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Akuma no mi
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– Un descanso no viene nada mal. – Dije al aire mientras prendía una fogata. Aún no me acostumbraba a los viajes por mar y solía acabar con pocas energías. Y ya era costumbre que me tomara unas horas para reponerme de energías y, si la situación lo requería, reabastecerme. Miré mi mochila y saqué todas las cosas. Una linterna, dos cantimploras llenas de agua, comida y también, un botiquín básico de primeros auxilios. ”Eres muy exagerada…” – Suspiré mientras me estiraba. Las cosas no estaban yendo muy bien, no era que quisiera apurar las cosas, pero vamos… Buscaba a un maldito dragón y esas cosas eran imposibles que pasaran desapercibidas. Si tuviera solo una pista… Hasta un miserable rumor me servía, pero nada.
– Maldición – apreté mi puño derecho con enojo. ¿Qué más podía hacer? De momento, solo me quedaba seguir viajando y seguir reuniendo pistas sobre esos dos. – Kingu… Drein… ¿Dónde están? – Susurré con cierta pena, me dolía buscarlos, me dolía tener que vengar a mi familia, amigos y habitantes de mi isla. ¿Por qué yo?
– Vaya, vaya… ¿Qué hace una joven tan bonita como usted por aquí? – Lo que me faltaba. Elevé mi mirada para ver a un hombre con cuchillo en mano. Tendría unos cuarenta y tantos, sus ojos eran rojos y su cuerpo mostraba un cierto entrenamiento, pero algo escaso en comparación con otras personas que había visto. Me levanté, agarré mi mochila y lo miré con cierto desprecio. Odiaba a esos sujetos tan pervertidos.
– Solo… Desaparece – me moví con rapidez y llegué ante el en escasos segundos. – No vales ni el esfuerzo. – Dije antes de lograr conectar una patada en sus costillas, esta al impactar con su cuerpo, generó una explosión que lo dejó clavado en una de las paredes de la cueva. No lo iba a matar, pero sí dejarlo inconsciente un buen rato. Me volví a sentar ante mi fogata y me quedé allí, contemplando el hermoso fuego que había creado.
Abby
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-Padre dijo que el hombre estaba en este lugar. Buscadlo si veis que no aparece rodead la isla y controlad los barcos que salgan de ella. Mandad una patrulla al puerto, es bastante astuto según me han dicho. - Los soldados se retiraron en ese momento. Yo me quedé sola rastreando la zona. Había recibido todo tipo de indicaciones para encontrar ese hombre, tenía que hacer que padre se sintiera orgulloso de mí. La perfección exigía un esfuerzo notable.
Había mirado cada rincón del lugar y no lograba encontrar nada. ¿Acaso se habría ido ya? Me quedé dubitativa un momento y miré hacia los lados. Todo estaba desierto... hasta que escuché una explosión y bastante fuerte además. Corrí por los callejones siguiendo la pista del humo en el cielo y me perdí varias veces. Logré encontrar la salida cuando el humo se desvaneció. Miré hacia un lado y vi el cuerpo de un hombre clavado en la pared.
Me acerqué a su cara y saqué un papelito de mi bolsillo, en el había un dibujo con los rasgos del hombre y coincidían perfectamente. Era él. Saqué un Den Den Mushi y les hablé a tres soldados. - Está en la zona con dirección al bosque, pegado a una pared, no está muerto, pero creo que si grave. Venid rápido. - Tras eso colgué el DDM y caminé dando vueltas para ver quien había hecho eso. Debía ser fuerte.
Un olor a fuego me llamó la atención y vi a una chica de cabellos rubios sentada al lado de una fogata. Me acerqué en silencio para que no me escuchase ni se alterase. -Me preguntaba si... hiciste tu aquello. - señalé al hombre de la pared. - Que buena habilidad para hacer fuego. ¿Quién eres?
Había mirado cada rincón del lugar y no lograba encontrar nada. ¿Acaso se habría ido ya? Me quedé dubitativa un momento y miré hacia los lados. Todo estaba desierto... hasta que escuché una explosión y bastante fuerte además. Corrí por los callejones siguiendo la pista del humo en el cielo y me perdí varias veces. Logré encontrar la salida cuando el humo se desvaneció. Miré hacia un lado y vi el cuerpo de un hombre clavado en la pared.
Me acerqué a su cara y saqué un papelito de mi bolsillo, en el había un dibujo con los rasgos del hombre y coincidían perfectamente. Era él. Saqué un Den Den Mushi y les hablé a tres soldados. - Está en la zona con dirección al bosque, pegado a una pared, no está muerto, pero creo que si grave. Venid rápido. - Tras eso colgué el DDM y caminé dando vueltas para ver quien había hecho eso. Debía ser fuerte.
Un olor a fuego me llamó la atención y vi a una chica de cabellos rubios sentada al lado de una fogata. Me acerqué en silencio para que no me escuchase ni se alterase. -Me preguntaba si... hiciste tu aquello. - señalé al hombre de la pared. - Que buena habilidad para hacer fuego. ¿Quién eres?
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Suspiré. Estaba aburrida y ese tipo no daba señales de despertar en un buen rato. ”Él se lo buscó. Idiota” – me dije a mi misma mientras seguía poniendo un poco más de leña al fuego para que este no se apagara. Quería mantener la llama lo que más podía, aunque viendo la poca madera que me iba quedando, seguramente tendría para una media hora o una hora como mucho. ”En una hora mis energías habrán regresado.” – Estaba bastante tranquila, pero aburrida. El lugar estaba en bastante silencio y solo era acompañado por el sonido suave de las chipas de mi fogata.
– Al menos, esta todo callado. – No era de las personas que le gustaba mucho estar sola. Pero siempre estaban esos momentos del día en que no quería nada con nadie, y este era ese momento. Y al parecer, no iba a poder disfrutarlo como quisiera. Escuché como alguien me estaba hablando, al elevar mi vista logré ver a una mujer de pelo negro y muy bonita. ”Si es su nakama, me metí en un problema… Otra vez. – pensaba mientras dejaba un palo de madera más en el fuego. Me calmé un poco y hablé con naturalidad.
– Sí, yo lo hice – no le iba a dar muchas vueltas al tema. Ese estúpido se lo había buscado. Solo había provocado a la persona equivocada. – Si te preocupa, no está muerto – me levanté del suelo y la miré a sus ojos de un bonito color ámbar vidrioso. Suspiré mientras notaba que llegaban tres personas más a la fiesta. ¿Más enemigos? Maldición, maldito sea ese sujeto, quizás ya había una flota entera buscándome y ella también era un miembro. – Es de mala educación no presentarse primero, pero bueno…. – tomé una ligera pausa mientras trataba de no sonar a la defensiva. – Soy Amane Misa, cazarrecompensas – en teoría, solo cazaba a los piratas para sobrevivir y era la única manera de poder reunir información respecto a Drein. – Ahora que respondí a tus preguntas, te toca a ti. ¿Quién eres? ¿Eres nakama de ese sujeto? – pregunté con un tono más serio de lo que estaba hablando. – Sé honesta. – Mi tono, sin intención, había sido autoritario. No quería más problemas, pero quizás debería volver a luchar. No me gustaba esa idea, pero cada acción tenía una reacción.
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La muchacha parecía muy reservada en el tema de hablar. Me quedé unos segundos en silencio. Su nombre era Amane Misa y se dedicaba al oficio de cazarrecompensas. No me gustaba nada esa profesión, entregar las vidas de otros tan solo por satisfacer la tuya. Ya sé que está mal que yo lo diga, porque yo hago lo mismo solo que... bah, a quien quiero engañar yo hago lo mismo en mi beneficio, pero a saber que obtendrían ellos haciéndolo. Tsk.
Me acerqué más a ella. Miré hacia atrás el escándalo que estaban haciendo los tres soldados que llamé. ¿Podían ser más patéticos? Si, lo estaban demostrando.
-Mi nombre es Azula Kasai Kodomo, princesa de Reddo Teikoku. Pertenezco al gobierno mundial así que... puedes estar tranquila. No te haré nada. ¿Ese hombre? Más le gustaría a él ser mi compañero, pero no, no soy nada de él. Llevaba varios días tras él con esos inútiles que ves ahí. -Tomé un respiro y sonreí. - Soy lo más honesto que encontrarás, te lo aseguro.
Por supuesto que podía ser honesta y quizás la que más, siempre sabía decir la verdad para mi beneficio. Seguí de pie viendo como tiraba leña al fuego y como le quedaba ya poca. Miré hacia la zona de los árboles e hice una mueca con la boca.
-Es raro ver a una muchacha sola por estos lugares, es muy peligroso. Pareces muy valiente. Dime ¿Cómo le hiciste eso al hombre? - Mi curiosidad no tenía límites y a lo mejor me servía para utilizarla como buena aliada. - ¿Quieres que te acompañe al bosque a por más leña y así tenemos una... amena charla?
Me acerqué más a ella. Miré hacia atrás el escándalo que estaban haciendo los tres soldados que llamé. ¿Podían ser más patéticos? Si, lo estaban demostrando.
-Mi nombre es Azula Kasai Kodomo, princesa de Reddo Teikoku. Pertenezco al gobierno mundial así que... puedes estar tranquila. No te haré nada. ¿Ese hombre? Más le gustaría a él ser mi compañero, pero no, no soy nada de él. Llevaba varios días tras él con esos inútiles que ves ahí. -Tomé un respiro y sonreí. - Soy lo más honesto que encontrarás, te lo aseguro.
Por supuesto que podía ser honesta y quizás la que más, siempre sabía decir la verdad para mi beneficio. Seguí de pie viendo como tiraba leña al fuego y como le quedaba ya poca. Miré hacia la zona de los árboles e hice una mueca con la boca.
-Es raro ver a una muchacha sola por estos lugares, es muy peligroso. Pareces muy valiente. Dime ¿Cómo le hiciste eso al hombre? - Mi curiosidad no tenía límites y a lo mejor me servía para utilizarla como buena aliada. - ¿Quieres que te acompañe al bosque a por más leña y así tenemos una... amena charla?
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¿Gobierno Mundial? Genial, eso era igual o peor que ser pirata. Los odiaba, no nos ayudaron cuando más lo necesitábamos, y ella se presentó como si no le importara nada. Si lo que sabía no me fallaba, solo el Cipher Pol trabajaba para ellos, algo así como una organización aparte de la Marina. Aunque, de forma indirecta les prestaba mis servicios al entregarles los piratas que iba cazando. Suspiré. De nada servía pensar en eso ahora. Ella se presentó como Azula Kasai Kodomo y, según ella, era una princesa de una isla que nunca antes había conocido. Era bastante curiosa y entre otras cosas, me preguntó cómo había logrado clavar a ese hombre en la pared. Luego de eso, me invitó a buscar más leña al bosque… No estaría de más conocerla bien, nunca se sabe cuándo necesites de amigos importantes.
– No tiene tanta ciencia – me alejé un poco de ella. Unos cinco metros para que no saliera dañada. – Soy usuaria de la fruta Bomu Bomu no mi. Soy una mujer bomba – agarré una piedra del suelo y la tiré por sobre mi cabeza, al estar cayendo le di una patada y la piedra estalló en miles de pedazos. – Todo lo que toco, explota – dije con una sonrisa divertida. Quizás eso respondiera a muchas de sus preguntas, o quizás no, y bueno… No es que me molestara contestarle tampoco. – No es que sea fuerte, no tengo otra opción. Hace un tiempo perdí a todos mis amigos y familia. No viajo sola por una opción, sino que no tengo otro camino. Y no, no diré nada más sobre ese tema. – Dije tajantemente. No le iba a contar mi pasado así de fácil a cualquiera. Ni siquiera sabía si Azula era de confiar o no. Suspiré para relajarme, cada vez que de una u otra forma recordaba lo que había pasado en mi isla me ponía algo tensa
– ¿Nos vamos? Y, yo también quiero saber de ti. Dudo que venir por ese sujeto sea lo único que te haya incitado, ¿no? – Quizás si era la única razón, pero solo quería tener un tema de conversación sobre la mesa. No me apetecía que todo girara sobre mí, así que la haría hablar a ella un rato. Empecé a avanzar rumbo al bosque, sino me seguía daba igual, de todas maneras, si me quería quedar ahí necesitaba leña.
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La bomu bomu... Así que la niñita podía hacer explotar cosas, vaya, me iba a servir de gran ayuda. Era un poder bastante interesante, no tanto como el mío obviamente, la electricidad aunque no lo había llegado a estrenar todavía. Durante un rato más estuve indagando en el pasado de la Misa aunque cortó tajantemente la charla, parecía que no le gustaba hablar del pasado. ¿Acaso tan triste debió ser? No conozco los pasados con sufrimiento, la verdad es que yo tuve una infancia perfecta, fui la mimada de la familia real, qué más podía pedir, de no ser por el incidente de estar internada... habría sido mucho mejor.
-Pues... Solo he venido por el sujeto. Tampoco es que me importase, pero estaba obligada. Mi padre, el emperador, me metió a la fuerza al cp por asuntos... nobles. Es algo que no entenderías seguramente así que no te entretendré con eso. - Dije. Una simple campesina no entendería la ajetreada vida de la realeza, estaba demasiado claro, pero si insistía se lo explicaría. Caminamos un buen rato adentrándonos en el bosque y al fin vi varias ramitas.
-¿Te sirve estas ramas? - Pregunté. No tenía más ganas de caminar.
La miré y me quedé de pie, esperando a que las recogiera. Le ayudaría, pero... una princesa no se rebajaba a trabajar, bastante hacía acompañándola por estos lugares e impidiendo que le fuesen hacer algo. Había hecho una buena acción por hoy. Bostecé y miré por donde venimos. Se levantó una suave brisilla.
-Me gusta que una mujer sea fuerte, suelo detestar a las debiluchas que siempre deben estar dependiendo de alguien. - Mencioné refiriéndome a lo anterior, la chica había demostrado buena voluntad.
-Pues... Solo he venido por el sujeto. Tampoco es que me importase, pero estaba obligada. Mi padre, el emperador, me metió a la fuerza al cp por asuntos... nobles. Es algo que no entenderías seguramente así que no te entretendré con eso. - Dije. Una simple campesina no entendería la ajetreada vida de la realeza, estaba demasiado claro, pero si insistía se lo explicaría. Caminamos un buen rato adentrándonos en el bosque y al fin vi varias ramitas.
-¿Te sirve estas ramas? - Pregunté. No tenía más ganas de caminar.
La miré y me quedé de pie, esperando a que las recogiera. Le ayudaría, pero... una princesa no se rebajaba a trabajar, bastante hacía acompañándola por estos lugares e impidiendo que le fuesen hacer algo. Había hecho una buena acción por hoy. Bostecé y miré por donde venimos. Se levantó una suave brisilla.
-Me gusta que una mujer sea fuerte, suelo detestar a las debiluchas que siempre deben estar dependiendo de alguien. - Mencioné refiriéndome a lo anterior, la chica había demostrado buena voluntad.
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Vaya… Al parecer mi nueva compañera no era de muchas palabras y solo seguía las órdenes de su papi el gran Rey. Me interesaban en cierta manera los motivos que lo llevaron a él a meter a su hija en el Cipher Pol, pero tampoco era de las que forzaban a las personas a hablar sobre ese tipo de cosas. Suspiré de forma pesada, no habíamos ni caminado ni unos diez metros y ella ya quería volver. Miré las ramas que había apuntado y sí, iban a servir. ”Se nota que somos de mundos diferentes. ¿En serio podré confiar en ella?” – Lo estaba dudando cada vez que hablaba más con ella. Solo era cosa de vernos. Ella una princesa que siempre lo tuvo a mano y, probablemente, un pasado de película. En cambio, yo… Era la típica niña que nació con eso de esforzarse para conseguir lo que quería y perdió a lo que más quería por culpa de sus reyes. ¿Qué teníamos en común? Con suerte, ser del mismo sexo.
– Sí, sirven. – Las recogí todas, y sin pedir permiso, estiré la mano de Azula y le puse un par de ramitas en esta. No llegaban a ser ni cinco, pero quería que ella hiciera algo más productivo que solo mirar y mover su boca para articular alguna palabra. No tenía idea de cómo iba a reaccionar, pero poco y nada me importaría. No tardamos mucho en llegar a la fogata, me senté en el suelo y de mi mochila saqué un poco de comida, ¿qué? Dos rebanadas de pan que por dentro tenían un gran pedazo de carne, tomate, un poco de lechuga y también un poco de hierbas varias.
– Toma. Siéntate y come conmigo – dije mientras le ofrecía uno de esos panes. – Así que eres del Cipher Pol. Es interesante, normalmente esos tipos ocultan su identidad – tomé una ligera pausa mientras le daba un gran bocado a mi pan. Mastiqué dos veces y luego tragué. Vale, mi curiosidad me había ganado… Le tenía que preguntar. – Pero, ¿qué hace una princesa en el mar? ¿No deberías estar gozando de una buena vida? – pregunté mientras la miraba a los ojos. Quizás no me iba a responder, quizás sí, sea como sea, estaba con mis cinco sentidos puestos en ella… Solo por si acaso. Le di otra mordida al pan y esperé su respuesta. ¿Qué me diría?
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Rodé mis ojos soltando un pequeños quejido. Que manía con hacerme trabajar a mí ¿Acaso no se daba cuenta de que era una princesa? Una princesa que no se rebajaba a hacer trabajos tan sucios, pero al parecer la muchachita quería que hiciese algo y tampoco estaba en plan de quejarme. Ya no estaba en Reddo Teikoku. Agarré las ramas con fuerza y me puse a caminar delante de ella. Finalmente llegamos a su pequeño asentamiento.
-No, gracias. No... tengo hambre. Te hará más falta a ti. - No me gustaba aceptar comida como si nada, aparentaba que me la daba por caridad y odiaba la caridad, yo conseguía todo por mi misma y además, en el barco para irme de este lugar tenía una mesa llena de manjares que los campesinos nunca llegarían a saborear, mejor que comer un simple pedazo de pan.
-Yo soy diferente a esos tipos y es una pregunta interesante. - Respondí a su comentario. - Yo debería estar gozando de mis privilegios como la futura emperatriz... pero por unos hechos todo se torció. Me acusaron de estar loca cuando tenía 14 años y me internaron hasta los 17. Hace relativamente poco que salí de allí. ¿Sabes? Todos atentaron contra mí, pero yo fui más lista. Mi hermano mellizo logró sacarme de allí, sino... a estas alturas aún seguiría internada. - Tomé una pausa y suspiré. - A día de hoy me siguen tomando por loca y no estoy capacitada para gobernar un imperio según mi padre. Descuidé todas mis tareas reales y él me metió... en esto, supongo que para recapacitar, pero a mi eso ya me da igual, yo solo quiero el poder y tener una buena vida.
Miraba el fuego con seriedad, las llamas cada vez se consumían más y la chispa del fuego se reflejaba en mis dorados ojos. Aparté la mirada del fuego y me dirigí a ella. La analicé de arriba abajo mientras comía. Para ser una chica fuerte por su aspecto parecía ser muy fuerte, quizás si... me hacía amiga de ella podría manipularla a mi antojo, sonreí y volví a hablar.
-Ya que tu te interesas por lo mío, yo debo indagar en lo tuyo. - Dije dulcemente. - A mí puedes contarme todo lo que ocurra. Siempre suelo ayudar a quienes lo necesitan y, si te encuentras en peligro, puedes contar conmigo.
-No, gracias. No... tengo hambre. Te hará más falta a ti. - No me gustaba aceptar comida como si nada, aparentaba que me la daba por caridad y odiaba la caridad, yo conseguía todo por mi misma y además, en el barco para irme de este lugar tenía una mesa llena de manjares que los campesinos nunca llegarían a saborear, mejor que comer un simple pedazo de pan.
-Yo soy diferente a esos tipos y es una pregunta interesante. - Respondí a su comentario. - Yo debería estar gozando de mis privilegios como la futura emperatriz... pero por unos hechos todo se torció. Me acusaron de estar loca cuando tenía 14 años y me internaron hasta los 17. Hace relativamente poco que salí de allí. ¿Sabes? Todos atentaron contra mí, pero yo fui más lista. Mi hermano mellizo logró sacarme de allí, sino... a estas alturas aún seguiría internada. - Tomé una pausa y suspiré. - A día de hoy me siguen tomando por loca y no estoy capacitada para gobernar un imperio según mi padre. Descuidé todas mis tareas reales y él me metió... en esto, supongo que para recapacitar, pero a mi eso ya me da igual, yo solo quiero el poder y tener una buena vida.
Miraba el fuego con seriedad, las llamas cada vez se consumían más y la chispa del fuego se reflejaba en mis dorados ojos. Aparté la mirada del fuego y me dirigí a ella. La analicé de arriba abajo mientras comía. Para ser una chica fuerte por su aspecto parecía ser muy fuerte, quizás si... me hacía amiga de ella podría manipularla a mi antojo, sonreí y volví a hablar.
-Ya que tu te interesas por lo mío, yo debo indagar en lo tuyo. - Dije dulcemente. - A mí puedes contarme todo lo que ocurra. Siempre suelo ayudar a quienes lo necesitan y, si te encuentras en peligro, puedes contar conmigo.
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Vaya… Eso no me lo esperaba. Me esperaba una historia un poco más… ¿Perfecta? Sí, eso era lo que me esperaba de ella. No aceptó el pan, así que lo volví a meter en la mochila. Saqué la cantimplora y tomé un poco de agua. La dejé afuera solo por si las moscas y ante la pregunta de ella dudé unos segundos. ¿En serio podía confiar en ella? No quería apresurarme y que luego me apuñalaran por la espalda. Ya me habían pasado antes y no quería volver a pasarlo de nuevo. Fui traicionada por mi propio hermano mayor, quien mató a sangre fría a mi madre… Suspiré de forma pesada mientras notaba que Azula me estaba mirando…. ”Tsk… Supongo que no queda de otra” – ella me había contado lo suyo sin dudar y ahora debía hacer lo mismo. ¿En serio debía? La respuesta era un claro no, pero no era justo… No para ella.
– Sí, creo que te lo podré contar – sus palabras no me terminaban de convencer… No era de esas personas que me daban a mí confianza. Más que nada porque era una princesa y a saber que pensaba de gente “como yo”. Pero eso no importaba… Creía. – A diferencia de ti, no vengo de la realeza. Soy más bien, hija de padres esforzado y en mi isla gobernaba un Rey… – tuve que tomar una larga pausa para poder continuar. – Era “protegida” por el Gobierno Mundial. Pero nada de eso evitó que la misma realeza acabara con todos. Usaron a un dragón para hacerlo y, por si fuera poco, mi hermano mayor mató a mi madre frente a mis ojos… – otra pausa mientras evitaba que las lágrimas asomaran en mi rostro. – Nunca quise esta vida, nunca desee tener que salir al mar y conocer otros mundos… Pero me obligaron a hacerlo, ¿para qué vivo? – puse un palo más en la fogata. Apreté mi puño derecho con fuerza unos segundos. – Yo solo vivo para matar a ambos. Al dragón y a mi hermano. – Una llamarada de fuego me sorprendió y alumbró con algo de fuerza la caverna. Luego de unos segundos, todo volvió a la normalidad.
– No tengo donde volver y tampoco tengo quien me espere. Estoy sola. – dije como si me importara bastante poco. – No confío ni en mi sombra y, si te soy honesta, solo te conté esto porque estaríamos, de alguna manera, a mano. – Mi tono fue serio. Poco me importaba el hecho que se fuera, no sería ni la primera ni la última en hacerlo. ¿Qué me diría ahora? ¿Se marcharía o se quedaría? Sea como sea… No importaba nada.
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Sonreí al ver que accedía. Inocente la definía de manera clara. Estos plebeyos... que fácil era engañarlos. Escuché atentamente sus palabras, parecía un pasado triste y tenía razón, pero a mi eso me importaba poco, la escuchaba por beneficio sino hace rato que ya le estuviera dando órdenes o quizás la hubiese llevado a Reddo Teikoku para convertirla en una sirvienta leal, pero no... el potencial que tenía era demasiado bueno y debía complacerla en lo que necesitase. Hice una mueca de tristeza cuando terminó de hablar.
-Lo siento tanto... Sé lo que es perder a la gente que quieres. Mi madre desapareció cuando yo era una niña y... sin ella, mi vida dejó de tener sentido. - Una lágrima falsa cayó por mi mejilla. Se me daba genial actuar. - Te deseo suerte para matar a ese dragón y a tu hermano, será muy duro. Si necesitas ayuda puedes contar conmigo ¿Vale? - Dije con una dulce sonrisa.
Pobrecilla. Eché una mano hacia atrás apoyándola contra el suelo y la miré. No sentía nada de pena por la muchacha, me llamaba mucho más la atención el dragón, eso si que era una buena mascota, representaba elegancia y majestuosidad. Me volví a sentar bien y le dirigí unas palabras.
-No estás sola. Siempre hay alguien en el mundo que te protege. - Me levanté y sacudí mis ropajes. Iba a llevarla conmigo al barco en el que había venido. - Ven conmigo. - Estiré mi mano para ayudar a levantarla. - Aquí empieza a hacer frío y hay mucho asaltante suelto, sé que soy fuerte pero no tengo ganas de que estropeen mi precioso cuerpo en una pelea. Además, allí estaremos más cómodas. - Le propondría un trato en el barco, y estoy segura de que aceptaría.
-Lo siento tanto... Sé lo que es perder a la gente que quieres. Mi madre desapareció cuando yo era una niña y... sin ella, mi vida dejó de tener sentido. - Una lágrima falsa cayó por mi mejilla. Se me daba genial actuar. - Te deseo suerte para matar a ese dragón y a tu hermano, será muy duro. Si necesitas ayuda puedes contar conmigo ¿Vale? - Dije con una dulce sonrisa.
Pobrecilla. Eché una mano hacia atrás apoyándola contra el suelo y la miré. No sentía nada de pena por la muchacha, me llamaba mucho más la atención el dragón, eso si que era una buena mascota, representaba elegancia y majestuosidad. Me volví a sentar bien y le dirigí unas palabras.
-No estás sola. Siempre hay alguien en el mundo que te protege. - Me levanté y sacudí mis ropajes. Iba a llevarla conmigo al barco en el que había venido. - Ven conmigo. - Estiré mi mano para ayudar a levantarla. - Aquí empieza a hacer frío y hay mucho asaltante suelto, sé que soy fuerte pero no tengo ganas de que estropeen mi precioso cuerpo en una pelea. Además, allí estaremos más cómodas. - Le propondría un trato en el barco, y estoy segura de que aceptaría.
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¿En serio podía confiar en ella? Mi instinto me decía que no… Pero las ganas de saber hasta donde era capaz de llegar me ganaban. ”Ese alguien no existe” – pensé al escuchar la falsa idea que siempre había alguien. Esas personas no existían… O yo no las había conocido, ¿sería ella alguien así? No, no encajaba en el perfil. Y no, no necesitaba ayuda para matar a esos dos y aunque la necesitara nunca la pediría. Kingu y Drein eran mis enemigos y solo mis objetivos, poco me importaba perder la vida o algo.
– Gracias por la oferta, pero… Esto es algo que debo hacer sola. – No era tonta. Debía imponer los límites. Quizás, si las cosas avanzaban bien, en un futuro lograríamos entablar alguna clase de amistad, pero, ni siquiera con eso, dejaría que alguien como ella pensara siquiera en ayudarme. No pude evitar soltar una sonrisa ante su comentario egocéntrico y acepté su ayuda para levantarme. Con mi pie derecho apagué la fogata. ”¿En qué estará pensando? Es impredecible.” – La verdad, hacía frío, pero no tanto como para que mi gran fogata no pudiera controlar. Aunque sí, ella tenía razón, estar en su barco iba a ser más cómodo… ”¿Habrá más gente del Cipher Pol?” – quizás y era bastante probable que sí. Suspiré y agarré mi mochila.
– Bien. Vamos. – Aún no confiaba del todo en Azula, de hecho, ni siquiera lo lograba hacer… Entonces ¿Por qué iba a su barco? No lo tenía claro, pero tenía más ganas de conocer a la princesa. ”A veces eres tan infantil…” – empecé a caminar de manera lenta. Aunque no tenía ni idea de donde estaba su barco, seguro que la princesa me adelantaría pronto. ”Aquí vamos.” – pensaba mientras trataba de analizar lo que había pasado en estos minutos. Un tipo de la nada había aparecido, lo había derrotado y ahora estaba entablando una conversación con una princesa… Todo había sido muy raro…
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Había accedido a venir al barco. Comencé a caminar por el camino de piedras con las manos entrelazadas sobre mi vientre. Llevaba un paso tranquilo y calmado. De vez en cuando echaba un vistazo a la muchacha, la cual parecía algo intranquila. Guardé silencio durante varios minutos hasta que a lo lejos vi el gran barco de padre. Los soldados se encontraban en la cubierta y varios miembros del cipher pol estaban en fila india para dejarnos paso. El barco era majestuoso, padre lo había mandado hacer para mí.
¿Qué puedo hacer para ganarme su confianza? Se niega a que la ayude, que rara es... ¿Acaso no sabe disfrutar de los placeres de la vida? Patética... Vive solo por la venganza, lástima que no le sirva de nada.
-¿Sabes? Me hace gracia que pienses solo en la venganza. - Dije mientras llegábamos al barco. - Tus padres están muertos. ¿Crees que con una venganza los traerías de nuevo a la vida? Hazme caso, es una estupidez que te enfrentes tu sola, morirás si lo haces. - Dije con una sonrisa. Intentaba hacerla entrar en razón.
Llegamos al barco finalmente y los guardias nos hicieron paso en la pasarela. Avancé de primera y llegué a cubierta. Allí miré a todos y ordené levantar anclas. Había una nueva ruta a la que ir. - ¿Cuál es tu próximo destino? - Le pregunté, en cuanto me respondiera daría las órdenes para que zarpasen. - No hace falta que me des las gracias. - Dije haciendo un movimiento a lo alto con la mano. - Sígueme.
Llegué a una zona en la que había un trono pequeño y ahí me senté, cruzando mis piernas y mis brazos. - ¿Te gusta mi corona? - Le pregunté, puedes probarla si quieres. - Me la quité y se la extendí para que la cogiese. - Te quedaría muy bien, podrías pasar por una auténtica princesa. - Necesitaba hacer un trato con ella, quizás podría trabajar para mí, parecía una cazarrecompensas eficaz pero si no accedía no me servía de nada. Había hecho bien en traerla al barco, no tendría escapatoria y tendría que aceptar si o si y si me traicionaba, lo pagaría con su vida.
-Me interesa mucho el dragón del que me has hablado antes. Me vendría genial como mascota, así podría atemorizar más a la gente. Sería una gran emperatriz ¿no crees? Y tu podrías estar a mi lado cuando me coronen. - Tomé un respiro y alegremente con una palmada dije - ¡Hagamos un trato! Tu hermano me da igual, ese puedes matarlo si lo deseas, pero al dragón no lo tocas. Lo torturas si quieres, pero en cuanto lo tengas en tu poder me lo darás. Yo te colmaré de bienes que nunca has tenido por ser una simple campesina. Tendrías el honor de tenerme como aliada en un futuro y te ayudaría con algunos criminales. - Mi expresión tomó un tono serio. - Ten cuidado con la opción que escoges, pero ya sabes cual debe ser o sino, atente a las consecuencias.
¿Qué puedo hacer para ganarme su confianza? Se niega a que la ayude, que rara es... ¿Acaso no sabe disfrutar de los placeres de la vida? Patética... Vive solo por la venganza, lástima que no le sirva de nada.
-¿Sabes? Me hace gracia que pienses solo en la venganza. - Dije mientras llegábamos al barco. - Tus padres están muertos. ¿Crees que con una venganza los traerías de nuevo a la vida? Hazme caso, es una estupidez que te enfrentes tu sola, morirás si lo haces. - Dije con una sonrisa. Intentaba hacerla entrar en razón.
Llegamos al barco finalmente y los guardias nos hicieron paso en la pasarela. Avancé de primera y llegué a cubierta. Allí miré a todos y ordené levantar anclas. Había una nueva ruta a la que ir. - ¿Cuál es tu próximo destino? - Le pregunté, en cuanto me respondiera daría las órdenes para que zarpasen. - No hace falta que me des las gracias. - Dije haciendo un movimiento a lo alto con la mano. - Sígueme.
Llegué a una zona en la que había un trono pequeño y ahí me senté, cruzando mis piernas y mis brazos. - ¿Te gusta mi corona? - Le pregunté, puedes probarla si quieres. - Me la quité y se la extendí para que la cogiese. - Te quedaría muy bien, podrías pasar por una auténtica princesa. - Necesitaba hacer un trato con ella, quizás podría trabajar para mí, parecía una cazarrecompensas eficaz pero si no accedía no me servía de nada. Había hecho bien en traerla al barco, no tendría escapatoria y tendría que aceptar si o si y si me traicionaba, lo pagaría con su vida.
-Me interesa mucho el dragón del que me has hablado antes. Me vendría genial como mascota, así podría atemorizar más a la gente. Sería una gran emperatriz ¿no crees? Y tu podrías estar a mi lado cuando me coronen. - Tomé un respiro y alegremente con una palmada dije - ¡Hagamos un trato! Tu hermano me da igual, ese puedes matarlo si lo deseas, pero al dragón no lo tocas. Lo torturas si quieres, pero en cuanto lo tengas en tu poder me lo darás. Yo te colmaré de bienes que nunca has tenido por ser una simple campesina. Tendrías el honor de tenerme como aliada en un futuro y te ayudaría con algunos criminales. - Mi expresión tomó un tono serio. - Ten cuidado con la opción que escoges, pero ya sabes cual debe ser o sino, atente a las consecuencias.
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No tardamos mucho en llegar a su barco. La sola idea de subirme a uno de verdad me tranquilizaba. Andar con un trozo de madera que se podía hundir con un poco de viento… Era más inseguro de lo que pensaba. En el camino, casi no hablamos y me iba mirando de vez en cuando. ”Estoy cien por ciento segura que algo trama… Pero, ¿qué?” – quizás era la falta de confianza en el resto de las personas la que me hacía ser tan cauta. ”Pero, me podría estar equivocando y de verdad no quiera nada y solo charlar.” – si me equivocaba ganaría a una amiga, pero ¿Si no lo hacía? Sería la primera enemiga que tendría en el mar que no tuviera relación con mi horrible pasado.
Llegamos al barco y todos los agentes del Cipher pol, o bien, soldados al servicio de Azula estaban en fila india para dejarnos pasar. Escuché su comentario con cierta atención, me mordí el labio para no responderle y no dije nada. Era cierto, mis padres y todos estaban muertos y la venganza no los traería de vuelta, pero ella no entendía lo que yo había pasado… Si hubiera sufrido lo mismo que yo, su actitud hubiera sido mil veces diferente.
– Solo déjame en Loguetown. – La isla del Alfa y del Omega, donde todo había comenzado. La gran era de los piratas, Gol D Roger y el misterioso One Piece. Toda esa leyenda se dio en esa isla y era esa el punto de acceso para el Grand Line. Quizás podía pedir que me llevaran más lejos, pero no quería abusar de la “buena acción” de Azula. ”Todavía no la juzgues…” – me recordaba cada vez que la desconfianza me iba dominando. Llegamos a su cuarto, en el centro, un pequeño trono donde se sentó ella. Me extendió su corona, pero tan rápido la vi negué con la cabeza… No era de esos lujos y menos quería ser una princesa. ”Al parecer aun no entiende que fue la realeza quien me quitó todo…” – suspiré mientras me quedaba callada y la escuchaba hablar.
Escucharla fue el peor error que había cometido… Tuve que repetirme dos, tres veces lo que me había dicho para poder creérmelo. ”Está loca… Demasiado” – sabía que no debí haber confiado en ella y menos haber aceptado su invitación para venir a su barco. ”Kingu es un arma de destrucción. Ni siquiera su “dueña” lo logró dominar…” – lo recordé con claridad. Más que nunca… El poder de ese dragón no era solo para atemorizar a las personas, era un poder tan grande que era imposible de controlar. Él solo vivía para matar… ¿Por qué no lo entendía? Respiré hondo tres veces para tratar de relajarme y analizar bien las cosas.
– Lo que me pides es totalmente estúpido – dije mientras apretaba mi puño con fuerza… No me podía relajar. ”Vamos, sé más inteligente…” – trataba de pensar en la mejor solución. La sola idea de entregar a Kingu a ella era desastrosa… ”Aunque, ella solo me pide un dragón… Dudo que existan más, pero…” – era verdad…. Solo tenía que ser más inteligente que ella y bueno… Sabía que podía hacerlo. Si era un dragón lo que quería, lo iba a tener, pero… No a Kingu. – Pero, en cierta manera, creo que puedo acceder – sabía que las cosas iban a ser difíciles y, quizás, me iba a meter en muchos más problemas. Pero no podía dejar que Azula y Kingu se juntaran. – A cambio, te pediré información referente a todo lo que incomode a la Marina o al Gobierno. Es la única condición que necesito, el resto… Me da igual, no buscó dinero ni fama. – Cerré tajantemente. Tenía que dar vuelta las tornas un poco, por suerte, ella no conocía de donde vine y, ni siquiera, sabía el aspecto de Kingu. Las cartas estaban a mi favor y engañarla no debería ser tan difícil.
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Arqueé una ceja al escuchar lo que decía. ¿Cómo se atrevía a hablarme en ese tono? Pero finalmente parece que cambió de idea Sonreí ante su comentario. Junté mis manos llevándola hasta mis labios. La muchacha no parecía tonta al saber lo que aceptaba. Me gustaba obtener lo que quería, nadie se negaba nunca por miedo a lo que les ocurriera. Así era yo, siempre aprovechándome de todas las opciones sin tener que rebajarme. Y lo había logrado, conseguir que la muchacha me obtuviese el dragón era una sensación... inimaginable. No tenía ni idea de domar animales y, mucho menos, un dragón. Un animal tan majestuoso como ese debía estar en mi poder.
El dragón representaba poder y realeza. Con uno yo podría surcar los mares y conquistar territorios para mi imperio. Si... Reddo Teikoku se extendería por todos los rincones, no quedaría nada sin tocar en el mapa. Y yo, yo sería la reina, la emperatriz que todos adorarían y venerarían y quien no lo hiciese, sufriría el castigo.
Volví a colocar mi pequeña corona de oro fino en el moño no sin antes pasarle la mano por encima como si estuviese sacándole brillo, no dejaba que tocasen mi corona y a pesar de no habérsela puesto había hecho bien. Era muy lista esa muchacha. La corona de la realeza nunca debe ser tomada y menos si se ofrece, eso significa exceso de confianza y en ciertos casos, puede ser tomada como ofensa para la realeza.
-Mmm... - Pensé antes de responder a su condición. Aceptarla implicaría traicionar al gobierno y yo seguía mis principios, pero era una gran experta en la mentira. En todo caso una campesina no me iba imponer condiciones a mí, una princesa. La miré a los ojos. - Veré que puedo hacer, aunque... está muy mal visto que una persona tan venerada como yo realice actos tan... miserables. - Entrelacé mis manos y las dejé sobre mi vientre. - Nos vamos a llevar bastante bien tu y yo, haremos grandes negocios juntas y quizás... formemos una gran amistad. - Dije con una sonrisa remarcando eso último.
El dragón representaba poder y realeza. Con uno yo podría surcar los mares y conquistar territorios para mi imperio. Si... Reddo Teikoku se extendería por todos los rincones, no quedaría nada sin tocar en el mapa. Y yo, yo sería la reina, la emperatriz que todos adorarían y venerarían y quien no lo hiciese, sufriría el castigo.
Volví a colocar mi pequeña corona de oro fino en el moño no sin antes pasarle la mano por encima como si estuviese sacándole brillo, no dejaba que tocasen mi corona y a pesar de no habérsela puesto había hecho bien. Era muy lista esa muchacha. La corona de la realeza nunca debe ser tomada y menos si se ofrece, eso significa exceso de confianza y en ciertos casos, puede ser tomada como ofensa para la realeza.
-Mmm... - Pensé antes de responder a su condición. Aceptarla implicaría traicionar al gobierno y yo seguía mis principios, pero era una gran experta en la mentira. En todo caso una campesina no me iba imponer condiciones a mí, una princesa. La miré a los ojos. - Veré que puedo hacer, aunque... está muy mal visto que una persona tan venerada como yo realice actos tan... miserables. - Entrelacé mis manos y las dejé sobre mi vientre. - Nos vamos a llevar bastante bien tu y yo, haremos grandes negocios juntas y quizás... formemos una gran amistad. - Dije con una sonrisa remarcando eso último.
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