[Privado][Ushio - Azu] Encuentro inoportuno.

Iba maldiciendo mi suerte cada vez que me acercaba más a esa isla. ¿Cómo lo había hecho para volver tan rápido? Las cosas no estaban saliendo muy bien y, para peor, estaba volviendo a la isla donde había nacido, Reddo Teikoku. No podía hacer nada, el maldito Log Pose me había guiado hasta allí, así que solo tenía que mantener un perfil bajo mientras se volvía a cargar e irme sin llamar la atención. ¿Sería posible aquello? La sola idea de estar tan cerca de poder descubrir algo sobre los mellizos era… Impresionantemente tentadora. ¿Qué debía hacer? Suspiré de forma pesada y el barco llegó al puerto.

La isla, en sí, no había cambiado nada. Seguía igual que siempre… No es que fuera fea, pero tampoco llamaba mucho la atención y no se olía en ella el aire de aventura y misterio. Otro suspiro mientras bajaba del barco y lo amarraba para no que se lo llevara la corriente. De momento, era el único que tenía y me daba pereza rob… Pedir prestado otro. Me puse mis dos espadas en mi espalda y empecé a caminar. ”Recuerda, perfil bajo” – no tenía idea si el Emperador conocía de mi existencia o si mis propios hermanos eran conscientes de que yo estaba vivo. No podía correr el riesgo de que el que dominaba la isla me encontrara. Las posibilidades de morir ante sus manos eran muchas y, seguramente, no le iba a temblar la mano a la hora de tomar una decisión.

– Bien, que pase lo que tenga que pasar. – Dije en un leve susurro mientras iba viendo el puerto. Era… ¿Grande? No, se quedaba corto… Era gigante. Era donde más puestos de cada cosa se ponía y donde más gente transitaba. Algunos vestían las mismas ropas, habitantes, otros; vestían de otra forma distinta, seguramente, extranjeros y lograba ver a los guardias de la nación caminando por ahí. Si mal no recordaba, había un bosque a uno de los lados de la isla, lugar perfecto para esconderme y esperar a que el Log se volviera a cargar.

Removía la copa una y otra vez mientras me abalanzaba en la silla con los pies sobre la mesa. A veces me comportaba como una maleducada, pero por el simple hecho de que podía y quería saber que se sentía. Llamaron una vez a la puerta y dejé de balancearme durante unos segundos hasta que se formó un silencio. Tras eso volví a lo mismo hasta que volvieron a llamar. Harta, paré de golpe.

-¡Adelante! - Grité enfadada. Pasé una pierna sobre la otra y junté mis manos sobre la mesa entrelazándolas. La puerta se abrió lentamente y un soldado algo tembloroso con unos papeles. Los puso sobre la mesa.

-Princesa, tenemos el registro de un hombre, bastante peculiar, que llegó hoy al puerto.

Al escuchar eso me puse de pie. Llevaba haciendo un registro de todos los que pasaban por el puerto desde que quería encontrar a Ushio. Se había vuelto una amenaza para mí, o eso es lo que me había inculcado padre cuando él y madre desaparecieron.

-¿El puerto, eh? Tendré que ir a hacer una visita. - Mencioné mirando por la ventana. Desde ella veía el mar. - Retírate. - Recogí los documentos y el hombre hizo una reverencia antes de irse. Salí del palacio lo más rápido que pude. Tenía que encontrar a Ushio a toda costa y tener unas palabras con él. Una buena charla de hermanos, nada más.

Llegué al puerto en seguida, miré a todas partes, pero había demasiada gente. Los puestos estaban en apogeo. Fui hacia las afueras y vi a un hombre con ropas de aspecto extraño, extranjero quizás, y en el imperio no solía haber muchos. Decidí seguirle de lejos, entre la multitud para ver que haría.

La sola idea de estar en terreno enemigo me hacía dudar de cada mirada o cada susurro. Dudaba que alguien del Imperio me conociera, según sé, nadie debería saber que eran tres hermanos luchando por el trono y no solo dos. No era que me importara mucho, pero tener este secreto me ayudaba mucho… Las cosas podían ser más fáciles dependiendo de la situación. Hacerme pasar por un habitante más, infiltrarme en el ejército como el nuevo mejor recluta del año y atacar desde adentro. Las únicas ventajas que tenía eran mí, por ahora, desconocida identidad y mi raza. Aún no aprendía a dominar ni el fuego o el agua, pero estaba seguro que en un futuro podría hacerlo. Quizás, hasta un nivel tan elevado que nadie lo creería.

– Deja de soñar y solo concéntrate en pasar desapercibido. – Susurré por lo bajo mientras, poco a poco, me iba internando en el bosque. Entre la gran vegetación y, seguramente, lo peligroso que era este sitio, pocos se darían vueltas por aquí. Era el escondite perfecto y en las noches podía controlar el tamaño de la llama para que el humo fuera pequeño y casi invisible a varios muchos kilómetros. ”Iré juntando lo necesario. No sé cuánto tardará, así que planearé toda una semana.” – pensaba mientras iba recogiendo cada fruto seco que veía e iba analizando el camino para poder poner trampas para los animales. No era un experto en sobrevivir en lugares duros como un bosque, pero, por lo menos, no moriría de hambre o de frío.

– Lo siento, amigo. Pero necesito de tu leña. – Dije al ver un árbol muy grande, pero seco. Saqué mi espada negra corté por la mitad ese árbol. El sonido del árbol cayendo no debería alertar a nadie. Salté y me puse justo al frente del gran trozo de madera que iba cayendo. Con cinco o seis cortes rápidos, ya había hecho del árbol pequeños troncos suficientes para tener fuego durante una semana. ”Debo aprender a crear fuego de la nada… Y rápido” – pensaba mientras agarraba unos diez y volvía a mi andar. Entre más profundo, menos probabilidades de que me encontraran. No era el mejor plan, lo admitía, pero debería funcionar bastante bien.

– Bien. Aquí debería estar bien – elevé mi tono de voz al llegar a una explanada. Un lugar tranquilo y donde no me molestaría nadie. – Es hora de vivir como ermitaño una semana… Ya luego reuniré información sobre esos hermanos y el emperador. Por ahora… Solo perfil bajo y nada más. – Clavé mis dos espadas a mi lado izquierdo y me senté en el suelo. ¿Qué pasaría a continuación? En teoría, mi llegada fue normal, no llamé la atención ni choque con nadie extraño. Evité a los guardias y me vine directo al bosque. Hasta ahí, todo bien. Si me preguntaban, solo era un extranjero que se perdió y decidió quedar en el bosque hasta que el Log cargara, no era una mentira y nadie sospecharía de eso. Suspiré de forma relajada. El plan era bueno. Tan bueno que hasta yo me sorprendía de los genial que era.

Nadie se podía creer lo rota que estaba la familia real, sobre todo, por la guerra que había entre hermanos, o bueno al menos entre Ushio y yo, Zuko no era un problema dado que él siempre me entendió y es el único que realmente se ganó un puesto en mi corazón junto con el emperador. Las dos personas que nunca me abandonarían ni me dejarían de lado. En cambio mí querido hermano pequeño… solo era una amenaza para el trono ¿por qué no desapareció junto con su madre? Lo mejor hubiese sido que muriese en el parto, que muriesen los dos, nos habrían ahorrado cantidad de problemas. Todavía recuerdo cuando le vi en la cuna, yo apenas tenía cuatro años y él era tan morenito, sonreía mucho y se movía todo el rato. Aquella vez llegué a pensar que podría ser como yo, llevarnos bien, pero en cuanto vi que padre le dedicaba más tiempo que a mi sentí que era una amenaza. La mitad de las cosas que hice solo me buscaron problemas, sobre todo con mi madre, le prefería antes que a mí, pero era un llorica, de esa manera nunca llegaría a nada y así fue.

Sonaba cruel todo esto, pero era la realidad. Pasaron muchos años y todos hemos cambiado, es el momento ideal para ir en su busca y eliminarle del juego. Le perdí de vista un momento y caminé por el puerto. Estaba bastante lleno de gente hasta que se formó un corrillo a mí alrededor para dejarme paso. Menos mal que se habían dado cuenta de que su futura emperatriz estaba caminando entre ellos. Merecía un trato especial. Llegué hasta el final del puerto y tan solo había tres galeones y unas barcas pequeñas.

Le había perdido de vista con el tumulto de gente que había. Fui ante el edificio principal del puerto que comunicaba con el centro de la isla, allí había dos soldados que hacían el registro. Al verme hicieron una reverencia. – ¿Ha pasado por aquí un hombre con ropas de extranjero? – Ellos asintieron. – ¿En qué dirección se fue? – Tenían que saberlo puesto que controlaban esta zona y si no, era para despedirles de la guardia real.

-Ha tomado la dirección del bosque, princesa. – Dijo uno señalando. Bajaron sus cabezas en cuanto me despedí y fui hacia el lugar indicado.

Dejé atrás toda la muchedumbre. Que paz… me encantaba pasear por el bosque y disfrutar de mi soledad, en el fondo era bastante solitaria. A lo lejos vi una figura humana que no tenía nuestros ropajes. Debía ser el extraño. Avancé sigilosamente hasta situarme de un árbol para poder verle bien. Estuve varios minutos viendo como conseguía leña y hablaba solo. Era mi oportunidad. Saqué el mechero y moví la llama hasta mi mano. Una vez guardado me acerqué a él.

-¿Necesitas ayuda? – Pregunté acompañada de una dulce sonrisa. – El bosque es un lugar peligroso para estar solo, eres muy valiente. – Ser buena ayudaba en ocasiones como esta. Como me había enseñado padre primero hay que ganarse la confianza de la víctima y luego atacar.

La paz y tranquilidad en el bosque reinaba. Era un buen sitio y si hubiera vivido más tiempo aquí, seguramente, este sería mi lugar favorito. Nadie molestaría a alguien aquí e, incluso, sería el lugar más que ideal para entrenar. El peligro era latente y me gustaba, confiaba en mis instintos y mi fuerza para sobrevivir aquí. No necesitaba ayuda para sobrevivir… Podía hacer fuego, encontrar agua y cazar comida. ”Esta sería la segunda vez que estoy en la isla.” – pensaba mientras veía las nubes pasar. El cielo era despejado y el clima estaba bien. La idea de poder averiguar más sobre mi familia era tentadora, pero con mi poder no haría más que entregarme en bandeja de plata. ¿Qué podría hacer? Por ahora, agachar la cabeza, aguantar mis deseos e irme a la primera que cargara el Log Pose… Era una buena idea….

Escuché que alguien me hablaba por atrás. Por instinto agarré mis espadas… Y ahí la vi. Una hermosa mujer al frente mío, pero más que eso… Sus ropas de alta gama y nobleza y, hasta donde yo sabía, la única hija del emperador… Azula estaba de pie, frente a mí. ”Esto es malo. Muy malo” – pensaba mientras trataba de calmarme. No iba a bajar mis espadas así como así, no ante ella y no sin antes pensar en cómo evitar que me descubriera.

– Pues… No sé si valiente. Pero digamos que es el único sitio donde puedo estar en paz – dije de forma calmada. ¿Qué podía hacer? ¿Mantener mi postura de alerta? ¿Bajar mis espadas? No es que me gustara la idea, pero podía ser contraproducente estar de esa forma. Ella no se mostraba hostil. Suspiré. ”Lo mejor es…” – guardé mis espadas en su funda y me relajé un poco más. Solo debía ser más listo y jugar mi juego. – Eres la princesa Azula, ¿no? ¿Qué haces lejos del palacio? Dudo que sea un simple paseo. – Nadie se creería que una princesa diera un paseo por el bosque por que sí. Las únicas razones, eran dos, o estaba en una misión o me estaba buscando. ¿Cuáles eran las posibilidades de que eso pasara? Eran una entre un millón. Por ahora, iría con calma, analizándola lo mejor que pudiera, encontrar sus puntos débiles y explotarlos.

El muchacho parecía entrecortado, como si le costara desenvolverse al verme. Me senté en un tocón y puse las manos sobre la hoguera. Hacía algo de frío, pero esto bosque nunca había sido cálido. Nadie de esta isla se metía al bosque para estar en paz, para eso estaban los jardines al norte del palacio. Estaba segura que aquí paz era lo que menos iba a encontrar. Era bastante reservado puesto que yo tenía que sonsacarle las palabras. No me gustaba en absoluto, puede que escondiese algo.

-Es un sitio precioso, pero hay lugares más impresionantes todavía en los que disfrutes de la soledad. Deberías echarles un vistazo a todos, estoy segura de que te encantarían. - Dije mirándole de reojo.

Me quedé sorprendida al ver que me reconoció. Era bastante normal puesto que yo era de la realeza, sin embargo fuera del imperio no se me conocía lo suficiente. ¿Por qué un extranjero sabría de mí? Que sospechoso…

-Si, soy Azula. - Levanté la mano para señalarle el tocón que había a mi lado y que así se sentase. - Aunque sea una princesa me gusta la naturaleza y disfrutar de la soledad. De pequeña solía pasear por aquí con mi madre, pero en cuanto ella dejó esta vida… No fui capaz de volver aquí sola. - Comenté con algo de tristeza. - Pero cambiando de tema ¿acaso una princesa no puede estar lejos de su palacio? - Reí.

Los ojos del muchacho eran ambarinos como los de mi familia, un poco extraño. Tenía que averiguar más de él. - Tus ojos… son muy bonitos – Tenía la certeza de decir que me sonaban, pero mi subconsciente me traicionó con las palabras. - ¿Quién eres? - Sonreí mirando el fuego.

Suspiré mientras me sentaba al lado del fuego. Frente a ella. Cara a cara. Tenía que relajarme y ser más normal, no podía darme el lujo que, de los dos, ella se diera cuenta que estaba frente a su hermano pequeño. Los recuerdos de mi madre la describían como alguien arrogante, ególatra y que era la viva imagen de Ozai. Es decir, una vez me descubriera haría lo imposible para desaparecerme. De eso estaba seguro, no había que ser tan listo y ni sumar dos más dos. Las cosas eran claras y por lo mismo tenía que inventar algo convincente que explicara todo. ”Cálmate” – pensaba mientras ella terminaba de hablar.

– Soy... Takeshi… Digamos que era un habitante de aquí, me fui y el Log me trajo de regreso. Mala suerte, supongo – dije tratando de sonar convincente. En la práctica, no estaba mintiendo, solo trataba de ocultarme un tiempo más. De forma inconsciente reí y mi mano se fue atrás de la cabeza. – La idea era estar solo, hasta que se volviera a cargar el Log e irme – me contaría sobre su familia si le preguntaba… Lo dudaba y tampoco quería saber ese tipo de cosas. Si me contaba su versión, dudaba que me controlara y la atacaría con todo… Tenía que reprimir mis deseos y… Ser alguien que no era de la noche a la mañana. – Si te soy sincero, la familia real apesta y, quizás, no sea el único que piense así. – Mi tono fue algo serio. Aun no entendía porque nadie se levantaba en una revolución y trataba de librarse de ellos. Supongo que el miedo era más dominante en la isla y más que todo… Debería ser el poder que tiene Ozai… Un poder tan grande que cualquiera dudaría, cualquiera menos yo.

– Tengo curiosidad…  ¿De qué sirve tener un poder absoluto si no se preocupan de sus habitantes? – pregunté con un tono serio mientras clavaba mi mirada en la suya. – La situación del pueblo es deplorable, viven en una falsa mentira de augurio y buen prospecto. El emperador está loco de poder y, por lo menos, tú no serías diferente. – Finalicé con un tono helado en mi voz. Era hora empezar a dar vuelta la situación, lenta y paulatinamente.

Le notaba incómodo, nervioso. Puede que él no se diese cuenta de sus gestos, pero yo era una experta analizándolos. Su nombre era Takeshi. ¿Mala suerte? Yo no consideraba mala suerte regresar a tu isla natal. Este chico era bastante peculiar, a veces me daban ganas de reír y terminar esto de una vez para comprobar si era a quién buscaba o no, no quería seguir perdiendo el tiempo.

Entrelacé las manos y las apoyé sobre las rodillas, pero su comentario me enfadó un poco. ¿Qué sabía él de mi familia? Se tomaba demasiadas confianzas, como si nos conociese de toda la vida. Apreté mi puño izquierdo y me relajé. - Los que piensan así ya no viven en el imperio. Quizás es por eso que nunca deberías haber regresado.

Decidí seguir escuchándole, alguien como él no iba a alterarme. En cuanto terminó tomé una pausa. - No sabes nada de este imperio. La gente es feliz y no hay de qué preocuparse. Tienes una mala imagen de este lugar, puede que en tus tiempos fuese diferente, pero ahora es un lugar próspero y tranquilo. Las historias que te habrán contado son mentiras que buscan crear el caos. A cualquier persona que le preguntes te dirá que apoya al emperador. - Dije tranquilamente hasta que escuché sus últimas palabras. - ¡Yo no estoy loca! - Exclamé algo irritada, odiaba que me llamasen loca cuando no lo estaba.

Bajé la mirada y respiré profundamente. Calma, estoy bien, estoy bien. Le miré desafiante mientras sonreía. - Tu tampoco serías diferente en esta situación, no me mientas Takeshi... Tarde o temprano todos nos acabamos volviendo locos cuando estamos ávidos de poder.

El fuego se interponía entre los dos y en nuestros ojos se podían ver las llamas crecer. - ¿Por qué tanta prisa en irte de aquí? ¿Tienes algún problema? Yo... podría ayudarte.

Azula era…. Una mujer interesante y con mucho carácter. Pero, el poder la había absorbido y no miraba bien en detalle la verdadera situación. Se exaltó con mi comentario refiriéndome a que el emperador estaba loco de poder. Gritó, a pesar de la corta distancia, que no estaba loca ella. Suspiré para calmarme… Sentía que mi corazón estaba bombeando más sangre de lo normal y que, poco a poco, me iba poniendo más y más tenso. ¿Qué debía hacer? La sola idea de tenerla enfrente era preocupante. Pero, por lo menos, mi nombre falso había pasado la prueba. ”Tengo que deshacerme de ella, rápido” – pensaba mientras entrelazaba mis dedos. Terminó su discurso haciendo hincapié a que estaba apresurado y que me ofrecía ayuda. ”Esto está muy mal.” – la había subestimado y había resultado ser más lista de lo que pensaba.

– Ese maldito de Ozai no ha hecho nada bien. Solo mira por su propio bienestar – dije mientras ponía un par de palos más en el fuego. – ¿De qué sirve un Emperador así? ¿De qué sirve que sus hijos se transformen en algo como él? No son humanos, son monstruos –  apoyé mis codos en mis piernas y apoyé la pera en mis manos. Dando una sensación de control y poder, de más confianza. – Hay una gran diferencia entre tú y yo, Azu-chan – la sola idea de ir confesando poco a poco mis sentimientos era… Una patada en el estómago, pero… En cierta medida, necesario… Necesario para que, lentamente, Azula fuera confiando más en mí. – La diferencia es que yo soy capaz de anteponer las necesidades de alguien más por delante de las mías – una breve pausa mientras me planteaba que era lo siguiente que podía decir. Podía decirle mil cosas y desahogarme con ella y que nunca sospechara que tuvo a su hermano menor, cara a cara, separados únicamente por una pequeña fogata. – Me fui por la misma razón… Porque odio a la familia que domina esta isla. Odio a Ozai, que hizo que mi madre huyera - Suspiré para tratar de calmarme un poco. Mi mirada no se apartaba de la suya y, en cierta manera, era una de esas partes en donde ya no había punto de regreso.

– Tengo prisa porque temo estallar en ira y hacer una idiotez. Quiero que este maldito Log Pose cargue – dije señalando la pequeña cosa que estaba en mi muñeca derecha. – No esperaba que la princesa en persona le hablara a alguien como yo y menos me ofreciera una mano amiga… – tomé una breve pausa. – Que tengo que rechazar. No me puedes ayudar, princesa. No ahora, por lo menos. – ¿Cuánto tiempo más planeaba estar aquí? Era una especie de juego y cada uno avanzaba lo mismo que el otro. ¿Qué esperaba? Quería que se fuera de una vez, que me dejara tranquilo y que no volviera a molestarme en un buen tiempo.

La manera en la que comenzó a atacar a mi padre me pareció demasiado sospechosa. Estaba realmente nervioso por los gestos que hacía, quizás los hiciese sin querer, pero en esta vida hay que estar atenta a todos los detalles. Seguía en las suyas tratando de criticar la forma de gobierno de nuestro imperio. Me empezaba a molestar, pero... ¿Por qué no darle la razón? Tenía que seguirle el juego, pero sin que él sospechase. Parecía bastante listo con lo que decía y sabía, quizás fuese un espía revolucionario que está pasándole información a los traidores, e incluso puede que fuese una trampa. Miré hacia arriba y a los lados.

Estábamos rodeados de silencio y nuestras palabras eran lo único que lo evitaba. En cuanto habló de las diferencias entendí que trataba de enfadarme o, quizás solo estuviese siguiendo el también un juego. Iba a ser un oponente difícil. Pero todo dio un giro cuando habló de su madre. ¿Huir, eh? El emperador en los últimos años solo había tenido altercados con los revolucionarios y ninguna mujer estaba presente, tampoco estaban relacionados con ellos. Mi madre también había desaparecido...

-Tienes razón... Mi padre está enfermo de poder y solo le importa el imperio. Yo y mi hermano no somos nada para él, nos trata como si fuéramos basura real.- Mi voz tenía un tono triste y mis ojos estaban llenos de pena mientras miraba el fuego. - Mi madre desapareció cuando yo tenía siete años. Se creó mucho revuelo puesto que se llevó con mi hermano pequeño. Él era demasiado joven para recordar, pero lo pasaba muy bien con él. Éramos cómplices en nuestras pequeñas aventuras por el palacio. Tras ese incidente la vida se volvió muy dura. Ahora no sé donde está él, ni siquiera sé si me recordará... - Una lágrima descendió por mejilla, la cual limpié rápidamente. Una princesa no lloraba. - Haces bien en irte, en esta época nada es seguro en el imperio.

Azula era una experta en poder fingir algo, era imposible que ella de verdad estuviera llorando o que me diera la razón. No, las palabras de mi madre en el diario la destacaban como alguien igual del emperador, su ego y arrogancia estaban a niveles nunca antes vistos. ¿Podía confiar en ella? Es que daba igual, me interesó esa relación que tuvo con su hermano menor pero que desapareció la misma fecha que su madre. ¿Qué debía hacer? Suspiré de forma relajada, era imposible que sospechara de mí… Pero si me había visto cuando era pequeño, ¿por qué no me reconocía? Era cierto, había sido hace años y es posible que haya cambiado un poco a la edad que tenía ahora. ¿Qué estaba esperando? ¿Por qué no revelaba sus verdaderas intenciones? Su verdadera cara, esa que tanto le temía mi madre y que trató de proteger. ¿Por qué? No paraba de preguntarme a cada segundo que nuestra conversación se alargaba.

– Si nada es seguro, ¿por qué no te enfrentas a la represión? – tenía que presionarla un poco más para que me mostrara su verdadero rostro. – ¿Por qué no acabas con esta inseguridad? A mí me tomaría mucho tiempo tomar el trono de Ozai – suspiré con calma. Mi mirada era muy seria a pesar de que quería bajar la guardia y no hacer notar que estaba nervioso. – Pero si haces tú el golpe de Estado y lo matas desde adentro, podrías tomar el trono de inmediato. Sin guerras y sin derramamiento de sangre de inocentes – una breve pausa. ¿Cuándo cargaría el Log Pose? Solo necesitaba que cargara y nada más. Una razón para largarme lo suficientemente válida para que deshacerme de Azula. ”Si no fuera tan débil…” – maldije mi suerte de que en mi primera parada fuera en Reddo y que la única persona que quería evitar estuviera ahora, hablando conmigo. ¿Qué tan mala suerte se podía tener para eso? – ¿No quieres salvar tu propia isla, Azu? ¿No quieres protegerla y que todos sean felices? ¿No quieres vengar la desaparición de tu hermano menor y de tu madre? – mis preguntas quizás no serían respondidas de la mejor manera, pero… ¿Qué importaba? – Nunca pensé que del primer linaje real, saliera alguien tan cobarde. – Mis palabras fueron acompañadas con una fuerte llamarada en la fogata. Guardé silencio y esperé respuesta por parte de ella. ¿Cómo reaccionaría ante una provocación tan obvia?

Mi ambición era grande y fuerte. Era capaz de hacer cualquier cosa por el trono aunque tuviera que arrasar con mi familia. Padre me hizo tal como él para dejar una digna sucesora en nuestra estirpe. Ese muchacho no caía ante mis manipulaciones con lo cual ya le habían hablado de mi. Tenía muchas ideas de quien era ese tal "Takeshi" por el que se hacía llamar. Lo primera es la que ya dije antes, la segunda habla de la familia real como si perteneciera a ella y la conoce demasiado bien, todo esto acompañado de la confianza que tiene en cuanto a las acciones del reino.

Tenía razón con sus palabras. Mi padre no duraría mucho en el trono. Moriría solo y ahí estaría yo para sustituirle, pero ¿Y qué? Yo estuve sola casi la mitad de mi vida. Sola por culpa de mi madre por abandonarme, por parte de mis hermanos el cual uno desapareció junto con esa mujer y el otro tuvo que irse.  ¿Y yo? Yo tan solo estuve encerrada en un manicomio porque decían que estaba loca... Pero no era así... ¡Todos se equivocaron! pero les dejé mi marca cuando le prendí fuego a esa maldita institución, que risas, ver a la gente arder y pedir auxilio. Eran ratas enjauladas que pronto serían libres.

-Tienes tanta razón... - Le miré a los ojos mostrando una sonrisa desafiante. - Pero no deberías hablar de cobardía estando tu delante. - Mi tono se volvió serió y me lancé contra él agarrando su cabello negro azabache. Levanté su cabeza y le miré. - ¿Eh, Ushio? ¿Creías que me había olvidado de ti? Míranos, somos iguales en cuanto al aspecto es imposible no saber quien eres. Tienes que mentir mejor, hermanito. ¿Cuánto creías que iba a durar esta mentira?- Apreté con más fuerza su cabello y acerqué su cabeza a mí. - ¿Sabes? Te he echado mucho de menos así que quiero que tengas un recuerdo de mí. - Dije contenta. Solté su cabello y abrí su camisa hasta dejar el hombro a la vista. Levanté un dedo y de él salió una llamita la cual posé sobre su piel y tuvo forma de corazón. Un recuerdo para siempre. - ¡Ahora cada vez que la veas te acordarás de mi! ¿No es genial? - Dije con una sonrisa volviendo a sentarme en mi sitio. - Llevo tanto tiempo esperando a que llegases...

Había perdido el control de la situación… Si es que lo tuve alguna vez. Había sido todo tan rápido, sus palabras y entonces… Me agarró del pelo y dijo mi nombre. Sonreí de medio lado, la verdad, esperaba que fuera así, que la farsa hubiera durado más tiempo y que las cosas no se hubieran salido tanto de control. Y entonces, la quemadura no tardó en llegar… Su dedo pasó por mi hombro, dibujó un corazón y luego ella me soltó. No pude evitar gritar de dolor y tirarme al suelo y rodar. Sentía que en cualquier minuto me empezaría a quemar y esa sensación no desaparecía. Estuve unos segundos así hasta que me levanté, me puse la camisa bien y tapé la quemadura y saqué ambas espadas.

– Oh… No esperaba que fueras tan inteligente, Azu-chan – dije con una sonrisa divertida. Miré a todos lados, esperando que no apareciera nadie más… Ya solo ella era lo suficientemente molesta como para tener otros enemigos. – Me gustaría decir que también te extrañé, pero sería otra mentira y estoy harto de ellas – la quemadura me dolía y tener un recuerdo permanente de ella no iba a ser para nada grato. ”Como si me agradaras” – pensaba mientras no bajaba la guardia o mis espadas. – Entonces, ¿qué harás ahora? ¿Me matarás? ¿Me entregarás a tu padre? – Mi tono era… En cierta forma tranquilo. Nunca esperaría o soñaría tener que enfrentarme a ella en este lugar donde todo estaba en contra. ”Estúpido Log Pose” – maldecía mi suerte y maldecía aquella estúpida brújula. Todo se había ido a la mierda y ni siquiera había logrado hacerme más fuerte para enfrentarme a ella.

– Si te preguntas, no. No me arrepiento de lo que dije – tomé una leve pausa. El tiempo había pasado volando y ya casi era el atardecer. – Si fueras de otra forma, me daría igual tú y esta isla – estaba sonriendo. A pesar de un posible enfrentamiento, mi sonrisa no se borraba. Era, la verdad, emocionante. – Me daría igual esta estúpida guerra por el trono y no haría nada. Pero… – una leve pausa y un suspiro calmado. – Este encuentro me hizo entender que no hay remedio. Que es imposible convencerte de que abras tus ojos – una última pausa. Las cosas ya estaban complicadas y no había mucho que hacer. La salida de la isla iba a ser complicada y tendría que hacer un milagro para conseguirlo. – Al final… Uno de los terminará matando al otro, ¿verdad?

¿Inteligente? Por supuesto. Sabía preparar bien mis estrategias para conseguir la información que quería, no me había costado mucho hacerlo con Ushio, al fin y al cabo era el menos espabilado de la familia y no supo defenderse ante mis palabras. Todo lo que decía iba con sarcasmo al igual que lo mío. Aunque no llegaba tan alto como yo. La verdad es que había tenido mucha paciencia con este elemento. Menos mal que había desaparecido hace años, no quería saber que habría sido de nosotros soportándolo al lado.

Pasé una pierna y con una sonrisa maliciosa comencé a hablar. - Suena tan tentador matarte ahora mismo... No eres más que alguien inferior al que podría vencer con la punta de mi dedo, - Estiré mi dedo índice haciendo que saliese un poco de electricidad. - pero no lo haré aquí. Nadie se daría cuenta de lo ocurrido. Mi intención sería mostrarte en el centro del imperio, con mi padre al lado mientras le digo a todo el mundo que atentas contra la familia real, el imperio y buscas crear el caos. Luego te prendería fuego hasta que te murieses mientras los ciudadanos te abuchean. - Dije con una sonrisa. - Sería un buen castigo, y ¿Quién dudaría de la palabra de una princesa a la hora de mandar hacer algo? - Respondí encogiéndome de hombros.- Tienes que saber comportarte hermanito o te irá muy mal.

Guardé silencio mientras terminaba de escuchar sus palabras. - No me gusta la palabra matar. Es tan fría... - Respondí levantándome del tocón y moviendo la cabeza de un lado a otro en señal de negación. Fui hacia detrás suya y coloqué las manos en sus hombros, acercándome a su oreja, susurré en respuesta a su pregunta. - Si no quieres una respuesta sarcástica no hagas una pregunta estúpida. - El sabía perfectamente cual era la respuesta. Me separé y le invité a levantarse. Comenzamos a caminar por el bosque para ir a la zona del puerto y poder caminar por la calle principal. Fui a su lado, puesto que no me fiaba de que el estuviera detrás mío y armado. - Deberías relajarte, Ushio. - Comenté con una sonrisa que un tanto maliciosa.

”No esperes que te crea” – pensaba a cada palabra que ella decía. ¿Por qué? ¿Por qué había pasado todo esto? Mis manos y, por lo tanto, mis espadas temblaban. Una gota de sudor frío recorrió desde la base del cuello hasta el fin de mi espalda y no iba a ser la primera… Otra cayó por mi mejilla y, con la fuerza de gravedad, cayó al suelo y se fusionó con la tierra. ”Maldigo mi maldita suerte” – si el destino de verdad existía, me estaba jugando una mala pasada. Y lo peor, Azula me estaba controlando a voluntad, en esta isla ella tenía más poder y, aunque sonaba tentador revelar su verdadero rostro, no tenía pruebas para nada. Seguramente ya todos se habían encargado de dejar mal parada a mi madre. Su susurro en el oído me dejó, en cierta parte, helado. Toda la valentía que suponía tener, se estaba haciendo humo lentamente. ”Esto no puede ser peor, ¿verdad?” – no tenía otra cosa que hacer que obedecer, agachar la cabeza y mis espadas y obedecerla…. Hasta que saliera de la isla, al menos.

– ¿Sabes? Quizás no estás equivocada del todo – envainé mis espadas a la par que me ponía a su lado. – Es cierto que mi objetivo son ustedes. Quizás, la verdad, solo tú – mi tono se iba tranquilizando lentamente. Esta era algo así como una rivalidad establecida desde el día en que el destino nos puso como hermanos. – No me interesa tomar el trono, la idea de gobernar y que la vidas de todos estén en mis manos, es sobrecogedora – lentamente íbamos dejando el lugar donde pretendía acampar atrás. Suspiré y puse mis dos manos en la nuca. No me fiaba de ella, no confiaba en ella, pero estaba en su juego, en su territorio y viendo mi situación… Solo tenía que hacer lo que ella me dijera. Podía poner a todo el ejército en mi contra, a toda la isla e, incluso, a su molesto padre. Estaba acorralado. – Pero, si ambos resultan ser como Ozai, no me quedará otra alternativa  y tendré que gobernar hasta encontrar a alguien apto. – Sonreí de medio lado y, nuevamente, suspiré de forma pesada.

– Y entonces, ¿por qué vamos a la ciudad? – sonreí de medio lado. – Espero que esta no sea mi propia marcha fúnebre. – Dije de forma sarcástica.

Me apenaba que mi propio hermano desconfiase tanto de mí. No le haría nada, no sin antes decírselo para que su expresión se volviera mediosa y suplicase un poco por su vida. Además, ¿qué es eso de acabar tan rápido con las presas? Primero hay que jugar un poco con ellas. Atraerlas a la trampa y luego ¡zas! La presa estaba en tus garras, como si de un gato y un ratón se tratasen. Me hacía gracia hacer esa comparación con Ushio, un ratón tendría el doble de honor que él.

El camino hasta la ciudad fue un poco silencioso aunque Ushio trató de romperlo hablando, pero cada vez que abría la boca era mejor que se mantuviese el silencio. Este chico no aprendía. Hace nada le había soltado un discurso sobre que le pasaría si seguía comportándose así, pero parecía no haber tenido efecto. Llegamos a la calle principal en nada. Unos guardias se acercaron hasta a mí con la intención de protegerme por si el individuo me hacía daño. Levanté la mano para que se detuvieran y estos hicieron una reverencia para luego retirarse.

-Ushio... no me hagas enseñarte como debes comportarte ante una princesa. Se nota que te criaste con unos pobres. - Dije mirándole de reojo. - A partir de ahora me llamarás princesa cada vez que te dirijas a mí. ¿Entendido? Aprende a medir tus palabras. Recuerda que estás en la capital de un imperio y cualquier cosa puede arruinarte la vida.

Seguimos caminando por la calle principal. - ¿Y qué ha sido de nuestra querida madre? - Inquirí con curiosidad. Saber el paradero de esa mujer me interesaba a pesar de no ser nada para mí. Desde aquí podíamos ver perfectamente el palacio con sus grandes ventanales. Se me ocurrió una idea para meterle un poco de miedo. Miré a los ventanales y grité. - ¡Ozai! ¡Alguien quiere verte! - No tardaría en llegar. Le miré con una sonrisa de oreja a oreja.

Definitivamente, la idea de caminar junto a ella era, cuanto menos, desagradable. Menos si hacía de “guía turístico” en una isla donde fácilmente me podían matar. Una palabra de ella y mi cabeza rodaba sin piedad. Una palabra y mi vida se acababa. Una palabra y mi camino llegaba su fin. Suspiré al llegar a la ciudad y escuchar su respuesta. ¿Princesa? Ni en sueños. No puedo negar que tuve cierto temor cuando vi a unos guardias acercarse a nosotros, ella los alejó o detuvo con un simple gesto. Me preguntó sobre mi madre y de dónde estaba y la verdad era que no sabía. Una vez tuve la edad suficiente para cuidarme solo y, también, una vez aprendí el estilo de las espadas, me dejó.

– Lamentablemente, nunca me ha gustado llamar por su título a una persona – era imposible estar tenso cuando todas las miradas se fiaban en el idiota que portaba dos espadas y caminaba, tranquilamente, al lado de su amada, pero tonta princesa. Era una presión que estaba a otro nivel, la respiración y mis pasos se sentían pesados y, como menos, era una sensación continúa de peligro. – Y si fuera a llamar princesa  a alguien… No sería a alguien que aspira a ser como una. – Inquirí con fuerza. ”Debería controlarme” – me dije a mi mismo. Pero no, no podía dejar que ella me dominara, que ella me dictara cómo comportarme o como hablar. Mi orgullo y amor propio me impedían sucumbir a los deseos de una falsa princesa.

– No sé dónde está mi madre y si supiera… Primero muerto que decirte. – Era cierto, estaba en territorio enemigo, estaba en su patio trasero por decirlo de algún modo, todos la obedecerían sin cuestionarse si quiera el por qué. Pero eso no significaba que debía dejarme manipular por ella. Me podía torturar de mil formas, pero no iba a dejar que ella me dijera qué hacer, cómo hacerlo, o censurar mi lenguaje. ¿Por qué debía dictarme por sus palabras? ¿Por estar en un lugar donde respiraba a cada paso mi muerte? Una persona sensata lo haría, una persona con miedo a la muerte o miedo a la autoridad lo haría, yo jamás me rendiría ante ellos. Me mantendría firme con mis convicciones y con mis ideales. No iba a ceder ni una pulgada.

Llegamos al palacio o a las afueras de este… Y escuché el grito de Azula. Por unos segundos, me quedé helado y casi olvido como respirar. ”Cuando pensé que no podía ser peor” – no entendía que buscaba hacer llamando a Ozai. Cada vez más sus palabras de que me quería matar frente a su padre y ante mil testigos, cobraban fuerza. ”En cuanto encuentre una apertura, huiré” – ¿Huir era la respuesta? Por ahora, la única que se me ocurría y la única que podía solucionar mis problemas. Aunque… Encarar al emperador, demostrarle que estoy vivo podía ser divertido… Eso o mi sentido de lo que es divertido estaba como loco. Tragué saliva nervioso y di un paso atrás. La tensión, al menos para mí, estaba subiendo y mi cuerpo se sentía como si no fuera mío. ¿Qué pasaría?

Me encantaba ver el miedo de las personas en su cara. Los gestos que hacían al correr peligro... Inútiles, sobre todo los hombres. Me basta un solo gesto para verlos atemorizados. Las palabras de Ushio me hacían perder cada vez más la paciencia. No sé cuanto aguantaría a su lado, pero si continuaba mucho más podía ocurrir una desgracia y no quería que sucediese por mis impulsos, si la cometía debía estar el emperador presente para ser elogiada por todos.

-¡Ozai! - Volví a gritar. Con cada llamada que daba la cara de Ushio se amedrentaba más. Creí que era más valiente, pero se nota que había salido a su madre, igual de cobarde que ella. - No tengas miedo, eres una presa demasiado fácil, así no tiene gracia. - De la ventana acabó saliendo un pequeño dragón. Levanté mi brazo y el animal se posó en él. - Es de mala educación no saludar a Ozai, hermanito. - Le restregué con una sonrisa. Mientras tanto le acaricié la cabeza al dragón. Luego sacudí el brazo y este salió de nuevo volando.

Me crucé de brazos y mi expresión se volvió seria. No me iba a andar con rodeos ahora. - Escúchame bien, Ushio. Me da igual donde esté tu madre, por mi como si está muerta o está trabajando en alguna taberna de mala muerte para ganarse unas monedas y así poder alimentarse. - Me acerqué a él. - Te voy a dar una oportunidad. Vete de Reddo Teikoku, para siempre. Si desapareces de mi vista no te haré daño y podrás continuar con tu miserable vida, pero como te vuelva a ver te mataré así que procura que sea de la otra manera. Ah, y me da igual que sea sin querer cuando nos veamos. Iré a por ti y no me importará si hay gente delante o no. - Le miré a los ojos y le di unas palmadas en la mejilla. - Vete. Ya sabes, no vuelvas a cruzarte en mi camino o morirás. - Le dediqué con una sonrisa. - Buen viaje, hermanito.

La espera se hacía eterna. Esperaba que el señor del fuego apareciera y, sin miramientos, me mandara a ejecutar. Tragaba saliva nervioso y atento a cada movimiento de todas las personas que me rodeaban. ¿Qué debería hacer? Quizás una forma de negociar sería tomando a Azula de rehén y cambiándola por mi libertad. ”Es una buena opción” – pensé tratando de mantener la calma que siempre me caracterizaba… Pero en una situación era casi imposible hacerlo. Mi corazón me apretaba y sentía como es que la presión aumentaba a cada segundo. Era una pelea interna… Y fue entonces cuando la puerta se abrió y salió un maldito dragón que tenía el mismo nombre que el Emperador. Suspiré aliviado y sentí como es que el alma me volvía al cuerpo.

Azula hablo y entre otras cosas… Me dejó ir con una amenaza clara. La próxima vez que nos viéramos, me iba a matar. ¿Qué se creía? Pero tenía razón… La próxima vez se iba a decidir todo y por más que quisiera evitarlo, era nuestro destino. No nos soportábamos y una a pelea a muerte estaba predestinada desde mucho antes que naciéramos. Suspiré y le di la espalda. Empecé a caminar y levanté mi mano a señal de despedida.

– Suerte, hermanita – empecé a decir con calma. – Y hazte muy fuerte. Necesitarás la fuerza de mil hombres para acabar conmigo. – Finalicé con fuerza. Noté las miradas extrañas que se dirigían a mí, simplemente, las ignoré por completo. No tardé mucho tiempo en llegar al puerto, subí a mi mierda de barco y puse rumbo… Por suerte, el Log ya había cargado y tenía un curso definido. ”Nos volveremos a ver, Azula. Y esa vez… Se decidirá todo”