El último de los Cinco [Moderado nivel 7 - Dark]

Te llama. Palpita como si estuviera vivo. Está ahí, en algún punto, oculta a los ojos de todos. Te grita desesperadamente que le saques de ahí. Algo en ti reconoce esa voz y responde a su llamada rugiendo. Algo que llevaba tiempo dormido empieza a abrir los ojos.

En cierto modo, Zilda te recuerda a Dark Dome. La constante lluvia no es tan diferente de la noche perpetua, hasta cierto punto. Además el paisaje de rascacielos, las calles y los vehículos motorizados componen un paisaje similar. La primera diferente entre Dark Dome y Zilda está en sus calles: grandes soportales cubren cada acera para proteger a los transeúntes de la lluvia. Eso es, claro está, en el centro de la ciudad. En los barrios obreros y las zona pobres es un poco diferente. Pero eso ahora mismo no nos importa; no estamos en las zonas residenciales, sino en el mismo centro de la ciudad principal de la isla.

Hoy es la gran inauguración del primer Hell's Kitchen de la isla, y como no podía ser de otra manera, tú estarás allí. Evidentemente dado que Sideros es parte del Gobierno Mundial no puedes ir a cara descubierta, así que la administradora, Mireia, te ha pedido que te andes con ojo y vayas disfrazado de alguna manera. Sin embargo por lo demás no ha escatimado en gastos, y en el momento en que llegas al puerto principal de la isla, Vaior, te está esperando un vehículo de lo más peculiar: una gigantesca mantarraya voladora cyborg con una cabina para pasajeros sobre la espalda. Una vez estas en este extraño taxi aéreo, la manta despega y empieza a tomar altura y acercarse a la lluviosa Zilda, ayudada por unos propulsores que le suman velocidad.

Aterrizas en el tejado del edificio, donde te espera Mireia. Es una piernas largas joven, de pelo rubio recogido en un moño, gafas negras y traje de negocios. Es notoriamente más alta que tú. En el momento en que desembarcas se acerca con lo que podrías describir un paraguas de 360º: una vara de metal de cuarenta centímetros que emite una gruesa pompa de jabón capaz de bloquear la lluvia. Se apresura a cubrirte y te tiende la mano.

- Bienvenido a Zilda, señor Satou. Es un placer conocerle al fin en persona. Soy Mireia Crespo - te tiende una barra de metal muy similar a la que lleva ella, aunque mucho más pequeña - Le recomiendo usar siempre paraguas. La lluvia ácida de la ciudad deslustra la ropa. El botón azul despliega el asta, el rojo la pompa.

La mujer te guía al interior del edificio, donde entráis en un ascensor. Estáis en un rascacielos, pero el aparato va aceptablemente rápido. Puedes ver el número del piso cambiar en la pantalla de control velozmente. Mientras bajáis, Mireia te explica los pormenores del negocio: hay un comedor principal en una estancia bastante grande. En este se encuentran varias salas privadas dentro de la propia sala: son receptáculos del tamaño de un comedor pequeño con el aspecto de un platillo volante, que una vez los huéspedes entran se eleva y queda a unos tres metros sobre el comedor. Los cristales de los comedores privados permiten a los clientes ver la sala principal sin ser observados; estos detalles se pagan bien, así que solo se puede acceder a las salas especiales con reserva y pagando un coste adicional. Por último hay unos comedores privados para aquellos clientes que no quieran entrar en el comedor.

- Por supuesto nosotros sí podremos saber lo que pasan en las salas, por cuestiones de seguridad - añade. Entonces abre una puerta y entráis al comedor - Bienvenido al Hell's Kitchen de Zilda, señor.

La estancia es realmente grande, tal y como te ha descrito. Entre las mesas hay grandes tanques con peces exóticos, bambúes y música suave de fondo. Además en lugar de verse el techo, hay una proyección de un cielo nocturno estrellado.

- Le tengo reservadas tres mesas, para que escoja. Puedo ponerle con el resto de la gente, en una de las estancias levitadoras o si prefiere no relacionarse con nadie y evitar riesgos, irse a uno de los comedores privados. De todos modos hemos evitado incluir en la lista de invitados a personalidades relacionadas con el Gobierno.

Caminó hasta delante del espejo y puso la palma de su mano en él, mirándose fijamente mientras su forma cambiaba. Conforme recitaba en su cabeza las palabras la polimorfia se iba encargando de actuar, puesto que imaginaba cada facción o descripción al unísono de sus pensamientos. «Veamos… La altura será varios centímetros mayor a la mía. El pelo… Corto, de un dorado intenso. No tendré cicatrices ni tampoco un rostro demasiado prominente: quiero parecer alguien que cause respeto, hasta cierto punto. También no me funcionará parecer joven, por lo que los rasgos de una persona de treinta más o menos me irán que ni pintados. Perfecto. Ojos rojos… Y listo.» volvió a echarse una ojeada y esbozó una pequeña sonrisa.

Pelo corto, con un enlacado que lo mantenía algo revoltoso pero se notaba que estaba peinado así a propósito. Ojos rojos como el carmín, con pupilas normales y redondeadas. Un traje entallado de un grisáceo tirando hacia negro, con un pañuelo bien doblado a la altura del bolsillo del pecho. La camisa que llevaba abajo se asemejaba a una textura de mármol negra con motas blanquecinas. Los botones estaban bien cerrados, exceptuando el primero del cuello y el último del torso, ya que al ser una camisa bastante larga, le molestaba tener tan cerrada la parte de abajo. Un cinturón discreto, de color negro y hebilla plateada con unos pantalones que eran parte del conjunto de la americana. Sin embargo, decidió destacar varias cosas: el fondo de la chaqueta era de un color rojo, pudiéndose ver en el interior un contraste de lo más interesante. Además de tener unos mocasines de lo más atrevidos con el mismo tono de color. Decidió rematar su aspecto con un atrevido rojo carmín en las uñas, pintándoselas con cuidado.

—Estás espectacular, Joshua —se dijo a él mismo mientras deslizaba su nuevo cuerpo por el espejo y revisaba que todas sus facciones estuviesen a la perfección—. Un nombre que me parece adecuado para la situación. Hasta a mí me gusta referenciar a la biblia, para qué mentir —se acomodó los puños de la americana y se dio media vuelta, saliendo hacia fuera de la habitación del hotel—. Y más si es el nombre de un elegido. Joshua Jozen.

Y no tardó en llevarse las manos a la lumbar, adoptando su nueva postura. Repasó en su cabeza datos comunes por si alguien le llegaba a preguntar: de dónde era —Dark Dome—, qué edad tenía —treinta y dos años, nacido el veintitrés de octubre—, qué hacía aquí —negocios en particular—, su nombre —Joshua Jozen— y demases. Era un experto psicólogo y lingüista, por lo que con la suficiente concentración podría mentir como le viniese en gana. El problema es que a pesar de poder emular la voz que desease, o comportarse como una persona completamente distinta, tenía que seguir eligiendo sus palabras con cuidado. Se encontraba en Síderos y un error podría llevarle a los brazos del gobierno mundial, preferiblmente a Impel Down. Por lo que había decidido salir sin ningún arma blanca. Se reuniría con Mireia tras coger el transporte designado. Pero para ello debía de bajar y caminar un rato por la ciudad.


Había tardado un rato en llegar al puerto, y ahí entendió lo importante que eran las buenas formas. No solo se encontraba en un lugar que, tras observarlo durante el paseo lluvioso, le parecía de lo más acogedor. Si no que ahora estaba totalmente mojado. No se había dado cuenta de la lluvia, por lo que una vez dentro de la cabina volvería a repetir la polimorfia para estar seco. Si iba solo o con una persona de confianza, claro está. No le dio demasiada importancia a lo extravagante que era el medio de transporte: parecía de lo más útil y si le llevaba a su destino no iba a quejarse. Se acomodó y estiró brevemente las piernas, observando desde su asiento la vista aérea de la ciudad. Era una putada que solo estuviesen cubiertas de la lluvia las zonas de la parte central, pero también era lógico. No parecían escatimar en gastos para las clases bajas y medias. Pero aquel no era su problema. Su problema real era la inauguración del Hell Kitchen de Zilda: una idea que había barajado con su primo y amigo Ivan Markov. No solo tenía que encargarse de expandir una cadena de restaurantes exitosos, si no que tenía que vigilar todo lo relacionado con la parte ilegal. Porque la tenía. Dark ya no era una persona con escrúpulos y con la justicia por delante. Prefería vivir con algo de acción.

La manta aterrizó, tras un rato en el que el sonido de los propulsores llegaron a agobiarle. Ahora sí que se encontraban en la zona en la que llovía de verdad: Zilda. Por suerte, su contacto y guía Mireia se apresuró en taparle de las gotas rápidamente. Le agradeció aquel gesto con una pequeña mueca y un ladeo de cabeza, cerrando los ojos. Después agarró el paraguas y accionó los botones que le había explicado, empezando a caminar hacia el interior del edificio.

—El placer es mío, Crespo-san. A partir de ahora llámeme Joshua Jozen, si no le importa. Mi identidad es algo que debe ser preservado a todo momento: con la recompensa que tengo sobre mi cabeza y la fama adjunta a mi nombre podemos meternos en problemas si reconocen el apellido —sonrió brevemente—. Me gustaría que pactasemos una pequeña señal, de esta forma —hizo el gesto de colocarse un mechón de pelo en la oreja—. Si veo ese gesto, procederé a presentarme como Satou. Si no, seguiré preservando mi identidad. Espero que no le moleste... Y gracias por el paraguas —acabó diciendo con un tono cálido.

Una vez pasaron las puertas se encargó de cerrar y agitar hacia fuera el paraguas, usándolo finamente de bastón con una postura erguida. Quizás le había extrañado ligeramente que Mireia tuviese tales piernas, pero sabía de sobras que era una tribu parecida a la de los brazos largos. Decidió no rumiar demasiado el tema y continuó dejándose guiar por el interior del edificio, deleiteándose del panorama que le ofrecían. Tanto la estructura como la decoración eran exquisitas. Además de que el bambú era acertado y el cielo proyectado espectacular. Intentó no mostrar demasiados rasgos que le delatasen como el dueño del local, o por lo menos hasta que estuviese en un lugar más en confianza. Por lo que se acercó a Mireia y con una sonrisa acercó la boca a su oído.

—Las levitadoras me parecen la mejor opción, pero quizás lo mejor sería ver qué tipo de gente viene por los locales. Igualmente, para que vea que confío en usted, le dejaré elegir. ¿Qué cree que es lo mejor? —Preguntó mientras se separaba—. Por cierto, el local está increíble. Muy buen trabajo, la verdad —acabó halagándole, simulando una conversación más normal. Pero lo decía con sinceridad.

Volvió a llevar las manos a la lumbar y siguió observando. ¿Realmente así iban a ser los Hell Kitchen? Ivan debía de verlo. Quizás le importaría una mierda, se iría al lugar más apartado y se hincharía a whisky y opio pero por lo menos compartirían el momento. Ya se acordaría de llamarle después, una vez viese de qué iba la cosa. Era importante relacionarse con la gente y, sobretodo, ver a quién podían suministrar la droga. Así que iría donde le dijese Mireia y se sentaría.

- Si quiere mezclarse con los invitados, le recomiendo una mesa en el comedor principal. Le buscaré una bien situada donde tenga buena visibilidad de la sala.

Te hace esperar un momento mientras empieza a sonar una sinfonía de piano de fondo. Al cabo de un momento vuelve mientras revisa un aparato que te resulta extraño. Es una especie de tabla metálica con una pantalla electrónica. Tiene un pequeño den den mushi asomando de la parte superior. Si te acercas a mirar podrás ver que está mirando una especie de mapa del comedor donde las mesas están marcadas con diferentes colores.

- Sígame, por favor. Le tengo el sitio ideal.

Te lleva una mesa algo alejada pero sobre un ligero altillo de apenas medio metro, rodeado de escaleras. La mesa está rodeada de plantas exóticas. En esta ya hay situada una carta de entrantes, una segundos, otra de postres y una de bebidas. Mireia te hace un gesto hacia la mesa y dice:

- Si así lo quiere, puede ir eligiendo lo que desea tomar, la cocina le dará prioridad y comenzarán ya. O si prefiere esperar a los clientes, puede ir escogiendo bebida. La inauguración comienza en veinte minutos.

Elijas lo que elijas, tienes veinte minutos para ti mismo antes de que empiecen a entrar los invitados. En cuanto se abren las puertas la sala se empieza a llenar de gente de aspecto refinado... y gente muy rara. Algunos simplemente parecen gente rica, muy bien vestida para la ocasión. Otros parecen experimentos de bioingeniería que hacen que tú cuando tenías partes de dragón parecieras un tipo normal. Y otros tienen pinta de ser más máquina que hombre. No tienes muy claro cómo esa especie de lavadora con piernas de persona va a disfrutar de la comida, pero él sabrá.

- Espaguetis a la boloñesa.

- Señor, no está en la carta.

- Qué pereza... ¿en serio tengo que leer? No sé. Lo más parecido que tengas a comida normal.

La curiosa conversación te llega de la mesa más cercana. En esta te encuentras a un camarero atendiendo a lo que solo podrías definir como... un esqueleto. Bueno, eso piensas al principio. Tras examinarlo a detalle ves que más bien es una persona que lleva su esqueleto como exoesqueleto. No llegas a verle la piel bajo este. Es un tipo ancho y bajito, de no más de metro cincuenta. Va vestido muy de calle en comparación con los otros clientes. Chaqueta sudadera azul, pantalones negros y zapatillas deportivas blancas. Al fijarte bien, ver que a pesar de parecer un esqueleto, su "calavera" no es rígida y tiene expresividad facial.

- Tomaré... dios, qué difícil de leer. Odiurtsnoced oveuh.

- Señor, está sujetando la carta al revés.

Realizó una pequeña reverencia torciendo su torso hacia delante y dedicándole una cálida sonrisa a Mireia.

—Gracias, Crespo-san. No quiero estresar a la cocina, por lo que si me pueden traer un whisky doble, en un vaso de fondo ancho y con dos hielos, lo agradecería —le comunicó mientras seguía observando el lugar—. Iré pensando bien qué hacer en los veinte minutos, por lo que prefiero que me traigan el whisky una vez empiece la inauguración, no antes. Además... ¿Saben que yo soy el dueño del local? Así, como dato. La verdad es que me gustaría saber un poco más de todo, si no le importa —acabó diciendo mientras se acomodaba en la silla.

Tenían veinte minutos, por lo que toda información sería agradecida. ¿Igualmente podría recordar algo previo que le fuese de utilidad? Tenía una gran memoria, por lo que buscando entre su cabeza seguramente encontraría alguna pista del lugar. No... ¿no lo habría convocado estando drogado junto a Ivan, no? Por lo menos esperaba eso. Porque no solían salir bien las borracheras de los dos primos. Nunca. Desde incendiar media Hallstat hasta destruir el barrio de Yudkovich. Por lo que lo mejor era simplemente esperar a reunir información y mover las piezas del ajedrez con aquello. Recibió con gusto la bebida y elogió a quien se la entregó. Ser un buen jefe era muy importante en el proceso, y por ahora el entorno era increíble. Todo muy bien organizado, ¿cuánto le habría costado la broma? ¿Lo habría pagado él u otro? Teniendo casi un billón de berries en las arcas de la nave le hacía olvidarse a veces de si gastaba o no dinero.

Una vez, tras la posible conversación con Mireia, empezaron a entrar los sujetos que estaban invitados a la inauguración. Mireia no bromeaba cuando se refería a que nadie era afiliado al gobierno mundial; sin comerlo ni beberlo, había gente más rara que él. Había cosechado su fama de vice-almirante con el brazo y pierna dracónicos, pero tampoco se esperaba esa clase de gente tan rara. Olía mal de lejos, quizás demasiado. El Hell's Kitchen tenía la parte restaurante, que era en la que se encontraban, pero es que la mayoría del público... Parecía que iba a la trasera, la que dirigía Ivan con sus jibiris y drogas. Aquello le hizo querer usar el kenbonshoku para detectar las presencias de la gente, pero prefería seguir ocultando la suya activamente. Desatar su presencia en medio de gente de ese calibre podría meterle en un problema, aun siendo su maldito restaurante.

Intentó concentrarse y pensar un plan para dialogar con la gente, pero una oportunidad se le presentó justo en la mesa de al lado: una persona que no iba para nada vestida para la ocasión, que parecía un esqueleto viviente —pero que gracias a su avanzada vista se dio cuenta que era un exoesqueleto—... Estaba pidiendo espagettis a la boloñesa. Estaban bastante buenos y es algo que él mismo pediría, pero era un restaurante de alto standing. El pobre no iba a encontrar algo así, y si llegaba a hacerlo, sería en una ración ultra minúscula. Dark no era fan de esos platos, pero el público al que iba dirigido esto sí. Por lo que se limitó a contestar por él, sin ser demasiado obstinado. Esperaría el momento en el que callase y entonces le corregiría, con un tono neutral para no ofenderle y como sugerencia.

—Huevo deconstruido, camarera —dijo desde lejos, apoyándose el puño en el mentón mientras dejaba de soporte el codo encima de la mesa. Nunca sin perder la sonrisa—. Aunque señor, yo le recomiendo más el especial de la casa —una sutil referencia, para saber si realmente venía por la droga o para comer.

Agitó brevemente el vaso y miró hacia el fondo, viendo que el hielo estaba semi-derretido y que el whisky solo componía una fina capa aguosa. «Realmente... ¿Es buena idea relacionarme con este tipo de gente?» se preguntó mientras miraba con disimulo al amasijo de huesos. Estaba siendo muy discreto, ya que había subido su mano hasta la altura de los ojos para apoyar el pómulo derecho en esta. «¿Acaso nos están jodiendo la inauguración? Esperaba algo... Más normal. Encima no sé por qué, pero el conjunto de ese tío me suena de cojones. Me da como la sensación de que voy a pasar un mal rato si me acerco mucho, así que me mantendré neutral.» rumió mientras miraba la carta y pedía lo que más se asemejase a un entrecot, o un plato con carne. Si no, accedería de segundos a algún plato de cuchara. Si seguían sin tener aquello, pediría unos huevos deconstruidos de esos. Después pediría un carajillo de postre. Así que esperaría a que llegase la comida mientras seguía observando con disimulo a todos los invitados a la inauguración.

—Yare yare daze... —musitó mientras se acomodaba un mechón de pelo.

- Nadie conoce su aspecto, señor - te recuerda Mireia con una sonrisa, divertida - O tendríamos a la Marina cerrando el local en menos de lo que canta un gallo. Menos aún le van a reconocer cuando viene disfrazado - tras eso se encoge de hombros - Nadie sabe quién es el dueño del local salvo la directiva, y ellos están en el ajo. Si quiere que le presentemos como Joshua Jozen en público o algo similar, podemos prepararle el escenario.

Mientras le das vueltas a la cabeza sobre cómo has conseguido este sitio, te das cuenta de que simple y llanamente es uno de los locales que te dieron para montar tu propio negocio cuando completaste aquella misión. Es decir, había suficientes para montar varios Hell's Kitchen, y habría sido tontería no montarlos todos. Recuerda además que aún no has "decidido" como tal sobre tu negocio más allá del modelo, has cogido lo que la gente del Bajo Mundo te ha dado y lo estás aprovechando. En cualquier caso, tras eso le recomiendas al bueno del esqueleto el especial. No entiendo por qué dices lo del mal rato, parece un tipo majo. Igual un poco bromista, pues te das cuenta de que le estaba tomando un poco el pelo al camarero con lo de la carta.

- ¿En serio el especial está bueno? Has estado en la pre-apertura, supongo - se encogió de hombros - De acuerdo, un especial camarero.

- Me temo que no tenemos. Nuestro distribuidor aún no ha empezado a traerlo.

- Hmm. En ese caso, ¿qué es lo más similar a pasta?

Al final acaba pidiendo una receta de tallarines de Domica pero cambiando ciertas hortalizas por especies de Grand Line más raras y ricas. Te fijas en otras mesas y lo que han pedido y llegas a la conclusión de que tal vez has prejuzgado el tipo de comida del local: no sirven platos pequeños con cosas raras. Hay cosas raras, pero las raciones son suficientes y hay algunas recetas tradicionales con ingredientes frescos y caros. Y sinceramente, algunos sabores te hacen la boca agua. Cuando por fin traen tu huevo deconstruido ves que este son una serie de tres bases de clara de huevo frita y enrollada, formando una especie de flauta. Podrías compararlo con un durum, pero sin envoltura de cereal. El interior tiene una mezcla de lechuga tan fresca y buena que tiene un sabor fragante, pequeños tomates de idéntica calidad y yemas de huevo enteras. ¿Fritas tal vez? Si es el caso, solo lo justo para que estén hechas. Al morderlas, el delicioso jugo empapa todo el interior de la flauta.

- ¿Está rico lo tuyo? - pregunta el esqueleto, amistosamente - Por cierto, me llamo Sans. Comic Sans. Te diría el motivo de mi nombre, pero tendría que matarte - durante un momento sus cuencas oculares se quedan totalmente negras, como si no tuviese nada en ellas - Veo que has estado ya aquí antes. ¿Conoces a nuestro misterioso anfitrión?

Te suena su nombre. No sabrías decir de qué, pero no crees que sea alguna oscura referencia cultura. Además de eso te cuesta emplear tus conocimientos para estudiar sus rasgos faciales, porque aunque existentes, es menos expresivos que una persona y son diferentes. Dirías sin embargo que está interesado en ti.