Blanco y negro [Surya y Alice]

Empezaba a pensar que Alice le estaba evitando. Había ido con ella para alejarse un poco del viejo, cuya habilidad o potencial desconocía. Sin embargo, Alice se había apartado de él resoplando. Tampoco había sido capaz de mirarle a los ojos. ¿Quizá se había pasado poniéndole la mano en el hombro? En realidad acababa de conocerla, todavía había mucho que ignoraba acerca de ella. Anotó mentalmente mantenerse un poco más alejado; no quería incomodarla.

Lo que sí hizo, sin embargo, fue seguirle hasta el timón. Escucharla dando órdenes a todos los expiratas le hizo ilusión. ¡Iban a zarpar, por fin! Su segundo viaje en un navío pirata; su primer paso por el Paraíso. Lo estaba deseando. Prestó especial atención a cómo Alice manejaba el barco y cómo los hombres organizaban todos los aparejos. Quería poder relevarla de ser necesario y llevar un barco de este tamaño conllevaba sus propias dificultades. No obstante, estaba bastante seguro de poder hacer un trabajo decente si llegaba el momento.

-Yo iré. Me dejé la mochila ahí, así que tengo que pasar de todas formas. No tardo.

Sonrió antes de alzar el vuelo. Un par de potentes aletazos era justo lo que necesitaba para que sus plumas acabaran de secarse tras la ducha y aunque salpicó sin querer a un par de los hombres, estaba demasiado contento como para darse cuenta. Abandonó el barco pirata y fue volando hasta el velero de Alice. Lo recorrió de arriba abajo tres veces, para asegurarse de que no se dejaba nada. Aprovechó para coger una de sus camisas blancas y colocársela, ya que con esas no tenía que tener miedo de romperla al sacar las alas. Los pantalones del segundo al mando… se debatió un momento, pero al final decidió quedárselos. Eran cómodos y técnicamente había ganado todo lo que el hombre tenía en su cuarto. No iba a necesitarlo en la cárcel. Seguramente más de la mitad de las cosas fueran robadas, de todas formas.

Acabó un último repaso, se aseguró de que tenía todas las posesiones de Alice y volvió de vuelta. Se las dejó en el camarote de la capitana y se reunió con ella junto al timón. ¿Y ahora qué? Para el ángel, estaba bastante claro. Sonrió y señaló un pequeño hueco que el barco tenía construido en la madera:

-Ahora, utilizamos el log pose que nos ha dado el farero. Podemos dejar a esos dos en el primer puesto marine que veamos al llegar a la siguiente isla. No tengo claro a dónde nos llevará, pero lo cierto es que… tengo ganas de descubrirlo.

Había sido un día de grandes emociones. Desde conocer a Alice a la pelea con los piratas y el atraco del barco. Lejos de estar cansado, estaba deseando saber qué ocurría a continuación.

Definitivamente, había hecho lo correcto al bajar de entre las nubes.

- ¿Y luego qué? -repetiste mientras él se iba volando. Tal vez habrías querido reconocer que sentías miedo, o que estabas nerviosa. Puede que quisieras decir que necesitabas respirar hondo antes de dar un paso tan importante, o que aunque no fuesen grandes delincuentes, llevaban meses viviendo como piratas. ¿Qué garantías tenías de que no fuesen a seguir comportándose de ese modo? ¿Cuántas probabilidades tenías de que no organizasen un motín para salvar a su capitana?

Detuviste tu mirada por momentos en cada uno de ellos. Movían los cabos, aseguraban las velas, compartían bromas... Si alguno estaba preocupado por su capitana lo disimulaba a la perfección; el único que no le quitaba ojo era el doctor, que maniatado observaba mientras a ratos le hablaba en un tono ininteligible. Tal vez no hubiese un motivo de preocupación real en ese aspecto, pero aunque pudieses no desconfiar totalmente de tu nueva tripulación, ¿qué os esperaba más allá? Rivales, enemigos, emoción, pero también el peligro constante, y ni siquiera sabías hasta qué punto tu ángel de la guarda sería competente. Demasiadas cosas.

- ¡Morrison! -gritaste. Aún no te habías quedado con los nombres de ninguno, pero habías oído que alguien llamaba así a otro-. ¡Ven aquí, por favor!

Era un muchacho delgaducho y pálido, de cabello pelirrojo y ojos verdes. Como con todos los pelirrojos se cumplía la norma del cara o cruz, y este había ido a topar con la mala genética. Pelo rizado en una suerte de peluca de payaso y una cantidad tan inusitada de pecas que parecía estar cruzado por la Vía Láctea desde la sien izquierda hasta la mandíbula derecha. Bueno, pensándolo bien puede que fuera un poco mono, pero le faltaba mucho para llegar a ser atractivo.

- ¿Sí, señora?

- ¿Sabes algo de tu capitana? Su precio, sus crímenes... Esas cosas.

La respuesta fue un poco decepcionante. A pesar de que al parecer era una famosa capitana en su mar de origen, el South Blue, apenas valía quince millones de berries, logrados a base de asaltos y asesinatos no demasiado bien planificados pero muy bien acometidos. Se le achacaban al menos nueve crímenes de sangre y un botín que rondaba los treinta kilos de monedas de oro. Su subcapitán valía doce, y al parecer llevaba más años que ella en la profesión. De hecho ella había sido una bastarda del capitán original, a quien había convertido en su primer homicidio para dar rienda suelta a una carrera delictiva que no tendría por qué haber terminado ese día. Pero había tenido mala suerte.

- Muchas gracias. Por cierto, Morrison...

- ¿Sí?

- A partir de ahora ponte camisa. Hay que guardar un poco de decoro en presencia de una dam... ¡Oh no!

Habías dejado que el ángel fuese a recogerlo todo. En un origen habías esperado que hiciese varios viajes, pero luego caíste en que era él. Es más, cuando lo viste volar con los cuatro arcones de viaje que tenías en tu barco temiste por que cayese alguno. Una vez aterrizó, y comprobando que todo estaba en orden, simplemente te invadió una terrible vergüenza sabiendo que había visto tus más de quinientas braguitas. Incluyendo los tangas de encaje.

- G-gracias -lograste articular de forma casi robótica, con una sonrisa pintada y una mirada nerviosa-. No hacía falta. Morrison, ¿te importaría meterme los arcones en el dormitorio?

Con una sonrisa estúpida de satisfacción asintió y comenzó a tirar de tu equipaje. Estabas segura de que cuando mirabas ponía posturitas para disimular que pesaban una barbaridad -y, cómo no, para lucir mejor-, pero en vez de contestar tan solo suspiraste profundamente. ¿De verdad todos los chicos monos tenían que ser subnormales profundos? En fin.

- Bueno Surya, nuestra aventura comienza. -Colocaste el Log Pose en la oquedad del timón-. Vamos allá.