Pacificando el Puño [Moderado Kimura]

Era la primera vez que me veía inmerso en una misión "diplomática" tan delicada, o por lo menos en solitario, nunca había ido solo a una isla a cumplir con una misión. Solo sabía una cosa, debía darlo todo y tratar de sofocar y extinguir esa guerra interna que se estaba dando dentro de la propia isla, el norte y el este combatían entre sí, causando problemas en toda la isla y conflictos en todas partes. Yo fui enviado en parte para contener a los rebeldes que se negaban al control del gobierno mundial, y en parte para asegurar el control de la isla. Es decir, me mandaban a acabar con todos los que causaran problemas y estuvieran en contra del gobierno. Una tarea sucia que no me agradaba para nada.

A lomos de un caballo avanzaba por un camino en dirección al centro del pueblo, había un paisaje realmente bello, me entraban unas ganas de bajar del caballo y descansar que eran preocupantes, hasta el punto que mi cuerpo se sentía cansado solo para tratar de convencerme a que me detuviera. Pero no era el momento de descansar y relajarse, acababa de llegar y necesitaba presentarme ante los superiores del pueblo, quienes suponía que habrían sido informados de mi llegada por parte de la marina o del gobierno mundial.

Encima del caballo, con el cinturón cargando con las vainas de ambas espadas en la zona izquierda de mi cintura, un pequeño arnés con bolsillos donde guardaba aquellos diales y dos objetos de gran utilidad, un respirador y un utensilio para planear en el aire, esos cómodos y ligeros zapatos que me permitían moverme con total soltura y agilidad, el arco a mi espalda con la cuerda cruzando mi torso por encima del arnés. Mi cota de malas, ropas verdosas y un brazalete con el distintivo de mi cargo militar dentro de la marina. Por encima de las ropas resaltaba aquél colgante que tantos recuerdos me daba, aquél que me daba la entereza para continuar hacia adelante en los peores momentos. Era todo cuanto tenía encima ahora mismo, que no era poco, cualquiera diría que iba preparado para una guerra. Aunque quien sabe, tal vez así era en realidad.

De pronto observé unos pequeños edificios y unos obreros trabajando en la construcción. No supe si iba bien encaminado hacia el centro de la ciudad, donde esperaba encontrarme con la mayor autoridad, al fin y al cabo necesitaba presentarme para que me informasen de la situación actual. Decidido comencé a aproximarme hacia esos obreros. una vez estuve cerca de ellos me dirigí hacia uno de ellos.

-Disculpe caballero. Mi nombre es Kimura Hayate, sargento de la marina. Estoy en busca de la persona con mayor autoridad de la ciudad. ¿Sería usted tan amable de indicarme por favor?

Esperaba haber sido suficientemente claro, además estaba seguro de que no les haría ninguna gracia ver a un tipo de la marina llegar en un caballo cómodo mientras ellos están partiéndose el espinazo al sol trabajando. Realmente era un situación un poco incómoda que no había pensado bien.

Como esperaba su respuesta no fue la más amable, hasta inquirió que allí la mayor autoridad era yo, pero que si estaba buscando al capataz lo podría encontrar próximo. Aquello ya me daba a entender que la situación en aquél lugar era bastante inestable y hasta preocupante. No sabía hasta qué punto podrían estar las cosas retorcidas, pero lo que estaba claro era que muy bien no andaban.

Algo dentro de mí me decía que debía tratar de eliminar dicha revuelta, de solucionar los problemas de la forma más rápida y adecuada posible. Por otro lado no era mi misión eliminar las rebeliones, tan solo apaciguarlas para tratar de lograr el dominio del gobierno mundial. Era un problema, un verdadero dolor de cabeza y un dilema moral bastante enorme. No sabía que hacer, aunque al fin y al cabo mientras lleve a cabo mi misión principal, el resto de acciones son indiferentes. No sabía que hacer.

Con la duda todavía rondando en mi cabeza decidí ir a ver al capataz, tal vez el conversar con él me diese la motivación que necesitaba para decantarme por una de las dos opciones rápidamente. No hay piratas, o por lo menos eso parece, no obstante una guerra civil es peor que cualquier asalto pirata. No son desconocidos los que te atacan, sino gente que tiempo atrás fue tu aliada, incluso tu familia en ocasiones. Solo el imaginarme la situación hace que me den escalofríos.

Llegué a donde las indicaciones de aquél obrero me conducían. Bajé del caballo y le llevé por las riendas para dirigirme cara a cara a esas dos personas que había en la cabaña de paredes metálicas. Un tipo muy bien vestido, trajeado, algo me decía que podría ser un negociante de algún otro lugar, o tal vez un miembro del gobierno mundial que venga a supervisar mi trabajo. El otro tipo se notaba que era un hombre marcado por una vida terrible. Tenía el rostro lleno de lo que parecían ser heridas y quemaduras. No quería ni imaginarme por lo que habría tenido que pasar esa persona.

-Saludos caballeros. Vengo en nombre de la marina y el gobierno mundial. Me han destinado aquí para solventar el problema que hay aquí. Me gustaría saber si he llegado al lugar correcto.

Me inquietaba la presencia del hombre trajeado, y no me daba muy buena espina. Esperaría mejor a ver cómo se desencadenaba la situación.

Aunque mis palabras en un principio iban destinadas hacia aquél hombre con ese aspecto tan destrozado, no fue él quien respondió a mis palabras. En su lugar, el hombre trajeado, que debía pertenecer al gobierno mundial, comenzó a hablarme en respuesta a mi inquietud. Me confirmó que en efecto me estaban esperando, aunque al parecer no se había enterado bien de mi nombre.

Indiferente a que no supiera decir bien mi nombre, no me importaba e incluso resultaba un tanto cómico, escuché sus palabras atentamente... Pero no me gustaron nada. Ese hombre hablaba con una gran superioridad, como si él estuviera al mando allí. Su forma de hablar resultaba como menos despreciable y parecía que estaba doblegando al capataz de la obra, pues éste ni siquiera parecía haber hecho ademán de dirigirme la palabra, es más, actuaba como si prefiriese estar ausente, como si no deseara estar ahí. Aunque tal vez lo que no deseaba era que estuviera ese hombre trajeado. Por mi parte yo también desearía que ese hombre no estuviera allí, me hablaba de una forma que se me hacía despectiva, y era como si a su lado no fuese más que un trozo de mierda seca.

Lo último que me dijo fue que mi misión era ir a pacificar hacia el norte, que era donde se preveía que iba a haber una especie de revuelta o confrontamiento con los enemigos. Obviamente los enemigos de ésta zona. No me gustaban las palabras ni las maneras de hablar de éste tipo, no obstante era un miembro del gobierno, y entrar en hostilidades con él tan solo podría traerme consecuencias. Por otra parte su intención era que matara a todo aquél que osase revelarse o atacar. Y ese no es que fuera mi estilo.

-Con todos mis respetos -comencé a hablar-, pero si mi objetivo es pacificar, he de conocer en primer lugar cuál es el motivo que les ha llevado a la revuelta. No conozco más que el informe de que la isla está en mitad de una guerra civil pero desconozco los motivos que los originaron, y desde luego desconozco cuál es el bando que puede estar en mayores problemas.

Esta palabras las dirigí directamente hacia el miembro del gobierno mundial, pero rápidamente y tras lanzarle una mirada un tanto fulminante, imitando su actitud hacia mí, giré mi rostro y me fuí directamente a hablar con el capataz de la obra, aquél hombre que parecía estar ausente, pero que sabría mucho más que el miembro del gobierno.

-Caballero. Quisiera hacerle unas preguntas antes de continuar mi viaje. Usted sabrá explicarme mucho mejor la situación, usted lo está viviendo y aunque pueda parecer duro necesito escuchar la información directamente de usted. Mi objetivo es deshacer la guerra, y como marine debo asegurarme de no cobrarme vidas, y mucho menos inocentes. Por lo que ruego por su colaboración.

No sabía si hacía lo correcto ignorando al miembro del gobierno, tan solo se que no me gustaba ni un pelo su actitud, y ahora mismo deseaba que estuviera implicado en el problema de la isla solo para poder darle su merecido. Por desgracia aunque fuera así, dudo que lograra encontrar pruebas concluyentes para poder explicárselo a mis superiores. Sería una faena descubrirlo y no poder demostrarlo. Ahora solo esperaba a que ese hombre pudiera responderme.

Estaba claro, ese agente del gobierno estaba intimidando al capataz, el cual se hallaba entre la espada y la pared. Claramente había visto cómo le amenazaba para que no me contase nada, pero fingí caer en su juego y creer lo que me decía.

-Vaya. Discúlpeme agente. Tal vez hablé más de la cuenta. Pero permítame decirle que mi misión es asegurar la isla. No está en mis manos causar ningún tipo de genocidio ni acabar con la vida de nadie. Yo tan solo me ocupo de mi misión. De modo que si me disculpa, he de partir hacia el norte. Debo proteger ese enclave que me ha sido asignado.

Y sin aguardar una respuesta partí de nuevo hacia mi camino con las riendas del caballo en mi mano izquierda bien sujetas. Un animal como ese me podría venir genial para transportarme rápidamente por la isla, debía asegurarme de mantenerlo cercano a mí. Y a salvo.

Comencé a caminar en dirección hacia donde fue el capataz, esperaba que ese estúpido engreído del gobierno no me siguiese. Aunque ahora mismo deseaba poder demostrar que estaba metido en el ajo. Su actitud parece como poco sospechosa y no me causa buena impresión. Tal vez en esta misión consiga iniciar mi objetivo primordial. Limpiar el estercolero de corrupción que es la marina y el gobierno mundial.

Me concentré en mi haki mantra, atento a cualquier movimiento y tratando de averiguar cuanto pudiera sobre el terreno, así como asegurarme de que ese estúpido imbécil se quedaba ahí atrás. Le lancé alguna mirada fugaz hacia atrás, deseando verle todavía allí. El capataz iba muy por delante, pero trataría de no perderle de vista.

¿Qué diablos significa esto? Le veo ahí, sin embargo no detecto ninguna presencia con mi haki de observación. ¿Estaré utilizándolo mal? ¿Estará atrofiándose mi haki? No, no puede ser, incluso detectaba la presencia de otras personas, miraba hacia esa dirección y allí estaban, no muy lejos, alguna escondida de mi vista. Pero ese agente del gobierno no podía localizarle. Era como si no existiese... ¿Entonces quién o qué es ese hombre de traje?

Avancé con cautela pero tratando de no perder de vista a mi objetivo. Captaba su presencia con mi haki. Pero tras un largo rato su presencia se desvaneció. Tal vez permití que se alejase demasiado, y para colmo ahora estaba metido en un bosque extraño y desconocido para mí. ¿Dónde carajo se habría metido aquél capataz? Sabía que ocultaba algo, y tenía que hacerle confiar en mí. Observé hacia adelante, el bosque en un principio no era muy espeso, pero sus pisadas eran claras. El terreno estaba algo humedecido y las huellas se quedaban lo suficientemente marcadas como para lograr saber su dirección. Pero a medida que avanzaba, el bosque se espesaba y tornaba más frondoso, dificultando más el seguimiento. Aun así lograba continuar y avanzar.

Unos extraños ruídos me hacen ponerme alerta. A estas horas de la noche y en mitad del bosque, esos sonidos tan solo pueden significar malas noticias. Avancé con más cautela con la mano en la empuñadura de la espada maestra. No tardé en llegar a un pequeño claro, donde había una extraña gruta subterránea. No me gustaba, podría ser la guarida de alguna bestia, o tal vez de algún grupo de la resistencia... ¿Y si se hubiera dirigido a este lugar el capataz? Debía de asegurarme, pero ahora estaba muy oscuro como para poder adentrarme así a la ligera. Tendría que valerme de mi haki de observación, el cual no está muy refinado para una infiltración así... No obstante si algo se me da bien es ser sigiloso.

Me aproximé a dicha gruta y traté de observar hacia el interior. El silencio era total, y tenía un método de fabricarme una antorcha, tan solo necesitaba encontrar una rama algo seca, pero no tanto como para volverse quebradiza, y obviamente con el suficiente grosor para que no se consuma con rapidez. Me costó encontrar una por entre los alrededores, es lo que tiene la oscuridad de la noche. Concentré mi energía de ámbito fuego en la espada y aproximé el extremo de aquella rama a la espada para que fuera calentándose. La propia hoja no puede emitir llamas directamente, pero si calentar por medio de mi energía.

Tras un par de minutos comencé a oler el humo que desprendía el calor en la madera. Estaba a punto de prenderse. Liberé la energía de la espada a modo de onda cortante, la cual quedó impregnada en llamas, prendiendo la madera. No hizo falta más que unos soplidos para que la llama se avivase lo suficiente como para que se hiciese una buena antorcha. No duraría demasiado, pero yo creo que lo suficiente. Entonces me armé de valor y me acerqué a dicha gruta. Si no escuchaba nada me adentraría a ver qué me pudiera encontrar.

Aquella gruta subterránea parece ser hogar de unos lobos, no obstante hay más camino que se adentra. Observo un barranco del cual no puedo ver más que la parte superior, donde estoy. Caer por ahí sería fatal, trataría de no despistarme. Los salvajes cánidos parecen huir de la llama que la antorcha despide. Pero lo que más llama mi atención es un extraño sonido ambiente que se percibe desde más allá, por lo que decido adentrarme a lo que parece el caer del agua.

Tras un poco más allá me encuentro con el capataz. Había entrado aquí, por eso había perdido su rastro, justo tal y como me pensaba. ¿Donde si no habría ido en mitad de un bosque? Su recibimiento en un principio no fue muy agradable, pero en cuanto se dio cuenta de que se trataba de mí bajó su arma. Ahora estaba seguro. Ese hombre estaba siendo extorsionado de alguna forma.

Un pinchazo en mi cabeza hace que pierda la concentración, cierre mi ojo izquierdo con fuerza y me lleve la mano derecha a la cabeza, descendiendo la izquierda, que es con la que sujeto esa antorcha que va consumiéndose lentamente. No obstante, antes de perder la concentración siento una presencia en dirección a la entrada de la gruta.

Comienzo a sentir un dolor constante de cabeza, y eso no me gusta nada. Están ocurriendo cosas muy extrañas. Primero la forma de actuar de ese agente del gobierno, después la del propio capataz que no es capaz de abrir la boca delante de él. Misteriosamente no siento ninguna presencia proveniente de ese hombre trajeado, el capataz se esconde en una gruta subterránea habitada por lobos, que extrañamente no le toman por alimento. Y ahora esto. Alguien más se acerca, tal vez solo tengo un minuto o dos antes de que esa presencia llegue. Anulé mi haki de observación pensando que mi dolor de cabeza podría ser por el constante uso del mismo. Pero no descartaba cualquier opción.

-Escúcheme buen hombre. Estoy aquí para ayudarle, pero necesito su colaboración. Debe decirme todo cuanto sepa ahora. Es mi deber salvar su vida y la de todos los que aquí se hallan. Pero por favor, colabore. Necesito saber qué está ocurriendo... Y alguien está aproximándose.

Me hice a un lado, apoyándome en la pared, todavía con la mano en la cabeza, el dolor había sido muy intenso, un gran pinchazo momentáneo que casi me marea. Me fijé en el suelo que no hubiera nada que pudiera prenderse fuego y solté la antorcha, necesitaba esa mano cerca de la empuñadura de la espada. Observaba al hombre golpeado por mil enfermedades, al menos visualmente hablando, pero lanzaba algún vistazo fugaz hacia otra dirección, esperando que llegase aquél nuevo inquilino de la gruta.

Algo extraño estaba ocurriendo. Ese hombre comenzó a hablar de distinta forma mientras preparaba un mosquetón. Me reveló que el gobierno planea algo, y que el secreto de aquello que quieren está en el subsuelo. Me dio un diario y me dijo que encontrara a sus hermanos, también me tendió unas hombreras. Me quedé un poco perplejo, pero sabía que no estaba haciendo todo eso por hacer.

No obstante yo continuaba mareado y con un buen dolor de cabeza. Entonces aparece el agente del gobierno, la situación es un tanto extraña, se dirige hacia el capataz como si fuera uno más como yo. ¿Un marine? No tiene sentido, no entiendo qué puede estar ocurriendo aquí, pero creo que me he metido en un lío bastante más grande que una simple trifulca entre los pueblos de la isla. El hombre del gobierno llama al capataz por su nombre, parece llamarse Taylor.

Se escucha el sonido de la pólvora estallando y de pronto un gran impacto en las hombreras que hacía un momento me había dado ese hombre. Mi situación se torna bastante complicada, lo siguiente que me doy cuenta, debido al dolor de mi cabeza y mareo, es que estoy cayendo hacia atrás. No se exactamente hacia donde, pero escucho de nuevo la voz del agente, alejándose. Taylor no es un obrero, y algo me dice que lo que acaba de hacer ha sido para ayudarme a alejarme de ese hombre.

Continúo cayendo, ya debería haber golpeado el suelo. Entonces lo comprendo, estoy cayendo por el precipicio, estoy adentrándome más aún en aquella gruta, más profundamente. Choqué contra algo, el dolor fue bastante considerable, noté un crujido detrás de mi al golpear. No supe si había llegado al suelo o si por el contrario estaba rebotando, solo se que con ese golpe perdí la consciencia.

Todo estaba oscuro. Las tinieblas tan solo estaban acompañadas por un murmullo lejano de risas que se apreciaban con un eco que resultaba tenebroso. Sentía indiferencia, estaba plantado y sin luz alguna era capaz de ver mi cuerpo. ¿Dónde diablos estaba?

Di un paso, nada pasaba, no veía nada a mi alrededor, comenzaba a desesperarme. De pronto una imagen difusa comenzó a formarse frente a mí. Esa figura hablaba en susurros, me culpaba, decía que yo tenía la culpa de todo. No lo entendía. Las risas tenebrosas se agudizaron más. Esa voz de pronto dejó de maldecirme, las risas desaparecieron de golpe y porrazo. Esa imagen comenzó a cobrar forma, forma humana, un rostro conocido pero que hacía años que no veía.

-No pierdas tu objetivo. Te necesitan.

La imagen desapareció como movida por el viento. Se difuminó hasta no quedar nada, las tinieblas volvieron a ser totales. Ahora más todavía, no podía ni siquiera verme a mí mismo. Esa misma voz de antes sonó penetrante en mi cabeza.

-No te rindas.

Desperté sobresaltado. Apenas ni podía moverme, tenía el cuerpo dolorido. La vista se me había acostumbrado a la oscuridad, aun así aquello estaba realmente oscuro. Me di cuenta de que había humedad, mis manos estaban mojadas. Había agua, parece ser que era algo parecido a un manantial.

Me levanté como pude, estaba bastante magullado y dolorido. Estaba seguro de que antes de caer había escuchado un disparo. Algo me decía que no volvería a ver a Taylor. Tal vez fuera algún agente encubierto. Un espía. Y el gobierno está tramando algo realmente gordo como para hacerle esto a la marina. O tal vez ese hombre no es del gobierno... Pero el tal Taylor me hablo de que eran ellos quienes querían algo.

Todo eso comenzó a hacerme un lío en la cabeza que todavía me dolía algo. Tal vez esto fuese más por la caída. Miré alrededor, especialmente en el lugar donde había caído. Desde esa altura tenía que haberme matado, no entendía cómo todavía era capaz de moverme aunque fuera un mínimo. Algo crujió cuando caí, por lo menos si no lo había notado mal. No es normal que hayan ramas por aquí, por lo que dudo que haya sido algo así. En medio de una cueva tan profunda. ¿Qué podría ser eso? Traté de inspeccionar en la oscuridad.

Mi cabeza se va despejando conforme va pasando el tiempo. Mi vista se adapta progresivamente a la oscuridad, así como mi cuerpo comienza a enfriarse hasta el punto que me veo obligado a hacer algo para calentarme. Concentro mi energía a mi alrededor, la canalizo junto a mi ámbito de fuego para caldear un poco mis ropas, no tanto como para prenderlas, pero si para evitar congelarme allí. Además servirá para que las ropas se vayan secando. No obstante eso tardará un poco.

Hay una niebla bastante densa, no obstante está a ras del suelo. Me siento bastante magullado, pero el dolor de cabeza se va disipando. Mientras camino mi visión se va agudizando al adaptarse a la penumbra, y al momento caigo de bruces al suelo tras tropezar con algo. Pongo mis manos para evitar darme un golpe en la cabeza.

Examino como puedo aquello que me ha hecho caer. Parece como metal. Tras unos instantes palpando y observando en aquella oscuridad, que cada vez se vuelve más clara, puedo ver que se trata de unas vías como las que se construyen en minas, por donde pasan las carretillas. Es extraño, aquí hay algún tipo de excavación que desconocía.

Entonces me doy cuenta de que todavía conservo el libro que Taylor me entregó. Debía guardarlo hasta encontrar un lugar con la suficiente luz como para poder leerlo, ahora no podía, no había bastante claridad. Debía de continuar. Podía ver bien los raíles, de modo que decidí seguirlos.

No mucho más adelante pude ver que había como una especie de campamento. Por suerte había una tenue luz que a esa oscuridad iluminaba una barbaridad. Y más para una visión ya adaptada a las sombras. Avancé y pude observar unas figuras. No estaba seguro de qué podría ser aquello, debía de andarme con pies de plomo, por lo que utilizando todo el sigilo que podía avancé entre las sombras, tratando de observar a escondidas, tratando de reconocer qué podrían ser, así como tratando de escuchar algún sonido.

Aguardé agazapado, observando con cuidado ante la leve luz que iluminaba aquél lugar.

De pronto un olor nauseabundo llega hasta mí, tengo que taparme la nariz por unos instantes hasta que me hago a la idea de la peste que hace, después me doy cuenta de que no era para tanto, no es algo que no sea soportable.

Pronto me olvido del olor, cuando escucho la voz de Taylor suplicando clemencia. No parecía la misma persona de antes, y parecía en grave peligro. Quise saltar en su ayuda, pero lo pensé mejor, él se sacrificó antes tan solo para dejarme escapar, y al parecer ese diario debía de ser muy importante. No podía meterme directamente contra aquél agente sin saber su verdadero poder... Por lo tanto debía mantenerme al margen y quedarme allí agazapado, aguardando a que no se diera cuenta de mi presencia.

Me quedé con su nombre, Taylor llamó Loren al agente antes de que matase, tras amenazar mi vida. Ese diario parecía ser la llave para detonar algo llamado Eclipse. ¿Algún arma? Tal vez, eso me decía que si preveía que me lo iban a arrebatar... Debía destruir dicho diario por la seguridad. Un segundo disparo retumbó en la sala, en un instante los sesos de Taylor estaban esparcidos por el suelo. Maldije en silencio al tal Loren. Estaba tramando algo realmente peligroso y me había metido en medio sin darme cuenta.

Llamó a alguien y les dio unas instrucciones. Unos tales Kio y Grou vendrían a girar una estatua de Alce. Tras eso se fue en dirección hacia donde yo había venido. Creo que me busca, y no tendré demasiado tiempo, como sea un buen rastreador no tendré mucho tiempo, pues no es que me preocupase demasiado de ocultar mi rastro ni mis pisadas.

En cuanto se alejó me aproximé al cuerpo de Taylor. Ese pobre hombre había dado su vida ayudándome, y me prometí a mí mismo que haría que esa muerte no fuese en vano. Había algo en su bolsillo derecho, algo abultaba y sobresalía un poco. Me agaché y lo cogí, resultó ser una especie de llave roja que portaba el símbolo de un rinoceronte.

Miré alrededor, pude observar la estatua que Loren había nombrado, la del alce. La giré con cuidado de no hacer ruido y vi un lúgubre pasillo. Al fondo había iluminación, una sala se podía entrever hacia allá, pero lo que me llamó la atención fueron unos pequeños restos que abultaban por el suelo. Traté de agudizar mi vista, ya adaptada a la oscuridad, y lo que parecían ser esqueletos estaban tirados por todo el terreno del pasillo.

Qué extraño, un pasillo con una sala al fondo iluminada, y cadáveres por mitad... Podría ser que hay algún tipo de trampa, o también que es algún tipo de calabozo donde hubieron rehenes o esclavos de algún tipo. Sea como fuere no pretendía adentrarme allí. Por lo menos no a ciegas sin saber qué puedo encontrarme. Volví a girar la estatua, cerrando la entrada a ese pasadizo. Dejaría que esos dos tipos me muestren cómo entrar, si hay alguna trampa a desactivar ellos mismos lo harán. Pero de mientras no voy a quedarme allí quieto.

Lo primero era ver aquellas estatuas, tal vez haya una con una forma de rinoceronte y que guarde algún secreto, aunque sería demasiado obvio, pero no perdía nada. Por otro lado también inspeccioné aquella estatua sobre la cual se apoyó taylor, no sería nada pero él sabría que yo podría estar cerca al haber caído próximo a la zona, tal vez tratase de dejarme alguna pista por si lograba llegar hasta allí.

En todo momento trataba de no hacer ruido y estaba atento, no sabía cuánto tardarían en llegar los otros dos secuaces, pero cuando lo hicieran haría acoplo de toda mi habilidad en sigilo, ocultaría mi presencia (manual in) y me agazaparía en las sombras, desde una posición que pudiese observar al interior del pasillo cuando lo abriesen. Y si me daba tiempo buscaría el origen de aquél olor extraño y desagradable.

Me sentía muy tenso. No sabía dónde me había metido, pero algo me decía que debía de ser demasiado peligroso. Aquél agente del gobierno me comenzó a mosquear desde el primer momento, y algo me dice que es el causante de todo lo que está ocurriendo en éste lugar.

No tuve apenas tiempo para ver alrededor, enseguida llegaron los dos tipejos, uno muy alto y otro bastante más bajito. Hay que reconocer que el tipo robusto era alto de narices, no podría llegar a su cuello y segarlo de forma disimulada sin que se de cuenta, puesto que él se quedó fuera mientras el escuchimizado entró. Pero su forma de andar era muy metódica, y se detenía el tiempo suficiente para acertarle sin problemas un ataque a distancia, y más teniendo en cuenta que apenas había separación entre nosotros.

Caminaba de un lado a otro unos pasos y después me daba la espalda, está demasiado confiado, y esa puede ser su perdición. Podía utilizar a Igurusureiya y clavarle una flecha en la garganta por detrás, eso haría que le fuera imposible gritar, pero después lo pensé y me percaté de que no tenía ningún tipo de flechas, y con esta oscuridad no estaba seguro de si había más de cinco metros de distancia, el límite donde puedo utilizar mis flechas de energía sólida. Solamente me quedaba una opción, y no me gustaba nada puesto que tenía que aproximarme a él con sigilo, y si se da cuenta de mi, ese mastodonte sería capaz de darme un buen golpe, o por lo menos montar el suficiente alboroto como para alertar a todos cuantos estén próximos.

¿Y si tan solo le robo la llave e intento colarme? Continúa siendo arriesgado, está vigilando la puerta. Y algo me dice que el tiempo se me va agotando, parece que pronto volverá el tal Loren. Debo apresurarme en hacer algo rápidamente, pues no volveré a tener otra oportunidad.

Preferí utilizar el arco, aunque necesitaba aproximarme un metro. Si no le daba, no encontraría ninguna flecha, pues al alcanzar los cinco metros desaparecería, podría quedar como que haya sido fruto de su imaginación. Decidido a ello saqué el arco y cargué una pequeña flecha de un centímetro de grosor y 50 centímetros. Avancé con todo el sigilo que me permitían mis piernas, cuidándome de no cruzarme con su mirada ni chocarme con algo que pudiera caerse y hacer ruído. En cuanto avancé lo suficiente me agazapé y tensé el arco, aguardé unos quince segundos, midiendo su altura y calculando dónde darle para cortarle el habla con ese disparo directo. Entonces aguardé apuntando próximo a la posición donde se detendría, tenía unos tres segundos y medio para terminar de calibrar el arco a la mejor altura para no fallar.

Apunté, cargué el proyectil con mi bushoushoku haki y solté la flecha. Si había suerte, y había calculado correctamente, le golpearía directamente en el centro del cuello, haciendo que no pueda articular palabra y se desangre poco a poco, pero aun así podría hacer mucho ruido cuando cayese, por lo que tendría que apresurarme hacia él y lanzar una pequeña onda para tratar de desviar su trayectoria de caída, si es que necesitaba hacerlo para evitar ser descubierto.

Si todo salía correctamente ya tan solo tendría un hombre incapaz de articular voz y ahogándose con su propia sangre, en cuestión de segundos no sería más que un mero cadáver, y cogería aquella llave azul que había visto asomando por su bolsillo. La necesitaría para la próxima habitación.

Si por desgracia mi flecha fallaba, solo me quedaba aguardar que fuese un rival muy temible y que no cause mucho alboroto. Con suerte se pensaría que sería una mera ilusión si la flecha no llegase a alcanzarle, aunque al no haber viento en aquél lugar, esa opción es realmente complicada, y más con esa pedazo de diana y a esta distancia.

Todo salió bien, aunque al principio parecía que se había dado cuenta de mi presencia, la flecha se clavó justo donde debía y logré ponerme a su posición y arrebatarle esa llave, la cual pronto guardé en mi bolsillo al notar ese pequeño temblor de tierra. Arrodillado miré hacia atrás y pude ver allí a Loren. Había vuelto más pronto de lo que me esperaba, y algo me decía que no iba a poder retrasar un próximo encuentro.

Dijo que la bomba estaba activada, parece ser que es cierto que él está detrás de todo esto que está ocurriendo en la isla del puño. Causó una guerra para que se mataran entre ellos, lo que no entiendo es el porqué. ¿Qué gana él con todo esto? No lo entendía, así como no entendía el por qué necesitaba el diario que había obtenido de Taylor, no obstante parecía que lo necesitaba para activar ese arma, aunque también puede ser la clave para desactivarlo... No entendía absolutamente nada. Miré a mi frente, como redimiéndome y bloqueándome en mis propios pensamientos.

Ahí estaba el cadáver de ese tipo, en su cinturón había una especie de cuchillo, un puñal. Lo cogí, lo tenía al alcance, resultó bastante ligero. Entonces con él en la mano me levanté y me quedé mirando a Loren, el cual se había quitado el traje y se reía, tal vez pensando en darme la paliza del siglo.

-No pensé que llegaras tan pronto Loren -me intrigaba ver cómo reaccionaba al ver que sabía su nombre-. Pensaba acabar con todo ésto ahora, pero veo que me excedí de mi confianza -mentí, no sabía ni a lo que me enfrentaba hasta ahora, y aun así tenía mis dudas-. Tan solo tengo una duda que me consume. ¿Qué diablos ganas tú con todo ésto? ¿Porqué Eclipse?

Tal vez conseguía ganar algo de tiempo para pensar una estrategia, aunque no me gustaba aquello que se había inyectado... ¿Tendría un tiempo máximo de efecto? Debo reconocer que estaba aterrado con aquella situación, me intrigaba mucho aquella especie de gema roja en su pecho, o es una fuerte arma o se trata de una especie de cyborg y destruir aquello puede debilitar su sistema y darme una oportunidad de acabar con él rápidamente.

Aquellas dos llaves tenían que significar algo. Tal vez sea la clave para desactivar la bomba. El propio Loren acababa de insinuar que él tenía la clave para ello, pero tal vez solo quiere distraerme lo suficiente para que la bomba sea detonada. Debía encontrar la forma de entrar a ese pasillo, el otro tipo no había salido, por lo que debe de haber algo más aparte de aquella sala iluminada. Si hay trampas, tal vez logre sortearlas corriendo y con mi haki de observación. Desde luego tengo seguro que este tipo no me dejará marcharme de allí por las buenas, pero tampoco puedo perder el tiempo. Miles de vidas están en juego, y mi misión es lograr la paz en la isla.

-Apuesto a que ni siquiera eres un agente del gobierno en realidad. ¿A quién mataste para usurpar su identidad?

Me mantuve alerta, si le veía cargar contra mí lanzaría una onda cortante con esa daga que había cogido, la cual noté algo extraña pero no sabía decir el qué. Si que es que la empuñadura estaba caliente, como si la hubieran estado empuñando hacía poco, pero estaba sujeta en el cinturón, no estaba en la mano de aquél mastodonte, ya cadáver. Pero ignoré aquello, ahora debía mantener la cabeza en otro asunto de mayor importancia. Comencé a caminar en circulos, estaba muy cerca de mí, a tres metros. Si era veloz, el tiempo de reacción debía de tratar de reducirlo al máximo, por lo cual me mantuve bien alerta. Tanto por él como por aquellos trastos con el líquido verde. No me gustaban ni un pelo.

Que extraño, aquella onda cortante hizo que le saliera humo a ese tipo. Llamo Tsume a esa pequeña daga. ¿Qué diablos era este arma? Al parecer si tenía algo peculiar en su filo, me vendría genial. Entonces Loren destruyó uno de esos contenedores y el líquido verde comenzó a desparramarse por doquier. No me fiaba, por lo que rápidamente me subí a una posición que estuviese algo más alta, como no era lo suficientemente ancha utilicé mi técnica de control de energía y creé una pequeña plataforma de un metro cuadrado para poder estar ahí plantado sin desestabilizarme. Me preparé para el combate.

La daga llamada Tsume la sujeté con mi mano izquierda mientras que con la derecha desenfundé mi espada maestra. Empezaba lo bueno, por lo que ya me preparé y activé mi Koto Senmon, la pelea no duraría mucho, ya sea por que acabo con él o por que él me derrota a mí. Lo único que se es que no puedo perder el tiempo con estupideces.

Sea lo que sea ese cristal rojizo de su pecho, tiene algo que ver con lo que acaba de ocurrir, no le afecta el gélido frío de ese líquido verdoso, y encima la herida de su brazo ha sanado completamente. Está claro que ese es su punto flaco. Su secuaz salió de la cámara interior y le dijo que en quince minutos estallaría Eclipse.

Demostrando una frialdad increíble, Loren lo asesinó sin piedad atravesándole la frente con un láser lanzado desde su propia boca. No cabe duda de que es algún tipo de Cyborg. Entonces destruye el resto de los contenedores. Todo queda un poco impregnado de aquella sustancia, pero por suerte para mí la cueva es más grande y va esparciendose poco a poco, por lo que la capa que queda en el suelo no es muy alta.

De pronto su cristal brilla, eso me pone alerta. Se lanza a toda velocidad a por mí. Es rápido pero no es nada que no pueda ver. Viene directo hacia mí con su dedo envuelto en haki armadura. Me preparo con mi propio Bushoushoku haki y avanzando un paso hago un doble movimiento, uno con cada brazo, haciendo a la vez de defensa y ataque. Entro en su terreno rompiéndole la guardia y apartando su brazo izquierdo con mi espada maestra. Con mi brazo izquierdo le intento dar una estocada justo en ese cristal que tiene. Si esa daga Tsume ya le ha causado algún tipo de daño en su brazo, puede que también tenga la tenacidad suficiente para dañar ese cristal de su pecho.

No obstante no alcancé a desviar su brazo del todo, No obstante gracias a mi cota de mallas el golpe se quedó simplemente en eso, no llegó a atravesarme, pero si me dejaría un fuerte moratón.

Enseguida comprobaría si estaba en lo cierto y ese cristal rojizo tenía algo que ver en su organismo cyborg. Sinceramente esperaba que si, pues de no serlo ahora seguramente estaría en apuros.