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– ¿Qué opinas de la carne de venado, viejo? – Preguntó mientras veía como lo que acababa de cazar se iba quemando. Ushio sonrió de medio lado, era un día común y cualquiera en aquella isla, pero, por alguna razón, había entablado cierta amistad con un viejo cazador de unos setenta, pelo canoso y ojos color azules. Notó que su compañero estaba emocionado al comer aquella delicia y, sobre todo, de que su “aprendiz” fuera quien lo había conseguido. Se sentaron en unas cuantas rocas mientras iban viendo que nadie más se acercara a su lugar. Estaban en un pequeño claro, no a muchos kilómetros del pueblo principal de aquella isla.
– Dime, Ushio… ¿Por qué no te has ido? – el espadachín ya llevaba unos días en aquella isla y, aunque en cierta forma daba alguna protección ante ataques piratas, quizás su presencia estorbaba. ¿Por qué no se había ido? No tenía idea donde seguir buscando. Llevaba ya unas cuantas semanas buscando a Milena y no había forma de encontrarla. – ¿Aún tienes la vaga fe de que ella vendrá aquí? – Ambos suspiraron. Ushio hizo un poco más grande la llama y miró al cielo. También, se le estaba haciendo costumbre quedarse en unos días o, incluso, semanas en la misma isla. Con la vaga esperanza de que la pelirroja apareciera.
– Tengo que encontrarla, viejo… Aún si eso me significara recorrer el mundo entero ida y vuelta. Tengo que hallarla – apretó su puño derecho con algo de rabia e impotencia. El viejo dio vuelta el venado y lo miró con cierta compasión. – Soy un idiota y tengo que remediar muchas cosas en mi vida. Pero, para empezar, debo arreglar mis cosas con Milena – Ushio soltó un ligero suspiro mientras veía como el fuego iba dorando la carne. El humo debería verse a kilómetros y, quizás, se armaba una pequeña fiesta y todo. – Pronto me iré, en todo caso. – Sonrió de medio lado y se recostó en el suelo.
– No deberías apurar las cosas, Ushio – aquel viejo, como era usual, le daba ciertos consejos que, a fin de cuentas, nunca tomaba. – El mundo fluye, es como una rueda… No debes forzar las cosas y deberías dejar que todo suceda con la magia del destino. – Su compañero se levantó y se fue a internarse en el bosque, seguramente, a conseguir más madera o, quizás, algún acompañamiento para aquella deliciosa carne. Ahora, el espadachín estaba solo en el bosque, con un venado a medio hacer y con el corazón en pena.
– Dime, Ushio… ¿Por qué no te has ido? – el espadachín ya llevaba unos días en aquella isla y, aunque en cierta forma daba alguna protección ante ataques piratas, quizás su presencia estorbaba. ¿Por qué no se había ido? No tenía idea donde seguir buscando. Llevaba ya unas cuantas semanas buscando a Milena y no había forma de encontrarla. – ¿Aún tienes la vaga fe de que ella vendrá aquí? – Ambos suspiraron. Ushio hizo un poco más grande la llama y miró al cielo. También, se le estaba haciendo costumbre quedarse en unos días o, incluso, semanas en la misma isla. Con la vaga esperanza de que la pelirroja apareciera.
– Tengo que encontrarla, viejo… Aún si eso me significara recorrer el mundo entero ida y vuelta. Tengo que hallarla – apretó su puño derecho con algo de rabia e impotencia. El viejo dio vuelta el venado y lo miró con cierta compasión. – Soy un idiota y tengo que remediar muchas cosas en mi vida. Pero, para empezar, debo arreglar mis cosas con Milena – Ushio soltó un ligero suspiro mientras veía como el fuego iba dorando la carne. El humo debería verse a kilómetros y, quizás, se armaba una pequeña fiesta y todo. – Pronto me iré, en todo caso. – Sonrió de medio lado y se recostó en el suelo.
– No deberías apurar las cosas, Ushio – aquel viejo, como era usual, le daba ciertos consejos que, a fin de cuentas, nunca tomaba. – El mundo fluye, es como una rueda… No debes forzar las cosas y deberías dejar que todo suceda con la magia del destino. – Su compañero se levantó y se fue a internarse en el bosque, seguramente, a conseguir más madera o, quizás, algún acompañamiento para aquella deliciosa carne. Ahora, el espadachín estaba solo en el bosque, con un venado a medio hacer y con el corazón en pena.
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Como no era de otra forma, la justicia era una cabrona en muchos sentidos. – ¡Red Sword! – Un tajo rápido y certero, cortó el cuello de aquel hombre de cabellos blancos. El líquido carmesí comenzó a fluir desde su garganta hasta el pecho, y después hasta su estómago. Los dorados ojos del pirata se fueron cerrando despacio, presa de la muerte. La culpable de aquello, una joven pelirroja de mirada siniestra. Nadie podía culparla, había matado a un sucio criminal. Un hombre que costaba tres millones. Pero el dinero le daba lo mismo, por lo que lo dejó allí tirado en el suelo. La mujer enfundó su arma, realizando un sonido bello y elegante. Entonces se relamió despacio, mirando el cuerpo frente a ella. Muchas personas se escondían aterradas por la presencia de la mujer. La científica solía ser muy cruel para aquellas cosas. Sus rojizos ojos se clavaron en el cadáver. Le parecía simple e idiota. Le pisó el cuello de forma violenta, manchándose la bota de sangre.
La chica vestía con unos vendajes que le cubrían los pechos, un pantalón rojo, y unas botas. Tenía el pelo recogido en una coleta, y portaba una funda negra. Llevaba consigo una pequeña mochila blanca. En ella guardaba sus juguetes, y más ropa. De repente, empezó a caminar con calma, mirando al frente de manera seria. Desde que Cooper se había hecho director del departamento, ella se había dedicado a ir por libre. No tenía mucho que hacer, y por ello se divertía erradicando criminales. Su proyecto sobre la sangre estaba a punto de ser completo, y entonces ascendería en la jerarquía. Tenía muchísimos planes sobre sus experimentos. Recordó que debía hacerle una visita a Eichi, y por ello mostró una sonrisa ladeada. El pelirrojo debía de estar lejos de allí. Pensaba llamarlo luego por el Den den mushi. Pero por el momento decidió darse una pequeña vuelta.
Pudo divisar un pequeño puesto de perritos calientes, por lo que se acercó con toda la calma del mundo. Miró los precios, y le parecían muy razonables. En ese momento miró al tendero, un hombre mayor de cabellos morenos, ojos verdes, y vestido con un delantal blanco. Ella entonces le puso unos cuantos berries en el mostrador. – Dos perritos con mayonesa, y una botella de agua de dos litros. – El tipo asintió con una sonrisa, sirviéndola después. La mujer entonces se alejó, llegando a un pequeño parque. Se sentó en un banco, mordiendo uno de aquellos alimentos. El sabor le pareció delicioso, y por ello sonrió de lado. Dejó mochila a su lado, vigilándola. Cualquiera que tratase de pillarla, se podía quedar sin mano. La espadachín era muy buena con su espada. De hecho, su mejora de corte era impresionante. Era capaz de dejar tiras de hierro hechas trizas. Encima sólo tenía una técnica especial. Se bastaba con su capacidad combativa, y de su haki. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro cuando vio un par de nubes acercarse. Tenían un color oscuro, por lo que iba a llover claramente. No pensaba ocultarse de la lluvia, le gustaba.
Se comió el primer perrito, suspirando después. – Necesito encontrar un criminal más fuerte. – Dijo entonces metiendo la mano en su mochila, y sacando una manzana de color azul, con espirales verdes rodeándola. Su fruta del diablo. Mostró una leve expresión siniestra, justo para después pensarse si morderla o no. Lo que sí mordió fue el otro perrito, el cual tenía un sabor delicioso. La mayonesa combinaba bastante bien con la carne.
La chica vestía con unos vendajes que le cubrían los pechos, un pantalón rojo, y unas botas. Tenía el pelo recogido en una coleta, y portaba una funda negra. Llevaba consigo una pequeña mochila blanca. En ella guardaba sus juguetes, y más ropa. De repente, empezó a caminar con calma, mirando al frente de manera seria. Desde que Cooper se había hecho director del departamento, ella se había dedicado a ir por libre. No tenía mucho que hacer, y por ello se divertía erradicando criminales. Su proyecto sobre la sangre estaba a punto de ser completo, y entonces ascendería en la jerarquía. Tenía muchísimos planes sobre sus experimentos. Recordó que debía hacerle una visita a Eichi, y por ello mostró una sonrisa ladeada. El pelirrojo debía de estar lejos de allí. Pensaba llamarlo luego por el Den den mushi. Pero por el momento decidió darse una pequeña vuelta.
Pudo divisar un pequeño puesto de perritos calientes, por lo que se acercó con toda la calma del mundo. Miró los precios, y le parecían muy razonables. En ese momento miró al tendero, un hombre mayor de cabellos morenos, ojos verdes, y vestido con un delantal blanco. Ella entonces le puso unos cuantos berries en el mostrador. – Dos perritos con mayonesa, y una botella de agua de dos litros. – El tipo asintió con una sonrisa, sirviéndola después. La mujer entonces se alejó, llegando a un pequeño parque. Se sentó en un banco, mordiendo uno de aquellos alimentos. El sabor le pareció delicioso, y por ello sonrió de lado. Dejó mochila a su lado, vigilándola. Cualquiera que tratase de pillarla, se podía quedar sin mano. La espadachín era muy buena con su espada. De hecho, su mejora de corte era impresionante. Era capaz de dejar tiras de hierro hechas trizas. Encima sólo tenía una técnica especial. Se bastaba con su capacidad combativa, y de su haki. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro cuando vio un par de nubes acercarse. Tenían un color oscuro, por lo que iba a llover claramente. No pensaba ocultarse de la lluvia, le gustaba.
Se comió el primer perrito, suspirando después. – Necesito encontrar un criminal más fuerte. – Dijo entonces metiendo la mano en su mochila, y sacando una manzana de color azul, con espirales verdes rodeándola. Su fruta del diablo. Mostró una leve expresión siniestra, justo para después pensarse si morderla o no. Lo que sí mordió fue el otro perrito, el cual tenía un sabor delicioso. La mayonesa combinaba bastante bien con la carne.
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Unos pasos y varias presencias acercándose a donde estaba lo hicieron despertar. Se levantó, miró al venado y notó que aún le faltaba un poco para que llegara a su punto. Notó que su compañero no había regresado, pero su “voz” seguía moviéndose por el interior del bosque. Se apoyó en un árbol cercano y esperó a que aquellas personas o animales llegaran a donde estaba él. Ushio no pudo evitar sorprenderse al notar que era un grupo de unas cuatro personas. Los rostros de ellos reflejaban miedo. Entre gritos y señas había entendido lo importante, una mujer pelirroja había matado a sangre fría a un hombre. Al parecer, ese pobre hombre tenía una recompensa o algo así. Frunció el ceño ante lo único que le había interesado de todo aquello. “Mujer pelirroja” era verdad, existían muchas mujeres pelirrojas y podía no ser la que estaba buscando, pero… No perdía nada si iba en su busca. Además, así el pueblo se sentiría más seguro.
– Bien, yo me haré cargo. – unas alas verdes se formaron en su espalda y rápidamente alzó el vuelo rumbo al pueblo. No le interesaba el venado en aquel momento y tampoco le interesaba si los que le habían informado sobre aquello se lo devoraban. Ushio sonrió de medio lado y, a medida que iba llegando, intensificaba su Haki para sentir todas las presencias… – Es ella… – su presencia era imposible de olvidar. No tenía idea por qué ella estaba aquí, pero no le importaba… Semanas de búsqueda y al fin habían llegado a su fin. – Milena… – Aceleró y no tardó mucho en llegar a donde ella estaba. Su corazón se había acelerado… Bajó del cielo y quedó a unos escasos metros de ella. Al fin… Sonrió de medio lado. Suspiró con calma y recordó las palabras de su maestro Dranser… ”Debo hacer lo imposible por recuperarla” – trató de recuperar la cordura y analizó lo que iba a decir.
– Buenas, Milena – dijo de forma “calmada”. Por dentro estaba muy nervioso, era una de esas pocas veces en las cuales no sabía cómo iba a reaccionar la otra persona. – Quizás no quieras ni verme la cara y créeme que lo entiendo – tomó una leve pausa mientras la miraba a los ojos. Estaba preparado para todo… En parte. – Pero solo quiero un minuto… Un minuto de tu tiempo y luego tú decides qué hacer… Por favor, Milena. – Tragó saliva nervioso y guardó silencio esperando la respuesta por parte de ella.
– Bien, yo me haré cargo. – unas alas verdes se formaron en su espalda y rápidamente alzó el vuelo rumbo al pueblo. No le interesaba el venado en aquel momento y tampoco le interesaba si los que le habían informado sobre aquello se lo devoraban. Ushio sonrió de medio lado y, a medida que iba llegando, intensificaba su Haki para sentir todas las presencias… – Es ella… – su presencia era imposible de olvidar. No tenía idea por qué ella estaba aquí, pero no le importaba… Semanas de búsqueda y al fin habían llegado a su fin. – Milena… – Aceleró y no tardó mucho en llegar a donde ella estaba. Su corazón se había acelerado… Bajó del cielo y quedó a unos escasos metros de ella. Al fin… Sonrió de medio lado. Suspiró con calma y recordó las palabras de su maestro Dranser… ”Debo hacer lo imposible por recuperarla” – trató de recuperar la cordura y analizó lo que iba a decir.
– Buenas, Milena – dijo de forma “calmada”. Por dentro estaba muy nervioso, era una de esas pocas veces en las cuales no sabía cómo iba a reaccionar la otra persona. – Quizás no quieras ni verme la cara y créeme que lo entiendo – tomó una leve pausa mientras la miraba a los ojos. Estaba preparado para todo… En parte. – Pero solo quiero un minuto… Un minuto de tu tiempo y luego tú decides qué hacer… Por favor, Milena. – Tragó saliva nervioso y guardó silencio esperando la respuesta por parte de ella.
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L a pelirroja continuaba comiéndose el último perrito con toda la calma del mundo. En ese momento, bebió un trago del agua, sintiendo una agradable sensación. Continuaba teniendo frente a ella aquella fruta. Entonces sonrió de forma siniestra. No iba a pensársela más, y después de unos instantes, la mordió despacio. Notó un sabor horrible en su boca, pero lo ignoró y tragó con tranquilidad. Después debió de nuevo. Tiró los restos de la manzana entonces. Notó una ardua sensación en el pecho. Resultaba ser un poco incómodo, pero ya estaba hecho. Lo primero que hizo fue comprobar que no era un animal. No sintió ninguna parte de su cuerpo cambiar, y eso era bueno. Adoraba su aspecto físico. Todo estaba en calma, y por ello pensó que su poder debía tener una capacidad distinta al cambio. Se golpeó el estómago levemente para ver si era de un elemento, pero no sabía a ciencia cierta si podía funcionar así. Decidió que no tras unos momentos.
Justo entonces, pudo ver una silueta acercarse a ella. Dejó su mano derecha cerca de la funda de su katana. En cuanto vio de quien se trataba, abrió los ojos como platos. No se lo esperaba, pero de todas formas decidió tranquilizarse. Vio que estaba como de costumbre, nada distinto en él. No pudo evitar notar un leve mosqueo recorrerle. No le traía la cabeza del tirador, y por ello no tuvo muchas ganas de hablarle. Escuchó las palabras que le dijo, y entonces alzó una ceja. Centró su mirada en una piedra cercana, era de un tamaño normal, unos tres kilos pesaría. Entonces aquel pequeño objeto comenzó a levitar como si estuviese vivo. La chica quedó asombrada, sabía que había sido ella. De modo que el poder obtenido tenía que ver con la telekinesia, o a lo mejor con la gravedad. Fuese lo que fuese, tenía un poder impresionante, y por ello sonrió de lado. Dejó aquel tema para después, y decidió centrarse en el moreno que tenía frente a sus ojos. No pensaba olvidarse de todo lo que le había hecho pasar a ella, y era muy rencorosa.
De modo que pedía un minuto. Aquello hizo que la roca elevada cayera al suelo de repente. Se notaba que no le había hecho gracia. – ¿Sin la cabeza del pistolero? Tienes veinte segundos. – Dijo de forma fría. Justo entonces desenvainó con una velocidad impresionante, lanzando un tajo vertical y formando una onda cortante que fue hacía el pecho del moreno. Iba imbuida en haki armadura, y por su puesto iba con toda la intención de hacerle una herida considerable. Esperaba que el factor sorpresa la ayudase. De todas formas, le diese o no, ocultaría su arma con calma. Un trueno resonó entonces, dando lugar a la lluvia. El agua cayó sobre la pellirroja, mojando sus cabellos totalmente. Ella no se inmutó, se quedó callada, mirándole, y manteniendo la sangre fría en todo momento. No iba a decir nada más por el momento. Prefería escuchar lo que tenía que decirle.
Justo entonces, pudo ver una silueta acercarse a ella. Dejó su mano derecha cerca de la funda de su katana. En cuanto vio de quien se trataba, abrió los ojos como platos. No se lo esperaba, pero de todas formas decidió tranquilizarse. Vio que estaba como de costumbre, nada distinto en él. No pudo evitar notar un leve mosqueo recorrerle. No le traía la cabeza del tirador, y por ello no tuvo muchas ganas de hablarle. Escuchó las palabras que le dijo, y entonces alzó una ceja. Centró su mirada en una piedra cercana, era de un tamaño normal, unos tres kilos pesaría. Entonces aquel pequeño objeto comenzó a levitar como si estuviese vivo. La chica quedó asombrada, sabía que había sido ella. De modo que el poder obtenido tenía que ver con la telekinesia, o a lo mejor con la gravedad. Fuese lo que fuese, tenía un poder impresionante, y por ello sonrió de lado. Dejó aquel tema para después, y decidió centrarse en el moreno que tenía frente a sus ojos. No pensaba olvidarse de todo lo que le había hecho pasar a ella, y era muy rencorosa.
De modo que pedía un minuto. Aquello hizo que la roca elevada cayera al suelo de repente. Se notaba que no le había hecho gracia. – ¿Sin la cabeza del pistolero? Tienes veinte segundos. – Dijo de forma fría. Justo entonces desenvainó con una velocidad impresionante, lanzando un tajo vertical y formando una onda cortante que fue hacía el pecho del moreno. Iba imbuida en haki armadura, y por su puesto iba con toda la intención de hacerle una herida considerable. Esperaba que el factor sorpresa la ayudase. De todas formas, le diese o no, ocultaría su arma con calma. Un trueno resonó entonces, dando lugar a la lluvia. El agua cayó sobre la pellirroja, mojando sus cabellos totalmente. Ella no se inmutó, se quedó callada, mirándole, y manteniendo la sangre fría en todo momento. No iba a decir nada más por el momento. Prefería escuchar lo que tenía que decirle.
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Sonrió de forma tranquila al escuchar su respuesta. No era el minuto que quería, pero tampoco creía que necesitaba más… En parte. No es que tuviera un dialogo estudiado para decir, o que hubiera practicado algo. Tampoco era alguien que planificara mucho las cosas, pero… Era el momento de la verdad. Suspiró y fue entonces cuando su mantra le advirtió del ataque de la pelirroja. ”Esto va a doler” – no podría esquivarlo en su totalidad, de hecho, solo logró interponer su espada de kairoseki en el camino. Pero sus pocos reflejos, la corta distancia y la tremenda velocidad del corte, fueron cosas que le jugaron en contra y el corte fue de consideración. Guardó su espada y escupió algo de sangre… La herida le recorría desde el hombro izquierdo hasta casi su cintura, iba a formar una bonita equis en su pecho ”Maldito pelirrojo”.
– No lo niego, me lo merecía… – dijo con una sonrisa. Se limpió la boca y se sentó en el suelo. No es que de pie fuera aguantar de todas maneras. Notó que algunos habitantes se acercaban, pero los detuvo con una mano. – Tranquilos. Estoy bien, no se acerquen – su tono fue lo suficientemente serio como para que nadie se acercara y todos se fueran. Luego de eso, miró a la pelirroja. – No soy tan tonto como para creer que un lo siento arreglará todo – tosió algo de sangre y luego recuperó la compostura. – Sé que soy un imbécil… Simplemente, te perdí por no actuar como debía… – su tono se fragmentó unos segundos, pero nada muy notorio… En parte. Sus ojos estaban algo brillosos y estaba a nada de llorar. ”Mantente firme, idiota” – notaba como la sangre le recorría el pecho y caía al suelo. Le iba a dejar una bonita cicatriz. Suspiró de forma calmada. – La verdad, tengo mil cosas que decirte, mil palabras que quizás sonarían bonitas, pero que no tendrían mucho significado – sabía que se le estaba acabando el tiempo, debía decir lo que en verdad sentía. – Pero solo dos, ahora, quizás, lo tengan: Te amo, Milena. – Sus ojos no se despegaron de los de ella. Lo había dicho, algo que quizás lo debió decir antes.
– Es todo… Si quieres acabar conmigo, como siempre quisiste hacer, hazlo – sonrió de medio lado y dejó todas sus armas a su lado, a unos pocos metros de ella. – Ya no tengo nada más que decir y el tiempo se acabó. Ahora tú decides, Milena. – No se arrepentía de nada… Quizás de no haber acabado con ese maldito cuando tuvo la oportunidad, quizás, también; de perder a la mujer que amaba… Si… Claramente se arrepentía de eso.
– No lo niego, me lo merecía… – dijo con una sonrisa. Se limpió la boca y se sentó en el suelo. No es que de pie fuera aguantar de todas maneras. Notó que algunos habitantes se acercaban, pero los detuvo con una mano. – Tranquilos. Estoy bien, no se acerquen – su tono fue lo suficientemente serio como para que nadie se acercara y todos se fueran. Luego de eso, miró a la pelirroja. – No soy tan tonto como para creer que un lo siento arreglará todo – tosió algo de sangre y luego recuperó la compostura. – Sé que soy un imbécil… Simplemente, te perdí por no actuar como debía… – su tono se fragmentó unos segundos, pero nada muy notorio… En parte. Sus ojos estaban algo brillosos y estaba a nada de llorar. ”Mantente firme, idiota” – notaba como la sangre le recorría el pecho y caía al suelo. Le iba a dejar una bonita cicatriz. Suspiró de forma calmada. – La verdad, tengo mil cosas que decirte, mil palabras que quizás sonarían bonitas, pero que no tendrían mucho significado – sabía que se le estaba acabando el tiempo, debía decir lo que en verdad sentía. – Pero solo dos, ahora, quizás, lo tengan: Te amo, Milena. – Sus ojos no se despegaron de los de ella. Lo había dicho, algo que quizás lo debió decir antes.
– Es todo… Si quieres acabar conmigo, como siempre quisiste hacer, hazlo – sonrió de medio lado y dejó todas sus armas a su lado, a unos pocos metros de ella. – Ya no tengo nada más que decir y el tiempo se acabó. Ahora tú decides, Milena. – No se arrepentía de nada… Quizás de no haber acabado con ese maldito cuando tuvo la oportunidad, quizás, también; de perder a la mujer que amaba… Si… Claramente se arrepentía de eso.
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La pelirroja no se inmutó cuando su corte tuvo el efecto deseado en el cuerpo del moreno. Lo tenía más que merecido, y por ello se quedó callada. El agua continuaba cayendo sobre la chica, la cual mantenía la mirada fría en todo momento. Su flequillo quedó sobre su frente, dándole un aire juvenil, y rebelde. Su piel quedó humedecida, y notó una sensación muy buena. Sin duda, el agua era un regalo del cielo. Lo malo era que ya no podía meterse en el mar. Tampoco era una enorme perdida, y por ello le daba lo mismo. Siempre había preferido meterse en su bañera o en lagos de agua dulce. El mar era sucio, lleno de microbios, y tonterías. Era su manera de ver las cosas. Pero ahora tenía un poder interesante. Solo debía pulirlo de alguna forma. El entrenamiento era lo correcto siempre, de modo que ya tenía en qué entretenerse. Pero por el momento debía lidiar con el chico que tenía frente a sus ojos rojizos.
La científica escuchó aquellas palabras sin decir o hacer nada. No pudo evitar pensar un poco, pero en su mente acudía el imbécil del tirador, esa rata a la que pensaba ejecutar. Entrecerró los ojos de nuevo, y se quedó mirándole con frialdad. – Unas simples palabras, qué fácil es todo. Pero continúas sin traerme a la rata. – Mencionó mientras se mantenía sentada. De repente tomó la botella de agua, dándole un enorme trago que, después de unos momentos se convirtió en varios. En menos de diez segundos, se la bebió entera. Después se colocó en pie, quedando frente al chico, mirándole a los ojos de forma seria. No tenía la suficiente fe en él después de lo pasado. De hecho, no entendía el por qué seguía hablando con él. Llevó de nuevo la mano a la funda de su katana, escuchando sus últimas palabras. Terminar con su vida podía ser buena idea. Siempre quería matar a todos los tipos posibles, y a él lo intentó varias veces en el pasado. De repente, desenfundó su arma, mirando al chico de forma seria. Esta vez no iba de farol como la vez anterior. – Matarte sería demasiado fácil. Por el momento te doy dos opciones. – Terminó de decir mientras se relamía.
Un trueno sonó de nuevo en el cielo. Ese había caído bastante cerca, y por ello no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. El tiempo parecía estar muy mosqueado. Entonces ella lamió la zona ancha de su katana. – Tráeme al pistolero vivo o muerto. De no hacerlo, elije la opción dos, la cual consiste en cumplir la primera. – Una vez dijo eso, se quedó mirándole a los ojos con calma. – Tú le protegiste de mí, por lo que intuyo que lo quieres más. De modo que si deseas hacerme verlo de otro modo, cumple lo que te he dicho. Mientras tanto soy una mujer libre. Eichi fue quién me ayudó a evitar el suicidio… – Dijo refiriéndose al pelirrojo. Después se quedó callada, pero con su espada en mano.
La científica escuchó aquellas palabras sin decir o hacer nada. No pudo evitar pensar un poco, pero en su mente acudía el imbécil del tirador, esa rata a la que pensaba ejecutar. Entrecerró los ojos de nuevo, y se quedó mirándole con frialdad. – Unas simples palabras, qué fácil es todo. Pero continúas sin traerme a la rata. – Mencionó mientras se mantenía sentada. De repente tomó la botella de agua, dándole un enorme trago que, después de unos momentos se convirtió en varios. En menos de diez segundos, se la bebió entera. Después se colocó en pie, quedando frente al chico, mirándole a los ojos de forma seria. No tenía la suficiente fe en él después de lo pasado. De hecho, no entendía el por qué seguía hablando con él. Llevó de nuevo la mano a la funda de su katana, escuchando sus últimas palabras. Terminar con su vida podía ser buena idea. Siempre quería matar a todos los tipos posibles, y a él lo intentó varias veces en el pasado. De repente, desenfundó su arma, mirando al chico de forma seria. Esta vez no iba de farol como la vez anterior. – Matarte sería demasiado fácil. Por el momento te doy dos opciones. – Terminó de decir mientras se relamía.
Un trueno sonó de nuevo en el cielo. Ese había caído bastante cerca, y por ello no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. El tiempo parecía estar muy mosqueado. Entonces ella lamió la zona ancha de su katana. – Tráeme al pistolero vivo o muerto. De no hacerlo, elije la opción dos, la cual consiste en cumplir la primera. – Una vez dijo eso, se quedó mirándole a los ojos con calma. – Tú le protegiste de mí, por lo que intuyo que lo quieres más. De modo que si deseas hacerme verlo de otro modo, cumple lo que te he dicho. Mientras tanto soy una mujer libre. Eichi fue quién me ayudó a evitar el suicidio… – Dijo refiriéndose al pelirrojo. Después se quedó callada, pero con su espada en mano.
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Notaba la lluvia cayendo contra su cuerpo. El agua se llevaba la sangre que caía al suelo y aprovechaba de limpiar la herida. Entrecerró los ojos ante las palabras de la pelirroja, en cierto modo, se esperaba que le pidiera aquello. ”Es que no lo encuentro…” – desde ese día que buscaba a aquel infeliz y… Ni una sola pista. Nada… Es como si se lo hubiera tragado la tierra e incluso pensaba que ya estaba muerto. Suspiró de forma pesada mientras iba escuchando a Milena. ”Eichi, ¿eh?” – debía ser aquel pelirrojo que estaba antes con ellos. ¿Qué iba a decir? No tenía mucho de donde elegir y tampoco es que quisiera empeorar la situación.
– Está bien. Dame algo de tiempo para encontarlo y nunca pensé en quitarte esa libertad que tenías. En eso habíamos quedado, ¿no? – empezó a decir mientras hacía un esfuerzo para levantarse. La herida no era mortal, pero molestaba lo suyo. Pensó en cerrarla usando el fuego, pero con la lluvia sería totalmente inútil. Ya encontraría por ahí una enfermería. ¿Cómo se sentía? Horriblemente mal. No hizo nada por ella y hasta él se odiaría. No podía volver atrás y arreglar todo eso de forma mágica y volver a la realidad. Un trueno sonó en toda la isla y era raro… En lo que llevaba en la isla nunca había visto este clima. ¿Una señal de qué algo malo iba a pasar? Nunca había creído en eso, pero siempre existía una primera vez, ¿no? Negó con la cabeza un par de veces. Tratando de analizar la situación… ¿Debía irse? ¿Había algo más que hablar o decir? Por su parte, el tiempo que le había pedido ya acabó. Dudaba que ella quisiera decirle un par de cosas más o agregar algo. ”Maldita sea…” – suspiró de forma pesada. – Desde ese día y no ser por mi maestro, quizás hubiera acabado tirado en cualquier lado… Como la basura que soy. En fin… – tosió un poco de sangre y empezó a caminar despacio, en la dirección por donde había llegado, al son de la lluvia. – Volveré cuando tenga a ese sujeto. Gracias por tu tiempo. – Elevó una mano en señal de despedida… Una lágrima recorrió su rostro y se camufló con el agua que caía desde el cielo.
Su ritmo era lento y pausado. Caminaría hasta encontrar algo con que curarse aquella herida, descansaría hasta que el mal tiempo pasara y luego se iría en busca de ese sujeto. Debía encontrarlo… Sí o sí. Definitivamente iba a recuperar a lo único que le daba sentido a su vida… Iba a recuperar a Milena. Una vez lo hiciera, no la volvería a perder. No de nuevo, no iba a pasar por lo mismo una segunda vez.
– Está bien. Dame algo de tiempo para encontarlo y nunca pensé en quitarte esa libertad que tenías. En eso habíamos quedado, ¿no? – empezó a decir mientras hacía un esfuerzo para levantarse. La herida no era mortal, pero molestaba lo suyo. Pensó en cerrarla usando el fuego, pero con la lluvia sería totalmente inútil. Ya encontraría por ahí una enfermería. ¿Cómo se sentía? Horriblemente mal. No hizo nada por ella y hasta él se odiaría. No podía volver atrás y arreglar todo eso de forma mágica y volver a la realidad. Un trueno sonó en toda la isla y era raro… En lo que llevaba en la isla nunca había visto este clima. ¿Una señal de qué algo malo iba a pasar? Nunca había creído en eso, pero siempre existía una primera vez, ¿no? Negó con la cabeza un par de veces. Tratando de analizar la situación… ¿Debía irse? ¿Había algo más que hablar o decir? Por su parte, el tiempo que le había pedido ya acabó. Dudaba que ella quisiera decirle un par de cosas más o agregar algo. ”Maldita sea…” – suspiró de forma pesada. – Desde ese día y no ser por mi maestro, quizás hubiera acabado tirado en cualquier lado… Como la basura que soy. En fin… – tosió un poco de sangre y empezó a caminar despacio, en la dirección por donde había llegado, al son de la lluvia. – Volveré cuando tenga a ese sujeto. Gracias por tu tiempo. – Elevó una mano en señal de despedida… Una lágrima recorrió su rostro y se camufló con el agua que caía desde el cielo.
Su ritmo era lento y pausado. Caminaría hasta encontrar algo con que curarse aquella herida, descansaría hasta que el mal tiempo pasara y luego se iría en busca de ese sujeto. Debía encontrarlo… Sí o sí. Definitivamente iba a recuperar a lo único que le daba sentido a su vida… Iba a recuperar a Milena. Una vez lo hiciera, no la volvería a perder. No de nuevo, no iba a pasar por lo mismo una segunda vez.
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