Aki D. Arlia
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Había llegado hace apenas dos horas, buscando algo interesante para hacer. Sin embargo, aparte de la gente no había mucho que mirar y terminé entrando a una taberna de la que salían un montón de gritos. Cetus, mi pequeño dragón miraba a su alrededor con curiosidad. El aire olía a una mezcla curiosa de cerveza, queso de vaca y sudor.
Me colé entre la marabunta de hombres que allí había y me senté en una pequeña mesa en la esquina. No pretendía llamar la atención, pero los camareros también gritaban mirando algo y al final tuve que acercarme. Estaban todos reunidos alrededor de lo que parecía una tarima de madera, elevada en el centro mismo de la taberna. Pero había tanta gente que era imposible verla bien desde algún sitio que no fuera entre el gentío. En la superficie pulida, dos hombres combatían. Bueno... uno luchaba, el otro recibía. De hecho, pocos segundos después salió despedido y el vencedor proclamó su victoria. Se le notaba borracho mientras exigía a gritos otro contrincante.
Más animada, dejé mi capa (Y a Cetus encima de ella, no le pasara algo) en la mesita del fondo y corriendo aparté a los hombres y subí a la tarima.
-¡Yo misma!
El mastodonte ese me sacaba cabeza y media y comenzó a reírse a carcajadas. Yo sonreí con calma.
-Supongo que aceptas, pues.
Salté en el aire y dando una voltereta en el aire le di en la nuca con el pie, antes de aterrizar en perfecto equilibrio. El hombre se tambaleó un poco y trastabilló unos pasos. Confuso, se lanzó hacia mí con los puños por delante. Yo me agaché y agarrándole por la barriga le empujé ayudada por el impulso que él llevaba. Cayó de la tarima, en un cacho de suelo segundos antes ocupado por hombres que se habían apartado rapidamente. Yo me fui a sentar en el centro mismo y con una sonrisa escaneé la multitud:
-¿Alguien más?
Me colé entre la marabunta de hombres que allí había y me senté en una pequeña mesa en la esquina. No pretendía llamar la atención, pero los camareros también gritaban mirando algo y al final tuve que acercarme. Estaban todos reunidos alrededor de lo que parecía una tarima de madera, elevada en el centro mismo de la taberna. Pero había tanta gente que era imposible verla bien desde algún sitio que no fuera entre el gentío. En la superficie pulida, dos hombres combatían. Bueno... uno luchaba, el otro recibía. De hecho, pocos segundos después salió despedido y el vencedor proclamó su victoria. Se le notaba borracho mientras exigía a gritos otro contrincante.
Más animada, dejé mi capa (Y a Cetus encima de ella, no le pasara algo) en la mesita del fondo y corriendo aparté a los hombres y subí a la tarima.
-¡Yo misma!
El mastodonte ese me sacaba cabeza y media y comenzó a reírse a carcajadas. Yo sonreí con calma.
-Supongo que aceptas, pues.
Salté en el aire y dando una voltereta en el aire le di en la nuca con el pie, antes de aterrizar en perfecto equilibrio. El hombre se tambaleó un poco y trastabilló unos pasos. Confuso, se lanzó hacia mí con los puños por delante. Yo me agaché y agarrándole por la barriga le empujé ayudada por el impulso que él llevaba. Cayó de la tarima, en un cacho de suelo segundos antes ocupado por hombres que se habían apartado rapidamente. Yo me fui a sentar en el centro mismo y con una sonrisa escaneé la multitud:
-¿Alguien más?
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