Chicken Run: Adoptado por Lys, III parte [Claude - Lys]

Atracó el barco ya casi con desidia. Demonios, era la quinta isla que visitaba y estaba empezando a perder la paciencia. Había empezado el viaje para distraerse y sabía de sobras que era demasiado cabezota como para dejarlo a la mitad, pero estaba comenzando a surtir el efecto contrario. Debería haberlo hecho volando, porque cada día que pasaba en el mar estaba destrozando su curiosidad y su cabeza. Ugh.

Decidió que antes de nada, necesitaba una copa. Por suerte para ella y aunque era su primera vez en Jaya, conocía de sobras la fama de la isla. La gente que se veía por la calle coincidía con los rumores; sabía que no era ni de lejos la única pirata por allí, lo que también implicaba que no tenía por qué esconderse. Se fue derechita hacia el primer bar que encontró y pidió una enorme copa de vino tinto.

Lo cierto era que allí sentada en una esquina saboreando su bebida y disfrutando de las miradas que le echaba la gente, se sentía bastante más a gusto. Bueno, su cara no estaba en las paredes de los cuarteles marines por nada. Se merecía un poco de fama.

Todo el mundo estaba mirando hacia mí mientras le explicaba cómo vencí en duelo singular a uno de los hombres del Shogun. Mi espada habría volado, y yo caí derrotado al suelo, pero afortunadamente una ráfaga de viento había desestabilizado a mi rival antes del golpe de gracia, permitiéndome darle una patada en el honor y, de una voltereta hacia atrás, recuperar la Pluma...

- Y así, mientras él trataba de recuperarse del dolor -concluyo, pero los ojos de todo el mundo se van hacia la puerta en el momento en que ella entra por la puerta. Vale, su cabeza cuesta varios millones, pero eso no justifica que dejen de atenderme mientras les estoy contando cosas verdaderamente importantes.

Pues nada, se acabó. Me levanto de la banqueta y me alejo de esta gente. Algunos me preguntan cómo termina, pero respondo con un gruñido y me alejo, cerveza en mano. Sé que no es culpa suya, pero ha entrado en la taberna mientras yo hablaba y como mínimo es la responsable. Me arreglo un poco el flequillo mientras me acerco, pongo mi mejor sonrisa y, sin esperar invitación, me siento frente a ella.

- Hay que ver cómo son las cosas, ¿no? -saludo, dedicándole una sonrisa radiante-. Creías que ibas a ser la más famosa del local y te topas conmigo. Debe ser molesto.

Doy un trago a mi bebida, antes de tenderle la mano a modo de presentación.

- Claude von Appetit -digo-. Mejor espada del mundo y hombre de tus sueños. Bueno, tuyos y de todo el mundo. ¿Qué quieres de mí para venir a buscarme?

De repente, escucha un murmullo a su alrededor. Levanta la cabeza y no tarda en localizar el origen. Un pelirrojo en la otra punta de la taberna acaba de dejar una historia a medias. Parece molesto, por algún motivo. Lys le da otro sorbo a su copa, intrigada al ver que se dirige hacia ella. No sabe qué puede querer y aunque se le pasan varias posibilidades por la cabeza, ninguna se acerca siquiera a la frase que le suelta. Tiene que taparse la boca con la mano como toda una señorita, aunque en realidad lo hace para no descojonarse en su cara.

Demonios, ¿y esa confianza? ¿Ha oído hablar de ella y aún así le viene con esas? Un brillo extraño y burlón se apodera de los ojos del súcubo. Él le tiende la mano, pero lejos de cogérsela ella se inclina y le acaricia el brazo, fingiendo que se asombra.

-Oh… ¿no es obvio? ¡Una pelea! Debía comprobar por mi misma que los rumores eran ciertos. Me harás el honor, ¿verdad?

Le mira a los ojos con falso entusiasmo, utilizando su poder para que decida hacerle caso. Eso si es que tener a toda la taberna mirándoles no le convence de que, a lo mejor, echarse atrás ahora no es la mejor de las ideas. Para su reputación, al menos. Ya que había decidido llamar su atención sin necesidad, iba a divertirse un rato con el mocoso.

Arqueo una ceja, divertido, mientras una sonora carcajada sale de mis labios. ¿Una pelea? Eso tiene que habérsele ocurrido ahora, y es una idea tan peregrina como absurda. Yo la conozco, ella obviamente me conoce y si los dos nos conocemos está claro que no necesitamos pelear para saber que uno de los dos va a ganar, y es obvio quién va a ser: Yo. Además, pelear porque sí es estúpido, y del mismo modo que la gente está expectante por verme utilizar mis grandes dotes de combate, hay una cosa por la que deben saber soy más famoso: Nunca desenvaino mi espada si no es por un buen motivo.

- Creo que no sabes dónde te estás metiendo, pequeña -contesto en tono paternal mientras me recuesto en la bancada-. Deberías saber que no soy como esos polluelos a los que te has enfrentado en el Nuevo Mundo. Yo soy el Basilisco de Thesalia, y pico de verdad.

Dejo mis ojos clavados en ella un momento, en parte desafiante en parte amigable, y retiro la mano para tomar la jarra de nuevo y beberlo todo de un trago.

- Además, no me gusta pelear. Es algo que solo debes hacer para defender tu vida, nunca por diversión. Deberías aprender eso si algún día quieres formar parte de los Fancy Cock Pirates.

No puedo enfadarme con ella; solo es una chiquilla sin demasiada experiencia, aunque se haya hecho muy popular tras el Torneo del Milenio. Le pegó una paliza a Zane D. Kenshin, pero parece no darse cuenta de una cosa: Yo soy mejor que ese pollo.

La burla en los ojos de Lys se vuelve un poco más feroz mientras escucha sus palabras. ¿El basilisco de Thesalia? Grandioso nombre para alguien a quien no conocen ni en su casa.

-Tienes un piquito de oro, lo reconozco. Pero por lo visto no me conoces lo suficiente. Yo navego sola, siempre.

Alzó una ceja mientras le veía acabarse la jarra de un trago. Eso iba a dolerle en algún momento, estaba segura. Además… ¿Fancy Cock Pirates? Se estremeció por dentro solo de pensar que pudiera existir alguna panda de degenerados con ese nombre. Los cazaría uno a uno si era preciso. De momento, cada vez le estaban dando más ganas de coger a ese pollito y desplumarlo.

Agarró uno de sus cuchillos y empezó a hacer juguetear con él en la mano, mientras aumentaba el deseo de toda la gente en la taberna. Lo que antes eran mitad miradas de reojo, mitad interés velado se convirtió de pronto en la súbita atención de todo aquel que estaba allí. Aumentó un poco más el de Fancy Cock, mientras añadía otro cuchillo a la mezcla y empezaba a hacer malabares con una sola mano, con cara de aburrida.

-Es una pena, la verdad. Me habría gustado demostrarte un par de cosas.

No sabría explicar por qué, pero me estoy poniendo un poco cachondo. Normalmente la indiferencia de la gente me agrada, pero no me excita. En este caso, sin embargo... Esta muchacha tiene algo, no sabría decir el qué, que me gusta. Tal vez sean esos ojos que me miran irradiando condescendencia, puede que el desprecio que oculta tras ellos... No sé. La cosa es que es la clase de chica que podría ser divertido llevarme a la cama.

- Eso es porque no has encontrado a un capitán adecuado -susurro, acercando mi cuerpo a la mesa-. Pero no te preocupes, yo puedo serlo si me lo pides con esa boquita preciosa.

Me levanto del banco y me siento a su lado. No sé por qué, soy incapaz de controlar ese impulso, pero no me importa. Solo quiero estar muy cerca de ella y, aunque sé que normalmente no me comporto así tampoco es algo que me preocupe. La chica es guapa y famosa, una noche loca sin duda hará que hablen más aún de mí, pero todavía quiere pelear. Aunque, por cómo habla, intuyo que no se refiere a esa clase de lucha.

- Pero cariño -arrimo mi hombro contra el suyo, rozándola ahora yo sensualmente-. Puedes demostrarme todas esas cosas sin necesidad de que peleemos.

Me inclino para besarla porque, obviamente, me está mandando señales.

Lysbeth se ríe entre dientes ante sus bravatas. Era terriblemente irritante, condescendiente y… al parecer, tenía muy poco sentido de la autoconservación. O eso, o realmente se creía las locuras que contaba. De una forma o de otra, era un gran juguete.

Se inclinó para besarla y paró sus labios con la hoja del cuchillo. Con el lado plano, por supuesto.

-Nah uh. No te lo mereces. No estás a mi altura.

Se levantó, acomodándose la ropa brevemente antes de sonreírle y lanzarle el otro cuchillo despacio, con condescendencia, para que lo cogiera. De alguna forma, la gente de la taberna pareció ponerse de acuerdo y en cuestión de segundos se habían organizado alrededor de ambos en una suerte de corrillo de curiosos.

-¿Por qué no me enseñas a la mejor espada del mundo, Míster Fancy Cock? Lo cierto es que estoy llena de curiosidad, porque pese a lo mucho que he viajado, nunca había oído hablar de Thessalia… ni de su basilisco.

Se quedó medio en guardia, sin esperarse nada impresionante en realidad. Aguardó a ver qué hacia ahora, sin querer dejar de picarle. Antes o después, saltaría.

-A no ser, claro está, que seas un… gallina.

Como si fuese una rosa, atrapo el cuchillo con los dientes y rugo sensualmente. Es una suerte el no haberme cortado, pero en estos momentos no puedo pensar en nada que no sea llevármela a la cama. Es que es muy guapa, la condenada. Meneo los hombros mientras, aún sin soltar el cuchillo, le lanzo un beso, y me saco el filo de la boca.

- Qué cruel eres conmigo, Lys -le reprocho, fingiendo un mohín-. Cualquiera diría que no has venido aquí para coquetear conmigo.

Me levanto. La diferencia de alturas es palpable, pero no importa. Acaricio su piel con el filo del cuchillo, dejando una fina marca blanquecina sobre su piel. Huele de maravilla, y me excito solo de pensar en cómo de bien sonará mi nombre mientras sus labios lo chillan. Sonrío como un idiota por un instante, pero me sereno en un momento y finjo una seriedad que ni tengo ni deseo tener.

- ¿Estás segura de que quieres verla, pequeña? -pregunto, con lujuria en la mirada-. ¿Delante de tanta gente?

No voy a enseñarle el pene, pero sí que me acerco un poco más hasta casi estar nariz con nariz, y entonces reparo en una cosa: No conoce Thesalia. Diría que no puedo culparla, pero la incultura me pone de los nervios. Y bueno, ella me pone en general, pero esto no debe quedar sin respuesta, así que moviendo con la mano mi pene para que no moleste erecto al caminar me acerco a una pared, donde hinco bien su cuchillo, y empiezo a moverlo, dibujando hondas rajas en la madera.

- Verás, esto es el Grand Line. -Trazo dos líneas hondas, y un cacho de madera se cae-. Esta segunda mitad, el Nuevo Mundo, está llena de islas muy peligrosas, y cerca de la anárquica tierra de Samirn -dibujo un círculo, y clavando el cuchillo arranco un cacho de madera- está Thesalia, de donde vengo. Si quieres, algún día podría llevarte...

No soy demasiado fuerte, pero sí sé cómo cortar adecuadamente, y cuando clavo el cuchillo en la madera esta se agrieta, provocando algún que otro grito sorprendido y las quejas del tabernero, que ignoro totalmente.

- Pero no vuelvas a llamarme gallina, cariño, o nunca llegarás al Nuevo Mundo -amenazo. Y... Puede, solo puede, que me haya puesto más al hacerlo.

Estaba empezando a pensar que hacerse objeto de la lujuria de ese mentecato igual no había sido la mejor de las ideas. No porque fuera peligroso, si no porque se había recolocado el paquete ante los atentos ojos de toda la taberna y empezaba a tener ganas de cortárselo. Por suerte, en lugar de acercarse se aleja y empieza a cortar en la madera.

Sin embargo, no cuenta con que no importa lo bueno que sea su esquema o su habilidad con el cuchillo: ni el más acertado mapa podría traspasar su inutilidad para orientarse. Observa el resultado como si fuera arte abstracto, antes de encogerse de hombros y dirigirse hacia él.

-Yo ya había ido y venido del Nuevo Mundo cuando tú no eras más que un polluelo. Y me parece a mí que no has entendido bien contra quién estás jugando.

Empezó a rodearle mientras hablaba, sus pies colocándose estratégicamente a cada paso con una delicadeza tal que algunos podrían haber dicho que estaba bailando en lugar de caminando. Y a cada paso que daba, surgían llamas casi tan altas como el pelirrojo. La madera del suelo empezó a arder y el dueño a gritar, pero una sola mirad de la pirata hizo que se callara. No era el momento de protestar.

Completó el círculo y se quedó delante de él con una pequeña sonrisa en los labios y el cuchillo todavía en la mano.

-¿Qué, vas a demostrarme que eres algo más que palabras o tengo que empezar a pincharte de verdad?

Ni corta ni perezosa, lanzó el cuchillo directo a su hombro izquierdo. Iba despacio, tampoco planeaba dejarle sin brazo, pero desde luego iba certero.

¿Que ella qué? Si tiene más de veinticinco años me rapo la cabeza. Jurado. Sí, Lys, has estado en el Nuevo Mundo. Ahora cuéntame algo que pueda impresionarme. Ay, si no me pusieras tan cachondo ya me habría ido. Y es que tampoco entiendo qué demonios hago intentando nada con esta mujer, si no tiene ningún interés en mí. Ah, cierto. Eso es precisamente lo que me pone.

Cuando empieza a girar a mi alrededor no me quedo quieto, y doy vueltas con ella. Si sus pasos son un baile los míos conforman a cada cual una pose más heroica y, sobre todo, impresionante. Si este duelo va a resolverse por quién es más gallo, hay aquí una persona que no puede competir. Entre los dos, solo uno puede ser el gallo; y soy yo.

- Por favor, ese truco te funcionará con marineros borrachos a las tres de la mañana -respondo a su bravata, y encajo el cuchillo en el hombro sin dejar de sostener un rostro inexpresivo. La verdad es que duele bastante, pero solo se ha clavado un centímetro, y al arrancarlo apenas cae un hilillo de sangre-. Pero la mejor espada se oxida en su vaina sin una causa merecedora. -Levanto ligeramente a Pluma, para que todos puedan apreciar su filo, y la guardo de nuevo-. Y el ego nunca lo es.

Para abandonar el círculo sí que me tomo la libertad de transformar mi brazo izquierdo en ala, levantando un poco de viento para atravesar el fuego sin quemarme, y cuando hay una momentánea brecha intento salir con toda la calma de la que soy capaz, ignorando a la pirata. Planes para hoy: Sitio discreto, desfogar, probar otra taberna y explicar cómo Lysbeth Ardian ha intentado por todos los medios retarme.

Oh demonios, era un pollo de verdad. Otro pollo. ¿Es que estaban por todas partes? ¿Qué diablos? No tenía muy clara la raza, pero el ala que había utilizado para salir de su círculo era claramente de ave. Chasqueando la lengua, hizo desaparecer las llamas. Miró a su alrededor, buscando un contendiente apropiado para míster Fancy Cock. Se estaba yendo, pero esto no iba a quedar así.

Rauda como el demonio que era, avanzó hasta él y alzó la mano, intentando agarrarle de la coleta y levantarle un par de centímetros del suelo.

-Ey. Todo esto ha pasado porque tú interrumpiste mi momento de calma, de modo que tienes dos opciones. O me consigues una botella de buen vino tinto y pides perdón por haberme arruinado la pausa, o accedes a combatir conmigo.- No sonreía, hasta que dijo lo último.- Eso, claro, si es que puedes seguirme el ritmo.- Le miró a los ojos, de nuevo con burla.- Gallina.

Le soltaría y aguardaría su respuesta. Si volvía a desplantarla, iba a asegurarse de que se follase la mesa más cochambrosa del local, a ver si con el calentón se le bajaban las ínfulas.

Me detiene. Corre hasta mí y me levanta por la coleta, apenas un par de centímetros del suelo. La miro con desidia y tiro su cuchillo al suelo. El hombro me molesta, pero no me impide mover el brazo. Creo que eso es suficiente en esta situación.

Parece creer que esto es porque yo la haya saludado y no por su ego desmedido. ¿Qué demonios hace? ¿De qué va? Vale, está bien, ambos coincidimos en que yo le he hablado, pero desde luego un "prefiero estar a solas un rato" habría sido más educado que un "peleemos". Y encima sigue erre que erre, centrada en que pelee contra ella. Pero eso no va a suceder. Los dos lo sabemos.

- Lo siento mucho, Lysbeth Ardian -digo, con voz mecánica-, ha sido culpa mía acercarme a ti en lugar de quedarme mirando como esta panda de pasmarotes. -Puede que esté meneando la cabeza mientras digo esto, lo cual hace ver mi cuerpo como el de un pelele al ritmo de mis palabras.

Sin embargo me suelta. Es fuerte, sin duda. ¿Me asusta? Un poco, tal vez, pero he estado ya muchas veces al borde de la muerte y si mi día llega, hasta aquí mi viaje. Lo que desde luego no voy a hacer es pelearme con una persona que podría destruir la taberna cuando está llena de gente. Es más, aunque no fuese así, no tengo ningún motivo para pelear con ella. Tal vez en el pasado, pero desde luego ya no. La Pluma del juicio se envainó para no volver a ser desenvainada.

- Voy a por tu vino. -Niego con desaprobación, mirándola, y la esquivo para marcharme.

Mientras enfilo la puerta dejo caer una cosa al suelo, como quien no quiere la cosa. Es un resguardo de mis apuestas para el Torneo del Milenio. Segunda, detrás de Dexter Black. Habría elegido la primera, pero esa cosa es imparable.

Salgo por la puerta.

Sus palabras no le aplacan, pero sí que le quitan las ganas de hacer que se tire a una mesa. Le suelta y alza una ceja ante su mirada de desaprobación. Impresionante que encima se crea moralmente superior después de la que le ha hecho armar. Sale de la taberna, para confusión de la pirata. ¿No había dicho que iba a por su vino? Más le valía no estar intentando huir, porque le alcanzaría.

Retira sus poderes de la gente de la taberna y se da cuenta de que a Fancy Cock se le ha caído algo del bolsillo. Se acerca a cogerlo y, por un mero instante, casi le da ternura y todo. Había apostado por ella en el Torneo del Milenio, a que quedaría segunda. No le culpaba, si Dexter Black no se hubiera retirado, habría quedado primero. Todos lo sabían. Pero no había habido mucha gente que hubiera apostado por ella, por lo menos al principio. Suspira, sabiendo que lo que va a hacer a continuación es tomar una mala decisión y que en cuestión de segundos volverá a estar irritada. ¿El lado bueno? No tiene que esperar a que le traiga el vino si va con él.

Le sigue, sin prisa. Cuando le tiene a un par de pasos, agita el papelito y le habla con calma.

-Se te ha caído esto.

Se lo devuelve, claro. Es suyo y ya no tiene mucho valor.

-Algo me dice que el tabernero me prefiere fuera, así que creo que voy a acompañarte para ayudarte a escoger la mejor botella.

Pateo una lata mientras camino en solitario por las calles de Jaya. Tal vez debería haberle enseñado una lección a esa chica, pero ni debo ni estoy en condiciones de hacerlo. Tal vez hace unos años podría haberlo hecho, pero ahora... Toco mi nuca, y me doy cuenta de que cualquiera en el lugar puede haber visto mi tatuaje, o incluso la herida que cubre. Casi me dan ganas de llorar, pero simplemente sigo adelante mientras busco una licorería. Lo bueno de Jaya es que las licorerías están abiertas todo el día; lo malo, que esperan clientela conflictiva, así que robar parece una mala idea.

Me habla desde atrás, y se pone a mi altura. Agita el papelito casi en mi cara, y sonrío. No esperaba hacerla sentir tan mal como para venir detrás de mí.

- Me debes lo que aposté por ti -digo mientras me lo guardo, aunque ambos sabemos que sin haber ganado el dragón no vale nada independientemente de que ella esté un poco por debajo de lo esperado.

No sé muy bien cuándo empecé a fijarme en ella, pero tampoco me importa. Aparecida de la nada, fama explosiva, enfrentándose a los más fuertes... Tenía todas las papeletas para ser la gran sorpresa del torneo, y en cierto modo lo ha sido. Además, ella ha cumplido uno de mis sueños, lo mínimo que puedo hacer es concederle eso.

- Perdona, pero creo que tengo mejor gusto para el vino que tú. -Abro mi bandolera y saco una manta de cuchillos; también hay un par de bártulos para cata de vino-. No quiero decir que se te dé mal, pero me he ganado la vida robando botellas un tiempo. -Guardo la manta-. Aunque en esta isla no hay demasiada cultura de vino; te lo pasarías mejor en toussant.

Mi erección todavía no ha bajado, pero puedo razonar algo mejor. A estas alturas casi asumo que pasará un buen rato antes de poder librarme de ella, así que simplemente actúo como si no estuviese ahí.

De alguna manera, parecía de mal humor cuando le alcanzó. Sin embargo, al ver el papelito volvió a sonreír. Lo prefería, ciertamente. Había querido meterse con él, no molestarle de verdad. Era un idiota irritante, pero tampoco le conocía de nada. Aunque desde luego tenía que reconocer que tenía agallas; haberle abordado con esos humos después de haberle visto participar en el torneo requería un par.

-Voy a asumir que es el equivalente a una media botella de buen vino. Así podré compartirla contigo y estaremos en paz.

Miró con curiosidad su manta y todo lo que contenía. La cocina definitivamente no era lo suyo, pero al menos sabía reconocer los bártulos de un cocinero. Y debía darle la razón, claro, ella solo sabía que el vino blanco no era de su agrado. Más allá de eso, no tenía muchos requisitos para beber. No es que todos le supieran iguales, pero los matices no eran lo suyo. Al menos en ese aspecto.

Entraron a la licorería y Lysbeth se entretuvo mirando las diferentes botellas mientras le dejaba a él la quizá no tan difícil elección.

-Lo cierto es que no he estado en Toussant, que yo recuerde. Me anoto el nombre para mi próximo viaje. ¿ Y tú, Fancy Cock? ¿Cómo has acabado aquí en Jaya?

No evito reírme cuando me ofrece la mitad de la botella de vino. Tal vez, pese al ego desmesurado y tras ese aspecto de harpía se esconda una mujer de buen corazón. Terriblemente irresponsable, algo cruel, abusiva y tiránica, sí, pero de buen corazón. Y si tiene buen corazón, me cae bien. Aunque ahora que lo pienso, ¿no es como exageradamente alta? Al lado de Zane y Dexter parecía baja. ¿Cuánto miden esos dos? Y más importante, ¿qué hay que comer para acabar así?

- Media estará bien -concedo-. Pero igual lo ideal es coger dos. Por si acaso, y esas cosas.

Entramos hasta la licorería. Hay dos tipos tras el mostrador, uno muy musculoso y un anciano con un lanzagranadas entre las manos. Sistema de defensa exagerado y potencialmente letal, pero una clara señal roja que perfectamente podría poner "no atraques este local". Sin embargo, si debido a eso no esperan que nadie robe, se convierte en el sitio perfecto para robar. ¿No?

- Vale, Lys, es sencillo -explico, mirando los vinos-. Lo primero es que necesitas conocer la añada, porque la cosecha es muy importante. También la procedencia, el tipo de uva y la madera de la barrica. También si se hace con primer mosto y fermento natural o con levadura química. Como ves aquí hay pocas botellas que den esa información, y es porque fuera del Gobierno Mundial no hay un sistema de etiquetado estándar. Sin embargo, hay otra cosa que puedes utilizar para saberlo, y es el color.

A medida que voy explicando todo eso voy acomodando las tres botellas con mejor aspecto dentro de mi bolsa, dejando la manta de cuchillos justo encima de ellas. Estoy en ángulo muerto y cuando cojo una botella, pago la más barata de las que he encontrado, una que no le daría de beber ni a mi peor enemigo: huele a anticongelante aun sin descorchar.

- ¿Sabes? El problema es que no tenemos sacacorchos -comento de pasada en caja, y muy amablemente nos regalan uno-. ¡Muchas gracias! Es usted un encanto. Cuide al abuelo, que parece algo pálido.

Bien pensado, parecía un maniquí. Igual es una figura de cera, pero no importa. Una vez salimos cedo a Lys la bolsa y entro a devolver la botella con una excusa estúpida. Entro y salgo; todo ha salido a pedir de boca.

- Ahora solo habrá que buscar un buen sitio donde sentarse, y a ser posible un poco de pan para limpiar boca.

Ya de pedir, nos faltan copas, pero habrá que conformarse. Al menos tenemos buena compañía. El cómo he llegado hasta aquí igual se lo cuento ya con el vino de por medio.

Su risa era como un cacareo y la pirata no pudo evitar quedársele mirando con algo de incredulidad. ¿Le estaba vacilando? No, parecía genuino. Wow. Se centró en las botellas para evitar ser maleducada; quizá era culpa de su akuma que fuera tan irritante. No podía ser sencillo convivir con esa risa.

No se le escaparon las dos botellas extra que dejó caer cuidadosamente en su bolsa mientras le explicaba un montón de cosas sobre vino, que ni le interesaban ni, según sus propias palabras, le servirían allí de nada. Mientras se hacían un poco los tontos, no pudo evitar reparar en quien parecía ser el abuelo del dueño. Lanzagranadas en mano, era amenazante hasta que te dabas cuenta de que no se movía. ¿Sería una estatua de cera? Se acercó un poco mientras él pagaba. Vio una gota de algo resbalarle por el cuello a esa cosa y olió un tufillo a mayonesa. ¿Sólida? Sip, hora de largarse.

Caminaron un rato por las calles de Jaya y tras un breve paseo, se toparon con una plaza algo pequeña y vacía. Lys le señaló el reborde de la fuente, pensado para sentarse o por lo menos, perfecto para ello. No tenían pan, pero tampoco creía que fuera a echarlo de menos. Ella abrió la primera botella y tras darle un pequeño trago se la pasó al pelirrojo.

-Te lo concedo, tienes buen gusto. Ha sido una buena decisión pedirte que me compensaras la copa.

No le había respondido, pero antes de insistirle quería averiguar si era porque se había olvidado, estaba esperando o estaba evitando responder. Una vez lo supiera, ya decidiría cómo sonsacarle su historia. La buena, no la locura que estaba contando cuando ella había entrado a la taberna. No había oído mucho, pero lo suficiente como para decidir que no había sucedido.

- Nunca me conformo con menos de lo mejor -respondo, alzando la botella en señal de brindis.

Y nada, aquí estoy, sentado con una de las mujeres más poderosas del mundo tomándome un vino. Y mi madre decía que no llegaría nunca a nada. En fin, lo que hay que aguantar a veces. Tal vez si ella hubiese sido mejor madre yo habría sido mejor hijo, pero creo que hasta hace unos años siempre fui el hijo que toda madre habría deseado. Lo cual, aunque no fuese suficiente para ella, ya no es mi problema en lo más mínimo. Puede que algún día acabe cazándome, o que yo deba herirla... Pero mira, así es la vida, haberse portado mejor.

Doy un pequeño sorbo al vino, más para mojarme los labios, y antes de tragar intento captar los matices. Parece que he acertado, aunque no resulta difícil deducir que va a dar una resaca terrible. Debería haber sabido que era moscatel, pero sin buena luz nunca tienes la seguridad de si este rojo es tempranillo, moscatel o carlino, o una infinidad más, en realidad. Igualmente su sabor dulzón es agradable, pero no pienso beberme más de un par de sorbos o mañana no habrá forma de levantarse.

Le paso la botella de nuevo y me rasco la nuca, dejando ver por un instante la cabeza de un gallo plateado sobre una marca informe. Trato de hacerlo de manera discreta cuando me doy cuenta; no me apetece que se dé mucha cuenta. Tal vez esta sea la única historia que no quiero contar a nadie, y así quedará para siempre.

De repente, un silencio cómodo se apodera de ambos. Por unos instantes beben con tranquilidad. Cree ver una especie de tatuaje o marca plateada en su nuca, pero tiene la forma de un pollo y, sinceramente, necesita bastante más vino si pretende preguntar por qué nadie se tatuaría un pollo ahí atrás. Por otro lado, solo lo ha visto de refilón, así que puede que se equivoque. Para qué arriesgarse.

Le da otro trago a la botella, disfrutando del sabor. Al final no tiene muy claro qué clase de vino es, pero sabe que está rico. Además, lo único que quería era distraerse y descansar un poco antes de seguir viajando y de momento lo está consiguiendo. Mete la mano en el agua de la fuente mientras devuelve la botella y la mueve con tranquilidad, disfrutando de la sensación de frescor.

-Al final no me has contado como acabaste aquí, Oh, Gran Basilisco.- Hay ironía en su tono, pero curiosidad en su mirada. No cree que esté evitando el tema, así que un pequeño empujoncito debería bastar para hacerle hablar. ¿Qué mejor forma de beber que con una historia de por medio?

Hay veces que no sabes si responder o no. Noto perfectamente el deje de ironía en su voz mientras me llama "gran basilisco". La verdad, a veces me gustaría haber recibido un apodo menos rimbombante, pero fue el que me gané durante mi misión y lo llevaré con orgullo durante el tiempo que me queda de vida. Tal vez algún día todos lo valoren como yo lo hago.

En cualquier caso no puedo pedir que conozca la historia si ni siquiera ha oído hablar de Thesalia, así que ni me molesto en enfadarme u ofenderme. Tan solo quiero beber un trago más, olvidarme de mis heridas durante lo que quede de noche y ver si puedo encontrar la forma de que se hable de mí a lo largo y ancho de esta isla. Sea como sea, mi huella va a quedar marcada.

- Pues... -No sé ni por dónde empezar, pero de alguna forma hay que hacerlo, y prefiero darle un contexto que sea fácil de entender-. Solía ser marine, pero nunca me sentí apreciado y eso terminó por explotar, de varias formas y casi ninguna agradable. -Intento hacer memoria, y rectifico-: Ninguna agradable, en realidad. Pero me dije a mí mismo que nunca más; todo el mundo iba a saber quién soy, y a recordarme como realmente merezco. Me costó mucho aprender que tragarme el orgullo por gente que no lo merece solo me envenenaba, así que ahora evito hacerlo si no vale la pena.

Me estiro un poco, y mis hombros crujen levemente. También me estiro el cuello, recolocándomelo, y me tumbo a la vera de la fuente boca arriba, mirando las estrellas.

- Empecé llevando una vida de viajero, seguí cambiando las aventuras que había tenido por un plato caliente y me sorprendí al descubrir que en el East Blue todo el mundo empezaba a conocer las aventuras del Basilisco de Thesalia. Mis aventuras. Ahora viajo por el Paraíso para cumplir un objetivo que hará a todo el mundo hablar de mí, como mínimo durante unos años.

No comento cuál es, tan solo me río, y mojo una mano en el agua.

Parece un tanto apagado, pero no está segura de si se lo está imaginando. En cualquier caso, el orgullo parece haber sido sustituido por amabilidad, al menos por un rato, y es un cambio agradable.

Lysbeth escucha su historia con atención; lo cierto es que parece haber vivido bastante. No es capaz de imaginárselo en la marina, todo encorsetado y forzado a atender a sus superiores, pero por lo que dice eso es precisamente lo que arruinó aquello para él. No le culpaba; a sus ojos había hecho exactamente lo que necesitaba. Puede que Lys no tuviera costumbre de contar sus historias, pero podía respetar a quien utilizaba las suyas para sobrevivir.

-No es una mala odisea. Me pregunto dónde acabarás.

Sacó la mano del agua algo después de que el metiera la suya y se la pasó por la frente para refrescarse un poco antes de volver a meterla. Su curiosidad volvió a azuzarla, aunque esta vez con algo mucho más benigno que lo que la había llevado hasta Jaya.

-La fama es veleidosa. Si alguna vez te hace falta compañía, no me importaría acompañarte. Las nuevas aventuras siempre son bienvenidas.

No mentía. Pocas veces le decía que no a un plan alocado y tenía la sensación de que ningún plan que saliera de la cabeza de Fancy Cock sería aburrido.

La noche estrellada desde Jaya siempre se ve más bonita. Las pocas luces de la isla hacen que el cielo se vea con más claridad, y entre miles de puntos voy formando figuras: La constelación del gallo, mi cara, una hoja envainada... Solo entonces, tal vez. No sé si será tal y como imagino, pero desde luego solo en ese momento.

Me incorporo ante las palabras de Lys, y asiento conforme. Nunca está de más tener una chica guapa cubriéndote las espaldas, y cuando además es fuerte se mira la vida con mayor seguridad. Al fin y al cabo, no temer a la muerte no significa ser un subnormal que va por ahí arriesgando la vida sin mucho sentido. Tengo un objetivo complicado por delante, y hasta que lo cumpla no debo desviarme de él. Va a ser una aventura complicada y con pocos momentos de descanso, pero sin duda voy a conseguirlo. O eso, o moriré en el intento. Y si muero a mitad de camino, bien muerto habré.

- Claro que sí -contesto alegremente-. Los Fancy Cock Pirates siempre están buscando nuevos compañeros de aventuras. De hecho, ten. -Le tiendo un pedacito de cuero, con el Jolly Roger de los Fancy Cock (patente en trámite) impreso en él-. Es un parche para chaqueta. Para que todo el mundo pueda reconocer quién te cuida. -Señalo el pecho izquierdo de mi chaqueta-. Es el que iba a ponerme yo, pero tengo una decena. Te vendrá bien, seguro. Pero por ahora tengo un viaje que seguir, así que si no te importa...

Saco una de las botellas y se la acerco, sabiendo que la apreciará. Tras eso, me levanto y camino hacia el puerto. Fancy Cock out.