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Aoi Sasaki
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Me encontraba en el Grand Line, en un bote que estaba volcado, cosa que era incómodo poder estar recuperándose ahí ya que tenía una croma redondeada , no me acuerdo lo que hacia por ahí, solo se me venían imágenes, estaba intentando recordar todo lo que me había pasado pero no podía. Estaba mirando el cielo azul con un poco de nubes, a lo lejos se podía ver que se acercaba una gran tormenta para este día, lo más seguro es que empezaría a llover en un par de horas. Estaba intentándome parara cuando de pronto resbale y caía al mar, ya que estaba en el agua me sumerge hacia el fondo para poder poner bien la barca, me sitúe debajo y de un empujón el bote dio un salto y un par de vueltas, ya podía descansar bien.
Estaba acostado, intentando recordar lo que me había pasado, cuando de pronto se me vinieron imágenes a la mente de cómo estaba allí, estaba mirando al norte por si encontraba tierra o algún lugar donde poder coger provisiones, cuando pude escuchar que el agua y mi bote se estaban moviendo, pensé que sería algún rey marino o un pez muy grande, pero el mar se movía cada vez más rápido, me di media vuelta y pude ver una gran ola que se acercaba a mí, rápidamente cogí la cuerda que se encontraba en mi espalada y me amarre al bote, ya que así no me podría separar y perderme, era un plan muy astuto, la ola se acercaba y se hacía más grande, estaba preparado para que llegase aquí, di mi última bocanada de aire y toda el agua se me tiro encima, no podía escuchar nada, tenía que aguantar la respiración, empecé a dar vueltas y a marearme.
Todo eso fue lo que paso, pero ahora ya estaba “a salvo” de todo peligro, a lo lejos se pude ver un barco que se acercaba hacia donde estaba, a lo mejor me querían salvar o matar, todo era depende de la gente que se encontraba hay:
-HOLA…- empecé a grita para ver si me podían escuchar, cada veinte segundos empezaba a gritar lo mismo.
Estaba acostado, intentando recordar lo que me había pasado, cuando de pronto se me vinieron imágenes a la mente de cómo estaba allí, estaba mirando al norte por si encontraba tierra o algún lugar donde poder coger provisiones, cuando pude escuchar que el agua y mi bote se estaban moviendo, pensé que sería algún rey marino o un pez muy grande, pero el mar se movía cada vez más rápido, me di media vuelta y pude ver una gran ola que se acercaba a mí, rápidamente cogí la cuerda que se encontraba en mi espalada y me amarre al bote, ya que así no me podría separar y perderme, era un plan muy astuto, la ola se acercaba y se hacía más grande, estaba preparado para que llegase aquí, di mi última bocanada de aire y toda el agua se me tiro encima, no podía escuchar nada, tenía que aguantar la respiración, empecé a dar vueltas y a marearme.
Todo eso fue lo que paso, pero ahora ya estaba “a salvo” de todo peligro, a lo lejos se pude ver un barco que se acercaba hacia donde estaba, a lo mejor me querían salvar o matar, todo era depende de la gente que se encontraba hay:
-HOLA…- empecé a grita para ver si me podían escuchar, cada veinte segundos empezaba a gritar lo mismo.
- Resumen:
- Cuenta lo que a pasado, y a lo lejos divisa un barco
Eris Takayama
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El barco estaba hecho una puta mierda y no había que ser un genio para darse cuenta. Gato se había recluído en la popa del barco, mirando el agua con curiosidad y tumbado un poco al solecito, para hacer más llevadera su estancia en aquella jaula que podría ser considerado el barco. No obstante, Eris se hayaba en la parte más alta del mismo. Casi de un solo salto había llegado hasta lo alto del palo mayor y, debido a su peso pluma, se había sentado sin estorbar a las velas ampliadas para mirar desde allí. LLevaba una capa negra que cubría todo su cuerpo, una capa con mangas, amplias pero mangas. Por encima de la misma, la funda, abierta en su extremo, que contenía sus dos espadas. La apariencia negra de aquella funda no dejaba entrever realmente lo que era, pero sería divertido, en el caso de que la joven decidiera usarlo. No obstante, bajo aquella ropa se había decantado únicamente por unas mayas negras y una camiseta holgada, del mismo color. Su pelo, extremadamente largo en aquellos momentos debído a que había pasado años sin cortárselo, permanecía atado en una coleta en la parte alta de su cabeza, cayendo por su espalda y, su flequillo, recto, tapándole las cejas. Pero no solo eso sino que llevaba una media máscara. La había tomado antes de salir de allí.
La máscara le tapaba la nariz y la boca, negra y rígida, que se sujetaba en su cabeza no solo por un lazo enganchado a su propia coleta (por más sujeción), sino que también enredado con el propio pelo lacio y con orquillas. No, no podía quitársela aunque le fuera necesario. Y por eso se la había puesto. Le sobrepasaba la barbilla hacia abajo, pero se amoldaba a su gesto y le permitía todo tipo de movimientos sin apenas notarla. Se jugaba mucho estando allí, ciertamente. Pero iba a seguir a Haine allá donde fuera. Y cuando vio a Shiro levantárse con aquella alfombra y después al peliblanco poseyéndola. —Pero qué cojones hace— espetó la mujer, todavía desde su lugar privilegiado. Pronto aquellos bichos que acompañaban a Haine y que le ayudaban en el barco la gruñeron, para que bajara de allí. Así que simplemente se dejó caer. Apoyados manos y pies en la cubierta del barco miró hacia arriba. Un silbido le hizo a Gato levantarse para correr hasta donde estaba ella. —Sube ahí. No muerdas a nadie, entendido, ni bufi…. ¡Gato joder!— dijo, dándole un golpecito en el morro al felino que protestando, le había gruñido a ella también. —Quédate al lado de Haine— determinó. ¿Ella no iba a ir con ellos? Más o menos. Había calculado la distancia y podía salvarla con su poder sin ningún problema, pero podía ir de “aquí para allá” como se solía decir.
Porque era una pared vertical de roca pero, como todas las paredes, poseen salientes…. Por muy pequeños que sean. Aún con eso, miró a los dos únicos “humanos” además de Haine que había allí. Ban y Mark. Mark tenía su plena confianza o más o menos… Pero Ban a penas lo conocía. Chasqueó la lengua, con cierta desgana. —Ante cualquier problema, yo no estoy aquí— determinó en alto. Supuso que la mayoría sabría que querría esconder su identidad debido a la media máscara y a la capa. Por eso, sujeta a la proa del barco, pisando levemente la alfombra de Haine, subió. Como ella sabía subir. Se lanzó primeramente contra la pared y, una vez una de sus puntas de los pies rozó la roca, avanzó hacia arriba. No tardaría más de medio minuto en estar arriba, mucho menos, desde luego, pero una vez allí se sentó el borde, resoplando con suavidad. De manera general no solía “escalar” cosas así, pero le daba mucho miedo el volver a montar en una alfombra con Haine, dado que no era la primera vez. Y más cuando llevaba tanto peso sobre ella. Confiaba en el albino, pero no tanto.
La máscara le tapaba la nariz y la boca, negra y rígida, que se sujetaba en su cabeza no solo por un lazo enganchado a su propia coleta (por más sujeción), sino que también enredado con el propio pelo lacio y con orquillas. No, no podía quitársela aunque le fuera necesario. Y por eso se la había puesto. Le sobrepasaba la barbilla hacia abajo, pero se amoldaba a su gesto y le permitía todo tipo de movimientos sin apenas notarla. Se jugaba mucho estando allí, ciertamente. Pero iba a seguir a Haine allá donde fuera. Y cuando vio a Shiro levantárse con aquella alfombra y después al peliblanco poseyéndola. —Pero qué cojones hace— espetó la mujer, todavía desde su lugar privilegiado. Pronto aquellos bichos que acompañaban a Haine y que le ayudaban en el barco la gruñeron, para que bajara de allí. Así que simplemente se dejó caer. Apoyados manos y pies en la cubierta del barco miró hacia arriba. Un silbido le hizo a Gato levantarse para correr hasta donde estaba ella. —Sube ahí. No muerdas a nadie, entendido, ni bufi…. ¡Gato joder!— dijo, dándole un golpecito en el morro al felino que protestando, le había gruñido a ella también. —Quédate al lado de Haine— determinó. ¿Ella no iba a ir con ellos? Más o menos. Había calculado la distancia y podía salvarla con su poder sin ningún problema, pero podía ir de “aquí para allá” como se solía decir.
Porque era una pared vertical de roca pero, como todas las paredes, poseen salientes…. Por muy pequeños que sean. Aún con eso, miró a los dos únicos “humanos” además de Haine que había allí. Ban y Mark. Mark tenía su plena confianza o más o menos… Pero Ban a penas lo conocía. Chasqueó la lengua, con cierta desgana. —Ante cualquier problema, yo no estoy aquí— determinó en alto. Supuso que la mayoría sabría que querría esconder su identidad debido a la media máscara y a la capa. Por eso, sujeta a la proa del barco, pisando levemente la alfombra de Haine, subió. Como ella sabía subir. Se lanzó primeramente contra la pared y, una vez una de sus puntas de los pies rozó la roca, avanzó hacia arriba. No tardaría más de medio minuto en estar arriba, mucho menos, desde luego, pero una vez allí se sentó el borde, resoplando con suavidad. De manera general no solía “escalar” cosas así, pero le daba mucho miedo el volver a montar en una alfombra con Haine, dado que no era la primera vez. Y más cuando llevaba tanto peso sobre ella. Confiaba en el albino, pero no tanto.
- Para el moderador:
- Brevemente resumido: Eris va completamente tapada: media máscara que le cubre la cara más el flequillo recto y capa. No quiere que la vean por allí. Refunfuña todo el rato, eso sí. Ha subido la pared con su propio poder y debido a la velocidad a la que debería poder impulsarse, a saltitos y está sentada en el borde a la espera de los demás. No describo el lugar ni si hay más personas. Su sordera la hace algo catatónica para eso.
Alex14ac
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El deber los reclamaba, aquellos "aliados" del Gobierno Mundial debían responder a sus obligaciones y actuar como Guardianes de la paz y de gente que no merecía protección alguna. Sin embargo ahí estaba, preparándose para una lucha que bien podría significar su muerte. Aunque, claro, debía hacerlo. Los Nobles Mundiales no podían importarle menos, pero aquel ataque significaba una condena para toda la vida tal y como se conocía. los débiles y los inocentes serían los primeros en caer y Alex no podía permitirlo. Partió junto a sus nuevos compañeros y se posicionaron donde les habían indicado. Perfecto, iban a ser el muro contra las primeras oleadas. En parte se alegraba de ser él el que peligrara y no otros. Además estaba muy bien acompañado.
Observó el basto océano esperando ver algo más que las olas lamiendo el puerto. Pero no había nada. Incluso parecía más calmado que de costumbre, que ironía. Se sentó a esperar las órdenes. Le parecía una estupidez, solo tenían que encargarse de todo el que llegara, ¿de verdad necesitaban indicaciones? Pero no se quejaría, ya había montado un espectáculo y no podía permitirse otro comportamiento igual. La calma que precedía a la tormenta... otra guerra se acercaba y ni si quiera lo parecía. De no ser por los que huían despavoridos no habría nada que lo demostrara. Alex se dirigió a sus compañeros.
-Disculpadme por esto, pero todavía soy nuevo, ¿podríais decirme cómo llegaran nuestras indicaciones?- Preguntó.
habría querido irse de allí, ir hasta el puerto y esperar frente al mar para detener el envite de aquella amenaza. Pero decidió obedecer y permanecer en su puesto. Aunque no todo opinaban lo mismo. Dexter comentó el aburrimiento que aquello suscitaba y se marchó. Ahora... ahora Alex podría marcharse sin quedar tan mal como quedaría aquel loco. Sí, pero antes debía comunicarse con los suyos.
-Shun, soy Alex, estás al cargo de las tropas y confío en que sabrás qué hacer. Cuida de todos y tened cuidado, no quiero que os arriesguéis más de la cuenta. Proteged a todo el que esté cerca y recordad que la prioridad son los que no pueden defenderse que los nobles... se busquen la manera si no podéis con todo. Al resto, obedeced a Shun y dad lo mejor- Dijo por el Den Den Mushi que llevaba.
Observó el basto océano esperando ver algo más que las olas lamiendo el puerto. Pero no había nada. Incluso parecía más calmado que de costumbre, que ironía. Se sentó a esperar las órdenes. Le parecía una estupidez, solo tenían que encargarse de todo el que llegara, ¿de verdad necesitaban indicaciones? Pero no se quejaría, ya había montado un espectáculo y no podía permitirse otro comportamiento igual. La calma que precedía a la tormenta... otra guerra se acercaba y ni si quiera lo parecía. De no ser por los que huían despavoridos no habría nada que lo demostrara. Alex se dirigió a sus compañeros.
-Disculpadme por esto, pero todavía soy nuevo, ¿podríais decirme cómo llegaran nuestras indicaciones?- Preguntó.
habría querido irse de allí, ir hasta el puerto y esperar frente al mar para detener el envite de aquella amenaza. Pero decidió obedecer y permanecer en su puesto. Aunque no todo opinaban lo mismo. Dexter comentó el aburrimiento que aquello suscitaba y se marchó. Ahora... ahora Alex podría marcharse sin quedar tan mal como quedaría aquel loco. Sí, pero antes debía comunicarse con los suyos.
-Shun, soy Alex, estás al cargo de las tropas y confío en que sabrás qué hacer. Cuida de todos y tened cuidado, no quiero que os arriesguéis más de la cuenta. Proteged a todo el que esté cerca y recordad que la prioridad son los que no pueden defenderse que los nobles... se busquen la manera si no podéis con todo. Al resto, obedeced a Shun y dad lo mejor- Dijo por el Den Den Mushi que llevaba.
- Resumen:
- Me comunico con mi gremio para "darles órdenes" y les hago una pregunta a Kaín y Yazori. Sigo en el puesto donde nos habían situado.
Kaiser
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Mariejoa... Qué gran lugar para lucirse después de tanto tiempo. La tierra santa. El lugar donde descansaban los nobles mundiales. Esas personas intocables que mandaban casi por encima de todo. Kaiser estaba sentado en un trono que había instalado en la cubierta de su barco. Con una hermosa sirena sentada en su regazo. Jugando con una calavera humana, lanzándola al aire una y otra vez. Se deleitaba con tan solo pensar lo divertido que sería arrancarle la cabeza a uno de aquellos ternyuubitos. Y si venía un almirante... ¿Qué más daba? Lo mataría también. Estaba más confiado que nunca, y sabía que junto a sus compañeros podría armar un buen revuelo y hacer resurgir Atesaki a lo grande, para que se conociese a lo largo de todo Grand Line. En el lapso de tiempo que había pasado desde su vuelta al liderazgo, había congeniado algo más con sus compañeros, conociendo así a varios de ellos que mostraban un potencial mucho mayor a los gyojin y tritones del montón. Kaiser llevaba un pantalón largo y ancho, de color blanco junto a unas botas largas y negras. Su torso estaba desnudo, pero sobre sus hombros descansaba una capa de alto cargo marine. Tenía los kanjis de la espalda atravesados por la aleta dorsal.
-Capitán... ¿Aún piensas ir a Mariejoa?- Preguntó la sirena pez león que liberé de aquella prisión submarina. Era una sirena de gran belleza. Con apariencia humana en su parte superior, a excepción de unas pequeñas aletas cargadas con pinchos mortíferos en sus brazos. De cabello cobrizo y unos ojos tan brillantes como el mismísmo oro. Apenas vestía un sujetador para tapar sus senos. Su parte inferior era la cola de un pez, teñida a rayas marrones y blancas y con otro par de aletas por los lados con la misma función. -Ahora estoy más convencido que nunca.- Respondió el gyojin orca. -Si los rumores son ciertos y lo que queda de la banda de Krabo aparece, podría conseguir unos grandes aliados.- Añadió.
-¿¡Murdock podrá matar humanos!?- Preguntaban al unísono tres gyojin piraña. De pequeña estatura y piel azulada. Tenían una pequeña aleta dorsal que llegaba desde sus hombros hasta el final de su espalda. Y su boca llegaba desde una oreja a la otra, llena de pequeños y afilados dientes. Los tres eran idénticos. -No os precipitéis. Actuaréis solo cuando yo os lo ordene. Pero tenedlo por seguro... Muchas cabezas rodarán.- Contestó Kaiser esbozando una sonrisa. Los trillizos empezaron a gritar de euforia y a darse cabezazos entre sí, mientras gritaban su nombre repetidas veces.
Kaiser ordenó dejar los barcos alejados, con todos los kung fu dugong y un buen ejército custodiándolos, lo suficientemente lejos de su destino para que nadie los viese y aseguró que irían a nado. Bajo el agua podrían entrar sin ser vistos y evitarían dañar sus navíos. Con él viajaban sus compañeros más fuertes a excepción del pequeño dugong que le había tomado como ejemplo y que era probablemente más fuerte que la mayoría a excepción de las pirañas, y Cánabar. También llevaba un buen pelotón de gyojins y tritones más débiles para que la sangre corriese más rápido. Dada su velocidad en el mar, no tardarían demasiado en llegar a la zona. Cerca ya de Red Line. Podían verse gran cantidad de homólogos subiendo a la superficie. Debían ser los piratas de Krabo, más conocidos ahora por los piratas Trilobite. Unirnos a ellos podría ser una buena forma de empezar, pero había algo que llamaba la atención del capitán. Varios barcos empezaban a dejar el puerto, montando escándalo y, al parecer, huyendo de la inminente batalla.
-Empieza la caza.- Las palabras de Kaiser fueron concisas y claras. Empezó a nadar a gran velocidad hacia el exterior, esperando que le siguiesen y saltó hacia la cubierta del barco. Tenryuubitos. Tal y como esperaba. Crujió sus puños y se relamió el labio. -¿¡Cómo osas irrumpir en una nave de la nobleza y mirarme directamente a los ojos como si nada, estúpido pescado!?- Preguntó uno de aquellos hombres. Era bastante bajo, apenas alcanzaría el metro sesenta. Tenía un peinado sumamente extraño, peinado hacia arriba y enrollado e la punta. Su bigote era fino y largo y sus ojos estaban tapados por unas gafas pequeñas con cristales tintados de negro. Apuntaba con una pistola dorada. No parecía tener miedo. Quizás tenía demasiada seguridad en que nadie osaría tocarlo. -Sería una pena que alguien quisiera pintar la cubierta con tu sangre.- Dijo Kaiser en un tono burlón, imbuyendo todo su cuerpo en hakli mientras sus compañeros empezaban a alcanzar la cubierta.
-Capitán... ¿Aún piensas ir a Mariejoa?- Preguntó la sirena pez león que liberé de aquella prisión submarina. Era una sirena de gran belleza. Con apariencia humana en su parte superior, a excepción de unas pequeñas aletas cargadas con pinchos mortíferos en sus brazos. De cabello cobrizo y unos ojos tan brillantes como el mismísmo oro. Apenas vestía un sujetador para tapar sus senos. Su parte inferior era la cola de un pez, teñida a rayas marrones y blancas y con otro par de aletas por los lados con la misma función. -Ahora estoy más convencido que nunca.- Respondió el gyojin orca. -Si los rumores son ciertos y lo que queda de la banda de Krabo aparece, podría conseguir unos grandes aliados.- Añadió.
-¿¡Murdock podrá matar humanos!?- Preguntaban al unísono tres gyojin piraña. De pequeña estatura y piel azulada. Tenían una pequeña aleta dorsal que llegaba desde sus hombros hasta el final de su espalda. Y su boca llegaba desde una oreja a la otra, llena de pequeños y afilados dientes. Los tres eran idénticos. -No os precipitéis. Actuaréis solo cuando yo os lo ordene. Pero tenedlo por seguro... Muchas cabezas rodarán.- Contestó Kaiser esbozando una sonrisa. Los trillizos empezaron a gritar de euforia y a darse cabezazos entre sí, mientras gritaban su nombre repetidas veces.
Kaiser ordenó dejar los barcos alejados, con todos los kung fu dugong y un buen ejército custodiándolos, lo suficientemente lejos de su destino para que nadie los viese y aseguró que irían a nado. Bajo el agua podrían entrar sin ser vistos y evitarían dañar sus navíos. Con él viajaban sus compañeros más fuertes a excepción del pequeño dugong que le había tomado como ejemplo y que era probablemente más fuerte que la mayoría a excepción de las pirañas, y Cánabar. También llevaba un buen pelotón de gyojins y tritones más débiles para que la sangre corriese más rápido. Dada su velocidad en el mar, no tardarían demasiado en llegar a la zona. Cerca ya de Red Line. Podían verse gran cantidad de homólogos subiendo a la superficie. Debían ser los piratas de Krabo, más conocidos ahora por los piratas Trilobite. Unirnos a ellos podría ser una buena forma de empezar, pero había algo que llamaba la atención del capitán. Varios barcos empezaban a dejar el puerto, montando escándalo y, al parecer, huyendo de la inminente batalla.
-Empieza la caza.- Las palabras de Kaiser fueron concisas y claras. Empezó a nadar a gran velocidad hacia el exterior, esperando que le siguiesen y saltó hacia la cubierta del barco. Tenryuubitos. Tal y como esperaba. Crujió sus puños y se relamió el labio. -¿¡Cómo osas irrumpir en una nave de la nobleza y mirarme directamente a los ojos como si nada, estúpido pescado!?- Preguntó uno de aquellos hombres. Era bastante bajo, apenas alcanzaría el metro sesenta. Tenía un peinado sumamente extraño, peinado hacia arriba y enrollado e la punta. Su bigote era fino y largo y sus ojos estaban tapados por unas gafas pequeñas con cristales tintados de negro. Apuntaba con una pistola dorada. No parecía tener miedo. Quizás tenía demasiada seguridad en que nadie osaría tocarlo. -Sería una pena que alguien quisiera pintar la cubierta con tu sangre.- Dijo Kaiser en un tono burlón, imbuyendo todo su cuerpo en hakli mientras sus compañeros empezaban a alcanzar la cubierta.
- Resumen:
- Se explica la razón de por qué vamos a nado y tras llegar al puerto abordamos uno de los barcos en los que huyen los tenryuubitos.
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Krauser se hallaba junto a Minato y su amigo Karl. Las palabras del almirante pelirrojo fueron agradables pero no fueron así para el otro luchador. El demonio de la niebla confiaba también en Minato, pero odiaba la rivalidad que tenían sus dos compañeros ¿No podían llevarse bien? Las cosas estaban complicadas en el almirantazgo. Ahora se acercó el mejor luchador de los siete mares, el hombre considerado un hermano por Samegure. Tomó las pastillas que le había dado y las guardó en su bolsillo, después asintió a sus palabras observando el den den mushi negro de la muñeca.
- Mucha suerte para ti también hermano, nos veremos tras la batalla. Estoy seguro de que nos veremos sanos y salvos.
Era el momento de ir a la posición indicada por el jefe de la marina, el Gran Espada sonrió de forma amable y empezó a correr por las calles a toda la velocidad que el cuerpo le permitía, estaba deseando llegar al puerto del paraiso. Mientras avanzaba iba acariciando con la mano derecha las paredes de las casas, lo que hizo que una increíble niebla se fuera formando por dónde pasara. Los del puerto si miraban hacia atrás verían una gran columna de niebla que llegaba hasta el cielo a unos cincuenta metros o más. A medida que Krauser avanzaba esta iba disipándose por detrás, no tardó más de unos minutos en llegar, inundando todo el puerto con aquella niebla. Lo primero que hizo fue usar su gran arte del sigilo para colocarse junto a un hombre…
La niebla desapareció al momento, no duró ni siquiera cinco segundos, la posición del Almirante se hallaba junto al gran cazador Alex. Estaba prácticamente a su lado y sabía de sobra que su gran amigo le habría notado llegar con su mantra, ni siquiera miró a los demás, se centró solo en el poderoso luchador y le miró de forma seria pero en el fondo bastante feliz. Acto seguido le colocó la mano sobre el hombro en señal de aprecio y empezó a hablarle en un tono calmado y tranquilo.
- Lucharemos hasta la muerte Alex. Después de tantos años, me alegro mucho de volver a verte hermanito…
Ahora sí que estaba seguro de que la batalla estaba a favor, su mirada ahora se clavó en Yazori y kain. Dos Shichibukais bastante poderosos al parecer, de hecho si estaban en aquel puesto debían de serlo al menos. Se quedó mirándolos de forma tranquila y les dirigió la palabra de una forma calmada.
- He oído hablar de vosotros dos, Kain, la hormiga. Yazori, la grulla negra. Es un placer poder conoceros en persona, os deseo mucha suerte en esta batalla. Si en algún momento me necesitáis, contad con mi espada.
Dicho eso dirigió su mirada hacia el océano con una leve sonrisa activando su haki de observación al máximo y preparado para todo lo que hiciera falta.
- Resumen:
- Responder a Minato, karl y coer las pastillas. Correr al puerto llenandolo de niebla, anularla al poco y hablar con alex, kain y yazori
Cánabar
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El momento había llegado. Los Trilobite pretendían conquistar el mundo. Algunos se unirían a ellos mientras otros defendían lo que creían. todo aquello carecía de importancia para Cánabar. A él no le interesaba el mundo ni su conquista, pero esta sería la era de Atesaki. Iban a mostrar de lo que estaban hechos y el Segador grabaría su nombre a fuego sobre los cadáveres de aquellos Nobles que tanto detestaba. ¿Dónde estaba su divinidad y su poder ahora que iban a por ellos? La simple idea de bañarse en su sangre y destrozar sus entrañas llenaba de gozo al gyojin. Apretó sus puños con fuerza. Aquella iba a ser la batalla de su vida, sin duda, y la victoria más importante hasta ahora. Sonrió y esperó a las órdenes de su capitán.
En cuanto se lanzó al mar el tiburón blanco lo siguió. El agua era cálida y acariciaba su cuerpo. Cedía ante él como si lo alabara y permitía que se moviera entre ella con velocidad. Prefería llegar así que en una nave. Avanzaron velozmente hasta llegar a su objetivo. No había perdición, estaba sobre la isla que los vio nacer. No hubo problemas hasta llegar, nada se acercaba a ellos. Cánabar vio, frente a ellos, un ejército enorme de gyojins y tritones que se acercaban al puerto. Todo iba a empezar ya. El tiburón activó su mantra y sintió el poder que había cerca. Había gente temible entre los que iban a atacar, pero no alcanzó a sentir el poder que esperaba en la isla. Cuando se iba a acercar Kaiser lo detuvo. Al parecer tenía otros planes.
Cerca de ellos había barcos que se dirigían en dirección contraria. Estaba tan obcecado en sus pensamientos que no se había percatado de ellos. Nobles Mundiales, sin duda. Las naves eran grandes y ostentosas, tales como las que llevarían aquellos "hombres". El frenesí comenzó a liberarse, pero Cánabar se controló. Siguió al a orca hasta una de las embarcaciones y subió junto a él. Se posicionó a su lado mientras desenvainaba la espada. un hombre de aspecto estrambótico les habló de una forma "descuidada". Kaiser dijo lo que Cánabar esperaba. Empapar la cubierta con la sangre de aquellos nobles. Que lujo y qué deseo.
-Demasiada prepotencia para alguien que estaba huyendo .Espero que hayas disfrutado de tus últimas palabras- Aclaró el gyojin.
En cuanto se lanzó al mar el tiburón blanco lo siguió. El agua era cálida y acariciaba su cuerpo. Cedía ante él como si lo alabara y permitía que se moviera entre ella con velocidad. Prefería llegar así que en una nave. Avanzaron velozmente hasta llegar a su objetivo. No había perdición, estaba sobre la isla que los vio nacer. No hubo problemas hasta llegar, nada se acercaba a ellos. Cánabar vio, frente a ellos, un ejército enorme de gyojins y tritones que se acercaban al puerto. Todo iba a empezar ya. El tiburón activó su mantra y sintió el poder que había cerca. Había gente temible entre los que iban a atacar, pero no alcanzó a sentir el poder que esperaba en la isla. Cuando se iba a acercar Kaiser lo detuvo. Al parecer tenía otros planes.
Cerca de ellos había barcos que se dirigían en dirección contraria. Estaba tan obcecado en sus pensamientos que no se había percatado de ellos. Nobles Mundiales, sin duda. Las naves eran grandes y ostentosas, tales como las que llevarían aquellos "hombres". El frenesí comenzó a liberarse, pero Cánabar se controló. Siguió al a orca hasta una de las embarcaciones y subió junto a él. Se posicionó a su lado mientras desenvainaba la espada. un hombre de aspecto estrambótico les habló de una forma "descuidada". Kaiser dijo lo que Cánabar esperaba. Empapar la cubierta con la sangre de aquellos nobles. Que lujo y qué deseo.
-Demasiada prepotencia para alguien que estaba huyendo .Espero que hayas disfrutado de tus últimas palabras- Aclaró el gyojin.
- Resumen:
- Sigo A kaiser y subo junto a él al barco de los Nobles Mundiales. Me posiciono a su lado.
Rainbow662
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I´m a Barbie girl, in a Barbie woorld. Life in Plastic, it´s fantan...t...i...c El despertador dejó de sonar súbitamente, debido al mal despertar de su dueño. El último sonido que emitió el destrozado aparato fue una grave y lamentable estrofa casi imperceptible que poco a poco se fue apagando. El pirata se levantó resoplando enfadado por su repentino despertar, cogió los restos del aparato y lo lanzó al interior de un cajón junto a otra media docena de despertadores que en la última semana habían sufrido el mismo destino. Tal vez debería tirarlos ya. Estaba bastante cansado, odiaba no dormir lo que él quería. Lo peor de todo era que no podía culpar a nadie más de haber interrumpido su sueño, pues había sido él mismo quien se había propuesto inocentemente levantarse a una hora relativamente razonable. Aun así le seguía costando una barbaridad madrugar. Levantarse a las dos de la tarde era algo solo al alcance de unos pocos.
Arribor se vistió entre bostezos, ignorando el movimiento errático del barco y pateó a la morsa albina que dormía en la cama de al lado. Era curioso, ni siquiera recordaba haber puesto allí una segunda cama. El animal se despertó con el golpe pero no parecía dispuesto a despertarse, era casi tan vago como él. Al fin y al cabo, las mascotas acaban por parecerse a sus dueños, aunque para el luchador aquella cosa no era sino un molesto y desafortunado compañero de viaje del que no podía librarse. No fue hasta que no notó la primera sacudida cuando Franklin abrió los ojos y se incorporó alarmado. El miedo de aquella cosa al agua era lo único que le hacía reaccionar con rapidez. Eso y las amenazas de Arribor, quien observaba por el ojo de buey como el mar balanceaba la embarcación más rápido de lo que debía.
Se apresuró en salir a cubierta, no sin antes llevar con él un par de cosas importantes de las que nunca se separaba. Era demasiado despistado como para arriesgarse a dejar sus cosas por ahí, aunque por suerte en su chaqueta le cabía todo lo que necesitaba. Una vez en el exterior, su mirada somnolienta se posó en el intenso color rojo justo delante del barco. ¿Qué diablos era aquello? Parecía como si navegaran hacia una pared o algo así, pero no podía existir una pared tan grande... en teoría. Su mente tardó unos segundos en relacionar conceptos. Durante unos segundos en los que el barco no hacía más que botar violentamente sobre el agua, su cerebro relacionó el hecho de que se estaban dirigiendo a la Red Line, una enorme pared de roca rojiza que dividía el mundo en dos y que ante él se alzaba una enorme pared de roca rojiza. ¿Tal vez tenían algo que ver una cosa con la otra? Y si iban a... -Oh, mierda. Otra vez no. -exclamó en voz alta al mismo tiempo que Franklin salía a cubierta totalmente espantado.
Arribor ignoró que la morsa se hubiera dado cuenta del peligro antes que él y se aceró a la proa. Estaban a punto de chocar contra el maldito muro y nadie de la tripulación sobreviviría al mar. No tenía ni idea de qué hacer, así que simplemente desató uno de los botes y lo dejó listo para usarlo. Lo cierto era que en el barco solo eran tres, así que esperaría a ver si aparecían antes de chocar y luego podrían ir hacia... bueno, hacia donde fuera. -"¿Eso de ahí es un puerto?" -pensó al ver el frenético movimiento de barcos unos cientos de metros a su izquierda. Tal vez pudieran llegar allí, aunque le preocupaba que hubiese demasiados marines allí. De todas formas era una opción mejor que morir ahogados, así que poco más podían hacer. En todo caso siempre podía escalar por la roca si las cosas se ponían delicadas.
Era curioso como cada vez que se metía en uno de esos fregados acababa viendo como su barco se estrellaba contra algo. Aunque esa vez el motivo era distinto al de Loguetown, esta vez no estaba allí simplemente por aburrimiento. En todo el mundo, la noticia de una inmensa guerra en las mismísimas puertas del Gobierno Mundial se había extendido como la pólvora y ni siquiera él había sido ajeno a ella. Estaba seguro de que encontraría gente interesante allí y lo cierto era que la perspectiva de echar un vistazo a la ciudad de los Nobles Mundiales era suficiente como para hacerle ir a la Mariejoa. Pero a parte de eso, estaba allí por el reloj musical, aquel pequeño objeto que tantos problemas le había dado y que tantos misterios ocultaba. Estaba seguro de que la ciudad desde la que se gobernaba el mundo entero sería un buen lugar donde buscar información. Tal vez incluso se dignase a pisar una de esas cosas a las que llamaban bibliotecas. Y sino, siempre podía matar el tiempo pateando cabezas.
Arribor se vistió entre bostezos, ignorando el movimiento errático del barco y pateó a la morsa albina que dormía en la cama de al lado. Era curioso, ni siquiera recordaba haber puesto allí una segunda cama. El animal se despertó con el golpe pero no parecía dispuesto a despertarse, era casi tan vago como él. Al fin y al cabo, las mascotas acaban por parecerse a sus dueños, aunque para el luchador aquella cosa no era sino un molesto y desafortunado compañero de viaje del que no podía librarse. No fue hasta que no notó la primera sacudida cuando Franklin abrió los ojos y se incorporó alarmado. El miedo de aquella cosa al agua era lo único que le hacía reaccionar con rapidez. Eso y las amenazas de Arribor, quien observaba por el ojo de buey como el mar balanceaba la embarcación más rápido de lo que debía.
Se apresuró en salir a cubierta, no sin antes llevar con él un par de cosas importantes de las que nunca se separaba. Era demasiado despistado como para arriesgarse a dejar sus cosas por ahí, aunque por suerte en su chaqueta le cabía todo lo que necesitaba. Una vez en el exterior, su mirada somnolienta se posó en el intenso color rojo justo delante del barco. ¿Qué diablos era aquello? Parecía como si navegaran hacia una pared o algo así, pero no podía existir una pared tan grande... en teoría. Su mente tardó unos segundos en relacionar conceptos. Durante unos segundos en los que el barco no hacía más que botar violentamente sobre el agua, su cerebro relacionó el hecho de que se estaban dirigiendo a la Red Line, una enorme pared de roca rojiza que dividía el mundo en dos y que ante él se alzaba una enorme pared de roca rojiza. ¿Tal vez tenían algo que ver una cosa con la otra? Y si iban a... -Oh, mierda. Otra vez no. -exclamó en voz alta al mismo tiempo que Franklin salía a cubierta totalmente espantado.
Arribor ignoró que la morsa se hubiera dado cuenta del peligro antes que él y se aceró a la proa. Estaban a punto de chocar contra el maldito muro y nadie de la tripulación sobreviviría al mar. No tenía ni idea de qué hacer, así que simplemente desató uno de los botes y lo dejó listo para usarlo. Lo cierto era que en el barco solo eran tres, así que esperaría a ver si aparecían antes de chocar y luego podrían ir hacia... bueno, hacia donde fuera. -"¿Eso de ahí es un puerto?" -pensó al ver el frenético movimiento de barcos unos cientos de metros a su izquierda. Tal vez pudieran llegar allí, aunque le preocupaba que hubiese demasiados marines allí. De todas formas era una opción mejor que morir ahogados, así que poco más podían hacer. En todo caso siempre podía escalar por la roca si las cosas se ponían delicadas.
Era curioso como cada vez que se metía en uno de esos fregados acababa viendo como su barco se estrellaba contra algo. Aunque esa vez el motivo era distinto al de Loguetown, esta vez no estaba allí simplemente por aburrimiento. En todo el mundo, la noticia de una inmensa guerra en las mismísimas puertas del Gobierno Mundial se había extendido como la pólvora y ni siquiera él había sido ajeno a ella. Estaba seguro de que encontraría gente interesante allí y lo cierto era que la perspectiva de echar un vistazo a la ciudad de los Nobles Mundiales era suficiente como para hacerle ir a la Mariejoa. Pero a parte de eso, estaba allí por el reloj musical, aquel pequeño objeto que tantos problemas le había dado y que tantos misterios ocultaba. Estaba seguro de que la ciudad desde la que se gobernaba el mundo entero sería un buen lugar donde buscar información. Tal vez incluso se dignase a pisar una de esas cosas a las que llamaban bibliotecas. Y sino, siempre podía matar el tiempo pateando cabezas.
- Acciones:
- Se levanta y se da cuenta de donde están. Luego prepara un bote y espera a que llegue el resto para dirigirse al puerto, aunque si las cosas se complican siempre puede escalar por la roca.
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No tardó en comenzar a llover, consiguiendo las nubes que el cielo se oscureciera y las calles quedaran totalmente empapadas. Lo que comenzó siendo un cálido día se había convertido en algo que la mayoría de la gente detestaba. Pero por el contrario, a mi me encantaba. Ver las gotas caer del cielo hacían un paisaje relajante, ¿a quién no le gusta tomar una taza de café mientras se lee un buen libro en un día de lluvia? Era uno de los placeres de los pocos placeres de la vida del cual te puedes sentir orgulloso de presenciar. Pero aquí no había libros que ya no haya leído, ni café, solo zumos y apuntes de los que llevaban el barco, el resto de comida estaba guardada para las horas puntas, como el desayuno, la comida y la cena. Hacían llamamientos para avisar de estas. Pero había bancos junto a las ventanas del barco. Era un detalle por parte del Gobierno, había comenzado hace pocas semanas como Cazador y ya se podía decir que confiaban en mi lo suficiente como para hacerse cargo de la travesía.
Estaba en una pequeña sala de estar junto con una chica rubia de extrañas orejas, al parecer, Cazadora y con la misma misión que yo, pero quién sabe si la encaminará hacia otro lugar... Por mi parte, intentaré ayudar a la Marina y al Gobierno todo lo posible, aun sabiendo que soy débil en comparación con las grandes fuerzas, algo podré hacer. De igual manera mis habilidades aumentarán y quizá saque algunos Berries para comprarme algún caprichito, o ahorrarlos para algo que me pueda ser útil en el futuro, como un Den Den propio o esos curiosos Diales sobre los que leí hace un tiempo.
De pronto, el barco dio un embiste. Se detuvo por fin, ya estábamos en el puerto. Pero la chica que se encontraba junto a mi, parecía querer decirme algo junto antes de aquel brusco movimiento y caer sobre mi. Y no solo eso, la caída de la chica consiguió que nuestros labios acabaran pegados durante unos segundos (el tiempo que tardó esta en levantarse). ¿Se podía considerar beso? ¿Fue intencionado por su parte? Se encontraba roja y algo alterada, a lo que se disculpó de inmediato. Sinceramente, no me molestaba, pero tampoco me dejó tiempo a contestarle porque ya se había marchado de la sala.
La repetí saliendo del lugar, pasando antes por la cabina del navegante y por la cocina para agradecerles a todos su amabilidad al haberme permitido viajar en su barco, al igual que al capitán, del cuál me despedí estrechándole la mano después de realizar la típica reverencia que muestra respeto y da las gracias. La lluvia seguía cayendo del cielo y para mi pesar hizo que me mojara enterito, así que fui corriendo a la parada, donde a parte de haber banquitos (en los que no me senté), había un techado para evitar este tipo de acontecimientos.
Poco tardó la muchacha rubia en gritar en mi dirección una frase que consiguió sacarme una sonrisa. Me acerqué junto a ella, se le notaba curiosidad, y resultaba evidente, no era difícil tenerla viendo el lugar. La gran sede del Gobierno se podía distinguir en medio de la ciudad, de un tamaño descomunal y llamándome para que fuera a verla más de cerca, así que comencé a caminar en dirección a dicho cuartel. La chica se encontraba andando junto a mi, así que ahora era yo quien debía hablarle, o debía o quería... Las dos. —Mi nombre es Rhaegel, Khal Rhaegel. No te preocupes por lo de antes, no pasa nada.— dije mientras le sonreía, para después continuar hablando. —¿Sabes? Si lo de antes se puede llamar "beso", eres la primera.— acto seguido me salió una leve carcajada, no muy subida de tono, pero si lo suficiente como para que ella la escuchara. Quizá pudiera empezar a hacer amigos como Cazador, mucha gente desempeñaba mi mismo oficio, y las amistades son buenas... Volví a mirarla esperando una respuesta, y con ella su nombre.
Estaba en una pequeña sala de estar junto con una chica rubia de extrañas orejas, al parecer, Cazadora y con la misma misión que yo, pero quién sabe si la encaminará hacia otro lugar... Por mi parte, intentaré ayudar a la Marina y al Gobierno todo lo posible, aun sabiendo que soy débil en comparación con las grandes fuerzas, algo podré hacer. De igual manera mis habilidades aumentarán y quizá saque algunos Berries para comprarme algún caprichito, o ahorrarlos para algo que me pueda ser útil en el futuro, como un Den Den propio o esos curiosos Diales sobre los que leí hace un tiempo.
De pronto, el barco dio un embiste. Se detuvo por fin, ya estábamos en el puerto. Pero la chica que se encontraba junto a mi, parecía querer decirme algo junto antes de aquel brusco movimiento y caer sobre mi. Y no solo eso, la caída de la chica consiguió que nuestros labios acabaran pegados durante unos segundos (el tiempo que tardó esta en levantarse). ¿Se podía considerar beso? ¿Fue intencionado por su parte? Se encontraba roja y algo alterada, a lo que se disculpó de inmediato. Sinceramente, no me molestaba, pero tampoco me dejó tiempo a contestarle porque ya se había marchado de la sala.
La repetí saliendo del lugar, pasando antes por la cabina del navegante y por la cocina para agradecerles a todos su amabilidad al haberme permitido viajar en su barco, al igual que al capitán, del cuál me despedí estrechándole la mano después de realizar la típica reverencia que muestra respeto y da las gracias. La lluvia seguía cayendo del cielo y para mi pesar hizo que me mojara enterito, así que fui corriendo a la parada, donde a parte de haber banquitos (en los que no me senté), había un techado para evitar este tipo de acontecimientos.
Poco tardó la muchacha rubia en gritar en mi dirección una frase que consiguió sacarme una sonrisa. Me acerqué junto a ella, se le notaba curiosidad, y resultaba evidente, no era difícil tenerla viendo el lugar. La gran sede del Gobierno se podía distinguir en medio de la ciudad, de un tamaño descomunal y llamándome para que fuera a verla más de cerca, así que comencé a caminar en dirección a dicho cuartel. La chica se encontraba andando junto a mi, así que ahora era yo quien debía hablarle, o debía o quería... Las dos. —Mi nombre es Rhaegel, Khal Rhaegel. No te preocupes por lo de antes, no pasa nada.— dije mientras le sonreía, para después continuar hablando. —¿Sabes? Si lo de antes se puede llamar "beso", eres la primera.— acto seguido me salió una leve carcajada, no muy subida de tono, pero si lo suficiente como para que ella la escuchara. Quizá pudiera empezar a hacer amigos como Cazador, mucha gente desempeñaba mi mismo oficio, y las amistades son buenas... Volví a mirarla esperando una respuesta, y con ella su nombre.
- Resumen:
- Bajar a puerto, objetivo el cuartel del Gobierno, para verlo más de cerca y estar en compañía de Yumiko Mei.
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Mariejoa, aquí estábamos. Álex nos había traído con él, le obligaban a ir allá, o eso creía yo. ¿Qué insensato se iba a meter aquí si no fuese únicamente para calmar su sed de sangre o por obligación? Tras muchas horas de viaje en la dichosa tortuga y alta mar, llegamos al dichoso puerto del nuevo mundo. Me encontraba detrás de Shun tras escuchar el mensaje de Álex. No podía permitirme ponerme a la delantera o a la trasera en mi estado actual, llevaba una semana despierto tras los años de criogenización y mi cuerpo estaba muy débil aún, incluso más que los doce años de coma. Eso, por supuesto, mis compañeros ya lo sabían y lo respetaban, habiéndome permitido ir con ellos excepto Isma, el cual parecía incluso más preocupado que yo por estar en estos lares, pero era algo que ignoraba en ese momento, puesto que realmente me preocupaba más por mí mismo por mi falta de poder. No podría defender a nadie, así que dependía de los otros dos que iban con nosotros para poder avanzar por esta guerra. Tras escuchar el mensaje que nos había dado Álex me calmó levemente y miré hacia Shun, que acababa de ser chocado por un asustado hombre que dirigió una pistola hacia éste. Saqué las manos de los bolsillos y me puse en guardia pero tras un ligero momento de tensión éste se giró y comenzó a correr una vez más. "¿Qué mierda? Ese tío es estúpido, o, tal vez... No, no puede ser." pensé mientras miraba si Shun estaba bien.
-Hey Shun, ¿estás bien? -le pregunté mirándole serio- tampoco habrá sido un golpetazo muy grande, pero aquí la tensión es impresionante. Deberíamos de tener cuidado con gilipollas como estos, supongo.
Tras comprobar si estaba bien, miré a mi alrededor. Ésto era aburrido, así que decidí abrir la boca mientras volvía a meter mis manos en los bolsillos mirando a Shun.
-Álex dice que mandas, así que si no actúas, te doy un par de ideas. O perseguimos al tío ese para darle una lección, o nos vamos con Álex, pero eso último no lo veo muy sensato, nos destrozarán ahí abajo, supongo. -exclamé.
Entonces esperé a una respuesta de éste, esperando que fuese sensata. Lo conocía de una semana, desde que desperté de la criogenización, y no es que hubiésemos hablado mucho. Dependía de él, me lo había dicho Álex, y si lo había dicho, era que éste era de confiar. Ya vería cómo transcurriría todo, al fin y al cabo, ésto era una experiencia satisfactoria a pesar del gran peligro, y un paso más para acercarme a encontrar a quién había matado a mi hija, Kiseki.
-Hey Shun, ¿estás bien? -le pregunté mirándole serio- tampoco habrá sido un golpetazo muy grande, pero aquí la tensión es impresionante. Deberíamos de tener cuidado con gilipollas como estos, supongo.
Tras comprobar si estaba bien, miré a mi alrededor. Ésto era aburrido, así que decidí abrir la boca mientras volvía a meter mis manos en los bolsillos mirando a Shun.
-Álex dice que mandas, así que si no actúas, te doy un par de ideas. O perseguimos al tío ese para darle una lección, o nos vamos con Álex, pero eso último no lo veo muy sensato, nos destrozarán ahí abajo, supongo. -exclamé.
Entonces esperé a una respuesta de éste, esperando que fuese sensata. Lo conocía de una semana, desde que desperté de la criogenización, y no es que hubiésemos hablado mucho. Dependía de él, me lo había dicho Álex, y si lo había dicho, era que éste era de confiar. Ya vería cómo transcurriría todo, al fin y al cabo, ésto era una experiencia satisfactoria a pesar del gran peligro, y un paso más para acercarme a encontrar a quién había matado a mi hija, Kiseki.
- Dark <3 + resumen:
Analizo la situación y el entorno, interactúo con Shun tras ver cómo el tío le apunta con un arma y le doy varias ideas de nuestro próximo objetivo al ser él el que manda.
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Kaiser y Cánabar ya se habían tirado al agua para comenzar con la masacre de humano, la idea era genial e insuperable. Unos piratas conocidos como los Trilobites iban a liarla bien y al parecer los Atesaki aprovecharían aquello. Sin embargo uno de ellos tenía otros planes, tan solo el triunfo del Dios orca le interesaba, junto a los dos Gyojines más poderosos de la banda, surgió un ruido enorme. Si miraban hacia atrás podrían ver a un jodido Megalodón de dos metros y medio, con un pañuelo azul en la cabeza, pelo rojizo y cuerpo bestial.
En su rostro una sonrisa sádica y temible, ya estaba molesto por haber visto a una simple sirena inútil siendo cogida en brazos por el supremo, ya le había tomado la matricula por así decirlo. Nadaba junto a los demás observando a todas partes, si se quedaba a solas con alguno de la banda que no fueran Shio, Cánabar o Kaiser, los eliminaría. Aunque el tal Abe tampoco le había hecho nada, la medusa tampoco, pero la tortuga y el monito azul estaban en su lista.
Cuando observó al líder subir a la superficie y saltar a la cubierta de un barco, hizo lo mismo. Tomó impulso y salió aterrizando en la madera, aunque no pudo evitar dar una patada hacia atrás y cargarse un trozo de la borda. Después observó al noble que amenazaban sus dos compañeros, dio dos pasos hacia delante observando al pequeño humano y no pudo evitar soltar una carcajada.
- Hnhnhnhn… parece ser que tenemos delante un pequeño aperitivo. Os contare algo gracioso. ¿Qué son diez nobles metidos en un congelador? ¡Una sangría caducada! ¡Hyahahahahahaha!
En su rostro una sonrisa sádica y temible, ya estaba molesto por haber visto a una simple sirena inútil siendo cogida en brazos por el supremo, ya le había tomado la matricula por así decirlo. Nadaba junto a los demás observando a todas partes, si se quedaba a solas con alguno de la banda que no fueran Shio, Cánabar o Kaiser, los eliminaría. Aunque el tal Abe tampoco le había hecho nada, la medusa tampoco, pero la tortuga y el monito azul estaban en su lista.
Cuando observó al líder subir a la superficie y saltar a la cubierta de un barco, hizo lo mismo. Tomó impulso y salió aterrizando en la madera, aunque no pudo evitar dar una patada hacia atrás y cargarse un trozo de la borda. Después observó al noble que amenazaban sus dos compañeros, dio dos pasos hacia delante observando al pequeño humano y no pudo evitar soltar una carcajada.
- Hnhnhnhn… parece ser que tenemos delante un pequeño aperitivo. Os contare algo gracioso. ¿Qué son diez nobles metidos en un congelador? ¡Una sangría caducada! ¡Hyahahahahahaha!
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Ahí estaba, justo al frente de sus narices, la gran isla de la Tierra Santa de Mariejoa. Lugar donde vivían todos los Nobles Mundiales. Sawaki no podía contener la emoción, el saber que podría matar a esos tipos y quedar impune era una idea perfecta. Suspiró tranquilo mientras pensaba en las infinitas posibilidades que esta guerra cambiaría en él. Podría morir en el intento de hacer resurgir a su amada Atesaki o inclusive ser un héroe y cumplir su tan anhelado sueño. Sabía que si acababa con los Nobles Mundiales su raza tendría una oportunidad. ¿Oportunidad? Sí, de ser libres como el cielo, como el viento y como el gran océano. Observó a sus nakamas, el primero en saltar al agua fue Kaiser, seguido de Cánabar y de Bisutomaru. Era hora de la acción, el también hizo lo mismo. Su corazón palpitaba de forma veloz, la adrenalina se le empezaba a subir a la cabeza, la idea de muchas peleas divertidas, de asesinar Tenryubitos lograban llevarlo al éxtasis de la emoción.
Cayó al agua, estaba cálida y le daba más energías ¿Más? Sí, muchas más. Estar en su terreno y llegar de improviso al lugar de la acción era una idea genial. La simple idea de que los humanos temblaran ante su presencia también cruzaba su inocente cabeza. Observó a los piratas de Trilobite, aquellos piratas que juraron acabar con la raza humana luego de la muerte de su capitán en la guerra pasada. Sawaki sabía de aquella guerra, no era un idiota y siempre estaba informado. Pensar que fue la muerte de Krabbo la que desencadenó todo esto era algo bestial, descomunal inclusive pero esa era la verdad. ¿Acaso los Gyojin buscaban esta oportunidad? ¿Saber qué uno de los suyos que llegó tan alto murió para esta guerra de razas? Suspiró tranquilo mientras pensaba lo simple que era su raza de vez en cuando. Lo que no tenían de listos lo compensaban con fuerza bruta, suerte que Sawaki no era así.
Nadaba con sus compañeros, un poco más atrás. Vio cómo es que su capitán frenaba en seco y cambiaba de dirección ¿Acaso no irían a la guerra? No, desde abajo del agua vio la sombra de unos barcos – Tenryubitos – susurró mientras aumentaba su velocidad. Y entonces salió a la superficie, entró al mismo barco donde estaban sus nakamas y ahí vio a un Dragón Celestial, apuntando con un arma a los dos mejores de la banda. Sawaki sonrió de forma divertida mientras ahora aparecía desde las espaldas de Cánabar y se cruzaba de brazos. Escuchó el intento de broma de Bisutomaru y lo ignoró por completo, odiaba a ese tipo… suspiró para contener las ganas de golpearlo para luego mirar al noble mundial y decirle:
– Ustedes son cobardes. Dejar que otros combatan sus peleas es un acto deporable… Se merecen la muerte y aquí estamos, nosotros somos los Justicieros y hoy acabaremos con cada uno de ustedes, no dejaremos a ninguno de ustedes con vida. Si quieres… puedes empezar a rezar, Dragon Celestial-kun. – al finalizar se quedó callado, esperando la orden de Kaiser, aquella que le permitiría arrasar con todos, acabar con esos insectos de la sociedad. Ya quería que la fiesta empezara.
Cayó al agua, estaba cálida y le daba más energías ¿Más? Sí, muchas más. Estar en su terreno y llegar de improviso al lugar de la acción era una idea genial. La simple idea de que los humanos temblaran ante su presencia también cruzaba su inocente cabeza. Observó a los piratas de Trilobite, aquellos piratas que juraron acabar con la raza humana luego de la muerte de su capitán en la guerra pasada. Sawaki sabía de aquella guerra, no era un idiota y siempre estaba informado. Pensar que fue la muerte de Krabbo la que desencadenó todo esto era algo bestial, descomunal inclusive pero esa era la verdad. ¿Acaso los Gyojin buscaban esta oportunidad? ¿Saber qué uno de los suyos que llegó tan alto murió para esta guerra de razas? Suspiró tranquilo mientras pensaba lo simple que era su raza de vez en cuando. Lo que no tenían de listos lo compensaban con fuerza bruta, suerte que Sawaki no era así.
Nadaba con sus compañeros, un poco más atrás. Vio cómo es que su capitán frenaba en seco y cambiaba de dirección ¿Acaso no irían a la guerra? No, desde abajo del agua vio la sombra de unos barcos – Tenryubitos – susurró mientras aumentaba su velocidad. Y entonces salió a la superficie, entró al mismo barco donde estaban sus nakamas y ahí vio a un Dragón Celestial, apuntando con un arma a los dos mejores de la banda. Sawaki sonrió de forma divertida mientras ahora aparecía desde las espaldas de Cánabar y se cruzaba de brazos. Escuchó el intento de broma de Bisutomaru y lo ignoró por completo, odiaba a ese tipo… suspiró para contener las ganas de golpearlo para luego mirar al noble mundial y decirle:
– Ustedes son cobardes. Dejar que otros combatan sus peleas es un acto deporable… Se merecen la muerte y aquí estamos, nosotros somos los Justicieros y hoy acabaremos con cada uno de ustedes, no dejaremos a ninguno de ustedes con vida. Si quieres… puedes empezar a rezar, Dragon Celestial-kun. – al finalizar se quedó callado, esperando la orden de Kaiser, aquella que le permitiría arrasar con todos, acabar con esos insectos de la sociedad. Ya quería que la fiesta empezara.
- Resumen:
- Sawaki sigue a Cánabar, Kaiser y Bisutomaru. "Habla" con el Tenryubito y espera las órdenes de su capitán
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- Cuatrocientas noventainueve… y quinientas…
Dijo ahora el chico lobo mientras hacía flexiones en su camarote. No llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo increíble, sus abdominales y pectorales estaban muy desarrollados y sus brazos tenían un buen grosor. No tardó mucho en levantarse y soltar una pequeña carcajada, estaba listo para la batalla. Hacía ya tres años había eliminado a Krabbo aunque no lo pretendía, pero ahora se avecinaba algo peor, ahora no era el mismo, sus poderes habían aumentado bastante. Tomó su chaqueta de cuero y se la puso aunque dejándola abierta para dejar su pecho al descubierto. Tomó sus armas, las cuales eran unos nunchakus negros de titanio y unos guanteletes de acero con un pincho. Se dirigió a la puerta y salió mientras se relamía despacio.
- Creo que antes de nada iré a la nevera del jefe a ver si hay algo rico para comer ¡Jajajajajaja!
Sacó la lengua un poco a modo de broma y entró en la cocina, soltando algunos silbidos hasta divisar la preciosa nevera. Empezó a apartar botellas de sangre y otras cosas del médico hasta por fin encontrar una bandeja de vísteles de pollo. La sacó con toda confianza y se llevó uno crudo a la boca empezando a comérselo tranquilamente. Llevaba ya casi cinco años comiendo carne cruda y estaba acostumbrado totalmente, el sabor no le desagradaba para nada, ahora se dirigió a la cubierta del barco con aquella caja de carne en la mano. Notó la brisa mover sus cabellos, la bestia estaba lista para la fiesta. Levantó la cabeza y miró hacia el cielo, tomando aire y pegando un enorme aullido con toda su fuerza.
- Jajaja… ¡!!Auuuuuuuuuuuuuuuuu!!!
Acto seguido se quedó mirando el mar tras la borda, con una expresión sonriente y tranquila. El aburrimiento le invadía y no sabía qué hacer hasta que hubiese acción, se puso sobre la mesa de la cubierta y suspiro tranquilo. Primero empezó como un susurro, pero después el cantante de rock empezó a cantar a pleno pulmón con ganas.
- ¡!! Anata wa anata ga anata o kenbutsu aku o manukareru koto wa dekinai shitte, mite kanjite imasu.!!!
!Kantan'na ugoki, sore jishin no soto o mi tari, henkō sa reta kokyū ga anata no jinsei o owara seru koto ga dekimasu.!
!Anata ga denai yō ni shite, hantā to emono o chitai naku kitai hisonde, sugu ni jikandōrini tōchaku shimashitaga arimasen!
!Chi to namida, tamashī ga sasayaku kutsū no sakebi. Anata wa watashi kara kakusu koto ga dekinai,-shi sonomono wa anata o BYmasu!
!Anata ga yūshoku ni narudarou shite irunode, kyō sora, mangetsu o mite, junbi o shi nasai!
Dijo ahora el chico lobo mientras hacía flexiones en su camarote. No llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo increíble, sus abdominales y pectorales estaban muy desarrollados y sus brazos tenían un buen grosor. No tardó mucho en levantarse y soltar una pequeña carcajada, estaba listo para la batalla. Hacía ya tres años había eliminado a Krabbo aunque no lo pretendía, pero ahora se avecinaba algo peor, ahora no era el mismo, sus poderes habían aumentado bastante. Tomó su chaqueta de cuero y se la puso aunque dejándola abierta para dejar su pecho al descubierto. Tomó sus armas, las cuales eran unos nunchakus negros de titanio y unos guanteletes de acero con un pincho. Se dirigió a la puerta y salió mientras se relamía despacio.
- Creo que antes de nada iré a la nevera del jefe a ver si hay algo rico para comer ¡Jajajajajaja!
Sacó la lengua un poco a modo de broma y entró en la cocina, soltando algunos silbidos hasta divisar la preciosa nevera. Empezó a apartar botellas de sangre y otras cosas del médico hasta por fin encontrar una bandeja de vísteles de pollo. La sacó con toda confianza y se llevó uno crudo a la boca empezando a comérselo tranquilamente. Llevaba ya casi cinco años comiendo carne cruda y estaba acostumbrado totalmente, el sabor no le desagradaba para nada, ahora se dirigió a la cubierta del barco con aquella caja de carne en la mano. Notó la brisa mover sus cabellos, la bestia estaba lista para la fiesta. Levantó la cabeza y miró hacia el cielo, tomando aire y pegando un enorme aullido con toda su fuerza.
- Jajaja… ¡!!Auuuuuuuuuuuuuuuuu!!!
Acto seguido se quedó mirando el mar tras la borda, con una expresión sonriente y tranquila. El aburrimiento le invadía y no sabía qué hacer hasta que hubiese acción, se puso sobre la mesa de la cubierta y suspiro tranquilo. Primero empezó como un susurro, pero después el cantante de rock empezó a cantar a pleno pulmón con ganas.
- ¡!! Anata wa anata ga anata o kenbutsu aku o manukareru koto wa dekinai shitte, mite kanjite imasu.!!!
!Kantan'na ugoki, sore jishin no soto o mi tari, henkō sa reta kokyū ga anata no jinsei o owara seru koto ga dekimasu.!
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!Chi to namida, tamashī ga sasayaku kutsū no sakebi. Anata wa watashi kara kakusu koto ga dekinai,-shi sonomono wa anata o BYmasu!
!Anata ga yūshoku ni narudarou shite irunode, kyō sora, mangetsu o mite, junbi o shi nasai!
- Resumen:
- Robar carne de derian y ponere a cantar en cubierta
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Las aguas del mar estaban en calma, demasiado calmadas... Cuando aprendí a ser navegante siempre me decían de dichos referidos hacia el mar, por ejemplo con la calma, que nunca me fiara de ella pues era en el momento en que más te podía traicionar. Manejaba el timón de la Dolce Vendetta con cuidado. No quería que pasara lo de la otra vez, aquel descuido que en realidad sido culpa mía... bueno, ¡no es momento de recordar cosas! Seguí mirando al horizonte con la mirada perdida hasta que de repente apareció Chispitas tan feliz como siempre comiéndose una de sus pipas. Le cogí del suelo y lo puse en mi hombro mientras le acariciaba. Ir a este lugar era importante, casi tanto como de la otra vez, la noticia de la existencia de una guerra era casi inevitable hacía que por deber fuésemos. Que nos depararía esta vez...
Dejé el timón y fui hasta mi camarote para revisar los mapas. La isla a la que nos dirigíamos era Mariejoa, pero... la Red Line estaba relativamente cerca, algo había hecho mal para dirigir al barco, ¿acaso cambié el rumbo sin querer? Mierda. Cerré el libro que contenía los mapas de navegación de y salí corriendo a cubierta. Las corrientes del mar comenzaron a aumentar su velocidad arrastrando el barco hacia las rocas. Antes de nada fui hasta el ancla para soltarla y que el barco no se moviera, después me acerqué la barandilla y gracias a mi akuma pude congelar las aguas para que el barco parase, así evitaría que el oleaje lo arrastrase a las rocas y nos destrozase el barco, por segunda vez... Después fui junto a Arribor al cual le tiré un libro a la cabeza. -¡Espabila! ¡Hay que coger uno de estos botes! Lo tiramos al suelo y nos dirigimos hacia la costa- Le dije mientras soltaba el bote y lo dejaba caer sobre el hielo, después saltaba yo y lo empujé al agua. Las corrientes eran fuertes pero remando conseguimos llegar hasta cerca del puerto. -Debemos ir con cuidado aquí... Esto puede estar rodeado de gente peligrosa.- Dije hacia Arribor para que tuviese cuidado a la hora de actuar.La corriente fue amainándose a medida que nos alejábamos del muro rojizo que separaba el mundo. A ver si este trayecto hasta el puerto, que serían mas de 20 metros, era más sencillo para llegar.
Dejé el timón y fui hasta mi camarote para revisar los mapas. La isla a la que nos dirigíamos era Mariejoa, pero... la Red Line estaba relativamente cerca, algo había hecho mal para dirigir al barco, ¿acaso cambié el rumbo sin querer? Mierda. Cerré el libro que contenía los mapas de navegación de y salí corriendo a cubierta. Las corrientes del mar comenzaron a aumentar su velocidad arrastrando el barco hacia las rocas. Antes de nada fui hasta el ancla para soltarla y que el barco no se moviera, después me acerqué la barandilla y gracias a mi akuma pude congelar las aguas para que el barco parase, así evitaría que el oleaje lo arrastrase a las rocas y nos destrozase el barco, por segunda vez... Después fui junto a Arribor al cual le tiré un libro a la cabeza. -¡Espabila! ¡Hay que coger uno de estos botes! Lo tiramos al suelo y nos dirigimos hacia la costa- Le dije mientras soltaba el bote y lo dejaba caer sobre el hielo, después saltaba yo y lo empujé al agua. Las corrientes eran fuertes pero remando conseguimos llegar hasta cerca del puerto. -Debemos ir con cuidado aquí... Esto puede estar rodeado de gente peligrosa.- Dije hacia Arribor para que tuviese cuidado a la hora de actuar.La corriente fue amainándose a medida que nos alejábamos del muro rojizo que separaba el mundo. A ver si este trayecto hasta el puerto, que serían mas de 20 metros, era más sencillo para llegar.
- Acciones:
- Crear una superficie del hielo para que no se estrelle el barco, montar en el bote salvavidas y dirigirse hacia el puerto del nuevo mundo por las orillas.
Roland von Klauswitz
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El muro era inmenso, de un intenso color rojizo y con una altura tal que ni siquiera llegaba a ver la cima. Allí arriba se llevaba a cabo el gobierno del mundo, a manos de las que probablemente serían las personas más despreciables que en él habitaban. La Red Line se alzaba ahora ante él, imponente, infinita, el legendario continente que rodeaba el mundo separándolo en dos. El capitán se encontraba en Puerto Paraíso, la que se podría definir como la entrada a Mariejoa desde la primera parte de la Grand Line: el Paraíso. Lo cierto era que nunca había entendido ese nombre, le resultaba un tanto desconcertante. Había navegado por esas aguas suficiente tiempo como para saber que la palabra paraíso no era precisamente la que mejor lo definía. Las olas de ese océano se habían tragado las vidas de miles de personas, de cientos de miles, tal vez de millones a lo largo de la historia. Y ahora, en ese nublado día de invierno, la lluvia comenzaba a caer, como si estuviera presagiando la nueva ofrenda de vidas que recibiría el mar.
Y allí estaba él, como de costumbre metido en algo que le desagradaba. Su deber como miembro de la Marina era defender la conocida como Tierra Sagrada, elevada a 10 kilómetros de altura sobre el resto del mundo y preparada para recibir el ataque de una salvaje horda de gyojins. A pesar del desagrado que le producían los gobernantes del mundo, la perspectiva de que se produjera una matanza entre sus compañeros le repugnaba todavía más. Por ese motivo estaba allí, para asegurarse de mantener a salvo las vidas de los marines que se veían obligados a custodiar las puertas de la nobleza mundial. Por suerte su misión no era tanto combatir como proteger. Se le había encargado proteger un almacén, un almacén con un arma mortífera y extremadamente poderosa de la cual podía depender el éxito de la defensa de la ciudad.
Kodama se ajustó las espadas al cinto y comprobó que los Ojos del Viento estuvieran todos en la funda. Luego acarició a la pequeña salamandra-mechero que caminaba por su hombro y descendió del barco mientras echaba un vistazo a la situación. La mayoría de los barcos de los Tenryubitos ya habían abandonado el muelle, buscando un lugar seguro donde evitar las consecuencias que se habían buscado con su cruel tiranía. El hombre-árbol sacó el mapa que le habían proporcionado y buscó la ubicación del almacén. Se encontraba aproximadamente a un kilómetro de su posición, por lo que deberían darse prisa si querían llegar antes de que comenzara el asalto. Por lo que pudo ver el puerto estaba bien defendido. Tenía entendido que el Almirante Krauser se encargaría de dirigir la defensa allí y además contaban con la presencia de varios miembros del Ouka Shichibukai. No es que aquellos criminales sobrevalorados le inspiraran mucha confianza, pero era bien sabido que su poder individual era cuanto menos temible. Aun así no les quitaría el ojo de encima. Si alguno de esos corsarios intentaba algo raro, él mismo se encargaría de darle caza.
-Deberíamos ponernos en marcha ya. -le dijo a sus dos compañeros. Junto a él se hallaban dos marines más, el teniente Redfox y el recluta Erunan. Recordaba haber visto combatir a Redfox durante los incidentes de Sunaba, así que sabía que era de fíar, pero no conocía las habilidades de su otro compañero. Supuso que no tardaría en averiguarlo. Antes de emprender el camino hacia su posición designada echó un vistazo a las defensas que había preparadas por si era necesaria su ayuda y dio un par de instrucciones sencillas. No estaba muy acostumbrado a mandar pero de vez en cuando tenía que demostrar que era oficial, sobretodo porque nunca llevaba la típica chaqueta que acreditaba su posición y porque nadie se fiaba nunca de un árbol. -Una vez lleguemos al almacén deberíamos buscar posibles entradas y asegurarnos de que no pueden cogernos por sorpresa en una emboscada. Además necesitamos un sitio con buena visibilidad desde el que mantener vigilado el mar.
Y allí estaba él, como de costumbre metido en algo que le desagradaba. Su deber como miembro de la Marina era defender la conocida como Tierra Sagrada, elevada a 10 kilómetros de altura sobre el resto del mundo y preparada para recibir el ataque de una salvaje horda de gyojins. A pesar del desagrado que le producían los gobernantes del mundo, la perspectiva de que se produjera una matanza entre sus compañeros le repugnaba todavía más. Por ese motivo estaba allí, para asegurarse de mantener a salvo las vidas de los marines que se veían obligados a custodiar las puertas de la nobleza mundial. Por suerte su misión no era tanto combatir como proteger. Se le había encargado proteger un almacén, un almacén con un arma mortífera y extremadamente poderosa de la cual podía depender el éxito de la defensa de la ciudad.
Kodama se ajustó las espadas al cinto y comprobó que los Ojos del Viento estuvieran todos en la funda. Luego acarició a la pequeña salamandra-mechero que caminaba por su hombro y descendió del barco mientras echaba un vistazo a la situación. La mayoría de los barcos de los Tenryubitos ya habían abandonado el muelle, buscando un lugar seguro donde evitar las consecuencias que se habían buscado con su cruel tiranía. El hombre-árbol sacó el mapa que le habían proporcionado y buscó la ubicación del almacén. Se encontraba aproximadamente a un kilómetro de su posición, por lo que deberían darse prisa si querían llegar antes de que comenzara el asalto. Por lo que pudo ver el puerto estaba bien defendido. Tenía entendido que el Almirante Krauser se encargaría de dirigir la defensa allí y además contaban con la presencia de varios miembros del Ouka Shichibukai. No es que aquellos criminales sobrevalorados le inspiraran mucha confianza, pero era bien sabido que su poder individual era cuanto menos temible. Aun así no les quitaría el ojo de encima. Si alguno de esos corsarios intentaba algo raro, él mismo se encargaría de darle caza.
-Deberíamos ponernos en marcha ya. -le dijo a sus dos compañeros. Junto a él se hallaban dos marines más, el teniente Redfox y el recluta Erunan. Recordaba haber visto combatir a Redfox durante los incidentes de Sunaba, así que sabía que era de fíar, pero no conocía las habilidades de su otro compañero. Supuso que no tardaría en averiguarlo. Antes de emprender el camino hacia su posición designada echó un vistazo a las defensas que había preparadas por si era necesaria su ayuda y dio un par de instrucciones sencillas. No estaba muy acostumbrado a mandar pero de vez en cuando tenía que demostrar que era oficial, sobretodo porque nunca llevaba la típica chaqueta que acreditaba su posición y porque nadie se fiaba nunca de un árbol. -Una vez lleguemos al almacén deberíamos buscar posibles entradas y asegurarnos de que no pueden cogernos por sorpresa en una emboscada. Además necesitamos un sitio con buena visibilidad desde el que mantener vigilado el mar.
- Acciones:
- Bajar del barco - Hablar un poco con los compis - Echar un ojo a las defensas del puerto - Dirigirse hacia el almacén
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Me hallaba en la Caldera de un Barco que se dirigía a la Tierra Santa. Me escondí en los cuartos de calderas para no ser descubierto ya que no había sido invitado a entrar al mismo, más bien era un intruso. Quería ir a la Tierra Santa por una razón. Quería saber cual era realmente el autentico trabajo del sistema gubernamental. Averiguar de una vez por todas porque están al mando y si realmente hacen un bien al mundo. Estos extraños pensamientos fueron los últimos antes de quedarme dormido. En el sueño estaba en el espacio exterior observando la tierra. La tierra tenía un gran aro de fuego que la dividía en dos. De repente me fui acercando a la Tierra rápidamente. Me dirigía hacia el aro de fuego y según me acercaba la temperatura iba aumentando. Finalmente antes de impactar contra el fuego una cara quemada casi esquelética gritó mirando hacia mi y acabé dentro de su boca. Justo en ese momento me despierto de un brinco. Estaba hiperventilando un poco y a los segundos me di cuenta que estaba pegado a la caldera que emitía un calor insoportable. Me alejé de ella rodando sobre mi propio cuerpo hasta la pared.
- Joder que calor es el que hace aquí - dije mientras me ponía erguido apoyandome sobre la pared. Entonces le empecé a prestar más atención al ruido de fuera de las calderas - Será mejor salir de aquí y ver que pasa ahí fuera
Fuera se escuchaba jaleo. Parece que ya habíamos llegado a nuestro destino pero no solo nosotros.
" No creo que sea buena idea salir ahí a lo bruto debería investigar como salir sin ser detectado. A ver ... las calderas dan para una rueda o algo así que permite al barco moverse cuando no hay viento, también hay unas chimeneas para el humo que desprenden. ... Podría ser buena idea ir por la chimenea llena de ceniza y carbón. Pero para eso debería apagar primero las calderas ... no quiero acabar quemado por accidente. "
Avancé hasta las distintas calderas en las que había un montón de válvulas reguladoras y aparatos de medida. Empecé a girarlos de forma aleatoria pero parecía que todo seguía igual.
- No creo que pueda apagarlo sin hacerlo explotar. Creo que lo mejor será simplemente intentar escalar por la chimenea pero de alguna forma asegurarme no caer - escalé la máquina hasta llegar a la parte más alta junto a una de las chimeneas. Entonces con una de mis espadas hice un corte horizontal partiendolo así en dos la chimenea pero se quedó en el sitio. Seguidamente golpeé con puñetazos y patadas la parte inferior para doblarla para poder entrar por ahí y en caso de que me cayera me sirviera como tobogán. - Bien, ahora a subir -
Lo que no sabía es que el corte no era perfecto por lo que la sala de calderas se empezó a llenar de humo. Entré dentro de la chimenea y lo primero que hice fue toser así que cogí y me puse mi Respirador Acuático para poder respirar con tranquilidad dentro de la chimenea. Escalé apoyandome tanto con mis manos como con mis piernas en los laterales del tubo y debido a la suciedad del mismo era más difícil resbalarse. El calor era soportable por lo que era extraño. Era como si el calor de la chimenea se hubiera disipado.
La temperatura del cuarto de calderas empezó a aumentar debido a que el humo caliente estaba llenando el mismo. Es por eso que en la chimenea no hacía calor y es porque todo el cuarto se estaba llenando de humo. Por lo visto, las válvulas que giré eran los límites a los que podía llegar la máquina por lo que la máquina no se auto-reguló al alcanzar una cierta temperatura sino que siguió en aumento. Entonces una de las válvulas salió disparada y le siguieron las demás mientras salía un aire a presión caliente de los agujeros donde se encontraban las válvulas. Aunque tenía el respirador acuático puesto pude oír como algo explosivo se estaba preparando debajo de mis pies.
- ¡Oh no! - dije - Mierda, tengo que salir de aquí - me di más prisa en salir de allí. Ya estaba fuera, agarrando a uno de los bordes de la chimenea de tal forma que estaba agarrado de forma lateral cuando de pronto finalmente las calderas explotaron. Debido a que no estaba justo en la chimenea sino en un lado salí disparado de forma oblicua debido al gran empuje de la explosión sobre el aire de la chimenea. Salí volando hacia directamente las velas del barco las cuales atravesé todas excepto la última en la que quedé de espaldas. Según me iba resbalando por la vela e intentando recomponerme tras la sacudida me dio tiempo a agarrarme a la verga (percha) del mástil con mis dos manos.
Mientras intentaba tranquilizarme colgado la gente de la cubierta se empezó a mover. Pude subirme y agarrarme tanto con mis brazos como con mis piernas. Entonces miré hacia abajo y pude ver que el barco se estaba hundiendo así que fui moviendome agarrado hasta el borde donde intenté ponerme de pie lo cual era bastante difícil porque el barco se estaba hundiendo y quemandose. Tras ponerme erguido saltó hacia el muelle y debido a que estaba en altura pudo llegar pero cuando fue a impactar con el suelo intento amortiguar su caída con una voltereta pero no le salió muy bien y en vez de hacerse mucho daño en las piernas se hizo un daño leve en todo el cuerpo.
- Bueno al menos no he muerto ahogado - dije mirando hacia el barco - Hubiera sido horrible
" Creo que eso no ha sido una forma muy ..discreta .. de salir "
- Acciones:
Explotar una caldera de un barco. Salir propulsado hacia las velas del Barco. Saltar del Barco al muelle.
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El joven Lugh se encuentra en su camarote trabajando férreamente en una especie de candado un tanto peculiar, mientras el barco avanza a una guerra. Mientras trabaja se pregunta cómo ha acabado en un barco lleno de asesinos que disfrutan la guerra y con un compañero que lo trata de mono y encima quiere matarlo por devolver el apodo como un crío pequeño. Mientras martillea presta atención al barco ya que en cuanto se detenga significa que debe salir a reunirse con el resto de la banda. Justo cuando da el último golpe de martillo y coloca a un lado el candado nota como el barco se detiene por lo que se levanta, cuelga los martillos en su cintura y sale a cubierta tranquilamente mientras se estira para que los músculos no se abarroten.
Nada más salir ve como el que llaman capitán se lanza al agua seguido por el tiburón blanco, el megalodón y una tercera especie de tiburón. Sin saber muy bien que le espera salta al agua cálida tras el último tiburón y empieza a nadar cerca de los demás procurando mantenerse alejado del tiburón cobrizo por motivos evidentes. Su nado es veloz por lo que sigue tranquilamente a los demás hasta que deciden salir del agua y subirse a una especie de barco que pasa por encima de ellos. Cuando Lugh se sube a la nave escucha lo que dice el noble y las respuestas de sus congéneres y empieza a reírse tanto por la confusión del noble como por las palabras del rubio, su forma de hablar es cuanto menos cómica. Sin más se pone al lado del tiburón blanco que porta a su espalda una gran espada y dice Parece que a los nobles no se les enseña a diferenciar los cetáceos de los peces y eso que la diferencia es clara. Con estos “líderes” no me sorprende que los humanos tengan odios irracionales. Por cierto Sawa, ¿qué forma es esa de amenazar? A mí me amenazan así y lo que me imagino es un niño con un muñeco jugando a los héroes y villanos, sé más serio.
Tras decir eso vuelve a soltar una carcajada al recordar las palabras del rubio.
Nada más salir ve como el que llaman capitán se lanza al agua seguido por el tiburón blanco, el megalodón y una tercera especie de tiburón. Sin saber muy bien que le espera salta al agua cálida tras el último tiburón y empieza a nadar cerca de los demás procurando mantenerse alejado del tiburón cobrizo por motivos evidentes. Su nado es veloz por lo que sigue tranquilamente a los demás hasta que deciden salir del agua y subirse a una especie de barco que pasa por encima de ellos. Cuando Lugh se sube a la nave escucha lo que dice el noble y las respuestas de sus congéneres y empieza a reírse tanto por la confusión del noble como por las palabras del rubio, su forma de hablar es cuanto menos cómica. Sin más se pone al lado del tiburón blanco que porta a su espalda una gran espada y dice Parece que a los nobles no se les enseña a diferenciar los cetáceos de los peces y eso que la diferencia es clara. Con estos “líderes” no me sorprende que los humanos tengan odios irracionales. Por cierto Sawa, ¿qué forma es esa de amenazar? A mí me amenazan así y lo que me imagino es un niño con un muñeco jugando a los héroes y villanos, sé más serio.
Tras decir eso vuelve a soltar una carcajada al recordar las palabras del rubio.
- Resumen:
- Seguir a los demás, insultar al tenryubito y burlarme de Sawa.
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Vaya lio, el pobre Ban tan solo quería quedarse tumbado bebiendo cerveza y bailando al son de una buena música, últimamente era demasiado fiestero. Ahora el capitán Haine quería que se montaran en una alfombra, con lo a gustito que estaba el castaño, no tuvo más remedio que ir, pero antes entró al interior del barco. Estaba totalmente desnudo salvo por unos bóxer negros, el pelo viril de su pecho era castaño como el resto de sus cabellos. Nada más llegar al interior cogió su capa y se la colocó dejando su torso al descubierto de nuevo, también se puso un pantalón largo y unas botas. A continuación volvió a la cubierta entre silbidos, pero en su mano llevaba un palo de madera, no tenía todavía un arma fija pues ninguna le gustaba, de modo que usaría eso para defenderse si era necesario. También sabía algo de cuerpo a cuerpo por lo que estaría bien.
- Con lo tranquilito que estaba yo bebiendo cerveza y bailando, de hecho iba a pedir hacer una hoguera y todo.
Se subió a la alfombra y se sentó con su botella de cerveza y bebiendo de esta mientras observaba a los demás a los que apenas conocía. Uno era un culturista o eso parecía al menos, la otra chica parecía ser alguien que no quería ser reconocida debido a su máscara, no entendía el motivo, Ban tan solo se dedicaba a seguir las órdenes de Haine y a tratar de ayudar a los demás en todo lo posible. Era tan distraído que no sabía ni lo que iban a hacer allí, sin embargo iba muy tranquilo, pese a no haber podido entrenar en los últimos tres años, se consideraba alguien útil. Tal vez no en el combate directo pero era listo y podía aportar buenas ideas, ayudar a los demás o tratar de que no les mataran. Ahora soltó un enorme suspiro mientras se cruzaba de brazos sin soltar su preciosa botella.
- ¡Haine-san! ¡Eris-chan! ¡Mark-kun! ¿Queréis un trago?
Gritó ahora mientras en su rostro ya se podía ver un pequeño tono rojizo debido a la bebida, sin embargo eso no iba a significar nada, cualquiera que le conociera, sabría que era resistente al alcohol. Lo único que le molestaba de aquello quizás era no poder haber desarrollado poderes muy buenos, tan solo se había comido una fruta del diablo que le había dado unos poderes bastante extraños por no decir ridículos, pero estaba cómodo con ella. Era muy chistosa a veces y a veces daba muy mal rollo, pero ya la mostraría en la situación apropiada, ahora tan solo se quedó silbando.
- Con lo tranquilito que estaba yo bebiendo cerveza y bailando, de hecho iba a pedir hacer una hoguera y todo.
Se subió a la alfombra y se sentó con su botella de cerveza y bebiendo de esta mientras observaba a los demás a los que apenas conocía. Uno era un culturista o eso parecía al menos, la otra chica parecía ser alguien que no quería ser reconocida debido a su máscara, no entendía el motivo, Ban tan solo se dedicaba a seguir las órdenes de Haine y a tratar de ayudar a los demás en todo lo posible. Era tan distraído que no sabía ni lo que iban a hacer allí, sin embargo iba muy tranquilo, pese a no haber podido entrenar en los últimos tres años, se consideraba alguien útil. Tal vez no en el combate directo pero era listo y podía aportar buenas ideas, ayudar a los demás o tratar de que no les mataran. Ahora soltó un enorme suspiro mientras se cruzaba de brazos sin soltar su preciosa botella.
- ¡Haine-san! ¡Eris-chan! ¡Mark-kun! ¿Queréis un trago?
Gritó ahora mientras en su rostro ya se podía ver un pequeño tono rojizo debido a la bebida, sin embargo eso no iba a significar nada, cualquiera que le conociera, sabría que era resistente al alcohol. Lo único que le molestaba de aquello quizás era no poder haber desarrollado poderes muy buenos, tan solo se había comido una fruta del diablo que le había dado unos poderes bastante extraños por no decir ridículos, pero estaba cómodo con ella. Era muy chistosa a veces y a veces daba muy mal rollo, pero ya la mostraría en la situación apropiada, ahora tan solo se quedó silbando.
- Resumen:
- Ofrecer cerveza y veestirse
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Un sonoro tortazo se escuchó por toda la cubierta del barco. La tumbona que Erik había montado con chatarra se había roto. Frotándose la espalda, se levantó con un quejido. Estaba teniendo un sueño muy raro en que un tío gafotas con coleta controlaba su destino con un extraño aparejo mecánico. En el momento en que iba tener la ocasión de desmontar el armatoste, despertó por el golpe. Se fijó en que se le había volcado la cerveza, y soltó un lamento. ¿Por qué su cerveza? ¿No podía haberse volcado el cubo de arenques, algún cajón de bombas o algo así? Aun encima era una lata que había conseguido en la última escala, de una nueva cerveza.
- ¡¿Por qué los mejores mueren jóvenes?! - exclamó, entristecido.
En ese momento uno de los revolucionarios de más rango, un tal "Fela", "Fea" o algo así dijo que iba a observar el puerto desde el aire. ¿Ya habían llegado? ¿Era al fin hora de hacer reventar cosas? Cogió su caja de herramientas. Debía poner el dron Destroyer a punto para la batalla, en este caso. Se dirigió a un gigantesco armatoste que había atado sobre cubierta y tapado por una lona y se metió bajo esta. Una vez debajo, escaló por la pierna del robot y abrió la tapa del motor, comenzando a comprobar que todo estaba en orden. Lo puso en marcha con su pulsera de control a distancia. Después comprobó la munición y la batería. Todo estaba en orden. Entró en la cabina, recogió su escopeta y su lanzagranadas colocándoselo a la espalda con un arnés y salió a cubierta, justo a tiempo para ver un horrendo monstruo descender de los cielos y transformarse en "Fela". Qué nombre más fálico. Dedujo que debía tener alguna clase de fruta zoan. Al parecer había cuatro Shichibukais en el puerto. Erik silbó de admiración al escucharlo.
- ¿Cuatro Shichibukais? No pintamos nada allí. Si vamos a saco nos comerán con patatas. Por otro lado... si alguien de nosotros localiza el arma y esperamos a alguna clase de distracción, como un ataque de los pececillos, tal vez yo podría bombardearla desde el aire con Destroyer.
Era el momento de enseñarle su "juguetito" a sus camaradas. Se aproximó a la lona y soltó las cuerdas, dejando que cayera, revelando lo que se ocultaba en su interior. Un enorme robot con lanzamisiles en los hombros y un gigantesco rifle que más parecía un cañón. Medía cinco metros de altura en total, aunque en ese momento estaba encogido. Erik sonrió y levantó su brazo derecho, mostrando una especie de pulsera negra con un control. Le dio a un botón y el robot se levantó, al tiempo que comenzaba a sonar una música pesada y cañera proveniente de unos altavoces en este. La música estaba lo bastante alta para escucharse bien en todo el barco, pero no lo puso a un volumen excesivo. No quería alertar a toda Mariejoa de su presencia... aun.
- ¡¿Por qué los mejores mueren jóvenes?! - exclamó, entristecido.
En ese momento uno de los revolucionarios de más rango, un tal "Fela", "Fea" o algo así dijo que iba a observar el puerto desde el aire. ¿Ya habían llegado? ¿Era al fin hora de hacer reventar cosas? Cogió su caja de herramientas. Debía poner el dron Destroyer a punto para la batalla, en este caso. Se dirigió a un gigantesco armatoste que había atado sobre cubierta y tapado por una lona y se metió bajo esta. Una vez debajo, escaló por la pierna del robot y abrió la tapa del motor, comenzando a comprobar que todo estaba en orden. Lo puso en marcha con su pulsera de control a distancia. Después comprobó la munición y la batería. Todo estaba en orden. Entró en la cabina, recogió su escopeta y su lanzagranadas colocándoselo a la espalda con un arnés y salió a cubierta, justo a tiempo para ver un horrendo monstruo descender de los cielos y transformarse en "Fela". Qué nombre más fálico. Dedujo que debía tener alguna clase de fruta zoan. Al parecer había cuatro Shichibukais en el puerto. Erik silbó de admiración al escucharlo.
- ¿Cuatro Shichibukais? No pintamos nada allí. Si vamos a saco nos comerán con patatas. Por otro lado... si alguien de nosotros localiza el arma y esperamos a alguna clase de distracción, como un ataque de los pececillos, tal vez yo podría bombardearla desde el aire con Destroyer.
Era el momento de enseñarle su "juguetito" a sus camaradas. Se aproximó a la lona y soltó las cuerdas, dejando que cayera, revelando lo que se ocultaba en su interior. Un enorme robot con lanzamisiles en los hombros y un gigantesco rifle que más parecía un cañón. Medía cinco metros de altura en total, aunque en ese momento estaba encogido. Erik sonrió y levantó su brazo derecho, mostrando una especie de pulsera negra con un control. Le dio a un botón y el robot se levantó, al tiempo que comenzaba a sonar una música pesada y cañera proveniente de unos altavoces en este. La música estaba lo bastante alta para escucharse bien en todo el barco, pero no lo puso a un volumen excesivo. No quería alertar a toda Mariejoa de su presencia... aun.
- Resumen:
- Despertar y llorar la "muerte" de mi cerveza -> Poner a punto mi dron de combate - > Destapar la lona y enseñar el Destroyer a los revolucionarios -> Activar los altavoces y poner música
Zombienrelleno
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En un ascensor algo estrecho habían tres personas; Dos Shichibukais y un Yonkaiko. Uno era Lion D. Asderdeker, Ouka Shichibukai León, que por el silencio que había en aquel ascensor... Empezaba a aburrirse. Los otros dos, Derian y Meneror, eran demasiado serios, no soltaban palabra alguna. Por suerte Asderdeker se había traído compañía, estaba con su nuevo amigo Juanma y también con Shion y Raion. Juanma era una armadura dorada, pero que había consumido la Neko Neko no mi Modelo: León prehistórico. Shion en cambio era un unicornio blanco con alas grandes, la cual había consumido la Jake Jake no mi. Raion, en cambio, era su querido hijo, un sapoperro que más que un perro, era un león, alto y grande con cabeza de sapo. Tenía guardada también su daga de kairo, atada en su cuerda desgastada que hacía de cinturón. También tenía una pequeña bolsa llena de pescado fresco, que hacía que el ascensor oliese un poco a mar. Asder estaba sentado sobre una pila de mantas dobladas.
¿Qué de donde las sacó? Sencillo, cogió la mayoría de su nuevo barco, o mejor dicho, isla. Para el pobre muchacho, la espera en aquel ascensor con aquellas dos personas serias, se hacía eterna, tanto, que tenía un hambre tremendo. Su estómago rugía, rompiendo el silencio que había en aquel lugar estrecho.
- Bueeeno... Bonito día, ¿no? - Decía para intentar romper el silencio.
Le habían encomendado una operación bien sencilla, que nadie usase los ascensores. Era tan sencilla la misión... "Sin ascensor, no pueden usarlos..." Se decía a sí mismo. Salieron del ascensor y Asder se puso a cargar las mantas a su espalda. Caminaba tranquilamente mientras veía como el otro Shichibukai sacaba su espada negra y daba un corte al aire. Alguien poderoso, de un olor que le resultaba familiar. Seguramente se habían encontrado anteriormente, pero no le recordaba. Esa persona estaba trabajando en uno de los ascensores y Asder no entendía que hacía, de todas formas, se puso a lo suyo. Derian les dijo a Asder y Meneror que no se alejaran de él, pero al león o le das de comer, o no te hace caso.
Se le ocurrió una idea genial, la mejor de todas, sin duda. Dejó a cargo de las mantas a sus compañeros y se acercó al ascensor en el cual alguien estaba trabajando. Imbuyó su puño en haki armadura, mientras brillaba suavemente y lanzó un puñetazo al ascensor.
- Explosive Soul: Raionburö
Una tremenda explosión salió del puño del Shichibukai, destrozando el ascensor por completo y haciendo que la onda expansiva saliese por la parte de arriba. "Una preocupación menos." Pensaba con una sonrisa. Ahora se puso justo en la salida del ascensor, colocó las manos en el suelo y con una palabra "Pokkari~" creó un agujero, lo suficiente para que algunas personas pudiesen entrar. Le hizo una señal a Shion, que trajo una de las mantas con la boca y él la puso encima, de forma que pareciese una alfombrilla, aunque en realidad era para tapar el agujero. Con otra palabra "Petori", hizo que la manta se pegase por los bordes, para que el viento no se la llevase. Después repitió la acción varias veces por varios lugares de aquella zona que debía proteger y otro agujero más en la puerta del otro ascensor. Los agujeros eran de un metro de radio y tenían una altura de tres metros, tal vez se había pasado con la cantidad de trampas, pero suponía que sus compañeros no eran tan idiotas de caer en la trampa. Había preparado unas trampas y ahora era hora de comer, le importaba poco lo que pasase, siempre que recibiese su pago de 200.000 pescados frescos, estaría feliz. Miró a Derian y a Meneror, sus compañeros y les dijo unas palabras.
- Por cierto, evitar pisar las mantas o caeréis al vacío.
Ahora si, estaba todo cien por cien preparado, así que sacó una pequeña bolsa llena de pescado y se pudo a comer, pero no sin antes activar su haki de observación, por si alguien se atrevía a molestarle mientras disfrutaba de aquel manjar junto a sus tres compañeros.
¿Qué de donde las sacó? Sencillo, cogió la mayoría de su nuevo barco, o mejor dicho, isla. Para el pobre muchacho, la espera en aquel ascensor con aquellas dos personas serias, se hacía eterna, tanto, que tenía un hambre tremendo. Su estómago rugía, rompiendo el silencio que había en aquel lugar estrecho.
- Bueeeno... Bonito día, ¿no? - Decía para intentar romper el silencio.
Le habían encomendado una operación bien sencilla, que nadie usase los ascensores. Era tan sencilla la misión... "Sin ascensor, no pueden usarlos..." Se decía a sí mismo. Salieron del ascensor y Asder se puso a cargar las mantas a su espalda. Caminaba tranquilamente mientras veía como el otro Shichibukai sacaba su espada negra y daba un corte al aire. Alguien poderoso, de un olor que le resultaba familiar. Seguramente se habían encontrado anteriormente, pero no le recordaba. Esa persona estaba trabajando en uno de los ascensores y Asder no entendía que hacía, de todas formas, se puso a lo suyo. Derian les dijo a Asder y Meneror que no se alejaran de él, pero al león o le das de comer, o no te hace caso.
Se le ocurrió una idea genial, la mejor de todas, sin duda. Dejó a cargo de las mantas a sus compañeros y se acercó al ascensor en el cual alguien estaba trabajando. Imbuyó su puño en haki armadura, mientras brillaba suavemente y lanzó un puñetazo al ascensor.
- Explosive Soul: Raionburö
Una tremenda explosión salió del puño del Shichibukai, destrozando el ascensor por completo y haciendo que la onda expansiva saliese por la parte de arriba. "Una preocupación menos." Pensaba con una sonrisa. Ahora se puso justo en la salida del ascensor, colocó las manos en el suelo y con una palabra "Pokkari~" creó un agujero, lo suficiente para que algunas personas pudiesen entrar. Le hizo una señal a Shion, que trajo una de las mantas con la boca y él la puso encima, de forma que pareciese una alfombrilla, aunque en realidad era para tapar el agujero. Con otra palabra "Petori", hizo que la manta se pegase por los bordes, para que el viento no se la llevase. Después repitió la acción varias veces por varios lugares de aquella zona que debía proteger y otro agujero más en la puerta del otro ascensor. Los agujeros eran de un metro de radio y tenían una altura de tres metros, tal vez se había pasado con la cantidad de trampas, pero suponía que sus compañeros no eran tan idiotas de caer en la trampa. Había preparado unas trampas y ahora era hora de comer, le importaba poco lo que pasase, siempre que recibiese su pago de 200.000 pescados frescos, estaría feliz. Miró a Derian y a Meneror, sus compañeros y les dijo unas palabras.
- Por cierto, evitar pisar las mantas o caeréis al vacío.
Ahora si, estaba todo cien por cien preparado, así que sacó una pequeña bolsa llena de pescado y se pudo a comer, pero no sin antes activar su haki de observación, por si alguien se atrevía a molestarle mientras disfrutaba de aquel manjar junto a sus tres compañeros.
- Resumen:
- Estoy con Raion, Juanma y Shion. Destrozo uno de los ascensores, preparo un montón de trampas con agujeros y mantas. Por último, me pongo a comer.
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Calma, silencio, tranquilidad...El camarote del gyojin de piel azulada se encuentra en una calma inusual teniendo en cuenta que se dirigen a una guerra. Una guerra que en opinión del joven gasterópodo es una soberana tontería, atacar a toda una raza por lo que hizo uno es un motivo realmente absurdo.El muchacho se encuentra tranquilo, en su cuarto jugando con la pequeña Celeste, una pequeña gyojin que le acompaña desde que se marchó de su tierra natal, que se encuentra bastante cerca de donde están y de adonde van ahora mismo. |~Ab, ¿qué hacemos aquí? No me gusta la sensación que me llega de ese lugar.~| Dice la muchacha con una voz preocupada, que realmente ponen al gyojin en guardia, quizás se encontraran ante la muerte segura, pero bueno, es lo que hay. La gente que se marcha de esa isla maltrata a miles de niños y los pone bajo el yugo de la esclavitud como algo normal, como si no fuese algo atroz hacer eso, y esas acciones son las que causan repugnancia en el corazón del pelirrojo. El barco se detiene, seguramente llegaron ya al punto en el cual dejarían el barco, Kaiser no quiere poner su embarcación en peligro innecesario. |~Celeste, he de ir con los demás a solucionar unos problemas, el barco se quedará aquí bien vigilado, no salgas del camarote, en cuanto me marche, cierra la puerta y no la abras para nada, sabes donde tengo las provisiones de emergencia, cuídate pequeña, volveré lo antes posible.~| Dice antes de darle un beso en la frente y salir del camarote para reunirse con los demás en cubierta.
Nada más llegar a cubierta ve como la orca salta al agua, seguida por los tres tiburones y el pez tigre. El joven salta al agua, cálida y amena agua que lo envuelve como en un dulce abrazo, su velocidad es tal que no tarda en llegar a un punto cercano a sus compañeros. De pronto un sinfín de gyojines y tritones se elevan desde las profundidades del mar, seguramente la banda de los Piratas Trilobite, pero Kaiser decide ir por otro lado, a un barco que se encuentra huyendo de la isla, Mariejoa, Tierra Santa donde residen los nobles. Todos siguen sus pasos, nada más llegar cae sobre la barandilla del barco y observa como todos responden al Tenryuubito. La verdad es que el chiste de Bisutomaru es insulso y carente de gracia, Cánabar y Kaiser se encargan del Tenryuubito, pero parece ser que no se entrará en acción todavía. Lugh comenta una ofensa atroz hacia un gyojin confundir su especie y ofende aún más al noble llamándolo tonto, mientras que Sawaki hace un comentario realmente tonto. |~Veo que los ánimos están caldeados. Pagaréis la tortura que implementáis en los niños al esclavizarlos, seréis esclavos del dolor y el sufrimiento, hasta que la muerte decida poner fin a vuestra miserable vida.~| Dice el joven mientras se sienta en la barandilla con su Khakkara en la espalda.
Nada más llegar a cubierta ve como la orca salta al agua, seguida por los tres tiburones y el pez tigre. El joven salta al agua, cálida y amena agua que lo envuelve como en un dulce abrazo, su velocidad es tal que no tarda en llegar a un punto cercano a sus compañeros. De pronto un sinfín de gyojines y tritones se elevan desde las profundidades del mar, seguramente la banda de los Piratas Trilobite, pero Kaiser decide ir por otro lado, a un barco que se encuentra huyendo de la isla, Mariejoa, Tierra Santa donde residen los nobles. Todos siguen sus pasos, nada más llegar cae sobre la barandilla del barco y observa como todos responden al Tenryuubito. La verdad es que el chiste de Bisutomaru es insulso y carente de gracia, Cánabar y Kaiser se encargan del Tenryuubito, pero parece ser que no se entrará en acción todavía. Lugh comenta una ofensa atroz hacia un gyojin confundir su especie y ofende aún más al noble llamándolo tonto, mientras que Sawaki hace un comentario realmente tonto. |~Veo que los ánimos están caldeados. Pagaréis la tortura que implementáis en los niños al esclavizarlos, seréis esclavos del dolor y el sufrimiento, hasta que la muerte decida poner fin a vuestra miserable vida.~| Dice el joven mientras se sienta en la barandilla con su Khakkara en la espalda.
- Resumen:
- Dejo a Celeste en el camarote a salvo, me reuno con los demás y me meto con el noble.
Vongola Ryohei
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El sol, que al amanecer brillaba ahora se ve oculto por negras nubes que parecen presagiar una fuerte lluvia. Por el mar avanzo subido a mi moto acompañado por mi fiel amigo Itachi que ahora se encuentra descansando en mi hombro después de volar desde el barco que nos llevó a una posición cercana a la isla. Acompañó la embarcación volando y cuando ya estábamos a una distancia decente pero prudente dejamos el barco que nos esperaría allí a que regresáramos. El capitán del barco acordó conmigo un pago de 100.000 :berris2: por llevarnos que nos daría al volver de nuestro objetivo.
Con la ayuda de las motos llegamos a la costa unas millas al norte de nuestro destino evitando así la aglomeración de personas y demás. Con el fin de proteger las motos y facilitar el avance las escondemos en una zona de la costa para que no las roben y para evitar que el mar se las lleve. Tras eso empezamos a escalar durante aproximadamente dos horas hasta llegar a la cima donde lo que vemos es una enorme extensión de campos de cultivo. Mirando el campo puedo ver varias personas trabajando aun con una guerra aproximándose por lo que solo pueden ser esclavos. Mi mirada se vuelve seria y mi expresión de enfado mientras me detengo a observar como a un lado hay un camino oculto. Permanezco quieto y digo Ugetsu, Ushi y Kiogre, ir por el camino junto con Itachi para ver que nos espera más adelante, yo me encargaré de atraer la atención de los guardias para que no os molesten. Luego nos vemos. En ese momento empiezo a notar las voces cercanas y distingo mis compañeros de los esclavos que están trabajando y algunas presencias algo más fuertes que los esclavos.
Sin esperar más activo los propulsores de mis pies y me muevo a gran velocidad hacia el campo de cultivo cortando los grilletes con mis garras conforme avanzo liberando a los esclavos y diciendo Largaos mientras yo los distraigo. Una guerra se aproxima, corred y salvar vuestra vida.
Con la ayuda de las motos llegamos a la costa unas millas al norte de nuestro destino evitando así la aglomeración de personas y demás. Con el fin de proteger las motos y facilitar el avance las escondemos en una zona de la costa para que no las roben y para evitar que el mar se las lleve. Tras eso empezamos a escalar durante aproximadamente dos horas hasta llegar a la cima donde lo que vemos es una enorme extensión de campos de cultivo. Mirando el campo puedo ver varias personas trabajando aun con una guerra aproximándose por lo que solo pueden ser esclavos. Mi mirada se vuelve seria y mi expresión de enfado mientras me detengo a observar como a un lado hay un camino oculto. Permanezco quieto y digo Ugetsu, Ushi y Kiogre, ir por el camino junto con Itachi para ver que nos espera más adelante, yo me encargaré de atraer la atención de los guardias para que no os molesten. Luego nos vemos. En ese momento empiezo a notar las voces cercanas y distingo mis compañeros de los esclavos que están trabajando y algunas presencias algo más fuertes que los esclavos.
Sin esperar más activo los propulsores de mis pies y me muevo a gran velocidad hacia el campo de cultivo cortando los grilletes con mis garras conforme avanzo liberando a los esclavos y diciendo Largaos mientras yo los distraigo. Una guerra se aproxima, corred y salvar vuestra vida.
Mellanie Grim
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El velero era bastante cómodo y seguro, mientras las olas del mar movía nuestro barco suavemente y el viento impulsaba las velas blancas que se encontraban unidas a nuestro pequeño mástil. Yo me encontraba descansando con la mano fuera del velero, mirando el transparente mar azul por el que viajábamos. Todo era bastante bueno, salvo la ausencia de la dirección de nuestro destino. Levante la miradas y a lo lejos se veía lo que una gran columna de tierra roja y por encima una ciudad inmensa. No sabía dónde estábamos y comenzaba a preocuparme por el hecho de tener que ir a tierras desconocidas nuevamente.
-Me preguntó
De pronto, el recordar algo hizo que un escalofrió muy intenso me recorriera todo el cuerpo. Aquella gran línea roja no podía se más que la “Red Line” y la única ciudad que sabía que estaba ubicada en ese lugar era Mariejoa y los cuarteles generales de la marina.
-¿Por qué demonios vayamos hacia aya? –me pregunté a mi misma
Maximilian estaba sentado en la parte delantera del velero y cuando lo miré, su rostro reflejaba cierta preocupación. Supuse que ya estaba consciente de donde estábamos cuando de pronto Maximilian se puso de pie y se apoyó en el borde del velero que se encontraba a su izquierda. Yo hice lo mismo y vi que una persona nos hacía señas para que fuéramos en su ayuda. Maximilian y yo nos miramos al mismo tiempo. A medida que nos acercábamos, pude escuchar su voz gritando “Hola” y me quite la mochila parar preparar mis cosas en caso de que necesitara alguna atención médica. Cuando llegamos a donde estaba, Maximilian lo ayudo a subir a nuestro transporte. La cara de Max tenía una pequeña sonrisa dibujada y cuando mencionó un nombre, pensé que tal vez lo conocía. Maximilian me pidió que le trajera algo de comer y fui corriendo a buscar algunas frutas en la bolsa de nuestros suministros.
-Me preguntó
De pronto, el recordar algo hizo que un escalofrió muy intenso me recorriera todo el cuerpo. Aquella gran línea roja no podía se más que la “Red Line” y la única ciudad que sabía que estaba ubicada en ese lugar era Mariejoa y los cuarteles generales de la marina.
-¿Por qué demonios vayamos hacia aya? –me pregunté a mi misma
Maximilian estaba sentado en la parte delantera del velero y cuando lo miré, su rostro reflejaba cierta preocupación. Supuse que ya estaba consciente de donde estábamos cuando de pronto Maximilian se puso de pie y se apoyó en el borde del velero que se encontraba a su izquierda. Yo hice lo mismo y vi que una persona nos hacía señas para que fuéramos en su ayuda. Maximilian y yo nos miramos al mismo tiempo. A medida que nos acercábamos, pude escuchar su voz gritando “Hola” y me quite la mochila parar preparar mis cosas en caso de que necesitara alguna atención médica. Cuando llegamos a donde estaba, Maximilian lo ayudo a subir a nuestro transporte. La cara de Max tenía una pequeña sonrisa dibujada y cuando mencionó un nombre, pensé que tal vez lo conocía. Maximilian me pidió que le trajera algo de comer y fui corriendo a buscar algunas frutas en la bolsa de nuestros suministros.
- Resumen:
- Veo al naufrago y me preparo para darle atención medica.
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El barco entró en el túnel de la gigantesca pared de la Red Line. Sobre la cubierta había un hombre con un gigantesco afro color castaño y una capa de color marrón. Bajo estaba llevaba un abrigo de piel. El hombre con estas ropas estrafalarias no era otro que Issei Hayate, un agente del CP infiltrado en la revolución con la identidad falsa de Korris Zinlass. Un pequeño mirlo con una mancha azul en el ala derecha se le posó en el hombro. Era Ao, su mascota, la cual poseía la paramecia de lenguas, que le permitía hablar. El falso revolucionario sacó una barra de avellanas y le dio un gran bocado, haciendo ruido al masticar los frutos secos. Estaba en un grupo de revolucionarios cuya misión era infiltrarse en Mariejoa a través de una galería que subía desde el túnel.
- ¡Issei, Issei! ¡Dame un poco! - dijo Ao, con su voz chillona.
- Chsss, calla Ao. No es momento de hacer ruido. Y no digas mi nombre - le murmuró, arrancando un cachito y dándoselo.
Miró la cubierta. Había algunos marineros distraídos, pero ninguno de los revolucionarios aun. "Giro Giro no Vision" pensó. Examinó el interior del barco como si tuviera rayos X, y vio que estaban todos en el interior aun. Eso tal vez se lo pusiera más fácil para entregarlos. Le habían avisado de que un grupo del Cipher Pol le esperaría en la puerta de la galería para arrestar a aquellos hombres. De momento no habían sospechado nada de él. Engañar a los revolucionarios era tan fácil... había estado entre ellos muchas veces y durante bastante tiempo, y nunca le habían pillado hasta que él mismo se quitaba la máscara para traicionarlos. Se le daba muy bien interpretar el papel de "enemigo del Gobierno". Conocía demasiado bien ya su palabrería y argumentos.
- Meras paparruchas... son escoria - murmuró.
- ¿Qué has dicho? - preguntó Ao.
- Nada, nada...
Se apoyó en la borda y reactivó su akuma, observando lo que les esperaba más allá, en el oscuro túnel. Aun tardaron unos cuantos minutos, pero finalmente vio en la distancia al grupo del CP a la espera. Una vez estuviesen con él, podrían arrestarlos sin ningún problema. Bajo su capa llevaba su pistola, cargada con munición tóxica. Si aquello salía bien, arrestaría a un Comandante Revolucionario que viajaba en aquel barco, lo que le reportaría un ascenso seguro. Por no hablar de Hiren, cuya cabeza valía 55.000.000 de berries. Sin embargo no podía confiarse. A pesar de su entrenamiento, aun no estaba listo para aquello en solitario. Eran rivales muy poderosos, y debería andarse con ojo... Pero en todo caso lucharía por hacer triunfar a la Justicia, pasase lo que pasase.
- ¡Issei, Issei! ¡Dame un poco! - dijo Ao, con su voz chillona.
- Chsss, calla Ao. No es momento de hacer ruido. Y no digas mi nombre - le murmuró, arrancando un cachito y dándoselo.
Miró la cubierta. Había algunos marineros distraídos, pero ninguno de los revolucionarios aun. "Giro Giro no Vision" pensó. Examinó el interior del barco como si tuviera rayos X, y vio que estaban todos en el interior aun. Eso tal vez se lo pusiera más fácil para entregarlos. Le habían avisado de que un grupo del Cipher Pol le esperaría en la puerta de la galería para arrestar a aquellos hombres. De momento no habían sospechado nada de él. Engañar a los revolucionarios era tan fácil... había estado entre ellos muchas veces y durante bastante tiempo, y nunca le habían pillado hasta que él mismo se quitaba la máscara para traicionarlos. Se le daba muy bien interpretar el papel de "enemigo del Gobierno". Conocía demasiado bien ya su palabrería y argumentos.
- Meras paparruchas... son escoria - murmuró.
- ¿Qué has dicho? - preguntó Ao.
- Nada, nada...
Se apoyó en la borda y reactivó su akuma, observando lo que les esperaba más allá, en el oscuro túnel. Aun tardaron unos cuantos minutos, pero finalmente vio en la distancia al grupo del CP a la espera. Una vez estuviesen con él, podrían arrestarlos sin ningún problema. Bajo su capa llevaba su pistola, cargada con munición tóxica. Si aquello salía bien, arrestaría a un Comandante Revolucionario que viajaba en aquel barco, lo que le reportaría un ascenso seguro. Por no hablar de Hiren, cuya cabeza valía 55.000.000 de berries. Sin embargo no podía confiarse. A pesar de su entrenamiento, aun no estaba listo para aquello en solitario. Eran rivales muy poderosos, y debería andarse con ojo... Pero en todo caso lucharía por hacer triunfar a la Justicia, pasase lo que pasase.
- Resumen:
- Me como una barra de avellanas para recargar mis sistemas (mis partes cyborg funcionan con avellanas) -> Miro el interior del barco con mi akuma -> Compruebo (también con mi akuma) la posición de los CPs
pannini69
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El viaje en el barco revolucionario se desarrolló sin mayores incidentes. En algunas ocasiones pararon en alguna isla para realizar pequeños descansos, pero sin incidencia alguna. A veces, algún borracho parlanchín amenazaba a Hiren y los suyos con que llamaría a la marina y que los iba a denunciar, pero rápidamente se encargaban de él.
Decidieron, por lo tanto, embarcarse en un barco algo más discreto y vestirse de paisano. Hiren dormitaba en la parte de abajo del todo. Su habitación (si es que podía llamarse así) se situaba justo donde la quilla, por lo que los embistes de las olas durante la noche no lo dejaban a penas descansar, y por la mañana daba buena cuenta de ello.
Aquel día no había conseguido dormir más de dos horas seguidas, pero su figura rezumaba una seguridad fuera de seria en él. Para la ocasión decidió vestirse de comerciante corriente y moliente. Una capa amarronada y desgastada que le llegaba hasta las pantorrillas, unas botas negras descoloridas por la humedad del barco y unas camisas color marrón pardo también muy desgastadas. Pasaba totalmente por un sucio mercader. A ello le añadió su estoque en la espalda, a fin de que los guardias no pudieran advertir que portaba armas. Para terminar de dar la puntilla a su nuevo look, cogió un poco de mugre que había en una de las esquinas del cuarto y se la restregó por toda la cara. Temió haberse pasado con su aspecto, pues uno de los tripulantes del navío lo confundió con un pordiosero antes que con un general de la revolución.
Finalmente habían llegado a su destino. Una gran guerra iba a desarrollarse y Hiren no quería perdérsela por nada del mundo, a sabiendas de que grandes marines y otras ratas del gobierno iban a estar allí. Pero la revolución tampoco es moco de pavo, puesto que envió a otros grandes líderes cuyos nombres no conseguía recordar Hiren.
El rubio decidió subir a cubierta y charlar un poco con sus compañeros. A algunos no los conocía, a excepción de Leonel Racovich, con el cual ya había estado en otra aventura anterior. Se acercó a la proa del barco y se quedó mirando como una persona en tierra daba directrices al timonel del navío para que consiguiera atracar el barco sin golpe alguno.
-Bueno, compañeros, espero que estéis todos dispuestos. Deberíais disfrazaros y tratar de pasar por personas normales, y por favor, tratad de ser respetuosos con la marina hasta que todo se desencadene. No pueden descubrirnos antes de tiempo-dijo pesadamente mientras bostezaba y se tapaba la boca con la mano izquierda. –Cuando atraquemos-prosiguió narrando Hiren-deberíamos dirigirnos al centro de la ciudad y buscar algún punto importante que destruir. Me apetece quemar edificios del gobierno-dijo Hiren mientras realizaba una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja. –Ahora debemos esperar a que nos permitan bajar del navío y pasar por los túneles hasta llegar al centro. Por favor, no la lieis-recordó el rubio nuevamente.
Mientras el barco se acercaba para atracar, vio a un grupo de personas en el muelle. Aquello le resultó algo peculiar, puesto que no esperaban ninguna bienvenida y menos en un lugar tan hostil como aquel. Decidió no confiarse y se acercó a Leonel para susurrarle al oído:
-Creo que vamos a poder desentumecer nuestros músculos. Estemos atentos a lo que pueda pasar-susurró Hiren mientras activaba su Mantra.
Decidieron, por lo tanto, embarcarse en un barco algo más discreto y vestirse de paisano. Hiren dormitaba en la parte de abajo del todo. Su habitación (si es que podía llamarse así) se situaba justo donde la quilla, por lo que los embistes de las olas durante la noche no lo dejaban a penas descansar, y por la mañana daba buena cuenta de ello.
Aquel día no había conseguido dormir más de dos horas seguidas, pero su figura rezumaba una seguridad fuera de seria en él. Para la ocasión decidió vestirse de comerciante corriente y moliente. Una capa amarronada y desgastada que le llegaba hasta las pantorrillas, unas botas negras descoloridas por la humedad del barco y unas camisas color marrón pardo también muy desgastadas. Pasaba totalmente por un sucio mercader. A ello le añadió su estoque en la espalda, a fin de que los guardias no pudieran advertir que portaba armas. Para terminar de dar la puntilla a su nuevo look, cogió un poco de mugre que había en una de las esquinas del cuarto y se la restregó por toda la cara. Temió haberse pasado con su aspecto, pues uno de los tripulantes del navío lo confundió con un pordiosero antes que con un general de la revolución.
Finalmente habían llegado a su destino. Una gran guerra iba a desarrollarse y Hiren no quería perdérsela por nada del mundo, a sabiendas de que grandes marines y otras ratas del gobierno iban a estar allí. Pero la revolución tampoco es moco de pavo, puesto que envió a otros grandes líderes cuyos nombres no conseguía recordar Hiren.
El rubio decidió subir a cubierta y charlar un poco con sus compañeros. A algunos no los conocía, a excepción de Leonel Racovich, con el cual ya había estado en otra aventura anterior. Se acercó a la proa del barco y se quedó mirando como una persona en tierra daba directrices al timonel del navío para que consiguiera atracar el barco sin golpe alguno.
-Bueno, compañeros, espero que estéis todos dispuestos. Deberíais disfrazaros y tratar de pasar por personas normales, y por favor, tratad de ser respetuosos con la marina hasta que todo se desencadene. No pueden descubrirnos antes de tiempo-dijo pesadamente mientras bostezaba y se tapaba la boca con la mano izquierda. –Cuando atraquemos-prosiguió narrando Hiren-deberíamos dirigirnos al centro de la ciudad y buscar algún punto importante que destruir. Me apetece quemar edificios del gobierno-dijo Hiren mientras realizaba una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja. –Ahora debemos esperar a que nos permitan bajar del navío y pasar por los túneles hasta llegar al centro. Por favor, no la lieis-recordó el rubio nuevamente.
Mientras el barco se acercaba para atracar, vio a un grupo de personas en el muelle. Aquello le resultó algo peculiar, puesto que no esperaban ninguna bienvenida y menos en un lugar tan hostil como aquel. Decidió no confiarse y se acercó a Leonel para susurrarle al oído:
-Creo que vamos a poder desentumecer nuestros músculos. Estemos atentos a lo que pueda pasar-susurró Hiren mientras activaba su Mantra.
- RESUMEN:
- Hiren rememora el viaje y acude a cubierta. Allí interactúa con el resto de los tripulantes del barco y en especial con Lionel, el otro revolucionario. Le comunica su desconfianza sobre la gente que los espera en el muelle.
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