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Calor... mucho... mucho... calor. ¿Cómo podía ser que hiciera tanto calor que incomodase incluso a un árbol? Pues así era, la naturaleza guardaba sus trucos más crueles para sorprender a los que creen saberlo todo sobre ella y aquel maldito desierto sin final era sin duda el peor de todos. La arena se extendía sin final aparente, como un manto que cubría el mundo entero de dunas y huesecitos de animales muertos. De vez en cuando se veía algún que otro buitre dando vueltas por ahí en busca de algo que llevarse a la boca... o al pico, lo que fuese, daba igual. Tenía demasiado calor como para que le importase lo más mínimo. Por suerte, sabía como apañárselas en situaciones así.
En mitad del desértico país de Arabasta, entre el basto mar de arena, un solitario roble se alzaba por encima del mundo. Sus 20 metros de altura y el color verduzco de su copa destacaban en comparación con el paraje del desierto. La única señal de vegetación que se veía por los alrededores eran algunos cactus sueltos, pero allí estaba él, demostrando que la naturaleza siempre se abría paso por doquier. No estaba seguro de cuanto tiempo estaría allí pero por el momento le bastaba con no secarse por el Sol. En su forma completa, el marine dejaba que su mente descansara vagando por el océano embravecido que era su cabeza. Intentaba olvidar la existencia del mundo exterior hasta que se hiciera de noche y pudiera proseguir con su camino.
Nunca había entendido porque la Marina le enviaba a él a zonas como aquella. Los climas extremos no eran buenos para alguien de su condición, pero se lo tomaba como un cumplido; si lo veían capacitado no podía decepcionar a sus superiores, sobretodo ahora que su amigo y líder de su flota era el jefazo de la Marina. Su trabajo era cazar a un pirata o algo así. Era la tarea típica de alguien de su posición, pero los detalles se le escapaban. El problema era que mientras le explicaban todo lo que necesitaba saber él se había dedicado a preguntarle a un gladiolo porque tenía un nombre tan raro. Evidentemente no le contestó pero le reconfortaba hablar con otras plantas; los seres humanos eran demasiado excéntricos.
Por su cabeza pasaban mil cosas, pero ninguna de ellas era de utilidad para su misión. Bien repasaba mentalmente los nombres de todos los barcos que había ayudado a construir, bien rememoraba las grandes batallas de su carrera, pasando por supuesto por la típica pregunta que se hacía siempre: si las nubes son blancas y se oscurecen cuando se llenan de agua, ¿es que el agua es oscura? Los humanos tenían explicaciones para todo pero la mitad no las entendía y la otra mitad no las escuchaba, al fin y al cabo siempre eran cosas absurdas. A veces se preguntaba si él era el único normal.
En mitad del desértico país de Arabasta, entre el basto mar de arena, un solitario roble se alzaba por encima del mundo. Sus 20 metros de altura y el color verduzco de su copa destacaban en comparación con el paraje del desierto. La única señal de vegetación que se veía por los alrededores eran algunos cactus sueltos, pero allí estaba él, demostrando que la naturaleza siempre se abría paso por doquier. No estaba seguro de cuanto tiempo estaría allí pero por el momento le bastaba con no secarse por el Sol. En su forma completa, el marine dejaba que su mente descansara vagando por el océano embravecido que era su cabeza. Intentaba olvidar la existencia del mundo exterior hasta que se hiciera de noche y pudiera proseguir con su camino.
Nunca había entendido porque la Marina le enviaba a él a zonas como aquella. Los climas extremos no eran buenos para alguien de su condición, pero se lo tomaba como un cumplido; si lo veían capacitado no podía decepcionar a sus superiores, sobretodo ahora que su amigo y líder de su flota era el jefazo de la Marina. Su trabajo era cazar a un pirata o algo así. Era la tarea típica de alguien de su posición, pero los detalles se le escapaban. El problema era que mientras le explicaban todo lo que necesitaba saber él se había dedicado a preguntarle a un gladiolo porque tenía un nombre tan raro. Evidentemente no le contestó pero le reconfortaba hablar con otras plantas; los seres humanos eran demasiado excéntricos.
Por su cabeza pasaban mil cosas, pero ninguna de ellas era de utilidad para su misión. Bien repasaba mentalmente los nombres de todos los barcos que había ayudado a construir, bien rememoraba las grandes batallas de su carrera, pasando por supuesto por la típica pregunta que se hacía siempre: si las nubes son blancas y se oscurecen cuando se llenan de agua, ¿es que el agua es oscura? Los humanos tenían explicaciones para todo pero la mitad no las entendía y la otra mitad no las escuchaba, al fin y al cabo siempre eran cosas absurdas. A veces se preguntaba si él era el único normal.
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Ni una sola brizna de viento que aliviase su cansancio, así como la ausencia de cualquier tipo de sombra, incluso la más diminuta. Dunas de arena por doquier, rodeándole mientras sus pisadas formaban pequeños surcos en la infinita arena del desierto. Al principio había ido dejando un rastro de pisadas, pero el agotamiento y el extremo calor habían hecho mella en él, haciendo que arrastrara los pies casi sin fuerza para poder despegarlos del suelo. ¿Por qué narices le habían destinado allí? Lo comprendería si hubiese algún tipo de asentamiento, una base rebelde... Pero no había absolutamente nada, tan solo arena y más arena allá por donde mirase.
De por sí las misiones le aburrían como nada en este mundo, aunque lo sobrellevaba dentro de lo que cabe. Al fin y al cabo, de vez en cuando podía divertirse con algún criminal o insurrecto que andase causando problemas. Pero... ¿Qué mierda iba a hacer en mitad de un jodido desierto? Sin comida, casi sin agua y con un cabreo considerable. "Deberás reunirte allí con un superior" le dijeron. Pues bien podría haber escogido un sitio más "húmedo". A saber qué clase de idiota sería.
- Debo tranquilizarme o terminaré rajándole el cuello en cuanto le vea -susurraba para sí mismo mientras se quitaba las gafas para limpiarlas, en cuyas lentes habían caído algunas gotas de sudor- No sería conveniente, por ahora.
Volvió a colocárselas y echó un vistazo a su alrededor, deteniéndose por un instante. Ni siquiera sabía si estaba siguiendo la dirección correcta. Todo era absolutamente igual, mirase por donde mirase. Tardó un par de segundos en ver, o más bien creer ver, una forma alargada en la lejanía. "Esa cosa debe de ser bastante grande si puedo verla desde aquí" pensó al tiempo que emprendía la marcha en su dirección. Al principio no era capaz de distinguir nada, pero según se fue acercando pudo apreciar que, en efecto, aquella cosa era de una altura considerable. No tardó demasiado en descubrir que se trataba de un... ¿Roble? ¿Qué cojones hacía un roble en mitad del desierto? Se quitó las gafas y frotó sus ojos con la manga, pero cuando volvió a mirar seguía allí. ¿Sería alguna clase de espejismo o realmente se encontraba allí?
Apresuró el paso, olvidando todo cansancio. Si había plantas, por lógica tendría que haber agua. Con suerte. Sin embargo, se llevó un chasco bastante grande. Un simple árbol alzándose sobre la arena, nada más. Un pequeño oasis... ¿Era tanto pedir? Se acercó hasta el tronco de este, el cual palpó con la mano para asegurarse de que no era un engaño de su distorsionada mente. No estaba soñando, realmente se encontraba ahí. Soltó un largo suspiro y apoyó la espalda en su gigantesco acompañante, dejándose caer sobre la arena.
- Por lo menos da algo de sombra -dijo dejando el sable sobre sus piernas, las cuales cruzó, acomodándose.
De por sí las misiones le aburrían como nada en este mundo, aunque lo sobrellevaba dentro de lo que cabe. Al fin y al cabo, de vez en cuando podía divertirse con algún criminal o insurrecto que andase causando problemas. Pero... ¿Qué mierda iba a hacer en mitad de un jodido desierto? Sin comida, casi sin agua y con un cabreo considerable. "Deberás reunirte allí con un superior" le dijeron. Pues bien podría haber escogido un sitio más "húmedo". A saber qué clase de idiota sería.
- Debo tranquilizarme o terminaré rajándole el cuello en cuanto le vea -susurraba para sí mismo mientras se quitaba las gafas para limpiarlas, en cuyas lentes habían caído algunas gotas de sudor- No sería conveniente, por ahora.
Volvió a colocárselas y echó un vistazo a su alrededor, deteniéndose por un instante. Ni siquiera sabía si estaba siguiendo la dirección correcta. Todo era absolutamente igual, mirase por donde mirase. Tardó un par de segundos en ver, o más bien creer ver, una forma alargada en la lejanía. "Esa cosa debe de ser bastante grande si puedo verla desde aquí" pensó al tiempo que emprendía la marcha en su dirección. Al principio no era capaz de distinguir nada, pero según se fue acercando pudo apreciar que, en efecto, aquella cosa era de una altura considerable. No tardó demasiado en descubrir que se trataba de un... ¿Roble? ¿Qué cojones hacía un roble en mitad del desierto? Se quitó las gafas y frotó sus ojos con la manga, pero cuando volvió a mirar seguía allí. ¿Sería alguna clase de espejismo o realmente se encontraba allí?
Apresuró el paso, olvidando todo cansancio. Si había plantas, por lógica tendría que haber agua. Con suerte. Sin embargo, se llevó un chasco bastante grande. Un simple árbol alzándose sobre la arena, nada más. Un pequeño oasis... ¿Era tanto pedir? Se acercó hasta el tronco de este, el cual palpó con la mano para asegurarse de que no era un engaño de su distorsionada mente. No estaba soñando, realmente se encontraba ahí. Soltó un largo suspiro y apoyó la espalda en su gigantesco acompañante, dejándose caer sobre la arena.
- Por lo menos da algo de sombra -dijo dejando el sable sobre sus piernas, las cuales cruzó, acomodándose.
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Apenas se dio cuenta de la presencia que acababa de llegar, estaba demasiado ocupado pensando en otras cosas como para percatarse de que un tipo había decidido apoyarse en su tronco y aprovecharse de su sombra con total confianza. Tardó un poco en volver a la realidad, pero dejó a un lado sus pensamientos cuando oyó el inconfundible sonido de una espada envainada. Como espadachín, reconocía en cualquier lugar el leve ruido que hace una espada al apoyarse envainada en algún sitio, y su instinto le dijo que permaneciera alerta hasta averiguar de quien se trataba. Por suerte nadie sospechaba nunca del árbol. Tanto sus armas como su ropa permanecían ocultas en el interior de la corteza, por lo que podía observarlo por el momento.
Era un tipo delgado y moreno, seguramente un viajero que vagaba por el desierto en busca de agua. Tras unos segundos estudiándole con detenimiento, decidió que no representaba una amenaza y se mostró ante él, no sin permanecer atento a sus movimientos. Sin previo aviso, la cara de Kodama apareció en la corteza de su forma de roble, un poco por encima del hombre que se sentaba en la arena. -Ejem... ¿puedo ayudarte en algo, joven? -preguntó el hombre-árbol. No sabía cuantos años podía tener ese tipo pero para él todos eran jóvenes. Jóvenes y parecidos, pues la cara de ese humano le recordaba a la de todos los demás. -"¿Cómo se distinguirán entre ellos?" -solía pensar.
Viendo sus pintas no podía decirse que fuera un viajero, al menos no en un lugar como aquel. No podía evitar preguntarse si aquel era el "apoyo" que le habían enviado. Según le habían confirmado desde el Cuartel General, para su misión contaría con un "joven y prometedor marine que le apoyará en todo". No había prestado mucha atención a esas palabras pero aun así sabía lo que significaban; no era la primera vez que las oía. Eso quería decir que habían dado con un nuevo recluta sin experiencia pero que poseía una habilidad poderosa, de esas que al Gobierno Mundial le interesa tener de su lado, y se habían propuesto que ganase méritos rápidamente para retenerlo en sus filas. Y le había tocado a él hacerse cargo; más que servirle como apoyo lo que debía hacer era evitar que muriese. Solo esperaba que no fuese una molestia.
Pero las visitas no parecían acabarse. -Vaya, que concurrido está esto hoy. -sentenció al ver llegar a un tercer invitado a su pequeño picnic arenoso. Se trataba de otro humano, como no, que insistía en ofrecerles apoyo. ¿Acaso era él su refuerzo? Si era así el otro tipo debía estar allí por casualidad. Curiosamente el recién llegado no parecía un marine, de hecho afirmaba que lo habían "contratado", una palabra peculiar para alguien de la Marina. También se había presentado pero el Roble estaba demasiado ocupado dándole vueltas a las cosas como para enterarse de su nombre. Tampoco importaba, luego nunca los distinguía. -¿Y qué te hace pensar que somos parte del gobierno? Es más, ¿quién se supone que te manda, muchacho? -No podía evitar pensar en que ese maldito desierto reunía a todo el mundo en el mismo sitio. Solo esperaba que el pony no intentase comerse ninguna de sus hojas.
Era un tipo delgado y moreno, seguramente un viajero que vagaba por el desierto en busca de agua. Tras unos segundos estudiándole con detenimiento, decidió que no representaba una amenaza y se mostró ante él, no sin permanecer atento a sus movimientos. Sin previo aviso, la cara de Kodama apareció en la corteza de su forma de roble, un poco por encima del hombre que se sentaba en la arena. -Ejem... ¿puedo ayudarte en algo, joven? -preguntó el hombre-árbol. No sabía cuantos años podía tener ese tipo pero para él todos eran jóvenes. Jóvenes y parecidos, pues la cara de ese humano le recordaba a la de todos los demás. -"¿Cómo se distinguirán entre ellos?" -solía pensar.
Viendo sus pintas no podía decirse que fuera un viajero, al menos no en un lugar como aquel. No podía evitar preguntarse si aquel era el "apoyo" que le habían enviado. Según le habían confirmado desde el Cuartel General, para su misión contaría con un "joven y prometedor marine que le apoyará en todo". No había prestado mucha atención a esas palabras pero aun así sabía lo que significaban; no era la primera vez que las oía. Eso quería decir que habían dado con un nuevo recluta sin experiencia pero que poseía una habilidad poderosa, de esas que al Gobierno Mundial le interesa tener de su lado, y se habían propuesto que ganase méritos rápidamente para retenerlo en sus filas. Y le había tocado a él hacerse cargo; más que servirle como apoyo lo que debía hacer era evitar que muriese. Solo esperaba que no fuese una molestia.
Pero las visitas no parecían acabarse. -Vaya, que concurrido está esto hoy. -sentenció al ver llegar a un tercer invitado a su pequeño picnic arenoso. Se trataba de otro humano, como no, que insistía en ofrecerles apoyo. ¿Acaso era él su refuerzo? Si era así el otro tipo debía estar allí por casualidad. Curiosamente el recién llegado no parecía un marine, de hecho afirmaba que lo habían "contratado", una palabra peculiar para alguien de la Marina. También se había presentado pero el Roble estaba demasiado ocupado dándole vueltas a las cosas como para enterarse de su nombre. Tampoco importaba, luego nunca los distinguía. -¿Y qué te hace pensar que somos parte del gobierno? Es más, ¿quién se supone que te manda, muchacho? -No podía evitar pensar en que ese maldito desierto reunía a todo el mundo en el mismo sitio. Solo esperaba que el pony no intentase comerse ninguna de sus hojas.
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Mientras permanecía sentado sobre la arena decidió sacar su pequeña cantimplora. Debía de quedarle poco menos de la mitad de esta, y eso que tan solo habían pasado un par de horas mientras caminaba a través de las dunas del desierto. "Tendré que ser más cuidadoso o pronto me quedaré sin agua" pensaba al tiempo que daba un pequeño sorbo, más para humedecer sus labios que otra cosa. Retuvo el líquido en su boca durante unos segundos antes de tragar, como si quisiera sacarle el máximo partido a cada gota. Volvió a guardarla y apoyó la cabeza en el tronco, soltando un leve suspiro. ¿Dónde se habría metido el capitán?
Fue entonces cuando escuchó una voz sobre su cabeza. Kuro pegó un bote y se apartó rápidamente del árbol, llevando la mano a la empuñadura de su sable mientras observaba, incrédulo, la cara que se había formado en el tronco. Se formó un incomodo silencio durante un rato mientras el moreno trataba de averiguar si aquello estaba sucediendo de verdad o si el calor le había vuelto completamente loco. No solo era un árbol en mitad del desierto, ¡sino que encima era un árbol parlante! No sabía cómo contestar a su pregunta. ¿Realmente iba a mantener una conversación con una planta? Fue entonces cuando recordó las indicaciones que le habían dado. "Le reconocerás fácilmente, su aspecto es... Poco común" le había dicho el oficial. La situación no podía ser más estúpida, pero no tenía más remedio que preguntar.
- ¿Es usted... El capitán Kodama? -respondió finalmente, sintiéndose como un idiota al estar hablando con un árbol.
Pensaba que el ambiente no podía volverse más perturbador de lo que ya era, pero se equivocaba por completo. Fue entonces cuando apareció un hombre, el cual portaba una armadura y que iba acompañado de... ¿Un pony rosa? Oh, mierda. Rosa. Antes de que le diese tiempo a comenzar a presentarse Kuro comenzó a moquear. Odiaba a las mascotas probablemente como nada en este mundo, aunque podía llegar a contenerse. Sin embargo, ¿por qué narices tenía que ser rosa? Ese maldito color le ponía en una situación bastante incómoda.
- ¡¡¡UUAAAAAACHÚS!!! -estornudó, de forma muy exagerada, inclinándose hacia delante. Las gafas se le habían descolocado, por lo que tuvo que volver a ponérselas correctamente al tiempo que sorbía los mocos. Poco le duraron de nuevo en su sitio, pues volvió a estornudar no una, ni dos, sino tres veces más.
Efectivamente, sufría una fuerte alergia hacia el color rosa, daba igual lo que fuese: un animal, ropa, un lápiz... Cualquier cosa que tuviera ese color bastaba para hacer que su nariz se congestionase y comenzase a estornudar sin remedio. Definitivamente se desharía de aquella cosa en cuanto tuviera la ocasión. Debido a los estornudos no pudo siquiera escuchar el nombre del individuo, por lo que mucho menos se enteró del motivo de su presencia allí. "¿Quién cojones será? No se me informó de que fuese a haber alguien más". El árbol volvió a hablar de nuevo y Kuro observó a ambos, tratando de averiguar si realmente había hablado y el otro también podía escucharle... O si eran solo imaginaciones suyas.
Fue entonces cuando escuchó una voz sobre su cabeza. Kuro pegó un bote y se apartó rápidamente del árbol, llevando la mano a la empuñadura de su sable mientras observaba, incrédulo, la cara que se había formado en el tronco. Se formó un incomodo silencio durante un rato mientras el moreno trataba de averiguar si aquello estaba sucediendo de verdad o si el calor le había vuelto completamente loco. No solo era un árbol en mitad del desierto, ¡sino que encima era un árbol parlante! No sabía cómo contestar a su pregunta. ¿Realmente iba a mantener una conversación con una planta? Fue entonces cuando recordó las indicaciones que le habían dado. "Le reconocerás fácilmente, su aspecto es... Poco común" le había dicho el oficial. La situación no podía ser más estúpida, pero no tenía más remedio que preguntar.
- ¿Es usted... El capitán Kodama? -respondió finalmente, sintiéndose como un idiota al estar hablando con un árbol.
Pensaba que el ambiente no podía volverse más perturbador de lo que ya era, pero se equivocaba por completo. Fue entonces cuando apareció un hombre, el cual portaba una armadura y que iba acompañado de... ¿Un pony rosa? Oh, mierda. Rosa. Antes de que le diese tiempo a comenzar a presentarse Kuro comenzó a moquear. Odiaba a las mascotas probablemente como nada en este mundo, aunque podía llegar a contenerse. Sin embargo, ¿por qué narices tenía que ser rosa? Ese maldito color le ponía en una situación bastante incómoda.
- ¡¡¡UUAAAAAACHÚS!!! -estornudó, de forma muy exagerada, inclinándose hacia delante. Las gafas se le habían descolocado, por lo que tuvo que volver a ponérselas correctamente al tiempo que sorbía los mocos. Poco le duraron de nuevo en su sitio, pues volvió a estornudar no una, ni dos, sino tres veces más.
Efectivamente, sufría una fuerte alergia hacia el color rosa, daba igual lo que fuese: un animal, ropa, un lápiz... Cualquier cosa que tuviera ese color bastaba para hacer que su nariz se congestionase y comenzase a estornudar sin remedio. Definitivamente se desharía de aquella cosa en cuanto tuviera la ocasión. Debido a los estornudos no pudo siquiera escuchar el nombre del individuo, por lo que mucho menos se enteró del motivo de su presencia allí. "¿Quién cojones será? No se me informó de que fuese a haber alguien más". El árbol volvió a hablar de nuevo y Kuro observó a ambos, tratando de averiguar si realmente había hablado y el otro también podía escucharle... O si eran solo imaginaciones suyas.
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Entre ponys, estornudos y extraños apoyos, su día se había vuelto muy ruidoso. Parecía evidente que tendría que lidiar con aquellos dos acompañantes, así que intentó asumirlo sin darle muchas vueltas. Si era así como debía llevar a cabo su misión, adelante, aunque no iba a hacerse responsable de ellos. Si el desierto reclamaba sus vidas no podría impedirlo; más les valía estar preparados. Al fin y al cabo dudaba de que ellos pudiesen adaptarse como él a esos entornos pues Kodama solo tenía que hundir sus raíces hasta dar con algo de agua y luego seguir su camino. Tras meditarlo unos segundos, se decidió a emprender la marcha cuanto antes, para así evitar que los dos humanos y el pony se deshidratasen antes de la puesta de Sol.
-Muy bien, en ese caso supongo que deberemos ponernos en marcha antes de lo que esperaba. -Mientras hablaba, su forma de roble fue encogiendo, hasta alcanzar su forma humana. El marine parecía ahora algo más normal, aunque medía unos tres metros de alto, su pelo eran hojas y sus extremidades ramas y raíces unidas, por lo que su verdadera naturaleza era aún evidente. De su corteza surgieron su ropa y sus armas, además de una pequeña lagartija que se había refugiado del Sol bajo sus hojas. El animal exhaló una pequeña llamarada tras posarse en su hombro y Kodama inició la marcha. No perdió tiempo en puntualizar que su rango era de comodoro en lugar de capitán y comenzó a caminar con paso firme en la que esperaba que fuera la dirección correcta.
-Nuestro destino es el oasis de Yuba. -afirmó con seriedad. -Allí tendremos que localizar y eliminar cualquier amenaza pirata sin importar de quien se trate. Si alguno de vosotros no está preparado para la lucha mejor que se mantenga atrás. -Mientras exponía la situación, creó una pequeña bellota a partir de su mano y se la tendió a su pequeña mascota. La lagartija, en realidad un mechero que fue fusionado con una Akuma no mi, la abrasó con una leve llama y comenzó a mordisquearla con tranquilidad. Aquel curioso animal ni siquiera tenía nombre, pues él no era quien para decidirlo, pero había resultado ser una grata compañía. Prefería pasar tiempo con criaturas menos destructivas que los humanos.
Fue entonces cuando se percató de que la condición física de sus acompañantes no parecía ser la mejor, y si lo era, el viaje por el desierto se encargaría de arreglarlo. Supuso que la caminata mermaría sus fuerzas antes de llevar a cabo su tarea. -"No parece que me quede más remedio". -pensó. -Bien, podéis subir en estas si queréis. -les informó. El marine comenzó a segregar resina y poco a poco formó tres pequeñas burbujas de jabón que flotaban a su alrededor. Una de ellas era para él, así que entró en ella y usó su capacidad para manipularlas para hacer que avanzasen hacia Yuba. En las otras dos podían montar los dos humanos y así ahorrarse la molestia de andar. -"Que no se diga que no les ayudo."
-Muy bien, en ese caso supongo que deberemos ponernos en marcha antes de lo que esperaba. -Mientras hablaba, su forma de roble fue encogiendo, hasta alcanzar su forma humana. El marine parecía ahora algo más normal, aunque medía unos tres metros de alto, su pelo eran hojas y sus extremidades ramas y raíces unidas, por lo que su verdadera naturaleza era aún evidente. De su corteza surgieron su ropa y sus armas, además de una pequeña lagartija que se había refugiado del Sol bajo sus hojas. El animal exhaló una pequeña llamarada tras posarse en su hombro y Kodama inició la marcha. No perdió tiempo en puntualizar que su rango era de comodoro en lugar de capitán y comenzó a caminar con paso firme en la que esperaba que fuera la dirección correcta.
-Nuestro destino es el oasis de Yuba. -afirmó con seriedad. -Allí tendremos que localizar y eliminar cualquier amenaza pirata sin importar de quien se trate. Si alguno de vosotros no está preparado para la lucha mejor que se mantenga atrás. -Mientras exponía la situación, creó una pequeña bellota a partir de su mano y se la tendió a su pequeña mascota. La lagartija, en realidad un mechero que fue fusionado con una Akuma no mi, la abrasó con una leve llama y comenzó a mordisquearla con tranquilidad. Aquel curioso animal ni siquiera tenía nombre, pues él no era quien para decidirlo, pero había resultado ser una grata compañía. Prefería pasar tiempo con criaturas menos destructivas que los humanos.
Fue entonces cuando se percató de que la condición física de sus acompañantes no parecía ser la mejor, y si lo era, el viaje por el desierto se encargaría de arreglarlo. Supuso que la caminata mermaría sus fuerzas antes de llevar a cabo su tarea. -"No parece que me quede más remedio". -pensó. -Bien, podéis subir en estas si queréis. -les informó. El marine comenzó a segregar resina y poco a poco formó tres pequeñas burbujas de jabón que flotaban a su alrededor. Una de ellas era para él, así que entró en ella y usó su capacidad para manipularlas para hacer que avanzasen hacia Yuba. En las otras dos podían montar los dos humanos y así ahorrarse la molestia de andar. -"Que no se diga que no les ayudo."
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Pues sí, efectivamente parecía que no se trataba de un producto de su imaginación, aquel árbol hablaba y, como había supuesto, se trataba de su superior. Nunca se le habría pasado por la cabeza la existencia de ese tipo de criaturas. ¿Sería humano o... Tal vez fuesen los poderes de una Akuma no mi? No lo tenía muy claro todavía, pero estaba dispuesto a resolver aquella duda durante su estancia en esa condenadamente calurosa isla. Al parecer tendría que soportar a ese extraño individuo, al cual rechazó el pañuelo... Y a su irritante bola de pelo. "Ojalá se descuide... Diré que fue un accidente" tramaba el moreno en su mente al tiempo que otros cuatro o cinco estornudos le hacían maldecir a la genética. Escuchó con atención la explicación de las órdenes. Las palabras "eliminar", "cualquier" y "pirata" le hicieron dibujar una imperceptible sonrisa en su rostro. Al menos podría entretenerse un poco.
- Entendido -respondió Kuro aún con esa siniestra expresión y en un tono tal vez algo informal. Aún no estaba habituado a los formalismos- Le prestaré todo el apoyo que pueda.
Comenzaron a desplazarse y el marine se mantuvo cerca del oficial, mirándole de reojo de vez en cuando mientras diversas preguntas recorrían su mente. La que más importancia tenía para él era... "¿Los árboles sentirán dolor? Podría preguntárselo, aunque tal vez suene extraño" se decía a sí mismo, resolviendo su discusión interna con que trataría de comprobarlo. Tal vez simulase un descuido o tratase de aliviar su dolor usando sus poderes. Si conseguía almacenar aquella gloriosa sensación se daría por satisfecho, aunque prefería provocárselo más que quitarlo. Tampoco podía descubrir su verdadera forma de ser, en cualquier caso.
- ¿A qué distancia se sitúa el oasis? -preguntó mientras miraba de reojo a su superior.
Su alergia pareció calmarse un poco, aunque no podía evitar soltar algún que otro estornudo de vez en cuando. Nada que no pudiese soportar. Comprobó que todos los cuchillos siguiesen bajo sus brazales y se ajustó bien la espada a la cintura, acariciando la empuñadura de esta por unos instante. "Pronto podrás probar sangre de nuevo" pensaba, como queriendo transmitirle sus sentimientos al sable. Kodama creó una especie de pompas ante los incrédulos ojos del moreno. Ese tipo tenía poderes realmente extraños, aunque no pudiera negar su utilidad. Entró en una de ellas y se dispuso a disfrutar del paseo, recostándose levemente. "Al menos no tendré que andar... Aunque ojalá pudiese echar una cabezada".
- Entendido -respondió Kuro aún con esa siniestra expresión y en un tono tal vez algo informal. Aún no estaba habituado a los formalismos- Le prestaré todo el apoyo que pueda.
Comenzaron a desplazarse y el marine se mantuvo cerca del oficial, mirándole de reojo de vez en cuando mientras diversas preguntas recorrían su mente. La que más importancia tenía para él era... "¿Los árboles sentirán dolor? Podría preguntárselo, aunque tal vez suene extraño" se decía a sí mismo, resolviendo su discusión interna con que trataría de comprobarlo. Tal vez simulase un descuido o tratase de aliviar su dolor usando sus poderes. Si conseguía almacenar aquella gloriosa sensación se daría por satisfecho, aunque prefería provocárselo más que quitarlo. Tampoco podía descubrir su verdadera forma de ser, en cualquier caso.
- ¿A qué distancia se sitúa el oasis? -preguntó mientras miraba de reojo a su superior.
Su alergia pareció calmarse un poco, aunque no podía evitar soltar algún que otro estornudo de vez en cuando. Nada que no pudiese soportar. Comprobó que todos los cuchillos siguiesen bajo sus brazales y se ajustó bien la espada a la cintura, acariciando la empuñadura de esta por unos instante. "Pronto podrás probar sangre de nuevo" pensaba, como queriendo transmitirle sus sentimientos al sable. Kodama creó una especie de pompas ante los incrédulos ojos del moreno. Ese tipo tenía poderes realmente extraños, aunque no pudiera negar su utilidad. Entró en una de ellas y se dispuso a disfrutar del paseo, recostándose levemente. "Al menos no tendré que andar... Aunque ojalá pudiese echar una cabezada".
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Menos mal que el tipo del pony sabía cuánto tiempo les llevaría llegar al oasis. Si hubiese dependido de Kodama habrían avanzado en silencio durante el tiempo que hiciese falta, al fin y al cabo, la paciencia era algo de que le sobraba. Lo cierto era que se hacía raro, aun después de tanto tiempo, ser el responsable de las vidas de unos humanos. Eran unos seres frágiles y absurdamente violentos que ni siquiera podían adaptarse a distintos hábitats como hacía él; al menos eran entretenidos, aunque los estornudos de ese tipo eran algo molestos. No dejaba de extrañarle que, a pesar de los grades avances en medicina, todavía no hubiesen encontrado algo para evitar los estornudos. Tal vez lo investigara algún día y si encontraba algo le pondría su nombre.
-La información es escasa, joven. -afirmó el comodoro, contestando a la pregunta del tal Bleyd. En realidad la información de la Marina no era tan escasa, simplemente no la había escuchado en su momento. Sin embargo aquello no era el Nuevo Mundo por lo que no esperaba encontrarse a gente demasiado peligrosa. Si hubiesen desembarcado en otro lugar más avanzado dentro de la Grand Line tal vez se preocuparía, pero por le momento confiaba en poder hacerse cargo de lo que fuese que hallasen en Yuba. Solo esperaba que durante su pelea no echasen a perder el valioso oasis, uno de los pocos que había por allí.
-Una vez lleguemos allí nos separaremos para reunir información y localizar a los objetivos. -dijo el hombre-árbol. -No entabléis batalla a no ser que sea necesario, al menos no hasta que estemos reunidos. Una vez conozcamos la posición y el número de enemigos nos haremos cargo de ellos y pediremos un grupo de refuerzo para que los escolte al barco... -iba a continuar pero prefirió ahorrarse sus próximas palabras. "O para que caven sus tumbas" no era una buena frase para alentar a las tropas antes de una batalla y si algo había aprendido era a no subestimar el valor del estado de ánimo de los soldados. Claro que él no entendía demasiado de esas cosas de humanos.
Por el camino, Kodama se detuvo un par de veces a pedir orientaciones, a pesar de que otros tal vez no entendieran que lo hiciera. Aunque a lo mejor lo que no iban a entender era que les preguntase a los cactus. Estos no solían contestarle pero en su curiosa mente siempre obtenía respuestas a sus preguntas. Todavía recordaba la vez en que una planta carnívora le guió por el camino equivocado y cayó por un barranco; por suerte en el fondo se encontró con un arbusto de lo más amable. Al cabo de algo más de una hora, el oasis de Yuba comenzó a verse en al lejanía, casi como un traicionero espejismo. Justo antes de llegar hizo estallar las burbujas y les pidió a los dos humanos que se adelantasen. Mientras ellos buscaban información por los escasos edificios y entre la gente, él buscaría un lugar elevado desde el que observar todo el lugar con su forma completa. -Hemos llegado.
-La información es escasa, joven. -afirmó el comodoro, contestando a la pregunta del tal Bleyd. En realidad la información de la Marina no era tan escasa, simplemente no la había escuchado en su momento. Sin embargo aquello no era el Nuevo Mundo por lo que no esperaba encontrarse a gente demasiado peligrosa. Si hubiesen desembarcado en otro lugar más avanzado dentro de la Grand Line tal vez se preocuparía, pero por le momento confiaba en poder hacerse cargo de lo que fuese que hallasen en Yuba. Solo esperaba que durante su pelea no echasen a perder el valioso oasis, uno de los pocos que había por allí.
-Una vez lleguemos allí nos separaremos para reunir información y localizar a los objetivos. -dijo el hombre-árbol. -No entabléis batalla a no ser que sea necesario, al menos no hasta que estemos reunidos. Una vez conozcamos la posición y el número de enemigos nos haremos cargo de ellos y pediremos un grupo de refuerzo para que los escolte al barco... -iba a continuar pero prefirió ahorrarse sus próximas palabras. "O para que caven sus tumbas" no era una buena frase para alentar a las tropas antes de una batalla y si algo había aprendido era a no subestimar el valor del estado de ánimo de los soldados. Claro que él no entendía demasiado de esas cosas de humanos.
Por el camino, Kodama se detuvo un par de veces a pedir orientaciones, a pesar de que otros tal vez no entendieran que lo hiciera. Aunque a lo mejor lo que no iban a entender era que les preguntase a los cactus. Estos no solían contestarle pero en su curiosa mente siempre obtenía respuestas a sus preguntas. Todavía recordaba la vez en que una planta carnívora le guió por el camino equivocado y cayó por un barranco; por suerte en el fondo se encontró con un arbusto de lo más amable. Al cabo de algo más de una hora, el oasis de Yuba comenzó a verse en al lejanía, casi como un traicionero espejismo. Justo antes de llegar hizo estallar las burbujas y les pidió a los dos humanos que se adelantasen. Mientras ellos buscaban información por los escasos edificios y entre la gente, él buscaría un lugar elevado desde el que observar todo el lugar con su forma completa. -Hemos llegado.
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Aquellos tipos eran realmente extraños, aunque sin duda el que se llevaba la palma era su superior. Sus conductas no se podrían calificar bajo ninguna circunstancia de "normales", y que eso lo pensase el moreno decía mucho. No pudo evitar preguntarse si realmente el roble podía comunicarse con el resto de plantas, aunque por lógica debía hacerlo si sus ojos no le estaban engañando. ¿Realmente le estaba pidiendo indicaciones a un cactus? Fuera lo que fuera decidió no darle mayor importancia. Terminaría volviéndose loco si seguía dándole vueltas a aquellas ideas. El paisaje no parecía cambiar en absoluto mientras las pompas avanzaban tranquilamente sobre la arena del inmenso desierto. Se estaba aburriendo como nunca, pero prefería guardar silencio a mantener una conversación con alguien que no le agradaba, y estaba claro que Bleyd no era el tipo de persona con el que mantendría una conversación. La presencia de aquella estúpida mascota era culpa de él, y solo por ese hecho se había ganado su enemistad, aunque no lo demostraría de una forma tan abierta como le habría gustado.
Mientras escuchaba las indicaciones de Kodama la vista del moreno se dirigió al cielo. Hizo una pequeña mueca de desaprobación ante las palabras del árbol. La idea de evitar los conflictos no era algo que fuese con él, y probablemente se trataba de una de las cosas que más detesta de la Marina. Aquella "justicia" y esos principios morales... Era incapaz de compartirlos. ¿Cómo podía existir gente que prefiriese la paz y la armonía antes que el dolor y el caos? No le entraba en la cabeza. Soltó un largo suspiro y cerró los ojos, "descansándolos" como él diría, sin llegar a dormirse. No tardaron mucho más en llegar a Yuba.
- De llegar a entablar combate, ¿permiso para eliminar a los objetivos? -fue la única pregunta que hizo Kuro tras escuchar las indicaciones de su superior. No tenía clara cuál era la opinión sobre la ejecución de criminales durante sus capturas. Claramente si de él dependiese no dejaría títere con cabeza, pero obedecería las órdenes antes que dar una mala imagen, pese a que aquello fuera en contra de su forma de pensar. Ya habría tiempo en el futuro para poder tomar sus propias decisiones.
Tras escuchar la respuesta a aquello se adentraría en el oasis. Era un lugar sin apenas población, más que unas cuantas decenas de personas. Debido a esto, encontrar a los piratas no les resultaría una tarea demasiado complicada, aunque a la vez hacía que fuese más fácil ser descubiertos. La discreción en un lugar tan pequeño resultaría una odisea, pues el rumor de que dos desconocidos andaban haciendo preguntas no tardaría en propagarse. Escondió el sable bajo su chaqueta azul, abrochándosela para taparlo todo lo posible. No convenía mostrar su arma si pretendía pasar desapercibido.
Decidió comenzar con un pequeño grupo situado cerca de uno de los depósitos de agua, hacia el cual se acercó con la intención de rellenar su pequeña cantimplora y dar un par de sorbos, tratando de disimular. Mientras, sus oídos permanecerían atentos a su conversación. Eran tres hombres, vestidos con los ropajes típicos de la gente del desierto. Todos morenos y uno de ellos luciendo una importante barba azabache. Se mantuvo en el lugar unos pocos minutos, dando algún que otro trago mientras les escuchaba. Como supuso, no obtuvo información relevante.
- Esto va a ser muy aburrido... -susurró para sí mismo.
Mientras escuchaba las indicaciones de Kodama la vista del moreno se dirigió al cielo. Hizo una pequeña mueca de desaprobación ante las palabras del árbol. La idea de evitar los conflictos no era algo que fuese con él, y probablemente se trataba de una de las cosas que más detesta de la Marina. Aquella "justicia" y esos principios morales... Era incapaz de compartirlos. ¿Cómo podía existir gente que prefiriese la paz y la armonía antes que el dolor y el caos? No le entraba en la cabeza. Soltó un largo suspiro y cerró los ojos, "descansándolos" como él diría, sin llegar a dormirse. No tardaron mucho más en llegar a Yuba.
- De llegar a entablar combate, ¿permiso para eliminar a los objetivos? -fue la única pregunta que hizo Kuro tras escuchar las indicaciones de su superior. No tenía clara cuál era la opinión sobre la ejecución de criminales durante sus capturas. Claramente si de él dependiese no dejaría títere con cabeza, pero obedecería las órdenes antes que dar una mala imagen, pese a que aquello fuera en contra de su forma de pensar. Ya habría tiempo en el futuro para poder tomar sus propias decisiones.
Tras escuchar la respuesta a aquello se adentraría en el oasis. Era un lugar sin apenas población, más que unas cuantas decenas de personas. Debido a esto, encontrar a los piratas no les resultaría una tarea demasiado complicada, aunque a la vez hacía que fuese más fácil ser descubiertos. La discreción en un lugar tan pequeño resultaría una odisea, pues el rumor de que dos desconocidos andaban haciendo preguntas no tardaría en propagarse. Escondió el sable bajo su chaqueta azul, abrochándosela para taparlo todo lo posible. No convenía mostrar su arma si pretendía pasar desapercibido.
Decidió comenzar con un pequeño grupo situado cerca de uno de los depósitos de agua, hacia el cual se acercó con la intención de rellenar su pequeña cantimplora y dar un par de sorbos, tratando de disimular. Mientras, sus oídos permanecerían atentos a su conversación. Eran tres hombres, vestidos con los ropajes típicos de la gente del desierto. Todos morenos y uno de ellos luciendo una importante barba azabache. Se mantuvo en el lugar unos pocos minutos, dando algún que otro trago mientras les escuchaba. Como supuso, no obtuvo información relevante.
- Esto va a ser muy aburrido... -susurró para sí mismo.
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Había bastante actividad en el oasis, algo lógico teniendo en cuenta que era el único o al menos el más grande que había por allí. El ambiente era agradable, refrescante gracias a las sombras de los edificios y palmeras y con varios pozos de los que la gente sacaba el agua. Solo esperaba que no resultase ser un espejismo, esas cosas eran muy molestas. De hecho, tenía dudas de que incluso sus dos acompañantes fueran también espejismos; aún no los había tocado pero algo le decía que eran reales... aunque no estaba seguro del pony. El hombre-árbol caminó por las calles de Yuba en busca de un lugar alto e intentando pasar desapercibido en la medida de lo posible, aunque por su experiencia eso era algo bastante complicado.
No tardó en dar con una posición adecuada para sus objetivos, una duna de arena cerca de una zona de palmeras. Un roble destacaría un poco allí pero no tanto como lo haría en mitad del desierto. Se aproximó allí con cuidado de no ser visto y adoptó su forma completa, un enorme roble cuya altura le permitiría vigilar buena parte del oasis. Le gustaba esa forma, era la más natural y, aunque la falta absoluta de movilidad solía ser un problema años atrás, echaba de menos sentirse parte de la naturaleza.
De su corteza brotaron sus ojos humanos y Kodama empezó a observar la zona en busca de sus objetivos. Le preocupaba un poco que sus dos compañeros armasen jaleo, sobretodo el pobre alérgico a los ponys. El comodoro le había dicho que usase los métodos necesarios para enfrentar a sus adversarios y que no se contuviera, pero que no matase a nadie de poder evitarlo. Ese tipo era una muestra de los nuevos reclutas de moral cuestionable que se unían a las filas de la Marina en busca de sangre fácil. Confiaba en que esa filosofía no se impusiera o acabarían mal.
Tras un rato de vigilancia empezaba a inquietarle la posibilidad de haberse equivocado de lugar. No veía a nadie especialmente sospechosos, aunque como la mayoría de gente allí vestía con túnicas era difícil distinguir a los habitantes de Yuba de los extranjeros. Supuso que era inútil permanecer allí mucho más tiempo, así que optó por otro método más simple, rápido y efectivo de atraer la atención de criminales. El marine avanzó hacia el centro del oasis en su forma humana y se aclaró la garganta. -¡Atención Yuba! ¡Este lugar está ahora bajo la jurisdicción de la Marina! ¡Todo aquel pirata o criminal que permanezca aquí será arrestado sin miramientos ni excepciones! ¡Si queréis salir de aquí tendréis que pasar por encima de las fuerzas de la Marina aquí presentes! ¡Así que venid de una vez! Entregaros pacíficamente o desenfundad vuestras armas, no me hagáis perder más tiempo.
No tardó en dar con una posición adecuada para sus objetivos, una duna de arena cerca de una zona de palmeras. Un roble destacaría un poco allí pero no tanto como lo haría en mitad del desierto. Se aproximó allí con cuidado de no ser visto y adoptó su forma completa, un enorme roble cuya altura le permitiría vigilar buena parte del oasis. Le gustaba esa forma, era la más natural y, aunque la falta absoluta de movilidad solía ser un problema años atrás, echaba de menos sentirse parte de la naturaleza.
De su corteza brotaron sus ojos humanos y Kodama empezó a observar la zona en busca de sus objetivos. Le preocupaba un poco que sus dos compañeros armasen jaleo, sobretodo el pobre alérgico a los ponys. El comodoro le había dicho que usase los métodos necesarios para enfrentar a sus adversarios y que no se contuviera, pero que no matase a nadie de poder evitarlo. Ese tipo era una muestra de los nuevos reclutas de moral cuestionable que se unían a las filas de la Marina en busca de sangre fácil. Confiaba en que esa filosofía no se impusiera o acabarían mal.
Tras un rato de vigilancia empezaba a inquietarle la posibilidad de haberse equivocado de lugar. No veía a nadie especialmente sospechosos, aunque como la mayoría de gente allí vestía con túnicas era difícil distinguir a los habitantes de Yuba de los extranjeros. Supuso que era inútil permanecer allí mucho más tiempo, así que optó por otro método más simple, rápido y efectivo de atraer la atención de criminales. El marine avanzó hacia el centro del oasis en su forma humana y se aclaró la garganta. -¡Atención Yuba! ¡Este lugar está ahora bajo la jurisdicción de la Marina! ¡Todo aquel pirata o criminal que permanezca aquí será arrestado sin miramientos ni excepciones! ¡Si queréis salir de aquí tendréis que pasar por encima de las fuerzas de la Marina aquí presentes! ¡Así que venid de una vez! Entregaros pacíficamente o desenfundad vuestras armas, no me hagáis perder más tiempo.
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Siguió dando vueltas por el oasis, tratando de obtener alguna pista que le llevara hasta el escondite de los piratas. ¿Cómo iban a diferenciarlos del resto de gente si todo el mundo llevaba la misma ropa? Era absurdo. Seguramente se encontrasen delante de sus propias narices y ni siquiera podía darse cuenta. En un principio había empezado la búsqueda con cierto entusiasmo, pues su superior le había dado vía libre para matar "si fuese necesario". "Yo haré que lo sea" había pensado el azabache tras escuchar la orden. Sin embargo, el tiempo pasaba y no había indicios de que fuese a obtener resultado alguno. ¿Realmente les iba a ser tan difícil en un sitio tan pequeño? Sumado a esta impaciencia estaban las altas temperaturas, que hacían sudar como un pollo al marine. Tal vez no debería haber ido con chaqueta, la cual no tenía más remedio que mantener abrochada para que nadie pudiese ver su arma. Todo un engorro.
- ¿Habrán tenido más suerte los otros dos? -susurraba para sí mismo mientras se limpiaba el sudor de la frente con el brazo.
No tardó en saber que habían obtenido tan pocos resultados como él. Un suspiro de resignación salió de entre sus labios cuando se percató del enorme roble en la cima de una de las dunas del oasis. No podía haber nada que desentonase tanto en aquel lugar como él. "¿Realmente espera no llamar la atención así?". Una ligera sonrisa se le dibujó en el rostro al tiempo que veía cómo su superior se dirigía hacia el centro del pequeño paraíso, a unos cinco metros de donde él se encontraba. Había perdido la paciencia, al igual que él. Desabrochó entonces la chaqueta, pues ya no serviría de nada la discreción. Se mantuvo atento a todas las personas que allí se hallaban, un tanto atónitas al ver cómo un árbol hablaba. No tardaron en notar cierto nerviosismo y movimiento, saliendo al descubierto un pequeño grupo de unas cinco personas, armados con sables, posicionándose frente a ellos.
- Parece que ha funcionado, después de todo -pensó el chico en voz alta, posicionándose algo más cerca de su superior.
Sin embargo, notó cierto movimiento entre los callejones de los escasos edificios que allí había. "¿Será una distracción?" se preguntaba mientras dirigía la mirada hacia los hombres que trataban de mantenerse ocultos. Tal vez estuviesen sacando de allí al cabecilla o puede que incluso fuesen unos cobardes y estuviesen dejando tirados a sus compañeros. Cualquiera de las dos opciones era igual de interesante para el moreno, que hizo una señal al extraño hombre de la bola de pelo rosada para que fuese tras ellos. Si había sido contratado, que al menos hiciese algo útil. ¿Quien sabe? Con suerte tal vez el asqueroso animal terminase muerto... Incluso su dueño. Desenvainó el sable y se puso en guardia junto a Kodama, dejando suficiente espacio entre ambos para no obstaculizar sus movimientos.
- Yo le cubro, señor -le dijo, con cierto brillo de emoción en sus ojos, pero tratando de aparentar seriedad.
- ¿Habrán tenido más suerte los otros dos? -susurraba para sí mismo mientras se limpiaba el sudor de la frente con el brazo.
No tardó en saber que habían obtenido tan pocos resultados como él. Un suspiro de resignación salió de entre sus labios cuando se percató del enorme roble en la cima de una de las dunas del oasis. No podía haber nada que desentonase tanto en aquel lugar como él. "¿Realmente espera no llamar la atención así?". Una ligera sonrisa se le dibujó en el rostro al tiempo que veía cómo su superior se dirigía hacia el centro del pequeño paraíso, a unos cinco metros de donde él se encontraba. Había perdido la paciencia, al igual que él. Desabrochó entonces la chaqueta, pues ya no serviría de nada la discreción. Se mantuvo atento a todas las personas que allí se hallaban, un tanto atónitas al ver cómo un árbol hablaba. No tardaron en notar cierto nerviosismo y movimiento, saliendo al descubierto un pequeño grupo de unas cinco personas, armados con sables, posicionándose frente a ellos.
- Parece que ha funcionado, después de todo -pensó el chico en voz alta, posicionándose algo más cerca de su superior.
Sin embargo, notó cierto movimiento entre los callejones de los escasos edificios que allí había. "¿Será una distracción?" se preguntaba mientras dirigía la mirada hacia los hombres que trataban de mantenerse ocultos. Tal vez estuviesen sacando de allí al cabecilla o puede que incluso fuesen unos cobardes y estuviesen dejando tirados a sus compañeros. Cualquiera de las dos opciones era igual de interesante para el moreno, que hizo una señal al extraño hombre de la bola de pelo rosada para que fuese tras ellos. Si había sido contratado, que al menos hiciese algo útil. ¿Quien sabe? Con suerte tal vez el asqueroso animal terminase muerto... Incluso su dueño. Desenvainó el sable y se puso en guardia junto a Kodama, dejando suficiente espacio entre ambos para no obstaculizar sus movimientos.
- Yo le cubro, señor -le dijo, con cierto brillo de emoción en sus ojos, pero tratando de aparentar seriedad.
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-"Bueno, así será mucho más fácil." -pensó el Roble tras su pequeño discurso. No es que no pudiese esperar, es que le parecía tremendamente inútil lo de quedarse esperando en aquella situación. Cuanto más esperasen más posibilidades había de que sus objetivos se escabullesen o provocasen algún destrozo. Era mucho más cómodo hacer que ellos fuesen hasta su posición, aunque se mantendría alerta por si alguno intentaba escaparse. Por el momento, varios hombres armados habían decidido rodearle a él y al joven marine que ahora le acompañaba. ¿Pero dónde estaba el otro chico? Jamás entendería porqué a los humanos se les daba tan bien perderse por ahí.
-Me alegro de que hayáis decidido venir tan rápido, aunque las armas son innecesarias. -dijo el marine. Sabía que era absurdo intentar razonar con piratas pero no perdía nada por probar, sobretodo porque estaban demasiado ocupados debatiendo sobre si de verdad veían a un árbol parlante amenazarles o era un espejismo producto del calor. No era algo nuevo para él, estaba más que acostumbrado a la sorpresa de los humanos hacia él así que se lo tomaba como algo normal. No parecían ser especialmente fuertes, así que sería una buena oportunidad de probar las habilidades del nuevo recluta.
-Muy bien, joven. -No estaba seguro de conocer su rango o nombre, ya se preocuparía luego de eso. -¿Porqué no te encargas de estos de aquí? Seguro que puedes ocuparte. -Kodama permanecía de lo más relajado mientras le colgaba aquel marrón a su subordinado. Se preguntó si no sería mucho para un novato, especialmente cuando vio aparecer a varias personas más atraídas por su amenaza de arresto, pero siempre podría prestarle apoyo. Pronto se vieron rodeados por cerca de una docena de enemigos, pero seguía sin reconocer el rostro de ninguno. Eso significaba que o no tenían recompensa por su cabeza o no eran lo bastante llamativos como para que el Roble los diferenciara. En cualquier caso no los consideraba una amenaza.
-Los cinco primeros son tuyos, joven. Yo limpiaré el resto. -Dicho esto, desenvainó una de sus espadas y se acercó a sus adversarios mientras mantenía la otra mano a la espalda, como si simplemente estuviese paseando. Detuvo sin problemas la espada de uno de los piratas y con un rápido movimiento hacia fuera cortó una de sus piernas y pasó al siguiente, a quien derribó con un corte en el abdomen. Como experto espadachín había pulido su manejo de la espada durante años y unos simples aspirantes a pirata no tenían mucho que hacer. Se movía entre ellos pausada y elegantemente, deteniendo o esquivando sus ataques sin esfuerzo y hundiendo su acero en ellos. Mientras tanto usó un par de ramas para noquear y desarmar a un par de ellos, los que contaban con armas de fuego, y lanzó una afilada estaca de madera contra el último de sus oponentes, un grandullón que se abalanzó sobre él sin pensar. Luego envainó su arma y se dirigió hacia el lugar del que provenía la presencia del tal Bleyd, no sin antes dirigirse a su acompañante. -Buena suerte, joven. Procura que no te maten.
-Me alegro de que hayáis decidido venir tan rápido, aunque las armas son innecesarias. -dijo el marine. Sabía que era absurdo intentar razonar con piratas pero no perdía nada por probar, sobretodo porque estaban demasiado ocupados debatiendo sobre si de verdad veían a un árbol parlante amenazarles o era un espejismo producto del calor. No era algo nuevo para él, estaba más que acostumbrado a la sorpresa de los humanos hacia él así que se lo tomaba como algo normal. No parecían ser especialmente fuertes, así que sería una buena oportunidad de probar las habilidades del nuevo recluta.
-Muy bien, joven. -No estaba seguro de conocer su rango o nombre, ya se preocuparía luego de eso. -¿Porqué no te encargas de estos de aquí? Seguro que puedes ocuparte. -Kodama permanecía de lo más relajado mientras le colgaba aquel marrón a su subordinado. Se preguntó si no sería mucho para un novato, especialmente cuando vio aparecer a varias personas más atraídas por su amenaza de arresto, pero siempre podría prestarle apoyo. Pronto se vieron rodeados por cerca de una docena de enemigos, pero seguía sin reconocer el rostro de ninguno. Eso significaba que o no tenían recompensa por su cabeza o no eran lo bastante llamativos como para que el Roble los diferenciara. En cualquier caso no los consideraba una amenaza.
-Los cinco primeros son tuyos, joven. Yo limpiaré el resto. -Dicho esto, desenvainó una de sus espadas y se acercó a sus adversarios mientras mantenía la otra mano a la espalda, como si simplemente estuviese paseando. Detuvo sin problemas la espada de uno de los piratas y con un rápido movimiento hacia fuera cortó una de sus piernas y pasó al siguiente, a quien derribó con un corte en el abdomen. Como experto espadachín había pulido su manejo de la espada durante años y unos simples aspirantes a pirata no tenían mucho que hacer. Se movía entre ellos pausada y elegantemente, deteniendo o esquivando sus ataques sin esfuerzo y hundiendo su acero en ellos. Mientras tanto usó un par de ramas para noquear y desarmar a un par de ellos, los que contaban con armas de fuego, y lanzó una afilada estaca de madera contra el último de sus oponentes, un grandullón que se abalanzó sobre él sin pensar. Luego envainó su arma y se dirigió hacia el lugar del que provenía la presencia del tal Bleyd, no sin antes dirigirse a su acompañante. -Buena suerte, joven. Procura que no te maten.
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El chico sonrió levemente ante la orden del roble, el cual le "ofreció" la posibilidad de encargarse de los cinco primeros criminales que se hallaban en ese momento frente a ellos, siendo reforzados segundos después por un grupo aún más numeroso. "Bien, bien... Cuantos más mejor" pensaba el moreno mientras recorría con la mirada a los piratas. Sin duda sería todo un entretenimiento y podría dar rienda suelta a su violencia, la cual llevaba demasiado tiempo sin poder expresar. Sin embargo, contendría un poco sus instintos asesinos para no dar una mala imagen a su superior... En la medida de lo posible. Le miró de reojo y asintió.
- Como usted diga.
Tras eso se adelantó a él, cargando contra los cinco espadachines que le había asignado, enzarzándose en un mar de acero, chispas y sangre. Logró bloquear un primer ataque, desviando la espada de un hombre con cierta calvicie y haciéndole perder el equilibrio con ello para, acto seguido, atravesar el vientre del segundo de ellos con su sable. La sangre brotó y sus ojos se iluminaron ante aquel espectáculo. Se preparó para defenderse, echándose hacia su izquierda al tiempo que otro de ellos le lanzaba un tajo que de haberle alcanzado habría separado media cabeza del azabache de su cuerpo. Sin embargo, el único daño que recibió fue un corte en el pómulo derecho, a lo cual respondió con dos rápidos tajos en la pierna y el hombro del espadachín, el cual cayó al suelo. Lanzó una patada entonces directa a su rostro, haciéndole perder el conocimiento. "Estoy algo oxidado. Esa espada no debería haberme alcanzado" pensó al tiempo que chasqueaba la lengua y bloqueaba la espada del primer pirata al que se había enfrentado para, en un rápido movimiento de muñeca cortarle la mano con la que empuñaba. Tras eso extrajo un cuchillo, el cual clavó en el hombro del cuarto criminal, el cual se había lanzado contra él, haciéndole un corte en el costado izquierdo. Kuro ni se inmutó, respondiendo ante ello con un cabezazo que debió de partir la nariz a su oponente. Tras eso lanzó el cuchillo, que aún era sostenido entre sus dedos, contra el último que quedaba en pie, atravesando este su garganta y matándolo al instante.
El moreno dio un tajo al aire, limpiando la sangre que recorría el filo de su sable para acto seguido envainarlo, mostrando una calma absoluta en sus movimientos. Había ignorado por completo el dolor de la herida que ahora recorría su costado, empapando de sangre su ropa. "Tendré que ocuparme de esto si no quiero tener problemas" pensaba mientras dejaba caer su chaqueta y se desabotonaba la camisa y el chaleco. Rasgó la ropa de uno de los criminales que yacían en el suelo y se acercó al depósito de agua más cercano. Con cuidado lavó la herida y la vendó como pudo con los trozos de tela. Volvió junto a su ropa para vestirse al tiempo que echaba un vistazo a su alrededor. Kodama había eliminado a los piratas restantes y al parecer había ido en busca del tal Bleyd. "Sin duda es fuerte. Eso podría ser interesante" pensó, recogiendo el cuchillo que permanecía clavada en la garganta del criminal y guardándolo de nuevo bajo su brazal inmediatamente después de limpiarlo. Tras esto se puso en marcha, caminando hacia las estrechas calles que formaban los pequeños edificios del oasis para reunirse con sus compañeros.
- ¿Habrá encontrado algo? -pensó en voz alta, recorriendo los callejones con la mirada.
- Como usted diga.
Tras eso se adelantó a él, cargando contra los cinco espadachines que le había asignado, enzarzándose en un mar de acero, chispas y sangre. Logró bloquear un primer ataque, desviando la espada de un hombre con cierta calvicie y haciéndole perder el equilibrio con ello para, acto seguido, atravesar el vientre del segundo de ellos con su sable. La sangre brotó y sus ojos se iluminaron ante aquel espectáculo. Se preparó para defenderse, echándose hacia su izquierda al tiempo que otro de ellos le lanzaba un tajo que de haberle alcanzado habría separado media cabeza del azabache de su cuerpo. Sin embargo, el único daño que recibió fue un corte en el pómulo derecho, a lo cual respondió con dos rápidos tajos en la pierna y el hombro del espadachín, el cual cayó al suelo. Lanzó una patada entonces directa a su rostro, haciéndole perder el conocimiento. "Estoy algo oxidado. Esa espada no debería haberme alcanzado" pensó al tiempo que chasqueaba la lengua y bloqueaba la espada del primer pirata al que se había enfrentado para, en un rápido movimiento de muñeca cortarle la mano con la que empuñaba. Tras eso extrajo un cuchillo, el cual clavó en el hombro del cuarto criminal, el cual se había lanzado contra él, haciéndole un corte en el costado izquierdo. Kuro ni se inmutó, respondiendo ante ello con un cabezazo que debió de partir la nariz a su oponente. Tras eso lanzó el cuchillo, que aún era sostenido entre sus dedos, contra el último que quedaba en pie, atravesando este su garganta y matándolo al instante.
El moreno dio un tajo al aire, limpiando la sangre que recorría el filo de su sable para acto seguido envainarlo, mostrando una calma absoluta en sus movimientos. Había ignorado por completo el dolor de la herida que ahora recorría su costado, empapando de sangre su ropa. "Tendré que ocuparme de esto si no quiero tener problemas" pensaba mientras dejaba caer su chaqueta y se desabotonaba la camisa y el chaleco. Rasgó la ropa de uno de los criminales que yacían en el suelo y se acercó al depósito de agua más cercano. Con cuidado lavó la herida y la vendó como pudo con los trozos de tela. Volvió junto a su ropa para vestirse al tiempo que echaba un vistazo a su alrededor. Kodama había eliminado a los piratas restantes y al parecer había ido en busca del tal Bleyd. "Sin duda es fuerte. Eso podría ser interesante" pensó, recogiendo el cuchillo que permanecía clavada en la garganta del criminal y guardándolo de nuevo bajo su brazal inmediatamente después de limpiarlo. Tras esto se puso en marcha, caminando hacia las estrechas calles que formaban los pequeños edificios del oasis para reunirse con sus compañeros.
- ¿Habrá encontrado algo? -pensó en voz alta, recorriendo los callejones con la mirada.
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Las calles de Yuba se habían vacíado casi por completo, la gente se refugiaba lo más rápido que podía mientras rescataban de sus armarios las pocas armas con las que contaban, atentos a la lucha que tenía lugar en el oasis. El hombre-árbol caminaba en busca de los criminales que aún quedasen por allí, estaba convencido de que debía haber algún pirata serio por allí y no esos aficionados que les habían atacado antes a su compañero y a él, de lo contrario no le habrían enviado a él sino a algún otro marine menos experimentado. Por lo menos había podido hacerse una idea del nvel general de los piratas de por allí y lo cierto era que no le impresionaba. El joven de lso estornudos podrí ahaverse cargo de los que había dejado atrás.
No tardó mucho en oír el escándalo que provenía de los alrededores, como si se estuviese librando una gran batalla en algún lugar. ¿Acaso el tal Bleyd había decidido actuar? Confiaba en que no lo matasen o tendría que dar muchas explicaciones. Concentró su Haki para detectar su presencia y no le sorprendió ver que estaba en el mismo lugar del que provenía tanto ruido. Más le valía darse prisa. En contra de su naturaleza, el Roble comenzó a correr, algo que no le gustaba hacer pero que lamentablemente era necesario hacer demasiadas veces. Cuando llegó se encontró con un callejón repleto de hombres muertos, pero no había ningún rastro de Bleyd. ¿Dónde se habría emtido? Iba a localizarlo de nuevo con su Haki cuando un sonido a su espalda llamó su atención, un suave paso seguido por el aleteo de una capa.
Casi por instinto, desenvainó una de sus espadas al mismo tiempo que se giraba para detener la estocada que se dirigía a cabar con su vida. Su atacante, un joven de melena rubia ataviado con una capa blanca y roja le miró a los ojos, sin inmutarse lo más mínimo ante su aspecto. Parecía un simple humano pero algo le decía que era distinto al resto, no era la calse de persona a la que tomaría por un pirata pero si le había atacado sería por algo. Además su cara la sonaba vagamente, tal vez de un cartel de recompensa o de algún perdiódico.
-Hola muchacho. ¿En qué puedo ayudarte? -preguntó el comodoro retrocediendo un paso. D erepente había encontrado a alguien más importante a quien atrapar.
-Tal vez, marine. Si eres tú quién ha acabado con mis hombres siento decirte que eres hombre muerto. Si no... bueno, tendré que disculparme tras haber acabado contigo. -El joven miraba al callejón con bastante intensidad, así que probablemente aquellos fuesen sus tripulantes. -Mi nombre es Garry...
-White. Se quién eres. -interrumpió el marine. Ya se acordaba de él, un novato con bastante poder y una sangrienta tendencia a defender a los suyos. Contaba con gente peligrosa en su banda pero él era el único al que recordaba. Tal vez por los 53 millones que daba la Marinapor su cabeza. Había causado bastante ruido en la Grand Line pero su racha se acababa allí. -No he sido yo el que ha hecho eso de ahí atrás, pero una vez arrestado tendrás tiempo para pensar qué pudo haber pasado. -Obviando más palabrería sin sentido, Kodama se abalanzó sobre su adversario, espada en mano.
No tardó mucho en oír el escándalo que provenía de los alrededores, como si se estuviese librando una gran batalla en algún lugar. ¿Acaso el tal Bleyd había decidido actuar? Confiaba en que no lo matasen o tendría que dar muchas explicaciones. Concentró su Haki para detectar su presencia y no le sorprendió ver que estaba en el mismo lugar del que provenía tanto ruido. Más le valía darse prisa. En contra de su naturaleza, el Roble comenzó a correr, algo que no le gustaba hacer pero que lamentablemente era necesario hacer demasiadas veces. Cuando llegó se encontró con un callejón repleto de hombres muertos, pero no había ningún rastro de Bleyd. ¿Dónde se habría emtido? Iba a localizarlo de nuevo con su Haki cuando un sonido a su espalda llamó su atención, un suave paso seguido por el aleteo de una capa.
Casi por instinto, desenvainó una de sus espadas al mismo tiempo que se giraba para detener la estocada que se dirigía a cabar con su vida. Su atacante, un joven de melena rubia ataviado con una capa blanca y roja le miró a los ojos, sin inmutarse lo más mínimo ante su aspecto. Parecía un simple humano pero algo le decía que era distinto al resto, no era la calse de persona a la que tomaría por un pirata pero si le había atacado sería por algo. Además su cara la sonaba vagamente, tal vez de un cartel de recompensa o de algún perdiódico.
-Hola muchacho. ¿En qué puedo ayudarte? -preguntó el comodoro retrocediendo un paso. D erepente había encontrado a alguien más importante a quien atrapar.
-Tal vez, marine. Si eres tú quién ha acabado con mis hombres siento decirte que eres hombre muerto. Si no... bueno, tendré que disculparme tras haber acabado contigo. -El joven miraba al callejón con bastante intensidad, así que probablemente aquellos fuesen sus tripulantes. -Mi nombre es Garry...
-White. Se quién eres. -interrumpió el marine. Ya se acordaba de él, un novato con bastante poder y una sangrienta tendencia a defender a los suyos. Contaba con gente peligrosa en su banda pero él era el único al que recordaba. Tal vez por los 53 millones que daba la Marinapor su cabeza. Había causado bastante ruido en la Grand Line pero su racha se acababa allí. -No he sido yo el que ha hecho eso de ahí atrás, pero una vez arrestado tendrás tiempo para pensar qué pudo haber pasado. -Obviando más palabrería sin sentido, Kodama se abalanzó sobre su adversario, espada en mano.
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Kuro seguía recorriendo los estrechos callejones de Yuba. Era curioso cómo podía formarse tal laberinto en un espacio tan pequeño. Le molestaba en cierta forma que la visión fuese tan monotona, pues los edificios eran prácticamente exactos unos con otros y en ocasiones no tenía muy claro si estaba pasando por un mismo sitio o no. "¿Dónde se habrán metido esos dos?" era la pregunta que recorría su mente, ansiando más la respuesta a cada paso que daba. Sin embargo, si había algo que pudiera agradecer de situarse en aquellas callejuelas era la sombra que proyectaban las pequeñas casas, protegiéndole en parte del abrasador calor del desierto. Esperaba no tener que desplazarse por este en busca de otro grupo de criminales durante una buena temporada.
- Asco de desierto -murmuró para sí mismo al tiempo que limpiaba el sudor de su frente pasando el brazo derecho por esta- A saber cómo tiene que estar pasándolas el tipo de la armadura.
Realmente estaría impresionado si Bleyd no sufriese durante aquel día una insolación o un golpe de calor. No parecía especialmente fresca, y aún menos liviana. ¿A quién se le ocurriría traer ese tipo de atavíos a una isla como Arabasta? Comenzaba a dudar seriamente de la capacidad intelectual de ese individuo... Aunque solo había que ver a aquella mascota suya. Sin duda, las mascotas se parecen a sus dueños, y ese era el claro ejemplo que lo demostraba. Se ajustó bien los brazales mientras seguía caminando. De nuevo otro callejón sin salida. Suspiró pesadamente y giró, aunque le pareció escuchar el sonido del acero chocando contra el acero al otro lado del muro.
- Demasiado alto para saltarlo. Tendré que dar un rodeo .pensó el azabache en voz alta.
Comenzó a correr entonces lo más rápido que le permitieron sus piernas, esperando que la "fiesta" no hubiese terminado cuando llegase al lugar. No había quedado muy satisfecho con los cinco piratas a los que había derrotado. No... Definitivamente necesitaba un reto mayor que eso, aunque tendría que tener cuidado: ya solo podría ignorar el dolor de dos heridas más. "Tengo que mejorar el uso de la tami tami... Aún no es suficientemente poderosa" pensaba a medida que el ruido comenzaba a hacerse más fuerte a medida que se acercaba al lugar. Tardó medio minuto escaso en llegar, desenvainando el sable y preparándose para un inminente combate. Sus ojos quedaron fijos en la imagen del hombre que se situaba frente a Kodama, el cual parecía ser bastante más poderoso que los demás. Sentía curiosidad por ver pelear al roble, pues no había tenido la oportunidad la vez anterior, así que no intervendría por el momento. Tan solo si veía que las cosas se complicaban prestaría su ayuda, aunque obviando la respuesta de su superior hizo la pregunta clave, para aparentar:
- ¡Señor! ¿Necesita ayuda?
- Asco de desierto -murmuró para sí mismo al tiempo que limpiaba el sudor de su frente pasando el brazo derecho por esta- A saber cómo tiene que estar pasándolas el tipo de la armadura.
Realmente estaría impresionado si Bleyd no sufriese durante aquel día una insolación o un golpe de calor. No parecía especialmente fresca, y aún menos liviana. ¿A quién se le ocurriría traer ese tipo de atavíos a una isla como Arabasta? Comenzaba a dudar seriamente de la capacidad intelectual de ese individuo... Aunque solo había que ver a aquella mascota suya. Sin duda, las mascotas se parecen a sus dueños, y ese era el claro ejemplo que lo demostraba. Se ajustó bien los brazales mientras seguía caminando. De nuevo otro callejón sin salida. Suspiró pesadamente y giró, aunque le pareció escuchar el sonido del acero chocando contra el acero al otro lado del muro.
- Demasiado alto para saltarlo. Tendré que dar un rodeo .pensó el azabache en voz alta.
Comenzó a correr entonces lo más rápido que le permitieron sus piernas, esperando que la "fiesta" no hubiese terminado cuando llegase al lugar. No había quedado muy satisfecho con los cinco piratas a los que había derrotado. No... Definitivamente necesitaba un reto mayor que eso, aunque tendría que tener cuidado: ya solo podría ignorar el dolor de dos heridas más. "Tengo que mejorar el uso de la tami tami... Aún no es suficientemente poderosa" pensaba a medida que el ruido comenzaba a hacerse más fuerte a medida que se acercaba al lugar. Tardó medio minuto escaso en llegar, desenvainando el sable y preparándose para un inminente combate. Sus ojos quedaron fijos en la imagen del hombre que se situaba frente a Kodama, el cual parecía ser bastante más poderoso que los demás. Sentía curiosidad por ver pelear al roble, pues no había tenido la oportunidad la vez anterior, así que no intervendría por el momento. Tan solo si veía que las cosas se complicaban prestaría su ayuda, aunque obviando la respuesta de su superior hizo la pregunta clave, para aparentar:
- ¡Señor! ¿Necesita ayuda?
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El joven marine llegó hasta donde Kodama se encontraba peleando, aunque no parecía seguro sobre si intervenir o no. Eso podía ser bueno, pues aquel rival era bastante más duro que los anteriores. Po rle momento, el hombre-árbol ignoró el ofrecimiento de ayuda del recluta y continuó intentando doblegar a su adversario. El oasis se llenaba con el sonido del entrechocar del metal, junto con las respiraciones agitadas de ambos contendientes. El comodoro y el pirata intercambiaban feroces golpes sin descanso, manteniendo una lucha hasta el momento pareja. El marine lanzó una estocada hacia la cabeza del rubio, pero este logró agacharse a tiempo y girar sobre sí mismo para ponerse al lado del Roble al mismo tiempo que buscaba hundir su hoja en la corteza del árbol.
En ese preciso instante, varias ramas aparecieron del cuerpo de Kodama y se lanzaron contra su oponente, quien las esquivó con un ágil salto. Luego se abalanzó de nuevo hacia él, blandiendo su arma a mayor velocidad y agobiando al marine durante unos segundos. Retrocedió paso a paso para evitar ser rebanado, hasta que enontró un hueco para poder unir sus dos espadas por el mango y formar un arma de mayor alcance y que además podía girar rápidamente para contrarrestar los ataques de White. Cuando quiso darse cuenta era él quien llevaba la iniciativa del combate, aprovechando los giros su doble espada para ejecutar una danza mortal alrededor de aquel criminal.
-"Es bueno." -pensó al ver que no se rendía. Un corte surcó la madera de Kodama pero poco le importaba eso ahora. Cuando el pirata encontró una oportunidad, se movió a tal velocidad que durante un segundo lo perdió de vista, tiempo durante el que logró atravesar el abdomen del Roble con su espada. Sonriente, el pirata se sentía ganador, pero el marine no hizo más que mirarlo fijamente. Tras unos segundos de silencio, habló de nuevo. ¿Eso es todo? -preguntó. -Esperaba algo más que un pirata que se confía tras herir a su rival. -Dicho esto generó gran cantidad de resina alrededor de su herida, cerrándola y atrapando la espada de White al mismo tiempo. El pirata no fue capaz de recuperarla por lo que simplemente retrocedió de un salto. En ese momento Kodama se decidió a poner fin a la lucha. Extendió el brazo derecho y desde el dedo índice disparó una única y veloz astilla de madera que atravesó el pecho de su adversario, incapaz de detenerla al verse privado de su arma. -Supongo que ya está.
En ese preciso instante, varias ramas aparecieron del cuerpo de Kodama y se lanzaron contra su oponente, quien las esquivó con un ágil salto. Luego se abalanzó de nuevo hacia él, blandiendo su arma a mayor velocidad y agobiando al marine durante unos segundos. Retrocedió paso a paso para evitar ser rebanado, hasta que enontró un hueco para poder unir sus dos espadas por el mango y formar un arma de mayor alcance y que además podía girar rápidamente para contrarrestar los ataques de White. Cuando quiso darse cuenta era él quien llevaba la iniciativa del combate, aprovechando los giros su doble espada para ejecutar una danza mortal alrededor de aquel criminal.
-"Es bueno." -pensó al ver que no se rendía. Un corte surcó la madera de Kodama pero poco le importaba eso ahora. Cuando el pirata encontró una oportunidad, se movió a tal velocidad que durante un segundo lo perdió de vista, tiempo durante el que logró atravesar el abdomen del Roble con su espada. Sonriente, el pirata se sentía ganador, pero el marine no hizo más que mirarlo fijamente. Tras unos segundos de silencio, habló de nuevo. ¿Eso es todo? -preguntó. -Esperaba algo más que un pirata que se confía tras herir a su rival. -Dicho esto generó gran cantidad de resina alrededor de su herida, cerrándola y atrapando la espada de White al mismo tiempo. El pirata no fue capaz de recuperarla por lo que simplemente retrocedió de un salto. En ese momento Kodama se decidió a poner fin a la lucha. Extendió el brazo derecho y desde el dedo índice disparó una única y veloz astilla de madera que atravesó el pecho de su adversario, incapaz de detenerla al verse privado de su arma. -Supongo que ya está.
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El azabache se mantuvo en la misma posición, alejado del enfrentamiento lo suficiente como para no resultar una molestia a su superior, además de encontrarse a una distancia segura y desde la que podía observar el combate sin nada que lo obstaculizase. Sin duda aquél árbol se había ganado su puesto a pulso, pues se movía como un verdadero maestro de la espada. El pirata no se quedaba atrás, de modo que durante un momento pareció dominar la situación y dejar contra las cuerdas a Kodama, pese a que esto no durase demasiado. El marine había juntado sus espadas, obteniendo un arma de mayor longitud con la cual comenzó a atosigar a White hasta que, de repente, el criminal se movió a tal velocidad que Kuro fue incapaz de seguirle con la mirada. Cuando volvió a localizarle había atravesado al Comodoro, mas no parecía importarle. "Interesante... Tal vez no sienta dolor, como sospeché, o puede que tenga una resistencia superior a este. Podría ser cualquier cosa, al fin y al cabo, no es humano." Tras esto su superior finalizó el combate, disparando desde su dedo una astilla que atravesó al líder de la banda. Fue entonces cuando el recluta se acercó hasta White, que permanecía tirado en el suelo.
- Una demostración impresionante, señor -dijo sin apartar su mirada del pirata- Con esto deberíamos haber solucionado el problema de los piratas. Si alguno ha logrado escapar probablemente no cause más problemas al haber perdido al cabecilla... Y el resto no están en condiciones de oponer resistencia -concluyó, refiriéndose a los que habían enfrentado en la plaza, estando la mayoría de estos muertos o en camino a ello.
Se inclinó entonces junto a White, tomándole de uno de los brazos para medir su pulso. Seguía vivo, aunque parecía ue no duraría demasiado así si no recibía atención médica urgentemente, ya que era bastante débil. Aquella astilla debió perforar alguna arteria o alcanzarle en algún punto vital. Moriría antes de que nadie pudiera hacer nada por salvarle la vida, idea ante la que Kuro tuvo que reprimir una siniestra sonrisa. No podía mostrar ese tipo de sentimiento frente a un superior.
- En cualquier caso... -continuó mientras se ponía en pie- Aún hay algo de lo que ocuparse. ¿Dónde se ha metido ese hombre? El tal... Bleyd -la verdad era que le habían perdido la pista al comenzar el enfrentamiento con los piratas. ¿Habría muerto o seguiría con vida en alguna parte del pequeño poblado? Con un poco de suerte, tanto él como su estúpida mascota habrían abandonado ese mundo.
- Una demostración impresionante, señor -dijo sin apartar su mirada del pirata- Con esto deberíamos haber solucionado el problema de los piratas. Si alguno ha logrado escapar probablemente no cause más problemas al haber perdido al cabecilla... Y el resto no están en condiciones de oponer resistencia -concluyó, refiriéndose a los que habían enfrentado en la plaza, estando la mayoría de estos muertos o en camino a ello.
Se inclinó entonces junto a White, tomándole de uno de los brazos para medir su pulso. Seguía vivo, aunque parecía ue no duraría demasiado así si no recibía atención médica urgentemente, ya que era bastante débil. Aquella astilla debió perforar alguna arteria o alcanzarle en algún punto vital. Moriría antes de que nadie pudiera hacer nada por salvarle la vida, idea ante la que Kuro tuvo que reprimir una siniestra sonrisa. No podía mostrar ese tipo de sentimiento frente a un superior.
- En cualquier caso... -continuó mientras se ponía en pie- Aún hay algo de lo que ocuparse. ¿Dónde se ha metido ese hombre? El tal... Bleyd -la verdad era que le habían perdido la pista al comenzar el enfrentamiento con los piratas. ¿Habría muerto o seguiría con vida en alguna parte del pequeño poblado? Con un poco de suerte, tanto él como su estúpida mascota habrían abandonado ese mundo.
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