Página 2 de 2. • 1, 2
Charlotte Prometio
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Un conejo gigante cercenado, eso no podría se más que un indicio del desollador, sus garras eran enormes al igual que todo su cuerpo; era una lástima, si hubiera llegado antes, me hubiese gustado llevarme a ese enorme ser conmigo. Seguimos el camino entre la densa nieve hasta alcanzar la entrada de la gruta, el camino era estrecho y muy frío, avanzaba con cuidado de no enterrarme las puntas de las estalactitas de hielo, aquel lugar se sentía como un refrigerador enorme, irónicamente hacía mucho sentido que un asesino en serie guardara a todas sus víctimas en un refrigerador gigante, con cada paso que dábamos estaba más convencido que ese era el sitio.
Llegamos al final del estrecho pasillo, una enorme y preciosa cúpula de hielo nos esperaba, parecía una obra de arte del renacimiento, obra de un verdadero artista. Nada más bajar un poco la mirada me dieron ganas de vomitar, un escalofrío enorme recorrió todo mi cuerpo, ni en la peor de mis pesadillas me hubiera imaginado esa escena. Sabía que nos estábamos adentrando a la guarida de un desollador loco, pero esto... esto era excesivo, ¿cómo se supone que debía haberme preparado para las imágenes que estaban captando mis ojos? Decenas de tiras piel meticulosamente ordenadas sobre una mesa de trabajo, muebles recubiertos de piel, piel humana claro está, algunas pieles más oscuras las usaba como tapete en su refugio. ¿Lo más increíble y desagradable de todo? Unos plantones que estaban hechos con varios remaches de distintos tipos de piel, probablemente cada uno correspondía a víctimas diferentes.
Bien, era cierto que no quería arruinar mi imagen física ante Alice, pero esta situación era completamente excepcional, mi cuerpo quería salir inmediatamente de ahí, ¿cómo debería ser el monstruo que había hecho eso? Tenía miedo, al mismo tiempo ese miedo me hacía pensar en que no quería dejar sola a la cazadora de porcelana aunque ella fuera más fuerte que yo, algo no se sentía bien. Mis ojos comenzaron a afilarse y a tornar color naranja.
-Alice, esto no es muy bello de ver, pero -comenzaron a afilarse mis dientes y mis garras- no saldré vivo de esta si no lo hago- me salieron la cola y las escamas, honestamente no sabía si saldría vivo incluso con esa forma- La ryu-ryu no mi, modelo baryonix, este es mi as.
Quería seguir bromeando con ella, pero no era el momento. Sonaron pisadas que retumbaron en toda la cúpula, un caminar duro y con nada de ritmo. acompañado de esa extraña forma de caminar una risa que, hasta la fecha resuena en mi mente, hizo eco por todo el lugar. No cabía duda, era él, era el retorcido desollador. Tomé ambas espadas, las desenfundé y volteé a ver a Alice esperando que ella supiera qué hacer.
Llegamos al final del estrecho pasillo, una enorme y preciosa cúpula de hielo nos esperaba, parecía una obra de arte del renacimiento, obra de un verdadero artista. Nada más bajar un poco la mirada me dieron ganas de vomitar, un escalofrío enorme recorrió todo mi cuerpo, ni en la peor de mis pesadillas me hubiera imaginado esa escena. Sabía que nos estábamos adentrando a la guarida de un desollador loco, pero esto... esto era excesivo, ¿cómo se supone que debía haberme preparado para las imágenes que estaban captando mis ojos? Decenas de tiras piel meticulosamente ordenadas sobre una mesa de trabajo, muebles recubiertos de piel, piel humana claro está, algunas pieles más oscuras las usaba como tapete en su refugio. ¿Lo más increíble y desagradable de todo? Unos plantones que estaban hechos con varios remaches de distintos tipos de piel, probablemente cada uno correspondía a víctimas diferentes.
Bien, era cierto que no quería arruinar mi imagen física ante Alice, pero esta situación era completamente excepcional, mi cuerpo quería salir inmediatamente de ahí, ¿cómo debería ser el monstruo que había hecho eso? Tenía miedo, al mismo tiempo ese miedo me hacía pensar en que no quería dejar sola a la cazadora de porcelana aunque ella fuera más fuerte que yo, algo no se sentía bien. Mis ojos comenzaron a afilarse y a tornar color naranja.
-Alice, esto no es muy bello de ver, pero -comenzaron a afilarse mis dientes y mis garras- no saldré vivo de esta si no lo hago- me salieron la cola y las escamas, honestamente no sabía si saldría vivo incluso con esa forma- La ryu-ryu no mi, modelo baryonix, este es mi as.
Quería seguir bromeando con ella, pero no era el momento. Sonaron pisadas que retumbaron en toda la cúpula, un caminar duro y con nada de ritmo. acompañado de esa extraña forma de caminar una risa que, hasta la fecha resuena en mi mente, hizo eco por todo el lugar. No cabía duda, era él, era el retorcido desollador. Tomé ambas espadas, las desenfundé y volteé a ver a Alice esperando que ella supiera qué hacer.
No podías evitar pensar que cada segundo que esperabais una vida inocente podía perderse, pero tratabas de mantenerte firme. El Desollador pronto saldría de alguno de los pasillos, pero si entrabais en uno os arriesgabais no solo a no encontrarlo, sino a pelear en completa desventaja. Las obras de marroquinería de la estancia y su estructura en sí misma denotaban una lucidez muy superior a la que los carteles le atribuían, lo que en parte podía deberse a que se hiciese el loco para evitar atención indeseada. ¿Quién se arriesgaría con un desollador ridículamente peligroso cuyos límites estaban tan difusos como el propio tejido de su cordura? Tal vez sufriese algún trastorno que alteraba su conducta por momentos, aunque sería mucha casualidad que no hubiese destrozado su guarida en un ramalazo si no era particularmente organizado.
Prometio por su parte parecía inmerso en sus propias preocupaciones. No podías saber cuáles eran, claro, pero imaginabas que lejos de pensar en lo curioso del comportamiento del asesino en su cabeza sonarían frases como "vamos a morir", "cómo me he metido en esto" o "para qué seguiría a esta loca". Había otras, claro, pero se trataba de pensamientos que no tenían lugar en la mente de una señorita, así que preferiste pensar mejor del chico y creer que sencillamente estaba analizando las pocas probabilidades de éxito que tenía una campaña semejante.
Debía estar en efecto preocupado, sí, porque comenzó a transformarse. Su cuerpo se cubrió de escamas y le salió una cola reptiliana. Tras eso explicó que su secreto era ser el usuario de la ryu ryu no mi del Baryonix, un animal que asumiste, creías que acertadamente, era una suerte de dinosaurio. En cualquier caso ese era el detalle de menor importancia: Era la primera vez que veías un usuario Zoan transformarse. ¡Y era alucinante!
- ¡Ostras! -exclamaste en un susugrito-. Había visto a Hayato transformado, pero la transformación en sí misma es espectacular. ¿Sientes algo mientras pasa? ¿Se reacomoda tu masa? Esa cola tiene que salir de alguna parte -dijiste antes de darte cuenta de lo mal que sonaba, por lo que algo ruborizada miraste hacia otro lado-. Me refiero, ¿sigues pesando lo mismo con ese rabo?
Suspiraste. No era momento de decir tonterías. Al otro lado del hielo un hombre peligroso, buscado vivo o muerto esperaba a que alguien se hiciese con él o muriese en el intento. Tú no te planteabas el segundo escenario, pero igualmente merecía la pena estar debidamente concentrada en lo que estabais haciendo.
- Es un buen poder -confirmaste-. Como mínimo evitará que te raje en el primer intento.
- Eso habrá que verlo -dijo una voz suave como el terciopelo a vuestra espalda.
Te diste la vuelta en el acto, con un escalofrío recorriendo todo tu espinazo. Frente a ti, exactamente por donde habíais entrado, un hombre más cicatriz que persona. Una parte de su cuerpo era rojiza, como si el aceite hubiese penetrado hasta la carne, mientras que a parches estaba completamente blanco como si hubiese conseguido un injerto de alguna clase. Quizá reciente. No llevaba peluca de cabelleras robadas ni la falsa barba que cubría más de la mitad de su mortecino rostro. Estaba casi desnudo, apenas cubierto por una piel de algún animal que esperabas no fuese un ser humano especialmente peludo.
- Tenéis una piel muy bonita -dijo con ese tono siseante y apagado, casi un susurro débil. Le costaba hablar-. Es un detalle habérmela traído.
Te costaba mirarlo. Era extremadamente desagradable, tanto por su actitud como por su cuerpo desfigurado.
- Es asqueroso, ¿verdad? Tú serás pronto así también. Ya lo verás; ya lo verás...
Prometio por su parte parecía inmerso en sus propias preocupaciones. No podías saber cuáles eran, claro, pero imaginabas que lejos de pensar en lo curioso del comportamiento del asesino en su cabeza sonarían frases como "vamos a morir", "cómo me he metido en esto" o "para qué seguiría a esta loca". Había otras, claro, pero se trataba de pensamientos que no tenían lugar en la mente de una señorita, así que preferiste pensar mejor del chico y creer que sencillamente estaba analizando las pocas probabilidades de éxito que tenía una campaña semejante.
Debía estar en efecto preocupado, sí, porque comenzó a transformarse. Su cuerpo se cubrió de escamas y le salió una cola reptiliana. Tras eso explicó que su secreto era ser el usuario de la ryu ryu no mi del Baryonix, un animal que asumiste, creías que acertadamente, era una suerte de dinosaurio. En cualquier caso ese era el detalle de menor importancia: Era la primera vez que veías un usuario Zoan transformarse. ¡Y era alucinante!
- ¡Ostras! -exclamaste en un susugrito-. Había visto a Hayato transformado, pero la transformación en sí misma es espectacular. ¿Sientes algo mientras pasa? ¿Se reacomoda tu masa? Esa cola tiene que salir de alguna parte -dijiste antes de darte cuenta de lo mal que sonaba, por lo que algo ruborizada miraste hacia otro lado-. Me refiero, ¿sigues pesando lo mismo con ese rabo?
Suspiraste. No era momento de decir tonterías. Al otro lado del hielo un hombre peligroso, buscado vivo o muerto esperaba a que alguien se hiciese con él o muriese en el intento. Tú no te planteabas el segundo escenario, pero igualmente merecía la pena estar debidamente concentrada en lo que estabais haciendo.
- Es un buen poder -confirmaste-. Como mínimo evitará que te raje en el primer intento.
- Eso habrá que verlo -dijo una voz suave como el terciopelo a vuestra espalda.
Te diste la vuelta en el acto, con un escalofrío recorriendo todo tu espinazo. Frente a ti, exactamente por donde habíais entrado, un hombre más cicatriz que persona. Una parte de su cuerpo era rojiza, como si el aceite hubiese penetrado hasta la carne, mientras que a parches estaba completamente blanco como si hubiese conseguido un injerto de alguna clase. Quizá reciente. No llevaba peluca de cabelleras robadas ni la falsa barba que cubría más de la mitad de su mortecino rostro. Estaba casi desnudo, apenas cubierto por una piel de algún animal que esperabas no fuese un ser humano especialmente peludo.
- Tenéis una piel muy bonita -dijo con ese tono siseante y apagado, casi un susurro débil. Le costaba hablar-. Es un detalle habérmela traído.
Te costaba mirarlo. Era extremadamente desagradable, tanto por su actitud como por su cuerpo desfigurado.
- Es asqueroso, ¿verdad? Tú serás pronto así también. Ya lo verás; ya lo verás...
Charlotte Prometio
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La pequeña broma de Alice había servido para destensar ligeramente el ambiente, quería contarle que se siente un pequeño pinchazo por todo el cuerpo cuando alcanzas la transformación mitad hombre mitad bestia, pero no era momento, quizás terminando nuestro pequeño asunto podríamos relajarnos con otro curioso chocolate de la taberna o tal vez encontrar un sitio con mejor comida, ya llegaría el momento de pensar en eso.
-Jiji- reía macabramente mientra entraba por el mismo pasillo que nosotros.
En el cartel de se busca se veía muchísimo mejor que en persona, su apariencia bastaba para intimidar a cualquiera, si tuviese parado a un dinosaurio enorme (como yo) y a ese sujeto que tenía más cicatrices y remaches de piel por todo el cuerpo que, rayas un tigre, mil veces huiría de él, lo tengo por seguro. Su cuerpo era terrible a la vista, lleno de quemaduras y cicatrices en forma de queloides, desconocía si aquellas herida habían sido producto de los asesinatos indiscriminados o si habían sido hechas antes; si era lo segundo, quizás podría explicar su extraña afición. Era un hombre delgado y alto que caminaba encorvado, hasta parecía que caminaba con cierta timidez, había glo que claramente no estaba bien con su mente. ¿El comentario de la piel bonita había sido para Alice por su blanca y tersa piel o para mi escamosa piel de dinosaurio? Probablemente era para ella, pero dudaba que aquel loco tuviese muchas pieles como la mía entre su colección.
Aunque su apariencia era tenebrosa, su aura lo era aún más, el lugar se sentía como si hubiese sido inundando con una especie de bruma invisible que transmitía esa sensación de muerte nada más respirar. Con cada instante que uno se quedase cerca del desollador parecía que la muerte tiraba lentamente de tus ropas. Me entraron ganas de vomitar. El desollador sacó de entre las bolsas de su extraña piel un par de cuchillos grandes, anchos, muy curvados y muy bien afilados. Lamió emocionado el filo de uno de ellos mientras sonreía.
-Qué pareja tan amable -dijo mientras reía- quizás contigo -dijo señalándome- pueda hacer una maleta o un lindo bolso o quizás unos botines -el desollador comenzó a sonreír y puso sus ojos en blanco mientras se abrazaba a sí mismo- pero contigo, corazón -dijo mientras fijaba la mirada en Alice- tú serás mi obra maestra, mira lo blanca que eres, podrías... -el asesino comenzó a babear y puso una cara de éxtasis mientras soltaba un leve gemido.
El desollador procedió a lanzarse, riéndose en un tono apenas audible, en contra de la cazadora de porcelana.
-Jiji- reía macabramente mientra entraba por el mismo pasillo que nosotros.
En el cartel de se busca se veía muchísimo mejor que en persona, su apariencia bastaba para intimidar a cualquiera, si tuviese parado a un dinosaurio enorme (como yo) y a ese sujeto que tenía más cicatrices y remaches de piel por todo el cuerpo que, rayas un tigre, mil veces huiría de él, lo tengo por seguro. Su cuerpo era terrible a la vista, lleno de quemaduras y cicatrices en forma de queloides, desconocía si aquellas herida habían sido producto de los asesinatos indiscriminados o si habían sido hechas antes; si era lo segundo, quizás podría explicar su extraña afición. Era un hombre delgado y alto que caminaba encorvado, hasta parecía que caminaba con cierta timidez, había glo que claramente no estaba bien con su mente. ¿El comentario de la piel bonita había sido para Alice por su blanca y tersa piel o para mi escamosa piel de dinosaurio? Probablemente era para ella, pero dudaba que aquel loco tuviese muchas pieles como la mía entre su colección.
Aunque su apariencia era tenebrosa, su aura lo era aún más, el lugar se sentía como si hubiese sido inundando con una especie de bruma invisible que transmitía esa sensación de muerte nada más respirar. Con cada instante que uno se quedase cerca del desollador parecía que la muerte tiraba lentamente de tus ropas. Me entraron ganas de vomitar. El desollador sacó de entre las bolsas de su extraña piel un par de cuchillos grandes, anchos, muy curvados y muy bien afilados. Lamió emocionado el filo de uno de ellos mientras sonreía.
-Qué pareja tan amable -dijo mientras reía- quizás contigo -dijo señalándome- pueda hacer una maleta o un lindo bolso o quizás unos botines -el desollador comenzó a sonreír y puso sus ojos en blanco mientras se abrazaba a sí mismo- pero contigo, corazón -dijo mientras fijaba la mirada en Alice- tú serás mi obra maestra, mira lo blanca que eres, podrías... -el asesino comenzó a babear y puso una cara de éxtasis mientras soltaba un leve gemido.
El desollador procedió a lanzarse, riéndose en un tono apenas audible, en contra de la cazadora de porcelana.
Soltaste un chillido asqueado cuando sentiste su piel costrosa tocarte por encima del abrigo. Llegó más rápido de lo que habías supuesto y aferró más fuerte de lo que habrías esperado, haciendo que sonase un débil crujido en tu antebrazo izquierdo. Tu sonrisa se ensanchó mientras notabas una leve fractura; no se había roto del todo, pero si seguía apretando podrías acabar muy mal. Sin tiempo para pensar volviste toda la extremidad de la oscuridad más negra. Su mano se hundió en ella, doliéndote como si sus descuidadas uñas penetrasen tu carne. Aun así te resististe a gritar de nuevo y concentraste con cuanta serenidad te quedaba oscuridad en una singularidad que se apoderó de ti. El Desollador trató de retirar el brazo pero no podía, y con tal vez demasiada fuerza proyectaste un puñetazo que lo hizo volar despedido.
- ¡Hey, me ha salido! -celebraste, con lágrimas cayendo por tus mejillas y una sonrisa impostada. Había sido extremadamente doloroso, pero había funcionado-. No sabía si sería capaz de hacerlo en la práctica; solo lo había estudiado un poco, y...
Te diste cuenta de que tal vez para Prometio sería un poco extraño verte con un brazo negro y humeante mientras no le dabas ninguna importancia. Algo avergonzada lo ocultaste tras la espalda, como si de ese modo nadie pudiera verlo, frunciendo los labios algo avergonzada. Hasta el momento solo Illje y tu tripulación sabían que eras usuaria, por lo que era casi como desnudarte ante un desconocido.
- Puede... Puede que yo también sea usuaria -concediste, desviando la mirada-. ¡Pero yo no grito mis habilidades!
El desollador se levantó con dificultad, renqueante. En esa ocasión se irguió cuan alto era, tirando la mayor parte de pieles al suelo para dejar ver un cuerpo cosido a parches de diferentes tonalidades, cubriendo las marcas de sus quemaduras.
- Y una usuaria muy poderosa -soltó-. Conocí a un dueño de esa fruta. Un hombre simpático, hace diez años. -Rio-. Tenía una piel casi tan bonita como la tuya; ¿todos tenéis la piel tan bonita? -Necesitabas contener las ganas de vomitar-. Es una sentencia de muerte consumir la fruta del mal. Siempre habrá alguien que quiera matar a su dueño por poder. La rueda siempre sigue girando...
Bufaste, nerviosa. ¿Qué pretendía?
- Prometio... -Lo miraste por un instante-. Nada. No importa.
Con un brazo hecho oscuridad, ennegreciste tus huesos y te abalanzaste contra el Desollador a la carrera. Los cuchillos se elongaron hasta ser pequeñas espadas. Te habría gustado no sonreír mientras corrías, pero el dolor seguía afectándote. Tuviste cuidado cuando llegaste a él, virando a tu derecha por un momento y descargando un golpe con la mano zurda contra su pecho, aunque lo paró con la mano firmemente.
Saltaste hacia atrás al instante. ¿Haki? No, su mano sangraba. Solo era estúpidamente resistente; ibas a tener que esforzarte mucho para acabar con él. Igual que Prometio estuviese ahí no era tan buena idea.
- ¡Hey, me ha salido! -celebraste, con lágrimas cayendo por tus mejillas y una sonrisa impostada. Había sido extremadamente doloroso, pero había funcionado-. No sabía si sería capaz de hacerlo en la práctica; solo lo había estudiado un poco, y...
Te diste cuenta de que tal vez para Prometio sería un poco extraño verte con un brazo negro y humeante mientras no le dabas ninguna importancia. Algo avergonzada lo ocultaste tras la espalda, como si de ese modo nadie pudiera verlo, frunciendo los labios algo avergonzada. Hasta el momento solo Illje y tu tripulación sabían que eras usuaria, por lo que era casi como desnudarte ante un desconocido.
- Puede... Puede que yo también sea usuaria -concediste, desviando la mirada-. ¡Pero yo no grito mis habilidades!
El desollador se levantó con dificultad, renqueante. En esa ocasión se irguió cuan alto era, tirando la mayor parte de pieles al suelo para dejar ver un cuerpo cosido a parches de diferentes tonalidades, cubriendo las marcas de sus quemaduras.
- Y una usuaria muy poderosa -soltó-. Conocí a un dueño de esa fruta. Un hombre simpático, hace diez años. -Rio-. Tenía una piel casi tan bonita como la tuya; ¿todos tenéis la piel tan bonita? -Necesitabas contener las ganas de vomitar-. Es una sentencia de muerte consumir la fruta del mal. Siempre habrá alguien que quiera matar a su dueño por poder. La rueda siempre sigue girando...
Bufaste, nerviosa. ¿Qué pretendía?
- Prometio... -Lo miraste por un instante-. Nada. No importa.
Con un brazo hecho oscuridad, ennegreciste tus huesos y te abalanzaste contra el Desollador a la carrera. Los cuchillos se elongaron hasta ser pequeñas espadas. Te habría gustado no sonreír mientras corrías, pero el dolor seguía afectándote. Tuviste cuidado cuando llegaste a él, virando a tu derecha por un momento y descargando un golpe con la mano zurda contra su pecho, aunque lo paró con la mano firmemente.
Saltaste hacia atrás al instante. ¿Haki? No, su mano sangraba. Solo era estúpidamente resistente; ibas a tener que esforzarte mucho para acabar con él. Igual que Prometio estuviese ahí no era tan buena idea.
Charlotte Prometio
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Fue un pequeño intercambio de golpes, no fue una gran batalla ni una demostración gigante de poder, solamente ese pequeño intercambio de golpes fue suficiente para recordarme mi lugar, el desquiciado se había lanzado a una velocidad mayor a la mía con gran impetú y Alice, tan poderosa como la imaginaba, había repelido su ataque con una técnica asombrosa. Su brazo se había transformado en una especie de abismo negro, que había absorbido el golpe del desollador e incluso lo había repelido, aún con todo eso parecía que ella sufría, me encontraba ensimismado analizando el despliegue de sus habilidades hasta que Alice me relajó con una ligera broma.
-Bue.. -no sabía que decir- bueno, pero es que al menos tengo que parecer genial.
Me sentía algo apenado, no había manera que mis únicas dos técnicas pudieran estar a la altura de aquel abismo negro, era una defensa total que, incluso tenía un enorme potencial, en comparación las mías dudaba que pudieran surtir efecto en aquel demente. La cazadora de porcelana era increíble, era una usuaria de una fruta que lucía increíble, la oscuridad que producía no quedaba para nada con ella, pero al mismo tiempo hacía todo el sentido del mundo por alguna extraña razón. El desollador dejó su cuerpo (casi) completamente al desnudo, era aún más tétrico de mirar sin ninguna piel ajena encima: parecía un peluche parchado por un niño pequeño, solamente que los parches eran trozos de pieles de sus victimas. Alice volvió a arremeter en contra de él, un puñetazo certero que el desollador pudo parar con la mano desnuda, ¿qué tipo de fuerza sobrehumana poseía para anular de tal manera una fruta del diablo. ¿Qué estaba haciendo, mucho ayuda el que no estorba? ¿Acaso iba a dejar que Alice fuera maltratada con cada corte que el desollador lanzara? Ella trataba de mostrarse fuerte, pero con sus últimos dos ataques había mostrado gestos de dolor. El desquiciado miró fijamente a mi compañera mientras su boca chorreaba baba y levantó uno de sus cuchillos.
-¡Trágate esto, enfermo! -grité mientras daba un giro agitando mi cola- Lollypop break -susurré para que la cazadora no se burlara de mí.
No había mucho que pudiera hacer en un mano a mano contra el desollador, si me sumergía de lleno en la pelea podría convertirme más en una carga para ella que lo que podría ayudarla, pero... Con lo obsesionado que estaba el desollador con sus pieles y lo organizados que estaban colocados sus "trofeos", era más que factible pensar que no lo tomaría de la mejor manera si les llegase a pasar algo. La onda de choque generada por mi técnica rompió su mesa de trabajo e impactó en su cama, salieron volando por los aires las pieles y los pantalones que cuidadosamente había cocido. Esperaba que esa distracción fuera de utilidad para Alice y me puse en guardia en caso de que el desollador arremetiera en mi contra.
-Bue.. -no sabía que decir- bueno, pero es que al menos tengo que parecer genial.
Me sentía algo apenado, no había manera que mis únicas dos técnicas pudieran estar a la altura de aquel abismo negro, era una defensa total que, incluso tenía un enorme potencial, en comparación las mías dudaba que pudieran surtir efecto en aquel demente. La cazadora de porcelana era increíble, era una usuaria de una fruta que lucía increíble, la oscuridad que producía no quedaba para nada con ella, pero al mismo tiempo hacía todo el sentido del mundo por alguna extraña razón. El desollador dejó su cuerpo (casi) completamente al desnudo, era aún más tétrico de mirar sin ninguna piel ajena encima: parecía un peluche parchado por un niño pequeño, solamente que los parches eran trozos de pieles de sus victimas. Alice volvió a arremeter en contra de él, un puñetazo certero que el desollador pudo parar con la mano desnuda, ¿qué tipo de fuerza sobrehumana poseía para anular de tal manera una fruta del diablo. ¿Qué estaba haciendo, mucho ayuda el que no estorba? ¿Acaso iba a dejar que Alice fuera maltratada con cada corte que el desollador lanzara? Ella trataba de mostrarse fuerte, pero con sus últimos dos ataques había mostrado gestos de dolor. El desquiciado miró fijamente a mi compañera mientras su boca chorreaba baba y levantó uno de sus cuchillos.
-¡Trágate esto, enfermo! -grité mientras daba un giro agitando mi cola- Lollypop break -susurré para que la cazadora no se burlara de mí.
No había mucho que pudiera hacer en un mano a mano contra el desollador, si me sumergía de lleno en la pelea podría convertirme más en una carga para ella que lo que podría ayudarla, pero... Con lo obsesionado que estaba el desollador con sus pieles y lo organizados que estaban colocados sus "trofeos", era más que factible pensar que no lo tomaría de la mejor manera si les llegase a pasar algo. La onda de choque generada por mi técnica rompió su mesa de trabajo e impactó en su cama, salieron volando por los aires las pieles y los pantalones que cuidadosamente había cocido. Esperaba que esa distracción fuera de utilidad para Alice y me puse en guardia en caso de que el desollador arremetiera en mi contra.
Te observó detenidamente, como un cazador que acecha a su presa. Cada vez más seguro de sí mismo, casi sonriente en lo que quedaba de sus labios, había terminado por erguirse totalmente. Lamió la herida de su mano sin dejar de mirarte moviéndose muy despacio. No sabías en qué momento, cómo ni cuándo iba a lanzarse, pero sabías que muy pronto lo haría. Veías la emoción en sus ojos; esa euforia que solo la pelea producía. Quería tu piel y estudiaba cómo no dañarla mientras te reducía, pero eso solo parecía añadir interés en su perturbada cabeza. En cierto modo, a ti también te parecía interesante ese pensamiento: Si llegabas a esa conclusión antes que él, podrías defenderte mejor.
Sin embargo terminó por acercarse nuevamente. Era rápido pero esa vez ya contabas con lo que pretendía, así que diste un pequeño salto hacia la derecha cuando estuvo cerca como para agarrarte, tratando de propinarle un tajo que evadió fácilmente, aunque patinó ligeramente con el hielo. Tú sonreíste, cayendo en la cuenta de que por muy bien hecha que estuviese aquella cámara los movimientos rápidos hacían que se fundiese aun si solo lo hacía la capa superficial. No obstante lo que realmente pareció dejarlo fuera de combate resultó ser Prometio, que con cierta vergüenza soltó en un susurro el nombre de la técnica que hizo la expresión del Desollador romperse por completo.
Lo primero que hizo fue abrir los ojos de par en par. Sus párpados apenas existían, pero eso no evitó que pareciesen salirse de sus órbitas. Un chillido roto mientras se estabilizaba de golpe, como si nunca hubiese resbalado, y un instante de estar completamente petrificado. ¿Cómo se le había ocurrido a Prometio semejante genialidad? Distraerlo era la mejor opción.
Aprovechaste tu oportunidad. Volviste contra él sin piedad, tratando de clavar ambas hojas bajo su costado, pero sin apenas inmutarse movió el brazo a una velocidad inhumana. Saliste volando y golpeaste una de las heladas paredes, que se agrietó casi de inmediato.
Caíste al suelo con las manos por delante, sintiendo el dolor de todos tus huesos romperse una y otra vez. Odiabas esa sensación casi tanto como la de sentir las comisuras de tus labios estirarse hasta formar una sonrisa histriónica. Como pudiste mascaste hasta que pudiste escupir una bola de sangre y saliva. Para cuando te levantaste, la bestia había despertado y corría contra Prometio. No iba a bastar un cuchillo; tampoco andarse con bromas.
El suelo ennegreció casi de forma instantánea, extendiéndose desde tu posición y extendiendo unos zarcillos que tiraron del chico dinosaurio mientras otros tantos intentaban agarrar y atraer al monstruo. Tragaste saliva que aún sabía a hierro y dejaste que en tu mano se conformase Ares mientras el Desollador conseguía evitar ser consumido por la oscuridad. En parte te sorprendió; nadie hasta el momento había podido evitar la atracción del vacío, lo que implicaba que debía ser rápido. Muy rápido.
- ¡Habéis destruido mi trabajo! -gritaba, aún tratando de acercarse a Prometio sin siquiera pensar-. ¡Mi vida, mi poder!
En cierto modo te cautivaba su pasión, pero comenzaste a caminar hacia él. Todo se iba hundiendo en la oscuridad, pero tú dabas delicados pasos como si fuese la más sólida de las rocas, ignorando en l medida en que podías el dolor. No podías correr, pero él tampoco podía hacer gran cosa anulado de esa forma. Algo torpe dirigiste un tajo de la lanza contra su pecho, esperando al menos llegar a cortarlo para que volviese a centrarse en ti.
Sin embargo terminó por acercarse nuevamente. Era rápido pero esa vez ya contabas con lo que pretendía, así que diste un pequeño salto hacia la derecha cuando estuvo cerca como para agarrarte, tratando de propinarle un tajo que evadió fácilmente, aunque patinó ligeramente con el hielo. Tú sonreíste, cayendo en la cuenta de que por muy bien hecha que estuviese aquella cámara los movimientos rápidos hacían que se fundiese aun si solo lo hacía la capa superficial. No obstante lo que realmente pareció dejarlo fuera de combate resultó ser Prometio, que con cierta vergüenza soltó en un susurro el nombre de la técnica que hizo la expresión del Desollador romperse por completo.
Lo primero que hizo fue abrir los ojos de par en par. Sus párpados apenas existían, pero eso no evitó que pareciesen salirse de sus órbitas. Un chillido roto mientras se estabilizaba de golpe, como si nunca hubiese resbalado, y un instante de estar completamente petrificado. ¿Cómo se le había ocurrido a Prometio semejante genialidad? Distraerlo era la mejor opción.
Aprovechaste tu oportunidad. Volviste contra él sin piedad, tratando de clavar ambas hojas bajo su costado, pero sin apenas inmutarse movió el brazo a una velocidad inhumana. Saliste volando y golpeaste una de las heladas paredes, que se agrietó casi de inmediato.
Caíste al suelo con las manos por delante, sintiendo el dolor de todos tus huesos romperse una y otra vez. Odiabas esa sensación casi tanto como la de sentir las comisuras de tus labios estirarse hasta formar una sonrisa histriónica. Como pudiste mascaste hasta que pudiste escupir una bola de sangre y saliva. Para cuando te levantaste, la bestia había despertado y corría contra Prometio. No iba a bastar un cuchillo; tampoco andarse con bromas.
El suelo ennegreció casi de forma instantánea, extendiéndose desde tu posición y extendiendo unos zarcillos que tiraron del chico dinosaurio mientras otros tantos intentaban agarrar y atraer al monstruo. Tragaste saliva que aún sabía a hierro y dejaste que en tu mano se conformase Ares mientras el Desollador conseguía evitar ser consumido por la oscuridad. En parte te sorprendió; nadie hasta el momento había podido evitar la atracción del vacío, lo que implicaba que debía ser rápido. Muy rápido.
- ¡Habéis destruido mi trabajo! -gritaba, aún tratando de acercarse a Prometio sin siquiera pensar-. ¡Mi vida, mi poder!
En cierto modo te cautivaba su pasión, pero comenzaste a caminar hacia él. Todo se iba hundiendo en la oscuridad, pero tú dabas delicados pasos como si fuese la más sólida de las rocas, ignorando en l medida en que podías el dolor. No podías correr, pero él tampoco podía hacer gran cosa anulado de esa forma. Algo torpe dirigiste un tajo de la lanza contra su pecho, esperando al menos llegar a cortarlo para que volviese a centrarse en ti.
Charlotte Prometio
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Triunfante por mi acción volteé a ver al desollador, se encontraba completamente sacado de quicio, había olvidado por completo a a Alice y me observaba con una mirada que nunca voy a olvidar: sus dos ojos negros se clavaban fijamente en mí con el mismo odio de un hijo que ha sido separado de su madre. Se sentía como si miles de agujas se estuvieran clavando en mi cuerpo constantemente, no había movido un sólo dedo aún, pero esa era la sensación de muerte.
Él no tardó mucho en gritar lleno de cólera y arremeter en mi contra, Alice por su parte trataba de detenerlo con el poder de su fruta, pero su oscuridad parecía no alcanzar a su objetivo debido a lo rápido que se movía. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, observé la cara retorcida de mi enemigo, sus ojos parecían salir de sus órbitas, la piel de su cara también tenía algunos remaches, el más visible era uno que le cubría la mayor parte de su mejilla derecha, su saliva escurría de su boca. Agitó su par de cuchillos. Intuitivamente lancé mis espadas hacia enfrente para protegerme de las armas del desollador, apenas suficiente para evitar que me arrancara la cabeza: sonó el chica de los aceros.
La fuerza del desquiciado era enorme, el golpe del choque entre nuestras armas fue suficiente para doblar mis rodillas y caer sobre mi espalda. "Levántate, levántate, una vez más" pensaba, me diO tiempo apenas de levantar mi espalda y poner mis espadas en forma de cruz para resistir otro ataque. De nuevo el sonar del metal chocando, otra vez y otra vez, con cada ataque que lanzaba sentía como temblaban mis espadas y mis brazos, las iba a romper. Tenía miedo, ¿tres, cuatro, quizás cinco golpes más? Mis armas no durarían mucho más con esa serie de ataques. Comencé a respirar de manera agitada, los embates del desollador ocurrían tan rápido, pero al mismo tiempo tan lento, cada centésima de segundo parecía eterna, su cuchillo caía lentamente hacia mí. "No quiero morir, no quiero morir" pensamientos sobre mi muerte comenzaron a inundar mi mente mientras yo me negaba a aceptarla. Lancé un grito que resonó por todo el hielo. Fue un segundo, quizás ni siquiera eso, pero por ese instante pareció que mis espadas se volvieron una extensión de mí, sentía mi energía recorriendo el acero de su filo, como si tuvieran su propia aura. Volvieron a chocar los aceros, esta vez el desollador retrocedió un poco, lo suficiente para darme cuenta de que todo el lugar estaba siendo cubierto por la oscuridad de Alice.
Él no tardó mucho en gritar lleno de cólera y arremeter en mi contra, Alice por su parte trataba de detenerlo con el poder de su fruta, pero su oscuridad parecía no alcanzar a su objetivo debido a lo rápido que se movía. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, observé la cara retorcida de mi enemigo, sus ojos parecían salir de sus órbitas, la piel de su cara también tenía algunos remaches, el más visible era uno que le cubría la mayor parte de su mejilla derecha, su saliva escurría de su boca. Agitó su par de cuchillos. Intuitivamente lancé mis espadas hacia enfrente para protegerme de las armas del desollador, apenas suficiente para evitar que me arrancara la cabeza: sonó el chica de los aceros.
La fuerza del desquiciado era enorme, el golpe del choque entre nuestras armas fue suficiente para doblar mis rodillas y caer sobre mi espalda. "Levántate, levántate, una vez más" pensaba, me diO tiempo apenas de levantar mi espalda y poner mis espadas en forma de cruz para resistir otro ataque. De nuevo el sonar del metal chocando, otra vez y otra vez, con cada ataque que lanzaba sentía como temblaban mis espadas y mis brazos, las iba a romper. Tenía miedo, ¿tres, cuatro, quizás cinco golpes más? Mis armas no durarían mucho más con esa serie de ataques. Comencé a respirar de manera agitada, los embates del desollador ocurrían tan rápido, pero al mismo tiempo tan lento, cada centésima de segundo parecía eterna, su cuchillo caía lentamente hacia mí. "No quiero morir, no quiero morir" pensamientos sobre mi muerte comenzaron a inundar mi mente mientras yo me negaba a aceptarla. Lancé un grito que resonó por todo el hielo. Fue un segundo, quizás ni siquiera eso, pero por ese instante pareció que mis espadas se volvieron una extensión de mí, sentía mi energía recorriendo el acero de su filo, como si tuvieran su propia aura. Volvieron a chocar los aceros, esta vez el desollador retrocedió un poco, lo suficiente para darme cuenta de que todo el lugar estaba siendo cubierto por la oscuridad de Alice.
Fue durante solo un instante, tan breve que dudabas Prometio se hubiese percatado del todo, pero el Desollador y tú os mirasteis mutuamente: Sabíais lo que significaba. Mientras tu sonrisa se ensanchó con un ligero orgullo la suya se retorció en una mueca descompuesta. Su sonrisa sin labios dio paso a una expresión bastante más sombría, aunque también calculadora. Conocía tu fruta del diablo, y aunque se mostraba excéntrico tú veías algo más allá de sus comportamientos perversos. Cuando la lanza atravesó su pecho, sin embargo, él también endureció todo su cuerpo como si se tratase de un cascarón. Negro, impenetrable, y sobre todo peligroso. Un impacto con Haki no solo te dolería sino que muy seguramente te destrozase un par de huesos.
Él parecía extraordinariamente consciente de ese detalle. Sorpresivamente su piel, aún ennegrecida, comenzó a desprenderse en largas tiras de todo su cuerpo como asquerosas tenias que formaron tentáculos detrás de su espalda. A pesar de que el Haki recorría su carne podías distinguir las fibras de su musculatura y, de golpe, comprendiste. ¡Era usuario!
- ¡Idiotas! -bramó-. ¡Esa piel la necesitaba! Soy usuario de la gawa gawa no mi. Puedo manejar la piel de mi cuerpo a voluntad... ¡Pero para eso hace falta piel!
Todo cuadraba de pronto: Como usuario de esa fruta sin piel no tendría ningún poder; razón de más para quemarlo vivo, destruyéndola. Por eso se implantaba la de otra gente, también: Para recuperar su poder. En realidad era asqueroso y te sorprendió que con el tamaño que estaban tomando esos tentáculos no pudiese regenerarla por sí mismo, pero las frutas del diablo funcionaban de maneras caprichosas. Aquella no era la excepción.
- Solo necesito tocarte, preciosa -dijo-. Déjame tocar tu blanca piel, y prometo que no te dolerá... Mucho.
Había un brillo primario en su mirada, como si llevase tiempo deseando ser confrontado, demostrar su verdadero poder. Trataste de arrancar a Ares de su pecho, pero no había forma de sacarla y los tentáculos se dirigieron a por ti. Diste un salto hacia atrás mientras tu oscuridad chocaba contra sus zarcillos, dejando que al caer la oscuridad te llevara a su mundo por un instante.
Siempre era sofocante entrar en la oscuridad. Mientras existías y no existías, tratando de ver a través de coordenadas que no tenías claras del todo, te moviste hasta su espalda y emergiste tirando de uno de los casi invisibles hilos de luz hasta estar detrás de él, con una de tus dagas en la mano, imbuida de Haki, y fuiste tan rápida como pudiste.
Chilló. Chilló como una araña al fuego, con un dolor que no comprendías y volteó como pudo hacia ti, pero no atacó. Estaba analizando la situación.
Te dio un puñetazo por sorpresa que te estampó contra la pared. Sentiste tus costillas romperse y por poco tu cabeza no corrió la misma suerte. El Haki había atravesado los huesos de sombra. Sin embargo no cargó de nuevo, sino que se escabulló por uno de los pasillos. Tú te quedaste de pie, sin apenas poder moverte, tratando de no respirar demasiado fuerte.
- Prom... -trataste de decir, con un hilo de voz-. Prometio. -Tu voz era casi una súplica-. Ayuda, por favor...
Te habías confiado demasiado.
Él parecía extraordinariamente consciente de ese detalle. Sorpresivamente su piel, aún ennegrecida, comenzó a desprenderse en largas tiras de todo su cuerpo como asquerosas tenias que formaron tentáculos detrás de su espalda. A pesar de que el Haki recorría su carne podías distinguir las fibras de su musculatura y, de golpe, comprendiste. ¡Era usuario!
- ¡Idiotas! -bramó-. ¡Esa piel la necesitaba! Soy usuario de la gawa gawa no mi. Puedo manejar la piel de mi cuerpo a voluntad... ¡Pero para eso hace falta piel!
Todo cuadraba de pronto: Como usuario de esa fruta sin piel no tendría ningún poder; razón de más para quemarlo vivo, destruyéndola. Por eso se implantaba la de otra gente, también: Para recuperar su poder. En realidad era asqueroso y te sorprendió que con el tamaño que estaban tomando esos tentáculos no pudiese regenerarla por sí mismo, pero las frutas del diablo funcionaban de maneras caprichosas. Aquella no era la excepción.
- Solo necesito tocarte, preciosa -dijo-. Déjame tocar tu blanca piel, y prometo que no te dolerá... Mucho.
Había un brillo primario en su mirada, como si llevase tiempo deseando ser confrontado, demostrar su verdadero poder. Trataste de arrancar a Ares de su pecho, pero no había forma de sacarla y los tentáculos se dirigieron a por ti. Diste un salto hacia atrás mientras tu oscuridad chocaba contra sus zarcillos, dejando que al caer la oscuridad te llevara a su mundo por un instante.
Siempre era sofocante entrar en la oscuridad. Mientras existías y no existías, tratando de ver a través de coordenadas que no tenías claras del todo, te moviste hasta su espalda y emergiste tirando de uno de los casi invisibles hilos de luz hasta estar detrás de él, con una de tus dagas en la mano, imbuida de Haki, y fuiste tan rápida como pudiste.
Chilló. Chilló como una araña al fuego, con un dolor que no comprendías y volteó como pudo hacia ti, pero no atacó. Estaba analizando la situación.
Te dio un puñetazo por sorpresa que te estampó contra la pared. Sentiste tus costillas romperse y por poco tu cabeza no corrió la misma suerte. El Haki había atravesado los huesos de sombra. Sin embargo no cargó de nuevo, sino que se escabulló por uno de los pasillos. Tú te quedaste de pie, sin apenas poder moverte, tratando de no respirar demasiado fuerte.
- Prom... -trataste de decir, con un hilo de voz-. Prometio. -Tu voz era casi una súplica-. Ayuda, por favor...
Te habías confiado demasiado.
Charlotte Prometio
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Alice volvió a la carga aprovechando ese ligero empujón que había repelido al desollador, ¿qué había sido aquella sensación cuando rechinaban las espadas? Estaba aún en shock, no entendía cómo no se habían roto las espadas ni tampoco cómo es que seguía con vida, seguramente gracias a la cazadora de porcelana. Alcé la mirada, ellos se batían en duelo intercambiando una serie de golpes que lanzaban una pequeña onda de repulsión cada que chocaban sus golpes. La piel del enfermo se enegreció y resplandecía, ¿era el poder de una akuma? No tenía ni idea, pero gracias a eso era capaz de contrarrestar las técnicas de Alice.
Nos reveló con una cara tétrica que él era usuario de una fruta que le permitía controlar la piel, aunque no podía producirla, ahora tenía sentido su afición tan extraña. La forma en la que desplegaba su fruta era sumamente asquerosa: su piel se arrancaba dejando ver los músculos de su cuerpo, controlando la asquerosa piel de su cuerpo comenzó a pelear con Alice hasta que ella logró clavarle una daga. El desollador, enojado por esta acción, lanzó un golpe que estrelló a la cazadora contra las paredes heladas. Me puse de pie, el golpe la había dejado fuera de combate, tenía que protegerla, otro más de esos ataques y podía poner en riesgo su vida. Empuñé con todas mis fuerzas ambas espadas. Por la inyección de adrenalina no me había dado cuenta que mis brazos habían recibido varios cortes, estaban empapados en sangre, no importaba, no iba a quedarme de brazos cruzados mientras el desollador atacaba a Alice. Por alguna razón que, a la fecha desconozco, el desollador salió del lugar dejándonos atrás, ¿la fruta de la cazadora le habría intimidado, la daga habría logrado hacerle daño? Pensé en perseguirle hasta que escuché la voz de mi compañera.
-Alice, querida- dije mientras guardaba mis espadas- ¿estás bien? -claro que no estaba bien, a simple vista podía notarse que el ataque del desollador había logrado hacerle mucho daño- te llevaré en mi espalda, conseguiremos un doctor así que aguanta un poco -le dije mientras extendía mis ensangrentados brazos con una sonrisa nerviosa, estaba preocupado- más tarde te llevaré a las aguas termales.
Me hacía mucho ruido el hecho de encontrarnos de nuevo al desollador, yo no estaba ni por asomo en su nivel de fuerza y no podría hacer mucho con Alice a mis espaldas. Salimos rápidamente de la cueva helada, tendríamos que regresar rápido a Bighorn para buscar de urgencia un médico.
Nos reveló con una cara tétrica que él era usuario de una fruta que le permitía controlar la piel, aunque no podía producirla, ahora tenía sentido su afición tan extraña. La forma en la que desplegaba su fruta era sumamente asquerosa: su piel se arrancaba dejando ver los músculos de su cuerpo, controlando la asquerosa piel de su cuerpo comenzó a pelear con Alice hasta que ella logró clavarle una daga. El desollador, enojado por esta acción, lanzó un golpe que estrelló a la cazadora contra las paredes heladas. Me puse de pie, el golpe la había dejado fuera de combate, tenía que protegerla, otro más de esos ataques y podía poner en riesgo su vida. Empuñé con todas mis fuerzas ambas espadas. Por la inyección de adrenalina no me había dado cuenta que mis brazos habían recibido varios cortes, estaban empapados en sangre, no importaba, no iba a quedarme de brazos cruzados mientras el desollador atacaba a Alice. Por alguna razón que, a la fecha desconozco, el desollador salió del lugar dejándonos atrás, ¿la fruta de la cazadora le habría intimidado, la daga habría logrado hacerle daño? Pensé en perseguirle hasta que escuché la voz de mi compañera.
-Alice, querida- dije mientras guardaba mis espadas- ¿estás bien? -claro que no estaba bien, a simple vista podía notarse que el ataque del desollador había logrado hacerle mucho daño- te llevaré en mi espalda, conseguiremos un doctor así que aguanta un poco -le dije mientras extendía mis ensangrentados brazos con una sonrisa nerviosa, estaba preocupado- más tarde te llevaré a las aguas termales.
Me hacía mucho ruido el hecho de encontrarnos de nuevo al desollador, yo no estaba ni por asomo en su nivel de fuerza y no podría hacer mucho con Alice a mis espaldas. Salimos rápidamente de la cueva helada, tendríamos que regresar rápido a Bighorn para buscar de urgencia un médico.
El pecho te ardía. respirar se sentía como una cuchillada constante en tus pulmones. No se había conformado con romperte las costillas; estabas segura de que una estaba al borde de perforarte los órganos internos si es que no lo había hecho ya. De pronto agradeciste infinitamente el estúpido valor de Prometio con una débil sonrisa en lo que te protegía. Era tierno, en cierto modo. Aunque no pudieras moverte el Desollador sabía que intentar acercarse era inútil; solo necesitabas que pisase la oscuridad para comenzar a absorberlo, pero ver que se interponía entre él y tú... Te hacía sentir un poco menos vulnerable.
Era curioso cómo en mucho tiempo no habías añorado esa sensación de confort que producía la gente dispuesta a cuidar de ti. Hasta cierto punto sabías que podías contar con Hayato y Sasaki, pero nunca los habías puesto en la tesitura. Dudabas, de hecho, que siquiera pudiesen darse cuenta de que estabas herida hasta que fuese demasiado tarde; podrían vengarte, ¿pero podrían salvarte? Con Illje y Surya te sentías de una forma similar, aunque la coneja se había esforzado en ser tu refugio sentías que era algo más emocional que físico. Con ella podías ser vulnerable y sabías que nada pasaría; Prometio acababa de hacer algo parecido.
- Nada mal para un novato -musitaste, débil.
Lo detuviste un momento cuando se dispuso a cargar contigo. No mucho tiempo, tan solo el que necesitabas para asumir el dolor y hacer de todo tu torso una masa de informe oscuridad. Cuando lo hacías todo era más sensible: La piel más delicada, los músculos se notaban más agarrotados que de costumbre y, sobre todo, el dolor de tus huesos rotos era casi insoportable, lo que ensanchó tu sonrisa mientras dejabas que, ahora sí, Prometio te cargase a sus espaldas.
Quizá de haber estado mejor habrías salido tu misma. Incluso podrías haberte deslizado como una sombra por los pasillos hasta dar nuevamente con la salida, pero en ese momento ni siquiera osaste preguntarte cómo pensaba salir contigo a las espaldas por los angostos pasadizos helados. Tan solo dejaste que él hiciese, con los ojos cerrados tratando de concentrar todas tus energías en seguir despierta.
- Gracias -mascullaste, casi ininteligible.
Creías que habrías podido sola, pero te habías confiado. Yo también lo había hecho. Por suerte el muchacho estaba ahí y te había ayudado, o habrías encontrado tu tumba ahí de una forma u otra. Aunque te costaba razonar. Dolía. Era palpitante, más punzante que diez espadas atravesándote -nunca habías recibido diez espadazos de una vez, pero parecía una asunción correcta-. ¿Cómo se sentirían diez espadazos? ¿Dolerían tanto como uno? Quizá por el umbral ni siquiera molestasen. Como las culebras bebé cuando te mordían los tobillos. Estabas delirando.
Cuando te dejaron sobre la camilla solo balbuceabas. Tratabas de explicarte, pero apenas fuiste capaz de pronunciar "pulmón" en voz alta; ni siquiera fuiste quien de señalar tus costillas antes de que todo cayese en la más absoluta oscuridad. Aunque el dolor no cesó.
Despertaste con un grito, casi inmóvil, un tiempo después. O eso creías.
Era curioso cómo en mucho tiempo no habías añorado esa sensación de confort que producía la gente dispuesta a cuidar de ti. Hasta cierto punto sabías que podías contar con Hayato y Sasaki, pero nunca los habías puesto en la tesitura. Dudabas, de hecho, que siquiera pudiesen darse cuenta de que estabas herida hasta que fuese demasiado tarde; podrían vengarte, ¿pero podrían salvarte? Con Illje y Surya te sentías de una forma similar, aunque la coneja se había esforzado en ser tu refugio sentías que era algo más emocional que físico. Con ella podías ser vulnerable y sabías que nada pasaría; Prometio acababa de hacer algo parecido.
- Nada mal para un novato -musitaste, débil.
Lo detuviste un momento cuando se dispuso a cargar contigo. No mucho tiempo, tan solo el que necesitabas para asumir el dolor y hacer de todo tu torso una masa de informe oscuridad. Cuando lo hacías todo era más sensible: La piel más delicada, los músculos se notaban más agarrotados que de costumbre y, sobre todo, el dolor de tus huesos rotos era casi insoportable, lo que ensanchó tu sonrisa mientras dejabas que, ahora sí, Prometio te cargase a sus espaldas.
Quizá de haber estado mejor habrías salido tu misma. Incluso podrías haberte deslizado como una sombra por los pasillos hasta dar nuevamente con la salida, pero en ese momento ni siquiera osaste preguntarte cómo pensaba salir contigo a las espaldas por los angostos pasadizos helados. Tan solo dejaste que él hiciese, con los ojos cerrados tratando de concentrar todas tus energías en seguir despierta.
- Gracias -mascullaste, casi ininteligible.
Creías que habrías podido sola, pero te habías confiado. Yo también lo había hecho. Por suerte el muchacho estaba ahí y te había ayudado, o habrías encontrado tu tumba ahí de una forma u otra. Aunque te costaba razonar. Dolía. Era palpitante, más punzante que diez espadas atravesándote -nunca habías recibido diez espadazos de una vez, pero parecía una asunción correcta-. ¿Cómo se sentirían diez espadazos? ¿Dolerían tanto como uno? Quizá por el umbral ni siquiera molestasen. Como las culebras bebé cuando te mordían los tobillos. Estabas delirando.
Cuando te dejaron sobre la camilla solo balbuceabas. Tratabas de explicarte, pero apenas fuiste capaz de pronunciar "pulmón" en voz alta; ni siquiera fuiste quien de señalar tus costillas antes de que todo cayese en la más absoluta oscuridad. Aunque el dolor no cesó.
Despertaste con un grito, casi inmóvil, un tiempo después. O eso creías.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Página 2 de 2. • 1, 2
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.