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Había llegado a la isla por iniciativa de mis superiores en el Chiper Pol. Era habitual enviar a los agentes a estudiar a diferentes lugares del mundo, pues un buen conocimiento del medio nos hacía más eficientes y autónomos. La isla de Nueva Ohara, con su gran biblioteca era un destino habitual. Yo no me opuse, pese a que prefería fortalecerme a la vieja usanza sabía que había mucha información útil en los libros. Un camino para hacerme más fuerte.
Me dieron alojamiento en la base marine de la ciudad y un permiso tipo D para acceder a los documentos de seguridad de menor restricción. Una vez instalado y después de haber dado una vuelta rápida por la ciudad para descubrir que no había casinos ni tugurios, y que los bares eran demasiado elegantes para alojar borrachos, me dirigí al gran árbol del conocimiento. Entré en el amplio tronco donde las librerías formaban un laberinto digno de cualquier ratón. Nadie sabía a ciencia cierta cuántos pisos tenía de altura, o de profundidad, ni siquiera cuántos libros había alojados ahí dentro. El gobierno mantenía secciones de uso privado, y probablemente tanto gobierno como revolucionarios habían encontrado la forma la forma de instalar secciones secretas en el lugar. Como todo el mundo con una mínima cultura, sabía que ese árbol era una copia del anterior. Que fue quemado por el gobierno para eliminar los terribles conocimientos que ahí se albergaban. Algo a lo que nunca le había dado demasiada importancia, ni si quiera en el momento en que vi la biblioteca por primera vez.
Accedí al nivel D sin problemas tras identificarme. Dos horas después sigo deambulando por los pasillos en busca de algo que me llame la atención. Soy consciente que este acceso constituye una prueba de mi lealtad al gobierno. Muchos agentes pierden la fe en nuestro sistema a medida que avanzan. No es para menos. El gobierno está lleno de corruptos, de malvados y de infiltrados, todos ellos utilizan la institución en su beneficio en perjuicio de los más débiles. Algo inevitable en una institución tan grande. Aunque la solución es fácil. Yo. Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil, los tipos como yo neutralizamos los eslabones débiles para fortalecer al gobierno. A fin de cuentas, sólo la Marine y el Gobierno Mundial garantizan la seguridad y libertad de los ciudadanos débiles. Bien es cierto que a veces pueden parecer bandidos o mafiosos, sin embargo, para la gente que no es capaz de cuidarse sola, es mejor opción unirse bajo el paraguas de la mafia que quedar a merced de los bandidos estacionales. Gracias a mis lecturas de estas dos horas he podido ir formando estas ideas en mi cabeza para reforzar mi lealtad al gobierno. También he encontrado una enciclopedia de técnicas del Roukoshiki, pero es vieja y tremendamente aburrida y no indica ninguna manera de ser más fuerte; así que la he dejado.
Sigo sin encontrar la clave que me permita ser más fuerte. Aburrido de deambular por la solitaria sección D, vuelvo a las salas comunes. Quiero investigar sobre un rumor que me resulta muy interesante: la isla del cielo. En la sección D no encontré nada al respecto. Aún así sé que en la sala común puedo encontrar información de sobras. Por lo que me dirijo a la sección de cuentos infantiles para iniciar una nueva investigación, espero no perderme.
Me dieron alojamiento en la base marine de la ciudad y un permiso tipo D para acceder a los documentos de seguridad de menor restricción. Una vez instalado y después de haber dado una vuelta rápida por la ciudad para descubrir que no había casinos ni tugurios, y que los bares eran demasiado elegantes para alojar borrachos, me dirigí al gran árbol del conocimiento. Entré en el amplio tronco donde las librerías formaban un laberinto digno de cualquier ratón. Nadie sabía a ciencia cierta cuántos pisos tenía de altura, o de profundidad, ni siquiera cuántos libros había alojados ahí dentro. El gobierno mantenía secciones de uso privado, y probablemente tanto gobierno como revolucionarios habían encontrado la forma la forma de instalar secciones secretas en el lugar. Como todo el mundo con una mínima cultura, sabía que ese árbol era una copia del anterior. Que fue quemado por el gobierno para eliminar los terribles conocimientos que ahí se albergaban. Algo a lo que nunca le había dado demasiada importancia, ni si quiera en el momento en que vi la biblioteca por primera vez.
Accedí al nivel D sin problemas tras identificarme. Dos horas después sigo deambulando por los pasillos en busca de algo que me llame la atención. Soy consciente que este acceso constituye una prueba de mi lealtad al gobierno. Muchos agentes pierden la fe en nuestro sistema a medida que avanzan. No es para menos. El gobierno está lleno de corruptos, de malvados y de infiltrados, todos ellos utilizan la institución en su beneficio en perjuicio de los más débiles. Algo inevitable en una institución tan grande. Aunque la solución es fácil. Yo. Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil, los tipos como yo neutralizamos los eslabones débiles para fortalecer al gobierno. A fin de cuentas, sólo la Marine y el Gobierno Mundial garantizan la seguridad y libertad de los ciudadanos débiles. Bien es cierto que a veces pueden parecer bandidos o mafiosos, sin embargo, para la gente que no es capaz de cuidarse sola, es mejor opción unirse bajo el paraguas de la mafia que quedar a merced de los bandidos estacionales. Gracias a mis lecturas de estas dos horas he podido ir formando estas ideas en mi cabeza para reforzar mi lealtad al gobierno. También he encontrado una enciclopedia de técnicas del Roukoshiki, pero es vieja y tremendamente aburrida y no indica ninguna manera de ser más fuerte; así que la he dejado.
Sigo sin encontrar la clave que me permita ser más fuerte. Aburrido de deambular por la solitaria sección D, vuelvo a las salas comunes. Quiero investigar sobre un rumor que me resulta muy interesante: la isla del cielo. En la sección D no encontré nada al respecto. Aún así sé que en la sala común puedo encontrar información de sobras. Por lo que me dirijo a la sección de cuentos infantiles para iniciar una nueva investigación, espero no perderme.
Arny Sanskari
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Una buena taza de café caliente, unas tostadas, avena, frutos secos y fruta. El desayuno que había comenzado a tomar hacía unos días en el restaurante de la posada donde se alojaba. Le aseguraba un buen desempeño mental al ornitorrinco, que sin tener ni idea de nutrición, comprendía lo básico de la composición de los alimentos como para comprender que el “desayuno especial para cerebritos” de la posada. Tenía todo lo que necesitaba para que las mentes de los eruditos funcionasen toda la mañana a máximo nivel. Sin preocuparse del hambre y con el aporte necesario para el estudio.
Arny no disfrutaba aquella comida para conejos. Necesitaba algo de carne en su dieta, por eso, con más habré que un lobo, siempre pedía parrillada carne a medio día -Para equilibrar- se decía a si mismo. Una buena fuente llena de churrasco, patatas, chorizos y grandes piezas de carne. La tabernera siempre sonreía al ver aparecer aquel mink por su puerta tras una mañana de estudio. Un día tras la primera semana repitiendo aquel menú, con algo de confianza tras varios días en la posada. La chiquilla se atrevió a bromear con el ornitorrinco con un -Desayunas como cerebrito, pero comes como soldado tras la guerra- seguido de una cristalina carcajada que mostraba la falta de malicia en aquel comentario. Arny reía mientras esperaba su ración, por que era verdad. La gran mayoría de clientes de la restauración de la isla que consumían semejantes cantidades de materia cárnica, eran o bien marines o estaban en Ohara de paso. Los estudiosos que aquí se reunían, salvo excepciones, mantenían una dieta equilibrada y llena de verde y fruta por todos lados. Algo de pescado azul y legumbres. Insuficiente para Arny, que no temía tanto el no poder alcanzar la cima del conocimiento sin esa dieta, como algunos aseguraban. Arny temía morir de inanición. Además, con hambre se estudia muy mal.
Con las tripas rugiendo furiosas en una de las mesas de la biblioteca. El ornitorrinco maldecía para sí mismo por el ruido mientras miraba a su alrededor -Tengo que solucionar esto rápido- pensaba mientras agarraba una tira de cecina desecada de su mochila. Sabía que en la zona de lectura estaba prohibido comer, lo que era completamente lógico. Así que salió al pasillo que, como un gusano, recorría el interior del árbol. Llegando desde la entrada principal hasta la copa del mismo. El pasillo principal, más ancho que los pequeños corredores que llevaban a las salas especializadas por secciones, estaba decorado con cómodos sillones donde estaba bien visto dormir una pequeña siesta para despejar la mente. Aquel lugar era un templo del conocimiento y como tal. Cualquier cosa que permitiera alanzar un estado optimo de concentración y relajación para continuar con las tareas estaba permitida. Claro, sin molestar a nadie. No dejaba de ser una biblioteca. La más completa del mundo. Y como tal, el respeto por el silencio se hacía palpable en todas y cada una de las salas de lectura. No así en los laboratorios de las plantas inferiores, donde el estudio alcanzaba la fase de experimentación y aquellos con permisos especiales y becas para realizar alguna investigación, trabajaban. Las salas de investigación eran un bien, cotizado muy caro. Dada su escasez y la gran cantidad de científicos e investigadores que recibía el gran árbol, obligaron a los habitantes de Ohara, responsables de la biblioteca, a crear un sistema de méritos gracias al cual, cualquiera puede llegar a realizar sus investigaciones. Si dispone del tiempo necesario y el dinero para establecerse en la isla los años necesarios para la concesión. Si la investigación no sumase mas puntos de merito que otras por su novedad, interés a futuro y otros factores.
Roe que te roe, el mink disfrutaba de su trozo de carne desecada, con la mirada perdida en el infinito, siguiendo la estela de un pensamiento que no conseguía alcanzar, cuando un sujeto vestido de verde y con un claro destino en su rostro pasó por delante del ornitorrinco, sacándolo de su micromundo -¿Humm?- pensó -Ese tipo debe saber a donde va si camina tan decidido, aunque tiene pinta de soldado con ese corte, más que de erudito- terminó riéndose para si mismo sin imaginar cuanto había acertado. Siguiendo con la vista a aquel tipo, lo vio dirigirse a la sección de literatura infantil, cuentos populares y libros con dibujos y poca letra en general -¿HUUUMMM?- aquello si que llamaba su atención -¿Pero que coñ...?- antes de continuar la frase sus pies comenzaron a moverse tras los pasos del hombre de las gafas de sol en interiores. Cuanto más se fijaba en él, más detalles conseguía captar que le resultasen extraños. Tras tanto tiempo en Ohara había aprendido a discriminar eruditos excéntricos y medio locos en general, pero aquel tipo entraba dentro de una categoría que Arny no había visto todavía en el lugar. Entrando tras él, mientras tragaba el ultimo pedazo de carne, se encontró en una sección que no había visto aun, pues el navegante no creía que fuese a encontrar nada de utilidad para él ahí. -¿Vienes a buscar a algún familiar?- preguntó a espaldas del tipo, tras echar un vistazo a la sala vacía.
Los eruditos no eran propensos a tener descendencia durante su estancia en Ohara. Y las veces que alguna silla de aquella sala era ocupada, solía ser por una apuesta sobre alguna antigua leyenda o cuento infantil donde se hablaba de algún extraño método u objeto para convertir cobre en oro y misticismos similares. -¿O eres otro de esos que se dedica a debatir sobre si existe un pez tan grande que sus cacas forman islas?- preguntaba producto de la curiosidad, más que de la sorna. Pues había aprendido que hasta el menos cabal de los estudiosos de la isla, era respetado en su respectivo campo de estudio. Llegando a tener verdaderos inválidos mentales pululando por las salas y pasillos. Incapaces de comprender cosas básicas e interactuar con la gente y su entorno de manera lógica. Pero que darían clases en su especialidad de conocimiento al más pintado.
Arny no disfrutaba aquella comida para conejos. Necesitaba algo de carne en su dieta, por eso, con más habré que un lobo, siempre pedía parrillada carne a medio día -Para equilibrar- se decía a si mismo. Una buena fuente llena de churrasco, patatas, chorizos y grandes piezas de carne. La tabernera siempre sonreía al ver aparecer aquel mink por su puerta tras una mañana de estudio. Un día tras la primera semana repitiendo aquel menú, con algo de confianza tras varios días en la posada. La chiquilla se atrevió a bromear con el ornitorrinco con un -Desayunas como cerebrito, pero comes como soldado tras la guerra- seguido de una cristalina carcajada que mostraba la falta de malicia en aquel comentario. Arny reía mientras esperaba su ración, por que era verdad. La gran mayoría de clientes de la restauración de la isla que consumían semejantes cantidades de materia cárnica, eran o bien marines o estaban en Ohara de paso. Los estudiosos que aquí se reunían, salvo excepciones, mantenían una dieta equilibrada y llena de verde y fruta por todos lados. Algo de pescado azul y legumbres. Insuficiente para Arny, que no temía tanto el no poder alcanzar la cima del conocimiento sin esa dieta, como algunos aseguraban. Arny temía morir de inanición. Además, con hambre se estudia muy mal.
Con las tripas rugiendo furiosas en una de las mesas de la biblioteca. El ornitorrinco maldecía para sí mismo por el ruido mientras miraba a su alrededor -Tengo que solucionar esto rápido- pensaba mientras agarraba una tira de cecina desecada de su mochila. Sabía que en la zona de lectura estaba prohibido comer, lo que era completamente lógico. Así que salió al pasillo que, como un gusano, recorría el interior del árbol. Llegando desde la entrada principal hasta la copa del mismo. El pasillo principal, más ancho que los pequeños corredores que llevaban a las salas especializadas por secciones, estaba decorado con cómodos sillones donde estaba bien visto dormir una pequeña siesta para despejar la mente. Aquel lugar era un templo del conocimiento y como tal. Cualquier cosa que permitiera alanzar un estado optimo de concentración y relajación para continuar con las tareas estaba permitida. Claro, sin molestar a nadie. No dejaba de ser una biblioteca. La más completa del mundo. Y como tal, el respeto por el silencio se hacía palpable en todas y cada una de las salas de lectura. No así en los laboratorios de las plantas inferiores, donde el estudio alcanzaba la fase de experimentación y aquellos con permisos especiales y becas para realizar alguna investigación, trabajaban. Las salas de investigación eran un bien, cotizado muy caro. Dada su escasez y la gran cantidad de científicos e investigadores que recibía el gran árbol, obligaron a los habitantes de Ohara, responsables de la biblioteca, a crear un sistema de méritos gracias al cual, cualquiera puede llegar a realizar sus investigaciones. Si dispone del tiempo necesario y el dinero para establecerse en la isla los años necesarios para la concesión. Si la investigación no sumase mas puntos de merito que otras por su novedad, interés a futuro y otros factores.
Roe que te roe, el mink disfrutaba de su trozo de carne desecada, con la mirada perdida en el infinito, siguiendo la estela de un pensamiento que no conseguía alcanzar, cuando un sujeto vestido de verde y con un claro destino en su rostro pasó por delante del ornitorrinco, sacándolo de su micromundo -¿Humm?- pensó -Ese tipo debe saber a donde va si camina tan decidido, aunque tiene pinta de soldado con ese corte, más que de erudito- terminó riéndose para si mismo sin imaginar cuanto había acertado. Siguiendo con la vista a aquel tipo, lo vio dirigirse a la sección de literatura infantil, cuentos populares y libros con dibujos y poca letra en general -¿HUUUMMM?- aquello si que llamaba su atención -¿Pero que coñ...?- antes de continuar la frase sus pies comenzaron a moverse tras los pasos del hombre de las gafas de sol en interiores. Cuanto más se fijaba en él, más detalles conseguía captar que le resultasen extraños. Tras tanto tiempo en Ohara había aprendido a discriminar eruditos excéntricos y medio locos en general, pero aquel tipo entraba dentro de una categoría que Arny no había visto todavía en el lugar. Entrando tras él, mientras tragaba el ultimo pedazo de carne, se encontró en una sección que no había visto aun, pues el navegante no creía que fuese a encontrar nada de utilidad para él ahí. -¿Vienes a buscar a algún familiar?- preguntó a espaldas del tipo, tras echar un vistazo a la sala vacía.
Los eruditos no eran propensos a tener descendencia durante su estancia en Ohara. Y las veces que alguna silla de aquella sala era ocupada, solía ser por una apuesta sobre alguna antigua leyenda o cuento infantil donde se hablaba de algún extraño método u objeto para convertir cobre en oro y misticismos similares. -¿O eres otro de esos que se dedica a debatir sobre si existe un pez tan grande que sus cacas forman islas?- preguntaba producto de la curiosidad, más que de la sorna. Pues había aprendido que hasta el menos cabal de los estudiosos de la isla, era respetado en su respectivo campo de estudio. Llegando a tener verdaderos inválidos mentales pululando por las salas y pasillos. Incapaces de comprender cosas básicas e interactuar con la gente y su entorno de manera lógica. Pero que darían clases en su especialidad de conocimiento al más pintado.
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Llego a la sala de literatura infantil. Vacía, como la última vez que estuve aquí. Los niños suelen preferir los palos y las piedras a los libros, más en una isla que acabo destruida por haber metido las narices dónde no debían. Resulta natural cierta animadversión a los libros y al estudio, especialmente en los más pequeños. Probablemente originada en sus ancestros y su deseo por mantener a salvo la descendencia.
En cualquier caso algo de tranquilidad no me vendrá mal. Últimamente me han golpeado, disparado, torturado, quemado, apuñalado y el otro día me sirvieron el café frío. Algún día mi mala suerte será recogida en un libro y guardada en esta biblioteca para que otros puedan asomarse a mi vida.
-¿Viene a buscar a algún familiar? ¿O eres otro de esos que se dedica a debatir sobre si existe un pez tan grande que sus cacas forman islas?
Me giro medio sorprendido. Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me he dado cuenta de que me seguían. Me estoy volviendo confiado, incluso en un lugar con cero hostilidad como es este árbol de empollones, no debería dejarme sorprender por nadie. Aunque no sé si lo que me encuentro es un nadie.
Parece un animal o un chiflado con un disfraz extraño. Casi un metro ochenta de estatura. Abundante pelo en el cuerpo. Un enorme pico de pato bajo dos ojos negros de roedor. Tiene cola de castor y manos de oca. Es como si un gorila hubiera montado una orgía en una granja. No descarto que sea un disfraz, de hecho, antes de decir nada me agacho y miro a través de los agujeros de la cara para intentar ver el interior de la máscara.
-Esos peces existen -digo, miro fijamente a los ojos del "bicho" a ver si soy capaz de ver el otro lado del vidrio-. Yo viví varios meses entre los dientes de uno.
Camino alrededor de mi compañero de sala, a una distancia prudente para examinarlo bien. No soy capaz de encontrar ninguna cremallera. Finalmente me doy cuenta de lo que está pasando.
-¿Eres un usuario? No se ven muchos empollones usuarios.
En cualquier caso algo de tranquilidad no me vendrá mal. Últimamente me han golpeado, disparado, torturado, quemado, apuñalado y el otro día me sirvieron el café frío. Algún día mi mala suerte será recogida en un libro y guardada en esta biblioteca para que otros puedan asomarse a mi vida.
-¿Viene a buscar a algún familiar? ¿O eres otro de esos que se dedica a debatir sobre si existe un pez tan grande que sus cacas forman islas?
Me giro medio sorprendido. Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me he dado cuenta de que me seguían. Me estoy volviendo confiado, incluso en un lugar con cero hostilidad como es este árbol de empollones, no debería dejarme sorprender por nadie. Aunque no sé si lo que me encuentro es un nadie.
Parece un animal o un chiflado con un disfraz extraño. Casi un metro ochenta de estatura. Abundante pelo en el cuerpo. Un enorme pico de pato bajo dos ojos negros de roedor. Tiene cola de castor y manos de oca. Es como si un gorila hubiera montado una orgía en una granja. No descarto que sea un disfraz, de hecho, antes de decir nada me agacho y miro a través de los agujeros de la cara para intentar ver el interior de la máscara.
-Esos peces existen -digo, miro fijamente a los ojos del "bicho" a ver si soy capaz de ver el otro lado del vidrio-. Yo viví varios meses entre los dientes de uno.
Camino alrededor de mi compañero de sala, a una distancia prudente para examinarlo bien. No soy capaz de encontrar ninguna cremallera. Finalmente me doy cuenta de lo que está pasando.
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Arny Sanskari
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El hombre se giró e inspeccionó al ornitorrinco. Que acostumbrado a la estupefacción en el rostro humano, dejó terminar aquel, poco sutil, intento del soldado de comprender lo que tenía en frente. -JAJAJAJAJA- rompió a reír cuando escuchó la aventura dental de aquel jinete de leyendas -Claro. He visto islas de mierda, pero tanto como para ser una...- dijo, dejando incompleta la frase, dando a entender el final, con el tono de la voz, mientras separaba los brazos del cuerpo con las palmas hacia delante -Y soy un mink- terminó al tiempo que el humano realizó una vuelta de trescientos sesenta grados alrededor del cuerpo de Arny -Un mink ornitorrinco.- dijo orgulloso -Me llamo Arny, Arny Sanskari. Cartógrafo y dibujante de mapas- se presentó, con aquella tarjeta de visita que tantas veces había repetido con anterioridad. -Tengo que actualizar esa frase- pensó para sí mientras observaba al hombre, mirándolo a los ojos. Como decía el manual de estilo de la biblioteca, que se presentaban las personas decentes sin nada que esconder. Arny estaba seguro de que aquello aplicaba también para los minks y otras razas, no solo personas humanas. Extendió el brazo con la mano hacia adelante en el tradicional gesto de saludo esperando estrechar la mano de aquel ser sin pelo que lo observaba con curiosidad.
Varios tratados en el propio árbol del conocimiento, hablaban sobre la raza mink. Muchos de ellos basados en mitos y leyendas, pero parte de las cosas que Arny había leído, más por curiosidad que por otra cosa. Nacían de la cruda realidad.
Para los humanos, encontrar animales humanoides, capaces de razonar, sentir y comunicarse como ellos. En muchas ocasiones, era cuanto menos casi traumático. Monstruos salidos de alguna oscura pesadilla, al menos esa era la parte que le había tocado a Arny. Él mismo estaba convencido de que un mink gato o perro no desataría las oscuras líneas de imaginación que despertaban, con la visión de un ser formado a piezas como el ornitorrinco. Una ensalada de la naturaleza digna de análisis.
-¿Que tipo de información buscas? Tal vez pueda ayudarte, además, no estoy muy seguro de que lo que necesitas se encuentre en esta sala- dijo señalando los coloridos lomos y los dibujos de las portadas de los libros que esperaban en las estanterías. -Salvo que necesites contarle un cuento a un niño. Pero algo me dice que no necesitas historias externas y con tu imaginación te vale- preguntó con ánimos de ayudar a aquel hombre que parecía tan perdido como él, el día que llegó.
Varios tratados en el propio árbol del conocimiento, hablaban sobre la raza mink. Muchos de ellos basados en mitos y leyendas, pero parte de las cosas que Arny había leído, más por curiosidad que por otra cosa. Nacían de la cruda realidad.
Para los humanos, encontrar animales humanoides, capaces de razonar, sentir y comunicarse como ellos. En muchas ocasiones, era cuanto menos casi traumático. Monstruos salidos de alguna oscura pesadilla, al menos esa era la parte que le había tocado a Arny. Él mismo estaba convencido de que un mink gato o perro no desataría las oscuras líneas de imaginación que despertaban, con la visión de un ser formado a piezas como el ornitorrinco. Una ensalada de la naturaleza digna de análisis.
-¿Que tipo de información buscas? Tal vez pueda ayudarte, además, no estoy muy seguro de que lo que necesitas se encuentre en esta sala- dijo señalando los coloridos lomos y los dibujos de las portadas de los libros que esperaban en las estanterías. -Salvo que necesites contarle un cuento a un niño. Pero algo me dice que no necesitas historias externas y con tu imaginación te vale- preguntó con ánimos de ayudar a aquel hombre que parecía tan perdido como él, el día que llegó.
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-Hola Arny Sansakari, cartógrafo y dibujante de mapas Mink -digo ante la presentación de aquel curioso ser. Luego le estrecho la mano o más bien la zarpa, en gesto conciliador-. Yo soy Libros-Pico -miento-, explorador e historiador de la antigua historia antigua.
Miento de forma natural y automática por mucho que la acabe de improvisar. Aunque este Mink no parezca una amenaza nunca se sabe quién puede ser un espía revolucionario o alguna suerte de criminal. Siempre es mejor mantener mi identidad de agente en secreto. Aún así el extraño ser parece ser un empollón y dice ser un Mink, algo que para mí tiene poco sentido. Probablemente pueda conseguir valiosa información de él.
-¿Que tipo de información buscas? Tal vez pueda ayudarte, además, no estoy muy seguro de que lo que necesitas se encuentre en esta sala- dijo Arny señalando los coloridos lomos y los dibujos de las portadas de los libros que esperaban en las estanterías. -Salvo que necesites contarle un cuento a un niño. Pero algo me dice que no necesitas historias externas y con tu imaginación te vale.
El tipo era hablador. Era extraño estar con alguien que hablara tanto estando sobrio.
-La isla del cielo -respondo secamente-. ¿De dónde son los Minks? -pregunto sin más. Mientras el ornitorrinco responde entro en la sección infantil y repaso los títulos. Cojo un libro que me es familiar-. ¿Alguna vez has oído hablar de Mont Blanc Criket? Siempre fue uno de mis cuentos favoritos.
Me siento en una de las diminutas sillas infantiles. Soy tan grande que el culo me rebosa por ambos lados y tengo que doblar las rodillas a la altura del pecho, prácticamente. Me enciendo un cigarro y abro el libro, que resulta diminuto en mis manazas. Soy el peor canguro del mundo.
Miento de forma natural y automática por mucho que la acabe de improvisar. Aunque este Mink no parezca una amenaza nunca se sabe quién puede ser un espía revolucionario o alguna suerte de criminal. Siempre es mejor mantener mi identidad de agente en secreto. Aún así el extraño ser parece ser un empollón y dice ser un Mink, algo que para mí tiene poco sentido. Probablemente pueda conseguir valiosa información de él.
-¿Que tipo de información buscas? Tal vez pueda ayudarte, además, no estoy muy seguro de que lo que necesitas se encuentre en esta sala- dijo Arny señalando los coloridos lomos y los dibujos de las portadas de los libros que esperaban en las estanterías. -Salvo que necesites contarle un cuento a un niño. Pero algo me dice que no necesitas historias externas y con tu imaginación te vale.
El tipo era hablador. Era extraño estar con alguien que hablara tanto estando sobrio.
-La isla del cielo -respondo secamente-. ¿De dónde son los Minks? -pregunto sin más. Mientras el ornitorrinco responde entro en la sección infantil y repaso los títulos. Cojo un libro que me es familiar-. ¿Alguna vez has oído hablar de Mont Blanc Criket? Siempre fue uno de mis cuentos favoritos.
Me siento en una de las diminutas sillas infantiles. Soy tan grande que el culo me rebosa por ambos lados y tengo que doblar las rodillas a la altura del pecho, prácticamente. Me enciendo un cigarro y abro el libro, que resulta diminuto en mis manazas. Soy el peor canguro del mundo.
Arny Sanskari
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-Libros-Pico... Comprendo- dijo el ornitorrinco mientras compensaba la fuerza del humano durante el apretón de manos. Durante sus muchos viajes una de las cosas más importantes que había aprendido era a estrechar la mano de la persona a la que se estaba presentando. Ni muy fuerte ni muy flojo que parezca una sardina húmeda.
Respondiendo de la manera más seca que, posiblemente, podía conseguir. Aquel hombre tomó uno de los libros de las estanterías y se sentó, según la impresión de Arny, de manera complemente incomoda en una de las sillas de la sala que, adaptadas al tamaño de un niño humano. Al menos, para seres de máximo un metro treinta o cuarenta de altura. Obligaba a quien fuese más alto y quisiera sentarse, a olerse las rodillas obligatoriamente.
Arny ya sabía que aquellas sillas no estaban diseñadas para alguien como él. Ni por altura ni por la cola, que, al ser más pequeño el lugar donde sentarse. Carecía de espacio para el apéndice extra del ornitorrinco. Sin resultar ningún problema, el mink tenía solución para estos casos, pues el mismo apéndice que le impedía sentarse en una silla. Le permitía sentarse en cualquier lugar.
Bajando la punta de la cola, al suelo. Y doblando las rodillas ligeramente, Arny adopto una posición de descanso que había dominado durante sus largas caminatas. Una vez completamente cómodo, contestó.
-Si, conozco “La isla del cielo” por un montón de escritos y mapas de todo tipo dibujados en su mayoría, gracias a la imaginación. Una isla basada en las leyendas, pero se habla tanto de ella que estoy seguro de que existe. Y no solo eso, sino que si esa es real, también otras islas en los cielos deberían serlo. De todos modos es todo muy subjetivo. Podría tratarse de una isla que bajo un efecto visual desde la lejanía, en medio del Océano. Dé la sensación de estar flotando. ¿Por que lo preguntas?- preguntó. Había encontrado retazos de información de varios lugares peculiares durante sus viajes y en la biblioteca propia. Pero no podía estar seguro de cuanto de aquello creerse, ya que muchas de las verdades estaban teñidas de leyendas. Así como las leyendas de verdades, en un entramado tan complejo de seguir hasta el inicio, que se pierde en los misteriosos años del “siglo vacío”. Aun así, su tribu vivía encima de un enorme elefante con nombre propio, que vagaba por las aguas sin ningún rumbo. Tenía motivos para creer que mas islas maravillosas y peculiares existían en el mundo.
-Los mink provenimos de Zou, en el Nuevo Mundo. Si te interesa hay bastante información en la sección de geografía y en la de zoología, en el compendio de razas del mundo- Una de las cosas que había echo al encontrar los ejemplares y leerlos, fue comprobar que no había información comprometedora. La ubicación y la sola existencia de Zunisha, permanecía en secreto aun para el mundo. Gracias sin duda a algún acuerdo con el gobierno mundial, de otro modo no tendría sentido para el ornitorrinco, que una información así haya sido obviada en un templo del conocimiento como la gran biblioteca de Ohara.
-No, no conocía ese libro, la verdad. He pasado poco tiempo en esta sala y no estoy realmente interesado en libros infantiles en este momento. ¿Por?- preguntó -¿Es importante?-
Respondiendo de la manera más seca que, posiblemente, podía conseguir. Aquel hombre tomó uno de los libros de las estanterías y se sentó, según la impresión de Arny, de manera complemente incomoda en una de las sillas de la sala que, adaptadas al tamaño de un niño humano. Al menos, para seres de máximo un metro treinta o cuarenta de altura. Obligaba a quien fuese más alto y quisiera sentarse, a olerse las rodillas obligatoriamente.
Arny ya sabía que aquellas sillas no estaban diseñadas para alguien como él. Ni por altura ni por la cola, que, al ser más pequeño el lugar donde sentarse. Carecía de espacio para el apéndice extra del ornitorrinco. Sin resultar ningún problema, el mink tenía solución para estos casos, pues el mismo apéndice que le impedía sentarse en una silla. Le permitía sentarse en cualquier lugar.
Bajando la punta de la cola, al suelo. Y doblando las rodillas ligeramente, Arny adopto una posición de descanso que había dominado durante sus largas caminatas. Una vez completamente cómodo, contestó.
-Si, conozco “La isla del cielo” por un montón de escritos y mapas de todo tipo dibujados en su mayoría, gracias a la imaginación. Una isla basada en las leyendas, pero se habla tanto de ella que estoy seguro de que existe. Y no solo eso, sino que si esa es real, también otras islas en los cielos deberían serlo. De todos modos es todo muy subjetivo. Podría tratarse de una isla que bajo un efecto visual desde la lejanía, en medio del Océano. Dé la sensación de estar flotando. ¿Por que lo preguntas?- preguntó. Había encontrado retazos de información de varios lugares peculiares durante sus viajes y en la biblioteca propia. Pero no podía estar seguro de cuanto de aquello creerse, ya que muchas de las verdades estaban teñidas de leyendas. Así como las leyendas de verdades, en un entramado tan complejo de seguir hasta el inicio, que se pierde en los misteriosos años del “siglo vacío”. Aun así, su tribu vivía encima de un enorme elefante con nombre propio, que vagaba por las aguas sin ningún rumbo. Tenía motivos para creer que mas islas maravillosas y peculiares existían en el mundo.
-Los mink provenimos de Zou, en el Nuevo Mundo. Si te interesa hay bastante información en la sección de geografía y en la de zoología, en el compendio de razas del mundo- Una de las cosas que había echo al encontrar los ejemplares y leerlos, fue comprobar que no había información comprometedora. La ubicación y la sola existencia de Zunisha, permanecía en secreto aun para el mundo. Gracias sin duda a algún acuerdo con el gobierno mundial, de otro modo no tendría sentido para el ornitorrinco, que una información así haya sido obviada en un templo del conocimiento como la gran biblioteca de Ohara.
-No, no conocía ese libro, la verdad. He pasado poco tiempo en esta sala y no estoy realmente interesado en libros infantiles en este momento. ¿Por?- preguntó -¿Es importante?-
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-En realidad, no -digo y cierro el libro infantil-. Es solo un cuento con referencias a la isla del cielo, pero ya veo que tú sabes mucho mas de eso. La busco porque, bueno, soy explorador y eso hacen los exploradores... explorar.
Sopeso el peso del libro en mis manos un momento y miro al ornitorrinco. Un erudito de muy lejos, obviamente, en el árbol de Ohara, que sabe muchas cosas. Quizás sepa demasiado, a fin de cuentas, la gente de aquí es famosa por saber demasiado. De ser así tendré que reubicarlo, pero antes necesito estar seguro.
-Así que Zou... Nunca he oído hablar de ese lugar. Debes venir de muy lejos.
Me levanto de la silla y dejó el libro en su lugar. Doy una profunda calada al cigarrillo. Creo que no se puede hacer eso. las bibliotecarias suelen ser arpías con muy agresivas. Nah, seguro son imaginaciones mías.
Miro al ornitorrinco y lanzo el humo, tranquilo. Si no fuera porque tiene pico, seria idéntico a todas las ratas de biblioteca que circulan por aquí. Le faltan los anteojos. Hasta su tono de voz y constante charla encaja con lo que se espera de un lector empedernido. Y sin embargo, estos especímenes pueden ser los más peligrosos para el gobierno. Hay cosas que nadie debe saber, por el bien de todos.
-¿Y tú, señor Pato? ¿Qué te ha traído hasta este rincón del mundo precisamente?
Sopeso el peso del libro en mis manos un momento y miro al ornitorrinco. Un erudito de muy lejos, obviamente, en el árbol de Ohara, que sabe muchas cosas. Quizás sepa demasiado, a fin de cuentas, la gente de aquí es famosa por saber demasiado. De ser así tendré que reubicarlo, pero antes necesito estar seguro.
-Así que Zou... Nunca he oído hablar de ese lugar. Debes venir de muy lejos.
Me levanto de la silla y dejó el libro en su lugar. Doy una profunda calada al cigarrillo. Creo que no se puede hacer eso. las bibliotecarias suelen ser arpías con muy agresivas. Nah, seguro son imaginaciones mías.
Miro al ornitorrinco y lanzo el humo, tranquilo. Si no fuera porque tiene pico, seria idéntico a todas las ratas de biblioteca que circulan por aquí. Le faltan los anteojos. Hasta su tono de voz y constante charla encaja con lo que se espera de un lector empedernido. Y sin embargo, estos especímenes pueden ser los más peligrosos para el gobierno. Hay cosas que nadie debe saber, por el bien de todos.
-¿Y tú, señor Pato? ¿Qué te ha traído hasta este rincón del mundo precisamente?
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Aquel hombre mantenía el tono parco y sobrio en sus palabras y lenguaje corporal, el tipo de hombre tan tieso como una escultura. -Si, muy lejos en verdad- responde -A muchas jornadas de viaje. En el Nuevo Mundo- explicó mientras observaba el cielo azul por la ventana -En un lugar en el que nadie que no deba, lo encontrará- pensaba mientras una pareja de tórtolas volaban a través del arco de una escultura próxima al jardín de la biblioteca. Solo para posarse sobre un árbol.
-A buscar conocimiento. ¿Acaso no venimos todos a lo mismo a este lugar?- preguntó -Ven conmigo, anda, Libros-Pico. Te llevaré a la sección de geografía donde hablan de la isla del cielo, aunque no creo que obtengas lo que necesitas- Terminó -No en ese lugar al menos, pero antes... tal vez deberías apagar eso para caminar por ahí- dijo señalando la puerta con el pulgar, mientras miraba al cigarro -A mí no me molesta, pero no esta permitido en el interior del árbol- En verdad, desde que comió la fruta, incluso disfrutaba ser fumador pasivo. Entendía el mundo de una manera muy distinta ahora.
La sección de geografía se encontraba en el tercer piso. En todo el tercer piso. Datos, mapas, apuntes a mano y rumores de leyendas. Todo tenía cabida en aquella enorme sección con datos recogidos por cientos de navegantes y expertos a lo largo de los años. Una recopilación de archivos de todos lados, muchos donados, otros copiados o replicados siguiendo las instrucciones escritas de un cuaderno de bitácora de algún capitán olvidado. -Hay varias notas sobre islas en el cielo. De la que más apariciones hay datos es de esa a la que te referías como “La isla del cielo” me juego el cuello, pues las demás apenas son conocidas por rumores. Tienes que estar refiriéndote a “Skypiea”- apostó -Hay varias referencias a ella, por ese nombre y por otros, pero las descripciones coinciden, lo que me hace pensar que se refieran al mismo lugar. Ahí- dijo señalando un pasillo enorme lleno de estanterías -Están las leyendas sobre lugares avistados, aunque he leído lo suficiente como para saber que mucho de lo que hay escrito hace referencia a reyes marinos tomando el sol en la superficie y cosas así. Son fáciles de confundir con una isla en la lejanía- observó
Las mesas del salón de estudios principal del piso tres, estaban acompañadas de instrumentos necesarios como para tomar mediciones en un mapa, hojas de papel especial para calcar y varios elementos de dibujo y diseño por cortesía de la biblioteca. Todo estaba cuidado hasta el mínimo detalle para favorecer el estudio en el gran árbol del conocimiento.
-A buscar conocimiento. ¿Acaso no venimos todos a lo mismo a este lugar?- preguntó -Ven conmigo, anda, Libros-Pico. Te llevaré a la sección de geografía donde hablan de la isla del cielo, aunque no creo que obtengas lo que necesitas- Terminó -No en ese lugar al menos, pero antes... tal vez deberías apagar eso para caminar por ahí- dijo señalando la puerta con el pulgar, mientras miraba al cigarro -A mí no me molesta, pero no esta permitido en el interior del árbol- En verdad, desde que comió la fruta, incluso disfrutaba ser fumador pasivo. Entendía el mundo de una manera muy distinta ahora.
La sección de geografía se encontraba en el tercer piso. En todo el tercer piso. Datos, mapas, apuntes a mano y rumores de leyendas. Todo tenía cabida en aquella enorme sección con datos recogidos por cientos de navegantes y expertos a lo largo de los años. Una recopilación de archivos de todos lados, muchos donados, otros copiados o replicados siguiendo las instrucciones escritas de un cuaderno de bitácora de algún capitán olvidado. -Hay varias notas sobre islas en el cielo. De la que más apariciones hay datos es de esa a la que te referías como “La isla del cielo” me juego el cuello, pues las demás apenas son conocidas por rumores. Tienes que estar refiriéndote a “Skypiea”- apostó -Hay varias referencias a ella, por ese nombre y por otros, pero las descripciones coinciden, lo que me hace pensar que se refieran al mismo lugar. Ahí- dijo señalando un pasillo enorme lleno de estanterías -Están las leyendas sobre lugares avistados, aunque he leído lo suficiente como para saber que mucho de lo que hay escrito hace referencia a reyes marinos tomando el sol en la superficie y cosas así. Son fáciles de confundir con una isla en la lejanía- observó
Las mesas del salón de estudios principal del piso tres, estaban acompañadas de instrumentos necesarios como para tomar mediciones en un mapa, hojas de papel especial para calcar y varios elementos de dibujo y diseño por cortesía de la biblioteca. Todo estaba cuidado hasta el mínimo detalle para favorecer el estudio en el gran árbol del conocimiento.
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El ornitorrinco me lleva a la sección de cartografía donde me da un largo discurso sobre las teorías que envuelven las islas del cielo. Es una sección de la biblioteca llena de trastos extraños. De hecho abro uno de los libros y soy incapaz de distinguir nada. Y eso que en vez de texto tienen dibujos, pero ninguna de esas líneas significa nada para mi.
-Sí, ya... -digo-. pero ninguno de estos dibujos me dice cómo llegar.
Dejo el libro donde estaba. Empiezo a pensar que buscar cómo hacerme más fuerte entre unos libros ha sido un error. Debería irme al puerto y escupir a los marineros, seguro que así conseguiría fortalecerme.
-Parece que sabes mucho de libros -digo.
La verdad, el empollón con pico cada vez me parece menos una amenaza. Mucho libro, mucho mapa y palabras. ¡Cuántas palabras! Pero nada que me haga pensar que hay que reeducarlo. Estoy a punto de largarme cuando una vocecita me detiene.
-Disculpe, señor. ¿No va a leer ningún cuento?
Es una niña de enormes ojos azules y pelo caoba. Muy cabezona, bueno, como todos los niños, nos mira desde abajo, apenas medio metro de altura. Tiene las mangas sucias de mocos.
-Me gusta su peluche -dice la niña y se acerca al empollón con las manos extendidas.
-No sabía que tenías una hija -le digo a Arny-. ¿Es una ornitorrinco desnuda?
-Sí, ya... -digo-. pero ninguno de estos dibujos me dice cómo llegar.
Dejo el libro donde estaba. Empiezo a pensar que buscar cómo hacerme más fuerte entre unos libros ha sido un error. Debería irme al puerto y escupir a los marineros, seguro que así conseguiría fortalecerme.
-Parece que sabes mucho de libros -digo.
La verdad, el empollón con pico cada vez me parece menos una amenaza. Mucho libro, mucho mapa y palabras. ¡Cuántas palabras! Pero nada que me haga pensar que hay que reeducarlo. Estoy a punto de largarme cuando una vocecita me detiene.
-Disculpe, señor. ¿No va a leer ningún cuento?
Es una niña de enormes ojos azules y pelo caoba. Muy cabezona, bueno, como todos los niños, nos mira desde abajo, apenas medio metro de altura. Tiene las mangas sucias de mocos.
-Me gusta su peluche -dice la niña y se acerca al empollón con las manos extendidas.
-No sabía que tenías una hija -le digo a Arny-. ¿Es una ornitorrinco desnuda?
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Mirando alrededor, en busca del adulto responsable de aquella niña, que se acercaba a Arny. Sin encontrar una cabeza levantada en toda la sala que vigilase aquel ser de luz, el ornitorrinco no pudo menos que dejarse abrazar con una mueca incomoda en el rostro -Aaaaaaaay.....- suspiró -Al menos no sale corriendo, o me señala estupefacta al pasar a mi lado- termino sonriendo y devolviendo el abrazo. Arny observaba al tipo con tan peculiar nombre, tras su comentario -Te va a resultar muy complicado encontrar una isla perdida, si no eres capaz de distinguir un cachorro humano- espetó sorprendido. Tras soltar a la niña y ver con disgusto una mancha húmeda en su estomago, el ornitorrinco saco un pañuelo de tela del fondo de su petate y comenzó a limpiar la zona con detenimiento, separando grupos capilares y asegurándose de que cada vello quedase perfectamente inmaculado. Tras lo cual, guardo de nuevo el pañuelo y señalo con disgusto el lugar donde antes estaba la mancha de mocos -Niña, nunca más, ¿vale?- exclamó. La pequeña, al sentir que la recriminaban algo comenzó a llorar escandalosamente en medio de aquella sala, llamando inmediatamente la atención de todos los ahí reunidos, que esperaban con impaciencia a que el celador de guarda pusiera orden en aquel lugar. -¿Que hace esta niña aquí?- preguntó el ornitorrinco visiblemente molesto con la situación. -¿Nadie se hace responsable de ella?- fue entonces cuando un hombre con una larga cicatriz, recorriendo desde su frente hasta su barbilla por el lateral derecho de la cara, vino a por la cría. -¿Cuantas veces te he dicho que no deambules mientras investigo, Elisa?- Preguntó muy serio a la niña, que aun derramaba lagrimas -ME LLAMO ELISABETH, ESTUPIDO MASTODONTE, Y TU NO ERES NADIE PARA PROHIBIRME NADA- gritó para terminar de escandalizar a toda la gente de la biblioteca que, puestos en pie, exhortaban al grupo a irse de la sala. La niña, corriendo a todo lo que sus cortitas patas daban, salió llorando a voz en grito al corredor que comunicaba con el resto del piso, perdiéndose sus llantos en la lejanía a medida que corría hacia el interior del árbol -Disculpadme- dijo el hombre completamente serio, antes de salir tras la niña. -Vaya- dijo Arny -Que situación más incomoda, eso a sido... raro- exclamó con una mano en el pico en actitud pensativa -Nunca vi algo así en el tiempo que llevo aquí- la curiosidad del ornitorrinco comenzaba a dar las familiares punzadas que Arny ya conocía. -Mierda- pensó para sí -¡MARCHAOS YA PESADOS!- resonó en la sala, invitando a la pareja que aun estaba de pie a abandonar el lugar -Perdón- pidió el ornitorrinco con una reverencia y comenzó a salir haciendo gestos al hombre de verde para que lo acompañase fuera.
El camino que había seguido la niña llevaba a las plantas superiores por las escaleras de atrás. Un lugar poco transitado por los visitantes y estudiosos que por norma general utilizaban el amplio ascensor de la parte principal para ir de un lugar a otro. Cargados con libros y cuadernos, era la mejor opción para gente acostumbra da a ejercitar la mente, pero no tanto el cuerpo.
La pequeña escalera de caracol aún retumbaba con las pisadas aceleradas de aquellos que llegaron antes que el mink -Van hacia abajo- le dijo sin duda a Libros-Pico -¿Los seguimos?- preguntó -Ese tipo con la cara cortada me da mucha curiosidad- exclamó con un gesto que solo podía ser una sonrisa
El camino que había seguido la niña llevaba a las plantas superiores por las escaleras de atrás. Un lugar poco transitado por los visitantes y estudiosos que por norma general utilizaban el amplio ascensor de la parte principal para ir de un lugar a otro. Cargados con libros y cuadernos, era la mejor opción para gente acostumbra da a ejercitar la mente, pero no tanto el cuerpo.
La pequeña escalera de caracol aún retumbaba con las pisadas aceleradas de aquellos que llegaron antes que el mink -Van hacia abajo- le dijo sin duda a Libros-Pico -¿Los seguimos?- preguntó -Ese tipo con la cara cortada me da mucha curiosidad- exclamó con un gesto que solo podía ser una sonrisa
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La niña que aparece con nosotros, se esfuma tras una curiosa conversación con... ¿su padre? Puede ser, la cicatriz en la cara no implica que no pueda usar el pito. Sigo al ornitorrinco por la biblioteca, que a su vez sigue a la niña y a Scar. Lo hago en silencio, aún así no me libro de ser amonestado por los demás estudiantes. ¿Por qué he venido aquí habiendo tantos casinos en el West Blue? Ains, la vida del agente secreto es más dura de lo que pensaba.
Llegamos a una escalera de caracol que desciende. La extraña pareja ya baja por ella. aunque siendo justos, nosotros somos una pareja aún más extraña. El ornitorrinco parece entusiasmado con la idea de seguir a esos dos. Es un cotilla, o un espía en potencia. Capaz las dos cosas. ¿Podría reclutarlo para el gobierno? Estoy cansado de que me disparen, golpeen, torturen, secuestren, ahoguen, quemen y vejen solo a mi. ¡Quiero compartir toda esta diversión con alguien más.
-¿Quieres que sigamos a una familia con el fin de espiarlos sólo para saber más sobre ellos?
Hago una mueca de desagrado, pero luego sonrío. Bueno, lo que para mi es una sonrisa, que es mi cara sería de siempre con los labios ligeramente inclinados hacia arriba.
-Si me pagaran cada vez que he hecho algo así... Un momento, ¡lo hacen!
Tomo la iniciativa y desciendo con cautela por la escalera de caracol. Abajo continúo por el pasillo, puedo ver las sombras y oír los pasos de nuestros objetivos. El pasillo desemboca en una sala de estudio vacía, la sala de DEPORTES. No hay nadie aquí leyendo, ni haciendo nada. No hay nadie, punto. Bueno estoy yo y Arny, pero ni rastro de los otros dos.
-Han desaparecido... -mumuro.
Llegamos a una escalera de caracol que desciende. La extraña pareja ya baja por ella. aunque siendo justos, nosotros somos una pareja aún más extraña. El ornitorrinco parece entusiasmado con la idea de seguir a esos dos. Es un cotilla, o un espía en potencia. Capaz las dos cosas. ¿Podría reclutarlo para el gobierno? Estoy cansado de que me disparen, golpeen, torturen, secuestren, ahoguen, quemen y vejen solo a mi. ¡Quiero compartir toda esta diversión con alguien más.
-¿Quieres que sigamos a una familia con el fin de espiarlos sólo para saber más sobre ellos?
Hago una mueca de desagrado, pero luego sonrío. Bueno, lo que para mi es una sonrisa, que es mi cara sería de siempre con los labios ligeramente inclinados hacia arriba.
-Si me pagaran cada vez que he hecho algo así... Un momento, ¡lo hacen!
Tomo la iniciativa y desciendo con cautela por la escalera de caracol. Abajo continúo por el pasillo, puedo ver las sombras y oír los pasos de nuestros objetivos. El pasillo desemboca en una sala de estudio vacía, la sala de DEPORTES. No hay nadie aquí leyendo, ni haciendo nada. No hay nadie, punto. Bueno estoy yo y Arny, pero ni rastro de los otros dos.
-Han desaparecido... -mumuro.
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La bajada fue en silencio, acompañado de aquel hombre serio, confiado y callado. Silencio tan solo roto por los pasos de la niña, apresurados sobre las escaleras, y el acompañante de la niña. Más pesados y calmados que los de ella. El final de la escalera se abría abruptamente en una de las salas menos utilizadas del gran árbol. Como gran biblioteca de conocimiento, las artes físicas también estaban contempladas y Ohara disponía de la mayor colección de escritos sobre artes marciales y deportes de todo tipo del mundo. Fundamental y como parte del conocimiento de la humanidad, lógico que tuvieran representación en el mayor compendio de conocimiento conocido.
Estanterías llenas de manuales de reglas y estilos, deportes ya olvidados y actividades más propias para campamentos infantiles que para una competición y evoluciones de las modalidades de juego. Regaban los pasillos de aquella habitación olvidada por los estudiosos congregados en la isla.
Al entrar a la habitación, tras esperar un tiempo prudencial en la escalera para evitar ser descubiertos, encontraron que la sala permanecía completamente vacía de vida. Los pasos, inaudibles ahora, habían desaparecido del rango de escucha de la pareja, que sorprendida por la situación, no daba crédito a lo que ocurría.
Como todas, aquella sala tenia más accesos que la escalera por la que habían llegado. Tras cualquiera de las dos puertas del fondo de la habitación, se encontraría un pasillo que recorrería el piso en el que se encontraban, abriendo ruta a nuevas salas. Algunas de experimentación, otras tan solo con aun más manuscritos y diagramas explicativos. -No han podido desaparecer, estarán tras alguna de esas puertas- comento en voz baja el ornitorrinco, que ya se dirigía hacia la puerta más a la izquierda de las dos. Tras abrir ligeramente, una simple inspección revelaría un pasillo completamente vacío, pero un sonido como eléctrico rezumbaba al fondo. -Nunca he estado aquí- observó a su acompañante -Así que no se que puede haber más adelante- se disculpo tomando la delantera.
El zumbido cada vez se oía más cercano a medida que avanzaban. Tras dar la vuelta a una esquina, encontraron una puerta cerrada por la que escapaban haces de luz azulados, por debajo de la misma. El zumbido eléctrico provenía de aquella sala, ocultando los murmullos de dos hombres que se hacían evidentes, pero ininteligibles gracias al constante zumbar que se escuchaba en el pasillo. -SEGURO, JODER- se pudo entender al fin por encima del ruido eléctrico -Las bibliotecas de este piso no tienen polvo por que las limpian por la noche, como todas las demás salas, pero ninguno de esos cerebritos baja aquí. Las actividades físicas no son lo suyo- -Esta bien, continua soldando, tenemos que terminar de montar la estructura del ciborg antes de que nadie se dé cuenta de que estamos aquí. JAJAJAJAJA jamás pensarán de un ataque que llega desde dentro. Nos ha costado meses meter aquí todas las piezas por separado y encontrar un soldador lo suficientemente pequeño y potente como para meterlo dentro sin llamar la atención y que sea capaz de unir esas piezas metálicas. Cuando termines avísame, necesito comprobar que las tarjetas de datos con las instrucciones se encuentran en buen estado-
Arny miraba sorprendido al hombre que lo acompañaba mientras su mente no daba crédito a lo que oía -Libros-Pico tenemos que hacer algo- exclamó
Estanterías llenas de manuales de reglas y estilos, deportes ya olvidados y actividades más propias para campamentos infantiles que para una competición y evoluciones de las modalidades de juego. Regaban los pasillos de aquella habitación olvidada por los estudiosos congregados en la isla.
Al entrar a la habitación, tras esperar un tiempo prudencial en la escalera para evitar ser descubiertos, encontraron que la sala permanecía completamente vacía de vida. Los pasos, inaudibles ahora, habían desaparecido del rango de escucha de la pareja, que sorprendida por la situación, no daba crédito a lo que ocurría.
Como todas, aquella sala tenia más accesos que la escalera por la que habían llegado. Tras cualquiera de las dos puertas del fondo de la habitación, se encontraría un pasillo que recorrería el piso en el que se encontraban, abriendo ruta a nuevas salas. Algunas de experimentación, otras tan solo con aun más manuscritos y diagramas explicativos. -No han podido desaparecer, estarán tras alguna de esas puertas- comento en voz baja el ornitorrinco, que ya se dirigía hacia la puerta más a la izquierda de las dos. Tras abrir ligeramente, una simple inspección revelaría un pasillo completamente vacío, pero un sonido como eléctrico rezumbaba al fondo. -Nunca he estado aquí- observó a su acompañante -Así que no se que puede haber más adelante- se disculpo tomando la delantera.
El zumbido cada vez se oía más cercano a medida que avanzaban. Tras dar la vuelta a una esquina, encontraron una puerta cerrada por la que escapaban haces de luz azulados, por debajo de la misma. El zumbido eléctrico provenía de aquella sala, ocultando los murmullos de dos hombres que se hacían evidentes, pero ininteligibles gracias al constante zumbar que se escuchaba en el pasillo. -SEGURO, JODER- se pudo entender al fin por encima del ruido eléctrico -Las bibliotecas de este piso no tienen polvo por que las limpian por la noche, como todas las demás salas, pero ninguno de esos cerebritos baja aquí. Las actividades físicas no son lo suyo- -Esta bien, continua soldando, tenemos que terminar de montar la estructura del ciborg antes de que nadie se dé cuenta de que estamos aquí. JAJAJAJAJA jamás pensarán de un ataque que llega desde dentro. Nos ha costado meses meter aquí todas las piezas por separado y encontrar un soldador lo suficientemente pequeño y potente como para meterlo dentro sin llamar la atención y que sea capaz de unir esas piezas metálicas. Cuando termines avísame, necesito comprobar que las tarjetas de datos con las instrucciones se encuentran en buen estado-
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La intuición de Arny nos lleva a través de un discreto y estrecho pasillo en el que yo no me había fijado. Así llegamos a una puerta cerrada de la que sale una extraña luz. Parece uan puerta de servicio, algo antiguo, arcaico, olvidado, seguramente la gente pase por aquí delante constantemente sin ni siquiera verla. Si quieres esconder algo déjalo bien a la vista.
Cuando el sonido eléctrico cesa se puede escuchar con nitidez la voz de dos personas. No dejan lugar a dudas de que planean un ataque contra la biblioteca. Menos mal, por fin algo que se me da bien, partirle la cara a los malos. Incluso el ornitorrinco parece animado con la idea, yo estoy francamente feliz. ¡Puede que hasta muera gente!
-¡Eh! ¿Quiénes sois?
Me doy vuelta y en el pasillo hay un tipo con una bandeja con tres cafés. Parece que la secretaria nos ha descubierto, pero es demasiado pronto para un ataque frontal. ¡Rápido, di una mentira! Sin dudarlo agarro a Arny del hombro y lo coloco delante de mi.
-He atrapado a un intruso -digo para hacerme pasar por uno de ellos, pirata, criminal, revolucionario, no importa, todos son iguales.
El tipo nos mira confundido.
-¿Tú eres el cyborg? Joder... Se nota demasiado que eres un robot.
Cuando el sonido eléctrico cesa se puede escuchar con nitidez la voz de dos personas. No dejan lugar a dudas de que planean un ataque contra la biblioteca. Menos mal, por fin algo que se me da bien, partirle la cara a los malos. Incluso el ornitorrinco parece animado con la idea, yo estoy francamente feliz. ¡Puede que hasta muera gente!
-¡Eh! ¿Quiénes sois?
Me doy vuelta y en el pasillo hay un tipo con una bandeja con tres cafés. Parece que la secretaria nos ha descubierto, pero es demasiado pronto para un ataque frontal. ¡Rápido, di una mentira! Sin dudarlo agarro a Arny del hombro y lo coloco delante de mi.
-He atrapado a un intruso -digo para hacerme pasar por uno de ellos, pirata, criminal, revolucionario, no importa, todos son iguales.
El tipo nos mira confundido.
-¿Tú eres el cyborg? Joder... Se nota demasiado que eres un robot.
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-¿Eh?- preguntó extrañado al sentir la mano del humano sobre su hombro y escuchar su argucia -De eso nada- dijo ofendido. Como un ente, como si agarrase el aire mismo, la mano del hombre resbaló, atravesando el cuerpo de Arny que se había hecho intangible por un segundo. Tiempo necesario para escapar del agarre y lanzarse hacia el tipo con los cafés. El ornitorrinco jamás permitiría un ataque a la biblioteca si podía impedirlo, y aquel era uno de los artífices de aquel ataque.
Sin darle apenas tiempo para reaccionar, con un rápido salto hacia adelante y aprovechando el sonido chispeante del interior de la sala para cubrir su ataque. Cargó contra el humano y aplicó una descarga de su propio electro en la cara del sorprendido maleante. Aprovechando el movimiento para tapar su boca y sujetándolo para evitar que el sonido del cuerpo al caer pudiera alertar a sus compañeros.
Aun con el cuerpo del humano en sus manos agitándose mientras lo asfixiaba en silencio en el suelo, pudo mirar a su acompañante con severos ojos, visiblemente molesto -La próxima vez que hagas algo así, este podrías ser tu- dijo en voz baja, con un tono que no dejaba lugar a dudas.
Cuando los estertores de su victima cesaron, con el pelaje lleno de café y deseando pegarse una buena ducha, se levantó del suelo rabioso. No le gustaba ser utilizado y le gustaba aun menos mancharse. -No dejaré que esto ocurra- dijo claramente antes de apoyarse al lado de la puerta y cerrar los ojos durante unos segundos -Cuando oigas el ruido entra, yo te seguiré. Si es que eres capaz de actuar por ti mismo sin implicar a nadie más- dijo destilando acidez en el tono de su voz.
Llegar a Ohara había sido una bendición para Arny en el sentido más académico de la palabra. Ahora comprendía en cierta medida el poder que poseía y como aprovecharlo. Las características de los gases eran tantas y tan variadas que Arny estaba seguro que podría encontrar el gas adecuado para cada situación. Pero por el momento no era el caso, debía depender de lo que tenia a mano. El propileno o el propano serían ideales, peor aun no podía generarlos tan a placer como él quisiera, aun así disponía del buen metano, presente en la atmósfera. Era sencillo replicar la composición y generar tanto como necesitase en esta situación, que no sería mucho, pues era extremadamente inflamable en bajas concentraciones. Sin que Libros-Pico se percatase de lo que sucedía, dada la naturaleza invisible del gas, podría notar a lo sumo un hedor como a alcantarilla magnificarse en los alrededores -Aléjate un poco de la puerta o te envenenaras- fue la única sugerencia antes de continuar almacenando gas tras la puerta para, cuando la concentración llegase al punto preciso, empujarlo todo como una corriente fétida que llenaría la sala contigua.
Sin ser consciente de lo que ocurría, el soldador continuaba con su trabajo uniendo las secciones metálicas. Un segundo más tarde, tras un chispazo contra el metal. El color de las llamas y los gritos pidiendo auxilio del maleante llenaron la habitación, lo que sería la señal de alarma para Libros-Pico.
Desde la perspectiva del trabajador, la bombona que estaba usando para soldar, tenía una fuga que lo había envuelto en llamas mientras estaba concentrado trabajando. Asegurándose que los puntos de soldadura fuesen perfectos, pues él era un profesional.
Sin darle apenas tiempo para reaccionar, con un rápido salto hacia adelante y aprovechando el sonido chispeante del interior de la sala para cubrir su ataque. Cargó contra el humano y aplicó una descarga de su propio electro en la cara del sorprendido maleante. Aprovechando el movimiento para tapar su boca y sujetándolo para evitar que el sonido del cuerpo al caer pudiera alertar a sus compañeros.
Aun con el cuerpo del humano en sus manos agitándose mientras lo asfixiaba en silencio en el suelo, pudo mirar a su acompañante con severos ojos, visiblemente molesto -La próxima vez que hagas algo así, este podrías ser tu- dijo en voz baja, con un tono que no dejaba lugar a dudas.
Cuando los estertores de su victima cesaron, con el pelaje lleno de café y deseando pegarse una buena ducha, se levantó del suelo rabioso. No le gustaba ser utilizado y le gustaba aun menos mancharse. -No dejaré que esto ocurra- dijo claramente antes de apoyarse al lado de la puerta y cerrar los ojos durante unos segundos -Cuando oigas el ruido entra, yo te seguiré. Si es que eres capaz de actuar por ti mismo sin implicar a nadie más- dijo destilando acidez en el tono de su voz.
Llegar a Ohara había sido una bendición para Arny en el sentido más académico de la palabra. Ahora comprendía en cierta medida el poder que poseía y como aprovecharlo. Las características de los gases eran tantas y tan variadas que Arny estaba seguro que podría encontrar el gas adecuado para cada situación. Pero por el momento no era el caso, debía depender de lo que tenia a mano. El propileno o el propano serían ideales, peor aun no podía generarlos tan a placer como él quisiera, aun así disponía del buen metano, presente en la atmósfera. Era sencillo replicar la composición y generar tanto como necesitase en esta situación, que no sería mucho, pues era extremadamente inflamable en bajas concentraciones. Sin que Libros-Pico se percatase de lo que sucedía, dada la naturaleza invisible del gas, podría notar a lo sumo un hedor como a alcantarilla magnificarse en los alrededores -Aléjate un poco de la puerta o te envenenaras- fue la única sugerencia antes de continuar almacenando gas tras la puerta para, cuando la concentración llegase al punto preciso, empujarlo todo como una corriente fétida que llenaría la sala contigua.
Sin ser consciente de lo que ocurría, el soldador continuaba con su trabajo uniendo las secciones metálicas. Un segundo más tarde, tras un chispazo contra el metal. El color de las llamas y los gritos pidiendo auxilio del maleante llenaron la habitación, lo que sería la señal de alarma para Libros-Pico.
Desde la perspectiva del trabajador, la bombona que estaba usando para soldar, tenía una fuga que lo había envuelto en llamas mientras estaba concentrado trabajando. Asegurándose que los puntos de soldadura fuesen perfectos, pues él era un profesional.
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El ornitorrinco se me escurre entre los dedos como si fuera el humo de mi cigarro. Un instante después el hombre está muerto en el suelo y el ornitorrinco me lanza una amenaza que me atraviesa del mismo modo en que mi mano atravesó su cuerpo. No sé qué pretende hacer, pero me llama la atención el muerto por lo que me alejo de la puerta y me acerco a él para examinarlo.
Efectivamente está muerto, pero no presenta signo alguno de violencia o envenamiento. Una muerte dulce. ¡Estoy con un psicopato!
Mientras examino el cuerpo el Arny se coloca junto a la puerta, está haciendo algo pero no entiendo el qué. Además me llega un leve tufo.
-¿Cuantos hombres hay ahí dentro? -pregunto al muerto.
Como el tipo obviamente no me responde, lo pincho con el dedo a ver si reacciona, pero no, los muertos no hablan.
-Vamos tipo duro, dime lo que sabes.
Agarro la mandíbula del tipo y la muevo como si fuera un muñeco ventrílocuo.
-No puedo -digo con voz de muerto-. Los muertos no hablan.
-¡Vaya! -exclamo con mi voz normal-. Ojala alguien hubiera querido sonsacarte información.
-Habría sido un hombre muy inteligente.
-Y atractivo.
En el interior de la sala, el soldador enciende el metano y cunde el chaos, oímos dos pequeñas explosiones más y gritos de angustia. Sale humo por debajo de la puerta.
-Oh, no, hay un incendio -digo con voz de muerto mientras muevo la mandíbula del fiambre-. Encender fuego en una biblioteca, ¡qué mala idea! Vamos a morir todos. A no, que yo ya estoy muerto. ¡Padum chis!
Pese a todo el chaos que se está desatando no actúo de forma alguna, porque me da un poco de pereza y estoy entretenido con mi numerito de ventrílocuo.
Efectivamente está muerto, pero no presenta signo alguno de violencia o envenamiento. Una muerte dulce. ¡Estoy con un psicopato!
Mientras examino el cuerpo el Arny se coloca junto a la puerta, está haciendo algo pero no entiendo el qué. Además me llega un leve tufo.
-¿Cuantos hombres hay ahí dentro? -pregunto al muerto.
Como el tipo obviamente no me responde, lo pincho con el dedo a ver si reacciona, pero no, los muertos no hablan.
-Vamos tipo duro, dime lo que sabes.
Agarro la mandíbula del tipo y la muevo como si fuera un muñeco ventrílocuo.
-No puedo -digo con voz de muerto-. Los muertos no hablan.
-¡Vaya! -exclamo con mi voz normal-. Ojala alguien hubiera querido sonsacarte información.
-Habría sido un hombre muy inteligente.
-Y atractivo.
En el interior de la sala, el soldador enciende el metano y cunde el chaos, oímos dos pequeñas explosiones más y gritos de angustia. Sale humo por debajo de la puerta.
-Oh, no, hay un incendio -digo con voz de muerto mientras muevo la mandíbula del fiambre-. Encender fuego en una biblioteca, ¡qué mala idea! Vamos a morir todos. A no, que yo ya estoy muerto. ¡Padum chis!
Pese a todo el chaos que se está desatando no actúo de forma alguna, porque me da un poco de pereza y estoy entretenido con mi numerito de ventrílocuo.
Arny Sanskari
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Concentrado en su cometido apenas fue consciente de los juegos del humano hasta que, siendo su turno de actuar, seguía simplemente jugando con el cuerpo inconsciente del asaltante de los cafés. El caos reinaba a tan solo una puerta de distancia y Arny no tenía tiempo para explicarle a aquel tipo que los inconscientes por asfixia veían su pulso reducido a la mínima expresión. El ornitorrinco sabia que no estaba muerto. Era muy consciente de la cantidad de oxigeno que había permitido pasar a través de su mano para evitar la muerte del becario.
-Tu mismo, no hay tiempo para explicaciones- exclamó mientras giraba el pomo de la puerta. La situación prometía llamas y Arny tenía un as bajo la manga para estos casos, ya que no puede haber llamas sin oxigeno.
Tras muchos experimentos, y con su capacidad actual, podría mover el oxigeno existente junto a las llamas. Pero la experiencia le había enseñado que sería mucho más rápido generar dióxido de carbono.
Tras el chispazo, una nube de llamas que se consumía en colores verdes brillantes alrededor del soldador serviría de escenario para que el cuerpo del mink comenzara a expulsar CO2 en la habitación. Cubriendo el metano en llamas, bajándolo todo al suelo y sofocando la ignición con un solo movimiento. El humo del aceite con el que el constructo estaba lubricado pronto dejaría de quemarse y humear, pero le había dado margen al ornitorrinco para entrar a la sala sin ser detectado.
Cuando pudo mirar alrededor, descubrió una sala despejada, un almacén de objetos deportivos, con los ganchos aun en la pared pero con las redes, combas y pelotas apartadas en cajas al fondo para dejar espacio. El soldador, tirado en el suelo, con la ropa aun humeante, se retorcía entre espasmos a la par que recuperaba la respiración. El segundo hombre apareció entonces por una puerta al fondo, a través de la cual se podía ver una pantalla mostrando datos.
Aquel tipo no sería consciente del Ornitorrinco que, transformado en su forma elemental, en puro dióxido de carbono, se mantenía casi invisible si no se movía de su posición. Preocupado por su compañero, corrió a socorrerlo -Vamos "juntahierros", ¡VAMOS!¡RESPIRA! Ya pasó... ¿pero que paso?- Preguntaba mientras ayudaba a su amigo a tumbarse boca arriba -Cr... Creo que ha fallado la bombona- COFF COFF -Tal... tal vez era demasiado pequeña para la presión que necesita- intentó razonar entre toses. Tomando largas pausas para respirar, con visibles molestias al hacer pasar aire por sus dañados pulmones.
-Tu mismo, no hay tiempo para explicaciones- exclamó mientras giraba el pomo de la puerta. La situación prometía llamas y Arny tenía un as bajo la manga para estos casos, ya que no puede haber llamas sin oxigeno.
Tras muchos experimentos, y con su capacidad actual, podría mover el oxigeno existente junto a las llamas. Pero la experiencia le había enseñado que sería mucho más rápido generar dióxido de carbono.
Tras el chispazo, una nube de llamas que se consumía en colores verdes brillantes alrededor del soldador serviría de escenario para que el cuerpo del mink comenzara a expulsar CO2 en la habitación. Cubriendo el metano en llamas, bajándolo todo al suelo y sofocando la ignición con un solo movimiento. El humo del aceite con el que el constructo estaba lubricado pronto dejaría de quemarse y humear, pero le había dado margen al ornitorrinco para entrar a la sala sin ser detectado.
Cuando pudo mirar alrededor, descubrió una sala despejada, un almacén de objetos deportivos, con los ganchos aun en la pared pero con las redes, combas y pelotas apartadas en cajas al fondo para dejar espacio. El soldador, tirado en el suelo, con la ropa aun humeante, se retorcía entre espasmos a la par que recuperaba la respiración. El segundo hombre apareció entonces por una puerta al fondo, a través de la cual se podía ver una pantalla mostrando datos.
Aquel tipo no sería consciente del Ornitorrinco que, transformado en su forma elemental, en puro dióxido de carbono, se mantenía casi invisible si no se movía de su posición. Preocupado por su compañero, corrió a socorrerlo -Vamos "juntahierros", ¡VAMOS!¡RESPIRA! Ya pasó... ¿pero que paso?- Preguntaba mientras ayudaba a su amigo a tumbarse boca arriba -Cr... Creo que ha fallado la bombona- COFF COFF -Tal... tal vez era demasiado pequeña para la presión que necesita- intentó razonar entre toses. Tomando largas pausas para respirar, con visibles molestias al hacer pasar aire por sus dañados pulmones.
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