Las últimas semanas habían tenido demasiado ajetreo con los últimos trabajos del mercenario. Necesitaba un respiro, aunque solo fuese un día. Sin embargo… Si quería que su proyecto viese la luz, necesitaba trabajar a destajo. Ya tenía parte de los cimientos, por lo que el resto vendría por sí solo si el mercenario le ponía dedicación. Y estaba determinado a hacerlo, pero… Habían días que simplemente no se quería levantar de su cama. Mirando al techo y fumándose un cigarro, Yuu no paraba de pensar en lo bien que le vendría un día o dos de vacaciones en una isla cualquiera. Sí, el Ragnarok era como un hotel de lujo, pero no era lo mismo. No se evadía de nada allí. Sus hombres, todo… Todo le recordaba a su trabajo. Era asfixiante, pero la mayoría de días lo llevaba perfectamente bien. No obstante, ese no era el día. Y menos cuando su agenda empezó a sonar encima de su mesa de noche.
— ¡No! ¡Para! ¡No…! —se puso la almohada en la cara, haciendo como si no escuchara al aparato sonar una y otra vez. Tardó un par de segundos aguantando el pitido, pero al final desistió y lanzó la almohada fuera de la cama, pulsando el botón para abrir la llamada—. Blade al habla —abrió la conversación, con un tono serio pero cansado.
—Buenas, Blade. Tengo trabajo para ti.
—¿Has averiguado algo interesante? —se sentó en la cama con las piernas cruzadas, mientras su mirada se perdía en la madera de las paredes.
—Sí, pero… Voy a necesitar decírtelo en persona para entregarte algo.
—¿Y no me lo puedes enviar por mensajero como haces siempre? ¿Tenemos que reunirnos?
—Eh… Bueno, a ver. Si lo envío por mensajero, Blade, si el paquete se desviara por cualquier cosa o acabara en manos equivocadas… No sería agradable para ninguno de los dos.
—¿Se puede saber de qué estamos hablando?
—Verás… He conseguido la fotografía del Capo de una mafia muy influyente en Paraíso. He movido hilos entre mis contactos, porque nadie sabía cómo era ni siquiera su nombre. De hecho, la Familia Cuore D’Argento es una bastante influyente en Paraíso, pero nadie sabe quién es su jefe… Salvo la propia Familia.
—Vamos a ver… Si nadie sabe quién es su jefe, ¿cómo coño has averiguado que…?
—Me pagaste por mi trabajo, Blade. Y no poco. Me he asegurado de hilar todo y contactar con gente de esa mafia.
—¿Y por qué esa mafia en concreto? Seguro que hay muchísimas más por ahí.
—Su influencia. Tú me dijiste que querías avasallarles. Si te encargas de este Capo, sea de la manera que sea… Créeme, Blade. Puedes sacar tajada.
—Bueno, vale. Me reuniré contigo entonces. ¿Me darás los detalles cuando nos veamos o ahora mismo? —se colocó al borde de la cama, colocando los pies en el parqué.
—Te los diré en persona. Ahora mismo estoy en la misma isla que él, pues he venido específicamente para investigarle. Reúnete conmigo en el puerto de Arabasta en tres días.
—Si está en la misma isla que tú… ¿Eso no quiere decir que puede que en tres días él ya no esté? —se mostró extrañado ante la proposición del sujeto.
—No se irá hasta dentro de una semana. No te preocupes, Blade. Si todo lo que me han dicho es cierto, y te aseguro que son fuentes tan fiables como yo mismo, tiene negocios que hacer en la ciudad. Pero ya te contaré más cuando llegues.
—Vale… Nos vemos en ese puerto en tres días. Por la noche, imagino.
—Sí, aproximadamente a medianoche. Por la mañana no estaré allí, y él tampoco se dejará ver. Tiene que ser por la noche si quieres que todo salga bien.
—Entendido, pues. Corto.
El viaje duró menos de lo esperado, dado que el barco no se hallaba demasiado lejos de la ubicación designada. El mercenario tuvo que esperar en el Ragnarok hasta que el día y la hora indicada llegaran. El Loki le dejó en el puerto a medianoche del día siguiente. Vestido con su traje habitual, y con un sombrero de ala larga, se reunió con su contacto unos metros más allá del lugar donde le había dejado el barco. Las vestimentas de este eran muy parecidas a las de Yuu, solo que no llevaba sombrero y portaba gafas de pasta.
—Bien, Blade. Toma —se sacó un papel plastificado del bolsillo de su chaqueta y se lo dio en mano al mercenario. Este, como le había dicho días atrás, era la fotografía del Capo de la Familia Cuore D’Argento. Era un hombre de mediana edad, el cual tenía una inmaculada perilla negra y unos cabellos negros engominados hacia atrás. No era como Yuu se lo imaginaba, ni mucho menos.
—Qué directo —se guardó la fotografía en su bolsillo de la chaqueta—. Vale. Detalles.
—Te lo contaré de camino. Tenemos que llegar a Rainbase y yo te diré dónde está.
—¿También sabes exactamente dónde está? ¿En serio? —arqueó una ceja.
—La suma que me diste no era poca. Ya te he dicho, me he asegurado de hacer que este trabajo salga a la perfección —se ajustó las gafas con su dedo índice.
—Bueno, bueno… Vale. ¿Esos dos animales de ahí son para…? —señaló a un par de dromedarios que había atados a un poste cercano al puerto.
—Sí, son nuestro transporte hasta Alabasta. ¿Sabes montar, Blade?
—No debe ser tan diferente a navegar un barco. Claro que sé —contestó, seguro de sí mismo, mientras se dirigía hacia ellos. Con gran facilidad, montó a uno y agarró las riendas. No parecía tan difícil.
—Bueno, te voy diciendo. Ese hombre ha venido expresamente a Alabasta para negociar con otro Capo. De tu objetivo no he conseguido el nombre, pero sí que he conseguido el del segundo. De la Familia Parmezzano, Benito Trio es el hombre que tiene que venir hoy a reunirse con tu objetivo. Es una mafia más pequeña que los Cuore D’Argento y, según mis contactos, quieren anexionarla a ellos.
—Vaya… Una oportunidad de oro. Vale, ¿y dónde se reunirán esta noche?
—En uno de los cabarets más influyentes de la ciudad. Te voy a llevar a él y todo lo demás corre por tu cuenta, Blade. No sé dónde se reunirán dentro del cabaret, pero sabiendo el rostro del Capo y conociendo tus habilidades, no te será difícil sabiendo todo eso de antemano.
—Perfecto. Pues venga. —Ambos empezaron a tomar rumbo a la ciudad objetivo.
Aquellos animales eran bastante rápidos, así que tardaron en torno a una hora en llegar. Una vez allí, el informante llevó a Yuu a la puerta del cabaret. La jungla de neón en la que entró no desagradó al mercenario, y menos cuando empezó a ver a mujeres con poca ropa caminar por el lugar. Sin duda, si no estuviera trabajando, aquel lugar sería el idóneo para la relajación que buscaba. Pero no se podía desviar del trabajo, así que dio una vuelta por el lugar a ver si lograba encontrar algo que le llevara hasta su objetivo. Esperaba que nadie le reconociera, pero sabiendo que allí todo el mundo iba a lo suyo y que no parecía haber presencia del Gobierno, no creía que fuera a tener demasiado problema. Empezaba a ser famoso entre la gente, y pese a que aquello solo incrementaba su ego, sentía que tenía que ir con más cuidado allá a donde fuera si no quería tener que mover el culo y esforzarse más de la cuenta.
— ¡No! ¡Para! ¡No…! —se puso la almohada en la cara, haciendo como si no escuchara al aparato sonar una y otra vez. Tardó un par de segundos aguantando el pitido, pero al final desistió y lanzó la almohada fuera de la cama, pulsando el botón para abrir la llamada—. Blade al habla —abrió la conversación, con un tono serio pero cansado.
—Buenas, Blade. Tengo trabajo para ti.
—¿Has averiguado algo interesante? —se sentó en la cama con las piernas cruzadas, mientras su mirada se perdía en la madera de las paredes.
—Sí, pero… Voy a necesitar decírtelo en persona para entregarte algo.
—¿Y no me lo puedes enviar por mensajero como haces siempre? ¿Tenemos que reunirnos?
—Eh… Bueno, a ver. Si lo envío por mensajero, Blade, si el paquete se desviara por cualquier cosa o acabara en manos equivocadas… No sería agradable para ninguno de los dos.
—¿Se puede saber de qué estamos hablando?
—Verás… He conseguido la fotografía del Capo de una mafia muy influyente en Paraíso. He movido hilos entre mis contactos, porque nadie sabía cómo era ni siquiera su nombre. De hecho, la Familia Cuore D’Argento es una bastante influyente en Paraíso, pero nadie sabe quién es su jefe… Salvo la propia Familia.
—Vamos a ver… Si nadie sabe quién es su jefe, ¿cómo coño has averiguado que…?
—Me pagaste por mi trabajo, Blade. Y no poco. Me he asegurado de hilar todo y contactar con gente de esa mafia.
—¿Y por qué esa mafia en concreto? Seguro que hay muchísimas más por ahí.
—Su influencia. Tú me dijiste que querías avasallarles. Si te encargas de este Capo, sea de la manera que sea… Créeme, Blade. Puedes sacar tajada.
—Bueno, vale. Me reuniré contigo entonces. ¿Me darás los detalles cuando nos veamos o ahora mismo? —se colocó al borde de la cama, colocando los pies en el parqué.
—Te los diré en persona. Ahora mismo estoy en la misma isla que él, pues he venido específicamente para investigarle. Reúnete conmigo en el puerto de Arabasta en tres días.
—Si está en la misma isla que tú… ¿Eso no quiere decir que puede que en tres días él ya no esté? —se mostró extrañado ante la proposición del sujeto.
—No se irá hasta dentro de una semana. No te preocupes, Blade. Si todo lo que me han dicho es cierto, y te aseguro que son fuentes tan fiables como yo mismo, tiene negocios que hacer en la ciudad. Pero ya te contaré más cuando llegues.
—Vale… Nos vemos en ese puerto en tres días. Por la noche, imagino.
—Sí, aproximadamente a medianoche. Por la mañana no estaré allí, y él tampoco se dejará ver. Tiene que ser por la noche si quieres que todo salga bien.
—Entendido, pues. Corto.
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Días después, en Arabasta...
Días después, en Arabasta...
El viaje duró menos de lo esperado, dado que el barco no se hallaba demasiado lejos de la ubicación designada. El mercenario tuvo que esperar en el Ragnarok hasta que el día y la hora indicada llegaran. El Loki le dejó en el puerto a medianoche del día siguiente. Vestido con su traje habitual, y con un sombrero de ala larga, se reunió con su contacto unos metros más allá del lugar donde le había dejado el barco. Las vestimentas de este eran muy parecidas a las de Yuu, solo que no llevaba sombrero y portaba gafas de pasta.
—Bien, Blade. Toma —se sacó un papel plastificado del bolsillo de su chaqueta y se lo dio en mano al mercenario. Este, como le había dicho días atrás, era la fotografía del Capo de la Familia Cuore D’Argento. Era un hombre de mediana edad, el cual tenía una inmaculada perilla negra y unos cabellos negros engominados hacia atrás. No era como Yuu se lo imaginaba, ni mucho menos.
—Qué directo —se guardó la fotografía en su bolsillo de la chaqueta—. Vale. Detalles.
—Te lo contaré de camino. Tenemos que llegar a Rainbase y yo te diré dónde está.
—¿También sabes exactamente dónde está? ¿En serio? —arqueó una ceja.
—La suma que me diste no era poca. Ya te he dicho, me he asegurado de hacer que este trabajo salga a la perfección —se ajustó las gafas con su dedo índice.
—Bueno, bueno… Vale. ¿Esos dos animales de ahí son para…? —señaló a un par de dromedarios que había atados a un poste cercano al puerto.
—Sí, son nuestro transporte hasta Alabasta. ¿Sabes montar, Blade?
—No debe ser tan diferente a navegar un barco. Claro que sé —contestó, seguro de sí mismo, mientras se dirigía hacia ellos. Con gran facilidad, montó a uno y agarró las riendas. No parecía tan difícil.
—Bueno, te voy diciendo. Ese hombre ha venido expresamente a Alabasta para negociar con otro Capo. De tu objetivo no he conseguido el nombre, pero sí que he conseguido el del segundo. De la Familia Parmezzano, Benito Trio es el hombre que tiene que venir hoy a reunirse con tu objetivo. Es una mafia más pequeña que los Cuore D’Argento y, según mis contactos, quieren anexionarla a ellos.
—Vaya… Una oportunidad de oro. Vale, ¿y dónde se reunirán esta noche?
—En uno de los cabarets más influyentes de la ciudad. Te voy a llevar a él y todo lo demás corre por tu cuenta, Blade. No sé dónde se reunirán dentro del cabaret, pero sabiendo el rostro del Capo y conociendo tus habilidades, no te será difícil sabiendo todo eso de antemano.
—Perfecto. Pues venga. —Ambos empezaron a tomar rumbo a la ciudad objetivo.
Aquellos animales eran bastante rápidos, así que tardaron en torno a una hora en llegar. Una vez allí, el informante llevó a Yuu a la puerta del cabaret. La jungla de neón en la que entró no desagradó al mercenario, y menos cuando empezó a ver a mujeres con poca ropa caminar por el lugar. Sin duda, si no estuviera trabajando, aquel lugar sería el idóneo para la relajación que buscaba. Pero no se podía desviar del trabajo, así que dio una vuelta por el lugar a ver si lograba encontrar algo que le llevara hasta su objetivo. Esperaba que nadie le reconociera, pero sabiendo que allí todo el mundo iba a lo suyo y que no parecía haber presencia del Gobierno, no creía que fuera a tener demasiado problema. Empezaba a ser famoso entre la gente, y pese a que aquello solo incrementaba su ego, sentía que tenía que ir con más cuidado allá a donde fuera si no quería tener que mover el culo y esforzarse más de la cuenta.
Lilith Blair
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aquella mañana estaba cansada, después de todo hacía un par de días que se habían hecho cargo de Akane y de sus locales. Esa mujer había sido un completo dolor de cabeza pero al menos se habían desecho de ella de una vez por todas y Eiji había conseguido su venganza. Aquella experiencia había conseguido que la mujer de violáceos cabellos se plantease muchas cosas, después de todo su meta había cambiado, ya no solo quería controlar la prostitución en Arabasta, se encargaría de llevar su nombre y su marca por todos los lugares conocidos y por conocer. Fuera en la isla que fuera, conocerían su nombre y sus negocios, se convertiría en la reina de la prostitución y no permitiría que nadie se metiera en su camino.
Si hubiera sido por ella, se hubiese quedado en la cama al menos hasta el mediodía, realmente necesitaba descansar pero el mundo no paraba de girar y no esperaba a nadie. Por ese motivo y por muchos otros hizo de tripas corazón y terminó por espabilarse y retomar sus trabajos pendientes. Tenía mucho que revisar y debía asegurarse de que todo estaba preparado para aquella noche, le habían avisado de que irían personas más o menos importantes a su local principal y no le apetecía en absoluto tener problemas aquella noche. Además debía ir a revisar las obras en el antiguo local de Akane, aquel que se había convertido en su base y donde se llevaban a cabo la mayoría de trabajos de organización y demás.
— León querido, prepara las cosas para ir a ver la obra, después iremos a revisar el nuevo cargamento de joyas que nos envió nuestra felina amiga. Tenemos mucho que hacer, pero para antes de las ocho tenemos que estar en el local principal para asegurarnos de que todo está preparado — aquel hombre no necesitó más indicaciones. Rápidamente acompaño a su señora hacía el coche y junto a Allaidh subió para poner rumbo al edificio en obras. Desde luego el lugar era una completa maravilla, se notaba que aquel sitio se convertiría en un icono dentro de su imperio pero por el momento no cantaría victoria. La mujer no tenía por costumbre celebrar nada antes de cerciorarse de que terminaba bien. Más valía tener el negocio asegurado que ir por festejando por algo que aún no tienes entre las manos, eso solo servía para llevarse decepciones cuando algo salía mal en el último momento.
Tras asegurarse de que la remodelación del edificio iba perfectamente y tras hablar con unos cuantos de los trabajadores y el capataz de la obra se despidió de ellos y marcho hacía una tienda en específico. La habían llamado para que revisase un cargamento nuevo de joyas para que sus chicas las lucieran, después de todo el negocio con su felina amiga iba viento en popa. Sus chicas seguían recibiendo joyas y ellas hacían milagros con ellas para beneficiarse de los regalos que los nobles les hacían a sus prostitutas favoritas. Por suerte para ella, su vida como noble le había dado un ojo bastante bueno a la hora de descubrir fallos en el diseño, por eso tenía tanto talento a la hora de dibujar, los detalles eran su punto fuerte y siempre había recibido halagos por ese mismo motivo. — Están perfectas, como siempre, las esperamos esta noche en la parte trasera del local, camufladlas como cajas de bebida — habían llegado a ese acuerdo para evitar que alguien pudiera darse cuenta de que entraban cosas “extrañas” al local.
Tras aquella revisión ambos se dirigieron al punto caliente de todo aquel chanchullo que se traían. El local principal de la mujer, el local de moda para todos, no solo para aquellos que se mueven por el mundo de lo ilegal, no, aquel lugar era un punto crucial para la sociedad de aquella isla por mucho que quisieran negarlo o esconderlo. Allí se encontraban sus chicas practicando el nuevo espectáculo para el local mientras aquellos que se encargaban de servir las mesas y las barras revisaban que todo estuviera en orden. Si faltaban botellas las reponían, sacaban brillo a los vasos y copas, revisaban el buen funcionamiento de las máquinas de hielo. Todo parecía estar perfectamente preparado para aquella noche y eso era algo que satisfacía enormemente a la mujer. Sus chicos eran eficientes y una vez estaba todo preparado solo había que esperar a que la noche diera comienzo y todos acudieran al lugar como corderitos al matadero.
Una llamada hizo que Lilith se apartase un poco del barullo del espectáculo para contestar, al parecer sus muchachos habían averiguado quienes eran esas personas tan “especiales” que acudirían a su local aquella noche. Se trataba de nada más y nada menos que los integrantes de una afamada mafia, no le solían gustar demasiado los mafiosos a nuestra madame, después de todo se pensaban que tenían derecho sobre todo y sobre todos y no sería la primera vez que intentan quedarse con lo que es suyo. Estaba acostumbrada a lidiar con ese tipo de individuos y si tenía que deshacerse de ellos igual que había hecho con otros, no le temblaría la mano a la hora de dar la orden o de apretar el gatillo.
Pero por el momento dejaría que llegaran y vería que intenciones tenían. Pasadas unas horas la noche se cernió sobre el local y sobre Arabasta entera y sus desiertos. Era el momento de dejar que sus chicas brillasen como las estrellas exóticas que eran. Por su parte se encontraba en su reservado especial, el más alto y el que mejor vistas tenía de todo el local mientras tomaba una copa, después de todo aquel garito era suyo y era mejor tenerlo todo bien vigilado mientras el espectáculo daba comienzo y una despampanante rubia daba comienzo al primer número de la noche.
Si hubiera sido por ella, se hubiese quedado en la cama al menos hasta el mediodía, realmente necesitaba descansar pero el mundo no paraba de girar y no esperaba a nadie. Por ese motivo y por muchos otros hizo de tripas corazón y terminó por espabilarse y retomar sus trabajos pendientes. Tenía mucho que revisar y debía asegurarse de que todo estaba preparado para aquella noche, le habían avisado de que irían personas más o menos importantes a su local principal y no le apetecía en absoluto tener problemas aquella noche. Además debía ir a revisar las obras en el antiguo local de Akane, aquel que se había convertido en su base y donde se llevaban a cabo la mayoría de trabajos de organización y demás.
— León querido, prepara las cosas para ir a ver la obra, después iremos a revisar el nuevo cargamento de joyas que nos envió nuestra felina amiga. Tenemos mucho que hacer, pero para antes de las ocho tenemos que estar en el local principal para asegurarnos de que todo está preparado — aquel hombre no necesitó más indicaciones. Rápidamente acompaño a su señora hacía el coche y junto a Allaidh subió para poner rumbo al edificio en obras. Desde luego el lugar era una completa maravilla, se notaba que aquel sitio se convertiría en un icono dentro de su imperio pero por el momento no cantaría victoria. La mujer no tenía por costumbre celebrar nada antes de cerciorarse de que terminaba bien. Más valía tener el negocio asegurado que ir por festejando por algo que aún no tienes entre las manos, eso solo servía para llevarse decepciones cuando algo salía mal en el último momento.
Tras asegurarse de que la remodelación del edificio iba perfectamente y tras hablar con unos cuantos de los trabajadores y el capataz de la obra se despidió de ellos y marcho hacía una tienda en específico. La habían llamado para que revisase un cargamento nuevo de joyas para que sus chicas las lucieran, después de todo el negocio con su felina amiga iba viento en popa. Sus chicas seguían recibiendo joyas y ellas hacían milagros con ellas para beneficiarse de los regalos que los nobles les hacían a sus prostitutas favoritas. Por suerte para ella, su vida como noble le había dado un ojo bastante bueno a la hora de descubrir fallos en el diseño, por eso tenía tanto talento a la hora de dibujar, los detalles eran su punto fuerte y siempre había recibido halagos por ese mismo motivo. — Están perfectas, como siempre, las esperamos esta noche en la parte trasera del local, camufladlas como cajas de bebida — habían llegado a ese acuerdo para evitar que alguien pudiera darse cuenta de que entraban cosas “extrañas” al local.
Tras aquella revisión ambos se dirigieron al punto caliente de todo aquel chanchullo que se traían. El local principal de la mujer, el local de moda para todos, no solo para aquellos que se mueven por el mundo de lo ilegal, no, aquel lugar era un punto crucial para la sociedad de aquella isla por mucho que quisieran negarlo o esconderlo. Allí se encontraban sus chicas practicando el nuevo espectáculo para el local mientras aquellos que se encargaban de servir las mesas y las barras revisaban que todo estuviera en orden. Si faltaban botellas las reponían, sacaban brillo a los vasos y copas, revisaban el buen funcionamiento de las máquinas de hielo. Todo parecía estar perfectamente preparado para aquella noche y eso era algo que satisfacía enormemente a la mujer. Sus chicos eran eficientes y una vez estaba todo preparado solo había que esperar a que la noche diera comienzo y todos acudieran al lugar como corderitos al matadero.
Una llamada hizo que Lilith se apartase un poco del barullo del espectáculo para contestar, al parecer sus muchachos habían averiguado quienes eran esas personas tan “especiales” que acudirían a su local aquella noche. Se trataba de nada más y nada menos que los integrantes de una afamada mafia, no le solían gustar demasiado los mafiosos a nuestra madame, después de todo se pensaban que tenían derecho sobre todo y sobre todos y no sería la primera vez que intentan quedarse con lo que es suyo. Estaba acostumbrada a lidiar con ese tipo de individuos y si tenía que deshacerse de ellos igual que había hecho con otros, no le temblaría la mano a la hora de dar la orden o de apretar el gatillo.
Pero por el momento dejaría que llegaran y vería que intenciones tenían. Pasadas unas horas la noche se cernió sobre el local y sobre Arabasta entera y sus desiertos. Era el momento de dejar que sus chicas brillasen como las estrellas exóticas que eran. Por su parte se encontraba en su reservado especial, el más alto y el que mejor vistas tenía de todo el local mientras tomaba una copa, después de todo aquel garito era suyo y era mejor tenerlo todo bien vigilado mientras el espectáculo daba comienzo y una despampanante rubia daba comienzo al primer número de la noche.
- Número de las chicas:
El ambiente de aquel lugar era extremadamente animado. Sobre todo, porque parecía haber comenzado el espectáculo en lo que parecía ser el gran salón. Yuu se acercó a la entrada y echó un rápido vistazo al lugar. No obstante, las mujeres que encima del escenario se hallaban desconcertaron al mercenario. «Menudos pibonazos, tú… Mira cómo se mueven, loco…» pensó, al mismo tiempo que descendía un poco de baba por su barbilla. Se limpió con la mano y agitó la cabeza. No podía pensar ahora mismo en cosas que no fueran ese hombre que tenía que buscar. El trabajo siempre era lo primero, y teniendo eso como prioridad ya, su ojo empezó a buscar por aquel lugar a su objetivo. ¿Estaría allí o quizás en otro sitio? El pelinegro no tenía ni la más remota idea, así que le tocaría pasearse por todo el local en busca de aquella reunión. Si eran tan importantes ambos, dudaba mucho que estuvieran en un lugar tan amplio. Lo más seguro es que hubieran reservado algún lugar más silencioso, pero… ¿Dónde empezaba a buscar? Y lo peor de todo, ¿cómo entraría? Le costaría un poco, pero dudaba que tardara más de lo que durara la reunión.
Se alejó del barullo que suponía aquel espectáculo y volvió a la entrada, buscando en otros sitios del lugar. Se acercó a lo que parecía ser una especie de bar bastante lujoso. Necesitaba información del sitio, y de hecho, aquel era buen lugar para empezar. Se sentó en uno de los taburetes, a unos metros de unos clientes que parecían estar mirándole. «¿Y estos imbéciles qué coño miran? ¿Me habrán reconocido o qué cojones?» pensó, a la par que cruzaba miradas con ellos, arqueando su ceja visible.
—¿Qué coño estáis mirando? —les dijo al par de sujetos que le miraban. Eran bastante jóvenes y delgados, y no creía que fueran siquiera a envalentonarse. O quizás sí.
—A ti, escoria. ¿Por qué no te largas de aquí y dejas a la gente de bien disfrutar? —dijo con un tono ofensivo el más cercano al mercenario.
—Eso, no queremos a gente como tú por aquí —dijo el otro—. Seguro que habrás venido para matar a alguien, ¿eh? ¡Fuera!
—¿Y decís todo eso por un puto cartel, niñatos? —suspiró, sin alarmarse todavía. Le estaban empezando a cabrear, pero aún no le habían tocado los cojones lo suficiente como para plantarles cara.
—Hemos oído de tus crímenes, The Maker. Los carteles solo confirman que eres un puto criminal de los cojones. Y a la gente como tú la tendrían que tener encerrada. ¿Te piensas que haciendo lo que haces te vas a ganar a la gente o qué?
—Vale. —Se levantó del taburete con rapidez, encarándose hacia ellos y sobresaltándolos—. ¿Me ves cara de querer ganaros, putos imbéciles de mierda? Mirad, inútiles, u os calláis u os van a llover tantas hostias que no vais a poder moveros más ni a estar tan subiditos en vuestra puta vida. ¿Me entendéis, payasos? —se posó frente a ellos, intimidante.
—Señor, por favor… —se acercó el hombre de la barra a poner calma al asunto—. Si sigue armando escándalo le voy a tener que pedir que se vaya.
—No, si me voy a ir de aquí de una puta vez. ¿Dónde cojones están los reservados? Tenía que ir allí y me he puto perdido en esta puta inmensidad de local —les dedicó una última mirada a los dos hombres, que habían vuelto a lo suyo y parecían estar más tensos que antes. De hecho, el mercenario no llegó a fijarse, pero uno de ellos parecía haberse meado en los pantalones.
—Por allí. Pero como cause algún problema por allí se la verá con la seguridad —señaló unas escaleras. Al parecer, los reservados estaban más arriba.
Sin mediar ninguna palabra más con aquellos imbéciles, Yuu se dirigió con las manos en sus bolsillos a subir las escaleras. Una vez alcanzó el primer piso, vio una entrada con un cordón y un guardia de seguridad fuera. Siguió avanzando y echó un vistazo a lo que se podía ver de la sala. Intentó cerciorarse de que si estaban allí su objetivo y el otro, pero por el momento no parecía verles. El guardia, por otro lado, había fijado su mirada en Yuu. Sospechaba de él y, posiblemente, también le había reconocido. No sabía hasta qué punto la gente sabía de él y sus actos, pero por lo que había visto había gente que hablaba de él. ¿Rumores? ¿Quizás noticias sobre él en el periódico? No tenía ni idea, pero empezaría a ser un problema de ahí en adelante.
Se alejó del barullo que suponía aquel espectáculo y volvió a la entrada, buscando en otros sitios del lugar. Se acercó a lo que parecía ser una especie de bar bastante lujoso. Necesitaba información del sitio, y de hecho, aquel era buen lugar para empezar. Se sentó en uno de los taburetes, a unos metros de unos clientes que parecían estar mirándole. «¿Y estos imbéciles qué coño miran? ¿Me habrán reconocido o qué cojones?» pensó, a la par que cruzaba miradas con ellos, arqueando su ceja visible.
—¿Qué coño estáis mirando? —les dijo al par de sujetos que le miraban. Eran bastante jóvenes y delgados, y no creía que fueran siquiera a envalentonarse. O quizás sí.
—A ti, escoria. ¿Por qué no te largas de aquí y dejas a la gente de bien disfrutar? —dijo con un tono ofensivo el más cercano al mercenario.
—Eso, no queremos a gente como tú por aquí —dijo el otro—. Seguro que habrás venido para matar a alguien, ¿eh? ¡Fuera!
—¿Y decís todo eso por un puto cartel, niñatos? —suspiró, sin alarmarse todavía. Le estaban empezando a cabrear, pero aún no le habían tocado los cojones lo suficiente como para plantarles cara.
—Hemos oído de tus crímenes, The Maker. Los carteles solo confirman que eres un puto criminal de los cojones. Y a la gente como tú la tendrían que tener encerrada. ¿Te piensas que haciendo lo que haces te vas a ganar a la gente o qué?
—Vale. —Se levantó del taburete con rapidez, encarándose hacia ellos y sobresaltándolos—. ¿Me ves cara de querer ganaros, putos imbéciles de mierda? Mirad, inútiles, u os calláis u os van a llover tantas hostias que no vais a poder moveros más ni a estar tan subiditos en vuestra puta vida. ¿Me entendéis, payasos? —se posó frente a ellos, intimidante.
—Señor, por favor… —se acercó el hombre de la barra a poner calma al asunto—. Si sigue armando escándalo le voy a tener que pedir que se vaya.
—No, si me voy a ir de aquí de una puta vez. ¿Dónde cojones están los reservados? Tenía que ir allí y me he puto perdido en esta puta inmensidad de local —les dedicó una última mirada a los dos hombres, que habían vuelto a lo suyo y parecían estar más tensos que antes. De hecho, el mercenario no llegó a fijarse, pero uno de ellos parecía haberse meado en los pantalones.
—Por allí. Pero como cause algún problema por allí se la verá con la seguridad —señaló unas escaleras. Al parecer, los reservados estaban más arriba.
Sin mediar ninguna palabra más con aquellos imbéciles, Yuu se dirigió con las manos en sus bolsillos a subir las escaleras. Una vez alcanzó el primer piso, vio una entrada con un cordón y un guardia de seguridad fuera. Siguió avanzando y echó un vistazo a lo que se podía ver de la sala. Intentó cerciorarse de que si estaban allí su objetivo y el otro, pero por el momento no parecía verles. El guardia, por otro lado, había fijado su mirada en Yuu. Sospechaba de él y, posiblemente, también le había reconocido. No sabía hasta qué punto la gente sabía de él y sus actos, pero por lo que había visto había gente que hablaba de él. ¿Rumores? ¿Quizás noticias sobre él en el periódico? No tenía ni idea, pero empezaría a ser un problema de ahí en adelante.
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