Problemático {Priv. Claude}

Había llegado a Jaya en busca de su hermana Aria, al parecer la muchacha se encontraba en aquella isla o eso era lo que le habían dicho. Aunque es posible que ya se hubiera marchado, de todos modos no perdía nada en buscarla. Después de todo su única misión y su único deseo en la actualidad era dar con sus dos hermanas y de la única que tenía una pista era sobre Aria. Jaya era una isla que resultaba de lo más compleja de entender. Al parecer era dominada por un montón de bandas criminales y eso era algo que la mantenía en alerta.

Esperaba que su hermana no estuviera metida en ningún problema. Si lo estaba se encargaría de sacarla de cualquier lío, salvaría a su hermana y la protegería. Quería reunirse con ella, encontrar a Ilje y una vez con la familia reunida se encargaría de destruir a todos esos malditos marines que se habían atrevido a destruir su isla sin darles ningún tipo de opción. Ellos que se creían la ley habían destruido la vida de un montón de inocentes y debían pagar por ello. No podían quedar impunes, por mucho que fueran ordenes, por mucho que fingieran ser inocentes, habían matado a mucha gente.

Caminaba por la isla sintiendo la mirada de un montón de gente encima. Era molesto aunque Elina estaba acostumbrada a que la mirasen, los siete años en el coliseo siendo el mono de feria de un montón de gente le habían demostrado que la gente disfrutaba viendo más de lo que debería. Se acercó primero al lugar donde se suponía que estaba la posada o algo parecido. Le sorprendía que una isla como aquella tuviera un lugar donde se quedase la gente a dormir. Una vez dentro saco la foto de su hermana y se la enseño a quien estaba atendiendo. Le dijeron que no la habían visto y aquello solo la hizo bufar un poco molesta, se notaba que sabían más de lo que querían decir y tendría que averiguarlo.

—Es extraño que no sepa nada, me dijo que estaría esperándome aquí y que ademas usted fue quien la atendió— si había algo que Elina detestaba era que la mintieran en la cara y pudo verlo en el ojos de aquella mujer. Frunció el entrecejo y entonces le dio que si, que se había quedado un par de noches pero que se había marchado ya y que había devuelto la llave de la habitación por lo que seguramente habría encontrado otro sitio donde dormir o ya se habría marchado. Joder, llegaba tarde, Elina salió casi volando de aquel sitio, tenía que encontrarla.

Jaya... La isla de los piratas. Un paraíso en la Tierra, un pedacito de caótico Edén en medio del cuadriculado mundo en el que vivimos. ¡Basura! ¡Basura todo! Las calles apestan, y las posadas también. Apestan los viejos, y las mujeres, y las camas y los hombres. ¡Apestan hasta las botellas de vino! Y lo que es peor: Apesto yo.

Creo que no me he movido de este callejón en lo menos tres días. Tres días que no he ni siquiera comido. Lo he intentado, claro que lo he intentado, pero no doy tragado nada. Desde que Dark me traicionó... No sé. ¿Acaso vale la pena vivir? Llevo tal vez dos semanas en la isla, vagando de callejón en callejón, evitando las miradas de la gente e intentando ocultarme, no queriendo que me vean. ¿Qué va a decir la gente cuando me vea? Unos pocos, los que aún me admiren, perderán a su ídolo. ¿Y los que no? Los que sepan cómo me dejé engañar por un demonio y llegué hasta los cielos... ¿Acaso ellos se apiadarán de mí? Me despellejarán; me atacarán con sus burlas y risas jactanciosas, se henchirán de satisfacción mientras me encojo en mi asiento, sin saber muy bien cómo defenderme. Pero en el fondo, no tiene nada que ver con eso. Al fin y al cabo, la incomprensión es novia de la gente brillante, y yo soy fabuloso... Bueno, era. Ahora soy apestoso.

Puede que también esté algo borracho, o que solo me tiemblen las piernas porque al fin mi cuerpo empieza a sentir algo, aunque lo dudo. Me cuesta levantarme, claro que sí, no lo he hecho en días y... Bueno, la verdad es que me niego a seguir aquí como un pordiosero. Lo primero de todo es darme una ducha, pero si ni siquiera puedo caminar bien, ¿cómo coño voy a llegar hasta una? Es más, ¿cómo voy a irme de allí si no tengo dinero? Mejor dicho, sé cómo irme sin dinero, pero mis piernas no está muy de acuerdo hoy. Suspiro, desanimado, y camino paso a paso apoyándome en la sombría pared mientras avanzo sin rumbo fijo. Tal vez hacia los contenedores de una tasca, o hacia una manguera desatendida. Necesito comida y ducha, y que no me vean.

Maldigo a Dark Satou entre dientes mientras camino, cobrando fuerzas poco a poco pero al mismo tiempo siendo más consciente del pestazo que despido. Finalmente me decido y, asegurándome de que nadie me vea, levanto una ventana desde el exterior y me cuelo torpemente en una casucha. Con un poco de suerte en ella habrá todo lo que busco.

Tenerla tan cerca y a la vez tan lejos era algo que conseguía que Elina se sintiera completamente frustrada y cada vez más irritada y molesta. ¿Cómo era posible tenerla tan cerca y a la vez tan lejos? Gruñó mientras caminaba a paso rápido por las sucias y apestosas calles de aquella isla. Cuando llegó a la taberna entró y se acerco a la barra, bajo la mirada de todos los presentes. La verdad es que le daba bastante pereza dar demasiadas explicaciones pero necesitaba saber si la habían visto así que saco la imagen que llevaba de Aria pero aún no se la enseñaría al tabernero.

— Disculpe, ¿no habrá visto por aquí a una joven pelirroja parecida a mi? hemos quedado hoy aquí pero no la encuentro por ninguna parte — por un momento el hombre pareció pensar en las palabras que le estaba diciendo aquella joven. El hombre parecía sopesar sus palabras y pensar seriamente en lo que podría responder. — Por aquí pasa mucha gente, no puedo recordar a todos, lo siento — Elina pareció decepcionarse ante su respuesta, lo entendía pero por otro lado sentía que alguien debía reconocer a su hermana. Aria desde joven siempre había sido una mujer que llamaba mucho la atención, era hermosa, sus facciones, su cabello, sus ojos. No era alguien que pasara desapercibida.

Simplemente decidió que no insistiría mucho más en el tema. No quería seguir llamando demasiado la atención, podría buscarse problemas a ella misma y también a su hermana si seguía en aquel lugar. Salió de la taberna y dio unos cuantos pasos buscando un lugar donde relajarse, necesitaba respirar un poco. Llevaba un par de días sin dormir y además de eso había estado como loca buscando a su hermana, todo eso se había acumulado y necesitaba un momento de descanso. Sentía un profundo dolor de cabeza que le nacía desde el lado izquierdo y le cubría toda la cabeza. El ojo le palpitaba y sabía que necesitaba cerrar un poco ambos ojos y echarse o terminaría realmente jodida el resto del día.

¿Pero donde podría recostarse? Necesitaba un lugar donde no pudieran verla o molestarla. Fue entonces que Elina subió a la rama de un árbol, lo suficientemente alta y escondida entre hojas como para no ser vista. Se acomodo allí y cerró los ojos para descansar. Puede que no durmiera y simplemente relajara el cuerpo y la vista, pero si conseguía dormir al menos quince o treinta minutos sabía que al despertar se encontraría muchísimo mejor y podría continuar con aquella búsqueda frenética en la que se  había embarcado. Su cuerpo se relajo completamente y parecía que el murmullo de la gente yendo y viniendo la iban a ayudar a dormir un poco, al menos lograría recobrar un poco las fuerzas.

Bueno, primer objetivo cumplido: He entrado en la casa. Nadie grita, así que perfecto. Miro a mi alrededor en busca de un interruptor, y cuando lo pulso me doy cuenta de que estoy en medio de una habitación enorme. No particularmente lujosa, claro, pero sí que es grande y, para los estándares de Jaya, estoy en una verdadera mansión. Maderas bien trabajadas de roble y acacia, algún que otro bártulo de maderas nobles y una cama de matrimonio en la que no me tumbo porque, en realidad, sé que si lo hago terminaré durmiéndome y tampoco tengo tanto tiempo. Debo enfrentarme a la decisión de comer apestando o ducharme hambriento.

Gana la ducha, más que nada porque en principio se tarda menos en limpiar que en hacer una buena comida y la verdad es que no me apetece que se me corte el apetito con mi olor a orines acumulados y mierda de varios días. Definitivamente me he dejado un poco; tengo la barba ya de un par de centímetros, y las puntas abiertas. ¿Por qué he dejado que me afecte tanto lo que Dark me ha hecho? Ahora debe estar en algún lado riéndose de mí, y me hierve la sangre hasta límites que no creí que pudiese arder. De todos modos, aprovecho mi cuchillo cebollero y delicadamente lo uso frente a un espejo, sin todavía desnudarme, para ir afeitándome. Este cuchillo siempre ha sido ideal para trabajar los mejores ingredientes, por lo que es perfecto para ocuparse de mi cara.

Alguna gente podría pensar que es una locura afeitarse con un cuchillo tan grande, pero si tienes la suficiente habilidad consigues un resultado increíble y suave. además, al tener una barba bastante poblada no quedan zonas comparativamente oscuras entre una parte de la cara y otra. Pero bueno, entro a la ducha ya arregladito y habiendo renunciado a mi ropa mugrienta, que le voy a regalar al dueño de la casa. Me limpio con mucha calma, deteniéndome bien en hasta el último rincón para que no quede nada. ¡Nada! Qué asco me estoy dando a medida que dejo el agua ennegrecida a mis pies, pero por lo menos acabo limpio.

Me seco en una toalla y me acicalo un poco. Hay bastante maquillaje, por lo que presupongo que mi anfitrión vive en compañía y... No. Es una anfitriona. Cuando voy a tomar prestada alguna que otra prenda lo veo bastante claro. Todo son faldas, vestidos y pantalones que me quedarían demasiado cortos. De hecho, lo único a lo que puedo optar es a algún que otro vestido relativamente holgado... O a ese pedazo de vestido negro totalmente ajustado que seguro me queda di-vi-no. Es un sin escote con falda de volantes hasta la rodilla -media pierna, para mí- que me hace unas curvas de escándalo. Y bueno, queda un poco raro sin pechos, así que me coloco un par de naranjas y las acomodo en un sujetador que calzo gracias a unas cuantas horquillas. También me maquillo hasta estar más divino aún, y me pongo unas sandalias romanas que llevo siempre en mi bolsa, por si piso playa. Todo para darme cuenta de que estoy famélico, así que voy a asaltar la cocina. Pero desde la ventana veo algo raro.

Salgo por la puerta mientras termino de hacerme un moño, que siempre es más cómodo para cocinar, y me acerco al árbol frente a la casa, donde acabo de ver a una mujer joven escalar. ¿Por qué una chica habría de ponerse a dormir en él habiendo una casa vacía? Es que es de locos. Así que, como buena persona, no puedo dejar que se quede a la intemperie.

- ¡Muchacha! -le grito, desde abajo-. No te quedes en ese árbol, que hay una cama fabulosa en mi casa. Además, voy a hacer la cena ahora. No es seguro para una chica dormir sin vigilancia en esta isla.

No me quedo más, pero dejo la puerta abierta y me pongo a investigar qué hay por la cocina. También me ocupo de llevar mi bolsa de viaje, mi guitarra y mis armas hasta allí. Las quiero cerca por si este es un plan para asaltarme.

Estaba apunto de quedarse completamente dormida cuando escucho la voz de alguien hablarle o eso es lo que parecía al menos. Después de todo no creía que hubiera muchas muchachas subidas a un árbol en aquel momento. Abrió los ojos y se fijo en la señorita del despampanante vestido negro que le estaba hablando. Arqueo una ceja cuando la invito a pasar a su casa ¿no tenía miedo de que fuera una pirata o una criminal que quisiera robarle? Desde luego había gente confiada en el mundo o tal vez le daba igual si alguien quería robarla por que estaba preparada para darles una lección.

Pensó por un momento si era mejor quedarse en el árbol o si realmente quería entrar en esa casa. Al final decidió bajar del árbol y tras acomodarse mejor sus cuchillos y sus espadas entró cerrando la puerta tras de si. Busco de donde provenía el sonido de utensilios hasta que encontró la cocina. Pudo ver entonces a la mujer preparando algo para comer — se lo agradezco pero, ¿no le da miedo que sea una ladrona o algo así? — después de todo Jaya era una isla casi sin ley. Era el lugar donde vivían y trapicheaban los piratas y desde luego segura lo que se dice segura no podría ser.

— ¿Le importa si me doy una ducha? — tras esperar la respuesta de la mujer de la casa subió a buscar la ducha. Cerró la puerta y tras dejar sus cosas a mano por si acaso entró y se ducho limpiando completamente la suciedad de su cuerpo. No estaba mugrienta como mucha de la gente de la isla, pero si que le venía ben limpiarse un poco. Tras eso simplemente se seco bien, volvió a colocarse sus cosas encima y después bajo a la cocina a reencontrarse con la muchacha que tan amablemente se había ofrecido a darle una cama y algo de comer.

— ¿Cómo podría pagarle por su ayuda?...por cierto, huele muy bien — Elina desde niña había aprendido a que era mejor no deber favores a nadie y siempre que alguien hacía algo por ti debías recompensar de alguna forma. Aquella mujer parecía agradable, pero no estaba segura de querer dejarle un favor a deber. La gente podía ser increíblemente mezquina cuando tenían demasiado tiempo para pensar, así que cuanto antes le dijera lo que quería como pago antes podría cumplirlo y estar en paz. Normalmente la gente solía pedir trabajos sencillos, ayuda con el ganado, con la casa, incluso darle una lección a algún que otro baboso. ¿Qué podría querer aquella señorita? Esperaba poder descubrirlo pronto.

La chica al final entra. Es mona, pero va armada hasta los dientes. Tal vez es algo en lo que debería haberme fijado antes, pero el titular es mucho más espectacular obviando las armas que obviando la escalada. De todos modos suena a plan bastante enrevesado y con pocas probabilidades de éxito asaltar una casa vacía esperando que el dueño te abra. Además, si eso esperas, ¿no deberías conocer al dueño? Es la clase de pensamiento que me tranquiliza a veces. Eso, y que si aun así ese es su plan la casa no es mía.

- Cariño -contesto, sonriente, mientras me agacho para coger sartenes. Tengo la sensación de que si bien el conjunto no me va mal, la ropa interior debe estar apretándome o algo, que me sale la voz más suave. ¿Es eso médicamente posible? Ni idea. Como sea, estoy bastante convencido de que normalmente no hablo así-. ¿Te das cuenta de que estás en la isla más peligrosa del Paraíso? Si de verdad quisieras entrar a robar habrías roto una ventana, o algo peor.

Por lo visto en esta casa hay pocas cosas para comer, pero por lo menos hay un tarro de anchoas y aceitunas, además de tomate, así que empiezo a preparar una salsa puttanesca que voy a acompañar de... Oh, vaya. Arroz. No hay pasta, así que tocará arroz a la puttanesca. No debería estar malo, pero la verdad es que la idea de comer arroz con anchoas no me termina de convencer. No al menos fuera de una ensalada.Pero bueno, tampoco pago yo la comida, así que a caballo regalado...

- Como si estuvieras en tu casa, cielo. -Estoy sonriendo demasiado; me duelen un poco las mejillas. Pero es una maravilla tener invitados en casa. Aun si no es mi casa, mola.

Empiezo por trocear las aceitunas. No hay alcaparras, pero puedo improvisar con... ¿garbanzos? Esto no va a salir bien, aunque tanto con el arroz como con las anchoas liga bien. Pero como le diga a alguien que he sustituidos alcaparras por garbanzos... Lo suyo sería haberlo cambiado por algún fruto seco, pero las almendras garrapiñadas no maridan bien. Pero bueno, ya está: Puttanesca a la manera. Ese es el secreto de los grandes cheffs, decir que hacen las cosas a su manera en vez de tener un poco de humildad. Porque, todo el mundo lo sabe, ego es la parte más importante de cocinego. Aunque probablemente pronunciar mal sea parte de ser un buen cocinego, porque yo suelo pronunciar cocinero.

De todos modos, en lo que la chiquilla se termina de duchar yo lo dejo todo listo y lo dejo en un par de fuentes separadas, para que se sirva al gusto. Me ha dado tiempo incluso de saquear una modesta bodega con un par de vinos interesantes. Uno blanco y otro rosado, pero que pueden acompañar bien. Antes de que llegue, todo está listo y las botellas descorchadas, esperando para airearse.

- ¿Pagarme? -pregunto, incrédulo-. ¿Por qué? Con que ahora no me fuerces en una esquina y me robes todo me conformo.

Suelto una risotada demasiado aguda, pero no le doy importancia y espero a que se sirva. Una vez lo haga, me pondré yo y me pondré a zampar. Que de verdad, tres días sin comer dan un hambre absurda. Aunque seguro que han ayudado a que el modelito me quede tan escandaloso.

Parecía una mujer de lo más agradable, la había invitado a descansar y además a comer algo. Le había dejado usar su ducha y además no le estaba pidiendo nada a cambio. Desde luego en ocasiones uno se podía encontrar con gente medianamente decente en el camino. — Muchas gracias por su hospitalidad  — le dedico una sonrisa y entonces se sirvió un poco de aquella comida. Tenía un hambre voraz y siendo sinceros cualquier cosa le sabría a gloria con tal de que llenara el vacío que sentía en el estómago. Cogió una primera pinchada y se la llevo a la boca para degustar aquel plato, estaba bueno, la verdad, aunque teniendo en cuenta la porquería que le daban de comer en el coliseo cualquier cosa era muchísimo mejor.

— Vaya, esta bastante bueno — Elina estaba satisfecha, se notaba por como iba comiendo y lo mucho que disfrutaba con cada nuevo bocado. Ante la negativa de que la pelirroja le pudiera pagar los favores de la mujer suspiro un poco y se pregunto si realmente estaba bien dejar así el tema. Vale que el no agredirla ya era un favor, pero siendo sinceros Elina no tenía ningún tipo de intención de hacerle daño a aquella señora desde el principio. Por eso mismo seguía pensando que tal vez podría hacer algo para ayudarla. — ¿Esta segura? no me importa trabajar, puedo ayudar con lo que sea necesario, ganado, una obra, incluso a espantar babosos — eso ultimo se le daba de perlas y le resultaba de lo más divertido.

Antes de que pudiera darse cuenta se había terminado el primer plato — ¿puedo echarme un poco mas?  — una vez que recibió la respuesta se echo un poquito más en el plato sin querer abusar y siguió comiendo hasta estar lo suficientemente llena como para no sentir ese vació y esa necesidad absoluta de comer que tenía hasta hace unos momentos. Miro a su alrededor para ver como era una casa familiar por dentro o al menos eso que la gente solía llamar hogar. Se notaba que estaba cuidada y quien viviera en esa casa la mantenía completamente limpia y totalmente impoluta. Incluso parecía demasiado fina y bien arreglada para que la llevara una sola persona, sobretodo en aquella isla donde era tan sencillo que alguien te robase.

De repente se empezaron a escuchar ruidos fuera de la casa, se podría decir que eran pasos y si no estaba muy desencaminada de tacón junto a otros cuantos. Parecían unos cuatro y cinco — ¿espera usted a alguien señorita? — Elina se puso en alerta rápidamente. Los pasos se acercaron hasta la puerta y entonces se escucho como alguien iba moviendo el picaporte de un lado a otro intentando abrir. ¿Serían ladrones? Genial, parecía que los problemas la iban siguiendo a todas partes aunque puede que de esta manera pudiera pagarle el favor a la señorita de la casa dándole una lección a esos ladronzuelos.

Empezamos a comer. Ella se sirve primero, y come con una voracidad inusitada. No habría esperado nunca que una señorita se comportase así, pero claro, tampoco esperaba encontrarme con una señorita en esta isla. Yo por mi parte intento, a pesar de mi más que evidente hambre, ir poco a poco, porque así se comporta la gente que no ha vivido como una salvaje toda su vida. De hecho, por educación no pregunto, pero parece que ella se haya pasado la vida de pelea en pelea sin ver mucho más mundo. Aunque tiene modales, o al menos un cierto sentido del deber y el honor que en este caso particular, me beneficia.

- ¡Pero cariño! No te preocupes, de verdad. -Se me ha escapado una risita aguda cuando menciona lo de espantar babosos. También caigo en que es bastante mona, aunque por cómo se conforma su cuerpo estoy casi convencido de que esta mujer se ha pasado la vida peleando. Eso, y porque no es muy normal que una persona con una vida tranquila acabe con una cicatriz que le recorre desde la frente hasta casi el labio-. Llevo muchos años viajando a solas, y no me va a hacer ningún daño echarle una mano a una amiga en apuros. -Caigo en que hay una cosa que no sé de ella. Esta chica se ha duchado prácticamente delante de mí y... Un momento. ¿Se ha puesto la misma ropa?-. Vamos a buscarte una muda limpia. ¡Una señorita no puede ponerse ropa sucia después de ducharse! Es súper anti higiénico, y huele muy mal. Además, seguro que tengo algo que pueda sentarte bien.

He terminado mi plato. Los garbanzos no terminan de cuadrar, aunque seguramente si los hubiese tostado en lugar de cocerlos habrían aportado algo más. En cualquier caso, me levanto y voy a tirar de ella hacia el dormitorio cuando se escuchan unos ruidos venir desde fuera. Ella, lógicamente, se pone alerta, pero con la mayor de las calmas yo le contesto, intentando tranquilizarla:

- No, pero si entra tampoco voy a cerrarle las puertas. Por cierto, ¿cómo decías que te llamabas?

Sin darle tiempo a responder tiro de ella hacia el dormitorio, arrastrándola hasta el armario, empezando a sacar un montón de conjuntos que puedan quedarle casi tan divinos como me quedarían a mí. Porque, bueno, no es por ser engreído, pero es muy difícil que alguien pueda igualar mi culo. Aunque ella... Bueno, la verdad es que la chica debe haber entrenado, porque innato seguro que no es.

- Fíjate, hay mallas y hasta culottes deportivos. Pero a mí me gustan más las faldas y vestidos; son más interesantes, ¿no crees?

En ese momento se empiezan a escuchar voces en la entrada. Por su reacción, parecen ser los dueños. Al menos espero que la muchacha sea un poco respetuosa y se vista debidamente antes de salir a saludar.

Desde luego aquella mujer era demasiado confiada o le gustaba demasiado tener visita. Fuera cual fuera el caso si fuera ella no dejaría entrar a cualquiera en su casa. Pero bueno, esa confianza había echo que la dejara entrar a ella y que le diera de comer así que tampoco se iba a quejar. — No tengo más ropa... — antes de que pudiera seguir hablando la mujer tiro de ella hasta la habitación que parecía ser la principal y empezó a sacar un montón de cosas del armario para ver si alguna le gustaba a la pelirroja. La verdad es que no estaba acostumbrada a tener que ponerse esas cosas y se sentía un poco incomoda viendo tanta ropa.

— De verdad que no hace falta que me preste nada, ni si quiera se si podré devolvérselo — además no se sentía cómoda con otro tipo de ropa que no fuera la que usaba normalmente para combatir. Aún así cedió por que la mujer parecía realmente esperanzada y por que bueno, tenía razón. Ponerse la misma ropa sucia que había llevado antes de ducharse era un poco cochino por su parte. — Esta bien, pero aún así me llevare mi ropa — miro un poco por encima la ropa que había sobre la cama y después la que había en el armario. Saco unos pantalones negros y una una camiseta del mismo color.

Eran un poco pequeñas y seguramente le quedaría un poco ajustado. Se fue desnudando entonces hasta quedar completamente desnuda y después se puso los pantalones, la camiseta y unas botas de lo más majas que había encontrado en el armario. Vale, no le quedaba tan mal como ella creía primeramente, pero si que le quedaba un poco justo. Después de todo los atributos de la chica eran bastante remarcarles y aunque la señorita de la casa tenía una buena figura se notaba que tenía menos pecho y menos cadera. Una vez lista tiro un poquito de la camisa y de los pantalones y entonces se estiro. — Bueno, creo que ya esta, muchas gracias y disculpe que no respondiera antes, me llamo Elina — se estiro un poquito más para ajustarse un poco más la ropa.

— ¿Esta segura de que esta todo bien con esa gente? — se escuchaban voces nerviosas, al parecer estaban hablando sobre que alguien había entrado en la casa y había asaltado la despensa. Elina mientras recogía la ropa miro a la señora de la casa a ver si quería que hiciera algo, tal vez espantar a los dueños o simplemente marcharse de allí para luego llamar a alguien que pudiera ayudarla. Aunque teniendo en cuenta la isla en la que estaban seguramente no sería una buena idea llamar a nadie, era una isla sin ley.

Sonrío con la boca chica cuando acepta cambiarse de ropa. Siempre me deja contento que me hagan caso, así que cuando empieza a desnudarse me quedo un par de segundos mirándola como un idiota antes de darme la vuelta. No es que me vaya a asustar, es solo una mujer. He visto algunas, y aunque no fuese así... Es un cuerpo. Pero a la gente suele incomodarle que le miren, por eso de que la gran mayoría del mundo está lleno de inseguridades y exceso de libido. Soy un caso raro, supongo, pero en cualquier caso, y aunque he visto... Bueno, lo que he visto, tampoco tengo ninguna intención de mencionarlo. Ningún cuerpo, a fin de cuentas, puede compararse ni por asomo a un buen amanecer.

- No tienes que devolverme nada, descuida. -Me doy la vuelta, una vez me aseguro de que está vestida-. En lo que a mí respecta, esa ropa ni siquiera es mía.

La situación es un poco extraña. Los dueños -espero que sean los dueños, he dejado mis cosas en la cocina y como sean ladrones igual se llevan algo- agitados en el vestíbulo, y la muchacha y yo de trapitos. De hecho, cojo una bolsa de viaje de encima del armario y empiezo a meter ropa que me gusta. Tengo una buena percepción espacial, sé lo que me va a quedar bien, que es casi todo, y lo que me va a quedar despampanante. Ropa interior sí que no cojo, porque prefiero la mía y, si eso, comprar de este estilo pero de mi talla. Empieza a molestar un poco, al fin y al cabo.

Elina es un nombre bonito. Sencillo, sin complicaciones, y bastante digno. Suena pelirrojo en cierto modo, aunque por su etimología significa algo así como... Me quedo mirándola por un segundo, antes de empezar a reírme. Yo diciendo que no se puede comparar al amanecer y estoy frente a la aurora. Es, hasta cierto punto, tronchante, aunque mis risas parecen alertar a los dueños, que entran en barrena a la habitación. Debe ser una situación extraña ver a dos personas en una habitación, y más con esos modelos tan divinos, pero en lugar de admirar el culazo que me hace el vestido empiezan a gritar que qué estamos haciendo y un sinfín de reproches más.

- Está bien. Lo siento -me disculpo, llevándome la mano al pecho-. Como compensación, pueden quedarse con las sobras de la cena. Vámonos, Elina. Odio compartir casa con gente escandalosa.

Y me marcho muy dignamente por la puerta, recogiendo mis cosas de la cocina y saliendo a la calle aprovechando la confsión momentánea de nuestros anfitriones.

Vale, aquello la pillo completamente desprevenida. ¿Aquellos eran los dueños de la casa? Por lo menos es lo que parecía, sobretodo teniendo en cuenta que no paraban de gritar un montón de cosas sobre el tema. Elina por un momento se sintió fatal, no sabía que decir y ante la tranquilidad de la que ella creía que era la señorita de la casa se disculpo rápidamente con los verdaderos dueños sin saber bien que mas decir. — Yo..l..lo siento mucho, disculpen — salió casi corriendo de la habitación siguiendo a la mujer hasta que ambas salieron por la puerta de la casa con el paso ligeramente acelerado.

Tendrían que aprovechar el momento de confusión en los dueños para evitar que pudieran tomar represalias contra ellas. Cuando estuvieron un poco lejos de aquella casa Elina giro a mirar a la "señorita" — entonces, ¿me estas diciendo que no solamente no era tu casa, si no que además hemos gastado su comida y robado su ropa? — por su parte la pelirroja se sentía cada vez peor. Nunca había robado aunque bueno, si tenía que robar a alguien prefería robarle algunas cosas a alguien más pudiente que a un pobre mendigo de la calle o algo parecido. Aún así no podía evitar sentirse fatal, había robado y había entrado en una casa sin permiso de los dueños.

No entendía la tranquilidad que tenía aquella mujer mientras prácticamente huían de la escena de un crimen o de un delito o como uno quisiera decirlo. — ¿Haces esto a menudo? no entiendo como puedes estar tan tranquila, hemos entrado en una casa sin permiso y prácticamente hemos robado, eso no esta bien — dicho de aquella manera podría parecer que hablaba una niña pequeña e inocente, pero Elina realmente tenía cierto sentido del honor y la justicia y ahora mismo estaba siendo complicado no sentir que había roto su propio modo de pensar. Que de alguna forma había sido completamente infiel a sus propias creencias y no podía dejar de darle vueltas en la cabeza.

Esperaba que aquella mujer le diera una explicación razonable o al menos una razón coherente, por su parte no podía evitar sentirse terriblemente mal. Había conocido a muchos tipos de personas, unos mejores, otros peores, pero ella siempre había intentando mantener su conciencia tranquila y ahora mismo no paraba de chillarle una molesta vocecita en la cabeza que le decía que había hecho algo terrible y que debería arrepentirse. Que la había cagado hasta el fondo y que tanto hablar de ser honorable realmente no le estaba sirviendo de mucho si luego hacía cosas como aquella. Aunque siendo sinceros ella no sabía que aquella chiquilla no era la señora de la casa, así que en cierta forma ella tenía la culpa. No, no podía pensar así, es cierto que la chica tenía cierta culpa pero ella también por dejarse liar de aquella manera.

Recoger mis cosas es fácil. Me llevo la maleta de los dueños, la dejo delante de la cocina un momento, me anudo el cinturón con mis armas y pongo la bolsa de viaje sobre la maleta. Robo una última cucharada de arroz y me llevo el vino, lógicamente, antes de salir por la puerta y respirar el fresco aire abigarrado de Jaya. No sé cómo alguien puede vivir en este lugar, y al mismo tiempo lo agradezco desde lo más hondo. Pero una cosa tengo claro: Tienen buen gusto. Eso, y que no he visto ningún armario con ropa de hombre, así que algo raro hay ahí dentro.

Elina sale de la casa detrás de mí. Parece un poco desubicada, y hasta un cretino podría darse cuenta de que se siente mal por lo que acaba de pasar. Es cierto que han sido bastante desconsiderados al entrar así sin preguntar si necesitábamos algo, llamar a la puerta o al menos tomarse la molestia de ponerse en nuestro lugar. Estábamos los dos necesitados de una zona segura, un lugar en el que poder estar tranquilos. Lugar que, bien pensado, tampoco ha resultado ser este. Porque vaya, un idiota que apenas caminaba ha podido colarse sin dificultad. Sí, yo era ese idiota. Bueno, soy ese idiota. Sigo vivo. ¡Hola!

De todos modos, aunque entiendo a Elina, no me parece justo el poso de reproche que detecto en sus palabras. Lo entiendo, pero no me gusta. Creo que merezco un poco más de consideración después de haber tenido que usar garbanzos en una puttanesca... Espera, ese no es el tema de conversación. Lo cierto es que me está dando un poco de penita verla así; tampoco se merece creer que es una ladrona cuando, en realidad, la mayor parte de la culpa es mía. O al menos un poco de culpa. Bueno, no importa de quién haya sido la culpa, pero está claro que Elina no la tiene toda.

- Técnicamente, te dije que esa ropa no era mía. -Seguramente eso no lo arregle, pero yo no le he mentido en ningún momento. No obstante, está claro que el problema no es si le he mentido o no, sino que se siente mal por "robar"-. Y cuando se consume la comida se gasta, es el proceso natural. Aunque yo diría que la comida no se puede poseer, es un producto de la naturaleza. Pero sí, llevamos puesta su ropa y nos hemos comido su comida.

Evito decir que la práctica totalidad de su despensa vacía pues, aunque estoy convencido de que esto se debe más a que estaban de viaje y simplemente hemos tenido mala suerte, puede dar la falsa impresión de que esta gente necesitaba la comida. Pero vamos, que si tienes ese pedazo de armario con esas ropas casi tan fabulosas como yo no estás mal de dinero. Eso, o hay unas prioridades muy mal organizadas.

- La verdad... No puedo mentirte. Hago esto casi constantemente, porque soy pirata. -Señalo a mi alrededor-. Como todos aquí. Cualquiera que pueda tener una casa como esta en esta isla es, probablemente, un hijo de puta que merece que le roben, por cierto. Pero, en cualquier caso, yo suelo tener la norma de que solo me llevo lo que necesito. En este caso... Bueno, toda mi ropa me la robaron hace relativamente poco, he pasado días en la calle... Nadie tenía por qué notar un par de trapitos menos y dos latas vacías. -He hecho bastantes aspavientos mientras hablaba, pero creo que no distraen del punto que intento transmitir-. El caso es que, muchas veces, estar en esta isla implica que la frontera entre bien y mal se desdibuja. Solo puedes pensar en lo que te ayudará a sobrevivir, porque el mundo no va a...

Me doy cuenta del moño. Me lo suelto inmediatamente, lo más deprisa que puedo. El gallo. Espero que no haya visto el gallo. Se nota cierta crispación en mi rostro mientras el pelo cae, pero la ansiedad se disipa finalmente y vuelvo a tranquilizarme.

- Bueno, el caso es que necesitas ponerte un objetivo. Cuando yo dudo me pregunto si lo que voy a hacer me ayuda de alguna forma a cumplirlo. Si me acerca más a él de lo que aleja a la otra persona de su bienestar, lo hago. Y no hay otra forma de sobrevivir, cariño.

La diferencia de altura hace parecer que soy un padre dándole una lección a su hija. Un padre con un vestido muy sexy, pero un padre.

No podía negar que de alguna forma tenía razón. Seguramente aquella gente eran piratas que habían robado todo cuanto tenían o que incluso ni si quiera era suya aquella casa y habían entrado a robar técnicamente igual que ellos o no igual que ellos oh dios, aquello era un verdadero lío. Elina estaba mas perdida que el barco del arroz y no tenía ni idea de como debía sentirse en aquel momento después de lo que había hecho y después de la charla que le había dado aquella mujer. Vale, ella no le había mentido pero tampoco le había dicho la verdad y las dos se habían metido en un buen lío por aquella historia.

— Creo que tu sentido de la moral esta un poco trastocado — para ella robar era robar aunque demonios, entendía que si la necesidad apremia robarle a alguien que tiene de mas tampoco era tan terrible. Sin embargo eso no eliminaba de su cuerpo el sentimiento de sentirse una persona terrible. — Escucha, robar sigue siendo un delito, entiendo que si estas necesitado lo hagas, que busques a alguien que tiene mucho mas que tu y le quites un poco para sobrevivir, pero sigue sin estar bien — ella también había llegado a límites peculiares por sobrevivir.

Pensándolo bien, ¿quién demonios era ella para dar lecciones de moral? ¿cuánta sangre manchaba sus manos? El asesinato también era un delito y por mucho que el coliseo demandara aquellos derramamientos de sangre eso no la eximia de su culpabilidad. Durante los siente años que estuvo de gladiadora le había arrebatado la vida a mucha gente y eso era algo que no podía tapar ni olvidar. Tal vez fuera ella la que estaba equivocada en este asunto, puede que tuviera cierto sentido del honor, si, claro que lo tenía, no le gustaba hacer trampas para ganar pero si que hacía cualquier cosa para sobrevivir, después de todo tenía que encontrar a su familia.

Por un momento un terrible e irrefrenable sentimiento de culpabilidad la sasaltó, pero negó con la cabeza. No podía dejarse llevar ahora por ese tipo de sentimientos o confusiones, en algo tenía razón aquella mujer, uno tenía que luchar por sobrevivir y si no le provocabas un daño terrible e irreparable a la otra persona no había motivo para sentirse tan mal como lo estaba haciendo ella por llevarse un par de cosas. Sobretodo cuando había hecho cosas mucho peores — sabes que, da igual, ahora mismo ni si quiera se lo que esta bien o no — colocó sus dedos en el puente de su nariz y froto, tenía un terrible dolor de cabeza, aquel dichoso dolor había vuelto y ahora peor que antes.

Tal vez ella tenga razón y haya perdido un poco los estribos. No solía ser así, pero cuando el dinero que tenía ahorrado se evaporó las cosas cambiaron. Nunca he querido quedarme en un único lugar, pero tras abandonar la Marina no tenía una fuente de ingresos. He vivido algún tiempo de la mendicidad, he robado, y al final... Hay algo que hace "clic" en tu mente. Simplemente, no hay marcha atrás. Claro que no me considero una mala persona, y desde luego robar solía darme un poco de repelús, pero con el tiempo aprendes que es mejor robar lo que sobra y no lo que falta. Por eso no toco el dinero si tiene dueño.

- Delito solo indica que va contra las leyes, pero estamos en la ciudad sin ley -acoto, solo por recordar que en esta isla todo el mundo es un criminal. Asesinos, algunos de ellos, y cosas peores la mayoría-. Por otro lado, la balanza de la moral está continuamente desequilibrada. Si con lo que robas a una persona alimentas a dos, estás haciendo el bien. Si coges lo que le sobra a uno para cubrir lo que a ti te falta no es egoísmo, sino necesidad. Al final, cualquier cosa que hagas va a estar mal desde un cierto punto de vista y bien desde el otro. Y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Es la vida.

Mis ademanes se van relajando a medida que me expreso, pero mi voz va adoptando cada vez un tono más y más dramático hasta que, sin darme cuenta, casi he gritado eso último. Debo parecer un lunático, y tampoco puedo evitar reírme ante la perspectiva que debo estar dando. Cualquiera esperaría al vernos que entre un chico y una chica jóvenes se estuviera dando alguna clase de coqueteo pueril, pero en su lugar estamos teniendo un debate sobre moralidad, y... Es simplemente ridículo.

- Lo que está bien es... Irrelevante, Elina. Lo único que importa...

Lo veo desde mi posición, apenas con tiempo de reaccionar. Decido no gritar, tan solo golpeo con una patada a la pelirroja, tirándola al suelo. Sonrío con tranquilidad mientras el disparo roza un mechón de su cabello, y me llevo las manos al pecho para cubrir la herida que la bala me ha dejado mientras caigo al suelo. En la puerta de la casa se laza una mujer morena, alta, de aspecto sombrío y expresión turbada. La dueña de la casa lleva una escopeta aún humeante entre sus manos, y por poco acierta de lleno en la cabeza de Elina. Lo que está bien es asumir tus responsabilidades, al fin y al cabo.

Me cuesta hablar. Bueno, hablar y contener las lágrimas. La naranja ha debilitado un poco el impacto, pero no lo suficiente. La sangre se me escapa entre los dedos; no es una herida mortal, creo, pero necesito un momento para levantarme y recuperar la postura. Voy a matar a esa zorra. Cuando logre levantarme.

- Corre -advierto, desde el suelo, a la muchacha. Voy a matar a esa zorra. Y si Elina no puede soportar un robo, seguramente tampoco cómo le meto a esa mujer la escopeta por el culo.

Pero cuando pueda levantarme.

Sabía que por un lado aquel chico tenía cierta razón, por otro lado era casi absurdo que su mentalidad estuviera tan errada aunque ella pensaba que era la correcta. Sin embargo, su modo de razonar las cosas tenían su lógica y eso hacía que se sintiese extrañamente contrariada. No obstante cuando iba a responder algo a toda su explicación respecto al robo y lo que estaba o no estaba bien sintió una patada que la hizo caer a un lado. Escuchó el disparo y pudo ver como la sangre comenzaba a salir del pecho de la señorita.

Se giro y pudo ver a la dueña real de la casa con una escopeta en la mano. No debería haber hecho eso, saco entonces sus dos espadas y en el momento en que la mujer disparo nuevamente cogió a la pelirroja y rodó con ella haciendo que se escondieran ambas detrás de unos matorrales. — Escucha, tapona la herida con fuerza, evita que salga tanta sangre como puedas y aléjate, volveré por ti — era una promesa que pensaba cumplir. Sus ojos brillaron en el momento en que una vez más rodó por el suelo y se levanto saliendo de los matorrales por un lugar algo mas distanciado de donde se encontraba su compañera.

— No deberías haber hecho eso vieja bruja, ahora lo pagaras — Elina salió corriendo hacía la mujer que mostró cierto temor en su cara mientras cargaba rápidamente la escopeta con intenciones de disparar a la joven mientras corría hacía ella. Sin embargo en el momento en que la vio apuntar Elina comenzó a correr en zigzag complicándole bastante la tarea gasta que llegó y cuando lo hizo la hoja de su espada silbo antes de cortar una de las manos de aquella mujer de un solo tajo. ¿Robar estaba mal? claro, ¿matar estaba mal? por supuesto, pero por sobrevivir la gente comete actos terribles de los que puede que si o puede que no se arrepientan después.

La mujer chillo entre desesperada y dolorida mientras la sangre emanaba de su mano con velocidad. La ropa de Elina se lleno de sangre al igual que sus manos. Golpeo con el mango el estómago de la mujer y después pateo la escopeta que estaba en el suelo lo bastante lejos como para que no pudiera volver a tomarla, aunque bueno, faltandole una mano sería complicado. Corrió hasta el lugar donde había dejado a la pelirroja y la cogió en brazos, desde luego aquella chica pesaba bastante poco, era muy ligera. — Aguanta, vamos a curarte eso — cuando se trataba de sobrevivir la mentalidad de Elina cambiaba completamente, salió de allí todo lo rápido que pudo con la joven en brazos en busca de un lugar donde poder conseguir materiales con los cuales curar la herida de bala que tenía.

La verdad es que resulta bastante doloroso, pero la sangre parece bastante aguada en realidad. Soy curioso, así que por un momento decido levantar las manos y veo la fruta reventada. La levanto; debajo de ella, perfectamente esférica, una bala asoma con medio cuerpo a la herida que ella misma ha formado en mi pecho. Sale sangre, claro, pero mucha menos de la que en un primer momento me había parecido. Lo que me da más lástima es el vestido, que ha quedado destrozado por culpa de esta irresponsable. Ya no solo es el agujero y el quemado, que eso con alguna flor o un decorado similar se podría haber disimulado, pero lo mal que salen la sangre y los cítricos... Qué desastre.

Además Elina parece estar mucho más preocupada de lo que yo estoy. No voy a quitar el metal porque igual me cubre una hemorragia masiva, así que si me muero mejor que sea por ineptitud de un médico y no por tonto. Sin embargo, tal vez su preocupación sea exa... ¡Pero Elina! Nada, que la niña se lanza como una loca contra la mujer, como si fuésemos nosotros las víctimas en todo esto y no al revés. En estos casos, a mi entender, hay que llegar a un punto de mutuo acuerdo en el que ambos asumamos que hemos actuado mal. Aunque casi me dan ganas de aplaudir. ¡Qué garbo, qué pasión! Casi me dan ganas de aplaudir si no me doliese todo el brazo cuando pienso en moverlo. Pero vaya, que se está lanzando con una fiereza por un desconocido que,,, Vamos, que ojalá Dark en algún momento hubiera hecho así.

¿Es esto lo que se siente al ser cuidado? Me aseguro de agarrar las bolsas bien fuerte para que no se caigan cuando me dejo llevar por la pelirroja, que me lleva en brazos como si no pesara nada. Pues, oye, que mucho no peso, pero igual mis ochenta kilitos... Y en carrera. Nada mal. Aunque claro, también está la posibilidad de que con toda la adrenalina haya sacado fuerzas de flaqueza, porque menudo ritmo que lleva. Uno, dos, uno, dos... Como si acabar de mutilar a una mujer le estuviera insuflando un ímpetu renovado. Y me quiere llevar a un médico. Eso es una buena idea. De hecho, la mejor en estos momentos, que aunque no me estoy desangrando podría cambiar en cualquier momento.

- Elina... -susurro, débilmente. No tengo muy claro por qué, si puedo hablar a un tono nor... Ah, claro, hacerlo duele. Eso de la bala presionando el pulmón y todo eso-. No hace falta que corras, estoy bien.

Trato de sonreír, aunque me cuesta. Sin embargo, no lloro y mi expresión está dentro de lo que cabe bastante relajada. Quiero que se tranquilice, que entienda que nada malo va a pasar y, sobre todo, que si alguien se muere soy yo, no ella. Pero como dudo que lo entienda de todos modos, simplemente me dejo llevar hasta que llegue el momento de saludar al médico. Que esa es otra, a ver dónde encontramos un buen doctor en Jaya.

Era complicado, cuando entraba en ese modo era difícil que Elina fuera capaz de pensar en otra cosa. Su instinto de supervivencia la había enseñado a que tenía que salir de cualquier situación y ahora mismo aquella chica que llevaba en brazos la había ayudado, por mucho que bueno, no fuera de la forma más legal posible. No quería dejarla tirada y necesitaba encontrar un médico cuanto antes. No sabía donde demonios podría encontrar un doctor en aquella isla del demonio pero seguramente hubiera alguno en alguna parte. Era imposible que no hubiese alguien en toda la isla que supiera algo de medicina, lo suficiente como para arreglar el desaguisado que le habían hecho a su compañera.

Una vez que se alejo lo suficiente del lugar donde había dejado a aquella loca desangrándose seguramente se acerco a algunos transeuntes para preguntar donde había un médico. Por suerte la pelirroja no sangraba mucho aunque Elina si que iba un poco manchada, aquello no era nada novedoso en Jaya así que bueno, no le prestaron demasiada atención. Le indicaron a un par de calles más abajo había un tipo que sabía lo suficiente de medicina como para no ser un mata sanos cualquiera. No es que se fiase demasiado de esa descripción pero bueno, al menos podría acercarse para ver que tipo de lugar era y como era el sujeto para ver si podía curarla.

Llegaron a la casa y tras poner a su compañera suavemente de pie en el suelo llamo a la puerta esperando que abrieran. En cuanto lo hizo Elina se adelanto a hablar — necesitamos ayuda, han disparado a mi amiga y necesita tratamiento — no hizo falta mucho más, el tipo en cuestión que la verdad estaba más aseado de lo que uno podría esperar tras la descripción inicial las dejo pasar a la casa. Les indico que esperasen un momento mientras preparaba las cosas para atender la herida de bala y Elina se giro a ver como estaba su compañera. — ¿Te encuentras bien? ¿te duele mucho? — se notaba que estaba realmente preocupada, por alguna razón aquel disparo la había afectado bastante, sobretodo por que bueno, había sido por salvarla a ella y se sentía un poco culpable.

No tenía costumbre de que la gente le salvara el pellejo, lo había hecho solo una persona antes y esa misma persona la había traicionado años más tarde. Puede sonar totalmente absurdo e ilógico, pero así había sido. Konrad se había saltado todas las normas del coliseo para salvar su vida en un combate y años mas tarde traicionó su confianza queriendo entregarla nuevamente a los mismos hombres de los cuales habían logrado escapar. Maldita fuera la vida y sus jodidas ironías.

Intento tranquilizarla, pero no se deja. Sigue corriendo como una loca, sin importarle que aquí estoy, tranquilamente tumbado en sus musculosos brazos como Dante en los de Virgilio mientras lo rescataba en medio de su viaje. La verdad es que sienta bien que de vez en cuando, casi es una pena que vaya a durar más bien poco. De hecho, cuando llegamos al doscientos veintiuno de la calle Panadero y Elina llama a la puerta se me vienen ganas de gritar "otra vez". Por suerte me contengo.

- ¿Qué? -responde, abriendo la puerta, un hombre desgarbado de unos cincuenta. Lleva el pelo corto y las pupilas dilatadas en unos apenas perceptibles irises azules, que lo definen como yonki. ¿Y este es el mejor médico de Jaya? Bueno, tiene sentido, en realidad.

Elina explica el problema de forma breve y concisa: Me han disparado, es cierto, pero tanto como necesitar ayuda... Bueno, sí, pero no tan urgente como puede estar haciendo ver la pelirroja con ese arrojo tan arrobado. De hecho, el hombre me observa con la misma expresión suspicaz que yo le he dedicado, y tras unos segundos de análisis clínico, se da la vuelta sin decir nada.

Cojea.

- Pon a tu amigo aquí -dice, señalando un sofá viejo pero limpio, del que aparta una guitarra casi tan bonita como la mía. De hecho, si la mía es negra y roja de estilo algo más clásico, esta es blanca y azul como las de las leyendas del rock-. Yo voy a por unos calmantes y algo para él.

Tarda un rato en volver, y parece más colocado que antes. Eso explica que los calmantes no fuesen parte de ese "algo para mí". Sin embargo, a pesar de estar en lo más alto trabaja como si estuviera perfectamente sobrio, con una precisión quirúrgica y tratando de apartar mi ropa con suma delicadeza, emitiendo algún que otro sonido de sorpresa a medida que me palpa -hasta un punto que casi es incómodo- toda la zona del pecho.

También me toca la cara, y el cuello. De hecho, palpa mis brazos, recorre mis orejas y posa una suerte de puntero manual sobre mi nariz. Nada fuera de lo común, supongo, aunque la naranja ha rodado y caído a los pies de Elina. Por supuesto, el sujetador también está destrozado, y escuece un poco cuando me echa alcohol en la herida.

- Enhorabuena mamá, ha sido un niño -suelta, con tono burlón-. No sé a qué clase de juego estaríais jugando, pero puedo ayudaros a mejorarlo. -Me trilla la nariz entre dos dedos y me hace un gesto para cerrar la boca-. Sopla, pollo.

- Do, ggasias -respondo-. ¿Buede dodtadbe da dadid?

Miro a Elina, pidiendo ayuda. No entiendo del todo qué está pasando, pero no me gusta nada lo que este tipo me está haciendo. Ni cómo me mira. Ni él, en general.

Vale, aquel tipo era bastante más raro de lo que parecía a primera vista. Pero si era el único médico medianamente decente de aquella isla era lo que les tocaba aguantar. Suspiro mientras la ayudaba a colocarse en el lugar que había indicado y el "doctor" se marchaba en busca de algo que darle. Espera, ¿los calmantes eran para él? Definitivamente aquel señor no estaba bien ni debería ejercer como médico, pero teniendo en cuenta que era lo único que había tendrían que conformarse. En Jaya todo era demasiado complicado y abstracto, por decirlo de alguna manera.

Se dispuso a palpar una vez que volvió y Elina tuvo que arquear una ceja un poco disgustada con las licencias que se tomaba aquel señor a la hora de toquetear a la señorita. Sin embargo, cuando grito aquella tontería de felicidades mama, es un niño, la pelirroja no entendió nada en absoluto. Se acerco un poco y entonces pudo comprobar que efectivamente por muy andrógino que fuera, la persona que tenía delante y a la cual le quedaba fabuloso el vestido, todo hay que decirlo, era un chico.

Suspiro levemente, no solo la había engañado con el tema de la casa si no que ademas tampoco era una chica, aunque bueno, ya le había demostrado que era una caja de sorpresas. Se llevo la mano a la cara y se agarro el puente de la nariz con los dedos frotando un poco. Definitivamente se dolor de cabeza que traía no se le iba a pasar hoy. Al ver como le agarraba la nariz y se ponía a tontear intento parar al doctor — disculpe, si ya hemos solucionado el tema de la bala en el pecho, creo que es hora de irnos — se puso un poquito seria, no tenía intención de seguir en esa consulta más tiempo.

Entre lo extraño del lugar y lo extraño del tipo, no era de extrañar que en cualquier momento apareciese una banda de maleantes a cobrarle una deuda o algo por el estilo. Miro entonces al ahora chico y volvió a suspirar — ¿como te llamas? — por que ahora que lo recordaba, creía que ni siquiera sabia su nombre, así que bueno, era un buen momento para averiguar como se llamaba el pelirrojo. Elina le ayudo a levantarse tras asegurarse de que se encontraba bien y entonces intentó ir hacía la salida, realmente esperaba que aquel tipo no quisiera nada más con ellos, por que bueno, no tenían más que hacer con aquel señor que se hacía llamar doctor y ella aún tenía unas hermanas que encontrar.

- Gacias.

Me yergo cuando se me quita de encima, y aunque creo discernir una pequeña erección entre sus pantalones simplemente no digo nada. Me ha dejado un poco confuso que me llame pollo, aunque lo de que soplara solo me hace pensar que me conoce de algo. Es cierto que muchos médicos se sorprendieron por algo en mi cuerpo, algo así como una capacidad de in... Vale, soy estúpido. ¿Por qué demonios me he puesto naranjas? ¡Si crezco delante de una persona, yo mismo podría haberlo forzado!

Ya de pie, y tapándome yo mismo la nariz hago la comprobación. Soplo, y mi pecho se infla. El bajo pecho no tanto, pero cuando dejo de propiciarlo con los pulmones y uso más el diafragma este comienza a adoptar una forma completamente distinta. Nunca habría dicho que esto podía suceder, pero tengo pectorales burbuja. Sé que a una amiga se le quedaron así hace años tras una cirugía un tanto chapucera, pero mientras no se desnudaba no era apenas perceptible la deformidad.

- Espera un momento, esto se podrá quitar...

Abro la boca un poco y aprieto contra mí, haciendo que un silbido de aire escape entre mis labios y lo intente una vez más, esta vez empezando en una respiración que va desde la más puramente abdominal hasta la clavicular, expulsando el aire también de abajo a arriba. Al final, acabo con un pectoral inflado en forma de pecho. Parece realista, pero cuando lo toco sigue duro -todo lo duro que un globo cubierto e músculo puede estar-. Lo que está claro es que ya tengo una forma perfecta de llenar mi ropa nueva.

- ¡Muchas gracias, doctor! Es usted un genio.

Me cambio de ropa, cogiendo un segundo vestido bastante parecido al primero pero de color rojo intenso. Tardo poco, y me doy cuenta de que el tipo que me ha ayudado tiene no pocos fetiches y yo soy uno de ellos. Bueno, cómo culparlo, soy fabuloso. Pero por desgracia los cuarentones toxicómanos no son mi tipo -si es que tuviera un tipo-, así que salgo detrás de Elina y una vez en la calle le contesto. Supongo que, visto en perspectiva, todo esto ha sido un poco confuso. Así que intentaré ser lo más claro que pueda:

- Me llamo Claude, y...

La puerta se abre de golpe, y el médico sale a la puerta muy alterado, haciendo gestos con el puño.

- ¡Malnacidos, ¿y mi dinero?! ¡Yo no trabajo gratis!

- Bueno, mira, mejor te la explico en otro momento. ¿Nos vamos a tomar algo?

Cargo mis cosas sobre el hombro izquierdo y, con toda la dignidad de la que puedo hacer gala con un brazo medio muerto, me dirijo hacia la taberna más cercana.

¿Qué demonios? Aquello realmente no se lo esperaba en absoluto, ¿aquel chico podía inflar sus pectorales como si fueran dos pechos? Elina cada día se sorprendía más de las habilidades que tenían algunas personas. Cada cual más rara a la anterior. Un suspiro largo y cansado salió de sus labios mientras salían de la consulta de aquel loquero. El nombre la verdad es que tampoco ayudaba mucho a diferenciar al chico entre si era chico o no. Pero bueno, dentro de lo que había el muchacho no estaba mal, era simpático y si tenía el fetiche de vestirse de mujer, pues que lo disfrutase.

— Me parece una idea maravillosa ir a tomar algo, por cierto, es odioso lo bien que te queda ese vestido — no pudo hacer otra cosa más que reír ante su propio comentario. Le quedaba mejor el vestido a él que a muchas mujeres a las que había visto super arregladas y preparadas. Pero bueno, miro de reojo al médico y simplemente siguió caminando, si tenía alguna queja que viniera a reclamar. Eso de echar un poquito de alcohol en una herida y luego ponerse palote tras toquetear a un chiquillo no merecía un sueldo. ¿Qué demonios? en cualquier otra situación Elina le hubiera dado un buen golpe.

No sería la primera vez que tendría que darle una paliza a un tipo por creerse superior o con derecho sobre otra persona. En el coliseo no era ninguna cosa extraña que los gladiadores o los esclavistas se creyeran que tenían derecho de abusar de las jóvenes esclavas, de las sirvientas del coliseo o de aquellas que simplemente eran enviadas a curar sus heridas. Algunas sabían defenderse solas, otras necesitaban un poco de ayuda y Elina era una de esas ayudas que solía ir a rescatarlas o que las acompañaba cuando tenían que ir a ver a alguno de los luchadores. Aunque más de una vez no podía hacer nada por ellas, pues eran enviadas de forma explicita para servir de consuelo sexual.

La idea era acercarse a la taberna más cercana para tomar algo y después seguir su búsqueda, estaba cansada la verdad y había perdido un tiempo precioso de buscar a su hermana Aria. Se suponía que estaba en aquella isla y todavía no había señales de la pelirroja. ¿Realmente estaba allí? También existía la posibilidad de que se hubiera marchado y si eso había ocurrido estaría igual que como había empezado y la verdad es que no le hacía ninguna gracia. Una vez en la taberna pediría algo de beber, tal vez una cerveza o algo así, algo que la ayudara un poco a refrescarse y sentirse un poco mejor.

Piropea mi vestido, aunque noto cierta envidia. Tal vez en el tono que utiliza, en cómo arrastra las palabras... O puede que en la forma de decir "odioso" cuando habla de lo fabuloso que estoy. Que no importa, entiendo que la gente normalmente se pueda sentir insegura con su aspecto, pero no creo que me merezca esa clase de comentarios. Sin embargo, elijo sonreír y devolverle el piropo. Pero para eso, antes intento encontrar en su cuerpo qué debería halagar. Tal vez me haya detenido demasiado tiempo en sus pechos, que aunque los vi antes... Bueno, no es lo más apropiado. Así que opto por algo un poco más inocente.

- ¡Gracias! Seguro que a ti te quedaría aún mejor. Aunque igual te aprieta, con esos ojazos azules.

Una vez razono en mi cabeza me doy cuenta de que, para no parecer un pervertido, tal vez debería haber planteado... No sé, el contraste de sus ojos con el vestido, en vez de sustituir "pechos" por "ojos". Porque, realmente, tiene unos ojos muy bonitos, aunque eso no habría tenido nada que ver con el vestido. De todos modos, la chica es mona, pero si me tengo que quedar con algo... Ese pelo rojo como el fuego. Pero vamos, que después de eso, los ojos que tiene son una maravilla.

- Pero vaya, que tú tampoco estás nada mal. -Por lo menos así suavizo un poco la cagada, supongo.

No me distraigo mucho más. Voy caminando en busca de una taberna que pueda abastecernos de alcohol, comida, tal vez una cama... Incluso, mientras vamos caminando, le comento la posibilidad de compartir habitación para ahorrar. Bueno, para ahorrar no, más bien para poder largarnos tranquilamente sin tener que dejar al otro atrás, pero esa parte me la callo. También le cuento un poco sobre que podríamos coger un par de botellas de vino, e incluso que sé preparar cocktails... Je, cocktails. Sí, me río un poco al decirlo, pero le ofrezco la mejor noche de su vida, porque vamos, cualquier noche conmigo es fantástica.

- E incluso podríamos jugar al poker, a los dados... Si algo tiene esta isla, es que no hay ley. ¡El juego no es ileg...!

Me choco contra un tipo. Lleva gafas de culo de botella y un cartel en su mano. Está tan sucio que apenas puedo reconocer mi cara en él, y da la impresión de que mi cabeza vale treinta berries debido a las manchas, pero es mi cartel. Es entonces que me fijo en la ropa blanca y la chaqueta de oficial. Por los galones debe ser un teniente, así que pongo un brazo delante de Elina para que tenga cuidado.

- ¡Claude von Appetit! -grita, señalándome con el dedo. La gente ha cogido la mala manía de casi tocarme la nariz cuando hace eso-. ¡Alto en nombre de la ley! Y tú, ¡Manos arriba!

Clava la vista en Elina, amenazante. Yo doy un paso al frente y me quedo a apenas un palmo de él. Es algo más alto que yo, pero empiezo a crecer hasta hacerlo parecer algo bajito a mi lado. Me quedo mirándolo desde lo alto, y digo lo único que puedo decir para protegerla. Y aunque los Fancy Cock Pirates ya se han disuelto, lo digo:

- Ni te atrevas a tocar a mi subcapitana.

Vale, definitivamente no se le daba demasiado bien hacer piropos, al menos no cuando usaba una palabra en vez de otra para no sonar mal y aún así sonaba terriblemente mal. Aún así Elina no se lo quiso tener en cuenta, el chico estaba siendo simpático y teniendo en cuenta las vivencias as la que habían sobrevivido pues hombre, era mejor tener la fiesta en paz. Le dedico una sonrisa mientras los dos caminaban por la calle en busca de alguna taberna que resultara interesante y no demasiado deprimente. No le apetecía demasiado encontrarse con alguno de aquellos desgraciados que lo único que querían era molestar y causar líos.

— Es una buena idea esa de jugar a los dados — aunque no le gustaba demasiado apostar así que bueno, simplemente esperaría que no quisiera apostar. Aunque si eran sinceros si habían tenido que robar ninguno de los dos tenía dinero así que bueno, ninguno de los dos tendría con que hacerlo. Iban caminando tranquilamente acercándose a lo que parecía ser una taberna cuando entonces chocaron contra alguien. Elina sostuvo a Claude para que no terminase en el suelo tras chocar con aquel hombre que de repente, se presentó como una especie de marine o eso es lo que creía la pelirroja.

Miro al chico pelirrojo de reojo, así que ¿Claude era pirata? Una cosa tenía clara, Elina no soportaba a los marines y en realidad los piratas le parecían ciertamente curiosos, eran "libres" y eso era una de las cosas que ella buscaba para ella y para su familia. Aunque lo que la sorprendió mas fue que el chico la presentara como su subcapitana ¿que demonios? ¿ahora era la subcapitana de un pirata? Ella no buscaba ser subordinada de nadie y mucho menos de alguien que no conoce. El marine la miro entonces de arriba abajo y sacando pecho se acerco hacía los dos pelirrojos.

— Muy bien mi capitán, ¿que hacemos ahora? — hablo con un tono que se notaba realmente molesto y sobretodo con cierto rintintín sobretodo cuando le llamaba capitán mientras se cruzaba de brazos. Por que bueno, no era su capitán ni lo sería, — por que que yo sepa no acepte en ningún momento que fueras mi capitán — fue entonces que el marine los miro algo confundido. ¿Entonces era o no era su subcapitana? no tenía claro que hacer, si debía o no debía apresar a ambos aunque bueno, si era Jaya seguramente la pelirroja también sería una pirata así que bueno, uno más que menos no importaba.

Lo ha dicho. ¡Lo ha dicho! Soy su capitán. Es una pena que los Fancy Cock Pirates se hayan disuelto, porque haría un buen equipo con Lysbeth y Nassor, los otros dos subcapitanes. Bien pensado, es normal que la tripulación se haya ido al garete, con tanto subcapitán no hay quien gane en sueldos. Además, ¿quién va a limpiar la cubierta? Porque me niego a ser yo, vamos. Faltaría más, ver a un capitán limpiando mientras su barco está lleno de haraganes... Malditos piratas, ¡cómo los odio!

- Ahora, mi subcapitana -le guiño ostensiblemente el ojo- es cuando comienza tu verdadero adiestramiento. Este marine cree ser lo suficientemente poderoso como para derrotarme. -Le arranco el cartel de las manos al tipo, poniéndoselo a Elina delante del rostro para que pueda apreciar mi exorbitada recompensa-. La solución en estos casos siempre es una: ¡Correr!

Aprovecho el momento de indecisión del teniente para agarrar a Elina por la cintura y, con todo el dolor de mi brazo, cargarla sobre mi hombro. Esto mañana va a doler, pero de momento puedo soportarlo. Afortunadamente llevo sandalias, porque si llego a haber optado por robar un par de tacones seguramente esto se me estuviese haciendo todavía más complicado. Sin embargo, de este modo puedo simplemente alejarme, aunque miro hacia atrás y puedo ver que el tipo ha empezado a perseguirnos. Pero yo tengo una estrategia que él seguramente no pueda haber previsto.

Freno en seco y le dejo alcanzarme. Va tan deprisa que apenas puede razonarlo, así que aprovecho y antes de que logre frenar del todo le hago la zancadilla. No sé si me interesa más el tiempo que va a pasar en el suelo porque no puede seguirme o porque verme le va a resultar más complicado, pero lo cierto es que me gustan ambas opciones porque, vaya, yo ahora me voy corriendo por un callejón y santas pascuas. Seguramente el hombre todavía venga por detrás de nosotros, pero por lo menos tenemos un momento de reposar tranquilos.

- Vale, hemos neutralizado el primer peligro para nuestra banda -comento, alegre. Podría fundar una nueva tripulación, aunque nada que me pueda recordar ese evento. La verdad, no se me da muy bien pensar esta clase de cosas, pero algo se me ocurrirá-. Lo primero es que, como yo soy el capitán, yo tengo que elegir el nombre: ¿Qué te parece los Fancy Cock Pirates? Pero no esos de los que formaba parte Dark Satou, sino unos nuevos que no tienen nada que ver. -Sí, definitivamente ese es un buen nombre. Los Fancy Cock Pirates, una nueva e increíble banda de Claude y Elina. ¡Y Lys! Bueno, venga, y también Nassor. El pobre parecía muy ilusionado cuando lo nombre subcapitán, no puedo hacerle el feo-. Y tenemos que decidir nuestra bandera, y nuestra base, y dónde amarraremos. ¿Qué te parece?

No espero que responda. Puede haberse abrumado, y es normal, así que simplemente la bajo de mi hombro y puedo verla cara a cara.

- Ah, y robemos un barco. ¡El megapollo!

Me paso como quince minutos hablando de todas las locas aventuras a bordo del Megapollo. Le van a encantar, seguro.