NGC 1672
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Un hombre vestido de negro se apoderó de la estatua con la forma de una gárgola. Llevaba un traje bien cómico aunque él lo que buscaba era representar algo más que solo un chiste. Una máscara completamente negra que dejaba al aire la boca, la barbilla y un par de ojos verdes completamente rojos. Ese color rojizo que cubría la esclerótica era la respuesta de haber consumido algún tipo de drogas. Además de la máscara negra llevaba lo que parecía ser una armadura y en su espalda dejaba caer una larga capa. Estaba parado sobre la cabeza de la estatua sin apoyarse al mismo tiempo que preparaba los pulmones. Miró el cielo y dio un enorme grito.
-¡¡¡SOY BATMAN!!! – dijo completamente fuera de sí.
Tras dar aquel grito se lanzó de la estatua la cual estaba en lo más alto de un rascacielos. La caída provocaría una muerte inmediata por muy fuerte que fuera, sin embargo las drogas que estaban dentro de su cuerpo iluminaban su mente en todo momento. Antes de llegar a los 10 metros del suelo se transformó en un pequeño murciélago que se mimetizó en la oscuridad de la noche.
¡Que aburrido! Ryan estaba en uno de los bares más connotados de la ciudad pero no la estaba pasando bien por el motivo que fuera. Había bebido ya media botella de whiskey y aún no sentía el efecto del alcohol, además de eso había fumado algunos cigarrillos especiales. La música de ambiente era aburrida y las chicas que pasaban por ahí no dejaban ni que las miraran. ¿Qué pasaba allí? No lo sabía pero estaba comenzando a molestarse. Miró al cantinero y le habló.
-¡Eh, tú! Quiero pasarla bien – dijo mientras sacaba un fajo de billetes del bolsillo –. ¿Tienes algo para mí? ¿A que sí?
El hombre de barba negra se acercó, cogió el fajo de billetes y le entregó dos una pequeña bolsa plástica con tres pastillas azules. Dijo que se llamaban SCAR x-70 y que producían efectos inimaginables pero no era recomendable mezclarlas con absolutamente nada más. El muchacho no le hizo caso y confió en que su cuerpo asimilaría todo de la misma forma que siempre lo hizo. Pero lo que no sabía es que aquella pastilla producía efectos de euforia y alucinaciones elevando la adrenalina del cuerpo humano a niveles extraordinarios.
Salió del bar y caminó por la oscura ciudad hasta llegar al departamento que compró unas noches atrás. El dinero que tenía y que conseguía, a veces no de forma decente, le ayudaba para viajar y pasarlo bien a su modo. Allí prendió la televisión y comenzó a ver las noticias sobre el museo de noche de la enorme ciudad el cual destacaba por ambas gárgolas que tenía en la cima de este. Era un lugar inmenso y no quedaba a más de diez minutos de viaje en auto del departamento del muchacho. Fue a comer algo y tomó la bolsa de las pastillas azules y las quedó mirando con atención.
-Espero que ustedes me sirvan para divertirme un poco más... este lugar tiene que ser impresionante.
Cogió una botella de vodka que su etiqueta, blanca y roja, marcaba letras doradas: Stolichnaya. Sirvió un vaso y le colocó dos hielos. Sacó una pastilla azul y se la colocó en la lengua, luego de eso le dio un largo sorbo al vaso y sintió el ardor del vodka bajando por su garganta hasta depositarse en su estómago. ¡Que sabor! Ese vodka era uno de los mejores que había probado y no quería cambiarlo por nada, pese al precio (no era de los más caros) tenía un sabor único y especial. Solía beberlo con Levi, aunque en esos tiempos no era tan alcohólico como llegó a serlo en ese momento.
Esperó unos quince minutos y el efecto de la pastilla no le llegaba al cuerpo. Aburrido y molesto consumió otra pastilla y para minimizar el tiempo de espera enroló un cigarrillo con tabaco verde el cual era solo una cosa. Cuando estaba terminando su cigarrillo mágico sintió como el cuerpo se activaba y sus ojos intensificaban las luces. De un momento a otro comenzó a sentir que podía hacer cualquier cosa. Salió corriendo de su departamento y entró a una tienda de disfraces de la cual robó un traje oscuro; de hecho de la forma que lo robó fue bastante curiosa... entró al lugar, se quitó la ropa allí mismo y tomó el disfraz. Corrió hasta el museo y filtró la seguridad hasta llegar en donde estaba...
Mientras caía sus ojos vieron a un verdadero ángel, la encarnación propia de la belleza femenina representada en su máximo esplendor. Una chica de cabello rojizo estaba entre medio de la observante multitud que se deleitaba con lo que ellos llamaron el truco de un verdadero mago tras desaparecer en la oscuridad antes de la caída, pero bien era cierto que ojos más entrenados se darían cuenta que la desaparición no fue más que la transformación de un hombre drogado.
Finalmente despegó y apareció entre medio de la multitud sin dejar de mirar a la chica de los ojos azules. Se quitó la máscara dejando salir su espesa cabellera dorada; también, eufóricamente, se deshizo de la parte de arriba de su traje mostrando el tatuaje que tenía en su pecho: NGC 1672.
-¡¡¡SOY BATMAN!!! – dijo completamente fuera de sí.
Tras dar aquel grito se lanzó de la estatua la cual estaba en lo más alto de un rascacielos. La caída provocaría una muerte inmediata por muy fuerte que fuera, sin embargo las drogas que estaban dentro de su cuerpo iluminaban su mente en todo momento. Antes de llegar a los 10 metros del suelo se transformó en un pequeño murciélago que se mimetizó en la oscuridad de la noche.
Dos horas antes...
¡Que aburrido! Ryan estaba en uno de los bares más connotados de la ciudad pero no la estaba pasando bien por el motivo que fuera. Había bebido ya media botella de whiskey y aún no sentía el efecto del alcohol, además de eso había fumado algunos cigarrillos especiales. La música de ambiente era aburrida y las chicas que pasaban por ahí no dejaban ni que las miraran. ¿Qué pasaba allí? No lo sabía pero estaba comenzando a molestarse. Miró al cantinero y le habló.
-¡Eh, tú! Quiero pasarla bien – dijo mientras sacaba un fajo de billetes del bolsillo –. ¿Tienes algo para mí? ¿A que sí?
El hombre de barba negra se acercó, cogió el fajo de billetes y le entregó dos una pequeña bolsa plástica con tres pastillas azules. Dijo que se llamaban SCAR x-70 y que producían efectos inimaginables pero no era recomendable mezclarlas con absolutamente nada más. El muchacho no le hizo caso y confió en que su cuerpo asimilaría todo de la misma forma que siempre lo hizo. Pero lo que no sabía es que aquella pastilla producía efectos de euforia y alucinaciones elevando la adrenalina del cuerpo humano a niveles extraordinarios.
Salió del bar y caminó por la oscura ciudad hasta llegar al departamento que compró unas noches atrás. El dinero que tenía y que conseguía, a veces no de forma decente, le ayudaba para viajar y pasarlo bien a su modo. Allí prendió la televisión y comenzó a ver las noticias sobre el museo de noche de la enorme ciudad el cual destacaba por ambas gárgolas que tenía en la cima de este. Era un lugar inmenso y no quedaba a más de diez minutos de viaje en auto del departamento del muchacho. Fue a comer algo y tomó la bolsa de las pastillas azules y las quedó mirando con atención.
-Espero que ustedes me sirvan para divertirme un poco más... este lugar tiene que ser impresionante.
Cogió una botella de vodka que su etiqueta, blanca y roja, marcaba letras doradas: Stolichnaya. Sirvió un vaso y le colocó dos hielos. Sacó una pastilla azul y se la colocó en la lengua, luego de eso le dio un largo sorbo al vaso y sintió el ardor del vodka bajando por su garganta hasta depositarse en su estómago. ¡Que sabor! Ese vodka era uno de los mejores que había probado y no quería cambiarlo por nada, pese al precio (no era de los más caros) tenía un sabor único y especial. Solía beberlo con Levi, aunque en esos tiempos no era tan alcohólico como llegó a serlo en ese momento.
Esperó unos quince minutos y el efecto de la pastilla no le llegaba al cuerpo. Aburrido y molesto consumió otra pastilla y para minimizar el tiempo de espera enroló un cigarrillo con tabaco verde el cual era solo una cosa. Cuando estaba terminando su cigarrillo mágico sintió como el cuerpo se activaba y sus ojos intensificaban las luces. De un momento a otro comenzó a sentir que podía hacer cualquier cosa. Salió corriendo de su departamento y entró a una tienda de disfraces de la cual robó un traje oscuro; de hecho de la forma que lo robó fue bastante curiosa... entró al lugar, se quitó la ropa allí mismo y tomó el disfraz. Corrió hasta el museo y filtró la seguridad hasta llegar en donde estaba...
Después de la caída...
Mientras caía sus ojos vieron a un verdadero ángel, la encarnación propia de la belleza femenina representada en su máximo esplendor. Una chica de cabello rojizo estaba entre medio de la observante multitud que se deleitaba con lo que ellos llamaron el truco de un verdadero mago tras desaparecer en la oscuridad antes de la caída, pero bien era cierto que ojos más entrenados se darían cuenta que la desaparición no fue más que la transformación de un hombre drogado.
Finalmente despegó y apareció entre medio de la multitud sin dejar de mirar a la chica de los ojos azules. Se quitó la máscara dejando salir su espesa cabellera dorada; también, eufóricamente, se deshizo de la parte de arriba de su traje mostrando el tatuaje que tenía en su pecho: NGC 1672.
Aki D. Arlia
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-Ah, no ha sido una mala noche para venir, ¿Acaso no es cierto? -Preguntó la joven pelirroja con la bolsa de berries en la mano.
Frente a ella había un hombre vestido con traje fumando un cigarrillo. Tenía el pelo plateado y se apoyaba en la pared del callejón mientras reía. Era una suerte el haberle encontrado tan pronto. Había llegado sin blanca y quería divertirse un par de noches antes de seguir viajando. Hacía un mes que no tenía noticias de Karl; era hora de distraerse.
-Por supuesto que no, muñeca. Mientras vengas de parte de Xella, nunca es una mala noche. Y que me alegres la vista ayuda, por descontado.
El tío la devoraba con la mirada, pero ella no hizo nada por apartarse. Pasándose un mechón por detrás de la oreja, se mordió el labio antes de darse la vuelta.
-Eres un encanto. No estaba segura de si me convenía pasar por aquí con los bolsillos vacíos, pero se ve que tendré que venir más veces.
A su espalda, el hombre hizo el amago de una burlona reverencia y presa de un repentino ataque de tos volvió a apoyarse contra la pared. Para cuando abrió los ojos, la chica ya no estaba.
Aki se alejaba entre las calles, sonriendo con su botín escondido entre el largo vestido negro. Ajustado, y de tela reluciente la hacía destacar allá a donde fuera. Entre el escote y la abertura hasta el muslo mostraba una escandalosa cantidad de carne. Incluso había dejado que se le viera la liga con los cuchillos en ella. Y quizás para otra persona no fuera buena idea ir así por las calles de Dark Dome City, pero... a estas alturas, era como un paseo por el parque. De repente, oyó un grito proveniente de uno de los callejones. Se giró, y sus ojos se cruzaron con los de un ser subido encima de una gárgola. Una sombra negra e intimidante que de un momento para otro, se cayó.
Oyó jadeos ahogados ante su desaparición, pero pronto localizó a un pequeño murciélago que volaba sobre sus cabezas. ¿Acaso poseía una zoan de murciélago? ¿O acaso era algo... peor? Sin perderlo de vista, caminó un par de minutos hasta que el hombre apareció ante sus ojos. Se quitó la máscara, revelando una expresión desquiciada y una cabellera dorada. No contento con eso, se quitó la parte superior del traje mostrando un extraño tatuaje. Rauda y veloz, Aki se acercó y con manos expertas trató de volver a colocárselo.
-Tranquilo, vaquero. Si vas desnudándote por ahí conseguirás que te violen.- Le dijo sonriendo.
Habló despacio, mirándole a los ojos para que le entendiera bien. Era obvio que estaba puesto hasta arriba; nada raro teniendo en cuenta la isla en la que estaban. Pero no había que bajar la guardia por eso. Sin dejar de sonreír, se sentó en un banco y cruzó las piernas mirándole.
-Cuéntame. ¿Qué hace un chupasangres como tú en un sitio como este? Te he visto, antes.
Frente a ella había un hombre vestido con traje fumando un cigarrillo. Tenía el pelo plateado y se apoyaba en la pared del callejón mientras reía. Era una suerte el haberle encontrado tan pronto. Había llegado sin blanca y quería divertirse un par de noches antes de seguir viajando. Hacía un mes que no tenía noticias de Karl; era hora de distraerse.
-Por supuesto que no, muñeca. Mientras vengas de parte de Xella, nunca es una mala noche. Y que me alegres la vista ayuda, por descontado.
El tío la devoraba con la mirada, pero ella no hizo nada por apartarse. Pasándose un mechón por detrás de la oreja, se mordió el labio antes de darse la vuelta.
-Eres un encanto. No estaba segura de si me convenía pasar por aquí con los bolsillos vacíos, pero se ve que tendré que venir más veces.
A su espalda, el hombre hizo el amago de una burlona reverencia y presa de un repentino ataque de tos volvió a apoyarse contra la pared. Para cuando abrió los ojos, la chica ya no estaba.
Aki se alejaba entre las calles, sonriendo con su botín escondido entre el largo vestido negro. Ajustado, y de tela reluciente la hacía destacar allá a donde fuera. Entre el escote y la abertura hasta el muslo mostraba una escandalosa cantidad de carne. Incluso había dejado que se le viera la liga con los cuchillos en ella. Y quizás para otra persona no fuera buena idea ir así por las calles de Dark Dome City, pero... a estas alturas, era como un paseo por el parque. De repente, oyó un grito proveniente de uno de los callejones. Se giró, y sus ojos se cruzaron con los de un ser subido encima de una gárgola. Una sombra negra e intimidante que de un momento para otro, se cayó.
Oyó jadeos ahogados ante su desaparición, pero pronto localizó a un pequeño murciélago que volaba sobre sus cabezas. ¿Acaso poseía una zoan de murciélago? ¿O acaso era algo... peor? Sin perderlo de vista, caminó un par de minutos hasta que el hombre apareció ante sus ojos. Se quitó la máscara, revelando una expresión desquiciada y una cabellera dorada. No contento con eso, se quitó la parte superior del traje mostrando un extraño tatuaje. Rauda y veloz, Aki se acercó y con manos expertas trató de volver a colocárselo.
-Tranquilo, vaquero. Si vas desnudándote por ahí conseguirás que te violen.- Le dijo sonriendo.
Habló despacio, mirándole a los ojos para que le entendiera bien. Era obvio que estaba puesto hasta arriba; nada raro teniendo en cuenta la isla en la que estaban. Pero no había que bajar la guardia por eso. Sin dejar de sonreír, se sentó en un banco y cruzó las piernas mirándole.
-Cuéntame. ¿Qué hace un chupasangres como tú en un sitio como este? Te he visto, antes.
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La suerte del muchacho con las chicas no cambiaba y parecía que sus pensamientos eran siempre escuchados por las misteriosas fuerzas del universo. Su mente estaba fuera de lugar pero aún mantenía un poco de cordura y lucidez, siempre lo hacía; no era primera vez que estaba en ese estado y claramente no sería la última. Garragelish siempre lo retaba diciendo que algún día provocaría serios problemas y que probablemente la Marina lo atraparía a lo que él, en estado despreciable, respondía que daba lo mismo mientras lo dejaran emborracharse en la celda. ¡Que inmaduro! En fin... la chica a la que había echado el ojo anteriormente se acercó apresuradamente hacia él y mencionó unas palabras.
Con su mayor esfuerzo e intentando no parecer un verdadero idiota respondió.
-¿Violarme? – soltó una escandalosa carcajada – No podrían violarme ni aunque tuvieran un arma de doce metros.
Sus ojos siguieron la melódica caminata de la mujer hasta la banca y contempló como cruzaba sus bellas piernas. ¡Oh Dios! El chico había visto mujeres bellas en su vida, y claramente haber estado con muchas de ellas, pero jamás algo así. Sin embargo su orgullo le impedía embobarse por alguien que apenas conocía. Caminó hacia la banca y se sentó al lado de ella sin mirarla. Estaba comenzando a retomar la lucidez de la cual siempre quería escapar, sacó un cigarrillo de tabaco rubio y lo encendió rápidamente. Le ofreció uno a la chica.
-Oh, vaya – comentó sin mucha expresión en su tono –. Me han dicho muchas cosas en la vida pero jamás un chupasangre, supongo que las debo anotar en mi lista de insultos. Y no hago nada, me dijeron que en esta ciudad había diversión y la encontré solo que... – miró su reloj – aún no termina.
Le dio una fumada a su corto cigarro. Tras cada fumada que daba empezaba a recuperar el conocimiento dejando fuera la estupidez de su cuerpo y una sonrisa de orgullo y seguridad se dibujó en su casi perfecto rostro. Tras dar la última calada al cigarrillo se sacó la parte de arriba del traje comentándole a la chica que sabía lo que estaba haciendo, resultaba ser sumamente incómoda y no pretendía desnudarse frente a toda una multitud. Dejó mostrar todos sus tatuajes pero el más característico era el que tenía en el pecho... aquel que lo marcaba como una abominación antes de haber consumido la fruta del diablo.
De un momento a otro recordó que en dos días más recordó que tenía una importante reunión con el consejo administrativo de una de sus empresas. ¡Increíble! Un buscado revolucionario teniendo empresas... nadie sabía si era muy hipócrita, estúpido o si el Gobierno realmente no le importaba pero jamás habían investigado una de sus adjudicaciones. Se golpeó levemente la cara para avisparse y miró a la chica.
-Divertirme no es lo único que hago acá – dijo con aburrimiento en su voz –. Tengo una puta reunión a la que ni siquiera quiero ir. Mala mía, supongo, por seguir comprando y comprando cosas que no uso.
No quería dar a entender que era el dueño de grandes empresas pues eso parecería que solo estaba hablando de él y tal. Admiró el silencio que se formó entre ellos dos durante unos cuantos segundos pero decidió romperlo rápidamente.
-¿Y tú? – preguntó – ¿Qué haces en esta ciudad? Por cierto, me llamo Ryan.
Normalmente esa no era la forma de seducir a una dama pero estaba luchando contra la ebriedad y un consumo excesivo de drogas, si no era por su metabolismo sobrenatural estaría tumbado en el piso lanzando baba y espuma de la boca. Pero que más daba, tampoco entendía bien sus propias intenciones y solo quería hablar con alguien; aunque no lo admitiera a veces era muy dependiente de las demás personas.
Finalmente se levantó de la banca y encendió otro cigarrillo. Miró a la chica y le convidó una sonrisa confianzuda.
-Tengo que ir al departamento a ponerme algo de ropa – comentó –. ¿Vienes o qué? – la invitó sin siquiera saber que lo estaba haciendo.
Aún quedaba una larga noche y él esperaba obtener una diversión de la cual jamás se olvidaría.
Con su mayor esfuerzo e intentando no parecer un verdadero idiota respondió.
-¿Violarme? – soltó una escandalosa carcajada – No podrían violarme ni aunque tuvieran un arma de doce metros.
Sus ojos siguieron la melódica caminata de la mujer hasta la banca y contempló como cruzaba sus bellas piernas. ¡Oh Dios! El chico había visto mujeres bellas en su vida, y claramente haber estado con muchas de ellas, pero jamás algo así. Sin embargo su orgullo le impedía embobarse por alguien que apenas conocía. Caminó hacia la banca y se sentó al lado de ella sin mirarla. Estaba comenzando a retomar la lucidez de la cual siempre quería escapar, sacó un cigarrillo de tabaco rubio y lo encendió rápidamente. Le ofreció uno a la chica.
-Oh, vaya – comentó sin mucha expresión en su tono –. Me han dicho muchas cosas en la vida pero jamás un chupasangre, supongo que las debo anotar en mi lista de insultos. Y no hago nada, me dijeron que en esta ciudad había diversión y la encontré solo que... – miró su reloj – aún no termina.
Le dio una fumada a su corto cigarro. Tras cada fumada que daba empezaba a recuperar el conocimiento dejando fuera la estupidez de su cuerpo y una sonrisa de orgullo y seguridad se dibujó en su casi perfecto rostro. Tras dar la última calada al cigarrillo se sacó la parte de arriba del traje comentándole a la chica que sabía lo que estaba haciendo, resultaba ser sumamente incómoda y no pretendía desnudarse frente a toda una multitud. Dejó mostrar todos sus tatuajes pero el más característico era el que tenía en el pecho... aquel que lo marcaba como una abominación antes de haber consumido la fruta del diablo.
De un momento a otro recordó que en dos días más recordó que tenía una importante reunión con el consejo administrativo de una de sus empresas. ¡Increíble! Un buscado revolucionario teniendo empresas... nadie sabía si era muy hipócrita, estúpido o si el Gobierno realmente no le importaba pero jamás habían investigado una de sus adjudicaciones. Se golpeó levemente la cara para avisparse y miró a la chica.
-Divertirme no es lo único que hago acá – dijo con aburrimiento en su voz –. Tengo una puta reunión a la que ni siquiera quiero ir. Mala mía, supongo, por seguir comprando y comprando cosas que no uso.
No quería dar a entender que era el dueño de grandes empresas pues eso parecería que solo estaba hablando de él y tal. Admiró el silencio que se formó entre ellos dos durante unos cuantos segundos pero decidió romperlo rápidamente.
-¿Y tú? – preguntó – ¿Qué haces en esta ciudad? Por cierto, me llamo Ryan.
Normalmente esa no era la forma de seducir a una dama pero estaba luchando contra la ebriedad y un consumo excesivo de drogas, si no era por su metabolismo sobrenatural estaría tumbado en el piso lanzando baba y espuma de la boca. Pero que más daba, tampoco entendía bien sus propias intenciones y solo quería hablar con alguien; aunque no lo admitiera a veces era muy dependiente de las demás personas.
Finalmente se levantó de la banca y encendió otro cigarrillo. Miró a la chica y le convidó una sonrisa confianzuda.
-Tengo que ir al departamento a ponerme algo de ropa – comentó –. ¿Vienes o qué? – la invitó sin siquiera saber que lo estaba haciendo.
Aún quedaba una larga noche y él esperaba obtener una diversión de la cual jamás se olvidaría.
Aki D. Arlia
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La sonrisa de la pirata se afiló al escuchar su carcajada. ¿Qué no? Hum, era un reto tentador. Y sin embargo, no le apetecía... no tenía hambre suficiente como para que valiera la pena. El hombre se sentó a su lado, su deseo envolviéndolo como una delicada nube. Trataba de esconderlo, o al menos de disimularlo, pero para la pelirroja resultaba imposible no notarlo. Era parte de él.
Le ofreció un cigarrillo, pero negando suavemente con la cabeza, posó su mano sobre la de él para apartarla con delicadeza. Nunca había fumado, y la atmósfera se iría enseguida si se atragantaba con el humo por error. Además, decían que manchaba los dientes.
Oyó sus palabras en respuesta a lo que le había dicho antes y se giró ligeramente, apoyando el codo en el respaldo del banco y la cabeza en la mano. Un par de mechones rojos se agitaron con el viento.
-¿Un insulto? Oh, nada más lejos de mis intenciones. Hasta donde sé, los murciélagos chupan la sangre ajena. Aunque puede que me equivoque.
Y si se equivocaba... Ah, quizás solo había sido una idea peregrina, fruto de su ansia de distracciones. ¿Cuántas maneras había de que un hombre se transformase en murciélago? Seguramente unas pocas. A la pelirroja, al menos, se le ocurrían dos, y ambas incluían una akuma no mi. Y todavía recordaba al último usuario de una de las dos... posibilidades. Derian Markov, gobernador de Hallstat... y usuario de la fruta de vampiro. Podría decirse que le había conocido... más a fondo, que mucha gente. Enterarse de su muerte había sido en gran parte una decepción. El monarca sabía como divertirse, eso era innegable.
Aki volvió al presente de repente. Al mirar a su acompañante notó que su expresión parecía más centrada... y orgullosa. Quizás se le había ido el efecto de lo que fuera que hubiera tomado. Se había vuelto a quitar la parte de arriba del traje, aunque le comentó que simplemente tenía calor. Poseía varios tatuajes... igual que ella, pensó llevándose la mano al pecho, inconscientemente. Siempre lo cubría de maquillaje, ya que de llevarlo al aire sería más que problemático. Pero eso no evitaba que lo notara a todas horas. Aunque estaba orgullosa de la historia que había detrás de esa marca. Quizás a él le pasara igual.
Volvió a mirarle. ¿Ryan? Parecía un nombre común, pero no conocía a nadie más que se llamara así. Curioso. ¿Debía darle un nombre falso o quizás...? Pero habló antes de haberlo pensado.
-Aki. Mi nombre es Aki D. Arlia. Inocente jovencita perdida y aburrida en esta gran ciudad. ¿Se te ocurre algo que hacer?
Para su sorpresa, se levantó del banco y la invitó a su departamento. Con una sonrisa taimada, de gato, se levantó y le posó la mano en el hombro. Averiguar si sus sospechas eran ciertas serviría sin ninguna duda para amenizar la noche.
-Adelante, vaquero. Tú guías.
Le ofreció un cigarrillo, pero negando suavemente con la cabeza, posó su mano sobre la de él para apartarla con delicadeza. Nunca había fumado, y la atmósfera se iría enseguida si se atragantaba con el humo por error. Además, decían que manchaba los dientes.
Oyó sus palabras en respuesta a lo que le había dicho antes y se giró ligeramente, apoyando el codo en el respaldo del banco y la cabeza en la mano. Un par de mechones rojos se agitaron con el viento.
-¿Un insulto? Oh, nada más lejos de mis intenciones. Hasta donde sé, los murciélagos chupan la sangre ajena. Aunque puede que me equivoque.
Y si se equivocaba... Ah, quizás solo había sido una idea peregrina, fruto de su ansia de distracciones. ¿Cuántas maneras había de que un hombre se transformase en murciélago? Seguramente unas pocas. A la pelirroja, al menos, se le ocurrían dos, y ambas incluían una akuma no mi. Y todavía recordaba al último usuario de una de las dos... posibilidades. Derian Markov, gobernador de Hallstat... y usuario de la fruta de vampiro. Podría decirse que le había conocido... más a fondo, que mucha gente. Enterarse de su muerte había sido en gran parte una decepción. El monarca sabía como divertirse, eso era innegable.
Aki volvió al presente de repente. Al mirar a su acompañante notó que su expresión parecía más centrada... y orgullosa. Quizás se le había ido el efecto de lo que fuera que hubiera tomado. Se había vuelto a quitar la parte de arriba del traje, aunque le comentó que simplemente tenía calor. Poseía varios tatuajes... igual que ella, pensó llevándose la mano al pecho, inconscientemente. Siempre lo cubría de maquillaje, ya que de llevarlo al aire sería más que problemático. Pero eso no evitaba que lo notara a todas horas. Aunque estaba orgullosa de la historia que había detrás de esa marca. Quizás a él le pasara igual.
Volvió a mirarle. ¿Ryan? Parecía un nombre común, pero no conocía a nadie más que se llamara así. Curioso. ¿Debía darle un nombre falso o quizás...? Pero habló antes de haberlo pensado.
-Aki. Mi nombre es Aki D. Arlia. Inocente jovencita perdida y aburrida en esta gran ciudad. ¿Se te ocurre algo que hacer?
Para su sorpresa, se levantó del banco y la invitó a su departamento. Con una sonrisa taimada, de gato, se levantó y le posó la mano en el hombro. Averiguar si sus sospechas eran ciertas serviría sin ninguna duda para amenizar la noche.
-Adelante, vaquero. Tú guías.
NGC 1672
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fuerza
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Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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Bonito nombre para una bonita persona, ¿no? Escuchó con cierta alegría la respuesta de la chica que había conocido recién y aún no entendía cómo estaban hablando. Sin embargo el ambiente no era perfecto del todo pues Ryan notaba cierto interés... disimulado de la chica. Después de invitarla a su departamento Aki posó su mano sobre el hombro. ¿Qué pretendía? La temperatura corporal de Ryan era extremadamente baja comparada a lo de los hombres común y corrientes, ya había hecho un show demostrando su capacidad para transformarse en vampiro.
Caminó lentamente en compañía de la bella muchacha. Todo era perfecto aquella noche: las luces, el parque, ellos dos. Todo. Atravesaron un parque cubierto de enormes árboles el cual partía a la ciudad en dos, era realmente único; mientras avanzaban el chico con medio traje encendió otro cigarrillo para amenizar la vuelta a su hogar. Había escuchado que aquella ciudad era tan interesante y buena como lo eran sus cafés. Avistó una a unos cuantos metros más.
-¿Esperas aquí? – le dijo mientras ya daba un paso hacia delante – Vuelvo en seguida.
Caminó rápidamente mientras cruzaba la calle para entrar a la iluminada cafetería de color café claro. Tenía un enorme letrero en la parte superior, dentro todo era sacado de película: mesas redondas repartidas a lo largo y ancho del salón. Meseras que se movían rápidamente para satisfacer los deseos y pedidos de la gente que gastaba su dinero en un café. Por parte de Ryan este se acercó a la caja y pidió dos cafés, no sabía cómo le gustaban a ella pero solo sabía que a él le gustaban los de caramelo. Cómico, ¿no? Resulta que al vampiro no le gustan las cosas dulces pero pide el único café que es más dulce que el resto.
Salió apresuradamente de allí y le entregó el otro café a la chica.
-No sé si te gusta y tampoco sé cuál es el que te gusta – hizo una pequeña pausa –, pero a mí en lo personal... me encanta este.
Bebió un pequeño sorbo a su café que estaba caliente. ¿Lo hacía para calentar su cuerpo? ¡Vamos, hombre! Eso es imposible. Solo le gustaba el sabor, los deseos superficiales de los que disfrutaba la gente a diario era una de las razones por las cuales seguía y gustaba de estar vivo. De todas formas la caminata aún tenía que seguir pues quedaban unas cuantas cuadras para llegar al departamento del individuo de cabellos dorados.
Después de avanzar unos tantos metros y sin saber si debería haber sol o luna, llegaron al hogar temporal de Ryan. Se enfrentó a una enorme puerta de madera de cedro rojo, tras introducir la llave en la dorada ranura un alucinante espacio interior se mostró ante los ojos de los dos humanos. Primero tenía un pequeño pasillo que daba hacia el living en donde tenía un sillón en L color café crema y sus reposabrazos mantenían un café chocolate. En frente del sillón principal había una enorme pantalla que estaba sujeta a la pared y al lado de ella unas pequeñas lámparas. Siguiendo por el lugar se podía encontrar con el comedor y más allá un enorme ventanal que daba paso al balcón. Estar en el piso 22 daba ciertas ventajas pues permitía ver una ciudad completamente iluminada, acariciando cada color.
-Iré a ponerme algo de ropa – le mencionó mientras avanzaba a su cuarto –.
Entró y a lo primero que corrió fue a su armario. Se colocó una polera blanca con cuello en V y sobre ella una chaqueta café pardo con un gorro que rebosaba de pelos. Se quitó la parte inferior del traje y vistió unos jeans algo ajustados a la pierna mientras que en los pies llevaba unos bototos café que hacían juego con la chaqueta. Salió de allí y miró a su nueva compañera de habitación. Abrió el ventanal pues sabía que iba a encender un cigarrillo. Todos le decían que dejara de fumar pero, ¿para qué? Estaba muerto y lo sabía, no podía contraer cáncer ni nada por el estilo.
-¿Quieres comer algo? – le preguntó con seguridad – Mis habilidades culinarias son bastante decentes.
Soltó inconscientemente una sonrisa coqueta. Luego de eso, mientras esperaba la respuesta de Aki, se aproximó al balcón y contempló la vista: un mar de oscuridad lleno de peces llamados luces. Podía vivir allí toda su vida... pero constantemente tenía que huir de las autoridades y no tardarían en descubrir que se encontraba en Dark Dome.
Caminó lentamente en compañía de la bella muchacha. Todo era perfecto aquella noche: las luces, el parque, ellos dos. Todo. Atravesaron un parque cubierto de enormes árboles el cual partía a la ciudad en dos, era realmente único; mientras avanzaban el chico con medio traje encendió otro cigarrillo para amenizar la vuelta a su hogar. Había escuchado que aquella ciudad era tan interesante y buena como lo eran sus cafés. Avistó una a unos cuantos metros más.
-¿Esperas aquí? – le dijo mientras ya daba un paso hacia delante – Vuelvo en seguida.
Caminó rápidamente mientras cruzaba la calle para entrar a la iluminada cafetería de color café claro. Tenía un enorme letrero en la parte superior, dentro todo era sacado de película: mesas redondas repartidas a lo largo y ancho del salón. Meseras que se movían rápidamente para satisfacer los deseos y pedidos de la gente que gastaba su dinero en un café. Por parte de Ryan este se acercó a la caja y pidió dos cafés, no sabía cómo le gustaban a ella pero solo sabía que a él le gustaban los de caramelo. Cómico, ¿no? Resulta que al vampiro no le gustan las cosas dulces pero pide el único café que es más dulce que el resto.
Salió apresuradamente de allí y le entregó el otro café a la chica.
-No sé si te gusta y tampoco sé cuál es el que te gusta – hizo una pequeña pausa –, pero a mí en lo personal... me encanta este.
Bebió un pequeño sorbo a su café que estaba caliente. ¿Lo hacía para calentar su cuerpo? ¡Vamos, hombre! Eso es imposible. Solo le gustaba el sabor, los deseos superficiales de los que disfrutaba la gente a diario era una de las razones por las cuales seguía y gustaba de estar vivo. De todas formas la caminata aún tenía que seguir pues quedaban unas cuantas cuadras para llegar al departamento del individuo de cabellos dorados.
Después de avanzar unos tantos metros y sin saber si debería haber sol o luna, llegaron al hogar temporal de Ryan. Se enfrentó a una enorme puerta de madera de cedro rojo, tras introducir la llave en la dorada ranura un alucinante espacio interior se mostró ante los ojos de los dos humanos. Primero tenía un pequeño pasillo que daba hacia el living en donde tenía un sillón en L color café crema y sus reposabrazos mantenían un café chocolate. En frente del sillón principal había una enorme pantalla que estaba sujeta a la pared y al lado de ella unas pequeñas lámparas. Siguiendo por el lugar se podía encontrar con el comedor y más allá un enorme ventanal que daba paso al balcón. Estar en el piso 22 daba ciertas ventajas pues permitía ver una ciudad completamente iluminada, acariciando cada color.
-Iré a ponerme algo de ropa – le mencionó mientras avanzaba a su cuarto –.
Entró y a lo primero que corrió fue a su armario. Se colocó una polera blanca con cuello en V y sobre ella una chaqueta café pardo con un gorro que rebosaba de pelos. Se quitó la parte inferior del traje y vistió unos jeans algo ajustados a la pierna mientras que en los pies llevaba unos bototos café que hacían juego con la chaqueta. Salió de allí y miró a su nueva compañera de habitación. Abrió el ventanal pues sabía que iba a encender un cigarrillo. Todos le decían que dejara de fumar pero, ¿para qué? Estaba muerto y lo sabía, no podía contraer cáncer ni nada por el estilo.
-¿Quieres comer algo? – le preguntó con seguridad – Mis habilidades culinarias son bastante decentes.
Soltó inconscientemente una sonrisa coqueta. Luego de eso, mientras esperaba la respuesta de Aki, se aproximó al balcón y contempló la vista: un mar de oscuridad lleno de peces llamados luces. Podía vivir allí toda su vida... pero constantemente tenía que huir de las autoridades y no tardarían en descubrir que se encontraba en Dark Dome.
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Los ojos de la pelirroja se entrecerraron por un momento, al notar la piel fría del chico. Después de un par de segundos, le soltó y la expresión afable regresó a su rostro. Haciendo ver que no había notado nada, le siguió mansamente por las calles de Dark Dome.
Sin embargo, en su interior no podía dejar de examinarle. Reconocía la sensación. El frío. En verdad... no estaban precisamente cerca de Hallstat. ¿Cuánto había viajado esa fruta? O más bien, ¿Cuánto había viajado él? ¿Era siquiera consciente de lo que poseía? Aunque esa última era una pregunta un tanto estúpida.
-''¡SOY BATMAN!"
Si, estaba segura en un 98% de que era consciente de lo que había comido. Casi tristemente segura. Aunque ahora parecía más cuerdo... ¿Era digno de ese poder? Tampoco es que importara mucho. Si no lo era, se lo quitarían pronto de encima. Las cosas funcionaban así en todos lados.
De repente, una rama le dio en la cara y la hizo mirar a su alrededor. Estaban saliendo de un parque y cerca veía las luces de una... ¿Cafetería? Parpadeó confusa. Por algún motivo, no se esperaba algo tan normal en un sitio como lo era la isla. Ryan salió de la nada y le tendió una taza de café. Elevó una ceja al oír sus palabras. ¿Un vampiro bebiendo café? Bueno, Derian ponía empanadillas en su mesa. Ella no era nadie para juzgar los gustos de los demás. Dio un sorbo y en su boca notó el dulzor del caramelo. Pero aun así, sabía a café... y la mezcla era muy agradable. Sonriendo, le dio las gracias.
-Nunca lo había probado... pero me alegro de haberlo hecho. Está rico.
Tras terminar las bebidas continuaron la caminata y después de unos pocos minutos, llegaron a su apartamento. Estaba alto, un piso 22, y podías ver la ciudad a tus pies desde el balcón. Estaba bien decorado, era espacioso y elegante. Salió al balcón mientras él iba a cambiarse y se apoyó en la barandilla. El vestido se abrazó a su cuerpo con la postura, pero ella ni siquiera se inmutó. Cerró los ojos, disfrutando de la ligera brisa. Antes de que se diera cuenta, él había vuelto. Se giró, sin dejar de apoyarse en la barandilla, y le miró de arriba abajo, evaluándole. La noche estaba cayendo, atardecía por el horizonte y el sol estaba a punto de esconderse. Con la luna en lo alto, le era complicado controlarse. No mucho. Pero si un poco. Lo justo para que algo de su naturaleza asomara debajo de la fachada que normalmente controlaba a la perfección.
Al oír su pregunta sonrió como si hubiera dicho algo gracioso. ¿Hambre? ¿Hambre... de qué? No era como si no pudiera comer comida humana, pero últimamente tenía la sensación de que no le daba tanta energía como... otras cosas. Lo que no quitaba que estuviera rica, por supuesto. Pensando, se le ocurrió un pequeño juego. Así disiparía el 2% de dudas que le quedaban.
Se llevó el pulgar a la boca, como si estuviera reflexionando una respuesta. Con delicadeza, sin aspavientos, casi como por error, lo mordió lo justo para que asomara una gota de sangre. La dejó ahí una décima de segundo antes de lamerla y esconder lentamente su mano. ¿Lo habría visto? ¿La habría olido? ... Je.
Se acercó un par de pasos, de nuevo con mirada inocente.
-Ahora que lo mencionas, si que estoy un poco hambrienta. Siempre que no llegues tarde a tu reunión, no me importaría cenar contigo. ¿Qué te gusta comer?
Esperó su respuesta con una sonrisa relajada y los ojos chispeantes de emoción. ¿Qué pasaría ahora?
Sin embargo, en su interior no podía dejar de examinarle. Reconocía la sensación. El frío. En verdad... no estaban precisamente cerca de Hallstat. ¿Cuánto había viajado esa fruta? O más bien, ¿Cuánto había viajado él? ¿Era siquiera consciente de lo que poseía? Aunque esa última era una pregunta un tanto estúpida.
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Si, estaba segura en un 98% de que era consciente de lo que había comido. Casi tristemente segura. Aunque ahora parecía más cuerdo... ¿Era digno de ese poder? Tampoco es que importara mucho. Si no lo era, se lo quitarían pronto de encima. Las cosas funcionaban así en todos lados.
De repente, una rama le dio en la cara y la hizo mirar a su alrededor. Estaban saliendo de un parque y cerca veía las luces de una... ¿Cafetería? Parpadeó confusa. Por algún motivo, no se esperaba algo tan normal en un sitio como lo era la isla. Ryan salió de la nada y le tendió una taza de café. Elevó una ceja al oír sus palabras. ¿Un vampiro bebiendo café? Bueno, Derian ponía empanadillas en su mesa. Ella no era nadie para juzgar los gustos de los demás. Dio un sorbo y en su boca notó el dulzor del caramelo. Pero aun así, sabía a café... y la mezcla era muy agradable. Sonriendo, le dio las gracias.
-Nunca lo había probado... pero me alegro de haberlo hecho. Está rico.
Tras terminar las bebidas continuaron la caminata y después de unos pocos minutos, llegaron a su apartamento. Estaba alto, un piso 22, y podías ver la ciudad a tus pies desde el balcón. Estaba bien decorado, era espacioso y elegante. Salió al balcón mientras él iba a cambiarse y se apoyó en la barandilla. El vestido se abrazó a su cuerpo con la postura, pero ella ni siquiera se inmutó. Cerró los ojos, disfrutando de la ligera brisa. Antes de que se diera cuenta, él había vuelto. Se giró, sin dejar de apoyarse en la barandilla, y le miró de arriba abajo, evaluándole. La noche estaba cayendo, atardecía por el horizonte y el sol estaba a punto de esconderse. Con la luna en lo alto, le era complicado controlarse. No mucho. Pero si un poco. Lo justo para que algo de su naturaleza asomara debajo de la fachada que normalmente controlaba a la perfección.
Al oír su pregunta sonrió como si hubiera dicho algo gracioso. ¿Hambre? ¿Hambre... de qué? No era como si no pudiera comer comida humana, pero últimamente tenía la sensación de que no le daba tanta energía como... otras cosas. Lo que no quitaba que estuviera rica, por supuesto. Pensando, se le ocurrió un pequeño juego. Así disiparía el 2% de dudas que le quedaban.
Se llevó el pulgar a la boca, como si estuviera reflexionando una respuesta. Con delicadeza, sin aspavientos, casi como por error, lo mordió lo justo para que asomara una gota de sangre. La dejó ahí una décima de segundo antes de lamerla y esconder lentamente su mano. ¿Lo habría visto? ¿La habría olido? ... Je.
Se acercó un par de pasos, de nuevo con mirada inocente.
-Ahora que lo mencionas, si que estoy un poco hambrienta. Siempre que no llegues tarde a tu reunión, no me importaría cenar contigo. ¿Qué te gusta comer?
Esperó su respuesta con una sonrisa relajada y los ojos chispeantes de emoción. ¿Qué pasaría ahora?
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Definitivamente la actitud de la chica le gustaba cada vez, era una verdadera caja de sorpresas. A Ryan le gustaba jugar siempre y cuando estuviese seguro de que sería el ganador, no era de aquellos que arriesgan todo ni mucho menos; por otro lado, tampoco quería dejarse seducir por los encantos de tal bella mujer. Por la mente del vampiro pasaron suficientes pensamientos sobre su acompañante.
Generalmente la invitación a comer funcionaba con una chica que él mismo catalogaba como “menos de 8”, pero ante sus ojos la mujer que tenía en frente alcanzaba fácilmente un 9.5. Claro que no un 10, solamente había una persona que había llegado a un 10 y ahora yacía varios metros bajo tierra. Recordó aquello y su sangre comenzó a hervir soltando un pequeño suspiro de rabia, por muchas chicas con las que pudiera estar jamás olvidaría a Levi. Ante la mirada inocente de la chica Ryan se volteó y entró a buscar los cigarrillos que dejó sobre la mesa. Agarró uno, salió al balcón y lo encendió. Era la mejor forma para relajarse... aquel preciso movimiento de inhalar el humo que pasa a través de la garganta hasta los pulmones y luego, con elegancia y perfección, exhalaba libremente hacia los vientos.
De un momento a otro, mientras aún tenía el cigarrillo entre sus dedos, pudo sentir un conocido olor para él. Oh, claro que sí: era sangre. Se volteó a mirar a la chica quien tenía la mano detrás de su espalda y curiosamente de allí venía el olor a sangre. ¿Quería jugar? ¿Realmente quería jugar a eso? Ryan sonrió siniestramente. Lamentablemente si lo querían volver loco con el olor ya era muy tarde para eso; debido a su fuerte entrenamiento fue capaz de controlar las ansias de sangre en su modo humano. Caso muy distinto cuando alcanza su transformación completa.
Se acercó hasta que pudo sentir la respiración de la chica, la miró directamente a los ojos aun sintiendo el pesado olor a sangre. Le llevó la mano al rostro y acercó su boca al cuello de la invitada, pero justo al momento de llegar hasta este subió a la altura del oído para responderle su pregunta.
-No te preocupes, no llegaré tarde – respondió con seguridad –. Si me preguntas que me gustaría comer, no tengo ningún problema en comerte a ti.
Se alejó de la chica hasta llegar al ventanal y sonrió pícaramente.
-Es broma, ven. La noche es larga en este lugar y aún hay muchas cosas por hacer, por divertirnos.
Entró y sacó uno de sus mejores whiskeys. Tenía aproximadamente 65 años de añejado y llegó hasta allí por mera curiosidad. Él ya se dio cuenta de que la chica sabía que era usuario de una fruta del diablo pero aun no sabía cuál, evidentemente tenía sus dudas como todos. Le daba exactamente lo mismo mostrar sus poderes pues realmente prefería ser llamado androide que vampiro, pero quería jugar. Amaba jugar. Y el premio que estaba en la mesa era ella.
Tenía muchas ideas en la cabeza para seguir jugando. Mientras pensaba sirvió dos vasos, pequeños pero anchos, con 2 hielos cada uno. Le encantaba el whiskey y todo lo que producía, era fascinante el sabor a madera que poseía el licor. Tras servir se acercó a la chica y le entregó el vaso.
-Brindo – alzó el vaso hasta la altura de su mentón – por haberte conocido.
Bajó el alcohol de un solo sorbo disfrutando de como el sabor inundaba sus papilas gustativas. Tenía muchas cosas que jugar y aún era temprano. Pero, ¿cuál era la mejor opción de todas? ¿Poner música? ¿Bailar con ella? No, estaban solos. Podían jugar cosas más interesantes y ella tenía muchos secretos tras esa impecable belleza. La miró profundamente a los ojos.
-¿Quieres jugar a algo?
Generalmente la invitación a comer funcionaba con una chica que él mismo catalogaba como “menos de 8”, pero ante sus ojos la mujer que tenía en frente alcanzaba fácilmente un 9.5. Claro que no un 10, solamente había una persona que había llegado a un 10 y ahora yacía varios metros bajo tierra. Recordó aquello y su sangre comenzó a hervir soltando un pequeño suspiro de rabia, por muchas chicas con las que pudiera estar jamás olvidaría a Levi. Ante la mirada inocente de la chica Ryan se volteó y entró a buscar los cigarrillos que dejó sobre la mesa. Agarró uno, salió al balcón y lo encendió. Era la mejor forma para relajarse... aquel preciso movimiento de inhalar el humo que pasa a través de la garganta hasta los pulmones y luego, con elegancia y perfección, exhalaba libremente hacia los vientos.
De un momento a otro, mientras aún tenía el cigarrillo entre sus dedos, pudo sentir un conocido olor para él. Oh, claro que sí: era sangre. Se volteó a mirar a la chica quien tenía la mano detrás de su espalda y curiosamente de allí venía el olor a sangre. ¿Quería jugar? ¿Realmente quería jugar a eso? Ryan sonrió siniestramente. Lamentablemente si lo querían volver loco con el olor ya era muy tarde para eso; debido a su fuerte entrenamiento fue capaz de controlar las ansias de sangre en su modo humano. Caso muy distinto cuando alcanza su transformación completa.
Se acercó hasta que pudo sentir la respiración de la chica, la miró directamente a los ojos aun sintiendo el pesado olor a sangre. Le llevó la mano al rostro y acercó su boca al cuello de la invitada, pero justo al momento de llegar hasta este subió a la altura del oído para responderle su pregunta.
-No te preocupes, no llegaré tarde – respondió con seguridad –. Si me preguntas que me gustaría comer, no tengo ningún problema en comerte a ti.
Se alejó de la chica hasta llegar al ventanal y sonrió pícaramente.
-Es broma, ven. La noche es larga en este lugar y aún hay muchas cosas por hacer, por divertirnos.
Entró y sacó uno de sus mejores whiskeys. Tenía aproximadamente 65 años de añejado y llegó hasta allí por mera curiosidad. Él ya se dio cuenta de que la chica sabía que era usuario de una fruta del diablo pero aun no sabía cuál, evidentemente tenía sus dudas como todos. Le daba exactamente lo mismo mostrar sus poderes pues realmente prefería ser llamado androide que vampiro, pero quería jugar. Amaba jugar. Y el premio que estaba en la mesa era ella.
Tenía muchas ideas en la cabeza para seguir jugando. Mientras pensaba sirvió dos vasos, pequeños pero anchos, con 2 hielos cada uno. Le encantaba el whiskey y todo lo que producía, era fascinante el sabor a madera que poseía el licor. Tras servir se acercó a la chica y le entregó el vaso.
-Brindo – alzó el vaso hasta la altura de su mentón – por haberte conocido.
Bajó el alcohol de un solo sorbo disfrutando de como el sabor inundaba sus papilas gustativas. Tenía muchas cosas que jugar y aún era temprano. Pero, ¿cuál era la mejor opción de todas? ¿Poner música? ¿Bailar con ella? No, estaban solos. Podían jugar cosas más interesantes y ella tenía muchos secretos tras esa impecable belleza. La miró profundamente a los ojos.
-¿Quieres jugar a algo?
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Mientras él volvía a dentro a por otro cigarrillo, la joven volvió a voltearse para admirar la ciudad. El sol ya se estaba poniendo y las luces de la calle destacaban con más intensidad, como pequeñas joyas entre los edificios. La pelirroja se estiró sobre el balcón para no entumecerse, sin pensar en nada en concreto. De repente, notó su mirada sobre ella, y el deseo arremolinándose alrededor del chico. Sonrió para si, complacida. Pero entonces por su mente cruzó otro pensamiento, uno que no le pertenecía.
Le llegó la imagen de una chica. ¿Las estaba comparando? Si, desde luego. Y... ella no era la ganadora. Cada vez le resultaba más fácil averiguar el objeto de los deseos de las personas, estaba mejorando con su akuma. Iba a ser una información interesante a utilizar, desde luego. Pensaba dejarle muy claro que no había nadie que pudiera comparársele. Ni siquiera el verdadero amor puede ganar a los instintos primarios... eso ya lo había comprobado. Menos mal que ella estaba por encima de esa barrera, por supuesto.
Estaba a su lado, fumando con tranquilidad. La miró con una sonrisa extraña y un brillo curioso en la mirada. Ah, cierto... la sangre. Acababa de olerla. La pelirroja le devolvió una taimada sonrisa. Él se acercó con calma y acercó su boca al cuello de la chica. Por un momento, la garganta de Aki se secó. Cerró los ojos y ya no estaba allí, sino lejos, muy lejos... en cierto castillo. Con cierta persona. Pero volvió a abrirlos al oir sus palabras. Reprimió una sonrisa, y cuando fue a alejarse, ignoró la última frase y le puso la mano en el hombro.
-Igual deberías tener cuidado. No vayas a acabar siendo el manjar en lugar del comensal.-Le comentó sonriendo.
En el apartamento, sacó una botella de Whiskey que Aki observó con aprobación. Su tolerancia al alcohol había mejorado drásticamente, pero aun no tenía mucha experiencia bebiendo. Conocía la bebida, pero no la marca... y no parecía barata. Brindaron, y ella cerró los ojos para degustar mejor la bebida. No tenía mucho sabor, pero si ciertos... matices. No era santo de su devoción, pero estaba rico. Le instaba a pedir más. Oyó su invitación y notó sus ojos sobre ella. Le devolvió la mirada y mientras se servía otra copa, le dijo:
-En realidad, llevamos un buen rato jugando... y no creo que sepas con qué reglas.
Se apoyó a la mesa, sosteniéndole la mirada... y mientras daba un sorbo, cambió sus ojos. Utilizando de referencia la imagen de la chica de antes, fuera quien fuera, hizo que sus ojos fueran los de ella. Uno. Dos. Tres... segundos. Parpadeo, volviendo a la normalidad.
-Yo siempre estoy por encima del diez.-Le dejó claro. Dejó la copa en la mesa y se paseó por la estancia con las manos a la espalda y una expresión jovial.
-Pero si se te ocurre algo interesante que hacer, créeme... estaré encantada de oírlo.
Le llegó la imagen de una chica. ¿Las estaba comparando? Si, desde luego. Y... ella no era la ganadora. Cada vez le resultaba más fácil averiguar el objeto de los deseos de las personas, estaba mejorando con su akuma. Iba a ser una información interesante a utilizar, desde luego. Pensaba dejarle muy claro que no había nadie que pudiera comparársele. Ni siquiera el verdadero amor puede ganar a los instintos primarios... eso ya lo había comprobado. Menos mal que ella estaba por encima de esa barrera, por supuesto.
Estaba a su lado, fumando con tranquilidad. La miró con una sonrisa extraña y un brillo curioso en la mirada. Ah, cierto... la sangre. Acababa de olerla. La pelirroja le devolvió una taimada sonrisa. Él se acercó con calma y acercó su boca al cuello de la chica. Por un momento, la garganta de Aki se secó. Cerró los ojos y ya no estaba allí, sino lejos, muy lejos... en cierto castillo. Con cierta persona. Pero volvió a abrirlos al oir sus palabras. Reprimió una sonrisa, y cuando fue a alejarse, ignoró la última frase y le puso la mano en el hombro.
-Igual deberías tener cuidado. No vayas a acabar siendo el manjar en lugar del comensal.-Le comentó sonriendo.
En el apartamento, sacó una botella de Whiskey que Aki observó con aprobación. Su tolerancia al alcohol había mejorado drásticamente, pero aun no tenía mucha experiencia bebiendo. Conocía la bebida, pero no la marca... y no parecía barata. Brindaron, y ella cerró los ojos para degustar mejor la bebida. No tenía mucho sabor, pero si ciertos... matices. No era santo de su devoción, pero estaba rico. Le instaba a pedir más. Oyó su invitación y notó sus ojos sobre ella. Le devolvió la mirada y mientras se servía otra copa, le dijo:
-En realidad, llevamos un buen rato jugando... y no creo que sepas con qué reglas.
Se apoyó a la mesa, sosteniéndole la mirada... y mientras daba un sorbo, cambió sus ojos. Utilizando de referencia la imagen de la chica de antes, fuera quien fuera, hizo que sus ojos fueran los de ella. Uno. Dos. Tres... segundos. Parpadeo, volviendo a la normalidad.
-Yo siempre estoy por encima del diez.-Le dejó claro. Dejó la copa en la mesa y se paseó por la estancia con las manos a la espalda y una expresión jovial.
-Pero si se te ocurre algo interesante que hacer, créeme... estaré encantada de oírlo.
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Sirvió otro vaso esperando la respuesta de su invitada. El ambiente estaba tenso y en cualquier minuto los instintos artificiales del de cabello rubio se disparaban hacia la chica. Ella ya estaba jugando con él y parece que llevaba varios pasos de ventaja, ¿cómo era posible? No lo sabía pero estaría dispuesto a todo para descubrir quién era ella y que secretos tenía tras esos profundos ojos. Ojos que de un momento a otro hicieron confundir a Ryan con una imagen provocadora, que revivía una herida muy profunda la cual no deseaba cerrar. Oh, ella se equivocó al elegir ese movimiento. Ambos eran desconocidos mutuamente y eso jugaba a favor del muchacho cuyo origen es netamente incierto; lo único que provocó aquella jugada de la pelirroja fue confusión aparte de un poco de enojo. Al vampiro le hirvió la sangre.
-Así que eres capaz de interpretar mis pensamientos, ¿eh? – calcó él secamente.
¿Borracho? Sí. ¿Drogadicto? También. ¿Estúpido? De ninguna manera. No había forma alguna en que Ryan cayera dos veces en el mismo juego, su mente funcionaba de manera distinta que la de los humanos promedios; por muy orgánico que fuera su cuerpo original no había que olvidar toda la información incrustada en forma de chip. Con ello ya evidenció que estaba ante una mujer con una extraña habilidad que no acababa de entender ni imaginar, pero era suficiente para elegir bien sus movimientos. Solo que sí se equivocaba en algo la misteriosa mujer... y es que Levi no era lo que más deseaba en el mundo. Pasaron muchos años desde la última vez que sintió el fuego vivo e intenso del amor para ser cubierto y rodeado de furia y odio, así que no. No era lo que más deseaba, ni tampoco era la persona que más quería.
Bebió el vaso de whiskey y sirvió otro inmediatamente. Mientras, sus pensamientos seguían floreciendo respecto a la incógnita que tenía en frente a ella. Gracias a ella comprendió lo mucho que había cambiado y lo despreciable y egoísta que se había convertido. Era momento de hacer su jugada pues por muy misteriosa que fuera, todos tenían una debilidad y no tardaría en descubrirla. Como en ese momento... justo cuando sintió el olor a sangre y se acercó al cuello de la mujer, ella parecía ida completamente. Su cuerpo estaba junto a él pero su mente no, estaba en otro lugar.
-Al parecer – se acercó a ella –... no soy el único que tiene pensamientos puestos en otra persona.
¿Se equivocaba? Tal vez. Pero, ¿y si estaba en lo cierto? También era muy probable que lo estuviera. Bebió nuevamente del vaso y sirvió otro agonizando por ver como la botella de whiskey lentamente se vaciaba, era algo... trágico. Ya tenía muchos juegos en mente, como aquel que jugó con Ragnar en la montaña helada. Un juego de adivinanzas que vendría bien pero sería completamente distinto a esa vez, pues no sería con dados... y el premio sería algo más interesante.
El lugar estuvo quieto totalmente, ni un ruido ni molestia alguna interrumpió. Durante unos segundos la mente del muchacho se hizo un laberinto; claro que fue intencional. Sus deseos más profundos estaban guardados bajo duras capas de odio y sus pensamientos solo estaban siendo distorsionados por la funcionalidad excepcional de su mente. Se sentó en la silla y miró a la chica con gusto. Era guapa y nada podía cambiar eso, aunque por guapa que era... no confiaba en ella.
-Resulta que sí tengo ideas para jugar – mencionó llenando el vaso –. Soy lo que los viejos temen, aquello que tienen pero no admiten. Soy una situación, ennegrecida durante siglos. Presente en todos, guardado en lo más profundo de sus corazones. No me puedes derrotar pues no soy tangible. Cada vez que alzas la espada, allí estoy. ¿Qué soy?
Se quedó un minuto callado. Sonrió plácidamente y le explicó el juego.
-Si adivinas, bebo y me quito una prenda. Si no adivinas, bebes y te quitas una prenda. Luego será tu turno – mantenía la sonrisa – y dirás algo, lo que quieras. Una mentira o una verdad, lo que sea... pero si adivino, el resultado ya lo sabes. O si prefieres... en vez de quitarse una prenda, queda a elección del otro pedir lo que sea.
El mal. Esa era la respuesta evidente, pues los viejos le temen al mal pero jamás admiten que es parte de ellos; una situación que se oscurece más y más con el paso del tiempo. Presente hasta en los niños recién nacidos, aquello que no se puede ni ver ni tocar pero que cada vez que se alza la espada en defensa de tus ideales... aparece. Movimiento astuto, quería ver que tan inteligente podía ser ella. En el registro funcional de Ryan tenía un sinfín de acertijos suficientes para jugar toda la noche, aunque sus favoritos eran los que inventaba él.
La miró deseoso de conocer su respuesta.
-Así que eres capaz de interpretar mis pensamientos, ¿eh? – calcó él secamente.
¿Borracho? Sí. ¿Drogadicto? También. ¿Estúpido? De ninguna manera. No había forma alguna en que Ryan cayera dos veces en el mismo juego, su mente funcionaba de manera distinta que la de los humanos promedios; por muy orgánico que fuera su cuerpo original no había que olvidar toda la información incrustada en forma de chip. Con ello ya evidenció que estaba ante una mujer con una extraña habilidad que no acababa de entender ni imaginar, pero era suficiente para elegir bien sus movimientos. Solo que sí se equivocaba en algo la misteriosa mujer... y es que Levi no era lo que más deseaba en el mundo. Pasaron muchos años desde la última vez que sintió el fuego vivo e intenso del amor para ser cubierto y rodeado de furia y odio, así que no. No era lo que más deseaba, ni tampoco era la persona que más quería.
Bebió el vaso de whiskey y sirvió otro inmediatamente. Mientras, sus pensamientos seguían floreciendo respecto a la incógnita que tenía en frente a ella. Gracias a ella comprendió lo mucho que había cambiado y lo despreciable y egoísta que se había convertido. Era momento de hacer su jugada pues por muy misteriosa que fuera, todos tenían una debilidad y no tardaría en descubrirla. Como en ese momento... justo cuando sintió el olor a sangre y se acercó al cuello de la mujer, ella parecía ida completamente. Su cuerpo estaba junto a él pero su mente no, estaba en otro lugar.
-Al parecer – se acercó a ella –... no soy el único que tiene pensamientos puestos en otra persona.
¿Se equivocaba? Tal vez. Pero, ¿y si estaba en lo cierto? También era muy probable que lo estuviera. Bebió nuevamente del vaso y sirvió otro agonizando por ver como la botella de whiskey lentamente se vaciaba, era algo... trágico. Ya tenía muchos juegos en mente, como aquel que jugó con Ragnar en la montaña helada. Un juego de adivinanzas que vendría bien pero sería completamente distinto a esa vez, pues no sería con dados... y el premio sería algo más interesante.
El lugar estuvo quieto totalmente, ni un ruido ni molestia alguna interrumpió. Durante unos segundos la mente del muchacho se hizo un laberinto; claro que fue intencional. Sus deseos más profundos estaban guardados bajo duras capas de odio y sus pensamientos solo estaban siendo distorsionados por la funcionalidad excepcional de su mente. Se sentó en la silla y miró a la chica con gusto. Era guapa y nada podía cambiar eso, aunque por guapa que era... no confiaba en ella.
-Resulta que sí tengo ideas para jugar – mencionó llenando el vaso –. Soy lo que los viejos temen, aquello que tienen pero no admiten. Soy una situación, ennegrecida durante siglos. Presente en todos, guardado en lo más profundo de sus corazones. No me puedes derrotar pues no soy tangible. Cada vez que alzas la espada, allí estoy. ¿Qué soy?
Se quedó un minuto callado. Sonrió plácidamente y le explicó el juego.
-Si adivinas, bebo y me quito una prenda. Si no adivinas, bebes y te quitas una prenda. Luego será tu turno – mantenía la sonrisa – y dirás algo, lo que quieras. Una mentira o una verdad, lo que sea... pero si adivino, el resultado ya lo sabes. O si prefieres... en vez de quitarse una prenda, queda a elección del otro pedir lo que sea.
El mal. Esa era la respuesta evidente, pues los viejos le temen al mal pero jamás admiten que es parte de ellos; una situación que se oscurece más y más con el paso del tiempo. Presente hasta en los niños recién nacidos, aquello que no se puede ni ver ni tocar pero que cada vez que se alza la espada en defensa de tus ideales... aparece. Movimiento astuto, quería ver que tan inteligente podía ser ella. En el registro funcional de Ryan tenía un sinfín de acertijos suficientes para jugar toda la noche, aunque sus favoritos eran los que inventaba él.
La miró deseoso de conocer su respuesta.
Aki D. Arlia
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Uy, parecía que había metido el dedo en la llaga. La miró entre confundido y enojado, pero su suposición solo la hizo reír. Una risa honesta, sin nada detrás.
-¿Interpretar tus pensamientos? Oh, ya me gustaría. No, para nada. Mi... habilidad, digamos... es algo más física. -Le guiñó un ojo tratando de relajar el ambiente mientras daba otro sorbo a su copa.-No te enfades, por favor. Aun queda mucha noche por delante.-Por un momento, compuso una expresión compungida e inocente.- Es que me indignó que me pusieras bajo otra mujer, eso es todo.
Se acercó a él y le cogió de la pechera de la camisa. Se relamió, inmersa en el juego. Sabía interpretar bien su papel, fueran cuales fueran las circunstancias.
-¿Acaso no soy lo bastante para ti?
Pero él no debía de estarle prestando atención, porque la frase que dijo la dejó helada por un momento. Suspirando, le soltó y le alisó la tela antes de darse la vuelta y apartarse. Con una sonrisa triste, rozó la mesa y le contestó con sinceridad.
-Por supuesto. No pensarías que eras lo único en mi mente. No... siempre pienso en él. Esa es una apuesta fácil.-Pensaba en Karl, por supuesto. Aunque intentara olvidarlo con una noche de travesuras, eso no iba a cambiar el hecho de que le echaba de menos. La joven pelirroja no se daba cuenta de que Ryan no hablaba de él precisamente, si no del vampiro que había atacado sus pensamientos momentos antes. Volvió a suspirar y sacudió los hombros tratando de quitarse de encima la melancolía. No era buena idea dejar su guardia baja.
Él se estaba sirviendo otra copa. Aki se terminó la suya y volvió a dejar el vaso en la mesa. Se sentó en una de las sillas, cruzando una pierna sobre la otra. El vestido se elevó, dejando a la vista sus tacones y la liga con los cuchillos colgando. Escuchó la adivinanza con atención y reflexionó un poco. Al final, llegó a la conclusión que le parecía más acertada.
-La respuesta, creo, es la muerte. ¿No? No, veo en tu cara que no he acertado. Muy bien, aquí tienes tu prenda.- Dijo sonriendo pícaramente de nuevo. Dudo un segundo antes de desabrocharse el colgante. Lo que iba a hacer ahora podía ser peligroso para ella; todavía no sabía quien era él. Pero quedaba mucha noche por delante y... ¿Qué es de un juego si no se apuesta algo de riesgo? Se levantó y se pegó a él.
-Estate quieto... Y asegúrate de devolvérmelo después. No creas que es una victoria pequeña.
Le pasó las manos por detrás y le colgó la cadenita antes de apartarse. Un pequeño anillo dorado colgaba de ella con el nombre de Xella grabado. Lo supiera o no, ese anillo la identificaba como la cabeza de la organización... y podría acabar con su cabeza en la cárcel de nuevo si descubría lo que tenía al cuello. Pero sonrió y manteniendo una mano en su hombro, comenzó a rodearle mientras contaba su propia adivinanza.
-Tú posees algo. Es algo que ya he visto antes. Que ya he catado antes. Algo que hace que me pregunte si eres digno de ello. Algo que hace que me muera de curiosidad por ti, y que es mayormente la razón de que me tengas tan cerca. - Estando a su espalda, se inclinó y le susurró al oído.- Normalmente no es fácil capturarme.
Acto seguido, se alejó un par de pasos y rellenándose la copa, le informó del premio en juego.
-Si la aciertas, tendrás derecho a hacerme una pregunta. Puede ser la que quieras, grande o pequeña, íntima o pública. Y te garantizo que responderé con total sinceridad. Si la fallas...bueno, puedes quitarte una prenda. - Añadió con sorna.
-¿Interpretar tus pensamientos? Oh, ya me gustaría. No, para nada. Mi... habilidad, digamos... es algo más física. -Le guiñó un ojo tratando de relajar el ambiente mientras daba otro sorbo a su copa.-No te enfades, por favor. Aun queda mucha noche por delante.-Por un momento, compuso una expresión compungida e inocente.- Es que me indignó que me pusieras bajo otra mujer, eso es todo.
Se acercó a él y le cogió de la pechera de la camisa. Se relamió, inmersa en el juego. Sabía interpretar bien su papel, fueran cuales fueran las circunstancias.
-¿Acaso no soy lo bastante para ti?
Pero él no debía de estarle prestando atención, porque la frase que dijo la dejó helada por un momento. Suspirando, le soltó y le alisó la tela antes de darse la vuelta y apartarse. Con una sonrisa triste, rozó la mesa y le contestó con sinceridad.
-Por supuesto. No pensarías que eras lo único en mi mente. No... siempre pienso en él. Esa es una apuesta fácil.-Pensaba en Karl, por supuesto. Aunque intentara olvidarlo con una noche de travesuras, eso no iba a cambiar el hecho de que le echaba de menos. La joven pelirroja no se daba cuenta de que Ryan no hablaba de él precisamente, si no del vampiro que había atacado sus pensamientos momentos antes. Volvió a suspirar y sacudió los hombros tratando de quitarse de encima la melancolía. No era buena idea dejar su guardia baja.
Él se estaba sirviendo otra copa. Aki se terminó la suya y volvió a dejar el vaso en la mesa. Se sentó en una de las sillas, cruzando una pierna sobre la otra. El vestido se elevó, dejando a la vista sus tacones y la liga con los cuchillos colgando. Escuchó la adivinanza con atención y reflexionó un poco. Al final, llegó a la conclusión que le parecía más acertada.
-La respuesta, creo, es la muerte. ¿No? No, veo en tu cara que no he acertado. Muy bien, aquí tienes tu prenda.- Dijo sonriendo pícaramente de nuevo. Dudo un segundo antes de desabrocharse el colgante. Lo que iba a hacer ahora podía ser peligroso para ella; todavía no sabía quien era él. Pero quedaba mucha noche por delante y... ¿Qué es de un juego si no se apuesta algo de riesgo? Se levantó y se pegó a él.
-Estate quieto... Y asegúrate de devolvérmelo después. No creas que es una victoria pequeña.
Le pasó las manos por detrás y le colgó la cadenita antes de apartarse. Un pequeño anillo dorado colgaba de ella con el nombre de Xella grabado. Lo supiera o no, ese anillo la identificaba como la cabeza de la organización... y podría acabar con su cabeza en la cárcel de nuevo si descubría lo que tenía al cuello. Pero sonrió y manteniendo una mano en su hombro, comenzó a rodearle mientras contaba su propia adivinanza.
-Tú posees algo. Es algo que ya he visto antes. Que ya he catado antes. Algo que hace que me pregunte si eres digno de ello. Algo que hace que me muera de curiosidad por ti, y que es mayormente la razón de que me tengas tan cerca. - Estando a su espalda, se inclinó y le susurró al oído.- Normalmente no es fácil capturarme.
Acto seguido, se alejó un par de pasos y rellenándose la copa, le informó del premio en juego.
-Si la aciertas, tendrás derecho a hacerme una pregunta. Puede ser la que quieras, grande o pequeña, íntima o pública. Y te garantizo que responderé con total sinceridad. Si la fallas...bueno, puedes quitarte una prenda. - Añadió con sorna.
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Ciertamente no acertó, estaba cerca pero no. Los distractores que el muchacho usó sirvieron efectivamente para eso: distraerla. Era sencillo equivocarse si no prestabas atención a las palabras de Ryan. Sin embargo la respuesta de la chica ante el juego fue cómica e interesante, se desprendió del colgante que tenía y se lo colocó en el cuello al muchacho. ¿Un simple anillo de oro? No le tomó valor alguno, podía comprarse un colgante de oro cuando quisiera; tenía el suficiente dinero para aquellas cosas. Suspiró y le sonrió a la chica.
La pelirroja comenzó a rodearle en el asiento mientras pronunciaba su adivinanza que por cierto fue bastante... decepcionante. Sabía a lo que iba, después de todo la muchacha era sumamente inteligente; pero no tanto como él. Pudo hacer trampa al responderle con otro acertijo, pues puedes adivinar un acertijo usando otro acertijo y así. Pero no, quería divertirse y tenía dos opciones: decirle o quitarse una prenda. ¿Qué sería lo mejor?
Podía impresionarla al darle una buena respuesta. Jamás se preocupó mucho por ocultar sus poderes, si ella era parte del CP o de la Marina ya estaría preso. Tuvo muchos momentos en los cuales pudo haberse hecho de su cabeza o cuerpo pero nunca vio señal alguna así que... no, no podía ser eso. Sonrió mostrando sus colmillos. Pero era cierto lo que decía ella, si tanto interés por confirmar que él tenía específicamente esa fruta el diablo, no se lo diría fácilmente. No, por lo menos en ese momento no o sino terminaría con toda la curiosidad de la muchacha y el juego se tornaría aburrido. Era su mejor carta y no quería desaprovecharla a la primera.
-Lo siento pero creo que no puedo responder – mintió –, así que es mejor que me quite esto.
Se paró de la silla, se quitó la chaqueta y la dejó en el sofá. Sacó un cigarrillo y lo encendió al mismo tiempo que le convidaba una coqueta mirada a la muchacha. Fumaba de forma tan elegante que parece que hubiese nacido exclusivamente para eso. De forma impaciente –era obvio que no le gustaba esperar– se apresuró en anunciar su acertijo.
-Con todos los seres y cosas tengo relación, más algunas me evitan y odian sin compasión. Tócame y mírame con deseo, hasta volverte loca, ningún golpe me causa dolor ni me lastima tampoco. Los viejos me tienen miedo, los niños gozan conmigo, las bellas doncellas bailan y cantan con regocijo. Solloza y lloraré, bosteza y dormiré, sonríe y otra sonrisa devolveré. Dime, entonces, ¿qué soy?
Se acercó a ella hasta tenerla a unos veinte centímetros de cerca. Le susurró al oído.
-Si aciertas, podrás pedirme cualquier cosa y cumpliré sin opresión alguna. Si fallas, desprenderte de una prenda es lo que harás.
Mientras esperaba la respuesta fue a buscar más hielo al congelador y colocó dos en su vaso. Al volver sirvió en su vaso el exquisito whiskey color madera. Bebió un pequeño sorbo mientras por dentro se reía orgulloso de sí mismo. Estaría dispuesto a cualquier cosa que la muchacha le pidiera mientras fuera razonable para él; cualquier cosa menos rendirse de su deseo por eliminar a todos los tenryuubitos del mundo. Si adivinaba, ¿qué pediría?
La pelirroja comenzó a rodearle en el asiento mientras pronunciaba su adivinanza que por cierto fue bastante... decepcionante. Sabía a lo que iba, después de todo la muchacha era sumamente inteligente; pero no tanto como él. Pudo hacer trampa al responderle con otro acertijo, pues puedes adivinar un acertijo usando otro acertijo y así. Pero no, quería divertirse y tenía dos opciones: decirle o quitarse una prenda. ¿Qué sería lo mejor?
Podía impresionarla al darle una buena respuesta. Jamás se preocupó mucho por ocultar sus poderes, si ella era parte del CP o de la Marina ya estaría preso. Tuvo muchos momentos en los cuales pudo haberse hecho de su cabeza o cuerpo pero nunca vio señal alguna así que... no, no podía ser eso. Sonrió mostrando sus colmillos. Pero era cierto lo que decía ella, si tanto interés por confirmar que él tenía específicamente esa fruta el diablo, no se lo diría fácilmente. No, por lo menos en ese momento no o sino terminaría con toda la curiosidad de la muchacha y el juego se tornaría aburrido. Era su mejor carta y no quería desaprovecharla a la primera.
-Lo siento pero creo que no puedo responder – mintió –, así que es mejor que me quite esto.
Se paró de la silla, se quitó la chaqueta y la dejó en el sofá. Sacó un cigarrillo y lo encendió al mismo tiempo que le convidaba una coqueta mirada a la muchacha. Fumaba de forma tan elegante que parece que hubiese nacido exclusivamente para eso. De forma impaciente –era obvio que no le gustaba esperar– se apresuró en anunciar su acertijo.
-Con todos los seres y cosas tengo relación, más algunas me evitan y odian sin compasión. Tócame y mírame con deseo, hasta volverte loca, ningún golpe me causa dolor ni me lastima tampoco. Los viejos me tienen miedo, los niños gozan conmigo, las bellas doncellas bailan y cantan con regocijo. Solloza y lloraré, bosteza y dormiré, sonríe y otra sonrisa devolveré. Dime, entonces, ¿qué soy?
Se acercó a ella hasta tenerla a unos veinte centímetros de cerca. Le susurró al oído.
-Si aciertas, podrás pedirme cualquier cosa y cumpliré sin opresión alguna. Si fallas, desprenderte de una prenda es lo que harás.
Mientras esperaba la respuesta fue a buscar más hielo al congelador y colocó dos en su vaso. Al volver sirvió en su vaso el exquisito whiskey color madera. Bebió un pequeño sorbo mientras por dentro se reía orgulloso de sí mismo. Estaría dispuesto a cualquier cosa que la muchacha le pidiera mientras fuera razonable para él; cualquier cosa menos rendirse de su deseo por eliminar a todos los tenryuubitos del mundo. Si adivinaba, ¿qué pediría?
Aki D. Arlia
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Vio la decepción en la cara del muchacho y sonrió mirándole con condescendencia.
-No te lo he dado por dar, ¿Sabes? Deberías prestar más atención a tu alrededor... y bajar de las nubes.
Él sonrió mostrando los colmillos. Al verlos, los ojos de Aki centellearon. Que la provocase de esa manera... ¿Tenía la menor idea de lo que significaba para ella ese descaro? Estaba jugando con fuego. Que utilizase de una manera tan pueril la fruta de Derian... ah, a lo mejor debería devorarle, partirle esa sonrisa presumida en dos y tan solo aguardar que alguien mejor ocupara dicha fruta.
Pero no. Eso no era lo que quería.
En el fondo, tan solo estaba indignada. Pero le divertía el muchacho, y esa superioridad que no le llevaba a nada. En el fondo... ella iba un paso por delante. Dio otro sorbo a su copa, calmada, mientras le veía quitarse la chaqueta. Mirándole fijamente, utilizó los poderes de su fruta para incrementar el deseo del joven. Habría de darle una lección; si juegas con fuego... puedes quemarte.
Una vez hecho eso, caminó de vuelta al balcón pensando en las palabras del chico. Hmm... las adivinanzas no eran lo suyo, pero creía conocer la respuesta. Le miró fumar, con esa elegancia de manual y sus movimientos calculados. Era tan natural que parecía artificial. Se acercó a él, despacio. Todavía incrementando el deseo del chico, poco a poco. En un par de minutos, sería el equivalente a que le hubieran rociado con dos diales de feromonas. La pelirroja se relamió, pensando en que podría nuevamente ver los efectos de su habilidad; no dejaba de asombrarle y fascinarle.
Llegó a donde estaba él y con una mano acarició su anillo, en el pecho del chico. Las palabras grabadas relucían a la luz del piso y de la luna.
-La respuesta-Susurró.-Es el reflejo.
Había acertado, y ahora tenía un deseo sobre él. ¿Qué podía pedirle? Pero ya lo había decidido. Las adivinanzas no eran lo suyo; era hora de mover el campo de juego allí a donde ella estuviese cómoda.
-Mi petición... mi deseo...-Le dijo lentamente, con una sonrisa inocente.-Es que pases de esa reunión que tienes y bajes conmigo a algún local; me invitarás a una copa y bailarás conmigo. ¿Te ves capaz?
Volvió a alejarse un par de pasos y dejó su bebida en la mesa. ¿Aceptaría? Le apetecía bailar. Hacía calor, pero no demasiado. El cielo estaba despejado y la noche en general invitaba a improvisar y dejarse llevar. Se acercó hasta la puerta con lentitud y elegancia. Sujetándola, se volvió a verle.
-¿Me acompañas?
-No te lo he dado por dar, ¿Sabes? Deberías prestar más atención a tu alrededor... y bajar de las nubes.
Él sonrió mostrando los colmillos. Al verlos, los ojos de Aki centellearon. Que la provocase de esa manera... ¿Tenía la menor idea de lo que significaba para ella ese descaro? Estaba jugando con fuego. Que utilizase de una manera tan pueril la fruta de Derian... ah, a lo mejor debería devorarle, partirle esa sonrisa presumida en dos y tan solo aguardar que alguien mejor ocupara dicha fruta.
Pero no. Eso no era lo que quería.
En el fondo, tan solo estaba indignada. Pero le divertía el muchacho, y esa superioridad que no le llevaba a nada. En el fondo... ella iba un paso por delante. Dio otro sorbo a su copa, calmada, mientras le veía quitarse la chaqueta. Mirándole fijamente, utilizó los poderes de su fruta para incrementar el deseo del joven. Habría de darle una lección; si juegas con fuego... puedes quemarte.
Una vez hecho eso, caminó de vuelta al balcón pensando en las palabras del chico. Hmm... las adivinanzas no eran lo suyo, pero creía conocer la respuesta. Le miró fumar, con esa elegancia de manual y sus movimientos calculados. Era tan natural que parecía artificial. Se acercó a él, despacio. Todavía incrementando el deseo del chico, poco a poco. En un par de minutos, sería el equivalente a que le hubieran rociado con dos diales de feromonas. La pelirroja se relamió, pensando en que podría nuevamente ver los efectos de su habilidad; no dejaba de asombrarle y fascinarle.
Llegó a donde estaba él y con una mano acarició su anillo, en el pecho del chico. Las palabras grabadas relucían a la luz del piso y de la luna.
-La respuesta-Susurró.-Es el reflejo.
Había acertado, y ahora tenía un deseo sobre él. ¿Qué podía pedirle? Pero ya lo había decidido. Las adivinanzas no eran lo suyo; era hora de mover el campo de juego allí a donde ella estuviese cómoda.
-Mi petición... mi deseo...-Le dijo lentamente, con una sonrisa inocente.-Es que pases de esa reunión que tienes y bajes conmigo a algún local; me invitarás a una copa y bailarás conmigo. ¿Te ves capaz?
Volvió a alejarse un par de pasos y dejó su bebida en la mesa. ¿Aceptaría? Le apetecía bailar. Hacía calor, pero no demasiado. El cielo estaba despejado y la noche en general invitaba a improvisar y dejarse llevar. Se acercó hasta la puerta con lentitud y elegancia. Sujetándola, se volvió a verle.
-¿Me acompañas?
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De un momento a otro el deseo que Ryan sentía sobre la chica incrementó repentinamente, sintiendo que en ese momento se abalanzaría sobre ella. Una serie de imágenes pasó por su cabeza, describirlas sería... algo demasiado textual, y para todos nuestros lectores no es la mejor idea. El muchacho sonrió ante la respuesta certera de la mujer; pensó que se la había puesto muy fácil. Casi regalada. Los acertijos eran entretenidos pero después de un rato terminaban aburriendo a la gente.
Bebió de su vaso y miró a la chica con sus seductores ojos. Esbozó una coqueta sonrisa y se la regaló a la chica. Ella estaba jugando en terrenos conocidos, muy recorridos; esa fue la conclusión del vampiro quien no se dejaba de impresionar por los grandes dotes de su compañera. Le vio el escote y sintió aún más deseo, en ese mismo minuto estuvo a un segundo de abalanzarse sobre ella y clavar sus largos colmillos sobre el dulce cuello de la mujer y terminar en algo más. Pero no lo hizo, intentando controlar todos sus instintos animales se levantó y le dio la espalda a la mujer mientras escuchaba el deseo.
Era algo bastante sencillo, se esperaba algo mucho más... elaborado. Incluso más codicioso, pero que la acompañara a bailar era una petición que la podía pedir sin necesidad de desperdiciar un valioso deseo que probablemente no recuperará. A menos que Ryan le ofreciera uno, y así fue el caso.
-Por supuesto que te acompañaré – le dijo mirándola a los ojos –. Te acompañaría a donde sea, no era necesario desperdiciar tu deseo en algo tan... normalillo. Así que como favor, te daré otro deseo, pero este piénsalo bien.
Fue al baño a lavarse la cara y echarse un poco de perfume. La noche era templada por lo que un perfume fresco y cítrico sería la mejor opción. Revisó su inventario y comenzó a cotillear buscando la mejor opción. ¿Uno con notas frutales? No parecía ser lo que buscaba, quizás algo con limón era la mejor idea... Sí, así lo fue. Del cajón que se encontraba en el baño sacó una caja celeste de terciopelo cuyo interior era ocupado por un frasco transparente que abarcaba un líquido de color limón. Se aplicó dos veces en el cuello y luego salió de la habitación. Las notas de entrada eran de limón y en lo mínimo albaca, mientras que las de corazón abarcaban el bambú y algunas hierbas muy frescas.
-Supongo que estamos listos.
Bajó junto a la hermosa dama y la llevó a su auto. Ya estaba en condiciones de manejar; la llevó hasta un hermoso modelo deportivo de color negro cuyas butacas eran color crema. Un hermoso motor de 3.5 retumbaba el espacio cerrado mientras arrancaba con su compañera en el asiento del copiloto. Manejó con una mano mientras que con la otra se echaba otro cigarrillo a la boca. Manejó durante un pequeño lapso hasta llegar a un elegante pub. Era el local perfecto para una cita así.
Estacionó el vehículo, se bajó rápidamente y de forma elegante y caballerosa le abrió la puerta a su compañera permitiendo que esta descendiera. El lugar, por dentro, era perfecto. Realmente una obra de arte; las butacas eran lo suficientemente cómodas mientras que la pista de baile era lo suficientemente amplia para que las parejas no se toparan ni golpearan. ¡Qué maravilla! Ryan la invitó a sentarse mientras él tomaba asiento y leía la carta.
-Hay muchos licores aquí – le dijo mientras no despegaba los ojos de su carta –. Me apetece un... Bombay Saphire. ¿Y tú? ¿Qué pedirás?
Un hombre vestido como el clásico mesero fue llamado por el vampiro para pedir los tragos que se dispondrían a beber. Todo estaba resultando increíblemente bien. Que cómico, ¿no? De pasar a creerse Batman estaba allí, completamente sobrio gracias a su metabolismo de vampiro.
Bebió de su vaso y miró a la chica con sus seductores ojos. Esbozó una coqueta sonrisa y se la regaló a la chica. Ella estaba jugando en terrenos conocidos, muy recorridos; esa fue la conclusión del vampiro quien no se dejaba de impresionar por los grandes dotes de su compañera. Le vio el escote y sintió aún más deseo, en ese mismo minuto estuvo a un segundo de abalanzarse sobre ella y clavar sus largos colmillos sobre el dulce cuello de la mujer y terminar en algo más. Pero no lo hizo, intentando controlar todos sus instintos animales se levantó y le dio la espalda a la mujer mientras escuchaba el deseo.
Era algo bastante sencillo, se esperaba algo mucho más... elaborado. Incluso más codicioso, pero que la acompañara a bailar era una petición que la podía pedir sin necesidad de desperdiciar un valioso deseo que probablemente no recuperará. A menos que Ryan le ofreciera uno, y así fue el caso.
-Por supuesto que te acompañaré – le dijo mirándola a los ojos –. Te acompañaría a donde sea, no era necesario desperdiciar tu deseo en algo tan... normalillo. Así que como favor, te daré otro deseo, pero este piénsalo bien.
Fue al baño a lavarse la cara y echarse un poco de perfume. La noche era templada por lo que un perfume fresco y cítrico sería la mejor opción. Revisó su inventario y comenzó a cotillear buscando la mejor opción. ¿Uno con notas frutales? No parecía ser lo que buscaba, quizás algo con limón era la mejor idea... Sí, así lo fue. Del cajón que se encontraba en el baño sacó una caja celeste de terciopelo cuyo interior era ocupado por un frasco transparente que abarcaba un líquido de color limón. Se aplicó dos veces en el cuello y luego salió de la habitación. Las notas de entrada eran de limón y en lo mínimo albaca, mientras que las de corazón abarcaban el bambú y algunas hierbas muy frescas.
-Supongo que estamos listos.
Bajó junto a la hermosa dama y la llevó a su auto. Ya estaba en condiciones de manejar; la llevó hasta un hermoso modelo deportivo de color negro cuyas butacas eran color crema. Un hermoso motor de 3.5 retumbaba el espacio cerrado mientras arrancaba con su compañera en el asiento del copiloto. Manejó con una mano mientras que con la otra se echaba otro cigarrillo a la boca. Manejó durante un pequeño lapso hasta llegar a un elegante pub. Era el local perfecto para una cita así.
Estacionó el vehículo, se bajó rápidamente y de forma elegante y caballerosa le abrió la puerta a su compañera permitiendo que esta descendiera. El lugar, por dentro, era perfecto. Realmente una obra de arte; las butacas eran lo suficientemente cómodas mientras que la pista de baile era lo suficientemente amplia para que las parejas no se toparan ni golpearan. ¡Qué maravilla! Ryan la invitó a sentarse mientras él tomaba asiento y leía la carta.
-Hay muchos licores aquí – le dijo mientras no despegaba los ojos de su carta –. Me apetece un... Bombay Saphire. ¿Y tú? ¿Qué pedirás?
Un hombre vestido como el clásico mesero fue llamado por el vampiro para pedir los tragos que se dispondrían a beber. Todo estaba resultando increíblemente bien. Que cómico, ¿no? De pasar a creerse Batman estaba allí, completamente sobrio gracias a su metabolismo de vampiro.
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