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Una función en mala noche [Afro y Hardo] Empty Una función en mala noche [Afro y Hardo] {Lun 16 Jun 2014 - 0:41}

Se podía ver un apacible atardecer sobre una ciudad costera cubierta por la blanca nieve. Por una de las calles de esta marchaba yo fumándome un cigarro mientras pensaba en todo lo sucedido durante el día, tenía ganas de descansar y beber un poco. Para esto fui a una taberna de la ciudad que solía frecuentar bastante por las noches tras haber estado fuera todo el día. Aquel día no hubiera sido diferente de no ser por lo que me iba a encontrar en aquella pequeña y confortable taberna situada en uno de los callejones de la ciudad. Llegando hacia esta pude ver a muchas personas refugiándose ya en sus casas antes de que entrase la noche pues últimamente no eran cálidas precisamente. La nieve comenzaba a caer de una forma aún más violenta y podía sentir los copos cayendo sobre mis hombros y cubriendo parte de mi afro.

Para cuando había llegado al callejón en el que se encontraba la taberna ya estaba cubierto totalmente por la nieve. Antes de entrar en la taberna espolsé toda la nieve que tenía en el pelo y lancé el cigarro sobre la nieve que había dejado en la puerta de la taberna formando un pequeño montículo. Tras esto abrí la puerta de la taberna y pude observar la gente que había por allí sentada en las mesas. A diferencia de como se encontraba la taberna normalmente hoy estaba llena de gente y apenas había lugares libres para sentarse. Como era costumbre mi mesa situada en la parte más oscura de la taberna y más alejada del escenario de la misma estaba libre pues así le había dicho le la mantuviese al tabernero.

Fue entonces cuando me acerqué a la barra y salude al tabernero mientras dejaba mi katana en esta. Tras esto me senté y le hice un movimiento con la cabeza a modo de señal, esta significaba " lo mismo de siempre camarada ". Él se alejó para coger una botella de saque que estaba bajo la barra algo alejada de donde yo estaba sentado. Mientras lo hacía observe de nuevo todas las mesas del establecimiento percatándome así del tipo de personas que estaban sentadas en estas. Había personas de todo tipo en la taberna aquella noche desde nobles hasta rufianes que frecuentaba la taberna habitualente. El porque estaba tan abarrotada aquel día era un misterio que quería resolver así que cuando el tabernero volvió con la botella de sake le pregunté:

- ¿ A que se debe tanto alboroto en una noche fría y solitaria como hoy ? - Le dije mientras tomaba la botella y la destapaba pegándole un amplio trago. -

- Hoy actúa una persona que se ha hecho bastante famosa por estos mares por sus actuaciones. - Dijo mientras cogía un trapo y fregaba la barra con este. -

- Ya veo entonces la noche se puede poner bastante interesante, tengo bastante curiosidad por ver quién es el individuo. ¡Gracias por el sake! - Dije tras lanzarle una moneda y recoger mi katana. -

Tras esto me aleje de la barra y marché hacia mi mesa para tomar asiento en ella y disfrutar de lo que la noche trajese. Estaba expectante por ver que iba a pasar y quién iba a actuar allí, pues no era común una actuación en aquel lugar. Cuando llegue a la mesa me senté pegué otro trago y me puse a pensar en que podía salir a aquel escenario.
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Una función en mala noche [Afro y Hardo] Empty Re: Una función en mala noche [Afro y Hardo] {Mar 17 Jun 2014 - 17:47}

El país de Wano. Así es el cómo el mundo conocía, y conoce, las tierras en las que me hallaba. No había nación más próspera en cuanto a grandes espadachines se tratase.

A pesar de tratarse de unas tierras con una política poco amable para extranjeros, sin saber cómo ni por qué allí estaba. La gente vestía con quimonos y raro era ver a alguien sin, al menos, una katana o dos, la arquitectura estaba inspirada en las edificaciones del antiguo oriente y un aura de sobriedad, serenidad y corrección envolvía el ambiente. Con todas estas características, mi mera presencia desentonaba en demasía con el resto del panorama. A cada “paso” que daba, una decena de cabezas se giraban para contemplar como aquel payaso caminaba haciendo el pino.

No bastándome con mis atuendos para llamar la atención, desde hacía algún tiempo había adquirido la extraña costumbre de avanzar con las manos, dejando mis pies donde debería estar la cabeza. Las reacciones a las cuales estaba habituado por el esperpéntico conjunto de mi vestimenta y recién adquirida costumbre, me parecían casi ridículas al compararlas con las que estaban sufriendo aquellas gentes. La evidente falta de costumbre de ver forasteros con culturas diferentes a la de ellos, aumentaba hasta un grado casi celestial la perplejidad y asombro que provocaba mi presencia. Empezaba a resultarme graciosa la dualidad que empezaba a surgir entre aquel pueblo, tan peculiar y cerrado, y yo.

Supongo que esto no beneficiará un cambio de política…

Al igual que mi personalidad, un compendio de contradicciones, la escena de un bufón con ropajes divertidos y de colores llamativos, tanto que en ocasiones podía resultar dañino para la vista, conviviendo con el carácter sobrio y austero que se respiraba parecía no ser posible. Me imaginaba a alguien contemplando desde fuera, como si de una proyección de den den mushi se tratase y trataba de adivinar qué pasaría por su mente en esos momentos. Seguro que se preguntaría que mente desquiciada había decidido hacer colisionar dos mundos completamente diferentes.

Mi fama de bufón había llegado hasta aquellas tierras de samuráis y hombres de honor y, para mi sorpresa, mi presencia era bien recibida a pesar de todo. Pregunté, a través de Hardoneta, donde podía encontrar una posada o una taberna para tomar un buen trago. El joven anciano, no sabría bien como describirlo ya que perfectamente podría ser ambas cosas, al cual había preguntado me indicó el camino hasta la posada más cercana. Una vez allí pregunté por el dueño, pues tenía la intención de montar algún pequeño espectáculo esa noche. Esperaba que les agradase, a pesar de no compartir tanto en común como en otros lugares.

Como de costumbre, alguien debió correr la voz de la actuación, ya que a mitad de tarde empezó a llegar gente a la taberna que regentaba el dueño de la posada en la cual me encontraba ya alojado.
Antes de dar pie al espectáculo, decidí sociabilizar con los parroquianos del lugar para tantear gustos y humor de estos. Como bien sabía: un público contento, es un público generoso. Y nada mejor para contentar al público como conocer sus gustos, aficiones y forma de ser y pensar, habilidad que había desarrollado gracias a mi empatía, necesidad y gran cantidad de actuaciones.

En un rincón, se encontraban mis bolas de harina para hacer malabares, dagas y mis marionetas de madera. Mientras tomaba un trago, una hermosa muchacha entró por la puerta. Un metro setenta, pelo muy largo y oscuro, tez morena y ojos verdes cual joya de serpentinita. Llevaba falda larga, que me impedía ver al completo la hermosura que debían ser sus piernas, aunque con ver de rodilla para abajo me bastaba para hacerme una idea del resto. La blusa dejaba ver la parte inmediatamente superior a sus pechos y una pequeña escotadura en forma de V permitía ver el inicio del canalillo. Si había algo que me volviese realmente loco era la insinuación. El arte de enseñar, sin enseñar nada realmente. Bueno en este caso sí dejaba ver un poco. La falda se ajustaba perfectamente a su figura, aún sin ser estrecha, y el movimiento de sus caderas hacía bailar la caída de la prenda. El cuadro lo completaba una cinta que llevaba en la frente, sujetándole el pelo para que no le cayese a su hermosa cara. La cinta tenía un adorno, el cual quedaba justo en medio de la frente dándole un aspecto más exótico. Me fijé detenidamente en este, se trataba de ¡una flor de jazmín! Eso había sido la guinda que culminaba el pastel. Si ya tenía claro que tenía que conocerla como fuere, ese detalle fue el detonante para que cada segundo que pasara sin hacerlo fuera un suplicio. Pero como siempre, las cosas había que hacerlas bien.

Sin quitarle el ojo de encima a la chica, aunque sin llegar a ser descarado, proseguí con mi conversación y repasé mentalmente todas y cada una de las historias que conocía para ver cuál sería la más adecuada. Logré que el tipo me invitase a esa cerveza y varias rondas más y me dispuse a comenzar con el espectáculo.

Antes de nada, lo mejor sería comenzar con unos cuantos malabares, para entrar en calor y ayudar a cuerpo y mente a pensar rápidamente, por si cualquier imprevisto surgía durante la improvisada obra. Recogí mis bolas de malabares y escondí las dagas en las mangas y cinturón. Para llamar la atención de la gente, lancé una daga a la pared donde se me iba a colocar y esta se clavó justo en el centro de la diana que había colocado previamente. Para aquella gente, aquello no tenía ninguna gracia, ni mérito, aunque el hecho de haberlo conseguido lanzándola de espalda había conseguido despertar la curiosidad de alguno. Guiñé un ojo a la hermosa dama que tenía previsto conquistar de camino a mi lugar, y di comienzo con el espectáculo.
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