¿Quieres experimentar la fuerza de mi espada? [Ushio - Milena]

Milena se había desplazado hasta aquella taberna tras haber vuelto de su viaje con Nokotori a la isla del diablo. Ese jodido lugar que le había provocado una seria herida en el costado pero que ya estaba mucho mejor. No podía cargarse a nadie en aquella maldita isla pues los marines patrullaban por todos lados y la más mínima pelea podía acabar en rejas. Tal vez por ello casi no había borrachos por allí. El propio hombre del local ya intimidaba a muchos buenos samaritanos pero la pelirroja estaba harta de cosas acabadas en la palabra “diablo”. Ya había dejado de temer a aquella cosa que supuestamente tenía barba, cuernos y tridente. Ahora soltó un enorme suspiro para después mirar al camarero.

Éste no era más que un viejo verde que se había interesado en ella. Su mente funcionaba de una forma muy retorcida y si alguien le tiraba pasaba de él. Pero con los que pasaban de ella nada más verla solía luego llevarse bien como pasó con el espadachín anterior. Ahora pidió su bebida tranquilamente. – Ponme ahora mismo una botella del mejor ron que tenga. – En ese momento el tipo asintió de forma rápida y se largó a la estantería de atrás a sacar una de sus mejores botellas, una de color rojizo con estampados de llamas tribales. Le puso aquella botella y un vaso para después sonreírle de forma amable. Ella misma estaba hartándose de aquellos ojos.

En ese momento entró un chico de cabellos morenos y con algunas fundas. Parecía ser otro espadachín. Se fijó en sus ojos de forma calmada y ese color le llamó la atención. Pudo ver como se colocaba en la barra esperando a que alguien le atendiese pero no había forma. Ella iba vestida con su sudadera negra y sus sandalias. En ese momento el camarero la miró sonriendo y babeando. El ceño de la pelirroja se frunció de forma exagerada. Pero por desgracia no podía matar. Se le ocurrió un brillante plan y ahora se puso en pie acercándose hasta el moreno nuevo y sin pleno aviso rodeó su cuello con ambos antebrazos y se pegó a su pecho abrazándole y pegando sus senos a los pectorales de él. – Cariño, por fin has llegado. – El camarero frunció el ceño mirando a otro lado, de esa forma seguro que no la molestaba más.

La chica permaneció pegada al moreno con una sonrisa totalmente fingida. La verdad es que no le costaba nada interpretar aquel tipo de papeles. De aquella forma no solo se aseguraba de que el camarero la dejase, también el resto de insectos de la taberna. Su mirada a veces cambiaba a una sádica para acojonar de vez en cuando a algún pobre idiota. La verdad es que aquellos ojos rojizos intimidaban y mucho más verla pelear con tanta mala leche y velocidad. Ya había asesinado a mucha gente pero por suerte jamás la habían pillado y por ello podía disfrutar de las ventajas de ser una científica del gobierno. No debía abandonar aquel puesto pasase lo que pasase. Era demasiada ventaja para ser verdad y el precio que pagaban por los experimentos era realmente jugoso.

De repente notó como las manos de aquel tipo le agarraban los pechos. – ¡Hmp! – Se le escapó un leve quejido y ahora le miró a los ojos con un leve sonrojo por la vergüenza para después poner una expresión sádica y siniestra. Al parecer se disculpó u exigía saber el nombre de ella. No era algo que le importase dar pues solo eran letras para llamarla de una forma u otra. Le presentó como Ushio y ahora la joven no tardó en responderle con un tono tranquilo. – Cielo, aquí no… – Dijo con una voz un poco provocadora mientras ahora se abrazaba más y le susurraba al oído despacio. – Milena. Vuelve a tocar a mis amigas y te corto la cabeza. Aquí yo llevo la situación. – Dijo ahora dándole un leve lametón en el lóbulo.

No podía evitar ser tan provocativa. A continuación se separó un poco mientras continuaba mirándole con una sonrisa totalmente fingida para después hablarle en voz baja. – Vaya, podría acostumbrarme a éste sabor, Ushio-kun… – Nada más decir aquello se acercó a la barra tomando la botella y abriéndola despacio para darle un intenso trago notando el alcohol caer por su garganta. Le ardió un poco pero le dio lo mismo y ahora hizo un sitio a su “pareja” para que se sentase. – Camarero atienda de una vez a mi chico, si no bebe algo yo misma se lo daré. – Dijo de forma seria, aquella frase se podía malpensar pero se refería a robar una botella de algo claramente, o quizás no…

La chica observaba como aquel hombre bebía también y ahora esperaba a que la botella se terminase pronto para que se fueran de allí y poder continuar su camino. La verdad es que él ya llevaba algunos tragos y esperaba que no se pusiera pedo. Si lo hacía el plan se podía ir al garete y le había costado hacer aquella actuación. De modo que si salía mal le cortaría hasta la muerte con sus habilidades. En aquel preciso momento notó que el camarero la evitaba, era un hombre rencoroso, picado y ahora bastante tonto al parecer. Esa gente que no sabía controlarse era penosa realmente, ella estaba manteniendo la situación de la forma más fría posible y no pasaba nada.

De repente escuchó las palabras que había dicho y abrió la boca a punto de decirla algo cuando ahora sintió como los labios del chico aprisionaban los suyos. Pasaron así unos segundos y la cara de la asesina no solo estaba roja como un tomate. Sus ojos estaban abiertos de forma exagerada y no se movió ni un poco ¿Estaba traumada? Seguramente no pero aquello debía ser creíble. En ese momento su mirada se clavó en la de él y las venas de la frente de la espadachina empezaron a marcarse de forma exagerada. – “ ¡Le voy a matar!” – Pensó en ese momento mientras apretaba el puño derecho de forma exagerada pensando en coger la katana.

Ella ahora se separó junto a él mirando a otro lado con el rubor aún notable en la cara. Tomó la bebida dándole un enorme trago y bebiéndose casi media botella. – Estoy bastante bien. De hecho… – Tenía la mente nublada y no sabía qué diablos decir. Nunca la habían besado ni ella tampoco a nadie y no sabía cómo reaccionar. Por un lado no quería hacer nada pero por otro deseaba cortarle la cabeza a aquel chico. Ahora gruñó por lo bajo mientras debatía ideas sangrientas en su cabeza pero si aquel joven quería jugar duro ella no iba a perder ni mucho menos. Ahora sin pensárselo cambió de asiento sentándose en sus rodillas tranquilamente para después sonreírle de forma siniestra. – Pensaba en las ganas que tenía de devorarte en la cama. – Tras soltar aquello sonrió de forma victoriosa pensando en que aquel joven quizás no se recuperaba de aquellas palabras. Encima empezó a moverse un poco sobre sus rodillas fingiendo acomodarse mientras cogía la botella de él y tras mover un poco los labios por el borde beber un trago y ponerla en su sitio despacio.

Milena sonreía de lado mientras estaba convencida de que la victoria iba a ser suya. En ese momento pensaba que todo había finalizado. Por muy duro que fuese aquel chico debía caer ante aquello. Sus armas eran demasiado buenas en ese sentido. Pese a haber recibido el primer beso de aquella forma pocas cosas más podía perder y ahora la bestia estaba totalmente suelta. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro y sus rojizos ojos resaltaron sobre todo lo demás. Lo que podía pasar en ese momento ya no era cosa suya y le había provocado hasta un punto inimaginable. Aquel capullo podía pasarlo bien pero luego le cortaría la cabeza o quizás solo le daba un puñetazo bien merecido. Ella solo hizo un abrazo y poco más.

En ese momento notó como el alcohol resbalaba por su piel. La lengua del espadachín la recorrió despacio mientras ella se mordía el labio inferior y ahora notaba como la besaba de nuevo. Se dejó llevar totalmente sonriendo de forma sádica. – “¿Quién necesita ser actriz cuando puedes pasarlo bien?” – Pensó ahora mientras usaba su lengua para explorar al moreno totalmente de forma húmeda e intensa. Tras unos segundos se separó y simplemente le susurró al oído. – Y sin usar alcohol… pero ahora estás acabado, te voy a destrozar. – Dijo mientras se quitaba la sudadera quedando con un sujetador azulado. Pensaba violarlo vivo en aquel sitio ahora que se había soltado y le daba igual el público.

En ese momento escuchó como un arma se cargaba. Abrió los ojos bastante y se agarró con las piernas a la cintura de Ushio. Se echó hacia atrás sacando su katana y de un tajo veloz cortando la mano derecha del camarero. Su escopeta salió volando por los aires y al caer al suelo produjo un disparo que puso en alerta a todos. El idiota gritaba de dolor para después arrastrarse. Allí el arrestado sería él. – Joder ya me has chafado el polvo. – Dijo un poco desilusionada para después separarse de su “chico” y ponerse en pie aún en sujetador y caminar hacia él. Frunció el ceño pues la diversión había terminado totalmente cuando pensaba hacer la mayor locura. Estaba pensando si atravesarlo o no, era demasiado tentador hacerlo. Después de unos segundos pasó de él y caminó hacia el moreno. – Mmmm… no sabría qué decir. Estoy algo avergonzada pero no me arrepiento. – Mencionó sonriendo de lado. Ya se escuchaban marine acercarse pero el peligro era para el camarero.

La chica pudo ver como aquel hombre ahora se despedía y corría. En ese momento una sonrisa enfermiza se mostró en su rostro. Ella no era alguien que tras coquetear un poco y liarse con alguien se ablandara. No era de esas que se ponían tímidas y deseaban una segunda vez más romántica pero quizás si intensa. Sus rojizos ojos ahora analizaban como escapaba de la taberna y ahora sacó la lengua despacio relamiéndose las comisuras de los labios. Los marines no iban a ser ningún problema pues en cuanto se acercaron a ella dijo que era científica del gobierno y los soldados arrestaron al hombre.

En ese momento ella sonrió de lado y corrió hacia la puerta a toda velocidad. Pudo ver al chico de lejos y ahora trató de perseguirle con su sudadera en la mano y poniéndosela por el camino. – Me encanta cuando paso de querer seducir a un hombre a matarlo… – Dijo con una expresión siniestra al mismo tiempo que corría con todas sus ganas. La chica de repente se frenó mientras se callaba y ahora escuchaba como alguien respiraba más fuerte de la cuenta. Cosa que pasaba en los callejones y tras haber corrido. Asomó por el extremo de dicha calle y lo miró con una sonrisa.

Empezó a caminar hacia él despacio. – Bueno nos hemos divertido mucho y creo que podría haber sido mucho más húmedo y orgásmico. Sin embargo soy muy complicada, Ushio-sama… – Dijo con un tono seductor mientras ahora tomaba con fuerza su única katana y comenzaba a correr hacia él. En ese momento cuando estaba llegando trató de lanzarle un tajo rumbo al cuello. Sin embargo en el último momento mostraría que era una finta y trataría de cortarle en la zona de la rótula izquierda. Lo lograse o no se echaría hacia atrás sonriente. – ¡Aaaah! – Gritó de repente clavando una rodilla en el suelo y empezando a sangrar. Su herida en el costado provocada por aquel demonio no había sanado y ahora le estaba doliendo y se le había abierto. – Mierda… – Dijo simplemente mientras ahora fruncía el ceño despacio y miraba al moreno.

El filo de la espada de la chica golpeó contra el acero de la katana del moreno de forma intensa. Llegaron a salir incluso chispas del arma. A continuación soltó un suspiro sintiendo el dolor de su herida. Sus rojizos ojos estaban clavados en los de aquel hombre. A continuación hizo fuerza y se puso en pie mientras mantenía su arma bien agarrada. Una pequeña brisa hizo que sus cabellos se agitasen y enseguida se colocó en posición de combate. No parecía estar muy dispuesta a hablar o negociar pese a la herida mortal que poseía en su costado. Era demasiado orgullosa y fría a veces.

En aquel momento el chico le ofreció llevarla al hospital y después que ya le persiguiera. La idea no era mala pero no iba a dejar escapar a su presa. Negó despacio mientras soltaba una leve carcajada y después se preparaba para un segundo ataque. Pasó su lengua por las comisuras de los labios y en ese instante escuchó sus últimas palabras. La morena no pudo evitar mirar a otro lado. – ¡Cállate idiota! Conozco bien vuestra forma de pensar y claro que te ha gustado. Los hombres os desvivís por cuerpos como el mío. Os creéis que por ser mujeres somos débiles pero te voy a mostrar lo contrario. – En ese momento la morena empezó a fruncir el ceño de forma seria.

Una extraña aura verde se formó a su alrededor y sin aviso se desplazó por el lado derecho de su oponente a quince metros por segundo. Durante el trayecto trataría de lanzarle un corte en el hombro. Debido a su enorme velocidad tal vez éste ni lo olía. Le diese o no quedaría a su espalda y un rastro de electricidad verdosa recorrería le trayectoria que ella hizo (escénico). – Tss como si a mí me hubiese gustado. Solo eres un… – La chica no pudo acabar la frase al no saber qué decir. Tan solo se ruborizó un poco mirando a otro lado para después caer inconsciente al suelo por la pérdida de sangre. Su espada también quedó a un lado y ahora tenía los ojos cerrados con una mueca que expresaba un poco de dolor. Tal vez por la dolorosa herida.

Los primeros rayos de Sol entraron por la ventana y los rojizos ojos de Milena se abrieron despacio. Estaba tumbada en una camilla, tenía tan solo el sujetador puesto y ahora miró su costado notando unos vendajes. Alzó una ceja sin creérselo y después se puso en pie despacio. Se fijó en que estaba en una especie de sala médica y enseguida suspiró. Una enfermera abrió la puerta le sonrió de forma amable. – Buenos días. Deberías guardar reposo. Un chico moreno con espadas te trajo hasta aquí. – Nada más decir aquello le tendió una katana que reconoció como suya. La cogió con fuerza chasqueando la lengua y la guardó en su correspondiente funda.

A continuación la mujer le ofreció una carta que había dejado aquel chico para ella. La tomó despacio y empezó a caminar por los pasillos del hospital tranquilamente. Mientras avanzaba iba leyéndola con calma. Al leerla poco a poco el ceño se le iba frunciendo lentamente y la cara se le enrojecía. – ¡Ese maldito! ¡Hablando de citas y de idioteces! – De repente le pegó un puñetazo sin venir a cuento a un doctor que pasaba por el lado. El pobre hombre al recibir el impacto cayó contra la ventana del segundo piso haciéndola pedazos y cayendo al vacío mientras soltaba un enorme quejido. La ira que sentía la pagaba con cualquiera.

Salió del hospital apretando los dientes leyendo una y otra vez la carta. – Encima no me ha matado. Cuando vea a ese idiota le cortaré la cabeza de la forma más cruel que pueda. – Una sonrisa siniestra se formó en su rostro en aquel momento mientras se relamía despacio. A la mente le vino entonces aquel momento dónde ambos mezclaban saliva de forma un poco escandalosa. Un sonrojo se formó de nuevo en su cara y miró a otro lado para después liarse a espadazos con la nota haciéndola pedazos. Estaba confusa y además de matarlo deseaba violarlo. Era un sentimiento extraño pero la asesina era demasiado rara a veces.