[Rol de banda-Fancy Cock Pirates (en realidad no)] Kaicocku oni wa naru [+18]

Definitivamente, he hecho bien en reclutar a Dark. No solo me está enseñando un montón de cosas y ha compartido conmigo los secretos del Hamon, sino que además ha acelerado mi leyenda a una velocidad de vértigo. Y cuando digo de vértigo es de vértigo, porque para llegar hasta Raftel hemos tenido que hacer el viaje más raro de mi vida. Por alguna razón en lugar de entrar en el Nuevo Mundo por la Isla Gyojin hemos tenido que hacer un viaje extraño y recorrer una especie de mar en vertical... Bueno, mar en vertical, más bien un géiser gigante que nos ha impulsado en el momento exacto hacia arriba. Pero si Dark me ha traído hasta aquí es porque sabe lo que hace, y no he desconfiado de él en ningún momento. Porque, gracias a él, estamos en Raftel.

- Pues... Raftel no es como yo esperaba.

Se trata de un inmenso mar blanco, pero tiene sentido que Raftel esté en el cielo o si no sería posible encontrarla para cualquiera. Pero solo él y yo poseemos los misterios del Hamon, solo él y yo estábamos destinados a encontrar la isla legendaria... Aunque lo cierto es que es un poco raro, porque no hay tierra ni nada por ningún lado; solo un túnel blanco por el que no sé si puedo meter el barco. Aun así, no hemos llegado hasta un lugar único y desconocido para el mundo entero siendo cautos, así que me posiciono al borde le proa y señalo el agujero blanco.

- ¡Rumbo a Raftel, Dark!

Uy, qué tonto, si estaba yo al timón. Bueno, me posiciono y dirijo el barco hacia el túnel, a ver qué maravillas nos depara el One Piece.

Escuchó algo raro. Salió de la ducha y se fijó en algo... Estaban volando. Se cayó hacia atrás y supo que su broma de Raftel estaba yendo demasiado lejos: acababan de meterse rumbo a Skypea. Y no sabía si el barco iba a aguantar eso.

—Claude, ¡no! ¡Claude! —gritó algo enfadado.

Se tuvo que agarrar para no salir despedido, ya que, aunque pudiese volar, no podía nadar por el mar blanco. Tenía las mismas propiedades que el mar normal. Una vez subieron despedidos en la knock up stream se aseguró de que todo estuviese bien, tanto las provisiones como sus posesiones. Miró hacia los lados y observó la belleza del mar blanco. Se sentía bastante estúpido por haber estado viviendo veinte años en Norin y creer ciegamente que no habían mares abajo. Quizás aquello era una de las cosas que había reprimido su voluntad: creer en lo que decían los demás. Y desde que iba con el fantástico pelirrojo sentía su poder del conquistador crecer. Ahora no tenía nadie con quien entrenarlo, pero por lo menos podía meditar o esas cosas.

Ahora se encontraban en el tunel blanco y sabía de sobras donde estaban. Skypea. No era demasiado difícil encontrar en los libros que había leído la historia de esta, y más si se había leído media librería de Jaya en lo que fue rey. Era un trozo de isla que faltaba que por el jugoso destino había acabado a más de seis mil metros suspendida en el cielo. Se concentró y polimorfó un traje nuevo, uno más orientado a aventuras en Skypea. Algo veraniego, con una camisa de flores y unos pantalones tejanos. Se sentía más fresco, sin lugar a dudas. De hecho a pesar de parecer un poco cuñado iba sexy. Se acercó al pelirrojo y lo miró de reojo, llevándose una mano a la cadera.

—Sigue el tunel y acabaremos llegando a Raftel —le comentó intentando seguir la broma, aunque ya hubiese perdido la gracia—. Verás una especie de selva, ahí atracaremos el barco.

Dark confirma mis sospechas, y aunque debería sentirme mal porque ya haya venido hasta aquí sin mí tampoco puedo pedir que en sus años desaparecido se haya quedado de brazos cruzados. ¿Qué iba a hacer si no el legendario marine en todo este tiempo? Es lógico que haya alcanzado la iluminación no solo mental sino también física, haya roto todas las barreras y... Me quedo alucinado. Cuando llegamos hasta lo alto puedo ver una enorme masa de roca en medio del horizonte, y pequeñas masas de nubes a su alrededor que forman como una especie de ciudad a su alrededor.

- ¡Espera! ¿En Raftel vive gente? -pregunto, todavía sin creerme lo que estoy viendo-. ¿Ese es el gran secreto que esconde la última isla de Grand Line? ¿El One Piece es una ciudad entera llena de tesoros?

Está bien, si la leyenda es cierta y Gold Roger no era tanto un pirata como un explorador tendría sentido que el gran tesoro que ocultó fuese una civilización perdida, pero no puedo evitar quedarme pensando en si realmente no habrá nada más en Raftel que sea interesante, como un gran tesoro que tenga que ver con ese oro, fama y poder... ¡Espera! Una gran arma. ¡Encontraré una gran arma que dejará a Pluma a la altura de mi cuchillo! Aunque tampoco la usaré, así que no sé si me valdrá de algo. Pero tener la Legendaria Espada del Rey de los Piratas... ¡Será mía! ¡Mi tesoro!

- ¡Rumbo a la gran isla perdida! -exclamo, cuando Dark me informa de que debemos ir a la gran masa de tierra-. ¡Raftel, prepárate para ser conquistada!

Así que haciendo uso de mis habilidades como navegante -que no son profesionales, pero para dirigir un barco pequeñito me las apaño- para virar el barco hacia estribor y llegar hasta el gigantesco bosque que crece entre las nubes. La isla perdida, mi corona como rey, el final de mi aventura: Raftel.

«Uf, la broma está yendo demasiado lejos. ¿Cómo le digo ahora que estamos en Skypea y que ha sido sin querer? ¡¿Cómo cojones hemos pillado la Knock Up Stream de refilón?! Por la dirección del Log Pose teníamos que estar a punto de alcanzar Jaya. Ahora tengo que ver cómo nos saco de aquí y encima cómo hago que no se le parta el corazón con lo de Raftel...» pensó mientras se llevaba una mano al mentón. Era hora de un plan: ver qué les deparaba Skypea, por ahora. Después tendrían que contactar con la población y debería usar activamente su fruta del diablo para que creyesen que estaban en Raftel. Pero sin que Claude se enterase, claro. Se apartó un poco de sudor de la frente y tragó saliva, asumiendo todo lo que iba a hacer. Exhaló y volvió a inhalar, preparándose para lo que venía. Se colocó a Haruno Rö en el cinturón de su cadera y saltó hacia tierra una vez el barco se atracó. Indicó al pelirrojo que saliese y agarró con una mano el Cock-Ship, aparcándolo en la tierra. No sabía dónde echar el ancla, así que sería lo más sencillo.

—Quizás escuches la palabra Skypea, capi —le comentó mientras ponía un tono neutral y se hacía el interesante—. Es como le llaman los locales para defender la identidad de la isla. Así que si lo escuchas, actúa con naturalidad o intentarán matarnos. El plan es buscar un barco para salir de aquí. Después de encontrar el One Piece, claro. ¡Pero ni se te ocurra comentarlo! O tendremos que luchar contra miles de defensores del tesoro del rey de los piratas. ¿Vale?

Le creía casi todo lo que decía o todo absolutamente. Por lo que tenía que ir improvisando sobre la marcha para camuflar su mentira. Notó ya varias presencias por ahí y tragó saliva. Claude sabía usar el hamon, por lo que quizás podría notarlas igual que él. Y no podía pedirle tampoco que escondiese su presencia, por lo que tuvo que disimular lo mejor posible y empezar a andar hacia arriba mientras cortaba lianas con su mano endurecida.

—¿Vamos?

Skypeia... Qué nombre tan estúpido. Aunque tiene sentido que se llame así si está en el cielo, ¿no? Igual es que Raftel es el nombre que le damos desde abajo y ellos le llaman así. ¿Se podría llamar a eso colonialismo? ¿Estamos siendo racistas de armario al llamarlo Raftel? La cuestión es que si yo vivo abajo y abajo todo el mundo la conoce como Raftel, no la voy a llamar Spypeia. Es que es de tontos, vamos. Así que asumo con cierta conformidad que soy un poco racista, reconozco que me la bufa y avanzo detrás de Darl, que me guía camino a la aventura para convertirme en rey de los piratas.

- Vale, no le diré a nadie que hemos venido a reclamar el legendario tesoro del Rey de los Piratas. Pero, entonces, ¿qué les digo?

Me quedo con la duda mientras camino por la espesa jungla. Dark sería capaz de romper los grotescos árboles de un solo tajo, y seguro que con un poco de esfuerzo yo también, pero después de nuestro entrenamiento y haber sobrevivido la próxima vez que desenvaine mi espada contra él será para derrotarlo.

Los árboles son enormes, y los animales al parecer también. Me topo con una escama que está en el suelo, tan grande que mi mano resulta casi más pequeña en comparación, y tengo miedo. ¿Qué clase de animal puede soltar semejante muda? Solo uno...

- Dark, no te asustes, pero creo que hay un basilisco protegiendo el One Piece.

Entonces oigo ruidos a mi derecha, y de un matorral salen dos niños.

- ¡¿El One qué?!

«Oh no, ¡¿qué hago?! ¡Que esos putos niños están por ahí haciendo lo que quieren! ¡¿Dónde están sus padres?!» pensó mientras los empujaba con una onda de haki del rey, intentando no centrarla en Claude. Sonaron dos golpes secos contra un árbol, cosa la cual le alivió al momento: estarían inconscientes. Después elevó la mirada al cielo e imbuyó el poder de su fruta en sus palabras para alejar a Claude de ahí.

—Claude, ¡ese sonido ha sido el basilisco! ¡¿Lo has visto?! —exclamó mientras vomitaba el tono cálido de su mesmerismo—. ¡De verdad está protegiendo el One Piece! ¿A lo mejor esa es la dirección?

Señaló hacia delante y apresuró el paso, llevándose una mano a la cadera y esperando de verdad que le siguiera. Si no tendría que ensuciarse más las manos y no quería seguir atacando a críos pequeños. Tendría que empezar a abusar de su fruta del diablo y hasta ahora la había usado en contadas ocasiones. La quería tratar como un tema casi espiritual y místico, una franja que solo debía cruzar en momentos indispensables.

¿Pero que Claude no se decepcionase era un momento indispensable, no? Caminó aún más rápido y llegó a la villa principal, abriéndose su boca. El pelirrojo no iba a poder evitar ver eso. Y es que no era omnipresente: estar usando su fruta del diablo, el haki del rey y estar estresado en general le impedía concentrarse activamente. Por eso mismo habían llegado a la boca del lobo. Si se daba la vuelta era demasiado tarde. Si entraba a la villa era demasiado tarde. Solo le quedaba ver cómo reaccionaría su compañero entre los iglús raros.

- ¡Pero Dark, tío! -grito, viendo que los niños acaban de caer inconscientes. Llevo viendo semanas cómo hace eso y aún cree que me puede engañar con cualquier tontería, como lo de... - ¡Que el basilisco viene a por nosotros! -grito, mirando el cielo.

No lo he visto aún, y menos mal. Corro con todo lo que tengo, siguiendo un camino de vegetación destrozada e hierbas arrasadas, como si una serpiente gigante se hubiese arrastrado por ahí. Qué idea más estúpida, ¿no? No va a haber una serpiente gigante y un basilisco en el mismo lugar, es un miedo estúpido. Y si los hubiera... La verdad, tiene pinta de que a la serpiente sobreviviré mej... ¡No, espera!

- Dark, tengo un plan -digo, deteniéndome en seco-. El canto del gallo es letal para los basiliscos. Mataré a ese monstruo, y una vez me haga una armadura con su piel todo el mundo sabrá que el Basilisco de Thesalia triunfó en Raftel.

No me cuestiono cómo alguien va a entender los peligros de un basilisco en Raftel cuando nadie ha estado nunca aquí, donde estamos pisando Dark y yo; solo él y yo. Porque el fin del mundo no es un lugar tan fácil de encontrar, y mientras la leyenda de Claude von Appetit, mejor espada del mundo y conquistador del cielo, descubridor de Raftel y legítimo dueño del One Piece escucho un siseo que me hace alzar la mirada. Menos mal que el basilisco no está sobre nosotros, porque si no tendría que derrotarlo.

Empiezo a caminar hacia Dark, tranquilamente. Él y yo debemos encontrar el gran tesoro y la espada legendaria del Rey de los Piratas, pero para eso primero debemos cazar al monstruo.

- ¡Vamos, Dark, que esto es segur...!

Antes de terminar la frase, todo está negro. Algo acaba de tragarme. Y por el olor mis peores temores se confirman: Estoy dentro de una serpiente gigante.

No se molestó en esquivar, la serpiente no iba a por él. Después chasqueó la lengua y miró hacia su lado, viendo que ya no estaba Claude y que solo podía ver el gigantesco reptil. Sacó a Haruno Rö y la endureció pero llegó a sentir un poco de pena por el animal. Le gustaban bastante, por lo que quizás podía intentar otra cosa. Voló hacia delante de esta y la miró directamente a los ojos, viendo a ver si paraba. Pero no lo hacía. Tampoco intentaba atacarle, claro.

—¡Claude! ¡Que te ha tragado la serpiente! ¡Busca una solución!

Se llevó la mano al mentón y siguió levitando a la serpiente de un lugar para otro. ¿Podía realmente deshacerle los ácidos? No lo sabía, ni tampoco se había fijado en si el pelirrojo estaba intentando salir. Sentía su presencia dentro del reptil, por lo que se calmó un poco. Ahora le tocaba seguir un plan, pero prefería ver qué hacia primero Claude. A lo mejor le servía hasta para un entrenamiento, quién sabe.

Se elevó a la cabeza de la serpiente y se sentó, era tan grande que ni siquiera se inmutaba ante tu peso. Miró hacia delante y vio que todavía quedaba un largo trecho por recorrer, por lo que se echó hacia atrás y se acomodó, recogiendo un poco su pelo y usándolo de almohada. Hacía un día increíble y notaba el sol más pegado a él a esa altura, pero gracias a la sortija lunar le daba bastante igual.

—¡Claude, avisa cuando te la vayas a cargar! —volvió a gritar, esperando que le escuchase.

Si no se echaría una siesta.

Vale, está bien. Bueno, no está bien, pero no debo tener miedo. Bueno, cómo no voy a tener miedo si me ha tragado una serpiente... Correcto pues, es momento de entrar en pánico y gritar por mi vida. No, espera, eso no servirá. Desde fuera no pueden oírme, lo más probable, y si este animal sigue vivo es porque ni siquiera Dark puede matarlo. Si no, con esa voracidad, ¿cómo iba a seguir viva tras un encuentro frente a él? Espera, esta es una oportunidad única para fortalecerme: usaré mi Hamon.

No sirve de mucho, pero puedo ver la serpiente como una masa negra y una estrella al fondo: ahí está la salida. La boca no puede emitir presencia porque al fin y al cabo es un agujero. O al menos, es lógico pensar que así sea, ¿no?

Camino sobre restos y vísceras, seguramente dándole alguna que otra arcada al animal por lo que escucho. También puedo notar el olor fétido que hay en su interior, similar a cuando abres un bote de arenques fermentados que, si no llevara toda la vida comiendo en un cuartel marine, me habría hecho vomitar.

Piso algunas cosas líquidas, restos y muchas cosas que prefiero no saber lo que son, pero por fin la luz se hace más intensa. Ya no es una estrella en mi mente, también es una suave luz que alcanza a mis ojos, y empiezo a correr. Tengo ganas de salir, y casi puedo oler el aire puro. Pero no se abre. Empujo y, con dificultad, logro hacerme un hueco entre los labios del bicho. ¡Es gigantesca! Pero no puedo evitar reírme, porque seguro que Dark esperaba que saliese por el culo o algo así.

Pero, ante todo, salgo corriendo. Necesito un baño. O dos. Raftel es un lugar peligroso.

Los labios se abrieron y apoyó su torso en el morro de la serpiente, sacando media cabeza hacia abajo y mirando hacia el interior de la serpiente. Ahí estaba el pelirrojo, lleno de fluidos raros y un olor que echaba hacia atrás. Le ofreció una mano para salir y lo sacó hacia fuera, despidiéndose de la mano de la serpiente y ayudándole a bajar levitando. Una vez estuvieron en el suelo se cruzó de brazos e intentó no vomitar por el olor que soltaba, pero simplemente polimorfó su nariz para cerrar los agujeros, impidiéndole oler. No quería pensar demasiado la explicación al olor, pero podía relacionarlo con arenques fermentados, lo que solían comer en el G-3 los viernes por la noche. Exceptuando él. A él le daban asco.

—Bueno, ¿no crees que ya está bien? —inquirió mientras le miraba seriamente—. ¿En qué va influenciar esto en tu man... en tu hamon? Ahora te vas a concentrar y vas a permanecer así hasta que te desmayes si hace falta. O eso o entrenamos físicamente, pero no nos movemos de aquí hasta que aprendas algo. Si la serpiente te hubiese matado no me lo podría perdonar, capi. Tienes que encontrar el One Piece antes de morir. ¡Que estamos en Raftel, joder!

Agitó el puño en el aire y después lo bajó, cogiendo una rama del suelo, endureciéndola e intentándole azotar dos veces en la nalga con esta. Le iba a enseñar al puto pollo qué pasaba si le obligaba a polimorfarse la nariz.

Dark me reprende. No entiendo muy bien por qué, pero no parece que le haga gracia la situación. ¡Me acaba de tragar una serpiente! Resulta tronchante, lo mires por donde lo mires: Estamos en la última isla de Grand Line, el paraíso entre las nubes de Raftel. Voy a ser el rey de los piratas, maestro del Hamon... Una serpiente no se va a interponer en mi camino, pero es posible que mi subcapitán sí.

Me golpea dos veces con un palo, y siento que me van a explotar las nalgas. ¿Cómo puede ser tan fuerte? No me muevo, pero aunque mi rostro parezca un rictus impertérrito se me escapan un par de lágrimas y un gruñido. Tal vez se deba a que el olor a arenque fermentado le pone de mal humor, porque antes estaba tan... ¿Centrado en el basilisco?

- ¿Qué haces pegándome? -pregunto, inquisitivo-. Recuerda la escala de mando, Dark. Tenemos un basilisco que cazar, y quiero hacerme una armadura con sus escamas. Y el One Piece. Ya verás, vamos a ser famosos en el mundo entero. -Levanto los brazos con una sonrisa, cerrando los ojos, y grito-: ¡Kaicocku oni wa naru!

No tengo ni idea de por qué Dark me ha enseñado esa frase, pero he llegado a una conclusión: Me canta el sobaco. Mucho. Necesito una charca donde poder remojarme, a ser posible que no sea muy profunda por eso de no ahogarme y tal. Aunque, también hay que decir que no me termina de molestar estando en medio de una misión, pero que se me haya llenado el pelo de restos... Si esta serpiente supiera cuánto cuesta lavar el pelo tan largo habría tenido un mínimo de consideración, seguro.

- Vale Dark, vamos a ver. Necesito dos cosas: La primera que me lleves hasta un lugar seguro donde bañarme. Después de eso, cazaremos al basilisco y así fortaleceré mi espíritu para mejorar en el uso del Hamon. -Miro a todas partes, buscando con los ojos un camino a seguir que no me lleve de nuevo hacia la serpiente-. Y, si al terminar te has portado bien, te enseñaré a usar los secretos de la armadura mental. Yo la llamo Habuso.

Definitivamente, Claude olía mal. Y pareció aguantar en el sitio los golpes, casi más asqueado y dolido por la sustancia de la cual estaba rodeado que de los azotes. Dark soltó el palo y se llevó una mano a la cadera, dedicándole un mínimo de rato a escucharle. Estaba volviéndose a crecer un poco y realmente creía que era el final de su aventura. Si seguía así, tendría que llegar el momento en el que le diría que no era Raftel. La cuestión era: ¿cómo decírselo? Antes de responderse a él mismo, prefirió responderle al pelirrojo.

—¿Habuso? —frunció el ceño—. ¿Armadura mental...? ¿Busoshoku?

¿Pero qué le pasaba a este tío con los nombres? Endureció sus brazos y se los enseñó, intentando ver si podía reconocerlo. A lo mejor no había pasado todavía de la armadura invisible y no sabía cómo llegar al endurecimiento, pero no lo veía preparado todavía para llegar a ese nivel. Así que alzó sus brazos y los colocó encima de los hombros del pelirrojo, incendiándole después. Los apartó rápidamente e intentó apagarlo con algo, recordando por un momento que su haki de armadura incendiaba con el contacto. Estaba nervioso, no quería hacerle tal cosa a su pollo favorito.

—Claaaudeeeee —gritó mientras le golpeaba con hojas gigantes— ¡estás que ardes!

¡Claude estaba ardiendo! ¡Menudo faenón!

- Bueno, se parece un poco, pero deberías seguir practicando -explico, con una nota de orgullo en la voz-. Las primeras veces que utilicé el Habuso a mí también se me ennegrecían los brazos, pero descubrí que eso es porque te estás dejando consumir por el odio. Sin embargo, al armadura transparente es igual de eficaz y...

No termino. Dark parece haberse puesto cariñoso, y aunque le he tomado afecto no estoy interesado en esa clase de cosas. Parece estar caliente, tanto que arde en llamas y me incendia. ¡Un momento! ¡Me ha incendiado! Salgo corriendo cual pollo sin cabeza, buscando agua donde sea y como sea. No me apetece quemarme y, aunque el chiste de mi subcapitán es ingenioso, me cabrea que bromee con esto cuando literalmente estoy en llamas.

No encuentro agua, pero me voy chocando contra cada árbol dejando un rastro de fuego por todas partes que empieza a extenderse de forma incontrolada e irresponsable. Mis hombros empiezan a arder, y en ese momento tomo una decisión: Si algo debe quemarse, serán mis plumas. Adopto mi forma híbrida, lo que para mi sorpresa es extrañamente relajante. Mi cresta se está calentando y comienza a sudar, claro, pero las plumas resisten muy bien el fuego y no llega el calor hasta mí. Ha sido una suerte increíble.

- ¡Pockó! -grito, antes de darme cuenta de que en forma híbrida no puedo hablar. Por suerte, lanzo un chirrido que apaga parte de las llamas de golpe. Menos mal, porque de otro modo me sentiría casi responsable.

Decido rodar en el suelo hasta apagarme, pero cuando por fin he dejado de arder he tomado una decisión. Para ser más fuerte debo poder resistir el fuego de todos los rivales que me toparé en mi camino. Camino hacia Dark, adoptando de nuevo mi forma humana, y le digo claramente:

- Antes de ir a por el basilisco, debes enseñarme a arder.

Le explico en profundidad lo que acaba de pasar para que no piense que estoy loco. Si consigo hacerme al calor, o desarrollar un plumaje más denso, podré enfrentarme al fuego regulándome a través de la cresta.

Fue bastante extraño, ya que al transformarse pareció mitigar momentáneamente el ardor de las llamas. No sabía explicar exactamente qué había hecho, pero tenía que ser algo relacionado con el calor. Porque era imposible que manipulase las llamas. Una vez rodó y rodó y acabó apagándose, soltó una sonora carcajada tras presenciar su voluntad. ¿Por qué no seguir? El chico no era tan estúpido como para morir, y parecía tener un plan. Así que le ayudaría a lograrlo. Elevó el brazo y se preparó para hacer un movimiento de muñeca.

—¿Enseñarte a arder? Será fácil —le explicó mientras hacía un círculo con un dedo—. Pero antes enfréntate al calor. No adelantes pasos —le aconsejó.

Justo alrededor de él, se creó una cárcel de fuego que lo rodeaba de un lugar para otro. Era de dos metros de radio y dos de alto, por lo que no tenía demasiado lugar para moverse o andar. Se acercó hacia esta y extendió sus brazos por ella, pasándolos y soltándole un guantazo a Claude para hacer que se moviese. El objetivo era que primero resistiese el calor en general que ofrecían sus llamas, que era absurdamente alto. Si llegaba a sofocarse extinguiría la cárcel de llamas con un movimiento de mano. Su fuego duraba mucho más que uno normal, por lo que podría tirarse horas ahí ardiendo.

—¿Cómo vas por ahí? ¿Te vas a cagar, capi? —le provocó para animarle—. Tienes el basilisco cerca, el one piece delante. Que tu voluntad te guíe —acabó diciendo mientras mantenía la mano en alto para apagar las llamas en el momento necesario.

Porque aunque fuese un poco fantasma a veces, era un chico de lo más adorable y le caía bien a Dark. Al final podría usar la motivación del One Piece para ayudarle a mejorar. ¿Cuánto podría alargar la mentira?

Me doy cuenta de una cosa: Dark es Marine. Bueno, era. Ha estado desaparecido diez años, y ha encontrado el One Piece. Él podría ser el Rey de los Piratas, pero ha decidido cederme esta oportunidad y ayudarme a mí. A alguien más joven, quién sabe por qué... Bueno, sí que lo sé: Por su bondad. Dark siempre encarnó los ideales de la Marina, pero a lo mejor llegó un momento en que esta no supo representar los ideales de Dark. Tal vez le sucedió como a mí, que se sintió desnudo y desvalido; quizá era demasiado bueno para el mundo que los ejércitos del Gobierno Mundial pretendían crear. Así es él, un verdadero héroe.

- Está bien. -Asiento a mi maestro. Hasta en mi alocado plan busca mantener mi seguridad dentro de lo posible.

Sonrío por un instante, y adopto mi forma híbrida. Tengo mayor plumaje en mi forma completa, pero esto debería ser suficiente por el momento. Él crea a mi alrededor un muro de fuego, brillante y ardiente. Noto cómo la temperatura sube, e incluso en mis pulmones siento cómo el hollín me hace estornudar. Con cada respiración me duelen las fosas nasales, pero aunque intentase quejarme no lograría emitir más allá de un cacareo, y esto ha sido idea mía. Una buena idea, ya que frente a Dark no tengo nada que temer: ¿Por qué me traería hasta Raftel y luego me mataría?

Mi respuesta es un cacareo agudo, doble. Si no puedo hablar, por lo menos me comunicaré con él así. Por si acaso, para que lo interprete la próxima vez si estoy en forma completa, elevo un pulgar. Es huesudo y escamoso, terminado en una garra gris, pero un pulgar al fin y al cabo. Pero, aunque no me siento tan mal como uno podría llegar a imaginar, lo cierto es que tanto calor empieza a marearme. Mi cresta está que arde, de un rojo intenso, y mis plumas empiezan a adoptar una tonalidad rojiza como si estuviesen a punto de prender. Pero tengo que resistir; debo ser un buen aprendiz.

Me arrodillo en el suelo, solo tratando de concentrarme en mantener la consciencia. Debo sobrevivir a este entrenamiento. Por nuestra tripulación, por el gran tesoro, por este viaje que termina, y el próximo que comienza.

Respiraba pesadamente y por parte del lenguaje corporal que iba adaptando indicaba una cosa: que todo iba bien. Pero no era simplemente un levantamiento de pulgar de lo más extraño. Claude estaba invirtiendo su voluntad en superar la prueba que se había impuesto a él mismo. Se sentía como alguien que tenía la oportunidad de decidir sobre la vida del pelirrojo. Pulgar arriba, sobrevivía. Pulgar abajo, moriría abrasado o sofocado. Pero no iba a hacer otra cosa que plasmar su voluntad sobre él. Se parecían mucho, sin lugar a dudas, y se veía reflejado a él mismo. Podría perderse en sus pensamientos y asociar mil recuerdos a como aquel chaval estaba cediendo la presión de sus rodillas. Estaba bajando al suelo e iba, poco a poco, perdiendo lo que parecía ser la consciencia. Una persona normal habría parado el entrenamiento, pero él veía más allá y se encontraba permanentemente vigilando el estado de su presencia. Lo había intentado anteriormente, pero algo extraño notó durante un segundo. Algo así como una llama dentro de la llama. Decidió ignorarlo y darle apoyo en base a la voz. Sin usar su fruta, claro. De sub-capitán a capitán.

—Claude, morirás si no aguantas esto —le explicó mientras levantaba la mano y volcaba toda su voluntad en las llamas, haciendo una barrera aún más caliente—. ¿Lo lograrás?

Volvió a cerrar los ojos. Intentó buscar algo inusual en su presencia. Siempre había sido hábil con el mantra, pero quería volver a indagar dentro de aquella nueva visión. Tenía que sentir cómo su presencia se apagaba, pero no entre la consciencia y la inconsciencia. Algo más allá. Como la fuerza de su voz pasaba de gritar a murmurar. Le costaba concentrarse, pero siguió igual. No pudo encontrar nada por ahora, pero supo que seguía vivo. Estaba rendido en el suelo y se le notaba que no podía continuar más, pero había decidido darle el arma que cortaría su cuello si no llegaba a ser capaz. Por eso mismo...

Se encontraba con la mano alzada, representando un pulgar arriba mientras irradiaba una gran sonrisa de lado a lado de su cara.

Definitivamente el calor resulta casi insoportable. Si cierro los ojos veo una cortina anaranjada, y si los abro una luz cegadora. Me mantengo con los párpados apretados, y aun así me duele permanecer aquí. El plumaje ha dejado de ser suficiente y me mareo, casi a punto de arder. Pero no puedo hacerlo; hay una persona que confía en mí, y si lo fallo no solo lo defraudaré, sino que lo cargaré con el peso de mi debilidad. Por eso, no debo fracasar. Él me ha traído hasta Raftel porque ha visto algo en mí, y aunque no termine de entenderlo voy a cumplir su sueño, tal como él quiere.

Adopto mi forma humana por un instante. Ni siquiera puedo respirar; el aire quema al entrar en mis pulmones, y toso algo de sangre mientras el aire, por el contraste de temperaturas, empieza a formar un pequeño tornado caliente en el interior de esta jaula.

- Si no pudiese resistirlo -abro los ojos, mirando hacia él. Me quema, pero no dejo que se vea el terror en mi mirada- no sería tu capitán.

Las chispas saltan y me queman, pero aguanto el tiempo suficiente y adopto mi forma completa. Ayuda un poco, pero mi cuerpo ya está caliente y no encuentro una forma de refrescarlo. El sudor cae desde mi cresta, pero cuando toca mi luma ya está a punto de evaporarse, y me quema. Me quema mucho, como una cerilla en la piel o un cigarro apagándose en mi hombro. Pero no digo nada. Voy a aguantar, hasta el amargo final.

No puedo fallar, no ahora que estoy tan cerca de convertirme en el hombre más admirado del mundo. Toda la fama que alcanzaré, todo el respeto que impondré, todo... Todo... No puedo aguantarlo más. Mi cabeza empieza a desvanecerse, y en los últimos momentos de mi consciencia solo puedo pensar que hasta aquí he llegado. Se acabó, nunca más veré el amanecer. Y todo, por ser demasiado débil. Dark es demasiado poderoso, pero esto no ha sido culpa suya. Por lo menos, me voy en paz.

Seguía sintiéndole. Dentro de él había algo de lo más peculiar. Casi podía ver con claridad lo que estaba buscando antes. Dentro, danzando a la altura del pecho parecía estar el origen de su voz. Y podía distinguirla del resto, casi como un elemento a parte. ¿Sentía de alguna forma que la seguridad de Claude iba por encima de lo demás? ¿Por qué se buscaba en comprobar cuándo podía perder la consciencia? No lo sabía. Pero algo había avivado aún más su visión. Abrió los ojos y pasó por las llamas, agachándose y mirándole directamente. Cerró el puño y dibujó un círculo inverso, haciendo desaparecer las llamas. Lo tocó y pudo notar lo caliente que estaba: su piel ardía en el contacto y parecía estar muy deshidratado. Estaba sudoroso e inconsciente. ¿Era el camino correcto llegar hasta el límite? No. Pero era el que él había decidido andar y, ahora, con un acompañante más en la carretera que suponía este entrenamiento.

No tardó mucho en llegar hasta la aldea que había visto anteriormente, mostrándose la gente del alrededor bastante extrañada y asustada de él. Había más de uno que parecía tener un uso del mantra, ya que al poner el ojo en él parecían encogerse de miedo. Pero no quería nada de eso, ni tampoco le importaba una mierda lo que sintiesen los raritos de las alas. Claude le necesitaba. Necesitaba agua. Por lo que se colocó en medio del pequeño poblado y empezó a agitar las manos para que viniesen hasta él.

—Necesito agua para mi capitán —exclamó algo preocupado, podía notársele en el rostro que necesitaba encontrarla.

No tardaron mucho en ofrecerle varias palanganas, las cuales echó por encima del pelirrojo. Después tomó un vaso de cerámica y lo acercó a sus labios, esperando a que despertase para que pudiese beberlo directamente. Si intentaba meterle el agua estando inconsciente podría ahogarlo, por lo que lo mejor sería aguantar en el sitio. Elevó la cabeza y miró a su alrededor, sabiendo que tenía que volver a tirar de los hilos de su fruta. Así mismo, casi como el mismísimo diablo ordenando a sus súbditos que se sacrificasen por él, vinieron. Se sentían curiosos por la calidez que presentaba su voz. El magnetismo aparente, el gancho que les hacía alcanzado.

—A partir de ahora, esto es Raftel. Y el tesoro más preciado que tengáis es el One Piece —ordenó con un tono dulce, pero sin olvidar lo principal: era una amenaza. Si no la cumplían iba a tomar cartas contra ellos.

Algunos parecían hipnotizados, otros parecían resistirse. Pero ahora esta aldea era Raftel y habían llegado al One Piece. ¿Sería este el final de su travesía de verdad? ¿Podría Claude encontrar una motivación mayor tras haber llegado al fin de su aventura? Lo descubriría cuando se despertase.

Porque no había que preocuparse por los demás. Solo buscaban escuchar más de la voz del moreno: iban a seguirle el rollo.

Vuelvo en mí de golpe. Me siento frío, y al abrir los ojos puedo ver a Dark con una palangana en las manos. ¿Qué ha pasado? Compruebo mi cuerpo antes de nada, pero apenas puedo moverme y cuando me pone el vaso delante de la cara no puedo evitar beber sin cuestionarme lo que está pasando. De hecho, tardo cerca de un minuto en articular una palabra y me descubro diciendo "más" con voz ronca, tosiendo luego instantáneamente. Pero, por suerte, estoy vivo.

- ¿Más? -miro hacia todos lados. Hay gente con alas a mi alrededor, entre temerosos y sorprendidos. Me señalan algunos, y otros se dan la vuelta y salen corriendo. Es normal, no todos los días llega cualquiera a Raftel, pero me gustaría que alguien más se preocupase por mí dado que acabo de ser achicharrado. ¿Dónde está la empatía? En fin...

Me cago en sus muertos silenciosamente mientras bebo más agua. Al tercer vaso soy capaz de agarrarlo yo mismo, y al séptimo de incorporarme. Seguramente sea impresión mía, pero con cada movimiento puedo notar mi cuerpo crujir como si acabase de salir de la freidora. Aunque si me hubiesen encerrado en una seguro que habría sufrido menos. Esto es insoportable.

- Está bien. -He bebido ya un par de litros de agua, y aunque ya no puedo más me dan ganas de llevarme una calabaza para dentro de tres minutos, cuando lo eche todo-. ¿Dónde estamos?

- ¡Raftel! -responde una niña cercana, como un loro.

- ¡Raftel! -empiezan a responder todos en la aldea. Me gustaría decir que al unísono, pero lo cierto es que como coro forman una inidad lamentable-. ¡Raftel, Raftel, Raftel!

El que ha sido cremado soy yo, pero la insolación parece que la están sufriendo ellos. No me dan demasiada pena, y aunque en el pasado me habría planteado ayudarlos ni es mi problema ni puedo permitirme hacerlo. Tengo que llegar hasta los confines de la isla, allí donde se encuentra el gran tesoro.

- Vámonos Dark, Raftel está lleno de retrasados -le digo-. Debemos seguir entrenando para derrotar al basilisco, llegar hasta el centro de esta isla y apropiarnos del One Piece.

Empiezo a caminar de nuevo hacia la espesura, tomando mi forma híbrida y esperando que el calor vuelva a llegar. Debemos seguir entrenando toda la noche si hace falta, toda la semana si es preciso... Pero el basilisco debe morir. No sé si resistir el calor me servirá de algo con él, pero sin duda sí me valdrá cuando deba defender mi título de Rey de los Piratas.

Claude seguía en las mismas de tirar hacia el One Piece, así que Dark tuvo que recurrir a su nuevo plan: el de crear al basilisco. No sabía exactamente cómo era uno, pero quizás en uno de sus libros de historia de fantasía había visto explicaciones. Así que llevó una mano a su oído y torció un poco su torso hacia el lugar, indicando con una mano que parase al pelirrojo. Empezó a andar hacia el follaje y miró de reojo a Claude.

—¿Qué es eso? —preguntó mientras se acercaba a un matorral—. Espera ahí, capi.

Una vez se metió, empezó a levitar para no hacer ruido y acabó soltando un grito de lo más alto, casi como de miedo o asombro. Transformó sus brazos en alas de dragón, sacó la cola de un reptil y volvió su cuerpo el de un pollo. No sabía por qué tenía que llegar a ese extremo, pero quizás y solo quizás, no quería decepcionarlo. Había rumiado varias veces aquella posibilidad, pero casi estaba mirando a Claude como si mirase a Rayne o Kiseki. Quería verlo fuerte y crecer, y si seguía sus pasos, quizás podría ser un pirata con honor. Salí transformado hacia fuera y soltó una llamarada por la boca, mirando a Claude después. Había dejado sus katanas atrás, pero fue lo suficientemente inteligente como para haber roto un trozo de su camisa de tío en un viaje de vacaciones de diez. Lo llevaba en la boca colgando, justamente del pico.

—¡Tockooooó! —cocoreó mientras empezaba a posar con un ala delante—. ¿El basilisco de Thesalia está aquí? —inquirió con una voz de lo más siniestra, era jodidamente difícil hablar con un pico—. Capitán de los Fancy Cock Pirates... ¡no tocarás el One Piece!

Y bueno... Le soltó por la boca una andanada de llamaradas gigante. Iba a incendiar media SkyPea, pero realmente no quería que se decepcionase. Y así ayudaría a entrenarle, quizás.

Dark parece tener un oído excelente. Yo no he escuchado nada, pero ahí está él oído avizor. Aunque claro, por eso él es el maestro y yo su aprendiz. Son esos pequeños detalles los que diferencian su leyenda de la mía, porque lo que ha quedado claro es que al chocar espadas ambos tenemos la misma habilidad; o al menos eso se puede deducir de lo que pasó en Sabaody. Ese choque de espadas fue épico, aunque debí romper mi promesa para sobrevivir... Jamás volveré a hacerlo si no es cumpliendo mi objetivo.

Me acerco a los matorrales por los que Dark se ha metido. Preguntaría si necesita ayuda, pero transformado no puedo articular palabras, y al pisar la hierba alta una bestia salvaje me encara. En mis oídos comienza a sonar una música épica cuando lo veo: Una enorme ave de color índigo, con alas de dragón y cuerpo de gallo. Afortunadamente logro bajar la vista a tiempo, sin cruzar mirada con sus malvados ojos que, seguro, intentan petrificarme.

- ¡Pockó! -vuelvo a gritar, olvidándome de que no puedo hablar, solo cacarear. Quería avisarles del peligro, pero no puedo. Solo puedo derrotar a esta bestia si quiero hacer que toda la tribu, y Dark también, estén a salvo.

Quiero preguntarle a la bestia dónde está él, qué le ha hecho, pero si le ha mirado a los ojos debe estar muerto. No hay otra posibilidad, y lloro mientras grito en silencio lo que no puedo aullar a través de mi pico. Voy a matar a esa aberración. Con la muerte de Dark, y como último miembro vivo de los Fancy Cock Pirates, es mi deber vengar a mi tripulación.

Corro hacia él hasta que su aliento viene a por mí. Lo esquivo a duras penas, sin frenar lo más mínimo, e intento seguir acercándome a la bestia mientras intento recordar si los basiliscos pueden lanzar llamaradas. No me suena, la verdad, pero tampoco voy a arriesgarme a mirarlo a los ojos porque, si no es un fraude, eso llegará para matarme. Pero entonces recuerdo las enseñanzas de Dark, del Hamon y de nuestras igualadas batallas.

Cierro los ojos y visualizo al animal. Es poderoso, probablemente incluso más que Dark, pero eso no me detiene. El basilisco de Raftel es lo único que se interpone en mi camino, y cuando el fuego me alcanza simplemente sigo corriendo hacia él. No desenfundo ninguna de mis armas, tan solo me concentro en matar. Mi cresta arde, pero mis plumas ventilan mi cuerpo mientras me muevo. Sé que algunas han empezado a incendiarse, pero no dejo que eso me afecte. Salto contra él, aún con los ojos cerrados, y descargo una patada contra su cara que pretende cegar sus malvados ojos. Una vez haga eso, podré acabar con él.

No sabía por qué pero algo distinto surgía a través de Claude. El color de su voz estaba distinto y estaba atacando a matar. Bueno, sí, Dark había fingido su quizás muerte, pero Claude iba a tope. Era bastante veloz y, aunque lo podía ver, vio a cámara lenta como venía hacia él y preparaba la patada. El pobre recién improvisado basilisco de Raftel se preparó para recibir el mayor dolor posible. A pesar de que fuese altamente resistente, dolería. Agarró aire y encajó el golpe, gritando de dolor y volando hacia atrás mientras se chocaba con todos los árboles posibles. Como era mucho más rápido que él aprovechó aquello para, en un punto muerto, meterse en las sombras y deshacer la polimorfia, volviendo en cuestión de un minuto al lado de Claude.

Tenía la cara totalmente marcada, pero en las mismas sombras se la había cortado varias veces para disimular la garratada —una patada de gallo—. Estaba algo mareado por el dolor e intentaba no gritar en todo momento, pero no quedaba otra. Se había arrancado más de una vez un brazo para hacer la coña de ¿te echo una mano?, por lo que esto no era nada a comparación. Le ofreció la mano a Claude y en la otra le ofreció un papel. Si se acercaba a leerlo vería algo perfectamente escrito:

Papel que no es de Dark, estoy seguro escribió:Te concedo la victoria, basilisco de Thesalia. Yo, el basilisco de Raftel, te nombro como el poseedor del One Piece. Ya no hay nada que te detenga. Claude von Appetit, de los Fancy Cock Pirates... Eres el futuro rey de los piratas. El tesoro está escondido debajo de la campana de oro. Es tuyo.

—Capi, estaba inconsciente de un garrazo del basilisco de Raftel. ¿Estás bien? ¡Me has salvado!

Dark estaba muy cansado de seguir con este juego, pero no quería dañar a Claude. Iba a montar el One Piece si hacía falta. Pero sabía que le importaba y que había asumido un rol paternal con él, así que si tenía que llegar a la ciudad dorada con él, lo haría. Quizás aquello colaría como el tesoro.

¡Vuelve aquí, hijo de puta! Quiero gritarle, pero solo sale un cacareo. Con suerte eso lo matará, pero ahora debo de llorar a mis muertos: Encontrar el cadáver de Dark, enterrarlo, reunirme con sus familiares... Descansará aquí, donde me convirtió en la persona más poderosa del mundo, observando el mundo desde las nubes como el ser celestial que es. Mi amigo, mi maestro, la única persona que me puede igualar en un duelo mano a mano. No hemos tenido oportunidad de que te venciese en esa revancha.

Vuelvo a mi forma humana mientras lloro a mi héroe, pero no encuentro su cuerpo por mucho que busco. Al cabo de un minuto, sin embargo, el vicealmirante aparece a mi espalda, haciéndome saltar del susto. Está exultante, aunque tiene una fea herida en la cara, y me explica que el basilisco lo dejó inconsciente de una patada. Qué casualidad, porque es justo como yo le he pegado al basilisco, y en el mismo lugar. Pero Dark no gana nada mintiéndome, así que no tengo por qué preocuparme.

- ¡Dark, estás vivo! -exclamo cuando termino de razonarlo todo, envuelto en una nube de emoción por no perderlo-. Entonces... ¿No era un basilisco de verdad?

Nunca he oído hablar de basiliscos que se molesten en golpear a la gente, pero está claro que la marca en su cara se debe a eso. Y yo, a causa del enfado, ni siquiera he sentido el calor. Ha resultado extraño, y he ardido un poco, pero me encuentro bien pese a las quemaduras. Y me siento más fuerte, mucho más fuerte. Con mi dominio del Hamon y el Habuso no tengo nada que perder. Además, el basilisco -que tiene una letra sospechosamente parecida a la de Shaggy- ha escrito una nota en la que me declara vencedor, y hasta me indica dónde encontrar el One Piece. Pero eso no lo salvará. Viajaré por todo el mundo conocido y desconocido para atraparlo y ajusticiarlo, por atentar contra la vida de mi más noble camarada. Y si no hallo mi venganza desde luego será porque he muerto buscándola. Pero primero, vamos a buscar el tesoro.

- Vamos allá, Dark. Rumbo a la aventura.

Claude estaba llorando, aquello le conmovió bastante. Había calado en lo hondo de su corazón, pero el sentimiento era mutuo. Quizás no lo conocía de antes pero tenía dos cojones bien grandes. Así que debía de protegerlo y prepararlo para que el mundo no lo matase por ser demasiado osado. Quizás sería un viaje largo, quizás no, pero la ciudad del oro de Skypea... Era un sitio de lo más interesante que visitar. Una leyenda, obviamente, pero podían por lo menos intentarlo. Lo único que les faltaba era dirigirse hasta allí sin preocuparse demasiado de lo que pudiese pasar. Así que se colocó a su lado, casi cabizbajo y empezó a seguirle el rollo. Estaba seguro de que tantas mentiras acabarían escalando hasta resolver el conflicto de la mejor forma.

—Sí... estoy vivo de milagro —musitó actuando—. Gracias a ti, capi, estoy bien. ¡A por el tesoro! ¡El One Piece será tuyo!