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Ahora ya sentía como empezaba de verdad mi aventura. Zarpé de aquella isla junto a Amai, en La Perla. Ya había llegado el momento. Había pasado bastante tiempo sobre los cuatro principales mares del mundo, era hora de expandiré e ir al Grand Line. Sin embargo antes de que llegara ese momento, teníamos que hacer una pequeña parada en una isla para reabastecer nuestros suministros. Y así fue como acabamos llegando a la Isla Dawn, desembarcando en la villa. Era un lugar campestre y humilde. Por suerte no vi ningún otro barco en el puerto, ni de la marina ni de otros piratas, ni de… Bueno, ahora me empecé a extrañar, no había absolutamente ningún barco, ¿qué quería decir esto? Sólo había una forma de averiguarlo. Tanto Amai como ya bajamos del barco, aunque le dejé un mensaje a Perla, y era que si intentaban atacar el navío, tendría que moverse y escabullirse, que ya nos encontraríamos más tarde. Había que tener cuidado, La Perla es un barco bien conocido por el gobierno, y podría estar la posibilidad de que allí atracara algún barco marine.
Dimos un paseíto por la villa. Tiendas, la taberna, casas, las calles… Estaba todo completamente vacío. Esto no me gustaba. Según mis conocimientos, esta isla es una gran isla que disfrutaba de buenas gentes, normalmente era bastante transitada entre viajeros, calles llenas… Pero nada, ahora no había ni un solo alma. Le iba comentando a Amai que lo mejor era andar con pies de plomo, porque mi olfato de ceniza me decía que algo estaba ardiendo. Y justo, de repente, escucho un sonido que me da toda la razón del mundo. Era una explosión. Provenía “de la parte trasera” del pueblo, y en la lejanía pude ver como las llamas originadas por la explosión provocaban humo. Le pedí a la muchacha que tuviera cuidado, pero que me siguiera. Fuimos hasta allí, y escondido detrás de la esquina de una casa, pude ver a un gran puñado de personas, atadas y amontonadas en frente de un establecimiento que o sabía bien qué sería. Y alrededor de ellos un montón de personas con armas y antorchas. Iban mal vestidos, harapos, colgantes… Piratas. Ya había visto lo suficiente como para saber lo que se cocía por este lugar.- Asquerosos piratas, no hemos puesto resistencia, por qué no cogéis lo que queréis y os marcháis.- Dijo un hombre mayor, de entre la multitud atada. La respuesta no tendría que haberla escuchado.- Es más divertido cogerlo todo y acabar dejando esto bajo cenizas. Lo siento amigo, pero soy pirómano, y también uno de los grandes piratas provenientes del Grand Line, JAJAJAJAJA, déjame disfrutar de mi retiro, viejo.
Así que un pirata proveniente del Grand Line quería divertirse, ¿eh? Pues bajo mi punto de vista había escogido el lugar equivocado. Odio a la gente así. Aquél tipo, que parecía ser el capitán, vestía con una gran cazadora que tenía colgando de los hombros más que otra cosa. Iba sin camiseta, dejándose ver sus portentosos músculos y marcas de guerra. Pelo corto, negro, y barba. Creo que le vi una espada, pero, parecía más una viga de piedra dura colgada de su cintura. También tenía que decir que no era de tamaño natural, me sacaría uno, o dos metros de altura. Había leído sobre ellos, los semigigantes, tienen una fuerza envidiable.
Sobre los demás tripulantes… No había nada destacable. AL menos, nada destacable hasta que un rubio de un tamaño igual al del “capitán” se dejó ver. Apreció por detrás de los escombros de la explosión. Al parecer habían echado abajo una casa que había al lado del establecimiento donde retenían a los rehenes. Era rubio, portentoso también, buenos músculos tapados por una camiseta de manga corta azul marino. Pantalones blancos y dos enormes pistolas en los costados de su cintura. Perfecto, mi código moral y honorífico me hace tener que defender este pueblo, realmente me daba igual lo que me pasara, pero parece ser que no iba a ser todo un camino de rosas como me esperaba. En fin.
Decidí que había visto suficiente y salí de mi escondite. No sin antes decirle a Amai que esto era peligroso y que debía de esconderse. Se tendría que esconder hasta que viera que atraía a los piratas hasta un lugar alejado del actual, para así, que ella saliera de su escondite y pudiera desatar a aquellos ciudadanos. Extrañamente, mi amiga no estaba nerviosa, ni asustada, ¿confiaba en mi o sólo me lo parecía? Aunque no pude evitar sonreír cuando me dijo “No te mueras”, a lo cual no hice otra cosa más que decirle lo mismo. Así pues, salgo de allí.- ¿Reducirlo todo a cenizas? Gracias por la ofrenda pero estoy seguro de que no vas a poder destruir nada más.- Dije a voz de pleno pulmón, con la katana desenvainada y apoyada en mi hombro. Esperaba así poder intimidarles. Mi sonrisa de siempre y mis ganas de patear traseros de miserables. Claramente no pudo faltar el “¿Quién eres tú?” de aquellos pazguatos.- Sharp D. Drake. Pasaba por aquí y no sabes la sorpresa que me he llevado al saber que no había ni un alma en esta isla. Y cuando escuché una explosión y vi que ahora la isla estaba en peligro por unos canallas que no sabían dónde se habían metido, me entró la risa y decidí enseñarles quién manda aquí.- Dije realizando mis comentarios sarcásticos y humorísticos, o al menos eran humorísticos para mi. Me empezaron a maldecir por prepotencia. ¿Perdón? ¿Prepotencia? La gente ya no entiende las bromas.
Pero no todo estaba perdido, había alguien inteligente en entre la multitud, que tras escuchar mi nombre empezó a rebuscar entre varios papeles. Su cara llena de temor me lo dijo todo.- Es… Es un pirata… Un pirata con 191.000.000 Millones por su cabeza!- Gritó aquél tripulante. No pude hacer otra cosa más que darle las gracias por la presentación. Y si uno se había asustando, esperaba que los demás también y que ahora se fueran para su casita, aunque lamentablemente la cosa no funcionaba así. Esa información no había hecho más que sorprender a los presentes y darle a los grandullones más ganas de pelear. Me dijeron que tenían ganas de derrotar a un oponente fuerte, y bueno, yo era uno, y ellos eran casi treinta, cuarenta, o tal vez cincuenta personas, y se habían dado cuenta.- Mierda.- Solté para mí antes de que toda esa horda de piratas provenientes de un lugar peligroso al cual aún no he podido pisar venían a por mi. Preparé mi katana, era hora del baile.
Dimos un paseíto por la villa. Tiendas, la taberna, casas, las calles… Estaba todo completamente vacío. Esto no me gustaba. Según mis conocimientos, esta isla es una gran isla que disfrutaba de buenas gentes, normalmente era bastante transitada entre viajeros, calles llenas… Pero nada, ahora no había ni un solo alma. Le iba comentando a Amai que lo mejor era andar con pies de plomo, porque mi olfato de ceniza me decía que algo estaba ardiendo. Y justo, de repente, escucho un sonido que me da toda la razón del mundo. Era una explosión. Provenía “de la parte trasera” del pueblo, y en la lejanía pude ver como las llamas originadas por la explosión provocaban humo. Le pedí a la muchacha que tuviera cuidado, pero que me siguiera. Fuimos hasta allí, y escondido detrás de la esquina de una casa, pude ver a un gran puñado de personas, atadas y amontonadas en frente de un establecimiento que o sabía bien qué sería. Y alrededor de ellos un montón de personas con armas y antorchas. Iban mal vestidos, harapos, colgantes… Piratas. Ya había visto lo suficiente como para saber lo que se cocía por este lugar.- Asquerosos piratas, no hemos puesto resistencia, por qué no cogéis lo que queréis y os marcháis.- Dijo un hombre mayor, de entre la multitud atada. La respuesta no tendría que haberla escuchado.- Es más divertido cogerlo todo y acabar dejando esto bajo cenizas. Lo siento amigo, pero soy pirómano, y también uno de los grandes piratas provenientes del Grand Line, JAJAJAJAJA, déjame disfrutar de mi retiro, viejo.
Así que un pirata proveniente del Grand Line quería divertirse, ¿eh? Pues bajo mi punto de vista había escogido el lugar equivocado. Odio a la gente así. Aquél tipo, que parecía ser el capitán, vestía con una gran cazadora que tenía colgando de los hombros más que otra cosa. Iba sin camiseta, dejándose ver sus portentosos músculos y marcas de guerra. Pelo corto, negro, y barba. Creo que le vi una espada, pero, parecía más una viga de piedra dura colgada de su cintura. También tenía que decir que no era de tamaño natural, me sacaría uno, o dos metros de altura. Había leído sobre ellos, los semigigantes, tienen una fuerza envidiable.
Sobre los demás tripulantes… No había nada destacable. AL menos, nada destacable hasta que un rubio de un tamaño igual al del “capitán” se dejó ver. Apreció por detrás de los escombros de la explosión. Al parecer habían echado abajo una casa que había al lado del establecimiento donde retenían a los rehenes. Era rubio, portentoso también, buenos músculos tapados por una camiseta de manga corta azul marino. Pantalones blancos y dos enormes pistolas en los costados de su cintura. Perfecto, mi código moral y honorífico me hace tener que defender este pueblo, realmente me daba igual lo que me pasara, pero parece ser que no iba a ser todo un camino de rosas como me esperaba. En fin.
Decidí que había visto suficiente y salí de mi escondite. No sin antes decirle a Amai que esto era peligroso y que debía de esconderse. Se tendría que esconder hasta que viera que atraía a los piratas hasta un lugar alejado del actual, para así, que ella saliera de su escondite y pudiera desatar a aquellos ciudadanos. Extrañamente, mi amiga no estaba nerviosa, ni asustada, ¿confiaba en mi o sólo me lo parecía? Aunque no pude evitar sonreír cuando me dijo “No te mueras”, a lo cual no hice otra cosa más que decirle lo mismo. Así pues, salgo de allí.- ¿Reducirlo todo a cenizas? Gracias por la ofrenda pero estoy seguro de que no vas a poder destruir nada más.- Dije a voz de pleno pulmón, con la katana desenvainada y apoyada en mi hombro. Esperaba así poder intimidarles. Mi sonrisa de siempre y mis ganas de patear traseros de miserables. Claramente no pudo faltar el “¿Quién eres tú?” de aquellos pazguatos.- Sharp D. Drake. Pasaba por aquí y no sabes la sorpresa que me he llevado al saber que no había ni un alma en esta isla. Y cuando escuché una explosión y vi que ahora la isla estaba en peligro por unos canallas que no sabían dónde se habían metido, me entró la risa y decidí enseñarles quién manda aquí.- Dije realizando mis comentarios sarcásticos y humorísticos, o al menos eran humorísticos para mi. Me empezaron a maldecir por prepotencia. ¿Perdón? ¿Prepotencia? La gente ya no entiende las bromas.
Pero no todo estaba perdido, había alguien inteligente en entre la multitud, que tras escuchar mi nombre empezó a rebuscar entre varios papeles. Su cara llena de temor me lo dijo todo.- Es… Es un pirata… Un pirata con 191.000.000 Millones por su cabeza!- Gritó aquél tripulante. No pude hacer otra cosa más que darle las gracias por la presentación. Y si uno se había asustando, esperaba que los demás también y que ahora se fueran para su casita, aunque lamentablemente la cosa no funcionaba así. Esa información no había hecho más que sorprender a los presentes y darle a los grandullones más ganas de pelear. Me dijeron que tenían ganas de derrotar a un oponente fuerte, y bueno, yo era uno, y ellos eran casi treinta, cuarenta, o tal vez cincuenta personas, y se habían dado cuenta.- Mierda.- Solté para mí antes de que toda esa horda de piratas provenientes de un lugar peligroso al cual aún no he podido pisar venían a por mi. Preparé mi katana, era hora del baile.
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Un apacible viento soplaba entre los árboles, aliviando a Émile del calor del día. Este cerró los ojos y disfrutó de la placentera sensación. Por un momento olvidó todos sus problemas y preocupaciones, pasando a un estado de calma absoluta. Suspiró de placer, y abrió los ojos de nuevo con una sonrisa. El cielo azul y las copas de los árboles sobre él fue lo único que vio. Estaba tumbado sobre una rama en el bosque cercano a Villa Fucsia. Recordó entonces lo que le había llevado hasta allí, y la sonrisa se borró de su rostro. Pronto habría una gran batalla en el East Blue. Aun faltaban semanas, pero él debía estar presente... para poder matar a su padre. Y él ni siquiera lo sospecharía, pues se presentaría como aliado de la Marina. "Yonkaikyo... al final conseguí el puesto." Se incorporó sobre la rama y se miró las manos, con una mueca extraña. Sí... había derrotado a todos sus adversarios hasta alcanzar aquel puesto, pero ¿a qué precio? ¿su cordura? Lucifer estaba más despierto que nunca. Si seguía abusando de su fruta como hasta ahora, no sabía lo que podría acabar pasando. Aunque le daba igual, porque cualquier precio sería poco si con ello mataba a su malvado padre. Karl debía ser derrotado a cualquier precio antes de que completase su plan y lograse apoderarse del Gobierno Mundial. Si lo dejaba alcanzar aquel puesto, acabaría demasiado lejos de su alcance. "Y entonces no podré vengar a mi madre..." Apretó los dientes y esbozó una mueca de rabia. Enfadado, se levantó sobre la rama y le metió una patada al tronco del árbol. La rama tembló, pero logró mantener el equilibrio. Se giró sobre esta y miró hacia el pueblo. Ya debía ser hora de ir volviendo. Entonces se fijó en algo raro... el pueblo se veía tranquilo, demasiado tranquilo. Y en el puerto había un barco de tamaño bastante respetable. Émile frunció el entrecejo y se llevó las manos al cinto, comprobando que sus pistolas se hallaban en este. Pronto necesitaría a Hades y a Averno si era lo que pensaba.
- Es irónico que siendo yo pirata me pase más tiempo combatiéndolos que actuando yo mismo como uno... - murmuró.
De un salto, bajó hasta el suelo del bosque, flexionando las rodillas al caer y frenando la caída con el puño derecho. Con una mirada de decisión, se levantó y se dirigió corriendo hacia el poblado. Sus pisadas resonaban por el lugar, mientras los árboles se sucedían a su alrededor en su rápida carrera. Mientras avanzaba, desenfundó sus pistolas y comenzó a cargar energía en estas. La de su mano derecha, Hades, era de color blanco con símbolos tribales rojo oscuro. La otra, Averno, era negra con los mismos símbolos pero en dorado. Las dos brillaron por un instante mientras las preparaba para el inminente combate. Al cabo de un rato de avanzar, llegó a las afueras del poblado y se detuvo, jadeando y sudando. Comenzó a avanzar de nuevo, pero ahora caminando lentamente y con ambas pistolas en alto. No se veía ni un alma... nadie en la calle. Ni animales, ni niños jugando. Ni siquiera salía ruido de las viviendas. La situación cada vez olía peor. Estaba claro lo que sucedía, al menos para el joven pirata. Se adentró en el poblado y se acercó a unas cajas amontonadas junto a una casa. Trepó por estas sin dejar de agarrar las pistolas y subió al tejado.
- Y ahora... ¿dónde estáis todos?
Una fuerte explosión resonó a su derecha, y la onda expansiva lo desequilibró. Tambaleante, se giró y observó una columna de humo y llamas que llegaba de un edificio. Corrió en esa dirección por los tejados, notando un dolor palpitante y un pitido en el oído derecho. Soltó un taco y se paró frente a la calle de donde había llegado el ruido. Bajo sus pies, la gente del pueblo estaba atada en el suelo y retenida por una muchedumbre de piratas. Un edificio en el lado contrario al que se encontraba Émile estaba en llamas. "Malditos... lo han hecho ellos." Comprendió, notando como la rabia crecía en su interior. Lucifer se despertó y rugió, exigiendo sangre. Pero era pronto para liberarlo. Si podía derrotar a la banda sin hacer uso de su akuma, mejor. Decidió esperar un buen momento para intervenir. Eran demasiados incluso para él. "Pero no para mi" le dijo Lucifer "Libérame y los mataré a todos." El joven ignoró a su indeseado huésped y observó el macabro espectáculo. El que parecía el capitán era un hombre increíblemente alto... Émile lo reconoció. Era Dorian la Mole, un pirata del Gran Line. Ofrecían 70.000.000 por su cabeza. "¿Qué hace semejante monstruo aquí?" Pensó. Sin embargo las sorpresas continuaron. Llegó por el camino un chico con una espada al cinto, que comenzó a provocar a los piratas. El yonkaikyo abrió la boca de par en par, no porque un único hombre desafiase a cincuenta, si no porque lo había reconocido. Era Sharp D. Drake, el Supernova. Y los piratas lo reconocieron, al igual que él. "Bueno, dado que no parece mala persona y pretendía ayudar a los aldeanos... yo lo ayudaré a él." Las sorpresas no se acabaron, pues hubo una segunda explosión y un segundo semigigante, este rubio, llegó desde el otro edificio destruido.
- Extraño, cuanto menos. Un Supernova defendiendo al pueblo de unos bucaneros. Pensé que los corsarios de mi clase se habían extinguido junto con el rey de los piratas Monkey D. Luffy. Me alegra descubrir que no es así - dijo en voz alta, atrayendo la atención de todos.
Su presencia era cuanto menos, imponente. Iba vestido con una camisa negra de rayas verticales color gris claro, pantalones beige y una corbata roja. La misma que le había regalado Kaín. Al estar en una posición elevada, con las pistolas en la mano, parecía más alto de lo que era, y el brillo del sol impedía verle bien. Sin embargo, alguien también le reconoció y comenzó a gritar: "¡Es el yonkaikyo Lion D. Émile, el hijo del Vicealmirante Quimera Karl! ¡Estamos perdidos!" Émile esbozó una mueca de rabia. Si había algo que odiaba era que lo relacionasen con su padre. El odio ardió en su mirada por unos instantes, y apunto con las pistolas hacia los piratas. Estas comenzaron a brillar con intensidad, y los piratas le apuntaron a él. El chico cerró los ojos y disparó con Averno un único tiro. Un disparo cegador. La luz le llegó aun a través de los párpados cerrados, junto con los gritos de dolor de los piratas. No se había esperado un tiro bengala. Abrió rápidamente los ojos y apuntó hacia el aire.
- ¡Fénice di Rabbia!
Disparó cuatro tiros al aire. Los proyectiles, de color rojo, se dividieron en cuatro cada unos. Estos dieciséis se convirtieron en pájaros de energía. Fénix. Las magníficas bestias se esparcieron y comenzaron a caer entre los piratas, explotando y causando el caos entre los criminales. El yonkaikyo había tenido en cuenta que no dañasen a los aldeanos, y se aseguró de que explotasen lejos de estos. Dirigió uno de los fénix hacia Dorian. Este se cubrió con los brazo, y aguantó la explosión. Demasiado bien... no parecía haber sido dañado. "¡¿Haki?!" Se preguntó, asustado. Rápidamente saltó a la calle y comenzó a disparar a diestro y siniestro rayos de energía perforantes, derribando piratas. Empleando su Shadow, comenzó a esprintar a una velocidad envidiable hasta Drake. Al llegar junto a él, se colocó a su lado y apuntó a la marabunta de enemigos, que comenzaban a reorganizarse tras la sorpresa inicial.
- Creo que podemos dejar las presentaciones para después, dado que estamos los dos metidos hasta el cuello en esto. Ahora deberíamos encontrar una manera de alejar a esta gente de los aldeanos. ¿Algún plan?
- Es irónico que siendo yo pirata me pase más tiempo combatiéndolos que actuando yo mismo como uno... - murmuró.
De un salto, bajó hasta el suelo del bosque, flexionando las rodillas al caer y frenando la caída con el puño derecho. Con una mirada de decisión, se levantó y se dirigió corriendo hacia el poblado. Sus pisadas resonaban por el lugar, mientras los árboles se sucedían a su alrededor en su rápida carrera. Mientras avanzaba, desenfundó sus pistolas y comenzó a cargar energía en estas. La de su mano derecha, Hades, era de color blanco con símbolos tribales rojo oscuro. La otra, Averno, era negra con los mismos símbolos pero en dorado. Las dos brillaron por un instante mientras las preparaba para el inminente combate. Al cabo de un rato de avanzar, llegó a las afueras del poblado y se detuvo, jadeando y sudando. Comenzó a avanzar de nuevo, pero ahora caminando lentamente y con ambas pistolas en alto. No se veía ni un alma... nadie en la calle. Ni animales, ni niños jugando. Ni siquiera salía ruido de las viviendas. La situación cada vez olía peor. Estaba claro lo que sucedía, al menos para el joven pirata. Se adentró en el poblado y se acercó a unas cajas amontonadas junto a una casa. Trepó por estas sin dejar de agarrar las pistolas y subió al tejado.
- Y ahora... ¿dónde estáis todos?
Una fuerte explosión resonó a su derecha, y la onda expansiva lo desequilibró. Tambaleante, se giró y observó una columna de humo y llamas que llegaba de un edificio. Corrió en esa dirección por los tejados, notando un dolor palpitante y un pitido en el oído derecho. Soltó un taco y se paró frente a la calle de donde había llegado el ruido. Bajo sus pies, la gente del pueblo estaba atada en el suelo y retenida por una muchedumbre de piratas. Un edificio en el lado contrario al que se encontraba Émile estaba en llamas. "Malditos... lo han hecho ellos." Comprendió, notando como la rabia crecía en su interior. Lucifer se despertó y rugió, exigiendo sangre. Pero era pronto para liberarlo. Si podía derrotar a la banda sin hacer uso de su akuma, mejor. Decidió esperar un buen momento para intervenir. Eran demasiados incluso para él. "Pero no para mi" le dijo Lucifer "Libérame y los mataré a todos." El joven ignoró a su indeseado huésped y observó el macabro espectáculo. El que parecía el capitán era un hombre increíblemente alto... Émile lo reconoció. Era Dorian la Mole, un pirata del Gran Line. Ofrecían 70.000.000 por su cabeza. "¿Qué hace semejante monstruo aquí?" Pensó. Sin embargo las sorpresas continuaron. Llegó por el camino un chico con una espada al cinto, que comenzó a provocar a los piratas. El yonkaikyo abrió la boca de par en par, no porque un único hombre desafiase a cincuenta, si no porque lo había reconocido. Era Sharp D. Drake, el Supernova. Y los piratas lo reconocieron, al igual que él. "Bueno, dado que no parece mala persona y pretendía ayudar a los aldeanos... yo lo ayudaré a él." Las sorpresas no se acabaron, pues hubo una segunda explosión y un segundo semigigante, este rubio, llegó desde el otro edificio destruido.
- Extraño, cuanto menos. Un Supernova defendiendo al pueblo de unos bucaneros. Pensé que los corsarios de mi clase se habían extinguido junto con el rey de los piratas Monkey D. Luffy. Me alegra descubrir que no es así - dijo en voz alta, atrayendo la atención de todos.
Su presencia era cuanto menos, imponente. Iba vestido con una camisa negra de rayas verticales color gris claro, pantalones beige y una corbata roja. La misma que le había regalado Kaín. Al estar en una posición elevada, con las pistolas en la mano, parecía más alto de lo que era, y el brillo del sol impedía verle bien. Sin embargo, alguien también le reconoció y comenzó a gritar: "¡Es el yonkaikyo Lion D. Émile, el hijo del Vicealmirante Quimera Karl! ¡Estamos perdidos!" Émile esbozó una mueca de rabia. Si había algo que odiaba era que lo relacionasen con su padre. El odio ardió en su mirada por unos instantes, y apunto con las pistolas hacia los piratas. Estas comenzaron a brillar con intensidad, y los piratas le apuntaron a él. El chico cerró los ojos y disparó con Averno un único tiro. Un disparo cegador. La luz le llegó aun a través de los párpados cerrados, junto con los gritos de dolor de los piratas. No se había esperado un tiro bengala. Abrió rápidamente los ojos y apuntó hacia el aire.
- ¡Fénice di Rabbia!
Disparó cuatro tiros al aire. Los proyectiles, de color rojo, se dividieron en cuatro cada unos. Estos dieciséis se convirtieron en pájaros de energía. Fénix. Las magníficas bestias se esparcieron y comenzaron a caer entre los piratas, explotando y causando el caos entre los criminales. El yonkaikyo había tenido en cuenta que no dañasen a los aldeanos, y se aseguró de que explotasen lejos de estos. Dirigió uno de los fénix hacia Dorian. Este se cubrió con los brazo, y aguantó la explosión. Demasiado bien... no parecía haber sido dañado. "¡¿Haki?!" Se preguntó, asustado. Rápidamente saltó a la calle y comenzó a disparar a diestro y siniestro rayos de energía perforantes, derribando piratas. Empleando su Shadow, comenzó a esprintar a una velocidad envidiable hasta Drake. Al llegar junto a él, se colocó a su lado y apuntó a la marabunta de enemigos, que comenzaban a reorganizarse tras la sorpresa inicial.
- Creo que podemos dejar las presentaciones para después, dado que estamos los dos metidos hasta el cuello en esto. Ahora deberíamos encontrar una manera de alejar a esta gente de los aldeanos. ¿Algún plan?
Simo
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El sol pegaba con fuerza. Por suerte me había puesto lo que Tetsu en su día de la despedida me regaló, un kimono bastante suelto con el que me encontraba fresco y podía moverme con más facilidad. Era de colores morados, blancos y negros, que comenzaban con un morado suave en la parte superior y terminaban en negro tras la cintura. En la cintura poseía una banda de un color grisáceo, la cual me permitía guardar sujetar allí mi espada. Y por encima llevaba una capa de color azul. Mi cara reflejaba algo de enfado, no por el abrasador calor que se encontraba allí, sino porque tenía la extraña sensación de que esos dos semi gigantes me donaban de algo. Y si me sonaban de algo, no era bueno, sobre todo si dicen ser provenientes del Grand Line. Era hora de actuar. Simplemente tenía que picarles un poco más para que vinieran cuales perros falderos y Amai se pudiera encargar de los rehenes. Sin embargo cuando hube puesto mi mano en el mango para poder desenvainar mi acero, algo me detuvo.
Uno de aquellos piltrafillas gritó señalando algo. Alcé la vista y observé a un muchacho, que más o menos tendría mi edad. Pelo castaño, medio largo, bien vestido con su camisa negra, y dos pistolas que apuntaban a todos nosotros piratas. Al principio no caí en quién podrí a ser hasta que gritaron su nombre, y su título. Yonkaikyo. Vale, podría encontrarme en problemas, no sabía bien qué cualidades había que tener exactamente para convertirse en un Shichibukai o Yonkaikyo, pero sí sabía algo, y es que había que ser imbatible. No sabía que haría alguien como él aquí y no se encontraba en Grand Line, pero eso sí, él es parte del gobierno, así que ahora todos nosotros los piratas somos su objetivo. Alzó sus armas y disparó con una. No debí de haberme quedado embobado mirándole, pues al igual que al resto de personas me cegué por aquel enorme rayo de luz. Tardé varios segundos en volver a poder ver correctamente, para que al hacerlo, el muchacho volviera a disparar, pero esta vez fueron cuatro disparos al aire, cuatros disparos que se dividieron cada uno en cuatro más. Obtuvieron una forma de fénix y bajaron en picado. Por suerte ninguna cayó cerca de los ciudadanos, y cerca de mí tampoco. Aquellas balas al caer al suelo explotaban y les causaban varios problemas a los otros piratas. Con sólo unos segundos ya había hecho varios estragos y había derrotado a unos cuantos. Debería andarme con ojo, a lo mejor no me había atacado porque esperaría el momento adecuado para esto. En un momento de debilidad me volví a quedar boquiabierto con lo que hizo, y con los buenos disparos que realizó. Y en ese momento de debilidad él movió ficha y empezó a corretear hasta llegar a mi, se posó a mi lado. Yo, totalmente desconfiado por fin saqué el mi katana para que viera la luz, y así, en posición correcta dejar el filo de la katana a tan solo dos centímetros de posibilidad de que pudiera yo rebanar su cuello.
Los dos mantuvimos silencio mientras nos mirábamos, él me estaba apuntando con su arma. Yo tampoco tenía nada que temer por ello, pero es mi costumbre.- Creo que podemos dejar las presentaciones para después, dado que estamos los dos metidos hasta el cuello en esto. Ahora deberíamos encontrar una manera de alejar a esta gente de los aldeanos. ¿Algún plan?- Me decía el muchacho. Su voz era suave, aunque dura y serena. Me gustaba. Sin embargo no entendía bien, ¿ahora éramos aliados? No lo entendía bien, aunque eso podría explicar un par de cosas. Le miré a los ojos y no vi la mentira en él. Igualmente yo solía confiar en casi cualquiera, así que me valía. Le libré de la tensión que podría sufrir con el filo de mi katana tan cercano a él. Me giré para ver a los piratas. Aquellas explosiones a habían cesado, y ahora estos piratas estaban muy furiosos, lo suficiente como para correr a por venganza aun que tengan un gran tesoro al lado.- Lo tengo. Ya tenía pensado ir lejos de los ciudadanos, mi plan era picarles y que me siguieran, o por consiguiente robarles algo que quisieran recuperar. Sin embargo ahora, están lo suficientemente enfadados para que con un simple pique nos siguieran. Podemos corretear por las calles de la ciudad. Quiero acabar con todos ellos, y si fuéramos al bosque, alguno podría ocultarse.- Le expliqué al muchacho sin siquiera mirarle. Observaba riéndome a aquellos piratas, ciertamente esto me causaba risa, era ver sus caras y lo demás venía solo.
-¿Ese supernova es parte de la banda del Yonkaikyo?- Preguntaba el semi gigante moreno.- Eso parece. Acabemos con ellos.- Masculló el segundo. ¿Parte de su tripulación? Por favor, por qué la gente siempre tiene que pensar que soy miembro de otras tripulaciones, no es la primera vez que pasa, pero esperaba que fuera la última.- ¡Eh! ¡Patanes!- Les grité llamando su atención.- Nosotros somos dos, y vosotros sois cincuenta, o casi. ¿Y os quedáis allí parados sin saber cómo derrotarnos? Menda panda de piratas no valéis para nada.
Al parecer empezaba a funcionar, los humos del enfado me llegaban.- Por cierto, ¿ese tesoro que encontré antes era vuestro? Pues ahora me pertenece.- Dije riéndome. Me la había jugado a una carta, y por suerte reaccionaron.- ¡A POR ÉL!- Gritaba el portentoso moreno, que hizo que todas sus filas, incluyéndole a él vinieran a por nosotros.- Vale, dos cosas.- Dije dirigiéndome al Yonkaikyo.- La primera es que como intentes ir a por mi y atacarme mientras estoy “distraído”, no la contarás. Y segundo, el semi gigante moreno es mío. Y ahora, corre.- Le dije al chico de cabellos castaños para que supiera que si íbamos a trabajar juntos habría que hacerlo bien, y con normas. Sin esperar mucho más salí corriendo dirección pueblo a dentro, podríamos llegar a la plaza centrar y luchar allí. Tenía miedo de que algún pirata se pudiera quedar allí y fastidiar el plan que había tenido con Amai. Pero ella tampoco era moco de pavo y sabía defenderse sola, o al menos un poco. De igual forma pensaba volver por allí más tarde.
Mientras echábamos el vuelo con una estampida por detrás, decidí presentarme.- En fin, soy Sharo D. Drake. Y si de verdad quieres ayudarme, es un placer.- Le dije sonriente.- Y dime, ¿qué hace un Yonkaikyo aquí?
La pregunta había quedado en el aire, ya habíamos llegado a la plaza central.- Empieza la fiesta.- Dije mientras empezaba a frenar para poder girarme y mirar a mis adversarios. Ya habían puesto la primera canción del baile.
Uno de aquellos piltrafillas gritó señalando algo. Alcé la vista y observé a un muchacho, que más o menos tendría mi edad. Pelo castaño, medio largo, bien vestido con su camisa negra, y dos pistolas que apuntaban a todos nosotros piratas. Al principio no caí en quién podrí a ser hasta que gritaron su nombre, y su título. Yonkaikyo. Vale, podría encontrarme en problemas, no sabía bien qué cualidades había que tener exactamente para convertirse en un Shichibukai o Yonkaikyo, pero sí sabía algo, y es que había que ser imbatible. No sabía que haría alguien como él aquí y no se encontraba en Grand Line, pero eso sí, él es parte del gobierno, así que ahora todos nosotros los piratas somos su objetivo. Alzó sus armas y disparó con una. No debí de haberme quedado embobado mirándole, pues al igual que al resto de personas me cegué por aquel enorme rayo de luz. Tardé varios segundos en volver a poder ver correctamente, para que al hacerlo, el muchacho volviera a disparar, pero esta vez fueron cuatro disparos al aire, cuatros disparos que se dividieron cada uno en cuatro más. Obtuvieron una forma de fénix y bajaron en picado. Por suerte ninguna cayó cerca de los ciudadanos, y cerca de mí tampoco. Aquellas balas al caer al suelo explotaban y les causaban varios problemas a los otros piratas. Con sólo unos segundos ya había hecho varios estragos y había derrotado a unos cuantos. Debería andarme con ojo, a lo mejor no me había atacado porque esperaría el momento adecuado para esto. En un momento de debilidad me volví a quedar boquiabierto con lo que hizo, y con los buenos disparos que realizó. Y en ese momento de debilidad él movió ficha y empezó a corretear hasta llegar a mi, se posó a mi lado. Yo, totalmente desconfiado por fin saqué el mi katana para que viera la luz, y así, en posición correcta dejar el filo de la katana a tan solo dos centímetros de posibilidad de que pudiera yo rebanar su cuello.
Los dos mantuvimos silencio mientras nos mirábamos, él me estaba apuntando con su arma. Yo tampoco tenía nada que temer por ello, pero es mi costumbre.- Creo que podemos dejar las presentaciones para después, dado que estamos los dos metidos hasta el cuello en esto. Ahora deberíamos encontrar una manera de alejar a esta gente de los aldeanos. ¿Algún plan?- Me decía el muchacho. Su voz era suave, aunque dura y serena. Me gustaba. Sin embargo no entendía bien, ¿ahora éramos aliados? No lo entendía bien, aunque eso podría explicar un par de cosas. Le miré a los ojos y no vi la mentira en él. Igualmente yo solía confiar en casi cualquiera, así que me valía. Le libré de la tensión que podría sufrir con el filo de mi katana tan cercano a él. Me giré para ver a los piratas. Aquellas explosiones a habían cesado, y ahora estos piratas estaban muy furiosos, lo suficiente como para correr a por venganza aun que tengan un gran tesoro al lado.- Lo tengo. Ya tenía pensado ir lejos de los ciudadanos, mi plan era picarles y que me siguieran, o por consiguiente robarles algo que quisieran recuperar. Sin embargo ahora, están lo suficientemente enfadados para que con un simple pique nos siguieran. Podemos corretear por las calles de la ciudad. Quiero acabar con todos ellos, y si fuéramos al bosque, alguno podría ocultarse.- Le expliqué al muchacho sin siquiera mirarle. Observaba riéndome a aquellos piratas, ciertamente esto me causaba risa, era ver sus caras y lo demás venía solo.
-¿Ese supernova es parte de la banda del Yonkaikyo?- Preguntaba el semi gigante moreno.- Eso parece. Acabemos con ellos.- Masculló el segundo. ¿Parte de su tripulación? Por favor, por qué la gente siempre tiene que pensar que soy miembro de otras tripulaciones, no es la primera vez que pasa, pero esperaba que fuera la última.- ¡Eh! ¡Patanes!- Les grité llamando su atención.- Nosotros somos dos, y vosotros sois cincuenta, o casi. ¿Y os quedáis allí parados sin saber cómo derrotarnos? Menda panda de piratas no valéis para nada.
Al parecer empezaba a funcionar, los humos del enfado me llegaban.- Por cierto, ¿ese tesoro que encontré antes era vuestro? Pues ahora me pertenece.- Dije riéndome. Me la había jugado a una carta, y por suerte reaccionaron.- ¡A POR ÉL!- Gritaba el portentoso moreno, que hizo que todas sus filas, incluyéndole a él vinieran a por nosotros.- Vale, dos cosas.- Dije dirigiéndome al Yonkaikyo.- La primera es que como intentes ir a por mi y atacarme mientras estoy “distraído”, no la contarás. Y segundo, el semi gigante moreno es mío. Y ahora, corre.- Le dije al chico de cabellos castaños para que supiera que si íbamos a trabajar juntos habría que hacerlo bien, y con normas. Sin esperar mucho más salí corriendo dirección pueblo a dentro, podríamos llegar a la plaza centrar y luchar allí. Tenía miedo de que algún pirata se pudiera quedar allí y fastidiar el plan que había tenido con Amai. Pero ella tampoco era moco de pavo y sabía defenderse sola, o al menos un poco. De igual forma pensaba volver por allí más tarde.
Mientras echábamos el vuelo con una estampida por detrás, decidí presentarme.- En fin, soy Sharo D. Drake. Y si de verdad quieres ayudarme, es un placer.- Le dije sonriente.- Y dime, ¿qué hace un Yonkaikyo aquí?
La pregunta había quedado en el aire, ya habíamos llegado a la plaza central.- Empieza la fiesta.- Dije mientras empezaba a frenar para poder girarme y mirar a mis adversarios. Ya habían puesto la primera canción del baile.
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La situación estaba siendo realmente confusa. En un instante, habían pasado de estar apuntándose con las armas a salir corriendo con una masa de piratas rabiosos detrás. El Supernova le advirtió que no intentase jugársela, y que el semigigante Dorian era para él. En fin, por su parte no tenía ningún problema en dejarle a aquel monstruo a él, y no tenía intenciones de atacarle. Alguien como aquel tal Drake era la clase de pirata que Émile apreciaba, y prefería colaborar con él y salvar juntos al poblado. No ganaba nada derrotándolo, excepto algo de fama que no quería. Mientras corrían, comenzó a realizar disparos ocasionales hacia su espaldas para ir derribando a algunos piratas, entorpecer su avance y reducir su número. Sin embargo seguían siendo muchísimos, y cuando empezaron a sacar sus propias armas de fuego, Émile decidió que era el momento de dejar de disparar y correr aun más rápido.
- Drake, ¿eh? Pensaba que todos los Supernovas eran unos monstruos sin corazón y sedientos de sangre - una bala pasó rozando su pelo - A mi ya me han presentado estos paletos, pero en fin, soy Émile. Se podría decir que estaba pasando unos días de relax por la zona. En breves habrá una gran batalla en el East Blue y deberé estar presente.
Finalmente llegaron a la plaza central. Allí tendrían espacio para pelear, pero Émile se dio cuenta de que también había el peligro de que podrían rodearles con facilidad. Deberían derrotarlos así como fuesen entrando en la plaza para evitar que se acumulasen. El pirata levantó ambas pistolas y disparó una ráfaga de tiros que se fueron dividiendo en el aire, haciendo una nube de proyectiles de energía. Estos se colaron entre la marabunta y explotaron todos a la vez, derribando a al menos la mitad de los piratas y dejando fuera de combate a un buen número de estos. Sin embargo, aun eran un montón, y no podía hacer muchos ataques así sin cansarse.
- Debemos evitar que nos rodeen. ¡Ataquemos juntos! ¡Big Lion!
Disparó con ambas armas a la vez, y estas soltaron un chorro de energía que formó una cabeza de león de color rojo de tamaño enorme. Esta avanzó hacia los piratas. Por un momento pareció que los iba a impactar, pero entonces el semigigante moreno se plantó de un salto entre sus hombres y el ataque y lo bloqueó con su gigantesca arma. Tras eso, Émile escuchó un disparo, y esquivó casi por instinto un proyectil que se dirigía a su cabeza. El otro semigigante, el rubio, se dirigía hacia él. Esta vez lo reconoció al ver sus dos revólveres. Era el lugarteniente de aquel tipo, y se llamaba Angrond. Pedían 44.000.000 de berries por su cabeza. "Un tirador, ¿eh? Ese tipo es para mi"
- De acuerdo, Drake. Dorian es tuyo. Yo me pido al rubito.
- Así que quieres enfrentarte a mi, yonkaikyo. Te veo con la moral demasiado alta.
- ¿Ah sí? Ven a bajármela - dijo Émile, sonriendo.
Por un momento, se miraron sin decir nada. Se mantuvieron en tensión, sujetando sus armas. Los piratas se retiraron, y el capitán tan sólo dio una risotada y se alejó un par de pasos. Ambos tiradores se vigilaron con cautela, sin levantar aun ninguno sus armas. De repente su contrario le apuntó, moviendo sus armas a una velocidad que el joven no creía posible, y disparó. Émile logró disparar también a tiempo. Sus dos tiros se dividieron en el aire en una ráfaga espansiva que desvió las balas de Angrond. Entonces dio una voltereta lateral mientras disparaba un potente cañonazo explosivo. El otro le esquivó con una gran agilidad, con lo que el ataque le dio a un edificio, reventando la pared. El chico se incorporó, y apuntó de nuevo a su rival. "Es ágil para su tamaño, pero no tanto como para una ráfaga rápida. Ya se cómo vencerlo. Le apuntó de nuevo y disparó dos tiros, pero esta vez los disparos eran diferentes. Eran una especie de rayos láser de energía. El semigigante rodó hacia un lado para esquivar ambos, pero un segundo par de láseres se dirigían al punto al que iba. Entonces este, con una destreza increíble, se impulsó sobre su brazo para saltar, esquivando los tiros y irguiéndose en el aire. Una vez ahí, comenzó a disparar sus dos armas a lo loco hacia Émile.
- ¡Big explosion!
Hubo una gran detonación y una nube de humo ocultó a Émile. Por un momento hubo silencio absoluto, hasta que el rubio comenzó a vitorear, proclamando su victoria. Empezó a disparar al aire, dando gritos, por lo que no se fijó en un tenue brillo que llegaba de la nube. De repente, una onda de energía salió disparada, impactando a este en pleno estómago y mandándolo hacia atrás. La onda reventó una casa, y los escombros le cayeron encima al semigigante. De la nube de humo salió Émile, sucio y algo chamuscado, pero ileso y con una sonrisa. El gigante había resultado ser más veloz y ágil de lo que esperaba, pero el yonkaikyo era bastante más inteligente.
- Pan comido... No deberías distraerte en mitad de un combate ni dar a tu oponente por muerto.
Había sido sencillo. Al verle atacar, había disparado al suelo para hacer una explosión y levantar humo. Por eso se había quemado. Además, al ser frente a él, la explosión había desviado los tiros. De aquella manera había logrado evitar el ataque, engañar a su enemigo y encajarle un golpe directo. No tenía claro si lo había derrotado, pero eso parecía. Los escombros que le habían caído encima no se movían, y no había contestado a sus palabras. Sin embargo, no iba a cometer el mismo error que su rival. Lanzó un último tiro explosivo a los escombros para asegurarse.
- Drake, ¿eh? Pensaba que todos los Supernovas eran unos monstruos sin corazón y sedientos de sangre - una bala pasó rozando su pelo - A mi ya me han presentado estos paletos, pero en fin, soy Émile. Se podría decir que estaba pasando unos días de relax por la zona. En breves habrá una gran batalla en el East Blue y deberé estar presente.
Finalmente llegaron a la plaza central. Allí tendrían espacio para pelear, pero Émile se dio cuenta de que también había el peligro de que podrían rodearles con facilidad. Deberían derrotarlos así como fuesen entrando en la plaza para evitar que se acumulasen. El pirata levantó ambas pistolas y disparó una ráfaga de tiros que se fueron dividiendo en el aire, haciendo una nube de proyectiles de energía. Estos se colaron entre la marabunta y explotaron todos a la vez, derribando a al menos la mitad de los piratas y dejando fuera de combate a un buen número de estos. Sin embargo, aun eran un montón, y no podía hacer muchos ataques así sin cansarse.
- Debemos evitar que nos rodeen. ¡Ataquemos juntos! ¡Big Lion!
Disparó con ambas armas a la vez, y estas soltaron un chorro de energía que formó una cabeza de león de color rojo de tamaño enorme. Esta avanzó hacia los piratas. Por un momento pareció que los iba a impactar, pero entonces el semigigante moreno se plantó de un salto entre sus hombres y el ataque y lo bloqueó con su gigantesca arma. Tras eso, Émile escuchó un disparo, y esquivó casi por instinto un proyectil que se dirigía a su cabeza. El otro semigigante, el rubio, se dirigía hacia él. Esta vez lo reconoció al ver sus dos revólveres. Era el lugarteniente de aquel tipo, y se llamaba Angrond. Pedían 44.000.000 de berries por su cabeza. "Un tirador, ¿eh? Ese tipo es para mi"
- De acuerdo, Drake. Dorian es tuyo. Yo me pido al rubito.
- Así que quieres enfrentarte a mi, yonkaikyo. Te veo con la moral demasiado alta.
- ¿Ah sí? Ven a bajármela - dijo Émile, sonriendo.
Por un momento, se miraron sin decir nada. Se mantuvieron en tensión, sujetando sus armas. Los piratas se retiraron, y el capitán tan sólo dio una risotada y se alejó un par de pasos. Ambos tiradores se vigilaron con cautela, sin levantar aun ninguno sus armas. De repente su contrario le apuntó, moviendo sus armas a una velocidad que el joven no creía posible, y disparó. Émile logró disparar también a tiempo. Sus dos tiros se dividieron en el aire en una ráfaga espansiva que desvió las balas de Angrond. Entonces dio una voltereta lateral mientras disparaba un potente cañonazo explosivo. El otro le esquivó con una gran agilidad, con lo que el ataque le dio a un edificio, reventando la pared. El chico se incorporó, y apuntó de nuevo a su rival. "Es ágil para su tamaño, pero no tanto como para una ráfaga rápida. Ya se cómo vencerlo. Le apuntó de nuevo y disparó dos tiros, pero esta vez los disparos eran diferentes. Eran una especie de rayos láser de energía. El semigigante rodó hacia un lado para esquivar ambos, pero un segundo par de láseres se dirigían al punto al que iba. Entonces este, con una destreza increíble, se impulsó sobre su brazo para saltar, esquivando los tiros y irguiéndose en el aire. Una vez ahí, comenzó a disparar sus dos armas a lo loco hacia Émile.
- ¡Big explosion!
Hubo una gran detonación y una nube de humo ocultó a Émile. Por un momento hubo silencio absoluto, hasta que el rubio comenzó a vitorear, proclamando su victoria. Empezó a disparar al aire, dando gritos, por lo que no se fijó en un tenue brillo que llegaba de la nube. De repente, una onda de energía salió disparada, impactando a este en pleno estómago y mandándolo hacia atrás. La onda reventó una casa, y los escombros le cayeron encima al semigigante. De la nube de humo salió Émile, sucio y algo chamuscado, pero ileso y con una sonrisa. El gigante había resultado ser más veloz y ágil de lo que esperaba, pero el yonkaikyo era bastante más inteligente.
- Pan comido... No deberías distraerte en mitad de un combate ni dar a tu oponente por muerto.
Había sido sencillo. Al verle atacar, había disparado al suelo para hacer una explosión y levantar humo. Por eso se había quemado. Además, al ser frente a él, la explosión había desviado los tiros. De aquella manera había logrado evitar el ataque, engañar a su enemigo y encajarle un golpe directo. No tenía claro si lo había derrotado, pero eso parecía. Los escombros que le habían caído encima no se movían, y no había contestado a sus palabras. Sin embargo, no iba a cometer el mismo error que su rival. Lanzó un último tiro explosivo a los escombros para asegurarse.
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Amos nos presentamos. Fue bastante bonito, nuestra primera cita. Sí, bueno, cosas que piensas cuando ya ha pasado tiempo y tienes confianzas con alguien, ¿no? Muy irónico. Me dio su palabra el muchacho de que no me iba a traicionar, es más, me dijo que estaba encantado de luchar junto a mi. Al parecer soy de los pocos piratas honrados, que ayudan a la gente, y que lo único que buscan es libertad- –Sí, la gente como yo va desapareciendo.– Dije mientras corría y miraba al frente. Sus palabras me hicieron pensar en mi padre, me había convertido finalmente en lo que él siempre quiso, y me preguntaba si se encontraría orgulloso de mi.
Pero en ese momento volví a la realidad, y era que una manada de búfalos nos estaba persiguiendo. Al traspasar la fuente, Émile decidió hacer acto de presencia y empezó a entablar batalla. Y mientras me distraía para poder observar qué tan hábil era mi compañero, vinieron unos diez tipos a la vez para vencerme. Me rodearon por todos los lados y saltaron sobre mi persona. –Os precipitáis un poco, ¿no creéis?– Solté mientras desenvainaba mi katana, para hacer unos leves movimientos, que junto a mi movimiento de pies, suave y conciso, pude cortar a cuatro y hacer que seis de ellos se pegaran entre sí. Salí de la emboscada victorioso, qué menos, mi compañero estaba mostrando un buen nivel bélico y un Supernova –como quien dice– no puede ser menos.
Entonces fue cuando el grandullón vino corriendo hacia mi. Sí, ese tal Dorian. La verdad es que me sorprendió y tuve que saltar al igual que en los videojuegos para poder esquivarle. “Pero será animal, iba a envestirme” pensé en aquél momento, se ve que estuve bastante acertado al haberles llamado búfalos. Ahora estaba de espaldas a la fuente, podría usarla… Si me envistiera de nuevo podría hacer que se pegase un bonito golpe. –Puerco.– Solté al instante, y sí, picó. Me preguntaba si cuando llegara al Grand Line también perdería la linda inteligencia que aún conservaba. Vino corriendo y no tuve más que tirarme a un costado en el momento preciso. Eso fue la hostia padre, de ese golpe y tras haber destrozado la fuente entera y haber sido obligado a beber grandes cantidades de agua, dudaba de si se pondría en pie de nuevo. Así pues envainé de nuevo mi katana y observé los bonitos fuegos artificiales que nos brindaba Émile con su lucha del otro tipo. “Se parece a Ken…” Pensé perdido en mis mundos de yupi, al menos hasta que Dorian se levantó y me pegó una patada que me mandó lejos. Destrozando la fachada de un bloque de pisos, me levanté furioso. –La has cagado, idiota.– Le dije cambiando la expresión de mi cara por una bastante seria y decidida. Volví a sacer mi acero. El idiota seguía corriendo a por mi, parece que no sabía hacer otra cosa. Pff, ¿así que es así de temido sólo por su fuerza sobrehumana? Paparruchas, no se merece la fama que tenga, aunque ni yo la conozca. –Ittoryu… ¡Tenpesuto!
Le lancé mi torbellino. El muchacho era grande, sí, pero mi torbellino era lo suficiente como para retenerle, además de que al realizarlo ésta vez estiré más los brazos para optar a una anchura y altura mayor. El idiota no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde y empezó a girar y a girar atrapado en mi trampa. Yo al instante e intentando no tropezarme con los restos de los destrozos que hice al chocarme con la fachada, empecé a impartir golpes con la katana esperando realizarle suficientes heridas –tampoco muy graves– como para que se rindiera, cayera inconsciente o sufra de embolia. Y para golpe final y de gracia le pegué un fuerte golpe con el mango en la cabeza y deshaciendo el torbellino le pegué una fuerte patada mandándolo de nuevo hacia la fuente, la cual volvió a tener destrozos. –Tsk, hablas demasiado.– Dije tras haber derrotado a Dorian, que yacía inconsciente sobre los escombros.
Miré a mi alrededor, todos los piratas restantes sufrían de un canguelo enorme. Busqué a Émile con la mirada. Parece que me perdí una batalla interesante, pues el rubio estaba inconsciente, pero el Yonkaikyo también parecía haber tenido que sufrir un poco para dejarle así. A éstas alturas esperaba que Amai ya hubiera desatado y liberado a toda la gente del pueblo. –Eh, hombres de Dorian. Sólo os voy a dar una última oportunidad, largaos ahora o sufrid de mi acero.– Dije mostrando el filo de mi katana, con algunas gotas de sangre del mismo Dorian. Parecía que se iban a largar, hasta que, el más tonto o valiente del grupo dijo que no se irían con tal deshonra. Eso me hizo sonreír y alabar al muchacho por la valentía. Me giré a Émile y le grité –Eh, ¿tú una mitad y yo otra? ¿O no podrás seguir luchando?– Dije algo pícaro y graciosete, intentando entablar una amistad –aunque el método fuera extraño– con Émile.
Pero en ese momento volví a la realidad, y era que una manada de búfalos nos estaba persiguiendo. Al traspasar la fuente, Émile decidió hacer acto de presencia y empezó a entablar batalla. Y mientras me distraía para poder observar qué tan hábil era mi compañero, vinieron unos diez tipos a la vez para vencerme. Me rodearon por todos los lados y saltaron sobre mi persona. –Os precipitáis un poco, ¿no creéis?– Solté mientras desenvainaba mi katana, para hacer unos leves movimientos, que junto a mi movimiento de pies, suave y conciso, pude cortar a cuatro y hacer que seis de ellos se pegaran entre sí. Salí de la emboscada victorioso, qué menos, mi compañero estaba mostrando un buen nivel bélico y un Supernova –como quien dice– no puede ser menos.
Entonces fue cuando el grandullón vino corriendo hacia mi. Sí, ese tal Dorian. La verdad es que me sorprendió y tuve que saltar al igual que en los videojuegos para poder esquivarle. “Pero será animal, iba a envestirme” pensé en aquél momento, se ve que estuve bastante acertado al haberles llamado búfalos. Ahora estaba de espaldas a la fuente, podría usarla… Si me envistiera de nuevo podría hacer que se pegase un bonito golpe. –Puerco.– Solté al instante, y sí, picó. Me preguntaba si cuando llegara al Grand Line también perdería la linda inteligencia que aún conservaba. Vino corriendo y no tuve más que tirarme a un costado en el momento preciso. Eso fue la hostia padre, de ese golpe y tras haber destrozado la fuente entera y haber sido obligado a beber grandes cantidades de agua, dudaba de si se pondría en pie de nuevo. Así pues envainé de nuevo mi katana y observé los bonitos fuegos artificiales que nos brindaba Émile con su lucha del otro tipo. “Se parece a Ken…” Pensé perdido en mis mundos de yupi, al menos hasta que Dorian se levantó y me pegó una patada que me mandó lejos. Destrozando la fachada de un bloque de pisos, me levanté furioso. –La has cagado, idiota.– Le dije cambiando la expresión de mi cara por una bastante seria y decidida. Volví a sacer mi acero. El idiota seguía corriendo a por mi, parece que no sabía hacer otra cosa. Pff, ¿así que es así de temido sólo por su fuerza sobrehumana? Paparruchas, no se merece la fama que tenga, aunque ni yo la conozca. –Ittoryu… ¡Tenpesuto!
Le lancé mi torbellino. El muchacho era grande, sí, pero mi torbellino era lo suficiente como para retenerle, además de que al realizarlo ésta vez estiré más los brazos para optar a una anchura y altura mayor. El idiota no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde y empezó a girar y a girar atrapado en mi trampa. Yo al instante e intentando no tropezarme con los restos de los destrozos que hice al chocarme con la fachada, empecé a impartir golpes con la katana esperando realizarle suficientes heridas –tampoco muy graves– como para que se rindiera, cayera inconsciente o sufra de embolia. Y para golpe final y de gracia le pegué un fuerte golpe con el mango en la cabeza y deshaciendo el torbellino le pegué una fuerte patada mandándolo de nuevo hacia la fuente, la cual volvió a tener destrozos. –Tsk, hablas demasiado.– Dije tras haber derrotado a Dorian, que yacía inconsciente sobre los escombros.
Miré a mi alrededor, todos los piratas restantes sufrían de un canguelo enorme. Busqué a Émile con la mirada. Parece que me perdí una batalla interesante, pues el rubio estaba inconsciente, pero el Yonkaikyo también parecía haber tenido que sufrir un poco para dejarle así. A éstas alturas esperaba que Amai ya hubiera desatado y liberado a toda la gente del pueblo. –Eh, hombres de Dorian. Sólo os voy a dar una última oportunidad, largaos ahora o sufrid de mi acero.– Dije mostrando el filo de mi katana, con algunas gotas de sangre del mismo Dorian. Parecía que se iban a largar, hasta que, el más tonto o valiente del grupo dijo que no se irían con tal deshonra. Eso me hizo sonreír y alabar al muchacho por la valentía. Me giré a Émile y le grité –Eh, ¿tú una mitad y yo otra? ¿O no podrás seguir luchando?– Dije algo pícaro y graciosete, intentando entablar una amistad –aunque el método fuera extraño– con Émile.
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Se crujió el cuello y observó a la multitud de asustados piratas. El Supernova había acabado con el suyo, así que ahora les tocaba sacar la basura. Contestó a la pregunta con una sonrisa y crujiéndose el cuello. La verdad es que se había quedado con ganas de un buen combate. Derrotar al otro tirador había sido demasiado sencillo... y alguien tenía que encargarse de aquellos piratas antes de que causaran más daños. Los evaluó con la mirada. Eran muchos, pero no parecían peculiarmente hábiles. Y la mayoría estaban aterrorizados... sería inteligente activar sus poderes si quería salir ileso de aquel combate. Respiró hondo, y se puso en contacto con el lado más oscuro de su ser, uno que solía rechazar. "Lucifer, dame tu fuerza. Sellemos el Pacto." Escuchó una risa malévola en su mente, y notó un intenso calor. El poder inflamó sus venas, y notó como si todo se hiciese más irreal. Tuvo que hacer un esfuerzo consciente para no saltar sobre los piratas y empezar a masacrarlos. En aquella situación, era muy fácil que Lucifer le engañara para intentar tomar el control de su cuerpo. Un pentáculo rojo apareció en su frente y el iris de sus ojos se volvió de ese mismo color también.
- Bien... es hora de jugar - dijo, con una voz ligeramente más grave de lo normal.
Comenzó a correr hacia la marea de piratas. Estando aun a varios metros de ellos, dio un potente salto y se elevó varios metros en el aire. Apuntó con sus dos armas a la multitud y canalizó su energía por estas. Notaba un poder increíble recorriéndole... cada vez que recurría a su fruta, mayor era este. Era tan tentador emplearla que conociendo al Diablo aquello no podía ser algo bueno. De sus pistolas salió un haz de luz verde que generó una potente explosión entre las filas enemigas. Aquello era justo lo que necesitaba. Cayó entre sus enemigos aprovechando la confusión, y comenzó a repartir veloces patadas a diestro y siniestro, al tiempo que disparaba. Los piratas caían como moscas, pero poco a poco empezaron a rodearle.
- ¿Qué pretendéis? Cazarme no es tan fácil. ¡Y ahora lo vais a descubrir!
Tenía un plan en mente. No puedes golpear lo que no puedes ver. Apuntó a los que tenía delante y disparó, cerrando los ojos y desviando la cabeza. Un tiro de luz cegadora salió, tan intensa que pudo notarla a través de los párpados. Escuchó las maldiciones y palabrotas de los otros a su alrededor y supo que había funcionado. Abrió los ojos de nuevo, y de un potente salto salió de la marabunta de piratas. Normalmente no podría saltar de aquella manera, pero tener la ayuda de un demonio absurdamente poderoso compensaba aquello.
- Creo que te toca, Supernova. ¿Crees que podrás con tu cena, o te traigo mejor una sopita caliente? - dijo, burlón.
- Bien... es hora de jugar - dijo, con una voz ligeramente más grave de lo normal.
Comenzó a correr hacia la marea de piratas. Estando aun a varios metros de ellos, dio un potente salto y se elevó varios metros en el aire. Apuntó con sus dos armas a la multitud y canalizó su energía por estas. Notaba un poder increíble recorriéndole... cada vez que recurría a su fruta, mayor era este. Era tan tentador emplearla que conociendo al Diablo aquello no podía ser algo bueno. De sus pistolas salió un haz de luz verde que generó una potente explosión entre las filas enemigas. Aquello era justo lo que necesitaba. Cayó entre sus enemigos aprovechando la confusión, y comenzó a repartir veloces patadas a diestro y siniestro, al tiempo que disparaba. Los piratas caían como moscas, pero poco a poco empezaron a rodearle.
- ¿Qué pretendéis? Cazarme no es tan fácil. ¡Y ahora lo vais a descubrir!
Tenía un plan en mente. No puedes golpear lo que no puedes ver. Apuntó a los que tenía delante y disparó, cerrando los ojos y desviando la cabeza. Un tiro de luz cegadora salió, tan intensa que pudo notarla a través de los párpados. Escuchó las maldiciones y palabrotas de los otros a su alrededor y supo que había funcionado. Abrió los ojos de nuevo, y de un potente salto salió de la marabunta de piratas. Normalmente no podría saltar de aquella manera, pero tener la ayuda de un demonio absurdamente poderoso compensaba aquello.
- Creo que te toca, Supernova. ¿Crees que podrás con tu cena, o te traigo mejor una sopita caliente? - dijo, burlón.
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- A la caza del supernova [Lion D. Émile, Guldrik, Clive Gaiman, Etsu Shiroi]
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