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El joven rubio de pelo liso notó como le ardía el estómago, como si hubieran prendido pólvora dentro de él y además le estuvieran echando sal en las heridas. Abrió un ojo, una visión borrosa se extendía frente a él. Se encontraba en una especie de celda con un aspecto muy desagradable, probablemente medio abandonada y comida por el tiempo, revestidas sus paredes y techo con un moho verde tirando a negruzco que hacía de ese lugar un sitio muy poco apetecible para pasar una recuperación hospitalaria. Haciendo un esfuerzo sobrehumano se apoyó sobre un cubo que al lado se encontraba, consiguiendo así el suficiente equilibrio para mantenerse medio sentado contra la pared. El olor de aquél sitio era espantoso, olía a heces por todas partes, y cosas que no eran heces, pequeños riachuelos de sangre navegaban delante de su celda, por una especie de canalón para evitar que aquél sitio se inundase. No sabía dónde se encontraba, todo había sido muy confuso. Su último pensamiento fue en la batalla contra el vampiro, sintiendo toda su espada clavada en su estómago. “¿Qué habrá sido de Lord Karin?”- se preguntó, le sabría muy mal que no hubiera conseguido salvarse. “¿Qué habrá sido de los videos que envió por todos los mares?”-, sea como fuere, ahora no debía preocuparse por eso, tenía que salir de allí, fuese como fuese. Dirigió su vista hacia la ventana y vislumbró un mar enfurecido azotado por el fuerte viento y la nieve. Sin duda se encontraba en el North Blue por aquella tempestad que agregaba una temperatura extremadamente baja. Sintió un escalofrío, quizás podría usar su akuma para escapar de allí, pero no lo vio loable. A pesar de que era una cárcel de baja seguridad no llegaría muy lejos en su estado actual. Volvió a sentir un agudo e intenso dolor en el abdomen y cayó fulminado al suelo mientras veía que uno de los guardias lo golpeaba y lo agarraba de las piernas.
…
Despertó al poco tiempo en otra habitación, más asquerosa aún. Sin duda era una sala de torturas. Se estremeció, se darían cuenta de que era usuario y le pondrían kairoseki para que no usase sus habilidades. Una persona, que parecía ser el guardia que antes lo golpeó se acercaba a él blandiendo lo que simulaba ser una barra de acero. Estiró el brazo y propinó una descarga de golpes contra Hiren. Este no uso su habilidad para que el vigilante no adivinara su secreto. (Hiren descubrió esta habilidad mientras se encontraba prisionero en el barco de Lord Derian, o al menos pensaba que era suyo, cuando tuvo que pelear contra otro prisionero por un poco de comida. Petróleo, podía convertirse en petróleo, ya adivinaría como diablos utilizar esa habilidad). El señor de la porra siguió propinándole golpes a la vez que le realizaba preguntas gritándole:
-¡¡¿¿TU MALDITA ESCORIA REVOLUCIONARIA, QUE PLANES TIENEN TUS ASQUEROSO CAMARADAS!!?? – gritaba furioso. El pobre espadachín recibía una tras otra sin hablar nada. Realmente tampoco tenía gran información que decirle.
-¡¡SABEMOS QUE TU ARMADA PRETENDE ATACAR A LA BASE DE LA MARINA Y DESTRUÍRLA, HABLA O TE MATARÉ!!-volvió a vociferar el hombre. Hiren, mostrando una pequeña sonrisa le respondió:
-Si me matas…no podré responderte- dijo con cierto tono de vanidad en sus palabras, lo que le valieron otra lluvia de golpes en el estómago, justo donde la herida. El espadachín se estremeció y se encogió sobre sí mismo. “Aprovecha ahora, te quemaré vivo maldito lunático” se decía a sí mismo. Otro guardia hizo su entrada en escena para ayudar al primer lunático a llevarlo nuevamente a su celda, arrastras, clavándose todo tipo de cosas en el camino. Volvieron a dejarlo nuevamente tal como se había levantado, medio muerto y destrozado por su herida. “Está claro que debo salir de aquí solo” repetía una y otra vez mientras el frío acudía a él y se desmayaba sobre el duro suelo…
…
Despertó al poco tiempo en otra habitación, más asquerosa aún. Sin duda era una sala de torturas. Se estremeció, se darían cuenta de que era usuario y le pondrían kairoseki para que no usase sus habilidades. Una persona, que parecía ser el guardia que antes lo golpeó se acercaba a él blandiendo lo que simulaba ser una barra de acero. Estiró el brazo y propinó una descarga de golpes contra Hiren. Este no uso su habilidad para que el vigilante no adivinara su secreto. (Hiren descubrió esta habilidad mientras se encontraba prisionero en el barco de Lord Derian, o al menos pensaba que era suyo, cuando tuvo que pelear contra otro prisionero por un poco de comida. Petróleo, podía convertirse en petróleo, ya adivinaría como diablos utilizar esa habilidad). El señor de la porra siguió propinándole golpes a la vez que le realizaba preguntas gritándole:
-¡¡¿¿TU MALDITA ESCORIA REVOLUCIONARIA, QUE PLANES TIENEN TUS ASQUEROSO CAMARADAS!!?? – gritaba furioso. El pobre espadachín recibía una tras otra sin hablar nada. Realmente tampoco tenía gran información que decirle.
-¡¡SABEMOS QUE TU ARMADA PRETENDE ATACAR A LA BASE DE LA MARINA Y DESTRUÍRLA, HABLA O TE MATARÉ!!-volvió a vociferar el hombre. Hiren, mostrando una pequeña sonrisa le respondió:
-Si me matas…no podré responderte- dijo con cierto tono de vanidad en sus palabras, lo que le valieron otra lluvia de golpes en el estómago, justo donde la herida. El espadachín se estremeció y se encogió sobre sí mismo. “Aprovecha ahora, te quemaré vivo maldito lunático” se decía a sí mismo. Otro guardia hizo su entrada en escena para ayudar al primer lunático a llevarlo nuevamente a su celda, arrastras, clavándose todo tipo de cosas en el camino. Volvieron a dejarlo nuevamente tal como se había levantado, medio muerto y destrozado por su herida. “Está claro que debo salir de aquí solo” repetía una y otra vez mientras el frío acudía a él y se desmayaba sobre el duro suelo…
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En una celda bastante deplorable, se encontraba el cuerpo tirado de Minato Uzumaki. Quien termino en esa extraña prisión por hacer un poco de desorden en la última isla y no poder escapar de los marines. Lentamente sus ojos se empezaron a abrir, el suelo estaba frío y apenas se veía una ventana. Se levanto con algo de esfuerzo, para darse cuenta que tenía las manos atadas por las esposas, los pies los tenía libre y rápidamente se fue contra la pared, para intentar derribarla pero fue inútil y su cuerpo nuevamente quedo tirado en el suelo de la celda, se levanto furioso para esta vez asomarse por los barrotes y al ver que su cara pasaba gracias a su Gomu Gomu no mi, descubrió que no era de Kairoseki, lo que le dio una gran idea. Se tumbo en el suelo y con algo de esfuerzo logro sacar su mano izquierda, acto seguido con otro esfuerzo saco la mano derecha, estaba totalmente libre pero no podría pasar por los barrotes con su habilidad. Así que se quedo tirado en el suelo esperando que lo sacaran para ver si escondía algo. Pero antes escondió las esposas debajo de la fea cama que tenía. Y así su ilusión de estar a un preso y esposado sería perfecta.
No tardaron mucho en llegar, dos guardias vestidos de un uniforme típico de un marine, blanco y los pantalones azules y ambos con el mismo gorro. Seguramente no tenían muchos estilistas que los vistieran, pero eso le daba igual al rubio, lo levantaron a la fuerza y ni se dignaron a ver si aún conservaba las esposas, cosa que fue un error grave ya que Minato se libero fácilmente de su agarre para luego darles un golpe certero en la base del cuello y dejarlos noqueados en el suelo. Para que no hablaran, saco su kunai y atravesó el cuello de ambos con rápidos movimientos. Los dos murieron en el acto y ahora el rubio tenía la salida perfecta y solo sería cuestión de tiempo para que encontrar la salida. Y por suerte ya tenía un plan en la cabeza.
Minato: Bien, es hora de largarme. Pero antes debo armar un gran motín y con eso cubrir mi salida.
Susurro por lo bajo para acto seguido sacar las llaves que tenían los guardias muertos y empezar a caminar con silencio, nadie en la prisión debía saber que estaba libre o sino todo se iría a la nubes y escapar sería imposible. Por lo que alcanzó a escuchar estaba en una isla, y el mar era torrentoso, seguramente un gran barco debía de estar afuera y este sería capaz de resistir el fuerte oleaje del océano. Con eso en mente, empezó a andar por los pasillos, viendo que pocas celdas estaban ocupadas y que no serviría mucho su plan sino contaba con mínimo 2 personas aparte de él.
No tardaron mucho en llegar, dos guardias vestidos de un uniforme típico de un marine, blanco y los pantalones azules y ambos con el mismo gorro. Seguramente no tenían muchos estilistas que los vistieran, pero eso le daba igual al rubio, lo levantaron a la fuerza y ni se dignaron a ver si aún conservaba las esposas, cosa que fue un error grave ya que Minato se libero fácilmente de su agarre para luego darles un golpe certero en la base del cuello y dejarlos noqueados en el suelo. Para que no hablaran, saco su kunai y atravesó el cuello de ambos con rápidos movimientos. Los dos murieron en el acto y ahora el rubio tenía la salida perfecta y solo sería cuestión de tiempo para que encontrar la salida. Y por suerte ya tenía un plan en la cabeza.
Minato: Bien, es hora de largarme. Pero antes debo armar un gran motín y con eso cubrir mi salida.
Susurro por lo bajo para acto seguido sacar las llaves que tenían los guardias muertos y empezar a caminar con silencio, nadie en la prisión debía saber que estaba libre o sino todo se iría a la nubes y escapar sería imposible. Por lo que alcanzó a escuchar estaba en una isla, y el mar era torrentoso, seguramente un gran barco debía de estar afuera y este sería capaz de resistir el fuerte oleaje del océano. Con eso en mente, empezó a andar por los pasillos, viendo que pocas celdas estaban ocupadas y que no serviría mucho su plan sino contaba con mínimo 2 personas aparte de él.
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Una figura envuelta en ropas oscuras caminaba por las almenas del tétrico castillo. Una máscara sonriente con bigote cubría su rostro, y un sombrero de ala ancha retocaba su imagen dándole un aire distinguido y elegante. A penas hacía ruido al moverse, y en la oscuridad de la tormentosa noche, como si fuese una sombra. "Cruel es la celda. Fría la piedra. Altas las impías murallas. Prisión, que robas la libertad de los hombres, hoy serás mi involuntaria atestiguante de aquesta mi misión. La emancipación de mis camaradas presos. Muera tu malvada tarea." Con estas proféticas palabras, se acercó por la espalda a un marine que fumaba un cigarrillo junto a la puerta de las escaleras, posiblemente descansando de su ronda. Con una mano le tapó la boca, y le apoyó en la nuca la palma de la mano contraria. Su hoja oculta salió de la muñeca, atravesando la cabeza del marine.
- Este es el fin de vuestra guardia. Yo os libero de vuestra esclavitud. Dormid ahora, marine.
Arrancó la hoja oculta del cuerpo del moribundo marine, que cayó al suelo retorciéndose. Posiblemente ya había muerto y eran solo espasmos, pero Jack no era médico para saberlo con precisión. Sabía cómo matar, nada más. El mecanismo de su brazal volvió a ocultar la cuchilla, y el asesino abrió la puerta tratando de hacer el mínimo ruido posible. Las escaleras estaban oscuras, y solo algunas antorchas cada varios escalones iluminaban el camino. Le habían encargado entrar en la prisión para liberar a un revolucionario capturado tras heroicas acciones en el East Blue, en la isla Golden, donde estuvo a punto de derrocar al gobierno local. Los altos mandos revolucionarios habían decidido que tenía futuro como oficial de la Revolución y habían enviado a uno de sus agentes más eficaces, El Renegado. Pocas personas conocían su nombre, y menos su rostro. Tan sólo se sabía que hacía unos años había aparecido de la nada y había puesto al servicio de la Revolución sus cuchillas. Desde entonces, infinidad de alcaldes, cargos importantes de gobiernos títeres del Gobierno Mundial, oficiales marines y otros siervos del Gorosei habían muerto a sus manos. En más del 90% de los casos, las autoridades no supieron quién había cometido el asesinato. Tan sólo los revolucionarios llevaban la cuenta de los casos, y ni siquiera de todos. El Renegado trabajaba solo, y era demasiado independiente. Muchas veces actuaba por su cuenta sin informar a sus superiores. Ahora tenía la orden de liberar a Hiren y a los demás presos de la prisión y organizar un motín. Le habían dado un plazo máximo de cinco horas, durante las cuales un barco revolucionario esperaría en las inmediaciones de la isla prisión. Si pasaba aquel tiempo, se irían sin él y sin los presos, pues no querían arriesgar el barco y que algún navío marine lo mandase a pique.
- Yo soy la justicia del pueblo. Mi hoja da muerte al opresor. Mi fuerza es la solidariedad con el desposeído. Mi fortaleza es mi fe en la libertad - recitó en voz baja, mientras desenvainaba un cuchillo de su cinto.
Había escuchado pasos que se acercaban. Acababa de salir de las escaleras y atravesaba un pasillo largo y estrecho sin puertas. Justo al final el pasillo giraba a la izquierda. De ahí llegó un marine con un fusil en las manos cargado y listo para disparar. "Me ha oído recitar. Bien. Tú serás el siguiente." A Jack no le gustaba matar por matar. Normalmente mataba únicamente a los que consideraba que merecían castigo. Sin embargo los guardias de las prisiones de la Marina solían ser gente cruel que torturaba a los presos. A pesar de que era generalizar aplicar esto a todos los carceleros, aquel día estaba particularmente furioso tras enterarse de la masacre de Golden y estaba deseando dar un golpe sonado para hacer llegar un mensaje al Gobierno. Sus fechorías no quedarían sin castigo. Mientras pensaba esto, el marine se sobresaltó al verle y le apuntó a la cabeza con el fusil.
- ¡¿Quién coño eres?! ¡Suelta ese cuchillo, cabrón!
- Como vos digáis, cabo - dijo, reconociendo los galones.
Sonriendo tras la máscara, levantó las manos y dejó caer el cuchillo. De repente, este se quedó parado en el aire en mitad de la caída. Como movido por una fuerza sobrenatural, el cuchillo comenzó a girarse y apuntó hacia el marine, ante su mirada incrédula. "Ha no Arashi" pensó Jack, haciendo un leve gesto con la mano derecha. El arma salió disparada y atravesó la cabeza del marine. Antes de tocar el suelo, el oficial ya estaba muerto. El revolucionario se acercó, arrancó el cuchillo, lo limpió y se lo guardó. Continuó atravesando el pasillo, hasta llegar al final del mismo y encontrarse en la zona de celdas. La mayoría estaban desocupadas. "Por lo que me han informado en el nivel cuatro casi no hay gente. Están instalados los presos peligrosos y a los que pretenden interrogar. Hiren debe estar aquí. Sacaré a los presos de este nivel y los armaré para que me ayuden en los inferiores." Avanzó a paso rápido, procurando no hacer demasiado ruido. Entonces vio un chico desplomado en el interior de la celda. Abandonando toda precaución, corrió hacia él y se agachó. No podía verle el rostro, pero tenía las ropas ensangrentadas. Estaba en pésimas condiciones, y estaba claro de que lo habían torturado. "Cerdos... maltratar a un chiquillo de esta manera. Si me entero de quién ha sido lo destriparé lentamente y le obligaré a comerse sus propios intestinos." Le levantó con cuidado la cabeza metiendo las manos entre los barrotes, y soltó un silbido de sorpresa. Reconoció aquel rostro. Le dejó de nuevo la cabeza en el suelo y sacó una foto de entre sus ropas. "Es Hiren. He tenido suerte. Sin embargo, parece que tendré que cargar con él... esto complica las cosas. Deben quedarme unas cuatro horas y media para completar la misión."
- ¡Eh, tú! ¡Apártate de esa celda!
Otro cabo y cuatro reclutas avanzaban hacia él corriendo, con sus armas desenfundadas. Jack se irguió, amenazante. Tenía entre sus dedos varios shurikens que parecía haber sacado de la nada. Con una destreza y soltura increíble comenzó a moverse hacia ellos girando sobre sí mismo y lanzando las estrellas. Fue sacando más velozmente mientras lo hacia. Con una precisión sobrenatural gracias a su Ha no Arashi, las armas dieron en los blancos matando a los marines. Sin embargos dos de los tiros le impactaron. Uno le dio en el arnés, y por suerte no lo atravesó. Sin embargo el fuerte impacto le cortó la respiración y lo tiró hacia atrás. El otro tiró le dio en el antebrazo izquierdo. Jack soltó un quejido ahogado de dolor. "¡Ignóralo! Has sufrido peores cosas que esto. Cumple con tu misión." Se levantó, notando un fuerte dolor en el pecho donde le había dado la bala. Entonces escuchó pasos tras él. Girándose velozmente lanzó un shuriken. Entonces se dio cuenta de algo, y frenó el arma a escaso medio metro de su rostro.
- ¡Esperad! Vos no sois marine... ¿sois uno de los presos?
Era un chico rubio bastante joven, de pelo largo y rostro jovial. Por las ropas realmente parecía uno de los presos. Además no iba armado y estaba sucio. "Debe haberse escapado de alguna manera de su celda. Al fin y al cabo para alguien mínimamente hábil no le costaría salir de aquella prisión. Por algo era de baja seguridad." Apartó el proyectil de la cara del joven empleando su técnica, pero por precaución no lo guardó. Lo mantuvo flotando al rededor de él.
- Este es el fin de vuestra guardia. Yo os libero de vuestra esclavitud. Dormid ahora, marine.
Arrancó la hoja oculta del cuerpo del moribundo marine, que cayó al suelo retorciéndose. Posiblemente ya había muerto y eran solo espasmos, pero Jack no era médico para saberlo con precisión. Sabía cómo matar, nada más. El mecanismo de su brazal volvió a ocultar la cuchilla, y el asesino abrió la puerta tratando de hacer el mínimo ruido posible. Las escaleras estaban oscuras, y solo algunas antorchas cada varios escalones iluminaban el camino. Le habían encargado entrar en la prisión para liberar a un revolucionario capturado tras heroicas acciones en el East Blue, en la isla Golden, donde estuvo a punto de derrocar al gobierno local. Los altos mandos revolucionarios habían decidido que tenía futuro como oficial de la Revolución y habían enviado a uno de sus agentes más eficaces, El Renegado. Pocas personas conocían su nombre, y menos su rostro. Tan sólo se sabía que hacía unos años había aparecido de la nada y había puesto al servicio de la Revolución sus cuchillas. Desde entonces, infinidad de alcaldes, cargos importantes de gobiernos títeres del Gobierno Mundial, oficiales marines y otros siervos del Gorosei habían muerto a sus manos. En más del 90% de los casos, las autoridades no supieron quién había cometido el asesinato. Tan sólo los revolucionarios llevaban la cuenta de los casos, y ni siquiera de todos. El Renegado trabajaba solo, y era demasiado independiente. Muchas veces actuaba por su cuenta sin informar a sus superiores. Ahora tenía la orden de liberar a Hiren y a los demás presos de la prisión y organizar un motín. Le habían dado un plazo máximo de cinco horas, durante las cuales un barco revolucionario esperaría en las inmediaciones de la isla prisión. Si pasaba aquel tiempo, se irían sin él y sin los presos, pues no querían arriesgar el barco y que algún navío marine lo mandase a pique.
- Yo soy la justicia del pueblo. Mi hoja da muerte al opresor. Mi fuerza es la solidariedad con el desposeído. Mi fortaleza es mi fe en la libertad - recitó en voz baja, mientras desenvainaba un cuchillo de su cinto.
Había escuchado pasos que se acercaban. Acababa de salir de las escaleras y atravesaba un pasillo largo y estrecho sin puertas. Justo al final el pasillo giraba a la izquierda. De ahí llegó un marine con un fusil en las manos cargado y listo para disparar. "Me ha oído recitar. Bien. Tú serás el siguiente." A Jack no le gustaba matar por matar. Normalmente mataba únicamente a los que consideraba que merecían castigo. Sin embargo los guardias de las prisiones de la Marina solían ser gente cruel que torturaba a los presos. A pesar de que era generalizar aplicar esto a todos los carceleros, aquel día estaba particularmente furioso tras enterarse de la masacre de Golden y estaba deseando dar un golpe sonado para hacer llegar un mensaje al Gobierno. Sus fechorías no quedarían sin castigo. Mientras pensaba esto, el marine se sobresaltó al verle y le apuntó a la cabeza con el fusil.
- ¡¿Quién coño eres?! ¡Suelta ese cuchillo, cabrón!
- Como vos digáis, cabo - dijo, reconociendo los galones.
Sonriendo tras la máscara, levantó las manos y dejó caer el cuchillo. De repente, este se quedó parado en el aire en mitad de la caída. Como movido por una fuerza sobrenatural, el cuchillo comenzó a girarse y apuntó hacia el marine, ante su mirada incrédula. "Ha no Arashi" pensó Jack, haciendo un leve gesto con la mano derecha. El arma salió disparada y atravesó la cabeza del marine. Antes de tocar el suelo, el oficial ya estaba muerto. El revolucionario se acercó, arrancó el cuchillo, lo limpió y se lo guardó. Continuó atravesando el pasillo, hasta llegar al final del mismo y encontrarse en la zona de celdas. La mayoría estaban desocupadas. "Por lo que me han informado en el nivel cuatro casi no hay gente. Están instalados los presos peligrosos y a los que pretenden interrogar. Hiren debe estar aquí. Sacaré a los presos de este nivel y los armaré para que me ayuden en los inferiores." Avanzó a paso rápido, procurando no hacer demasiado ruido. Entonces vio un chico desplomado en el interior de la celda. Abandonando toda precaución, corrió hacia él y se agachó. No podía verle el rostro, pero tenía las ropas ensangrentadas. Estaba en pésimas condiciones, y estaba claro de que lo habían torturado. "Cerdos... maltratar a un chiquillo de esta manera. Si me entero de quién ha sido lo destriparé lentamente y le obligaré a comerse sus propios intestinos." Le levantó con cuidado la cabeza metiendo las manos entre los barrotes, y soltó un silbido de sorpresa. Reconoció aquel rostro. Le dejó de nuevo la cabeza en el suelo y sacó una foto de entre sus ropas. "Es Hiren. He tenido suerte. Sin embargo, parece que tendré que cargar con él... esto complica las cosas. Deben quedarme unas cuatro horas y media para completar la misión."
- ¡Eh, tú! ¡Apártate de esa celda!
Otro cabo y cuatro reclutas avanzaban hacia él corriendo, con sus armas desenfundadas. Jack se irguió, amenazante. Tenía entre sus dedos varios shurikens que parecía haber sacado de la nada. Con una destreza y soltura increíble comenzó a moverse hacia ellos girando sobre sí mismo y lanzando las estrellas. Fue sacando más velozmente mientras lo hacia. Con una precisión sobrenatural gracias a su Ha no Arashi, las armas dieron en los blancos matando a los marines. Sin embargos dos de los tiros le impactaron. Uno le dio en el arnés, y por suerte no lo atravesó. Sin embargo el fuerte impacto le cortó la respiración y lo tiró hacia atrás. El otro tiró le dio en el antebrazo izquierdo. Jack soltó un quejido ahogado de dolor. "¡Ignóralo! Has sufrido peores cosas que esto. Cumple con tu misión." Se levantó, notando un fuerte dolor en el pecho donde le había dado la bala. Entonces escuchó pasos tras él. Girándose velozmente lanzó un shuriken. Entonces se dio cuenta de algo, y frenó el arma a escaso medio metro de su rostro.
- ¡Esperad! Vos no sois marine... ¿sois uno de los presos?
Era un chico rubio bastante joven, de pelo largo y rostro jovial. Por las ropas realmente parecía uno de los presos. Además no iba armado y estaba sucio. "Debe haberse escapado de alguna manera de su celda. Al fin y al cabo para alguien mínimamente hábil no le costaría salir de aquella prisión. Por algo era de baja seguridad." Apartó el proyectil de la cara del joven empleando su técnica, pero por precaución no lo guardó. Lo mantuvo flotando al rededor de él.
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Alguien pasó por delante de su celda. No tenía aspecto de ser un enemigo pero si que parecía ser alguien peligroso, no mostraba su aspecto y por si fuera poco lo había visto aniquilando a varios guardias. Hiren soltó una maldición, si el los mataba no podría vengarse de ellos. Decidido hizo un ademán de levantarse pero un dolor intenso lo anulo por completo, haciendolo caer de nuevo al suelo. Mientras trataba de ponerse de pie escuchó como un grupo de personas venían corriendo hacia la mazmorra donde se encontraban. "Guardias" pensó Hiren, probablemente habían sido alertados por el ruido. Tenía que hacer algo o en unos momentos todo se llenaría de guardias y sería demasiado tarde, pero antes de que pudiese hacer nada percibió un vocerío justo al lado de su celda, a escasos metros de donde se encontraba. Aquel joven que había pasado por delante inició una especie de canto antes de comenzar a luchar. Su estilo le pareció un tanto raro, con sutiles y delicados movimientos acabó con varios de sus enemigos. Escuchó varios disparos y un pequeño quejido de aquella persona que había acabado con los guardianes. Sin duda alguna estaba herido. "Otro tullido mas no, por favor" suplicó hacia un ente imaginario en su cabeza. Haciendo un esfuerzo sobrehumano se ayudó de un escobón que se encontraba tirado en la puerta de la celda y se apoyó en el, utilizándolo a modo de muleta.
-Petroleum- y se convirtió en una masa vizcosa y negruzca, para poder salir de aquel calabozo. Observó como una tercera persona se acercaba a ellos, rubio, de caracter amistoso y hecho una porquería, por lo que imaginó que se trataría de otro preso.
-Hey amigo, por tus pintas veo que también estas preso en este lugar alejado de la mano de dios, ¿que te parece si nos ayudamos para salir? Creo que lo mas conveniente sería liberar a nuestros compañeros revolucionarios y después escapar, creo haber avistado un barco de la revolución en una caleta cercana, pero no estoy muy seguro, no me hagais caso-narró Hiren. Volvió a sentir que varias personas bajaban corriendo. Miró hacia sus alrededores, no había ningún tipo de encendedor ni de antorcha. dirigió la vista hacia el suelo y encontró un par de piedras mojadas. "Estan muy húmedas, no creo que funcione". Extendió la mano derecha y convirtió su mano en aceite de roca, que utilizó para cubrir el lado izquierdo del pasillo, por el que se podía acceder al nivel superior de la mazmorra. Todo quedó pringado de aquella sustancia, sin dejar ni un solo hueco. Agarró ambas rocas con las manos y las chocó entre ellas en varias ocasiones hasta que consiguió hacer saltar unas pequeñas chispas que prendieron en poco tiempo el mejunje que se extendía por el piso. Los guardias llegaron en cuestión de segundos pero se vieron obligados a detenerse al ver una pared de llamas que le impedían avanzar. Hiren se dio media vuelta, satisfecho por su trabajo y dirigió unas nuevas palabras a sus dos compañeros:
-Soy Hiren, de la armada revolucionaria, he acabado aquí por culpa de un vampiro que impidió la revolución en la isla Golden ¿quienes sois vosotros?-comentó intentanzo aparentar la forma mas amistosa que pudiese. -Debemos irnos de aquí en seguida y seguir liberando a los compañeros encerrados, el petróleo durará un rato hasta que se consuma y puedan atraversarlo. Debemos darnos prisa, os seguiré allá donde vayais, no estoy en condiciones de ir solo, si pudierais ayudarme...- explicó finalmente mientras sentía que sus piernas fallaban nuevamente y perdía parte de sus energías...
-Petroleum- y se convirtió en una masa vizcosa y negruzca, para poder salir de aquel calabozo. Observó como una tercera persona se acercaba a ellos, rubio, de caracter amistoso y hecho una porquería, por lo que imaginó que se trataría de otro preso.
-Hey amigo, por tus pintas veo que también estas preso en este lugar alejado de la mano de dios, ¿que te parece si nos ayudamos para salir? Creo que lo mas conveniente sería liberar a nuestros compañeros revolucionarios y después escapar, creo haber avistado un barco de la revolución en una caleta cercana, pero no estoy muy seguro, no me hagais caso-narró Hiren. Volvió a sentir que varias personas bajaban corriendo. Miró hacia sus alrededores, no había ningún tipo de encendedor ni de antorcha. dirigió la vista hacia el suelo y encontró un par de piedras mojadas. "Estan muy húmedas, no creo que funcione". Extendió la mano derecha y convirtió su mano en aceite de roca, que utilizó para cubrir el lado izquierdo del pasillo, por el que se podía acceder al nivel superior de la mazmorra. Todo quedó pringado de aquella sustancia, sin dejar ni un solo hueco. Agarró ambas rocas con las manos y las chocó entre ellas en varias ocasiones hasta que consiguió hacer saltar unas pequeñas chispas que prendieron en poco tiempo el mejunje que se extendía por el piso. Los guardias llegaron en cuestión de segundos pero se vieron obligados a detenerse al ver una pared de llamas que le impedían avanzar. Hiren se dio media vuelta, satisfecho por su trabajo y dirigió unas nuevas palabras a sus dos compañeros:
-Soy Hiren, de la armada revolucionaria, he acabado aquí por culpa de un vampiro que impidió la revolución en la isla Golden ¿quienes sois vosotros?-comentó intentanzo aparentar la forma mas amistosa que pudiese. -Debemos irnos de aquí en seguida y seguir liberando a los compañeros encerrados, el petróleo durará un rato hasta que se consuma y puedan atraversarlo. Debemos darnos prisa, os seguiré allá donde vayais, no estoy en condiciones de ir solo, si pudierais ayudarme...- explicó finalmente mientras sentía que sus piernas fallaban nuevamente y perdía parte de sus energías...
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Minato seguía corriendo, por suerte nadie sabía de su habilidad de Akuma no mi y eso le jugaba a favor, y fue gracias a ella que logro escapar de su celda. Pero no tenía idea de cómo era la prisión y aparte las celdas estaban casi vacías, a no ser de uno que otro idiota que estaba pero no convencía al rubio ya que necesitaba a gente de verdad poderosa. Estaba en ello cuando logro ver a un extraño sujeto que ocultaba su rostro con una máscara y estaba claro que no era un preso por sus ropas, ya que aparte de la máscara sonriente con un bigote y un sombre de copa lo hacía diferente de los demás, un idiota con máscara y sombrero de copa que solo Dios sabe que vino a hacer aquí, estaba por ignorarlo cuando un arma se freno a escasos metros de su rostro haciendo que cayera al suelo de la impresión. Lo había hecho ese enmascarado ¿Akuma no mi? De seguro era eso, no había otra forma de hacer que las cosas levitaran a su alrededor, era un usuario. Escucho atento sus palabras, cuando estaba por responder apareció un peli rojo pidiendo ayuda, y entonces otra vez se quedo impresionado al ver como es que empezaba a salir un líquido espeso negro. Otro usuario, al parecer los muy idiotas que los encerraron aquí no se dieron cuenta de las habilidades de los tres y aparte dejaron que el enmascarado extraño entrara.
Logro ver como es justo detrás un muro de fuego. Se levanto limpiando sus ropas, aunque ni se noto al estar todas sucias y rotas. Y simplemente se quedo viendo a los dos sujetos que ahora parecían tener el mismo objetivo, salir de aquí y al parecer sería algo fácil con tres usuarios de las frutas del diablo. Así que sonrió y se acerco al peli rojo y al enmascarado para luego quedarse un poco más adelante, se cruzo de brazos y les dio la espalda. Y entonces mostrando una gran sonrisa, que obviamente nadie vería por estar de espalda, y entonces menciono.
Minato: Me llamó Minato Uzumaki. Me capturaron luego de que organizara un levantamiento de un pueblo. Soy Revolucionario. Eso es todo lo que deben saber. Ahora ¿Nos vamos?
Su tono era frío y serio, entonces logro ver como es que se aproximaban guardias delante de su posición, así que les hizo una seña a los que estaban detrás de él para que no hicieran nada, y espero a que estuvieran en su “rango”, y entonces cuando uno estuvo a menos de cinco metros, estiro su brazo derecho con su puño apretado y listo para golpearlo. Lo golpeo en su rostro y este cayó al suelo, espero a que regresara el brazo para luego estirar su pierna y golpear en la cara al otro idiota que se acercaba, ambos cayeron al suelo inconsciente. Luego se giro para ver a sus “camaradas” y esperar alguna reacción por parte de esos sujetos. Aunque podría escapar él solo, la información de que el barco de la Armada Revolucionaria estaba en el puerto le vino de perlas. Ahora solo debía escapar y subirse al barco, el resto era historia y seguiría con sus aventuras.
Logro ver como es justo detrás un muro de fuego. Se levanto limpiando sus ropas, aunque ni se noto al estar todas sucias y rotas. Y simplemente se quedo viendo a los dos sujetos que ahora parecían tener el mismo objetivo, salir de aquí y al parecer sería algo fácil con tres usuarios de las frutas del diablo. Así que sonrió y se acerco al peli rojo y al enmascarado para luego quedarse un poco más adelante, se cruzo de brazos y les dio la espalda. Y entonces mostrando una gran sonrisa, que obviamente nadie vería por estar de espalda, y entonces menciono.
Minato: Me llamó Minato Uzumaki. Me capturaron luego de que organizara un levantamiento de un pueblo. Soy Revolucionario. Eso es todo lo que deben saber. Ahora ¿Nos vamos?
Su tono era frío y serio, entonces logro ver como es que se aproximaban guardias delante de su posición, así que les hizo una seña a los que estaban detrás de él para que no hicieran nada, y espero a que estuvieran en su “rango”, y entonces cuando uno estuvo a menos de cinco metros, estiro su brazo derecho con su puño apretado y listo para golpearlo. Lo golpeo en su rostro y este cayó al suelo, espero a que regresara el brazo para luego estirar su pierna y golpear en la cara al otro idiota que se acercaba, ambos cayeron al suelo inconsciente. Luego se giro para ver a sus “camaradas” y esperar alguna reacción por parte de esos sujetos. Aunque podría escapar él solo, la información de que el barco de la Armada Revolucionaria estaba en el puerto le vino de perlas. Ahora solo debía escapar y subirse al barco, el resto era historia y seguiría con sus aventuras.
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Pasos. Un gran grupo de marines se aproximaba hacia ellos. Jack recogió el shuriken que flotaba junto a él y se lo guardó. Corrió hacia los cadáveres y recogió también todos los proyectiles, ignorando el dolor de su brazo y pecho. Ahora que se fijaba, la herida no era tan profunda. No podía poner la mano en determinadas posiciones porque le tiraba del músculo y le provocaba un dolor horrible, pero por suerte no le había incapacitado. Sangraba, pero como la bala no había penetrado demasiado hacía al tiempo de tapón. "No me puedo quejar. La diosa fortuna ha cuidado de mi esta vez." De repente vio una masa viscosa negra extendiéndose por el pasillo, en la zona por la que probablemente llegarían los guardias. Jack miró extrañado hacia atrás y vio a Hiren, cansado pero con una mirada de decisión, segregando aquel líquido por la mano. "Es un usuario. Bien. Este es un afortunado giro de los acontecimientos." Hiren se giró hacia el otro recién llegado y le mencionó que había visto un barco y le propuso colaborar. Parecía una persona amigable. Tras eso se identificó como miembro de la armada revolucionaria. El otro chico, más serio y cortante, se identificó como Minato, también miembro de la armada. Era bastante frío. Hiren frotando dos piedras hizo una chispa que hizo prender el líquido viscoso, justo a tiempo para bloquear el paso a un pelotón que llegaba hacia ellos. Al otro lado, Minato derrotó a dos marines... ¿estirando sus brazos y piernas? "Cuánto usuario junto. Esto será sencillo si lo organizo bien." Sacó su pistola colocándole velozmente uno de los cargadores que llevaba preparados y apuntando con la destreza de un profesional comenzó a disparar a través de las llamas. Tres de los hombres cayeron ante sus disparos. Los otros contestaron de la misma manera, aunque sin demasiada puntería. Jack siguió disparando mientras retrocedía velozmente.
- ¡Seguidme, camaradas! Es menester localizar al carcelero jefe y requisarle las llaves. Sólo así podremos libertar a nuestros hermanos presos en los pisos inferiores.
Mientras doblaba el pasillo liderando la marcha, con la pistola sujeta con ambas manos, iba tratando de recordar los planos que había visto de la fortaleza. "Alcanzo vagamente a recordar que en aqueste piso hallábanse las cámaras de tortura en el lado oeste. No muy lejos estaba el despacho del susodicho. Hemos de seguir raudos y veloces si queremos alcanzar nuestro cometido." Se paró en la siguiente esquina al escuchar ruidos, y hizo una seña hacia atrás para indicarles que se pararan. Velozmente se asomó y apuntó a la primera persona a la vista. El primer tiro le dio en un brazo. Un segundo y un tercero en el torso, y al cuarto le dio muerte atravesándole la cabeza. Iba llevando la cuenta de las balas. "Réstanme aproximadamente ocho balas en este cargador. Aun poseo tres más por suerte, con 21 balas cada uno. Por suerte aun tengo conmigo mis demás armas." Se giró entonces velozmente hacia los otros dos. Era hora de explicar la situación.
- Camaradas, permitidme que me presente. Se me conoce como el Renegado, agente del cuerpo de operaciones especiales de la Armada Revolucionaria. Mi cometido aquí es libertar al héroe de la revuelta de Golden, el camarada Hiren, y organizar una revuelta en prisión. Nos restan poco más de cuatro horas antes de que el barco parta de la isla, así que actuamos a contratiempo. Es nuestro cometido obtener las llaves de las celdas en este piso para liberar a todos los prisioneros, saquear el arsenal del segundo piso y huir de este lugar.
Se fijó entonces de nuevo en Hiren. Parecía realmente demacrado y herido. No llegaría muy lejos así. Debían encontrar algún lugar donde hubiese un botiquín para tratar sus heridas. Decidió que le ayudaría a caminar. Las habilidades de Minato podrían despejarles el camino. Se acercó al herido y le pasó un brazo para ayudarle, poniéndole el seguro a la pistola y guardándola en la funda de su cinturón.
- Camarada Minato, liderad el camino. Yo ayudaré a camarada Hiren.
- ¡Seguidme, camaradas! Es menester localizar al carcelero jefe y requisarle las llaves. Sólo así podremos libertar a nuestros hermanos presos en los pisos inferiores.
Mientras doblaba el pasillo liderando la marcha, con la pistola sujeta con ambas manos, iba tratando de recordar los planos que había visto de la fortaleza. "Alcanzo vagamente a recordar que en aqueste piso hallábanse las cámaras de tortura en el lado oeste. No muy lejos estaba el despacho del susodicho. Hemos de seguir raudos y veloces si queremos alcanzar nuestro cometido." Se paró en la siguiente esquina al escuchar ruidos, y hizo una seña hacia atrás para indicarles que se pararan. Velozmente se asomó y apuntó a la primera persona a la vista. El primer tiro le dio en un brazo. Un segundo y un tercero en el torso, y al cuarto le dio muerte atravesándole la cabeza. Iba llevando la cuenta de las balas. "Réstanme aproximadamente ocho balas en este cargador. Aun poseo tres más por suerte, con 21 balas cada uno. Por suerte aun tengo conmigo mis demás armas." Se giró entonces velozmente hacia los otros dos. Era hora de explicar la situación.
- Camaradas, permitidme que me presente. Se me conoce como el Renegado, agente del cuerpo de operaciones especiales de la Armada Revolucionaria. Mi cometido aquí es libertar al héroe de la revuelta de Golden, el camarada Hiren, y organizar una revuelta en prisión. Nos restan poco más de cuatro horas antes de que el barco parta de la isla, así que actuamos a contratiempo. Es nuestro cometido obtener las llaves de las celdas en este piso para liberar a todos los prisioneros, saquear el arsenal del segundo piso y huir de este lugar.
Se fijó entonces de nuevo en Hiren. Parecía realmente demacrado y herido. No llegaría muy lejos así. Debían encontrar algún lugar donde hubiese un botiquín para tratar sus heridas. Decidió que le ayudaría a caminar. Las habilidades de Minato podrían despejarles el camino. Se acercó al herido y le pasó un brazo para ayudarle, poniéndole el seguro a la pistola y guardándola en la funda de su cinturón.
- Camarada Minato, liderad el camino. Yo ayudaré a camarada Hiren.
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El muchacho herido se quedó sorprendido por la capacidad que tenía el Renegado. Todos sus disparos fueron certeros, unos con mas precisión y otros con menos, pero todos consiguieron su objetivo que era matar a los dos perseguidores que se habían quedado amontonados detrás de la muralla de fuego. Echó otro vistazo a su alrededor, aquel joven llamado Minato parecía una persona poco sociable y bastante sociable. No era de fiar, pero si estaban en la misma armada y era capaz de escaparse de su celda tenía su respeto, de momento. Hiren volvió a levantarse utilizando el escobón que había tirado al suelo. Le faltaban las fuerzas y flaqueaba,
pero daría lo mejor de si para no parecer débil. El Renegado lo ayudó a apoyarse sosteniéndolo con el hombro. Contó cierto plan para realizar en poco más de cuatro horas. El tiempo jugaba en contra de ellos, si no eran capaces de liberar al resto de revolucionarios la armada se iría, abandonándolos en ese islote alejado de la civilización, con un mar tempestuoso azotando sus acantilados. Si no recordaba mal, dijo que en el ala oeste se encontraban las cámaras de torturas y el despacho del jefe de prisión.
-Adelante compañeros, liberemos de sus ataduras al resto de camaradas-.
Y así echaron a andar lo mas rápido que la herida de Hiren les permitía. Apremiaba encontrar algún médico o en su lugar primeros auxilios para su herida. Se había realizado a si mismo una especie de torniquete para la brecha en su estómago, torniquete realizado con su camisa, por lo que había quedado medio en cueros y el frío pronto acudió a él.
-Necesito algo de ropa o moriré de hipotermia- dijó temblando. Se acercó a uno de los guardías muertos y le desabrocho su camisa color azul oscura, poniéndosela para paliar el frío. Continuó avanzando por un largo pasillo recubiero de un moho color verde muy oscuro. Antorchas se situaban unas al lado de otras cada muchos metros de distancia, iluminando el lugar de forma un tanto siniestra. El suelo estaba medio encharcado y al otro lado del muro se podía escuchar como las olas rompían con furia visigoda contra la cárcel, provocando el desgaste de esta. "Este edificio no creo que aguante mucho, puede que sea posible derribarlo, quemarlo, o algo" elucubraba vilmente Hiren en su mente. Su pasión por quemar cosas alcanzaba límites insospechados, mas aún con su habilidad descubierta recientemente. Sea como fuere llegaron al final del pasillo donde se encontraban dos puertas, una en frente de otra, izquierda y derecha respectivamente. Hiren se acercó a la puerta izquierda para abrirla. La empujó lentamente y quedo sorprendido y asqueado por lo que encontró dentro. Cinco personas (con total seguridad prisioneros) se encontraban tendidos en el suelo, con heridas abiertas por diferentes partes del cuerpo, no mortales pero si realizadas para que sufrieran lentamente y obtuvieran una muerte lenta. Una vez pasó dentro de la amplia habitación la puerta se cerró violentamente, como si algo o alguien quisiera obstruir el paso para que nadie entrara ni saliera. Hiren quedó totalmente aislado. La puerta era de piedra, algo muy denso y pesado como para derribarla de unos simples golpes. Trás cerrarse esta apareció una persona cubiera con una capucha negra y dos agujeros negros para los ojos, blandiendo un hacha de grandes dimensiones y haciendo muecas, como burlándose de todos los que habían sufrido el tormento de su arma. Se acercó hacia el rubio espadachín moviendo el gran objeto que tenía entre sus manos, dirigiendole unas amables palabras:
-Voy a abrirte en canal y colgarte de tus intestinos por escaparte, gusano- decía sonriente aquel monstruo deformado.
-Puede que este medio inválido, bastardo, pero puedo contigo y con cien mas- respondió Hiren. Rapidamente dirigió su mano a la parte de atrás de su pantalón, donde tenia el cinto, vacio. ¡No disponía de sus armas! "Puede que sea una carcel de baja seguridad pero al menos se han encargado de requisarme mis armas" pensó algo molesto. El carcelero observó que no desenvainaba arma ninguna y adelantó la mano que tenía detrás de su cuerpo;
-¿Buscas esto, rata?- se burló mientras le mostaba su estoque. Hiren no se dio por vencido y utilizó su poder para realizar una bola de petróleo muy poco compactada y lanzarsela a su contrincante. Esta impactó de lleno en la cara del estúpido, quitándole la visión durante unos segundos. Hiren aprovechó este lapso de tiempo para hacer acople de todas sus fuerzas y lanzarse de lleno contra el, asestándole una patada en plena rodilla izquerda que lo hizo trastabillar y utilizar ambas manos para apoyarse sobre el hacha y no caer. Volvió a emplear esos escasos segundos para recuperar su estoque, llevándoselo a la boca y dándole un beso. Lo desenvainó y retrocedió unos pasos, disponiéndose en posición de combate. El gigante ya se había recuperado y gritaba lleno de furia por lo que había pasado. Hiren escuchó pasos fuera de aquel habitáculo que se dirigían a la entrada por la que había pasado. "Espero que mis nuevos amigos se encargen de la gente que se acerca por el pasillo" dijo a si mismo mientras con un gesto indicaba que su contrincante se acercara...
pero daría lo mejor de si para no parecer débil. El Renegado lo ayudó a apoyarse sosteniéndolo con el hombro. Contó cierto plan para realizar en poco más de cuatro horas. El tiempo jugaba en contra de ellos, si no eran capaces de liberar al resto de revolucionarios la armada se iría, abandonándolos en ese islote alejado de la civilización, con un mar tempestuoso azotando sus acantilados. Si no recordaba mal, dijo que en el ala oeste se encontraban las cámaras de torturas y el despacho del jefe de prisión.
-Adelante compañeros, liberemos de sus ataduras al resto de camaradas-.
Y así echaron a andar lo mas rápido que la herida de Hiren les permitía. Apremiaba encontrar algún médico o en su lugar primeros auxilios para su herida. Se había realizado a si mismo una especie de torniquete para la brecha en su estómago, torniquete realizado con su camisa, por lo que había quedado medio en cueros y el frío pronto acudió a él.
-Necesito algo de ropa o moriré de hipotermia- dijó temblando. Se acercó a uno de los guardías muertos y le desabrocho su camisa color azul oscura, poniéndosela para paliar el frío. Continuó avanzando por un largo pasillo recubiero de un moho color verde muy oscuro. Antorchas se situaban unas al lado de otras cada muchos metros de distancia, iluminando el lugar de forma un tanto siniestra. El suelo estaba medio encharcado y al otro lado del muro se podía escuchar como las olas rompían con furia visigoda contra la cárcel, provocando el desgaste de esta. "Este edificio no creo que aguante mucho, puede que sea posible derribarlo, quemarlo, o algo" elucubraba vilmente Hiren en su mente. Su pasión por quemar cosas alcanzaba límites insospechados, mas aún con su habilidad descubierta recientemente. Sea como fuere llegaron al final del pasillo donde se encontraban dos puertas, una en frente de otra, izquierda y derecha respectivamente. Hiren se acercó a la puerta izquierda para abrirla. La empujó lentamente y quedo sorprendido y asqueado por lo que encontró dentro. Cinco personas (con total seguridad prisioneros) se encontraban tendidos en el suelo, con heridas abiertas por diferentes partes del cuerpo, no mortales pero si realizadas para que sufrieran lentamente y obtuvieran una muerte lenta. Una vez pasó dentro de la amplia habitación la puerta se cerró violentamente, como si algo o alguien quisiera obstruir el paso para que nadie entrara ni saliera. Hiren quedó totalmente aislado. La puerta era de piedra, algo muy denso y pesado como para derribarla de unos simples golpes. Trás cerrarse esta apareció una persona cubiera con una capucha negra y dos agujeros negros para los ojos, blandiendo un hacha de grandes dimensiones y haciendo muecas, como burlándose de todos los que habían sufrido el tormento de su arma. Se acercó hacia el rubio espadachín moviendo el gran objeto que tenía entre sus manos, dirigiendole unas amables palabras:
-Voy a abrirte en canal y colgarte de tus intestinos por escaparte, gusano- decía sonriente aquel monstruo deformado.
-Puede que este medio inválido, bastardo, pero puedo contigo y con cien mas- respondió Hiren. Rapidamente dirigió su mano a la parte de atrás de su pantalón, donde tenia el cinto, vacio. ¡No disponía de sus armas! "Puede que sea una carcel de baja seguridad pero al menos se han encargado de requisarme mis armas" pensó algo molesto. El carcelero observó que no desenvainaba arma ninguna y adelantó la mano que tenía detrás de su cuerpo;
-¿Buscas esto, rata?- se burló mientras le mostaba su estoque. Hiren no se dio por vencido y utilizó su poder para realizar una bola de petróleo muy poco compactada y lanzarsela a su contrincante. Esta impactó de lleno en la cara del estúpido, quitándole la visión durante unos segundos. Hiren aprovechó este lapso de tiempo para hacer acople de todas sus fuerzas y lanzarse de lleno contra el, asestándole una patada en plena rodilla izquerda que lo hizo trastabillar y utilizar ambas manos para apoyarse sobre el hacha y no caer. Volvió a emplear esos escasos segundos para recuperar su estoque, llevándoselo a la boca y dándole un beso. Lo desenvainó y retrocedió unos pasos, disponiéndose en posición de combate. El gigante ya se había recuperado y gritaba lleno de furia por lo que había pasado. Hiren escuchó pasos fuera de aquel habitáculo que se dirigían a la entrada por la que había pasado. "Espero que mis nuevos amigos se encargen de la gente que se acerca por el pasillo" dijo a si mismo mientras con un gesto indicaba que su contrincante se acercara...
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Luego de derrotar a los dos marines con suma facilidad, este escuchó lo que todos le decían. Ahora iban a ser camaradas y por el momento no parecían ser gente en la cual desconfiar, así que quizás tan solo quizás podría ayudarlos con su fuerza. Aunque claro está, luego de que se subiera al barco de la Armada Revolucionaria, este seguiría su propio camino en la soledad. No le interesaba estar con ellos y solo los usaría para escapar, nada más lo obligaba a ayudarlos. Así que sin pensarlo más, este empezó a correr por delante de los dos, aunque hubo un momento en el que el enmascarado, que se presento como El Renegado, un nombre bastante extraño pero que no le interesaba a Minato, no era de mucha importancia. El peli rubio, se llamaba Hiren. Ahora que ya sabía los nombres de los podría llamarlos tranquilamente por esos nombres, pero sabía que el enmascarado estaba escondiendo su verdadera identidad. Era obvio ya que llevaba una máscara y su “nombre” parecía más un apodo que algo real.
En un momento, el enmascarado paso por delante del rubio, y al estar doblando en una esquina hizo una seña de alto. Este sin dudarlo dos veces se freno en seco y logro ver como es que El Renegado se cargaba a un marine que venía por el pasillo, no era tan peligroso ya que solo era uno. Pero estaba el punto en contra de que Hiren estaba bastante mal herido, así que él sabía que tendría que ir despejando el camino mientras el otro sujeto cargaba con el herido. Y es más, el tio de la máscara se lo pidió, así que empezó a andar por delante y justo cuando estaba llegando a una esquina el ruido de un disparo lo hizo ponerse alerta para acto seguido tirarse al suelo. Una marca se formo en su rostro, la bala había alcanzado a rozar la mejilla del rubio y este levanto la mirada para luego ver que era un grupo de tres marines. Nada de otro mundo, así que empezó a correr y cuando estaba tratando de sacar sus armas se dio cuenta de que no las tenía. Maldijo al cielo, justo cuando otra bala le rozaba la mejilla contraria creando otra marca de quemadura. Minato enfadado, golpeo al marine del fusil con un puñetazo. Los otros dos se pusieron a un lado cada uno del rubio. Este sonrió y puso sus manos en el suelo, para luego elevar su cuerpo en estas y acto seguido con ambas piernas golpearlos en el abdomen, la fuerza de las patadas había sido suficiente como para que los dos cayeran al suelo inconscientes.
Este volvió por el camino para ver que El Renegado estaba solo. Miro por todos lados y logro ver que Hiren había desaparecido. Se acerco rápidamente al Renegado y con algo de cansancio en su cuerpo, después de todo le habían sacado hasta la última gota de energía en la cárcel y usar su habilidad del diablo era muy cansador. Le dijo al enmascarado:
Minato: ¿Dónde diablos se metió Hiren? ¿Ahora qué hacemos? Ya nos descubrieron y tuve que derrotar a tres malditos…pero ahora será muy difícil escapar…¿Algún plan?
Su tono era el de siempre, pero con gotas de cansancio. Una gota de sudor frío recorrió parte de su mejilla para acto seguido esperar respuesta por parte del enmascarado. Guardo silencio, tratando de recuperar parte de sus energías y así poder ayudar en el escape. Ahora que sabía que iban contra reloj, todo se estaba complicando. Aparte de que los marines pronto los iban a rodear para evitar que escaparan.
En un momento, el enmascarado paso por delante del rubio, y al estar doblando en una esquina hizo una seña de alto. Este sin dudarlo dos veces se freno en seco y logro ver como es que El Renegado se cargaba a un marine que venía por el pasillo, no era tan peligroso ya que solo era uno. Pero estaba el punto en contra de que Hiren estaba bastante mal herido, así que él sabía que tendría que ir despejando el camino mientras el otro sujeto cargaba con el herido. Y es más, el tio de la máscara se lo pidió, así que empezó a andar por delante y justo cuando estaba llegando a una esquina el ruido de un disparo lo hizo ponerse alerta para acto seguido tirarse al suelo. Una marca se formo en su rostro, la bala había alcanzado a rozar la mejilla del rubio y este levanto la mirada para luego ver que era un grupo de tres marines. Nada de otro mundo, así que empezó a correr y cuando estaba tratando de sacar sus armas se dio cuenta de que no las tenía. Maldijo al cielo, justo cuando otra bala le rozaba la mejilla contraria creando otra marca de quemadura. Minato enfadado, golpeo al marine del fusil con un puñetazo. Los otros dos se pusieron a un lado cada uno del rubio. Este sonrió y puso sus manos en el suelo, para luego elevar su cuerpo en estas y acto seguido con ambas piernas golpearlos en el abdomen, la fuerza de las patadas había sido suficiente como para que los dos cayeran al suelo inconscientes.
Este volvió por el camino para ver que El Renegado estaba solo. Miro por todos lados y logro ver que Hiren había desaparecido. Se acerco rápidamente al Renegado y con algo de cansancio en su cuerpo, después de todo le habían sacado hasta la última gota de energía en la cárcel y usar su habilidad del diablo era muy cansador. Le dijo al enmascarado:
Minato: ¿Dónde diablos se metió Hiren? ¿Ahora qué hacemos? Ya nos descubrieron y tuve que derrotar a tres malditos…pero ahora será muy difícil escapar…¿Algún plan?
Su tono era el de siempre, pero con gotas de cansancio. Una gota de sudor frío recorrió parte de su mejilla para acto seguido esperar respuesta por parte del enmascarado. Guardo silencio, tratando de recuperar parte de sus energías y así poder ayudar en el escape. Ahora que sabía que iban contra reloj, todo se estaba complicando. Aparte de que los marines pronto los iban a rodear para evitar que escaparan.
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El carcelero montó en cólera; no solo estaba enfadado sino que también había escuchado ruidos fuera, de gente que se había escapado de sus celdas.
-¿Cómo? ¿Escoria fuera de sus celdas? ¡PAGAREIS POR ESTO! Dijo mientras se lanzaba a por Hiren, alzando su gigantesca hacha por delante de la cabeza, blandiéndola cual vikingo que desea partir por la mitad a su contrincante para reducirlo a un mero ser de carne y vísceras sueltas. El rubio espadachín advirtió el golpe frontal de su contrincante y se movió hacia un lado con un elegante movimiento de bailarín hacia su izquierda. El hachazo falló de llenó y se clavó en la pared, dejándola a esta hecha una pena. Un pequeño agujero se abrió, dejando entrar la saliva del mar, de las olas que rompían duramente contra la cárcel debido a la tempestad que fuera se avecinaba. “Si consigo que clave su hacha en la puerta es posible que salga de aquí con vida, tengo que enfurecerlo”. Dicho y hecho Hiren se preparó para realizar el provocar al grandullón. “Primero he de obtener las llaves”. Se acercó lentamente mientras Rokjard (el nombre del carcelero) trataba de arrancar su arma de la fría piedra.
-Parece que tienes problemas, ¿quieres que te ayude?- dijo burlándose Hiren.
Ávidamente la arrancó de la pared y realizó un rápido movimiento en horizontal con el propósito de partirlo por la mitad. Hiren se dio cuenta a tiempo y se tiró al suelo, evitando el golpe a cambio de golpearse donde recibió la herida. Pero no le dolió nada. “¿Cómo es posible?”. Recordó lo que le contaron de pequeño en la escuela. El cerebro inhibe los dolores en situaciones de peligro, segregando adrenalina a nuestro cuerpo. Hiren se valió de eso para realizar una patada directa a la entrepierna de aquel tipo, provocándole un enorme aullido que probablemente si sintiera en toda la cárcel. “Ahora sabrán que nos hemos escapado”. Hiren se situó al lado de la puerta, a unos escasos dos metros y llamó a Rokjard.
-Eh amigo, no sabía que los de tu especie erais tan lentos-provocó Hiren. El cárcelero, furioso por aquel insulto cargó cual toro en una plaza. Hiren se quedó quieto donde estaba.
“Seguro que ese estúpido trata de esquivarme el golpe moviéndose hacia su izquierda, como antes, ahora embestiré directamente para cuando realice su pirueta” pensó Rokjard. Estando ya a pocos metros realizó una finta, tratando de que Hiren se moviese hacia su objetivo deseado; La risa de Hiren fue estratosférica. El carcelero barrió la entrada, provocando un estruendoso ruido en toda la cárcel. Por un momento Hiren se olvidó de sus heridas y de los problemas que tenía para reírse de lo que acababa de suceder. El gigante pensó que lo esquivaría, pero Hiren se anticipó, quedándose quieto. La puerta cayó, derribada por los 120 kg del contrincante, y se abrió Hiren se acercó al guardia derribado y le agarró las llaves de las demás celdas.
-No temas, no te mataré, no asesino por la espalda-, habló un sonriente Hiren. Escapó de la instancia para reunirse nuevamente con Minato. Este había acabado con varios guardias que se acercaron para ver lo que pasaba. Todos ellos yacían ahora en el suelo.
-Terminemos el trabajo, te sigo-, dijo Hiren blandiendo una sonrisa y mostrándole el manojo de llaves que le había robado al guardián…
-¿Cómo? ¿Escoria fuera de sus celdas? ¡PAGAREIS POR ESTO! Dijo mientras se lanzaba a por Hiren, alzando su gigantesca hacha por delante de la cabeza, blandiéndola cual vikingo que desea partir por la mitad a su contrincante para reducirlo a un mero ser de carne y vísceras sueltas. El rubio espadachín advirtió el golpe frontal de su contrincante y se movió hacia un lado con un elegante movimiento de bailarín hacia su izquierda. El hachazo falló de llenó y se clavó en la pared, dejándola a esta hecha una pena. Un pequeño agujero se abrió, dejando entrar la saliva del mar, de las olas que rompían duramente contra la cárcel debido a la tempestad que fuera se avecinaba. “Si consigo que clave su hacha en la puerta es posible que salga de aquí con vida, tengo que enfurecerlo”. Dicho y hecho Hiren se preparó para realizar el provocar al grandullón. “Primero he de obtener las llaves”. Se acercó lentamente mientras Rokjard (el nombre del carcelero) trataba de arrancar su arma de la fría piedra.
-Parece que tienes problemas, ¿quieres que te ayude?- dijo burlándose Hiren.
Ávidamente la arrancó de la pared y realizó un rápido movimiento en horizontal con el propósito de partirlo por la mitad. Hiren se dio cuenta a tiempo y se tiró al suelo, evitando el golpe a cambio de golpearse donde recibió la herida. Pero no le dolió nada. “¿Cómo es posible?”. Recordó lo que le contaron de pequeño en la escuela. El cerebro inhibe los dolores en situaciones de peligro, segregando adrenalina a nuestro cuerpo. Hiren se valió de eso para realizar una patada directa a la entrepierna de aquel tipo, provocándole un enorme aullido que probablemente si sintiera en toda la cárcel. “Ahora sabrán que nos hemos escapado”. Hiren se situó al lado de la puerta, a unos escasos dos metros y llamó a Rokjard.
-Eh amigo, no sabía que los de tu especie erais tan lentos-provocó Hiren. El cárcelero, furioso por aquel insulto cargó cual toro en una plaza. Hiren se quedó quieto donde estaba.
“Seguro que ese estúpido trata de esquivarme el golpe moviéndose hacia su izquierda, como antes, ahora embestiré directamente para cuando realice su pirueta” pensó Rokjard. Estando ya a pocos metros realizó una finta, tratando de que Hiren se moviese hacia su objetivo deseado; La risa de Hiren fue estratosférica. El carcelero barrió la entrada, provocando un estruendoso ruido en toda la cárcel. Por un momento Hiren se olvidó de sus heridas y de los problemas que tenía para reírse de lo que acababa de suceder. El gigante pensó que lo esquivaría, pero Hiren se anticipó, quedándose quieto. La puerta cayó, derribada por los 120 kg del contrincante, y se abrió Hiren se acercó al guardia derribado y le agarró las llaves de las demás celdas.
-No temas, no te mataré, no asesino por la espalda-, habló un sonriente Hiren. Escapó de la instancia para reunirse nuevamente con Minato. Este había acabado con varios guardias que se acercaron para ver lo que pasaba. Todos ellos yacían ahora en el suelo.
-Terminemos el trabajo, te sigo-, dijo Hiren blandiendo una sonrisa y mostrándole el manojo de llaves que le había robado al guardián…
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Minato estaba algo preocupado, pero por suerte tenía todo en su poder. Al parecer sus Kunais pasaron desapercibidos como arma y simplemente las dejaron tiradas a un lado, así que estaba bastante “tranquilo” en el aspecto de tener que buscar sus armas. De la nada apareció el revolucionario Hiren, así que fue en ese momento en que la calma nuevamente reino en el cuerpo de Uzumaki. Sin más escucho las palabras de este y al parecer había conseguido las llaves, Minato le devolvió la sonrisa para luego volver a girar sobre sus talones y ver que el camino estaba despejado. Suspiro de cierta forma aliviado por eso, luego volvió a girar y ver a los ojos de su compañero de escape para luego con una sonrisa decirle.
Minato: Bien, con esas llaves hay que liberar a todos los presos de este piso. Luego de eso nos juntaremos al final del piso. Espero puedas hacerlo con esas heridas, si tienes problemas busca alguna manera de contactarme, estaré ahí antes de lo que puedas imaginar. Si tienes alguna objeción dila y veremos que hacer, este es mi mejor plan.
Le dijo con una sonrisa, era la primera vez que tenía que pensar en alguna clase de plan y este era el único que se le ocurría para sacar a los dos con vida de este infierno. Así que sin más agarro un par de llaves del gran manojo de llaves que tenía su compañero, justo cuando estaba a punto de salir a correr un grupo de marines venía de esa dirección, Minato escupió al suelo para luego empezar a correr, saco sus Kunais para acto seguido lanzar dos a los dos primeros, una le dio en el corazón de uno y la otra se clavó en la cabeza del otro, ambos murieron casi de inmediato, Minato siguió corriendo, pero entonces un fuerte golpe en su cara lo hizo retroceder prácticamente todos los metros que había recorrido y caer al lado de Hiren. Minato se recupero rápidamente para ver que un hombre estaba de pie con una especie de mazo gigante, lo había pillado por sorpresa y al parecer no sería fácil derrotarlo.
Minato: Bien, con esas llaves hay que liberar a todos los presos de este piso. Luego de eso nos juntaremos al final del piso. Espero puedas hacerlo con esas heridas, si tienes problemas busca alguna manera de contactarme, estaré ahí antes de lo que puedas imaginar. Si tienes alguna objeción dila y veremos que hacer, este es mi mejor plan.
Le dijo con una sonrisa, era la primera vez que tenía que pensar en alguna clase de plan y este era el único que se le ocurría para sacar a los dos con vida de este infierno. Así que sin más agarro un par de llaves del gran manojo de llaves que tenía su compañero, justo cuando estaba a punto de salir a correr un grupo de marines venía de esa dirección, Minato escupió al suelo para luego empezar a correr, saco sus Kunais para acto seguido lanzar dos a los dos primeros, una le dio en el corazón de uno y la otra se clavó en la cabeza del otro, ambos murieron casi de inmediato, Minato siguió corriendo, pero entonces un fuerte golpe en su cara lo hizo retroceder prácticamente todos los metros que había recorrido y caer al lado de Hiren. Minato se recupero rápidamente para ver que un hombre estaba de pie con una especie de mazo gigante, lo había pillado por sorpresa y al parecer no sería fácil derrotarlo.
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-Si tienes alguna objeción, dila- comentó Minato. Su nuevo compañero mostró una sonrisa cuando Hiren le mostró las llaves que había conseguido robándoselas al guardia. El plan de Minato, aunque no muy trabajado era el mejor que podían realizar en un momento como ese. El rubio agarró un par de llaves del manojo y se dirigió hacia el lado contrario de Hiren. Un grupo de marines bajó blandiendo sus espadas por encima de la cabeza. Fueron fácilmente derrotados por Minato, que hábilmente uso sus kunais para clavárselos en puntos críticos al enemigo. Poco después continuó corriendo para ser derribado por un ser que usaba un mazo de grandes proporciones. El golpe no pareció dolerle puesto que no omitió queja alguna.
Hiren, distraído por lo que estaba ocurriendo decidió continuar su camino por el lado opuesto, para poner en práctica en plan resuelto anteriormente. A ojo calculaba de que les debían de quedar unas tres horas y media de tiempo. Poco, para el tipo de misión que estaban realizando. Estaban en uno de los últimos pisos, y a pesar de ser una prisión de poca seguridad tenían que ascender aún varios niveles hasta llegar a la salida del edificio. Apartó todos aquellos pensamientos de su cabeza y se dedicó a lo que estaba haciendo. Siguió corriendo pasillo adelante, sin nadie que lo detuviese. Varias celdas se encontraban unas frente a otras, como quince. En aquel nivel se encontraban los revolucionarios más peligrosos, cuyas acciones contra el gobierno mundial les hicieron ascender al precio por su cabeza a varios millones. Una por una fue abriendo todas las celdas de negros barrotes, mohosas y verdes que se encontraban en el pasillo.
-Gracias por liberarnos amigo, estábamos un poco hartos de esta precaria situación, os ayudaremos a destruir este lugar-dijo el que parecía el cabecilla de todos los hombres y algunas mujeres, que en vez de aparentar ser revolucionarios tenían el aspecto de unos vagabundos, comidos por las enfermedades, el frío y el hambre. Uno a uno fueron saliendo; a pesar de la mala forma en la que se encontraban ardían en deseos de reducir a escombros la maquinaria de tortura del sitio.
-El primer sitio al que debemos dirigirnos es la armería para que cada uno cojáis armas con las que defenderos, y otros tipos de materiales-.
Todos juntos caminaron hasta terminar el pasillo y giraron a la izquierda, llegando a una puerta de acero forjado, recubierta por una verdosa capa mohosa, pareciendo que no hubiera entrado nadie dentro. Hiren abrió la puerta, desconfiado por lo que había sucedido antes, y encontró a dos guardias sentados en un par de sillas con los pies encima de la mesa, echando la siesta. Hiren se acercó a ellos y les propinó sendos golpes en sus respectivas nucas, dejándolos K.O con un hilillo de sangre brotando de sus cabezas. “No sé si estarán muertos, pero por lo menos nos dejarán tranquilos mientras hacemos todo esto”. Agarró armas como fusiles, espadas, hachas y otros artilugios y los repartió entre sus camaradas; algo llamó la atención del usuario de petróleo, un mechero de esos que funcionan con gasolina se encontraba en el bolsillo del guardia. “Lo cojeré, el mío ya apenas funciona”. Salieron del cuarto, atrancando la puerta para que no salieran y dieran el aviso de ayuda. Retrocedieron un poco para subir por la escalera que se dirigía al nivel superior. Allí encontraría más gente que sin duda alguna se unirían a ellos. Recorrieron alrededor de 200 escalones para acceder al nivel superior. La marina se había encargado de que no tuviera buenos accesos, ya que para recorrer todos aquellos metros de un piso a otro exigía una buena forma física, cosa que evitaría que prisioneros mugrosos tratasen de escapar con escasas energías.
Llegaron finalmente al piso superior. Ante ellos, una muralla de marines con sus arcabuces apuntando hacia ellos, cual ejército francés en un campo de batalla. Los revolucionarios observaron preocupados, algunos de ellos apuntaron también, hecho que provocó el asombro de los marines. Estos dispararon fieramente, apuntando hacia las cabezas de los renegados. Hiren actuó rápidamente extendiendo sus manos y formando una gruesa capa de petróleo que ralentizó los disparos, dando tiempo a sus camaradas para que se tumbasen y esquivasen los golpes.
-¡TRAER LAS BALAS DE KAIROSEKI!-dijo el que parecía el líder de la partida.
Sus compañeros se dieron cuenta enseguida de que si usaban ese tipo de munición no podrían evitar de nuevo el ataque, así qué se aprovecharon la confusión del enemigo para lanzarse hacia ellos con un grito de fiereza, dejándolos asombrados a los marines.
-¡POR NUESTRA LIBERTAD!-gritaba Hiren mientras se lanzaba a por los marines, estoque en mano. Clavó su arma en pleno estómago de uno, vomitando sangre. Un marine envió un espadazo que Hiren esquivó a duras penas dando una voltereta hacia su izquierda, fintando un ataque hacia su torso que esquivó a duras penas el marine, para después clavar su arma en el corazón de este. Cayó desplomado. El resto de revolucionarios, animados como estaban por las energías de su jefe acabaron enseguida con los marines sobrantes, huyendo un par de ellos muertos de miedo por los fallecimientos de sus compañeros.
-Ahora avancemos y liberemos este lugar- arengó a sus compañeros…
Hiren, distraído por lo que estaba ocurriendo decidió continuar su camino por el lado opuesto, para poner en práctica en plan resuelto anteriormente. A ojo calculaba de que les debían de quedar unas tres horas y media de tiempo. Poco, para el tipo de misión que estaban realizando. Estaban en uno de los últimos pisos, y a pesar de ser una prisión de poca seguridad tenían que ascender aún varios niveles hasta llegar a la salida del edificio. Apartó todos aquellos pensamientos de su cabeza y se dedicó a lo que estaba haciendo. Siguió corriendo pasillo adelante, sin nadie que lo detuviese. Varias celdas se encontraban unas frente a otras, como quince. En aquel nivel se encontraban los revolucionarios más peligrosos, cuyas acciones contra el gobierno mundial les hicieron ascender al precio por su cabeza a varios millones. Una por una fue abriendo todas las celdas de negros barrotes, mohosas y verdes que se encontraban en el pasillo.
-Gracias por liberarnos amigo, estábamos un poco hartos de esta precaria situación, os ayudaremos a destruir este lugar-dijo el que parecía el cabecilla de todos los hombres y algunas mujeres, que en vez de aparentar ser revolucionarios tenían el aspecto de unos vagabundos, comidos por las enfermedades, el frío y el hambre. Uno a uno fueron saliendo; a pesar de la mala forma en la que se encontraban ardían en deseos de reducir a escombros la maquinaria de tortura del sitio.
-El primer sitio al que debemos dirigirnos es la armería para que cada uno cojáis armas con las que defenderos, y otros tipos de materiales-.
Todos juntos caminaron hasta terminar el pasillo y giraron a la izquierda, llegando a una puerta de acero forjado, recubierta por una verdosa capa mohosa, pareciendo que no hubiera entrado nadie dentro. Hiren abrió la puerta, desconfiado por lo que había sucedido antes, y encontró a dos guardias sentados en un par de sillas con los pies encima de la mesa, echando la siesta. Hiren se acercó a ellos y les propinó sendos golpes en sus respectivas nucas, dejándolos K.O con un hilillo de sangre brotando de sus cabezas. “No sé si estarán muertos, pero por lo menos nos dejarán tranquilos mientras hacemos todo esto”. Agarró armas como fusiles, espadas, hachas y otros artilugios y los repartió entre sus camaradas; algo llamó la atención del usuario de petróleo, un mechero de esos que funcionan con gasolina se encontraba en el bolsillo del guardia. “Lo cojeré, el mío ya apenas funciona”. Salieron del cuarto, atrancando la puerta para que no salieran y dieran el aviso de ayuda. Retrocedieron un poco para subir por la escalera que se dirigía al nivel superior. Allí encontraría más gente que sin duda alguna se unirían a ellos. Recorrieron alrededor de 200 escalones para acceder al nivel superior. La marina se había encargado de que no tuviera buenos accesos, ya que para recorrer todos aquellos metros de un piso a otro exigía una buena forma física, cosa que evitaría que prisioneros mugrosos tratasen de escapar con escasas energías.
Llegaron finalmente al piso superior. Ante ellos, una muralla de marines con sus arcabuces apuntando hacia ellos, cual ejército francés en un campo de batalla. Los revolucionarios observaron preocupados, algunos de ellos apuntaron también, hecho que provocó el asombro de los marines. Estos dispararon fieramente, apuntando hacia las cabezas de los renegados. Hiren actuó rápidamente extendiendo sus manos y formando una gruesa capa de petróleo que ralentizó los disparos, dando tiempo a sus camaradas para que se tumbasen y esquivasen los golpes.
-¡TRAER LAS BALAS DE KAIROSEKI!-dijo el que parecía el líder de la partida.
Sus compañeros se dieron cuenta enseguida de que si usaban ese tipo de munición no podrían evitar de nuevo el ataque, así qué se aprovecharon la confusión del enemigo para lanzarse hacia ellos con un grito de fiereza, dejándolos asombrados a los marines.
-¡POR NUESTRA LIBERTAD!-gritaba Hiren mientras se lanzaba a por los marines, estoque en mano. Clavó su arma en pleno estómago de uno, vomitando sangre. Un marine envió un espadazo que Hiren esquivó a duras penas dando una voltereta hacia su izquierda, fintando un ataque hacia su torso que esquivó a duras penas el marine, para después clavar su arma en el corazón de este. Cayó desplomado. El resto de revolucionarios, animados como estaban por las energías de su jefe acabaron enseguida con los marines sobrantes, huyendo un par de ellos muertos de miedo por los fallecimientos de sus compañeros.
-Ahora avancemos y liberemos este lugar- arengó a sus compañeros…
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Minato se veía algo atrapado y confundido por el golpe, pero aun así no tenía alguna clase de herida muy visible, así que se preparo para enfrentar a ese maldito del mazo. Era un hombre alto, por lo menos más que el rubio y era gordo. Uzumaki empieza a correr hacia el gordo, y entonces hace que su brazo derecho se estire hacía atrás, luego usando su pierna derecha como eje, gira su cuerpo en torno a esa pierna y también gira el tronco superior, su puño derecho impacta de lleno en las costillas del poseedor del mazo quien sale volando por el impacto de aquel fiero ataque del asesino, este no pierde tiempo y se lanza encima del gordo quien destruyo una pared para acto seguido sacar sus armas y clavarlas en la cabeza y en el corazón. Lo había asesinado sin escrúpulos y ahora tocaba seguir avanzando.
Minato se levanto tranquilamente, y empezó a correr sin detenerse. Se paro en un lugar donde había muchas celdas ocupadas, así que empezó a abrir todas las celdas de forma rápida. El tiempo se agotaba y tenía que ser rápido, los presos empezaban a gritar de alegría pero Minato ignoro cada grito hasta abrir todas las celdas, miro hacia atrás y logro ver que habían cerca de 20 hombres, así que sonrió y elevó su brazo derecho mientras gritaba a viva voz.
Minato: ¡COMPAÑEROS! ¡ES HORA DE VER LA LUZ DEL SOL!
Ante esas palabras, todos los presos gritaron levantando también sus brazos. Su objetivo estaba cumplido así que sin más todos empezaron a correr, los pasos se escuchaban fuertes, gritos de alegría y mucha energía emanaba de todos, llegaron a la escalera que daba al piso de arriba y sin más trataron de subir. Al hacerlo no vieron resistencia alguna, seguramente el revolucionario Hiren ya había pasado por allí, cosa que alivió a Minato ya que estaba algo cansado por estar en prisión y abusar de su cuerpo, mientras tanto los prisioneros pusieron al medio al rubio para de esa forma protegerlo, sin más todos siguieron corriendo en busca de una sola cosa en común. La libertad.
Minato se levanto tranquilamente, y empezó a correr sin detenerse. Se paro en un lugar donde había muchas celdas ocupadas, así que empezó a abrir todas las celdas de forma rápida. El tiempo se agotaba y tenía que ser rápido, los presos empezaban a gritar de alegría pero Minato ignoro cada grito hasta abrir todas las celdas, miro hacia atrás y logro ver que habían cerca de 20 hombres, así que sonrió y elevó su brazo derecho mientras gritaba a viva voz.
Minato: ¡COMPAÑEROS! ¡ES HORA DE VER LA LUZ DEL SOL!
Ante esas palabras, todos los presos gritaron levantando también sus brazos. Su objetivo estaba cumplido así que sin más todos empezaron a correr, los pasos se escuchaban fuertes, gritos de alegría y mucha energía emanaba de todos, llegaron a la escalera que daba al piso de arriba y sin más trataron de subir. Al hacerlo no vieron resistencia alguna, seguramente el revolucionario Hiren ya había pasado por allí, cosa que alivió a Minato ya que estaba algo cansado por estar en prisión y abusar de su cuerpo, mientras tanto los prisioneros pusieron al medio al rubio para de esa forma protegerlo, sin más todos siguieron corriendo en busca de una sola cosa en común. La libertad.
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Hiren entró velozmente por una puerta, mientras Minato miraba hacia atrás. Decidió que el rubio podía defenderse solo. "En esa puerta debe estar el carcelero por lo que recuerdo. Se lo dejaré a ellos." Se adelantó sigilosamente, como una sombra. Velozmente comenzó a trazar un plan. Se colaría en el arsenal antes que ellos para robar los explosivos. Tras eso prepararía una red de los mismos a lo largo de la prisión, y iría derribando niveles a medida los desocupaban de presos.
Llegó a una habitación con ventanas. Se asomó por una de las mismas y saltó al vacío. Parecía que iba a precipitarse a las rocas que asomaban sobre el agua, pero cuando había caído tres metros una plataforma de fuego negro apareció bajo sus pies parando su caída. Jack comenzó a caminar velozmente por el aire, mientras buscaba la armería. Tardó unos minutos, pero finalmente la localizó guiándose por los recuerdos de los planos. Forzó la ventana y se coló dentro. "Esto está demasiado oscuro." En el pasillo había ruido de pasos y gritos. Debía darse prisa. Si no quería tardar demasiado, debía conseguir visibilidad. Y tenía la respuesta junto con él. Metió la mano bajo su capa y sacó su visor nocturno. Se lo puso sobre la máscara y lo activó. Cogió un saco que había lleno de cajas de municiones y lo vació. Se puso a rebuscar por toda la sala y recogió toda la pólvora y explosivos que pudo encontrar. Tras eso se echó el pesado saco al hombro y salió por la ventana al hombro.
- Fría piedra opresora, pronto conoceréis el fuego de la liberación.
Se elevó en el aire creando una escalera de fuego y observó la prisión desde los aires. Las esquinas del edificio estaban flanqueadas por torres, y el edificio era como un cuadrado con un patio interior. Derribando las torres causaría serios daños a la estructura. Estableció un plan sencillo: pondría explosivos en las cuatro y en cada una un explosivo con detonación remota. Así usaría esos para hacer explotar el resto de los explosivos de cada torre.
Tardó un buen rato, pero finalmente distribuyó la pólvora y las bombas por las cuatro zonas. Además llevaba consigo los detonadores que activarían las explosiones. "Ahora me las veré con el capitán de la guarnición. Él será mi mensaje de desafío al Gobierno. James Durkin, el espadachín sangriento." Era una vieja gloria de la Marina. Un Sargento ascendido a Teniente Segundo tras una increíble y decisiva acción en una batalla contra la Revolución en el Grand Line. Sin embargo había sido destinado a aquella prisión tras salir rumores sobre él y su extremo sadismo y acciones injustificadas contra civiles que hacían parecer a los hombre la Brigada Disciplinaria de Lion D. Karl marines honrados. El marine en cuestión era ya Teniente Primero, y al parecer exageradamente fuerte. Sin embargo a Jack no le preocupaba. Tenía la esperanza de derrotarlo. Llegó a la ventana de su despacho y entró de golpe, reventándola de una embestida. Rodó por el suelo y se levantó en un ágil movimiento. Se giró hacia él un hombre alto, de pelo pincho negro, rasgos duros y afilados. Este llevaba una capa roja y una cota de malla. Al cinto llevaba una espada larga. Había dos hombres junto con él con insignias de sargentos.
- James Durkin. Preparaos porque aquí viene el castigo del pueblo. Vuestros crímenes no quedarán...
- No quieras darme lecciones de moral tú, Renegado - dijo, con una sonrisa felina el oficial - Los actos que he cometido yo con civiles los has hecho tú con personal del Gobierno.
- Mis acciones eran el castigo que la gente como tú merece - dijo, sacando un cuchillo con una mano y cinco shurikens con la otra - No oséis compararme con vos, carnicero. Dejad que nuestros aceros hablen.
- Sea pues. Te destrozaré con mi espada.
El oficial desenvainó su espada, mientras los sargentos sacaban uno un sable y el otro dos pistolas. Jack lanzó los shurikens al aire, activando su Ha no Arashi, y estos comenzaron a girar enloquecidamente su alrededor. Velozmente metió la mano de nuevo bajo la capa y sacó cinco shurikens más. Tenía un total de diez girando en torno a él, formando un tornado de acero letal que haría picadillo a cualquiera que intentase entrar a herirle en su rango de efecto. Con el cuchillo en su mano se lanzó a por los tres marines. "El primero en caer debe ser el de las pistolas. Después me encargaré del señor teniente y el otro." Como esperaba, los marines se apartaron de su camino retrocediendo, pero cuando se lanzó a por el sargento de las pistolas, James se interpuso en su camino con una sonrisa. Los shurikens rebotaban al golpearle, dejándole leves heridas. "¡¿Pero cómo...?!"
- Eres predecible, Renegado. Con estas tácticas tan obvias no nos ganarás a mi y a mi haki - le dijo con una sonrisa.
Jack se echó hacia atrás, pero el feroz golpe del Teniente le alcanzó y lo mandó volando hacia atrás. Se golpeó contra un escritorio y lo volcó. Durante un momento se encontró mirando al techo aturdido, notando un fuerte dolor en la parte posterior de la cabeza y en el pecho. Entonces una espada se interpuso en su rango de visión, y sólo por sus increíbles reflejos logró rodar y evitar el golpe del Teniente. Se levantó resoplando. Tenía un corte en el pecho que había penetrado sus ropas de cuero y había casi roto su arnés, del que colgaban sus múltiples instrumentos. Además de eso los shurikens yacían en el suelo. Entonces, aprovechando el momento, se lanzó de manera inesperada contra el sargento del sable, que intentaba en ese momento atacarle. El cuchillo atravesó la garganta del hombre, que se desplomó. Tras eso Jack se giró velozmente y saltó a un lado evitando los dos disparos del otro sargento. James rugió y dio un golpe al aire con la espada mientras esta comenzaba a brillar. Un gigantesco tigre de energía azul apareció, girando sobre sí mismo mientras avanzaba hacia él. El golpe le impactó de lleno, y Jack se encontró girando en el aire, aturdido y incapaz de distinguir entre suelo y techo. A su alrededor escuchaba ruido de detonaciones y veía piedras, mientras notaba cortes por todo el cuerpo. Finalmente aterrizó, mareado y cansado. Tenía la ropa destrozada y el cuerpo lleno de heridas sangrantes. Notó que por el ojo izquierdo de la máscara veía más de lo normal, y tocándola notó que un cacho de la misma se había roto, desvelando una pequeña parte de su rostro. "No lo suficiente para reconocerme, por suerte". Entonces vio que estaba rodeado de presos armados y marines que peleaban entre sí, y que ahora le miraban impresionados. Miró al techo, aturdido, y vio un enorme boquete. A través de él se veía el pasillo del piso de arriba y parte del despacho del teniente. Por el mismo asomaron sus dos enemigos, los cuales saltaron hacia él. Jack se arrastró por el suelo, impotente y herido. Fue hacia su cuchillo, pero entonces una bota le pisó la mano. Alzó la vista y vio a James, que se reía enloquecidamente.
- ¡Presos! ¡Aquí tenéis a vuestro héroe, vuestro salvador! El que iba a darme una lección, aplastado como un gusano. Renegado, voy a darte el castigo de los muchos que recibirás a partir de ahora.
El marine alzó su espada con ambas manos, con una sonrisa demencial. Jack cerró los ojos, sabiendo lo que venía a continuación. El dolor fue indecible, y el revolucionario gritó. Gritó como lo había hecho su padre cuando los agentes del Cipher Pol le habían cortado el brazo. Gritó como su madre cuando la violaron los que la habían arrestado antes de llevársela a Impel Down. Gritó y lloró, y alzó su antebrazo mutilado. El marine se lo había cortado desde la mano hasta casi el codo. La sangre manaba a borbotones de la herida.
- ¿Algo que decir, Renegado?
Habían perdido. Aquel hombre era monstruosamente fuerte, y más ágil y diestro que el propio Jack. Y había perdido su brazo... ¿qué podía hacer ahora sin él? Resopló mientras las lágrimas de dolor y frustración le rodaban por el rostro. Tantas penurias y desgracias, ¿para qué? ¿De qué servía luchar contra el Gobierno si luego sus enemigos eran más fuertes que él? Pero entonces pensó en todas las injusticias que había visto. Pensó en sus padres y lo que había presenciado que les hacían. En los mendigos muertos de hambre en su ciudad de origen. En todos sus camaradas muertos. En aquel chico herido y maltratado que acababa de rescatar... ¿Hiren se llamaba? Sí, eso era. "Simplemente no puedo cejar en mis empeños. Demasiado en juego y demasiada gente que depende de que los revolucionarios cumplamos nuestro papel."
- Jamás... - dijo con ira y dolor - jamás me detendré. Así la muerte venga a llamarme, así el frío acero vacíe mis venas de sangre, así me descuarticéis, queméis vivo o desolléis, seguiré luchando mientras me quede una forma de pelear. ¡Anarquía o muerte! ¡VIVA LA LIBERTAD!
Mientras hablaba, con un fuego extraño en la mirada, aprovechó la distracción para meter su brazo izquierdo bajo la destrozada capa. Sujetó los detonadores y puso el dedo sobre el primer botón. "¡Ahora!" pensó al acabar su discurso, al ver el gesto de ira de James y a este alzando su espada con un grito de ira acompañado de una exclamación:
- ¡Al carajo la libertad! ¡Marines, atacad!
Velozmente Jack pulsó los cuatro botones, desplazando su pulgar con toda la velocidad que puso sobre los detonadores. Una potente detonación resonó y el suelo entero tembló. Más de uno cayó al suelo, y el propio James perdió el equilibrio. El asesino lo agarró por la camisa con su única mano. Entonces hizo un gesto con la muñeca y de esta salió su hoja oculta, atravesando el pecho del marine. No era un golpe mortal de necesidad, pero si peligroso. Gracias a sus reflejos y a que se lo esperaba, Jack había mantenido el equilibrio.
- Saluda a la justicia del pueblo, James Durkin. Adiós.
Retrocedió velozmente y trazó un movimiento con la pierna derecha en dirección al cuello del marine. "Sokudan Move, Sweeper." Del extremo de su bote asomó una cuchilla oculta más que rebanó la nuez de James, el cual cayó de rodillas, soltando su espada y gorgoteando. Se llevó las manos al cuello y comenzó a emitir sonidos extraños, ahogándose en su propia sangre. Jack se desplomó de rodillas también, desangrándose por el muñón que antes había sido su antebrazo. Estaba muy débil y perdía mucha sangre por momentos. Un charco le rodeaba ya. "Debo hacerme un torniquete... o moriré." Alzó la vista y vio al sargento apuntándole a la cabeza con una de sus pistolas.
- Y así muero... al menos me he llevado a Durkin por delante. Cruel destino...
Cerró los ojos y dedicó un último pensamiento a sus padres.
Llegó a una habitación con ventanas. Se asomó por una de las mismas y saltó al vacío. Parecía que iba a precipitarse a las rocas que asomaban sobre el agua, pero cuando había caído tres metros una plataforma de fuego negro apareció bajo sus pies parando su caída. Jack comenzó a caminar velozmente por el aire, mientras buscaba la armería. Tardó unos minutos, pero finalmente la localizó guiándose por los recuerdos de los planos. Forzó la ventana y se coló dentro. "Esto está demasiado oscuro." En el pasillo había ruido de pasos y gritos. Debía darse prisa. Si no quería tardar demasiado, debía conseguir visibilidad. Y tenía la respuesta junto con él. Metió la mano bajo su capa y sacó su visor nocturno. Se lo puso sobre la máscara y lo activó. Cogió un saco que había lleno de cajas de municiones y lo vació. Se puso a rebuscar por toda la sala y recogió toda la pólvora y explosivos que pudo encontrar. Tras eso se echó el pesado saco al hombro y salió por la ventana al hombro.
- Fría piedra opresora, pronto conoceréis el fuego de la liberación.
Se elevó en el aire creando una escalera de fuego y observó la prisión desde los aires. Las esquinas del edificio estaban flanqueadas por torres, y el edificio era como un cuadrado con un patio interior. Derribando las torres causaría serios daños a la estructura. Estableció un plan sencillo: pondría explosivos en las cuatro y en cada una un explosivo con detonación remota. Así usaría esos para hacer explotar el resto de los explosivos de cada torre.
Tardó un buen rato, pero finalmente distribuyó la pólvora y las bombas por las cuatro zonas. Además llevaba consigo los detonadores que activarían las explosiones. "Ahora me las veré con el capitán de la guarnición. Él será mi mensaje de desafío al Gobierno. James Durkin, el espadachín sangriento." Era una vieja gloria de la Marina. Un Sargento ascendido a Teniente Segundo tras una increíble y decisiva acción en una batalla contra la Revolución en el Grand Line. Sin embargo había sido destinado a aquella prisión tras salir rumores sobre él y su extremo sadismo y acciones injustificadas contra civiles que hacían parecer a los hombre la Brigada Disciplinaria de Lion D. Karl marines honrados. El marine en cuestión era ya Teniente Primero, y al parecer exageradamente fuerte. Sin embargo a Jack no le preocupaba. Tenía la esperanza de derrotarlo. Llegó a la ventana de su despacho y entró de golpe, reventándola de una embestida. Rodó por el suelo y se levantó en un ágil movimiento. Se giró hacia él un hombre alto, de pelo pincho negro, rasgos duros y afilados. Este llevaba una capa roja y una cota de malla. Al cinto llevaba una espada larga. Había dos hombres junto con él con insignias de sargentos.
- James Durkin. Preparaos porque aquí viene el castigo del pueblo. Vuestros crímenes no quedarán...
- No quieras darme lecciones de moral tú, Renegado - dijo, con una sonrisa felina el oficial - Los actos que he cometido yo con civiles los has hecho tú con personal del Gobierno.
- Mis acciones eran el castigo que la gente como tú merece - dijo, sacando un cuchillo con una mano y cinco shurikens con la otra - No oséis compararme con vos, carnicero. Dejad que nuestros aceros hablen.
- Sea pues. Te destrozaré con mi espada.
El oficial desenvainó su espada, mientras los sargentos sacaban uno un sable y el otro dos pistolas. Jack lanzó los shurikens al aire, activando su Ha no Arashi, y estos comenzaron a girar enloquecidamente su alrededor. Velozmente metió la mano de nuevo bajo la capa y sacó cinco shurikens más. Tenía un total de diez girando en torno a él, formando un tornado de acero letal que haría picadillo a cualquiera que intentase entrar a herirle en su rango de efecto. Con el cuchillo en su mano se lanzó a por los tres marines. "El primero en caer debe ser el de las pistolas. Después me encargaré del señor teniente y el otro." Como esperaba, los marines se apartaron de su camino retrocediendo, pero cuando se lanzó a por el sargento de las pistolas, James se interpuso en su camino con una sonrisa. Los shurikens rebotaban al golpearle, dejándole leves heridas. "¡¿Pero cómo...?!"
- Eres predecible, Renegado. Con estas tácticas tan obvias no nos ganarás a mi y a mi haki - le dijo con una sonrisa.
Jack se echó hacia atrás, pero el feroz golpe del Teniente le alcanzó y lo mandó volando hacia atrás. Se golpeó contra un escritorio y lo volcó. Durante un momento se encontró mirando al techo aturdido, notando un fuerte dolor en la parte posterior de la cabeza y en el pecho. Entonces una espada se interpuso en su rango de visión, y sólo por sus increíbles reflejos logró rodar y evitar el golpe del Teniente. Se levantó resoplando. Tenía un corte en el pecho que había penetrado sus ropas de cuero y había casi roto su arnés, del que colgaban sus múltiples instrumentos. Además de eso los shurikens yacían en el suelo. Entonces, aprovechando el momento, se lanzó de manera inesperada contra el sargento del sable, que intentaba en ese momento atacarle. El cuchillo atravesó la garganta del hombre, que se desplomó. Tras eso Jack se giró velozmente y saltó a un lado evitando los dos disparos del otro sargento. James rugió y dio un golpe al aire con la espada mientras esta comenzaba a brillar. Un gigantesco tigre de energía azul apareció, girando sobre sí mismo mientras avanzaba hacia él. El golpe le impactó de lleno, y Jack se encontró girando en el aire, aturdido y incapaz de distinguir entre suelo y techo. A su alrededor escuchaba ruido de detonaciones y veía piedras, mientras notaba cortes por todo el cuerpo. Finalmente aterrizó, mareado y cansado. Tenía la ropa destrozada y el cuerpo lleno de heridas sangrantes. Notó que por el ojo izquierdo de la máscara veía más de lo normal, y tocándola notó que un cacho de la misma se había roto, desvelando una pequeña parte de su rostro. "No lo suficiente para reconocerme, por suerte". Entonces vio que estaba rodeado de presos armados y marines que peleaban entre sí, y que ahora le miraban impresionados. Miró al techo, aturdido, y vio un enorme boquete. A través de él se veía el pasillo del piso de arriba y parte del despacho del teniente. Por el mismo asomaron sus dos enemigos, los cuales saltaron hacia él. Jack se arrastró por el suelo, impotente y herido. Fue hacia su cuchillo, pero entonces una bota le pisó la mano. Alzó la vista y vio a James, que se reía enloquecidamente.
- ¡Presos! ¡Aquí tenéis a vuestro héroe, vuestro salvador! El que iba a darme una lección, aplastado como un gusano. Renegado, voy a darte el castigo de los muchos que recibirás a partir de ahora.
El marine alzó su espada con ambas manos, con una sonrisa demencial. Jack cerró los ojos, sabiendo lo que venía a continuación. El dolor fue indecible, y el revolucionario gritó. Gritó como lo había hecho su padre cuando los agentes del Cipher Pol le habían cortado el brazo. Gritó como su madre cuando la violaron los que la habían arrestado antes de llevársela a Impel Down. Gritó y lloró, y alzó su antebrazo mutilado. El marine se lo había cortado desde la mano hasta casi el codo. La sangre manaba a borbotones de la herida.
- ¿Algo que decir, Renegado?
Habían perdido. Aquel hombre era monstruosamente fuerte, y más ágil y diestro que el propio Jack. Y había perdido su brazo... ¿qué podía hacer ahora sin él? Resopló mientras las lágrimas de dolor y frustración le rodaban por el rostro. Tantas penurias y desgracias, ¿para qué? ¿De qué servía luchar contra el Gobierno si luego sus enemigos eran más fuertes que él? Pero entonces pensó en todas las injusticias que había visto. Pensó en sus padres y lo que había presenciado que les hacían. En los mendigos muertos de hambre en su ciudad de origen. En todos sus camaradas muertos. En aquel chico herido y maltratado que acababa de rescatar... ¿Hiren se llamaba? Sí, eso era. "Simplemente no puedo cejar en mis empeños. Demasiado en juego y demasiada gente que depende de que los revolucionarios cumplamos nuestro papel."
- Jamás... - dijo con ira y dolor - jamás me detendré. Así la muerte venga a llamarme, así el frío acero vacíe mis venas de sangre, así me descuarticéis, queméis vivo o desolléis, seguiré luchando mientras me quede una forma de pelear. ¡Anarquía o muerte! ¡VIVA LA LIBERTAD!
Mientras hablaba, con un fuego extraño en la mirada, aprovechó la distracción para meter su brazo izquierdo bajo la destrozada capa. Sujetó los detonadores y puso el dedo sobre el primer botón. "¡Ahora!" pensó al acabar su discurso, al ver el gesto de ira de James y a este alzando su espada con un grito de ira acompañado de una exclamación:
- ¡Al carajo la libertad! ¡Marines, atacad!
Velozmente Jack pulsó los cuatro botones, desplazando su pulgar con toda la velocidad que puso sobre los detonadores. Una potente detonación resonó y el suelo entero tembló. Más de uno cayó al suelo, y el propio James perdió el equilibrio. El asesino lo agarró por la camisa con su única mano. Entonces hizo un gesto con la muñeca y de esta salió su hoja oculta, atravesando el pecho del marine. No era un golpe mortal de necesidad, pero si peligroso. Gracias a sus reflejos y a que se lo esperaba, Jack había mantenido el equilibrio.
- Saluda a la justicia del pueblo, James Durkin. Adiós.
Retrocedió velozmente y trazó un movimiento con la pierna derecha en dirección al cuello del marine. "Sokudan Move, Sweeper." Del extremo de su bote asomó una cuchilla oculta más que rebanó la nuez de James, el cual cayó de rodillas, soltando su espada y gorgoteando. Se llevó las manos al cuello y comenzó a emitir sonidos extraños, ahogándose en su propia sangre. Jack se desplomó de rodillas también, desangrándose por el muñón que antes había sido su antebrazo. Estaba muy débil y perdía mucha sangre por momentos. Un charco le rodeaba ya. "Debo hacerme un torniquete... o moriré." Alzó la vista y vio al sargento apuntándole a la cabeza con una de sus pistolas.
- Y así muero... al menos me he llevado a Durkin por delante. Cruel destino...
Cerró los ojos y dedicó un último pensamiento a sus padres.
pannini69
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El hombre desenmascarado había desaparecido. Llevaba tiempo sin verle, cosa que le preocupaba.
“Quizás ha sido detenido…no, es demasiado fuerte”.
Su grupo de renegados había conseguido derrotar a una gran cantidad de marines que habían acudido al subnivel para detenerlos. Con ayuda de los fugitivos y sus propias habilidades habían tumbado a un grupo de alrededor de 30 marines, la gran mayoría clavados por la espada de Hiren. Ahora era el momento de escapar. Se encaminaron por una escalera que daba acceso al nivel principal, donde se encontraba la entrada de la cárcel. Antes de realizar ninguna otra acción debía de reunirse con los jóvenes que habían venido a ayudarle a escapar. Sin ellos no podría huir del lugar.
Subieron la escalera y se encontraron al grupo de Minato, numeroso, al igual que el suyo. En total debía de contar unos 100 revolucionarios rescatados. Eran bastantes como para acabar con todo lo que se les pusiera por delante.
De repente, una tremenda explosión sacudió toda la estructura de piedra que los mantenía prisioneros. Todo el mundo se tiró al suelo, sorprendido por el terremoto que se sacudía. Todo cuanto se encontraba alrededor de ellos caía bruscamente, cayendo grandes trozos de piedra del techo, abriendo boquetes en el suelo y aplastando a cuanta persona encontraba.
El miedo cundió alrededor. Los revolucionarios se inquietaban pensando que los marines trataban de destruir la estructura y sepultarlos a todos dentro. “No, no lo creo, esto tiene la firma del enmascarado” pensó sonriente. Para ver que ocurría debían de alcanzar la libertad y salir fuera, ese sería el primer paso. Les quedaban como unas dos horas de misión y el plan no consistía únicamente en escapar de la cárcel. El barco estaba lejos y tardarían en llegar, por lo que la marina podría tenderles emboscadas con jefes más fuertes.
-Minato, en cuanto consigamos salir de aquí hay que recoger al otro. Creo que sería más conveniente que fueras tú, a ser posible, ya que te encuentras en mejor estado físico que yo- hablo Hiren dirigiéndose al rubio.
Una vez dada esta “orden” Hiren se dirigió hacia la puerta, cerrada con enormes candados de acero. “Tengo una idea”. Levantó las manos y cubrió el cerrojo de una espesa capa negra. Sacó su encendedor y lo prendió. Esperó durante unos minutos hasta que finalmente se derritió, dejando libre la palanca que permitía elevar la enorme puerta.
-Ahora debemos dirigirnos todos juntos hacia la playa, no muy lejos de aquí. Está como a una hora de distancia. Esperarme en aquel claro de allí-ordenó mientras levantaba un dedo señalando a un emplazamiento a doscientos metros de la prisión. –Yo tengo cosas que hacer-.
Hiren, resuelto tras dar las órdenes se dirigió de nuevo hacia la armería con un pequeño grupo de hombres , donde habían conseguido las armas. “Me juego la vida a que ha dejado aún algo de polvora”. Equilicuá. Barriles de pólvora se amontonaban en una esquina. Quedaban menos que cuando la habían visitado por primera vez, pero sería suficiente. Arrastraron pesadamente los toneles escaleras arriba hasta llegar al Hall principal. Hiren ordenó juntar los toneles y mandó salir a todo el mundo de allí.
“Siento si hay algún buen marine en el interior de la cárcel, pero es por el bien común”.
Adelantó su mano derecha y empezó a segregar petróleo. Salió de la prisión mientras dejaba un hilillo del elemento negro. Cuando consideró que estaban a una distancia segura sacó su encendedor y prendió la mecha improvisada. Esta ardía y lentamente se iba consumiendo.
“No tardará más de unos pocos minutos en llegar a los explosivos”.Se dio la vuelta y echó a andar. Transcurrido un corto lapso de tiempo todo empezó a explotar, escuchándose explosiones de múltiples sonidos, que deleitaban los oídos de los revolucionarios.
“Quizás ha sido detenido…no, es demasiado fuerte”.
Su grupo de renegados había conseguido derrotar a una gran cantidad de marines que habían acudido al subnivel para detenerlos. Con ayuda de los fugitivos y sus propias habilidades habían tumbado a un grupo de alrededor de 30 marines, la gran mayoría clavados por la espada de Hiren. Ahora era el momento de escapar. Se encaminaron por una escalera que daba acceso al nivel principal, donde se encontraba la entrada de la cárcel. Antes de realizar ninguna otra acción debía de reunirse con los jóvenes que habían venido a ayudarle a escapar. Sin ellos no podría huir del lugar.
Subieron la escalera y se encontraron al grupo de Minato, numeroso, al igual que el suyo. En total debía de contar unos 100 revolucionarios rescatados. Eran bastantes como para acabar con todo lo que se les pusiera por delante.
De repente, una tremenda explosión sacudió toda la estructura de piedra que los mantenía prisioneros. Todo el mundo se tiró al suelo, sorprendido por el terremoto que se sacudía. Todo cuanto se encontraba alrededor de ellos caía bruscamente, cayendo grandes trozos de piedra del techo, abriendo boquetes en el suelo y aplastando a cuanta persona encontraba.
El miedo cundió alrededor. Los revolucionarios se inquietaban pensando que los marines trataban de destruir la estructura y sepultarlos a todos dentro. “No, no lo creo, esto tiene la firma del enmascarado” pensó sonriente. Para ver que ocurría debían de alcanzar la libertad y salir fuera, ese sería el primer paso. Les quedaban como unas dos horas de misión y el plan no consistía únicamente en escapar de la cárcel. El barco estaba lejos y tardarían en llegar, por lo que la marina podría tenderles emboscadas con jefes más fuertes.
-Minato, en cuanto consigamos salir de aquí hay que recoger al otro. Creo que sería más conveniente que fueras tú, a ser posible, ya que te encuentras en mejor estado físico que yo- hablo Hiren dirigiéndose al rubio.
Una vez dada esta “orden” Hiren se dirigió hacia la puerta, cerrada con enormes candados de acero. “Tengo una idea”. Levantó las manos y cubrió el cerrojo de una espesa capa negra. Sacó su encendedor y lo prendió. Esperó durante unos minutos hasta que finalmente se derritió, dejando libre la palanca que permitía elevar la enorme puerta.
-Ahora debemos dirigirnos todos juntos hacia la playa, no muy lejos de aquí. Está como a una hora de distancia. Esperarme en aquel claro de allí-ordenó mientras levantaba un dedo señalando a un emplazamiento a doscientos metros de la prisión. –Yo tengo cosas que hacer-.
Hiren, resuelto tras dar las órdenes se dirigió de nuevo hacia la armería con un pequeño grupo de hombres , donde habían conseguido las armas. “Me juego la vida a que ha dejado aún algo de polvora”. Equilicuá. Barriles de pólvora se amontonaban en una esquina. Quedaban menos que cuando la habían visitado por primera vez, pero sería suficiente. Arrastraron pesadamente los toneles escaleras arriba hasta llegar al Hall principal. Hiren ordenó juntar los toneles y mandó salir a todo el mundo de allí.
“Siento si hay algún buen marine en el interior de la cárcel, pero es por el bien común”.
Adelantó su mano derecha y empezó a segregar petróleo. Salió de la prisión mientras dejaba un hilillo del elemento negro. Cuando consideró que estaban a una distancia segura sacó su encendedor y prendió la mecha improvisada. Esta ardía y lentamente se iba consumiendo.
“No tardará más de unos pocos minutos en llegar a los explosivos”.Se dio la vuelta y echó a andar. Transcurrido un corto lapso de tiempo todo empezó a explotar, escuchándose explosiones de múltiples sonidos, que deleitaban los oídos de los revolucionarios.
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El rubio estaba corriendo con su grupo de revolucionarios a su alrededor, así que sin más empezó a subir escalares hasta que se encontró con el revolucionario Hiren, cosa que le hizo esbozar una sonrisa pero el enmascarado seguía sin aparecer y eso le hizo preocuparse al rubio, y ante las noticias y especie de orden de Hiren, este no dudo un segundo en devolverse, pero una gran explosión hizo que su camino fuera cortado ya que se tumbo en el suelo y una que otra roca lo golpeaba en la espalda, no era nada grave pero eso seguramente fue obra del Renegado, cosa que indicaba que estaba vivo. En alguna parte pero vivo, y era la misión del rubio encontrarlo.
Una vez todo se calmó este siguió su camino, no tenía idea donde buscar así que estaba buscando a ciegas. En el camino no se encontró con ningún marine, así que se quedo tranquilo ya que su cuerpo apenas podía con la pequeña carrera, así que esperaba que no hubiera nadie fuerte en el camino, seguía corriendo por el piso buscando alguna señal en donde podría estar el Renegado. Sin más empezó a gritar el nombre de ese sujeto con la máscara para ver si respondía, estaba preparado para encontrarlo muerto, pero tenía la leve esperanza de que estuviera vivo. Aun debía agradecerle por ayudarle a salir de este infierno.
Se tardo cerca de cinco minutos buscando en todas las habitaciones y celdas buscando a su compañero, hasta que logro llegar a donde estaba y la escena lo impresiono mucho. Un sujeto estaba apuntando al Renegado con una pistola a la cabeza, y lo peor es que no tenía parte del antebrazo, estaba muy herido y esa sangre pronto lo podría matar. El rubio aprovechando el factor sorpresa estiro su brazo derecho que impacto de lleno en el rostro de ese maldito marine, este salió volando muchos metros atrás, estaría aturdido un par de minutos cosa que sería valiosa y aparte había tirado sus armas al suelo.
Minato: Bien, nos vamos de este lugar. No te mueras, ¿entiendes? ¡NO TE MUERAS!
Mientras gritaba le hizo un torniquete destrozando parte de sus ropas, miro una última vez al maldito de las pistolas y este estaba aun tirado en el piso, así que sin más se cargo al Renegado sobre sus hombros y empezó a correr rumbo a la salida, pero entonces las explosiones que venían desde afuera lo hicieron esforzarse mucho más. Logro llegar a la puerta de la salida, la pateo con fuerza rompiéndola en pedazos y en cuanto elevo la mirada logro ver como es que estaba todos afuera, pero justo la onda expansiva de una explosión mando a volar al rubio y al renegado directo a ellos. Minato se levanto raudo y miro al Renegado, su estado era malo. Pero ahora estaba afuera y ahora solo tendrían que llegar al barco.
Minato: Renegado, ya estamos afuera. Ahora nos marcharemos de este lugar. No mueras, ¡HIREN! ¡O QUIEN SEA VENGA A AYUDAR!
Gritaba mientras veía como es que los revolucionarios los apartaban de la cárcel que se estaba haciendo mil pedazos por la explosión, así que Minato se dejo llevar mientras veía como es que los demás se encargaban del Renegado, pero estaba en eso cuando sus ojos se cerraron de golpe. Había caído inconsciente por el sobre esfuerzo que había hecho al salir de la prisión. Su cuerpo estaba lleno de heridas menores e insignificantes, no eran tan graves como las del enmascarado, y no lo matarían así que simplemente se desplomo en el suelo.
Una vez todo se calmó este siguió su camino, no tenía idea donde buscar así que estaba buscando a ciegas. En el camino no se encontró con ningún marine, así que se quedo tranquilo ya que su cuerpo apenas podía con la pequeña carrera, así que esperaba que no hubiera nadie fuerte en el camino, seguía corriendo por el piso buscando alguna señal en donde podría estar el Renegado. Sin más empezó a gritar el nombre de ese sujeto con la máscara para ver si respondía, estaba preparado para encontrarlo muerto, pero tenía la leve esperanza de que estuviera vivo. Aun debía agradecerle por ayudarle a salir de este infierno.
Se tardo cerca de cinco minutos buscando en todas las habitaciones y celdas buscando a su compañero, hasta que logro llegar a donde estaba y la escena lo impresiono mucho. Un sujeto estaba apuntando al Renegado con una pistola a la cabeza, y lo peor es que no tenía parte del antebrazo, estaba muy herido y esa sangre pronto lo podría matar. El rubio aprovechando el factor sorpresa estiro su brazo derecho que impacto de lleno en el rostro de ese maldito marine, este salió volando muchos metros atrás, estaría aturdido un par de minutos cosa que sería valiosa y aparte había tirado sus armas al suelo.
Minato: Bien, nos vamos de este lugar. No te mueras, ¿entiendes? ¡NO TE MUERAS!
Mientras gritaba le hizo un torniquete destrozando parte de sus ropas, miro una última vez al maldito de las pistolas y este estaba aun tirado en el piso, así que sin más se cargo al Renegado sobre sus hombros y empezó a correr rumbo a la salida, pero entonces las explosiones que venían desde afuera lo hicieron esforzarse mucho más. Logro llegar a la puerta de la salida, la pateo con fuerza rompiéndola en pedazos y en cuanto elevo la mirada logro ver como es que estaba todos afuera, pero justo la onda expansiva de una explosión mando a volar al rubio y al renegado directo a ellos. Minato se levanto raudo y miro al Renegado, su estado era malo. Pero ahora estaba afuera y ahora solo tendrían que llegar al barco.
Minato: Renegado, ya estamos afuera. Ahora nos marcharemos de este lugar. No mueras, ¡HIREN! ¡O QUIEN SEA VENGA A AYUDAR!
Gritaba mientras veía como es que los revolucionarios los apartaban de la cárcel que se estaba haciendo mil pedazos por la explosión, así que Minato se dejo llevar mientras veía como es que los demás se encargaban del Renegado, pero estaba en eso cuando sus ojos se cerraron de golpe. Había caído inconsciente por el sobre esfuerzo que había hecho al salir de la prisión. Su cuerpo estaba lleno de heridas menores e insignificantes, no eran tan graves como las del enmascarado, y no lo matarían así que simplemente se desplomo en el suelo.
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Cerró los ojos y dedicó sus últimos pensamientos a su familia. Jamás lograría dar con el paradero de su padre y rescatar a su madre de Impel Down... todo había sido en vano. "Cruel destino. Y así acaba mi historia, ejecutado por los siervos del Gobierno en esta fría noche, en este palacio de la injusticia. Perdóname, padre." Jack tenía mucho frío y mucho sueño. Poco a poco el punzante dolor de su antebrazo se iba calmando. La realidad se volvió abstracta para él. "¿Por qué no dispara?" De repente notó un golpe cerca de él y abrió los ojos, semiinconsciente. Un puño golpeaba la cara del sargento, derribándolo.
- Bien, nos vamos de este lugar. No te mueras, ¿entiendes? ¡NO TE MUERAS!
Era la voz del rubio. Notó una presión cerca del muñón, y vio que le estaba haciendo un torniquete. Tras eso se lo cargó sobre los hombros y lo llevó a cuestas. A su alrededor la prisión se había convertido en un auténtico campo de batalla, lleno de cuerpos de guardias y prisioneros (aunque principalmente de los primeros, pillados por sorpresa). Jack contuvo un gruñido de dolor y aguantó como pudo. No tardaron mucho en llegar a la salida, pero entonces hubo una potente detonación a sus espaldas y el revolucionario se vio volando por los aires. Rodó por el suelo y se golpeó con rocas. A su alrededor caían escombros y rebotaban en el suelo. "¿Pero qué... no habían detonado ya todas mis bombas?" Con una gran esfuerzo logró levantar la mirada y vio la enorme estructura de la prisión derrumbada. Soltó una breve risilla y se dejó descansar en el suelo.
- Estos novatos revoltosos... han armado un estropicio peor del que yo tenía planeado.
Estaba al borde del desmayo, pero vivo. Si no se le infectaban las heridas sobreviviría. No había llegado a perder suficiente sangre para morir. Afortunadamente el rubio le había hecho un torniquete a tiempo. Este llegó corriendo llamándolo por su apodo y pidiendo ayuda a gritos. Un grupo de hombres lo recogieron y lo llevaron a cuestas hasta la playa rocosa, hacia la cual el navío de los revolucionarios se aproximaba. Las llamas de lo que quedaba de la prisión y la luna iluminaban la noche. Había escampado y la tormenta que había azotado la prisión en el momento en que el Renegado llegó ya se había alejado de la zona.
- Y así las negras nubes de la tiranía son destrozadas por el paso del pueblo trabajador - dijo, con una sonrisa oculta por la máscara.
- Creo que delira, ¡traed un médico! - dijo un revolucionario de los que lo cargaba.
- Ahora me toman por loco... habrase visto - murmuró entre dientes.
Uno de los presos sabía de medicina, y fue a atenderle. Le confirmó lo que ya imaginaba; debían desinfectarle la herida con urgencia. Había peligro de que el muñón se le engangrenase, aunque si evitaban eso, estaría salvado. Pronto estuvo cargado a bordo del barco, siendo atendido por los doctores revolucionarios, pero sus problemas no se habían acabado ni por asomo aun.
- ¡Navíos marines a babor!
- Bien, nos vamos de este lugar. No te mueras, ¿entiendes? ¡NO TE MUERAS!
Era la voz del rubio. Notó una presión cerca del muñón, y vio que le estaba haciendo un torniquete. Tras eso se lo cargó sobre los hombros y lo llevó a cuestas. A su alrededor la prisión se había convertido en un auténtico campo de batalla, lleno de cuerpos de guardias y prisioneros (aunque principalmente de los primeros, pillados por sorpresa). Jack contuvo un gruñido de dolor y aguantó como pudo. No tardaron mucho en llegar a la salida, pero entonces hubo una potente detonación a sus espaldas y el revolucionario se vio volando por los aires. Rodó por el suelo y se golpeó con rocas. A su alrededor caían escombros y rebotaban en el suelo. "¿Pero qué... no habían detonado ya todas mis bombas?" Con una gran esfuerzo logró levantar la mirada y vio la enorme estructura de la prisión derrumbada. Soltó una breve risilla y se dejó descansar en el suelo.
- Estos novatos revoltosos... han armado un estropicio peor del que yo tenía planeado.
Estaba al borde del desmayo, pero vivo. Si no se le infectaban las heridas sobreviviría. No había llegado a perder suficiente sangre para morir. Afortunadamente el rubio le había hecho un torniquete a tiempo. Este llegó corriendo llamándolo por su apodo y pidiendo ayuda a gritos. Un grupo de hombres lo recogieron y lo llevaron a cuestas hasta la playa rocosa, hacia la cual el navío de los revolucionarios se aproximaba. Las llamas de lo que quedaba de la prisión y la luna iluminaban la noche. Había escampado y la tormenta que había azotado la prisión en el momento en que el Renegado llegó ya se había alejado de la zona.
- Y así las negras nubes de la tiranía son destrozadas por el paso del pueblo trabajador - dijo, con una sonrisa oculta por la máscara.
- Creo que delira, ¡traed un médico! - dijo un revolucionario de los que lo cargaba.
- Ahora me toman por loco... habrase visto - murmuró entre dientes.
Uno de los presos sabía de medicina, y fue a atenderle. Le confirmó lo que ya imaginaba; debían desinfectarle la herida con urgencia. Había peligro de que el muñón se le engangrenase, aunque si evitaban eso, estaría salvado. Pronto estuvo cargado a bordo del barco, siendo atendido por los doctores revolucionarios, pero sus problemas no se habían acabado ni por asomo aun.
- ¡Navíos marines a babor!
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Minato había rescatado al revolucionario de la máscara, a tiempo, justo cuando iba a ser ejecutado con una pistola. En su regreso a cuestas con él fue recibido como un héroe por el resto de prisioneros liberados. La alegría y la esperanza volvieron nuevamente al grupo. La cárcel se encontraba destruída, reducida a un mero lecho de piedras a merced de la furia del oleaje. La naturaleza, con el tiempo, tomaría aquel lugar, igual que la casita de piedra de su infancia.
La entrada triunfal del rubio de goma fue vista por todos, aportándoles una inyección extra de energía a los presentes. Por fin estaban todos juntos, dirigiéndose al barco que los esperaba. El camino se antojaba duro pero por irse de aquel peñasco maldito harían lo que fuera necesario.
Varios kilómetros los separaba de la costa. Unos junto a otros caminaban, sujetándose algunos en los hombros del resto para poder avanzar rápidamente. El tiempo apremiaba y cada minuto era valioso.
Cabía la posibilidad de que los marines hubieran avisado vía den den mushi de que se había dado lugar una insurrección. No importaba, si alguien venía sería destruido por todos.
Por fin, tras una larga hora de marchas forzadas cual ejército que es perseguido por el enemigo, llegaron a la playa. El cansancio se hacía notar, no quedaban muchas fuerzas pero había que realizar un último esfuerzo.
El barco revolucionario apareció en el horizonte, anclado a unas decenas de metros de la orilla para evitar que encallase con la marea baja.
“Unos 100 metros, diría yo”.
Varias personas esperaban en la playa. Revolucionarios, probablemente. Agitaban los brazos para que los vieran y emitían gritos para que se acercaran rápidamente. Bajaron la cuesta y se acercaron.
-Hola camaradas, os esperábamos impacientes. Enmascarado, has realizado un gran trabajo. Minato, Hiren, erais los objetivos a rescatar en esta misión. Nos dirigiremos a la nave para volver a la base y podáis descansar y recuperaros-.
Una gran cantidad de botes se encontraban amarrados en palos clavados en la arena para que no se los llevase el mar cuando la luna está más cerca de la tierra. Subieron todos, sin dejar a nadie en tierra y partieron hacia la nave. Mientras remaban observaron que una cantidad grande de naves se acercaban hacia su posición. Pequeños puntitos que cada vez se hacían mas grandes.
-Barcos, marines probablemente, Me temo que nos espera una batalla complicada-dijo Hiren mientras ponía la mano en su frente a modo de visera para evitar que la luz le diese en los ojos.
Continuaron remando hasta llegar al gran barco revolucionario. Les tendieron una escalerilla de cuerda para que subieran. Los heridos, como el enmascarado, fueron atados a cuerdas para poder subirles. El resto se las apañó para alcanzar la cubierta del navío.
-Me llamo Krieg, capitán del barco, y uno de los sublíderes de la armada revolucionaria. Me han encargado recogeros, y por los dioses que vamos a salir vivos de aquí. Disponemos de cañones, armas, pólvora y munición de sobra para hacerles frente, pero si somos rodeados estaremos en apuros-.
En efecto, poco a poco los navíos marines fueron acercándose a ellos, hasta encontrarse a pocos kilómetros de distancia. Mar abierto, no tenían por donde escapar, solo podrían hacerles frente. Hiren echó un vistazo hacia donde se encontraba Minato. Ambos eran usuarios, si tocaban el agua se verían en apuros.
El capitán ordenó zafarrancho de combate. Todo el mundo se dirigió a la parte de abajo donde los cañones, cubiertos por mantas, estaban preparados para rugir. Los tripulantes los cargaron con todo tipo de cosas que encontraban. Junto a las bombas metían trozos de chatarra, a modo que actuaran como metralla. Se quedaron en silencio, preparados a escuchar la orden de disparar.
El navegante ordenó girar el barco hacia babor, de modo que se quedase la parte de estribor apuntando a dónde venían los barcos marines. El viento estaba a su favor y en contra de los enemigos. Si ellos trataban de darles les costaría una barbaridad, ya que las ráfagas de aire detendrían las balas de cañón.
“Al menos tenemos algo a favor”.
A ojo, estipuló que estaban en una mala situación en cuanto a números se referían, en una proporción de 5:1. Si llevaban almirantes, o algún cargo superior ya no lo sabía, pero en caso de que así fuera estarían en problemas.
El ruido del zafarrancho de combate pasó a ser un silencio incómodo, a la espera de la batalla. Todos esperaban, callados, a que uno de los dos bandos iniciase. Esta situación no duró mucho. Escucharon fuertes ruidos que segundos después desembocaron en tremendos golpes contra el agua. Erraban los tiros, seguramente para advertirles de que los revolucionarios se rindieran.
-¡AHORA, FUEGO!-gritó el capitán.
Una gran hondonada de disparos fue enviada hacia los marines. La gran mayoría de balas erraron y cayeron al agua, pero más de una consiguió su objetivo; derribar el mástil principal. Habían lanzado balas unidas por cadenas que destrozaban cuanto encontraban a su paso. Pero no habían conseguido nada. Tenían que acercarse si querían hacerles daño.
-Minato, agárrate a donde sea y coge carrerilla. Vamos a abordarles- dijo sonriendo Hiren.
La entrada triunfal del rubio de goma fue vista por todos, aportándoles una inyección extra de energía a los presentes. Por fin estaban todos juntos, dirigiéndose al barco que los esperaba. El camino se antojaba duro pero por irse de aquel peñasco maldito harían lo que fuera necesario.
Varios kilómetros los separaba de la costa. Unos junto a otros caminaban, sujetándose algunos en los hombros del resto para poder avanzar rápidamente. El tiempo apremiaba y cada minuto era valioso.
Cabía la posibilidad de que los marines hubieran avisado vía den den mushi de que se había dado lugar una insurrección. No importaba, si alguien venía sería destruido por todos.
Por fin, tras una larga hora de marchas forzadas cual ejército que es perseguido por el enemigo, llegaron a la playa. El cansancio se hacía notar, no quedaban muchas fuerzas pero había que realizar un último esfuerzo.
El barco revolucionario apareció en el horizonte, anclado a unas decenas de metros de la orilla para evitar que encallase con la marea baja.
“Unos 100 metros, diría yo”.
Varias personas esperaban en la playa. Revolucionarios, probablemente. Agitaban los brazos para que los vieran y emitían gritos para que se acercaran rápidamente. Bajaron la cuesta y se acercaron.
-Hola camaradas, os esperábamos impacientes. Enmascarado, has realizado un gran trabajo. Minato, Hiren, erais los objetivos a rescatar en esta misión. Nos dirigiremos a la nave para volver a la base y podáis descansar y recuperaros-.
Una gran cantidad de botes se encontraban amarrados en palos clavados en la arena para que no se los llevase el mar cuando la luna está más cerca de la tierra. Subieron todos, sin dejar a nadie en tierra y partieron hacia la nave. Mientras remaban observaron que una cantidad grande de naves se acercaban hacia su posición. Pequeños puntitos que cada vez se hacían mas grandes.
-Barcos, marines probablemente, Me temo que nos espera una batalla complicada-dijo Hiren mientras ponía la mano en su frente a modo de visera para evitar que la luz le diese en los ojos.
Continuaron remando hasta llegar al gran barco revolucionario. Les tendieron una escalerilla de cuerda para que subieran. Los heridos, como el enmascarado, fueron atados a cuerdas para poder subirles. El resto se las apañó para alcanzar la cubierta del navío.
-Me llamo Krieg, capitán del barco, y uno de los sublíderes de la armada revolucionaria. Me han encargado recogeros, y por los dioses que vamos a salir vivos de aquí. Disponemos de cañones, armas, pólvora y munición de sobra para hacerles frente, pero si somos rodeados estaremos en apuros-.
En efecto, poco a poco los navíos marines fueron acercándose a ellos, hasta encontrarse a pocos kilómetros de distancia. Mar abierto, no tenían por donde escapar, solo podrían hacerles frente. Hiren echó un vistazo hacia donde se encontraba Minato. Ambos eran usuarios, si tocaban el agua se verían en apuros.
El capitán ordenó zafarrancho de combate. Todo el mundo se dirigió a la parte de abajo donde los cañones, cubiertos por mantas, estaban preparados para rugir. Los tripulantes los cargaron con todo tipo de cosas que encontraban. Junto a las bombas metían trozos de chatarra, a modo que actuaran como metralla. Se quedaron en silencio, preparados a escuchar la orden de disparar.
El navegante ordenó girar el barco hacia babor, de modo que se quedase la parte de estribor apuntando a dónde venían los barcos marines. El viento estaba a su favor y en contra de los enemigos. Si ellos trataban de darles les costaría una barbaridad, ya que las ráfagas de aire detendrían las balas de cañón.
“Al menos tenemos algo a favor”.
A ojo, estipuló que estaban en una mala situación en cuanto a números se referían, en una proporción de 5:1. Si llevaban almirantes, o algún cargo superior ya no lo sabía, pero en caso de que así fuera estarían en problemas.
El ruido del zafarrancho de combate pasó a ser un silencio incómodo, a la espera de la batalla. Todos esperaban, callados, a que uno de los dos bandos iniciase. Esta situación no duró mucho. Escucharon fuertes ruidos que segundos después desembocaron en tremendos golpes contra el agua. Erraban los tiros, seguramente para advertirles de que los revolucionarios se rindieran.
-¡AHORA, FUEGO!-gritó el capitán.
Una gran hondonada de disparos fue enviada hacia los marines. La gran mayoría de balas erraron y cayeron al agua, pero más de una consiguió su objetivo; derribar el mástil principal. Habían lanzado balas unidas por cadenas que destrozaban cuanto encontraban a su paso. Pero no habían conseguido nada. Tenían que acercarse si querían hacerles daño.
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El rubio seguía inconsciente, o dicho de otra manera. Seminconsciente ya que lograba sentir y escuchar lo que las personas gritaban, estaba atento a lo que pasaba. Pero su cuerpo no lograba reaccionar del todo, así que no le quedaba de otra que dejarse llevar por las cosas que pasaban. Así que sin más, luego de un par de minutos, sus ojos lentamente empezaron a abrirse. La luz del paisaje del exterior de la prisión lo dejaba bastante tranquilo, sabía que había ido a rescatar al enmascarado y que lo había logrado.
Logro escuchar las palabras de Hiren, al parecer estaban rodeados de barcos de la marina, así que tenía que ayudar para así irse de una vez por todas de ese infierno. Así que se levanto raudo para analizar la situación, busco con la mirada al enmascarado pero al parecer ya estaba en el barco de los Revolucionarios, cosa que le agradaba y que le reconfortaba puesto que sentía que su esfuerzo no había sido en vano. Ahora bastaba de lo que era capaz el Renegado para ver si sobreviviría con esas heridas que tenía, esperaba que lo hiciera puesto que Minato aun no le agradecía por sacarlo de ese infierno.
Así que se preparo para la batalla. No iba a ser nada fácil, pero al parecer los revolucionarios estaban listos para la batalla, contaban con ellos. Así que vio por todos lados, estaba buscando algo que le ayudara a salir impulsado directo a uno de los acorazados, logro ver una gran roca que estaba cerca y que sería perfecto para llegar directo a un acorazado. Así que empezó a correr directo a esa roca, para dejar en ella sus dos manos y estirarse hacia atrás. Una vez tomo el impulso suficiente, miro a Hiren quien aun estaba algo lejos, así que sin más le grito:
Minato: Hiren, agárrate de mí. Es hora de un vuelo.
Dijo con una sonrisa mientras empezaba a volar gracias al impulso. Iba directo contra un acorazado y esperaba que en el vuelo, Hiren se agarrar ya que era una de las pocas ideas que se le ocurrían al rubio para llegar a uno de ellos. Así que siguió su vuelo directo a uno de esos acorazados, mientras escuchaba como es que la lluvia de balas de cañón y gritos de todas partes eran comunes.
Logro escuchar las palabras de Hiren, al parecer estaban rodeados de barcos de la marina, así que tenía que ayudar para así irse de una vez por todas de ese infierno. Así que se levanto raudo para analizar la situación, busco con la mirada al enmascarado pero al parecer ya estaba en el barco de los Revolucionarios, cosa que le agradaba y que le reconfortaba puesto que sentía que su esfuerzo no había sido en vano. Ahora bastaba de lo que era capaz el Renegado para ver si sobreviviría con esas heridas que tenía, esperaba que lo hiciera puesto que Minato aun no le agradecía por sacarlo de ese infierno.
Así que se preparo para la batalla. No iba a ser nada fácil, pero al parecer los revolucionarios estaban listos para la batalla, contaban con ellos. Así que vio por todos lados, estaba buscando algo que le ayudara a salir impulsado directo a uno de los acorazados, logro ver una gran roca que estaba cerca y que sería perfecto para llegar directo a un acorazado. Así que empezó a correr directo a esa roca, para dejar en ella sus dos manos y estirarse hacia atrás. Una vez tomo el impulso suficiente, miro a Hiren quien aun estaba algo lejos, así que sin más le grito:
Minato: Hiren, agárrate de mí. Es hora de un vuelo.
Dijo con una sonrisa mientras empezaba a volar gracias al impulso. Iba directo contra un acorazado y esperaba que en el vuelo, Hiren se agarrar ya que era una de las pocas ideas que se le ocurrían al rubio para llegar a uno de ellos. Así que siguió su vuelo directo a uno de esos acorazados, mientras escuchaba como es que la lluvia de balas de cañón y gritos de todas partes eran comunes.
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Minato se estiró lo máximo posible agarrándose a una roca que encontró cerca, dándose un tremendo impulso ayudándose con sus fuertes brazos que fueron estirándose más y más hasta llegar a una longitud de cinco metros. El vuelvo se preveía movidito. Hiren usó sus manos para agarrarse a Minato lo máximo que le fue posible, juntando el cuerpo con el suyo para que en el vuelo no saliera despedido hacia el mar y ahogarse. Realmente con esa táctica se estaban jugando el tipo, ya que ambos podían caer al mar juntos y hundirse para siempre en las profundidades del océano.
-Juntante conmigo, siente mi calor -dijo Hiren a modo de broma a su rubio compañero.
Minato dejó de hacer fuerzas y actuó a modo de tirachinas, lanzando al espadachín por los aires en dirección a los buques de la marina. Desde allí arriba se sentía como un pájaro, surcando los cielos cual gavilán. Veía peces moviéndose inquietos en grandes bancos en el mar, asustados, probablemente, por los cañonazos que ambos bandos se enviaban mutuamente, como si fueran regalos gratuítos. En el transcurso de los metros que separaban la playa de uno de los buques principales Hiren sacó un encendedor y se lo acercó a sí mismo. Uso su etereídad para transformarse en petróleo y prenderse. Lo que antes era un joven rubio ahora era un flameado peligro volante que en cualquier momento impactaría contra sus enemigos. Los marines vieron como una bola de fuego se dirigía hacia ellos, provocando el pánico general de todos los tripulantes. Acudieron todos a cubierta, como si estando todos juntos pudieran detenerlo. Pasaron aquellos angustiosos segundos cuando al fin impactó en el casco del barco. El choque fue brutal. Debido a la velocidad endemoniada con la que había sido lanzado numerosos marines salieron volando por los aires cuales moscas espantadas. El palo de mesana se hizo añicos, al igual que el timón, aunque quisieran escapar no podrían, estaban a la deriva. El navío comenzó a arder, conviertiéndose en una supernova de gritos y sollozos. Hiren se levantó como si nada hubiera pasado y miró su cuerpo.
-Vaya, es la primera vez que prendo mi cuerpo. ¿Cuánto tiempo podré aguantar, marines? -dijo mientras sonreía. Sabía que no mucho, ya que pronto el petróleo se consumiría y dañaría su cuerpo. Los daños le daban igual, si no escapaban de allí rápido serían nuevamente encarcelados, o peor aún, asesinados. Hiren observó como más barcos se dirigían en su dirección, pero estaban tan lejos que apenas parecían pequeñas hormiguitas. "Tenemos que salir rápido de aquí". Hizo acople de fuerzas y utilizó todo el petróleo disponible para una astuta jugada. Creó una torbellino de pequeñas dimensiones con los apenas 100 litros que podía usar, y prendió enteramente el barco. El oleaje y el tiempo hicieron lo suyo; el viento no hizo sino expander las llamas a los barcos circundantes y con un poco de ayuda del mar el barco se estrelló contra otro de los buques de la marina. Pronto todos arderían y tendrían una oportunidad de escapar. Cuando todo parecía ya ganado se dio cuenta de una cosa. ¿Cómo escaparía? No había nadie que pudiera ayudarle. De nuevo se había metido en un lío muy gordo, y a no ser que le ayudaran desde el otro lado no tendría nada que hacer.
Como supuso Hiren se abrió una brecha entre los cuatro barcos de la marina que habían taponado la entrada de la isla, de aquel puerto tan sumamente bien construído en un terreno favorable. El barco revolucionario empezó a moverse en dirección suya.
"El barco se hunde, y yo con él" pensó mientras trataba de encontrar una salida a su desesperada situación.
-Juntante conmigo, siente mi calor -dijo Hiren a modo de broma a su rubio compañero.
Minato dejó de hacer fuerzas y actuó a modo de tirachinas, lanzando al espadachín por los aires en dirección a los buques de la marina. Desde allí arriba se sentía como un pájaro, surcando los cielos cual gavilán. Veía peces moviéndose inquietos en grandes bancos en el mar, asustados, probablemente, por los cañonazos que ambos bandos se enviaban mutuamente, como si fueran regalos gratuítos. En el transcurso de los metros que separaban la playa de uno de los buques principales Hiren sacó un encendedor y se lo acercó a sí mismo. Uso su etereídad para transformarse en petróleo y prenderse. Lo que antes era un joven rubio ahora era un flameado peligro volante que en cualquier momento impactaría contra sus enemigos. Los marines vieron como una bola de fuego se dirigía hacia ellos, provocando el pánico general de todos los tripulantes. Acudieron todos a cubierta, como si estando todos juntos pudieran detenerlo. Pasaron aquellos angustiosos segundos cuando al fin impactó en el casco del barco. El choque fue brutal. Debido a la velocidad endemoniada con la que había sido lanzado numerosos marines salieron volando por los aires cuales moscas espantadas. El palo de mesana se hizo añicos, al igual que el timón, aunque quisieran escapar no podrían, estaban a la deriva. El navío comenzó a arder, conviertiéndose en una supernova de gritos y sollozos. Hiren se levantó como si nada hubiera pasado y miró su cuerpo.
-Vaya, es la primera vez que prendo mi cuerpo. ¿Cuánto tiempo podré aguantar, marines? -dijo mientras sonreía. Sabía que no mucho, ya que pronto el petróleo se consumiría y dañaría su cuerpo. Los daños le daban igual, si no escapaban de allí rápido serían nuevamente encarcelados, o peor aún, asesinados. Hiren observó como más barcos se dirigían en su dirección, pero estaban tan lejos que apenas parecían pequeñas hormiguitas. "Tenemos que salir rápido de aquí". Hizo acople de fuerzas y utilizó todo el petróleo disponible para una astuta jugada. Creó una torbellino de pequeñas dimensiones con los apenas 100 litros que podía usar, y prendió enteramente el barco. El oleaje y el tiempo hicieron lo suyo; el viento no hizo sino expander las llamas a los barcos circundantes y con un poco de ayuda del mar el barco se estrelló contra otro de los buques de la marina. Pronto todos arderían y tendrían una oportunidad de escapar. Cuando todo parecía ya ganado se dio cuenta de una cosa. ¿Cómo escaparía? No había nadie que pudiera ayudarle. De nuevo se había metido en un lío muy gordo, y a no ser que le ayudaran desde el otro lado no tendría nada que hacer.
Como supuso Hiren se abrió una brecha entre los cuatro barcos de la marina que habían taponado la entrada de la isla, de aquel puerto tan sumamente bien construído en un terreno favorable. El barco revolucionario empezó a moverse en dirección suya.
"El barco se hunde, y yo con él" pensó mientras trataba de encontrar una salida a su desesperada situación.
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