Problemático Parte 2 {Priv. Claude}

El tipo había crecido de la nada ¿verdad? Elina había tenido que parpadear un par de veces para creerse lo que estaba viendo, no solo se inflaban sus pectorales, si no que encima se inflaba él entero. Definitivamente la gente era peculiar cuanto menos, antes de que pudiera decir mucho más se vio arrastrada por Claude por las calles huyendo del marine. Después comenzó a contarle un montón de planes, desde formar una banda pirata hasta robar un barco al cual quería llamar el ¿megapollo? Definitivamente el chico tenía una imaginación desbordante.

— La verdad es que no tengo intención de unirme a ninguna banda pirata, primero tengo que encontrar a mis hermanas y de todos modos si hiciera una banda, no me subordinaría a nadie lo siento — había tenido demasiadas malas experiencias con gente mandando sobre su persona y no quería volver a repetir aquello. Si alguna vez armaba una banda o algo parecido lo haría siendo ella la capitana junto a sus hermanas, la idea no era mala en realidad. Para poder hacer todo lo que ella quería, desde enfrentarse a la marina hasta renovar su destruida isla, tener el respaldo de una banda era una gran idea. Se encargarían de cumplir los objetivos de todos poco a poco hasta lograrlos todos.

Desde la libertad que ser piratas les otorgaba hasta la enemistad infinita con los marines que ya tenían de por si. Bueno, la idea no era mala, pero antes tendría que encontrar a sus hermanas para hablar con ellas del tema. Si les parecía una buena idea se encargarían de buscar a gente que quisiera conseguir algo junto a ellas y entonces comenzaría su aventura. Aunque la idea de robar un barco no le parecía una mala idea, después de todo la mayoría de los barcos de esa isla serían robados y el barco que tenía ella no es que fuera ninguna maravilla así que bueno, un barco un poco más rápido y potente le vendría bastante bien.

Si quería que sus hermanas estuvieran cómodas en él, poder tener cada una una habitación para no sentirse incomodas después de tanto tiempo separadas. Por un momento se perdió en sus pensamientos pero volvió todo lo rápido que pudo — vale, lo de robar un barco me parece bien, necesito uno más grande — le dedico una leve sonrisa al pelirrojo esperando ver que quería hacer él. Aunque no sabía si después de decirle que no quería unirse a una banda aún querría ir con ella de aventuras por aquella locura de isla. Tal vez mientras buscaban un barco podrían encontrar a su hermana ¿donde diablos se metía Aria en aquella endemoniada isla llena de piratas?

Por un momento agacho la cabeza cuando se niega, entristecido. Sin embargo, en base a todo lo que conozco de ella y a cómo se ha comportado en general... Solo se está haciendo la difícil. Seguro que cuando vea que la banda arranca y se pone en marcha acepta unirse. Hay gente fuerte, como Nassor o Lys. Y estoy yo. Que bueno, aunque tengo que volver a invitarlos a la segunda banda, es obvio que tendrán las mismas ganas de unirse que la primera vez. Así que finalmente decido aceptar con una sonrisa su afirmación -velada- de que en el futuro compartiremos tripulación.

- Por supuesto -digo, muy despacio, giñándole el ojo-, claro que no quieres unirte a mi banda. -Vuelvo a guiñarle el ojo, haciendo un ademán con el brazo, cerrándolo sobre mi pecho.

Lo que me preocupa un poco es cuando menciona que tiene hermanas. ¿Cuántas serán? Y más importante: ¿Más gallinitas para el corral? Estoy al borde de decirle que más vale que sepan cuidar mi barco, porque no acepto inútiles en mi tripulación, pero si se está haciendo la difícil sin duda no es lo mejor que puedo decirle. Además, si induzco a pensar que solo veo a sus hermanas como instrumentos a lo mejor se molesta conmigo, y querría estar en buenos términos con mi subcapitana. Al menos, mientras pueda mantenerlos.

- Está bien -concedo, cruzándome de brazos con una expresión de suficiencia-. Encontraremos a tus hermanas, y algo habrá que sepan hacer. Tampoco podemos dejar a un par de muchachas indefensas en la calle, ¿no te parece?

Sí, sin duda esa es la clase de estrategia discreta que cualquier persona inteligente utilizaría. Aunque no sé ni por dónde empezar a buscarlas, y Jaya aunque parezca pequeña es tan grande que encontrar a una mujer... Bueno, encontrar mujeres es fácil. Lo difícil es que no sean criminales, prostitutas, drogadictas o todo junto. ¡Jaya no es un lugar para dos polluelas! ¿Pero cómo esta chica ha podido tirarse a dormir con esos dos angelitos perdidos por ahí? Debe ser nuestra prioridad. Sin embargo...

- Si estuviesen en Jaya, me habría enterado. -Llevo dos semanas en las calles, algo habría escuchado-. Así que, desde luego, nuestra prioridad debe ser conseguir un medio de transporte. Un barco. Y sé exactamente quién nos lo va a dar... Sígueme.

He estado más veces por aquí. Sé moverme entre los callejones, así que avanzo con determinación hacia el puerto... Y me pierdo. Bueno, no es que me haya perdido, sino que el puerto es más grande que la ciudad y casi forma un nuevo cosmos, con un sinfín de muelles y embarcaderos aquí y allá, formando un laberinto de madera entre el que no termino de saber ubicarme.

Definitivamente el pelirrojo tenía una percepción del mundo completamente distinta al del resto de la humanidad. Pero eso no era del todo malo, si le hacía sentirse mejor pues que disfrutase. Por su parte, Elina tenía sus preferencias claras y sus hermanas siempre iban primero aunque se hubiese visto implicada en aquella locura de aventura que estaban viviendo los dos. No estaba segura de que el chico hubiese entendido del todo bien lo que ella quería decirle, sus hermanas no eran chiquillas precisamente, de hecho eran mayores que ella, pero bueno, era un dato que ella tampoco había proporcionado y por lo tanto no podía culpar su modo de entenderlo.

— Mis hermanas son dos personas muy capaces, no te creas que son unas inútiles o algo así — es cierto que llevaba años sin saber sobre ellas, pero por favor, eran sus hermanas. Estaba segura de que eran dos mujeres echas y derechas que podían hacer lo que quisieran. Siempre habían sido muy apañadas y lo habían demostrado en el trabajo de la casa del esclavista. Recordar aquellos días la molesto un poco, odiaba a aquella gente y aunque se había desecho de ellos, sabía que aún quedaba gentuza como aquellos hombres pululando por el mundo. Los esclavistas eran personas terribles y merecían ser eliminados del mapa.

Pero dejando aquellos pensamientos asesinos a un lado se centro en la idea de que el pelirrojo sabía donde conseguir un barco. Decidió seguirlo y aunque se notaba que los problemas le perseguían, debía admitir que el chico le había caído bien. Dieron unas cuantas vueltas y llego un momento en que Elina creyó que habían pasado varias veces por el mismo sitio, eso o que las calles de aquella maldita isla se parecían demasiado entre si. — ¿Nos hemos perdido? por que la verdad...lo parece — mencionó aquello de forma distraída mientras observaba a su alrededor, nuevamente una calle que se le hacía conocida. Sin embargo al final consiguieron llegar al puerto y de nuevo se pusieron a dar vueltas.

Algo de lo más normal teniendo en cuenta que el dichoso puerto parecía mucho más grande que la propia ciudad. Aunque siendo una isla de piratas era lógico que el puerto tuviera aquellas dimensiones. Tenían que conseguir que entrasen los barcos de todos aquellos que quisieran atracar y cuanto más gente fuera allí a vivir, más muelles se creaban, mas barcos había y aquello era un circulo vicioso que parecía que nunca llegaría a tener un fin. Pero bueno, por ahora lo único que quería era encontrar un barco con el cual poder seguir surcando los mares y tener sitio suficiente para que su familia pudiera viajar con ella.

Perfecto, ha picado el anzuelo. Al tirar del hilo con sus hermanas, ella misma acepta formar parte de la tripulación y hasta defiende que las niñas tienen grandes habilidades. No sé a qué se refiere, pero espero que no me esté vendiendo a estas chicas para nada raro. Aunque pensándolo bien Elina no parece la clase de chica que venda a sus hermanas como esclavas sexuales, al menos no de una forma tan gratuita y descarada. Por ello, tomo la sabia decisión de no indagar más en el tema, tan solo confirmando algo para darle un poco de jabón:

- Si han salido a su hermana, deben ser increíbles -afirmo-. Pero seguro que contigo rompieron el molde.

Todo el mundo sabe que se cazan más moscas con miel que con vinagre, y si ella ya ha aceptado -aunque no lo admita- formar parte de la gran tripulación de los Fancy Cock Pirates, como mínimo tengo que hacerla sentir valorada. Que seguro que es muy capaz en todos los sentidos, pero nunca está de más recordarlo porque, si cree que no veo todo lo que ella puede ofrecerme, no me va a seguir. O al menos no con tanta lealtad como espero de mi subcapitana. Así que si tengo que cargar con dos niñas por ella, lo haré. Aunque, de verdad, espero que sepan hacer algo, aunque sea usar una fregona o remendar velas, porque lo vamos a necesitar.

En cualquier caso, Elina se ha dado cuenta de que nos hemos perdido un poco. Tampoco puedo culparla, porque sí es cierto que hemos dado un par de vueltas por aquí, pero aparte de que esto es catastróficamente grande, estoy buscando un barco en concreto, uno que seguramente nos haga mejor servicio que cualquiera de estos veleros cutres. Aunque no sé por qué no lo estoy viendo, si debería destacar como un calvo en la peluquería.

Sigo caminando, confuso, mientras intento pensar como lo haría el barco... O bueno, más bien, intento pensar como la gente que lleva el barco. Es muy grande, calado hondo, extremadamente llamativo... La verdad, yo no lo dejaría cerca de la costa, pero eso dejaría sin apoyo táctico a mis hombres, así que, ¿qué? ¿Dónde estará el barco? De verdad, quiero encontrarlo, pero no sé cómo.

- Vale, creo que sé cómo ubicarnos. -No es un plan muy meditado, pero no puede fallar-. Solo necesito una ardilla, una cuerda y...

No llego a terminar la frase, porque el mismo Marine aparece delante de nosotros. Me da hasta un susto y, al darme la vuelta para ver el mar, me doy cuenta de que hay una gigantesca lona de color azul cubriendo algo. Me quedo mirándolo y... Por un lado es una suerte haberlo encontrado, ¿pero cómo vamos a sacarle la lona?

- ¡Piratas! -grita, y empieza a haber movimiento bajo la lona. Parece que los problemas se solucionan solos. Más o menos.

No sabía lo que estaban buscando realmente, sabía que era un barco pero no sabía cual y el ir andando sin saber lo que iba buscando la ponía un poco nerviosa. Esperaba que el pelirrojo diera con su objetivo tarde o temprano o terminarían en un laberinto sin salida. Se rió un poco ante las palabras que le dedicaba Claude. Así que sus hermanas eran maravillosas pero con ella habían roto el molde. Una forma interesante de halagarla desde luego, teniendo en cuenta que Elina lo máximo que había recibido en el coliseo eran piropos barrio bajeros y bastante asquerosos. Tampoco se puede esperar más de alguien que disfruta viendo torturas y cosas parecidas.

De repente apareció el marine con el que se habían topado antes y tras gritar como un poseso la palabra piratas un trozo de una lona azul se movió y comenzaron a salir un montón de tipos vestidos igual que aquel hombre. Pero vamos a ver, ¿Jaya no era una isla de piratas? lo lógico es que puedas encontrar piratas por todos lados. Que afán tenía ese tipo de meterse donde no le llaman. Miro a Claude y luego al marine — supongo que ¿este es el que buscamos? — señalo con un dedo al trozo de barco que se veía debajo de la lona. No era una mala idea llevarse un barco de la marina, no le caían bien esos estúpidos uniformados.

El marine se envalentono ahora que tenía a sus amigotes con él y dio un paso al frente para encarar a Elina. Esta suspiro de forma larga y dio un paso al frente, — asquerosos piratas, voy a barrer el suelo con vosotros — un movimiento rápido del brazo de Elina hizo que su puño terminase clavado en la cara de aquel marine, que sin poder evitarlo acabo en el suelo mientras se sujetaba la nariz con las manos. — Asqueroso tu y todos los que llevan ese uniforme — no tardaron en ir a ayudarlo y en ponerse en guardia dispuestos a ir contra la mujer y el pelirrojo que iba a su lado.

— ¡Atraparlos, son Claude el básilisco de Tessalia y su subcapitana! — tras aquel grito todos se pusieron mucho mas serios. ¿Pero tan conocido era aquel chiquillo? si tenía peso pluma, aunque bueno, ya sabía de sobra que las apariencias engañan y tampoco sabía si su compañero era un experto combatiente o algo parecido. Tal vez era alguien impresionante o tal vez simplemente alguien con demasiada suerte que termina consiguiendo atraer los problemas como las moscas a la miel. No tardo mucho en formarse cierto revuelo alrededor de ellos, después de todo en una isla como aquella, una pelea contra marines era un acontecimiento digno de verse.

Intento comprobar las dimensiones del barco a ojo. Parece medir unos cincuenta metros de largo por... ¿Dieciocho? Unos dieciocho metros de ancho. Si nos dejamos guiar por las proporciones de la Marina según el manual, este medirá unos veinti... ¿Seis? de calado en su punto más bajo, con velamen de al menos ochenta metros cuadrados en el palo mayor y doble mesana. No puedo verlo con tanta lona, pero desde luego cualquiera se daría cuenta de que es un barco magnífico. Y por su aspecto, hemos tenido mucha suerte de encontrarnos a un oficial de segunda, porque como mínimo pertenece a un comodoro.

- Es justo el barco que queríamos -confirmo, ojeándolo a fondo. Es incluso mejor de lo que queríamos, pero tampoco quiero preocuparla y que piense que estamos mordiendo más de lo que podríamos tragar.

De pronto empiezan a salir un montón de marines de debajo de la lona, algunos recogiendo los rebordes para meterlos dentro de cubierta. Reconozco, y esto no suelo hacerlo, que es casi hasta ingenioso usar una lona tan lograda para simular el cielo, pero la Marina debe reconocer también que gastar tanto en una maldita tela que ni siquiera tiene pinta de poder guardarse en ningún lado es un lujo estúpido. No sé quién estará a cargo en esta nave, pero sin duda estamos ante un inepto manirroto. Le voy a dar semejante capón que... Je, capón.

Elina parece desenvolverse bien con los que van llegando, así que cuando un recluta se lanza a por mí salto sobre su hombro y lo utilizo de trampolín para engancharme a la lona con mi cuchillo cebollero. Me apuntan con sus armas, pero no disparan por miedo a que haya un compañero tras la lona y matarlo a él, así que estoy a salvo. Empiezo a escalar, no sin antes darle ánimos a Elina:

- ¡Venga Elina, que tú puedes! -grito desde una altura ya de ocho metros-. ¡Hazlo por tus hermanitas!

Sigo subiendo. Solo espero llegar a tiempo, porque si de verdad hay un comodoro en el barco... Confío en Elina, al menos en lo que respecta a encargarse de un teniente y unos cuantos reclutas, pero los altos cargos de la Marina tienden a atesorar un poder inenarrable. Sin duda tengo yo muchas más papeletas que ella. Pero ahora ya no tienen miedo a dispararme, y un tiro me pasa extraordinariamente cerca.

Intento apurar todo lo que puedo, aunque no es fácil y varias veces rajo la tela sin querer hasta que llego al carajo, donde un montón de cuerdas sostienen la estructura de lona que, de caerse, podría provocar un lío tremendo. Sin embargo también están aquí las manivelas del mecanismo, así que empiezo a girarlo, haciendo que la lona baje. Mientras esta caiga, subirla será más complicado. Y una vez bajada del todo podremos ver cuánta gente hay dentro.

- ¡Confío en ti! -sigo dando vueltas al mecanismo, aunque seguramente desde abajo ha parecido que estoy huyendo. Pero bueno, no pasa nada; muy pronto todos sabrán qué hago aquí.

Esos malditos marines eran como una plaga, parecía que no se terminaban nunca. Salieron una cantidad de uniformados de debajo de aquella tela que realmente Elina no pudo hacer otra cosa más que sorprenderse. El barco era grande pero eso era ya hasta ridículo, por alguna razón la escena podría recordar perfectamente a un coche de payasos de esos que salen diez payasos de un solo escarabajo. Pero dejando el símil de lado, Elina no tuvo más remedio que utilizar sus espadas al ver tanto marine suelto. Algunos de ellos la atacaban con sus manos desnudas y otros con espadas y pistolas.

Los  primeros eran derribados con la fuerza suficiente como para que no quisieran levantarse de nuevo, los segundos y los terceros eran más complejos, sobretodo cuando eran una gran cantidad de ellos atacando al mismo tiempo. Sin embargo Elina se desenvolvía bastante bien con ambas espadas y debido al temor de herir a algún compañero los pistoleros dejaban de lado sus pistolas e intentaban atacar a la mujer de otra forma. Por un momento espero que Claude estuviera luchando con ella, pero el muy desgraciado se había largado y se había internado en el barco.

¿Qué cojones? ¿Pensaba irse sin ella? Elina gruño con fuerza completamente furiosa, realmente la gente era una maldita traicionera y cuando lo pillara le iba a dar tal paliza que lo iba a mandar al fondo del océano de una patada en el culo. Recibió un par de cortes en piernas y brazos, pero la pelirroja estaba acostumbrada a las heridas de batalla y no tenía pensado parar de pelear por mucho que se sintiera un poco abrumada por la situación. Eran muchos, tenía que buscar un sitio donde no pudieran hacerle un corillo como acababan de hacer. Golpeo a uno de los marines en el pecho y lo tiro de una patada, hizo girar su cuerpo con las espadas listas para hacer un poco de limpieza.

Una vez logro aquello saltó se escabullo entre dos marines y se metió en el barco, usaría las zonas de aquel navío para poder moverse y evitar que los marines pudieran acorralarla con tanta facilidad por todos lados. — ¡Pues deja de confiar en mi y baja aquí a ayudarme maldito Claude! — su voz sonó llena de furia y entonces de su cuerpo salió una luz bastante potente que cegó a los mas cercanos provocando que la mujer pudiera tirarlos por la borda y librarse de unos buenos pocos. Realmente aquello era una locura ¿como había llegado a aquella situación? peleando sola contra una tropa entera de marines mientras el desgraciado que se supone que tenía que luchar a su lado se largaba y la dejaba tirada.

Y las ruedas siguen girando. Poco a poco todo baja, pero Elina parece tener un poco de prisa. Me asomo por el borde y puedo verla en medio de una decena de soldados, pero tampoco es algo de lo que debiera preocuparse. Tal como se ha encargado hace un momento de la mujer y cómo se las gasta en carrera, ella sola puede... O no. Tal vez sí que está teniendo problemas serios, y yo estoy aquí siendo un insensible con sus problemas. A veces se me olvida que no todo el mundo es tan increíble como yo. Ah, maldita sea.

- ¡Me coges un pelín ocupado!

No digo mucho más, pero las lonas ya están suficientemente bajas como para no causar un desastre y la pelirroja se ha colado en el barco, así que corto las cuerdas, ya tensas, que sostienen el telón. Este suena como una lámina de acero, extraordinariamente pesada, mientras las cuerdas emiten un sonido tan grave que no sé ni describir. Pero la cuestión es que caen fuera de la cubierta, dañando seriamente el muelle y desbalanceando el barco por unos segundos. No mucho, pero sí lo suficiente como para que trastabille un poco. Por suerte la peor parte se la llevan los Marines del puerto, que seguramente acaben de ser aplastados por su propio camuflaje. Yo solo he acabado agarrado al carajo, entre lograr hacer fuerza con el brazo y caer al vacío, rezando por no matarme, que la madera del muelle no esté podrida, no caer al agua, no torcerme el tobillo y no... Espera, ¿qué demonios?

Dejo de asustarme y respiro por un momento. Parece que nadie se ha dado cuenta de que sigo aquí, así que puedo guardar el cuchillo. Es una situación complicada, pero lo envaino cuidadosamente antes de agarrar con mi segundo brazo el tablón de vigía. No, no planeo utilizar mis brazos para esto, pero empiezo a ir y venir, columpiándome sobre mi propio cuerpo hasta que me suelto y abrazo el palo como si se tratase de una cucaña. Y es entonces, cuando usando las manos solo de apoyo e impulsándome con las piernas, que logro escalar de vuelta al puestecillo de vigilancia. Todo se ve demasiado bien desde aquí, pero no percibo a ningún comodoro con la mirada.

Me agacho para ver con más precisión, pero algo me distrae tocándome educadamente el hombro. Me giro y me asusto cuando de pronto una estocada intenta atravesar mi ojo, pero ruedo lo poco que puedo para evitarlo. El espadachín, si se le puede llamar de alguna forma, que me ha intentado hacer un piercing nasal lleva chaquetón de oficial y galones, cómo no, de Comodoro. Lo señalo con el dedo, como si fuese a disparar algo inesperado, y en su momento de duda logro zafarme y alzar las piernas. Cómo agradezco en ocasiones que este mundo esté lleno de engendros.

- Von Appetit -me saluda, con tono funesto-. Debes ser neutralizado, en nombre de la Justicia y la Marina.

- Venga, ahora cuéntame una que no me sepa.

Cruzamos un par de golpes que no llegan a nada. Él utiliza una espada sencilla, y yo le respondo con las piernas. De una patada logro hacerlo dar un paso atrás y conducimos nuestra batalla sobre una de las vergas, haciendo que sea casi imposible percibirnos desde abajo. Él avanza, yo retrocedo. Yo avanzo, él da marcha atrás. No parece que ninguno de los dos vaya a hacer nada, pero si es como yo nos estamos midiendo. Aunque él no cuenta con mi secreto: No estoy usando armas.

Bueno, en realidad seguramente se haya dado cuenta. Llevo una espada al cinto. Pero eso es otro tema.

Realmente no sabía donde estaba Claude, en el fragor de la batalla lo había perdido de vista por completo. No dejaba de moverse, no paraba de correr de un lado a otro intentando escapar y buscar huecos en las defensas de sus enemigos. ¿Por que diablos tenía que encargarse ella sola de semejante mini ejercito marine? No entendía como podían ir tantos juntos en un solo barco. Estaba empezando a enfadarse de verdad, puede que la mujer al principio solamente buscase librarse de ellos sin pasar a mayores, pero ahora la cosa se estaba poniendo realmente sería y aunque tuviera que llenar de sangre su barco nuevo lo haría.

Sus ojos brillaron peligrosamente mientras cambiaba su modo de pelear, mucho más agresivo, mucho más bestia. Sus espadas ya no se movían para golpear o para apartar a los enemigos, ahora iban con la intención de cortar todo o que se metiera en su camino, de cercenar brazos, piernas, todo lo que se pusiera en su camino. Los gritos no tardaron en resonar por el lugar mientras la sangre comenzó a salpicar su cuerpo y el barco entero. Por un momento los marines se alejaron un poco de ella, ahora la cosa no estaba siendo tan fácil para ellos.

Lo que antes era un acoso constante por parte de las filas marines contra una sola mujer, ahora se había convertido en una cacería por parte de una leona hambrienta contra una manada de gacelas asustadas. Sin embargo los marines se recuperaron como buenamente pudieron de la impresión y se reorganizaron para seguir atacando a la pelirroja. Elina se defendía y continuaba atacando con ferocidad, ahora no hablaba, no llamaba a Claude, realmente ya ni recordaba que andaba por allí con ella. Por el momento su instinto de supervivencia era lo que prevalecía dentro de ella. Quería acabar con todos aquellos sujetos que se habían atrevido a meterse en su camino.

Su espada atravesó el estomago de uno de los marines y la otra cerceno parte del costado derecho de otro. Ella había recibido heridas también, cortes considerables por aquí y por allí pero no paraba, esa mujer era un completo problema cuando entraba en aquel estado metal. — ¿Cómo puede ser que se nos este complicando tanto esto? ¡solo son dos! — los marines estaban molestos, intrigados por lo que estaba ocurriendo realmente con aquellos dos aunque Claude estaba completamente desaparecido así que no sabían mucho de él, tenían suficientes problemas con la pelirroja por ahora. Todos ven como la tela de camuflaje que usaban termina espachurrando a unos cuantos marines del puerto, ¿que conveniente no?

Lo cierto es que pelear sobre las vergas es una experiencia bastante estimulante. Ya si no fuese por mi vida la estaría disfrutando, pero los constantes intentos de apuñalarme mientras trato de hacerlo caer contra la cubierta empiezan a resultar bastante molestos. No le digo nada por cortesía. Y porque pierdo el aliento si no me centro en mi respiración mientras mantenemos un combate tan intenso. Porque, aunque si pudiese meterle un empujón todo iría mejor, ni yo tengo fuerza ni parece que su espada esté muy de acuerdo en que invada su espacio personal.

De todos modos, tiene un estilo de combate muy agresivo que coordina con un equilibrio sorprendente. Estamos en medio de un palo no mucho más ancho que mis pies, casi constantemente en movimiento, y aun así es capaz de dar poderosos tajos que resultarían devastadores para cualquiera. No puedo evitar fijarme en él tras un rato, encontrando algo que me suena mucho: Cabellera rubia, corta, con una perilla de mago bastante hortera y hombros anchos. He visto a este señor antes, ¿pero de qué? Si me dejo guiar por la barba seguro que de ningún lugar bueno, pero si me llevo por sus golpes solo hay una respuesta posible.

Esquivo por los pelos un fuerte corte, tanto que el filo roza la madera. Yo aprovecho mi oportunidad, cómo no, y salto sobre su espada. Esta se hunde ligeramente, y antes de darle tiempo a reaccionar me impulso con ambas piernas para salir disparado contra su mentón. Pero se agacha, así que ahora estoy volando mientras a mi espalda un señor con espada me mira con muy malas intenciones. Bueno, no sé si son malas o buenas, pero lo que es seguro es que quiere matarme. O algo peor.

Afortunadamente por mucho que pueda girar la cabeza el tema de los pies es otro cuento, así que estoy a salvo hasta que termino de caer como buenamente puedo, estando de espaldas a un señor que quiere cargar contra mí. No sé si es la mejor de las ideas, pero abro las piernas y me dejo caer deslizándome con una hasta que quedo colgado en vertical, enganchado de una pierna. Él... Bueno, pierde el equilibrio y acaba de una forma muy similar a mí, así que esto podría ser considerado tablas.

- ¡¿Qué tal vas ahí abajo?! -pregunto, sin ver por dónde anda, antes de volver a subir-. ¡Aquí arriba hace algo de viento!

Conseguimos subir ambos, él un poco antes que yo, pero para cuando va a golpearme con su espada logro croquetear hacia atrás y levantarme con una voltereta sobre la cofa. Agarro una de las cuerdas y me preparo para que embista. La polea está tensa y no creo que esto termine de ser buena idea, pero agarro con firmeza y la corto, lo que me hace salir volando para acabar en lo más alto del palo mayor, donde solo me cabe un pie. Sin embargo, este tipo no me puede atrapar. Tengo unos segundos para pensar, y voy a aprovecharlos.

- ¡Baja aquí, cobarde! -me grita, pero hago oídos sordos. Tengo que encontrar la forma de romper este empate técnico.

Un golpe imprevisto le llega a la pelirroja, este golpe hace que caiga al suelo y que una de sus espadas salga rodando por la cubierta del barco hasta mas o menos la mitad de la misma. Comienza a rodar para esquivar las espadas y los golpes de los marines que querían aprovechar que estaba en el suelo para acabar con ella de una vez por todas. Pero no era sencillo pillar a aquella mujer, es cierto que se llevo algunos cortes más, que su sangre ahora se mezclaba con la sangre de sus enemigos y que aquella sinfonía macabra se seguiría sucediendo hasta que la lucha llegara a su fin.

Consiguió levantarse aunque se quedo a mitad de camino para rodar hacia adelante aprovechando el movimiento para con la espada que aún tenía cercenar un par de tobillos. Con aquella voltereta consiguió llegar hasta el lugar donde reposaba su arma y la tomo de nuevo para continuar la batalla. La voz de Claude sonó lejana en su cabeza, ¿realmente le estaba hablando del viento en un momento como aquel? Elina perfectamente podría parecer una pesadilla, una visión perturbadora de un monstruo salido del infierno para llevarse las almas de aquellos pecadores que no han sido capaces de redimir su alma antes de morir.

Sin embargo, ella era luz, eso era algo que había descubierto con el paso del tiempo. Su vida la había llevado a un sendero peculiar, el sendero de una luz de siete colores. Gracias a aquella fruta que había comido tras abandonar el coliseo, había obtenido un vinculo mucho más fuerte con su tierra natal. Pero en aquel momento no había tiempo que perder, no podía ponerse a pensar en cosas innecesarias en mitad de una pelea, de repente algo la hizo moverse hacía un lado, una especie de brillo y una voz en su cabeza. Se movió hacía un lado y una patada por su parte al rostro de un marine hizo que este cayera totalmente derrotado al suelo, seguramente le habría roto la nariz o habría provocado que un par de dientes le salieran volando. ¿Qué había sido eso? No estaba segura, pero desde luego le había salvado de una herida potencialmente peligrosa que podría haberle cercenado parte del brazo derecho.

Esperaba que al menos tuvieran buen seguro dental, Elina levanto la mirada buscando a Claude y lo vio allí de pie en el palo mas alto de aquel barco. Realmente iba a darle una paliza si lograba salir viva de esta ¿estaba mirando la batalla como un juez de linea mira un partido de tenis? La pelirroja gruño con toda la ferocidad que poseía en aquel momento y volvió a lanzarse a la batalla, cada vez quedaban menos marines y de la ingente cantidad que había salido de aquel barco, quedaban solamente diez. Diez tipos que le estaban dando muchos problemas y una cantidad terrible de quebraderos de cabeza — ¡Claude deja de jugar al escondite! — no entendía como podía dejarla allí abajo a merced de todos esos hombres sin un poquito de ayuda.

- Lo cierto es que no me parece lo más adecuado -contesto al hombre, todavía pensativo, desde lo alto del mástil.

La verdad es que mantener el equilibrio aquí es algo un poco complicado, pero la perspectiva de que el oficial de la Marina esté saltando sobre el carajo intentando alcanzarme me hace un poco de gracia. En cualquier caso, tal vez debería ir pensando en una forma de solucionar este tema antes de que consiga subir y cortarme. Cabe decir que mientras salta no tiene apoyo para golpearme, pero en algún momento decidirá usar el arma como escalón para llegar hasta mi tobillo y tirar de mí... En fin, la situación seguiría sin ser tan crítica como para preocuparme, pero tendré que esforzarme un poco para decantar esto a mi favor. Y creo que tengo una idea.

Justo cuando salta a por mí, yo salto sobre él. Un movimiento inesperado, y su espada intenta alcanzarme sin lograr mucho cuando me poso en su cabeza, haciendo que cuando pisa tierra de vuelta suelte el arma, llevándose ambas manos sobre el cráneo. Yo tengo que hacer gala de todo mi equilibrio para poder saltar adelante sin caerme al vacío, y vuelvo a quedar sobre la verga. No obstante, me da tiempo de darme la vuelta.

- Hay una ley por encima de cualquier justicia, marine -digo, desenfundando el cuchillo-. La ley de la gravedad.

No sé mucho de la gravedad, pero si te cae una manzana en la cabeza duele. Si te cae un coco, duele bastante. Si te cae un hombre de cerca de ochenta kilos mientras saltas hacia arriba y luego te das un topetazo entre suelo y enemigo, duele mucho. Por eso le doy un momento para reponerse, aunque seguramente tenga ya el equilibrio un poco trastocado por el golpe. De hecho se tambalea y apoya contra el palo, sin saltar al palo conmigo. No quiere pelear; no al menos por ahora, y yo le devuelvo el favor: Él no me ha cortado la cabeza mientras no miraba, así que yo le voy a dar al menos hasta que crea que puede pelear. Aprovecho además este momento para seguir dándole ánimos a Elina:

- ¡Son solo unos mataos, tú puedes!

- Siempre has sido... Un cretino. -Da un paso hacia mí-. ¿Quién es esa? ¿Por qué a ella sí la animas?

Me quedo mirándolo, sin entender. ¿Entonces, él a mí también me conoce? Espera, creo que ya sé quién es.

- Porque si cree que no puede ganar dejará de luchar, Ajax. Tú, en cambio...

- ¡Me llamo Agni!

Se lanza a por mí. Parece que le he tocado fibra, porque si bien antes parecía controlar sus movimientos ahora se abalanza con fiereza. Aun así no tropieza, y al interponer el cuchillo mi brazo cede. No mucho, pero tal vez no resista un segundo ataque si no me posiciono más correctamente. Y entonces, una nueva descarga viene a por mí.

No sabía que había sido aquel brillo y esa vocecita en su cabeza que la había hecho moverse. Pero fuera lo que fuera debería estarle agradecida, realmente agradecida. Empezaba a cansarse, quedaban diez, si, pero esos diez eran o los más listos y preparados o los más torpes y cobardes. Pero la verdad es que parecían más los primeros que los segundos. Elina se coloco en posición nuevamente, movió las espadas un par de veces haciéndolas girar sobre si mismas, colocó entonces la derecha mirando hacía atrás mientras la sostenía con fuerza.

— Vamos, venid aquí perros del gobierno — escupió al suelo, su rostro y su cuerpo al igual que aquella ropa negra que habían robado de la casa estaban completamente salpicados de sangre. Elina había recibido una buena cantidad de golpes y de cortes y estaba molesta, le enfurecía pensar que no podía ser lo suficientemente dura como para aguantar esos cortecitos. Le recordó al momento en que lucho contra los hombres de los esclavistas del coliseo y la dejaron hecha un guiñapo. ¿No había cambiado nada desde entonces? ¿no había logrado ser más fuerte, más dura? Aquello no podía ser cierto, no podía serlo.

Con furia se lanzó contra los marines en el momento en que estos dieron un paso hacía ella, eran unos cobardes, no sabían atacar de uno en uno. Los diez se lanzaron contra ella como perros hambrientos que ven un hueso o un trozo de carne que devorar. Al primero le asesto un rodillazo en el estómago, al segundo le corto con la espada derecha, sin embargo recibió varios golpes y cortes por parte del resto. Era una sola después de todo y aunque sus movimientos eran rápidos no le daba tiempo a abarcarlos a todos al mismo tiempo. Gruño, no podía dejarse derrotar en aquel momento, no podía permitirse morir en aquella situación, nunca. Aún tenía que encontrar a sus hermanas, aún tenía que reconstruir su isla.

Aria estaba en aquella jodida isla, su hermana Aria estaba en Jaya y no iba a morir antes de verla de nuevo, no lo haría. No conseguirían hacerla caer en aquella maldita contienda, el brillo de una espada llamó su atención por encima del resto, iba directa a su cara, levanto su brazo para interponer la espada pero otro marine la freno con la propia. Elina coloco entonces el brazo ante la otra espada, prefería que le cortaran en aquella extremidad antes de que le dieran en la cara. Sin embargo, cuando la hoja de la espada choco contra su cuerpo este brillo por un momento en un tono grisáceo y la espada del marine revoto como si hubiese chocado contra un muro y salió volando. Estaba teniendo mucha suerte o los dioses se estaban apiadando de ella aquel día.

No tengo tiempo, pero reacciono lo mejor que puedo. El golpe del marine cae contra mi cuchillo, pero yo encuentro la manera de no ceder. El ángulo correcto de inclinación hace que él necesite demasiada fuerza para torcer mi agarre, la inclinación adecuada de mi cuerpo y la flexión de mis piernas permiten que absorba la mayor parte del impacto, aunque me hace un gran daño en los talones. Nota mental, para la próxima apoyarme levemente sobre las puntas. No porque así se distribuya mejor, todo lo contrario, sino para que los talones se muevan en lugar de dañarse con la fuerza del choque.

- Esa ha sido buena. -Retrocedo un paso, teniendo cuidado de no caerme por el borde ni dar un paso en falso.

No responde; en su lugar manda un nuevo tajo, esta vez ascendente, que intento bloquear y me roza la pierna. Ajax es un viejo conocido, de hace muchos años. No creí que me lo volvería a encontrar nunca, pero el mundo es un pañuelo. Tampoco esperaba que llegase a ascender tanto, pero eso solo demuestra que yo podría haber llegado más arriba, así que supongo que su ascenso es un halago a mi persona. Sin embargo, que sea él y no otro el que está a cargo de gobernar la nave explica bastante bien por qué había un marine con mi cartel de recompensa en medio de Jaya. Como mínimo, solo él podría odiarme tonto y, además, solo hay una persona en este mundo tan estúpida como para meter a un marine en la ciudad sin ley en solitario. ¿Qué podía esperar de eso? Si hubiese sido otro, o incluso si alguien se hubiese percatado de su uniforme con un poco de maldad, probablemente habría muerto.

Me quedo mirándolo. Tiene mucha suerte de que con esta ropa no me sienta del todo cómodo, porque si no ya le habría hecho tragar polvo. Además está empezando a calentarme, y me queda poco espacio para evitar su nuevo embate, un corte diagonal que de nuevo detengo con el cuchillo. Ángulo, posición... Vale, esta vez me va un poquito mejor, pero me escoro hacia un lado y creedme si os digo que caerse de culo sobre una verga resulta bastante desagradable. Además estoy casi al borde y ya no voy a poder esquivarlo si todo se tuerce. Sin embargo, tengo la vieja confiable a mano.

Sonríe en silencio, tan solo mirándome, y alza ambas manos para manejar un golpe de impacto mucho mayor. Yo me preparo, cuchillo en mano, y justo cuando él baja los brazos yo subo la pierna, dándole un puntapié en la entrepierna que me permite bloquear su espada fácilmente y ganar el tiempo justo para levantarme en lo que él trata de mantenerse de pie y, a un tiempo, lo más encogido posible.

- ¿Te acuerdas del Nuevo Mundo? -le pregunto, con el cuchillo apuntando hacia él-. Solo sobreviviste a Thesalia porque yo te cuidé, Ajax. Solo volviste de Wano porque yo cargué contigo. Tengo todo el derecho del mundo a ser un cretino, porque me lo he ganado; a lo que nadie tiene derecho es a lo que tú hiciste.

Le pego una patada en la cara, tan fuerte que sale volando hasta la pequeña plataforma de madera, y camino hacia él, ignorando el hilillo carmesí que salpica mi vestido. Cabeza, entrepierna, cara... No debería ser capaz de levantarse, pero de nuevo lo hace. Y me ataca. Bastante más torpemente que antes, tanto que casi ni me esfuerzo para que mi brazo no se desvíe al frenarlo: Lo corto en seco.

- ¡Tú no me salvaste, te salvaste a ti! -me grita-. ¡Si me hubieras dejado morir jamás habrías podido...!

- ¿Acceder a las pruebas? -pregunto-. Déjame que te diga una cosa, Ajax... -Noto cómo la vena en la frente se le infla cada vez que no pronuncio su nombre, y contengo mi sonrisa-. Antes de conocerte ya estaba admitido en ellas, porque soy mejor que tú. Y eso no lo cambia una capa. Solo eres un secundario de pacotilla. Ni siquiera me acordaba de ti hasta hoy, ¿y cómo decías que te llamabas?

Entonces, él sonríe. Odio cuando hacen eso.

Una sonrisa se formo en los labios dela pelirroja cuando sintió como aquella espada desaparecía de las manos del marine y le pego una patada entre las piernas que lo dejaría inmovilizado al menos durante un rato, eso si no lo había dejado estéril de por vida al muy desgraciado. Cogiendo la muñeca de otro tiro de él para golpear su nuca y después lo lanzó volando contra otro de los marines. Quedaban seis, no podía relajarse todavía pero realmente no entendía como diablos Claude se estaba librando de aquella pelea que se había formado en el barco. Iba a darle una cantidad de golpes cuando lo pillara que lo iba a usar de saco de boxeo durante un par de horas al menos.

Gruñó como toda una fiera mientras seguía luchando y los piratas que habitaban la isla de Jaya, los maleantes, los criminales que rondaban el puerto se habían reunido para ver aquel sangriento y grotesco espectáculo. Animaban a la mujer que se estaba haciendo cargo de aquella escoria marine, después de todo en aquel lugar no eran bien recibidos los agentes del gobierno por obvias razones. Elina entonces saltó se apoyo en el pecho de uno de ellos con su pierna derecha y apretando con fuera para usarlo como impulsó giro hacía atrás realizando una voltereta para salir del circulo que nuevamente habían formado los marines a su alrededor.

Aquella voltereta la posiciono detrás de dos de ellos a los que golpeo con los mangos de las espadas en la nuca. — ¿No os cansáis de ser tan plastas? — parecía que no tenían intención de detenerse, por mucho que notara el miedo en los ojos de aquellos hombres no estaban dispuestos a parar. Habían recibido ordenes y eso era algo que la ponía enferma. Entendía que tuvieran honor o que defendiesen su valor, pero simplemente se mantenían allí dispuestos a morir por seguir ciegamente las ordenes de alguien sin saber si realmente debían atacar a aquellas personas o no.

Aquello es lo que habían hecho con su isla y eso la enfurecía muchísimo. De nuevo un golpe tras otro fueron suficientes para tumbar a uno más. Quedaban dos, dos marines dispuestos a darle pelea a la pelirroja que había logrado desbaratar por completo con todo el comando marine. Los rumores entre los espectadores no tardaron en aparecer, recorrían el puerto de forma veloz y del mismo modo llenaron las calles de Jaya con rumores y noticias de la gran pelea que se estaba llevando acabo en el puerto entre una joven pelirroja y un barco entero de marines bien armados y uniformados. Le quedaba poco para ir en busca de Claude y pedirle explicaciones, no entendía como podía tener tanto morro de estar por hay escondido mientras ella se estaba partiendo el lomo por el lío en que los había metido con el marine.

Por un segundo parece que el tiempo se detiene. Atiendo a cada mínimo movimiento de su cuerpo, fijándome en cada pliegue de su piel, en cada músculo, expectante de lo que va a hacer Ajax tras esa risa maníaca. Sin embargo no hace nada, tan solo se queda aquí, delante de mí, haciendo fuerza -y tampoco mucha- contra mi cuchillo. Sé que tiene un plan, pero no sé cuál. Él también es consciente de ello. Ha cambiado mucho con los años, ni siquiera he sido capaz de reconocerlo de primeras, pero sin duda sigue siendo el mismo mameluco impresentable de antes. Pero bueno, yo también he cambiado. Por ejemplo, ahora no llevo pantalones.

- ¿Sabes? -Empieza a hacer fuerza. Trato de resistirlo, pero termina empujándome y doy un paso atrás-. Te tenía mucho cariño, Claude. -No-. Pero tú nunca apreciaste nada que no alimentase tu ego. -Está tocando un mal palo. Todavía no sé qué más va a decir y ya estoy deseando darle una segunda patada en la cara-. Solo me aceptaste en tu equipo porque pensaste que nunca podría eclipsarte. ¡Y mírate ahora! ¡¿Qué hay de lo que eras?! He llegado a donde tú nunca...

Separo el cuchillo por un momento, pero es mala idea. Lanza un tajo contra mí y tengo que colocar el cuchillo de forma extremadamente delicada para proteger mi torso, pero se me va el brazo y la espada se clava en mi costado. No parece algo muy grave, pero aspiro del dolor y clavo la vista en él, que cada vez sonríe con más fuerza. No ha sido el golpe más fuerte que podría haberme dado, eso seguro, pero cuando saca la hoja puedo ver que al menos tres centímetros están manchados de mi sangre. Duele. Vaya si duele, pero no dejo que se vea en mi cara mientras me mira con esa sonrisa de idiota.

- ¡Venga, no hace falta que te contengas! ¿Acaso no quieres gritar? Aquella vez chillaste mucho.

- Así es. -Sonrío yo, y agarro su espada por el filo. La hoja se clava en mi mano, pero no puede hacer fuerza para hundirla. Y si trata de sacarla... Lo miro fijamente a los ojos, viendo su sonrisa desaparecer-. Pero aquella vez no estabas solo.

Le doy una patada en la muñeca con todas mis fuerzas, haciéndole soltar la espada, que se clava en el velamen. Tras eso acelero para moverme apenas medio metro, cortando con precisión los tendones de su rodilla y codo izquierdo, quedando a su espalda. No corto nada más; sé perfectamente dónde están esas partes, también que nunca curan. Da igual lo fuerte que seas, si te quedas sin tendones... Tal vez no camines nunca más. Pero no es eso lo que quiero. Pueden curarlo, sé que van a poder curarle eso. Pero va a volver a empezar, como yo tuve que hacer.

- De rodillas -ordeno, y le pego una patada en la corva derecha, haciéndolo caer-. Muy bien, eres un niño muy bueno.

Deslizo el cuchillo por su cuello, dejando una suave raja a la altura de la cervical dos. Un golpe lo bastante fuerte es capaz de dañar el hueso y cortar la médula. Yo tuve mucha suerte de que solo me la dañasen, pero él no va a tener tanta. Parece que quiere resistirse, pero también se da cuenta de que no tiene opciones. Está a mi entera merced.

- ¿Recuerdas lo que dijiste ese día? -Yo sí me acuerdo-. Piénsalo detenidamente. Quiero que lo pienses en cada minuto de lo que te queda de vida. Y créeme que vas a tener toda la vida para pensarlo. No vas a poder hacer nada más.

Treinta y dos cortes por toda su espalda en un par de segundos, tan precisos y profundos como para segar en todas partes su médula espinal. Aun si lo tratan, aun si volviese a caminar -que lo dudo-, no podría volver a ser el que es ahora. También hundo el cuchillo, haciendo una herida mucho más prominente, en el primer corte, arrancando un pedacito de carne, y le doy una patada para tirarlo a la cubierta. Por un lado me da pena haberle hecho esto porque no va a sentir el dolor de la caída. Me siento en la madera del carajo a ver el mar. Creo que me merezco un minuto mientras me curo las heridas antes de bajar.

Dos, dos eran los únicos que quedaban en pie, una vez terminara con ellos aquella pantomima habría llegado a su fin y podría ir en busca del pelirrojo para pedirle explicaciones. No le entraba en la cabeza el hecho de que la había dejado colgada mientras era rodeada por un sin fin de marines. Un movimiento veloz, una voltereta entre ambos y sus espadas se pasearon tranquilamente por el cuerpo de aquellos hombres abriendo sus estómagos y haciendo que cayeran al suelo en un charco de vísceras y sangre. Poco más podrían hacer ahora y Elina por fin pudo respirar algo más tranquila.

Elevó la vista buscando a Claude cuando vio que algo caía sobre ella desde alguna zona elevada del barco. Se posiciono un poco mejor y cuando el tipo estuvo a tiro una patada fue lo que recibió fue una fuerte patada que provoco que se golpeara con fuerza contra el mástil y cayera al suelo sin más. Al ver la diferencia de uniformes los allí presentes comenzaron a jalear alabando a la joven pelirroja que había derrotado a un comodoro de un solo golpe. ¿Comodoro? Elina no tenía ni idea de las jerarquías de los marines, ella simplemente había visto un uniforme más.

Por un momento se apoyo en la baranda del barco, necesitaba recuperar un poco el aliento, fue entonces que comenzó a sentir el dolor y el escozor en sus heridas. Emitió un gruñido doloroso y lleno de furia, realmente estaba molesta tras ser abandonada de aquella manera. Guardo sus espadas para descansar los brazos, sentía la sangre manchar su cuerpo, caliente, el olor metálico de la misma inundar sus fosas nasales. No sabía si era suya o de sus enemigos, seguramente de ambos, se entremezclaban sobre su piel mientras recuperaba poco a poco su respiración. Había sido un encuentro muy intenso y estaba bastante cansada físicamente y mentalmente.

— Voy a matarte...Claude... — susurro mientras se retiraba el pelo de la cara y se secaba un poco de sangre con la manga de la ropa que llevaba. Con lo sucia y llena de sangre que estaba ¿que más da si la mancha un poco más? ahora mismo necesitaba una ducha caliente y dormir, dormir hasta que recuperase todas las energías que había perdido tras aquella batalla. Dejo salir un suspiro largo mientras la gente seguía amontonada allí, los curiosos aún no querían irse, les gustaba el morbo y ver como había quedado el escenario de la batalla después de aquella fiesta que se habían montado los dos pelirrojos con los marines.

Empiezo a romper pedazos de mi vestido, atándolos hasta formar una suerte de venda que me coloco muy poco a poco en la herida del costado, reforzándola con tiras perfectamente cortadas hasta formar una suerte de gasa que detenga el sangrado mientras no me da tiempo a visitar un médico. Porque, a decir verdad, lo más complicado en esta clase de islas tiende a ser encontrar un médico decente, y no me apetece cruzarme de nuevo con ese médico drogadicto. Pretende un pago que yo, la verdad, no pienso efectuar.

Suspiro con fuerza mientras mi pecho vuelve a la normalidad. Ya van dos vestidos que me cargo en una noche, y además empiezo a estar agotado. Guardo el cuchillo en el cinturón y ato finalmente la venda que mi mano necesita. Busco mi bandolera con la mirada, y veo en el suelo de cubierta tirado la bolsa con casi toda la ropa que tomé prestada. Repaso con la mirada más sitios y termino por divisarla en una de las gavias. Es una suerte que esta no haya caído, la verdad.

Me estiro como puedo para recogerla, acercándola a mí con todo el cuidado que soy capaz de poner. Duele estirarse, pero la alcanzo y saco mi ropa de reserva: Unos pantalones vaqueros de color ceniza y una camiseta negra con la calavera de gallo en su centro. Con ella no se ven las vendas, y tengo la cara bastante limpia. La sangre se disimula más o menos con el pelo rojo, así que en cuanto pueda me colaré en una nueva casa para darme una ducha y ya está. Pero cuando me visto, me siento de nuevo un momento a respirar sin preocupaciones, pero termino dejándome caer sobre la madera cuando empiezo a escuchar vítores.

- Lánzales besos, les encantan los besos -comento, poniéndome detrás de ella y recogiendo mi maleta del suelo. Menos mal que solo hay ropa en su interior, porque se llega a caer la bolsa con mis herramientas y la mitad se rompen casi seguro.

Parece que no ha sido complicado. Hay algunos vítores entre la gente del puerto, y muchos de los marines supervivientes huyen hasta el muelle, donde algunos ciudadanos los acosan y persiguen, pero el caso es que todo el puerto está centrado en nosotros, así que me levanto y alzo ambas manos, saludando. Lo que acabo de hacer no es demasiado especial, pero entiendo que para ellos parezca imposible, así que no voy a desaprovechar la oportunidad.

- ¡Gracias, muchísimas gracias! -Me adelanto a Elina-. ¡No ha sido nada del otro mundo, pero gracias! ¡Elina también ha ayudado, no podría haberlo hecho sin ella! -De hecho, si ella no hubiese estado aquí abajo me habrían matado antes de que Ajax llegara-. ¡Pero nos hemos pasado con el barco y vamos a necesitar al menos veinte aguerridos truhanes para unirse en esta aventura en la que haremos temblar los cimientos mismos de la tierra!

La gente está extasiada, empezando a hacer fila para subir al barco de inmediato. Yo improviso una mesa con dos toneles rodados y un tablón y arrastro dos banquetas. Es hora de aprovechar nuestra fama para conseguir un buen grupo que nos lleve el barco. Y enseñarles, claro. Yo puedo enseñarles todo lo que aprendí en la Marina, así que hasta que encontremos un navegante... ¡Ah, ya sé! Y ponemos a una de sus hermanitas de aprendiza, para algún día pagar un sueldo menos. Es un plan genial, genial.

- Las damas primero, por favor -la invito, echando la banqueta hacia atrás.

¿De verdad tenía el morro de decir que ella también había ayudado? Como si él hubiese hecho algo vamos, lo que el faltaba. Se levanto de donde estaba y cogió la cara de Claude con una de sus manos apretando un poco furiosa, iba a descuartizar a ese maldito gallo. — Me dejaste tirada como a un perro aquí abajo ¿y te atreves a decir que has echo mucho? — quería apretar hasta hacerle chillar, pero por todos los demonios estaba agotada después de tanta pelea. Bufo molesta y se sentó en la improvisada banqueta mientras intentaba respirar un poco. Aún tenía la adrenalina metida en el cuerpo y necesitaba un respiro.

Se sentó y se estiró mientras arrancaba un trozo de su ropa y la usaba para limpiarse la cara. Estaba realmente cansada y molesta, pero necesitaba al barco y necesitaba a esos hombres que se acercaban de lo más contentos de trabajar con aquellos dos pelirrojos. En especial con la mujer que había demostrado tener suficiente poder como para darles una buena paliza a todos aquellos marines y destrozar la cara de un comodoro de una patada. Un suspiro largo salió de sus labios mientras rumiaba las ganas que tenía de reventarle la cara a Claude. Respiro hondo un par de veces y entonces se empezó a quejar un poco con cada movimiento.

Le dolía todo el cuerpo, tenía una gran cantidad de cortes y heridas, algunas mas profundas que otras pero las superficiales eran realmente molestas. Picaban y escocían y cada vez que se movían se abrían un poco más y eso provocaba que sangrasen. No sabía si estaba de humor para toda esa tontería de ir reclutando gente, tal vez era mejor dejar que el pelirrojo lo hiciera y que al menos hiciera algo productivo aquel día. Gruño y se acomodo mejor en la silla mientras se iba relajando por momentos. Tal vez debería centrarse en curarse un poco esas heridas y evitar que siguiera sangrando.

— Debería entrar y buscar un botiquín — en ese puto barco tenían que tener algo para curar sus heridas si les daban en batalla. Se levanto y sin dejar de gruñir paso de los allí presentes y se metió en el interior del barco en busca de vendas o algo, quería cubrirse las heridas, quería limpiarlas. No quería que siguieran al aire y a lo mejor decidía tumbarse a alguna cama que encontrase, necesitaba descansar, después de aquella pelea intensa y casi infinita que había tenido con todo el grupo de marines necesitaba tomarse un descanso y no estaba de humor para soportar tonterías de nadie.

- Pedo chi do...

Antes de que pueda excusarme me suelta. Decirle que confío en ella tal vez ahora mismo no le sirva de nada, pero tampoco voy a aclararle que ese hombre podría haberla matado sin pestañear. Ajax nunca ha destacado como una persona particularmente piadosa, y todo lo que tiene de fuerte lo tiene de desalmado. Bueno, tenía. Ahora ya no tiene nada de fuerte. Hay hasta un poco de poesía en lo que le ha pasado, y antes de sentarme casi siento ganas de curarle las heridas, pero apenas sangran.

- ¡Tú! -grito a un marine que está saliendo del castillo de popa justo cuando Elina entra-. Coge a este hombre y asegúrate de que viva.

Le indico con la mano el cuerpo de su superior, y el tipo obedece. Se lo carga en brazos y huye ante la atenta mirada de casi un centenar de miradas que, sea por miedo o porque necesitan el trabajo, ni siquiera se mueven de su espacio en la pasarela para hacerle nada. También puede tener que ver que todos en el muelle han podido ver cómo me enfrentaba a ese hombre en lo alto del velamen, por lo que evidentemente deben respetarme como a un dios.

Una vez todo este lío pasa me siento en mi banqueta e indico con la mano al primero que se acerque. Se trata de un hombre calvo, con un ojo lechoso y sonrisa amarilla a parches dorados. Tiene pinta de veterano, probablemente medio consumido entre la sífilis y el escorbuto. No parece el compañero de viaje ideal, y lo cierto es que huele un poco mal ya a distancia. Me recuerda a mi capitán la primera vez que embarqué rumbo al Nuevo Mundo, y la verdad es que no tengo ganas de repetir la experiencia. Ahora que soy el Capitán, nadie menos higiénico que yo va a pisar mi barco. Y yo soy muy escrupuloso con la limpieza.

- Muchas gracias, señor...

- Orsteck, señor -responde.

Al parecer Orsteck fue cazarrecompensas en su día, pero lo perdió todo por enamorarse de la pirata equivocada. Ahora sobrevive con la triste recompensa de diez millones haciendo cualquier trabajito como matón en los barrios bajos de Jaya, si es que se puede llamar barrio a esos arrabales cochambrosos.

- Muy bien, valoro su espíritu. Por favor, espere al final de la cola y cuando hayamos entrevistado a todos valoraremos.

El hombre se va y tras él llega una mujer. Es alta, más que Elina, y lleva una camiseta negra con unos pantalones tan cortos que se ocultan bajo ella. Es voluptuosa, lleva gafas y el cabello a caballo entre rojo y negro. Le pido que me enseñe las manos y veo experiencia, pese a ser una muchacha. Particularmente experiencia en la cocina. Me mira con cierta picardía y responde con ternura a mis preguntas, pero eso no me hace perder los estribos.

- Muchas gracias señorita Rosalynn, espere en la cola y cuando hayamos tomado una decisión se la comunicaremos.

Sigo entrevistando gente. De entre los cuarenta primeros hay siete pelirrojos, que he ido anotando a medida que aparecían, así como el currículum -si es que se puede llamar así- de cada pirata que me resulta interesante, así como su nombre y altura. Sí, color de pelo también. Cuando Elina llega, ya voy por la cuadragésimo tercera persona. Y hasta ahora, por alguna razón, los pelirrojos son los más interesantes.

- Tenemos hasta ahora siete -le susurro al oído, pasándole la libreta-. Los mejores de entre lo mejor.

Además, todos tienen todos los dientes. Y decir eso de un pirata ya es decir mucho.

Entro en el barco y se puso a cotillear todo el interior, bueno tampoco todo por que era demasiado grande para ponerse a mirarlo todo teniendo en cuenta que estaba herida. Caminaba con tranquilidad por los pasillos, iba dejando gotitas de sangre y pisadas según iba caminando por allí hasta que se encontró con lo que parecía ser la enfermería. No estaba nada mal aquel barco, al menos habían conseguido un barco interesante para navegar por los mares. Entró en la enfermería y comenzó a quitarse prendas de ropa para limpiarse y vendarse las heridas.

Por suerte las heridas tampoco eran demasiado profundas, había alguna que podría ser algo más peliaguda pero tampoco nada del otro mundo. Siguió rebuscando en las habitaciones una vez estuvo curada, necesitaba encontrar ropa limpia que ponerse y aunque ni loca se iba a poner un uniforme de la marina unos pantalones y una camisa le servía para no ir por allí medio desnuda y vendada por todos lados. Una vez se cambio, había encontrado unos pantalones negros y una camisa blanca y es lo que se había puesto, nada de chaquetas marines ni nada por el estilo.

Se puso de nuevo sus botas y salió fuera para encontrarse de nuevo con Claude que estaba entrevistando a un montón de gente que quería unirse a ellos en sus nuevas aventuras por los mares. Pero aún no podían mancharse, antes tenía que rebuscar por aquellas malditas calles a su hermana. Aunque bueno, podía utilizar a todas esas personas para que buscaran a su hermana entre las calles ahora que formarían parte de su tripulación. Cogió la libreta que le daba el pelirrojo para echar un vistazo. Eran todos pelirrojos, genial, eso significaba dos cosas, o el tipo tenía un fetiche con los pelirrojos o eran los únicos interesantes realmente.

— Bien, ¿nos quedamos solo con siete? el barco es bastante grande — no sabía si sería mejor que se quedaran con un par más para asegurarse de que todo iba en condiciones. Sobretodo por que necesitarían al menos dos personas limpiando la cubierta a base de bien antes de partir, estaba llena de sangre y demás restos de los marines. — Creo que necesito un descanso, me muero de hambre y aún tengo que buscar a mi hermana, ¿donde demonios se meterá esa mujer? — cuando estaba cansada solía ponerse de un humor de perros, era algo que le pasaba desde siempre y le costaba controlar.

Me río un poco, antes de negar con la cabeza. Entiendo que dude porque soy extraordinariamente eficiente, pero este barco para funcionar requiere de quince personas muy hábiles, y tiraría flojillo. Solo para tensar las velas del palo mayor harían falta seis personas, y en una embarcación de cuatro palos aun si pudiésemos dedicar solo dos a cada uno de los demás iríamos bastante flojos... Con veinte para empezar podemos ir bien, y con treinta ya hasta hacer algún que otro turno, tener cierta calidad de vida y esas cosas. Aunque lo óptimo, cuando encontremos suficiente gente capaz o los pelirrojos bastantes, sería que esta nave la lleven al menos sesenta personas. Tal vez diez menos, si decidimos obviar cañoneros. Pero vaya, que incrementar la tripulación va a ser una necesidad muy pronto y hay que ser previsor con ello.

- No, necesitamos al menos veinte. Por eso hay anotaciones de todo el mundo.

Hago una señal para que venga el siguiente y aparece un hombre fornido, de cerca de tres metros de altura. A primera vista puede parecer calvo, pero si te fijas bien en su discreta barba de no menos de un medro puedes percibir que es pelirrojo. Además lleva un parche, lo cual me llama la atención. Lleva el torso desnudo, mostrando un sinfín de cicatrices, además de un sable y dos arcabuces al cinturón. Me dedica una expresión severa, con los labios fruncidos y el ceño plegado en una mueca de desaprobación. Sin embargo, es verlo y casi como si me enamorase.

- ¿Nombre?

- Sven Gustaffson. -Tiene nombre de tópico, la verdad.

- ¿Aficiones?

- Levar anclas, enrollar cuerdas, arriar velas... Cosas de machos.

Uh, cosas de machos; interesante. No habría esperado toparme con un tópico andante, pero parece que...

- Mi único propósito en esta vida es navegar, y eso haré mientras me queden fuerzas. Ni siquiera tienen que interactuar directamente conmigo para que cumpla. -Espera, ¿qué carajo está diciendo?-. Voy a ser la persona irrelevante cuyo nombre ni siquiera deban recordar, si tan solo me dejan unirme.

Miro a Elina, con notada ilusión en el rostro.

- Me gusta este hombre. -Me giro hacia él-. ¡Contratado!

Eso ahorra parte del proceso de selección. Aún nos quedan por entrevistar más de cincuenta personas, claro, pero alguna más tiene que haber interesante y, de poder ser, también pelirroja. La verdad es que me hace cierta gracia la idea de ser el único entre tantas mujeres, pero prefiero pelirrojos a únicamente chicas. Al fin y al cabo, una chica podría no entender a qué problemas debemos enfrentarnos los pelirrojos. Casi nada combina con nuestro pelo, por el amor de dios.

Ya sabía ella que con siete no tiraban de ese barco ni de coña, se sentó al lado de Claude en la improvisada banqueta que le pertenecía mientras el pelirrojo hacía que se acercase uno más para se entrevistado. Vaya, definitivamente aquel hombre era el típico mastodonte hecho para cosas pesadas que además siempre esta en segundo plano por que le gusta hacer su trabajo y poco más. Se notaba en los ojos de Claude que estaba de lo más emocionado con aquel hombre y por su parte Elina tampoco tenía inconveniente. Siempre era bueno tener a alguien lo bastante fuerte y enterado como para hacer ciertos trabajos de forma casi mecánica.

— Muy bien, pues contratado, habrá que ir transformando este barco, es demasiado marine — gruño la ultima palabra hasta con asco. Ya estaba pensando en algunas formas de cambiar su forma, pero para eso necesitarían un carpintero, ella sabía de herrería el tema de palos y madera no iba con ella. Pasaron varios más, ninguno terminaba de convencer a la pelirroja, aunque bueno, teniendo en cuenta la isla tampoco podían pedir milagros así que tendrían que irse conformando con los que llegaban con algo de experiencia o con algo de idea.

Elina pensaba que eso se le iba a hacer eterno, había mucha gente pero tampoco podía largarse. No ahora después de la que habían liado con el barco. Además no quería dejar a Claude eligiendo solo a los que serían los tripulantes de aquel navío, podía ser un verdadero problema si de repente le daba por largarse sin ella. Sería capaz, ya la había dejado tirada con los marines y no tenía ganas de que encima de que ella había despejado el barco ahora se tuviera que quedar fuera. — ¿Que te parece esa? — señalo a una chiquilla jovencita, no mayor de dieciséis seguramente, se notaba un poco asustada pero era pelirroja, tal vez tuviera el super poder pelirrojo que parecían tener los ya mencionados anteriormente.

La mujer la hizo llamar y la chiquilla se acerco hasta ellos, se presento como Mireia, al parecer era huérfana y había terminado en esta isla después de escapar de unos bandidos que querían robarle lo poco que tenía. Sus padres fueron unos grandes mercantes y tenía conocimiento sobre sastrería, su abuela la había enseñado a coser desde que era una niña. Miro de reojo a Claude esperando ver que opina sobre la chica, una costurera siempre podría ser interesante en el barco, por el tema de arreglar velas e incluso de hacer ropa para los tripulantes. — Podrías sernos de utilidad — a la chiquilla se le iluminaron los ojos.

Hasta ahora los más increíbles resultan ser los pelirrojos. Los más hábiles, aguerridos y confiables. También los más guapos o, como mínimo, los más aseados. Sven no se puede decir que sea guapo, pero sin duda tiene un aire brutal que lo convierte en el marinero imponente que toda tripulación necesita, una suerte de jefe de cubierta que ponga a todo el mundo a trabajar. A lo mejor la idea más lógica es que justo con él sí que interactuemos. Miro a Elina, pensativo:

- Sven podría ser nuestro jefe de cubierta -señalo, fijándome bien-. Míralo, es grande, disciplinado, limpio... Seguro que además ni siquiera está tuerto.

Muchos hombres tienden a llevar el parche en el ojo para acostumbrar el ojo a la oscuridad. Renunciando a una ligera percepción de la profundidad que se recupera con ejercicios de pelota, lanzamiento de cuchillos y otros juegos -bueno, técnicamente se educa al ojo para percibir los volúmenes en cierta medida- un marinero puede luchar de noche sin dificultades simplemente cambiando el parche de ojo, lo cual me ha parecido siempre una estrategia sublime que yo también llevaría a cabo de no ser porque primero, yo ya veo bien en la oscuridad -al menos lo bastante como para no sentirme indefenso- y no puedo privar al mundo de mis preciosos ojos.

En cualquier caso Sven se une al proceso de selección. Parece desarrollar cierta ternura por Mireia, que al preguntarle su edad responde trece. Aun si no supiera hacer nada me sentiría bastante mal de zarpar sin ella abandonándola en Jaya. Además, cabe la posibilidad de que Elina esté intentando engañarme para que elija a su hermana por sus propios méritos y no por puro nepotismo.

- Está bien. Si Sven confía en ti, yo confío en ti. Vente.

Cuatro personas sentadas ante la mesa, parecemos un cuadro barroco. Sven empieza a tomar la palabra y hace preguntas bastante más específicas que yo, tales como qué puede aportar a la banda, referencias y cuánto aprecio tenía a su abuela. En una de estas le he preguntado, pero la respuesta me ha dejado más confuso que otra cosa.

- Si un pirata no aprecia a su abuela podría apuñalarte en cualquier momento -explica, con cierta condescendencia-. Todo el mundo lo sabe.

Yo no lo sabía, aunque supongo que tiene sentido. Es muy difícil no querer a una abuela, por lo que si alguien no lo hace probablemente sea un psicópata. Pero el caso es que gracias al hombretón logramos reducir la lista rápidamente a tan solo veintitrés personas. Además de él y la niña, claro. Todos pelirrojos salvo uno, una especie de hombre-oveja bastante extraño, de color negro. Se llama algo así como Barbie Houston, y parece tener un buen currículum gracias a su pasado como mercenario.

- Supongo que no importa tener una oveja negra en el barco.

Dicho eso, dejo una nota doblada y cierro la libreta, dejándola delante de Elina. Al fin y al cabo es una carta para ella. Nunca me han gustado las despedidas, pero si esto ha sucedido debo encargarme de una cosa antes de volver al barco. Por eso, simplemente, abandono el navío y me pongo rumbo al Sweeney Cock.

- ¡Cuidádmelo bien hasta que vuelva!

No miro atrás. Tampoco lloro. Sé que ellos sí, pero el amor incondicional de mi tripulación me da fuerzas para resistir. Pronto nos veremos, amigos.