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De repente se encontró solo. Tras despertarse de una breve y merecida siesta se dio cuenta de que en el campamento no quedaba ya nadie. De hecho ni siquiera había ya un campamento. Las tiendas habían desaparecido y el único signo de que había estado allí eran un par de cantimploras y una pequeña mochila que resultó estar repleta de comida y una brújula.
-"Al menos podrían haberme despertado." -pensó Arribor mientras se levantaba. No estaba seguro de cuanto había dormido pero no creía que hubiera sido más de unos minutos. Además las huellas en la arena parecían bastante recientes, así que imaginó que tendrían algo de prisa. Tanto daba. Lo único que le interesaba de aquella gente era su comida y su agua y eso lo tenía.
El pirata echó una ojeada a su alrededor y se preguntó si la otra gente seguiría por allí. A lo lejos, al otro lado del río, podía ver todavía la tenue luz que emitía la hoguera del tipo de la espada. Desde tan lejos se veía como un diminuto punto de luz y le resultaba imposible saber si aquel hombre seguía allí. Quizás el supuesto "Guardián" aún anduviera también por la zona. ¿Y qué había sido del tipo pelirrojo? ¿Y de las dos chicas?Realmente habían desaparecido todos.
-"Tal vez debería tomármelo como algo personal... En fin, ¿a quien le importa?"
El moreno cogió una de las cantimploras y se sentó de nuevo frente a la hoguera tras saludar al encapuchado que había allí sentado. Dio un largo trago y comenzó a pensar en su siguiente paso. Supuso que debería buscar un barco o al... "Un momento." -pensó en un momento de lucidez. ¿A quién demonios había saludado? Arribor se giró lentamente hacia su izquierda y se topó de bruces con un hombre encapuchado y totalmente vestido de negro. Luego volvió a mirar a la hoguera, dio otro corto trago a la cantimplora y se giró de repente con una mirada de sorpresa en su rostro.
-¡¿Quién demonios eres tú?! -exclamó poniéndose en pie. Había tardado un poco en caer en la cuenta de que no debería estar allí pero ya no le pillaría por sorpresa.
El desconocido no dijo nada. No produjo ni el más mínimo sonido. Simplemente se levantó en silencio e hizo un leve gesto a su espalda. Tras esto aparecieron unos 6 o 7 hombres más, todos ellos armados y preparados para atacar. Arribor sonrió, ya tenía su respuesta. No necesitaba saber el nombre de aquel tipo, solo debía saber que tenía que acabar con ellos. Un trabajo fácil.
Pateó uno de los troncos en llamas que formaban la hoguera, de manera que este se alzó hasta su altura. Lo cogió el vuelo y sin esperar un segundo lo estrelló contra la cara del hombre más cercano. Al instante empezó la pelea. El grupo de encapuchados de lanzó a por él y Arribor respondió con la misma fiereza. Pateó el rostro de uno de ellos y girando sobre sí mismo agarró la cabeza de otro por la nuca y la hundió en la arena con todas sus fuerzas. La nube de polvo, sumada a la anaranjada luz del las llamas daba al lugar un ambiente caótico e infernal. Agarró la pierna del siguiente adversario y con un rápido movimiento lo desequilibró a la vez que su puño impactaba en su rostro. En ese momento un chasquido a su espalda llamó su atención y apenas tuvo tiempo de girarse antes de que la baña le impactase en el rostro. El moreno lo miró con una demoníaca expresión y, en el momento en que una nueva bala era disparada, golpeó el cañón del arma impidiendo que el proyectil se disparara. El rilfle se hizo añicos pero el moreno no se detuvo, en el mismo golpe estrelló su puño en la cara del encapuchado lanzándolo por los aires.
Solo quedaba uno. Este echó a correr aprovechando la confusión. Arribor lo miró, acababa de dar con una solución a sus problemas. Decidió que seguiría las huellas del encapuchado y se llevaría su barco. Ya se disponía a recoger las cosas y largarse cuando se percató de que aún quedaba alguien más.
-¿Cuánto tiempo planeas quedarte ahí escondido? -exclamó Arribor sin tener muy claro a quien le hablaba.
OFF: Esto último lo he puesto por si alguno de vosotros quiere aparecer de repente. Sino pues diré que es otro pirata y au xD
-"Al menos podrían haberme despertado." -pensó Arribor mientras se levantaba. No estaba seguro de cuanto había dormido pero no creía que hubiera sido más de unos minutos. Además las huellas en la arena parecían bastante recientes, así que imaginó que tendrían algo de prisa. Tanto daba. Lo único que le interesaba de aquella gente era su comida y su agua y eso lo tenía.
El pirata echó una ojeada a su alrededor y se preguntó si la otra gente seguiría por allí. A lo lejos, al otro lado del río, podía ver todavía la tenue luz que emitía la hoguera del tipo de la espada. Desde tan lejos se veía como un diminuto punto de luz y le resultaba imposible saber si aquel hombre seguía allí. Quizás el supuesto "Guardián" aún anduviera también por la zona. ¿Y qué había sido del tipo pelirrojo? ¿Y de las dos chicas?Realmente habían desaparecido todos.
-"Tal vez debería tomármelo como algo personal... En fin, ¿a quien le importa?"
El moreno cogió una de las cantimploras y se sentó de nuevo frente a la hoguera tras saludar al encapuchado que había allí sentado. Dio un largo trago y comenzó a pensar en su siguiente paso. Supuso que debería buscar un barco o al... "Un momento." -pensó en un momento de lucidez. ¿A quién demonios había saludado? Arribor se giró lentamente hacia su izquierda y se topó de bruces con un hombre encapuchado y totalmente vestido de negro. Luego volvió a mirar a la hoguera, dio otro corto trago a la cantimplora y se giró de repente con una mirada de sorpresa en su rostro.
-¡¿Quién demonios eres tú?! -exclamó poniéndose en pie. Había tardado un poco en caer en la cuenta de que no debería estar allí pero ya no le pillaría por sorpresa.
El desconocido no dijo nada. No produjo ni el más mínimo sonido. Simplemente se levantó en silencio e hizo un leve gesto a su espalda. Tras esto aparecieron unos 6 o 7 hombres más, todos ellos armados y preparados para atacar. Arribor sonrió, ya tenía su respuesta. No necesitaba saber el nombre de aquel tipo, solo debía saber que tenía que acabar con ellos. Un trabajo fácil.
Pateó uno de los troncos en llamas que formaban la hoguera, de manera que este se alzó hasta su altura. Lo cogió el vuelo y sin esperar un segundo lo estrelló contra la cara del hombre más cercano. Al instante empezó la pelea. El grupo de encapuchados de lanzó a por él y Arribor respondió con la misma fiereza. Pateó el rostro de uno de ellos y girando sobre sí mismo agarró la cabeza de otro por la nuca y la hundió en la arena con todas sus fuerzas. La nube de polvo, sumada a la anaranjada luz del las llamas daba al lugar un ambiente caótico e infernal. Agarró la pierna del siguiente adversario y con un rápido movimiento lo desequilibró a la vez que su puño impactaba en su rostro. En ese momento un chasquido a su espalda llamó su atención y apenas tuvo tiempo de girarse antes de que la baña le impactase en el rostro. El moreno lo miró con una demoníaca expresión y, en el momento en que una nueva bala era disparada, golpeó el cañón del arma impidiendo que el proyectil se disparara. El rilfle se hizo añicos pero el moreno no se detuvo, en el mismo golpe estrelló su puño en la cara del encapuchado lanzándolo por los aires.
Solo quedaba uno. Este echó a correr aprovechando la confusión. Arribor lo miró, acababa de dar con una solución a sus problemas. Decidió que seguiría las huellas del encapuchado y se llevaría su barco. Ya se disponía a recoger las cosas y largarse cuando se percató de que aún quedaba alguien más.
-¿Cuánto tiempo planeas quedarte ahí escondido? -exclamó Arribor sin tener muy claro a quien le hablaba.
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El marine continuaba tranquilamente allí sentado cuando de repente el hombre al que había visto meterse bajo tierra aparecía. Este avanzaba hacia él despacio, el castaño llevó la mano al mango de su enorme espadón mientras fruncía el ceño. De repente pudo ver como más de aquellos idiotas que le habían atacado antes surgían de repente de las dunas, aquel tipo empezó a hacer surgir arena que empezó a matar aquellos tipos, además se metió anteriormente en ella. El marine alzó una ceja, un usuario logia de arena, un enemigo peligroso a fin de cuentas, se fue levantando mientras sacaba su enorme arma. Sus ojos estaban fijos en aquel tipo cuando de repente hubo un cambio de planes. Aquel tipo le habló de repente diciendo ser un agente del gobierno mundial, algo que dijo que Krauser seguramente no conocía en su rango. Era algo cierto, en su rango no debía conocer aquello pero sin embargo este ya sabía de la existencia de estos hombres.
Esto era debido a su encuentro en el reino de Sakura con Meneror, el pirata peliblanco que le aclaró muchas cosas. De repente vio salir al extraño ser blanco de antes y aquel tipo se presentó como Kyoji Kagami. Le propuso ocuparse de los del campamento ya que él se veía incapaz de tocar a una mujer. Eso hizo que el sargento guardara ya su arma confiado, no pensaba golpear físicamente a una mujer y nunca lo haría. Otra cosa era usar la espada, en condiciones de armas blancas ya pensaba de una forma muy distinta pues era más habilidad que fuerza física y ahí la mujer no tenía argumentos o eso pensaba. Quería saber si eran piratas o enemigos del gobierno antes de atacar, fuera como fuera estaba claro que los dos eran aliados. Tampoco sabía el grado de CP que su compañero tenía, podía ser un agente del CP9 o uno del CP1, aunque tratándose del sitio calculaba que no debía ser muy alto.
De repente antes de decir nada miró hacia la hoguera y se pudo dar cuenta de que las mujeres y el chico rubio ya no estaban. Solo estaba el tipo del parche y un hombre encapuchado, de repente el tipo encapuchado se levantó y más tipos armados salieron y comenzaron a pelear con el moreno. El marine de repente volvió a observar al agente del gobierno fijamente aquellos ojos extraños que poseía. Acto seguido las vendas de su boca por fin se movieron dando la señal de que iba a hablar, el tono que usó era uno tranquilo e inexpresivo. Parecía estar serio en sus palabras y no bromeaba con nada de lo que decía. El tipo de la espada era uno de los mejores asesinos de toda la marina y se notaba por su forma analítica de hacer o ver las cosas o sus movimientos perfectos de asesinato. Tampoco tenía piedad con sus objetivos y además era muy difícil de manejar a no ser que se lo ordenase un superior.
- De modo que eres un agente del gobierno y precisamente del Cipher Pol. Conozco ese grupo, no te preocupes, en cuanto a tu petición creo que deberías mirar a tu espalda. Las mujeres se han ido, solo queda el moreno y esos nuevos que han aparecido. De todas formas parece ser que vamos a colaborar.
Dijo apuntando al norte por el que llegaba un grupo de unos veinte tipos armados y encapuchados, parecían ser un buen grupo pero el asesino no temía a nada. Aquello solo era una prueba más para su poder, de repente sonrió de lado ofreciéndole la mano aquel tipo. Se la diese o no, segundos después lo miraría.
- A divertirse. Me llamo Krauser.
De repente salió corriendo cuesta abajo y saltó el rio con fuerza, escuchó las palabras del moreno pero lo ignoro y pasó por su lado a toda velocidad, no pretendía esconderse de nadie. De repente empezó a correr hacia el grupo de tipos que iban hacia él. No se lo pensó mucho y no sabía si el tipo de la arena le seguiría o no. Sacó su enorme arma y se lanzó contra el grupo lanzando tajos a ciegas intentado matarles, la sangre salía por todos lados sin parar. En pocos segundos de aquellos veinte que quedaban ya solo había doce, se había cargado a ocho sin pensárselo. En su cuerpo había varias heridas, no le preocupaban para nada y seguía con su espada empuñada observando al grupo. Los cuerpos partidos por la mitad abundaban al igual que las cabezas en los suelos y las extremidades, ahora quedaba esperar. Quería dejarles los siguientes a Kyoji y al otro para que se divirtieran, en cuanto acabasen se largaría del desierto.
Esto era debido a su encuentro en el reino de Sakura con Meneror, el pirata peliblanco que le aclaró muchas cosas. De repente vio salir al extraño ser blanco de antes y aquel tipo se presentó como Kyoji Kagami. Le propuso ocuparse de los del campamento ya que él se veía incapaz de tocar a una mujer. Eso hizo que el sargento guardara ya su arma confiado, no pensaba golpear físicamente a una mujer y nunca lo haría. Otra cosa era usar la espada, en condiciones de armas blancas ya pensaba de una forma muy distinta pues era más habilidad que fuerza física y ahí la mujer no tenía argumentos o eso pensaba. Quería saber si eran piratas o enemigos del gobierno antes de atacar, fuera como fuera estaba claro que los dos eran aliados. Tampoco sabía el grado de CP que su compañero tenía, podía ser un agente del CP9 o uno del CP1, aunque tratándose del sitio calculaba que no debía ser muy alto.
De repente antes de decir nada miró hacia la hoguera y se pudo dar cuenta de que las mujeres y el chico rubio ya no estaban. Solo estaba el tipo del parche y un hombre encapuchado, de repente el tipo encapuchado se levantó y más tipos armados salieron y comenzaron a pelear con el moreno. El marine de repente volvió a observar al agente del gobierno fijamente aquellos ojos extraños que poseía. Acto seguido las vendas de su boca por fin se movieron dando la señal de que iba a hablar, el tono que usó era uno tranquilo e inexpresivo. Parecía estar serio en sus palabras y no bromeaba con nada de lo que decía. El tipo de la espada era uno de los mejores asesinos de toda la marina y se notaba por su forma analítica de hacer o ver las cosas o sus movimientos perfectos de asesinato. Tampoco tenía piedad con sus objetivos y además era muy difícil de manejar a no ser que se lo ordenase un superior.
- De modo que eres un agente del gobierno y precisamente del Cipher Pol. Conozco ese grupo, no te preocupes, en cuanto a tu petición creo que deberías mirar a tu espalda. Las mujeres se han ido, solo queda el moreno y esos nuevos que han aparecido. De todas formas parece ser que vamos a colaborar.
Dijo apuntando al norte por el que llegaba un grupo de unos veinte tipos armados y encapuchados, parecían ser un buen grupo pero el asesino no temía a nada. Aquello solo era una prueba más para su poder, de repente sonrió de lado ofreciéndole la mano aquel tipo. Se la diese o no, segundos después lo miraría.
- A divertirse. Me llamo Krauser.
De repente salió corriendo cuesta abajo y saltó el rio con fuerza, escuchó las palabras del moreno pero lo ignoro y pasó por su lado a toda velocidad, no pretendía esconderse de nadie. De repente empezó a correr hacia el grupo de tipos que iban hacia él. No se lo pensó mucho y no sabía si el tipo de la arena le seguiría o no. Sacó su enorme arma y se lanzó contra el grupo lanzando tajos a ciegas intentado matarles, la sangre salía por todos lados sin parar. En pocos segundos de aquellos veinte que quedaban ya solo había doce, se había cargado a ocho sin pensárselo. En su cuerpo había varias heridas, no le preocupaban para nada y seguía con su espada empuñada observando al grupo. Los cuerpos partidos por la mitad abundaban al igual que las cabezas en los suelos y las extremidades, ahora quedaba esperar. Quería dejarles los siguientes a Kyoji y al otro para que se divirtieran, en cuanto acabasen se largaría del desierto.
Kyoji Kagami
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El tiempo pasó sin más, y el marine parecía absorto pensando algo. Gracias a mis dotes para la observación ya me hacía una idea de la forma de actuar de aquel grandullón con espada, y a juzgar por sus gestos deduje que estaba haciendo memoria sobre la existencia de mi grupo, aunque era poco probable que lo conociera. Sin embargo, me sorprendió gratamente, pues tras la pausa y el silencio, su respuesta fue que, efectivamente, había oído sobre el Cipher Pol, y no sólo eso, sino que cooperaría conmigo. Aquello era una buena noticia, no obstante, en ese momento me di cuenta, tras un comentario por su parte, del cambio en la situación que acabábamos de tener. Ahora sólo quedaban unos tipos recién aparecido, y el moreno pasota con el que me había topado antes. Aquello lo cambiaba todo.
-Dada la actual situación, no creo que su ayuda sea necesaria. Tendré en cuenta su nombre a la hora de realizar un informe. –Dije mientras apretaba su mano, pues poco antes me la había tendido, y mi educación me instó a aceptársela pese a declinar ahora su ayuda. De hecho, creo que no oyó mis palabras, pues salió disparado a acabar con aquellos sujetos. –¿Pero qué…? –Aquello fue lo único que atisbé a decir, atónito. Al menos, antes de irse, se presentó como Krauser, aunque al decir que iba a divertirse, me pareció que no era el clásico marine que creía a pies juntillas en la justicia, y abogaba por la paz. Todo lo contrario, y sus siguientes actos, certificaron aquella acertada primera idea.
En cuestión de un momento se había colocado frente a los nuevos “invitados” que acababan de aparecer. Eran una veintena en total, seguramente no tendría problemas, pero decidí acercarme a comprobar sus habilidades en primera persona. –No lo hace nada mal… -Susurré para mí mismo al verlo desenvolverse. Sin duda alguna, con el tiempo se haría muy, muy poderoso, incluso ahora era alguien muy fuerte, y me alegraba tenerlo de mi lado. Me comencé a acercar al tipo moreno del campamento, mi idea era ocuparme yo de él mientras Krauser se encargaba de los invitados de última hora, sin embargo estos se entrometieron. Él había acabado con sus ocho, pero los otros doce se dividieron en dos grupos, uno de los cuales se apresuró a rodearme. –Vaya, que miedo. –Dije con tono seco, inexpresivo. Se notaba a la legua la falta de miedo en mi voz, tenía tan claro que aquellos tipos eran escoria que no me molestaría siquiera en pelear de forma seria.
Dos de ellos saltaron, espada en mano, a por mí por la espalda. Por su parte, los dos de enfrente, apuntaron en mi dirección con sus rifles, abriendo fuego sin dudar un segundo. –Qué divertido… -Dije tornándome en arena, para que las balas pasaran a través de mi cuerpo y abatieran a los que habían saltado tras de mí. –Sin embargo, tengo algo de prisa… -Añadí finalmente, mientras con la arena bajo sus pies, y valiéndome de estar peleando en un desierto, mi lugar predilecto, hundí a aquellos hombres en la arena hasta el cuello. Sólo quedaban cuatro cabezas que gritaban obscenidades contra mí, aunque sin resultado aparente. Me limité a apretar los cuerpos de aquellos hombres con la tierra del desierto, hasta que sus huesos crujieron, hasta que sus órganos cedieron, hasta que, de forma irremediable, la vida dejó sus cuerpos, ahora comprimidos por cientos de quilos de arena.
Con aquellos acabados quedaba el tipo moreno, que había sido atacado por otros seis de estos, al igual que yo. La verdad era que no tenía demasiadas ganas de capturarlo, además, no se veía alguien realmente peligroso, así que tan sólo me senté sobre la arena a observar qué hacía este, y sobre todo, qué decidía el sargento Krauser. Tomaría su decisión como propia.
-Dada la actual situación, no creo que su ayuda sea necesaria. Tendré en cuenta su nombre a la hora de realizar un informe. –Dije mientras apretaba su mano, pues poco antes me la había tendido, y mi educación me instó a aceptársela pese a declinar ahora su ayuda. De hecho, creo que no oyó mis palabras, pues salió disparado a acabar con aquellos sujetos. –¿Pero qué…? –Aquello fue lo único que atisbé a decir, atónito. Al menos, antes de irse, se presentó como Krauser, aunque al decir que iba a divertirse, me pareció que no era el clásico marine que creía a pies juntillas en la justicia, y abogaba por la paz. Todo lo contrario, y sus siguientes actos, certificaron aquella acertada primera idea.
En cuestión de un momento se había colocado frente a los nuevos “invitados” que acababan de aparecer. Eran una veintena en total, seguramente no tendría problemas, pero decidí acercarme a comprobar sus habilidades en primera persona. –No lo hace nada mal… -Susurré para mí mismo al verlo desenvolverse. Sin duda alguna, con el tiempo se haría muy, muy poderoso, incluso ahora era alguien muy fuerte, y me alegraba tenerlo de mi lado. Me comencé a acercar al tipo moreno del campamento, mi idea era ocuparme yo de él mientras Krauser se encargaba de los invitados de última hora, sin embargo estos se entrometieron. Él había acabado con sus ocho, pero los otros doce se dividieron en dos grupos, uno de los cuales se apresuró a rodearme. –Vaya, que miedo. –Dije con tono seco, inexpresivo. Se notaba a la legua la falta de miedo en mi voz, tenía tan claro que aquellos tipos eran escoria que no me molestaría siquiera en pelear de forma seria.
Dos de ellos saltaron, espada en mano, a por mí por la espalda. Por su parte, los dos de enfrente, apuntaron en mi dirección con sus rifles, abriendo fuego sin dudar un segundo. –Qué divertido… -Dije tornándome en arena, para que las balas pasaran a través de mi cuerpo y abatieran a los que habían saltado tras de mí. –Sin embargo, tengo algo de prisa… -Añadí finalmente, mientras con la arena bajo sus pies, y valiéndome de estar peleando en un desierto, mi lugar predilecto, hundí a aquellos hombres en la arena hasta el cuello. Sólo quedaban cuatro cabezas que gritaban obscenidades contra mí, aunque sin resultado aparente. Me limité a apretar los cuerpos de aquellos hombres con la tierra del desierto, hasta que sus huesos crujieron, hasta que sus órganos cedieron, hasta que, de forma irremediable, la vida dejó sus cuerpos, ahora comprimidos por cientos de quilos de arena.
Con aquellos acabados quedaba el tipo moreno, que había sido atacado por otros seis de estos, al igual que yo. La verdad era que no tenía demasiadas ganas de capturarlo, además, no se veía alguien realmente peligroso, así que tan sólo me senté sobre la arena a observar qué hacía este, y sobre todo, qué decidía el sargento Krauser. Tomaría su decisión como propia.
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El desierto se había convertido en un campo de batalla. Al poco tiempo de derrotar a los hombres vestidos de negro, una nueva horda de enemigos se aproximó al campamento, o al menos a lo que quedaba de él. Arribor confiaba en que las huellas del otro tipo no se borraran durante la refriega, aunque por si acaso decidió llevar él la iniciativa. De esa manera evitaría que borrasen el rastro. Por otro lado, tampoco podía dejar que fuesen tras él y lo matasen por dejarlos tirados, sino no podría seguirlo hasta su barco. Realemente era un tipo muy molesto.
El pirata se dispuso a atacar cuando vio como a lo lejos se estaba produciendo otra batalla. El tipo de la espada estaba dando buena cuenta de otro grupo de enemigos. -"Parece que no podré ir a por ti, amigo." -pensó Arribor. Lo cierto era que le hubiese gustado enfrentarse a aquel hombre. En fin, no le quedaba más remedio que dejarlo pasar si quería salir de aquel desierto de mala muerte.
Mientras se encontraba sumergido en sus cavilaciones oyó el agudo silbido de una espada al cruzar el aire. El moreno pudo apartarse justo a tiempo y evitar que rebanara su cuello. Agarró al tipo del cuello y lo utilizó como arma arrojadiza contra el resto de adversarios, aunque sin llegar a derribar a ninguno. A aquella gente parecía que no le importara en absoluto lo de sus miembros caídos. Mejor para él, así no tendría que tener piedad de ellos.
Apretó los dos anillos en los que ocultaba unas púas y se hirió con ellos a lo largo de los antebrazos. Los otros tipos le miraban estupefactos, no daban crédito a lo que estaban viendo. Sin perder un segundo, Arribor utilizó su sangre para crear una larga cuchilla curvada hacia dentro. Podía parecer endeble pero aquella arma no tenía nada que envidiar a una espada de verdad. En ese momento se lanzó al ataque. Con una serie de potentes y rápidos movimientos comenzó a cortar todo lo que se movía. Su estilo de lucha era idóneo para aquella tarea ya que, aunque consistía en cortar y él no era espadachín, podía utilizar sus armas de sangre como una extensión de su propio cuerpo.
Al cabo de unos segundos, cuando dejó atrás a sus oponentes, se giró y contempló el caos que había causado. Sin perder un instante lanzó una nueva acometida con la cuchilla derecha partiendo en dos a uno de los encapuchados. Aprovechando el movimiento, giró sobre sí mismo y eliminó a otros dos antes de saltar lo más alto que pudo. Desde el aire cruzó las dos hojas sobre su torso y poco a poco estas fueron tomando forma de pequeñas esferas. En un par de segundos hubo una multitud de balas de sangre delante de él, todas ellas preparadas para acabar con esa batalla.
Cuando aterrizó ya no quedaba ningún enemigo al que batir. Gracias a su habilidad, era capaz de orientar su sangre hacia donde quisiera, así que librarse de aquella gente que lo miraban sorprendidos era pan comido. Parecía que la batalla en el otro lado del río también había acabado ya. Echó un vistazo alrededor para ver si quedaba algún enemigo más pero no encontró a nadie. Por suerte las huellas del tipo al que debía seguir estaban intactas, así que no tendría problemas para salir de allí. Le apenaba un poco no haber tenido oportunidad de enfrentarse al hombre de la espada o a aquel extraño guardián del desierto, pero no quería seguir más de lo necesario en ese lugar. Tal vez aún tuviera oportunidad de hacerlo. Si aparecía alguno de ellos quizás su estancia ne la isla tendría un desenlace interesante. De lo contrario, se largaría de allí sin pensárselo dos veces.
El pirata se dispuso a atacar cuando vio como a lo lejos se estaba produciendo otra batalla. El tipo de la espada estaba dando buena cuenta de otro grupo de enemigos. -"Parece que no podré ir a por ti, amigo." -pensó Arribor. Lo cierto era que le hubiese gustado enfrentarse a aquel hombre. En fin, no le quedaba más remedio que dejarlo pasar si quería salir de aquel desierto de mala muerte.
Mientras se encontraba sumergido en sus cavilaciones oyó el agudo silbido de una espada al cruzar el aire. El moreno pudo apartarse justo a tiempo y evitar que rebanara su cuello. Agarró al tipo del cuello y lo utilizó como arma arrojadiza contra el resto de adversarios, aunque sin llegar a derribar a ninguno. A aquella gente parecía que no le importara en absoluto lo de sus miembros caídos. Mejor para él, así no tendría que tener piedad de ellos.
Apretó los dos anillos en los que ocultaba unas púas y se hirió con ellos a lo largo de los antebrazos. Los otros tipos le miraban estupefactos, no daban crédito a lo que estaban viendo. Sin perder un segundo, Arribor utilizó su sangre para crear una larga cuchilla curvada hacia dentro. Podía parecer endeble pero aquella arma no tenía nada que envidiar a una espada de verdad. En ese momento se lanzó al ataque. Con una serie de potentes y rápidos movimientos comenzó a cortar todo lo que se movía. Su estilo de lucha era idóneo para aquella tarea ya que, aunque consistía en cortar y él no era espadachín, podía utilizar sus armas de sangre como una extensión de su propio cuerpo.
Al cabo de unos segundos, cuando dejó atrás a sus oponentes, se giró y contempló el caos que había causado. Sin perder un instante lanzó una nueva acometida con la cuchilla derecha partiendo en dos a uno de los encapuchados. Aprovechando el movimiento, giró sobre sí mismo y eliminó a otros dos antes de saltar lo más alto que pudo. Desde el aire cruzó las dos hojas sobre su torso y poco a poco estas fueron tomando forma de pequeñas esferas. En un par de segundos hubo una multitud de balas de sangre delante de él, todas ellas preparadas para acabar con esa batalla.
Cuando aterrizó ya no quedaba ningún enemigo al que batir. Gracias a su habilidad, era capaz de orientar su sangre hacia donde quisiera, así que librarse de aquella gente que lo miraban sorprendidos era pan comido. Parecía que la batalla en el otro lado del río también había acabado ya. Echó un vistazo alrededor para ver si quedaba algún enemigo más pero no encontró a nadie. Por suerte las huellas del tipo al que debía seguir estaban intactas, así que no tendría problemas para salir de allí. Le apenaba un poco no haber tenido oportunidad de enfrentarse al hombre de la espada o a aquel extraño guardián del desierto, pero no quería seguir más de lo necesario en ese lugar. Tal vez aún tuviera oportunidad de hacerlo. Si aparecía alguno de ellos quizás su estancia ne la isla tendría un desenlace interesante. De lo contrario, se largaría de allí sin pensárselo dos veces.
- OFF:
- En principio este es mi último post, pero si os apetece una bronca por mi perfecto xD
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fuerza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El marine observaba en primer lugar como el agente del gobierno usaba sus poderes para acabar con aquellos tipos, era un usuario de las frutas del diablo como bien había predicho. Además una de las mejores, manipulaba y podía convertirse en arena fácilmente, era un tipo muy peligroso por lo se veía. El otro hombre también empezó a pelear y al parecer manipulaba la sangre de su cuerpo, aquellos tipos eran muy peligrosos por lo que se veía. Quizás algún día sus caminos se volverían a cruzas, ahora el marine pensaba en largarse de aquel maldito lugar. Se había derramado ya mucha sangre sobre el desierto y lo mejor ahora era volver al barco. Debía largarse cuanto antes pues en dos días tenía una misión en Cactus Island junto a su segunda al mando Ai Nanasaki. No se lo pensó más y se aseguró de que su espada estuviera bien amarrada a su espalda. Miró por última vez a los otros dos mientras sonreía de lado, se había quedado con las ganas de combatir en serio contra ellos. Se giró despacio observando la dirección al mar. No se despidió del agente ni del moreno, no era su estilo hacerlo, simplemente se largaba.
- Nos volveremos a ver…
Susurró antes de comenzar a caminar, colocó su mano en el suelo de forma calmada y de repente veinticinco metros a la redonda y veinte de altura alrededor del marine, se formaron de una niebla muy espesa y pesada. Este se movía muy cómodamente dentro de ella pues estaba acostumbrado a vivir entre la niebla, le agradaba mucho la sensación de estar dentro de ella y poder moverse de forma cómoda. De esa forma gracias a la humedad también se refrescaba un poco dentro de ella, no tardó mucho en llegar a la orilla de aquella isla infernal, el calor que hacía en ella no era normal y le tenía muy mosqueado. Durante el viaje se había cansado de usar la niebla y la anuló un poco, en ese rato había pasado mucho calor. Pero ya era hora de su descanso. – Por fin he llegado, es hora de echarse una larga y muy buena siesta como Dios manda –Tras sus palabras se quedó mirando el barco y tomó varios metros de carrerilla antes de saltar al interior del barco y observar que no había nadie en cubierta. Los muy vagos estarían durmiendo.
El marine entró al pasillo principal del barco dirigiéndose a la sala de estar. Tal y como había predicho, allí estaban la mayoría, unos tirados en el suelo y otras con diales de viento dándose aire. Estaban bien a gusto los muy morsas, ni siquiera saludaron al sargento cuando le vieron, este no se molestó en saludarles tampoco. –Os vais a enterar –Dijo en un pequeño susurro mientras se dirigía a la bodega, allí había un perro de tamaño mediano y marrón. Este se pudo a ladrar, era muy violento y siempre mordía a quien se le acercaba. El asesino lo cogió ágilmente por el pellejo y lo desató, lo llevó al cuarto donde estaban todos haciendo el vago y soltó allí al perro, acto seguido colocó la mano en la pared empezando a nublar toda la sala con su niebla. Acto seguido cerró con pestillo y se largó a su camarote, escuchaba los gritos de los reclutas al ser mordidos por el perro y las quejas por no poder salir. Sonrió de lado mientras ahora se encerraba en su camarote y se tumbaba en la cama con los ojos cerrados a echarse una siestecita mientras murmuraba –Gritad zorras, no os librareis de sparki.
- Nos volveremos a ver…
Susurró antes de comenzar a caminar, colocó su mano en el suelo de forma calmada y de repente veinticinco metros a la redonda y veinte de altura alrededor del marine, se formaron de una niebla muy espesa y pesada. Este se movía muy cómodamente dentro de ella pues estaba acostumbrado a vivir entre la niebla, le agradaba mucho la sensación de estar dentro de ella y poder moverse de forma cómoda. De esa forma gracias a la humedad también se refrescaba un poco dentro de ella, no tardó mucho en llegar a la orilla de aquella isla infernal, el calor que hacía en ella no era normal y le tenía muy mosqueado. Durante el viaje se había cansado de usar la niebla y la anuló un poco, en ese rato había pasado mucho calor. Pero ya era hora de su descanso. – Por fin he llegado, es hora de echarse una larga y muy buena siesta como Dios manda –Tras sus palabras se quedó mirando el barco y tomó varios metros de carrerilla antes de saltar al interior del barco y observar que no había nadie en cubierta. Los muy vagos estarían durmiendo.
El marine entró al pasillo principal del barco dirigiéndose a la sala de estar. Tal y como había predicho, allí estaban la mayoría, unos tirados en el suelo y otras con diales de viento dándose aire. Estaban bien a gusto los muy morsas, ni siquiera saludaron al sargento cuando le vieron, este no se molestó en saludarles tampoco. –Os vais a enterar –Dijo en un pequeño susurro mientras se dirigía a la bodega, allí había un perro de tamaño mediano y marrón. Este se pudo a ladrar, era muy violento y siempre mordía a quien se le acercaba. El asesino lo cogió ágilmente por el pellejo y lo desató, lo llevó al cuarto donde estaban todos haciendo el vago y soltó allí al perro, acto seguido colocó la mano en la pared empezando a nublar toda la sala con su niebla. Acto seguido cerró con pestillo y se largó a su camarote, escuchaba los gritos de los reclutas al ser mordidos por el perro y las quejas por no poder salir. Sonrió de lado mientras ahora se encerraba en su camarote y se tumbaba en la cama con los ojos cerrados a echarse una siestecita mientras murmuraba –Gritad zorras, no os librareis de sparki.
Kyoji Kagami
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Akuma no mi
Varios
Hubo un conflicto de intereses a mi parecer, pues lo primero en que caí en cuenta fue en el verdadero poder de aquel tipo dormilón moreno. Era capaz de manipular su sangre y crear, con esta, armas, tal y como yo hacía con mi arena. Era interesante, un arma creada de una herida, usar tu desventaja como tu poder, se me antojaba divertido, sin embargo si podía ser herido, podía morir. Un viejo dicho dice “si sangra, podemos matarlo”, así que, aclarado aquello, deduje que no era un logia, pues no estaba realmente creando un elemento, se limitaba a un control del mismo, si acaso, sería un usuario de akuma no mi tipo paramecia.
Había quedado más que claro que era diestro en combate, sin embargo, y aquí se presentó mi dilema, el marine, llamado Krauser, no apuró a capturarlo, de hecho, se escabulló entre su niebla, alejándose de la escena. Momentos antes había dicho que tomaría su decisión como la mía propia, pero mi sentido del deber me ordenaba capturar a aquel tipo, que en cuanto hubo acabado con su tercio, se alejó siguiendo unas huellas en la arena. Habría sido fácil borrarlas, y muy fácil darle alcance y enfrentarme a él, pero, tal como había dicho, tomé la decisión de Krauser, y lo dejé ir, con una promesa de volver a vernos, y cuando aquello sucediera, combatiríamos para comprobar si la sangre es más fuerte que la arena. -Volveremos a vernos, muchacho. -Murmuré.
Habiendo dejado a ambos escapar, ahora me encontraba solo en el desierto, sin contar la inconmensurable compañía que mi pequeña mascota me brindaba, así que decidí ponerme a entrenar ahora que ambos no estaban para molestar. –Sunaarashi (Tormenta de Arena) –Tras decir esto una gran tormenta de arena se desató, estando en un desierto mi poder era mucho mayor, y además estaba solo, así que no debía contenerme por no dañar a alguien cercano. A mí alrededor solo quedaban cadáveres de aquellos que nos enfrentaron a alguno de los tres, pero pronto fueron tragados por la arena. La tormenta arreciaba cada vez con más fuerza, la visibilidad era prácticamente nula, y al entrar en una ráfaga natural de aire, esta se fue acentuando más y más, sin necesidad de mi intervención. Yo yacía sentado en el centro de aquella tormenta como si nada, la arena no es perturbada por la arena al fin y al cabo, y mi pequeño Shu, acostumbrado a vivir en el desierto, disfrutaba con el roce de la misma por su cuerpo cuan caricias con mimo, y se dedicaba a cazar los pequeños insectos que asomaban curiosos a contemplar la tormenta.
Pasó un largo rato, tiempo suficiente para que ambos “compañeros” en aquella isla hubieran desaparecido de la misma, y entonces, y sólo entonces, detuve aquella tormenta, para levantarme y, tras hacer unos estiramientos, encaminarme a la costa para tomar un bote y salir de allí. Aquello al fin y al cabo eran vacaciones para mí, y estas tocaban a su fin, era hora de continuar con las misiones, y sobre todo, de seguir entrenando hasta convertirme en el más poderoso guerrero de entre todos.
Había quedado más que claro que era diestro en combate, sin embargo, y aquí se presentó mi dilema, el marine, llamado Krauser, no apuró a capturarlo, de hecho, se escabulló entre su niebla, alejándose de la escena. Momentos antes había dicho que tomaría su decisión como la mía propia, pero mi sentido del deber me ordenaba capturar a aquel tipo, que en cuanto hubo acabado con su tercio, se alejó siguiendo unas huellas en la arena. Habría sido fácil borrarlas, y muy fácil darle alcance y enfrentarme a él, pero, tal como había dicho, tomé la decisión de Krauser, y lo dejé ir, con una promesa de volver a vernos, y cuando aquello sucediera, combatiríamos para comprobar si la sangre es más fuerte que la arena. -Volveremos a vernos, muchacho. -Murmuré.
Habiendo dejado a ambos escapar, ahora me encontraba solo en el desierto, sin contar la inconmensurable compañía que mi pequeña mascota me brindaba, así que decidí ponerme a entrenar ahora que ambos no estaban para molestar. –Sunaarashi (Tormenta de Arena) –Tras decir esto una gran tormenta de arena se desató, estando en un desierto mi poder era mucho mayor, y además estaba solo, así que no debía contenerme por no dañar a alguien cercano. A mí alrededor solo quedaban cadáveres de aquellos que nos enfrentaron a alguno de los tres, pero pronto fueron tragados por la arena. La tormenta arreciaba cada vez con más fuerza, la visibilidad era prácticamente nula, y al entrar en una ráfaga natural de aire, esta se fue acentuando más y más, sin necesidad de mi intervención. Yo yacía sentado en el centro de aquella tormenta como si nada, la arena no es perturbada por la arena al fin y al cabo, y mi pequeño Shu, acostumbrado a vivir en el desierto, disfrutaba con el roce de la misma por su cuerpo cuan caricias con mimo, y se dedicaba a cazar los pequeños insectos que asomaban curiosos a contemplar la tormenta.
Pasó un largo rato, tiempo suficiente para que ambos “compañeros” en aquella isla hubieran desaparecido de la misma, y entonces, y sólo entonces, detuve aquella tormenta, para levantarme y, tras hacer unos estiramientos, encaminarme a la costa para tomar un bote y salir de allí. Aquello al fin y al cabo eran vacaciones para mí, y estas tocaban a su fin, era hora de continuar con las misiones, y sobre todo, de seguir entrenando hasta convertirme en el más poderoso guerrero de entre todos.
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