[Privado] El Templo en el Volcán (Pasado con Difter)

Aquella isla me gustaba, sin ninguna duda. Un antiguo volcán, un templo en ruinas con grandes peligros dentro de este y no había ningún habitante más allá de los gigantescos insectos y reptiles, a parte de algún que otro mamífero. Un buen sitio para ir de picnic y entrenar un poco. Yo me debía de encontrar ya a menos de uno o dos kilómetros de la cima, no muchos más. Llevaba ya toda la mañana caminando sin parar cuesta arriba con el potente sol impactando sobre mi piel, lo mejor sería hacer un descanso para comer y beber y al cabo de un rato seguir caminando y llegar a la cima.

Me dirigí hacía  un árbol cercano y me senté en el suelo apoyado en el tronco de este, resguardándome así por completo de todo rayo de sol. Cogí mi mochila y saqué algo de carne y cerveza, a los pocos segundos ya me encontraba saciando mi hambre y mi sed de una forma de lo más rápida y efectiva, no hay nada como una buena cerveza fría y algo de carne después de… cualquier cosa.

De repente, un sonido sobre mi cabeza me llamó la atención, provenía de entre las hojas del árbol, de eso no cabía duda. De golpe, de la copa de este, cayeron tres escolopendras de tres metros cada una delante de mí. Yo, rápidamente me puse de pie y desenfundé a Bagami, empuñándola así con ambas manos. Con un par de pasos, me puse entre los tres insectos de colosales dimensiones, con tan solo un tajo horizontal me deshice de los tres, dejándolos cortados por la mitad en el suelo.

Aquella era una isla cuanto menos interesante, totalmente deshabitada y plagada con insectos gigantes, ¿que mejor lugar para entrenar? La isla entera era un tremendo volcán que, al menos ahora, parecía inactivo. Llegué muy temprano por la mañana, esta vez tuve que conseguir alquilar un barco para que me llevara, ya que no había rutas turísticas hacia allí. El sol aún no había salido cuando yo ya estaba camino de la superficie, paso tras paso me acercaba cada vez mas a la cima. Continué andando durante horas hasta que estaba a escasos kilómetros de la cima, y ya que estaba tan cerca, ¿por que no tomar un descanso y continuar mas tarde? me senté al lado de unas rocas que parecían estables y saqué de mi mochila una botella de agua y algo de dulce, para reponer energía gastada. Cuando me quise dar cuenta, un alboroto se monte unos metros más arriba, golpes, crujidos, no se exactamente que se escuchó, pero si se que había una pelea, así que no debería estar solo, alguien más vino aquí, aunque no se con que intención. Mientras miraba hacia arriba, para intentar ver que pesaba, sentí un movimiento cerca de mí, las rocas que estaban cerca de mi salieron volando, dejando al descubierto una escolopendra de unos 2 metros, más o menos. Se abalanzó sobre mi y rodé hacia un lado, me coloqué mis guantes reforzados y salte hacia la escalopendra, para darle con un golpe de martillo,uno de los golpes más fuertes de mi arsenal, lo cual la dejó atontada o murió, no estaba seguro, pero igualmente la tiré colina abajo hacia el mar, por si acaso. ''Por lo pelos, llega a ser una adulta o más fuerte y habría estado en serio peligro'' pensé mientras bebía agua, recogía mis cosas y subía. ''Está claro que tengo que mantenerme alerta o las consecuencias serán fatales''.

Tras cortar a los insectos por la mitad, me quedé quieto, de pie en el suelo, escuchando atentamente los alrededores, alerta por sí aún quedaba alguno de esos engendros vivos con ganas de fiesta. A los pocos segundos, logré escuchar algo no muy lejos de mi posición, montaña a bajo y la verdad es que fuera lo que fuera, hacía un ruido bastante similar al de lo que me acababa de atacar. Dejé todo allí y con la espada aún en mis manos, comencé a bajar sigilosamente, prefería acabar con todos ellos de una sola vez y así poder viajar tranquilo hasta llegar al tempo, donde esperaba que hubiera algo más duro que una serpiente con patas.

Al cabo de unos pocos minutos bajando, pude escuchar un ruido a pocos metros de mí, como si algo o alguien estuviera caminando, aunque seguramente sería otra bestia, pues no era muy común ver gente en aquellas tierras. Tras esquivar un par de árboles y arbustos pude ver de qué se trataba y para mi asombro, era un humano, un chico uno o dos años menor a mí, aparentemente. Ninguna amenaza a primera vista, así que guardé a Bagami en su funda. Me acerqué hacía él por la espalda, cuando estaba lo suficientemente cerca, le dije algo bien alto para que me escuchara, con el rostro expresando calma absoluta – ¡Eh, tu! ¿Quién eres?

Continué andando felizmente cuando escucho un grito a mi espalda, casi me da un infarto. Parecía ser alguien con mal genio y, seguramente, mas fuerte que yo, lo deduje de que, básicamente, llevaba una espada bastante imponente.

-¡Mi nombre es Difter, y tu deberías de avisar antes de gritar! ¡Casi me matas del susto!, en fin y ¿tu nombre es? Desde luego hay algo de aquel hombre que me extrañaba y era su mirada, una mirada fiera, parecía no tener miedo a nada.

-Estoy aquí con motivo de entrenar, quiero ser más fuerte para poder conseguir un tesoro del que se oye hablar mucho últimamente y necesito ser más fuerte, ese es mi único motivo para estar aquí, ¿y el tuyo?

Poco después de su respuesta, aparecieron más escolopendras, parece que el ruido que habíamos generado con tanto grito y al haber peleado contra esa escolopendra antes había atraído a más, eran como unas 4 o 5, así que mi compañero tomó la iniciativa.

El chico parecía asustado, era algo cobarde. Puede que me hubiera pasado, teniendo en cuenta mi apariencia. Él me contestó rápidamente, dejando de lado todo sentimiento que anteriormente se encontraba en su cuerpo, podía ser que no fuera tan cobarde… ¿Con que Difter eh? Jamás había escuchado aquel nombre. No obstante me gustó su respuesta, eso de querer ser más fuerte y entrenar, me recordaba a mí con su edad. Terminó su respuesta con una pregunta. La verdad es que su meta no se encontraba tan lejos de la mía, yo también quería entrenar y hacerme fuerte, pero no para encontrar un tesoro, sino para fines más… profundos. Antes de que pudiera responderle, aparecieron cinco bichos más de esos, rodeándome por completo, ya me estaban empezando a cabrear, aquellos pesados no me estaban dejando disfrutar del día.

Rápidamente, con una expresión totalmente despreocupada pero a la vez un poco molesta, desenvainé a Bagami y con un solo tajo circular, logré cortar a todas. En el mismo momento que enfundé mi espada, las cabezas de aquellos bichos cayeron al suelo, para que posteriormente, cayeran también sus cuerpos. Tras aquello, llevé mi mano a la nuca y suspiré, era un alivio que se estuvieran quietas. Después de aquel gesto por mi parte, volví a mirar al chico y respondí a su pregunta. -Mi nombre es Ragnar y estoy aquí por el templo que hay en lo alto de la montaña. Dicen que allí hay poderosas criaturas las cuales custodian un gran tesoro. –De repente dejé de hablar y lo miré fijamente a los ojos. - Yo quiero conocer a esas criaturas. Terminé diciendo mientras sonreía de forma ligeramente pícara.

Aquellos bichos fueron totalmente despedazados con un corte de espada, me quedé algo alucinado por tal despliegue de fuerza

-Wow... es lo único que se me ocurrió decir cuando los cuerpos de los bichos cayeron despedazados por su espada en cuestión de un segundo. tras eso el me miró y me dijo que en el centro de aquella isla había un templo custodiado por unas criaturas bastante fuertes, al oír eso mis ojos se iluminaron, podría entrenar junto con alguien tan fuerte y a la vez podría pelear para obtener experiencia en el combate y fortalecerme.

-Con que unas criaturas fuertes ¿em? ¿Puedo acompañarte? Seguro que así es mejor, le dije con una sonrisa decidida.

La verdad, sabía muy poco de esta isla y cualquier ayuda para entrenar, localizarme, etc sería muy buena.

Cuando terminé con aquello insectos gigantes, el chico no pudo evitar sorprenderse. Aquello respaldó más aún mi teoría de que se trataba de alguien inofensivo para mí, no obstante no podía evitar estar alerta, nunca se sabe lo que alguien puede esconder. En cuanto le conté lo del templo, sus ojos se iluminaron, exactamente de la misma forma que lo habían hecho los míos incontables ocasiones en el pasado. Aquel chico me caía bien, si su objetivo era hacerse más fuerte, entonces era de los míos. Y quien sabe, quizás algún día pudiera llegar a ser mi enemigo, la vida da muchas vueltas…

Inmediatamente, me pidió si podía acompañarme hasta allí de forma decidida, sin miedo alguno por las criaturas ni los peligros del camino. Yo solía ir solo a todas partes y la verdad es que llevar a alguien conmigo no me hacía nada de gracia, estaba mucho mejor acompañado por el viento. No obstante… aquella era una excepción. Ese chico era de las pocas personas que realmente no me molestaba su presencia… una decisión dura estaba ante mí.

De nuevo suspiré y me crucé de brazos, cerrando los ojos durante unos segundos para poder pensar mejor. De golpe los abrí y clavé mi mirada en él. –Está bien, puedes acompañarme. Pero con una condición: Si en algún momento te digo que hagas algo, hazlo, no te lo pienses dos veces.  

Pareció que no se veía agradado por la idea de que le acompañase, pero de igual manera aceptó con la condición de que si me dijera que hiciera algo lo hiciera sin pensarlo dos veces.

-Está bien, puedo hacerlo respondí con un risa burlona.

Aquellos kilómetros que nos faltaban parecían hacerse eternos, la cuesta se empinaba cada vez más, había monstruos que nos observaban pero por alguna razón no nos atacaban, verdaderamente extraño, incluso podría decir que se veían asustados.

-Oye... ¿no es muy raro que esas criaturas nos miren tanto sin acercarse? Y señalé a un árbol, donde sobresalían algunas cabezas que no sabría reconocer a simple vista. -Esto me da mala espina... ¡Seguro que aquí hay un ser súper fuerte y por eso tienen miedo! ¡Que ganas de ver como es! O son, jeje. Luego de eso simplemente llegamos al borde del cráter, un cráter enorme en el cual en el centro se podía divisar la silueta de un templo.

El chico enseguida aceptó mis condiciones, se notaba que había algo en su interior que deseaba crecer y hacerse más fuerte. Empezamos a caminar poco después de aquellas palabras, la verdad es que yo estaba ansioso por toparme con aquel tempo, a pesar de que no lo apareciera. Si aquellas criaturas de las que hablaban eran realmente fuertes… aquello podría acabar siendo un entrenamiento de lo más bueno. Esperaba que el haber ido hasta allí hubiera merecido la pena.

Mientras nos acercábamos a nuestro destino, pude ver como varías criaturas se escondían e intentaban camuflarse con el entorno, como si tuvieran miedo de algo o alguien el cual les iba a hacer mucho daño. Al parecer el joven muchacho también se percató de su presencia y me dijo algo. Al parecer, él creía que en la isla había un “ser” súper poderoso y que por eso mismo, los otros, se encontraban en aquel estado de pánico. Sin pararme, le miré de lado, con una expresión sosegada y le contesté a su última frase de una forma bastante natural, al mismo tiempo que llegábamos al borde del cráter y nos quedábamos mirado el enorme templo. –En tal caso… ahora se ha convertido en mi presa. – En aquel instante no pude evitar sonreír ligeramente, de forma picara.

Empezamos a buscar alrededor del cráter, un lugar por el que poder bajar hasta el templo, lo cual parecería difícil, pues había una gran altura. Al cabo de unos minutos caminando, dimos con lo que parecían ser unas escaleras naturales, piedras colocadas una sobre otra, haciendo así de cada una de ellas un escalón.

Encontramos una bajada que parecía ser natural, así que decidimos bajar por allí. Era una bajada un tanto estrecha, casi pegada teníamos que ir de lado para entrar bien. No pude ver aquel paraje porque estaba con la cara en la pared, descendiendo e intentando no morir en la caída, aunque estuve a punto de resbalar un par de veces.

Al fin pudimos llegar al fondo del cráter y ante nosotros se extendía un extenso bosque con un montículo que sobresalía en el centro, allí estaba el tempo ''Wau... ¿serán realmente tan fuertes? Espero que pueda llegar ayudar en algo, porque si no estaría realmente decepcionado'' fue lo primero que pensé.

Empezamos a caminar en el bosque mientras todo estaba tranquilo, incluso diría que demasiado tranquilo, a excepción de un par de criaturas que nos atacaron y que hasta yo pude derrotar fácilmente, ya que eran pequeñas. Después de un rato andando llegamos al pie del montículo y decidimos empezar a subir.