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Llevaba días en aquella isla sin encontrar a alguien que pudiera hacerle frente. Se había enfrentado a dos maestros espadachines en diferentes dojo y había salido victorioso de sendos enfrentamientos. Tenía escuchado que esta isla albergaba espadachines de gran talla y habilidad, pero hasta ahora solo había encontrado decepción. Pero no iba a rendirse. Si quería mejorar debía enfrentar adversarios cada vez más poderosos. Se sentó apoyando la espalda en un árbol. la hoja de su arma estaba algo roma, por lo que procedió a afilarla con una piedra que siempre portaba. Sería totalmente ridículo hallar a aquel enemigo al que buscaba y no tener la espada preparada.
Cuando terminó se levantó y se dirigió hacia el pueblo. necesitaba conseguir algo para comer, pues ya llevaba medio día sin llevarse algo a la boca y no le apetecía salir de caza o pesca. La ciudad era de un estilo que no le agradaba mucho y parecía bastante rural. No era tan "avanzada" como otras ciudades de la Grand Line, pero tampoco estaba mal. A su manera era agradable, pues se respiraba paz en cada esquina y no había tanto movimiento como en, por ejemplo, Water Seven. Si no detestara esta isla hasta podría vivir en ella. pero ya había venido una vez. En aquel momento en que luchó con un marine. El combate se decantó a su favor, pero su rival no era nada débil. Por suerte no parecía haber nadie de la Marina en las cercanías.
-Me apetecen unos buñuelos de pulpo. Espero que vendan por aquí- Se dijo en voz alta.
Por desgracia para el gyojin, tras mucho buscar desistió pues no hallaba ningún puesto en el que vendieran esas delicias. Se tuvo que conformar con unos pedazos de pescado asado que no estaban tan mal. Casi no tenía dinero y no quería tener problemas por el momento. Al menos no hasta encontrar lo que andaba buscando. Lo que pasara después... ya sería otra cosa. Quizás aprovechaba para pasárselo bien y matar a algún que otro buscalíos. Todo dependía de la gente que frecuentara las tabernas de aquel lugar.
Cuando terminó se levantó y se dirigió hacia el pueblo. necesitaba conseguir algo para comer, pues ya llevaba medio día sin llevarse algo a la boca y no le apetecía salir de caza o pesca. La ciudad era de un estilo que no le agradaba mucho y parecía bastante rural. No era tan "avanzada" como otras ciudades de la Grand Line, pero tampoco estaba mal. A su manera era agradable, pues se respiraba paz en cada esquina y no había tanto movimiento como en, por ejemplo, Water Seven. Si no detestara esta isla hasta podría vivir en ella. pero ya había venido una vez. En aquel momento en que luchó con un marine. El combate se decantó a su favor, pero su rival no era nada débil. Por suerte no parecía haber nadie de la Marina en las cercanías.
-Me apetecen unos buñuelos de pulpo. Espero que vendan por aquí- Se dijo en voz alta.
Por desgracia para el gyojin, tras mucho buscar desistió pues no hallaba ningún puesto en el que vendieran esas delicias. Se tuvo que conformar con unos pedazos de pescado asado que no estaban tan mal. Casi no tenía dinero y no quería tener problemas por el momento. Al menos no hasta encontrar lo que andaba buscando. Lo que pasara después... ya sería otra cosa. Quizás aprovechaba para pasárselo bien y matar a algún que otro buscalíos. Todo dependía de la gente que frecuentara las tabernas de aquel lugar.
Flea
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Villa Shimotsuki. La Isla donde nacen los espadachines más fuertes, superada en nivel solamente por la Isla de Wano, la Isla de los Samurais. Yo, Flea D. Grohl, estaba desembarcando y atando mi chalupa en un árbol de las costas de la isla, buscando las enseñanzas de un buen maestro del arte de la espada. Esperaba encontrarme con un maestro especial, el mejor de por allí, llamado Yonsuke Kato.
Mi idea era pasear por allí, y de pasada comer algo. No vaya a ser que entrene con el estómago vacío, cosa que nunca viene bien. De todas formas opté por pasar antes por el dojo de Kato, para no entrar a lo bestia y pedir un entrenamiento repentino. De donde desembarqué, era un viajecito muy extraño hasta la villa, y lleno de cruces de caminos que hacían volverme loco.
Luego de ver y seguir varios carteles, llegué a mi primer objetivo, el cual era la villa. Ahora me quedaba encontrar el camino hacia el, posiblemente, mejor sitio para entrenar el arte de la espada de todo el East Blue. Pregunté a varios amables ciudadanos donde estaba el dojo del Sr. Kato, pero me dijeron que no era muy recomendable ir allí en estos momentos, debido a que una bestia rara había entrado al mismo sitio.
Sin embargo, les pedí la dirección de la casa de todas formas. Entré rápidamente a un bar, cogí una servilleta, desenvainé una de mis espadas, para cortarme el dedo, y escribir con la sangre que caía la dirección del dojo: "Roronoa Zoro, 150". El nombre de la calle me hizo acordar al famoso espadachín que hace trescientos años fue sub-capitán de la tripulación de Monkey D. Luffy, el cual llevaba ese nombre. Sin duda uno de los mejores espadachines de la historia.
Al llegar allí, escuché el hermoso sonido de espadas chocando fuertemente, al mismo tiempo que un individuo caía al piso. Decidí abrir la puerta sin preguntar, y era el mismísimo Sr. Kato al que yo buscaba, que había sido derrotado por un ser el cual se estaba yendo por la otra puerta, y que, al parecer, no había notado mi presencia. Lo que más me sorprendió fue el tamaño de la espada que tenía. Luego de que se vaya el tío que derrotó al tipo que yo buscaba, ayudé a levantar al derrotado, extendiendo mi mano para sujetar la suya.
- Ejem. Buenas tardes Señor Kato. Soy un espadachín admirador de usted. Me gustaría que me enseñase algunas técnicas para mejorar mi estilo de lucha. - le dije, entusiasmado. El hombre me negó con la cabeza, y me dijo había sido humillado por aquel monstruo (Así lo llamaba él, monstruo) y que no estaba de buen humor para dar clases.
Salí del dojo, por la misma puerta que el hombre vencedor, y busqué, ahora sí, un sitio de comidas, porque mi estómago me lo pedía a gritos. Entré a la primera taberna que encontré, y ahí lo vi. Esa espada era reconocible a la distancia, y era la misma que la del tipo que había derrotado al Sr. Kato. Apropósito, me senté cerca de él, para ver sus movimientos. Me llevé una sorpresa enorme cuando vi esos dientes, y esas aletas. Era un Gyojin. A mí me fascinaban los Gyojins, me parecían personas muy respetables y muy amables. Ésto lo sé debido a que en mi tiempo como esclavo de los Tenryuubito, había muchos de ellos en la misma posición que yo, y hasta haciendo mayores labores, como ser la mascota de los nobles, y hasta los transportes, en algunos casos. No solo eso, si no que también un Gyojin, hizo una hazaña similar a la que hizo Tony-San cuando me salvó a mí a los otros esclavos. Sin embargo, el gran Fisher Tiger, había vuelto a Tierra Santa a liberar esclavos hace ya más de trescientos años.
Mi sorpresa fue aún mayor cuando logré ver lo que ese Gyojin estaba comiendo: pescado asado. Sí, un Gyojin, criatura de mar, comiéndose a otra criatura de mar. Estaba comiendo a uno de los suyos. No podía imaginarme a mí comiendo un brazo humano, o un ojo, resultaba muy extraño. Luego recordé toda la sangre humana que había bebido en mi vida, y le hice menos caso, me preocupé menos.
De todas formas no pude evitar hablar con él. Usé el tema de su comida para sacar un tema de conversación rápido. Pasé por donde estaba, y sin indirectas, le dije:
- Oye, no te estarás comiendo a tu hermano, ¿verdad? - me quedé ahí esperando respuesta. Sin embargo, no pude evitar hacer otra pregunta - ¿Has oído hablar de Fisher Tiger? - Me quedé mirándolo a él y a su comida. Al parecer tenía mucha hambre puesto que no dejaba de meterse bocados de pescado en la boca. Evité miradas severas, pero tampoco muy sensibles, lo miré normal. Luego, aparté la vista de su comida y me puse a dar una vuelta al entorno con mi ojo. Toda la gente estaba mirando al pobre pez con cara de asco.
Mi idea era pasear por allí, y de pasada comer algo. No vaya a ser que entrene con el estómago vacío, cosa que nunca viene bien. De todas formas opté por pasar antes por el dojo de Kato, para no entrar a lo bestia y pedir un entrenamiento repentino. De donde desembarqué, era un viajecito muy extraño hasta la villa, y lleno de cruces de caminos que hacían volverme loco.
Luego de ver y seguir varios carteles, llegué a mi primer objetivo, el cual era la villa. Ahora me quedaba encontrar el camino hacia el, posiblemente, mejor sitio para entrenar el arte de la espada de todo el East Blue. Pregunté a varios amables ciudadanos donde estaba el dojo del Sr. Kato, pero me dijeron que no era muy recomendable ir allí en estos momentos, debido a que una bestia rara había entrado al mismo sitio.
Sin embargo, les pedí la dirección de la casa de todas formas. Entré rápidamente a un bar, cogí una servilleta, desenvainé una de mis espadas, para cortarme el dedo, y escribir con la sangre que caía la dirección del dojo: "Roronoa Zoro, 150". El nombre de la calle me hizo acordar al famoso espadachín que hace trescientos años fue sub-capitán de la tripulación de Monkey D. Luffy, el cual llevaba ese nombre. Sin duda uno de los mejores espadachines de la historia.
Al llegar allí, escuché el hermoso sonido de espadas chocando fuertemente, al mismo tiempo que un individuo caía al piso. Decidí abrir la puerta sin preguntar, y era el mismísimo Sr. Kato al que yo buscaba, que había sido derrotado por un ser el cual se estaba yendo por la otra puerta, y que, al parecer, no había notado mi presencia. Lo que más me sorprendió fue el tamaño de la espada que tenía. Luego de que se vaya el tío que derrotó al tipo que yo buscaba, ayudé a levantar al derrotado, extendiendo mi mano para sujetar la suya.
- Ejem. Buenas tardes Señor Kato. Soy un espadachín admirador de usted. Me gustaría que me enseñase algunas técnicas para mejorar mi estilo de lucha. - le dije, entusiasmado. El hombre me negó con la cabeza, y me dijo había sido humillado por aquel monstruo (Así lo llamaba él, monstruo) y que no estaba de buen humor para dar clases.
Salí del dojo, por la misma puerta que el hombre vencedor, y busqué, ahora sí, un sitio de comidas, porque mi estómago me lo pedía a gritos. Entré a la primera taberna que encontré, y ahí lo vi. Esa espada era reconocible a la distancia, y era la misma que la del tipo que había derrotado al Sr. Kato. Apropósito, me senté cerca de él, para ver sus movimientos. Me llevé una sorpresa enorme cuando vi esos dientes, y esas aletas. Era un Gyojin. A mí me fascinaban los Gyojins, me parecían personas muy respetables y muy amables. Ésto lo sé debido a que en mi tiempo como esclavo de los Tenryuubito, había muchos de ellos en la misma posición que yo, y hasta haciendo mayores labores, como ser la mascota de los nobles, y hasta los transportes, en algunos casos. No solo eso, si no que también un Gyojin, hizo una hazaña similar a la que hizo Tony-San cuando me salvó a mí a los otros esclavos. Sin embargo, el gran Fisher Tiger, había vuelto a Tierra Santa a liberar esclavos hace ya más de trescientos años.
Mi sorpresa fue aún mayor cuando logré ver lo que ese Gyojin estaba comiendo: pescado asado. Sí, un Gyojin, criatura de mar, comiéndose a otra criatura de mar. Estaba comiendo a uno de los suyos. No podía imaginarme a mí comiendo un brazo humano, o un ojo, resultaba muy extraño. Luego recordé toda la sangre humana que había bebido en mi vida, y le hice menos caso, me preocupé menos.
De todas formas no pude evitar hablar con él. Usé el tema de su comida para sacar un tema de conversación rápido. Pasé por donde estaba, y sin indirectas, le dije:
- Oye, no te estarás comiendo a tu hermano, ¿verdad? - me quedé ahí esperando respuesta. Sin embargo, no pude evitar hacer otra pregunta - ¿Has oído hablar de Fisher Tiger? - Me quedé mirándolo a él y a su comida. Al parecer tenía mucha hambre puesto que no dejaba de meterse bocados de pescado en la boca. Evité miradas severas, pero tampoco muy sensibles, lo miré normal. Luego, aparté la vista de su comida y me puse a dar una vuelta al entorno con mi ojo. Toda la gente estaba mirando al pobre pez con cara de asco.
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La taberna estaba llena. había gente mirando al gyojin con una mezcla de curiosidad y asco. El pescado asado tenía demasiada sal y no era para nada fresco. Y, además, la cerveza que había pedido tampoco tenía buen sabor. No era una buena elección haber entrado aquí. Pero Cánabar no tenía nada más que hacer y ya no podía volver atrás. Solo le restaba terminarse el plato y marcharse de allí. El maestro del primer dojo no había resultado un rival muy duro. No tardó en eliminarlo. El segundo fue algo más complicado. Se resistió bastante a perder y consiguió golpear al tiburón varias veces, pero terminó por ser derrotado. Canabar se marchó de allí sin mediar palabra, había ganado el combate.
Y ahora se encontraba ahí, en una taberna de mala muerte comiendo un pescado asqueroso. Y, por si fuera poco, no había nadie en todo le maldito lugar que quisiera pelea o provocara al gyojin. Al menos no por el momento. pero pronto llegó alguien interesante. Se dirigió hacia Cánabar y le dijo algo sobre su comida insinuando que era un fratricida y caníbal. Todos en la taberna parecieron entender el chiste y hasta se escuchó alguna risa. Miró en todas direcciones y el ruido cesó al instante. Después observó al graciosillo de turno. no parecía alguien muy importante y, pro su aspecto, no debía ser un gran luchador. Aunque podría ser la solución a aquel aburrimiento que padecía el tiburón blanco.
-Primero, soy un gyojin, no un pescado. Y, segundo, soy un tiburón, ¿de qué os creéis que se alimentan los tiburones? idiotas, los peces comen peces. y, si me apuráis, hasta podría comerme a alguno de vosotros. Y tú, payaso, sé quién es Fisher Tiger. ¿Es que quieres reunirte con él o solo querías provocarme una indigestión?- Dijo.
Claro que conocía a Fisher Tiger. lo admiró durante mucho tiempo. Y Newén, a pesar de ser humano, le recordaba a él. Pero era una leyenda del pasado y era incluso posible que jamás hubiera existido. Un esclavo que se liberaba y luchaba contra la opresión... sonaba idílico. Aunque era cierto que Cánabar también era así en cierta forma. Era un antiguo esclavo liberado, con una sola diferencia. Él no portaba ninguna señal, no había tatuajes ni cicatrices que lo mostraran. Era la única forma de que los Amos no tuvieran problemas con los gladiadores ya que si usaban esclavos corrientes la Marina podía llevárselos. y eso jugó a su favor, nadie sabía que había sido un esclavo y no tenía problemas por ello.
¿Pero qué tenía que ver ese humano con Fisher Tiger? No tenía cara de pez ni parecía un esclavo, por lo que Cánabar no entendía el interés que el graciosete tenía en aquel legendario gyojin. O, quizás, era el único nombre que le venía a la cabeza para entablar conversación con Cánabar. Pro desgracia para él lo único que el tiburón quería respecto a otra persona era luchar. Y, si el tipo estaba dispuesto o seguía incordiando, cumpliría su deseo.
Y ahora se encontraba ahí, en una taberna de mala muerte comiendo un pescado asqueroso. Y, por si fuera poco, no había nadie en todo le maldito lugar que quisiera pelea o provocara al gyojin. Al menos no por el momento. pero pronto llegó alguien interesante. Se dirigió hacia Cánabar y le dijo algo sobre su comida insinuando que era un fratricida y caníbal. Todos en la taberna parecieron entender el chiste y hasta se escuchó alguna risa. Miró en todas direcciones y el ruido cesó al instante. Después observó al graciosillo de turno. no parecía alguien muy importante y, pro su aspecto, no debía ser un gran luchador. Aunque podría ser la solución a aquel aburrimiento que padecía el tiburón blanco.
-Primero, soy un gyojin, no un pescado. Y, segundo, soy un tiburón, ¿de qué os creéis que se alimentan los tiburones? idiotas, los peces comen peces. y, si me apuráis, hasta podría comerme a alguno de vosotros. Y tú, payaso, sé quién es Fisher Tiger. ¿Es que quieres reunirte con él o solo querías provocarme una indigestión?- Dijo.
Claro que conocía a Fisher Tiger. lo admiró durante mucho tiempo. Y Newén, a pesar de ser humano, le recordaba a él. Pero era una leyenda del pasado y era incluso posible que jamás hubiera existido. Un esclavo que se liberaba y luchaba contra la opresión... sonaba idílico. Aunque era cierto que Cánabar también era así en cierta forma. Era un antiguo esclavo liberado, con una sola diferencia. Él no portaba ninguna señal, no había tatuajes ni cicatrices que lo mostraran. Era la única forma de que los Amos no tuvieran problemas con los gladiadores ya que si usaban esclavos corrientes la Marina podía llevárselos. y eso jugó a su favor, nadie sabía que había sido un esclavo y no tenía problemas por ello.
¿Pero qué tenía que ver ese humano con Fisher Tiger? No tenía cara de pez ni parecía un esclavo, por lo que Cánabar no entendía el interés que el graciosete tenía en aquel legendario gyojin. O, quizás, era el único nombre que le venía a la cabeza para entablar conversación con Cánabar. Pro desgracia para él lo único que el tiburón quería respecto a otra persona era luchar. Y, si el tipo estaba dispuesto o seguía incordiando, cumpliría su deseo.
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Al parecer el tipo no estaba en su mejor día. Por más que fuera un Gyojin tiburón, como bien dijo, tenía un humor de perros. Me trató de payaso y hasta me preguntó si quería conocer al Gyojin por el que le pregunte, Fisher Tiger.
Decidí sentarme a su lado. Cierto era que no le quería causar más molestias al malhumorado Gyojin, pero ya que me había preguntado en un tono indirecto y problemático por qué le había cuestionado sobre Fisher Tiger, decidí contestarle de buena manera. Contraje la manga de mi brazo derecho hasta el hombro, dejando a vista sólo del Gyojin, el tatuaje que implicaba que había sido esclavo de los Tenryuubitos.
- El que me rescató a mí no era Gyojin, pero había muchos de ellos en Tierra Santa - le susurré para que nadie más escuchaba. La gente cuchicheaba cosas entre ellas. Lograba escuchar cosas como "Hay que ser valiente para hablar con semejante bestia" o "Me compadezco con el humano. Morir a manos de un monstruo no es la mejor manera" - la gente de tu raza era muy amable conmigo, ya que en ese momento yo era un crío. A mí me agradan los Gyojins como tú, no como los hijos de puta que hay en el mundo, que no los soportan, quién sabe por qué - Traté de seguir sus movimientos, a ver si podía descubrir qué estaba pensando éste Gyojin. Bajé la manga de nuevo, y le ofrecí la mano para estrecharla - Flea D. Grohl. Encantado.
En ese momento, la gente comenzó a hablar más fuerte, ya que tenía más miedo. Cosas como "Yo no tocaría a un ser así ni loco" y "No sé cómo se atreve a darle la mano a ese monstruo" se podían escuchar ahora.
- Yo no sé cómo aguantan esto ustedes - le dije al Gyojin, el cual no me había dado su nombre todavía - vivir en un mundo de segregación racial hacia mi raza... Yo habría perdido los cabales luego de que alguien me dijese monstruo.
Ahí fue cuando vi bien su expresión. Era de asco, tenía cara de asco. No sabía yo si era por la gente que estaba ahí, o por la comida que se echaba a la boca.
- Parece que te disgusta lo que comes, y sobre la primer pregunta que te hice, es verdad, lo siento - me disculpé - sucede que yo se poco de los seres acuáticos, y mucho menos se lo que comen. Esto se debe a que nunca tuve oportunidad de sumergirme debajo del mar.
Tenía ganas de armar disturbios en el bar. Toda la gente no paraba de insultar al Gyojin, suponiendo que no lo escuchaba. Podíamos usar la excusa de que la comida no estaba buena para atacar a los del bar, pero no veía bien eso. Me gustaría que el Gyojin fuese mi aliado, así poder conocer sus técnicas de combate, mas no quería enfrentarme yo con él, puesto que posiblemente estaba a un nivel muy superior al mío.
Decidí sentarme a su lado. Cierto era que no le quería causar más molestias al malhumorado Gyojin, pero ya que me había preguntado en un tono indirecto y problemático por qué le había cuestionado sobre Fisher Tiger, decidí contestarle de buena manera. Contraje la manga de mi brazo derecho hasta el hombro, dejando a vista sólo del Gyojin, el tatuaje que implicaba que había sido esclavo de los Tenryuubitos.
- El que me rescató a mí no era Gyojin, pero había muchos de ellos en Tierra Santa - le susurré para que nadie más escuchaba. La gente cuchicheaba cosas entre ellas. Lograba escuchar cosas como "Hay que ser valiente para hablar con semejante bestia" o "Me compadezco con el humano. Morir a manos de un monstruo no es la mejor manera" - la gente de tu raza era muy amable conmigo, ya que en ese momento yo era un crío. A mí me agradan los Gyojins como tú, no como los hijos de puta que hay en el mundo, que no los soportan, quién sabe por qué - Traté de seguir sus movimientos, a ver si podía descubrir qué estaba pensando éste Gyojin. Bajé la manga de nuevo, y le ofrecí la mano para estrecharla - Flea D. Grohl. Encantado.
En ese momento, la gente comenzó a hablar más fuerte, ya que tenía más miedo. Cosas como "Yo no tocaría a un ser así ni loco" y "No sé cómo se atreve a darle la mano a ese monstruo" se podían escuchar ahora.
- Yo no sé cómo aguantan esto ustedes - le dije al Gyojin, el cual no me había dado su nombre todavía - vivir en un mundo de segregación racial hacia mi raza... Yo habría perdido los cabales luego de que alguien me dijese monstruo.
Ahí fue cuando vi bien su expresión. Era de asco, tenía cara de asco. No sabía yo si era por la gente que estaba ahí, o por la comida que se echaba a la boca.
- Parece que te disgusta lo que comes, y sobre la primer pregunta que te hice, es verdad, lo siento - me disculpé - sucede que yo se poco de los seres acuáticos, y mucho menos se lo que comen. Esto se debe a que nunca tuve oportunidad de sumergirme debajo del mar.
Tenía ganas de armar disturbios en el bar. Toda la gente no paraba de insultar al Gyojin, suponiendo que no lo escuchaba. Podíamos usar la excusa de que la comida no estaba buena para atacar a los del bar, pero no veía bien eso. Me gustaría que el Gyojin fuese mi aliado, así poder conocer sus técnicas de combate, mas no quería enfrentarme yo con él, puesto que posiblemente estaba a un nivel muy superior al mío.
Cánabar
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El hombre mostró algo que sorprendió a Cánabar de sobremanera. un tatuaje de esclavo. Aquel humano... había sido un esclavo, pero era libre. Y entonces explicó por qué. Alguien lo liberó a él y a otros y eso le recordó a la historia de Fisher Tiger. Además habló de los gyojin que vivían en la esclavitud junto a él. Al parecer eran amables y agradables. Después de todo siempre había gente de todo tipo. El tiburón blanco se refugió de las cadenas convirtiéndose en una máquina sin sentimientos. Pero no todos eran así. El gyojin creía haber tomado el camino fácil. Solo aquellos que no se dejaban vencer y continuaban luchando de verdad seguían siendo ellos.
Acto seguido explicó que por el mundo había algunos hijos de puta insoportables. Él lo sabía bien, era uno de ellos. Quizás había sido una indirecta en su contra, pero no le dio importancia. Lo que sí que volvió a sorprenderle fue la actitud del tipo. A pesar del comportamiento intratable del tiburón le respondía de buenas maneras y con confianza. Hasta le ofreció su mano y se presentó. Cánabar estuvo unos segundos pensativo. ¿Quién era aquel tal Flea y qué quería de él? nadie lo saludaba y se presentaba así por las buenas. pero él lo había hecho. No sabía si era un loco o un suicida, la gente normal no se acercaba a alguien peligroso como el tiburón blanco. Estrechó su mano.
-Me llamo Cánabar Sykes. Encantado- Dijo.
Realmente se sintió más extrañado que encantado, pero era costumbre decir lo último. Después habló de la situación que padecían los gyojin, sobre el racismo y que él se habría vuelto loco con aquellos insultos. Cánabar había vivido con aquello toda su vida y poco le importaba lo que los demás pensaban o decían de él, al contrario. Cuanto más lo llamaran monstruo más lo temerían. Y eso era lo que quería, que la gente lo temiera y no lo molestara. Así evitaba tener que matar sin sentido. Si realmente él se volviera loco... Desataría su furia y se quedaría solo allí donde estuviera. No dejaría títere con cabeza, él sería el único superviviente de la masacre. Así hasta que el muerto fuera él.
-A mí no me preocupa lo que digan. Estos mierdas no merecen mi atención. Yo he visto humanso más poderosos que gyojins, gyojins que podrían partir este edificio en dos, animales aún más fuertes que los dos anteriores... solo los idiotas juzgan a alguien por su raza- Explicó.
Después se disculpó por lo dicho al conocerse y explicó que le habría gustado sumergirse en el mar. la única razón por la que no pudiera hacerlo era que no supiera nadar o que fuera usuario de una fruta del diablo. Aunque también cabía la posibilidad de que el mar lo asustara.
-Es una lástima, el mar es realmente precioso. Es lo más hermoso que he visto en mi vida. Pero... solo podrías saberlo si lo sientes en tu propia piel, te lo aseguro- Le contó con una sonrisa.
Al instante se abrió la puerta y un grupo de hombres armados y con mala pinta entraron al lugar. Observaron la mesa de Cánabar y mascullaron algo del "pececito" y el amante de los peces que allí se sentaban. Con la entrada de estos tipos el resto de gente del lugar se envalentonó y habló más fuerte sobre lo despreciable que era tener a un gyojin tan cerca. Cánabar se levantó y crujió su cuello. Su cara reflejaba satisfacción mientras miraba a los hombres que acababan de ver. Éstos se dirigieron hacia él con el rostro desencajado en una mezcla de ira y asco. Acababa de llegar lo que el tiburón deseaba. El combate que estaba buscando iba a comenzar en pocos segundos. Era hora de divertirse.
-¿Y quién de vosotros va a ser el valiente de cumplir su palabra? Es muy fácil hablar y no cumplir lo que se dice. Cobardes, el "pececito" os espera- Dijo para provocarlos.
Acto seguido explicó que por el mundo había algunos hijos de puta insoportables. Él lo sabía bien, era uno de ellos. Quizás había sido una indirecta en su contra, pero no le dio importancia. Lo que sí que volvió a sorprenderle fue la actitud del tipo. A pesar del comportamiento intratable del tiburón le respondía de buenas maneras y con confianza. Hasta le ofreció su mano y se presentó. Cánabar estuvo unos segundos pensativo. ¿Quién era aquel tal Flea y qué quería de él? nadie lo saludaba y se presentaba así por las buenas. pero él lo había hecho. No sabía si era un loco o un suicida, la gente normal no se acercaba a alguien peligroso como el tiburón blanco. Estrechó su mano.
-Me llamo Cánabar Sykes. Encantado- Dijo.
Realmente se sintió más extrañado que encantado, pero era costumbre decir lo último. Después habló de la situación que padecían los gyojin, sobre el racismo y que él se habría vuelto loco con aquellos insultos. Cánabar había vivido con aquello toda su vida y poco le importaba lo que los demás pensaban o decían de él, al contrario. Cuanto más lo llamaran monstruo más lo temerían. Y eso era lo que quería, que la gente lo temiera y no lo molestara. Así evitaba tener que matar sin sentido. Si realmente él se volviera loco... Desataría su furia y se quedaría solo allí donde estuviera. No dejaría títere con cabeza, él sería el único superviviente de la masacre. Así hasta que el muerto fuera él.
-A mí no me preocupa lo que digan. Estos mierdas no merecen mi atención. Yo he visto humanso más poderosos que gyojins, gyojins que podrían partir este edificio en dos, animales aún más fuertes que los dos anteriores... solo los idiotas juzgan a alguien por su raza- Explicó.
Después se disculpó por lo dicho al conocerse y explicó que le habría gustado sumergirse en el mar. la única razón por la que no pudiera hacerlo era que no supiera nadar o que fuera usuario de una fruta del diablo. Aunque también cabía la posibilidad de que el mar lo asustara.
-Es una lástima, el mar es realmente precioso. Es lo más hermoso que he visto en mi vida. Pero... solo podrías saberlo si lo sientes en tu propia piel, te lo aseguro- Le contó con una sonrisa.
Al instante se abrió la puerta y un grupo de hombres armados y con mala pinta entraron al lugar. Observaron la mesa de Cánabar y mascullaron algo del "pececito" y el amante de los peces que allí se sentaban. Con la entrada de estos tipos el resto de gente del lugar se envalentonó y habló más fuerte sobre lo despreciable que era tener a un gyojin tan cerca. Cánabar se levantó y crujió su cuello. Su cara reflejaba satisfacción mientras miraba a los hombres que acababan de ver. Éstos se dirigieron hacia él con el rostro desencajado en una mezcla de ira y asco. Acababa de llegar lo que el tiburón deseaba. El combate que estaba buscando iba a comenzar en pocos segundos. Era hora de divertirse.
-¿Y quién de vosotros va a ser el valiente de cumplir su palabra? Es muy fácil hablar y no cumplir lo que se dice. Cobardes, el "pececito" os espera- Dijo para provocarlos.
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Luego de unas actitudes malhumoradas que el Gyojin había tenido en contra mío, se presentó como Cánabar Sykes, pero me sorprendió que haya pronunciado un "Encantado" al final de su palabrería, había cambiado totalmente, de ser un resentido Gyojin excluido de la sociedad, a una humilde y buena persona.
Sobre mi duda de cómo aguantaban estos seres el racismo, me comentó que había conocido humanos más fuertes que Gyojins, y viceversa, y que no era cuestión de razas. Básicamente, mi pensamiento era similar. No soportaba ver cómo los excluyen de cada lugar al que van siempre, sin importar donde ni cuando.
Sobre mi comentario sobre el mar, me dijo que era lo más hermoso que hay, pero que sólo podría comprobarlo si me sumerjo yo mismo, por lo que me desilusioné, ya que nunca podría hacerlo, debido a la Akuma no Mi que llevo en la sangre. Lo que más me llamó la atención fue la manera en la que contó esto: con una pequeña pero distinguida sonrisa en el rostro, cosa que no había mostrado nunca todavía.
En aquel momento se escuchó un portazo y varios hombres con mala pinta y armados entraron. Fruncí el ceño y me llevé las manos hacia mis espadas, preparado para que suceda cualquier cosa. Pasaron por nuestra mesa susurrando cosas como pececito, y su amante, el cual el último sería yo. Entré en una furia incontrolable, y más todavía cuando toda la gente del bar comenzó a hablar más y más fuerte, pronunciando horribles palabras en contra de Cánabar. Quería intervenir, pero el Gyojin se levantó primero. Sin embargo, su cara no era de molestia, si no de satisfacción. Sólo él sabrá porque, tampoco quería preguntarle en un momento como éste. Dijo confiadamente que los esperaba, y los tituló de cobardes. Yo me levanté y me transformé en mi forma híbrida, que bastante más intimidación causaba que mi forma normal.
Fui corriendo hasta el tipo que me llamo "amante de los peces" y le cogí el cuello de la camisa con la mano derecha, al tiempo que con la izquierda desenfundaba mi espada, colocándosela en el cuello, sin cortarlo. Acerqué su cara a la mía, y le mascullé, bastante cerca:
- Amante de los peces tu puta madre, ¿Quedó claro? - y lo arrojé hacia la pared más cercana. Luego, volviendo a mi forma humana, caminé hasta donde estaba parado antes, al lado de Cánabar. La verdad era que yo no quería entrometerme en sus asuntos. Si estaba contento era motivo suyo, y no prefería intervenir - lo siento, me dejé llevar por aquel sujeto. No creo que quieras ni necesites de mi ayuda. Tú eres el que tiene que proclamar tus derechos como Gyojin. Me gustaría pelear a tu lado, defendiendo tus derechos también, pero creo que esto es asunto tuyo, y prefiero no entrometerme. De todas formas, si necesitas ayuda, yo saltaré y cortaré al que te esté molestando, no lo dudes, Cánabar - le dije a mi nuevo compañero. Acto seguido, levanté un brazo llamando al mozo - por la cara que tenías antes, no parecía que estuviese buena, ¿Me recomiendas la cerveza de este lugar, o es mala? - le pregunté al Gyojin, sonriendo. Me senté y me crucé de brazos, esperando a que termine la pelea, para seguir platicando con Cánabar.
Quería estudiar sus movimientos, y la manera de portar aquella enorme espada con sus dos manos. Las leyendas decían que un Gyojin es diez veces más fuerte que un humano, pero como dijo Cánabar, no era cuestión de razas. Posiblemente acabase rápido, ya que los tipos que nos insultaron no tenían mucho potencial.
Sobre mi duda de cómo aguantaban estos seres el racismo, me comentó que había conocido humanos más fuertes que Gyojins, y viceversa, y que no era cuestión de razas. Básicamente, mi pensamiento era similar. No soportaba ver cómo los excluyen de cada lugar al que van siempre, sin importar donde ni cuando.
Sobre mi comentario sobre el mar, me dijo que era lo más hermoso que hay, pero que sólo podría comprobarlo si me sumerjo yo mismo, por lo que me desilusioné, ya que nunca podría hacerlo, debido a la Akuma no Mi que llevo en la sangre. Lo que más me llamó la atención fue la manera en la que contó esto: con una pequeña pero distinguida sonrisa en el rostro, cosa que no había mostrado nunca todavía.
En aquel momento se escuchó un portazo y varios hombres con mala pinta y armados entraron. Fruncí el ceño y me llevé las manos hacia mis espadas, preparado para que suceda cualquier cosa. Pasaron por nuestra mesa susurrando cosas como pececito, y su amante, el cual el último sería yo. Entré en una furia incontrolable, y más todavía cuando toda la gente del bar comenzó a hablar más y más fuerte, pronunciando horribles palabras en contra de Cánabar. Quería intervenir, pero el Gyojin se levantó primero. Sin embargo, su cara no era de molestia, si no de satisfacción. Sólo él sabrá porque, tampoco quería preguntarle en un momento como éste. Dijo confiadamente que los esperaba, y los tituló de cobardes. Yo me levanté y me transformé en mi forma híbrida, que bastante más intimidación causaba que mi forma normal.
Fui corriendo hasta el tipo que me llamo "amante de los peces" y le cogí el cuello de la camisa con la mano derecha, al tiempo que con la izquierda desenfundaba mi espada, colocándosela en el cuello, sin cortarlo. Acerqué su cara a la mía, y le mascullé, bastante cerca:
- Amante de los peces tu puta madre, ¿Quedó claro? - y lo arrojé hacia la pared más cercana. Luego, volviendo a mi forma humana, caminé hasta donde estaba parado antes, al lado de Cánabar. La verdad era que yo no quería entrometerme en sus asuntos. Si estaba contento era motivo suyo, y no prefería intervenir - lo siento, me dejé llevar por aquel sujeto. No creo que quieras ni necesites de mi ayuda. Tú eres el que tiene que proclamar tus derechos como Gyojin. Me gustaría pelear a tu lado, defendiendo tus derechos también, pero creo que esto es asunto tuyo, y prefiero no entrometerme. De todas formas, si necesitas ayuda, yo saltaré y cortaré al que te esté molestando, no lo dudes, Cánabar - le dije a mi nuevo compañero. Acto seguido, levanté un brazo llamando al mozo - por la cara que tenías antes, no parecía que estuviese buena, ¿Me recomiendas la cerveza de este lugar, o es mala? - le pregunté al Gyojin, sonriendo. Me senté y me crucé de brazos, esperando a que termine la pelea, para seguir platicando con Cánabar.
Quería estudiar sus movimientos, y la manera de portar aquella enorme espada con sus dos manos. Las leyendas decían que un Gyojin es diez veces más fuerte que un humano, pero como dijo Cánabar, no era cuestión de razas. Posiblemente acabase rápido, ya que los tipos que nos insultaron no tenían mucho potencial.
Cánabar
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El hombre que acompañaba al gyojin se transformó. ¿Era el poder de alguna fruta del diablo? Después de aquello se lanzó a por uno de los tipso que habían entrado, justamente el que lo había llamado amante de los peces, y lo estampó en la pared. había sido un movimiento potente y rápido, como a Cánabar le gustaba. Después volvió a su posición y habló al tiburón blanco. Se disculpó por lo que había hecho y ofreció su ayuda. El gyojin pretendía luchar solo y encargarse de todos aquellos desgraciados uno a uno o de todos a la vez, pero no podía negarle un poco de diversión el ex-esclavo. y mucho menos después de lo que acababa de hacer. Lo miró y se decantó pro aceptar su ayuda después de todo.
-No te preocupes, acepto tu ayuda. Eso sí, el grandullón es mío. y la comida es una mierda, pero la cerveza está bien. Quizás te invite a una cuando terminemos- Respondió.
Dicho eso miró al hombre que estaba frente al resto. Todos miraban con rabia a los dos. Se giró y vio que Flea se había sentado, no sabía si se levantaría para luchar pero, si no lo hacía, no tendría problema en terminar con todos. El hombre al que había retado se acercó a él. Cánabar tenía la mano en la empuñadura de su espada, epro quería comprobar la fuerza de aquel rival. El inmenso hombre dirigió un puñetazo hacia el tiburón blanco que utilizó su brazo izquierdo como escudo. Salió despedido y atravesó la pared de la taberna. Aquel había sido un golpe brutal y sentía le brazo dolorido. Debía tener cuidado. Se levantó y quitó los escombros de su cuerpo para después volver a entrar por el agujero que acababan de hacer con él.
-Parece que al final vas a ser más entretenido de lo que pensaba, gordito- Le dijo contento.
Aquello disgustó al tipo que corrió de nuevo hacia Cánabar con el puño preparado, pero esta vez no dio en su objetivo. El gyojin lo esquivó con suma facilidad y le propinó una patada en el culo haciendo que cayera al suelo. Se levantó y volvió a cargar contra él. Ocurrió lo mismo salvo que, al final, recibió un codazo en la espalda en vez de un puntapié en el trasero. Cánabar parecía decepcionado, esto era demasiado sencillo. Clavó su espada en el suelo dispuesto a pelear solo con las manos. Dejó que su rival lo alcanzara e intercambió golpes con él. Era realmente fuerte, pero no lo suficiente. e veía muy superado pro el gyojin que encajaba los puñetazos casi sin inmutarse. A diferencia del primer golpe.
En cierto momento el hombre gordo se abalanzó sobre él y lo tiró al suelo. tras ponerse encima llevó sus manos al escamoso cuello y apretó tanto como pudo. Cánabar sonreía y no parecía preocupado por su inminente muerte, ni si quiera forcejeaba. El hecho de que pudiera aguantar la respiración durante mucho tiempo impedía que lo ahogaran de esa manera. Él también llevo una de sus manso al cuello enemigo, pero no con intención de impedir el paso del aire. Apretó, apretó un poco más y otro poco... ¡crak! El hueso del cuello se partió y el hombre gordo cayó redondo al suelo. El gyojin se levantó y fue a buscar su espada. La recogió de la madera y miró al resto de hombres para ver si alguno se atrevía a correr la misma suerte.
-No te preocupes, acepto tu ayuda. Eso sí, el grandullón es mío. y la comida es una mierda, pero la cerveza está bien. Quizás te invite a una cuando terminemos- Respondió.
Dicho eso miró al hombre que estaba frente al resto. Todos miraban con rabia a los dos. Se giró y vio que Flea se había sentado, no sabía si se levantaría para luchar pero, si no lo hacía, no tendría problema en terminar con todos. El hombre al que había retado se acercó a él. Cánabar tenía la mano en la empuñadura de su espada, epro quería comprobar la fuerza de aquel rival. El inmenso hombre dirigió un puñetazo hacia el tiburón blanco que utilizó su brazo izquierdo como escudo. Salió despedido y atravesó la pared de la taberna. Aquel había sido un golpe brutal y sentía le brazo dolorido. Debía tener cuidado. Se levantó y quitó los escombros de su cuerpo para después volver a entrar por el agujero que acababan de hacer con él.
-Parece que al final vas a ser más entretenido de lo que pensaba, gordito- Le dijo contento.
Aquello disgustó al tipo que corrió de nuevo hacia Cánabar con el puño preparado, pero esta vez no dio en su objetivo. El gyojin lo esquivó con suma facilidad y le propinó una patada en el culo haciendo que cayera al suelo. Se levantó y volvió a cargar contra él. Ocurrió lo mismo salvo que, al final, recibió un codazo en la espalda en vez de un puntapié en el trasero. Cánabar parecía decepcionado, esto era demasiado sencillo. Clavó su espada en el suelo dispuesto a pelear solo con las manos. Dejó que su rival lo alcanzara e intercambió golpes con él. Era realmente fuerte, pero no lo suficiente. e veía muy superado pro el gyojin que encajaba los puñetazos casi sin inmutarse. A diferencia del primer golpe.
En cierto momento el hombre gordo se abalanzó sobre él y lo tiró al suelo. tras ponerse encima llevó sus manos al escamoso cuello y apretó tanto como pudo. Cánabar sonreía y no parecía preocupado por su inminente muerte, ni si quiera forcejeaba. El hecho de que pudiera aguantar la respiración durante mucho tiempo impedía que lo ahogaran de esa manera. Él también llevo una de sus manso al cuello enemigo, pero no con intención de impedir el paso del aire. Apretó, apretó un poco más y otro poco... ¡crak! El hueso del cuello se partió y el hombre gordo cayó redondo al suelo. El gyojin se levantó y fue a buscar su espada. La recogió de la madera y miró al resto de hombres para ver si alguno se atrevía a correr la misma suerte.
Flea
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Este Gyojin llamado Cánabar luchaba muy bien. No era ningún débil. Sabía lo que hacía, y lo hacía muy bien. Yo antes pensaba que todos los de su raza usaban el Karate Gyojin para luchar, pero a decir verdad, y viendo esa espada, no parecía que éste lo usase. Estaba asombrado, y para bien. Al principio, cuando el tipo al cual desafió le pegó en el brazo, logré divisar una mueca de dolor en su rostro, pero nada del otro mundo. El siguiente puño lo esquivó, y logró pegarle por detrás. Algo similar hizo una vez más. Su estilo de lucha me gustaba, era sencillamente asombroso. Me asusté un poco cuando el gordo agarró fuertemente su cuello, pero logró salir fácilmente, rompiendo el nexo entre el tronco y la cabeza de su oponente. Luego volvió hacia mí, donde estaba su espada, pero no se percató de que otro tipo estaba por saltar hacia su espalda. Yo me percaté de eso, desenvainé una de mis espadas, me subí a la mesa, y me aproximé de un salto hacia el enemigo, con la suficiente potencia y rapidez como para separar su cuerpo de sus piernas. Un fuerte aullido de dolor entumeció a todo el bar, el cual nos miraba a Cánabar y a mí con cara aterradora, y asustada.
- Nunca le des la espalda al enemigo - le susurré al Gyojin - posiblemente daba igual si yo estaba aquí o no, pero ten cuidado - le recomendé.
La banda enemiga no podía creer lo que estaban viendo y nos miraban con los ojos desorbitados y las bocas más abiertas que nunca. A decir verdad, había echo una buena entrada en calor matando a ese tipo. Envainé mi espada sin mayores problemas, y coloqué las rodillas y las manos en el piso, para lamer la sangre del tío que había echo perecer. Me levanté luego de mi ritual, por decirlo de una manera, y me acerqué hacia Cánabar, produciendo unas cuantas carcajadas, debido a las caras que había en todo el bar.
- ¿Cuál te parece la más graciosa? - le pregunté al Gyojin. Señalé hacia mi derecha - mira esa, la de la tercera mesa a la izquierda de la columna aquella. Es algo así - e intenté imitar, posiblemente de forma fallida, la cara que el tipo que estaba señalando tenía - que isla de cagones. Es por eso que prefiero el Grand Line, ahí hay tipos más fuertes, aunque no dudo que tu lo seas. En cambio este es el mar más débil de los cinco, y, es cierto, el último Rey Pirata salió de por aquí, y bueno, yo también nací en este mar y no me considero débil, pero, en general, el nivel es muy pobre. Quisiera saber qué tan fuertes son en la isla que tu naciste. Siempre quise visitarla - le comenté a Cánabar.
Dejando de lado la parte graciosa, tocaba luchar. Mi idea no era intervenir en la lucha, pero ya lo había echo dos veces. Una por una ofensa de parte de otro, y otra porque casi atacan a Cánabar.
- Listo. A partir de ahora no interferiré más. Es problema tuyo así que no me entrometeré más - le hice señas al camarero, y me senté - dos cervezas por favor, mozo.
- Nunca le des la espalda al enemigo - le susurré al Gyojin - posiblemente daba igual si yo estaba aquí o no, pero ten cuidado - le recomendé.
La banda enemiga no podía creer lo que estaban viendo y nos miraban con los ojos desorbitados y las bocas más abiertas que nunca. A decir verdad, había echo una buena entrada en calor matando a ese tipo. Envainé mi espada sin mayores problemas, y coloqué las rodillas y las manos en el piso, para lamer la sangre del tío que había echo perecer. Me levanté luego de mi ritual, por decirlo de una manera, y me acerqué hacia Cánabar, produciendo unas cuantas carcajadas, debido a las caras que había en todo el bar.
- ¿Cuál te parece la más graciosa? - le pregunté al Gyojin. Señalé hacia mi derecha - mira esa, la de la tercera mesa a la izquierda de la columna aquella. Es algo así - e intenté imitar, posiblemente de forma fallida, la cara que el tipo que estaba señalando tenía - que isla de cagones. Es por eso que prefiero el Grand Line, ahí hay tipos más fuertes, aunque no dudo que tu lo seas. En cambio este es el mar más débil de los cinco, y, es cierto, el último Rey Pirata salió de por aquí, y bueno, yo también nací en este mar y no me considero débil, pero, en general, el nivel es muy pobre. Quisiera saber qué tan fuertes son en la isla que tu naciste. Siempre quise visitarla - le comenté a Cánabar.
Dejando de lado la parte graciosa, tocaba luchar. Mi idea no era intervenir en la lucha, pero ya lo había echo dos veces. Una por una ofensa de parte de otro, y otra porque casi atacan a Cánabar.
- Listo. A partir de ahora no interferiré más. Es problema tuyo así que no me entrometeré más - le hice señas al camarero, y me senté - dos cervezas por favor, mozo.
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Después de recoger su espada escuchó algo tras de sí. Estuvo a punto de dar un giro de 180º con el arma y partir en dos al que lo hubiera hecho. Pero no fue necesario. Vio como Flea se levantaba y realizaba aquello que él había pensado. Cuando se giró para ver qué había ocurrido vio dos mitades de un hombre. Se le ocurrió un chiste, pero se rió en silencio mientras veía cómo todos temblaban ante tan horrenda visión. ¿Ahora que veían al monstruo de verdad no se atrevían a seguir hablando? ¿Por qué los valientes callaban cuando alguien les plantaba cara? Cánabar odiaba ese comportamiento y acabaría con todos ellos. Malditos idiotas que calculan su valor por el alcohol ingerido o la debilidad del enemigo.
Tras ello Flea le aconsejó no dar la espalda al enemigo y, en realidad, tenía razón.
-Gracias por la ayuda. No pensaba que estos cobardes se atrevieran después de esto. Aunque el resto... creo que están paralizados- Respondió.
Después le comentó las caras de la gente y preguntó cuál resultaba más divertida. A Cánabar le parecía difícil elegir, pero se quedó con una.
-Esa es buena, pero hay una mejor. Fíjate en aquel, el del cuchillo, Entre la parálisis muscular y los mocos es realmente patético. Jajajajaja. Observa esto... ¡Bu!- Dijo.
Ante el susto todos echaron a correr dejando la taberna casi vacía. El gyojin no pudo hacer más que reírse. Pero había algo que le resultó curioso. Antes de aquello, Flea lamió la sangre del tipo al que había matado. ¿Qué clase de perversión era aquella? Aunque no le importaba demasiado y no era nadie para juzgarlo. Después de todo, ya lo había matado. Se sentó en la mesa y esperó al tabernero que tardó unos minutos en servirles dos cervezas. Sus manos temblaban tanto que el líquido ambar goteaba fuera de las jarras y mancaba el suelo. Era un desperdicio, pero el hombre no debía darse cuenta pues seguía avanzando mientras el sudor recorría su frente y sus piernas daban pasos pequeños y lentos.
-No te preocupes, no te voy a matar. Y cobrarás pro las cervezas y los destrozos. Después de todo, no ha sido tu culpa y la bebida es buena. Ponlo a la cuenta de los muertos, han dicho que querían invitarnos- Comentó con una sonrisa.
Probó la cerveza que le habían traído. Parecía mejor que la anterior. Quizás el dueño del antro les había servido una de mayor calidad debido al miedo que le provocaban. Tendría que hacerlo más a menudo si quería beber tan bien. Aunque según el lugar era peligroso. Después de pensarlo un buen rato y recordar su isla natal decidió contestar a su compañero de cervezas.
-La verdad es que aquí no hay mucha gente fuerte. En mi isla... sí, hay algunos con muy buen nivel, aunque trabajan para el Rey. Lo más poderoso marchan de aquella isla, está condenada y bajo el yugo de la Marina. Pero la gente se cansará tarde o temprano de aquello- Dijo.
Tras ello Flea le aconsejó no dar la espalda al enemigo y, en realidad, tenía razón.
-Gracias por la ayuda. No pensaba que estos cobardes se atrevieran después de esto. Aunque el resto... creo que están paralizados- Respondió.
Después le comentó las caras de la gente y preguntó cuál resultaba más divertida. A Cánabar le parecía difícil elegir, pero se quedó con una.
-Esa es buena, pero hay una mejor. Fíjate en aquel, el del cuchillo, Entre la parálisis muscular y los mocos es realmente patético. Jajajajaja. Observa esto... ¡Bu!- Dijo.
Ante el susto todos echaron a correr dejando la taberna casi vacía. El gyojin no pudo hacer más que reírse. Pero había algo que le resultó curioso. Antes de aquello, Flea lamió la sangre del tipo al que había matado. ¿Qué clase de perversión era aquella? Aunque no le importaba demasiado y no era nadie para juzgarlo. Después de todo, ya lo había matado. Se sentó en la mesa y esperó al tabernero que tardó unos minutos en servirles dos cervezas. Sus manos temblaban tanto que el líquido ambar goteaba fuera de las jarras y mancaba el suelo. Era un desperdicio, pero el hombre no debía darse cuenta pues seguía avanzando mientras el sudor recorría su frente y sus piernas daban pasos pequeños y lentos.
-No te preocupes, no te voy a matar. Y cobrarás pro las cervezas y los destrozos. Después de todo, no ha sido tu culpa y la bebida es buena. Ponlo a la cuenta de los muertos, han dicho que querían invitarnos- Comentó con una sonrisa.
Probó la cerveza que le habían traído. Parecía mejor que la anterior. Quizás el dueño del antro les había servido una de mayor calidad debido al miedo que le provocaban. Tendría que hacerlo más a menudo si quería beber tan bien. Aunque según el lugar era peligroso. Después de pensarlo un buen rato y recordar su isla natal decidió contestar a su compañero de cervezas.
-La verdad es que aquí no hay mucha gente fuerte. En mi isla... sí, hay algunos con muy buen nivel, aunque trabajan para el Rey. Lo más poderoso marchan de aquella isla, está condenada y bajo el yugo de la Marina. Pero la gente se cansará tarde o temprano de aquello- Dijo.
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Lo que reí cuando Cánabar asustó a todos no tiene nombre. Yo sujetaba mi estómago, debido al dolor por tanta risa. Golpeé la mesa varias veces, mientras se me caían algunas lágrimas. Luego de varios intentos para detenerme, por fin logré dejar de carcajear. El mozo nos trajo las dos cervezas que le había pedido, temblando y lleno de miedo, mientras que el Gyojin le comentaba que los perecidos nos invitaban, y que cobraría por los gastos producidos por nosotros. Levanté mi copa mirando a Cánabar, y le ofrecí brindar.
- Por nuestro encuentro - le dije, mientras alzaba mi cerveza. Me llevé la copa a la boca, y de un trago, me bajé la mitad de la cantidad que había. Me comentó luego sobre que aquí no había mucha gente fuerte, y que en su isla la mayoría de los poderosos o trabajaban por el rey, o se iban de allí, ya que estaban bajo la atenta mirada de la Marine. - Ahora entiendo por qué estás por aquí. Eres de los más fuertes, ¿no? Esa isla es la que yo siempre quise visitar. De todas formas, si pienso alcanzar mis metas, tengo que pasar por esa isla, ya que allí hay uno de los Poneglyphs, y, cuando sepa cómo leerlos, lo tendré que ver para seguir con mi sueño, el cual estoy seguro que cumpliré.
Luego de toda aquella palabrería, terminé mi vaso de cerveza con otro fuerte trago, y lo apoyé en la mesa, con una moderada fuerza. Con mi antebrazo, me quite el bigote de espuma que se me había echo, y me levanté, sonriendo. Quería ver más de cerca la espada de mi nuevo compañero. Caminé unos cinco largos pasos, y comencé a ver, por supuesto sin tocar, de cerca se veía más grande, y más intimidante. Miré de reojo los dientes de Cánabar, y se parecían bastante a los de su espada. No se lo dije porque no quería que se enojara, pero no pude evitar sonreír un poco.
- Permiso, ¿Me dejas cogerla? - le pregunté con respeto. Estaba clavada con la punta en el piso. Con mi mano más hábil, la izquierda, traté de quitarla, pero me resultó más difícil que el Rey Arturo en "La Espada en la Piedra" el lograr levantarla. Es más, si ni siquiera pude. - ¿cómo haces para luchar con un arma tan pesada? Prefiero mis espaditas. - le comenté a Cánabar. - Por cierto, me gustaría saber un poco más sobre tu vida. Yo te conté parte de la mía, y me parece lo justo, compañero. - terminé, esperando su respuesta.
- Por nuestro encuentro - le dije, mientras alzaba mi cerveza. Me llevé la copa a la boca, y de un trago, me bajé la mitad de la cantidad que había. Me comentó luego sobre que aquí no había mucha gente fuerte, y que en su isla la mayoría de los poderosos o trabajaban por el rey, o se iban de allí, ya que estaban bajo la atenta mirada de la Marine. - Ahora entiendo por qué estás por aquí. Eres de los más fuertes, ¿no? Esa isla es la que yo siempre quise visitar. De todas formas, si pienso alcanzar mis metas, tengo que pasar por esa isla, ya que allí hay uno de los Poneglyphs, y, cuando sepa cómo leerlos, lo tendré que ver para seguir con mi sueño, el cual estoy seguro que cumpliré.
Luego de toda aquella palabrería, terminé mi vaso de cerveza con otro fuerte trago, y lo apoyé en la mesa, con una moderada fuerza. Con mi antebrazo, me quite el bigote de espuma que se me había echo, y me levanté, sonriendo. Quería ver más de cerca la espada de mi nuevo compañero. Caminé unos cinco largos pasos, y comencé a ver, por supuesto sin tocar, de cerca se veía más grande, y más intimidante. Miré de reojo los dientes de Cánabar, y se parecían bastante a los de su espada. No se lo dije porque no quería que se enojara, pero no pude evitar sonreír un poco.
- Permiso, ¿Me dejas cogerla? - le pregunté con respeto. Estaba clavada con la punta en el piso. Con mi mano más hábil, la izquierda, traté de quitarla, pero me resultó más difícil que el Rey Arturo en "La Espada en la Piedra" el lograr levantarla. Es más, si ni siquiera pude. - ¿cómo haces para luchar con un arma tan pesada? Prefiero mis espaditas. - le comenté a Cánabar. - Por cierto, me gustaría saber un poco más sobre tu vida. Yo te conté parte de la mía, y me parece lo justo, compañero. - terminé, esperando su respuesta.
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Flea se echó a reír a carcajadas de tal forma que incluso Cánabar rió. Tras un brindis por el encuentro de ambos luchadores, el humano comentó su deseo de viajar a la isla natal del gyojin. Según él mismo dijo, quería leer un poneglyph para poder avanzar en su aventura y, por lo tanto, la visita a aquella isla era algo obligatorio. El tiburón no lo envidiaba, no quería volver, al menos por ahora, a aquel lugar y no tenía ningún interés en los datos que hubiera en aquellos legendarios textos. No podían importarle menos. Aunque admiraba que aquel tipo tuviera una idea tan clara de sus objetivos y tanta seguridad en sí mismo. Después de eso intentó levantar la espada pidiendo permiso y preguntó algunas cosas.
-Llevo toda mi vida peleando con ese arma y es una extensión más de mi cuerpo. Es cierto que es pesada, pero para mí es solo un brazo más. Luchar con ella... es algo natural, no necesito pensar, actúa por cuenta propia- Respondió.
Y lo que ocurrió a continuación entristeció y enfureció a partes iguales al tiburón blanco. Flea quiso saber algo cobre el pasado de Cánabar. Mal... Aquellos recuerdos solo le traían dolor. Todo lo que ocurrió allí era sufrimiento y recordar como perdió la vida que tenía lo destrozaba por dentro. ¿Por qué a él? Solo era un niño, debía haber vivido como cualquiera a su edad, disfrutando de su infancia. Pero se la arrebataron igual que le arrebataron a su familia. Todo lo que tenía, todo lo que era... se lo quitaron. Lo moldearon poco a poco a la imagen que ellos querían convirtiéndolo en una sanguinaria máquina de matar. Y era bueno, demasiado bueno. Sus propios carceleros, los que lo convirtieron en un monstruo sintieron su furia en su carne.
-Dura pregunta. Lo cierto es que me cuesta muchísimo hablar de mi pasado, es algo muy doloroso para mí... Yo era un crío cuando unos hombres atacaron mi hogar. Mataron a mi padre y nos secuestraron a mi madre y a mí. Lo último que recuerdo de aquello es a mi madre abrazándome con el cuerpo rígido y frío, muy frío- Explicó.
Realmente le costaba contar aquello, pero le iría bien desahogarse. Aunque nunca había pensado que lo haría con tal facilidad ante un extraño. Algo se movía en su interior, como si alguien llorara dentro de él. Pero no había lágrimas, no podían caer. Lloró más lágrimas de las que tenía y ya no podía seguir haciéndolo. Ojalá pudiera llorar, liberar toda esa rabia que lo consumía. Pero no podía hacer nada más que lamentarse y olvidar. pero era demasiado difícil olvidar, casi imposible.
-Me convirtieron en un esclavo y me hicieron gladiador. No me marcaron para que la Marina no pudiera reclamarme. Desde entonces... he matado una y otra vez. Ellos me convirtieron en un monstruo, en un asesino despiadado y sin sentimientos. Hasta que conocí a Newén. Se convirtió en mi amigo y maestro, pero también me lo arrebataron. Escapé de aquel infierno dispuesto a llevárselo a todos los que me pusieron las cadenas. La mayoría murieron en el mismo edificio en el que me veían luchar y gozaban el espectáculo. Los que sobrevivieron al primer ataque murieron más tarde después de una intensa cacería. Fue agradable acabar con todos ellos, más no fue satisfactorio. Ahora no puedo canalizar mi ira hacia nadie, acabé con los que me convirtieron en esto y no puedo volver atrás. La venganza se terminó evaporando mi objetivo y dejándome este dolor por dentro- Prosiguió.
Después de contar todo aquello le dio otro trago a la cerveza. Necesitaba aquel trago. Sentir que el líquido frío recorría su garganta le hacía sentir bien. No sabía cómo reaccionaría Flea ante aquella historia, quizás con pena o asco como la mayoría. Ambas sensaciones eran totalmente odiadas por el gyojin pero comprendía que lo sintieran pues, después de todo, no había nadie a quien diera más lástima y asco que a sí mismo.
-Llevo toda mi vida peleando con ese arma y es una extensión más de mi cuerpo. Es cierto que es pesada, pero para mí es solo un brazo más. Luchar con ella... es algo natural, no necesito pensar, actúa por cuenta propia- Respondió.
Y lo que ocurrió a continuación entristeció y enfureció a partes iguales al tiburón blanco. Flea quiso saber algo cobre el pasado de Cánabar. Mal... Aquellos recuerdos solo le traían dolor. Todo lo que ocurrió allí era sufrimiento y recordar como perdió la vida que tenía lo destrozaba por dentro. ¿Por qué a él? Solo era un niño, debía haber vivido como cualquiera a su edad, disfrutando de su infancia. Pero se la arrebataron igual que le arrebataron a su familia. Todo lo que tenía, todo lo que era... se lo quitaron. Lo moldearon poco a poco a la imagen que ellos querían convirtiéndolo en una sanguinaria máquina de matar. Y era bueno, demasiado bueno. Sus propios carceleros, los que lo convirtieron en un monstruo sintieron su furia en su carne.
-Dura pregunta. Lo cierto es que me cuesta muchísimo hablar de mi pasado, es algo muy doloroso para mí... Yo era un crío cuando unos hombres atacaron mi hogar. Mataron a mi padre y nos secuestraron a mi madre y a mí. Lo último que recuerdo de aquello es a mi madre abrazándome con el cuerpo rígido y frío, muy frío- Explicó.
Realmente le costaba contar aquello, pero le iría bien desahogarse. Aunque nunca había pensado que lo haría con tal facilidad ante un extraño. Algo se movía en su interior, como si alguien llorara dentro de él. Pero no había lágrimas, no podían caer. Lloró más lágrimas de las que tenía y ya no podía seguir haciéndolo. Ojalá pudiera llorar, liberar toda esa rabia que lo consumía. Pero no podía hacer nada más que lamentarse y olvidar. pero era demasiado difícil olvidar, casi imposible.
-Me convirtieron en un esclavo y me hicieron gladiador. No me marcaron para que la Marina no pudiera reclamarme. Desde entonces... he matado una y otra vez. Ellos me convirtieron en un monstruo, en un asesino despiadado y sin sentimientos. Hasta que conocí a Newén. Se convirtió en mi amigo y maestro, pero también me lo arrebataron. Escapé de aquel infierno dispuesto a llevárselo a todos los que me pusieron las cadenas. La mayoría murieron en el mismo edificio en el que me veían luchar y gozaban el espectáculo. Los que sobrevivieron al primer ataque murieron más tarde después de una intensa cacería. Fue agradable acabar con todos ellos, más no fue satisfactorio. Ahora no puedo canalizar mi ira hacia nadie, acabé con los que me convirtieron en esto y no puedo volver atrás. La venganza se terminó evaporando mi objetivo y dejándome este dolor por dentro- Prosiguió.
Después de contar todo aquello le dio otro trago a la cerveza. Necesitaba aquel trago. Sentir que el líquido frío recorría su garganta le hacía sentir bien. No sabía cómo reaccionaría Flea ante aquella historia, quizás con pena o asco como la mayoría. Ambas sensaciones eran totalmente odiadas por el gyojin pero comprendía que lo sintieran pues, después de todo, no había nadie a quien diera más lástima y asco que a sí mismo.
Flea
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En respuesta sobre su arma gigante, Cánabar me dijo que ya la tomaba como una parte de su cuerpo, y que se había acostumbrado a eso. No obstante, cuando escuchó mi pregunta sobre su pasado, una mueca de tristeza se le dibujó en el rostro, la cual pude divisar fácilmente, ya que pasó de brindar riendo a pasar a ese pasado, el cual quizá le traía malos recuerdos. Efectivamente, me comentó que había sido doloroso para él, y que no le resultaba fácil el contarlo. Al parecer también fue esclavo, pero uno distinto. Lo obligaban a luchar en un Coliseo al parecer. Básicamente, en su pasado lo perdió todo, desde su familia hasta su maestro, y que se convirtió en una máquina de matar gente, en un asesino a sangre fría. Al principio, cuando me dijo "Dura pregunta" le estaba por decir que si no quería no era necesario saberlo, pero la curiosidad me carcomía, y era demasiado tarde, pues había comenzado, y prefería no interrumpirle.
Apenas terminó, sin dejar de mirarlo, tanteé en la mesa buscando mi vaso de cerveza, hasta que lo encontré, pero sin líquido adentro. Poca importancia le hice, pues debía pensar qué decirle a Cánabar. Lo primero que pensé fue algo como "Oye, lo siento mucho, no era mi intención, hacerte recordar..." Pero era algo demasiado común, y algo que todo el mundo diría.
- Mira - le dije - yo no creo que hayas hecho mal. Vamos, de haber tenido la oportunidad, yo también habría matado a los tipos que me tuvieron de prisionero por siete años.
Antes de continuar, esta vez me puse yo melancólico al recordar mi pasado. Yo nunca me sentí triste. Es más, siempre estuve orgulloso de mis padres, por haber estado hace veintidós años en Impel Down. Pero, al parecer, al combinar un pasado con el otro, el de Cánabar con el mío, me dio un poco de tristeza. Luego de ese pensamiento, continué diciéndole lo que yo opinaba.
- Tú no querías ser esclavo, y ellos no querían morir. Ellos murieron porque te hicieron esclavo, y no solo eso, si no que, según me contaste, hay muchas razones más por las cuales yo mataría. Yo, a decir verdad, no soy un buen tipo que digamos. Soy muy solitario, y me gusta estar solo. A decir verdad, pocas veces había compartido mi pasado con gente fuera de mi trabajo, y con gente a la cual conozco y es de mucha confianza - evité decirle que era revolucionario sólo por las dudas. Después de todo, yo tampoco sabía a qué se dedicaba - pero, luego de escucharte, siento una conexión entre nosotros dos, entre nuestras historias. En verdad, poco me importa a mí si me mandan a la mierda o se apenan cuando escuchan mi pasado, porque yo soy como soy, nadie me va a hacer cambiar, y viviré mi vida de esta manera hasta el día de mi muerte.
Hice otra pausa, para volver atrás mis palabras y ver si lo que había dicho tenía coherencia. Luego, le di mi opinión final.
- Yo, por cómo soy, creo que has hecho muy bien en matar a aquellos tipos. Es cierto que la primera vez que matas a una persona es difícil de superar, pero luego te acostumbras, y lo sientes como si fuerta algo normal No sé tu, pero por mi parte, yo me siento así luego de escuchar tu historia - terminé, esperando su respuesta.
Apenas terminó, sin dejar de mirarlo, tanteé en la mesa buscando mi vaso de cerveza, hasta que lo encontré, pero sin líquido adentro. Poca importancia le hice, pues debía pensar qué decirle a Cánabar. Lo primero que pensé fue algo como "Oye, lo siento mucho, no era mi intención, hacerte recordar..." Pero era algo demasiado común, y algo que todo el mundo diría.
- Mira - le dije - yo no creo que hayas hecho mal. Vamos, de haber tenido la oportunidad, yo también habría matado a los tipos que me tuvieron de prisionero por siete años.
Antes de continuar, esta vez me puse yo melancólico al recordar mi pasado. Yo nunca me sentí triste. Es más, siempre estuve orgulloso de mis padres, por haber estado hace veintidós años en Impel Down. Pero, al parecer, al combinar un pasado con el otro, el de Cánabar con el mío, me dio un poco de tristeza. Luego de ese pensamiento, continué diciéndole lo que yo opinaba.
- Tú no querías ser esclavo, y ellos no querían morir. Ellos murieron porque te hicieron esclavo, y no solo eso, si no que, según me contaste, hay muchas razones más por las cuales yo mataría. Yo, a decir verdad, no soy un buen tipo que digamos. Soy muy solitario, y me gusta estar solo. A decir verdad, pocas veces había compartido mi pasado con gente fuera de mi trabajo, y con gente a la cual conozco y es de mucha confianza - evité decirle que era revolucionario sólo por las dudas. Después de todo, yo tampoco sabía a qué se dedicaba - pero, luego de escucharte, siento una conexión entre nosotros dos, entre nuestras historias. En verdad, poco me importa a mí si me mandan a la mierda o se apenan cuando escuchan mi pasado, porque yo soy como soy, nadie me va a hacer cambiar, y viviré mi vida de esta manera hasta el día de mi muerte.
Hice otra pausa, para volver atrás mis palabras y ver si lo que había dicho tenía coherencia. Luego, le di mi opinión final.
- Yo, por cómo soy, creo que has hecho muy bien en matar a aquellos tipos. Es cierto que la primera vez que matas a una persona es difícil de superar, pero luego te acostumbras, y lo sientes como si fuerta algo normal No sé tu, pero por mi parte, yo me siento así luego de escuchar tu historia - terminé, esperando su respuesta.
Cánabar
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Flea comentó que Cánabar no había hecho mal en matarlos. Pero no dijo nada que preocupara ni enfadara al gyojin. Él sabía que no había hecho mal y, si pudiera repetirlo, lo haría muchas veces más.
-De lo único que me lamente es de no poder repetirlo. Ojalá pudiera extinguir sus vidas de nuevo, sentir como se apaga el brillo de sus ojos... pero no se puede- Explicó.
La verdad es que era realmente triste y desesperante no poder canalizar sus ansias de venganza. Aunque podría hacerlo con cualquiera, pero Cánabar no era así. Lo habían convertido en un asesino, pero no le gustaba. Siempre trataba de evitar la muerte y los combates, aunque había días en que eran lo único que lo calmaba y necesitaba hacerlo. Como hoy. Sin embargo ya había saciado su sed de sangre por un tiempo. Y ahora se arrepentía de haberse comportado así. Aunque no era su culpa, era culpa de aquellos que lucharon contra él, de los que se habían atrevido a enfrentarse al Segador. Pobres e inocentes ilusos, no sabían quién era y habían pagado con su vida su propia ignorancia.
Volvió a mirar su jarra de cerveza y apuró lo que quedaba de alcohol. Tras terminar la posó en la mesa y se reclinó hacia atrás. Había venido en busca de un poderoso maestro de esgrima, pero en esta isla no había nadie que le pudiera plantar cara. A excepción, quizás, de Flea. Aunque no iba a luchar con él. Cánabar no hacía luchas amistosas y solo peleaba para morir o matar, como antes. Y no tenía ningún deseo de matar a aquel humano, después de todo le había caído bien. Fue entonces cuando lo recordó, no estaba solo. Kaiser y los demás estarían esperando que volviera. Avisó de que se ausentaría varios días, pero su capitán siempre se desesperaba cuando estaban fuera.
-Ha sido un placer conocerte, Flea. No pensaba encontrar a alguien como tú en estos lares, me alegro. Algo me dice que no encontraremos de nuevo en el futuro y esperaré con ansias ese momento- Dijo extendiendo la mano para despedirse.
Lamentaba marcharse tan rápido y aún más sin haber hallado lo que había venido buscando. Pero no podía hacer otra cosa. No iba a encontrar a nadie de su nivel en aquella isla y solo perdería el tiempo permaneciendo allí. Además, si Kaiser venía a buscarlo pondría en problemas a Flea. Y no podía permitirlo. Tras meditarlo un buen rato, se levantó de la silla y se dirigió hacia el cadáver del hombre gordo. buscó en sus bolsillos y sacó una pequeña bolsita de tela. Tras contar las monedas se quedó unas pocas y le lanzó la bolsa con el resto al hombre que les había atendido mientras mostraba una sonrisa. No solo había comido gratis, si no que además había ganado dinero por ello.
-De lo único que me lamente es de no poder repetirlo. Ojalá pudiera extinguir sus vidas de nuevo, sentir como se apaga el brillo de sus ojos... pero no se puede- Explicó.
La verdad es que era realmente triste y desesperante no poder canalizar sus ansias de venganza. Aunque podría hacerlo con cualquiera, pero Cánabar no era así. Lo habían convertido en un asesino, pero no le gustaba. Siempre trataba de evitar la muerte y los combates, aunque había días en que eran lo único que lo calmaba y necesitaba hacerlo. Como hoy. Sin embargo ya había saciado su sed de sangre por un tiempo. Y ahora se arrepentía de haberse comportado así. Aunque no era su culpa, era culpa de aquellos que lucharon contra él, de los que se habían atrevido a enfrentarse al Segador. Pobres e inocentes ilusos, no sabían quién era y habían pagado con su vida su propia ignorancia.
Volvió a mirar su jarra de cerveza y apuró lo que quedaba de alcohol. Tras terminar la posó en la mesa y se reclinó hacia atrás. Había venido en busca de un poderoso maestro de esgrima, pero en esta isla no había nadie que le pudiera plantar cara. A excepción, quizás, de Flea. Aunque no iba a luchar con él. Cánabar no hacía luchas amistosas y solo peleaba para morir o matar, como antes. Y no tenía ningún deseo de matar a aquel humano, después de todo le había caído bien. Fue entonces cuando lo recordó, no estaba solo. Kaiser y los demás estarían esperando que volviera. Avisó de que se ausentaría varios días, pero su capitán siempre se desesperaba cuando estaban fuera.
-Ha sido un placer conocerte, Flea. No pensaba encontrar a alguien como tú en estos lares, me alegro. Algo me dice que no encontraremos de nuevo en el futuro y esperaré con ansias ese momento- Dijo extendiendo la mano para despedirse.
Lamentaba marcharse tan rápido y aún más sin haber hallado lo que había venido buscando. Pero no podía hacer otra cosa. No iba a encontrar a nadie de su nivel en aquella isla y solo perdería el tiempo permaneciendo allí. Además, si Kaiser venía a buscarlo pondría en problemas a Flea. Y no podía permitirlo. Tras meditarlo un buen rato, se levantó de la silla y se dirigió hacia el cadáver del hombre gordo. buscó en sus bolsillos y sacó una pequeña bolsita de tela. Tras contar las monedas se quedó unas pocas y le lanzó la bolsa con el resto al hombre que les había atendido mientras mostraba una sonrisa. No solo había comido gratis, si no que además había ganado dinero por ello.
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Al parecer Cánabar pensaba igual que yo. Para él hizo bien en haber matado a los tipos que lo transformaron en asesino, y no solo eso, si no que los hubiera matado de nuevo si tuviera la oportunidad. Al parecer los dos compartíamos esa personalidad sádica y asesina. Yo quizás con un poco más de sentido, puesto que la heredé de mi madre, pero a él lo convirtieron en algo que no quería ser, o eso entendí yo, luego de procesar lentamente sus palabras. Luego de decirme que repetiría aquella acción, vi como el resto de su cerveza pasaba por sus filosos dientes, y me extendió la mano diciendo que le había gustado el encuentro. Yo respondí a su saludo, mientras que con la otra mano señalaba la puerta.
- El placer ha sido todo mío. Yo también me voy, así que salimos juntos - le dije con una sonrisa en el rostro, mientras salíamos los dos hacia la puerta, no sin antes coger el dinero del tipo al cual Cánabar mató. Ya en la puerta, le dije que me quedaría en esta ciudad un poco más - Voy a ver si encuentro lo que busco, me quedaré por aquí. Ojalá ese "algo" tenga razón, y nos volvamos a encontrar algún día. - le respondí, con una amplia sonrisa en el rostro.
Por más que le había dicho que me quedaría más tiempo en esta isla, no sabía que hacer, porque había olvidado lo que tenía pensado hacer. Los acontecimientos con ese Gyojin me hacían no recordar lo que tenía en mente al llegar a esta isla, y su triste historia me daba vueltas y vueltas en la cabeza. A paso lento, y casi sin darme cuenta, estaba haciendo el mismo camino que hice para llegar al bar. Pasando por el dojo del Señor Kato... Dojo... Kato... ¡EUREKA! Había recordado lo que quería hacer antes de cruzarme con aquel Gyojin. Mi plan al venir aquí era que el Señor Kato me enseñara más sobre el arte de la espada, pero había sido derrotado por Cánabar, así que lo seguí y logre conocerlo.
Sin pensarlo dos veces, entré al dojo, y el Señor Kato me recibió con una sonrisa, diciendo "Bueno, con que has vuelto. Ya me estaba aburriendo, solo, sin muchachos para entrenar. ¿Qué se te ofrece?"
- Señor, quisiera que me enseñe más sobre el arte de la espada, y de ser posible, tener un combate con usted. - le respondí yo. con respeto y tratando de ser amable. Él me dijo "No quiero enseñarte algo que ya sabes, así que primero tendremos el combate y luego te doy cosas para corregir, ¿vale?" a lo que yo respondí - Me parece perfecto. ¡Vamos allá!
Desenfundé mis espadas, y me puse en posición de combate. Esta consistía en tener las espadas a la altura de la cabeza. El Señor vino corriendo hacia mí, con la espada desenfundada también, mientras me decía "con esa posición descuidas las piernas. Esa es zona fácil" y trató de atacar a mis rodillas, pero yo giré el mango en mi mano, cubriendo mi cuerpo con el revés de mi katana. Recordé las bases del Niten Ichi-Ryu. "Mientras una espada defiende, la otra se prepara para el ataque" pensaba, mientras preparaba mi mano derecha para asestar un fuerte corte al brazo izquierdo suyo. No no obstante, esquivo mi ataque agachándose, y quiso producirme un golpe en vertical, a la zona pectoral. Pero yo evité ese golpe con la espada en mi mano izquierda...
La pelea estaba intensa, y no terminaría en un corto periodo. Para el que lo quiera saber, yo le gané a Kato, pero creo que esa es una historia para contar en otra ocasión.
- El placer ha sido todo mío. Yo también me voy, así que salimos juntos - le dije con una sonrisa en el rostro, mientras salíamos los dos hacia la puerta, no sin antes coger el dinero del tipo al cual Cánabar mató. Ya en la puerta, le dije que me quedaría en esta ciudad un poco más - Voy a ver si encuentro lo que busco, me quedaré por aquí. Ojalá ese "algo" tenga razón, y nos volvamos a encontrar algún día. - le respondí, con una amplia sonrisa en el rostro.
Por más que le había dicho que me quedaría más tiempo en esta isla, no sabía que hacer, porque había olvidado lo que tenía pensado hacer. Los acontecimientos con ese Gyojin me hacían no recordar lo que tenía en mente al llegar a esta isla, y su triste historia me daba vueltas y vueltas en la cabeza. A paso lento, y casi sin darme cuenta, estaba haciendo el mismo camino que hice para llegar al bar. Pasando por el dojo del Señor Kato... Dojo... Kato... ¡EUREKA! Había recordado lo que quería hacer antes de cruzarme con aquel Gyojin. Mi plan al venir aquí era que el Señor Kato me enseñara más sobre el arte de la espada, pero había sido derrotado por Cánabar, así que lo seguí y logre conocerlo.
Sin pensarlo dos veces, entré al dojo, y el Señor Kato me recibió con una sonrisa, diciendo "Bueno, con que has vuelto. Ya me estaba aburriendo, solo, sin muchachos para entrenar. ¿Qué se te ofrece?"
- Señor, quisiera que me enseñe más sobre el arte de la espada, y de ser posible, tener un combate con usted. - le respondí yo. con respeto y tratando de ser amable. Él me dijo "No quiero enseñarte algo que ya sabes, así que primero tendremos el combate y luego te doy cosas para corregir, ¿vale?" a lo que yo respondí - Me parece perfecto. ¡Vamos allá!
Desenfundé mis espadas, y me puse en posición de combate. Esta consistía en tener las espadas a la altura de la cabeza. El Señor vino corriendo hacia mí, con la espada desenfundada también, mientras me decía "con esa posición descuidas las piernas. Esa es zona fácil" y trató de atacar a mis rodillas, pero yo giré el mango en mi mano, cubriendo mi cuerpo con el revés de mi katana. Recordé las bases del Niten Ichi-Ryu. "Mientras una espada defiende, la otra se prepara para el ataque" pensaba, mientras preparaba mi mano derecha para asestar un fuerte corte al brazo izquierdo suyo. No no obstante, esquivo mi ataque agachándose, y quiso producirme un golpe en vertical, a la zona pectoral. Pero yo evité ese golpe con la espada en mi mano izquierda...
La pelea estaba intensa, y no terminaría en un corto periodo. Para el que lo quiera saber, yo le gané a Kato, pero creo que esa es una historia para contar en otra ocasión.
Fin del rol.
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