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Le sudor caía por la frente de la pelirroja, no podía creerse que continuase en aquel antro de mala muerte ganando una miseria y todo para poder pagar todo lo que tenía. Había abandonado su casa del Sur y fue algo muy doloroso. En ella había demasiados recuerdos malos y no quería saber de ellos. Ahora vivía en una pequeña casa alquilada de aquella isla, aunque estaba moviendo hilos con Castor para irse a vivir a la isla judicial como científica de los agentes. Soltó un pequeño suspiro y terminó de preparar aquel sanwich que tanto le había costado hacer. Cocinar no era para nada lo suyo y encima tenía los dedos llenos de vendas debido a los múltiples cortes que se hacía a diario. Habían pasado un par de días desde lo pasado en aquella isla de locos y ahora solo quería olvidarse de todo.
- Milena, el cliente se ha quejado de que su merienda estaba sosa ¡Si no sabes ni haces un puto sándwich, vaya vergüenza de personal!
Aquel grito provino del jefe del local. Se trataba de un tipo gordo de bigote prominente y altura considerable. Parecía mosqueado y no tardó en pagarlo con ella. Las ganas de pisarle la cabeza y cortarlo en pedazos habían venido a ella en otra ocasión, pero en aquellos momentos no era la misma. Simplemente asintió con la cabeza y se inclinó un poco en señal de disculpa. Por suerte quedaban cinco minutos para cerrar y eso en parte la hizo suspirar un poco. Otro maldito día más en la mierda. Cuando estaba a punto de salir por la puerta, aquel gordo le cortó el paso y la miró de forma agresiva, colocando la mano en el marco que daba a la salida y negando varias veces.
- Tú te quedas a limpiar todo. Asegúrate de limpiar bien el local, mañana a primera hora te quiero de nuevo en el trabajo y más vale que aprendas a hacer mejores sándwiches o te rebajo el sueldo.
- Sí, señor.
Dijo ella desganada. Eran ya las diez de la noche y al parecer el frío se hacía notar. Se dio la vuelta mirando aquel sitio y se puso a limpiar con la cabeza agachada. Sus ojos rojizos estaban algo apagados y su expresión no era del todo saludable. Era como una zombie más bien y se notaba muy cansada de nuevo. Las ojeras que tenía eran impresionantes y poseía aún algunos cortes y heridas de las peleas que tuvo en aquel sitio.
- Milena, el cliente se ha quejado de que su merienda estaba sosa ¡Si no sabes ni haces un puto sándwich, vaya vergüenza de personal!
Aquel grito provino del jefe del local. Se trataba de un tipo gordo de bigote prominente y altura considerable. Parecía mosqueado y no tardó en pagarlo con ella. Las ganas de pisarle la cabeza y cortarlo en pedazos habían venido a ella en otra ocasión, pero en aquellos momentos no era la misma. Simplemente asintió con la cabeza y se inclinó un poco en señal de disculpa. Por suerte quedaban cinco minutos para cerrar y eso en parte la hizo suspirar un poco. Otro maldito día más en la mierda. Cuando estaba a punto de salir por la puerta, aquel gordo le cortó el paso y la miró de forma agresiva, colocando la mano en el marco que daba a la salida y negando varias veces.
- Tú te quedas a limpiar todo. Asegúrate de limpiar bien el local, mañana a primera hora te quiero de nuevo en el trabajo y más vale que aprendas a hacer mejores sándwiches o te rebajo el sueldo.
- Sí, señor.
Dijo ella desganada. Eran ya las diez de la noche y al parecer el frío se hacía notar. Se dio la vuelta mirando aquel sitio y se puso a limpiar con la cabeza agachada. Sus ojos rojizos estaban algo apagados y su expresión no era del todo saludable. Era como una zombie más bien y se notaba muy cansada de nuevo. Las ojeras que tenía eran impresionantes y poseía aún algunos cortes y heridas de las peleas que tuvo en aquel sitio.
Eichi Tsukasa
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Eichi frunció levemente el ceño mientras miraba el cielo. Hacía un frío que calaba los huesos, además que podía ver como unas nubes empezaban a juntarse de forma intercalada, dando un aspecto de nubosidad parcial por el momento. Había pasado un tiempo desde lo sucedido en esa Sideros, y desde entonces que no había sido el mismo. Por primera vez pudo derrotar completamente a su contraparte, aunque dudaba que eso hubiera sido el final. De todas formas, Akashi no le había vuelto a molestar desde ese entonces, muy seguramente debido a su orgullo que quedó lastimado. Como resultado, el joven pelirrojo había recobrado por completo su personalidad original, aunque obviamente con algunos cambios. Volvía a ser la persona callada de antes del entrenamiento con Saiba, y solo podía mantener una conversación estables con personas que en verdad estimara. Por otro lado, su timidez volvía hacer acto de presencia. No al nivel de antaño, pero si podía notarse con claridad cuando el joven tenía uno de sus episodios. En resumen, había vuelto a ser el Eichi de antes, pero con una actitud mucho más confiada y decida, pero con ciertos problemas en el ámbito social.
– No sé si sea algo bueno o malo – pensó el joven mientras suspiraba.
Por un lado podía decir que se sentía bien al volver a ser el mismo de antes, pero por el otro iba a echar de menos al hablados, calculador y aristócrata de antes. Eichi se encogió de hombros y siguió caminando. Poco podía hacer por el momento, tan solo seguir con sus planes. Pese a su personalidad actual, igual iría a luchar en su isla natal. Mucho más ahora, puesto que había recobrado la mayoría de sus emociones buenas, como la compasión. No sabía que tan lejos podría llegar, pero igual lo iba a intentar. Y si caía... de todas formas seguiría. No se iba a rendir, no ahora. Había perdido mucho para dejar que esa guerra siguiera, más sabiendo lo que podría pasar ahora si se tomaba en cuenta lo sucedido en Síderos.
Un poco de viento surgió, ocasionando que sus cabellos volvieran a revolverse. Su pelo nuevamente había crecido un poco, volviendo a la longitud de antaño. Aunque, ahora que lo pensaba, se le veía mejor con su apariencia madura, por lo que no iba cortárselo. Miró hacia abajo, dando un suspiro de alivio por la ropa que llevaba. Vestía con unos pantalones azules y una camiseta manga larga de color negra. Encima llevaba una chaqueta de color rojo oscuro y una bufanda adornaba su cuello. Lo que más apreciaba de su personalidad original, era la forma de vestirse. En verdad parecía una persona deprimida con tanto negro encima en antaño.
En eso, sus oídos captaron ciertos gritos. Miró con curiosidad como un hombre gordo y feo salía de un local, pero lo curioso es que aún permanecía abierto, pese a las horas. Casi todos los establecimientos se encontraban cerrados a esta hora, por lo que aquello le pareció raro. Y ahora que lo recordaba... ¿No era ese donde Milena trabajaba? Lo recordaba, porque estaba al lado del sitio donde dormía. Inconscientemente, pese a que estaba evitando ir hostal porque no tenía ganas de dormir, había vuelto al sitio original. Dudó por algunos segundos o no, pero luego tomó una bocanada de aire y entró. Allí, limpiando, se encontraba ella. Se estremeció al ver la expresión de su rostro, muy distinta a la que había visto anteriormente.
– ¿Necesitas ayuda? – le preguntó suavemente mientras clavaba sus rojizos orbes en ella.
– No sé si sea algo bueno o malo – pensó el joven mientras suspiraba.
Por un lado podía decir que se sentía bien al volver a ser el mismo de antes, pero por el otro iba a echar de menos al hablados, calculador y aristócrata de antes. Eichi se encogió de hombros y siguió caminando. Poco podía hacer por el momento, tan solo seguir con sus planes. Pese a su personalidad actual, igual iría a luchar en su isla natal. Mucho más ahora, puesto que había recobrado la mayoría de sus emociones buenas, como la compasión. No sabía que tan lejos podría llegar, pero igual lo iba a intentar. Y si caía... de todas formas seguiría. No se iba a rendir, no ahora. Había perdido mucho para dejar que esa guerra siguiera, más sabiendo lo que podría pasar ahora si se tomaba en cuenta lo sucedido en Síderos.
Un poco de viento surgió, ocasionando que sus cabellos volvieran a revolverse. Su pelo nuevamente había crecido un poco, volviendo a la longitud de antaño. Aunque, ahora que lo pensaba, se le veía mejor con su apariencia madura, por lo que no iba cortárselo. Miró hacia abajo, dando un suspiro de alivio por la ropa que llevaba. Vestía con unos pantalones azules y una camiseta manga larga de color negra. Encima llevaba una chaqueta de color rojo oscuro y una bufanda adornaba su cuello. Lo que más apreciaba de su personalidad original, era la forma de vestirse. En verdad parecía una persona deprimida con tanto negro encima en antaño.
En eso, sus oídos captaron ciertos gritos. Miró con curiosidad como un hombre gordo y feo salía de un local, pero lo curioso es que aún permanecía abierto, pese a las horas. Casi todos los establecimientos se encontraban cerrados a esta hora, por lo que aquello le pareció raro. Y ahora que lo recordaba... ¿No era ese donde Milena trabajaba? Lo recordaba, porque estaba al lado del sitio donde dormía. Inconscientemente, pese a que estaba evitando ir hostal porque no tenía ganas de dormir, había vuelto al sitio original. Dudó por algunos segundos o no, pero luego tomó una bocanada de aire y entró. Allí, limpiando, se encontraba ella. Se estremeció al ver la expresión de su rostro, muy distinta a la que había visto anteriormente.
– ¿Necesitas ayuda? – le preguntó suavemente mientras clavaba sus rojizos orbes en ella.
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La pelirroja había pedido ya la cuenta de las mesas que había limpiado una y otra vez desde aquel momento. Tampoco le importaba mucho a decir verdad y tan solo se dedicó a continuar a lo suyo con su expresión calmada de siempre. Tomó de nuevo otro de aquellos pedazos de pan que había devuelto y suspiró mirándolo. Se quedó mirando incluso el cuchillo fijamente y lo cogió despacio. Todo podía ser tan fácil… Solo debía apuntar bien y lanzar un golpe seco sobre su propio corazón y todo habría terminado. Hizo el pequeño amago de hacerlo y entonces notó la puerta abrirse. Tiró el objeto a un lado y después escuchó aquellas palabras. Sus apagados ojos se quedaron mirando despacio a la persona que había dicho aquellas palabras y después alzó un poco la voz.
- ¿Oni-chan?
Preguntó un poco incrédula al verle allí frente a ella. En otro momento se habría lanzado a abrazarle, pero simplemente negó con la cabeza. No quería molestarle y que limpiase algo que no tenía nada que ver con él. Ella misma estaría en otro sitio si tuviese dinero, todo gastado en el regalo que había comprado para cierta persona. Se colocó en pie dejando las cosas sobre una mesa y después de unos momentos se quedó mirando al pelirrojo. No podía sonreír ni tampoco alzar mucho la voz, simplemente le observaba.
- Buenas noches.
Dijo simplemente con un tono de voz algo quebrado. No había rastro alguno de Milena, había desaparecido totalmente de la faz de la tierra. Tan solo quedaba una chica que hablaba despacio y con una expresión parecida a la de un cadáver. Le hizo una leve reverencia al chico como si fuese un cliente más y después se quedó totalmente callada. Lo que hizo a continuación fue mostrar una pequeña sonrisa, pero incluso llegó a ser tétrica. Era demasiado falsa para ser verdad y se veía algo más descuidada. Sus cabellos estaban algo despeinados y no se veía muy cómoda.
- ¿Qué puedo hacer por ti…? – Le dijo de forma educada y seria.
- ¿Oni-chan?
Preguntó un poco incrédula al verle allí frente a ella. En otro momento se habría lanzado a abrazarle, pero simplemente negó con la cabeza. No quería molestarle y que limpiase algo que no tenía nada que ver con él. Ella misma estaría en otro sitio si tuviese dinero, todo gastado en el regalo que había comprado para cierta persona. Se colocó en pie dejando las cosas sobre una mesa y después de unos momentos se quedó mirando al pelirrojo. No podía sonreír ni tampoco alzar mucho la voz, simplemente le observaba.
- Buenas noches.
Dijo simplemente con un tono de voz algo quebrado. No había rastro alguno de Milena, había desaparecido totalmente de la faz de la tierra. Tan solo quedaba una chica que hablaba despacio y con una expresión parecida a la de un cadáver. Le hizo una leve reverencia al chico como si fuese un cliente más y después se quedó totalmente callada. Lo que hizo a continuación fue mostrar una pequeña sonrisa, pero incluso llegó a ser tétrica. Era demasiado falsa para ser verdad y se veía algo más descuidada. Sus cabellos estaban algo despeinados y no se veía muy cómoda.
- ¿Qué puedo hacer por ti…? – Le dijo de forma educada y seria.
Eichi Tsukasa
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El pelirrojo se estremeció y retrocedió unos pasos al escuchar esas palabras. Estuvo seguro que alcanzó a ver una señal de la Milena que conocía, pero fue por tan pocos segundos que a lo mejor se imaginó todo. Vio sus ojos, y no pudo evitar que su mirada se ensombreciera. Ahora que no se encontraban en medio de una guerra, podía meditar más acerca de lo que dijo en Sideros. Si no se equivocaba... entonces era más que obvio quien la había dejado en ese estado. Una sonrisa amargada apareció en su rostro y negó levemente con la cabeza. Se lo había advertido, y ahora estaba pagando el precio. No se lo iba a decir a la cara, él no era una persona cruel, menos con una persona la cual estimaba mucho. Pero... ¿Qué podría hacer ahora? Dudaba que sus palabras de siempre fueran a funcionar, el estado de la pelirroja era demasiado delicado para eso.
– No es necesario que pongas esa fachada conmigo. Sabes muy bien que no te voy a juzgar, Milena – le dijo suavemente el pelirrojo.
Eichi suspiró y, sin decir otra palabra, empezó a ayudarle a limpiar el lugar. Puso las sillas en su lugar y botó la basura que se encontraba encima de las mesas en el basurero. Además limpió en lo que pudo el suelo, principalmente recogiendo los desechos y botándolos. Era lo mínimo que podía hacer para aliviarle la carga a la científica, además nadie podría reprocharle, viendo que ambos se encontraban solos allí. Una vez que notó que ya no estaba tan sucio, asintió satisfecho y luego caminó hacia donde se encontraba Milena. Quedó parado frente a ella mientras mantenía una expresión neutral en su rostro que no delataba nada de lo que se encontraba sintiendo ahora.
– Ahora que no estamos en medio de una guerra, ¿quieres hablar de lo que pasó? – le preguntó con seriedad.
Ahora que se encontraba cerca, pudo ver su rostro a la perfección. Era... deplorable, por no decirlo de otro modo. Sus ojos ya no tenían casi nada de brillo, y unas tremendas ojeras se podían apreciar en sus ojos. La vez anterior fue porque el pelinegro no le tenía en cuenta para sus necesidades, pero nunca creyó que la situación escalaría hasta ese punto. Inconscientemente su mirada bajó hasta su viente, para luego volver a dirigirlos a su rostro. Bueno... en parte podía entender su situación y del por qué ahora estaba así. No pudo evitar sentir algo de rabia hacia ese malnacido, puesto que le hacía recordar cosas que prefería mantener guardado en lo más profundo de su mente.
– No es necesario que pongas esa fachada conmigo. Sabes muy bien que no te voy a juzgar, Milena – le dijo suavemente el pelirrojo.
Eichi suspiró y, sin decir otra palabra, empezó a ayudarle a limpiar el lugar. Puso las sillas en su lugar y botó la basura que se encontraba encima de las mesas en el basurero. Además limpió en lo que pudo el suelo, principalmente recogiendo los desechos y botándolos. Era lo mínimo que podía hacer para aliviarle la carga a la científica, además nadie podría reprocharle, viendo que ambos se encontraban solos allí. Una vez que notó que ya no estaba tan sucio, asintió satisfecho y luego caminó hacia donde se encontraba Milena. Quedó parado frente a ella mientras mantenía una expresión neutral en su rostro que no delataba nada de lo que se encontraba sintiendo ahora.
– Ahora que no estamos en medio de una guerra, ¿quieres hablar de lo que pasó? – le preguntó con seriedad.
Ahora que se encontraba cerca, pudo ver su rostro a la perfección. Era... deplorable, por no decirlo de otro modo. Sus ojos ya no tenían casi nada de brillo, y unas tremendas ojeras se podían apreciar en sus ojos. La vez anterior fue porque el pelinegro no le tenía en cuenta para sus necesidades, pero nunca creyó que la situación escalaría hasta ese punto. Inconscientemente su mirada bajó hasta su viente, para luego volver a dirigirlos a su rostro. Bueno... en parte podía entender su situación y del por qué ahora estaba así. No pudo evitar sentir algo de rabia hacia ese malnacido, puesto que le hacía recordar cosas que prefería mantener guardado en lo más profundo de su mente.
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Milena continuó limpiando hasta que con ayuda del pelirrojo terminaron todo bastante pronto. Ella se quedó mirándolo despacio y escuchó sus palabras. Lo próximo que hizo fue ladear un poco la cabeza. Después de unos segundos caminó lentamente hasta un pequeño barril de cerveza, pero pasó de él. Tomó un pequeño vaso de agua del grifo y después de eso se lo bebió muy despacio mientras soltaba un suspiro. Casi no comía y bebía agua para mantenerse en estado básico. Entrecerró los ojos despacio y simplemente se quedó mirando al pelirrojo con calma. Sus apagados ojos le observaban muy despacio y sin luz alguna en ellos. Finalmente su boca se abrió muy despacio, dejando salir su quebrada voz al mismo tiempo que intentaba sonreír sin éxito.
- No hay nada de qué hablar, Eichi. No deberías estar aquí perdiendo tu tiempo conmigo, tan solo estoy un poco cansada. – Mencionó muy despacio.
No quería hablar de aquel malnacido nunca más y no quería saber nada de lo que hubiese pasado. Lo que hizo a continuación fue guardar todos los platos en su sitio y finalmente quitase la camisa, pero esta vez dándole la espalda a él. En otra ocasión se habría desnudado allí mismo sin importarle, pero no era la misma. Se colocó una sudadera de color negro y después se dio la vuelta de nuevo. Se quitó los incómodos zapatos y se puso unas sandalias de madera. Después de aquello caminó hasta donde estaba el chico y no pudo evitar mirarle despacio. Estiró su mano muy lentamente hasta colocar sus helados dedos en su mejilla y después de aquello le pudo sonreír un poco. El tacto era suave y cálido.
- Gracias por venir a verme, pero estoy mucho mejor…
Dijo mintiendo de forma descarada al mismo tiempo que parpadeaba un par de veces más rápido de lo habitual. Su estómago gruñó un poco y lejos de avergonzarse simplemente miró hacia abajo y después buscó algo de pan. Aunque el que había era duro y en estado pésimo no le importó darle un pequeño bocado. Aquel trabajo le estaba robando parte de su vida, aunque ya no tuviese de aquello. La comida le sabía a ceniza y después de comprobarlo por décima vez aquella semana, tiró el trozo. Soltó un suspiro de nuevo y después estiró su mano de forma inconsciente hacia la del pelirrojo, tomándola.
- No hay nada de qué hablar, Eichi. No deberías estar aquí perdiendo tu tiempo conmigo, tan solo estoy un poco cansada. – Mencionó muy despacio.
No quería hablar de aquel malnacido nunca más y no quería saber nada de lo que hubiese pasado. Lo que hizo a continuación fue guardar todos los platos en su sitio y finalmente quitase la camisa, pero esta vez dándole la espalda a él. En otra ocasión se habría desnudado allí mismo sin importarle, pero no era la misma. Se colocó una sudadera de color negro y después se dio la vuelta de nuevo. Se quitó los incómodos zapatos y se puso unas sandalias de madera. Después de aquello caminó hasta donde estaba el chico y no pudo evitar mirarle despacio. Estiró su mano muy lentamente hasta colocar sus helados dedos en su mejilla y después de aquello le pudo sonreír un poco. El tacto era suave y cálido.
- Gracias por venir a verme, pero estoy mucho mejor…
Dijo mintiendo de forma descarada al mismo tiempo que parpadeaba un par de veces más rápido de lo habitual. Su estómago gruñó un poco y lejos de avergonzarse simplemente miró hacia abajo y después buscó algo de pan. Aunque el que había era duro y en estado pésimo no le importó darle un pequeño bocado. Aquel trabajo le estaba robando parte de su vida, aunque ya no tuviese de aquello. La comida le sabía a ceniza y después de comprobarlo por décima vez aquella semana, tiró el trozo. Soltó un suspiro de nuevo y después estiró su mano de forma inconsciente hacia la del pelirrojo, tomándola.
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"Es una mentira", fue lo primero que pasó por su mente al escuchar la respuesta de la pelirroja. El no era una persona que tuviera la habilidad para juzgar cuando una persona estaba diciendo la verdad o no, pero este caso era diferente. Él conocía como era Milena, y su apariencia actual era muy diferente a la de antes. Fue por eso que pudo averiguar que no estaba siendo honesta... Eso y, básicamente, porque ya sabía lo que sucedió. Ella misma se lo dijo en Sideros, después de todo. Aunque, a decir verdad, tenía la sospecha que no quiso decir eso y que se le había escapado debido a su momento de debilidad. De todas formas, lo hecho ya estaba. Solo quedaba animarla de alguna forma, pese a lo difícil que sería. Todo estaba en su contra, después de todo. Lo que dijera podría interpretarse mal o, simplemente, podría hacer que las cosas se pusieran peores, y eso no sería nada agradable con la mentalidad actual de la científica.
– Muy cansada dice – pensó de forma amargada, al tiempo que maldecía nuevamente al pelinegro. Pensar que pudo llegar tan lejos, lo suficiente para destruir a la pelirroja...
Parpadeó levemente al sentir como la científica tocaba su mejilla. Se estremeció levemente al sentir el frío de su piel, que contrastaba perfectamente con la suya. Viendo lo abrigado que estaba y a que ya no se encontraba con todo el frío de afuera... Era normal que su temperatura corporal hubiera subido de una manera alarmante. Tuvo que aguantarse las ganas de resoplar y negó con la cabeza. Si así se encontraba cuando estaba en un buen estado, ni quería imaginarse cuando se encontraba en un pésimo. Frunció el ceño al notar como su estómago gruñía y, ahora que lo notaba mejor, observó que la pelirroja esta más delgada de lo normal. ¿Acaso se estaba absteniendo de ingerir comida? Pero... va a llegar un punto en que no lo pueda soportar.
Luego de ver como trataba de comer... eso, el joven sintió como la pelirroja tomaba su mano. Lejos de rechazarla, Eichi se dejó y apretó levemente la extremidad. Se quedaron así durante algunos segundos y luego negó con la cabeza. Sabía de sobra lo que debía hacer por el momento, por lo que observó fijamente a los ojos apagados de Milena.
– Espérame un momento –
Lentamente soltó la mano de la científica y se metió en la cocina. Sacó todo lo necesario y empezó a cocinar a una velocidad sorprendente, casi ni podía notarse los movimientos que hacía con el cuchillo. Normalmente eso sería perjudicial para el cocinero hacer eso, pero el pelirrojo era una de las pocas excepciones que podía encontrarse. Tenía la velocidad necesaria para cocinar a una rapidez anormal, pero la suficiente habilidad para que la calidad de sus platos no decayeran por eso mismo. Además, el joven tenía un avanzado y prodigioso sentido del gusto y olfato, por lo que sabía muy bien como usar los ingredientes, además de saber cuando algo estaba bien cocinado, podrido o cuando le faltaba. En términos simples, para cualquier otra persona él sería considerado como un cocinero completo. Velocidad, habilidad y sentido en un solo paquete, y personas como esas rara vez podían encontrarse.
– Come – le dijo mientras le pasaba un plato. Era una tortilla de huevo a simple vista, pero desprendía un buen aroma. Tenía queso, jamón, orégano y... otras cosas de su preciada colección. El resultado era lo que se encontraba pasándole a la pelirroja. – Hazlo por ti y por – bajó un poco la mirada y negó con la cabeza. Miró con seriedad mientra observaba a Milena, esperando lo que haría.
– Muy cansada dice – pensó de forma amargada, al tiempo que maldecía nuevamente al pelinegro. Pensar que pudo llegar tan lejos, lo suficiente para destruir a la pelirroja...
Parpadeó levemente al sentir como la científica tocaba su mejilla. Se estremeció levemente al sentir el frío de su piel, que contrastaba perfectamente con la suya. Viendo lo abrigado que estaba y a que ya no se encontraba con todo el frío de afuera... Era normal que su temperatura corporal hubiera subido de una manera alarmante. Tuvo que aguantarse las ganas de resoplar y negó con la cabeza. Si así se encontraba cuando estaba en un buen estado, ni quería imaginarse cuando se encontraba en un pésimo. Frunció el ceño al notar como su estómago gruñía y, ahora que lo notaba mejor, observó que la pelirroja esta más delgada de lo normal. ¿Acaso se estaba absteniendo de ingerir comida? Pero... va a llegar un punto en que no lo pueda soportar.
Luego de ver como trataba de comer... eso, el joven sintió como la pelirroja tomaba su mano. Lejos de rechazarla, Eichi se dejó y apretó levemente la extremidad. Se quedaron así durante algunos segundos y luego negó con la cabeza. Sabía de sobra lo que debía hacer por el momento, por lo que observó fijamente a los ojos apagados de Milena.
– Espérame un momento –
Lentamente soltó la mano de la científica y se metió en la cocina. Sacó todo lo necesario y empezó a cocinar a una velocidad sorprendente, casi ni podía notarse los movimientos que hacía con el cuchillo. Normalmente eso sería perjudicial para el cocinero hacer eso, pero el pelirrojo era una de las pocas excepciones que podía encontrarse. Tenía la velocidad necesaria para cocinar a una rapidez anormal, pero la suficiente habilidad para que la calidad de sus platos no decayeran por eso mismo. Además, el joven tenía un avanzado y prodigioso sentido del gusto y olfato, por lo que sabía muy bien como usar los ingredientes, además de saber cuando algo estaba bien cocinado, podrido o cuando le faltaba. En términos simples, para cualquier otra persona él sería considerado como un cocinero completo. Velocidad, habilidad y sentido en un solo paquete, y personas como esas rara vez podían encontrarse.
– Come – le dijo mientras le pasaba un plato. Era una tortilla de huevo a simple vista, pero desprendía un buen aroma. Tenía queso, jamón, orégano y... otras cosas de su preciada colección. El resultado era lo que se encontraba pasándole a la pelirroja. – Hazlo por ti y por – bajó un poco la mirada y negó con la cabeza. Miró con seriedad mientra observaba a Milena, esperando lo que haría.
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La pelirroja se alegró al sentir que su mano era tomaba en lugar de rechazada y no pudo evitar sentirse bastante segura y cómoda. Se mantuvo callada en todo momento y en ese momento escuchó a Eichi decir que la esperase. Se quedó sentada tranquilamente con la frente pegada en la mesa y después de unos momentos soltó un pequeño suspiro. No tenía ganas de nada y debía admitir que todo lo que veía era negro como el carbón. La luz había dejado de tener sentido para ella y por aquel mismo motivo no pudo evitar apretar los puños un poco de forma violenta. Entonces a su olfato llegó un olor bastante agradable, el cual no pudo evitar rechazar resoplando. Ya sabía de las dotes del pelirrojo, pero no se esperaba que estuviese cocinando. Cuando le sacó aquella tortilla no pudo evitar mirarle despacio allí sentada.
La chica no pudo evitar recordar el momento en el que le conoció, en aquella isla donde le amenazó obligándole a hacerle un masaje. También el momento en el que ambos se desataron en el lago y terminaron haciendo algo prohibido. Todos los instantes en el que pese a ser ella la más fuerte de los dos, él pudo cuidarla de situaciones que se le escapaban. Eichi era como una especie de ángel guardián que tenía con ella. Finalmente cogió el tenedor y mordió un poco de aquel alimento. Como de costumbre, no podía describir el sabor de aquella comida. Comió bastante despacio hasta que le vio irse de nuevo a cocinar. Ella entonces se colocó en pie y caminó hasta dentro de aquel sitio. No pudo evitar colocarle las manos en los hombros y girarlo hacia ella. Sin pensárselo le abrazó despacio y se quedó con los ojos cerrados.
- Nunca sabré agradecerte todo lo que has hecho por mí, Eichi. Eres más hombre que cualquier persona con la que haya estado. Si me diesen la oportunidad de volver atrás en el tiempo, quiero que sepas que ese día en el lago… Habría intentado que fuese permanente.
Una vez dijo aquello, la pelirroja se alzó de puntillas y sin pensarlo trató de darle un dulce pico en los labios. Acto seguido le daría la espalda y desviaría la mirada totalmente. No se había arrepentido de aquello, pues lo merecía muchísimo más que cualquier otra persona. Le daba igual que fuese una persona buscada, para ella era muchísimo más. Esperó que el pelirrojo le regañase por lo que había hecho o simplemente dijese algo que la avergonzase por el beso, como que las cosas no eran así de fáciles o algo parecido, pero estaba lista. Cerró los ojos algo asustada y después apretó los puños.
- P-perdona si te ha molestado…
La chica no pudo evitar recordar el momento en el que le conoció, en aquella isla donde le amenazó obligándole a hacerle un masaje. También el momento en el que ambos se desataron en el lago y terminaron haciendo algo prohibido. Todos los instantes en el que pese a ser ella la más fuerte de los dos, él pudo cuidarla de situaciones que se le escapaban. Eichi era como una especie de ángel guardián que tenía con ella. Finalmente cogió el tenedor y mordió un poco de aquel alimento. Como de costumbre, no podía describir el sabor de aquella comida. Comió bastante despacio hasta que le vio irse de nuevo a cocinar. Ella entonces se colocó en pie y caminó hasta dentro de aquel sitio. No pudo evitar colocarle las manos en los hombros y girarlo hacia ella. Sin pensárselo le abrazó despacio y se quedó con los ojos cerrados.
- Nunca sabré agradecerte todo lo que has hecho por mí, Eichi. Eres más hombre que cualquier persona con la que haya estado. Si me diesen la oportunidad de volver atrás en el tiempo, quiero que sepas que ese día en el lago… Habría intentado que fuese permanente.
Una vez dijo aquello, la pelirroja se alzó de puntillas y sin pensarlo trató de darle un dulce pico en los labios. Acto seguido le daría la espalda y desviaría la mirada totalmente. No se había arrepentido de aquello, pues lo merecía muchísimo más que cualquier otra persona. Le daba igual que fuese una persona buscada, para ella era muchísimo más. Esperó que el pelirrojo le regañase por lo que había hecho o simplemente dijese algo que la avergonzase por el beso, como que las cosas no eran así de fáciles o algo parecido, pero estaba lista. Cerró los ojos algo asustada y después apretó los puños.
- P-perdona si te ha molestado…
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Eichi parpadeó al sentir como unas manos le tomaban de sus hombros y giraban su cuerpo. Miró confusamente a la pelirroja, sin saber a que iba todo eso... hasta que sintió el abrazo. Intentó abrir la boca para decir algo, peri ningún sonido salía de allí. No... no se esperaba esa reacción. El joven pelirrojo estuvo así durante algunos segundos, pero luego cerró sus ojos y abrazó de vuelta a Milena, al tiempo que escuchaba sus palabras con atención. En verdad se sentía honrado, y tuvo que aguantar las ganas de soltar algunas lágrimas. Era la primera vez que le dedicaban un comentario tan sincero de ese estilo. Toda su vida solo había recibido cosas falsas de las demás personas, salvo su primer maestro, Mónica y Tristán, pero no los contaba. Ellos, junto a Saiba y los demás cocineros, eran prácticamente familia, así que lo que pensaban de él no tenía tanto impacto como lo que pensaban personas ajenas. Fue por eso que se acercó a la pelirroja en primer lugar, además de la razón por la que se sentía a gusto con Ban (pese a que habían intentado matarse varias veces). Ambos eran sinceros, y eso era algo que el joven apreciaba más que otra cosa.
En eso, cierto contacto con sus labios hizo que saliera de sus pensamientos. Abrió sus ojos y notó que Milena le había dado un beso. Uno simple, pero era el gesto lo que contaba. Por algunos instantes no pudo reaccionar, pero luego escuchó sus palabras y negó con su cabeza. Miró neutralmente a la pelirroja, para luego cerrar sus ojos y que una media sonrisa se formara en su rostro. Recordaba cierta plática que tuvo con Madara, y eso podía apegarse bastante esta situación. Si no fuera porque no había forma que el pelinegro pudiera saber, le hubiera llamado adivino.
– Voy a decir lo que pienso y siento – Eichi suspiró y miró de forma decidida a la pelirroja. – Toda mi vida solo he recibido elogios y palabras falsas. Pocas personas me vieron como soy, pero... Esas eran prácticamente familia, así que no tenían el impacto suficiente – Una sonrisa se formó en el rostro y clavó sus ojos en los de Milena. – ¿Sabes porque me acerqué a ti en primer lugar? Porque tu personalidad me atrajo, además que fuiste la primera persona que me trató con franqueza y no con falsedad. Y eso, aunque hubiera sido algo negativo, cosa que no fue, lo apreciaré para el resto de mi vida – dio un pequeño suspiró y se dispuso a terminar con su monólogo, al tiempo que volvía a abrazar a la científica. – Ojalá pudiera haberte conocido antes, quizá las cosas hubieran sido distintas. A mí... también me hubiera gustado, esa es mi respuesta – se separó de Milena y le miró tranquilamente, esperando su reacción.
Ahí estaba, por primera vez se había desquitado emocionalmente con alguien. Lo irónico de todo esto... era que ese Shichibukai había indirectamente intervenido. Si no fuer por él, dudaba que hubiera tenido el coraje de decir todo lo que dijo. De todas formas, ya estaba hecho, y ahora podía sentir como se saca un peso de encima.
En eso, cierto contacto con sus labios hizo que saliera de sus pensamientos. Abrió sus ojos y notó que Milena le había dado un beso. Uno simple, pero era el gesto lo que contaba. Por algunos instantes no pudo reaccionar, pero luego escuchó sus palabras y negó con su cabeza. Miró neutralmente a la pelirroja, para luego cerrar sus ojos y que una media sonrisa se formara en su rostro. Recordaba cierta plática que tuvo con Madara, y eso podía apegarse bastante esta situación. Si no fuera porque no había forma que el pelinegro pudiera saber, le hubiera llamado adivino.
– Voy a decir lo que pienso y siento – Eichi suspiró y miró de forma decidida a la pelirroja. – Toda mi vida solo he recibido elogios y palabras falsas. Pocas personas me vieron como soy, pero... Esas eran prácticamente familia, así que no tenían el impacto suficiente – Una sonrisa se formó en el rostro y clavó sus ojos en los de Milena. – ¿Sabes porque me acerqué a ti en primer lugar? Porque tu personalidad me atrajo, además que fuiste la primera persona que me trató con franqueza y no con falsedad. Y eso, aunque hubiera sido algo negativo, cosa que no fue, lo apreciaré para el resto de mi vida – dio un pequeño suspiró y se dispuso a terminar con su monólogo, al tiempo que volvía a abrazar a la científica. – Ojalá pudiera haberte conocido antes, quizá las cosas hubieran sido distintas. A mí... también me hubiera gustado, esa es mi respuesta – se separó de Milena y le miró tranquilamente, esperando su reacción.
Ahí estaba, por primera vez se había desquitado emocionalmente con alguien. Lo irónico de todo esto... era que ese Shichibukai había indirectamente intervenido. Si no fuer por él, dudaba que hubiera tenido el coraje de decir todo lo que dijo. De todas formas, ya estaba hecho, y ahora podía sentir como se saca un peso de encima.
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La joven notó el abrazo del pelirrojo y se relajó bastante. Notaba que el corazón le iba rapidísimo después de lo que había hecho, pues esta vez no estaba buscando jugar con él. Temblaba por tener algo de miedo a sus palabras, pero entonces empezó a escucharlas despacio. No sabía qué responderle, estaba realmente nerviosa y sus manos no paraban de vibrar. Era demasiado agradable y muy terrible al mismo tiempo. Tenía ganas de salir corriendo con la cabeza agachada y no mirar atrás. No había tenido aquella sensación nunca y no pudo evitar después de todo mirarle a los ojos. Iba a ser su última oportunidad y no quería desperdiciarla de ninguna manera o sería su fin de una maldita vez. Se armó de valor y entonces le miró a los ojos.
- Nunca es tarde para nada, Eichi. Yo casi destrozo mi vida con un hombre que simplemente me ha usado. No sé si tú ya tienes la felicidad en otra persona y en ese caso me disculpo por el beso ante ti y ella… Pero…
No pudo terminar su frase y simplemente se quedó mirándole en silencio. El pelirrojo la trataba de una forma que la hacía sentir segura de verdad y además la trataba muy bien. Si había un último tren en la vida era aquel y como decían, lo bueno se hacía esperar. Tragó saliva y entonces dio un paso hacia él, mirándole a los ojos y sintiéndose de nuevo nerviosa. No podía hablar, era como si la voz no le saliera de la boca. Entonces apretó los puños un poco y se dio un golpe con la mesa, el dolor la hizo reaccionar. Incluso podía ser la última vez que habría y todo la boca para decir algo.
- Voy a dejar este antro y voy a vivir en Enies Lobby junto a mis compañeros Taiga y Castor. Así podré tener comida, alojamiento y trabajar para el gobierno. Voy a tener muchos más días libres y bueno… Eichi ¿Sabes por qué te tomé en el lago y tontee contigo en el hotel? Sé que no es muy creíble, pero tú mismo has dicho que soy sincera contigo. Te amo…
Y así fue cómo el rostro de la pelirroja volvió a tomar un poco de color, pero esta vez a rojizo. No quería ver la cara del chico al decirlo y por ello pegó su frente al pecho de él y cerró los ojos un poco asustada por su reacción. Ya lo había dicho y después de lo que dijese podía pasar una cosa u otra. Susurró algo entonces en su actual postura.
- No va a cambiar lo que siento… Pero creo que esta es mi última oportunidad para decírtelo ¿Me rechazas o…? – Iba directa al grano, pero con mucho miedo.
- Nunca es tarde para nada, Eichi. Yo casi destrozo mi vida con un hombre que simplemente me ha usado. No sé si tú ya tienes la felicidad en otra persona y en ese caso me disculpo por el beso ante ti y ella… Pero…
No pudo terminar su frase y simplemente se quedó mirándole en silencio. El pelirrojo la trataba de una forma que la hacía sentir segura de verdad y además la trataba muy bien. Si había un último tren en la vida era aquel y como decían, lo bueno se hacía esperar. Tragó saliva y entonces dio un paso hacia él, mirándole a los ojos y sintiéndose de nuevo nerviosa. No podía hablar, era como si la voz no le saliera de la boca. Entonces apretó los puños un poco y se dio un golpe con la mesa, el dolor la hizo reaccionar. Incluso podía ser la última vez que habría y todo la boca para decir algo.
- Voy a dejar este antro y voy a vivir en Enies Lobby junto a mis compañeros Taiga y Castor. Así podré tener comida, alojamiento y trabajar para el gobierno. Voy a tener muchos más días libres y bueno… Eichi ¿Sabes por qué te tomé en el lago y tontee contigo en el hotel? Sé que no es muy creíble, pero tú mismo has dicho que soy sincera contigo. Te amo…
Y así fue cómo el rostro de la pelirroja volvió a tomar un poco de color, pero esta vez a rojizo. No quería ver la cara del chico al decirlo y por ello pegó su frente al pecho de él y cerró los ojos un poco asustada por su reacción. Ya lo había dicho y después de lo que dijese podía pasar una cosa u otra. Susurró algo entonces en su actual postura.
- No va a cambiar lo que siento… Pero creo que esta es mi última oportunidad para decírtelo ¿Me rechazas o…? – Iba directa al grano, pero con mucho miedo.
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Literalmente, Eichi se había quedado sin habla. Al principio de su monólogo, se alegraba que fuera a vivir a Enies Lobby junto a Taiga. El rubio, pese a que intentó apresarlo, era una buena persona. En cuanto al otro... mientras no se pasara, no le iba a decir nada. No... no confiaba demasiado en él, pero si Milena lo hacía; entonces haría el intento. Eso último que dijo... lo dejó completamente atónito. Sabía de sobra que la pelirroja la trataba de mejor forma que a los demás, pero nunca se esperó que fuera por esa razón. ¿Qué podría responder? Cerró sus ojos y pensó en todo las cosas que sucedieron con la científica. La había visto en sus peores momentos, le había aconsejado cuando el otro la tenía mal... Y pese a todo, no pudo evitar caer en la tentación, pese a que ya tenía pareja. Como bien se lo había mencionado a Madara, él mismo había huido de todo eso, e incluso una de las razones, aunque no una notoria, para pelear el trono fue eso. Esa mole... enserio, debería ser un adivino.
Abrió sus ojos y miró a Milena. Le hacía recordar todo lo que le sucedió cuando murió Akashi. Si no hubiera sido por sus pocos seres queridos, probablemente seguiría siendo el hombre que le tenía miedo hasta su propia sombra. Ahora la pregunta era... ¿correspondería a los sentimientos de la científica, pese a lo ocurrido con el pelinegro? No... no tenía que pensarlo. Aunque pudiera llegar a arrepentirse más adelante, ahora solo viviría en el pasado. Como decía cierta persona: solo se vivía una vez, y había que disfrutar la vida al máximo, con su ventajas y desventajas que eso conllevara. Correría el riesgo, esa era su decisión.
Sin decir palabra alguna, juntó sus labios con los de ella, intentando demostrar todos sus sentimientos con aquel gesto. No supo cuando tiempo estuvieron así, pero para cuando se separaron, su rostro parecía un tomate maduro. Era lo más atrevido que había hecho en su vida (siendo el mismo), pero... no podía negar que se sentía bien.
– Yo... igual te amo... Y acepto tus sentimientos – respondió mientras acariciaba sus cabellos. Era un riesgo lo que estaba haciendo, si se tomaba en cuenta la situación, pero... Era algo que tenía asumido, y estaba dispuesto a correrlo. Si ocurría algo de por medio... entonces enfrentaría las consecuencias, con todo lo que eso conllevara.
Abrió sus ojos y miró a Milena. Le hacía recordar todo lo que le sucedió cuando murió Akashi. Si no hubiera sido por sus pocos seres queridos, probablemente seguiría siendo el hombre que le tenía miedo hasta su propia sombra. Ahora la pregunta era... ¿correspondería a los sentimientos de la científica, pese a lo ocurrido con el pelinegro? No... no tenía que pensarlo. Aunque pudiera llegar a arrepentirse más adelante, ahora solo viviría en el pasado. Como decía cierta persona: solo se vivía una vez, y había que disfrutar la vida al máximo, con su ventajas y desventajas que eso conllevara. Correría el riesgo, esa era su decisión.
Sin decir palabra alguna, juntó sus labios con los de ella, intentando demostrar todos sus sentimientos con aquel gesto. No supo cuando tiempo estuvieron así, pero para cuando se separaron, su rostro parecía un tomate maduro. Era lo más atrevido que había hecho en su vida (siendo el mismo), pero... no podía negar que se sentía bien.
– Yo... igual te amo... Y acepto tus sentimientos – respondió mientras acariciaba sus cabellos. Era un riesgo lo que estaba haciendo, si se tomaba en cuenta la situación, pero... Era algo que tenía asumido, y estaba dispuesto a correrlo. Si ocurría algo de por medio... entonces enfrentaría las consecuencias, con todo lo que eso conllevara.
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El cuerpo de la pelirroja continuaba temblando a la espera de las palabras del pelirrojo. Sentía un miedo terrible recorrerla y debía admitir que era uno de los momentos más tensos de su vida. En ese momento soltó el mayor suspiro de su vida y alzó la mirada para disculparse, pues el silencio podía estar teniendo que ver en la decisión de Eichi. A lo mejor no quería y por ello no respondía, por educación. Entonces notó al joven sobre ella y sus labios aprisionar los suyos de aquella forma. Milena abrió los ojos bastante y su cuerpo se tensó. Un ligero rubor apareció en su rostro y su expresión se relajó del todo. No pudo evitar rodear el cuello del chico con sus brazos y después de aquello pegarse un poco más a él. Se sentía demasiado bien y eso debía admitirlo. Terminó notando la separación y le había parecido corto.
- Eichi…
Dijo con los ojos un poco humedecidos. Su mirada cambió lentamente a una de felicidad, de hecho, muy pocas veces en la vida había tenido aquella mirada. Saltó sobre él sin pensárselo y de nuevo le besó. Esta vez estuvo al menos dos minutos enteros si él no se separaba. Ese beso había llevado mucho cariño y dulzura. Entonces se separó despacio mirándole a los ojos de forma dulce y no pudo evitar sentirse bien por dentro. Él la había ayudado desde el principio y no podía evitar sentirse bien. Era como si el mundo hubiese tomado color de nuevo. Tenía ganas de entrenar, de luchar y por supuesto de seguir mejorando como científica. Ahora que tendría un hogar junto a sus amigos, tendría bastante tiempo incluso.
- Si esto es un sueño, no me gustaría despertar nunca. He estado equivocada, pero ahora sé lo que es ser feliz por una vez…
Estiró la mano hasta la mesa y tomó un trozo de aquella tortilla, la llevó a la boca despacio y la masticó un poco mientras le miraba con calma. Notó de nuevo aquel delicioso sabor y no pudo evitar mirarle de forma amable. Colocó su mano en la mejilla de él y acto seguido le dio un leve toque en el hombro.
- ¿Me cocinarías tu mejor plato, chef Eichi-sama? – Le dijo divertida al mismo tiempo que cogía de uno de los armarios un sombrero blanco de chef y trataba de colocárselo en la cabeza despacio para ver cómo le quedaba. – “Gracias, Eichi…” – Pensó en su mente mientras trataba de contener sus lágrimas.
El destino había sido muy cabrón con ella, pero al fin había llegado la persona que sería la que esperaba. Pensaba luchar por él al máximo y lo daría todo para poder protegerlo. De hecho, ya estaba desde hacía días haciéndole un regalo fabricado por ella, pero ahora le hacía mucha más ilusión terminarlo. Lo siguiente que hizo fue tomar sus manos despacio y disimuladamente las miró, analizando la talla que podía tener de guante. Tras aquello esperó respuesta mirándole de forma muy distinta. Había recuperado su mirada.
- Eichi…
Dijo con los ojos un poco humedecidos. Su mirada cambió lentamente a una de felicidad, de hecho, muy pocas veces en la vida había tenido aquella mirada. Saltó sobre él sin pensárselo y de nuevo le besó. Esta vez estuvo al menos dos minutos enteros si él no se separaba. Ese beso había llevado mucho cariño y dulzura. Entonces se separó despacio mirándole a los ojos de forma dulce y no pudo evitar sentirse bien por dentro. Él la había ayudado desde el principio y no podía evitar sentirse bien. Era como si el mundo hubiese tomado color de nuevo. Tenía ganas de entrenar, de luchar y por supuesto de seguir mejorando como científica. Ahora que tendría un hogar junto a sus amigos, tendría bastante tiempo incluso.
- Si esto es un sueño, no me gustaría despertar nunca. He estado equivocada, pero ahora sé lo que es ser feliz por una vez…
Estiró la mano hasta la mesa y tomó un trozo de aquella tortilla, la llevó a la boca despacio y la masticó un poco mientras le miraba con calma. Notó de nuevo aquel delicioso sabor y no pudo evitar mirarle de forma amable. Colocó su mano en la mejilla de él y acto seguido le dio un leve toque en el hombro.
- ¿Me cocinarías tu mejor plato, chef Eichi-sama? – Le dijo divertida al mismo tiempo que cogía de uno de los armarios un sombrero blanco de chef y trataba de colocárselo en la cabeza despacio para ver cómo le quedaba. – “Gracias, Eichi…” – Pensó en su mente mientras trataba de contener sus lágrimas.
El destino había sido muy cabrón con ella, pero al fin había llegado la persona que sería la que esperaba. Pensaba luchar por él al máximo y lo daría todo para poder protegerlo. De hecho, ya estaba desde hacía días haciéndole un regalo fabricado por ella, pero ahora le hacía mucha más ilusión terminarlo. Lo siguiente que hizo fue tomar sus manos despacio y disimuladamente las miró, analizando la talla que podía tener de guante. Tras aquello esperó respuesta mirándole de forma muy distinta. Había recuperado su mirada.
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"Es la primera vez que la veo así", pensó un sorprendido pelirrojo. Obviamente había visto a la científica sonreír en varias ocasiones, pero esas... No, no llegaban a compararse con la de ahora. Era sincera y a la vez dulce, algo que en verdad nunca pensó ver en su rostro. Negó un poco con la cabeza y levemente sonrío. Si... al parecer tomó la decisión correcta al momento. Dudaba que fuera a arrepentirse, pero si llegaba a suceder algo... No, no pensaría en negativo. Estaba lleno de optimismo ahora, dudaba que algo lo matara emocionalmente ahora. Incluso... tenía una meta para sobrevivir a esa guerra. No, no morirá. Superaría sus propios límites para no morir, incluso si terminaba hecho mierda.
Recibió otro beso por parte de Milena, al que correspondió apasionadamente. Si... podía notar que era distinto al de aquella vez en el lago, muy distinto (pese a que no estuvo muy lúcido en ese entonces). Escuchó las palabras de Milena una vez que se separaron, y no pudo evitar sonreír de forma traviesa. ¿Su mejor plato? Nunca lo había pensado, pero... Estaba dispuesto a intentarlo. En su estado actual, incluso pensaba que podría crear algo que superara a la cocina de su hermana adoptiva. Así de bien se sentía, y esperaba que el sentimiento no se fuera. Recibió gustosamente el gorro de chef y empezó a cocinar, no sin antes besar a la pelirroja otra vez.
– ¿Para ti? Por supuesto, Mile-chan – Eichi sonrío y se puso manos a la obra.
Tardó su tiempo en hacer todo, pese a que pudo hacerlo todo más rápido. No, se tomó todo lo necesario para hacer ese plato a la perfección. No iba haber margen de error, no lo permitiría. Al final, el resultado fue satisfactorio. Con su sentido del gusto desarrollado, pudo ver que este había sido el mejor plato que había preparado. Su memoria eidética no tenía registrado algo similar, así que debía ser cierto. Asintió para si mismo y colocó el plato frente a Milena, además de un vaso de naranja natural. Viendo el estado que se encontraba, al menos en lo físico, el joven decidió hacer ese jugo nutritivo para que repusiera energías.
– Risotto con queso parmesano, además de un jugo natural de naranja. Es lo mejor que he hecho hasta ahora – le dijo mientras se dejaba caer en una silla. Se cansó luego de hacer eso, pero... Valía la pena. Si esa sonrisa no era borrada nunca, entonces haría lo necesario para que así fuera.
Recibió otro beso por parte de Milena, al que correspondió apasionadamente. Si... podía notar que era distinto al de aquella vez en el lago, muy distinto (pese a que no estuvo muy lúcido en ese entonces). Escuchó las palabras de Milena una vez que se separaron, y no pudo evitar sonreír de forma traviesa. ¿Su mejor plato? Nunca lo había pensado, pero... Estaba dispuesto a intentarlo. En su estado actual, incluso pensaba que podría crear algo que superara a la cocina de su hermana adoptiva. Así de bien se sentía, y esperaba que el sentimiento no se fuera. Recibió gustosamente el gorro de chef y empezó a cocinar, no sin antes besar a la pelirroja otra vez.
– ¿Para ti? Por supuesto, Mile-chan – Eichi sonrío y se puso manos a la obra.
Tardó su tiempo en hacer todo, pese a que pudo hacerlo todo más rápido. No, se tomó todo lo necesario para hacer ese plato a la perfección. No iba haber margen de error, no lo permitiría. Al final, el resultado fue satisfactorio. Con su sentido del gusto desarrollado, pudo ver que este había sido el mejor plato que había preparado. Su memoria eidética no tenía registrado algo similar, así que debía ser cierto. Asintió para si mismo y colocó el plato frente a Milena, además de un vaso de naranja natural. Viendo el estado que se encontraba, al menos en lo físico, el joven decidió hacer ese jugo nutritivo para que repusiera energías.
– Risotto con queso parmesano, además de un jugo natural de naranja. Es lo mejor que he hecho hasta ahora – le dijo mientras se dejaba caer en una silla. Se cansó luego de hacer eso, pero... Valía la pena. Si esa sonrisa no era borrada nunca, entonces haría lo necesario para que así fuera.
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La joven se sentó en la mesa un poco impaciente mientras cocinaba. Mientras tanto sacó de su mochila una pequeña libreta y un lápiz. Se aseguró de que el pelirrojo no mirase y mostró el boceto de unos guanteletes. Empezó a apuntar medidas y a colocar algunos números en la zona de los nudillos, los cuales tenían una especia de capsulas. Se notaba que estaba preparando algo grande y no un arma cualquiera. Se rio un poco de forma disimulada y también les dibujó algunos detalles más. Estaba pendiente del chico por si se giraba cambiar de página rápidamente. Entonces pudo saber que estaba terminando el plato y guardó sus cosas de forma rápida, esperando a ver lo que había preparado el pelirrojo. Alzó la ceja al ver el plato que tenía frente a sus ojos.
Lo primero que hizo fue darle un leve trago al zumo, el cual era amargo como las naranjas, pero tenía ese regusto especial que tenía lo natural. Sonrió de forma calmada y después tomó con el tenedor un poco soplándole primero para que no se quemase. Acto seguido lo metió en su boca y masticó despacio. Debía admitir que el sabor fue de lo mejor que había probado y no tardó mucho en soltar un gemido. Si la maravilla podía comerse era aquello sin duda. Continuó comiendo muy despacio y acto seguido se quedó mirando a Eichi.
- Increíble… Está buenísimo. No puedo dejar de comer…
Terminó diciendo mientras masticaba un poco más aquel alimento. Pinchada tras pinchada fue haciéndose a la idea de que iba a terminarse y aquello la hizo fruncir el ceño. El queso estaba perfecto y el arroz en su punto. Estaba cansada de comer pan duro y agua y por ello mostró una expresión feliz en su rostro. Terminó la comida y el zumo también y notó una sensación agradable en su estómago. El calorcito en su cuello y el regusto de la bebida eran geniales. Había comido bien después de mucho tiempo. Lo siguiente que hizo fue echar el plato a un lado y mirar al pelirrojo a los ojos de forma calmada.
- Estaba realmente delicioso. Debo decir que nadie me había preparado algo tan rico nunca, mis felicitaciones, chef Eichi. Creo que acabo de descubrir mi comida favorita. – Le dijo entonces acercándose a él despacio. ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta o a hospedarnos a algún sitio? Eso si no tienes nada que hacer, claro. – Le mencionó haciéndole una reverencia, jugando con él de forma divertida.
Lo primero que hizo fue darle un leve trago al zumo, el cual era amargo como las naranjas, pero tenía ese regusto especial que tenía lo natural. Sonrió de forma calmada y después tomó con el tenedor un poco soplándole primero para que no se quemase. Acto seguido lo metió en su boca y masticó despacio. Debía admitir que el sabor fue de lo mejor que había probado y no tardó mucho en soltar un gemido. Si la maravilla podía comerse era aquello sin duda. Continuó comiendo muy despacio y acto seguido se quedó mirando a Eichi.
- Increíble… Está buenísimo. No puedo dejar de comer…
Terminó diciendo mientras masticaba un poco más aquel alimento. Pinchada tras pinchada fue haciéndose a la idea de que iba a terminarse y aquello la hizo fruncir el ceño. El queso estaba perfecto y el arroz en su punto. Estaba cansada de comer pan duro y agua y por ello mostró una expresión feliz en su rostro. Terminó la comida y el zumo también y notó una sensación agradable en su estómago. El calorcito en su cuello y el regusto de la bebida eran geniales. Había comido bien después de mucho tiempo. Lo siguiente que hizo fue echar el plato a un lado y mirar al pelirrojo a los ojos de forma calmada.
- Estaba realmente delicioso. Debo decir que nadie me había preparado algo tan rico nunca, mis felicitaciones, chef Eichi. Creo que acabo de descubrir mi comida favorita. – Le dijo entonces acercándose a él despacio. ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta o a hospedarnos a algún sitio? Eso si no tienes nada que hacer, claro. – Le mencionó haciéndole una reverencia, jugando con él de forma divertida.
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Eichi sonrío con suficiencia al escuchar el halago de la pelirroja, al tiempo que se cruzaba de brazos. Si había algo en lo que el príncipe de Péndrago tuviera orgullo, era en su comida. Era uno de los pocos, sino el único, pasatiempos que solía tener en su isla natal, a la vez que uno de los que más le relajaba. La verdad, nunca pensó que llegaría hasta este punto. Para cuando se dio cuenta, sus habilidades se habían desarrollado de gran manera, además aún no llegaba a su máximo potencial. Si mal no recordaba, a alguien natural en una área en específica solían llamarlo genio o prodigio. Era un tanto irónico que el área de experticia de un príncipe como él, fuera la cocina. Esas eran tareas considerados como de plebeyos en su familia, pero el pensaba distinto. El pelirrojo bufó un poco y negó internamente; hiciera lo que hiciera, nunca podría ser igual al resto de esos arrogantes. No era él, y fue por esa misma razón que rechazaba a su otro yo.
En eso se dio cuenta que aún no respondía. El joven acarició su cabello, al tiempo que dejaba el traje de chef a un lado. Se ajustó bien su bufanda mientras pensaba en que hacer. Aún no era ni media noche, y no tenía sueño o cansancio alguno. Aquello era raro, viendo que se sobre exigió en esa isla infernal. Aún sentía las secuelas, de hecho, pero simplemente no le molestaba. Puede que los últimos acontecimientos le dieron más energía, de lo que el cansancio pudiera soportar. Como resultado, quedó un energético príncipe sin saber que hacer... Hasta esta noche claro. Clavó sus rojizos orbes en Milena y chasqueó sus dedos. No tenía ni que pensarlo, además ya tenía posada, pero no quería ir allí.
– Aprovechando que casi no queda gente, aprovechemos de dar una vuelta – le dijo mientras le devolvía la reverencia de vuelta, bromeando con ella. Se reincorporó y miró a su alrededor por algunos instantes, y luego negó con la cabeza. Tomó todas las cosas que habían quedado sucias y, rápidamente, las lavó. Una vez que todo hubiera quedado en su sitio, Eichi se acercó hasta la pelirroja y le miró tranquilamente. Pensó en cierto detalles que podía hacer, pero no sabía si lo haría bien. Era nuevo en todo esto, después de todo. El príncipe negó varias veces con la cabeza y le ofreció el brazo a la científica. – ¿Vamos, Mile-chan? – le preguntó, para luego esperar alguna respuesta de su parte.
En eso se dio cuenta que aún no respondía. El joven acarició su cabello, al tiempo que dejaba el traje de chef a un lado. Se ajustó bien su bufanda mientras pensaba en que hacer. Aún no era ni media noche, y no tenía sueño o cansancio alguno. Aquello era raro, viendo que se sobre exigió en esa isla infernal. Aún sentía las secuelas, de hecho, pero simplemente no le molestaba. Puede que los últimos acontecimientos le dieron más energía, de lo que el cansancio pudiera soportar. Como resultado, quedó un energético príncipe sin saber que hacer... Hasta esta noche claro. Clavó sus rojizos orbes en Milena y chasqueó sus dedos. No tenía ni que pensarlo, además ya tenía posada, pero no quería ir allí.
– Aprovechando que casi no queda gente, aprovechemos de dar una vuelta – le dijo mientras le devolvía la reverencia de vuelta, bromeando con ella. Se reincorporó y miró a su alrededor por algunos instantes, y luego negó con la cabeza. Tomó todas las cosas que habían quedado sucias y, rápidamente, las lavó. Una vez que todo hubiera quedado en su sitio, Eichi se acercó hasta la pelirroja y le miró tranquilamente. Pensó en cierto detalles que podía hacer, pero no sabía si lo haría bien. Era nuevo en todo esto, después de todo. El príncipe negó varias veces con la cabeza y le ofreció el brazo a la científica. – ¿Vamos, Mile-chan? – le preguntó, para luego esperar alguna respuesta de su parte.
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La pelirroja observó tranquilamente el brazo que el pelirrojo le estaba extendiendo. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y después de unos momentos extendió la mano hacia él y lo tomó, pegándole a su cuerpo como si fuese ella el hombre. Empezaron a caminar por aquella hermosa isla siendo de noche y tan solo podían verse los ríos de Water Seven siendo cruzados por hermosos animales parecidos a caballos. Ella se mantenía tranquila mirando el cielo nocturno con bastante calma. Entonces fue cuando se dio cuenta de algo y miró a los ojos del pelirrojo. Se frenó en seco y colocó su mano en la mejilla del luchador, quería jugar un poco con él.
- Oni-chan… Ahora deberé usar mi gravedad para mantenerte pegado a la cama… Y deberé hacerte cosas malas mientras no puedes moverte…
Se llevó el dedo índice a los labios mientras colocaba una mirada inocente y después de eso continuó caminando mirando a otro lado, con una mirada algo siniestra. Su afán provocador había revivido, aunque sería solamente con la persona que quería, los demás se llevarían un espadazo. En ese momento pudo ver a su supuesto jefe sentado en un banco comiéndose una palmera de chocolate. Frunció un poco el ceño y entonces caminó hasta él mientras le miraba con superioridad.
- Señor Midoromu, debo decirle que abandono el trabajo. No hace falta que me pague nada, esto es un adiós.
- ¡Los cojones! Tú trabajas para mí y vas a limpiar más mierda mañana por lista.
Dejó de hablar cuando la suela de su bota se estampó en su rostro, tirándole del banco con fuerza y dejándolo allí con los ojos en blanco. Algunos aviones diminutos rondaban su cabeza y la lengua del gordo estaba fuera. Ella chasqueó la lengua y después de unos momentos volvió a mirar al pelirrojo tranquilamente y dedicándole una mirada fiera. Le pasó la mano por el pelo despacio y después juntó su frente con él.
- Siento que hayas visto eso, pequeño. La próxima vez procuraré hacerlo mediante el dialogo ¿Está bien? – No hablaba en serio, pero le gustaba jugar.
- Oni-chan… Ahora deberé usar mi gravedad para mantenerte pegado a la cama… Y deberé hacerte cosas malas mientras no puedes moverte…
Se llevó el dedo índice a los labios mientras colocaba una mirada inocente y después de eso continuó caminando mirando a otro lado, con una mirada algo siniestra. Su afán provocador había revivido, aunque sería solamente con la persona que quería, los demás se llevarían un espadazo. En ese momento pudo ver a su supuesto jefe sentado en un banco comiéndose una palmera de chocolate. Frunció un poco el ceño y entonces caminó hasta él mientras le miraba con superioridad.
- Señor Midoromu, debo decirle que abandono el trabajo. No hace falta que me pague nada, esto es un adiós.
- ¡Los cojones! Tú trabajas para mí y vas a limpiar más mierda mañana por lista.
Dejó de hablar cuando la suela de su bota se estampó en su rostro, tirándole del banco con fuerza y dejándolo allí con los ojos en blanco. Algunos aviones diminutos rondaban su cabeza y la lengua del gordo estaba fuera. Ella chasqueó la lengua y después de unos momentos volvió a mirar al pelirrojo tranquilamente y dedicándole una mirada fiera. Le pasó la mano por el pelo despacio y después juntó su frente con él.
- Siento que hayas visto eso, pequeño. La próxima vez procuraré hacerlo mediante el dialogo ¿Está bien? – No hablaba en serio, pero le gustaba jugar.
Eichi Tsukasa
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Una gota de sudor cayó por si sien al escuchar lo que dijo, al tiempo que negaba levemente con su cabeza para despejar esos pensamientos inapropiados de su mente. Pese a que pudo detectar un tono de broma en la voz de Milena, bajo su punto de vista, recordó cierta situación que ocurrió en esta misma isla. Sus memorias de aquel entonces, pese a que tenía una idea más o menos clara, eran un poco vagas. Tampoco era su culpa, sin embargo. Akashi, hasta lo sucedido en Sideros, influenció mucho su personalidad, a tal punto que ya no se reconocía a sí mismo desde hacía tiempo. Ahora que se encontraba completamente lúcido, se puso a pensar en varias cosas. ¿Volvería a cometer el mismo error de la última vez? Eichi miró la sonrisa de Milena y negó con la cabeza. Si volvía a suceder... probablemente terminara aceptando. Con tal de no volver a ver esa mirada de antes, era capaz de todo. Por otro lado, y si fuera otra persona, el comentario de "hermanito mayor" le abría resultado algo incómodo... Si no fuera porque su familia estaba compuesta de incesto, así que le daba un poco igual.
En eso, notó como Milena se despegaba de su cuerpo. Curioso y algo confuso, vio que se dirigía hacia un señor gordo comiendo una palmera. Ladeó su cabeza hacia un lado al recordar que se trataba de la persona que vio saliendo del bar, al tiempo que esperaba para ver lo que sucedería a continuación. Su mirada impasible y serena, cambió a una molesta al escuchar lo que dijo ese gordo. Normalmente él era alguien pacífico y tímido la mayor parte del tiempo (salvo con gente de confianza), pero cuando se metían con los que consideraba suyos... Era mejor no verlo demasiado en ese estado. Normalmente le importaba bien poco si decía cosas de él (años sufriendo de eso, le volvieron algo inmune), pero ocasiones como esta sacaban su lado más cabrón.
Antes que pudiera actuar, sin embargo, la pelirroja se puso en movimiento y estampó su pie en el rostro del gordo, terminando por tirarlo fuera del barco. Se estremeció un poco por dentro, pero en su mayoría sentía solo satisfacción al ver como ese idiota recibía su merecido. Observó tranquilamente como Milena se acercaba y le dedicaba una sonrisa algo... Bueno, no iba a entrar en detalles. Si aún tuviera la personalidad de su otro yo en modo activo, probablemente hubiera mandado todo a la puta.
– No, está bien. Si no le hubieras pegado, probablemente lo hubiera hecho yo – dijo mientras se encogía de hombros.
A continuación, adoptó una mirada serena y miró al cielo. Aún habían nubes de aquí para allá, pero no parecía que fuese a cubrirse. Por otro lado, seguía haciendo bastante frío, pero eso era lo de menos. Estaba pensando en cierto tema que quería toca, pero en como decírselo a la pelirroja.
– Supongo que... Es hora de ser honesto – mencionó el pelirrojo mientras clavaba sus ojos en los de ella. – Creo que ya sabes parte de eso, pero... Quiero contarte todo mi pasado esta vez y de... cierto deber que tengo – le dijo a Milena mientras esperaba su respuesta. Un ligero viento sacudió sus cabellos, pero poco importaba ahora.
En eso, notó como Milena se despegaba de su cuerpo. Curioso y algo confuso, vio que se dirigía hacia un señor gordo comiendo una palmera. Ladeó su cabeza hacia un lado al recordar que se trataba de la persona que vio saliendo del bar, al tiempo que esperaba para ver lo que sucedería a continuación. Su mirada impasible y serena, cambió a una molesta al escuchar lo que dijo ese gordo. Normalmente él era alguien pacífico y tímido la mayor parte del tiempo (salvo con gente de confianza), pero cuando se metían con los que consideraba suyos... Era mejor no verlo demasiado en ese estado. Normalmente le importaba bien poco si decía cosas de él (años sufriendo de eso, le volvieron algo inmune), pero ocasiones como esta sacaban su lado más cabrón.
Antes que pudiera actuar, sin embargo, la pelirroja se puso en movimiento y estampó su pie en el rostro del gordo, terminando por tirarlo fuera del barco. Se estremeció un poco por dentro, pero en su mayoría sentía solo satisfacción al ver como ese idiota recibía su merecido. Observó tranquilamente como Milena se acercaba y le dedicaba una sonrisa algo... Bueno, no iba a entrar en detalles. Si aún tuviera la personalidad de su otro yo en modo activo, probablemente hubiera mandado todo a la puta.
– No, está bien. Si no le hubieras pegado, probablemente lo hubiera hecho yo – dijo mientras se encogía de hombros.
A continuación, adoptó una mirada serena y miró al cielo. Aún habían nubes de aquí para allá, pero no parecía que fuese a cubrirse. Por otro lado, seguía haciendo bastante frío, pero eso era lo de menos. Estaba pensando en cierto tema que quería toca, pero en como decírselo a la pelirroja.
– Supongo que... Es hora de ser honesto – mencionó el pelirrojo mientras clavaba sus ojos en los de ella. – Creo que ya sabes parte de eso, pero... Quiero contarte todo mi pasado esta vez y de... cierto deber que tengo – le dijo a Milena mientras esperaba su respuesta. Un ligero viento sacudió sus cabellos, pero poco importaba ahora.
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Milena observó el puesto donde aquel idiota había comprado la palmera y por ello no tardó nada en mostrar una sonrisa amable. Caminó despacio hacia aquel sitio y pudo ver al vendedor, el cual era un hombre bajito de cabellos azulados y ojos verdes. El tipo al ver a la pelirroja le dedicó una sonrisa amable y le pidió lo que deseaba. Ella se mantuvo calmada mirando un poco a su alrededor hasta que finalmente divisó lo que buscaba. Una enorme bolsa de patatas fritas con sabor picante, bollos de chocolate y unas enormes empanadillas de atún con tomate. Se relamió despacio y junto a otras golosinas pidió todo. Sabía de sobra que en Enies Lobby tendría un sueldazo y por eso se mantuvo feliz.
Cuando tuvo todo invitó a su chico a sentarse con ella en un banco. Allí escucharía lo que tuviese que decirle perfectamente. Se rascó un poco la cabeza y fue entonces cuando abrió la bolsa sacando uno de los bollos. Mordió despacio aquella delicia sintiendo el rico sabor invadir su boca. El dulce estaba espectacular y colocó todo en medio de ellos dos para que él pudiese coger también lo que prefiriese.
- Cuéntame todo entonces, sabes que voy a entenderlo. Eso sí, me gustaría que me incluyeses si no es molestia… No importa lo que sea.
Dijo entonces con una mirada algo más apenada. Desde lo que le había pasado era muy posesiva y sobreprotectora y no quería quedarse fuera de nada. Se quedó mirándole a los ojos y comiendo despacio. Trataría de permanecer atenta para no perder detalle de nada. Ya sabía algunas cosas sueltas, pero no entendía todo y por ello tenía curiosidad. Tomó una de aquellas patatas y mordió notando después un sabor muy rico. Pese a ser picante tenía un gusto delicioso. Ella se quedó mirando de nuevo al luchador y después colocó su mano en la mejilla derecha.
- Adelante.
Cuando tuvo todo invitó a su chico a sentarse con ella en un banco. Allí escucharía lo que tuviese que decirle perfectamente. Se rascó un poco la cabeza y fue entonces cuando abrió la bolsa sacando uno de los bollos. Mordió despacio aquella delicia sintiendo el rico sabor invadir su boca. El dulce estaba espectacular y colocó todo en medio de ellos dos para que él pudiese coger también lo que prefiriese.
- Cuéntame todo entonces, sabes que voy a entenderlo. Eso sí, me gustaría que me incluyeses si no es molestia… No importa lo que sea.
Dijo entonces con una mirada algo más apenada. Desde lo que le había pasado era muy posesiva y sobreprotectora y no quería quedarse fuera de nada. Se quedó mirándole a los ojos y comiendo despacio. Trataría de permanecer atenta para no perder detalle de nada. Ya sabía algunas cosas sueltas, pero no entendía todo y por ello tenía curiosidad. Tomó una de aquellas patatas y mordió notando después un sabor muy rico. Pese a ser picante tenía un gusto delicioso. Ella se quedó mirando de nuevo al luchador y después colocó su mano en la mejilla derecha.
- Adelante.
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El chico estaba pensando en como podía empezar con su relato y, distraídamente, tomo uno de los dulces que le estaba ofreciendo Milena al tiempo que sonreí al escuchar su tono. Normalmente se hubiera mostrado más reacio a aceptar algo que él no cocino, pero no lo hizo por dos razones. La primera porque necesitaba algo para acompañar su historia, y la segunda porque no quería insultar a Milena con rechazar algo que compró con su dinero. Al cabo de unos minutos meditando, Eichi suspiró y chasqueó su lengua. Si debía empezar con algo, desde el principio de todo siempre vendría siendo una buena opción.
– Primero que todo... Soy un príncipe – le soltó la bomba a la pelirroja. – Creo mencionar que, de pequeño, tuve problemas cardíacos y mi esperanza de vida era, cuanto más, de unos diez a doce años. Debes saber que... yo y todos los de la familia Péndragon, que es el nombre real mío, somos producto de... Incesto. Al de pureza o algo así, la mayoría de los nacidos tenían problemas al nacer debido a eso, y yo fui uno de los desafortunados – Eichi se perdió en sus recuerdos por algunos segundos y, luego, negó con la cabeza. – Mi gemelo nació sano, por lo que fue nombrado heredero al trono. Durante varios años mi hermano fue alabado por todos, y yo pasé a ser un simple "fantasma". Ciertamente, los nobles y mi familia sabían que existía, pero no me tenían en cuenta. Simplemente fui dejado de lado mientras pasaban los años, esperando mi muerte – el pelirrojo dejó escapar una risa amarga mientras se recostaba en su asiento. – Irónicamente, mi hermano fue el único en aquel entonces quien reconoció mi existencia, y la única persona que me trataba bien. Luego llegaron Alice y Mónica, la que considero como una hermana y mi guardían –
Eichi se cayó de repente, recordando exactamente lo que venía después. Inhaló y exhaló varias veces durante algunos momentos, pero luego negó con la cabeza. El propósito oculto de su relato, además de forma un vínculo de honestidad con Milena, era la de enfrentar a su pasado. No se iba acobardar ahora.
– Llegué a mi cumpleaños número trece, superando mis expectativas de vida, pero con una salud frágil. En eso... nadie sabe cómo lo hicieron, pero unos asesinos se infiltraron en el castillo y asesinaron a mi hermano delante de mí. Ya sabes lo que pasó después: paro cardíaco y el trasplante de corazón de Akashi a mi cuerpo – no había necesidad de elaborar, era algo que le había contado cuando se reencontraron en todo ese lío del masaje. – Cuento corto, terminé siendo el heredero y empezaron a prestarme atención... Pero de una forma tan falsa, que aborrecía todo aquello. Incluso mis propios padres querían usarme con un rey títere, básicamente queriendo seguir gobernando usándome a mí como figura pública. Al final, pese a que había gente que me trataba honestamente y de forma sincera, no aguanté más y huí de mi isla... Y si hubiera sido por mí, nunca volvería... pero ciertos acontecimientos hicieron replantearme todo eso – concluyó con la primera fase de su vida.
Eichi tomó una pausa mientras mordía un pedazo del bollo. Debía admitir que estaba delicioso, pero su orgullo de cocinero no admitiría eso, queriendo decir que podría hacer uno mejor. El pelirrojo negó con la cabeza y continuó con su relato.
– Conocí a varias personas luego de eso. A los cocineros del Baratie, que me ayudaron a intentar ser más social. Pese a que me trataban bien, los consideraba como familia. Conocí a Troy allí y... si vez los carteles de precios bajos, puedes hacerte una idea de como terminó todo. Luego... bueno, te conocí a ti en Baterilla, cuando se armó todo ese lío – Eichi se llevó una mano a su cabeza y empezó a rascarse, al tiempo que reía de forma nerviosa. – Y bueno... fuiste la primera desconocida que me trató de esa forma tan agresiva, pero a la ves honesta. Algunas personas se hubieran molestado, pero... a mi me encantó. Luego de eso, dijiste que tus padres habían muerto y... bueno, me recordó a mi hermano. Esas dos cosas hicieron que quisiera conocerte mejor, pero... me enteré de él y.... bueno, me acobardé – dijo mientras bajaba la mirada.
Era por eso que odiaba el destino. Podía ser tan irónico, y a la ves cruel. La primera persona que le trataba bien, ganándose su admiración inicial en el proceso, pero estaba enganchado de otro. Enserio, su suerte apestaba a veces... aunque admitía que estaba cambiando para bien.
– Inicialmente te tomé como alguien fuerte y digno de admirar, pero luego vi tu lado frágil y me descolocó un poco, puesto que no me esperaba eso. Eso y luego lo sucedido en Water Seven, hicieron que mis sentimientos cambiaran de admiración a otra cosa. Solo hasta que tuve una charla con Madara, que no me di cuenta que me había enamorado – se confesó el joven, al tiempo que se ruborizaba un poco. – Conocí a varias personas desde que abandoné mi reino, pero debo decir que eres la más única entre todos los que he conocido... Tu y Ban Midou, pero a él lo considero como un rival a vencer –
Eichi suspiró, casi llegando al final de su relato. Solo quedaban sus objetivos de ahora en más, que era la parte más incómoda a su juicio. Se rascó sus cabellos y prosiguió.
– Recientemente acepté mi rol nuevamente y decidí volver para luchar por la corona. No... no puedo dejar que los nobles y mi familia sigan atormentando a inocentes que no tienen nada que ver en eso, simplemente no puedo – cerró sus ojos y miró directamente a Milena. Sus ojos rojizos brillaban con una determinación nunca antes vista en él. – Es por eso que decidí volver, acabar con esa guerra y... Convertirme en rey – declaró el pelirrojo, para luego quedarse en silencio mientras esperaba respuesta de Milena. Cerró sus ojos y sonrío de lado, al tiempo que acariciaba su mejilla. – Pero me estoy replanteando abolir el sistema de monarquía, debido a lo que pasó hoy y... simplemente dejar el poder a manos de los civiles una vez que lidie con los nobles. Tu... eres más importante que un mero título – dijo finalmente el pelirrojo, para luego quedarse en silencio. Había omitido el detalle de su bipolaridad, pero... ¿Cómo explicar algo que ni él entendía?
– Primero que todo... Soy un príncipe – le soltó la bomba a la pelirroja. – Creo mencionar que, de pequeño, tuve problemas cardíacos y mi esperanza de vida era, cuanto más, de unos diez a doce años. Debes saber que... yo y todos los de la familia Péndragon, que es el nombre real mío, somos producto de... Incesto. Al de pureza o algo así, la mayoría de los nacidos tenían problemas al nacer debido a eso, y yo fui uno de los desafortunados – Eichi se perdió en sus recuerdos por algunos segundos y, luego, negó con la cabeza. – Mi gemelo nació sano, por lo que fue nombrado heredero al trono. Durante varios años mi hermano fue alabado por todos, y yo pasé a ser un simple "fantasma". Ciertamente, los nobles y mi familia sabían que existía, pero no me tenían en cuenta. Simplemente fui dejado de lado mientras pasaban los años, esperando mi muerte – el pelirrojo dejó escapar una risa amarga mientras se recostaba en su asiento. – Irónicamente, mi hermano fue el único en aquel entonces quien reconoció mi existencia, y la única persona que me trataba bien. Luego llegaron Alice y Mónica, la que considero como una hermana y mi guardían –
Eichi se cayó de repente, recordando exactamente lo que venía después. Inhaló y exhaló varias veces durante algunos momentos, pero luego negó con la cabeza. El propósito oculto de su relato, además de forma un vínculo de honestidad con Milena, era la de enfrentar a su pasado. No se iba acobardar ahora.
– Llegué a mi cumpleaños número trece, superando mis expectativas de vida, pero con una salud frágil. En eso... nadie sabe cómo lo hicieron, pero unos asesinos se infiltraron en el castillo y asesinaron a mi hermano delante de mí. Ya sabes lo que pasó después: paro cardíaco y el trasplante de corazón de Akashi a mi cuerpo – no había necesidad de elaborar, era algo que le había contado cuando se reencontraron en todo ese lío del masaje. – Cuento corto, terminé siendo el heredero y empezaron a prestarme atención... Pero de una forma tan falsa, que aborrecía todo aquello. Incluso mis propios padres querían usarme con un rey títere, básicamente queriendo seguir gobernando usándome a mí como figura pública. Al final, pese a que había gente que me trataba honestamente y de forma sincera, no aguanté más y huí de mi isla... Y si hubiera sido por mí, nunca volvería... pero ciertos acontecimientos hicieron replantearme todo eso – concluyó con la primera fase de su vida.
Eichi tomó una pausa mientras mordía un pedazo del bollo. Debía admitir que estaba delicioso, pero su orgullo de cocinero no admitiría eso, queriendo decir que podría hacer uno mejor. El pelirrojo negó con la cabeza y continuó con su relato.
– Conocí a varias personas luego de eso. A los cocineros del Baratie, que me ayudaron a intentar ser más social. Pese a que me trataban bien, los consideraba como familia. Conocí a Troy allí y... si vez los carteles de precios bajos, puedes hacerte una idea de como terminó todo. Luego... bueno, te conocí a ti en Baterilla, cuando se armó todo ese lío – Eichi se llevó una mano a su cabeza y empezó a rascarse, al tiempo que reía de forma nerviosa. – Y bueno... fuiste la primera desconocida que me trató de esa forma tan agresiva, pero a la ves honesta. Algunas personas se hubieran molestado, pero... a mi me encantó. Luego de eso, dijiste que tus padres habían muerto y... bueno, me recordó a mi hermano. Esas dos cosas hicieron que quisiera conocerte mejor, pero... me enteré de él y.... bueno, me acobardé – dijo mientras bajaba la mirada.
Era por eso que odiaba el destino. Podía ser tan irónico, y a la ves cruel. La primera persona que le trataba bien, ganándose su admiración inicial en el proceso, pero estaba enganchado de otro. Enserio, su suerte apestaba a veces... aunque admitía que estaba cambiando para bien.
– Inicialmente te tomé como alguien fuerte y digno de admirar, pero luego vi tu lado frágil y me descolocó un poco, puesto que no me esperaba eso. Eso y luego lo sucedido en Water Seven, hicieron que mis sentimientos cambiaran de admiración a otra cosa. Solo hasta que tuve una charla con Madara, que no me di cuenta que me había enamorado – se confesó el joven, al tiempo que se ruborizaba un poco. – Conocí a varias personas desde que abandoné mi reino, pero debo decir que eres la más única entre todos los que he conocido... Tu y Ban Midou, pero a él lo considero como un rival a vencer –
Eichi suspiró, casi llegando al final de su relato. Solo quedaban sus objetivos de ahora en más, que era la parte más incómoda a su juicio. Se rascó sus cabellos y prosiguió.
– Recientemente acepté mi rol nuevamente y decidí volver para luchar por la corona. No... no puedo dejar que los nobles y mi familia sigan atormentando a inocentes que no tienen nada que ver en eso, simplemente no puedo – cerró sus ojos y miró directamente a Milena. Sus ojos rojizos brillaban con una determinación nunca antes vista en él. – Es por eso que decidí volver, acabar con esa guerra y... Convertirme en rey – declaró el pelirrojo, para luego quedarse en silencio mientras esperaba respuesta de Milena. Cerró sus ojos y sonrío de lado, al tiempo que acariciaba su mejilla. – Pero me estoy replanteando abolir el sistema de monarquía, debido a lo que pasó hoy y... simplemente dejar el poder a manos de los civiles una vez que lidie con los nobles. Tu... eres más importante que un mero título – dijo finalmente el pelirrojo, para luego quedarse en silencio. Había omitido el detalle de su bipolaridad, pero... ¿Cómo explicar algo que ni él entendía?
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Milena no se esperó en ningún momento que el pelirrojo dijese que era un príncipe. No pudo quedar algo impresionada y fue en ese instante que se alegró de no haberlo sabido antes o él hubiese pensado que ella se estaba aprovechando. Soltó un suspiro de alivio y continuó escuchando mientras se llevaba un trozo de patata a la boca. Lo del incesto lo había escuchado en muchísimas historias para mantener la pureza de la sangre, aunque ese tema a ella ni le iba ni le venía. Simplemente continuó atendiendo mientras mordía despacio el bollo de chocolate con toda la calma del mundo. El sitio era ideal para estar tranquilos y el patán de antes continuaba allí tirado en el mundo de los pajaritos. Ella entonces se llevó la mano derecha al flequillo echándoselo a un lado para poder ver mejor al luchador.
Cuando terminó la primera parte de su historia, ella colocó su mano derecha en la mejilla del chico y le acarició despacio mientras le miraba a los ojos de forma seria. Ella no era la única que había tenido mala suerte en su vida al parecer. Apretó un poco los puños al sentirse algo mal consigo misma y después continuó aguantando las ganas de lanzarse hacia él. Sintió algo de rabia cuando dijo que él quería conocerla, pero no por miedo al otro idiota. Se sintió muy culpable en ese momento y tragó algo de saliva. Ya cogería a Castor en la base y le daría un par de collejas bien dadas. Se lo merecía después de todo y ya haría algo para ocuparse de aquellos carteles de ser necesario. Entonces nombró incluso al shichibukai, Eichi conocía a gente bastante peligrosa al parecer. Cuando dijo aquellas palabras sobre ella no pudo evitar mirar a otro lado y darle la espalda a una velocidad increíble.
- ¡Idiota!
Dijo roja como un tomate mientras negaba varias veces seguidas. Entonces notó la mano de él en su rostro y escuchó las últimas palabras. Si quería volver a ser el rey ella no tendría problema, pero esperaba que eso no significase nada malo para ellos. Fue entonces que le dedicó una sonrisa ladeada y después pasó su brazo por encima del hombro de él pegándolo contra ella y mirándolo a los ojos.
- Puedes ser el rey si lo deseas, yo me conformo con una casita pequeña en la isla y que estés conmigo. Eso sí, si va a haber problemas o tonterías en plan que debes casarte con alguien de tu familia o alguien de la realeza o tener un hijo de sangre pura… Lo quiero saber enseguida, no quiero pasar por nada de eso…
Dijo ella un poco asustada mientras le miraba. Lo siguiente que hizo fue abrazarle de forma protectora y colocar la cabeza del pelirrojo en su pecho, no con intenciones pícaras, más bien de cuidado. Colocó su barbilla sobre la cabeza de él y cerró los ojos mientras se mantenía en aquella posición.
- Ahora no deberás pasar por más males. Yo misma me ocuparé de protegerte hasta la muerte… Y no debes preocuparte más por él… Tú eres el único. – Le diría entonces mientras la mantenía pegado a ella.
Cuando terminó la primera parte de su historia, ella colocó su mano derecha en la mejilla del chico y le acarició despacio mientras le miraba a los ojos de forma seria. Ella no era la única que había tenido mala suerte en su vida al parecer. Apretó un poco los puños al sentirse algo mal consigo misma y después continuó aguantando las ganas de lanzarse hacia él. Sintió algo de rabia cuando dijo que él quería conocerla, pero no por miedo al otro idiota. Se sintió muy culpable en ese momento y tragó algo de saliva. Ya cogería a Castor en la base y le daría un par de collejas bien dadas. Se lo merecía después de todo y ya haría algo para ocuparse de aquellos carteles de ser necesario. Entonces nombró incluso al shichibukai, Eichi conocía a gente bastante peligrosa al parecer. Cuando dijo aquellas palabras sobre ella no pudo evitar mirar a otro lado y darle la espalda a una velocidad increíble.
- ¡Idiota!
Dijo roja como un tomate mientras negaba varias veces seguidas. Entonces notó la mano de él en su rostro y escuchó las últimas palabras. Si quería volver a ser el rey ella no tendría problema, pero esperaba que eso no significase nada malo para ellos. Fue entonces que le dedicó una sonrisa ladeada y después pasó su brazo por encima del hombro de él pegándolo contra ella y mirándolo a los ojos.
- Puedes ser el rey si lo deseas, yo me conformo con una casita pequeña en la isla y que estés conmigo. Eso sí, si va a haber problemas o tonterías en plan que debes casarte con alguien de tu familia o alguien de la realeza o tener un hijo de sangre pura… Lo quiero saber enseguida, no quiero pasar por nada de eso…
Dijo ella un poco asustada mientras le miraba. Lo siguiente que hizo fue abrazarle de forma protectora y colocar la cabeza del pelirrojo en su pecho, no con intenciones pícaras, más bien de cuidado. Colocó su barbilla sobre la cabeza de él y cerró los ojos mientras se mantenía en aquella posición.
- Ahora no deberás pasar por más males. Yo misma me ocuparé de protegerte hasta la muerte… Y no debes preocuparte más por él… Tú eres el único. – Le diría entonces mientras la mantenía pegado a ella.
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Eichi ladeó su cabeza hacia un lado, sintiendo algo de confusión al ver como Milena le daba la espalda y le llamaba idiota. ¿Acaso había dicho algo malo en medio de su relato? El pelirrojo era alguien sensible, pero... tendría en ocasiones a no poner un filtro en lo que decía. Lo peor era que no caía en cuenta hasta que era demasiado tarde, y aún así no llevaba a entenderlo del todo hasta que se lo decían directamente a la cara... cosa que rara vez sucedía. El príncipe suspiró y se encogió de hombros, dejándolo pasar por el momento. Solo esperaba que la pelirroja no siguiera enojada por... lo que sea que hubiera hecho. No se perdonaría a sí mismo si hacía algo como eso, justo cuando la científica había salido de su estado monótono.
Suspiró internamente de alivio al ver como volvía a ser la misma. No debió haber sido nada malo, si es que se le pasó el enojo a esa velocidad. Escuchó atentamente sus palabras y se puso algo pensativo. Aún no decidía si quedar como vitalicio (hasta que se muriera o retirara) o decidía dejarlo el cargo al pueblo. Al menos ya sabía que, si elegía la primera opción, Milena le acompañaría. Solo que... si llamaba casa pequeña a lo que tendría preparado, temblaría entonces al ver su concepto ideal de casa grande. Una sonrisa divertida se formó en su rostro por algunos segundos, para luego volver a su semblante sereno.
– Normalmente sería como dices – le reveló a la pelirroja, al tiempo que dejaba salir un suspiro. Antes que pudiera malinterpretarlo, se apresuró con su explicación. – Pero... yo soy un caso particular. Al no tener más hermanos o hermanas, mis restricciones son un poco distintas. Si bien debo tener un heredero antes de los cinco años de mandato, al igual que todos los reyes, mi esposa la puedo elegir yo, sin que nadie pueda evitarlo. Total, mis padres están muertos ya, así que no pueden decir nada acerca de las tradiciones – dijo mientras se encogía de hombros, restando importancia al asunto que sus progenitores ya no estuviera con vida. Era algo que le importaba bien poco, considerando el como lo trataron.
Escuchó las palabras de Milena, y no pudo evitar sonrojarse y bajar la mirada. Se notaba el que el joven no estaba acostumbrado a tratos así, menos en este caso que era su primera experiencia, y no quería cagarla. Miró a la pelirroja por algunos segundos y cerró sus ojos.
– Tengo una pregunta que hacerte – le dijo a la pelirroja mientras suspiraba. Dudó por algunos instantes, pero luego negó con la cabeza. – ¿Qué harás con...? – no alcanzó a terminar de decir eso, puesto que el joven bajó su mirada hasta su vientre, dejando en claro a lo que quería llegar con todo esto. – Si quieres puedo... ayudarte a criarlo – eso último lo dijo en un tono casi inaudible, pero igual podía escucharse debido a la soledad de ese parque. Eichi bajó su mirada un poco mientras esperaba alguna repuesta de Milena.
Suspiró internamente de alivio al ver como volvía a ser la misma. No debió haber sido nada malo, si es que se le pasó el enojo a esa velocidad. Escuchó atentamente sus palabras y se puso algo pensativo. Aún no decidía si quedar como vitalicio (hasta que se muriera o retirara) o decidía dejarlo el cargo al pueblo. Al menos ya sabía que, si elegía la primera opción, Milena le acompañaría. Solo que... si llamaba casa pequeña a lo que tendría preparado, temblaría entonces al ver su concepto ideal de casa grande. Una sonrisa divertida se formó en su rostro por algunos segundos, para luego volver a su semblante sereno.
– Normalmente sería como dices – le reveló a la pelirroja, al tiempo que dejaba salir un suspiro. Antes que pudiera malinterpretarlo, se apresuró con su explicación. – Pero... yo soy un caso particular. Al no tener más hermanos o hermanas, mis restricciones son un poco distintas. Si bien debo tener un heredero antes de los cinco años de mandato, al igual que todos los reyes, mi esposa la puedo elegir yo, sin que nadie pueda evitarlo. Total, mis padres están muertos ya, así que no pueden decir nada acerca de las tradiciones – dijo mientras se encogía de hombros, restando importancia al asunto que sus progenitores ya no estuviera con vida. Era algo que le importaba bien poco, considerando el como lo trataron.
Escuchó las palabras de Milena, y no pudo evitar sonrojarse y bajar la mirada. Se notaba el que el joven no estaba acostumbrado a tratos así, menos en este caso que era su primera experiencia, y no quería cagarla. Miró a la pelirroja por algunos segundos y cerró sus ojos.
– Tengo una pregunta que hacerte – le dijo a la pelirroja mientras suspiraba. Dudó por algunos instantes, pero luego negó con la cabeza. – ¿Qué harás con...? – no alcanzó a terminar de decir eso, puesto que el joven bajó su mirada hasta su vientre, dejando en claro a lo que quería llegar con todo esto. – Si quieres puedo... ayudarte a criarlo – eso último lo dijo en un tono casi inaudible, pero igual podía escucharse debido a la soledad de ese parque. Eichi bajó su mirada un poco mientras esperaba alguna repuesta de Milena.
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La chica continuaba escuchando las palabras del luchador con toda tranquilidad. Si ya no había peligro con nada de aquello podía estar tranquila y de todas formas confiaba en él. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos colocó la cabeza en el hombro de él. Estaba bastante a gusto allí echada mientras la noche continuaba. Mordió una de las empanadillas de atún y tras aquello se rascó un poco la cabeza. Notó un regusto cómodo al hacerlo. En ese momento fue cuando escuchó las siguientes palabras que dijo el pelirrojo. Milena se despegó de él entonces y soltó un pequeño quejido debido a que se impresionó. Su rostro cambió a uno desencajado y que parecía estar viendo a la mismísima muerte de puro terror, pero no era así. La chica agachó la cabeza conteniendo las ganas de llorar y entonces no pudo evitar golpear la parte trasera del banco. Su fuerza hizo que el respaldo cediera.
- No puedo creer que haya gastado estos años de mi vida estando tú tan cerca. Me alegro de haberte amenazado aquel día. Sin duda, no me imagino un mundo sin ti.
Se avergonzó un poco al haber dicho aquella frase, pero entonces fue cuando le tomó la mano y se colocó en pie mientras le miraba. Trató de levantarle y si lo lograba intentaría tratar de tumbarle colocando su pie tras los suyos. Entonces lo tomaría antes de caer como si fuese la típica princesa y le miraría a los ojos de forma normal.
- Creo que necesito una buena ducha después de tanto trabajo ¿Desea mi alteza que le haga un masaje esta vez yo a él? – Mencionó divertida al mismo tiempo que trataba de darle un suave mordisco cariñoso en el labio inferior.
Tras aquello lo dejaría colocarse en pie y después le ofrecería la mano. Si accedía a todo empezaría a caminar junto a él hasta aquella habitación donde estuvo a punto de pasar algo que no llegó. La pelirroja entonces respiró el aire puro de Water Seven y después dirigió de nuevo su mirada hacia él con toda la tranquilidad del mundo.
- Es increíble como pasar de tener ganas de morir a vivir por alguien. – Le mencionó desviando después la mirada y soltando una pequeña risa. Aunque no era sádica como de costumbre. Se notaba feliz.
- No puedo creer que haya gastado estos años de mi vida estando tú tan cerca. Me alegro de haberte amenazado aquel día. Sin duda, no me imagino un mundo sin ti.
Se avergonzó un poco al haber dicho aquella frase, pero entonces fue cuando le tomó la mano y se colocó en pie mientras le miraba. Trató de levantarle y si lo lograba intentaría tratar de tumbarle colocando su pie tras los suyos. Entonces lo tomaría antes de caer como si fuese la típica princesa y le miraría a los ojos de forma normal.
- Creo que necesito una buena ducha después de tanto trabajo ¿Desea mi alteza que le haga un masaje esta vez yo a él? – Mencionó divertida al mismo tiempo que trataba de darle un suave mordisco cariñoso en el labio inferior.
Tras aquello lo dejaría colocarse en pie y después le ofrecería la mano. Si accedía a todo empezaría a caminar junto a él hasta aquella habitación donde estuvo a punto de pasar algo que no llegó. La pelirroja entonces respiró el aire puro de Water Seven y después dirigió de nuevo su mirada hacia él con toda la tranquilidad del mundo.
- Es increíble como pasar de tener ganas de morir a vivir por alguien. – Le mencionó desviando después la mirada y soltando una pequeña risa. Aunque no era sádica como de costumbre. Se notaba feliz.
Eichi Tsukasa
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Notó como Milena ponía su cabeza en su hombro, y simplemente le dejó estar. Cerró sus ojos mientras empezaba a acariciar los rojizos cabellos de la pelirroja, tan parecido a los suyos propios. En ese momento, la científica se separó de golpe, ocasionando que el príncipe se alarmara. Miró a Milena y se estremeció un poco al ver la expresión de su rostro. Si bien no se encontraba enojada, su semblante era más bien como de... ¿Sorpresa? O algo similar a eso. Notó como lágrimas se formaban en su cuenca, provocando que el joven empezara a lamentarse por sus palabras. No fue su intención desencadenar eso, por lo que estuvo a punto de disculparse si hizo algo malo. Bueno... esa era su intención, hasta que Milena golpeó la banca y la tiró al suelo, con él en el proceso. Se pegó un poco en la nuca, pero salvo un poco de dolor, dudara que fuera algo serio.
Mientras intentaba reincorporarse, escuchó atentamente las palabras de la pelirroja. Por fuera se mantenía sereno, pero por dentro dio un enorme suspiro de alivio. Con que se trataba de eso. Si, debía aprender a diferenciar cuando eran lágrimas de alegría, y cuando eran de enojo. Le podría servir a la larga más adelante. Eichi suspiró e intentó colocarse de pie, pero en eso notó la mano de Milena en frente suyo. Parpadeó un poco, sonrío y lo aceptó con gusto... Solo para después sentir como volvía a caer. Cerró sus ojos esperando el impacto, pero notó como unos brazos le envolvían. Abrió sus orbes y se dio cuenta que, para su vergüenza, la científica lo tenía tomado cual princesa... Siendo algo bastante irónico, en su caso.
Una vez que se encontraba completamente de pie, escuchó las palabras de Milena. Sus ojos se abrieron como platos y su mente empezó a divagar por territorio prohibido. Negó con la cabeza y miró a la científica, pero un leve rubor en su rostro delataba en como tomó ese comentario. Si... debía hacerse la idea de tratar con esa personalidad atrevida. Tenía el presentimiento de que, teniendo a su pelirroja cerca, no podría dormir por las noches... Y el príncipe sabía el porque de eso.
– Ciertamente este humilde futuro rey aceptaría un masaje de su reina – le sonrío a Milena. Si bien era un pequeño juego entre ellos, eso que dijo... Bueno, veremos si podía captar el doble significado de sus palabras.
Se dirigieron al hostal donde iban a pasar la noche. Escuchó las palabras de Milena, y no pudo evitar sonreír con algo de nostalgia. Aquella acotación también podía identificarse con él.
– Sé exactamente como te sientes – dijo al melancólico el pelirrojo, al tiempo que pegaba más el cuerpo de la pelirroja con el suyo.
Mientras intentaba reincorporarse, escuchó atentamente las palabras de la pelirroja. Por fuera se mantenía sereno, pero por dentro dio un enorme suspiro de alivio. Con que se trataba de eso. Si, debía aprender a diferenciar cuando eran lágrimas de alegría, y cuando eran de enojo. Le podría servir a la larga más adelante. Eichi suspiró e intentó colocarse de pie, pero en eso notó la mano de Milena en frente suyo. Parpadeó un poco, sonrío y lo aceptó con gusto... Solo para después sentir como volvía a caer. Cerró sus ojos esperando el impacto, pero notó como unos brazos le envolvían. Abrió sus orbes y se dio cuenta que, para su vergüenza, la científica lo tenía tomado cual princesa... Siendo algo bastante irónico, en su caso.
Una vez que se encontraba completamente de pie, escuchó las palabras de Milena. Sus ojos se abrieron como platos y su mente empezó a divagar por territorio prohibido. Negó con la cabeza y miró a la científica, pero un leve rubor en su rostro delataba en como tomó ese comentario. Si... debía hacerse la idea de tratar con esa personalidad atrevida. Tenía el presentimiento de que, teniendo a su pelirroja cerca, no podría dormir por las noches... Y el príncipe sabía el porque de eso.
– Ciertamente este humilde futuro rey aceptaría un masaje de su reina – le sonrío a Milena. Si bien era un pequeño juego entre ellos, eso que dijo... Bueno, veremos si podía captar el doble significado de sus palabras.
Se dirigieron al hostal donde iban a pasar la noche. Escuchó las palabras de Milena, y no pudo evitar sonreír con algo de nostalgia. Aquella acotación también podía identificarse con él.
– Sé exactamente como te sientes – dijo al melancólico el pelirrojo, al tiempo que pegaba más el cuerpo de la pelirroja con el suyo.
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Milena caminaba sonriente en todo momento. Cuando escuchó las palabras del pelirrojo no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. Si llegaba a aquello, seguramente se pasaría el día jugando con Eichi. Ella no quería saber sobre reinar, simplemente se comportaría como la persona que quería estar con su luchador. Se ocuparía de ayudarle en todo y velaría por su seguridad. Ella misma sería su soldado perfecto. Se mostró agradecida cuando la pegó más a él y finalmente se comió la empanadilla de atún con tomate. No tardaron mucho en llegar a aquel hostal y se quedó mirando un poco pensativa. Entonces fue cuando echó a correr al interior tirando del príncipe. Quería investigar sobre el tal Ban Midou. A saber qué tipo de persona era.
Una vez dentro llegaron a la habitación y ella condujo al pelirrojo hasta el baño. Una vez allí cerró la puerta con calma y encendió el agua caliente de la enorme bañera. Se quitó la sudadera quedando con un sujetador negro y un pantalón. También se quedó descalza y tomó un pequeño barrilete en el cual echó agua caliente y un gel de lavabo. Empezó a frotar sus manos con él mientras miraba al pelirrojo de forma calmada.
- Vamos, desnúdate entero y siéntate dándome la espalda. No te pongas tímido, o deberé pasarme un poco contigo… – Dijo sacándole la lengua mientras formaba espuma en aquel recipiente.
En cuanto terminase de hacer aquello colocaría sus manos en los hombros de él y empezaría a acariciarle despacio y presionando. Entonces acercaría su boca hasta la oreja del príncipe y tras un ligero lametón mordería despacio mientras sus manos pasaban al pecho del chico. Su intención era claramente ponerlo nervioso. Pegó los pechos a la espalda de él y frotó su zona abdominal despacio. A continuación bajó un poco las manos haciendo un leve amago, pero subió de nuevo masajeando su pecho y pasando a morder ahora su cuello despacio.
- Mmm… – Susurró para ponerle nervioso.
Una vez dentro llegaron a la habitación y ella condujo al pelirrojo hasta el baño. Una vez allí cerró la puerta con calma y encendió el agua caliente de la enorme bañera. Se quitó la sudadera quedando con un sujetador negro y un pantalón. También se quedó descalza y tomó un pequeño barrilete en el cual echó agua caliente y un gel de lavabo. Empezó a frotar sus manos con él mientras miraba al pelirrojo de forma calmada.
- Vamos, desnúdate entero y siéntate dándome la espalda. No te pongas tímido, o deberé pasarme un poco contigo… – Dijo sacándole la lengua mientras formaba espuma en aquel recipiente.
En cuanto terminase de hacer aquello colocaría sus manos en los hombros de él y empezaría a acariciarle despacio y presionando. Entonces acercaría su boca hasta la oreja del príncipe y tras un ligero lametón mordería despacio mientras sus manos pasaban al pecho del chico. Su intención era claramente ponerlo nervioso. Pegó los pechos a la espalda de él y frotó su zona abdominal despacio. A continuación bajó un poco las manos haciendo un leve amago, pero subió de nuevo masajeando su pecho y pasando a morder ahora su cuello despacio.
- Mmm… – Susurró para ponerle nervioso.
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Eichi tragó en seco al escuchar la petición de Milena, pero luego negó con la cabeza. Una, dos y ahora serían tres... No podría tener vergüenza para siempre. Debía hacerse la idea que esto sería una ocurrencia habitual cada vez que se vieran las caras, y si se consideraba la personalidad de su pelirroja.... El príncipe abrió sus ojos y controló completamente su nerviosismo, adoptando un semblante tranquilo. Lentamente fue quitándose la ropa hasta queda como fue traído al mundo. Se quedó así frente a la científica por algunos segundos, total ella ya había visto dos veces su cuerpo al natural, y viceversa. Acto seguido, se sentó donde le indicó Milena y esperó a que empezara con... Lo que sea que fuera hacer.
Cerró sus ojos de forma casi instantánea al sentir el primer contacto y, pese al nerviosismo, simplemente se dejó estar. Al sentir el contacto con los generosos atributos de la mujer en su espalda, tuvo el impulso inicial de mandar todo a la mierda y tomarla en ese mismo lugar. Afortunadamente logró controlarse a tiempo y, para su alivio, cierta persona no había interferido en toda la noche. Al parecer Akashi había quedado muy sorprendido al ser dominado por su contraparte "débil". No le culpaba, el mismo también lo estaba. Nunca, ni en sus mejores sueños, hubiera pensando en poder revelarse a su otro yo. Él era débil, y eso lo admitía, pero no iba a quedarse parado sin hacer nada cuando alguien querido estuvo en problemas.
Fue por eso mismo, que se quedó allí sin hacer nada. Simplemente se relajó ante el toque de su pelirroja, aunque se estremeció un poco al escuchar los sonidos que hacía de vez en cuando, además del lametón en la oreja. Pese a eso, pudo mantener de buena forma su compostura, por primera vez desde que lo conoció. Las dos anteriores fueron desafortunadas debido a la interrupción de cierto individuo, pero ahora estaba haciendo todo por sí mismo.
– Eres bueno en esto, Mile-chan – comentó con los ojos cerrados el joven, mientras acariciaba los costados de Milena con sus manos. – Es el primero que recibo, pero dudo que algo pueda compararse con el este – una media sonrisa se formó en su rostro, para luego esperar que la pelirroja terminara para poder entrar a la bañera.
Cerró sus ojos de forma casi instantánea al sentir el primer contacto y, pese al nerviosismo, simplemente se dejó estar. Al sentir el contacto con los generosos atributos de la mujer en su espalda, tuvo el impulso inicial de mandar todo a la mierda y tomarla en ese mismo lugar. Afortunadamente logró controlarse a tiempo y, para su alivio, cierta persona no había interferido en toda la noche. Al parecer Akashi había quedado muy sorprendido al ser dominado por su contraparte "débil". No le culpaba, el mismo también lo estaba. Nunca, ni en sus mejores sueños, hubiera pensando en poder revelarse a su otro yo. Él era débil, y eso lo admitía, pero no iba a quedarse parado sin hacer nada cuando alguien querido estuvo en problemas.
Fue por eso mismo, que se quedó allí sin hacer nada. Simplemente se relajó ante el toque de su pelirroja, aunque se estremeció un poco al escuchar los sonidos que hacía de vez en cuando, además del lametón en la oreja. Pese a eso, pudo mantener de buena forma su compostura, por primera vez desde que lo conoció. Las dos anteriores fueron desafortunadas debido a la interrupción de cierto individuo, pero ahora estaba haciendo todo por sí mismo.
– Eres bueno en esto, Mile-chan – comentó con los ojos cerrados el joven, mientras acariciaba los costados de Milena con sus manos. – Es el primero que recibo, pero dudo que algo pueda compararse con el este – una media sonrisa se formó en su rostro, para luego esperar que la pelirroja terminara para poder entrar a la bañera.
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La joven continuaba masajeando los hombros del luchador con toda la calma del mundo. Hubo unos leves instantes en el que lo notó tenso, pero enseguida arreglaría aquello volviendo a estar bastante relajada. Entrecerró los ojos despacio y escuchó sus palabras al mismo tiempo que sacaba un poco la lengua algo orgullosa. No sabía si se le iba a dar bien, pero si a él le estaba gustando era una buena señal. Se mordió el labio inferior conteniendo las ganas de violarlo allí mismo, pero quería ir algo más juguetona con él. Se mantuvo quiera realizando el masaje a su chico con toda la calma posible. Sus manos acariciaban los hombros una y otra vez. Pasaba por los mismos sitios, pero con distintos movimientos de manos. Era como blandir una katana.
- Solo estoy empezando, el camino a la bañera está lejos. Espero que no estés pensando en meterte en ella ya. Necesitas dos duchas entonces.
Dijo a modo de indirecta, pero con un tono bastante tranquilo. Era la mejor en sus juegos y como solo los hacía con él, pues podía esforzarse al máximo. Sin pensárselo mucho colocó su mano izquierda en la boca de él para que no pudiese hablar. Aquello podía ser raro, pero le parecía muy provocador. Entonces deslizó el dedo índice hacia el interior de la boca de Eichi, tratando de acariciar su lengua despacio con él una y otra vez, simulando lo que parecía ser otra cosa. Intentaría meter entonces un segundo dedo en su boca mientras le susurraba al oído tranquilamente.
- Ojalá pudiese verte la cara ahora, debes estar más rojo que tu pelo. – Con la otra mano entonces bajó por su zona abdominal de nuevo y esta vez hizo un rápido movimiento de mano, agarrando algo que no debía y después soltándolo al momento. Volvió a masajear entonces su pecho. – Esto siempre ha sido mío… – Dijo sonriendo de forma ladeada.
No se lo pensó y sacó los dedos de la boca del pelirrojo, mordiéndole el cuello de nuevo desde su espalda y continuando con el masaje, dejando esta vez sus senos pegados a la espalda de él. De hecho, los movía despacio de vez en cuando en plan provocadora. Por si fuera poco, la muy osada rodeó la cintura de Eichi desde atrás con sus piernas, abrazándole con ellas y pegándola más a ella.
- Hejejejeje… – Rio un poco mientras le susurraba de forma calmada. – ¿No estarás tenso no? – Le encantaba aquello.
- Solo estoy empezando, el camino a la bañera está lejos. Espero que no estés pensando en meterte en ella ya. Necesitas dos duchas entonces.
Dijo a modo de indirecta, pero con un tono bastante tranquilo. Era la mejor en sus juegos y como solo los hacía con él, pues podía esforzarse al máximo. Sin pensárselo mucho colocó su mano izquierda en la boca de él para que no pudiese hablar. Aquello podía ser raro, pero le parecía muy provocador. Entonces deslizó el dedo índice hacia el interior de la boca de Eichi, tratando de acariciar su lengua despacio con él una y otra vez, simulando lo que parecía ser otra cosa. Intentaría meter entonces un segundo dedo en su boca mientras le susurraba al oído tranquilamente.
- Ojalá pudiese verte la cara ahora, debes estar más rojo que tu pelo. – Con la otra mano entonces bajó por su zona abdominal de nuevo y esta vez hizo un rápido movimiento de mano, agarrando algo que no debía y después soltándolo al momento. Volvió a masajear entonces su pecho. – Esto siempre ha sido mío… – Dijo sonriendo de forma ladeada.
No se lo pensó y sacó los dedos de la boca del pelirrojo, mordiéndole el cuello de nuevo desde su espalda y continuando con el masaje, dejando esta vez sus senos pegados a la espalda de él. De hecho, los movía despacio de vez en cuando en plan provocadora. Por si fuera poco, la muy osada rodeó la cintura de Eichi desde atrás con sus piernas, abrazándole con ellas y pegándola más a ella.
- Hejejejeje… – Rio un poco mientras le susurraba de forma calmada. – ¿No estarás tenso no? – Le encantaba aquello.
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