¡Agárrame si puedes! (Pasado-Privado)

Maxim continuaba jugando el papel de turista en English Garden y de momento la jugada le iba bastante bien, logrando evadir a sus potenciales perseguidores. Para el papel había elegido cambiar un poco su look, así que vestía con un vestido de tirantes corto que solo dejaba intuir sutilmente su generso escote, de color blanco y tan solo adornado con un pequeño lazo del mismo color en la parte baja de la espalda. Como complementos un par de sandalias blancas de tacón, un sombrero de ala ancha de paja con un enorme lazo de tela negra en su lado zurdo, una bolsa de miembre de buen tamaño y unas gafas de sol de lentes circulares y enormes que cubrían gran parte de su rostro. Llevaba su larga melena rubia recogida en una larga y cuidada trenza que finalizaba con un pequeño lazo negro.

En un principio su plan también incluía mantenerse alejada de casinos y mesas de juego clandestinas pero ya se sabe... la cabra siempre tira al monte. Así que para variar, la joven rubia había acabado sentada en una mesa de póker clandestina en la trastienda de una taberna de mala muerte. El último lugar que una inocente turista visitaría por numersas razones pero la primera sería por su propia seguridad.

Sentados a la misma mesa tan sólo quedaban tres hombres más de los diez jugadores iniciales y la crupier. Uno era un tipo enorme, lo suficientemente gordo como para opositar por un puesto de ballena en el acuario y que el dueño el director se lo plantease, otro era un tipo canijo de nariz larga y los ojos más pequeños y con la mirada más sucia que Maxim recordoba, el tercero era un tipo que parecía tener algún tipo de dispusta personal con el jabón y los peines... aún así era el que parecía más respetable de los tres, así que el nivel era pauperrímo siendo generosa. La crupier era una chica menuda, bastante guapa, en una situación normal todos los tipos de aquel lugar tendrían los ojos pegados a ella.

El resto del público que observaba la partida era más o menos similar a los jugadores, en su mayoria hombres aunque había alguna que otra mujer más.

Mientras la crupier recogía las cartas tras la ronda anterior y se disponía a barajar, Maxim levantó la mano suavemente y se dirigió al tabernero que estaba presente en tre el público —Otra copa de vino por favor— dijo mientras se recostaba en su asiento y agitaba la copa con su mano derecha, al tiempo que se retiraba ligeramente las gafas de sol con su mano izquierda para guiñarle un ojo juguetonamente al hombre.

Al tabernero le faltó tiempo para salir de allí en busca del pedido de la joven, la cuál sonrió suavemente antes de apurar el último trago de vino mientras veía como la crupier comenzaba a repartir las cartas.

English Garden era otra parada más, un alto en el camino de… Bueno, no se podía decir que tuviese un objetivo muy claro en mente, supongo que conocer un poco el mundo y buscar a gente interesante antes de partir hacia el Red Line. Por eso no debía estresarme tanto esta isla, una pequeña isla de lo más agradable como cualquier otra… El problema es que aquí la gente iba tan arreglada sino más que mis padres y no me traía demasiados buenos recuerdos. Por eso había entrado a este local de mala muerte, uno con pinta de poder llevarte una puñalada en caso de molestar a la persona equivocada. Sin duda no encontraría a nadie refinado aquí.

Ya lo que distaba de mi plan de relajación era estar sentado en esta mesa. La había confundido con una mesa tranquila, pero resultaba ser la anfitriona de una partida de poker no demasiado legal. No es que tuviese un problema con eso, el problema era que me estaba jugando ahora los pocos Berries que tenía porque no había sabido negarme a un pequeño juego. Por suerte, estaba teniendo unas muy buenas manos por lo que me estaba dejando llevar.

De nuevo, observé las cartas que me habían tocado, haciendo una mueca al ver que no tenía nada significativo. Suspiré, mirando a la gente de la mesa, teniendo en cuenta lo malo que era ocultando mis emociones. En fin, no hay forma de luchar contra una buena mano por mucho que se sepa cómo voy.

-Por casualidad, ¿ninguno de vosotros tendrá un barco que apostar, verdad? Lo necesito para una cosa.- Dije bromeando en parte, por lo que fuera, excepto la chica, ninguno parecía excesivamente majo.

Mientras decía aquello, cambié mis cartas, todas ellas. Realmente era un juego fácil, solo tenía que cambiarlas y tener suerte de que me saliesen unas mejores. Esa había sido mi estrategia desde el principio y aquí seguía, un poco más rico que cuando había entrado. Eso había cabreado a algún que otro jugador o espectador que parecía estimar demasiado un juego tonto de cartas, ¿para que jugabas a algo si te enfadaba? No tenía sentido alguno. Yo todo lo que hago es porque me gusta.

La croupier fue repartiendo las cartas una a una ante la atenta mirada de todos los jugadores a exepción de Maxim, quién se había girado en su silla y charlaba animadamente con uno de los espectadores de la partida mientras aguardaba que el tabernero volviera con su copa.

Los otros dos tipos recogieron sus cartas y las observaron un momento antes de volver a dejarlas boca abajo en la mesa frente a ellos, ambos hacían un esfuerzo por mantener su rostro impasible para evitar dar pistas al resto de contendientes. Por su parte el tercero en discordía parecía optar por la vía opuesta, miró sus cartas, suspiró pesadamente y no dudó en abrir la boca para lanzar lo que parecía ser algún tipo de broma.

Maxim giró en su silla y le dedicó una mirada al hombre tras las enormes lentes de sus gafas de sol, tras un análisis rápido llegó a la conclusión que no debía de tener una mala mano y trataba de hacer ver lo contrario, añadir aquella broma era una buen táctica cuando tus rivales eran como los otros dos tipos: del nivel intelectual de una ameba.

—¿Y qué podrías apostar tú que igualase el valor de un barco?— contestó la joven mientras deslizaba su mano derecha con suavidad sobre el tapete hasta las cartas, levántandolas suavemente para echarles simplemente un vistazo rápido para después dejarlas de nuevo en el mismo sitio —No pretenderás que nos apostemos un barco por la miseria que hay en la mesa— la rubia separó con el dedo índice y corazón de su mano derecha un par de cartas y las lanzó de vuelta al centro de la mesa, después golpeo un par de veces contra el tapete idicando a la croupier que esas eran las dos cartas que querían cambiar. Todo ello sin apartar la mirada del hombre que desconocía la existencia de la palabra higiene.

Si aquel tipo tenía suficiente capital para cubrir la apuesta de un hipotético barco que ella no poseía, iba a salir de aquella taberna con más dinero del que se imaginaba.

Sonreí cuando la chica me dirigió la palabra, al menos alguien en esta mesa no parecía de un mal humor constante. Solté una pequeña risa por sus palabras, la verdad es que era cierto, no poseía demasiado. Había descubierto además que por lo que fuera la gente no tomaba promesas como pago así que me costó pensar en una respuesta.

-Bueno, te sorprendería lo que la gente esconde. Yo, por ejemplo, tengo una bonita herencia.- No era del todo cierto ni del todo mentira, aunque preferiría no volver para cobrarla.

Cuando la croupier me cambió las cartas, decidí fijarme un poco más en la chica. Era la única que parecía estar como pez en el agua en esta situación. Quizá por eso se le daba tan bien jugar a las cartas, había pasado por todas y cada unas de las rondas sin despeinarse prácticamente y había ya un par de apuestas por parte de los espectadores a su favor. Volví a prestar atención a mis cartas, una vez la chica a cargo de ellas me repartió otras nuevas, estuve satisfecho con la mano. Era muy divertido este juego, en todo momento estaba la diversión de la incertidumbre.

Finalmente, subí la apuesta, dispuesto a acabar ya con este juego. Había estado entretenido, pero era hora de acabar, se estaba alargando demasiado y no podía quedarme aburrido en un pueblecito como este. Miré al resto de la mesa, parecían molestos por mi decisión, bueno, excepto obviamente la chica rubia. Eso hizo que un escalofrío recorriese mi espalda, no me daba muy buena impresión. El sentimiento solo creció cuando me pareció ver un extraño movimiento por su parte, alzando una ceja. Negué con la cabeza entonces, no debía pensar así, seguro que eran imaginaciones mías. De todos modos, aunque perdiese esto no significaría demasiado si nadie igualaba la apuesta, se quedaría aquí y yo me retiraría tranquilamente.

—Lo siento chico pero solo se aceptan apuestas en metálico— intercedió la  croupier, dejando fuera la posiblidad de apostar cualquier cosa que no pudieran aportar al bote de inmediato —Son las reglas

—Una lástima, si aún sigues queriendo jugártela avisame cuando la cobres— comentó la joven jocosamente mientras ojeaba las dos cartas que acababa de recibir, apenas lo hizo durante un segundo y volvió a dejarlas boca a abajo junto al resto —Vaya calor que hace aquí— se quejó Maxim mientras deslizaba el dedo índice de su mano derecha hasta el escote del vestido y lo estiraba un poco para "tratar de refrigerarse" y por el camino hacer que las miradas de todos los presentes se desviasen hacia allí —¿dónde esta mi copa de vino?— comentó haciéndose la distraída mientras aprovechaba su mano derecha libre para en un rápido y disimulado movimiento "acomodar las cartas" que había recibido con un intercambio con las de la baraja que siempre llevaba escondida —¡Oh, aquí llega!— soltó el cuello de su vestido y alargó su mano derecha para recoger la copa —Gracias, guapo— le guiñó un ojo al tabernero antes de volverse hacia la mesa donde el archienemigo del jabón subía la apuesta —Uh, va fuerte el caballero— comentó socarronamente justo cuando el siguiente jugador aceptaba la apuesta y la igualaba.

Ahora le tocaba a Maximiliana, las miradas de todos volvían a centrarse en ella. Tomó un sorbo de su copa de vino y desvió su mirada hacia el último jugador, por su actitud parecía estar más que satisfecho con las cartas que tenía —Voy— dijo igualando también, pues estaba segura de que el siguiente subiría la apuesta y el bocado que se iba a llevar sería mayor.

Tal y como la mujer predijo, el último jugador volvió a subir y ahora le tocaba de nuevo al antonimo de la limpieza decidir si poner en riesgo lo que le quedaba y un poco más o retirarse.

Sin duda la sorpresa de que aquella mujer continuase con la apuesta había sacudido la sala, algunos murmuraban, otros simplemente fingían que sabían lo que iba a pasar. Yo, por mi parte, estaba disfrutando mucho de este juego. Aunque cuando escuché que se volvía a subir la apuesta, sí que es cierto que comencé a dudar, después de todo, dudaba mucho que tuviese los berries necesarios para continuar jugando. Acabé encogiéndome de hombros, realmente no pasaba nada, si no los tenía los conseguiría y ya, no tenía sentido preocuparme por eso ahora mismo.

-Bueno, supongo que no sería divertido si me echase para atrás ahora, ¿no?- Tras decir aquello, obviamente lo igualé.

La tensión atenazaba el ambiente, prácticamente podía oír los latidos de los jugadores de la mesa a punto de salir por sus bocas. Los únicos que parecíamos realmente estar disfrutando eramos ella y yo. Aun así, la emoción no tardó en desaparecer cuando tuvimos que enseñar todas nuestras cartas. Suspiré un poco decepcionado cuando vi que había perdido por muy poco, solo había una mano mayor que la mía y daba la casualidad que había sido la rubia quien la tenía. Me encogí de hombros, aceptando la situación mucho mejor que los dos hombres que parecían estar al borde de sufrir un ataque al corazón. Ahora lo único que tenía que pensar era en cómo pagar esta deuda. Obviamente le di todo lo que tenía en el momento, respetando las normas de las apuestas.

-Mmm… Ha sido un placer jugar contra ti, soy Yor, un placer. Al menos tú has sido mucho más divertida que estos dos.- No me importó demasiado que me escucharan, no era mentira. Le di entonces la mano a la chica, intentando ser amable para lo que le tenía que decir ahora.- Verás, en cuanto a lo de la apuesta…

No me dio tiempo a terminar la frase, ya que unos señores que acababan de irrumpir en el cuarto por una de las puertas la completaron por mi. Me sorprendí bastante cuando vi a unos hombres ataviados con trajes y armas entrar de golpe, gritando no sé qué sobre una deuda y unas trampas que no entendía para nada. Por culpa de esta distracción, la había soltado y obviamente, cuando me giré para verla de nuevo, ya estaba intentando huir.

Muy bien Yor, ahora te toca perseguir a una desconocida para decirle que no podías darle más dinero mientras intentas que no te llegue ningún tiro de los otros que también parecían tener cuentas pendientes con ella. Sin duda una noche de lo más entretenida.