mal.
–Katharina D. Roeyux –escribí en la hoja de papel, mintiendo sobre mi apellido.
Sí, se estaba riendo de mis comentarios. ¿Los idiotas siempre tenían que ser tan escandalosos? Lo que él tenía que pensar de mí no me importaba, yo no era dueña de sus pensamientos y no me correspondía obligarle a pensar bien de mí. Lo único que importaba era lo que podía hacer y lo que no. Observé que el hombre posó su mano sobre la empuñadura de su espada y tras un rápido movimiento la desenvainó, apoyando la punta de esta sobre el cuello del marine. Lo que decía tenía sentido, y mucho; sin embargo, poco y nada me importaba la vida de Hayato-san. Si él no podía defenderse por su propia cuenta, ¿por qué yo lo tendría que defender? “Cada quién debe hacerse responsable de su propia vida”, pensé mientras levantaba los hombros.
–Solo valoro dos vidas: la que quito y la mía –respondí en la libreta, enseñando una fría y despiadada mirada–. Si tanto te preocupas por lo que un hombre como él tiene que decir de ti, es tu problema. No el mío. También es su problema si no puede defenderse, yo solo me preocupo de mí.
¿Todos los psicópatas tenían que tener la misma sonrisa? Ciertamente me daba lo mismo si el hombre vivía o no, aquellos que no tenían suficiente fuerza para defenderse… Qué mal por ellos, pero yo no era una enviada para salvar al mundo ni liberarlo de su dolor. Además, ¿por qué tenía que luchar por su vida? Lo había conocido hace poco y era solo un hombre más; miles de personas morían a diario y nadie velaba por ello, ese hombre del suelo seguro que no haría una gran diferencia. Me volteé y continué hacia la salida del callejón, deteniéndome única y exclusivamente para escuchar las palabras del hombre y emitir una respuesta.
–¿Vampirín te parece bien? Si no tienes nada más que hacer, es mejor que comencemos a movernos –en caso de que haya matado a Hayato, aprovecharía ese momento en que le daba la espalda a Ivan para absorber el alma del marine–. ¿Conoces algún lugar en dónde comprar alguna montura? No esperes que pretenda ir a pie.
–Katharina D. Roeyux –escribí en la hoja de papel, mintiendo sobre mi apellido.
Sí, se estaba riendo de mis comentarios. ¿Los idiotas siempre tenían que ser tan escandalosos? Lo que él tenía que pensar de mí no me importaba, yo no era dueña de sus pensamientos y no me correspondía obligarle a pensar bien de mí. Lo único que importaba era lo que podía hacer y lo que no. Observé que el hombre posó su mano sobre la empuñadura de su espada y tras un rápido movimiento la desenvainó, apoyando la punta de esta sobre el cuello del marine. Lo que decía tenía sentido, y mucho; sin embargo, poco y nada me importaba la vida de Hayato-san. Si él no podía defenderse por su propia cuenta, ¿por qué yo lo tendría que defender? “Cada quién debe hacerse responsable de su propia vida”, pensé mientras levantaba los hombros.
–Solo valoro dos vidas: la que quito y la mía –respondí en la libreta, enseñando una fría y despiadada mirada–. Si tanto te preocupas por lo que un hombre como él tiene que decir de ti, es tu problema. No el mío. También es su problema si no puede defenderse, yo solo me preocupo de mí.
¿Todos los psicópatas tenían que tener la misma sonrisa? Ciertamente me daba lo mismo si el hombre vivía o no, aquellos que no tenían suficiente fuerza para defenderse… Qué mal por ellos, pero yo no era una enviada para salvar al mundo ni liberarlo de su dolor. Además, ¿por qué tenía que luchar por su vida? Lo había conocido hace poco y era solo un hombre más; miles de personas morían a diario y nadie velaba por ello, ese hombre del suelo seguro que no haría una gran diferencia. Me volteé y continué hacia la salida del callejón, deteniéndome única y exclusivamente para escuchar las palabras del hombre y emitir una respuesta.
–¿Vampirín te parece bien? Si no tienes nada más que hacer, es mejor que comencemos a movernos –en caso de que haya matado a Hayato, aprovecharía ese momento en que le daba la espalda a Ivan para absorber el alma del marine–. ¿Conoces algún lugar en dónde comprar alguna montura? No esperes que pretenda ir a pie.
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- ¿Dinero y amor? Mala combinación. [Oxama & Tobías] [Misión: Escolta \ Rango D]
- [Segunda Ronda] Katharina Von Steinhell vs. Ivan Markov
- (Pasado/privado) (Naram y Mura) Gato y dorado...¿Mala combinación o no?
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