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Elyria Priscraft
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La cumbre de cristal I. Llegada. Empty La cumbre de cristal I. Llegada. {Jue 28 Mar 2024 - 1:17}

Estaba siendo una noche difícil para Elyria. No paraba de darle vueltas a la cabeza, pensando en cómo decirle a Alvar que tenía la intención de desaparecer durante varios meses. A ver, desaparecer, no es cómo si fuese a ir—bueno, si iba a irse, pero estaría bien, volvería. Pero después de todo lo que había pasado últimamente, y, se había dado cuenta de lo débil que era en realidad. Así que cuando escuchó sobre Azadan… Aún así, no le gustaba dejarla la carga de Anastasia, la hija de Zero, durante tanto tiempo. Ni no poder estar para ella. Pero todo esto era para protegerla. Mentira. Eso sería injusto. O incompleto. Más bien para proteger a todo el que no podía protegerse a sí mismo. Y si quería cambiar el mundo, tenía que volverse más fuerte.

Tengo que hablar con ella ya… aprovechar estos últimos días, se dijo a sí misma, abrazando su almohada en la cama. Tomó aire, haciendo sus ejercicios de respiración, y cuando consiguió calmarse un poco, se levantó decidida a hacer lo que tocaba. ¡Basta de excusas! Si sigo posponiéndolo no lo voy a hacer nunca, tengo que ir ahora. Y eso hizo. Salió de su pequeña habitación y a la calle, caminando a casa de su querida amiga.

Llamó a la puerta, y solo entonces se paró a pensar qué hacer. Ya no había marcha atrás, si se hubiese parado antes hubiese estado dos horas plantada ahí enfrente. Y ya era tarde. Alvar abrió la puerta tranquilamente, y al ver quién había venido a verla le saludó con una dulce sonrisa.

“¡Ely! ¿Pasa algo? Tienes mala cara. Pasa, pasa.” Dijo la teniente preocupada, indicándole que entrase.

“Eh… no exactamente. Pero quería hablar contigo,” susurró sin intentar ocultar la pena en su voz. Delante de Alvar no tenía por qué fingir. Empezaba a pensar que exageraba un poco. Que no se iba a la guerra para no volver en años. Si es que volvía, claro. Pero le daba rabia no poder pasar el tiempo suficiente con alguien que la vería cómo una madre cuándo creciera. O eso esperaba, al menos.

“¿Ha pasado algo? Siéntate, prepararé algo de té y hablamos, ¿te parece?”

“Gracias.”

Elyria se quitó las botas y se acomodó en el sofá, subiendo las piernas, doblándolas para tumbarse sin ocupar mucho espacio y poniéndose por encima una manita que había por allí. Ni siquiera hacía frío, pero le hacía sentir más cómoda y tranquila. Unos minutos después, Alvar dejó el té en la mesita. Luego se tumbó de la misma manera en el otro lado del sofá, quedando frente a ella, mirándole a los ojos seriamente. Siempre que hablaban de estas cosas se sentaban así, tenía su encanto. Todo el encanto que podía venir de algo así, al menos.

“Dime Ely, ¿que se cuece en esa cabecita tuya?”

Elyria suspiró. Normalmente se esforzaría en ponerse una máscara por encima de sus emociones, pero con ella no era necesario. Mejor guardar las fuerzas.

“Me tengo que ir unos meses, Alvar. Creo que ya sabes lo que significa…”.

“¿Cómo? ¿A dónde te vas Ely? Y no me voy a ir de aquí, tranquila.”

“Ya sabes que no me gusta molestarte demasiado. Y que odio no poder pasar tiempo con Anais”

“Eres idiota, Ely,” respondió la teniente sin tapujos. “Sabías dónde te metías cuándo entraste en la Marina. Y cuándo… Cuándo todo lo de Zero. Anais no es algo que pidieses, y no tienes que cargar tu sola con esa responsabilidad. Tienes otras cosas muy importantes que hacer. Por el mundo. Por darle un mundo mejor, a ella y a todos.”

“P—pero…”

“Nada de peros. ¿A donde vas? Dime.”

Elyria suspiró, pero no insistió más en el tema. No iba a conseguir nada. “¿Has escuchado hablar sobre Azadan?”

“Oh… ya veo. Sabía que saldrías a entrenar algún día, pero no pensé que sería—allí… Ni tan pronto.”

“¿Allí? ¿Y cómo que tan pronto? ¿Acaso pretendes que espere a llegar a Almirante?” Dijo Elyria en tono de broma.

“En fin. Voy a ignorar eso,” dijo Alvar riendo por lo bajo. “Si ya has tomado tu decisión, quiero pensar que conoces los peligros, Ely. Te intentaría redirigir a Dressrosa, estarías mucho más segura allí. Pero si has venido a decírmelo es que estás determinada. Ten cuidado, por favor. Sé que eres fuerte, pero no serías la primera en morir escalando la montaña. Las vicealmirantes bajarán a sacarte de un apuro si pides ayuda. La supervivencia está por encima del orgullo, Ely, no mueras por no querer que te salven.”

“Sabes que no pienso pedir ayuda a no ser que no me quede ninguna posibilidad, ” dijo tranquilamente. Aunque no estaba tan segura. No soportaría que Anais perdiese a otra madre. Aún si no era biológica.

“Lo sé. Por eso te pido que hagas una excepción. La montaña es un lugar peligroso.”

“No. No pienso fallar la prueba. Voy a subir a ese castillo, y voy a conseguir que me entrenen. No me puedo permitir seguir siendo tan débil.”

“Suponía que sería eso…” Susurró la teniente antes de levantarse del sofá, caminando por la casa algo nerviosa. Tomó la taza de té, dándole un pequeño sorbo para intentar tranquilizarse.  “Llevas más de un año así, desde la muerte de Zero.”

“Ya. No es facil.”

“Lo se. No te culpo. Ni te meto prisa. Pero sabes que estoy aquí siempre que necesites hablar. O un hombro en el que llorar.”

“Gracias, Alvar. Ya te lo he dicho mil veces, pero gracias.”






No entendía cómo no había oído hablar de Azadan hasta hace poco, pero leyendo unos libros de la biblioteca de la Marina, descubrió que en la cima de su montaña más alta, había un enorme castillo de mármol y cristal. Y aun si esto de por sí, aun si sorprendente, no era suficiente como para alejarla de San Poplar durante tanto tiempo; en el castillo vivían tres Vicealmirantes muy fuertes, las guardianas de la isla. Y también leyó que considerarían entrenar a el que consiguiera escalar la montaña por su cuenta. Y su aprobación personal, claro.

Eran monstruosas. Tres de las vicealmirantes más poderosas del cuerpo, y un grupo invencible cuándo estaban juntas. La impresionante fuerza física de Ruby, que combatía cuerpo a cuerpo. La velocidad y agilidad de Sapphire, que se adelantaba a los movimientos del rival. Y la precisión de Crystal con sus ataques a distancia, que no dejaban escapar a nadie y cubría a sus compañeras. Eran un trío que no perdonaba, y pocas personas podían siquiera plantarles cara. Y le iban a entrenar. O esa era la idea, al menos. Aunque mejor ser positiva.

Investigando un poco, pudo ver que no era tan fácil como sonaba en un principio. La isla tenía unas temperaturas extremas, tanto frías como cálidas. Y no como ocurre en Punk Hazard, no. En Azadan, eran áreas irregulares con temperaturas que iban de los menos cien a los ciento veinte grados. Y los choques de temperatura en las fronteras creaban tormentas y fuertes corrientes de aire, que por suerte se mantenían contenidas allí, permitiendo la vida en las partes menos locas de la isla.

Por si no fuese suficiente, las montañas de las zonas centrales de la isla generaban un potente campo magnético que atraía a seres vivos y objetos metálicos al suelo, actuando como una especie de gravedad artificial. Y para hacerlo todo más difícil, eran distintos e impredecibles en cada zona, y podían llegar incluso a las diez unidades de fuerza g. Al menos las zonas con distintas temperaturas eran estables y estaban marcadas en un mapa desde hace siglos.

Y cómo no, aún sabiendo todo esto, cuando por fin pudo verla en persona no dejó de sorprenderle. Era una isla ciertamente preciosa, con altas y parcialmente nevadas montañas, pero a la vez con zonas totalmente libres de nieve rodeadas de tormentas que se podían ver desde lejos.

Finalmente atracaron en el puerto, y después de agradecimientos y despedidas, se puso el chaquetón, sacó un mapa de su mochila y salió rumbo a la capital. Tenía que hablar con la gente del cuartel y prepararse antes de subir la montaña.

El camino a Uvien era relativamente tranquilo, pero bastante largo. Tendría que subir algo más de un kilómetro en una distancia horizontal de quince kilómetros, así que la pendiente no era muy empinada, al menos en la mayor parte del camino. Podría haber usado algún vehículo, pero le apetecía caminar un poco y comenzar a acostumbrarse a la isla, investigar un poco sin desviarse demasiado de su camino.

Pudo notar algún que otro cambio de temperatura medio brusco, aunque nada realmente preocupante. Aparte de que caminando un par de kilómetros pasaba de menos cinco a treinta grados, claro. Pero al menos era algo gradual por el momento.

Lo que sí que le sorprendió, aún si sabía a lo que venía, fue cuándo sintió como que la gravedad tiraba de ella hacia abajo con más fuerza de lo normal. No era nada fuera del otro mundo realmente, las fuerzas g en el camino a la capital no eran nada, pero caminar así cansaba más de lo que Elyria se esperaba en un principio. Por suerte, las piernas eran su fuerte.

Tras varias horas caminando sin ninguna prisa, llegó a la ciudad. Ciudad por llamarlo de alguna manera, claro. En Azadan no habían ciudades conectadas entre sí, que se comunicaban y comerciaban entre ellas. Había pequeñas villas autosostenibles, y Uvien se había convertido en la capital principalmente por tener el cuartel de la Marina. ¿O habría sido al revés? En cualquier caso, no es como si fuese muy relevante, los únicos que se movían entre villas eran los propios Marines, salvo en contadas ocasiones.

Elyria entró en el cuartel tranquilamente, mirando a su alrededor y acercándose a identificarse y saludar a los Marines que estaban haciendo guardia allí. Había más gente de la que esperaba encontrar en una isla así, pero tenía cierto sentido. Después de todo, esta era una isla importante para la marina, ya que en ella crecían varias plantas con propiedades de protección contra el frío y el calor entre otras. Y sobre todo, una que potenciaba el corazón y la circulación sanguínea. En Azadan se utilizaba para combatir las fuerzas g, permitiendo que la sangre se pueda seguir moviendo sin tantos problemas por todo el cuerpo. Pero, como cabría esperar, también tenía otros usos bastante útiles en medicina. Y querían mantener el control sobre su exportación y uso.

“Oiga, capitana Priscraft,” dijo uno de los Marines. Era un hombre alto y fuerte, moreno y de unos dos metros. Parecía ser alguien importante aquí, aunque claro, como para no serlo, era capitán. “Imagino que ya ha investigado, pero tenga cuidado con las plantas. Tendrá que usarlas, claro, pero nunca tome la de resistencia al frío si aún le duran los efectos de resistencia al calor. El cuerpo no… no se lo toma muy bien. E intente no abusar si no quiere desarrollar una adicción importante.”

“Gracias por sus advertencias, capitán Keith, las tendré en cuenta en mi viaje. ¿Es un problema si duermo en el cuartel esta noche?”

“Sin problemas, le buscaré algo. Debería tardar una semana en llegar al campamento base, y eso es solo lo fácil. Necesita descansar, créame.”

“¿Una semana? Según investigué no estaba tan lejos.”

“Subir rápido no es buena idea. Se cansará innecesariamente, y más importante aún, su cuerpo tiene que aclimatarse a la altura poco a poco. Si sube cuatro mil metros en uno o dos días, lo va a pasar muy mal, no hay tanto oxígeno ahí arriba, el cuerpo tiene que acostumbrarse. Y eso lleva tiempo.” Keith caminó hasta una estantería, sacando un libro y entregándoselo. “Léase esto esta noche. Y llévelo consigo. Sería una pena que acabase muerta por no aclimatarse correctamente mientras sube la montaña.”

“Muchas gracias por todo. Si me permite, iré a buscar provisiones,”

“Nos vemos más tarde. Debería tener algo preparado para usted cuándo vuelva.”

Elyria salió a buscar provisiones. Era una villa autosuficiente, pero aún así tenía su comercio interno, y claro, también vendían a turistas. Después de todo era la única ciudad donde de vez en cuando pasaba alguien. Y también le vendían a los soldados de la Marina que iban rotando. Consiguió un reloj que marcaba la fuerza g y la altitud actuales, además de la hora y varios datos meteorológicos. También compro una buena cantidad de comida deshidratada en polvo. No sería lo más sabroso del mundo, pero la mantendría con energías y ocupaba poco espacio. De casa había traído ya algunas cosas para ayudarle con la escalada, para hacer fuego, utensilios para almacenar agua… Estaba preparada.

Cuando al fin estuvo lista, volvió al cuartel. Le habían podido preparar una habitación, así que antes de nada fue a dejar las cosas que había comprado allí. Era un cuarto bastante sencillo, parecido al que usaba en San Poplar. Encima de la cama estaba el libro que le habían recomendado leer, tendría que hacerlo antes de dormir, era importante.

Escuchó a alguien tocando a la puerta, así que fue a abrir. Era el capitán Keith, seguramente quería ver si  todo estaba bien, o si Elyria necesitaba cualquier cosa. Pero no, cuando habló pudo ver rápidamente que había venido a otra cosa.

“Siéntate,” dijo el hombre.

Elyria hizo caso y se sentó en el borde de la cama, dejándole a él la silla. Bueno, me está tuteando, creo que puedo hacer lo mismo. “¿Ocurre algo, capitán?”

“Quería hablarte de algo importante. ¿Tenías pensado cazar para comer mientras escalas la montaña?”

“¿Hay animales a esas altitudes?” Dijo Elyria, ignorando lo rápido que había comenzado a tutearle. No le molestaba, al contrario más bien.

“Sí, animales que no verás fuera de Azadan. Se han adaptado a las temperaturas, a la altitud, a las fuerzas g… Es muy bonito, ya verás.”

“Bueno, no tenía pensado cazar igualmente, compré comida en polvo.”

“Mejor. La montaña no te lo perdonaría.”

“¿Cómo?”

“La voluntad de la montaña. El equilibrio de su fauna y flora se mantiene gracias a ella. Si maltratas a la montaña, la montaña te lo devolverá con creces. Pero respétala, y te lo recompensará.”

“Hmm… Me imagino que no te refieres a que le haga daño a las piedras.”

“No, no, tranquila, no es eso. Puedes recoger plantas medicinales y algunas otras, pero no puedes molestar a los animales que viven allí. Ni talar sus bosques más de lo que necesites para no morir congelada, claro. Atiene a las necesidades de sus habitantes, pero para mantener el equilibrio, no permite el abuso.”

“¿Entonces cómo es que podemos exportar las plantas, porque eso sería abusar, no?”

“Te confundes. Estoy hablando de la montaña. En Azadan se caza y se recolectan esas plantas, pero hay que saber en qué zonas hacerlo. No toda la isla tiene estas reglas, solo las montañas más altas. Es… es raro, lo se.”

“Bastante. Pero lo tendré en cuenta, gracias capitán.”

“Llámame por mi nombre, somos compañeros de trabajo, no socios de negocios,”

“Gracias, Keith,” respondió con una sonrisa en su rostro, confusa por el cambio de actitud respecto a hace tan solo unas horas.

“En fin, te dejo descansar. Y recuerda leer el libro que te presté.”

“Lo haré, buenas noches.”

A la mañana siguiente, Elyria se dio una buena ducha. Probablemente no volvería a poder hacerlo hasta dentro de unas cuantas semanas, así que se tomó su tiempo en disfrutarla. Luego preparó una mochila con todo lo que necesitaría, se vistió para el clima del primer tramo, y salió del cuartel.

Caminó un par de horas sin mucho problema y a buen ritmo, aún no había nada extraño en el terreno. Aparte de como iban bajando las temperaturas poco a poco, claro. Después de cinco horas caminando, harían unos diez grados bajo cero. Nada que le afectase, había llegado a pasar mucho más frío, y estaba bien abrigada.

Y justo cuando pensó que sería un día tranquilo, sintió una repentina fuerza que la empujaba hacia abajo, haciéndole perder el equilibrio y caer al suelo. Joder. No me esperaba que fuese a venir de golpe… Pensó mientras miraba su reloj. Marcaba 2g. Pero algo así no la pararía, solo le había pillado por sorpresa al ser la primera vez. Así que se levantó con más dificultad de la que esperaba—después de todo estaba levantando dos veces su propio peso—y continuó caminando. Unos pocos pasos después, todo volvió a la normalidad.

Siguió caminando lo que le quedaba para llegar a su objetivo de hoy. Aún no se acostumbraba a las fuerzas g, y durante buena parte del resto del camino, estas se mantuvieron bastante estables. No eran ninguna locura, pero cargar con esa fuerza durante kilómetros era agotador.

Elyria llegó a su objetivo justo antes del anochecer. Estaba agotada, sus piernas le pedían descansar como no lo habían hecho en muchos años. Nunca pensé que algo así sería un problema… Pero madre mía, esas fuerzas g son agotadoras.

Dejó su mochila en el suelo, sacó una tienda de campaña compactada en un pequeño disco, y le dio a un botón. Luego lo lanzó al aire, y la tienda tomó forma antes de caer al suelo. Sacó unas picas y un martillo, y se puso a clavarla en el suelo. No era plan de que saliese volando, la verdad. Había pensado en hacer una pequeña hoguera, pero no era necesario, con su saco de dormir tendría más que suficiente.

A la mañana siguiente, justo al amanecer, se despertó. Volvió a compactar la tienda de campaña en un pequeño disco, y lo volvió a guardar todo en su mochila. Hoy también le tocaría caminar bastante, pero antes de eso tenía que recolectar algunas plantas para su viaje. En esta zona solo crecían las de resistencia a las fuerzas g, así que fue la única que consiguió. Sacó un mortero y las machacó, echándole un poco de nieve derretida para hacer un líquido, y guardando la mezcla en unos pequeños recipientes que había traído especialmente para ello.

Las cosas comenzaron bastante tranquilas cuando Elyria volvió a su caminata. Las fuerzas g se habían relajado, así que la primera hora pasó sin dificultad. Pero todo se complicó bastante rápido. A unos pocos metros, podía ver una gran tormenta, pero contenida en una zona. Una pared perfectamente plana, como si la hubiesen cortado con una espada. Nunca había visto algo así, era muy bonito, pero a la vez preocupante. Los vientos parecían ser muy fuertes ahí dentro.

Por unos segundos pensó en rodearlo, pero según su mapa había dos problemas. El primero, que tardaría demasiado. Y el segundo, que seguiría encontrando este tipo de tormentas durante todo su viaje. Más le valía ir conociéndolas y acostumbrándose un poco ahora que eran menos peligrosas. Porque las primeras siempre eran más relajadas a modo de tutorial, ¿no? ¿Que esto es la vida real y no funciona así?

Comenzó metiendo el brazo, y sintió la fuerza del aire golpeándolo agresivamente. Tomó aire, se concentró en su cuerpo, y dio dos pasos firmes hacia delante, adentrándose en el vendaval. Se esforzó por mantener el equilibrio, y al ver lo mucho que le costaba caminar sin acabar en el suelo, sacó dos bastones metálicos de su mochila, alargándolos hasta su altura. Estos tenían una punta especialmente afilada, así que los clavó con fuerza en el suelo frente a ella, usándolos para ir avanzando sin salir volando por los aires o caerse.

Pero también había otro problema. Las temperaturas aumentaban rápidamente, y ella seguía abrigada para el frío. Y claro, a ver quien es la lista que se quita el abrigo en medio de ese viento. Cuando al fin salió de la tormenta, harían unos cuarenta grados, y Elyria estaba empapada de sudor y con un mareo curioso. Así que lo primero que hizo fue quitarse varias capas de ropa y sentarse cinco minutos.

Elyria siguió caminando por esta nueva zona tan cálida. Siempre había vivido en islas con bajas temperaturas, y su estación favorita era el invierno. En San Poplar, donde había estado trabajando estos años, no hacía frío, pero tampoco llegaba nunca a estas temperaturas tan altas, así que Ely lo estaba sufriendo. Y para colmo, habían vuelto las fuerzas g constantes. Al menos esta vez eran de tan solo 1.3g. Menos mal que tenía suficiente agua preparada para este tramo, la cual había conseguido derritiendo hielo con una hoguera e hirviendo el agua para desinfectarla.

Lo que sí que le alegró el día fue ver a los animales de la zona. Eran criaturas extrañas, que no había visto nunca en ningún otro lugar. Probablemente habían evolucionado para adaptarse a las condiciones tan extremas de la isla. El que más le llamó la atención fue una especie de salamandra. Y eso no tendría nada raro si no fuese porque medían cerca de tres metros. Y que sus escamas eran más parecidas a las de un dragón.

Esa noche le tocó dormir en este calor, e incluso desnuda y sin taparse le costó horrores conciliar el sueño. Así que después de las pocas horas que consiguió dormir, se levanto para salir cuanto antes, estaba deseando llegar a otra zona fría.

El tercer y cuarto día fueron no tuvieron nada nuevo. De nuevo tuvo que pasar alguna que otra tormenta, saliendo a áreas con temperaturas completamente distintas que al otro lado. Pero las fuerzas g se mantuvieron a niveles naturales, y consiguió dormir en zonas frías las dos noches. Un alivio después de no haber podido descansar nada por culpa del calor.

El quinto día, sin embargo, fue agotador. De nuevo su mayor debilidad, el calor, esta vez llegando a temperaturas extremas de hasta cincuenta y cinco grados. Y aún no había conseguido flores que le diesen una resistencia a ello, crecían más alto en esta zona, y eso que ya estaba a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Avanzó hasta bien entrada la noche, esta vez no dormiría aquí. Mas que nada por que esa parte tan importante de dormir nunca llegaría. Así que siguió y siguió, sudando, destrozada, hasta que al fin llegó de nuevo a una zona fría. Después de pasar otro muro de tormentas, claro.

El sexto día compensó. Había avanzado mucho, así que se tomó una pequeña parada para relajarse un poco. También redujo la distancia recorrida, y por varios motivos. El primero, evidentemente, descansar. El segundo, menos obvio, hacer caso a las advertencias e indicaciones del capitán y dejar que su cuerpo se aclimatase poco a poco. No era buena idea subir tanto en tan poco tiempo.

El séptimo día no fue tan amable. Había cambios de temperatura y tormentas cada unos pocos cientos de metros, y no bajaba de 2g en ningún momento. Le dolían las piernas, los hombros, las caderas… En realidad todo el cuerpo, pero en esas zonas se acentuaba especialmente. Cuando empezaron los mareos tuvo que empezar a tomar del mejunje que había hecho con las plantas de resistencia a las fuerzas g, que le ayudó a que la sangre siguiese fluyendo con naturalidad por su cuerpo. No sabía que habría hecho de no tenerlas. También vio que había más cerca, así que recogió unas cuantas para reemplazar lo que estaba gastando.

Siguió avanzando durante horas, sintiendo la fuerte tentación de encontrar una zona medio tranquila para descansar. Pero se había propuesto llegar al campamento base en siete días, y Elyria era un pelín cabezota.

El último tramo fue especialmente duro. Los cambios bruscos de fuerzas g le estaban destrozando por completo. Según su reloj, subía de 2g a 5g en un par de pasos, pillándole por sorpresa y casi tirándola al suelo en múltiples ocasiones. Iba con cuidado, concentrada en estos golpes, pero las fuerzas que le trataban de estampar contra el suelo eran terriblemente potentes y repentinas, poniendo al límite sobre todo sus piernas. Al menos no acabo tirada en el suelo, hubiese sido un tanto complicado levantarse.

Pero tras ese día que tan largo se le hizo, llegó al campamento base. Lo había conseguido, le alegraba haber podido llegar en el tiempo que había planeado. Sabía que esto solo era la parte fácil, una pequeñísima muestra de lo que le esperaba ahí arriba. Pero aún así, había llegado a los cinco mil metros de altitud en apenas una semana, estaba orgullosa de si misma.

La vistas a la montaña eran igual de espectaculares que aterradoras. Ya podía verse desde aquí lo difícil que sería conquistar su cima, pero el reto le emocionaba. Y vaya, que era majestuosa, llegando por encima de las nubes. Le hacía preguntarse cómo se vería la isla y el mundo desde tan alto si se despejaba algún día. Planeaba quedarse un año, así que algo así tendría que ocurrir tarde o temprano. ¿Se llegará a ver alguna otra isla cercana desde el palacio?

Cuando se fijó a su alrededor, pudo ver que no estaba sola. A lo lejos, notó que otro grupo había acampado. No se esperaba algo así, no era muy común venir aquí según había leído. Pero luchó contra su agotamiento, y queriendo ser amable, se acercó a saludar. Lo que se encontró no era lo que se esperaba, desde luego. Tres hombres grandes, con escopetas en la espalda y con cara de malas pulgas. No le gustaban las pintas, viniendo aquí con esas armas, pero tampoco quería juzgarles por sus apariencias. Al fin y al cabo, ella también llevaba a Khione.

Digamos que no la recibieron muy bien. Le miraron de arriba a abajo, con una mirada pervertida y de superioridad. No le molestaba especialmente que le mirasen con deseo, sabía lo guapa que era y le gustaba que la gente lo notase, pero en este caso… le dio bastante asco, la verdad. Se sentía mal por pensar tan mal de ellos, pero tendría que tener cuidado por la noche, a saber lo que se atreverían a hacerle mientras dormía.

“¿Que hace una enclenque como tú por aquí? ¡La montaña no es una broma, alguien como tú nunca conseguirá llegar a la cima!” Gritó uno de los hombres.

“Si, pero bueno, solo será una zorra más que morirá y será olvidada. Aunque que muchos hombres te echaran de menos…”

“¡Ja! ¡Buena! ¿Cuántos días creéis que aguantará viva? Yo voto que volverá a casa llorando a los pocos metros.”

“Bueno, podemos ayudarte si nos—“

Elyria se cansó de escucharles. No se molestaría ni en responder, eso era probablemente lo que ellos querían. Pero no iba a permitir que pensasen que era una mujer vulnerable de la que aprovecharse. Así que sacó a Khione de la saya, clavándola con fuerza en el suelo, creando una enorme spike de hielo que subió desde el suelo hasta unos pocos centímetros de la cara de uno de los hombres. Ver sus caras fue suficiente para saber que la dejarían tranquila un buen rato.

Se alejó del campamento que se habían montado, poniendo ella su tienda de campaña y sus cosas a una distancia prudente, aunque lo suficientemente cerca como para poder mantenerles el ojo encima. Eran demasiado sospechosos, si habían venido a cazar… No era algo que fuese a permitir, eso desde luego.

Finalmente pudo tumbarse. Ahora que se podía relajar, el dolor se volvió mucho más notorio y punzante. Había sido un día horrible y agotador, tenía los huesos y los músculos destrozados, y sentía que sus articulaciones estaban ardiendo. Además, la falta de oxígeno empezaba a notarse. Pero seguiría sus planes, se quedaría unos días aquí abajo para descansar y aclimatarse a esta altitud.

Después de un merecido descanso, Elyria se sentía mucho más fresca. Ya no tenía esos dolores tan molestos por todo el cuerpo, y se había acostumbrado a los niveles de oxígeno. Sabía que el verdadero reto empezaba ahora, así que guardó todas sus cosas, y comenzó a caminar.

El inició fue bastante sencillo. Aún no había demasiada nieve acumulada, y la inclinación era lo bastante manejable como para subir caminando. No era lo mismo que el camino al campamento base, claro, pero aún así no tuvo problemas.

No duró mucho. Después de subir unos seiscientos metros tranquilamente, se acabaron las tonterías. Las temperaturas ya habían bajado a menos veinticinco grados, y aún si Elyria iba bien abrigada y tenía una resistencia al frío excelente, los efectos en el terreno eran más problemáticos. Era una montaña que casi nadie subía, así que la nieve no estaba precisamente compactada. Ya le llegaba por encima de las rodillas, y cada vez le costaba más avanzar. Tenía que darle un poco al coco y ver como superar esto antes de que le llegase por la cintura. O peor.

Empujó su cuerpo hacia arriba con ayuda de los bastones que ya había usado en el camino al campamento base, y se tumbó en la nieve a pensar. Después de unos minutos, tuvo una idea. Como no se me ha ocurrido antes, tengo a Khione. Debería estar más atenta.

Usó sus manos para aplanar una sección de nieve. Luego sacó su katana, usando su energía elemental para congelarla y convertirla en una placa de hielo. Consumía sorprendentemente poco. Bueno, sorprendentemente no, al fin y al cabo ya era nieve, estaba un tanto fresquita. Se subió a la plataforma que había creado, con cuidado de no resbalarse. Por suerte, estaba acostumbrada a caminar sobre hielo voluntariamente. Entonces, usando un pie para aplanar la siguiente zona cada vez, fue creando una especie de escalones de hielo por los que siguió subiendo.

Finalmente, llegó a su objetivo de hoy. Podía seguir, había sido una escalada relativamente sencilla—por ahora—y su cuerpo le pedía más. Pero tenía que ser responsable y aclimatarse. Así que buscó una zona que estuviese protegida con rocas. Era por seguridad, no quería que un deslizamiento de hielo tirase su tienda mientras dormía. Estaba preparada para usar su truco de antes y crear un suelo de hielo donde montar sus cosas, pero pudo encontrar un buen sitio con suelo de roca. Mejor.

Esa noche, los efectos de la falta de oxígeno le golpearon en la cara por primera vez. Había tenido síntomas menores en su semana de viaje, claro, pero nunca tan fuerte. Le dolía muchísimo la cabeza, y dormir fue una tarea imposible. Según había podido ver desde su posición, el siguiente trecho tampoco era especialmente complicado, así que subiría, dejándolo todo aquí abajo, y volvería a dormir a esta altitud. Necesitaba aclimatarse.

Al día siguiente estaba algo mas fresca. Le seguía doliendo bastante la cabeza, las cosas como son, pero eso era solo de esperar. Se le iría pasando, y si no lo hacía, pues le tocaría seguir descansando a esa altitud hasta que su cuerpo se acostumbrase. O bajar a campamento base si se volvía peligroso o insoportable.

No pudo evitar fijarse en que los cazadores que había conocido abajo también estaban por aquí. Habían montado un campamento cerca del de ella, por el lado que daba a un denso bosque. Aún no terminaba de entender cómo había algo así a casi seis mil metros de altitud. ¿Cómo demonios sobrevivían los árboles? Y no solo, esto, había todo un ecosistema. Estaban bebiendo cerveza, haciendo ruido como celebración de a saber qué. Si querían seguir subiendo, no era la mejor idea, pero a saber, tal vez solo descansaban. Aunque tenía un mal presentimiento.

Pero bueno, tal vez eran solo sus paranoias. Así que los ignoró por ahora, y se puso a subir. Quería encontrar otro buen sitio donde poder dejar su tienda de campaña, pero sería precavida y dormiría aquí abajo igualmente. Básicamente, subir a esa altitud, dejar que el cuerpo notase esa falta de oxígeno, pero no dormir allí aún. Por suerte, pudo hacerlo sin problemas, fue un tramo relativamente fácil de escalar, sin nada nuevo. Menos mal.

Al día siguiente volvió a hacer el mismo camino. Al igual que el día anterior, no hubieron muchas dificultades. Así que nada más llegar, montó su tienda de campaña y se tomó el día para descansar un poco y aclimatarse a los niveles de oxígeno.

Cuándo se despertó al día siguiente, decidió subir unos pocos metros temprano, sin nada encima, para ir tanteando el terreno como ya había hecho otras veces. Rápidamente, llegó a una zona sin apenas inclinación, y se encontró con un bosque precioso que era un regalo para los ojos. Las hojas eran cristalinas, cómo si estuviesen ahí arriba intentando aprovechar cada rayo de sol. Las ramas que las sustentaban eran un precioso baile de madera entrelazada, en patrones fuertes pero elegantes, formando lazos y nudos para resistir la mayor fuerza hacia abajo. Y al respirar, Elyria pudo notar que había algo más de oxígeno en la zona. No sabía cómo, pero seguramente los árboles eran los responsables. Aunque tenía que tener cuidado con donde dormir, o todo su esfuerzo por aclimatarse se iría al traste.

Nissa, que había estado desaparecida todo este tiempo por confusiones de guión que para nada rompen la cuarta pared ni tienen que ver con extraños saltos temporales, salió volando felizmente hacia el bosque. Estas cosas la emocionaban cómo a una niña. Pero unos minutos después, volvió rápidamente con una cara de horror.

“¡Ely! ¡Son esos hijos de puta, rápido!” Dijo su amiga, alterada, cómo si le costase respirar. Y eso que no necesitaba respirar. ¿O si?

En cualquier caso, Elyria corrió a toda velocidad, entendiendo el nivel de alerta y urgencia por el tono de Nissa, aunque sin saber aún qué demonios estaba ocurriendo. Se adentró en el bosque, y pudo notar cómo los diversos animales de la zona estaban algo… ¿tensos? No terminaba de entenderlo. Al igual que fue incapaz de pararse a mirar lo maravillosos que eran, no era el momento.

Y entonces lo vio. Los cazadores, y lo que parecían ser padres e hijo de una especie de animal extraño que no tuvo tiempo de procesar. Porque los padres parecían estar muertos, y el pobre cachorro estaba siendo pasado a patadas, como si se tratase de un balón de fútbol. Y mientras tanto, los hom—No. No los llamaría hombres. Pero se estaban riendo como malditos psicópatas, formando un círculo alrededor del cachorro y los cadáveres de sus padres.

Ely no tardó en actuar, y dió un rápido sprint hacia el centro del círculo, tomando al pobre animalito en brazos. Ahora pudo verlo mejor. Era sorprendentemente cálido, y su pelaje era de un color anaranjado. Ojos grandes, aterrorizados, y un cuerpo resistente, pero lleno de heridas.

“¡Eh! ¡No nos robes la carne de caza, zorra!” Gritó uno de los hombres.

Elyria, llena de rabia, apretó el puño con fuerza. No se podía cazar en esta montaña. Era ir contra su voluntad. Pero esto no era ni siquiera cazar por necesidad, no era para poder comer. Esto era maltrato. Estaban maltratando al pobre cachorro. Y no quería ni imaginar lo que habían hecho con los dos adultos…

“Hijos de puta… ¡Me encargaré de que caiga todo el peso de la ley sobre vuestras asquerosas vidas!” Gritó Elyria, clavando su mirada penetrante en los ojos del que había hablado antes.

“¿Qué? ¿Vas a llamar a esas ratas de la Marina? ¿Qué te hace pensar que te van a creer, zorra?”

“¡Eso! Y encima, esos cobardes no tendrían los cojones de subir hasta aquí. Y si algun idiota se atreve ya estaremos bien lejos.”

“No hace falta que llame a mis compañeros…” Susurró apretando el puño. Le estaba costando mantener la calma y no matarlos a todos aquí mismo.

“Así que eres una de ellos… ¡Me la suda, devuelvenos al cachorro! ¿Sabes lo que nos ha costado matar a los desgraciados de sus padres? Dan pelea esos hijos de puta… Todo para proteger a esa mierda.”

“Pero una mierda por la que la gente está dispuesta a pagar mucho. ¡Así que danoslo y tal vez te dejemos vivir! Serás muy chulita, pero no puedes contra todos nosotros a la vez.”

Elyria sintió una fuerte tentación de noquearlos con su Haki del Rey. Pero no. No era necesario. Y no pensaba darles el placer de caer tan rápidamente. Estos hijos de puta no lo merecían… Pero tenía que tener ojo con no pasarse, ella no era esa clase de persona…

“Parece que tendremos que cogerlo por la fuerza. ¡Chicos!” Gritó de nuevo uno de los hombres, y entonces cuatro de los hombres le apuntaron con su escopeta, mientras que los otros dos, los más grandes y musculosos, cargaban contra ella con enormes espadas.

“Un poco inconveniente llevar un arma tan grande y pesada aquí… Pero qué esperar de unas ratas de mierda como vosotros…” Susurró en un suspiro. “No… Pobres ratas.”

Tras esa provocación, atacaron todos a la vez, dos cortes en vertical y cuatro tiros de escopeta. Los ataques de espada le daban especial miedo. Las fuerzas g aumentadas, aún si no apenas eran sobre 1.5g en el area, hacían que fuesen golpes demoledores. Como un mazazo que encima te corta por la mitad. No podía bloquearlo, no los dos a la vez. Pero no hacía falta. Así que manteniendo al cachorro en brazos, dió un salto hacia atrás y hacia un lado, valiéndose de su Haki de Observación para evitar las balas.

“Cuidado chicos, o vais a darles a vuestros compañeros con esa puntería de mierda…”

“¡Cállate zorra! ¡Solo has tenido suerte, no nos durarás ni cinco minutos!”

“Bueno, en eso tienes razón… No parecéis muy fuertes.”

“¿Te dió miedo bloquear con esa espadita enclenque tuya?” Dijo uno de los espadachines en tono de burla.

“No necesito a Khione para sacar la basura… Y tengo los brazos ocupados.”

“¿En serio vas a morir por no soltar a ese puto bicho? Zorra y gilipollas la pobre, parece que en la Marina no os enseñan muy bien.” Y entonces dispararon de nuevo.

“Demasiado…” Susurró, moviéndose lo justo para evitar las balas por un pelo de distancia.

“¡Hija de—!” Rabiando, cargaron y dispararon de nuevo, y los espadachines volvieron a la carga.

Elyria se deslizó elegantemente entre los dos hombres, manteniendo al cachorro en brazos. Sin mucho problema, los esquivó y cerró distancia con los tiradores. “Vais a molestar a los pobres animales con tanto ruido…” Dijo Elyria en voz baja antes de pegar una fuerte patada a sus escopetas, una a una, lanzándolas por los aires. Antes de que tuviesen tiempo de responder con nada, usó su Haki del rey en todos ellos. Pero no para hacer que se desmayaran. Para aterrorizarles. Que supiesen muy bien que habían cruzado la línea, que pasasen un poco de miedo.

No… Esto no…, ¡no!

Y en ese instante de fuerza, antes de que esos deseos volvieran, volvió a usar su Haki del Rey. Y esta vez, los hombres cayeron inconscientes al suelo.

“Ely…” Dijo Nissa en un suspiro. “Eso ha estado cerca.” Claramente no se refería a que hubiese sido un combate reñido.

“Si…” Respondió Elyria, sentándose en el suelo nevado, colocando al cachorro en sus piernas. El pobre estaba aterrorizado, y no se separaba de la Marine. No sabía si en busca de calor o de protección. En cualquier caso, lo rodeó con sus brazos, con cuidado de no hacerle daño. “Menudos hijos de puta… ¿Qué puedo hacer ahora? No soy médico, yo…”

“Bueno, y también están estos idiotas. Son una carga… curiosa, y no puedes dejarlos aquí tirados. Ni atados ni sin atar.”

“Si… No despertarán en un buen rato, pero debería atarlos antes…” Susurró, acariciando el pelaje del pobre animal.

“Yo los vigilo,”

“Gracias.”

Entonces, se volvió a poner de pie, cargándolo por el bosque y saliendo. Los animales del bosque la miraban, sin saber muy bien cómo reaccionar. ¿Acaso se sentían mal por no haber ayudado? Ciertamente, esos hombres daban miedo. Y tampoco parecía ser un bosque muy poblado para ganar por números. En cualquier caso, llegó a su tienda de campaña, y dejó al cachorro en su saco de dormir, para que no perdiese calor. Entonces, preparó una pequeña hoguera cerca suyo, cogió unas cuerdas de escalada de la mochila, y corrió de vuelta al bosque a atar a esos hijos de puta.

Cuándo volvió, cargando a los criminales en dos tandas, los dejó tirados en el fuego, lejos del fuego y del campo de visión del animal. No quería que se asustase innecesariamente. Entonces cogió su set de primeros auxilios y volvió a su lado. Se sentó de nuevo en el suelo, colocándolo en sus piernas y acariciándolo un poco antes de atenderlo. Era terriblemente básico, no era una experta, pero esperaba que al menos sirviese para algo. Luego siguió con las caricias. Parecía que le tranquilizaba un poco. Era suficiente motivo para seguir.

Al día siguiente, una poderosa presencia la despertó, poniéndola alerta. Esa persona… Solo esperaba que de alguna forma, fuese una de las vicealmirantes. Si era un enemigo, el líder de los cazadores… Elyria no estaba ni cerca de poder hacer nada contra alguien que emanaba tantísimo poder. El cachorro, que ya se había atrevido a caminar un poco—aun si cojeaba por la paliza que le dieron—se despertó también y se puso a su lado. Había dormido abrazándolo para mantenerlo en calor. Si es que acaso lo necesitaba, no tenía ni idea. Pero al menos parecía que fuera por eso o por la sensación de seguridad, le había ayudado.

En cualquier caso, se levantó rápidamente, peinándose un poco con la mano y saliendo fuera con paso firme. Fuese quien fuese, se presentaría dignamente. Y bueno. Unos minutos más tarde, apareció. Una mujer preciosa, con ojos de un rojo intenso, y vestida con un vestido de seda fina. Elyria no tenía ni idea de cómo no se estaba congelando. Pero joder. Tenía que ser una de ellas.

“Capitana Priscraft,” dijo la mujer, en un tono serio. Un momento, ¿sabía quién era?

“Si,” respondió Elyria, haciendo un saludo militar. No acostumbraba a hacer estas cosas, pero la situación lo ameritaba. “Perdone, vicealmirante. Pero no conozco su nombre.”


“Llámeme Ruby, capitana. Y buen trabajo. Pude sentir tu uso del Haki del Rey desde palacio… No es algo que vea todos los días.”

“Gracias. Aunque sigo sin saber cómo manejar esto… Va a ser complicado bajarlos hasta el cuartel.” Y bueno, sin contar que tendría que repetir todo el camino hacia atrás. Y de vuelta. Y no era un camino fácil.

“¿Estos idiotas? No se preocupe, yo me encargo. Tenemos… métodos, que no puede usar aún, evidentemente.”

“¿El ascensor?”

La vicealmirante simplemente asintió con la cabeza.

“Y, perdone la molestia, ¿pero hay algo que se pueda hacer con él?” Susurró, cogiendo con cuidado al cachorro del suelo, que había salido y caminado hasta su lado, lentamente. Elyria acarició su cabeza con suavidad, sin separar su mirada de los ojos de Ruby.

“Bueno. Parece que tendrá que llevarlo a palacio.”

“Es peligroso, vicealmirante Ruby. Queda mucho camino, y las partes más duras. ¿No puede llevarlo consigo en el ascensor?”

La vicealmirante se quedó pensando por unos segundos antes de responder.

“Le servirá cómo reto extra. Parece que es muy fuerte, confío en que superará el reto de la montaña. No. No tengo dudas de que lo conseguirá. Esto le vendrá bien para llevarla al límite.”

Elyria tenía ganas de interrumpirla y gritar. Pero no. Se comportaría. Estaba delante de una vicealmirante. Y no de una vicealmirante cualquiera. Tenía entendido que ellas tres eran de lo mejor, y qué cómo equipo eran imparables. Y bueno, que le entrenaría si pasaba esta prueba, no podía faltarle al respeto de esa forma. Pero tampoco permitiría esa actitud en su cara.

“No. Esto no es un juego, vicealmirante,” dijo Elyria en un tono tranquilo y serio. Tampoco añadió ningún perdone ni disculpe. Tenía todo el derecho a expresarse y a luchar por sus ideales, y no le estaba faltando al respeto.

“¿Perdón?” Dijo Ruby, cruzándose de brazos.

“Si quiere darme un reto, subiré con un saco de piedras si es necesario. No me parece correcto poner en peligro al pobre cachorro. Le pegaron una buena paliza, ¿sabe?”

“Que una vida dependa de tí da mucha fuerza, capitana. ¿O acaso no lo sabe? Tengo entendido que ha vivido cosas peores.”

“Eso no eran elecciones, vicealmirante. Son situaciones en las que acabé por razones fuera de mi control. Esto está bajo mi control. Nuestro control. No pienso permitir que se tome la peor decisión posible solo para generar una falsa barrera, un reto artificial, usando a un pobre animal inocente al que le acaban de apalizar unos hijos de puta.” Elyria respiró profundamente. No pensaba alterarse, tenía que mantenerse tranquila.

Tras unos segundos de silencio y consideración, la mujer respondió. “Muy bien. Buena respuesta, capitana Priscraft. Me encargaré de que reciba la atención adecuada.”

“Gracias, vicealmirante Ruby.”

“Puedes llamarme por mi nombre directamente. Te lo has ganado. No cualquiera es capaz de confrontar a una superior con tanta elegancia. Defendiste tus ideales, y no perdiste la compostura, ni faltaste al respeto de forma innecesaria. Por desgracia, es algo que echo mucho en falta últimamente. Gracias.”

“Es lo mínimo, Ruby,” respondió Elyria mientras la mujer se alejaba, cargando a los criminales y al cachorro. Había dejado las cuerdas atrás. “Nos vemos en unos días.”

“Mas te vale.”

Cuándo Elyria se quedó sola, decidió que ya era hora de ponerse con el tramo de hoy. Había dormido poco, y le habían despertado la noche anterior, que había sido complicada. Así que estaba bastante agotada. Pero no pensaba perder tiempo. Venía lo que más odiaba. Cruzó una de tantas tormentas, como ya había hecho decenas de veces, y llegó al odiado calor.

La marine siguió subiendo, dejando su ropa de abrigo en una zona segura, con una roca encima para que no se fuese volando. Rápidamente, notó cómo las fuerzas g aumentaban significativamente, y todo esto en un terreno escarpado y complicado de escalar. Mala combinación. Aunque claro, tal vez lo segundo era una consecuencia de lo primero. Más pronto que tarde, empezó a sudar demasiado, y se quedó sin agua. No esperaba que fuese tan horrible. Así que tocaba volver entre mareos. Volvería al día siguiente, necesitaba un plan mejor.

Al día siguiente, llevó bastante más agua. Además, al conocer ya el camino, y verse venir los cambios de fuerzas g, consiguió avanzar más. Entonces se puso a explorar. Según su mapa, por esta zona deberían de haber flores de resistencia al calor, solo tenía que encontrarlas. Y un par de horas después, las vió a la distancia.

Cuándo se acercó, pudo notar un calor abrasador e insoportable, que aumentaba más y más cuánto más se acercaba. Así que sin pensárselo dos veces, se puso a correr, cogió unas cuántas, y se alejó lo más rápido que pudo. Cuándo acabó, estaba jadeando, y le costaba horrores respirar. No estaba segura de si correr ahí había sido la mejor idea, pero pensaba que con su velocidad, caminar normal le habría jodido más. En cualquier caso, bajó de nuevo al campamento a procesarlas para el día siguiente.

El día siguiente fue más sencillo. O al menos el inició. Esta vez llevaba todas sus cosas, la idea era llegar arriba, su aclimatación debería ser la suficiente con el trecho de los días anteriores. Tenía bastantes plantas de protección contra el calor, todas bien procesadas, y fue consumiéndolas cuándo lo veía necesario, igual que había estado tomando las que la protegían de las fuerzas g.

“Ely, deberías de tener cuidado… Ya te dijeron que es peligroso consumir demasiado,” dijo Nissa, preocupada.

“Si… Estaré bien, la temperatura debería mantenerse estable.”

Pero no. La temperatura no paraba de subir más y más, hasta el punto de que le costaba horrores respirar si no volvía a tomar de las flores. Empezó siendo un intervalo aceptable, pero poco a poco se fueron acortando, hasta el punto de que sentía una necesidad imperiosa de seguir. No podía parar.

“¡Ely!” Gritó su amiga, intentando hacerla despertar. La había ignorado varias veces, su cabeza no funcionaba como debería. “¡Joder, Ely!” Entonces sintió un cosquilleo en su cara, cómo de electricidad estática.

“S–si…”

Por suerte o por desgracia, ahora tocaba una zona fría. Las tormentas eran bastante jodidas aquí, los cambios de temperatura eran más bruscos que abajo, y el terreno mucho más peligroso. Pero ya estaba acostumbrada, así que avanzó poco a poco, gateando mientras clavaba a Khione en el suelo como soporte, y usando sobre todo la fuerza de sus piernas para ir moviéndose.

El frío le sentó como una hostia a mano abierta. Definitivamente había tomado demasiadas plantas de protección contra el calor. Pero había otro maldito muro de tormentas en su cara. El frío no duraría mucho. Y no sabía si eso era bueno o malo en su situación actual. En cualquier caso, lo cruzó, y llegó de nuevo al calor.

Tras varias horas caminando, sudando, y ya casi sin agua, empezó a anochecer. Pero solo quedaba un poco más… Tenía que hacerlo, no iba a dormir aquí. No serviría de nada. Bueno, y probablemente moriría deshidratada, claro. Así que dió un último empujón, cruzando la última tormenta.

Cuándo Elyria llegó finalmente a su zona de descanso, estaba completamente destrozada. Le dolían músculos que ni recordaba que existían, y para colmo, el frío extremo estaba empezando a hacer estragos. Unos menos treinta y cinco grados, básicamente. Que con sus abrigos y resistencia natural al frío no deberían de ser lo peor del mundo. Pero claro… Había tomado cantidades ingentes de plantas de protección contra el calor. Y recordando las palabras del capitán, era demasiado peligroso tomar las de protección al frío ahora. No sabía si era mortal, o que le ocurriría a su cuerpo, pero no tenía pensado comprobarlo.

Intentó hacer una hoguera, a duras penas, pero sin éxito. Hacía demasiado frío y viento, y a la mujer no le quedaban fuerzas para hacer mucho más. Al menos fue capaz de montar la tienda de campaña y de meterse en su saco de dormir. Pero nada. Era completamente incapaz de dormir. Aún con el calor y comodidad que eso le daba, seguía tiritando, congelada. ¿Cuántas plantas había tomado? ¿Cuándo se le pasarían los efectos? Estaba desesperada. A este paso moriría congelada.

“¡Ely, mira!” Gritó Nissa de la nada.

“J-joder, ¿a-ahora qué? ¿M-más problemas?” Dijo la marine con la voz temblorosa. Si pasaba algo ahora no sabía cómo demonios iba a lidiar con ello.

Pero unos segundos después, un grupo de animales entraron en su tienda, acercándose a ella. No venían de forma agresiva, al contrario, así que Elyria no se preocupó demasiado. Aunque seguía sin entender qué hacían aquí. Y entonces, la atraparon entre sus cuerpos.

Elyria sintió un calor agradable. El pelaje de los animales era el más cálido que había sentido nunca, y eso que su medicina le hacía sentir más frío de lo normal. Pudo notar que no eran de la misma especie que el animal que salvó, pero bueno. Supuso que era la voluntad de la montaña de la que tanto le habían hablado. Y esta le estaba devolviendo el favor. Nunca había dudado del capitán, pero cuándo dijo que si tratabas bien y protegías a la montaña, esta te cuidaría y protegería de vuelta, no se esperaba esto para nada. Aunque lo aceptó encantada, y se acurrucó con ellos, encontrando finalmente el sueño

Los siguientes dos días los pasó descansando en esa altura. Por una parte, por lo destrozada que había acabado, y necesidad de sus músculos para recuperarse. Y por otra que no podía ignorar. Para aclimatarse a esa altura. Podía romper sus límites, pero no se lanzaría a una misión suicida. Así qué pasó los días rodeada de animales. Los más amables, cálidos y cariñosos que había conocido nunca.

Y finalmente, tocaba volver subir. Y sinceramente, en comparación a todo lo que había pasado para llegar hasta aquí, fue un completo paseo. Sí, el viento era horrible, y las fuerzas g le pillaban por sorpresa alguna que otra vez. Pero fue un camino fácil hasta el siguiente campamento, por primera vez. Tuvo qué luchar activamente con sus pensamientos de qué ya había pasado lo más duro. Porque aún le quedaba el tramo final, y no sería fácil.

En cualquier caso, hizo sus ejercicios habituales para aclimatarse a esa altitud. Volver abajo a dormir, hacer un par de ciclos más así, y finalmente dormir arriba. Algo que cada vez era más complicado. El oxígeno no era precisamente abundante a sus casi nueve mil metros de altitud. Joder, solo decirlo era una locura.

Ya asentada ahí arriba, Elyria montó su tienda de campaña. Este sería el último campamento, y solo quedaba el tramo final. Tras avanzar un poco para investigar, la marine pudo notar cómo lo que le quedaba, efectivamente, no iba a ser tan fácil. Para nada. La única forma de subir era una imponente pared, prácticamente vertical. Y con mucho, mucho hielo, viento, y muchos más peligros que ni podía ver desde donde estaba. El mapa que le dió el capitán ni siquiera daba nada de información de este área, y Elyria podía llegar a entender el por qué.

En cualquier caso, necesitaba todas las fuerzas que pudiese acumular, así que se tomó unos días para descansar y terminar de aclimatarse a esta altura. Y esperando a que mejorase un poco el tiempo. Un poco menos de viento podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Tenía que estar atenta, o las consecuencias serían fatales.

Finalmente, llegó el momento. Tocaba subir, enfrentarse al último y más difícil reto hasta el momento. Y durante estos días, había ideado un pequeño plan. Era algo realmente sencillo, pero igualmente efectivo. Su energía elemental de hielo era especialmente afín y fácil de usar a estas temperaturas, así que simplemente, comenzó a crear pequeñas plataformas de hielo en la pared, a modo de escalera. Luego solo tenía que usarlas, ir creando más, y así conseguir subir poco a poco. Eso sí, pudo notar cómo gradualmente, aumentaban las fuerzas g. Y bajaban las temperaturas. Nada de lo que preocuparse demasiado aún, pero que podría volverse un problema si seguía así mucho rato.

Pero entonces el viento comenzó a pegar más fuerte, de lado a lado, amenazando con tirarla de sus plataformas. Antes de que la cosa se pusiese fea, creó unas pequeñas paredes de hielo a los lados de sus pies, para así evitar resbalarse a la primera de cambio. Y más lentamente que antes, siguió subiendo, con sumo cuidado. Pero no parecía ser algo temporal. O al menos, no algo que fuese a acabar pronto. Cuánto más subía, más fuerte golpeaba. Hasta el punto en el que…

“¡Joder!” Gritó Elyria en voz alta, recibiendo de lleno una potente ráfaga que rompió sus murallas de hielo, tirándola a una caída mortal. Solo tuvo unos instantes para reaccionar. Unos instantes en los que sus brazos se agarraron a lo primero que pudieron. Y ese algo fueron unas grietas en la pared de la montaña. Los brazos de la marine comenzaron a sangrar, adormecidos por el dolor. Frenar una caída, aún si era el inicio de esta, metiendo los brazos en un hueco lleno de rocas afiladas no era ninguna tontería. Los gritos de dolor resonaban contra la roca y la nieve, pero nadie podía escucharlos. Sus manos, que eran terriblemente sensibles, quedaron prácticamente inutilizadas, y el frío congelaba sus músculos y solo sumaba al intenso dolor.

El viento seguía sin dar tregua, haciendo que el cuerpo colgante de Elyria chocase continuamente contra la pared. Tenía que hacer algo antes de que fuese demasiado tarde. No pensaba morir allí, tenía que moverse antes de no poder usar los brazos. Dudaba que quedase mucho para llegar a ese punto si seguía a este ritmo.

Así que con mucho esfuerzo, creó una plataforma en sus pies. Una más gruesa, que no la volviese a tirar de esa forma. Entonces sacó los brazos de la grieta, sus mangas llenas de sangre, goteando sobre su cuerpo. Los cubrió rápidamente con su haki de armadura, aunque fuese solo para que el último tramo hasta un lugar medianamente seguro no los terminara de insensibilizar. Y aún así, cada roce con la roca dolía cómo si le clavaran mil agujas.

Consiguió llegar a un saliente de roca a duras penas, y se subió, jadeando agotada. Tal vez podría descansar un po— ¡No, no no! ¡Ni de coña! Gritó en su cabeza, al ver la cueva. Lo que sea menos eso. Recuerdos de su secuestro invadieron su mente tan solo con pensar en descansar ahí. En pasar más de unos segundos cerca. Miró a sus manos, sangrando e insensibles. Todo le recordaba a ese momento tan traumático. “¡Nooooooooo!”

Su respiración se aceleró, y el aire no tenía precisamente mucho oxígeno a esta altitud. Comenzó a marearse, paralizada por sus miedos más profundos. Tenía que salir de ahí cómo fuera. Rápidamente, y claramente sin la capacidad necesaria, volvió a ponerse a escalar. Las fuerzas g aumentaban, pero ahora mismo solo podía usar ese dolor para quitarse sus traumas de la cabeza. Algo tenía que ocupar su mente, aún si solo eran ganas de arrancarse los brazos.

Cada minuto desde aquel golpe se sentía como horas, pero al menos su cabeza ya estaba demasiado ocupada intentando sobrevivir cómo para irse por dónde no debía. Su haki de armadura le permitía seguir, pero no sabía cuánto podría aguantar. Las temperaturas no paraban de bajar, y el viento estaba volviendo a ponerse peligroso. Suspirando, Elyria se quitó los guantes. No quería destrozarlos, y viendo lo que le esperaba arriba, y el frío extremo… Su propio cuerpo sólo estaba sobreviviendo gracias a las plantas de protección contra el frío. Ver sus manos, usarlas desnudas en un terreno tan duro… No le hacía gracia. Pero a veces había que tomar decisiones de mierda. Y habían llegado a un punto en que ya no sentían nada. Ni siquiera dolor. Tampoco tenían mucha fuerza, pero le servirían cómo apoyo y cómo palanca.

Siguió subiendo, esta vez aferrándose a las cada vez más numerosas grietas del escarpado terreno. Todo su cuerpo sangrando, su sangre congelándose nada más salir de su cuerpo, frenando hemorragias. Deslices, viento, y un desprendimiento de roca que le dejó clavado un trozo en el hombro. Definitivamente tenía que llegar hoy. Si tardaba demasiado, o incluso si paraba a descansar, o bajaba, moriría. Necesitaba ser tratada, su cuerpo no aguantaría cuándo perdiese esa adrenalina que le permitía seguir adelante.

Ya quedaba poco. Podía ver la cima si miraba arriba, al horizonte de su visión borrosa. Las fuerzas g eran insoportables, y granizo comenzó a caer del cielo cómo balas, desgarrando su ropa, su piel. Consiguió cubrir su cabeza con haki de armadura y una especie de casco de hielo, pero requería toda su concentración, así que tuvo que liberar el de sus brazos. En un último empujón de dolor y desesperación, alcanzó el borde del precipicio que llevaba a la cima. ¿Qué clase de fuerzas habían creado esta monstruosidad?

Usó la última gota de sus fuerzas para impulsarse hacia arriba, llegar finalmente a una superficie horizontal, a una zona segura. ¿Qué pasaría si se hubiese confundido de montaña? No. Imposible, no había nada igual. Gateando por el suelo, miró hacia delante. El castillo de cristal. Jadeando, buscó sus guantes. No podía aparecer delante de las mujeres que quería que le entrenasen con las manos desnudas. No quería que viesen algo así… Se los puso a duras penas, y se dirigió a su destino, prácticamente arrastrando su cuerpo por el suelo, sin poder ponerse de pié.

Finalmente, llegó a la puerta. Semi inconsciente, pudo ver cómo se abría.

“Enhorabuena,” fue lo último que escuchó antes de perder el conocimiento. Lo había conseguido.



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La cumbre de cristal I. Llegada. Empty Re: La cumbre de cristal I. Llegada. {Jue 4 Abr 2024 - 21:19}

¡Buenas! En líneas generales el diario me ha gustado, tiene momentos muy bien desarrollados que muestran las convicciones del personaje y su personalidad tal cual es, sin embargo me gustaría destacar algunas nimiedades para futuros diarios que me surgieron mientras leía.

La primer parte del diario, en especial durante los primeros párrafos hay varias oraciones que se traban, esto creo que se debió más al apuro al darle una revisión final o al hecho de que has querido colocar una expresión diferente a último momento quedando oraciones del índole "dejarla la carga" "ni no poder" que me hicieron desconectar un poco (un inicio algo enredado desde la lectura que después se diluyó por lo que no es determinante pero me gusta apuntarlo ya que he visto no es la primera vez que suele sucederte).

Yendo a la subida y la parte del entrenamiento en sí, llega cierto punto que la repetición suele hacerse un poco tediosa para la lectura. Comprendo que es una escalada y hay poco para desarrollar, cuando es así en lo personal me gusta la frase de "menos es más" quizás omitiendo un poco los días mas rutinarios (sabiendo que los cambios bruscos y las fuerzas g serían pan de cada día). En esta primera mitad siento que se perdieron oportunidades de explorar más en profundidad al personaje al hacer una descripción tan lineal de los días de escalada.

No obstante, me agradó cuando a raíz de la aparición de Nissa (y al parecer el momento en el que este diario se retomó en su escritura) el diario vuelve a fluir mucho mejor con un giro más orientado al desarrollo no solo de una rutina si no de Elyria en particular con escenas que pese a ser simples (rescate del cachorro, discusión con Ruby, la montaña devolviendo el favor, el trauma de la cueva oscura, el sacrificio de sus manos ya heridas) dan mucha riqueza a como Elyria logra hacer frente a las adversidades y a la vez su voluntad toma fuerzas.

En cuanto a premios: Te llevas 1000 px y 100 doblones que te quedan en -200 tras llevarte los power up (2 míticos y 2 genuinos que valen 300 doblones) veo las justificaciones correctas dado a que a medida que avanza el diario se ve a Elyria en un constante estrés y llega a llevar a su cuerpo al límite en más de una ocasión. Las cuentas también cuadran para la adquisición de todos los PU.

Siempre puedes pedir una segunda moderación si no estás de acuerdo con algo de lo expuesto o necesitas un segundo punto de vista, un saludo.
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La cumbre de cristal I. Llegada. Empty Re: La cumbre de cristal I. Llegada. {Jue 4 Abr 2024 - 21:31}

Corrección aceptada :) Y sí, se me fue un poco con todos los cambios
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La cumbre de cristal I. Llegada. Empty Re: La cumbre de cristal I. Llegada. {Jue 4 Abr 2024 - 21:40}

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La cumbre de cristal I. Llegada. Empty Re: La cumbre de cristal I. Llegada. {}

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