Calypso
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Su cabellera había dejado de estar húmeda, el constante viento que soplaba, atraído por el más marítimo perfume había logrado secar sus largas hebras rojizas, como si las mismas estuvieran tejidas con el más pulido coral, acariciada con el adorno marítimo de las perlas y las pequeñas conchas que los crustáceos mudaban. Se movía ágil y acorde con la sinfonía del mismo, del viento. Ese que atraía así el dulce aroma de las ciudades, de las bodegas de los barcos, cargados de frutos. Y por último el componente esencial de la armoniosa escena. El sol que en su lejanía alumbraba e iluminaba cada aspecto del día, sin dejar ningún matiz sin descubrir. En una amplia gama de colores se desplazaba mediante olas su amado océano, hoy era un día demasiado tranquilo ¿Sería que tendría que suceder algo que terminase por romper su monotonía?
El bramido de las olas chocar contra las mismas, alocadas, indecisas. Su templanza se rompía en fragmentos acuáticos, divididos en pequeñas gotas y densa espuma salina. El musgo que recubría el saliente, amortiguaba las eufóricas olas que rompían en él. Más su presencia en aquella roca era habitual, casi rutinaria. El escamado color de su tez abdominal y media lumbar además del entretenido bordado de las propias escamas reproducían una hermosa coloración rojiza, más los brillos de cada una de las escamas podían aportar algo distinto, entre amarillento y azulado, quizás alguna gama amoratada. El hermano Sol ayudaba a volver, a cada ser más hermoso. Fue lento y reciproco. Sus orbes, cual vidrios transparentes, alzaron la vista a la lejanía, vislumbrando en su magnificencia, el navío que a lo lejos se aproximaba, parecía robusto. Altivo y rebelde, desafiando la naturaleza de aquel por el que navegaba, su amante, el océano.
¿Quién sería aquel capitán osado? ¿Quiénes serían aquellos que cantaban alabanzas al alcohol y la vida en su mar? El navío era aún más imponente, casi podía percibir como el aroma de la madera húmeda inundaba su paladar, las velas del barco alzadas, ondeando a lo lejos ¿Quién sería? ¿Quién se atrevía? Ella, tan firme, tan magnífica gema de rojas gamas aguardaba en el saliente.
Sería acaso otro magnífico visitante en las aguas, otra recompensa, otro barco que hundido asaltar, un huésped en su océano infinito ¿o un aliado? No podía distinguir la simbología del barco, tan solo percibir aromas que envolviesen el mismo, como la madera podrida o las costras, las algas y quizás las lapas de la parte baja del mismo.
El bramido de las olas chocar contra las mismas, alocadas, indecisas. Su templanza se rompía en fragmentos acuáticos, divididos en pequeñas gotas y densa espuma salina. El musgo que recubría el saliente, amortiguaba las eufóricas olas que rompían en él. Más su presencia en aquella roca era habitual, casi rutinaria. El escamado color de su tez abdominal y media lumbar además del entretenido bordado de las propias escamas reproducían una hermosa coloración rojiza, más los brillos de cada una de las escamas podían aportar algo distinto, entre amarillento y azulado, quizás alguna gama amoratada. El hermano Sol ayudaba a volver, a cada ser más hermoso. Fue lento y reciproco. Sus orbes, cual vidrios transparentes, alzaron la vista a la lejanía, vislumbrando en su magnificencia, el navío que a lo lejos se aproximaba, parecía robusto. Altivo y rebelde, desafiando la naturaleza de aquel por el que navegaba, su amante, el océano.
¿Quién sería aquel capitán osado? ¿Quiénes serían aquellos que cantaban alabanzas al alcohol y la vida en su mar? El navío era aún más imponente, casi podía percibir como el aroma de la madera húmeda inundaba su paladar, las velas del barco alzadas, ondeando a lo lejos ¿Quién sería? ¿Quién se atrevía? Ella, tan firme, tan magnífica gema de rojas gamas aguardaba en el saliente.
Sería acaso otro magnífico visitante en las aguas, otra recompensa, otro barco que hundido asaltar, un huésped en su océano infinito ¿o un aliado? No podía distinguir la simbología del barco, tan solo percibir aromas que envolviesen el mismo, como la madera podrida o las costras, las algas y quizás las lapas de la parte baja del mismo.
SSS18
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Akuma no mi
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Estaba en un barco que había confiscado a unos piratas,estos ya estaban muertos y me dirigía a Ennies Lobby.
Me encontraba en cubierta,junto al timón,cuando pude ver a una figura en el mar.
Tenía curiosidad así que me acerqué a su posición y anclé el barco.Después de anclarlo salté al mar,y nadé rápidamente en dirección a la figura.
Me encontraba en cubierta,junto al timón,cuando pude ver a una figura en el mar.
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Nocturne93
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Akuma no mi
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- Spoiler:
- No llegaré a alcanzar tu nivel de rol Calypso, pero por lo menos comento en una isla que está muerta, quiero rolear contigo a ver que sale de aquí ^^
PD: el personaje que utilizaré será el sádico que creo que ya conoces :XD:
La tensión y el dolor causado por el filo sanguinario se tornó tan tensa como una neblina ennegrecida. El último de los desgraciados se encontraba frente a frente con el mayor asesino que jamás había visto en su vida. La sombra tenebrosa, mas similar a la parca que a un ser humano, se aproximaba lenta e implacablemente, mientras un sudor frío recorría la frente del pobre desgraciado, cuyo corazón palpitaba con una potencia que causaría un infarto prematuro.
Los oscuros cabellos y sus ojos penetrantes, tornaban al asesino un ser temido, y un aura de maldad se alcanzaba a percibir. Cada paso le acercaba mas a su deseo, cada pie que posaba sobre la ya desgastada madera le aumentaba la desesperación de acabar pronto. El filo de su brillante katana, ahora era rojo como la propia sangre, y el tinte rojizo resbalaba muy lentamente por su pulida hoja. Un paso significaba una nueva gota en el suelo, una nueva gota en el suelo hacía que la katana tuviere menor coloración, y el ansiado deseo del asesino le llevaba a teñirla nuevamente con el intenso rojo de la sangre.
No hubo piedad alguna, aquél ser aterrorizado temblaba como una marioneta, la marioneta de un destino al cual le llegaba el acto final. De pronto la opresión llegó a su cuello, y sintió el estrangulamiento, el beso de la muerte se encontraba muy próximo. Una punzada de dolor, un corte segador, un miembro seccionado sin compasión. Un brazo caía a plomo al suelo, los gritos no podían salir de la presionada garganta de aquél pobre desgraciado. El fin no tardó en llegar. El cuerpo fue elevado, y de pronto ensartado de pecho a espalda, y un desgarrón seccionó la mayoría del cuerpo del último en pie.
El asesino arrojó el cadáver a un lado tras volver a impregnar su katana en sangre, un rojo que le causaba furor, un color que apasionaba su visión, y hacía sentir a esta persona en un estado de frenesí irremediable. Lentamente alzó aquél pigmento rojizo que se hallaba en su arma, y por el único punto limpio pudo ver reflejado el horror de su mirada, su ojo demoníaco y su tez bicolor, su propia sonrisa de sadismo que hacía el rostro característico en lo absoluto. Apartó la mirada y lamió suavemente la parte plana de la hoja de la katana, recogiendo así con su lengua la sangre recién impregnada.
Como un ritual que se había tornado cada vez más frecuente, paladeó con regusto y al poco escupió al suelo. Sin limpiar siquiera la katana la envaino, se giró y contempló el macabro escenario que había recreado en poco tiempo. En ocasiones pensaba que sus rivales podrían llegar a luchar más, pero siempre que se daba cuenta, al mirar atrás podía vislumbrar el rastro a muerte que sus pisadas dejaban, tiñendo la madera limpia de sangre pegada a sus botas ya andrajosas. Sus cabellos desgreñados no cesaban de ondear a la suave brisa que discurría por aquél mar, y el oleaje sobre el barco le resultaba muy placentero. Todo aquél macabro escenario, repleto de sadismo y con la única compañía del ser del velo negro, quien siempre danzaba oculto entre las sombras y aparecía en el peor de los momentos, aquél a quien vulgarmente llaman "La Parca".
Se sentó en el primer rincón que encontró y con una botella de ron en la mano sus labios comenzaron a remojarse con el alcohólico licor que esta botella aguardaba en su interior. Conforme discurría este por su garganta, el calor interior que proporcionaba era lo único que este ser necesitaba más. Tragaba y tragaba de aquél licor como si no hubiese mañana, y de pronto no hizo más que soltar un bramido, un bramido clásico de una afamada canción pirata que alababa al alcohol.
- ¡Yohohoho! ¡Y la botella de ron!
Los oscuros cabellos y sus ojos penetrantes, tornaban al asesino un ser temido, y un aura de maldad se alcanzaba a percibir. Cada paso le acercaba mas a su deseo, cada pie que posaba sobre la ya desgastada madera le aumentaba la desesperación de acabar pronto. El filo de su brillante katana, ahora era rojo como la propia sangre, y el tinte rojizo resbalaba muy lentamente por su pulida hoja. Un paso significaba una nueva gota en el suelo, una nueva gota en el suelo hacía que la katana tuviere menor coloración, y el ansiado deseo del asesino le llevaba a teñirla nuevamente con el intenso rojo de la sangre.
No hubo piedad alguna, aquél ser aterrorizado temblaba como una marioneta, la marioneta de un destino al cual le llegaba el acto final. De pronto la opresión llegó a su cuello, y sintió el estrangulamiento, el beso de la muerte se encontraba muy próximo. Una punzada de dolor, un corte segador, un miembro seccionado sin compasión. Un brazo caía a plomo al suelo, los gritos no podían salir de la presionada garganta de aquél pobre desgraciado. El fin no tardó en llegar. El cuerpo fue elevado, y de pronto ensartado de pecho a espalda, y un desgarrón seccionó la mayoría del cuerpo del último en pie.
El asesino arrojó el cadáver a un lado tras volver a impregnar su katana en sangre, un rojo que le causaba furor, un color que apasionaba su visión, y hacía sentir a esta persona en un estado de frenesí irremediable. Lentamente alzó aquél pigmento rojizo que se hallaba en su arma, y por el único punto limpio pudo ver reflejado el horror de su mirada, su ojo demoníaco y su tez bicolor, su propia sonrisa de sadismo que hacía el rostro característico en lo absoluto. Apartó la mirada y lamió suavemente la parte plana de la hoja de la katana, recogiendo así con su lengua la sangre recién impregnada.
Como un ritual que se había tornado cada vez más frecuente, paladeó con regusto y al poco escupió al suelo. Sin limpiar siquiera la katana la envaino, se giró y contempló el macabro escenario que había recreado en poco tiempo. En ocasiones pensaba que sus rivales podrían llegar a luchar más, pero siempre que se daba cuenta, al mirar atrás podía vislumbrar el rastro a muerte que sus pisadas dejaban, tiñendo la madera limpia de sangre pegada a sus botas ya andrajosas. Sus cabellos desgreñados no cesaban de ondear a la suave brisa que discurría por aquél mar, y el oleaje sobre el barco le resultaba muy placentero. Todo aquél macabro escenario, repleto de sadismo y con la única compañía del ser del velo negro, quien siempre danzaba oculto entre las sombras y aparecía en el peor de los momentos, aquél a quien vulgarmente llaman "La Parca".
Se sentó en el primer rincón que encontró y con una botella de ron en la mano sus labios comenzaron a remojarse con el alcohólico licor que esta botella aguardaba en su interior. Conforme discurría este por su garganta, el calor interior que proporcionaba era lo único que este ser necesitaba más. Tragaba y tragaba de aquél licor como si no hubiese mañana, y de pronto no hizo más que soltar un bramido, un bramido clásico de una afamada canción pirata que alababa al alcohol.
- ¡Yohohoho! ¡Y la botella de ron!
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