Flea
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-El combate será cronológicamente después del cap, así que empezará al terminar este con los niveles y premios obtenidos.
-Habrá posibilidad de muerte y daños on-rol, pero sin ejecución que eso queda feo.
-En principio es un combate amistoso (Arribor no hará pública su victoria en caso de ganar y por tanto no obtendrá recompensa), pero si Dexter gana y considera necesario entregar al pobre tuerto pues así sea.
-Isla... cualquiera del Nuevo Mundo que no de ventaja a uno u otro.
-Sin saltos de turno
-Experiencia estándar
Este reto dará su inicio en el instante en que el administrador AlexEmpanadilla de las experiencias y los premios del capítulo.
Escenario: Punk Hazard: Hace unos cuantos años la isla era una isla verde llena de vida, en ella había construidos unos laboratorios del Gobierno Mundial y de los Marines. Tras explotar el arma que estaba desarrollando Caesar Clown, dos de los Centros de Investigación se destruyeron y el gas acabó con toda la vida de la isla transformándola en un desierto, sólo el tercer edificio quedó en pie. Actualmente, la isla está rodeada por un mar de fuego en un lado y en el otro de icebergs. En el centro hay un agujero por donde el agua del mar fluye dentro de él, que separa las dos mitades de la isla y cuenta con tiburones que viven en su interior.
¿Quién comienza?
1 - Comienza Dexter.
2 - Comienza Arribor.
Flea ha efectuado 1 lanzada(s) de uno 1 :
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-El combate será cronológicamente después del cap, así que empezará al terminar este con los niveles y premios obtenidos.
-Habrá posibilidad de muerte y daños on-rol, pero sin ejecución que eso queda feo.
-En principio es un combate amistoso (Arribor no hará pública su victoria en caso de ganar y por tanto no obtendrá recompensa), pero si Dexter gana y considera necesario entregar al pobre tuerto pues así sea.
-Isla... cualquiera del Nuevo Mundo que no de ventaja a uno u otro.
-Sin saltos de turno
-Experiencia estándar
Este reto dará su inicio en el instante en que el administrador AlexEmpanadilla de las experiencias y los premios del capítulo.
Escenario: Punk Hazard: Hace unos cuantos años la isla era una isla verde llena de vida, en ella había construidos unos laboratorios del Gobierno Mundial y de los Marines. Tras explotar el arma que estaba desarrollando Caesar Clown, dos de los Centros de Investigación se destruyeron y el gas acabó con toda la vida de la isla transformándola en un desierto, sólo el tercer edificio quedó en pie. Actualmente, la isla está rodeada por un mar de fuego en un lado y en el otro de icebergs. En el centro hay un agujero por donde el agua del mar fluye dentro de él, que separa las dos mitades de la isla y cuenta con tiburones que viven en su interior.
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1 - Comienza Dexter.
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Dexter Black
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Un dragón atravesó las heladas cumbres de la isla. El agua se cristalizaba sobre sus escamas azules y en sus ojos brillaba un relámpago azul. El clamor de la tormenta se acercaba. Hacía unos meses había combatido contra un pirata, Arribor Neus, y lo había derrotado casi por suerte durante el Torneo Tándem de Dressrosa. Los recuerdos de su victoria iban olvidándose poco a poco, eclipsadas ligeramente por la derrota del gobierno en lo que ahora eran las ruinas de Mariejoa. Cada vez más oculto, cada vez más anegada su mente por recuerdos dolorosos la miel de la victoria se hacía amarga. Aquello mismo había debido sentir el antiguo Yonkaikyo cuando perdió tan cerca de la cumbre, y seguramente a eso se debía la petición de revancha. Solos. Uno contra uno. Ni Minato ni Alex interfiriendo, un verdadero choque de titanes.
Dos gigantescas patas se detuvieron sobre el suelo casi candente, caliente y rodeado de lava. Por un lado helado, por el otro hirviente, y el dragón se tornó humano. Dexter Black se mostraba en aquel lugar listo para dar el combate de gracia a aquel inesperado amigo. Era curioso, pues de todas sus batallas acababa por hacer amigos, más o menos normales, y forjando rivalidades que, a veces, llegaban a ser decepcionantes. Esperaba que Arribor en solitario fuera la masa imparable que decían las leyendas.
-Espero que no tarde mucho- dijo, frotándose las manos. Hacía frío y calor a la vez, era desagradable. La leyenda de cómo había llegado la isla a ser así decía que dos almirantes se enfrentaron, pero ni siquiera el poder de Karl contra el gorosei al completo había llegado a acercarse a lo que podían contemplar sus ojos. Pero, obviamente, iba a intentar revertir aquello con ayuda de Arribor. Pasarían a la historia, pero nadie sabría el resultado.
"Esto será divertido".
Dos gigantescas patas se detuvieron sobre el suelo casi candente, caliente y rodeado de lava. Por un lado helado, por el otro hirviente, y el dragón se tornó humano. Dexter Black se mostraba en aquel lugar listo para dar el combate de gracia a aquel inesperado amigo. Era curioso, pues de todas sus batallas acababa por hacer amigos, más o menos normales, y forjando rivalidades que, a veces, llegaban a ser decepcionantes. Esperaba que Arribor en solitario fuera la masa imparable que decían las leyendas.
-Espero que no tarde mucho- dijo, frotándose las manos. Hacía frío y calor a la vez, era desagradable. La leyenda de cómo había llegado la isla a ser así decía que dos almirantes se enfrentaron, pero ni siquiera el poder de Karl contra el gorosei al completo había llegado a acercarse a lo que podían contemplar sus ojos. Pero, obviamente, iba a intentar revertir aquello con ayuda de Arribor. Pasarían a la historia, pero nadie sabría el resultado.
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El pirata sin corazón atravesó las calles ardientes de Punk Hazard, acompañado como siempre por su extraña mascota. El crepitar de las llamas a su alrededor era tan intenso como el sofocante calor pero por alguna razón se veían nubes de tormenta más allá, por encima de los edificios. Quizás si le hubiera interesado le habría dado más importancia pero no tenía especial interés por el clima del Nuevo Mundo. Sus experiencias en ese mar le habían enseñado que intentar comprenderlo era como predecir el comportamiento de un loco... o el suyo propio. Un ejemplo de la locura de ese lugar lo había vivido en sus propias carnes solo un rato antes, cuando había intentado pescar. Nunca había tenido una gran vocación pesquera pero como buen cocinero sabía cuando tenía que dejar de comer comida semi-caducada y buscar alimento fresco. Si el pez no hubiese resultado medir treinta metros y no hubiese arrastrado su pequeño barco "prestado" hasta aquel infierno habría sido un buen día.
Pero no tardó en darse cuenta de que aquel lugar era donde debía estar. Había pasado poco tiempo desde la batalla de Mariejoa, o como él la llamaba, El Día de los Peces. Aquel día no quiso quedarse a limpiar el suelo encharcado de sangre y raspas de sardina pero no pudo evitar seguir la pista de un hombre: el Shichibukai Dexter... lo que sea, un tipo con el que tenía una deuda; una de esas deudas sin demasiado sentido pero que a gente como él le resultaban irresistibles. La última vez que se vieron, y de hecho la primera, fue en un combate por parejas que no acabó precisamente bien, pero estaba seguro de que en un uno contra uno la cosa cambiaría. No sabía como de poderoso sería aquel tipo pero si lo que se contaba era cierto probablemente tendría que haber dejado testamento o algo así. No podía evitar que eso le gustase.
En cuanto vio al hombre-dragón allí plantado se olvidó del fuego, ni siquiera las inexplicables montañas heladas que había al otro lado de un lago le preocupaban lo más mínimo, aunque después tendría que preguntarse un par de cosas sobre aquella isla. Como de costumbre no recordaba su cara, aunque le provocaba la misma sensación que la última vez: un deseo extraño de teñirle un lado del pelo para igualarlo. -Apártate Franklin. -le dijo a la morsa-dial mientras lo cogía de la cabeza y esta volvía a su forma de concha. El pirata lo guardó en el interior de su chaqueta oscura, dejó a un lado el saco donde guardaba sus cosas y se aproximó al Shichibukai. No pudo evitar tronar sus dedos mientras se acercaba, al fin y al cabo ambos sabían a lo que iban. -Hace un bonito día, ¿no te parece? ¿Qué tal te ha ido? -Mientras hablaba activó las púas de sus anillos y se hizo un par de pequeñas heridas en las manos. No le gustaba la charla banal pero no eran animales... bueno su oponente si lo era pero no en ese sentido. Arribor esbozó una sonrisa extraña y se preparó. -Bueno, empezamos cuando quieras.
Pero no tardó en darse cuenta de que aquel lugar era donde debía estar. Había pasado poco tiempo desde la batalla de Mariejoa, o como él la llamaba, El Día de los Peces. Aquel día no quiso quedarse a limpiar el suelo encharcado de sangre y raspas de sardina pero no pudo evitar seguir la pista de un hombre: el Shichibukai Dexter... lo que sea, un tipo con el que tenía una deuda; una de esas deudas sin demasiado sentido pero que a gente como él le resultaban irresistibles. La última vez que se vieron, y de hecho la primera, fue en un combate por parejas que no acabó precisamente bien, pero estaba seguro de que en un uno contra uno la cosa cambiaría. No sabía como de poderoso sería aquel tipo pero si lo que se contaba era cierto probablemente tendría que haber dejado testamento o algo así. No podía evitar que eso le gustase.
En cuanto vio al hombre-dragón allí plantado se olvidó del fuego, ni siquiera las inexplicables montañas heladas que había al otro lado de un lago le preocupaban lo más mínimo, aunque después tendría que preguntarse un par de cosas sobre aquella isla. Como de costumbre no recordaba su cara, aunque le provocaba la misma sensación que la última vez: un deseo extraño de teñirle un lado del pelo para igualarlo. -Apártate Franklin. -le dijo a la morsa-dial mientras lo cogía de la cabeza y esta volvía a su forma de concha. El pirata lo guardó en el interior de su chaqueta oscura, dejó a un lado el saco donde guardaba sus cosas y se aproximó al Shichibukai. No pudo evitar tronar sus dedos mientras se acercaba, al fin y al cabo ambos sabían a lo que iban. -Hace un bonito día, ¿no te parece? ¿Qué tal te ha ido? -Mientras hablaba activó las púas de sus anillos y se hizo un par de pequeñas heridas en las manos. No le gustaba la charla banal pero no eran animales... bueno su oponente si lo era pero no en ese sentido. Arribor esbozó una sonrisa extraña y se preparó. -Bueno, empezamos cuando quieras.
Dexter Black
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El Shichibukai sonrió. Por fin había llegado, y podrían partirse la cara a gusto. ¿Por qué siempre acababa a golpes un pacifista como él? Tal vez porque no era pacifista, ni pacífico, ni nada por el estilo. Aunque buscaba la calma en cierto modo. "Tú, buscando calma... ¿Para qué vienes aquí entonces?", dijo su mente con tono de superioridad, y no pudo evitar sentirse ligeramente avergonzado de sí mismo, aunque pronto todo pasó, y su mirada chocó con la del tuerto, que había guardado en el bolsillo una morsa. Si no hubiera visto esas locuras más veces probablemente se habría asustado, y, de hecho, casi lo conseguía. El tuerto era un hombre extraño y siniestro, pero el dragón podía igualarlo, o eso creía.
-Arribor Neus- dijo, con un tono respetuoso en cierta manera-. Llevaba esperando tu visita mucho tiempo, queriendo enseñarte algunas cosas que he aprendido a lo largo de este tiempo- cerró la boca y formó una sonrisa más aparente que la anterior-. Tan sólo escucha.
Un leve silbido en el hielo, y detrás del Zafiro Negro miles de esquirlas comenzaron a llover, producto de su haki del rey liberado sobre toda la zona. Un chasquido final, y un pico de hielo cayó al suelo, a su lado, vibrando. A veces se sorprendía de tener tanto poder, y se sentía un irresponsable. ¿Era una buena forma de utilizar de forma tan frívola un poder tan majestuoso? Era el aura de dioses, la voluntad del conquistador, una descarga en bruto que hacía desmayar a los débiles. Por fortuna notaba que el pirata era una persona fuerte, ¿Tal vez lo suficiente para resistir? Quién sabe.
La lava salpicó de forma recta, cortada igual que la montaña de hielo, y dos hojas de viento surgieron en sus manos, con un tono azulado.
-Sin medias tintas, ¿Verdad?
Su cara reflejó marcialidad, y la sonrisa se desvaneció. Las hojas relampaguearon, cargadas de electricidad, y se lanzó a por él de cabeza, al más puro estilo Midorima, sin pnsar, sólo intentando golpear donde fuera, y en el último momento haría una finta para aparecer a la derecha del criminal y hacerle un ligero corte en el brazo. Con una diferencia a Midorima, él estaría bastante atento para que no lo golpeara en el proceso Arribor.
Golpe sencillito [AIF]
-Arribor Neus- dijo, con un tono respetuoso en cierta manera-. Llevaba esperando tu visita mucho tiempo, queriendo enseñarte algunas cosas que he aprendido a lo largo de este tiempo- cerró la boca y formó una sonrisa más aparente que la anterior-. Tan sólo escucha.
Un leve silbido en el hielo, y detrás del Zafiro Negro miles de esquirlas comenzaron a llover, producto de su haki del rey liberado sobre toda la zona. Un chasquido final, y un pico de hielo cayó al suelo, a su lado, vibrando. A veces se sorprendía de tener tanto poder, y se sentía un irresponsable. ¿Era una buena forma de utilizar de forma tan frívola un poder tan majestuoso? Era el aura de dioses, la voluntad del conquistador, una descarga en bruto que hacía desmayar a los débiles. Por fortuna notaba que el pirata era una persona fuerte, ¿Tal vez lo suficiente para resistir? Quién sabe.
La lava salpicó de forma recta, cortada igual que la montaña de hielo, y dos hojas de viento surgieron en sus manos, con un tono azulado.
-Sin medias tintas, ¿Verdad?
Su cara reflejó marcialidad, y la sonrisa se desvaneció. Las hojas relampaguearon, cargadas de electricidad, y se lanzó a por él de cabeza, al más puro estilo Midorima, sin pnsar, sólo intentando golpear donde fuera, y en el último momento haría una finta para aparecer a la derecha del criminal y hacerle un ligero corte en el brazo. Con una diferencia a Midorima, él estaría bastante atento para que no lo golpeara en el proceso Arribor.
Golpe sencillito [AIF]
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A su espalda una ciudad ardiendo, frente a él un páramo helado y entre ambos dos monstruos a punto de enfrentarse. -"Interesante." -pensó el pirata al contemplar el despliegue de poder de su rival. El dragón había extendido su Haki hasta el punto de afectar a su entorno, tanto en el lado ardiente como en el congelado, pero no le sorprendió ver que era capaz de usar la Ambición de esa forma. Varias gotas de lava se elevaron por doquier mientras un grueso fragmento de hielo caía derribado como una hoja en pleno otoño. No pudo evitar esbozar una sonrisa de expectación. Casi por instinto, Arribor desplegó su propio Haki para contrarrestar el del Shichibukai. La unión de ambos poderes agrietó varios edificios en llamas, provocando algún que otro derrumbe entre las dañadas estructuras, los picos helados más cercanos se fragmentaron y grandes pedazos de hielo cayeron con fuerza mientras en el aire chocaban las voluntades de ambos conquistadores.
-No esperaba menos. -El aire se sacudió por última vez y Dexter pasó al ataque, usando dos espadas semi-transparentes y aparentemente electrificadas. Se había lanzado de frente a por él, casi como él mismo habría hecho, aunque sabía que no podía confiarse. Aquel tipo poseía extraños poderes y no iba a bajar la guardia. De la herida de su mano izquierda empezó a surgir sangre, con la cual creó una pequeña red que interpuso entre ambos. El luchador extendió el brazo hacia fuera para intentar capturar al dragón, pero este le sorprendió con una finta en el último momento. Le resultó interesante ver que el mismo se dirigía hacia su brazo derecho, casi como si le pidiese que le atacara.
Arribor se movió lo justo para intentar esquivar sus cortes, aunque una de las hojas llegó a cortarle en el brazo. Estaba acostumbrado a ese tipo de heridas aunque la sacudida de la electricidad le resultó bastante molesta. Mientras el hombre dragón pasaba a su lado, el pirata extendió la red de su mano izquierda para tratar de atrapar sus piernas mientras que de su mano derecha surgían varias esferas de sangre tan pequeñas como canicas. Usando su habilidad hizo que las esferas volasen hacia la cabeza de Dexter y lo siguiesen, de forma que explotasen en el momento justo. Sabía que no sería suficiente para hacerle mucho daño pero contaba con que esa distracción le impidiese evitar la red. Pero no pretendía tenerlo sujeto mucho tiempo, de hecho, su única intención era arrastrarlo hacia su brazo izquierdo, deshacer la red de sangre y lanzarle un puñetazo descendente con el mismo brazo para estrellar su cabeza contra el suelo. Sería como un pequeño saludo.
Puñetazo descendente + Red de sangre + miniexplosiones [AI]
-No esperaba menos. -El aire se sacudió por última vez y Dexter pasó al ataque, usando dos espadas semi-transparentes y aparentemente electrificadas. Se había lanzado de frente a por él, casi como él mismo habría hecho, aunque sabía que no podía confiarse. Aquel tipo poseía extraños poderes y no iba a bajar la guardia. De la herida de su mano izquierda empezó a surgir sangre, con la cual creó una pequeña red que interpuso entre ambos. El luchador extendió el brazo hacia fuera para intentar capturar al dragón, pero este le sorprendió con una finta en el último momento. Le resultó interesante ver que el mismo se dirigía hacia su brazo derecho, casi como si le pidiese que le atacara.
Arribor se movió lo justo para intentar esquivar sus cortes, aunque una de las hojas llegó a cortarle en el brazo. Estaba acostumbrado a ese tipo de heridas aunque la sacudida de la electricidad le resultó bastante molesta. Mientras el hombre dragón pasaba a su lado, el pirata extendió la red de su mano izquierda para tratar de atrapar sus piernas mientras que de su mano derecha surgían varias esferas de sangre tan pequeñas como canicas. Usando su habilidad hizo que las esferas volasen hacia la cabeza de Dexter y lo siguiesen, de forma que explotasen en el momento justo. Sabía que no sería suficiente para hacerle mucho daño pero contaba con que esa distracción le impidiese evitar la red. Pero no pretendía tenerlo sujeto mucho tiempo, de hecho, su única intención era arrastrarlo hacia su brazo izquierdo, deshacer la red de sangre y lanzarle un puñetazo descendente con el mismo brazo para estrellar su cabeza contra el suelo. Sería como un pequeño saludo.
Puñetazo descendente + Red de sangre + miniexplosiones [AI]
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Dexter logró impactar contra el brazo del pirata, que no pareció resultarle mucho más molesta que un par de manos haciéndole cosquillas. Era de esperar, ya que el golpe había sido muy sencillo y su oponente poseía unas habilidades extraordinarias, excepcionales, incluido su dominio del Haki del rey. Mientras estaba a punto de atacar de nuevo, esta vez contra su espalda, una red lo tomó de su pierna izquierda y perdió por completo el equilibrio, y debió rodar en el suelo mientras unas esferas desconocidas explotaban en su espalda, perforando el quinto de los doscientos cincuenta y nueve abrigos exactamente iguales que había comprado cuando se le rompió el duodécimo que compró de forma individual, y, en un orden menor de importancia, quemaron parte de su piel, lo que se resumió en un dolor intenso durante un instante. Mañana iba a escocerle, aunque sabiendo delante de quién estaba podría haber sido peor.
-Veo que sigues mejorando-dijo, levantándose-. Tenía miedo de que venir aquí fuese perder el tiempo.
Algunas estructuras de hielo temblaban y se partían por la tensión a la que sus presencias sometían la isla, y dejó que de nuevo su haki partiera las esquirlas que iban a él, e incluso se elevó un par de palmos en el aire para que los temblores por el peso en aquella zona no lo hicieran desestabilizarse. "Hm... ¿Qué puedo ofrecerte para este combate, Arribor?", pensó mientras lo miraba sin tener demasiado claro qué deseaba hacer. "Luchar, obviamente es lo que quieres", soltó su mente, y se preparó para el combate en serio.
Un remolino de viento azulado surgió a sus pies, y con él se lanzó sobre el pirata. Cuando estuviera lo suficientemente cerca su espada se desvanecería, y un muro de viento impregnado con haki armadura ocuparía su lugar, haciendo un daño contundente. No estaba muy original con sus ataques, pero prefería calentar un poco antes de darlo todo. Suponía que su compañero también.
Muro de viento [AM]
-Veo que sigues mejorando-dijo, levantándose-. Tenía miedo de que venir aquí fuese perder el tiempo.
Algunas estructuras de hielo temblaban y se partían por la tensión a la que sus presencias sometían la isla, y dejó que de nuevo su haki partiera las esquirlas que iban a él, e incluso se elevó un par de palmos en el aire para que los temblores por el peso en aquella zona no lo hicieran desestabilizarse. "Hm... ¿Qué puedo ofrecerte para este combate, Arribor?", pensó mientras lo miraba sin tener demasiado claro qué deseaba hacer. "Luchar, obviamente es lo que quieres", soltó su mente, y se preparó para el combate en serio.
Un remolino de viento azulado surgió a sus pies, y con él se lanzó sobre el pirata. Cuando estuviera lo suficientemente cerca su espada se desvanecería, y un muro de viento impregnado con haki armadura ocuparía su lugar, haciendo un daño contundente. No estaba muy original con sus ataques, pero prefería calentar un poco antes de darlo todo. Suponía que su compañero también.
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Apenas una herida superficial, como esperaba del Shichibukai. Su ataque, aunque había sido poco más que un burdo calentamiento, había tenido menos efecto del que esperaba, y curiosamente no sabía si eso era bueno o malo. Supuso que bueno, si una técnica de ese nivel hubiese supuesto un problema para el hombre dragón, el combate no habría sido divertido. Aunque tenía la sensación de que había tardado un poco más de lo normal en reaccionar. -No te preocupes, no perderemos el tiempo. Pero no te prometo que no perdamos algo más valioso. -afirmó Arribor sonriendo mientras el hielo se resquebrajaba bajo la presencia que tanto su rival, como él mismo ahora, desprendían. Iban a dejar huella en ese lugar, aunque la isla no parecía demasiado concurrida precisamente; tal vez nadie supiese que aquella batalla había tenido lugar.
Dexter se lanzó hacia él a gran velocidad, impulsado por o que parecía ser un remolino. Bien pensado, sí que recordaba que era capaz de algo así aunque no sabía que podía usar el aire para moverse él mismo. El pirata se preparó para repeler su ataque, cuando de repente la espada que portaba el Shichibukai desapareció y el mismo viento que usaba para moverse impactó de llenó contra él. El golpe le levantó y le desplazó un par de metros, era más fuerte de lo que cabía esperar para ser solamente aire por lo que seguramente su ofensiva incluiría algún otro truco. Pero eso no le importaba, solo lo hacía más divertido. Pisó con fuerza y se plantó firmemente en el suelo, frenando su retroceso gracias a su gran fuerza. Aparte de un par de moratones tenía una brecha en la frente y una herida en el labio, aunque, como de costumbre, ninguna de ellas sangraba.
-Bien, un ataque muy divertido. Pero seguro que puedes dar más. -Nunca había considerado que fuese buena idea provocar a sus enemigos mostrándose arrogante, pero por otro lado tampoco le había importado nunca. Disfrutaba de las batallas reñidas y su parte sensata se apagaba cuando se enzarzaba en una. El pirata sin corazón plantó la mano izquierda en el suelo y generó con su sangre y su Haki una larga y flexible lanza que sorteó el muro de viento por debajo del suelo, teniendo como objetivo al hombre dragón. Acto seguido, sin importarle si le había dado o no, saltó por encima del ataque del dragón y descargó un potente derechazo con el que desplegó su Haki. Quería hacer temblar la isla.
Lanza de sangre + Derechazo + Haki del Rey
Dexter se lanzó hacia él a gran velocidad, impulsado por o que parecía ser un remolino. Bien pensado, sí que recordaba que era capaz de algo así aunque no sabía que podía usar el aire para moverse él mismo. El pirata se preparó para repeler su ataque, cuando de repente la espada que portaba el Shichibukai desapareció y el mismo viento que usaba para moverse impactó de llenó contra él. El golpe le levantó y le desplazó un par de metros, era más fuerte de lo que cabía esperar para ser solamente aire por lo que seguramente su ofensiva incluiría algún otro truco. Pero eso no le importaba, solo lo hacía más divertido. Pisó con fuerza y se plantó firmemente en el suelo, frenando su retroceso gracias a su gran fuerza. Aparte de un par de moratones tenía una brecha en la frente y una herida en el labio, aunque, como de costumbre, ninguna de ellas sangraba.
-Bien, un ataque muy divertido. Pero seguro que puedes dar más. -Nunca había considerado que fuese buena idea provocar a sus enemigos mostrándose arrogante, pero por otro lado tampoco le había importado nunca. Disfrutaba de las batallas reñidas y su parte sensata se apagaba cuando se enzarzaba en una. El pirata sin corazón plantó la mano izquierda en el suelo y generó con su sangre y su Haki una larga y flexible lanza que sorteó el muro de viento por debajo del suelo, teniendo como objetivo al hombre dragón. Acto seguido, sin importarle si le había dado o no, saltó por encima del ataque del dragón y descargó un potente derechazo con el que desplegó su Haki. Quería hacer temblar la isla.
Lanza de sangre + Derechazo + Haki del Rey
- Nota:
- No se tú pero yo casi prefiero combate sin nomenclaturas, más cómodo ¿no crees? Pero si prefieres con nomenclatura tómate el ataque como un AID.
Dexter Black
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"Definitivamente me tengo que poner en serio", dijo su mente cuando evitó por los pelos una lanza que lo habría perforado casi por completo y, debido a ello, un Pirata descorazonado cayó sobre él, haciendo un golpe con su Presencia que terminó de rajar el pequeño islote de hielo sobre el que estaban. Fantástico, ahora empezarían a luchar en un espacio realmente pequeño que, seguramenete, se iría derritiendo en ese lago caldeado por la lava. Incluso puede que llegara a tener que salvarlo de morir ahogado. "Si no hay que jugarse la vida, no es una lucha de verdad", pensó, recordando aquella época en la que le gustaba luchar por el placer de ver sus habilidades desarrollarse y no por la adrenalina. Se estaba corrompiendo de una u otra forma.
-¡Au!- gritó, recolocándose la nariz, que pese a haberse doblado no sangraba-. Vale, ahora me voy a poner en serio.
Sus ojos cambiaron de color a un tono azul vivo, que relampagueaba. No servía de nada, pero con un poco de suerte Arribor se intimidaría ante aquel poder. El poder de cambiar el color de ojos... No, la verdad es que esa estupidez era imposible que funcionara con él. Tal vez con Midorima, pero con Arribor...
Por ello cubrió su cuerpo al completo con Haki de Armadura, quedando completamente negro salvo, obviamente, sus ojos. Porque sí, porque podía. El festival del color había empezado, y poco a poco el negro se tornaba escamas azules, y una nova de viento se gestaba a su alrededor rápidamente. Poco a poco se formaba un remolino de cuchillas a su alrededor, tan duras como sus propios puños, listas para cercenar cualquier cosa.
Y, con un puñetazo, todas comenzaron, sin dejar de girar, a dirigirse a él con una velocidad que casi no podía ni verlas. Menos mal que se apartó a tiempo tras golpear, o habría sido pasto por su propia técnica.
-¡Au!- gritó, recolocándose la nariz, que pese a haberse doblado no sangraba-. Vale, ahora me voy a poner en serio.
Sus ojos cambiaron de color a un tono azul vivo, que relampagueaba. No servía de nada, pero con un poco de suerte Arribor se intimidaría ante aquel poder. El poder de cambiar el color de ojos... No, la verdad es que esa estupidez era imposible que funcionara con él. Tal vez con Midorima, pero con Arribor...
Por ello cubrió su cuerpo al completo con Haki de Armadura, quedando completamente negro salvo, obviamente, sus ojos. Porque sí, porque podía. El festival del color había empezado, y poco a poco el negro se tornaba escamas azules, y una nova de viento se gestaba a su alrededor rápidamente. Poco a poco se formaba un remolino de cuchillas a su alrededor, tan duras como sus propios puños, listas para cercenar cualquier cosa.
Y, con un puñetazo, todas comenzaron, sin dejar de girar, a dirigirse a él con una velocidad que casi no podía ni verlas. Menos mal que se apartó a tiempo tras golpear, o habría sido pasto por su propia técnica.
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"¿Qué demonios...? Sus ojos cambian de color...". No sabía si eran sus propios ojos lo que le engañaban o si realmente aquel tipo podía manipular los suyos de esa forma tan peculiar. Su cuerpo adoptó un tono distinto también, oscuro, como si estuviese recubierto de carbón. Aquello era sin duda Haki, lo que le dificultaría las cosas a la hora de hacerle daño. El maldito dragón era resistente y que se recubriera completamente con su Haki no hacía sino complicarle más las cosas a él.
El viento comenzó a soplar con fuerza, azotándole con saña mientras se arremolinaba alrededor del dragón. No entendía qué estaba ocurriendo, pero sin duda era producto de los extraños poderes del ser al que enfrentaba. Pero le daba igual, eso únicamente servía para aumentar el reto que suponía aquella batalla y ya se imaginaba a sí mismo destrozando todos los trucos que tuviera bajo su manga. Se sentía repleto de energía; una parte de su ser sentía como si llevasen una eternidad con aquel combate.
Arribor se disponía a saltar de nuevo contra su rival, para no dejarle actuar como quisiera y preparar alguna ofensiva, pero tardó demasiado. Antes de poder despegarse un centímetro del suelo, ya se encontraba volando por los aires. El mismo viento era el que lo golpeaba, sajando su cuerpo como si tuviese vida propia. Usó su Haki para cubrir y protegerse al menos la cabeza y las zonas vitales, pero por lo demás encajó aquel brutal ataque.
Notaba un dolor lacerante en todo el cuerpo pero las heridas por las que cualquier otro se habría desangrado no eran un problema para él. El verdadero inconveniente era que estaba a punto de caer en el lago.
La sangre comenzó a manar de su cuerpo según la voluntad de su dueño, formando una plataforma bajo él e impidiendo que tocase siquiera el agua. Se echó a reír incluso antes de levantarse. Sin duda había sido una buena idea acudir a esa isla sin dios. Cada corte le recordaba el éxtasis del combate, la adrenalina que le dominaba cuando se enfrentaba a alguien más fuerte que él.
Se incorporó a pesar de que le dolía todo como si le estuviesen matando; el dolor era parte de su forma de luchar, de su propia vida. Estuvo a punto de caer un ar de veces, pero logró mantenerse en pie. Jadeaba y sudaba a mares. Estaba cansado, pero eso era lo de menos. A lo lejos, en el lago, vio asomar la aleta de un tiburón para luego desaparecer en las profundidades. Unas gotas de su sangre volaron hacia el agua, rodeando el trozo de hielo sobre el que se posaba el dragón. Si todo iba bien atraería a los tiburones hacia él y la voracidad de las bestias haría el resto. Obviamente no lo derrotaría con eso, pero quizás ayudase.
Arribor extendió el brazo derecho, formando con su sangre una lanza carmesí que cubría también su espalda y parte de su rostro. El mismo pirata se había convertido en una lanza similar a las usadas en las justas. Usando su habilidad propulsó la plataforma de sangre sobre la que estaba y voló a gran velocidad hacia el dragón. Ir de frente no era la mejor estrategia del mundo pero era lo que le pedía el cuerpo: volar como un misil en dirección a un enemigo que ensartar. En cuanto estuviese frente a él, dejaría que su sangre se descontrolase. Haría que brotase de cada una de sus heridas, convertida en mil espadas de sangre que buscaban verter más.
El viento comenzó a soplar con fuerza, azotándole con saña mientras se arremolinaba alrededor del dragón. No entendía qué estaba ocurriendo, pero sin duda era producto de los extraños poderes del ser al que enfrentaba. Pero le daba igual, eso únicamente servía para aumentar el reto que suponía aquella batalla y ya se imaginaba a sí mismo destrozando todos los trucos que tuviera bajo su manga. Se sentía repleto de energía; una parte de su ser sentía como si llevasen una eternidad con aquel combate.
Arribor se disponía a saltar de nuevo contra su rival, para no dejarle actuar como quisiera y preparar alguna ofensiva, pero tardó demasiado. Antes de poder despegarse un centímetro del suelo, ya se encontraba volando por los aires. El mismo viento era el que lo golpeaba, sajando su cuerpo como si tuviese vida propia. Usó su Haki para cubrir y protegerse al menos la cabeza y las zonas vitales, pero por lo demás encajó aquel brutal ataque.
Notaba un dolor lacerante en todo el cuerpo pero las heridas por las que cualquier otro se habría desangrado no eran un problema para él. El verdadero inconveniente era que estaba a punto de caer en el lago.
La sangre comenzó a manar de su cuerpo según la voluntad de su dueño, formando una plataforma bajo él e impidiendo que tocase siquiera el agua. Se echó a reír incluso antes de levantarse. Sin duda había sido una buena idea acudir a esa isla sin dios. Cada corte le recordaba el éxtasis del combate, la adrenalina que le dominaba cuando se enfrentaba a alguien más fuerte que él.
Se incorporó a pesar de que le dolía todo como si le estuviesen matando; el dolor era parte de su forma de luchar, de su propia vida. Estuvo a punto de caer un ar de veces, pero logró mantenerse en pie. Jadeaba y sudaba a mares. Estaba cansado, pero eso era lo de menos. A lo lejos, en el lago, vio asomar la aleta de un tiburón para luego desaparecer en las profundidades. Unas gotas de su sangre volaron hacia el agua, rodeando el trozo de hielo sobre el que se posaba el dragón. Si todo iba bien atraería a los tiburones hacia él y la voracidad de las bestias haría el resto. Obviamente no lo derrotaría con eso, pero quizás ayudase.
Arribor extendió el brazo derecho, formando con su sangre una lanza carmesí que cubría también su espalda y parte de su rostro. El mismo pirata se había convertido en una lanza similar a las usadas en las justas. Usando su habilidad propulsó la plataforma de sangre sobre la que estaba y voló a gran velocidad hacia el dragón. Ir de frente no era la mejor estrategia del mundo pero era lo que le pedía el cuerpo: volar como un misil en dirección a un enemigo que ensartar. En cuanto estuviese frente a él, dejaría que su sangre se descontrolase. Haría que brotase de cada una de sus heridas, convertida en mil espadas de sangre que buscaban verter más.
Dexter Black
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Vale, parecía funcionar. Podía ver los cortes en el cuerpo de Arribor, y el cómo salió volando fue casi bello, pero no podía celebrarlo. Hizo un movimiento desprevenido, y casi hundió el pequeño bloque en el que estaba bajo el agua, lo que habría sido fatal. Parecía, por contra, no ser un problema para el pirata, que se apoyó en una plataforma de su propia sangre para evitar caer en el agua. Un poder muy peculiar el de su rival, manipular el fluido... ¿Podría manejar el de otros? ¿Cualquiera con sólo tocarlo? Las posibilidades eran infinitas, aunque casi podía decir con claridad que era la suya propia, sin más.
-Aún estás a tiempo de rendirte- dijo, riéndose. Sabía que no lo haría, por la misma razón que él no lo haría. Ambos luchadores, seguramente a la par en casi todos los aspectos, debían seguir hasta el fin, significase lo que significara. Uno no podía simplemente superar al otro, seguramente ambos lo sabían; era cuestión de otra cosa. Hasta caer rendidos, volver a levantarse, dar el último golpe. Una pelea digna entre ambos no se podía resolver de otra forma. No necesitaban testigos de aquello, no querían fama. Sólo era una cuestión de saber quién de los dos se atrevía a ir más allá, a superar sus propios límites. Quién era el luchador definitivo...
Arribor se lanzó de cabeza a por él, literalmente. Su brazo derecho, estirado, había formado una punta de lanza que pretendía derribarlo. O atravesarlo. Que quería pincharlo era un hecho, pero sin duda era una estrategia simple y descabellada. No necesitaba Haki de observación para ver sus intenciones, y cuando el pirata saltó a por él hecho un arma viviente se preparó para detenerlo. Aún imbuido en su armadura negra, Dexter separó los brazos y erró las palmas con fuerza, peligrosamente cerca de su corazón, pero absorbiendo toda la inercia del ataque. O eso creía, porque al instante tras detenerlo de cada herida empezó a surgir una hoja de sangre, que se lanzó a por él y de no haber soltado la punta de aquel proyectil humano lo habrían atravesado por completo. Por desgracia su concentración flaqueó y el Haki se desvaneció, pero por suerte los cortes que le hizo el pirata al caer fueron "superficiales". Casi mortales para alguien normal, pero si bien Arribor era una fuerza irrefrenable, la regeneración del dragón hacía que las embestidas como aquella se convirtiesen en simples dolores. Grandes dolores y molestias durante un rato, pero podía seguir luchando.
-Vale, veo que vas en serio- se percató de la aleta que se movía en el agua, peligrosamente cerca. De repente llegó a su cabeza la imagen de Arribor lanzando algo al agua, algo que no llegó a ver. ¿Sangre? Tanto daba, era hora de luchar en serio-. Tú lo has querido...
Dio un ligero salto hacia atrás, quedando al borde de la plataforma, y escuchó un rugido seguido de un temblor a sus pies. El hielo se resquebrajaba, y se iban elevando en las alturas poco a poco. Cuando se quiso fijar, un gigantesco dinosaurio mutante con una mochila aleta en el cuello estaba bajo él en lugar de la plataforma. ¿Qué demonios había pasado? Tenía la piel verde, púas por todo el lomo, y aquel cacharro... Lo entendía todo menos la aleta. ¿Un científico loco que se iba de graciosete? Una broma del destino, sin duda. Lo que estaba claro era que no iba a luchar si había alguien vigilándolo.
-Arribor... ¿Qué tal si dejamos esto para otro día? No necesitamos testigos para nuestra lucha, y esto... Bueno, es incómodo, ¿No?
Si el pirata accedía bajaría tranquilamente por el animal, ignorando la destrucción que causase, ni siquiera a aquella casual explosión de gas que sucedería de repente. Al fin y al cabo, los chicos guays no miran a las explosiones.
-Aún estás a tiempo de rendirte- dijo, riéndose. Sabía que no lo haría, por la misma razón que él no lo haría. Ambos luchadores, seguramente a la par en casi todos los aspectos, debían seguir hasta el fin, significase lo que significara. Uno no podía simplemente superar al otro, seguramente ambos lo sabían; era cuestión de otra cosa. Hasta caer rendidos, volver a levantarse, dar el último golpe. Una pelea digna entre ambos no se podía resolver de otra forma. No necesitaban testigos de aquello, no querían fama. Sólo era una cuestión de saber quién de los dos se atrevía a ir más allá, a superar sus propios límites. Quién era el luchador definitivo...
Arribor se lanzó de cabeza a por él, literalmente. Su brazo derecho, estirado, había formado una punta de lanza que pretendía derribarlo. O atravesarlo. Que quería pincharlo era un hecho, pero sin duda era una estrategia simple y descabellada. No necesitaba Haki de observación para ver sus intenciones, y cuando el pirata saltó a por él hecho un arma viviente se preparó para detenerlo. Aún imbuido en su armadura negra, Dexter separó los brazos y erró las palmas con fuerza, peligrosamente cerca de su corazón, pero absorbiendo toda la inercia del ataque. O eso creía, porque al instante tras detenerlo de cada herida empezó a surgir una hoja de sangre, que se lanzó a por él y de no haber soltado la punta de aquel proyectil humano lo habrían atravesado por completo. Por desgracia su concentración flaqueó y el Haki se desvaneció, pero por suerte los cortes que le hizo el pirata al caer fueron "superficiales". Casi mortales para alguien normal, pero si bien Arribor era una fuerza irrefrenable, la regeneración del dragón hacía que las embestidas como aquella se convirtiesen en simples dolores. Grandes dolores y molestias durante un rato, pero podía seguir luchando.
-Vale, veo que vas en serio- se percató de la aleta que se movía en el agua, peligrosamente cerca. De repente llegó a su cabeza la imagen de Arribor lanzando algo al agua, algo que no llegó a ver. ¿Sangre? Tanto daba, era hora de luchar en serio-. Tú lo has querido...
Dio un ligero salto hacia atrás, quedando al borde de la plataforma, y escuchó un rugido seguido de un temblor a sus pies. El hielo se resquebrajaba, y se iban elevando en las alturas poco a poco. Cuando se quiso fijar, un gigantesco dinosaurio mutante con una mochila aleta en el cuello estaba bajo él en lugar de la plataforma. ¿Qué demonios había pasado? Tenía la piel verde, púas por todo el lomo, y aquel cacharro... Lo entendía todo menos la aleta. ¿Un científico loco que se iba de graciosete? Una broma del destino, sin duda. Lo que estaba claro era que no iba a luchar si había alguien vigilándolo.
-Arribor... ¿Qué tal si dejamos esto para otro día? No necesitamos testigos para nuestra lucha, y esto... Bueno, es incómodo, ¿No?
Si el pirata accedía bajaría tranquilamente por el animal, ignorando la destrucción que causase, ni siquiera a aquella casual explosión de gas que sucedería de repente. Al fin y al cabo, los chicos guays no miran a las explosiones.
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El combate estaba llegando a su apogeo. El brutal intercambio de ataques de ambos contendientes amenazaba con llevarse por delante la estabilidad de la isla y, seguramente, alguna que otra extremidad de uno de ellos. Arribor no entendía cómo iba a derrotar a esa cosa a la que llamaban Dexter que tanto poder parecía tener. Supuso que no le quedaba más opción que ponerse serio e ir con todo de una vez. Se acabaron los calentamientos, había llegado el momento de descontrolarse.
Pero entonces, el engañoso lago dio a luz a una gigantesca criatura verde de apariencia reptiliana. Ésta emergió de las aguas como si algo la hubiese atraído justo debajo del dragón. "¿Tan profundo es este lago como para que viva un engendro así de grande?", caviló. Había imaginado que habría poco más que tiburones bajo el agua helada.
-¿Y ahora qué? -se planteó en voz alta. Esa cosa les miraba a Dexter y a él con una expresión similar a la curiosidad. ¿Acaso pensaba ver la batalla?
Eso sin duda estropeaba el ambiente. ¿Por qué habrían elegido una isla desierta para su combate si hubiesen querido público. Su combate era algo de honor, no un espectáculo. La indiscreta mirada de un invitado indeseado solo servía para convertir una orgullosa batalla entre dos guerreros en poco menos que un circo.
-Estoy de acuerdo. Ya acabaremos en otro momento, cuando esto no parezca un show en vivo -El pirata echó a andar hacia la costa, en dirección opuesta a la del dragón. Su combate terminaría en otra ocasión. Mientras caminaba con parsimonia, se dirigió a su rival-. Los hombres no necesitamos público para luchar.
Entonces se puso unas gafas de sol que encontró tiradas en el suelo, justo en el momento en el que algo estallaba y provocaba una explosión de gran magnitud. Pero ninguno de ellos se volvió a mirarla ni se inmutó por ella. Al fin y al cabo, los chicos guays no miran a las explosiones.
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