A tiempo es demasiado tarde [Privado - Illje]

Se echó a reír y la adelantó rodando, para dar una vuelta a su alrededor mientras abría los brazos para señalarle el paisaje.

-¿Quién va a pensarlo? Aquí no hay nadie. A no ser que tú me tengas por descocada, claro. Pero no fui yo quien irrumpió desnuda en el baño.

No había podido evitarlo. Seguía provocándola y la conejita no era de azúcar. Antes o después, iba a morder el anzuelo. Sobre todo porque tenía ganas de hacerlo, de pincharla de vuelta. Quizá hablar de ello era buena idea. Quizá Alice quería que se repitiera. Sabía que ella lo quería, al menos. Tampoco insistiría, claro; si había que escoger prefería asegurarse de que su amistad no sufría, pero si a ambas les apetecía… siempre era más divertido.

Muy pronto, la risa y las pullas dejaron paso al verdadero asombro. El jardín estaba ahí, más espectacular de cómo lo había imaginado. La valla era enorme y los árboles, imponentes. Escondió las ruedas de los patines para dejar paso a los tacones; no quería dañar la hierba. Mirando más allá del jardín, no estaba muy segura de cómo nadie había hecho para lograr que creciera allí. Thriller Bark no parecía tener un suelo muy fértil. No para árboles o plantas convencionales, al menos. Algo le decía que los arándanos de Dark Dome estarían justo como en casa.

Alice le explicó cómo reconocer las frutas del diablo. Ella estaba convencida de que el lugar era una trampa y si tenía en cuenta el componente mortal que acarreaban, debía estar de acuerdo. Por otro lado, le surgía una duda. Si una fruta solo podía obtenerse de matar a su anterior portador…

-¿Cómo surgieron entonces las primeras? – lo susurró, casi sin darse cuenta. En realidad, dudaba que Alice tuviera respuesta para su pregunta. Si ya se conocía poco del fenómeno, conocer su origen o lógica parecía estar definitivamente fuera de las posibilidades. Pero de una forma u otra, eso por lo menos les daba un modus operandi.- Sigamos la valla. Comprobemos el perímetro.

De un elegante movimiento, agarró a Kamar en su mano. La espada, roja como la sangre, parecía ir a juego con las granadas. Alerta, recorrieron la linde del jardín en silencio durante varios minutos. De repente, a lo lejos, la vio. Sonriendo, miró a Alice.

-Tenías razón.

La fruta estaba colgando de una rama, justo al otro lado de la valla. Era la única. Illje escaló por el tronco y recorrió la rama a cuatro patas. Sacó un par de guantes de la mochila y con ayuda de la espada cortó el pedúnculo limpiamente. La granada, llena de espirales, cayó en su mano sin hacer ruido. Con cuidado, la conejita bajó del árbol y se dirigió hacia Alice. Con una elaborada y algo payasa reverencia, se colocó sobre una rodilla y le tendió la fruta:

-Su corcel, my lady.

- Alguien podría haber -contestaste-. Nunca se sabe. ¡Y no me digas esas cosas! Me mojaste la ropa, ¿qué otra cosa podía hacer?

Cambiarte habría sido una, claro, pero en el momento no te la habías planteado. En realidad, cada paso hacia esa bañera lo habías dado tú desde que la habías invitado a subirse. Le habías preparado el agua y ofrecido sales; habías entrado sabiendo que estaría desnuda en la bañera, y tú habías dado el primer beso. Nerviosa, claro, temblando de miedo sin saber cómo ella iba a reaccionar; anteponiéndote a una inseguridad que ni siquiera habías sabido que se ocultaba en ti. Tan solo porque... ¿Te apetecía? No, nada tan banal. Era tu amiga; puede que algo más, pero tu amiga al fin y al cabo. ¿Querías, tal vez? No, no del todo. ¿Entonces, por qué? Ah, por eso...

No pude evitar enternecerme mientras navegaba en esa marea de pensamientos inconexos pero adorables. Un queriendo sin querer, unas ganas desganadas... Casi una necesidad, como si algo superior a ti te hubiese dicho que debías besarla. Algo que bullía en tu cuerpo, pero que no terminabas de identificar. Tampoco querías ponerle nombre tan pronto; no antes de saber cómo lo llamaba ella. Para ti, al fin y al cabo, era algo nuevo. Bueno, no tan nuevo, pero nunca había sido tan intenso.

- Hay varias teorías -comentaste-, pero se las llama frutas del diablo por algo. Y dudo que sea solo por el sabor.

Según las fuentes que leyeses y, en ocasiones, de a quién le preguntases, recibías respuestas extraordinariamente dispares. Desde las armas definitivas de un genio loco hasta regalos de un dios malévolo todas resultaban igual de extraordinarias y peligrosas para ti. Ninguna con más peso que la otra, todas ellas opuestas a la lógica más sensata y, obviamente, todas ellas imposibles de comprobar. A saber, por otro lado, cuántas más habría.

Illje aceptó tu propuesta y decidió bordear el perímetro. Era la que más sentido tenía, pero a decir verdad no habrías esperado que fuese a funcionar tan fácilmente. Quizá no hubiese nadie en ese patio y fuese solamente una de las casualidades de Thriller Bark, o aquella akuma no mi fuese tan solo una parte de la elaborada trampa destinada a cazar incautos. La conejita por su parte no lo pensó dos veces y sin dudar ni titubear escaló hasta las ramas para tenderte la fruta.

- No me vuelvas a llamar así -dijiste, en lugar de agradecerle el favor-. Por favor.

Esas últimas palabras formaban más un tono de súplica que de reproche, y mientras caminabas lentamente en busca de un claro acariciaste su brazo con tu hombro. Tal vez no hacía falta decir nada, o quizá sí, pero sin pensarlo demasiado quisiste volver a hablar:

- Lo siento. Hay cosas... Cosas que han pasado. No me traen buenos recuerdos, pero no es culpa tuya. -Callaste durante un momento y miraste la fruta-. Gracias por recogerla. Creo... Creo que podemos intentarlo ya, ¿no?

Tu mano adoptó un color negruzco, y de tus dedos comenzó a formarse una esfera humeante. Mientras iba creciendo trataste de concentrarte más, casi conteniendo la respiración hasta que la pompa de oscuridad alcanzó un tamaño cercano a tu altura. La dejaste reposar en el suelo y miraste a Illje con una tímida sonrisa.

- ¿Quieres hacer los honores? -Le tendiste la fruta-. Solo es lanzarla a la oscuridad y cruzar los dedos.

En realidad, no tenías ninguna certeza de que aquello fuese a salir bien.