[Privado - Pasado] Destino y Bushido.

Sin más sobresaltos remarcables empezaron las típicas presentaciones formales, al menos las de uno de los dos tipos, el tal Raion Blaze. Comenzaron a medio pelear entre ellos, verbalmente claro está, con la típica disputa de ratón y gato que en el fondo se llevan bien por ser compañeros de mil fatigas. El otro pirata hizo alusión a las patadas en el trasero, pero parecía que hablaba con su compañero, por lo que Yukie se solidarizó con él con una breve risa que no pudo contener. La verdad es que desde fuera del combate la idea de patear culos le resultaba una imagen bastante graciosa en su mente. Lo bueno de aquello es que mientras no les hiciese un “reconocimiento táctil” podía imaginarse a aquellos hombres como quería, aunque instintivamente siempre les ponía la misma cara, la única que recordaba con claridad.

El tendero trajo varios platos con carne y Yukie le saludo respetuosamente juntando las palmas de las manos antes de que se volviese a ir hacia la cocina. ¿Su historia? Se quedó unos breves instantes pensativa ante aquella pregunta. Sabía que mucha gente le dedicaba alguna mirada con esa misma pregunta impresa en ella, pero pocos se la formulaban directamente y a veces ni siquiera esperaban obtener una respuesta al hacerlo.

- Así que quieres oír mi historia. Dijo metiéndose un gran pedazo de carne en la boca, el cual masticó y tragó rápidamente. Lo mejor será empezar desde el principio. ¿Queréis saber cómo me hice esta cicatriz? Dijo con una amplia sonrisa mientras se señalaba los ojos cortados. Bueno, mi padre era un alcohólico como tú, pero mucho peor. Una noche se volvió más loco de lo normal y lo quiso pagar con mi madre. Ella agarró un cuchillo de cocina para defenderse y eso a él no le gustó nada. Ni un pelo. Así que mientras yo observaba, le arrebató el cuchillo y rio como un demente mientras la rebanaba. Luego vino hasta donde yo estaba y me dijo: una niñita no debería presenciar este tipo de cosas, así que puso el cuchillo en mi cara y… ya sabéis el resto.

Yukie estaba tan seria que cualquiera habría pensado que lo que contaba era cierto, pero no aguantó mucho más, tuvo que reírse o si no explotaba. Le encantaba inventarse ese tipo de historias para quitar importancia el asunto. Cogió otro pedazo de carne y casi, casi lo engulló de un bocado. Un imbécil me hizo esto hace mucho tiempo, ni se quién era ni me importa. Luego tuve un buen maestro que fue como un padre para mí, esa es toda la historia. Tras un corto periodo de silencio, preguntó. Aún no se tu nombre, por cierto, no te hagas de rogar tanto. Estaba dirigido al hombre de la petaca, obviamente. Si lo volvía a pensar detenidamente seguía sin tener claras sus intenciones, pero oye, estaba pasando un buen rato en compañía y encima había tenido un combate. ¿Qué más se puede pedir?

Yukie escuchó con interés la historia de aquel hombre, era lo menos que podía hacer después de habérsela metido doblada. En el fondo corroboró lo que en un principio había supuesto: era un hombre de honor. Aunque parezca mentira ya con el primer puñetazo apuntaba maneras, pues a la chica le dio la impresión de que en el último momento habría parado el golpe si no hubiese podido esquivarlo. Se alegró al oír como quería mantener vivo el legado de su maestro, igual que ella en cierto modo. Incluso masticó más despacio para prestarle más atención.

Por su parte el otro hombre se mantuvo más al margen, comiendo como un descosido, por lo que le pareció apreciar pero al margen al fin y al cabo. Al menos creyó haber captado su atención con aquella fábula fantasiosa sobre su pasado ya que mientras la contaba se produjo un inquietante silencio. Atendiendo a sus plegarias, Willem no se hizo de rogar y compartió su nombre con ella. Cada palabra era extremadamente importante para Yukie, más que el hecho de que fuese rubio, moreno o no tuviese nariz.

Aquí vino el quid de la cuestión. La razón última por la que andaban detrás de ella y no emborrachándose en cualquier taberna. Sería estúpido decir que a estas alturas Yukie no se había dado cuenta o no se había hecho una idea de lo que buscaban. Dudó mucho en un principio, en el fondo porque no quería creer que dos hombres seguramente entrados en años habían pensado en una ciega como miembro de su tripulación sin siquiera conocerla. Lo que se conoce comúnmente como una corazonada, puede salir bien o puede salir mal… y eso ahora dependía de ella o mejor dicho de su respuesta.

Nakama de unos piratas. Cuanto más se lo repetía mentalmente más ridículo le resultaba. Preguntarse qué pensaría su maestro de ella también era inútil pues siempre le incitó a perseguir sus sueños. Si lo pensaba detenidamente siempre quiso conocer el reino de Wano, más que cualquier otra cosa, le maravillaban las historias de su maestro sobre su país natal. El Nuevo Mundo… realmente sonaba como un lugar peligroso, y nunca sabría si era cierto si se quedaba eternamente pidiendo en la esquina de una plaza. ¿Qué podía perder si aceptaba esa proposición? Podía acabar detenida por la Marina o hundida en alta mar junto a su posible barco o Dios sabe que otras cosas peores le esperaban. Bueno, ella sí que lo sabía: podía acabar pudriéndose en aquella villa.

Escupió en su propia mano y se la tendió a Willen sonriendo. Eso era lo que hacían los piratas, ¿no? Así era como sellaban los tratos los buenos camaradas por lo que tenía entendido. Sentía que aquel era el comienzo de algo, no solo una nueva etapa de su vida, algo más. ¿Quizás el destino le daba la oportunidad de alcanzar sus sueños? El destino lo labra cada persona con sus acciones, eso lo tenía claro, pero a veces hay que tirarse a la piscina de las oportunidades que se presentan, pues esa piscina solo está llena de agua muy poco tiempo.