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Ay madre, de nuevo en la zona este de los mares. Parece ser que pasaba mucho tiempo por aquí. Aunque no todo era por gusto, de nuevo tenía trabajo que hacer. Pero esta vez, más me valía tener cuidadito. Resultase ser que me llamaron para que fuera a robar cierto objeto, de cierta base para cierta persona… La verdad es que no todos los días debía de hacer cosas de estas. Debía de colarme en la base marine del East Blue, situada en esta isla, y robar una prueba incriminatoria de un pirata. Eso me causaría problemas, bastantes, si me llegaran a pillar. Pero intentaría utilizar al máximo mis habilidades para no ser visto, con suerte no ocurriría nada. Por lo normal no debería de aceptar esta clase de trabajos, pues según me informé, dicho pirata había matado a varios marines en una isla cercana, y no sólo eso, sino que también se llevó algo bastante importante para la marina, tanto, que le buscarían donde hiciera falta. ¿Y qué debía de recuperar yo? La espada con sus huellas dactilares, que el muy inútil, estando ya fichado por la Marina, se la había dejado y llenita de sangre…
En fin, el caso es que pagaban realmente bien, y yo necesitaba dinero para cierto proyecto. Así pues llevaba ya unos días en la isla, siendo más meticuloso de lo normal. Como buen idiota que soy, y que sabéis, hubiera actuado sin pensar y a lo loco, pero no podía dejar que me trincaran, ni que me hicieran ficha. Aún no al menos, debía de pasar más tiempo, no me gustaría llamar la atención hasta que como mínimo, tuviera a alguien conmigo. Sería algo triste. Pero me voy del tema. Investigué patrones de seguridad y los descansos. Las tropas que venían de hacer guardias y los días en que iban y venían marines de otras islas de reconocimiento. Lo mejor sería colarme por la noche en el cambio de madrugada y utilizando mi habilidad oscura. Menos gente se daría cuenta y casi nadie me vería. A parte de que sin contar con los del descanso, los demás se encontrarían acostados en la parte de las habitaciones, y por supuesto, nadie vigilaría el banco de pruebas. Parecía sencillo, pero no, sería complicado.
Así pues, llegando la noche indicada en la cual me decidí por actuar, y para hacer algo de tiempo, me dio por darle placer a una parte de mis gustos e ir a una pequeño bar en el cual la música más reconocida de mediados del siglo diecinueve y veinte. En especial, la Jazz. No me llamaba mucho la atención dicho género, pero si encontraba algo bueno, merecía la pena oírlo y disfrutarlo. Con lo arcaico que era y el asco que le tenía a las nuevas tecnologías –aunque intentaba dejarlo– hacían que me quedara a gusto en ese ambiente.
Imaginen, una sala como la de aquellos maravillosos cuarenta –o eso leí en ciertos libros–. Un enorme escenario que por el centro se deslizaba de frente para ser mayor, cual pasarela. Con un micro para la artista principal y el resto para los coros que con sus vestidos de la moda de la lentejuela, hacían juego con los telones rojos de detrás. Focos pequeños, pero que daban la luz necesaria para poderlo ver todo. Todos sofás de piel, suaves al tacto y a juego con todo el entorno rojo y dorado del local, y que pegaban bastante bien con la superficie negra del escenario. Todos bien vestidos y tomándose varias copas para poderlo disfrutar. ¡Oh, sí! El hecho de conseguir estar ahí alegraba tanto como aquel que podía comer tantos bollitos rellenos ahumados como quisiere… Bueno, es posible que conseguir tal grado de felicidad era difícil, pero no imposible.
Pero en esas lores me encontraba yo, desentonando del todo por mi atuendo –el cual era el habitual– y por tener que pedir leche… Pero es que no se puede disfrutar aquello con alcohol, ¡la leche era mil veces mejor!
Así pues, con cuidado de que mi vara no estorbase en ese enorme sofá el cual disfrutaba solo, decidí reposar esperando que diera comienzo el espectáculo.
En fin, el caso es que pagaban realmente bien, y yo necesitaba dinero para cierto proyecto. Así pues llevaba ya unos días en la isla, siendo más meticuloso de lo normal. Como buen idiota que soy, y que sabéis, hubiera actuado sin pensar y a lo loco, pero no podía dejar que me trincaran, ni que me hicieran ficha. Aún no al menos, debía de pasar más tiempo, no me gustaría llamar la atención hasta que como mínimo, tuviera a alguien conmigo. Sería algo triste. Pero me voy del tema. Investigué patrones de seguridad y los descansos. Las tropas que venían de hacer guardias y los días en que iban y venían marines de otras islas de reconocimiento. Lo mejor sería colarme por la noche en el cambio de madrugada y utilizando mi habilidad oscura. Menos gente se daría cuenta y casi nadie me vería. A parte de que sin contar con los del descanso, los demás se encontrarían acostados en la parte de las habitaciones, y por supuesto, nadie vigilaría el banco de pruebas. Parecía sencillo, pero no, sería complicado.
Así pues, llegando la noche indicada en la cual me decidí por actuar, y para hacer algo de tiempo, me dio por darle placer a una parte de mis gustos e ir a una pequeño bar en el cual la música más reconocida de mediados del siglo diecinueve y veinte. En especial, la Jazz. No me llamaba mucho la atención dicho género, pero si encontraba algo bueno, merecía la pena oírlo y disfrutarlo. Con lo arcaico que era y el asco que le tenía a las nuevas tecnologías –aunque intentaba dejarlo– hacían que me quedara a gusto en ese ambiente.
Imaginen, una sala como la de aquellos maravillosos cuarenta –o eso leí en ciertos libros–. Un enorme escenario que por el centro se deslizaba de frente para ser mayor, cual pasarela. Con un micro para la artista principal y el resto para los coros que con sus vestidos de la moda de la lentejuela, hacían juego con los telones rojos de detrás. Focos pequeños, pero que daban la luz necesaria para poderlo ver todo. Todos sofás de piel, suaves al tacto y a juego con todo el entorno rojo y dorado del local, y que pegaban bastante bien con la superficie negra del escenario. Todos bien vestidos y tomándose varias copas para poderlo disfrutar. ¡Oh, sí! El hecho de conseguir estar ahí alegraba tanto como aquel que podía comer tantos bollitos rellenos ahumados como quisiere… Bueno, es posible que conseguir tal grado de felicidad era difícil, pero no imposible.
Pero en esas lores me encontraba yo, desentonando del todo por mi atuendo –el cual era el habitual– y por tener que pedir leche… Pero es que no se puede disfrutar aquello con alcohol, ¡la leche era mil veces mejor!
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El manto de luceros celestes acunaba a la bestia albina de nueve cabezas. Mientras las luciérnagas de lo más provocativos vestidos devoraban la tenue luz de la criatura. Cásales, guiados por tan provocativa luz, destinaban en alguna taberna, hotel o concierto nocturno. El comienzo de la noche mostraba el verdadero encanto de la isla. -hermoso lugar maestro. Clamó la joven, dedicando sus ojos al ritual que traía la salida de la luna. -la verdad que si hija, la noche aquí es otro mundo... Y si que lo era, coloridos letreros y bailes callejeros marcaban la actividad de las calles. Las tabernas al sur, donde un par o quizás más hombres pelean en las penumbras, dejaban ebrios y amores. Al norte, un poco más seguro y discreto, hoteles de alta rotatividad traían rienda suelta al deseo. Donde la luz era característica y buscada era en el este; grandes casinos sin relojes despluman y alegran las vidas de unos cuantos desorientados. El oeste quizás sea el espectáculo de la isla. Un gran anfiteatro daba lugar al cantar de los compositores más grandes del mar del este. Y en las periferias, tabernas con escenarios daban suerte a los más nuevos; era aquí donde el mar trajo a la joven y su maestro. Una taberna como pocas doraos por doquier hacinado juego con el micrófono del cantante. Un largo escenario para un movilidad alucinante y en el fondo los instrumentos mejor guardados. Faroles alumbraban el escenario y dejaban el resto de la taberna envuelta en una bella luz tenue. Sillones de terciopelo daban lugar a espectadores de lujo, aunque entre ellos había uno que llamaba mucho la atención.
La joven tenor preparaba su belfo con un buen rouge pasional intenso. Reflejada en un hermoso cristal delineo sus obres con un azabache que la hacían lucir la noche en su rostro. Un vestido, hasta el escenario, carmesí, hacia lucir una de sus piernas con un tajo que recorría todo su lateral. Muy provocativo y elegante a la vez, de seguro quitaría algún suspiro en la noche. Paró sus enormes pechos con un corset que hacia y se elevo sobre unos taco aguja que saco del baúl. Que contradicción era ver a esta joven guardar sus pistolas bajo el corset. Esta chica pese a que estaba cantando no se sentía segura en ningún sitio.
Abrió el telón rojo, cintos de personas esperando el canto de la sirena, pero pese a eso fijo su atención en un único muchacho. Tan impresentable como apuesto que llego a desatar una leve sonrisa al salir. No pudo ver lo que el joven estaba tomando, no podía creer que fuese leche, pero eso no le importaba mucho. Se acerco al micrófono y lo tomo con ambas manos. Poso una mirada penetrante y dulce sobre aquel joven, que solo en el sofá degustaba de su trago.
Un órgano comenzó a sonar acompañado del relinchar de un saxo, instrumentos viejos y en perfecto estado hacían de la banda un completo vintage. Entonces una melodía opaco la belleza del grupo de instrumentos, y se fusiono con ellos. Una voz calida y tierna puso la esencia en el lugar, una gladiadora del jazz era la hermosa peli azul. La gente comenzó a deleitar semejante néctar, mientras que la tenor encantaba sus obres con aquel muchacho en el sillón. Lo ojeaba, le sonreía lo pervertía cada vez que dejaba ver su pierna entre el tajo del vestido y le regalaba el color de sus bragas. Le obsequio cada estrofa, cada gesto; estaba tentada con aquel muchacho en el sillón de terciopelo…
La joven tenor preparaba su belfo con un buen rouge pasional intenso. Reflejada en un hermoso cristal delineo sus obres con un azabache que la hacían lucir la noche en su rostro. Un vestido, hasta el escenario, carmesí, hacia lucir una de sus piernas con un tajo que recorría todo su lateral. Muy provocativo y elegante a la vez, de seguro quitaría algún suspiro en la noche. Paró sus enormes pechos con un corset que hacia y se elevo sobre unos taco aguja que saco del baúl. Que contradicción era ver a esta joven guardar sus pistolas bajo el corset. Esta chica pese a que estaba cantando no se sentía segura en ningún sitio.
Abrió el telón rojo, cintos de personas esperando el canto de la sirena, pero pese a eso fijo su atención en un único muchacho. Tan impresentable como apuesto que llego a desatar una leve sonrisa al salir. No pudo ver lo que el joven estaba tomando, no podía creer que fuese leche, pero eso no le importaba mucho. Se acerco al micrófono y lo tomo con ambas manos. Poso una mirada penetrante y dulce sobre aquel joven, que solo en el sofá degustaba de su trago.
Un órgano comenzó a sonar acompañado del relinchar de un saxo, instrumentos viejos y en perfecto estado hacían de la banda un completo vintage. Entonces una melodía opaco la belleza del grupo de instrumentos, y se fusiono con ellos. Una voz calida y tierna puso la esencia en el lugar, una gladiadora del jazz era la hermosa peli azul. La gente comenzó a deleitar semejante néctar, mientras que la tenor encantaba sus obres con aquel muchacho en el sillón. Lo ojeaba, le sonreía lo pervertía cada vez que dejaba ver su pierna entre el tajo del vestido y le regalaba el color de sus bragas. Le obsequio cada estrofa, cada gesto; estaba tentada con aquel muchacho en el sillón de terciopelo…
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Se abre el telón y comienza el espectáculo. Al menos, no paraba de esperar que eso sucediese. Entrantes y guarniciones musicales eran las que intentaban complacer a un unánime público que deseaba el plato principal de la noche. Yo me deleitaba con lo que fuese, puesto que hacía ya mucho tiempo de la última vez que tenía el tiempo suficiente como para disfrutar de una bonita velada como aquella. Así pues, ahí estaba yo, sentado en mi sillón sin compartir, degustando mi láctea bebida en solitario, y tan sólo seguido por mi apreciada vara. El disfrute nocturno continuaba. Otras personas me miraban fijamente, clavando sus ojos como dagas lanzadas a un objetivo sobre un círculo giratorio. ¿Qué? Me molaba el circo, y ese número era espectacular. El caso es que parecía que si no vestía de gala como aquellas personas, no era aceptado. Menuda tontería, más valía que se metieran en sus asuntos antes de reprocharme nada, sólo por ir descalzo, con medio pecho descubierto, unos ropajes poco habituales e ir con una vara por el mundo, no soy un tipo raro. El único que se acercaba era el camarero para traerme más leche –y me faltaban las galletitas–. Bueno, puede que en realidad eso sea poco común. Meh.
Sin embargo, y aunque todas las miradas eran maliciosas, sentía que una no lo era en el mal sentido. Eso me hacía sentir extraño. Pero no era momento de pensar en ello, sino de disfrutar del espectáculo que comenzaba. Ya.
Se abre el telón y comienza el espectáculo. Un pequeño grupo de coro comenzaba haciendo un leve sonidito producido por la mezcla de dos pequeñas vocales. De forma casi susurrante, suave y que daba la estelar entrada de la cantante. Y ¡guau, leñe! Me comentaban que en estos lugares siempre mujeres hermosas serían las que merodeasen, mirasen y cantasen, pero jamás me hubiera imaginado nada igual. Aquella cabellera inigualable y jamás vista antes por mis ojos la hacían diferente, intrigante, y que los focos llamasen su atención. Deslumbraba gracias a su vestido de color escarlata, haciendo juego con mis cabellos. Un tajo en el vestido de la hermosa mujer hacía que los espectadores se deleitasen con su pierna, la cual –junto a alguna que otra amiga suya– se dejaba ver de forma coqueta, cosa que era apreciada sobre todo por mi parte.
Ahora lo entendía. Comenzó a salir de su boca una hermosa melodía acompañada de fieles instrumentos guiados por sus intérpretes, formando algo conocido como el Jazz. Y mientras tanto, unas penetrantes miradas se fijaban y se introducían en mis carnes. Era su mirada la que me producía cierto placer emocional. Extraño. Pero a fin de cuentas, en esta sala yo mismo era un extraño. La verdad es que tenía una muy bonita voz, me gustaba. Y por qué no, tal vez pudiera invitarle a una copa una vez su función terminase. Así pues esperé paciente, y tranquilo, mientras terminaba mi trago y pedía uno de repuesto –Más valía que me detuviera o se me subiría pronto la leche a la cabeza, válgame–. No solamente yo, sino que todos los demás individuos se excitaban al escuchar a la joven hacer sonar su voz. Y fue espectacular mientras duró. Yo le respondía con una sonrisa pícara a aquellas miradas lanzadas.
Así pues, cuando terminó su actuación, no pude evitar levantarme y aplaudir, mientras me acercaba lentamente a ella. –Enhorabuena, ha sido una gran actuación. –Decía levemente a la muchacha. Aún tenía tiempo antes de infiltrarme en la base marine, no habría problemas por charlar un poco. Mejor sea que el camarero ponga más leche en la nevera.
Sin embargo, y aunque todas las miradas eran maliciosas, sentía que una no lo era en el mal sentido. Eso me hacía sentir extraño. Pero no era momento de pensar en ello, sino de disfrutar del espectáculo que comenzaba. Ya.
Se abre el telón y comienza el espectáculo. Un pequeño grupo de coro comenzaba haciendo un leve sonidito producido por la mezcla de dos pequeñas vocales. De forma casi susurrante, suave y que daba la estelar entrada de la cantante. Y ¡guau, leñe! Me comentaban que en estos lugares siempre mujeres hermosas serían las que merodeasen, mirasen y cantasen, pero jamás me hubiera imaginado nada igual. Aquella cabellera inigualable y jamás vista antes por mis ojos la hacían diferente, intrigante, y que los focos llamasen su atención. Deslumbraba gracias a su vestido de color escarlata, haciendo juego con mis cabellos. Un tajo en el vestido de la hermosa mujer hacía que los espectadores se deleitasen con su pierna, la cual –junto a alguna que otra amiga suya– se dejaba ver de forma coqueta, cosa que era apreciada sobre todo por mi parte.
Ahora lo entendía. Comenzó a salir de su boca una hermosa melodía acompañada de fieles instrumentos guiados por sus intérpretes, formando algo conocido como el Jazz. Y mientras tanto, unas penetrantes miradas se fijaban y se introducían en mis carnes. Era su mirada la que me producía cierto placer emocional. Extraño. Pero a fin de cuentas, en esta sala yo mismo era un extraño. La verdad es que tenía una muy bonita voz, me gustaba. Y por qué no, tal vez pudiera invitarle a una copa una vez su función terminase. Así pues esperé paciente, y tranquilo, mientras terminaba mi trago y pedía uno de repuesto –Más valía que me detuviera o se me subiría pronto la leche a la cabeza, válgame–. No solamente yo, sino que todos los demás individuos se excitaban al escuchar a la joven hacer sonar su voz. Y fue espectacular mientras duró. Yo le respondía con una sonrisa pícara a aquellas miradas lanzadas.
Así pues, cuando terminó su actuación, no pude evitar levantarme y aplaudir, mientras me acercaba lentamente a ella. –Enhorabuena, ha sido una gran actuación. –Decía levemente a la muchacha. Aún tenía tiempo antes de infiltrarme en la base marine, no habría problemas por charlar un poco. Mejor sea que el camarero ponga más leche en la nevera.
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La luz tenue se enciende, las copas se estacionan en las mesas y los rostros se petrifican. Un micrófono totalmente embalsamado con miel, el solfeo más pintoresco clamó y con él la primavera. La musa erguida recibió la ola desesperada de aplausos con una humilde reverencia. Envuelta en tan encantador cantar de manos le regala una sonrisa a su más cautivador escucha. - Gracias... mi canto es para ustedes y ustedes lo enaltecen con tal estallido de manos. Su canto es el del mar... La gente ríe marcando el fin del espectáculo, junto con los aplausos de su maestro en un rincón. En las penumbras hace luz para Ren. Ella necesitaba la aprobación de su mentor necesitaba, ser mirada por su único amigo. Un guiño cómplice y compinche, apartado del revoltijo del público, regala a él viejo y su aprobación de palmas.
El saludo puede ser infinito cuando el público enaltece el trabajo y esfuerzo con aplausos y excesos, pero era fundamental cobrarle al patrón el momento que el cielo danzo en su solfeo. Antes, del momento de saldar cuentas por su voz, se acerca el hidalgo apuesto, al que sus obres cazaron sólo en su sillón. -muchas gracias. La magia la pone el público al encarnar la letra. El éxito de la noche tiene su nombre, yo sólo le doy música a sus aventuras. Ella lo seguía mirando exaltada, era algo que no se veía a diario en una taberna under. -estas perdido acaso, o fue el olor a leche que te trajo. Con una pícara sonrisa y un murmuró risueño.- ¿Es leche verdad? Cuestiona señalando con la mirada el vaso vacío en la mesa. Sin dudas era un cazador de mundos, un aventurero, un soñador. Esa facha era la de un luchador- ¿Bucanero o Marine? Cuestiono -Eres un Marine sin excesos, lo digo por la leche jaja... suelta un gran carcajada... -Disculpa es leche, que gracioso. El néctar blanco estaba asociado a los más pequeños y ello era un simbolismo de debilidad.
Ajena ahora de prepucios le pide al moso un poco de leche y un whisky en las rocas. Invita al gato a sentarse en el sillón de terciopelo para tener una velada un poco mas intima…
El saludo puede ser infinito cuando el público enaltece el trabajo y esfuerzo con aplausos y excesos, pero era fundamental cobrarle al patrón el momento que el cielo danzo en su solfeo. Antes, del momento de saldar cuentas por su voz, se acerca el hidalgo apuesto, al que sus obres cazaron sólo en su sillón. -muchas gracias. La magia la pone el público al encarnar la letra. El éxito de la noche tiene su nombre, yo sólo le doy música a sus aventuras. Ella lo seguía mirando exaltada, era algo que no se veía a diario en una taberna under. -estas perdido acaso, o fue el olor a leche que te trajo. Con una pícara sonrisa y un murmuró risueño.- ¿Es leche verdad? Cuestiona señalando con la mirada el vaso vacío en la mesa. Sin dudas era un cazador de mundos, un aventurero, un soñador. Esa facha era la de un luchador- ¿Bucanero o Marine? Cuestiono -Eres un Marine sin excesos, lo digo por la leche jaja... suelta un gran carcajada... -Disculpa es leche, que gracioso. El néctar blanco estaba asociado a los más pequeños y ello era un simbolismo de debilidad.
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Allí estaba de nuevo, como la gente solía decir... ¿Todas las rutas marítimas llevan a Shellstown? Sospechaba que el dicho no era así, pero parecía cierto para mí, en aquel momento. Y al menos era una isla donde siempre me habían pasado cosas tranquilas, que recordaba con cariño como a Or... "ange. Debería dejar de pensar en eso. Así no avanzo." Sacudí la cabeza, mas una sonrisa traicionera se dibujó igualmente en mi cara. Estaba feliz sin ni siquiera un motivo y no era algo que me permitiera a mí misma ignorar, como la tristeza o la ira. Caminaba a saltitos por una calle empedrada, tratando de pisar ciertas piedras y otras no, bajo un criterio bastante aleatorio y que seguramente nadie entendería excepto yo. ¿Qué más daba? Las vainas de las katanas se entrechocaban haciendo un curioso ruidito. Iba sin rumbo hasta que empecé a seguir algo sin darme cuenta en un principio de que lo hacía. Una melodía que llegaba un poco difusa hasta alguno de mis sentidos, aunque en cierto modo complacía también a los demás. Suspiré. No era el tipo de música que más me gustaba, pero sonaba bien y tenía algo especial. Quizás era muy lenta... También era capaz de hipnotizar.
Acabé ante la puerta de un local, llevada allí como sonámbula. Ni me fijé en su exterior, solo me apoyé contra la pared al lado de la puerta y escuché. En mi delirio, mientras la música me llevaba lejos, un gorila (como si de una discoteca se tratara aquello, y vaya, no tenía nada que ver) me miraba con cara de malas pulgas.
-Si quieres oírla, entra y consume, si no, lárgate -gruñó de forma casi incomprensible. Las palabras no eran necesarias con el tono que me dedicaba; sirvieron para despertarme. Lo serio que aparentaba ser el lugar y que alguien lo estropeara con ese trato...
Me decidí y entré. Lamentablemente para cuando lo hice ya nadie cantaba, solo se escuchaba música ambiente, y se notaba que el ambiente acalorado, aunque no por la música. Un cóctel de hormonas. ¿Alguna vez había sido yo de aquella manera? Lo dudaba, no era mi estilo. Caminé entre gente vestida de forma formal en comparación conmigo, salvo alguna excepción hasta llegar a la barra, donde pedí que me recomendaran algo sin saber muy bien qué tomar. Tampoco era algo que me importara demasiado.
Miré alrededor, escudriñando las caras, buscando algunas que pudiera reconocer o me llamara la atención, pero nada. Sólo había alguien que al parecer desentonaba. ¿Quién sería aquel chico de atuendo estrafalario? Mi ropa, aun gastada como estaba, no destacaba tanto; cuadraría más con cualquier taberna. Me quedé embobada mirando cualquier tontería mientras esperaba unas palabras.
Acabé ante la puerta de un local, llevada allí como sonámbula. Ni me fijé en su exterior, solo me apoyé contra la pared al lado de la puerta y escuché. En mi delirio, mientras la música me llevaba lejos, un gorila (como si de una discoteca se tratara aquello, y vaya, no tenía nada que ver) me miraba con cara de malas pulgas.
-Si quieres oírla, entra y consume, si no, lárgate -gruñó de forma casi incomprensible. Las palabras no eran necesarias con el tono que me dedicaba; sirvieron para despertarme. Lo serio que aparentaba ser el lugar y que alguien lo estropeara con ese trato...
Me decidí y entré. Lamentablemente para cuando lo hice ya nadie cantaba, solo se escuchaba música ambiente, y se notaba que el ambiente acalorado, aunque no por la música. Un cóctel de hormonas. ¿Alguna vez había sido yo de aquella manera? Lo dudaba, no era mi estilo. Caminé entre gente vestida de forma formal en comparación conmigo, salvo alguna excepción hasta llegar a la barra, donde pedí que me recomendaran algo sin saber muy bien qué tomar. Tampoco era algo que me importara demasiado.
Miré alrededor, escudriñando las caras, buscando algunas que pudiera reconocer o me llamara la atención, pero nada. Sólo había alguien que al parecer desentonaba. ¿Quién sería aquel chico de atuendo estrafalario? Mi ropa, aun gastada como estaba, no destacaba tanto; cuadraría más con cualquier taberna. Me quedé embobada mirando cualquier tontería mientras esperaba unas palabras.
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