Isaac Newtown
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Isaac llevaba un tiempo viajando por el mar, con aquella extraña sensación recorriéndole en cada isla por la que pasaba. Era la inequívoca sensación de que alguien estaba observándole. De vez en cuando se giraba en medio de la calle, buscando al misterioso acosador, pero este no se mostraba a la luz. En un par de ocasiones, mientras dormía a pierna suelta en algún barco, de camino a la siguiente isla, le parecía ver una figura al lado de su cama. Sin embargo, había algo diferente con respecto a sus habituales terrores nocturnos: aquella figura no parecía querer atacarle, o hacerle nada malo. Tan solo se quedaba allí, mirándole, en completo silencio. Cuando el chico se levantaba, no quedaba ni rastro de aquella persona.
- Joder... esto tiene que ser una jodida broma. -murmuró, mientras observaba lo que había frente a él: una enorme isla con forma de corazón, completamente rosa, y que parecía sacado de un cuento de princesas. El chico había llegado a Momoiro tras un largo viaje en barco. Una tormenta de grandes proporciones había obligado al navío a desviarse del itinerario establecido para hacer escala en aquel lugar pesadillesco, lleno de okamas y personas con una dudosa orientación sexual. Isaac a punto estuvo de echarse a llorar en el suelo, encogido en posición fetal. No quería estar allí, en cualquier sitio menos en aquel lugar.
El joven de ojos azules se encogió de hombros. No saldría del barco, y así se evitaría problemas. Empezó a caminar por la cubierta, esperando con ansias largarse de aquel lugar cuanto antes, cuando de pronto una voz melosa y afeminada sonó tras él:
- ¡Holaa guaaaapoooo! -Isaac sintió un escalofrío en la espalda, mientras se giraba lentamente, esperando no encontrarse con un okama. "Por favor, que no sea un okama; por favor, que no sea un okama..." Cuando terminó de rotar sobre sí mismo, abrió los ojos, que había cerrado involuntariamente, y se encontró cara a cara con una cara enorme, aplastada y barbuda, que apenas dejaba mostrar su tono de piel bajo las toneladas de maquillaje que llevaba. El hombre iba vestido con un tutú de color rosa chillón que hizo que los ojos de Isaac sangrasen ligeramente al verlo, metafóricamente hablando. El chico puso una cara de desagrado, al tiempo que se volvía a girar, intentando pasar desapercibido-. ¡Hey, guapetón, te hablo a ti! -dijo el hombre, mientras Isaac echaba a correr.
El joven espadachín empezó a esquivar a la gente que había en cubierta, aunque terminó por chocarse con una mujer y cayendo al suelo a su lado.
- Uffff... lo siento. -murmuró tratando de disculparse, dolorido por el golpe.
- Joder... esto tiene que ser una jodida broma. -murmuró, mientras observaba lo que había frente a él: una enorme isla con forma de corazón, completamente rosa, y que parecía sacado de un cuento de princesas. El chico había llegado a Momoiro tras un largo viaje en barco. Una tormenta de grandes proporciones había obligado al navío a desviarse del itinerario establecido para hacer escala en aquel lugar pesadillesco, lleno de okamas y personas con una dudosa orientación sexual. Isaac a punto estuvo de echarse a llorar en el suelo, encogido en posición fetal. No quería estar allí, en cualquier sitio menos en aquel lugar.
El joven de ojos azules se encogió de hombros. No saldría del barco, y así se evitaría problemas. Empezó a caminar por la cubierta, esperando con ansias largarse de aquel lugar cuanto antes, cuando de pronto una voz melosa y afeminada sonó tras él:
- ¡Holaa guaaaapoooo! -Isaac sintió un escalofrío en la espalda, mientras se giraba lentamente, esperando no encontrarse con un okama. "Por favor, que no sea un okama; por favor, que no sea un okama..." Cuando terminó de rotar sobre sí mismo, abrió los ojos, que había cerrado involuntariamente, y se encontró cara a cara con una cara enorme, aplastada y barbuda, que apenas dejaba mostrar su tono de piel bajo las toneladas de maquillaje que llevaba. El hombre iba vestido con un tutú de color rosa chillón que hizo que los ojos de Isaac sangrasen ligeramente al verlo, metafóricamente hablando. El chico puso una cara de desagrado, al tiempo que se volvía a girar, intentando pasar desapercibido-. ¡Hey, guapetón, te hablo a ti! -dijo el hombre, mientras Isaac echaba a correr.
El joven espadachín empezó a esquivar a la gente que había en cubierta, aunque terminó por chocarse con una mujer y cayendo al suelo a su lado.
- Uffff... lo siento. -murmuró tratando de disculparse, dolorido por el golpe.
Theo Thawne
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Loca. Eso es lo que era. Una loca. ¿Cómo se le ocurría volver a Momoiro? Suspiró. Aquí fue dónde conoció a Bya. Sus ojos llamaban a las lágrimas cuando clavaba su vista en la rosada isla, recordando su primer encuentro con el peliblanco y como aquello fue bastante desastroso. Ella actuó como una fan loca, un okama le quitó el sujetador y se murió de vergüenza delante del cazador... la chica sonrió al pensar en aquello, algo sonrojada, pues más tarde aquella vergüenza desaparecería. Por completo.
La habían traído en un barco a modo de favor. La chica estaba en cubierta, mirando hacia la isla. ¿Había venido solo por sentimentalismos baratos? Hacía ya bastante de lo ocurrido en Hallstat, sin embargo... Aún no podía superar la muerte de su amigo. La única persona que lo había ayudado cuando otros la rechazaban. Estaba muerto. Aún le costaba creérselo.
Recibió un golpe en el costado, seguido de una caída y una voz masculina pidiéndole disculpas. La morena lo miró, algo distraída, y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse. Dedicó al chico una sonrisa, indicándole que no pasaba nada, cuando de golpe escuchó un afeminado grito.
Un Okama con un tutú daba saltos, tal vez persiguiendo al joven, llamándolo "guapo" y demás. La chica arqueó una ceja y... sí, era guapo. ¿Pero aquello le daba derecho a perseguirlo así? Theo miró al Okama con el ceño fruncido.
- ¡Qué manía tenéis! ¡Me parece perfecto que viváis así, pero no intentéis hacer que los demás vivamos también de esa forma!
El okama soltó un grito de disgusto, pero no parecía dispuesto a rendirse. La chica se puso en proposición, preparada para usar la fuerza si era necesario para repeler al Okama.
La habían traído en un barco a modo de favor. La chica estaba en cubierta, mirando hacia la isla. ¿Había venido solo por sentimentalismos baratos? Hacía ya bastante de lo ocurrido en Hallstat, sin embargo... Aún no podía superar la muerte de su amigo. La única persona que lo había ayudado cuando otros la rechazaban. Estaba muerto. Aún le costaba creérselo.
Recibió un golpe en el costado, seguido de una caída y una voz masculina pidiéndole disculpas. La morena lo miró, algo distraída, y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse. Dedicó al chico una sonrisa, indicándole que no pasaba nada, cuando de golpe escuchó un afeminado grito.
Un Okama con un tutú daba saltos, tal vez persiguiendo al joven, llamándolo "guapo" y demás. La chica arqueó una ceja y... sí, era guapo. ¿Pero aquello le daba derecho a perseguirlo así? Theo miró al Okama con el ceño fruncido.
- ¡Qué manía tenéis! ¡Me parece perfecto que viváis así, pero no intentéis hacer que los demás vivamos también de esa forma!
El okama soltó un grito de disgusto, pero no parecía dispuesto a rendirse. La chica se puso en proposición, preparada para usar la fuerza si era necesario para repeler al Okama.
Isaac Newtown
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Isaac se fijó en la mujer con la que había chocado. Era de tez morena, con los ojos claros y el pelo largo y oscuro. El chico tardó unos segundos en darse cuenta de lo que ocurría. La chica estaba encarando al okama con actitud poco amable, y el tipo del tutú parecía ofendido por aquello. Lo observaba con ojos depredadores y una sonrisa divertida.
- No seas malaaaaa -dijo, mientras hacía un puchero-. Estoy segura de que tu amigo tiene una enorme mujer interior que quiere sacar y mostrar al mundo.
El chico se puso pálido, negando enérgicamente con la cabeza. Tal vez aquel movimiento tan repentino y violento tuvo un efecto poco deseado, porque de pronto estaba tendido en el suelo, inconsciente. Estaba en un prado de hierba alta y flores de colores vivos y alegres. El chico observó al cielo, azul y salpicado de nubes que tenían el aspecto de un mullido algodón. Casi daban ganas de quedarse tumbado allí, observándolas en silencio. Un carraspeo le hizo girarse, para ver a una persona de pie, con una bolsa de malvaviscos en la mano y un camaleón en el hombro. Su pelo era blanco y sus ojos violáceos.
- Ohayo, Isaac-chan. -dijo, con una sonrisa alegre.
- ¡Byakuro! -exclamó él, levantándose de golpe-. ¡Estoy soñando otra vez!
- Eso parece... -respondió el chico, encogiéndose de hombros, mientras le lanzaba un malvavisco. Isaac lo miró, esponjoso y dulce, y se lo tragó sin dudarlo. Que no fuera real no quería decir que no estuviera delicioso-. Hacía tiempo que no veía a Theo... parece que sigue odiando a los okamas. -sonrió el cazador, como si recordase algo que había ocurrido tiempo atrás.
Isaac cayó entonces en la cuenta: aquella mujer era Theo Thawne, una de las cazadoras que habían vivido con Byakuro en el Black Lotus. Había ido con Yoko a buscarla, pero no recordaba que la mujer había cambiado en los últimos días de vida del cazador. Si la había encontrado, debía hacérselo saber. Cerró los ojos con fuerza, concentrándose, pero no lograba despertar.
- Mierda, Byaku... -la frase se le cortó en seco cuando el cazador le dio un fuerte puñetazo en la nariz.
- Dile que cuide de las tonfas que le hice. -Isaac se incorporó de golpe, mirando a Theo.
- ¡Tú eres Theo Thawne! -pese a que el golpe había sido irreal, sentía un extraño cosquilleo en la nariz.
- No seas malaaaaa -dijo, mientras hacía un puchero-. Estoy segura de que tu amigo tiene una enorme mujer interior que quiere sacar y mostrar al mundo.
El chico se puso pálido, negando enérgicamente con la cabeza. Tal vez aquel movimiento tan repentino y violento tuvo un efecto poco deseado, porque de pronto estaba tendido en el suelo, inconsciente. Estaba en un prado de hierba alta y flores de colores vivos y alegres. El chico observó al cielo, azul y salpicado de nubes que tenían el aspecto de un mullido algodón. Casi daban ganas de quedarse tumbado allí, observándolas en silencio. Un carraspeo le hizo girarse, para ver a una persona de pie, con una bolsa de malvaviscos en la mano y un camaleón en el hombro. Su pelo era blanco y sus ojos violáceos.
- Ohayo, Isaac-chan. -dijo, con una sonrisa alegre.
- ¡Byakuro! -exclamó él, levantándose de golpe-. ¡Estoy soñando otra vez!
- Eso parece... -respondió el chico, encogiéndose de hombros, mientras le lanzaba un malvavisco. Isaac lo miró, esponjoso y dulce, y se lo tragó sin dudarlo. Que no fuera real no quería decir que no estuviera delicioso-. Hacía tiempo que no veía a Theo... parece que sigue odiando a los okamas. -sonrió el cazador, como si recordase algo que había ocurrido tiempo atrás.
Isaac cayó entonces en la cuenta: aquella mujer era Theo Thawne, una de las cazadoras que habían vivido con Byakuro en el Black Lotus. Había ido con Yoko a buscarla, pero no recordaba que la mujer había cambiado en los últimos días de vida del cazador. Si la había encontrado, debía hacérselo saber. Cerró los ojos con fuerza, concentrándose, pero no lograba despertar.
- Mierda, Byaku... -la frase se le cortó en seco cuando el cazador le dio un fuerte puñetazo en la nariz.
- Dile que cuide de las tonfas que le hice. -Isaac se incorporó de golpe, mirando a Theo.
- ¡Tú eres Theo Thawne! -pese a que el golpe había sido irreal, sentía un extraño cosquilleo en la nariz.
Theo Thawne
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- No seas malaaaaa. Estoy segura de que tu amigo tiene una enorme mujer interior que quiere sacar y mostrar al mundo.
Haciendo una mueca de impaciencia, Theo dio un paso atrás. El okama dio un salto hacia delante, buscando alcanzar al joven. La chica descargó un fuerte puñetazo a su mejilla. El okama la miró, frotándose por el dolor y, seguidamente, se fue llorando. La chica suspiró y se giró, dispuesta a hablar con el muchacho de pelo oscuro.
- ¿Estás bien? Creo que... ¡Oye!
Enmudeció al ver que el chico estaba inconsciente. Rápidamente, se agachó y lo cogió en brazos, con una mano en la espalda y la otras en las piernas. Lo llevó corriendo hacia el camarote en el que había venido ella, casi tirando la puerta abajo de una patada. En su interior estaba Naga, la perra oso polar, tumbada en una esquina. El enorme animal levantó la cabeza y la miró, confusa y sin moverse. La chica apoyó el cuerpo inconsciente del muchacho usando al animal de almohada, la cual le olisqueó el pelo para luego mirar a Theo. La chica se agachó frente al muchacho tumbado, el cual tenía la cabeza apoyada en el animal
- Despierta...
Si no despertaba pronto, tendría que salir a buscar un médico. Estaba dispuesta a levantarse y salir corriendo, cuando de golpe...
- ¡Tú eres Theo Thawne!
La chica lo miró, con los ojos como platos. Se quedó completamente quieta, de pie, casi petrificada. ¿Cómo sabía aquel chico su nombre? ¿Quién era? Dio un paso atrás y cerró los puños, tal vez preparándose para cualquier ataque inminente.
- ¿Quién eres? ¿De qué me conoces?
Haciendo una mueca de impaciencia, Theo dio un paso atrás. El okama dio un salto hacia delante, buscando alcanzar al joven. La chica descargó un fuerte puñetazo a su mejilla. El okama la miró, frotándose por el dolor y, seguidamente, se fue llorando. La chica suspiró y se giró, dispuesta a hablar con el muchacho de pelo oscuro.
- ¿Estás bien? Creo que... ¡Oye!
Enmudeció al ver que el chico estaba inconsciente. Rápidamente, se agachó y lo cogió en brazos, con una mano en la espalda y la otras en las piernas. Lo llevó corriendo hacia el camarote en el que había venido ella, casi tirando la puerta abajo de una patada. En su interior estaba Naga, la perra oso polar, tumbada en una esquina. El enorme animal levantó la cabeza y la miró, confusa y sin moverse. La chica apoyó el cuerpo inconsciente del muchacho usando al animal de almohada, la cual le olisqueó el pelo para luego mirar a Theo. La chica se agachó frente al muchacho tumbado, el cual tenía la cabeza apoyada en el animal
- Despierta...
Si no despertaba pronto, tendría que salir a buscar un médico. Estaba dispuesta a levantarse y salir corriendo, cuando de golpe...
- ¡Tú eres Theo Thawne!
La chica lo miró, con los ojos como platos. Se quedó completamente quieta, de pie, casi petrificada. ¿Cómo sabía aquel chico su nombre? ¿Quién era? Dio un paso atrás y cerró los puños, tal vez preparándose para cualquier ataque inminente.
- ¿Quién eres? ¿De qué me conoces?
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Isaac se alzó en la cama. La mujer estaba sorprendida de que el chico la hubiera reconocido, y había adaptado una posición de guardia. El chico se sentó en el borde de la cama, mirándola, aún algo confundido por el ataque de narcolepsia. Nunca se acostumbraría a aquello. El chico suspiró y dijo:
- Eres Theo Thawne, miembro del gremio del famoso Rey Cazador, Byakuro Kyoya. Él te hizo un par de tonfas, y quiere que sigas cuidándolas. Llevo varios días buscando el Black Lotus junto a una de tus compañeras: Yoko Littner. -el chico cerró los ojos, esperando la reacción de la mujer. Por lo que había sacado en claro, aquellas visiones oníricas tenían bastante de real.
El chico se levantó de la cama entonces. No reconocía aquel camarote, pero sí que tenía algo familiar. El chico supuso que se encontraba en el barco, pero en otro dormitorio. Un eco resonó en su cabeza, una voz que reconoció claramente. "Dile que quieres ver las flamas vitales... y el tatuaje que se hizo..." Byakuro parecía seguir comunicándose con él, aún cuando estaba consciente. El chico dudó durante un instante, para después hablar.
- Soy... soy un seguidor de vuestros logros. Conocí a Byakuro hace años, en la isla de Akame, cuando aún no era conocido -el chico tragó saliva-. Y me encantaría ver una demostración de las flamas vitales. Además, creo que tienes un interesante tatuaje que... me gustaría analizar.
No sabía cómo se iba a tomar aquella revelación la mujer, pero por si acaso el chico tensó los brazos, listo para protegerse en caso de que la mujer quisiera darle una paliza o algo así. Tal vez se sintiera ofendida, o avergonzada por su actitud.
- Eres Theo Thawne, miembro del gremio del famoso Rey Cazador, Byakuro Kyoya. Él te hizo un par de tonfas, y quiere que sigas cuidándolas. Llevo varios días buscando el Black Lotus junto a una de tus compañeras: Yoko Littner. -el chico cerró los ojos, esperando la reacción de la mujer. Por lo que había sacado en claro, aquellas visiones oníricas tenían bastante de real.
El chico se levantó de la cama entonces. No reconocía aquel camarote, pero sí que tenía algo familiar. El chico supuso que se encontraba en el barco, pero en otro dormitorio. Un eco resonó en su cabeza, una voz que reconoció claramente. "Dile que quieres ver las flamas vitales... y el tatuaje que se hizo..." Byakuro parecía seguir comunicándose con él, aún cuando estaba consciente. El chico dudó durante un instante, para después hablar.
- Soy... soy un seguidor de vuestros logros. Conocí a Byakuro hace años, en la isla de Akame, cuando aún no era conocido -el chico tragó saliva-. Y me encantaría ver una demostración de las flamas vitales. Además, creo que tienes un interesante tatuaje que... me gustaría analizar.
No sabía cómo se iba a tomar aquella revelación la mujer, pero por si acaso el chico tensó los brazos, listo para protegerse en caso de que la mujer quisiera darle una paliza o algo así. Tal vez se sintiera ofendida, o avergonzada por su actitud.
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La chica se relajó, sorprendida, ante las palabras del chico. ¿Era una especie de espía? Solo la gente del Black Lotus sabía que Bya le había hecho aquellas tonfas. Cuando el chico se levantó, Naga se puso de pie y caminó hasta la espalda de la chica, sin dejar de mirar al muchacho. Cuando el chico mencionó las tonfas y el tatuaje, las ya morenas mejillas de la muchacha oscurecieron más aún, enrojeciéndose. Solo Bya sabía sobre aquel tatuaje. La única forma de que el chico supiese de su existencia, era que el propio Bya se lo hubiese contado en vida. ¿Por qué haría algo así? Aunque, siendo justos, a la chica le costó imaginarse al peliblanco presumiendo con amigotes de chicas a las que se ha tirado.
La chica suspiró. ¿Qué otra cosa podía hacer? Debía enseñarle el tatuaje. La muchacha se dio la vuelta, dando la espalda al chico y empezó a subirse la parte superior de la ropa, mostrando una espalda atlética y con la parte de los pechos cubierta en vendas, que la chica se ponía para que los pechos no le molestaran a la hora de luchar. La chica empezó a quitarse las vendas, con cuidado de que el chico no viese más de lo necesario. Cuando terminó, se recogió el pelo con ambas manos.
La chica volvió a ponerse la parte superior de la ropa después de estar un rato enseñándole el tatuaje. Esta vez, como no tenía las vendas, sus pechos se notaban más grandes bajo la ropa. Se pondría la venda más tarde. Volvió a darse la vuelta hacia el muchacho, curiosa y confundida a la vez. Apretó los puños y estos se vieron envueltos en llamas moradas.
- ¿Cómo te llamas? Aún no me las dicho... ¿Y cómo sabías lo del tatuaje?
La chica suspiró. ¿Qué otra cosa podía hacer? Debía enseñarle el tatuaje. La muchacha se dio la vuelta, dando la espalda al chico y empezó a subirse la parte superior de la ropa, mostrando una espalda atlética y con la parte de los pechos cubierta en vendas, que la chica se ponía para que los pechos no le molestaran a la hora de luchar. La chica empezó a quitarse las vendas, con cuidado de que el chico no viese más de lo necesario. Cuando terminó, se recogió el pelo con ambas manos.
- Tatuaje:
La chica volvió a ponerse la parte superior de la ropa después de estar un rato enseñándole el tatuaje. Esta vez, como no tenía las vendas, sus pechos se notaban más grandes bajo la ropa. Se pondría la venda más tarde. Volvió a darse la vuelta hacia el muchacho, curiosa y confundida a la vez. Apretó los puños y estos se vieron envueltos en llamas moradas.
- ¿Cómo te llamas? Aún no me las dicho... ¿Y cómo sabías lo del tatuaje?
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El chico observó aquella extraña filigrana, que recorría toda la espalda de la morena. Las lineas le recordaban a algunos motivos vegetales. El chico se llevó la mano a la barbilla, pensativo. ¿Por qué Byakuro le había pedido aquello? La voz del cazador sonó en su cabeza: "Sí, sigue teniendo un cuerpo bonito" dijo el peliblanco fantasma.
- ¡Es impresionante! -dijo el chico, para al instante después preguntar-. ¿Dónde te lo hicieron? -la chica se vistió de nuevo y se colocó en posición de pelea, haciendo que un par de fulgentes llamas violetas brotasen de sus puños. Aquellas debían ser las flamas vitales que había dicho el cazador, y la mujer parecía mantenerlas sin problemas.
- ¿Cómo te llamas? Aún no me las dicho... ¿Y cómo sabías lo del tatuaje? -le preguntó ella.
- ¡Me llamo Isaac! -respondió éste, que se había perdido momentáneamente en las curvas que formaban el cuerpo de la joven-. Y... lo del tatuaje me lo acaba de decir... -el chico se calló. Si le decía que el difunto se lo acababa de decir, posiblemente lo tomaría por loco-. Dime, ¿crees en los fantasmas? -preguntó, tratando de sonar convencido de lo que decía-. Digamos que Byakuro se me ha... aparecido en el imprevisto sueño que acabo de tener. -el chico sabía que esa mierda sonaba increíble, y que lo más probable era que la chica no le hiciera caso.
"Dile que nos conocimos en esta isla, y que unos flamencos nos atacaron. Si no te cree, dile que nos fuimos en un barco a Banaro, y allí nos encontramos con Yoko. Y que poco después, tuve que hacerle compañía de noche, debido a que se encontraba mal y quería cariño.". La voz de Byakuro sonaba atropellada. Isaac cerró los ojos y tan solo respondió "¡Vale, vale, cállate!".
- Me está hablando... dice que os conocisteis aquí, peleando contra flamencos, y que os fuisteis en un barco a Banaro a buscar a Yoko -dijo con voz ahogada el chico, tragando saliva-. Y después estabas triste y te acompañó de noche... -el chico se detuvo. ¿Qué significaba eso último?
- ¡Es impresionante! -dijo el chico, para al instante después preguntar-. ¿Dónde te lo hicieron? -la chica se vistió de nuevo y se colocó en posición de pelea, haciendo que un par de fulgentes llamas violetas brotasen de sus puños. Aquellas debían ser las flamas vitales que había dicho el cazador, y la mujer parecía mantenerlas sin problemas.
- ¿Cómo te llamas? Aún no me las dicho... ¿Y cómo sabías lo del tatuaje? -le preguntó ella.
- ¡Me llamo Isaac! -respondió éste, que se había perdido momentáneamente en las curvas que formaban el cuerpo de la joven-. Y... lo del tatuaje me lo acaba de decir... -el chico se calló. Si le decía que el difunto se lo acababa de decir, posiblemente lo tomaría por loco-. Dime, ¿crees en los fantasmas? -preguntó, tratando de sonar convencido de lo que decía-. Digamos que Byakuro se me ha... aparecido en el imprevisto sueño que acabo de tener. -el chico sabía que esa mierda sonaba increíble, y que lo más probable era que la chica no le hiciera caso.
"Dile que nos conocimos en esta isla, y que unos flamencos nos atacaron. Si no te cree, dile que nos fuimos en un barco a Banaro, y allí nos encontramos con Yoko. Y que poco después, tuve que hacerle compañía de noche, debido a que se encontraba mal y quería cariño.". La voz de Byakuro sonaba atropellada. Isaac cerró los ojos y tan solo respondió "¡Vale, vale, cállate!".
- Me está hablando... dice que os conocisteis aquí, peleando contra flamencos, y que os fuisteis en un barco a Banaro a buscar a Yoko -dijo con voz ahogada el chico, tragando saliva-. Y después estabas triste y te acompañó de noche... -el chico se detuvo. ¿Qué significaba eso último?
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La chica escuchó atentamente al joven, que se había presentado como Isaac. Escuchó con atención su explicación sobre el conocimiento del tatuaje, mientras poco a poco levantaba una ceja. ¿Fantasmas? La chica nunca se había parado a preguntarse sobre ese tipo de cosas, sin embargo... ¿Cómo podía saber lo del tatuaje? Aunque aquello se volvió más raro con lo que dijo después.
- Me está hablando... dice que os conocisteis aquí, peleando contra flamencos, y que os fuisteis en un barco a Banaro a buscar a Yoko. Y después estabas triste y te acompañó de noche...
La chica puso los ojos como platos. Una sensación de hormigueo recorrió su estómago y pecho. Podría haberse sonrojado por aquello, sin embargo... la sorpresa fue mayor que la vergüenza. Era absolutamente imposible que el muchacho supiese lo de aquella noche. No podía ser... A menos que estuviese diciendo la verdad. Si aquello era cierto, eso significaba que Bya estaba allí, posiblemente escuchando todo lo que decía. Se le formó un nudo en la garganta y tosió, fingiendo que necesitaba aclararse la voz y aguantándose las ganas de llorar.
- Yo... te creo. Veamos... el tatuaje... -dijo, intentando alejar sus pensamientos y llevándose la mano a la nuca-... Fue en una isla nevada del Grand Line, llamada Kluktarr. Estuve viviendo allí un tiempo y... bueno, me hice este tatuaje. No es un tatuaje corriente, siendo honestos. Pero... tal vez hablemos de ello... más tarde...
Y rompió a llorar, incapaz de aguantarlo más. Se dio la vuelta, tal vez intentado que Isaac no la viera.
- Me está hablando... dice que os conocisteis aquí, peleando contra flamencos, y que os fuisteis en un barco a Banaro a buscar a Yoko. Y después estabas triste y te acompañó de noche...
La chica puso los ojos como platos. Una sensación de hormigueo recorrió su estómago y pecho. Podría haberse sonrojado por aquello, sin embargo... la sorpresa fue mayor que la vergüenza. Era absolutamente imposible que el muchacho supiese lo de aquella noche. No podía ser... A menos que estuviese diciendo la verdad. Si aquello era cierto, eso significaba que Bya estaba allí, posiblemente escuchando todo lo que decía. Se le formó un nudo en la garganta y tosió, fingiendo que necesitaba aclararse la voz y aguantándose las ganas de llorar.
- Yo... te creo. Veamos... el tatuaje... -dijo, intentando alejar sus pensamientos y llevándose la mano a la nuca-... Fue en una isla nevada del Grand Line, llamada Kluktarr. Estuve viviendo allí un tiempo y... bueno, me hice este tatuaje. No es un tatuaje corriente, siendo honestos. Pero... tal vez hablemos de ello... más tarde...
Y rompió a llorar, incapaz de aguantarlo más. Se dio la vuelta, tal vez intentado que Isaac no la viera.
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Isaac observó a la chica. Le dijo que se había hecho aquel extraño tatuaje en el Grand Line, en una isla de nombre impronunciable. El chico asintió. La mujer le pidió de hablar del tema de sus vivencias en la isla más tarde, y entonces rompió a llorar.
- ¡Eh, eh! -el chico dejó de lado las convenciones sociales y se acercó hasta la chica, para posar su mano en el hombro y tratar de tranquilizarla en aquella repentina crisis-. Oye, Theo, ¿estás bien? -le preguntó con tono de preocupación. Pasó de apoyar la mano en el hombro a tirar de ella ligeramente para que lo encarase-. Tranquila, tranquila... -le susurró suavemente, tratando de hacer que la chica se relajase-. Sssssh... -la abrazó suavemente.
El chico se sentía responsable ante la situación que se había creado. No tenía que haber dicho aquello, posiblemente había despertado sentimientos dolorosos en la mujer, que aún debía tener el corazón triste ante la muerte de Byakuro, más aún en aquella isla, en que se habían conocido ambos. "Abrázala... dile que lo siento..." murmuró el cazador en su cabeza, con tono triste.
- Lo... lo siento -repitió el chico, lentamente-. No debería haberte hecho recordar cosas tristes... perdóname, Theo-san. -se disculpó, abrazándola con algo más de fuerza, impotente. Se sentía una escoria en aquel momento. Esperaba que al menos la joven se calmase un poco con el abrazo, porque no se le ocurría qué otra cosa hacer para que dejara de llorar.
- ¡Eh, eh! -el chico dejó de lado las convenciones sociales y se acercó hasta la chica, para posar su mano en el hombro y tratar de tranquilizarla en aquella repentina crisis-. Oye, Theo, ¿estás bien? -le preguntó con tono de preocupación. Pasó de apoyar la mano en el hombro a tirar de ella ligeramente para que lo encarase-. Tranquila, tranquila... -le susurró suavemente, tratando de hacer que la chica se relajase-. Sssssh... -la abrazó suavemente.
El chico se sentía responsable ante la situación que se había creado. No tenía que haber dicho aquello, posiblemente había despertado sentimientos dolorosos en la mujer, que aún debía tener el corazón triste ante la muerte de Byakuro, más aún en aquella isla, en que se habían conocido ambos. "Abrázala... dile que lo siento..." murmuró el cazador en su cabeza, con tono triste.
- Lo... lo siento -repitió el chico, lentamente-. No debería haberte hecho recordar cosas tristes... perdóname, Theo-san. -se disculpó, abrazándola con algo más de fuerza, impotente. Se sentía una escoria en aquel momento. Esperaba que al menos la joven se calmase un poco con el abrazo, porque no se le ocurría qué otra cosa hacer para que dejara de llorar.
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La chica sintió el abrazo de Isaac, y quedó un rato confusa. Después aceptó su abrazo, como si se tratara de un viejo amigo... la verdad es que en cierto modo, lo era. Al menos en parte. El chico se disculpó, a lo que Theo respondió secándose las lágrimas al separarse.
- No es culpa tuya, no te preocupes...
Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y dio un largo suspiro, algo cansada. El día había dado un giro inesperado. La chica estaba triste, pero feliz a la vez. Como si se hubiese reencontrado con Bya después de tanto tiempo. La chica terminó de secarse las lágrimas y volvió a suspirar. Naga se acercó a ella y se dispuso a lamerle la cara con cuidado, a lo que Theo respondió sujetando su enorme cabeza en un abrazo. Cuando se separó del animal, le acarició el cuello y volvió a mirar a Isaac.
- Entonces... ¿Puedes hablar con él? Sí es así... dile esto por favor...
La chica miró un momento la habitación, casi esperando que el espíritu de Bya apareciese frente a ella.
- Bya... Lamento no haber estado allí contigo en Hallstat... Te abandoné... te dejé ir solo... Debería haber estado contigo. Debería haber muerto contigo.
Una lágrima volvió a dejar su ojo derecho, resbalando por su mejilla hasta llegar a la barbilla.
- No es culpa tuya, no te preocupes...
Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y dio un largo suspiro, algo cansada. El día había dado un giro inesperado. La chica estaba triste, pero feliz a la vez. Como si se hubiese reencontrado con Bya después de tanto tiempo. La chica terminó de secarse las lágrimas y volvió a suspirar. Naga se acercó a ella y se dispuso a lamerle la cara con cuidado, a lo que Theo respondió sujetando su enorme cabeza en un abrazo. Cuando se separó del animal, le acarició el cuello y volvió a mirar a Isaac.
- Entonces... ¿Puedes hablar con él? Sí es así... dile esto por favor...
La chica miró un momento la habitación, casi esperando que el espíritu de Bya apareciese frente a ella.
- Bya... Lamento no haber estado allí contigo en Hallstat... Te abandoné... te dejé ir solo... Debería haber estado contigo. Debería haber muerto contigo.
Una lágrima volvió a dejar su ojo derecho, resbalando por su mejilla hasta llegar a la barbilla.
Isaac Newtown
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Isaac sintió cómo algo se retorcía en su interior. Byakuro no parecía estar conforme con aquellas palabras. El chico escuchó la voz del cazador, neutra, pero no por ello menos firme: "Dile que si vuelve a decir una tontería como esa, tendré que tomar cartas en el asunto y hacer que la retire". Por primera vez desde que había descubierto que podía oírlo, el chico sintió que el cazador estaba enfadado. No, no era exactamente enfadado, más bien era como si supiera que aquello estaba mal y que tenía la necesidad de corregirlo, como quien enseña a un niño pequeño.
- Te ha oído. Y creo que no le ha acabado de gustar lo que has dicho. Me parece que no le ha gustado el que dijeras que deberías haber muerto con él.
"Me alegro de que no estuviera en aquel lugar tan peligroso. Al final no pude salvar a Kazuo, ni a Shun... ni a nadie. Fui yo el que les fallé a todos." murmuró Byakuro, apenado. Isaac sentía su tristeza, la impotencia que sentía en aquel momento. El chico se separó lentamente de ella, acercándose a la pared y apoyando la mano en ella. La sensación de depresión de Byakuro se hacía más y más fuerte, casi como un nudo oprimiéndole el estómago y los pulmones. El cazador debió darse cuenta de aquello, pues se relajó y la sensación fue desvaneciéndose. Isaac se sentó en el borde de la cama, suspirando.
- Ha sido duro, lo sé -dijo el chico, hablando con Theo-. Pero como compañeros de Byakuro que sois tú y Yoko, quiero que sepáis que podéis contar conmigo como un amigo y aliado. -el chico extendió la mano, lentamente, dispuesto a estrechársela a la joven, sin dejar de observarla a los ojos, que reflejaban tristeza y pena.
- Te ha oído. Y creo que no le ha acabado de gustar lo que has dicho. Me parece que no le ha gustado el que dijeras que deberías haber muerto con él.
"Me alegro de que no estuviera en aquel lugar tan peligroso. Al final no pude salvar a Kazuo, ni a Shun... ni a nadie. Fui yo el que les fallé a todos." murmuró Byakuro, apenado. Isaac sentía su tristeza, la impotencia que sentía en aquel momento. El chico se separó lentamente de ella, acercándose a la pared y apoyando la mano en ella. La sensación de depresión de Byakuro se hacía más y más fuerte, casi como un nudo oprimiéndole el estómago y los pulmones. El cazador debió darse cuenta de aquello, pues se relajó y la sensación fue desvaneciéndose. Isaac se sentó en el borde de la cama, suspirando.
- Ha sido duro, lo sé -dijo el chico, hablando con Theo-. Pero como compañeros de Byakuro que sois tú y Yoko, quiero que sepáis que podéis contar conmigo como un amigo y aliado. -el chico extendió la mano, lentamente, dispuesto a estrechársela a la joven, sin dejar de observarla a los ojos, que reflejaban tristeza y pena.
Theo Thawne
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La chica, al escuchar la respuesta de Byakuro a través de los labios de Isaac, sintió remordimiento por haber dicho aquello. Tal vez no debería haberlo dicho, pero le había salido del alma casi sin quererlo. La tristeza hablaba por ella. ¿Qué otra cosa podía hacer sino estar triste? Estaba en la isla dónde lo conoció y hacía relativamente poco que lo perdió. La única persona que Theo llegó a sentir verdadero cariño recíproco tras la muerte de Layla. Suspiró, escuchando las últimas palabras de apoyo de Isaac y viendo como este le tendía la mano. Theo sonrió y se limpió la última lágrima que su ojo había soltado. Entonces, le estrechó la mano.
- Está bien encontrar a un nuevo amigo... que puede ser a la vez un viejo conocido. Me encantará mantenerte cerca, Isaac.
Tras eso se puso de pie. Se movió a un lado del camarote donde había una mochila echada en el suelo. La abrió y empezó a rebuscar en su interior hasta sacar de este las tonfas que le hizo Bya. Cogió ambas y se las tendió a Isaac.
- Quería que... las vieses. Y para que Byakuro vea que siguen en buen estado.
La chica sonrió. La primera sonrisa sincera en muchísimo tiempo.
- Está bien encontrar a un nuevo amigo... que puede ser a la vez un viejo conocido. Me encantará mantenerte cerca, Isaac.
Tras eso se puso de pie. Se movió a un lado del camarote donde había una mochila echada en el suelo. La abrió y empezó a rebuscar en su interior hasta sacar de este las tonfas que le hizo Bya. Cogió ambas y se las tendió a Isaac.
- Quería que... las vieses. Y para que Byakuro vea que siguen en buen estado.
La chica sonrió. La primera sonrisa sincera en muchísimo tiempo.
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Isaac asintió al ver las tonfas. Tenían una manufactura sencilla, y eran ligeras y duras. "Pruebalas" le instó Byakuro. El chico casi podía imaginarse el rostro del cazador con una sonrisa, orgulloso de su creación. El chico observó dos botones, situados en el mango de cada una de las tonfas. Apretó uno de ellos en la de la izquierda y otro en la de la derecha. El ruido de un pequeño peso al caer, seguido del de una cadenita cayendo al suelo y formando un montón de eslabones enrollados. La cadena quedó colgando del mango de la tonfa izquierda. Mientras tanto, la derecha habís visto su superficie recubierta por una especie de pequeños filos, similares a los de los ralladores de queso de las cocinas. El joven cazador tan solo pudo murmurar un suave:
- Vaya...
Tras eso, volvió a pulsar los botones, uno tras otro. La cadena empezó a recogerse sobre sí misma, entrando de nuevo en el interior del arma que sostenía en la mano zurda, y las púas se plegaron, fundiéndose de nuevo con la superficie de la tonfa derecha.
- Creo... que tal vez debería ir a avisar a Yoko -dijo entonces Isaac-. No quiero que se preocupe por mí pensando que he desaparecido o algo. -el chico le devolvió las armas a Theo, para luego dirigirse a la puerta. Con una sonrisa, salió al pasillo del barco. Reconocía el lugar, así que podría volver en cualquier momento a buscar a Theo. Se dio media vuelta y, aún sonriendo, hizo un breve gesto de despedida a la chica.
Había encontrado a dos de los miembros de Kurausu no Furenzu en apenas unos días, y ambos habían aceptado ser sus aliados. Estaba emocionado. ¿Qué sería lo siguiente que le deparaba el mar?
- Vaya...
Tras eso, volvió a pulsar los botones, uno tras otro. La cadena empezó a recogerse sobre sí misma, entrando de nuevo en el interior del arma que sostenía en la mano zurda, y las púas se plegaron, fundiéndose de nuevo con la superficie de la tonfa derecha.
- Creo... que tal vez debería ir a avisar a Yoko -dijo entonces Isaac-. No quiero que se preocupe por mí pensando que he desaparecido o algo. -el chico le devolvió las armas a Theo, para luego dirigirse a la puerta. Con una sonrisa, salió al pasillo del barco. Reconocía el lugar, así que podría volver en cualquier momento a buscar a Theo. Se dio media vuelta y, aún sonriendo, hizo un breve gesto de despedida a la chica.
Había encontrado a dos de los miembros de Kurausu no Furenzu en apenas unos días, y ambos habían aceptado ser sus aliados. Estaba emocionado. ¿Qué sería lo siguiente que le deparaba el mar?
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