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El hogar, un sitio bello, y donde siempre se suele estar en la gloria. Eso podían pensar muchos, pero aquella joven tenía simplemente, muchas ganas de recorrer el mundo entero. El Sol estaba en lo más alto del cielo, y las escasas nubecitas, se movían con parsimonia por el campo azulado. Las personas de la preciosa isla del Sur, caminaban de un lado a otro. Muchas llevaban bolsas de compra, otras parecían estar dando paseos. Era una isla fantástica, pero no estaba hecha para la persona que vivía allí. El mundo era enorme, y merecía ser explorado totalmente. Como dijo el primer rey de los piratas, Gold Roger, “¿Mi tesoro? Buscadlo si queréis, ojalá se le atragante al rufián que lo encuentre.” Ella iba a intentarlo si estaba en su mano. Pero lo más importante de todo era otra cosa ¿Quién era ella?
Una joven corría por uno de los caminos. Parecía estar haciendo un poco de deporte. Su melena azulada se ondulaba un poco debido al viento. Poseía unos ojos naranjas muy intensos, y una bolita de hierro bajo el labio inferior. Vestía con una camiseta negra de tirantes, y con unos pantalones cortos de chándal, dejando ver sus piernas sin problema. En sus pies había unas zapatillas blancas, y en su espalda una mochila. En su cintura poseía una vaina enorme. No tardó mucho en frenarse frente a un pues de frutas. Estaba muy cansada, y el sudor que bajaba desde su frente a las mejillas lo mostraba. Cerró un momento los ojos, tomando aire para de aquella forma poder descansar. Llevaba un buen rato, y pensó que era el momento de darse un pequeño descanso. Al menos ella pensaba que se lo merecía. A la mañana siguiente planeaba dejar la isla, y ponerse a viajar por el mundo entero.
- Quiero dos peras, un plátano, y un batido enorme de fresa. – Dijo de forma amable, y dejando unos berries en la mesa de aquella tienda. Necesitaba reponer fuerzas con un poco de fruta.
Cuando tuvo lo que quiso, dio las gracias a la dueña del local, una anciana un poco arisca, de cabellos oscuros, y ojos verdes. Tenía fama de ser una mujer seria, y muy cascarrabias. Por ello Yumei prefería comprar en otros sitios, pero debido a su cansancio, no se veía capaz de hacerlo. Mordió una de las peras al momento, notando el delicioso sabor, y la refrescante sensación en su boca. Era como un buen chute de adrenalina, pues en poco tiempo se sintió muy bien. De hecho, no tardó mucho en relamerse, y darle de nuevo otro mordisco. Pensó que sería mucho mejor comer sentada, y por ello empezó a caminar rumbo al lago. Una vez fue, vio que había muchas personas, pero eso le dio lo mismo. Se sentó en un lado de la orilla, y soltó un leve suspiro, mirando al cielo con una sonrisa amable.
Una joven corría por uno de los caminos. Parecía estar haciendo un poco de deporte. Su melena azulada se ondulaba un poco debido al viento. Poseía unos ojos naranjas muy intensos, y una bolita de hierro bajo el labio inferior. Vestía con una camiseta negra de tirantes, y con unos pantalones cortos de chándal, dejando ver sus piernas sin problema. En sus pies había unas zapatillas blancas, y en su espalda una mochila. En su cintura poseía una vaina enorme. No tardó mucho en frenarse frente a un pues de frutas. Estaba muy cansada, y el sudor que bajaba desde su frente a las mejillas lo mostraba. Cerró un momento los ojos, tomando aire para de aquella forma poder descansar. Llevaba un buen rato, y pensó que era el momento de darse un pequeño descanso. Al menos ella pensaba que se lo merecía. A la mañana siguiente planeaba dejar la isla, y ponerse a viajar por el mundo entero.
- Quiero dos peras, un plátano, y un batido enorme de fresa. – Dijo de forma amable, y dejando unos berries en la mesa de aquella tienda. Necesitaba reponer fuerzas con un poco de fruta.
Cuando tuvo lo que quiso, dio las gracias a la dueña del local, una anciana un poco arisca, de cabellos oscuros, y ojos verdes. Tenía fama de ser una mujer seria, y muy cascarrabias. Por ello Yumei prefería comprar en otros sitios, pero debido a su cansancio, no se veía capaz de hacerlo. Mordió una de las peras al momento, notando el delicioso sabor, y la refrescante sensación en su boca. Era como un buen chute de adrenalina, pues en poco tiempo se sintió muy bien. De hecho, no tardó mucho en relamerse, y darle de nuevo otro mordisco. Pensó que sería mucho mejor comer sentada, y por ello empezó a caminar rumbo al lago. Una vez fue, vio que había muchas personas, pero eso le dio lo mismo. Se sentó en un lado de la orilla, y soltó un leve suspiro, mirando al cielo con una sonrisa amable.
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Realmente, la joven no tenía idea como había acabado en aquella situación. Todo empezó hace un par de días, la chica tan solo se había pedido unas pequeñas vacaciones en su cuartel luego de los sucedido en el North Blue. No era para menos, la peliblanca tuvo una destacada actuación en la protección de la base, incluso habían rumores de que la iban a ascender. Sea lo que haya sido, la joven ya no tenía la presión de intentar destacar por la promesa de hace dos años, y eso le aliviaba. Es por eso que Lorenz metió mano para que la dejaran partir a una isla para relajarse, petición que fue aceptada por los del consejo. La cosa fue que al llegar, lo primero que hizo fue ir a un bar para pedir algo de beber. Justo en dicho establecimiento había un karaoke de por medio, y la chica decidió por divertirse un rato allí... Pero nunca esperó el resultado.
Al parecer, la joven no fue solo bendecida con un bello cuerpo, sino que también, su voz era divina y perfecta. Eso era algo que la albina no se esperaba. Antes que pudiera investigar sobre su nuevo dote descubierto, un hombre se le había acercado. Al parecer, era un famoso productor de música, y estaba buscando nuevos talentos para para un pequeño concierto que se iba a realizar en aquella isla. Iban a hacer unas pruebas masivas para buscar a la elegida o el elegido... Pero cuando vio a la albina cantar, supo de inmediato que ella sería la afortunada. Alice se hubiera negado, pero no podía negar que el tema de la música le interesaba. Además, ese concierto podía ser divertido. Tampoco es que tuviera que tocar algún instrumento, todo lo que debía hacer sería cantar. Como bono, le iban a pagar, pero eso poco le interesaba a la joven.
Ahora se encontraba en su camarote, quedaban pocos minutos para que tuviera que subir a escena para cantarle a todos los habitantes de Baterilla; estaba todos concentrados en el lago, sitio ideal para hacer un pequeño concierto. No podía negar que se sentía algo nerviosa, aunque también algo ansiosa. Por aquella ocasión, la joven llevaba su atuendo de cuero que usaba en algunas ocasiones. Tenía su listón morada en la cabeza, pero no llevaba el cabello en una cola. Esta vez, fluía por la espalda de la albina, ondeando de vez en cuando. Alice suspiró y miró el reloj de la pared; tan solo quedaban minutos para que tuviera que salir, y no la cagaría.
Al parecer, la joven no fue solo bendecida con un bello cuerpo, sino que también, su voz era divina y perfecta. Eso era algo que la albina no se esperaba. Antes que pudiera investigar sobre su nuevo dote descubierto, un hombre se le había acercado. Al parecer, era un famoso productor de música, y estaba buscando nuevos talentos para para un pequeño concierto que se iba a realizar en aquella isla. Iban a hacer unas pruebas masivas para buscar a la elegida o el elegido... Pero cuando vio a la albina cantar, supo de inmediato que ella sería la afortunada. Alice se hubiera negado, pero no podía negar que el tema de la música le interesaba. Además, ese concierto podía ser divertido. Tampoco es que tuviera que tocar algún instrumento, todo lo que debía hacer sería cantar. Como bono, le iban a pagar, pero eso poco le interesaba a la joven.
Ahora se encontraba en su camarote, quedaban pocos minutos para que tuviera que subir a escena para cantarle a todos los habitantes de Baterilla; estaba todos concentrados en el lago, sitio ideal para hacer un pequeño concierto. No podía negar que se sentía algo nerviosa, aunque también algo ansiosa. Por aquella ocasión, la joven llevaba su atuendo de cuero que usaba en algunas ocasiones. Tenía su listón morada en la cabeza, pero no llevaba el cabello en una cola. Esta vez, fluía por la espalda de la albina, ondeando de vez en cuando. Alice suspiró y miró el reloj de la pared; tan solo quedaban minutos para que tuviera que salir, y no la cagaría.
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La peliazul terminó de comerse la primera pera mientras observaba el cielo. Había estado deliciosa, y es que la chica adoraba la fruta fresca. Era una lástima no haber comprado unas cuantas más, pero no podía hacer nada. Volver le daba demasiada pereza. Mordió el plátano despacio, notando el sabor que poseía. No se quejaba tampoco, estaba buenísimo. Ni muy verde, ni muy maduro, justo como le gustaban. Estaba pensando en qué hacer, pero se sentía realmente cansada para esforzarse en algo, de hecho, quería continuar durmiendo. Como había hecho antes de irse a correr. Cerró los ojos despacio, y se sintió muy aliviada. Era un momento único, cómodo y de relajación. No se había sentido así desde hacía unas cuatro horas. Mucho tiempo para ella. Debía estar bien descansada para su viaje por el mundo. Muchos podían pensar que se estaba precipitando, pero era lo que de verdad deseaba. Ella era de esa forma, y no iba a cambiar.
No tardó mucho en escuchar un poco de jaleo a los minutos de estar dormida. Abrió los ojos un poco, y se encontró con una muchedumbre, y un escenario. No tenía entendido que iba a haber un concierto allí mismo. Ella los adoraba, pero se sentía hecha polvo. Entonces escuchó a un hombre hablar por un den den mushi cerca de ella. Se quejaba sobre que el guitarrista se había ido con unas mujeres, y le había dejado colgado. Parecía estar muy nervioso, y encima los sudores le caían por la cabeza. No tenía un pelo de tonto, pues era calvo. En ese momento la chica se puso en pie, y le miró de forma relajada. Se fijó en que poseía un precioso reloj de oro, y eso le hizo alzar una ceja. Ese hombre debía de tener dinero, y mucho al parecer. A lo mejor podía lograr un poco para su viaje. Entonces mostró una sonrisa amable, y se puso frente a él.
- Perdone, señor. Yo sé tocar la guitarra de forma básica, de modo que puedo echarle una mano por un leve precio. – Dijo amablemente mientras le colocaba la mano en el hombro con toda la confianza del mundo. – ¡Bendito sea el cielo! ¡Muchas gracias! – El hombre se puso realmente feliz.
No tardó en darle una partitura, y montarla en el escenario junto al instrumento. Una guitarra morada con cuerdas blancas. Ella mostró una sonrisa, y miró a las personas de forma relajada. No sentía nervios ni nada por el estilo. Ahora debía esperar a que el resto de músicos saliera, o él músico, no sabía cuántos eran. Ella simplemente sonrió de lado, mirando al público de forma un poco provocativa. Sacó incluso la lengua a varios hombres que la miraban de forma deseosa.
No tardó mucho en escuchar un poco de jaleo a los minutos de estar dormida. Abrió los ojos un poco, y se encontró con una muchedumbre, y un escenario. No tenía entendido que iba a haber un concierto allí mismo. Ella los adoraba, pero se sentía hecha polvo. Entonces escuchó a un hombre hablar por un den den mushi cerca de ella. Se quejaba sobre que el guitarrista se había ido con unas mujeres, y le había dejado colgado. Parecía estar muy nervioso, y encima los sudores le caían por la cabeza. No tenía un pelo de tonto, pues era calvo. En ese momento la chica se puso en pie, y le miró de forma relajada. Se fijó en que poseía un precioso reloj de oro, y eso le hizo alzar una ceja. Ese hombre debía de tener dinero, y mucho al parecer. A lo mejor podía lograr un poco para su viaje. Entonces mostró una sonrisa amable, y se puso frente a él.
- Perdone, señor. Yo sé tocar la guitarra de forma básica, de modo que puedo echarle una mano por un leve precio. – Dijo amablemente mientras le colocaba la mano en el hombro con toda la confianza del mundo. – ¡Bendito sea el cielo! ¡Muchas gracias! – El hombre se puso realmente feliz.
No tardó en darle una partitura, y montarla en el escenario junto al instrumento. Una guitarra morada con cuerdas blancas. Ella mostró una sonrisa, y miró a las personas de forma relajada. No sentía nervios ni nada por el estilo. Ahora debía esperar a que el resto de músicos saliera, o él músico, no sabía cuántos eran. Ella simplemente sonrió de lado, mirando al público de forma un poco provocativa. Sacó incluso la lengua a varios hombres que la miraban de forma deseosa.
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Alice se cubrió los ojos con sus manos al salir de la habitación. ¿Razón? Los fuertes rayos de sol golpearon de lleno su rostro, por lo que tuvo que hacer aquello para no quedar enceguecida. Al dar un paso al escenario, la joven albina tragó en seco. Al ver a tanta gente reunida, causó que un leve ataque de pánico le invadiera. Cerró los ojos durante algunos segundos, inhalo y exhaló varias veces. Al abrirlos, se podía notar que un brillo de determinación se apoderó de sus orbes color zafiro. Solo era por aquella ocasión, además, estaba haciendo algo que le gustaba, por lo que no había mucha presión. Tan solo iba a cantar por aquella vez y luego iba a seguir disfrutando de sus merecidas vacaciones. Se dio unas palmadas a la cara y se acercó al filo del escenario, donde el micrófono aguardaba. Al llegar, lo tomó, sonrió y se dirigió hacia el público.
– ¡Chicos y Chicas! ¿¡Están listos para algo de música!? – la voz amplificada de la joven se podía escuchar por todo el lago, causando que todas las personas empezaran a gritar. Incluso había personas, tanto hombres como mujeres, que le lanzaban piropos, cosa que la chica estaba muy acostumbrada a recibir. Antes de empezar a cantar, le dirigió una mirada a la guitarrista y le dedico una pequeña sonrisa, luego, se dirigió al público de nuevo, tomó aire y empezó.
Al terminar de cantar, las personas se quedaron en silencio por algunos segundos, para luego gritar con emoción. La joven suspiró de alivio y luego sonrío; al parecer, lo había hecho de maravillas. Se inclinó levemente ante el público, los saludó y luego se dirigió hasta donde estaba el productor.
– Bueno, bueno – empezó el productor. – Lo hicieron mejor de lo que pensaba, ahora pasemos a la habitación donde discutiremos el pago – Dicho esto, el hombre abandonó el escenario, haciendo un ademán con la mano a las dos chicas para que le siguieran. Alice se encogió de hombros y le siguió, mientras, en el camino se dispuso a iniciar conversación con la bella peliazul que la acompañó en el escenario.
– Sabes, tocas muy bien la guitarra – empezó a decir de forma animada y amable. – Por cierto, mi nombre es Alice – terminó la albina. Ahora solo quedaba esperar a lo que la otra mujer iba a responder.
– ¡Chicos y Chicas! ¿¡Están listos para algo de música!? – la voz amplificada de la joven se podía escuchar por todo el lago, causando que todas las personas empezaran a gritar. Incluso había personas, tanto hombres como mujeres, que le lanzaban piropos, cosa que la chica estaba muy acostumbrada a recibir. Antes de empezar a cantar, le dirigió una mirada a la guitarrista y le dedico una pequeña sonrisa, luego, se dirigió al público de nuevo, tomó aire y empezó.
Al terminar de cantar, las personas se quedaron en silencio por algunos segundos, para luego gritar con emoción. La joven suspiró de alivio y luego sonrío; al parecer, lo había hecho de maravillas. Se inclinó levemente ante el público, los saludó y luego se dirigió hasta donde estaba el productor.
– Bueno, bueno – empezó el productor. – Lo hicieron mejor de lo que pensaba, ahora pasemos a la habitación donde discutiremos el pago – Dicho esto, el hombre abandonó el escenario, haciendo un ademán con la mano a las dos chicas para que le siguieran. Alice se encogió de hombros y le siguió, mientras, en el camino se dispuso a iniciar conversación con la bella peliazul que la acompañó en el escenario.
– Sabes, tocas muy bien la guitarra – empezó a decir de forma animada y amable. – Por cierto, mi nombre es Alice – terminó la albina. Ahora solo quedaba esperar a lo que la otra mujer iba a responder.
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No podía creerse que la cantante estuviese tan buena. Era violable, y encima esa ropa, provocaba demasiado. No tardó mucho en ponerse a cantar, y casualmente, era una de las canciones favoritas de la peliazul. Tocó el instrumento de forma muy buena, pues pese a preferir cantar, tocaba básicamente la guitarra. De hecho, pensó que la voz de la chica combinada con la suya, podría ser un espectáculo. Eran lo contrario, ella dulce, y celestial, y Yumei un poco más cañera y grave. Ya se lo diría después del concierto. Todo el público gritaba de emoción, y se sentían cómodos, o eso parecía. La viajera tocaba con pasión, moviendo la cabeza de un lado a otro para, de esa forma motivarse el doble. Lo mejor es que no se mareaba ni nada parecido, por lo que no tenía problemas a la hora de tocar los acordes correspondientes.
Los aplausos inundaban todo el lago. Curioso, pues eso debía hacerlo él con las personas, y no al revés. El cielo encima estaba perfecto, y no había forma de que la lluvia estropease aquel momento tan perfecto, donde la viajera observaba a la peliblanca de forma descarada. De todas formas, el concierto fue un enorme éxito en todos los sentidos. Muchos a lo mejor las esperaban fuera para que les firmasen autógrafos o algo parecido. Ella por su parte no tenía problema en aquello, de modo que le iba perfecto. Lo malo es que idiotas quisieran algo más, bueno, ella por su parte le daba lo mismo, eso que se llevaba. Era un poco traviesa a decir verdad, y eso se notaba.
El tipo les dijo entonces que fuera al vestuario, y al parecer las dos comenzaron a andar. Por el camino, la peliblanca le dijo aquellas palabras a ella. Yumei simplemente sonrió, y asintió con la cabeza después. En cuanto le dijo su nombre, se lo tomó como que ya había confianza entre ellas. – Soy Yumei, tú cantas muy bien, preciosa. Por cierto, me quedé con ganas de saludarte como era debido. – Sin previo aviso, trató de tomarla por la cabeza, y después unir sus labios a los de ella, cerrando los ojos y pegándola a su pecho. Lo lograse o no, después se separaría con una sonrisa dulce y amable. – Me moría de ganas, eres demasiado linda, blanquita. – Dijo guiñándole el ojo. Había hecho una reverencia a su pelo. Entonces las dos entraron en el supuesto vestuario. Solo faltaba ver el cobro, y lo que pasaba.
Los aplausos inundaban todo el lago. Curioso, pues eso debía hacerlo él con las personas, y no al revés. El cielo encima estaba perfecto, y no había forma de que la lluvia estropease aquel momento tan perfecto, donde la viajera observaba a la peliblanca de forma descarada. De todas formas, el concierto fue un enorme éxito en todos los sentidos. Muchos a lo mejor las esperaban fuera para que les firmasen autógrafos o algo parecido. Ella por su parte no tenía problema en aquello, de modo que le iba perfecto. Lo malo es que idiotas quisieran algo más, bueno, ella por su parte le daba lo mismo, eso que se llevaba. Era un poco traviesa a decir verdad, y eso se notaba.
El tipo les dijo entonces que fuera al vestuario, y al parecer las dos comenzaron a andar. Por el camino, la peliblanca le dijo aquellas palabras a ella. Yumei simplemente sonrió, y asintió con la cabeza después. En cuanto le dijo su nombre, se lo tomó como que ya había confianza entre ellas. – Soy Yumei, tú cantas muy bien, preciosa. Por cierto, me quedé con ganas de saludarte como era debido. – Sin previo aviso, trató de tomarla por la cabeza, y después unir sus labios a los de ella, cerrando los ojos y pegándola a su pecho. Lo lograse o no, después se separaría con una sonrisa dulce y amable. – Me moría de ganas, eres demasiado linda, blanquita. – Dijo guiñándole el ojo. Había hecho una reverencia a su pelo. Entonces las dos entraron en el supuesto vestuario. Solo faltaba ver el cobro, y lo que pasaba.
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La joven arqueó una ceja al escuchar el nombre de aquella mujer y se puso a pensar. Ella no solía usar el nombre completo de sus conocidos, por la sencilla razón que los consideraba molestos, aburridos y repetitivos. Usualmente ella le daba apodos a las personas, sean o no conocidos. Yumei... ¿Yu-chan? No, eso sonaba muy normal para su gusto, y no le agradaba a la albina. Al cabo de unos segundos, el rostro de la joven se iluminó; había conseguido el apodo perfecto. Giró su cabeza para poder observar mejor a su acompañante... Pero sucedió algo que no se esperaba. En retrospectiva, la joven podría haberlo esquivado, pero como fue algo tan repentino, no lo logró.
La peliazul dijo algo que le confundió un poco. ¿Saludarla como era debido? Antes que la joven pudiera preguntarle lo que significaba, la mujer tomó la cabeza de la peliblanca y estrello sus labios con los de ella. Alice se quedó paralizada por aquella acción repentina, y no pudo responder o esquivar por eso mismo. Fue un beso corto, tan solo un toque de labios. Al separarse, la albina se quedó estática en ese sitio por algunos segundos hasta que pudo procesar lo sucedido. Un violento sonrojo se hizo presente en su rostro y tuvo que desviar la mirada hacia la pared, mientras, aun seguía al director. La joven daba gracias al cielo que el productor no se había dado cuenta. Si hubiera ocurrido eso, la joven se moriría de la vergüenza ahí mismo.
En ese mismo momento, llegaron hasta la oficina del director. Éste les dijo a ambas que esperaran en el pasillo mientras el buscaba el dinero que ganaron. Cerró la puerta, y un silencio algo incomodo inundó el lugar. Alice tragó en seco y se dirigió hasta la peliazul; tampoco podía evitarla para toda la vida.
– Por... ¿Por qué fue eso? – La joven se maldijo a si misma por el tartamudeo leve en su voz.
No lo tomen a mal, ella era la primera en admitir que era una mujer algo liberal con sus cosas, pero también tenia sus estándares. Se divertía flirteando con hombres y mujeres, si, pero tampoco era tan lanzada para realizar eso que hizo la peliazul. Fue por eso que el beso le tomó por sorpresa, de lo contrario hubiera respondido de vuelta... Y posiblemente algo más.
La peliazul dijo algo que le confundió un poco. ¿Saludarla como era debido? Antes que la joven pudiera preguntarle lo que significaba, la mujer tomó la cabeza de la peliblanca y estrello sus labios con los de ella. Alice se quedó paralizada por aquella acción repentina, y no pudo responder o esquivar por eso mismo. Fue un beso corto, tan solo un toque de labios. Al separarse, la albina se quedó estática en ese sitio por algunos segundos hasta que pudo procesar lo sucedido. Un violento sonrojo se hizo presente en su rostro y tuvo que desviar la mirada hacia la pared, mientras, aun seguía al director. La joven daba gracias al cielo que el productor no se había dado cuenta. Si hubiera ocurrido eso, la joven se moriría de la vergüenza ahí mismo.
En ese mismo momento, llegaron hasta la oficina del director. Éste les dijo a ambas que esperaran en el pasillo mientras el buscaba el dinero que ganaron. Cerró la puerta, y un silencio algo incomodo inundó el lugar. Alice tragó en seco y se dirigió hasta la peliazul; tampoco podía evitarla para toda la vida.
– Por... ¿Por qué fue eso? – La joven se maldijo a si misma por el tartamudeo leve en su voz.
No lo tomen a mal, ella era la primera en admitir que era una mujer algo liberal con sus cosas, pero también tenia sus estándares. Se divertía flirteando con hombres y mujeres, si, pero tampoco era tan lanzada para realizar eso que hizo la peliazul. Fue por eso que el beso le tomó por sorpresa, de lo contrario hubiera respondido de vuelta... Y posiblemente algo más.
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El tipo no tardó en ir por el dinero, y fue entonces cuando se quedaron a solas de nuevo. La joven viajera miraba con una sonrisa dulce a la chica que tenía frente a sus ojos. La preciosa vocalista de cabellos blancos. Yumei no pudo evitar cerrar los ojos unos leves momentos, en los que pensó a dónde iría una vez dejase aquella isla. Eran miles de sitios que visitar, pero por el momento terminaría toda su visita por el Sur. Esperaba que no le costase mucho tiempo, pues quería hacer muchas cosas después. Soltó un enorme suspiro, y decidió esperar al tipo que les iba a dar el dinero. Con él, compraría comida, y cosas para el resto del viaje. De modo que sonrió de lado.
No tenía nada de frío, y calor tampoco, por lo que se encontraba realmente a gusto. Un leve tartamudeo llegó a sus oídos, y por ello no pudo evitar sonreír de forma dulce mientras abría los ojos despacio. Pudo notar el sonrojo de la chica, y eso provocó que se relamiera un poco. Ser tan dulce era ir provocando por la vida. – Porque eres preciosa. Me pareces linda¸ y por ello quise probar tus deliciosos labios. – Dijo aquello sin cortarse un solo pelo, y por ello soltó una leve sonrisa. No tener vergüenza era lo mejor que podía pasarle, y por ello tenía muchísimas puertas abiertas. Soltó un pequeño suspiro, y después se cruzó de brazos, esperando a que el tipo viniese de una vez.
El director no tardó en salir, y les dio un pequeño sobre a cada una. Yumei no tardó en mostrar una sonrisa dulce, y después le dio las gracias. Miró entonces a la peliblanca, y después de unos momentos se acercó a ella con una mirada amable. – Bueno ¿Quieres ir conmigo a algún sitio, monada? – Le preguntó en un tono tranquilo. Le dijese lo que le dijese, ella comenzaría a andar en una dirección al azar, pero con cuidado. Por la puerta de atrás, pudo salir perfectamente. Miró si la albina la estaba siguiendo.
No tenía nada de frío, y calor tampoco, por lo que se encontraba realmente a gusto. Un leve tartamudeo llegó a sus oídos, y por ello no pudo evitar sonreír de forma dulce mientras abría los ojos despacio. Pudo notar el sonrojo de la chica, y eso provocó que se relamiera un poco. Ser tan dulce era ir provocando por la vida. – Porque eres preciosa. Me pareces linda¸ y por ello quise probar tus deliciosos labios. – Dijo aquello sin cortarse un solo pelo, y por ello soltó una leve sonrisa. No tener vergüenza era lo mejor que podía pasarle, y por ello tenía muchísimas puertas abiertas. Soltó un pequeño suspiro, y después se cruzó de brazos, esperando a que el tipo viniese de una vez.
El director no tardó en salir, y les dio un pequeño sobre a cada una. Yumei no tardó en mostrar una sonrisa dulce, y después le dio las gracias. Miró entonces a la peliblanca, y después de unos momentos se acercó a ella con una mirada amable. – Bueno ¿Quieres ir conmigo a algún sitio, monada? – Le preguntó en un tono tranquilo. Le dijese lo que le dijese, ella comenzaría a andar en una dirección al azar, pero con cuidado. Por la puerta de atrás, pudo salir perfectamente. Miró si la albina la estaba siguiendo.
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La chica seguía sonrojada, y este aumentó luego de lo que dijo la mujer. La mujer no era inocente, ya había perdido su virginidad hace algún tiempo debido a una petición especial que le hizo a su mejor amigo. Además, ella estaba acostumbrada a recibir piropos por parte de la gente, sabía muy bien lo dotada que era en cuanto a belleza se refería. Pero esa era la primera vez (buen, segunda técnicamente) que se lo decían de frente, y por eso no sabía que responder ante tal sugerente declaración. Abrió la boca para decir algo, pero nada salía de allí, por lo que la cerró al cabo de unos segundos. Por suerte para ella, el productor salió de la habitación y le tendió una bolsa a cada una. Miró con curiosidad el contenido y luego se encogió de hombros; el dinero no le atraía mucho que digamos, pero tampoco lo iba a rechazar si alguien se lo regalaba.
Se llevó un dedo a los labios, ya había olvidado lo sucedido anteriormente con Yumei. Estaba pensando en que hacer con el dinero, si donarlo a caridad o dejárselo para ella. Ambas opciones era muy tentadoras, y tenían méritos propios. Luego de algunos segundos suspiró y guardó la bolsa en su cartera. Ya pensaría en otro momento en que hacer. Por ahora iría por a por una malteada; moría de sed luego de aquel concierto, su garganta pedía a gritos algo helado para beber.
Salió de sus pensamientos al escuchar las palabras de la peliazul. Parpadeó por algunos segundos y, al mirar, notó que se estaba alejando. La chica se colocó una mano en el mentón mientras pensaba si aceptar o no la propuesta. Por un lado se le haría aburrido estar todo el tiempo sola, ella no estaba para cosas como la soledad. Por otro lado, la mujer le intimidaba un poco con su actitud tan... Agresiva. Ella estaba acostumbrada al flirteo, pero eso ya superaba el límite. La joven suspiró, se encogió de hombros y vio que Yumei le miraba desde lo lejos. Usando el Soru, se colocó justo a su lado en pocos segundos. Si, tal vez era un pequeña vendetta por lo de antes
– Si, ¿quieres acompañarme a un lugar para tomar algo? Me muero de sed – le dijo dulcemente la albina. Si, puede que se haya molestado por lo anterior, pero ella no solía guardar rencor por más de cinco minutos hacia alguien. Así de amable era Alice Branwen... Aunque si te metías con sus seres queridos, podías darte por muerto.
Se llevó un dedo a los labios, ya había olvidado lo sucedido anteriormente con Yumei. Estaba pensando en que hacer con el dinero, si donarlo a caridad o dejárselo para ella. Ambas opciones era muy tentadoras, y tenían méritos propios. Luego de algunos segundos suspiró y guardó la bolsa en su cartera. Ya pensaría en otro momento en que hacer. Por ahora iría por a por una malteada; moría de sed luego de aquel concierto, su garganta pedía a gritos algo helado para beber.
Salió de sus pensamientos al escuchar las palabras de la peliazul. Parpadeó por algunos segundos y, al mirar, notó que se estaba alejando. La chica se colocó una mano en el mentón mientras pensaba si aceptar o no la propuesta. Por un lado se le haría aburrido estar todo el tiempo sola, ella no estaba para cosas como la soledad. Por otro lado, la mujer le intimidaba un poco con su actitud tan... Agresiva. Ella estaba acostumbrada al flirteo, pero eso ya superaba el límite. La joven suspiró, se encogió de hombros y vio que Yumei le miraba desde lo lejos. Usando el Soru, se colocó justo a su lado en pocos segundos. Si, tal vez era un pequeña vendetta por lo de antes
– Si, ¿quieres acompañarme a un lugar para tomar algo? Me muero de sed – le dijo dulcemente la albina. Si, puede que se haya molestado por lo anterior, pero ella no solía guardar rencor por más de cinco minutos hacia alguien. Así de amable era Alice Branwen... Aunque si te metías con sus seres queridos, podías darte por muerto.
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La chica continuaba caminando con toda la calma del mundo. No se hacía la idea de irse sola, pero mejor que mal acompañada. El caso es que la albina no era una simple, más bien una chica dulce, y preciosa. Encima parecía tener muy buena voz. La joven se estaba montando sus películas, y por ello no pudo evitar sonreír de lado. A lo mejor debía continuar jugando con ella. Muchos pensamientos le venían a la mente, pero no haría nada sin el consentimiento de la chica que tenía detrás. Todo aquello si no se quedaba sola el resto del día, y ella no la seguía a fuera de aquel sitio.
De repente notó su cabello ondear un poco, y no era posible que fuese normal. Eso era debido a que no hacía viento, y por ello alzó una ceja. Entonces miró hacia atrás, y pudo ver que frente a sus ojos se hallaba la chica. Le mostró una sonrisa dulce, llena de amabilidad, y un poco de deseo. No esperó que finalmente la siguiera, y por ello la miró un poco impresionada también. Era injusto que no pudiese volver a besarla, pues podía ser un poco pasarse ya. Lo último que quería era que la peliblanca se molestase. No era conveniente, pues le había caído muy bien, y no quería estropear nada.
Debía admitir que la albina tenía una velocidad impresionante. No la había visto ni dar un solo paso hacia ella, y por ello quedó un poco impresionada. A lo mejor estaba hecha a huir de violadores, y entonces el motivo de por qué tenía tanta velocidad, estaría resuelto. Escuchó sus palabras, y no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. En ese momento, Yumei clavó la rodilla derecha en el suelo, inclinó su cabeza hacia ella, y después le tomó la mano con cuidado. La chica la miró a los ojos con dulzura, y después le habló de forma dulce. – ¿Con una princesa como tú? Será el mayor de los honores. – Entonces se colocó en pie, y la miró con calma. Era el momento de ir.
De repente notó su cabello ondear un poco, y no era posible que fuese normal. Eso era debido a que no hacía viento, y por ello alzó una ceja. Entonces miró hacia atrás, y pudo ver que frente a sus ojos se hallaba la chica. Le mostró una sonrisa dulce, llena de amabilidad, y un poco de deseo. No esperó que finalmente la siguiera, y por ello la miró un poco impresionada también. Era injusto que no pudiese volver a besarla, pues podía ser un poco pasarse ya. Lo último que quería era que la peliblanca se molestase. No era conveniente, pues le había caído muy bien, y no quería estropear nada.
Debía admitir que la albina tenía una velocidad impresionante. No la había visto ni dar un solo paso hacia ella, y por ello quedó un poco impresionada. A lo mejor estaba hecha a huir de violadores, y entonces el motivo de por qué tenía tanta velocidad, estaría resuelto. Escuchó sus palabras, y no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. En ese momento, Yumei clavó la rodilla derecha en el suelo, inclinó su cabeza hacia ella, y después le tomó la mano con cuidado. La chica la miró a los ojos con dulzura, y después le habló de forma dulce. – ¿Con una princesa como tú? Será el mayor de los honores. – Entonces se colocó en pie, y la miró con calma. Era el momento de ir.
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Alice, sorprendida, parpadeó al ver lo que hizo Yumei luego de lo que dijo la joven. La mujer clavó una pierna en el suelo, inclinó su cabeza y tomó con delicadeza la mano de la albina. Las palabras que dijo la peliazul, combinadas con sus acciones, provocó un leve sonrojo en la joven. Se sentía alagada ante el apodo, pese a que la realidad no estaba muy lejos. Era la primera vez que alguien le decía "princesa" sin saber la verdad de su linaje, y eso le encantaba, porque podía determinar que persona era "verdadera" y quien era "falsa". Luego de algunos segundos, el rubor desapareció y le dedicó una enorme sonrisa a Yumei. Tal vez le había juzgado demasiado fuerte en un principio, por lo que no dejaría que ese error le volviera a costar.
– El honor es mío, Mei-chan – respondió con simpleza.
Empezaron a caminar, y mientras iban a su destino, la joven percibió cierto olor que provenía de la mujer. Era de esos típicos que se percibían de alguien que acaba de salir de un entrenamiento: sudor... y algo más. Si hubiera sido otra persona, la joven se lo hubiera dicho a la cara, pero ella era distinta. Pese a ser ambas mujeres, Alice sabía que era de mala educación señalarle directamente a alguien que olía mal, eso fue una de las primeras cosas que aprendió en la nobleza: etiqueta.
No tardaron mucho en llegar al lugar, y ambas se sentaron en uno de los asientos que se encontraban fuera del local, mientras esperaban que vinieran a tomar la orden. Alice miró atentamente a Yume y le admiró; pese a su peculiar personalidad (de lo que había visto), la joven debía admitir que la mujer era increíblemente hermosa, y bien dotada.
– Mei-chan. ¿Qué me puedes contar de ti? – preguntó la albina curiosamente. En verdad la joven quería saber de ella, aunque por culpa de sus sentidos, interactuar con ella se le hacía difícil. En algunas ocasiones, la joven maldecía tener un olfato tan desarrollado por culpa de la akuma. Alice estaba segura, que si fuera una mujer normal, no habría notado la esencia de Yumei. Estúpida parte de oso polar.
– El honor es mío, Mei-chan – respondió con simpleza.
Empezaron a caminar, y mientras iban a su destino, la joven percibió cierto olor que provenía de la mujer. Era de esos típicos que se percibían de alguien que acaba de salir de un entrenamiento: sudor... y algo más. Si hubiera sido otra persona, la joven se lo hubiera dicho a la cara, pero ella era distinta. Pese a ser ambas mujeres, Alice sabía que era de mala educación señalarle directamente a alguien que olía mal, eso fue una de las primeras cosas que aprendió en la nobleza: etiqueta.
No tardaron mucho en llegar al lugar, y ambas se sentaron en uno de los asientos que se encontraban fuera del local, mientras esperaban que vinieran a tomar la orden. Alice miró atentamente a Yume y le admiró; pese a su peculiar personalidad (de lo que había visto), la joven debía admitir que la mujer era increíblemente hermosa, y bien dotada.
– Mei-chan. ¿Qué me puedes contar de ti? – preguntó la albina curiosamente. En verdad la joven quería saber de ella, aunque por culpa de sus sentidos, interactuar con ella se le hacía difícil. En algunas ocasiones, la joven maldecía tener un olfato tan desarrollado por culpa de la akuma. Alice estaba segura, que si fuera una mujer normal, no habría notado la esencia de Yumei. Estúpida parte de oso polar.
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La chica respondió con una sonrisa al escuchar la forma de la que la llamaba. No le habían puesto un mote nunca, y por ello se sintió especial. Debido al sitio dónde se crió, apenas pudo tener amigos, y por eso se emocionaba a la mínima de cambio. Era como una niña pequeña, pero con un cuerpo de escándalo. Era la mejor ventaja de todas. Ella misma era consciente de ese hecho, y por ello se conformaba. Podía decirse que era una persona lista que sabía cómo entender las cosas muy rápidamente. Sus padres lo sabían desde que la niña empezó a hablar. Era muy especial. Encima, la albina dijo que el honor era suyo, por lo que sonrió el doble de lo normal.
No tardaron mucho en ponerse a caminar, rumbo a dónde quisiera la chica peliblanca llevarlas. Esperaba que el sitio fuese todo lo agradable posible. Se sentaron entonces en la terraza de un bonito bar. La joven miró a los ojos a la peliblanca de forma animada. De hecho no tardó mucho en guiñarle un ojo. Claramente, el encantaba la peliblanca, y por ello quería continuar allí con ella. Cuando escuchó lo que le preguntó, le respondió al momento. – Quiero viajar por el mundo. Soy Yumei, Bisexual, me gusta pasarlo bien, y disfrutar de la vida. – Le mencionó mientras la observaba.
Entonces vino el camarero, un hombre mayor de cabellos oscuros, y mirada seria. Cuando les tomó nota, la joven respondió con alegría. – Yo quiero un helado de nueces. – Dicho aquello se colocó en pie, preguntando por el baño. Cuando le dijeron donde estaba, la peliazul pasó por el lado de la chica. Trató de acariciarle la mejilla de forma dulce, y después susurrarle al oído. – Vuelvo enseguida, cielo. Ve preparando el beso húmedo que te daré. – Su intención fue ponerla nerviosa. Lo hiciese o no, iría al baño con toda la calma del mundo. Cuando volviese pensaba llevarse a la peliblanca a su casa. No podía contener las ganas de jugar un poco más ligera de ropa con ella.
No tardaron mucho en ponerse a caminar, rumbo a dónde quisiera la chica peliblanca llevarlas. Esperaba que el sitio fuese todo lo agradable posible. Se sentaron entonces en la terraza de un bonito bar. La joven miró a los ojos a la peliblanca de forma animada. De hecho no tardó mucho en guiñarle un ojo. Claramente, el encantaba la peliblanca, y por ello quería continuar allí con ella. Cuando escuchó lo que le preguntó, le respondió al momento. – Quiero viajar por el mundo. Soy Yumei, Bisexual, me gusta pasarlo bien, y disfrutar de la vida. – Le mencionó mientras la observaba.
Entonces vino el camarero, un hombre mayor de cabellos oscuros, y mirada seria. Cuando les tomó nota, la joven respondió con alegría. – Yo quiero un helado de nueces. – Dicho aquello se colocó en pie, preguntando por el baño. Cuando le dijeron donde estaba, la peliazul pasó por el lado de la chica. Trató de acariciarle la mejilla de forma dulce, y después susurrarle al oído. – Vuelvo enseguida, cielo. Ve preparando el beso húmedo que te daré. – Su intención fue ponerla nerviosa. Lo hiciese o no, iría al baño con toda la calma del mundo. Cuando volviese pensaba llevarse a la peliblanca a su casa. No podía contener las ganas de jugar un poco más ligera de ropa con ella.
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Ambas cejas de la albina se elevaron ante la introducción... inusual de la peliazul. Sonrío al escuchar la meta de la mujer, viajar por el mundo era una meta fácil de lograr en el papel, pero difícil cuando te adentrabas más y más en aquellos peligroso mares. Por lo demás... no era la peor introducción que la chica había oído, al menos se presentó, cosa que no muchas personas hacían hoy en día. También respetaba eso de disfrutar de la vida, ella hacía lo mismo, después de todo. Tan solo estaba metida en la Cipher Pol debido a que tenía más acceso al gobierno para poder cambiar las cosas desde adentro, aunque con toda la gente corrupta que había, sería muy difícil lograr sus objetivos, pero lo intentaría de todas formas. Era lo único que podía hacer para honrar a su madre y a Irene. No pudo seguir pensando, ya que el camarero justo llegó para tomar la orden. Era un hombre mayor de cabellos oscuros, y mirada seria.
– Quiero una malteada de vainilla y... – pausó sus palabras por unos momentos. La vez pasada pudo pedir todos los postres debido a que Kasai pagó, pero ahora era distinto. Un suspiro de tristeza escapó sus labios y prosiguió. – Una tarta de parcha – finalizó la joven.
Luego de pedir la orden, miró a la joven con total tranquilidad y le habló.
– Mi nombre es Alice, bisexual, viajo por el mundo en busca de cierto objeto... y al parecer ahora soy cantante – le guiñó un ojo a Yumei al decir aquello.
En eso, por alguna razón que Alice desconocía, la mujer se colocó de pie y fue hasta donde mí. Si la joven no conociera como era el carácter de Yumei (por lo que había visto), probablemente se habría sonrojado. Pero como lo conocía... Pudo devolverle el juego esta vez. Una pequeña sonrisa traviesa apareció en el rostro de la peliblanca; si Yumei quería jugar, lo harían.
– ¿Solo un beso húmedo? Qué mal, y yo que pensaba que haríamos otra cosa – le susurró de vuelta en el oído, su tono era una mezcla entre travesura y sensualidad. Alice miró tranquilamente como Yumei se iba al baño y colocó una mano en su barbilla. Primero lo primero... Era hora del postre, y nada se iba a interponer entre ella y esa tarta.
– Quiero una malteada de vainilla y... – pausó sus palabras por unos momentos. La vez pasada pudo pedir todos los postres debido a que Kasai pagó, pero ahora era distinto. Un suspiro de tristeza escapó sus labios y prosiguió. – Una tarta de parcha – finalizó la joven.
Luego de pedir la orden, miró a la joven con total tranquilidad y le habló.
– Mi nombre es Alice, bisexual, viajo por el mundo en busca de cierto objeto... y al parecer ahora soy cantante – le guiñó un ojo a Yumei al decir aquello.
En eso, por alguna razón que Alice desconocía, la mujer se colocó de pie y fue hasta donde mí. Si la joven no conociera como era el carácter de Yumei (por lo que había visto), probablemente se habría sonrojado. Pero como lo conocía... Pudo devolverle el juego esta vez. Una pequeña sonrisa traviesa apareció en el rostro de la peliblanca; si Yumei quería jugar, lo harían.
– ¿Solo un beso húmedo? Qué mal, y yo que pensaba que haríamos otra cosa – le susurró de vuelta en el oído, su tono era una mezcla entre travesura y sensualidad. Alice miró tranquilamente como Yumei se iba al baño y colocó una mano en su barbilla. Primero lo primero... Era hora del postre, y nada se iba a interponer entre ella y esa tarta.
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Yumei no tardó mucho en llegar al baño, y una vez estuvo allí, sonrió de forma dulce. No pudo evitar morderse el labio inferior por las palabras que le dijo la albina. Ya estaba todo hecho. Había terreno en obras, y la joven tenía todos los permisos para asfaltar. No pudo evitar ponerse feliz, y por ello comenzó a pensar en mil cosas que hacer con la preciosa chica. Además el saber que por fin iba a poder tomarla, se relamió un poco. Al ser una viajera también, era probable no verla mucho, pero pensaba aprovechar ese día totalmente. No era tonta, y sabía muy bien aprovechar las oportunidades. Desde siempre lo hizo, y esta vez que lo tenía muy bien, no se contendría.
Fue al baño debido a que no pudo tomar un baño cuando terminó de correr. Se echó agua por todo el cuerpo, y además abusó del jabón. De ese modo se quedó muy bien. Encima se echó un pequeño perfume de coco que tenía en su mochila. Se miró al espejo mirándose, y después mostró una sonrisa calmada. Se veía mona como de costumbre. Después bebió un poco de agua, y comenzó a caminar hacia fuera. El pelo estaba un poco húmedo todavía, pero no le importaba mucho a decir verdad. En cuanto salió pudo ver las cosas que pidió la peliblanca. Mostró una sonrisa dulce y se puso al lado de la chica de cabellos blancos.
Después de unos momentos suspiró y se sentó frente a ella. La miró a los ojos de una forma amable, y de hecho decidió pensar un poco. – Preciosa, disculpa si fui muy directa. No quiero que te lleves una mala impresión de mí. Pero el caso es que me gusta divertirme, y bueno, eres una Diosa. – Una vez le dijo aquello, probó su tarta de nueces. Estaba demasiado sabrosa, y por ello no pudo evitar sonreír de lado. Después de hacerlo, trató de tomarle la mano a la chica. – De modo que no quiero que hagas nada que no desees, voz de oro. – Mencionó guillándole el ojo de forma pícara.
Fue al baño debido a que no pudo tomar un baño cuando terminó de correr. Se echó agua por todo el cuerpo, y además abusó del jabón. De ese modo se quedó muy bien. Encima se echó un pequeño perfume de coco que tenía en su mochila. Se miró al espejo mirándose, y después mostró una sonrisa calmada. Se veía mona como de costumbre. Después bebió un poco de agua, y comenzó a caminar hacia fuera. El pelo estaba un poco húmedo todavía, pero no le importaba mucho a decir verdad. En cuanto salió pudo ver las cosas que pidió la peliblanca. Mostró una sonrisa dulce y se puso al lado de la chica de cabellos blancos.
Después de unos momentos suspiró y se sentó frente a ella. La miró a los ojos de una forma amable, y de hecho decidió pensar un poco. – Preciosa, disculpa si fui muy directa. No quiero que te lleves una mala impresión de mí. Pero el caso es que me gusta divertirme, y bueno, eres una Diosa. – Una vez le dijo aquello, probó su tarta de nueces. Estaba demasiado sabrosa, y por ello no pudo evitar sonreír de lado. Después de hacerlo, trató de tomarle la mano a la chica. – De modo que no quiero que hagas nada que no desees, voz de oro. – Mencionó guillándole el ojo de forma pícara.
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La chica miró con tranquilidad como la mujer se sentaba nuevamente en su asiento. Cierto aroma invadió sus fosas natales y, al mirar, notó que provenía de Yumei. Miró su cabello y notó que estaba mojado; su mente analítica no tardó mucho en juntar las piezas. Al parecer, Yumei sabía que no olía del todo bien, por lo que fue al baño a asearse. Alice sonrío un poco y relajó tanto su postura como nariz; ya no había excusa para no acercarse a la peliazul. Tampoco es que pudiera seguir pensando en eso, la voz de la peliazul le trajo de vuelta a la realidad, y sus palabras hicieron que una sonrisa picara apareciera en sus labios.
– No me molesta, solo me tomó por sorpresa, eso es todo. Además, tu igual eres una diosa – dijo mientras le guiñaba el ojo.
Luego de aquellas palabras, la chica atacó con voracidad su postre. Nuevamente, sus manías la hora de comer atrajeron la atención de las personas cercanas. Esa velocidad a la hora de comer, pero a la vez tener unos modales de primera, no se veía todos los días. Era raro, a fin de cuentas, pero a la joven no le molestaba ser centro de atracción de todos. Así es como ella era, además estaba costumbrada a ignorar esas miradas típicas de los demás. Al escuchar las palabras de Yumei, no pudo evitar dedicarle una dulce sonrisa. En verdad le juzgó demasiado pronto, y ahora estaba pagando el pato... Sin ofender a Eichi.
– Esta bien , no creo que debas contenerte, en todo caso – le dijo con un tono sugerente, mientras que con su mano acarició por algunos segundos la mejilla de la mujer.
Luego de esas palabras, la mujer tomó su malteada y empezó a succionar. Una mueca de felicidad apareció en su rostro al sentir aquel frío líquido bajar por su garganta. No había nada mejor que tomar algo helado en un día caluroso como ese... Además de nada en una pequeña piscina, claro está. Dejó el líquido a un lado y miró atentamente la cara de Yumei, o la mancha de helado que tenía en una de sus mejillas, más bien. Una pequeña sonrisa pícara apareció en su rostro y, sin previo aviso, estiró su cuerpo y lamió ese resto de postre. Acto seguido, volvió a su asiento, como si nada hubiera pasado.
– Lo siento, pero no puedo dejar que restos de postre se pierdan – dijo la albina, una mirada de completa inocencia se podía apreciar en su rostro, como si la explicación de antes hubiera sido de lo más normal... Esperen, lo era para ella. Si, Alice era algo especial en ese sentido...
– No me molesta, solo me tomó por sorpresa, eso es todo. Además, tu igual eres una diosa – dijo mientras le guiñaba el ojo.
Luego de aquellas palabras, la chica atacó con voracidad su postre. Nuevamente, sus manías la hora de comer atrajeron la atención de las personas cercanas. Esa velocidad a la hora de comer, pero a la vez tener unos modales de primera, no se veía todos los días. Era raro, a fin de cuentas, pero a la joven no le molestaba ser centro de atracción de todos. Así es como ella era, además estaba costumbrada a ignorar esas miradas típicas de los demás. Al escuchar las palabras de Yumei, no pudo evitar dedicarle una dulce sonrisa. En verdad le juzgó demasiado pronto, y ahora estaba pagando el pato... Sin ofender a Eichi.
– Esta bien , no creo que debas contenerte, en todo caso – le dijo con un tono sugerente, mientras que con su mano acarició por algunos segundos la mejilla de la mujer.
Luego de esas palabras, la mujer tomó su malteada y empezó a succionar. Una mueca de felicidad apareció en su rostro al sentir aquel frío líquido bajar por su garganta. No había nada mejor que tomar algo helado en un día caluroso como ese... Además de nada en una pequeña piscina, claro está. Dejó el líquido a un lado y miró atentamente la cara de Yumei, o la mancha de helado que tenía en una de sus mejillas, más bien. Una pequeña sonrisa pícara apareció en su rostro y, sin previo aviso, estiró su cuerpo y lamió ese resto de postre. Acto seguido, volvió a su asiento, como si nada hubiera pasado.
– Lo siento, pero no puedo dejar que restos de postre se pierdan – dijo la albina, una mirada de completa inocencia se podía apreciar en su rostro, como si la explicación de antes hubiera sido de lo más normal... Esperen, lo era para ella. Si, Alice era algo especial en ese sentido...
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La joven continuó comiendo de forma feliz. El postre era delicioso, y no pudo evitar comer un poco más rápido. Pero, se fijó que la maestra en aquello era la peliblanca. No podía creer que pudiese alimentarse de aquella forma, y por ello no pudo evitar reír un poco de forma suave. Ella comía un poco rápido, pero ni de coña podía igualar la velocidad de ella. De hecho, como se metiera cosas heladas en la boca, podía arrepentirse. Tenerlas mucho tiempo podía ser una especie de tortura. A lo mejor un trozo de hielo en un pique de beso con otra persona, pero poco más. Yumei era una caja de sorpresas, y si estaba en ese plan con la bella joven, era porque de verdad le atraía mucho. Era hermosa, dulce, y lista. Lo que muchos solían decir, un verdadero bombón de licor. Encima el color de ojos que tenía era muy bonito, todo había que decirlo.
De repente notó cómo ella se acercó con una intención no molesta. Sintió el tacto de su lengua recorrerle la mejilla, y por ello no pudo evitar sentir un pequeño pinchazo en el pecho. Eso era provocar, y encima un leve rubor apareció en sus mejillas. Se llevó la mano al moflete, notando un poco de humedad, y después sintió sus palabras. Quiso lamer su propia mano un poco, pero mejor no dejarse ver hacer cosas raras. En ese momento probó de nuevo su helado, y sintió un par de miradas encima. No les dio importancia, y entonces mostró una sonrisa dulce, y tierna. – Entonces nos divertiremos mucho. Pero me pido ser la primera que lama todos los rincones de tu cuerpo. – Le guiñó un ojo entonces. Por fin una persona con la que podía hablar de forma cómoda sin problemas, y sin que le dijeran nada malo.
Soltó un pequeño suspiro, y después pudo ver a los de la mesa de al lado irse. No entendió la razón pero entonces notó a un grupo de mujeres mirándola. Era de esa isla, y la conocían por ser un poco rara. Decidió que podía ser un buen momento para callarles la boca. No se lo pensó y miró de forma divertida a la otra chica. – Si tanto te gusta mi helado, no te cortes. – Probó un pedazo enorme, mucho para ella. Entonces trató de echarse hacia delante. Su plan era besarla, y dejar el postre pasar a la boca de la contraria. De esa forma ella podría comer de ella, literalmente. Y las mujeres de la isla podrían flipar un poco. De paso podría jugar un poco con su lengua, moviéndola con la de ella, y derritiendo el helado de aquella forma. Pegaría el labio inferior a ella, y podría notar el pincings. Por su parte pensaba estar así un minuto o así.
De repente notó cómo ella se acercó con una intención no molesta. Sintió el tacto de su lengua recorrerle la mejilla, y por ello no pudo evitar sentir un pequeño pinchazo en el pecho. Eso era provocar, y encima un leve rubor apareció en sus mejillas. Se llevó la mano al moflete, notando un poco de humedad, y después sintió sus palabras. Quiso lamer su propia mano un poco, pero mejor no dejarse ver hacer cosas raras. En ese momento probó de nuevo su helado, y sintió un par de miradas encima. No les dio importancia, y entonces mostró una sonrisa dulce, y tierna. – Entonces nos divertiremos mucho. Pero me pido ser la primera que lama todos los rincones de tu cuerpo. – Le guiñó un ojo entonces. Por fin una persona con la que podía hablar de forma cómoda sin problemas, y sin que le dijeran nada malo.
Soltó un pequeño suspiro, y después pudo ver a los de la mesa de al lado irse. No entendió la razón pero entonces notó a un grupo de mujeres mirándola. Era de esa isla, y la conocían por ser un poco rara. Decidió que podía ser un buen momento para callarles la boca. No se lo pensó y miró de forma divertida a la otra chica. – Si tanto te gusta mi helado, no te cortes. – Probó un pedazo enorme, mucho para ella. Entonces trató de echarse hacia delante. Su plan era besarla, y dejar el postre pasar a la boca de la contraria. De esa forma ella podría comer de ella, literalmente. Y las mujeres de la isla podrían flipar un poco. De paso podría jugar un poco con su lengua, moviéndola con la de ella, y derritiendo el helado de aquella forma. Pegaría el labio inferior a ella, y podría notar el pincings. Por su parte pensaba estar así un minuto o así.
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Una sonrisa algo traviesa se formó en su rostro al ver el rubor de la mujer. El plan de la peliblanca hacía funcionado, logró ruborizar, aunque sea leve, a esa peliazul de personalidad peculiar. Pudo ver como iba a hacer algo con su mano, pero se detuvo a último minuto. Si, la joven albina ahora estaba en su zona de confort, y nada la sacaría de allí. Yumei se había atrevido a provocar a esa peligrosa joven y de cabellos color nieve, y ahora estaba pagando el precio de antes. En su mente se había forma cierto marcador con el rostro de ambas mujeres, debajo salía unos números; ambas tenían un uno, significando que la cosa estaba en empate... Aunque no por mucho tiempo. Al escuchar las palabras de la mujer, no pudo evitar arquear una ceja y contestar con un tono pícaro y travieso de por medio.
– Ara, ara. Alguien me esta desafiando... ¿En verdad crees que podrías seguir mi ritmo, Mei-chan? –
Yumei siguió comiendo de su helado y, por el rabillo de ojo, pudo ver como algunas personas se alejaban de allí. Desde esa distancia, pudo ver que algunos, tanto hombres y mujeres, portaban un notable sonrojo en sus rostros. Sonrío de forma divertida para sí misma; al parecer, no podían resistir tanta tensión y calor que ambas mujeres provocaban. En eso, vio como la peliazul se metía un enorme bocado a su boca. Aquella acción le confundió por unos momentos. ¿Que quería lograr con eso? Pero, al escuchar las palabras de la mujer, supo el porqué. Punto para ella por pedirlo y no forzarlo como la vez anterior.
– Cierto, me gusta el helado... Pero creo que ahora me llevaré otro bocado a parte de ese – dijo con voz cantarina y sugerente.
Sin esperar más tiempo, Alice acortó la distancia entre ambas y atacó los labios de aquella mujer. Inmediatamente uso su lengua para explorar aquella cavidad bucal. Ese beso, combinando con el helado, casi hacen que la joven perdiese la cordura, pero puro controlarse a tiempo. Movía la lengua de un lado para otro, y se mantuvieron así por un minutos. Se separó de ella, tomó una servilleta y se limpió los residuos de helado de su rostro al cuello. Era una suerte que no cayó nada a sus ropas; hubiera sido tremenda molestia volver al hotel para buscar un repuesto.
– Ara, ara. Alguien me esta desafiando... ¿En verdad crees que podrías seguir mi ritmo, Mei-chan? –
Yumei siguió comiendo de su helado y, por el rabillo de ojo, pudo ver como algunas personas se alejaban de allí. Desde esa distancia, pudo ver que algunos, tanto hombres y mujeres, portaban un notable sonrojo en sus rostros. Sonrío de forma divertida para sí misma; al parecer, no podían resistir tanta tensión y calor que ambas mujeres provocaban. En eso, vio como la peliazul se metía un enorme bocado a su boca. Aquella acción le confundió por unos momentos. ¿Que quería lograr con eso? Pero, al escuchar las palabras de la mujer, supo el porqué. Punto para ella por pedirlo y no forzarlo como la vez anterior.
– Cierto, me gusta el helado... Pero creo que ahora me llevaré otro bocado a parte de ese – dijo con voz cantarina y sugerente.
Sin esperar más tiempo, Alice acortó la distancia entre ambas y atacó los labios de aquella mujer. Inmediatamente uso su lengua para explorar aquella cavidad bucal. Ese beso, combinando con el helado, casi hacen que la joven perdiese la cordura, pero puro controlarse a tiempo. Movía la lengua de un lado para otro, y se mantuvieron así por un minutos. Se separó de ella, tomó una servilleta y se limpió los residuos de helado de su rostro al cuello. Era una suerte que no cayó nada a sus ropas; hubiera sido tremenda molestia volver al hotel para buscar un repuesto.
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La joven no esperó que fuese tan intenso, pero se lo pasó muy bien. Movió su lengua con la de ella, mezclando saliva, y explorándola a fondo. El poco frío del helado, se fue enseguida con el calor provocado por la peliblanca. Sus deseos sobre ella aumentaron de forma brutal, deseando tomarla en aquella misma mesa. También tomó mucho helado debido a todo lo que estuvo tragando mediante el húmedo beso con la chica. Una vez tuvieron que separarse, se quedó mirándola a los ojos de cerca. Estaba demasiado deliciosa. El sabor de ella fue mucho mejor que el del postre mil veces, y eso solo su boca. Quería continuar probándola, pero en aquel sitio no iba a poder hacer mucho. Podían acusarlas de alteración del orden público, y por ello tuvo un poco de cabeza, y pudo contenerse. El esfuerzo fue enorme, y tuvo que suspirar un par de veces.
- No te atrevas a dejarme así. – Le dijo bromeando. Entonces hizo venir al camarero, y le dijo que quería ya la cuenta. El hombre entonces asintió con una mirada un poco seria. Había visto el espectáculo, y que fuese en mitad de su terraza, no debió hacerle mucha gracia. Era normal a fin de cuentas, pero Yumei estaba loca por estar con la chica. Era su último día en la isla, y pensaba hacer todo lo posible por llegar a algo más. El tipo entonces trajo un pequeño papel con el precio estipulado. Puso su parte, y después se colocó en pie. Miró un poco a su alrededor, y después le guió el ojo a la albina.
Empezó a caminar tranquilamente hacia el Norte. – Vamos, pequeña mía. – Dijo tratando de picarla. Si la seguía, iría con ella hasta su casa, en la que no había nadie. Entró, y pudo ver un sitio normalito, con adorno típico. Pero entonces le llevaría a su cuarto. La cama era enorme, todo estaba lleno de posters de grupos. Todo estaba pintado de negro, con llamas azules. – Hoy es mi último día aquí ¿Querrías unirte a tu guitarrista de forma pasional? – Mencionó guiñándole el ojo.
- No te atrevas a dejarme así. – Le dijo bromeando. Entonces hizo venir al camarero, y le dijo que quería ya la cuenta. El hombre entonces asintió con una mirada un poco seria. Había visto el espectáculo, y que fuese en mitad de su terraza, no debió hacerle mucha gracia. Era normal a fin de cuentas, pero Yumei estaba loca por estar con la chica. Era su último día en la isla, y pensaba hacer todo lo posible por llegar a algo más. El tipo entonces trajo un pequeño papel con el precio estipulado. Puso su parte, y después se colocó en pie. Miró un poco a su alrededor, y después le guió el ojo a la albina.
Empezó a caminar tranquilamente hacia el Norte. – Vamos, pequeña mía. – Dijo tratando de picarla. Si la seguía, iría con ella hasta su casa, en la que no había nadie. Entró, y pudo ver un sitio normalito, con adorno típico. Pero entonces le llevaría a su cuarto. La cama era enorme, todo estaba lleno de posters de grupos. Todo estaba pintado de negro, con llamas azules. – Hoy es mi último día aquí ¿Querrías unirte a tu guitarrista de forma pasional? – Mencionó guiñándole el ojo.
Alice Branwen
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Alice miró con tranquilidad como la mujer llamaba al camarero. En verdad, ella no hubiera desarrollado las cosas así de rápido, pero se le hacía difícil con la personalidad única de la peliazul. Se acabó el resto del postre en menos de cinco segundos y se tomó el resto de la malteada. Suspiró con felicidad al sentir todo se frío, pero luego una mueca tierna apareció en su rostro al ver que todo se había terminado. Realmente la joven no sabía de donde salió su adicción a los dulces y cosas frías en general. En mas de alguna ocasión se había planteado la posibilidad de esos gustos tenían que ver con que su fruta le influenciaba de alguna forma, pero no tenía la certeza de que aquello fuera cierto. Puede que DEVIL pudiera tener mas conclusiones respecto a eso, pero primero muerta que usar uno de aquellos métodos infernales.
El camarero llegó y tenía cara de pocos amigos. La joven supuso que vio todo lo anterior, por lo que puso una cara inocente que no engañaba a nadie. Pagaron la cuenta y se retiraron tranquilamente del lugar. Al escuchar las palabras de Yumei, la joven solo sonrío seductoramente. Tenía una idea de lo que planeaba la mujer, pero no se iba a resistir. También era su último día en aquella isla, y aún no tenía un recuerdo bonito para llevarse.
Llegaron a la casa de la peliazul y Alice debía admitir que tenía un estilo único. Entraron a la habitación de la mujer y Alice silbó un poco al ver como estaba decorada. Si, en verdad ella tenía buen gusto. Al escuchar las palabras de Yumei, Alice sonrío y se acercó a ella.
– No creo que lleguemos hasta el final... Pero supongo que podríamos hacer todo lo demás. –
El resto es historia. Pasaron horas antes de que salieran de la casa, de hecho la joven pasó la noche ahí. Ciertamente no hicieron "todo", pero sí se involucraron en diversos temas... interesantes, por no decirlo de otro modo.
El camarero llegó y tenía cara de pocos amigos. La joven supuso que vio todo lo anterior, por lo que puso una cara inocente que no engañaba a nadie. Pagaron la cuenta y se retiraron tranquilamente del lugar. Al escuchar las palabras de Yumei, la joven solo sonrío seductoramente. Tenía una idea de lo que planeaba la mujer, pero no se iba a resistir. También era su último día en aquella isla, y aún no tenía un recuerdo bonito para llevarse.
Llegaron a la casa de la peliazul y Alice debía admitir que tenía un estilo único. Entraron a la habitación de la mujer y Alice silbó un poco al ver como estaba decorada. Si, en verdad ella tenía buen gusto. Al escuchar las palabras de Yumei, Alice sonrío y se acercó a ella.
– No creo que lleguemos hasta el final... Pero supongo que podríamos hacer todo lo demás. –
El resto es historia. Pasaron horas antes de que salieran de la casa, de hecho la joven pasó la noche ahí. Ciertamente no hicieron "todo", pero sí se involucraron en diversos temas... interesantes, por no decirlo de otro modo.
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Una enorme decepción recorrió a la chica. La expresión mucho hablar, y pocas nueces existía. La peliblanca mucho hablar, pero se acojonó en el último momento. De eso solo pasó una cosa. Yumeí quedó con todo el calentón. No era nada justo, sobre todo después de las provocaciones, y seguirle el juego con el helado. Encima durmió allí, arriesgándose la peliazul a que sus padres la pillasen. Se sentía un poco orgullosa, venció como la hembra verdadera que era. Fue fiel hasta el final, y después la chica no quiso. Una novata sin duda. Pero se había pasado haciéndole aquello.
Todo lo bueno que pensó de ella se fue en un momento. Incluso durmió un poco apartada. Lo peor, ella quedó mal delante de todo su pueblo. Tendría que soportar burlas, y demás, y sin merecer la pena. Su orgullo estaba roto. Se sintió una inútil en el término de aspecto. A lo mejor era más fea de lo que creía.
Se encontraba en el puerto, con su mochila, su ropa, y la cabeza baja. No iba a odiar a la chica por haberle hecho aquello, de hecho, continuaba sonriendo como podía. Pero sin duda, no quería volver a hablar con ella, ni verla. La hizo muchísimo daño. Soltó un pequeño suspiro, y después se montó en el barco de unos pescadores. Iban de camino a Skellige, y acordó ir con ellos ya que compartían destino. Yumei una vez dentro, cerró los ojos despacio, y se sentó en un lado de la borda. – Supongo que en el fondo, me ha utilizado. No sirvo de mucho. – Mencionó en un tono dulce ante todo. No podía hacer nada, y por el momento continuaría con su pequeño viaje. Llevaba el dinero ganado en el pequeño concierto. Esperaba poder comprar un pequeño anillo con él.
El navío zarpó entonces, y puso rumbo a su destino. La joven se abrazó a sí misma, y después cerró los ojos. Debía ir haciéndose a la idea de qué, en el mundo había gente mala. Su conclusión fue que la albina la utilizó para poder dormir en un sitio. Soltó un pequeño suspiro, y terminó durmiéndose un poco triste.
Todo lo bueno que pensó de ella se fue en un momento. Incluso durmió un poco apartada. Lo peor, ella quedó mal delante de todo su pueblo. Tendría que soportar burlas, y demás, y sin merecer la pena. Su orgullo estaba roto. Se sintió una inútil en el término de aspecto. A lo mejor era más fea de lo que creía.
Se encontraba en el puerto, con su mochila, su ropa, y la cabeza baja. No iba a odiar a la chica por haberle hecho aquello, de hecho, continuaba sonriendo como podía. Pero sin duda, no quería volver a hablar con ella, ni verla. La hizo muchísimo daño. Soltó un pequeño suspiro, y después se montó en el barco de unos pescadores. Iban de camino a Skellige, y acordó ir con ellos ya que compartían destino. Yumei una vez dentro, cerró los ojos despacio, y se sentó en un lado de la borda. – Supongo que en el fondo, me ha utilizado. No sirvo de mucho. – Mencionó en un tono dulce ante todo. No podía hacer nada, y por el momento continuaría con su pequeño viaje. Llevaba el dinero ganado en el pequeño concierto. Esperaba poder comprar un pequeño anillo con él.
El navío zarpó entonces, y puso rumbo a su destino. La joven se abrazó a sí misma, y después cerró los ojos. Debía ir haciéndose a la idea de qué, en el mundo había gente mala. Su conclusión fue que la albina la utilizó para poder dormir en un sitio. Soltó un pequeño suspiro, y terminó durmiéndose un poco triste.
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