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Tarareé un poco mientras avanzaba por el bosque la Isla Lavengre. Había visitado islas del South Blue y del North Blue, por lo que supuse que ya era hora de ver lo que el sur tenía que ofrecer; el este no lo consideraba por razones muy obvias. Hace un par de días atrás, busqué entre las guías de turismo alguna isla que me interesara. Me sorprendí mucho cuando me fijé que, al contrario de otros mares, el sur no tenía tantas islas. Eso me desanimó un poco, aunque al seguir buscando, encontré algo que llamó mi atención. Una isla que era conocida por su exquisita carne de vaca, además de ser constantemente invadida por lobos ... También era conocida por un nido llamado "lágrimas de ninfa". Normalmente, no me creería cosas de ese estilo. Aunque viendo que vivimos en un mundo donde existen frutas con poderes sobrenaturales, supongo que todo es posible. De hecho, ni idea de por qué me sorprendo tanto al oír historias así.
Lavengre, al contrario de otras islas que he visitado, era tranquilo. Estaba acostumbrado al bullicio de ciudades y pueblos, por lo que aquel fue un sorprendente y grato cambio. Por lo que había podido observar, en la isla hay solo asentamientos y criaderos personales; todo lo demás formaba parte de la madre naturaleza. Pausé mis pasos al ver la vista que tenia en frente; se trataba de un enorme lago, iluminado por la luz de las estrellas. Al poner mi mano en el agua noté, con cierta sorpresa, que no era helada. Tal vez me daría un baño luego de lograr mi cometido; aun yendo con cuidado para no ahogarme debido a ser usuario. De todas formas, el agua dulce no me afectaba tanto como el de mar; era algo curioso.
Un ruido me sacó de mis pensamientos. Al voltear hacia el lado, noté que se trataba de una vaca; bien, el animal me ahorró la molestia de buscarle por la isla. Activé "Paso Relámpago" y "Saisentan"; en menos de un segundo el mamífero ya se encontraba muerto con un corte profundo en su cuello. Saqué unos cuchillos y especias de mi mochila, y empecé a cortar la carne. Luego de haber sacado un pedazo grande, empecé a cocinar. Primero que todo, hice una fogata; luego, añadí algo de miel en el alimento para tenderizar aquél alimento, las enzimas de ese condimento eran muy buenos para ablandar la carne. Después, le eché un poco de sal y pimienta, y, finalmente, lo eché a cocinar.
Al cabo de unos minutos, la carne ya estaba lista. Probé cuidadosamente el bocado, buscando cualquier tipo de imperfección. Unos segundos más tarde cerré los ojos y asentí. Estaba deliciosa, aunque se podría mejorar. Aun me faltaba bastante para igualar a Saiba en la cocina. Di otro bocado y suspiré contento; definitivamente ese día era uno de los más tranquilos que ha tenido desde que salió de su tierra natal. Un vista hermosa, una noche ni muy fría y ni muy cálida y, finalmente, un buen alimento. ¿Que más se puede pedir?
Lavengre, al contrario de otras islas que he visitado, era tranquilo. Estaba acostumbrado al bullicio de ciudades y pueblos, por lo que aquel fue un sorprendente y grato cambio. Por lo que había podido observar, en la isla hay solo asentamientos y criaderos personales; todo lo demás formaba parte de la madre naturaleza. Pausé mis pasos al ver la vista que tenia en frente; se trataba de un enorme lago, iluminado por la luz de las estrellas. Al poner mi mano en el agua noté, con cierta sorpresa, que no era helada. Tal vez me daría un baño luego de lograr mi cometido; aun yendo con cuidado para no ahogarme debido a ser usuario. De todas formas, el agua dulce no me afectaba tanto como el de mar; era algo curioso.
Un ruido me sacó de mis pensamientos. Al voltear hacia el lado, noté que se trataba de una vaca; bien, el animal me ahorró la molestia de buscarle por la isla. Activé "Paso Relámpago" y "Saisentan"; en menos de un segundo el mamífero ya se encontraba muerto con un corte profundo en su cuello. Saqué unos cuchillos y especias de mi mochila, y empecé a cortar la carne. Luego de haber sacado un pedazo grande, empecé a cocinar. Primero que todo, hice una fogata; luego, añadí algo de miel en el alimento para tenderizar aquél alimento, las enzimas de ese condimento eran muy buenos para ablandar la carne. Después, le eché un poco de sal y pimienta, y, finalmente, lo eché a cocinar.
Al cabo de unos minutos, la carne ya estaba lista. Probé cuidadosamente el bocado, buscando cualquier tipo de imperfección. Unos segundos más tarde cerré los ojos y asentí. Estaba deliciosa, aunque se podría mejorar. Aun me faltaba bastante para igualar a Saiba en la cocina. Di otro bocado y suspiré contento; definitivamente ese día era uno de los más tranquilos que ha tenido desde que salió de su tierra natal. Un vista hermosa, una noche ni muy fría y ni muy cálida y, finalmente, un buen alimento. ¿Que más se puede pedir?
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Después de lo que había pasado en Baterilla, Milena llevaba un tiempo caminando por islas al azar. No buscaba nada en cuestión, tan sólo investigar un poco para distraerse. Continuaba muy dolida después de lo que había pasado. Cada día pensaba más que, los hombres eran unos idiotas patéticos. Todo por culpa de Ushio, ese idiota no había sabido portarse como un tío. Ni siquiera como una buena pareja. Todo por un imbécil con pistolas, que pensaba cazar personalmente. Al menos se había quedado con el buen masaje que le había dado el pelirrojo. Él y aquel tipo enorme de dos metros, eran los que mejor se habían portado sin duda. A la otra mujer apenas la había visto, y por ello no podía opinar. No sabía que sucedió después de aquello, pues no solía mirar los periódicos para enterarse de nada. No es que no le gustara estar informada, pero siempre se olvidaba totalmente de comprarlos. Dinero tenía, poco, pero tenía. Todo a causa de sus leves descubrimientos, que no habían sido sólo tonterías. Ella quería cosas más importantes, entre ellas continuar con su trabajo sobre la sangre y el veneno de la isla de Satán. Quería comprobar los efectos en cada grupo, y ver si se originaban los mismos síntomas.
Ese día, llevaba puesta una camiseta negra de tirantes, dejando ver sus brazos y hombros. En uno de ellos, tenía una herida profunda. También poseía un pantalón del mismo tono que la prenda superior. En la cintura una vaina donde ocultaba su espada. Calzaba unas sandalias que dejaban ver sus pies perfectamente. El pelo suelto totalmente. En su espalda llevaba una mochila con objetos que podía necesitar. Desde botellas de agua, hasta comida, linternas, agujas, tubos y más cosas útiles. El color de dicha mochila era un tono verde pálido, que se camuflaba perfectamente con el ambiente. La muchacha entonces pudo ver un poco de humo salir hacia el cielo. Alzó una ceja, comenzando a caminar en aquella dirección. No sabía nada de la isla, pues no se había informado. Tan sólo había escuchado algo sobre lobos, y por ello llevaba su arma bien afilada. No iba a permitirse ser derrotada por nadie, y mucho menos por animales. Sus rojizos ojos analizaban todo a su alrededor. Su rostro era inexpresivo, no había vuelto a sonreír desde hacía ya días. Ni siquiera de forma sádica como solía hacer ella constantemente. Había perdido las ganas de casi todo.
No tardó mucho en llegar a la posición. Pudo ver a un chico pelirrojo comiendo. Se quedó mirándolo con toda la calma del mundo, como si no pasara nada. Estaba tras él, pero la forma del pelo le sonaba un poco. Entonces decidió colocarse en frente con toda la confianza del mundo. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal al darse cuenta de que era Eichi. No lo veía desde lo pasado en Baterilla. Entonces miró un animal muerto, una vaca. Al parecer estaba disfrutando de una cena tranquila en mitad del bosque. Había sido mucha casualidad encontrarle por allí. – Eichi… no quería interrumpirte, solo me entró la curiosidad por saber quién hizo el humo. – Dijo en un tono calmado. Se notaba muchísimo que no era como la vez anterior. Entonces no pudo evitar darse la vuelta, mirando al fuego levemente. – ¿Te importa si me caliento un poco las manos antes de irme? No te molestaré mucho. – Mencionó entonces mientras entrecerraba los ojos, sintiendo el típico sonido de las llamas. Esperaba que después de lo pasado, el joven no saliese corriendo ni nada por el estilo. Bastante mal estaba ya como para saber que más personas la odiaban.
Ese día, llevaba puesta una camiseta negra de tirantes, dejando ver sus brazos y hombros. En uno de ellos, tenía una herida profunda. También poseía un pantalón del mismo tono que la prenda superior. En la cintura una vaina donde ocultaba su espada. Calzaba unas sandalias que dejaban ver sus pies perfectamente. El pelo suelto totalmente. En su espalda llevaba una mochila con objetos que podía necesitar. Desde botellas de agua, hasta comida, linternas, agujas, tubos y más cosas útiles. El color de dicha mochila era un tono verde pálido, que se camuflaba perfectamente con el ambiente. La muchacha entonces pudo ver un poco de humo salir hacia el cielo. Alzó una ceja, comenzando a caminar en aquella dirección. No sabía nada de la isla, pues no se había informado. Tan sólo había escuchado algo sobre lobos, y por ello llevaba su arma bien afilada. No iba a permitirse ser derrotada por nadie, y mucho menos por animales. Sus rojizos ojos analizaban todo a su alrededor. Su rostro era inexpresivo, no había vuelto a sonreír desde hacía ya días. Ni siquiera de forma sádica como solía hacer ella constantemente. Había perdido las ganas de casi todo.
No tardó mucho en llegar a la posición. Pudo ver a un chico pelirrojo comiendo. Se quedó mirándolo con toda la calma del mundo, como si no pasara nada. Estaba tras él, pero la forma del pelo le sonaba un poco. Entonces decidió colocarse en frente con toda la confianza del mundo. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal al darse cuenta de que era Eichi. No lo veía desde lo pasado en Baterilla. Entonces miró un animal muerto, una vaca. Al parecer estaba disfrutando de una cena tranquila en mitad del bosque. Había sido mucha casualidad encontrarle por allí. – Eichi… no quería interrumpirte, solo me entró la curiosidad por saber quién hizo el humo. – Dijo en un tono calmado. Se notaba muchísimo que no era como la vez anterior. Entonces no pudo evitar darse la vuelta, mirando al fuego levemente. – ¿Te importa si me caliento un poco las manos antes de irme? No te molestaré mucho. – Mencionó entonces mientras entrecerraba los ojos, sintiendo el típico sonido de las llamas. Esperaba que después de lo pasado, el joven no saliese corriendo ni nada por el estilo. Bastante mal estaba ya como para saber que más personas la odiaban.
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El ruido de unos matorrales me distrajo de mi mundo. Tensé sus músculos, preparándome para atacar al más mínimo signo de hostilidad. Pero, al ver de quien se trata, parpadeé. Gracias a mi memoria absoluta puedo recordar a todas las personas con las que me he encontrado en mi viaje, y la mujer que acababa de salir era un cara conocida. Lucía distinta a la última vez que se vieron; antes llevaba ropa más reveladora. Ahora portaba una camiseta negra de tirantes, dejando ver sus brazos y hombros; en uno de ellos, tenía una herida profunda y que, definitivamente, no estaba ahí antes. Aunque, no solo era su apariencia; su forma de caminar y la expresión de su rostro eran distintas a la vez anterior, era como si no tuviera ganas de nada. No tenía la más mínima idea de lo que había ocurrido puesto que, en aquella ocasión, fui el primero en retirarse de la escena; aunque suponía que tenía que ver con el pelinegro que defendió al tío de las postolas. Fruncí en ceño un poco; por alguna razón que desconocía, pensar en esa persona me provocaba algo de enojo.
– Milena – le asentí mientras sonreía, mientras que me reía en mi interior. Al parecer mi entrenamiento dio frutos; ya no era tan pequeño como antes, incluso deducía que la pelirroja me pasaba solo por 2-3 centímetros. – Por supuesto, no tengo problemas – dije mientras apuntaba la roca donde estaba sentado. Era grande por lo que, en teoría, suponía que podían caber los dos. Luego de eso el lugar quedó en silencio, a excepción del típico sonido de las llamas.
Me mordí el labio; aquella situación era algo incómoda. La última vez que la vio, ella no estaba en su mejor momento y, al parecer, aun no superaba... Sea lo que sea que le haya pasado. Me debatí internamente sobre que hacer, pero luego de unos segundos suspiré. Supongo que lo mejor que podía hacer era ofrecerle algo de comer antes de que se fuera... O esa era la intención. De entre unos matorrales salió un enorme lobo, y por la forma en que gruñía, no parecía que fuera a hacernos compañía. Suspiré un poco, supongo que debía deshacerme de aquella molestia.
– Vuelvo enseguida – le dije a la pelirroja, y sin esperar respuesta, me levanté de la roca. Entrecerré los ojos, mientras hacía un par de cálculos en mi mente. Los separaba una distancia de diez metros, y su técnica, "Paso Relámpago", le permitía recorrer quince en un segundo. Activé dicho poder y, nuevamente, "Saisentan". Antes que el animal pudiera hacer algo, este ya tenía el cuello cortado. Miré fríamente como su cuerpo caía al piso. Normalmente en el pasado me hubiera sentido asqueado por tomar una vida sin compasión, pero con el correr de los días, entendía que debías matar si querías sobrevivir en un mundo tan podrido como este. El hecho de que la personalidad cruel, imperdonable y sádica de Akashi se iba lentamente combinando con la mía, no ayudaba.
Volví hasta la roca, mientras me limpiaba, lo mejor que podía, las mangas. Al parecer tendría que tomar ese baño, después de todo; y de pasada lavar mi ropa. Al llegar le ofrecí a Milena lo que tenía pensado antes.
– ¿Quieres algo de comida? – aquello lo dije tranquilamente, mientras me quitaba la camisa roja que tenía para lavar la sangre después. Antes me molestaba mostrar la cicatriz del corazón, pero ahora me importaba bien poco lo que opinaba la gente. Si respondía que sí, sacaría un vino con dos copas que tenía guardada en su mochila y le ofrecería ese brebaje a la científica. Si decía que no, haría lo mismo; total, no perdía nada con eso.
– Milena – le asentí mientras sonreía, mientras que me reía en mi interior. Al parecer mi entrenamiento dio frutos; ya no era tan pequeño como antes, incluso deducía que la pelirroja me pasaba solo por 2-3 centímetros. – Por supuesto, no tengo problemas – dije mientras apuntaba la roca donde estaba sentado. Era grande por lo que, en teoría, suponía que podían caber los dos. Luego de eso el lugar quedó en silencio, a excepción del típico sonido de las llamas.
Me mordí el labio; aquella situación era algo incómoda. La última vez que la vio, ella no estaba en su mejor momento y, al parecer, aun no superaba... Sea lo que sea que le haya pasado. Me debatí internamente sobre que hacer, pero luego de unos segundos suspiré. Supongo que lo mejor que podía hacer era ofrecerle algo de comer antes de que se fuera... O esa era la intención. De entre unos matorrales salió un enorme lobo, y por la forma en que gruñía, no parecía que fuera a hacernos compañía. Suspiré un poco, supongo que debía deshacerme de aquella molestia.
– Vuelvo enseguida – le dije a la pelirroja, y sin esperar respuesta, me levanté de la roca. Entrecerré los ojos, mientras hacía un par de cálculos en mi mente. Los separaba una distancia de diez metros, y su técnica, "Paso Relámpago", le permitía recorrer quince en un segundo. Activé dicho poder y, nuevamente, "Saisentan". Antes que el animal pudiera hacer algo, este ya tenía el cuello cortado. Miré fríamente como su cuerpo caía al piso. Normalmente en el pasado me hubiera sentido asqueado por tomar una vida sin compasión, pero con el correr de los días, entendía que debías matar si querías sobrevivir en un mundo tan podrido como este. El hecho de que la personalidad cruel, imperdonable y sádica de Akashi se iba lentamente combinando con la mía, no ayudaba.
Volví hasta la roca, mientras me limpiaba, lo mejor que podía, las mangas. Al parecer tendría que tomar ese baño, después de todo; y de pasada lavar mi ropa. Al llegar le ofrecí a Milena lo que tenía pensado antes.
– ¿Quieres algo de comida? – aquello lo dije tranquilamente, mientras me quitaba la camisa roja que tenía para lavar la sangre después. Antes me molestaba mostrar la cicatriz del corazón, pero ahora me importaba bien poco lo que opinaba la gente. Si respondía que sí, sacaría un vino con dos copas que tenía guardada en su mochila y le ofrecería ese brebaje a la científica. Si decía que no, haría lo mismo; total, no perdía nada con eso.
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La chica continuaba mirando las llamas con toda la calma del mundo, de hecho, cerró el ojo izquierdo mientras lo hacía. Estaba un poco cansada. No para dormir, pero sí para querer relajarse un poco. Los hombros le temblaban debido al viaje, y al peso de la mochila que llevaba con ella. No tardó mucho en soltar un leve suspiro, calentando sus manos debido al frío que hacía. Al parecer el pelirrojo no la odiaba, y eso podía ser bueno. De todas formas, en ese momento estaba demasiado “entristecida” para poder quejarse. Cerró los ojos con calma, notando el palpitar de su corazón, indicándole que se sentase a descansar. Cierto era que estaba hecha trizas, pero podía darse el pequeño lujo de caminar un poco más. Pero en los demás sitios no tendría calor, ni compañía. De modo que su intención era quedarse allí. Esperaba no molestarle, pero en ese momento, él fue quien le indicó que podía sentarse a su lado. Entonces ella quedó impresionada. No esperaba que el chico fuese a quererla allí después de todo lo que había pasado. Asintió con la cabeza, sentándose con él, mirándole a los ojos y mostrándole una expresión relajada. No estaba en modo sádica. Tal vez ni volvía a estarlo. Tenía el corazón demasiado roto.
En ese momento, el chico se puso en pie. Un lobo había aparecido, y él se dispuso a terminar con su vida. La forma en la que lo había hecho, había sido bastante rápida. Nada que ella no pudiese hacer, pero no sabía que tenía esa capacidad de luchar. Mostró una pequeña sonrisa, observándole entonces venir de nuevo. El ser había sido derrotado, y ella simplemente entrecerró los ojos, mirando al mamífero. Le dio un poco de pena, pues prefería la muerte de las personas a la de los animales. Soltó un leve suspiro y escuchó cómo le ofrecía comida. Negó con la cabeza, pues ella ya tenía en su propia mochila. El chico entonces se quitó la camiseta, mostrando una herida que pudo ver. No dijo nada, pero no paraba de mirarla. Quería saber el motivo, pero no era asunto suyo. Entonces en ese momento, el chico sacó dos copas y una botella de vino. Ella miró una alzando una ceja, pero después soltó una leve carcajada que apenas duró dos segundos. – Jajaja… ¿Vino? Tú quieres algo – Dijo bromeando mientras tomaba la copa sin queja alguna. El alcohol era muy bueno para aquellas cosas sin duda. Lo había probado antes.
En ese momento cuando le sirvió, tomó un trago, notando como bajaba por su garganta. Una vez lo hizo, le miró con toda la tranquilidad del mundo. – Es un buen sabor. De hecho, creo que tomaré otra más cuando termine esta. – Dijo de forma simple. Entonces volvió a mirar su cuerpo, se había manchado la camisa que se había quitado. En ese momento soltó un pequeño suspiro. Cerró los ojos, apoyando la cabeza en el hombro de él. Notó la calidez en su mejilla. – Siento haberte hecho hacerme un masaje en Baterilla. No lo merecías, no como aquel tipo de las pistolas… – Mencionó entonces mirando las llamas con mucha tranquilidad. La verdad es que se estaba demasiado bien. Entonces bebió de nuevo de su copa, sintiendo el sabor de nuevo. No era como las bebidas que estaba acostumbrada a tomar. Todas a palo seco y con temperatura fuerte. Ella entonces soltó un nuevo suspiro, colocando la mochila en el suelo. Continuaba con la cabeza en su hombro. – No esperaba ser tratada así… ¿Puedo hacer algo por ti? – Susurró mientras buscaba dinero en sus bolsillos. No quería que pensara que esa una simple gorrona que se aprovechaba, al menos no de él.
En ese momento, el chico se puso en pie. Un lobo había aparecido, y él se dispuso a terminar con su vida. La forma en la que lo había hecho, había sido bastante rápida. Nada que ella no pudiese hacer, pero no sabía que tenía esa capacidad de luchar. Mostró una pequeña sonrisa, observándole entonces venir de nuevo. El ser había sido derrotado, y ella simplemente entrecerró los ojos, mirando al mamífero. Le dio un poco de pena, pues prefería la muerte de las personas a la de los animales. Soltó un leve suspiro y escuchó cómo le ofrecía comida. Negó con la cabeza, pues ella ya tenía en su propia mochila. El chico entonces se quitó la camiseta, mostrando una herida que pudo ver. No dijo nada, pero no paraba de mirarla. Quería saber el motivo, pero no era asunto suyo. Entonces en ese momento, el chico sacó dos copas y una botella de vino. Ella miró una alzando una ceja, pero después soltó una leve carcajada que apenas duró dos segundos. – Jajaja… ¿Vino? Tú quieres algo – Dijo bromeando mientras tomaba la copa sin queja alguna. El alcohol era muy bueno para aquellas cosas sin duda. Lo había probado antes.
En ese momento cuando le sirvió, tomó un trago, notando como bajaba por su garganta. Una vez lo hizo, le miró con toda la tranquilidad del mundo. – Es un buen sabor. De hecho, creo que tomaré otra más cuando termine esta. – Dijo de forma simple. Entonces volvió a mirar su cuerpo, se había manchado la camisa que se había quitado. En ese momento soltó un pequeño suspiro. Cerró los ojos, apoyando la cabeza en el hombro de él. Notó la calidez en su mejilla. – Siento haberte hecho hacerme un masaje en Baterilla. No lo merecías, no como aquel tipo de las pistolas… – Mencionó entonces mirando las llamas con mucha tranquilidad. La verdad es que se estaba demasiado bien. Entonces bebió de nuevo de su copa, sintiendo el sabor de nuevo. No era como las bebidas que estaba acostumbrada a tomar. Todas a palo seco y con temperatura fuerte. Ella entonces soltó un nuevo suspiro, colocando la mochila en el suelo. Continuaba con la cabeza en su hombro. – No esperaba ser tratada así… ¿Puedo hacer algo por ti? – Susurró mientras buscaba dinero en sus bolsillos. No quería que pensara que esa una simple gorrona que se aprovechaba, al menos no de él.
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La chica no aceptó la comida, pero si el vino. Me encogí de hombros y bebí de mi copa; no tenía ningún tipo de segunda intención con eso, tan solo me fijé que ella necesitaba algo para despejarse. Cerré los ojos al sentir el delicioso líquido recorrer mi garganta; esa botella era una de las mejores que habían en mi tierras, tan solo pude tomar tres del almacén del castillo antes de haberme marchado. Abrí los ojos de golpe al sentir un cuerpo en mi hombro. Me tensé por algunos segundos al descubrir que se trataba de la cabeza de la pelirroja, pero luego me calmé. Era extraño; hace un par de meses atrás hubiera huido con el rabo entre las piernas si me hubiera encontrado en un situación así. Ahora, lo tomaba con total calma; en verdad había llegado lejos de aquél mocoso que tenía miedo hasta de su sombra. Realmente, le estaba agradecido a Saiba y sus compañeros del baratie, además de todas las personas que conocí durante este viaje; no lo iba a olvidar nunca.
En ese momento, la pelirroja le habló sobre lo ocurrido en Baterilla. Cerré los ojos por algunos instantes, mientras pensaba en mis próximas palabras. Al cabo de unos segundos, le respondí.
– No tienes que disculparte, a decir verdad no estaba "cuerdo" en ese entonces. Y lo del masaje... Pues, pensándolo bien, me gustó. Sale de lo típico que siempre suelo hacer. Me hiciste descubrir un don oculto que tenía – bromeé con una risa pequeña. Era cierto; lo que sucedió en Baterilla fue algo que se salía de la norma, aunque lo consideraba algo bueno. Era distinto a las cosas que me hacían hacer cuando estaba en Péndragon.
Lo siguiente que dijo hizo que frunciera el ceño. Al parecer la pelirroja no era tratada de la mejor forma, y sospechaba que siempre que hacían algo bueno por ella, era por pedir algo a cambio.
– Ah, no lo hacía por pedir algo a cambio. Simplemente, es como soy; además no suelo juzgar a alguien por su personalidad. – Cerré los ojos, debatiéndome mentalmente si preguntar o no lo siguiente. Al cabo de un rato, suspiré; sospechaba que me iba a llevar una buena por lo que iba a hacer.
– La verdadera pregunta es si yo puedo hacer algo por ti. Honestamente, viéndote así y a la Milena de Baterilla, sospecho que paso algo allí cuando me fuí – Mientras decía eso, me levanté despacio de la roca, viendo que aún tenía la cabeza de la pelirroja. Me coloqué detrás de ella y comencé a repetir el mismo masaje de la otra vez. – Entonces, ¿quieres hablar de eso? – finalicé de hablar. Por si las dudas, tenía pensado activar la "La Zona Perfecta", "Paso Relámpago" y su forma híbrida por si la pelirroja le atacaba por la pregunta fuera de lugar.
En ese momento, la pelirroja le habló sobre lo ocurrido en Baterilla. Cerré los ojos por algunos instantes, mientras pensaba en mis próximas palabras. Al cabo de unos segundos, le respondí.
– No tienes que disculparte, a decir verdad no estaba "cuerdo" en ese entonces. Y lo del masaje... Pues, pensándolo bien, me gustó. Sale de lo típico que siempre suelo hacer. Me hiciste descubrir un don oculto que tenía – bromeé con una risa pequeña. Era cierto; lo que sucedió en Baterilla fue algo que se salía de la norma, aunque lo consideraba algo bueno. Era distinto a las cosas que me hacían hacer cuando estaba en Péndragon.
Lo siguiente que dijo hizo que frunciera el ceño. Al parecer la pelirroja no era tratada de la mejor forma, y sospechaba que siempre que hacían algo bueno por ella, era por pedir algo a cambio.
– Ah, no lo hacía por pedir algo a cambio. Simplemente, es como soy; además no suelo juzgar a alguien por su personalidad. – Cerré los ojos, debatiéndome mentalmente si preguntar o no lo siguiente. Al cabo de un rato, suspiré; sospechaba que me iba a llevar una buena por lo que iba a hacer.
– La verdadera pregunta es si yo puedo hacer algo por ti. Honestamente, viéndote así y a la Milena de Baterilla, sospecho que paso algo allí cuando me fuí – Mientras decía eso, me levanté despacio de la roca, viendo que aún tenía la cabeza de la pelirroja. Me coloqué detrás de ella y comencé a repetir el mismo masaje de la otra vez. – Entonces, ¿quieres hablar de eso? – finalicé de hablar. Por si las dudas, tenía pensado activar la "La Zona Perfecta", "Paso Relámpago" y su forma híbrida por si la pelirroja le atacaba por la pregunta fuera de lugar.
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La pelirroja no tardó mucho en escuchar las palabras del otro chico. Al parecer había cambiado bastante. Aquello la hizo cerrar los ojos completamente, terminando con la primera copa de vino. Él había descubierto que sabía hacer buenos masajes gracias a ella. La chica pensaba que eso ya lo sabía hacer él desde hace tiempo. Aquello le impresionó entonces. No pudo evitar llevarse la mano a la herida del hombro. Recordó todo lo pasado y estuvo a punto de lanzar un puñetazo al suelo. Decidió calmarse entonces respirando hondo. La verdad es que la noche era muy relajante. Sentir solo los ruidos de las plantas, del viento y de las ramas moviéndose, era demasiado bueno. De hecho, no tardó mucho más en sentir la necesidad de tumbarse un poco para poder descansar mejor.
El chico no iba a pedirle nada a cambio, cosa que le sorprendió bastante a ella. En muchos locales cuando bebía de gratis, siempre debía provocar un poco para ello. En otros sitios, dar un abrazo con todo el asco del mundo o cosas así. Pero en esa situación, quedó sorprendida. Estuvo a punto de pensar bien en sí el mundo era tan malo. Pero ese pensamiento salió de su cabeza cuando pensó en el jodido pistolero. Ese inútil que le había jodido la mitad de la vida. Sentía la necesidad de cortarle el cuello. Pero por el momento no iba a poder ser. En ese momento, mencionó lo pasado en aquella isla dónde lo conoció. Se quedó totalmente callada, pensando en sus cosas. Sentía el calor de las llamas hacerla sentir cómoda. Estaba pensando en sí hablarle de aquello o no. Violenta era lo último que iba a hacer, no estaba en esas condiciones. De hecho, no pensaba volver a estarlas en mucho tiempo. Ella no sabía qué hacer, estaba demasiado confusa por culpa del moreno.
Entonces sintió el tacto del chico en su espalda, aquello provocó que sonriera. Estaba haciéndole el masaje de nuevo y sin que le pidiera nada. No pudo evitar hacer caso a las palabras que le dijo la última vez. Se puso un momento en pie, quitándose la camiseta y quedando solo con un sujetador blanco. Colocó bien la mochila y se tumbó bocabajo sobre ella para no hacerse daño. De esa forma tendría toda la espalda. – Menos ropa y más privacidad, concedido… – Después de eso se dejó hacer totalmente, sintiendo como se iba relajando a medida que la masajeaba de aquella forma. En más de una ocasión se le escapó un leve gemido en un tono muy femenino y vulnerable. Le estaba gustando demasiado. – El tío que me paró contra el mamón de las pistolas. Ya sabes, pues después… pasó de mí. No cumplió con lo único que le pedí. Una disculpa de ese cretino y el corte que evitó. Pero su hermano tuvo más valor. Me sentí humillada, traicionada, y usada… – A medida que iba hablando, sentía mucha rabia apoderarse de ella.
Decidió relajarse un poco, pero le era imposible. Tan sólo el masaje del chico la tenía entretenida. En ese momento pegó su frente al suelo, de esa forma era imposible ver su rostro. Su cuerpo comenzó a temblar un poco, indicando que no estaba bien. Después de muchísimos años, Milena estaba llorando. Se había sentido como una basura después de lo que pasó hacía unos días. Las lágrimas cayeron por sus mejillas, sus ojos rojizos estaban cerrados y la rabia se apoderaba de ella. Apretó los dientes de forma violenta, reprimiendo sus sollozos para que no se escucharan de ninguna manera. Desde pequeña obligada al sufrimiento. Por fin confiaba en una persona, y resultaba ser que ella no era tan importante como pensaba. De hecho, empezaba a ver su espada como una liberación en vez de cómo un arma. Tal vez debía terminar con su sufrimiento ella misma. – “Soy una inútil” – Pensó mientras continuaba temblando.
El chico no iba a pedirle nada a cambio, cosa que le sorprendió bastante a ella. En muchos locales cuando bebía de gratis, siempre debía provocar un poco para ello. En otros sitios, dar un abrazo con todo el asco del mundo o cosas así. Pero en esa situación, quedó sorprendida. Estuvo a punto de pensar bien en sí el mundo era tan malo. Pero ese pensamiento salió de su cabeza cuando pensó en el jodido pistolero. Ese inútil que le había jodido la mitad de la vida. Sentía la necesidad de cortarle el cuello. Pero por el momento no iba a poder ser. En ese momento, mencionó lo pasado en aquella isla dónde lo conoció. Se quedó totalmente callada, pensando en sus cosas. Sentía el calor de las llamas hacerla sentir cómoda. Estaba pensando en sí hablarle de aquello o no. Violenta era lo último que iba a hacer, no estaba en esas condiciones. De hecho, no pensaba volver a estarlas en mucho tiempo. Ella no sabía qué hacer, estaba demasiado confusa por culpa del moreno.
Entonces sintió el tacto del chico en su espalda, aquello provocó que sonriera. Estaba haciéndole el masaje de nuevo y sin que le pidiera nada. No pudo evitar hacer caso a las palabras que le dijo la última vez. Se puso un momento en pie, quitándose la camiseta y quedando solo con un sujetador blanco. Colocó bien la mochila y se tumbó bocabajo sobre ella para no hacerse daño. De esa forma tendría toda la espalda. – Menos ropa y más privacidad, concedido… – Después de eso se dejó hacer totalmente, sintiendo como se iba relajando a medida que la masajeaba de aquella forma. En más de una ocasión se le escapó un leve gemido en un tono muy femenino y vulnerable. Le estaba gustando demasiado. – El tío que me paró contra el mamón de las pistolas. Ya sabes, pues después… pasó de mí. No cumplió con lo único que le pedí. Una disculpa de ese cretino y el corte que evitó. Pero su hermano tuvo más valor. Me sentí humillada, traicionada, y usada… – A medida que iba hablando, sentía mucha rabia apoderarse de ella.
Decidió relajarse un poco, pero le era imposible. Tan sólo el masaje del chico la tenía entretenida. En ese momento pegó su frente al suelo, de esa forma era imposible ver su rostro. Su cuerpo comenzó a temblar un poco, indicando que no estaba bien. Después de muchísimos años, Milena estaba llorando. Se había sentido como una basura después de lo que pasó hacía unos días. Las lágrimas cayeron por sus mejillas, sus ojos rojizos estaban cerrados y la rabia se apoderaba de ella. Apretó los dientes de forma violenta, reprimiendo sus sollozos para que no se escucharan de ninguna manera. Desde pequeña obligada al sufrimiento. Por fin confiaba en una persona, y resultaba ser que ella no era tan importante como pensaba. De hecho, empezaba a ver su espada como una liberación en vez de cómo un arma. Tal vez debía terminar con su sufrimiento ella misma. – “Soy una inútil” – Pensó mientras continuaba temblando.
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Tuve que usar todo el auto control que tenía para bajar la sangre de mis mejillas. Al parecer aun recordaba la propuesta de ... ¿Akaishi? No sabía como llamar ese estado, aunque dudaba perder los cabales si es que nuestras emociones se sincronizaban nuevamente. Lo que sucedió en esa isla sería la primera y última vez, preferiría tener mas camaradas o aliados, que enemigos. El caso es que la chica quedó, solamente, con su sujetador puesto y sus pantalones. Dudé o no si seguir con el masaje; tan solo fueron unos segundos, ya que después continué. No me acobardaría en un momento así, y menos con la vulnerable pelirroja que tengo abajo mío. Por ahora, ignoraría cualquier tipo de vergüenza que pudiera sentir; ya abría tiempo más adelante.
Mientras más escuchaba a la pobre hablar, más ganas tenía de buscar al pelinegro y patirle el rostro de un puñetazo. Si ya me había molestado su sola presencia en baterilla, ahora el disgusto se convirtió en odio. ¿Hacerle eso a alguien como ella? Eso era de pocos hombre. Tuve que inhalar y exhalar varias veces para poder calmarme, de lo contrario puede que hubiera soltado un golpe al suelo y, de paso, herir a Milena que se encontraba allí. Noté que Milena estaba temblando, a lo que suspiré con tristeza. Eso tan solo quería decir una cosa...
– Es doloroso, ¿no? Ser humillado, traicionado, usado... – No sabía por que le decía esto a la pelirroja, aunque supongo que lo necesitaba oír para que no hiciera algo de lo que se arrepentiría después. – Sabes, poseo una habilidad especial, llamada Memoria Eidética. Eso significa que puedo recordar todo lo que ha sucedido en mi vida desde que nací, incluido los sentimientos, sensaciones y percepciones del momento. Es un don, y a la vez una maldición – aquella era la primera vez que me abría así con alguien. Viendo a la vulnerable mujer que tengo abajo, sospechaba que esa debía ser la razón. – Desde que tengo uso de razón, he sido usado como marioneta por mis propios padres. Fui humillado y traicionado mas veces de las que podía contar... Pero eso no me importaba. Mi hermano me quería, y con eso bastaba; viviría por él – cerré los ojos, perdiéndome en los recuerdos por unos instantes. – Cuando fue asesinado, el mundo se me vino encima. De hecho, estuve a punto de morir si no hubiera sido por él. Akashi me donó su corazón para que pudiera seguir viviendo. Es por eso, que me dije a mi mismo que seguiría viviendo cueste lo que cueste, no importa si el mundo entero se volviera mi enemigo. Lo haría por él. – Por fin, había terminado mi monólogo. Creo que ese era el discurso más largo que había dado en mi vida, aunque valió la pena. De hecho, me sentía liberado.
Luego de eso, en un acto del que incluso yo me sorprendí, tomé a Milena y la abracé; su primer maestro, Tristan y Mónica se sentiría orgullosos si me vieran ahora.
– ¿Y por qué te importa? Si fuiste traicionada, humillada o usada... Sigue con la frente en alto. No le des la satisfacción a esos idiotas, y sigue así de fuerte como te vi en Baterilla; al final ellos perderán. Y en cuanto al otro... Ignóralo, si el no te pudo entender, entonces sigue con tu vida. No desperdicies todo lo que has hecho en tu vida por una cosa así. – Luego de eso, me quedé en silencio esperando la reacción de la pelirroja... Y también haciendo todo uso de su auto control para no ruborizarse. Esa posición era muy sugestiva, además el estaba sin camisa y ella solo tenía el sujetador cubriendo sus partes de arriba.
Mientras más escuchaba a la pobre hablar, más ganas tenía de buscar al pelinegro y patirle el rostro de un puñetazo. Si ya me había molestado su sola presencia en baterilla, ahora el disgusto se convirtió en odio. ¿Hacerle eso a alguien como ella? Eso era de pocos hombre. Tuve que inhalar y exhalar varias veces para poder calmarme, de lo contrario puede que hubiera soltado un golpe al suelo y, de paso, herir a Milena que se encontraba allí. Noté que Milena estaba temblando, a lo que suspiré con tristeza. Eso tan solo quería decir una cosa...
– Es doloroso, ¿no? Ser humillado, traicionado, usado... – No sabía por que le decía esto a la pelirroja, aunque supongo que lo necesitaba oír para que no hiciera algo de lo que se arrepentiría después. – Sabes, poseo una habilidad especial, llamada Memoria Eidética. Eso significa que puedo recordar todo lo que ha sucedido en mi vida desde que nací, incluido los sentimientos, sensaciones y percepciones del momento. Es un don, y a la vez una maldición – aquella era la primera vez que me abría así con alguien. Viendo a la vulnerable mujer que tengo abajo, sospechaba que esa debía ser la razón. – Desde que tengo uso de razón, he sido usado como marioneta por mis propios padres. Fui humillado y traicionado mas veces de las que podía contar... Pero eso no me importaba. Mi hermano me quería, y con eso bastaba; viviría por él – cerré los ojos, perdiéndome en los recuerdos por unos instantes. – Cuando fue asesinado, el mundo se me vino encima. De hecho, estuve a punto de morir si no hubiera sido por él. Akashi me donó su corazón para que pudiera seguir viviendo. Es por eso, que me dije a mi mismo que seguiría viviendo cueste lo que cueste, no importa si el mundo entero se volviera mi enemigo. Lo haría por él. – Por fin, había terminado mi monólogo. Creo que ese era el discurso más largo que había dado en mi vida, aunque valió la pena. De hecho, me sentía liberado.
Luego de eso, en un acto del que incluso yo me sorprendí, tomé a Milena y la abracé; su primer maestro, Tristan y Mónica se sentiría orgullosos si me vieran ahora.
– ¿Y por qué te importa? Si fuiste traicionada, humillada o usada... Sigue con la frente en alto. No le des la satisfacción a esos idiotas, y sigue así de fuerte como te vi en Baterilla; al final ellos perderán. Y en cuanto al otro... Ignóralo, si el no te pudo entender, entonces sigue con tu vida. No desperdicies todo lo que has hecho en tu vida por una cosa así. – Luego de eso, me quedé en silencio esperando la reacción de la pelirroja... Y también haciendo todo uso de su auto control para no ruborizarse. Esa posición era muy sugestiva, además el estaba sin camisa y ella solo tenía el sujetador cubriendo sus partes de arriba.
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La chica continuaba en aquel estado de tristeza. Escuchó las palabras del chico entonces. Al parecer él también había tenido que soportar una mala vida. Ella no tardó en calmarse un poco, su frente continuaba pegada en el suelo, y no le importaba mucho a decir verdad. Se estaba desahogando como mejor podía. Bastante le estaba costando no liarse a puñetazos con ella misma. Era una situación de impotencia y desesperación. El perder a su hermano, tuvo que ser algo horrible para el chico. Ella entonces no pudo evitar entrecerrar los ojos un poco, tratando de recuperarse. Que Eichi lo hubiera pasado mal, no la alegraba, pero eso le hacía saber que no era la única. Muchas más personas tenían problemas en el mundo, pero había que echarles valor siempre que fuese necesario. Ella pudo dejar de sollozar, de hecho cerró los ojos con bastante calma. De esa forma se hallaba cómoda allí tumbada junto a las llamas preparadas por él.
En ese momento, notó como la alzaban un poco. El chico la abrazó de repente. Ella estaba tumbada, por lo que ahora el pelirrojo estaba sentado, y ella sentada sobre él, abrazada. Al estar en aquella postura, sus senos contra su torso desnudo, y notándose sentada sobre la zona del chico. No pudo evitar abrazarlo con fuerza, de ese modo no podría verle la cara a ella. Se había sonrojado muchísimo debido a aquello. Cerró las piernas, abrazando con ellas al pelirrojo por el abdomen y mirando a otro lado. – E-Eichi… – Pudo susurrar mientras abría los ojos impresionada. Estaba totalmente pegada a él. No podía creerse lo que estaba sucediendo. Entonces le escuchó hablar sobre los idiotas de la isla. No tuvo más remedio que asentir a sus palabras. Tenía razón, ella no pensaba sacrificarse por nadie que no lo hiciese por ella. Entonces no pudo evitar sonreír de lado, limpiándose con la mano derecha.
Se quedó callada unos momentos más, pegada a él y con los ojos cerrados. Estaba muy cómoda a decir verdad. En ese momento suspiró. – Gracias, pelirrojo. – Dijo con un tono relajado. Después depositó sus dientes sobre el hombro de él, dejándole un mordico suave y juguetón. Acto seguido echó un poco la cabeza hacia atrás, mirándole sin cambiar la postura, de hecho se movió un poco sobre él para acomodarse. – Quiero quedarme esta noche contigo. Mañana me iré por la mañana… – Dijo con un tono calmado. En ese momento un leve viento hizo su cabello moverse y acariciar un poco el rostro del chico. Ella al notarlo no pudo evitar un pequeño suspiro. Después miró su mochila, iba a tomar algo, pero vio donde estaba. – Eichi… ¿Me bajas? O ¿Me pasas la mochila? – Dijo mientras le miraba a los ojos con una expresión que ya recordaba más a ella.
En ese momento, notó como la alzaban un poco. El chico la abrazó de repente. Ella estaba tumbada, por lo que ahora el pelirrojo estaba sentado, y ella sentada sobre él, abrazada. Al estar en aquella postura, sus senos contra su torso desnudo, y notándose sentada sobre la zona del chico. No pudo evitar abrazarlo con fuerza, de ese modo no podría verle la cara a ella. Se había sonrojado muchísimo debido a aquello. Cerró las piernas, abrazando con ellas al pelirrojo por el abdomen y mirando a otro lado. – E-Eichi… – Pudo susurrar mientras abría los ojos impresionada. Estaba totalmente pegada a él. No podía creerse lo que estaba sucediendo. Entonces le escuchó hablar sobre los idiotas de la isla. No tuvo más remedio que asentir a sus palabras. Tenía razón, ella no pensaba sacrificarse por nadie que no lo hiciese por ella. Entonces no pudo evitar sonreír de lado, limpiándose con la mano derecha.
Se quedó callada unos momentos más, pegada a él y con los ojos cerrados. Estaba muy cómoda a decir verdad. En ese momento suspiró. – Gracias, pelirrojo. – Dijo con un tono relajado. Después depositó sus dientes sobre el hombro de él, dejándole un mordico suave y juguetón. Acto seguido echó un poco la cabeza hacia atrás, mirándole sin cambiar la postura, de hecho se movió un poco sobre él para acomodarse. – Quiero quedarme esta noche contigo. Mañana me iré por la mañana… – Dijo con un tono calmado. En ese momento un leve viento hizo su cabello moverse y acariciar un poco el rostro del chico. Ella al notarlo no pudo evitar un pequeño suspiro. Después miró su mochila, iba a tomar algo, pero vio donde estaba. – Eichi… ¿Me bajas? O ¿Me pasas la mochila? – Dijo mientras le miraba a los ojos con una expresión que ya recordaba más a ella.
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Definitivamente, había perdido esa lucha. ¿Razón? Milena, por alguna razón que desconocía, se acercó mucho más a mi cuerpo de lo que esperaba. ¿Resultado? Sus senos presionaron mi torso desnudo, causando que un enorme sonrojo se esparciera por mi rostro. Era una suerte que la pelirroja no pudiera ver mi rostro, de lo contrario, hubiera muerto ahí mismo de la vergüenza. Me quedé quieto para no provocar un movimiento que hiciera que, aquella posición, se volviera aún mas ... Íntima. Por lo pronto esperaba la reacción de Milena ante mis palabras y lo del abrazo; solo esperaba no perder alguna extremidad... O peor, la cabeza. Pasaron unos tensos segundos mientras esperaba mi destino, solo para recibir un... ¿Mordisco? No sabía si se le podía llamar así lo que la pelirroja acaba de hacer, fue inofensivo y, a la vez, placentero. En ese momento oí que Milena me daba las gracias por las palabras que dije, a lo que suspiró con tranquilidad. Al parecer viviría otro día.
– De nada, pelirroja – le respondí de vuelta a Milena, con una sonrisa en mi rostro; a decir verdad me estaba gustando aquella posición... No es como si fuera a decirlo en voz alta, en todo caso. En eso, la pelirroja volvió a hablar. Mis dos cejas se alzaron hacia arriba; en ese momento no pensé en algún otro significado en aquellas palabras. Si bien había dejado parte de mi timidez de lado, eso no quitaba el hecho de que seguía siendo un retardado social para otro tipo de cosas. Dudé por algunos segundos en que contestar, aunque antes de que pudiera decir algo, Milena me dijo si podía bajarle o alcanzarle la mochila. Mire hacia los lados en búsqueda del objeto. Estaba a solo un par de centímetros de mi posición, por lo que pude recogerlo para luego pasárselo a la pelirroja. Mientras que sucedía eso, le respondí sobre lo que dijo anteriormente.
– No tengo problemas en que pases la noche acá conmigo... Aunque, primero necesito darme un baño – le expliqué a Milena mientras señalaba al lago que estaba cerca. Viajar en bote era malo, y no podía bañarme en mar debido a que me hundiría como costal de papas.
– De nada, pelirroja – le respondí de vuelta a Milena, con una sonrisa en mi rostro; a decir verdad me estaba gustando aquella posición... No es como si fuera a decirlo en voz alta, en todo caso. En eso, la pelirroja volvió a hablar. Mis dos cejas se alzaron hacia arriba; en ese momento no pensé en algún otro significado en aquellas palabras. Si bien había dejado parte de mi timidez de lado, eso no quitaba el hecho de que seguía siendo un retardado social para otro tipo de cosas. Dudé por algunos segundos en que contestar, aunque antes de que pudiera decir algo, Milena me dijo si podía bajarle o alcanzarle la mochila. Mire hacia los lados en búsqueda del objeto. Estaba a solo un par de centímetros de mi posición, por lo que pude recogerlo para luego pasárselo a la pelirroja. Mientras que sucedía eso, le respondí sobre lo que dijo anteriormente.
– No tengo problemas en que pases la noche acá conmigo... Aunque, primero necesito darme un baño – le expliqué a Milena mientras señalaba al lago que estaba cerca. Viajar en bote era malo, y no podía bañarme en mar debido a que me hundiría como costal de papas.
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Le pelirroja pudo ver cómo el chico le pasaba la mochila en vez de bajarla a ella de dónde estaba subida. Al darse cuenta no pudo evitar sonreír de lado. Pero sí la quería allí arriba, ella no tenía problema. Se quedó mirándole a los ojos unos momentos, sobre todo al dorado. Entonces soltó un pequeño suspiro. Miró en su mochila con toda la calma del mundo, buscando cosas útiles. En ese momento pudo ver un trozo del pastel que había comprado en una tienda de la isla anterior. Estaba hecho de nata. Lo mordió entonces, cerrando los ojos, y sintiendo el delicioso sabor que éste tenía. Era una sensación maravillosa. De hecho, estaba totalmente repuesta y como nueva. Tal vez iba a poder ser la de siempre, pero al pelirrojo no pensaba cortarlo nunca, él le había devuelto las ganas de continuar su vida. De modo que él iba a librarse de lo que para otras personas podía ser un infierno.
Masticó un poco más, todo sobre el chico, pues no parecía estar incómodo. De hecho, ella le miró a los ojos, mostrándole una expresión totalmente calmada. – Tengo una isla en el Oeste. No es mía pero al ser la única habitante es como si lo fuera. Allí creo mis cosas. Puedes ir siempre que lo desees, o pedirme que te ayude con cualquier arma. – Dijo tranquilamente mientras le observaba. No le importaba que fuese de vez en cuando, total, ella solía estar mucho tiempo por aquellos lares. Aunque ya estaba preparando su mudanza a otra isla. No quería tener que viajar tanto cada vez que la llamaban del departamento. Un sitio cercano podía estar bien. La pelirroja entonces dejó su mano libre sobre el hombro del chico, mirando a las llamas esta vez. Soltó un leve suspiro, pensando en qué hacer a continuación. Toda la noche era un poco aburrido mirar a aquellas flamas. Entonces desvió su mirada al chico.
Dijo que debía de bañarse primero en el lago. En ese momento alzó una ceja. No sabía que responder, pero entonces se le ocurrió una buena idea para matar el aburrimiento. Era increíble pensando en cosas que podían poner nerviosos a los demás. – En ese caso yo también me daré un baño pero, no pienso moverme de aquí arriba. Vas a tener que llevarme en brazos. – Dijo mientras ponía una expresión siniestra, incitándole a hacerlo, pero al mismo tiempo tratando de intimidar. Con la mano libre, sacó de su mochila un pequeño papel con el número de ella. Se lo colocó al chico en el abdomen, inclinándole un poco hacia atrás. – Este es mi número de Den Mushi, por si necesitas cualquier cosa. – Dijo entonces mientras continuaba mirándole con una sonrisa ladeada. Estaba demasiado cómoda de aquella forma. – En el agua seré yo quien te masajee a ti… – Mencionó entonces guiñándole un ojo y esperando a que la llevase.
Masticó un poco más, todo sobre el chico, pues no parecía estar incómodo. De hecho, ella le miró a los ojos, mostrándole una expresión totalmente calmada. – Tengo una isla en el Oeste. No es mía pero al ser la única habitante es como si lo fuera. Allí creo mis cosas. Puedes ir siempre que lo desees, o pedirme que te ayude con cualquier arma. – Dijo tranquilamente mientras le observaba. No le importaba que fuese de vez en cuando, total, ella solía estar mucho tiempo por aquellos lares. Aunque ya estaba preparando su mudanza a otra isla. No quería tener que viajar tanto cada vez que la llamaban del departamento. Un sitio cercano podía estar bien. La pelirroja entonces dejó su mano libre sobre el hombro del chico, mirando a las llamas esta vez. Soltó un leve suspiro, pensando en qué hacer a continuación. Toda la noche era un poco aburrido mirar a aquellas flamas. Entonces desvió su mirada al chico.
Dijo que debía de bañarse primero en el lago. En ese momento alzó una ceja. No sabía que responder, pero entonces se le ocurrió una buena idea para matar el aburrimiento. Era increíble pensando en cosas que podían poner nerviosos a los demás. – En ese caso yo también me daré un baño pero, no pienso moverme de aquí arriba. Vas a tener que llevarme en brazos. – Dijo mientras ponía una expresión siniestra, incitándole a hacerlo, pero al mismo tiempo tratando de intimidar. Con la mano libre, sacó de su mochila un pequeño papel con el número de ella. Se lo colocó al chico en el abdomen, inclinándole un poco hacia atrás. – Este es mi número de Den Mushi, por si necesitas cualquier cosa. – Dijo entonces mientras continuaba mirándole con una sonrisa ladeada. Estaba demasiado cómoda de aquella forma. – En el agua seré yo quien te masajee a ti… – Mencionó entonces guiñándole un ojo y esperando a que la llevase.
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Milena sacó de la mochila un dulce; al verlo, tuve que usar todo mi auto control para no quitárselo. Me gustaban todos los tipos de bocadillos y, por lo general, suelo arrasar con todos los que encuentre en mi camino. No pude evitar arquear una ceja al oír lo que la pelirroja dijo sobre el west. Al parecer sería bienvenido siempre que quisiera y eso, en cierta forma, me halagaba... Además, podía pedirle ayuda con armas cuando lo necesitase. A decir verdad la mujer no parecía como una herrera, aunque las apariencias podían engañar. Lo último que dijo me dejó anonado. ¿Era enserio? Milena se bañaría también... Eso no me extrañó, pero la petición que me pidió lo hizo. Al parecer tendría que meterme al agua junto a ella, manteniendo esta posición en el proceso. Además me dio su número de DDM ... Y la propuesta del masaje hizo que, nuevamente, me sonrojara
Suspiré un poco, disponiéndome a cumplir con la petición; quien sabe lo que le haría si es que se negaba... Y, realmente, preferiría no descubrirlo. Me puse de pie para ir al agua, pero en eso noté que aun llevaba pantalones. Medité sobre que hacer; para sacármelos tendría que dejar a Milena en el suelo, y eso es algo que no haría. Al final, me decidí por entrar así al lago; de todas formas tenía mas pantalones de repuesto en mi mochila. Me levanté del suelo con dificultad, enderecé mi postura y me dirigí al lago; aún tenía a la pelirroja clavada de frente, su piernas usaban mi torso para no caerse. Me costó, en un principio, moverme con normalidad con el peso extra. Ella era un poco más grande que yo, por lo que a cualquier movimiento en falso terminaríamos en el suelo, en una posición mucho mas sugerente que la anterior.
Me costó un par de segundos llegar a donde comenzaba el lago, una vez allí, entramos. El agua, como mencioné anteriormente, estaba deliciosa. No era ni fría o tibia; era la temperatura perfecta. Dentro, me costó caminar debido a la influencia que tenía en mi cuerpo. Tarde un par de minutos en llegar hasta donde era mi máximo
– Esto es donde más puedo llegar, a no ser que quiera terminar como saco de papas, claro está – bromeé una vez que llegamos a lo más al fondo que podía. – Entonces, ¿ahora qué? – Le pregunté, con cierta duda en mi voz, mirando directamente a sus ojos. Mis músculos temblaban un poco debido al agua y al peso que cargaba, pero, igualmente, no abandoné aquella posición.
Suspiré un poco, disponiéndome a cumplir con la petición; quien sabe lo que le haría si es que se negaba... Y, realmente, preferiría no descubrirlo. Me puse de pie para ir al agua, pero en eso noté que aun llevaba pantalones. Medité sobre que hacer; para sacármelos tendría que dejar a Milena en el suelo, y eso es algo que no haría. Al final, me decidí por entrar así al lago; de todas formas tenía mas pantalones de repuesto en mi mochila. Me levanté del suelo con dificultad, enderecé mi postura y me dirigí al lago; aún tenía a la pelirroja clavada de frente, su piernas usaban mi torso para no caerse. Me costó, en un principio, moverme con normalidad con el peso extra. Ella era un poco más grande que yo, por lo que a cualquier movimiento en falso terminaríamos en el suelo, en una posición mucho mas sugerente que la anterior.
Me costó un par de segundos llegar a donde comenzaba el lago, una vez allí, entramos. El agua, como mencioné anteriormente, estaba deliciosa. No era ni fría o tibia; era la temperatura perfecta. Dentro, me costó caminar debido a la influencia que tenía en mi cuerpo. Tarde un par de minutos en llegar hasta donde era mi máximo
– Esto es donde más puedo llegar, a no ser que quiera terminar como saco de papas, claro está – bromeé una vez que llegamos a lo más al fondo que podía. – Entonces, ¿ahora qué? – Le pregunté, con cierta duda en mi voz, mirando directamente a sus ojos. Mis músculos temblaban un poco debido al agua y al peso que cargaba, pero, igualmente, no abandoné aquella posición.
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La pelirroja se abrazó al chico cuando este caminaba. Sonrió con su mochila en la mano, de aquella forma no iba a tener que ir hasta las llamas a cambiarse. En ese momento, el pelirrojo entró en el lago con los pantalones también. Aquello le hizo sonreír de lado, estaba portándose muy bien con ella. La temperatura era muy agradable, de hecho no pudo evitar sonreír de forma cálida al sentirse dentro. Lanzó la mochila a la orilla, de ese modo no se le iba a mojar nada que no quisiera. El chico comenzó a caminar y dijo unas palabras que le hicieron sonreír de lado a ella. Entonces se bajó de él, sumergiéndose totalmente. Notó una sensación bastante buena. De hecho, soltó un pequeño suspiro bajo aquel líquido. Notaba su cuerpo totalmente relajado, y la verdad es que era una sensación demasiado buena para ser verdad. Al menos eso opinaba.
De repente buceó hasta quedar debajo del pelirrojo. Colocó sus manos sobre el pantalón del chico, bajándolo despacio. Una vez lo hizo salió a la superficie. No podría bañarse cómodamente con él puesto. Tras eso, ella también se lo quitó, dejando ambos flotar. Entonces le miró a los ojos de forma calmada. – De esta forma podrás bañarte mejor. Bueno, es la hora de que te relajes. – Dijo divertida mientras lo abrazaba por la espalda y avanzaba hacia atrás. Se quedó sentada, y lo sentó para que su espalda quedase pegada al pecho de ella. El agua de esa forma les quedaría por los hombros a ellos. En ese momento sonrió de lado, susurrándole en el oído con un toque sensual y un poco provocativo. – Procura no ponerte muy nervioso pe-li-rro-jo… – Una vez dijo eso, comenzó con el masaje que le había dicho que le haría.
Pasó sus manos por los hombros de él, acariciándolos despacio mientras permanecía tranquila. Sus pechos quedaron totalmente pegados a su espalda, y con las piernas le atrapó la cintura para que no huyera, imbuyéndolas en haki además. – Hasta que no termine el masaje, eres totalmente mío ~ – Mencionó con un tono autoritario. Bajó por los brazos, acariciándolos también por esa zona. Sentía que a él le gustaría, o a lo mejor no era el caso. – Por cierto, vi tu mirada comiéndome el pastel ¿Querías comer de él o quizás comerme a mí? – Dijo bromeando y sacando la lengua. En ese momento abrió la boca, dándole otro mordisco pero, esta vez en la oreja. Nada más hacerlo sopló despacio en ella, después continuó con lo suyo. Amaba provocar de aquella forma a las personas. – No te cortes conmigo, te debo mucho y nunca haré nada en tu contra. – Terminó de decir con una sonrisa ladeada en el rostro.
De repente buceó hasta quedar debajo del pelirrojo. Colocó sus manos sobre el pantalón del chico, bajándolo despacio. Una vez lo hizo salió a la superficie. No podría bañarse cómodamente con él puesto. Tras eso, ella también se lo quitó, dejando ambos flotar. Entonces le miró a los ojos de forma calmada. – De esta forma podrás bañarte mejor. Bueno, es la hora de que te relajes. – Dijo divertida mientras lo abrazaba por la espalda y avanzaba hacia atrás. Se quedó sentada, y lo sentó para que su espalda quedase pegada al pecho de ella. El agua de esa forma les quedaría por los hombros a ellos. En ese momento sonrió de lado, susurrándole en el oído con un toque sensual y un poco provocativo. – Procura no ponerte muy nervioso pe-li-rro-jo… – Una vez dijo eso, comenzó con el masaje que le había dicho que le haría.
Pasó sus manos por los hombros de él, acariciándolos despacio mientras permanecía tranquila. Sus pechos quedaron totalmente pegados a su espalda, y con las piernas le atrapó la cintura para que no huyera, imbuyéndolas en haki además. – Hasta que no termine el masaje, eres totalmente mío ~ – Mencionó con un tono autoritario. Bajó por los brazos, acariciándolos también por esa zona. Sentía que a él le gustaría, o a lo mejor no era el caso. – Por cierto, vi tu mirada comiéndome el pastel ¿Querías comer de él o quizás comerme a mí? – Dijo bromeando y sacando la lengua. En ese momento abrió la boca, dándole otro mordisco pero, esta vez en la oreja. Nada más hacerlo sopló despacio en ella, después continuó con lo suyo. Amaba provocar de aquella forma a las personas. – No te cortes conmigo, te debo mucho y nunca haré nada en tu contra. – Terminó de decir con una sonrisa ladeada en el rostro.
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Mi muerte no sería en un campo de batalla, sino que en medio de un masaje... Uno de los más eróticos que he recibido, incluso los de Mónica no llegaban hasta este punto. Luego de haber quedado parado en medio del agua, el silencio se apoderó del lugar... Hasta que Milena se soltó de mis brazos. Miré con algo de cautela como la pelirroja se sumergió completamente. No tenía la mas mínima idea de lo que ella haría. En eso, sentí como me sujetó los pantalones y, lentamente, los retiraba de su lugar. Luego de eso Milena volvió a la superficie y me miró de forma calmada. Al cabo de unos segundos, unos pantalones quedaron flotando en el lago, a lo que que tragué en seco. Eso solo podía significar que ambos quedaron en ropa interior.
Me quedé quieto al ver que Milena nadó hasta quedarse detrás mío. La mujer me abrazó por la espalda y me sentó en la arena. El agua me llegaba a los hombros, además tenía los senos de la pelirroja presionando mi retaguardia y sus piernas me impedían debido a que estaban aferradas a mi torso. Tragué en seco oír las palabras de la mujer y, finalmente, perdí el juicio. Creí poder resistir toda la noche sin recurrir a Akashi, pero al parecer no se podría dar. Cerré los ojos, me concentré y dejé fluir más de la personalidad de su contraparte hacia su propio ser. Aquello era una apuesta arriesgada ya que estaba adelantando, aún más, el proceso de sincronización. Además, el bloque mental solo estaba retrasando lo inevitable, así que, en verdad, ya me daba un poco lo mismo.
El temblor desapareció por completo y la confianza inundaba mi cuerpo; la timidez desapareció completamente debido a la influencia de Akashi. La manos de Milena se movían por sus brazos, y eso causaba que dejara salir algunos jadeos. No sabía si era la primera vez que lo hacía o no, pero, joder, lo hacía de maravilla. Al escuchar las últimas palabras de la pelirroja, no pude evitar que un sonrisa ladeada apareciera en mi rostro. En mi estado anterior puede que me hubiera sonrojado a más no poder, pero el en actual, era todo lo contrario.
– En realidad, fueron ambos. Aunque no me molestaría comer de los al mismo tiempo – bromeé de vuelta. Realmente me sentía halagado que la pelirroja no haría nada en mi contra. Supuse que, por lo sucedido en Baterilla, la lista de personas inmunes a sus cortes eran pocas. Decidí devolverle el masaje de vuelta a la pelirroja; si no podía salir de su agarre, entonces me uniría su pequeño juego. Estiré los brazos y coloqué mis manos en la parte baja de la espalda de la mujer y, con mis habilidosos dedos, fui masajeando de adentro hacia afuera, hasta llegar a sus caderas. Era lo único que podía hacer en esa posición, por lo que repetí el mismo proceso hasta que la pelirroja terminara con el suyo.
Me quedé quieto al ver que Milena nadó hasta quedarse detrás mío. La mujer me abrazó por la espalda y me sentó en la arena. El agua me llegaba a los hombros, además tenía los senos de la pelirroja presionando mi retaguardia y sus piernas me impedían debido a que estaban aferradas a mi torso. Tragué en seco oír las palabras de la mujer y, finalmente, perdí el juicio. Creí poder resistir toda la noche sin recurrir a Akashi, pero al parecer no se podría dar. Cerré los ojos, me concentré y dejé fluir más de la personalidad de su contraparte hacia su propio ser. Aquello era una apuesta arriesgada ya que estaba adelantando, aún más, el proceso de sincronización. Además, el bloque mental solo estaba retrasando lo inevitable, así que, en verdad, ya me daba un poco lo mismo.
El temblor desapareció por completo y la confianza inundaba mi cuerpo; la timidez desapareció completamente debido a la influencia de Akashi. La manos de Milena se movían por sus brazos, y eso causaba que dejara salir algunos jadeos. No sabía si era la primera vez que lo hacía o no, pero, joder, lo hacía de maravilla. Al escuchar las últimas palabras de la pelirroja, no pude evitar que un sonrisa ladeada apareciera en mi rostro. En mi estado anterior puede que me hubiera sonrojado a más no poder, pero el en actual, era todo lo contrario.
– En realidad, fueron ambos. Aunque no me molestaría comer de los al mismo tiempo – bromeé de vuelta. Realmente me sentía halagado que la pelirroja no haría nada en mi contra. Supuse que, por lo sucedido en Baterilla, la lista de personas inmunes a sus cortes eran pocas. Decidí devolverle el masaje de vuelta a la pelirroja; si no podía salir de su agarre, entonces me uniría su pequeño juego. Estiré los brazos y coloqué mis manos en la parte baja de la espalda de la mujer y, con mis habilidosos dedos, fui masajeando de adentro hacia afuera, hasta llegar a sus caderas. Era lo único que podía hacer en esa posición, por lo que repetí el mismo proceso hasta que la pelirroja terminara con el suyo.
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La pelirroja continuaba masajeando al chico de forma provocativa. Sus movimientos eran lentos, pero todos muy intensos. De hecho incluso pasó a acariciar la zona de los pectorales bajo el agua. En su rostro se había formado una sonrisa pícara y siniestra. Estaba pensando en lo nervioso que debía de estar el chico. En ese momento ella pasaba del mundo, por lo que no sentía nada en su consciencia. Aumentó el ritmo del movimiento de dedos, apretando despacio en su pecho. Con la barbilla pegada a su hombro, cerró los ojos. Hacía tiempo que no estaba de aquella forma, y por ello se sentía relajada. Dejó de imbuir haki en las piernas, pero no iba a dejar de sostenerle. No quería que se le escapara. Se lo estaba pasando demasiado bien como para renunciar a ese placer de repente. Después se tomarían unos aperitivos de su mochila, pues tenía de sobra. Siempre solía ser precavida, y tenía todo en la reserva. De hecho, incluso portaba toallas y todo. Esa mochila era impresionante.
No tardó mucho en escuchar las palabras del chico. No pudo evitar impresionarse por lo dicho, de hecho tuvo que apartar la mirada, dejando de acariciarle el pecho. Justo entonces la pelirroja notó una sensación en la parte baja de su espalda. Él la estaba masajeando al mismo tiempo, y eso hizo que ella sonriera de lado. No pudo evitar morderse el labio inferior ante el tacto del pelirrojo. En ese momento pasó las manos por la zona abdominal de él, mirándole desde atrás, y mostrando una sonrisa siniestra. – Eres como mi hermanito, pero me gusta lo prohibido… – Susurró en su oído, dejándole otro mordisco en el lóbulo derecho de la oreja. En ese momento sonrió de forma calmada. A su mente vino el rostro del moreno sonriendo, cosa que la hizo apretar los puños de rabia. “Se merece una buena lección por lo que hizo” Pensó de repente mientras sentía un poco de enfado. En ese momento agitó un momento la cabeza. Era su momento, no iba a parar por un tipo que la trató como si no valiese nada. Entonces no se contuvo, simplemente se abrazó mucho más al chico que tenía aprisionado.
En ese momento sonrió de lado. – Si vas diciendo ese tipo de cosas por ahí, no puedes pretender salir de rositas de la situación, Eichi-chan… – Mencionó en un tono un poco dominante. Entonces le giró, quedando sentada sobre él pero en el agua. Sus piernas volvieron a aferrarse a su cintura, y una sonrisa siniestra se formó en sus labios. – Ahora mismo podría violarte salvajemente en el agua, y por mucha ayuda que pidieses, no iba a soltarte hasta dejarte suplicando por más… – Bromeó entonces usando el tono más sensual posible. Trataba de jugar un poco con él, pues siempre se veía tenso. Sin pensárselo, rodeó su cuello con ambos brazos, mirándole con sus rojizos ojos, viendo lo mucho que se parecían. Había acertado con lo de hermanito. No podía creer que fuesen tan idénticos.
No tardó mucho en escuchar las palabras del chico. No pudo evitar impresionarse por lo dicho, de hecho tuvo que apartar la mirada, dejando de acariciarle el pecho. Justo entonces la pelirroja notó una sensación en la parte baja de su espalda. Él la estaba masajeando al mismo tiempo, y eso hizo que ella sonriera de lado. No pudo evitar morderse el labio inferior ante el tacto del pelirrojo. En ese momento pasó las manos por la zona abdominal de él, mirándole desde atrás, y mostrando una sonrisa siniestra. – Eres como mi hermanito, pero me gusta lo prohibido… – Susurró en su oído, dejándole otro mordisco en el lóbulo derecho de la oreja. En ese momento sonrió de forma calmada. A su mente vino el rostro del moreno sonriendo, cosa que la hizo apretar los puños de rabia. “Se merece una buena lección por lo que hizo” Pensó de repente mientras sentía un poco de enfado. En ese momento agitó un momento la cabeza. Era su momento, no iba a parar por un tipo que la trató como si no valiese nada. Entonces no se contuvo, simplemente se abrazó mucho más al chico que tenía aprisionado.
En ese momento sonrió de lado. – Si vas diciendo ese tipo de cosas por ahí, no puedes pretender salir de rositas de la situación, Eichi-chan… – Mencionó en un tono un poco dominante. Entonces le giró, quedando sentada sobre él pero en el agua. Sus piernas volvieron a aferrarse a su cintura, y una sonrisa siniestra se formó en sus labios. – Ahora mismo podría violarte salvajemente en el agua, y por mucha ayuda que pidieses, no iba a soltarte hasta dejarte suplicando por más… – Bromeó entonces usando el tono más sensual posible. Trataba de jugar un poco con él, pues siempre se veía tenso. Sin pensárselo, rodeó su cuello con ambos brazos, mirándole con sus rojizos ojos, viendo lo mucho que se parecían. Había acertado con lo de hermanito. No podía creer que fuesen tan idénticos.
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Sabía que me estaba metiendo en una situación intensa y provocativa, pero... Ya poco me estaba importante, la verdad; creo que tome muchos más rasgos de mi contraparte de lo que quería en un principio. De hecho, ahora que podía ver mi reflejo noté que ambos de mis ojos ahora eran completamente dorados. Aquello demostraba hasta que punto la influencia de Akashi tuvo en mi personalidad. Aún podía sentir que estaba en el control, pero estaba jugando con una delgada línea. Al más mínimo error, el otro terminaría de manifestarse. Aquello sería malo por razones de preferencia. Akashi y yo eramos dos polos completamente opuestos... Incluido en preferencias de "ese" tipo. Me estremecí y miré de reojo a la pelirroja, mientras rogaba que no se haya dado la situación que he estado evitando. Suspiré de alivio al darme cuenta que aún le consideraba atractiva y no repulsiva. Bien, eso quería decir que ese aspecto de su otro yo no se manifestó. Ahora podría disfrutar de aquella noche más tranquilo.
Noté como la pelirroja me acariciaba los pectorales en respuesta a mis caricias anteriores, a lo que tuve que evitar dejar salir un jadeo; aquello en verdad se sentía bien. Al escuchar las palabras de Milena, no pude evitar que una sonrisa salvaje, y algo siniestra, apareciera en mi rostro. El mismo había notado las similitudes que ambos tenían en apariencia, pero aquello no le molestaba. Después de todo, como ella había dicho, el fruto prohibido era el mejor. ¿No? Mi sonrisa se agrandó al notar el mordisco que la pelirroja le dio a mi lóbulo derecho. Al parecer la pelirroja iba enserio con todo esto.
Observé como Milena salió de su posición, para luego quedar sentada frente a frente con mi persona. Noté como sus pies se volvieron a aferrar a mi cintura como la vez anterior, impidiendo, completamente, que tuviera la más mínima chance para escapar. No es como si fuera a hacerlo, de todos modos. Desde lo que pasó en la isla del puño que no se divertía tanto, aunque faltó el combate, pero eso se podía remediar más adelante. Esperé que la pelirroja terminara de hablar para responder.
– Se muy bien en lo que me estaba metiendo, Mi-Le-Na-Chan – empecé, resaltando cada uno de las sílabas de su nombre en un tono sensual. Acerqué mi cabeza al oído de la pelirroja para seguir con mis palabras, mientras le di un suave mordisco al lóbulo izquierdo de su oreja. – ¿Así que soy como tu hermanito pequeño?... Pues parece que tendré que cometer incesto, me temo – le dije. Luego de eso, retiré mi cabeza de su oído y choqué en mi frente con la de ella, quedando nuestros labios muy cerca. – ¿Hasta que terminara de suplicar? Depende de por como se vea... Si quien termina suplicando primero, tu... O yo – terminé mis palabras con una sonrisa siniestra y seductora en mis labios, esperando que es lo que Milena haría.
Noté como la pelirroja me acariciaba los pectorales en respuesta a mis caricias anteriores, a lo que tuve que evitar dejar salir un jadeo; aquello en verdad se sentía bien. Al escuchar las palabras de Milena, no pude evitar que una sonrisa salvaje, y algo siniestra, apareciera en mi rostro. El mismo había notado las similitudes que ambos tenían en apariencia, pero aquello no le molestaba. Después de todo, como ella había dicho, el fruto prohibido era el mejor. ¿No? Mi sonrisa se agrandó al notar el mordisco que la pelirroja le dio a mi lóbulo derecho. Al parecer la pelirroja iba enserio con todo esto.
Observé como Milena salió de su posición, para luego quedar sentada frente a frente con mi persona. Noté como sus pies se volvieron a aferrar a mi cintura como la vez anterior, impidiendo, completamente, que tuviera la más mínima chance para escapar. No es como si fuera a hacerlo, de todos modos. Desde lo que pasó en la isla del puño que no se divertía tanto, aunque faltó el combate, pero eso se podía remediar más adelante. Esperé que la pelirroja terminara de hablar para responder.
– Se muy bien en lo que me estaba metiendo, Mi-Le-Na-Chan – empecé, resaltando cada uno de las sílabas de su nombre en un tono sensual. Acerqué mi cabeza al oído de la pelirroja para seguir con mis palabras, mientras le di un suave mordisco al lóbulo izquierdo de su oreja. – ¿Así que soy como tu hermanito pequeño?... Pues parece que tendré que cometer incesto, me temo – le dije. Luego de eso, retiré mi cabeza de su oído y choqué en mi frente con la de ella, quedando nuestros labios muy cerca. – ¿Hasta que terminara de suplicar? Depende de por como se vea... Si quien termina suplicando primero, tu... O yo – terminé mis palabras con una sonrisa siniestra y seductora en mis labios, esperando que es lo que Milena haría.
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Aquello estaba pasándose a otro plano. Lo que había sido un encuentro casual, iba a terminar en un acto sexual. Al menos tenía toda la pinta de ello. Las palabras que le dijo el pelirrojo a ella, la hicieron morderse el labio inferior de forma brusca. Estaba a punto de cometer una locura si todo aquello continuaba. El mordisco en su oreja la hizo cerrar los ojos, soltando un leve quejido. Estando allí sentada sobre él, no pudo evitar mirarle. – En ese caso, tu hermanita quiere que lo cometas. – Mencionó entonces de forma seductora, relamiéndose despacio debido a la situación. Entonces, cuando le vio así de cerca, no pudo evitar sonreír de forma tranquila. Si de verdad quería hacerla suplicar, iba a tener que esforzarse. Ella pondría de su parte si era necesario, peor iba a dejar claro que la que llevaba la voz dominante de los dos era ella.
En ese momento, pese al leve sonrojo que tenía, no pudo evitar rodar a un lado con él. Saliendo del agua y quedando tumbada en la orilla sobre él. Le miró a los ojos con toda la tranquilidad del mundo, mostrando una expresión siniestra. Sus rojizos orbes se clavaron en los suyos, los cuales notó de otro color distinto. – Se acabó, ya no hay vuelta atrás, hermanito… – Dicho aquello, unió sus labios a los del pelirrojo. Cerró los ojos con fuerza, abrazándose a él y colocando su mano en la nuca del joven, acercándole todo lo posible. No tardó mucho en tratar de explorarle más a fondo mientras se movía un poco provocativa. Era el momento de la venganza. Iba a ser muy dulce, al menos para ella. Ya era tarde para el pelirrojo. Iba a violarlo si era necesario, y no pensaba parar en bastantes horas.
El Sol salió por la mañana. Milena estaba abriendo los ojos despacio, se hallaba tirada en la orilla. No miró a su lado para ver si Eichi estaba allí, simplemente soltó un suspiro. Pudo ver su pantalón, el cual se puso después de la ropa interior. Al parecer sí que había pasado algo. No tardó mucho en mostrar una sonrisa, colocándose el sujetador mientras se estiraba. A continuación tomó la mochila, sacando de ella dos batidos de chocolate. Se dio la vuelta colocando uno al lado del joven, que debía de estar dormido. – Oni-chan, vamos, tómate el desayuno. – Dijo divertida mientras sacaba también un sándwich de atún con alioli. Sacó unos cuantos más, dejándolos a la vista y mordiendo uno de ellos. Se sentía completamente nueva. – Mmmm delicioso. – Dijo en un tono calmado mientras sentía el delicioso sabor. Después de unos momentos analizó la situación, no se arrepentía de nada. – Habrá que repetir de vez en cuando, hermanito. – Dijo entonces dedicándole una sonrisa calmada.
En ese momento, pese al leve sonrojo que tenía, no pudo evitar rodar a un lado con él. Saliendo del agua y quedando tumbada en la orilla sobre él. Le miró a los ojos con toda la tranquilidad del mundo, mostrando una expresión siniestra. Sus rojizos orbes se clavaron en los suyos, los cuales notó de otro color distinto. – Se acabó, ya no hay vuelta atrás, hermanito… – Dicho aquello, unió sus labios a los del pelirrojo. Cerró los ojos con fuerza, abrazándose a él y colocando su mano en la nuca del joven, acercándole todo lo posible. No tardó mucho en tratar de explorarle más a fondo mientras se movía un poco provocativa. Era el momento de la venganza. Iba a ser muy dulce, al menos para ella. Ya era tarde para el pelirrojo. Iba a violarlo si era necesario, y no pensaba parar en bastantes horas.
El Sol salió por la mañana. Milena estaba abriendo los ojos despacio, se hallaba tirada en la orilla. No miró a su lado para ver si Eichi estaba allí, simplemente soltó un suspiro. Pudo ver su pantalón, el cual se puso después de la ropa interior. Al parecer sí que había pasado algo. No tardó mucho en mostrar una sonrisa, colocándose el sujetador mientras se estiraba. A continuación tomó la mochila, sacando de ella dos batidos de chocolate. Se dio la vuelta colocando uno al lado del joven, que debía de estar dormido. – Oni-chan, vamos, tómate el desayuno. – Dijo divertida mientras sacaba también un sándwich de atún con alioli. Sacó unos cuantos más, dejándolos a la vista y mordiendo uno de ellos. Se sentía completamente nueva. – Mmmm delicioso. – Dijo en un tono calmado mientras sentía el delicioso sabor. Después de unos momentos analizó la situación, no se arrepentía de nada. – Habrá que repetir de vez en cuando, hermanito. – Dijo entonces dedicándole una sonrisa calmada.
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Aquél movimiento le tomó por sorpresa, por lo que no pudo evitar rodar junto a Milena hasta quedar en la orilla del lago. Una vez quietos, clavé mis profundos ojos dorados en los orbes de la pelirroja. Su expresión denotaba lujuria y sensualidad pura, a lo que no pude evitar que relamiera mis labios. Estoy seguro de que si tuviera un espejo a manos vería que la expresión de mi rostro sería similar al de la pelirroja. Notó que la científica tenía un leve sonrojo en su rostro; quien iba a pensar que alguien así tuviera la capacidad de ruborizase. En fin, no iba a perder contra ella. Si alguien se rendiría primero, sería ella. – Lo siento, pero me temo que la victoria será mía Onee-Sama – susurré en voz baja, pero a la vez sensual. En mi mente se cruzó la imagen del pelinegro por algunos segundos. La parte de mi, que aun poseía morales, me gritaba que no siguiera con todo esto. Pero, en eso, recordé que las acciones del... ¿Ex Novio? De la pelirroja. El se lo buscó al hacerle eso, por lo que debía pagar por sus actos.
Cualquier otro tipo de pensamiento se esfumó al sentir los labios de Milena sobre los míos. Instintivamente, me dejé llevar por la sensación. Coloqué las manos sobre la cadera de la pelirroja y la atraje más a mi cuerpo; no es la primera vez que besaba a alguien, pero esta es, con creces, la que sería la más memorable de todas. En ese momento, recordé lo que dije anteriormente. El fuego en mi interior se prendió, y comencé a explorarle más a fondo de vuelta, luchando por quien dominaría el encuentro. De algo estaba seguro; no sería el primero quien cedería el liderato...
Los rayos del sol golpearon mi rostro, haciendo que abriera lentamente mis ojos. Me senté en la arena mientras me sacudía los ojos con la mano. Al escuchar la voz de cierta mujer, hizo que recordara todo lo que había pasado la noche anterior. Era una suerte que, debido a lo mucho que tomé de mi contraparte, las repercusiones mentales duraría un poco más. Aún mantenía la personalidad de anoche, pero ahora me encontraba mucho mas calmado. Sin cuidado o pudor, me levanté y busqué mi mis pantalones. Luego de ponérmelos, regresé al sitio anterior y me senté, nuevamente, al lado de Milena. Al ver el batido de chocolate, no pude evitar tomarlo y echar el líquido en mi boca. Cerré los ojos, mientras sentía como el sabroso líquido recorría mi garganta. Al terminar, deje el recipiente en la arena y miré calmadamente a la pelirroja. – Definitivamente, habrá que repetirlo Onee-Sama – dije, con un sonrisa calmada en mi rostro. En verdad, no le molestaría repetirlo.
Cualquier otro tipo de pensamiento se esfumó al sentir los labios de Milena sobre los míos. Instintivamente, me dejé llevar por la sensación. Coloqué las manos sobre la cadera de la pelirroja y la atraje más a mi cuerpo; no es la primera vez que besaba a alguien, pero esta es, con creces, la que sería la más memorable de todas. En ese momento, recordé lo que dije anteriormente. El fuego en mi interior se prendió, y comencé a explorarle más a fondo de vuelta, luchando por quien dominaría el encuentro. De algo estaba seguro; no sería el primero quien cedería el liderato...
Los rayos del sol golpearon mi rostro, haciendo que abriera lentamente mis ojos. Me senté en la arena mientras me sacudía los ojos con la mano. Al escuchar la voz de cierta mujer, hizo que recordara todo lo que había pasado la noche anterior. Era una suerte que, debido a lo mucho que tomé de mi contraparte, las repercusiones mentales duraría un poco más. Aún mantenía la personalidad de anoche, pero ahora me encontraba mucho mas calmado. Sin cuidado o pudor, me levanté y busqué mi mis pantalones. Luego de ponérmelos, regresé al sitio anterior y me senté, nuevamente, al lado de Milena. Al ver el batido de chocolate, no pude evitar tomarlo y echar el líquido en mi boca. Cerré los ojos, mientras sentía como el sabroso líquido recorría mi garganta. Al terminar, deje el recipiente en la arena y miré calmadamente a la pelirroja. – Definitivamente, habrá que repetirlo Onee-Sama – dije, con un sonrisa calmada en mi rostro. En verdad, no le molestaría repetirlo.
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