¿Quieres Una Patata Con Sabor A Bacón? [Krauser-Ushio] [Pri-Pasado]

El día parecía ser bastante bueno a decir verdad. Aquello significaba que a lo mejor no había problemas por ningún lado. De todas formas aquella persona no iba a tener problemas con nada que no quisiera recibir una infinita paliza. Aquella isla conocida como Saint Reia era sin duda una buena base para los revolucionarios. Allí se hallaba aquella persona, sentaba en el puerto en aquel muelle de madera mientras miraba el horizonte tranquilamente. – Si quieres cocos yo te voy a dar, tres grandes cocos de verdad… – Aquel sujeto cantaba despacio con un ritmo tranquilo mientras trataba de pelar aquella maldita fruta tropical. Tenía forma redonda y estaba llena de espinas, más o menos del tamaño de una cabeza pero le bastaba y le sobraba para alimentarse.

Estaba allí simplemente para vigilar la isla pues habían recibido amenaza de un barco marine lleno de cargos altos. Le iba a hacer gracia hundirlo y largarse. Pese a ser un solo oficial, aquella persona tenía el poder de un general y de hecho se consideraba más fuerte que el propio líder revolucionario. Sus cabellos eran castaños y pinchudos. El color de sus ojos pardo. Llevaba unos vendajes blancos que le tapaban desde el cuello hasta la nariz. No llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo musculoso y trabajado. A su lado descansaba su enorme espadón legendario y dos machetes. También tenía allí tiradas escopetas y pistolas. El cabrón no solo era un arsenal andante, además sabía usar todo lo que allí había. Incluso si uno se fijaba bien había un maldito hilo de piano. Ese tío era el demonio en persona. Le llamaban así, el demonio de la niebla.

Krauser estaba la mar de a gusto allí sentado mientras seguía pelando la fruta con su dedo índice imbuido en energía cortante. – Grandes, sanos, frescos y duros como un cañón… – Dejó de cantar despacio cuando empezó a sentir un extraño ruido y bastantes gaviotas empezaban a sobrevolarle despacio. Las miró con toda la calma del mundo y continuó a lo suyo. Estiró la mano despacio y cogió un den den mushi que había allí tirado también. Empezó a marcar y después se puso a hablar con toda la calma del mundo. – Socio me estoy aburriendo. Tráeme si es posible la segunda parte de “Aquellas miradas en la noche” además si te es posible quiero una bolsa de patatas fritas. – Una vez hubo pedido comida y un libro se puso a mirar al mar. El titulo era extraño pero hablaba de un hombre que pasaba la vida buscando a una pantera mítica durante las noches en todas las islas hasta que por fin la hallaba. Pero en la segunda entrega esa pantera se apareaba con un pelicano y el joven debía buscar al Pelitera para ejecutarlo. Una historia preciosa sin duda.

La fruta cedió ante el poder cortante del demonio y éste vio que el interior era amarillo, desprendía un extraño olor. De todas formas iba a arriesgarse y tras echarse los vendajes a un lado le pegó un enorme mordisco probando aquella dulce sensación que le hizo afirmar con la cabeza. Estaba realmente bueno pero por el momento iba a disfrutar de encargo que le había pedido a uno de sus hombres. Estaba relajándose bastante pues había tenido éxito en todos sus entrenamientos y misiones por el momento. También estaba tranquilo al haberse reunido con Minako también y ahora era un tío feliz. Le dio otro mordisco a aquella cosa notando el rico sabor y después se colocó los vendajes para dejar el objeto a su lado.

En ese momento su haki le indicó que alguien de poder medio se acercaba y él permaneció en total calma mientras ahora cerraba los ojos. Ya sabía que no era el revolucionario al que le había encargado las cosas pero era muy tranquilo para ponerse alerta. No había muchos que pudieran pillarle con la guardia baja por no decir nadie. De modo que simplemente se dedicó a esperar a que se acercase para ver de quién se trataba. De repente pudo ver a un joven de cabellos morenos y de estatura media. No parecía ser un portento físico pero por las fundas que llevaba tenía pinta de ser espadachín. Mencionó el buen día que hacía y el castaño simplemente abrió su ojo derecho observándole. – Ahora que lo dices resulta que sí. No sabía que hubiese todavía ciudadanos en la isla. No eres de mi pelotón revolucionario. – Dijo ahora mientras colocaba ambas manos en la nuca. Miraba de forma calmada al mar.

En ese momento una persona de cabellos azulados y ojos verdes llegó. Vestía con un uniforme militar que el propio demonio le había dado y ahora le colocó al lado la bolsa de patatas y el libro pedido. – Todo está aquí, señor. – El diablo ahora estiró su mano ojeando aquel objeto de papel y después miró la comida que además tenía sabor a bacón. No pudo evitar sonreír de lado para después mirarle. – Gracias por todo, Satsutei. Por mi parte puedes tomarte el resto del día libre. – Aquel tipo se lo agradeció y se fue tranquilamente. El castaño más que un revolucionario parecía un jodido militar y hacía funcionar a sus unidades también de aquella forma. Ahora abrió la bolsa notando el olor que salió de ella y antes de coger una, estiró el objeto hacia el moreno. – ¿Quieres una patata con sabor a bacón? – Mencionó con el tono más tranquilo del mundo mientras bostezaba.

Krauser continuaba mirando el mar con toda la calma del mundo. Cuando el chico cogió unas patatas, él metió la mano para tomar un par y después quitarse los vendajes. Las masticó sintiendo aquel delicioso sabor a porquería. Eran comidas sin mucho alimento pero su sabor al menos entretenía a la gente. Además le pegó otro mordisco a la fruta amarilla dejándola casi acabada. Una combinación buena la de la sal con la dulzura. No entendía de cocina pero él simplemente tragaba todo lo que tuviese sabor y no fuera venenoso. Le daba pereza comprobar que era cada cosa pero ahora se había olvidado de pedir algo de beber. Volvió a coger el comunicador y a llamar. – Socio tráeme una botella de un refresco de limón con gas. Es que se me ha olvidado decírtelo antes. – Dicho eso suspiró y se quedó mirando al chico.

Se le había sentado al lado con toda la confianza del mundo y se presentó como un pirata. En otro tiempo el demonio ya lo habría noqueado y partido un brazo pero ahora le daba lo mismo mientras no matasen gente inocente. Escuchó su nombre y se quedó mirándole con toda la calma del mundo para después comerse una patata. – Krauser K. Redfield, oficial de la revolución y ex almirante de la marina. – Una vez dijo aquello se llevó otra patata a la boca y tomó el libro despacio. En la portada se podía ver una pantera negra con pico de pelicano y ojos rosas. Era curioso sin duda pero ahora lo abrió despacio mirando el nombre del autor “Manolito de la sierra blanca de Guadalupe”. Le pareció un nombre interesante y simplemente pasó a la primera página. Iba a ponerse enseguida con aquella historia tan increíble.

En ese momento el moreno le preguntó el motivo por el que estaba allí. Simplemente el asesino le miró de reojo y le contestó mientras se comía otra deliciosa patata. – Estoy esperando un barco de comandantes marines. Debo cortarlo en dos y hundirlo. – Dicho aquello se quedó la mar de tranquilo mientras empezaba a leer de forma muy tranquila. “En las inmensas selvas de Puerto San Rodolfo se hallaba la terrible bestia que el mundo estaba por ver. Sin embargo nuestra historia se remonta a un coche donde dos jóvenes mujeres unían sus cuerpos con pasión”. Krauser en ese momento notó como una gotita de sudor le caía por la cabeza. Le habían timado con el jodido titulo y lo que hizo ahora fue soltar un suspiro.

El asesino escuchó al chico decirle que si tenía hermanos o algo así. Aquello hizo de repente al asesino alzar una ceja quedando confuso. Después dijo que viajaba con un hombre del mismo apellido y eso le hizo sentir curiosidad. Sin embargo podía ser una coincidencia perfectamente de modo que simplemente cerró los ojos despacio. A su mente llegó el recuerdo de cuando era niño y lo que pasó. Después el encarcelamiento y por supuesto nada de beber de por medio. De modo que era totalmente imposible que tuviese hermanos, toda su familia estaba muerta. No tardó en soltar un leve suspiro para después observar al chico tranquilamente. Le inspiraba confianza y no parecía mala persona.

Después de unos segundos le respondió a su pregunta con toda la calma del mundo. – Pues solo tengo tres hermanos pero no son de sangre. Dexter Black, Alex Drachen y por supuesto Lion D. Karl. – Una vez dijo aquello recordó a su compañero caído y apretó el puño derecho para después llevar su vista al mar y tratar de relajarse. Lo malo es que solo mantenía contacto con uno de ellos pues el cazador había desaparecido ya desde hacía tiempo y no había vuelto a saber de él. Simplemente soltó un suspiro para después observar de nuevo al chico con toda la calma del mundo. Le había preguntado una cosa que miles de personas habían hecho ya y pasaba de contar toda la historia de nuevo.

De modo que ahora simplemente soltó una leve carcajada para después estirarse un poco sintiendo como los músculos se le relajaban un poco. – No tengo suficiente confianza contigo para decirte eso. Pero el principal motivo además de la muerte de Kurotora, fue porque me caí. – Parecía ridículo pero así era la realidad. Después de comerse la explosión del puerto y haber salvado cientos de vidas junto a Alex, se cayó. Entonces el den den mushi dorado de su bolsillo se activó. Tenía mala suerte con creces pero el principal motivo era el de su declaración. Suspiró de forma pesada llevándose la mano derecha a la cabeza rascándose con toda la calma del mundo. – ¿Qué hacías en esta isla, Ushio? ¿Negocios tal vez? – Una vez le preguntó aquello se quedó mirando al mar de forma calmada.

El demonio de la niebla continuó con sus ojos cerrados y estirando de vez en cuando la mano hacia aquella bolsa de patatas para coger varias y comérselas. Estaban buenas pero ahora le apetecía un delicioso plato de arroz con queso fundido. Encima si podía echarle atún muchísimo mejor, la verdad. Todavía recordaba aquella sensación de placer en su boca cuando aquella persona llamada Caspio le dijo la combinación en un restaurante. Aquel capullo debía de estar vivo seguramente y el demonio tenía curiosidad por volverlo a ver. Pero estaba realmente ocupado para aquello. Sin duda alguna tenía muchísimos encargos y demás. Ser oficial de la rebelión era bastante duro.

Entonces fue cuando escuchó las palabras del joven y no pudo evitar sonreír de lado. Aquel capullo se había prestado voluntario para ayudarle a entrenar rebeldes y en lugar de eso tomaba de alumno a un pirata. Silver era demasiado impredecible y tan solo había compartido unas palabras con él, tampoco eran amigos pero llegaban al punto de compañeros. Simplemente soltó un suspiro para después contestarle. – No me imaginaba que ese viejo zorro cogiera un aprendiz pirata. Parece que ya olvidó sus obligaciones de oficial pero bueno… – A continuación se cruzó de brazos con los ojos cerrados sonriendo de lado.

Ya había detectado la presencia enemiga pero faltaba todavía para que llegasen debido a que viajaban en un enorme barco y se veía muy lejano. Iba a ser fácil y estaba en una buena posición. De todas formas dejó al navío en paz y miró al chico. – En ese caso descansa lo que desees. Se nota que es Dranser quién te enseña. Yo no te dejaba llevar esa ropa y a estas alturas estarías en el gimnasio atado a los sacos. – En ese momento puso una expresión maligna cuando supo que había dejado a Alice, la chica a la que estaba entrenando, llena de pesas alrededor. Aquello había sido hacía un par de meses pero era suficiente. De hecho tuvo su gracia al principio pero incluso ahora los soldados del tito Krau se hallaban metidos en plena selva con palillos para los dientes como armas y con media latan de maíz para cinco personas. Sus entrenamientos eran el infierno, los de Dranser a su lado el cielo.

Aquel chico le preguntó al asesino cómo iba a ser su forma de atacar. Demasiadas preguntas estaba haciendo y si era un periodista infiltrado le daría collejas. De todas formas pensaba preguntarle a Dranser personalmente si era de los suyos y si la respuesta era negativa, pobrecillo. Ahora miraba como el barco estaba cada vez más cerca y no pudo evitar ponerse en pie y mirarlo. No pensaba dejar que se siguiera acercando y ya estaba a una distancia prudente para derribarlo. El agua se encargaría del resto y no los creía tan idiotas como para nadar hacia dónde él estaba. No podrían defenderse y morirían.

De repente estiró su mano despacio haciendo que ésta tomase un brillo especial. Después la elevó quedando por encima de su cabeza. Poco a poco comenzó a formarse una estrella de cinco puntas que no paraba de girar en su mano. Era blanca y realizaba un sonido cortante molesto y chirriante. Creció hasta tomar la altura de una jodida casa. Era un ataque impresionante y sin pensárselo miró al barco acercarse. – Demon Killed: Energi Shuriken… – Una vez dijo aquello lanzó la estrella con toda su fuerza hacia el navío que se acercaba al muelle con hombre ya preparados en la borda. Los pobres reclutas empezaron a llamar a los comandantes entre gritos pero ya era tarde. No iban a poder librarse de aquella terrible cosa.

Krauser vio como su ataque empezaba a pasar partiendo en dos el enorme buque. Entonces cerró el puño y una terrible explosión cortante de siete metros a la redonda lo hizo pedazos literalmente. La sangre bañó el mar y no le había gustado eliminar marines pero no tenía opción. En ese momento soltó un bostezo y miró al chico con calma. Había nombrado su espada y ahora le miró despacio. – Es de una aleación de kairouseki y un material desconocido totalmente indestructible. De modo que esta arma es lo mejor que tengo. No existe ser que la pueda dañar o cosa que ella no pueda cortar, su nombre es Kurotora. – Le había puesto el nombre de su hermano fallecido. Ahora la tomó despacio y después sonrió de lado. – Además absorbe sangre y me la da a mí en forma de energía y vitalidad. En un campo de batalla sería casi imposible herirme. – Dicho aquello comenzó a recoger sus armas.

Krauser contuvo una pequeña risa cuando el chico dijo que iba a superarle. A juzgar por su aura estaba a años luz de aquello. De hecho no entendía el motivo de aquellas palabras, si hubiese sido un tipo más picado el habría matado y problema resulto. El militar simplemente cogió todas sus cosas y comenzó a reír por lo bajo mientras se estiraba un poco. Su trabajo había finalizado allí y podía dirigirse de nuevo a su base de Baltigo para continuar con el entrenamiento de sus hombres. También escuchó las primeras palabras del moreno pero ante todo simplemente se le quedó mirando de la forma más tranquila posible. – No sé con qué motivo deseas eso. Un verdadero guerrero no se centra en superar a los demás y mucho menos si no tiene nada contra ellos. Un verdadero guerrero debe centrarse en proteger a los suyos y llevarlos a cumplir sus sueños. Dranser no tiene ni jodida idea de lo que representa la verdadera justicia. – Dicho aquello soltó un leve suspiro.

Se comió las últimas patatas de la bolsa y la guardó en un bolsillo. Lo último que tomó fue su enorme espadón que reaccionó con un brillo oscuro en cuanto la tocó, después la amarró a su espalda con cuidado. Los espadachines se centraban todos en la misma tontería, ser el mejor y ya está. No parecían comprende que hasta el más débil de los reclutas podía derrotarles con mero conocimiento militar. Tampoco le gustaba mucho el uso que le daban a la espada pues casi siempre luchaban solos. Él sin embargo prefería formar verdaderos comandos y asignar un rol distinto a cada uno de sus hombres. De esa forma se aseguraba de que a nadie le pasase nada malo y todos pudieran sobrevivir. La inteligencia era la mejor arma de todas y por ello él y su fruta eran totalmente temidos. No por su fuerza bruta, más bien porqué cuando alguien entraba en su lista negra moría sin saber que había pasado. Ahora estiró su mano también y le sonrió de lado.

Al parecer iba siendo hora de marcharse. – Suerte en tu viaje. Me debes la mitad de una bolsa de patatas. – Dijo con una sonrisa bromista que no se le notaba por los vendajes para después empezar a alejarse. Sacó su comunicador y cuando recibió respuesta contestó. – Dranser eres un zoquete, deja de jugar a los espadachines y céntrate en los rebeldes. – Escuchó la respuesta de aquel hombre y después soltó un largo suspiro. – No acepto tu reto, no me gusta dañar a mis compañeros. En fin, vuelvo a Baltigo. Espabila, coño. – Dijo ahora colgando. Ese loco nunca aprendería, iba más bien a su bola. Realizaba misiones para la revolución pero casi siempre en solitario. Malditos espadachines, solo sabían importunar con tonterías. Dónde se ponía Ai no se ponía ninguno. Ahora empezó a alejarse hasta divisar su pequeño navío. Era la hora de marcharse y no tardó mucho en montarse y poner rumbo a su siguiente destino, el nuevo mundo.