Un buen día para morir[Aizack, Joseph, Mustang, Ai Nasasaki, Takeshi y Kaishi][Privado]

Me encontraba caminando por la ciudad de Loguetown tranquilo con mi cruz pacificador envuelta a la espalda. Nada me daba señales de peligro y mientras eso no sucediera yo me limitaría a pasear tranquilo mientras buscaba un lugar donde comer y hacer el vago un momento ya que llevaba días navegando y ya tenía los músculos un poco agarrotados. Caminaba mirando a mi alrededor despreocupado de los demás, únicamente buscaba con la mirada alguna taberna o un bar donde poder comer algo. Mi estómago rugía llamando la atención de las personas mientras que algunos seguían con sus labores diarias sin darme importancia. Por desgracia mirara donde mirara lo único que veía eran edificios de viviendas, mayoritariamente familiares pero ningún bar o taberna donde poder saciar el hambre. Mi mirada pronto se centró en un extraño sujeto vestido de marine que había más adelante, el cual al parecer conocía la isla y seguramente sabría donde habría algún lugar donde poder llenarme el estómago de comida y sake.

Decidí seguirlo para ver si realmente encontraba algún local que sirviera comida pero con precaución ya que nunca se sabe como reaccionará una persona si descubre que la han estado siguiendo y más con un objeto tan cantoso como lo es mi Cruz Pacificadora. Mientras caminaba mi mente estaba ocupada en otra cosa, la tercera guerra del día entre mis personalidades, la cual iba ganando mi lado sediento de lucha y adrenalina, un lado que no me agrada debido a que debo de moverme durante las peleas para poder saciar la sed de golpes y emociones fuertes. Mis ojos empezaron a brillar de forma extraña para la mayoría pero estaba seguro de que si el marine me viera los ojos sabría que estaba ansioso por una pelea. Mis pasos estaban perfectamente coordinados con los del marine que ahora ya no portaba su abrigo de la marina dejando al descubierto dos espadas curvas que yo arriesgaría a decir que se trataban de cimitarras. Caminamos durante un buen rato y empecé a ver porqué aquél hombre había ocultado su pertenencia a la marina, estábamos en una zona plagada de gente que tenía aspecto de criminales, allí se podría encontrar cualquier tipo de calaña, desde piratas hasta asesinos de sangre fría que matan por diversión.

Mi mirada se volvió aún más desafiante mientras nos adentrábamos en aquellos suburbios donde caminamos por otro rato hasta llegar finalmente a la entrada de una especie de taberna. El local parecía caerse a pedazos y que en cualquier momento se derrumbaría sepultando a todos los que estaban dentro. El marine entró y yo le seguí mirando atentamente a todos los presentes, ninguno parecía representar peligorpara mi salvo uno, un hombre enorme que se pavoneaba de sus hazañas, algo que yo denominaba barbaries. -¿Por qué estos canallas no paran de causar problemas y enorgullecerse por ello? ¿Es que acaso no pueden vivir honradamente como los demás?- Pensé mientras el marine se sentaba en la barra. No quería llamar mucho más la atención de la que ya llamé con mi arma así que me senté en una mesa cercana a la puerta y alcé la mano para pedir que el camarero atendiera mi petición de un plato de arroz y una jarra de sake. Tras ser servido empecé a comer sin quitar atención a lo que estaba a punto de ocurrir gracias a las palabras de un desconocido que sonaron desde un rincón oscuro del antro. Dichas palabras seguro sacarían de quicio al sucio criminal que alardeaba de sus crímenes.