Un dulce encuentro [Pasado][Privado][Maximilian - Cloe]

El viento nos llevaba hacia el puerto de Dorithia. Miraba como nos acercábamos mientras Ryuto y Ariana jugaban una partida de naipes. Ariana era bastante inteligente pero los trucos de Ryuto siempre terminaban dándole la victoria. La razón por las que nos acercábamos al reino de Greenlyn era para visitar a un amigo. Días antes me había encontrado a un conocido, trabajando en una isla donde anclamos para abastecernos de suministros, quien me dijo lo que sucedida con Marco, un antiguo compañero del mismo dojo donde había entrenado de niño. Marco estaba enfermo y vivía en Dorithia, así que decidí visitarlo para saber más de él. El viaje nos había costado un gran esfuerzo yaqué una tormenta nos había golpeado la noche anterior y habíamos tenido que resistir los duros golpes del mar.

“Ojala y no sea peor de lo que me imagino” – pensé mientras me giraba y veía a Ariana resignandose tras volver a perder otra partida.

Ryuto le sonreía mientras volvía a recoger todos sus naipes. Les dije que me esperaran cuando llegáramos. Iba a ducharme antes de bajar para estar algo presentable. Descendí hasta los baños del barco y me quité toda la ropa para introducirme en la bañera. El agua estaba tibia ya que generalmente dejábamos que se calentara un poco antes de poder usarla. Cuando terminé de bañarme me coloqué una toalla alrededor de la cintura y caminé hacía las habitaciones donde tenía guardada mi ropa. Me vestí con unos pantalones limpios y otra gabardina oscura. Había comprado nuevas botas de cuero así que las usaría para esa ocasión. Volví a subir a la cubierta y mis compañeros ya se habían reunido. El barco estaba quieto así que supuse que ya deberíamos estar en el muelle.

-Algo en especial en este lugar – preguntó Owen al verme

-Solo visitaré a un amigo – dije mientras me ataba el cabello con un listo rojo y me hacía una coleta – Vendrán conmigo o se quedaran en el barco

Owen decidido quedarse para arreglar algunas cosas del barco. Ariana y Ryuto bajarían a tierra para comprar algunas cosas y visitar la ciudad. Descendimos después de despedirnos de Owen y nos separamos. Yo por mi lado, Ryuto y Ariana por el suyo. Les pedí que no causara ningún problema. Fijamos el centro de la ciudad como punto de encuentro para cualquier emergencia. Me despedí de ellos y caminé por las calles de la ciudad, pidiendo ayuda a algunas personas para llegar a la dirección donde vivía Marco.

Cloe se estiraba en su nueva cama de alto standing, esperando que el día comenzara. Había dormido mejor que un bebe en aquel lugar, pero era lo suyo debido a que pago la mejor suite de la ciudad. Pero no penséis que Cloe era una niña pija y consentida, bueno si lo era. Pero no era tan desagradable como el ochenta por ciento de las personas adineradas. Ella era tierna, dulce y siempre buscaba ayudar a los demás.

Después de dar un par de vueltas más sobre la cama, haciendo que las sabanas se enroscaran en su cuerpo semidesnudo. Si, semidesnudo. Ya que a esta alocada joven le gustaba dormir sin prendas que le molestaran en el cuerpo, solo llevaba su apretada braguita de "Hello Kitty" que la daba un toque infantil y sexi.

Estiro su brazo en busca del teléfono que siempre solía encontrarse al lado de la cama, en una mesillita. Pero aquel hotel parecía ser diferente y tenía el telefonillo incrustado en la pared al lado de la puerta. Cloe lo miro con pereza, pero al final se puso en pie. Fue con los ojos medio cerrados al cuarto del baño y allí se lavó un poco la cara para despegarse las legañas. Después se miró al espejo, como toda mujer hace al levantarse, y se vio terriblemente atractiva a pesar de tener los pelos un poco alocados de dormir.

Al salir del baño se puso a mirar detenidamente al teléfono, pensando si debía o no llamar al servicio de habitaciones para que le trajeran el desayuno. Pero dado que entraban unos fabulosos rayos de sol por la ventana decidió salir a tomar el desayuno a alguna terraza de la zona, y así hacía algo de turismo.

Se vistió con su ropa típica, cómoda y deportiva, y salió a la calle a disfrutar del fantástico día que le estaba regalando aquella isla. Al salir estuvo charlando un rato con el tipo de recepción, el cual no estaba segura si era tan amable porque le pagaba por sus servicios o porque estaba intentando flirtear con ella. La verdad que le daba igual, ella fue tan simpática como siempre y se marchó a disfrutar de un proteínico desayuno de Greenlyn.

Al salir a la calle estuvo unos largos minutos deambulando por la zona, en busca de una cafetería que la llamara la atención. Y como no, al final entro en una que se encontraba en el centro de la ciudad rodeada por un montón de flores silvestres. Aquello parecía más una floristería que una cafetería. Pero el servicio era amable y la atendió rápido y eficaz, trayéndola el desayuno a los pocos minutos de llegar. Una enorme taza de café aromático y un jugoso cruasán, que empezó a devorar con ansia mientras observaba a los viandantes que por allí pasaban.

Estuve buscando un buen rato la casa de Marco pero lo la hallaba a pesar de que preguntaba a todos acerca de ella o si conocían a mi viejo amigo. Algo cansado y aburrido por no encontrarlo decidí buscar algún lugar donde comer. Mi estómago rugió y un pequeña acides comenzó a crecer dentro de mi abdomen. Caminé por la plaza y encontré un café con muchas flores fuera de adorno. Parecía ser un buen ambiente así que miré en un pequeño bolso si todo el dinero que podía necesitar estaba allí. Era lo suficiente para comprar algo decente y tener un buen desayuno. Abrí la puerta y un olor agradable llegó hasta mí. Había personas bastante bien vestidas sentadas en las mesas charlando entre ellas. Algunos me miraron con curiosidad ya que obviamente mis vestimentas podían querer pasar desapercibas o producir el efecto contrario dependiendo de las personas que me rodeaban. Tenía la cabeza cubierta con capucha de mi gabardina y obviamente mi cabello estaba oculto tras él. Llegué a una mesa libre y me senté. Me quité la capucha y arreglé un poco mi largo cabello para que no se viera desordenado. Un muchacho bien vestido me atiendo al instante. Le pedí una taza de chocolate con leche y alguna tarta que podrían prepararme. El chico me sugirió una buena opción y acepté.

“Bonito lugar” – pensé mientras miraba a mi alrededor

Dorithia era un lugar agradable y no parecía que hubiera problemas salvo por el hecho de constantemente los piratas podrían llegar a la ciudad siguiendo botines jugosos que se hallaban en los barcos mercantes. El chico apareció con lo había pedido y dejo las cosas en la mesa. El chocolate desprendía un aroma bastante agradable y la tarta de fresa con crema parecía ser un manjar de los dioses. Cogí la pequeña cuchara que estaba a un lado de la tarta y cogí una fresa. La llevé a mi boca y la saboree. Seguí comiendo hasta terminarla ya que estaba bastante buena.

Mientras la joven terminaba de dar los últimos bocados y sorbos a su desayuno, el cual estaba delicioso, se percató de la presencia de un tipo nuevo que acababa de sentarse a un par de mesas de ella. Cloe se quedó mirándole fijamente, pues sus ropas y apariencia siniestra le hacían llamar la atención de la joven y seguramente de todo aquel que le viera. También se percató de que aquel tipo llevaba una espada, lo cual hizo pensar a Cloe que era un tipo peligroso. Aunque debido a que iba vestido como un samurái, se le quito la idea de la cabeza. Pues los samuráis no solían ser peligrosos.

Después de unos largos de minutos de reflexión y observar el pelo largo que aquel tipo, el cual parecía estar mejor cuidado que el de Cloe, decidió acercarse a él y entablar conversación. Ya que ese era el principal motivo de su viaje, conocer gente nueva y darse a conocer. Cloe se levantó decidida y se sentó en una de las sillas libres que había en la mesa de aquel tipo. Al sentarse se dio cuenta que aquello quedaba un poco raro y podría ser una falta de respeto para las personas corrientes. Decidió no darle importancia y espero a que aquel tipo no se sintiera ofendido y la cortara la cabeza.

-Hola, soy Cloe. Y bueno, llevaba un rato pensando si venir a preguntárselo o no.- dijo señalando la mesa de donde había venido- ¿Es usted un samurái?- tal vez aquella no era la mejor manera de entablar conversación con una persona, pero así era Cloe, directa y decidida.

Cuando terminé de comer, sentí que alguien me observaba. No le presté atención a mi extraño instinto de prevención. Momento despues, escuché las palabras de alguien y levanté la mirada para ver quien me estaba hablando. Era una chica de cabello negro corto quien se dirigía a mi. Parecía que estaban interesada en mis katanas, ya que preguntó si era un samurai.

-¿Samurai? – dije moviendo la cabeza de un lado a otro -. No, que va. Fui entrenado en dojo cuando era pequeño.

No sabía si había hablado demás ,pero la chica tampoco me inspiraba mucha desconfianza.

-Soy Maximilian, puedes llamarme Max – dije sonriendole -. Acabo de llegar a Dorithia en busca de una amigo. ¿Tu vives aquí?

Cloe se sorprendió de la amabilidad de aquel tipo, y a pesar de que dijo no ser un samurái para Cloe siempre lo sería. La joven siguió observándole de arriba a abajo, hasta se puso a mirar curiosamente lo que Max estaba ingiriendo.

-Encantada, Max. Me gustaría ayudarte a encontrar a tu amigo.-dijo Cloe con su ilusión infantil.-Llevo unos días hospedándome por aquí. Tal vez he visto a tu amigo, ¿cómo es?- Cloe desviaba la mirada para observar a la gente que entraba y salía de la terraza de flores.- Me fijo bastante en la gente, pero si va vestido de kimono como tú, créeme que eres el primero al que veo vestido así.- Cloe se puso en pie de golpe, tirando la silla al suelo.- Pero aquí sentandos no vamos a encontrarle, vamos a dar una vuelta a ver si lo vemos.

Cloe hizo como que se marchaba, pero espero educadamente al samurái para que la acompañase. Una vez Max se colocó al lado de Cloe, esta le agarró el brazo como si se tratara de una pareja que paseaba.- ¿A qué te dedicas? Cuéntame un poco más de tú vida.- dijo Cloe interesada.- Yo viajo por todo el mundo para ayudar a la gente que lo necesite. Se puede decir que creo ilusión y paz por donde voy.

Pagué la cuenta de lo que había comido y luego salí por la puerta. Cloe me estaba esperando y cuando me tomó del brazo, me sentí bastante extraño. Me ruborice, pero no solté en ningún momento a la chica. Era bastante simpática, a decir verdad era muy bonita y mientras la miraba me sonroje un poco.

-Yo también viajo – respondí mientras miraba a otro lado -. No necesariamente para ayudar a la gente, pero cuando se me da la posibilidad lo hago. Digamos que al menos no soy egoísta.

Luego de eso, vi que algunas personas nos miraban. No entendía porque, pero no le presté mucha atención.

-Mi amigo se llama Marco, al igual que yo es un espadachín. No lo he visto en años, así que no sé cómo es. Lo único que sé es que usa una katana de con la funda de color blanca.

Era toda la información que había obtenido de Marco. Cuando escuché su nombre y el lugar de donde provenía me alegré, pero me preocupé al mismo tiempo cuando me enteré que estaba enfermo.

Cloe escuchaba embobada las palabras del joven Max, el cual parecía ser un viajero de gran corazón como ella. La joven le aferraba del brazo con fuerza, sintiendo el brazo musculoso de Max bajo la ropa. Sin duda aquel espadachín debía ser un tipo muy fuerte. Cloe escuchaba como hablaba de su amigo, pero no dio apenas información para encontrarle con facilidad.

-Creo que se dónde podemos ir a buscarle.- dejo Cloe sonriente mientras aceleraba el paso. Cloe no pudo evitar notar como la gente seguía observándolos. ¿Tan raro era que un joven y una chica fueran agarrados del brazo? No le dio importancia y siguió su camino. Mientras caminaban Cloe empezó a contarle a Max casi toda su vida. Desde que toda su infancia la había utilizado en estudiar medicina debido a su madre, hasta que llego a la adolescencia y su padre la instruyo en el oficio de la forja y la herrería. Al cabo de cinco calles más y tres o cuatro anécdotas de Cloe llegaron a una tienda que parecía una herrería desde el exterior, además de por su nombre "La espada rota". Pero una vez entraron en la tienda observaron cómo todo estaba repleto de frutas y espadas rotas colgadas de las paredes. Nada más entrar sonó una campanita en la puerta que hizo salir a un joven con los pelos alborotados.

- Hola, buenos días ¿Qué desean? - aquel tipo parecía acabar de levantarse, pero al ver a Cloe cambio su expresión facial.- Oh, pero si es mi amiga Cloe. ¿Qué haces de nuevo por mi tienda?

- Vengo con un amigo, este es Max. Veníamos buscando información sobre un tipo que se llama Marco y que vive en esta ciudad. No sabemos muy bien cuál es su aspecto, pero suele portar una espada de color blanca. Y tu como eres un loco de las espadas pensé que tal vez le habrías visto por tu tienda .-dijo Cloe mientras se ponía a rebuscar por los cajones de fruta en busca de un alimento dulce y jugoso.

- Mmm...creo que sé a quién os referís. Una espada así no se ve todos los días. No suele frecuentar mi tienda, pero en un par de ocasiones le he visto salir de una taberna. Un día medio le seguí, bueno en verdad íbamos los dos por el mismo camino a casa, y creo que se dónde podría hospedarse.- el tipo saco papel y un lápiz y empezó a hacer unos garabatos.- Acércate Max, voy a explicarte como llegar.

Mientras el dependiente de la tienda explicaba cómo llegar a Max hasta su amigo, Cloe se puso a robar algunas frutas fácilmente. No podía evitar robar siempre algo debido a su cleptomanía, una enfermedad que hasta el momento no le había dado problemas, solo gran cantidad de botines. De repente parecía que el dependiente había terminado de explicar el mapa a Max y ahora hablaban de sus espadas, cuando sonó la puerta de la tienda. Cloe se quedó paralizada al ver como una patrulla de tres marines entraban a la tienda con cara de superioridad. La joven casi se caga en los pantalones pensando que la habían pillado robando y la mandarían al calabozo. Pero aquel marine dijo algo que la hizo relajarse.

-Bueno, bueno, bueno. Que tenemos aquí. Parece ser que un piratilla de poca monta ha decidido visitar nuestra ciudad a comprar algo de fruta.- dijo el que parecía ser el jefe. El tipo cogió una fruta y la pego un mordisco, dándole la apariencia de un cerdo asado con su enorme barriga pronunciada. Cloe miro a Max extrañada al escuchar las acusaciones que decían que era un pirata. No podía creerse que su amigo fuera un delincuente a pesar de tener tan buen corazón. Aunque pensándolo bien Cloe también era una delincuente con gran corazón.

-Chicos, ¿me ha mirado mal? ¿Este tipo ha mirado mal a la autoridad?- dijo el enorme tipo mientras los otros le daban la razón con maldad. El marine regordito se acercó a Max y le agarró del cuello del kimono.- Me parece que vas a tener que visitar los calabozos esta noche.-dijo con una sonrisa malévola en el rostro.

Cloe me llevó a un lugar donde al parecer podríamos obtener cierta información de mi viejo amigo. Al entrar me sorprendí que el hombre dijera que la chica que tenía a mi lado era su amiga. El hombre sabía dónde vivía Marco y me fue explicando cómo llegar hasta su casa. Cuando terminó, miró mi cintura y me preguntó por mis katanas. Iba a comenzar a relatar la historia de ambas cuando un grupo de marines interrumpieron el lugar. Su actitud, poco servicial y apegada a las normas, fue al menos para mí algo bastante sospechosa. Sin embargo, comencé a recordar que desde que mis compañeros y yo llegamos al puerto, no habíamos visto ningún grupo de marines o algún barco encallado en el muelle. Una de ellos, un hombre gordinflón avanzó hasta mí y me cogió del cuello. No le presté importancia al hecho de que me estaba amenazando y con tranquilidad le dije:

-Disculpa, pero no deberías hacer esto frente a una señorita – dije mientras lo miraba fijamente a los ojos -. Si continuas, creo que has bebido demasiado licor.

El marine pareció enfurecerse y cargó su puño para golpearme. Mi mano izquierda ya se había deslizado lentamente, como si de una víbora se tratara, a la empuñadura de mi katana de hoja oscura. La hoja se movió rápidamente y corté los dedos con los que me sujetaba el cuello. El hombre cayó al suelo con la mano ensangrentada y gritando de dolor mientras mi katana volvía a su lugar.

-Te has confundido de lugar compañero – dije sonriendo amablemente -. No creo que seas un marine o ¿Si?... en fin, da igual. No deberías haber hecho eso.

Coloqué algunas monedas al lado del mostrador del encargado y tomé de la mano a Cloe para salir nuevamente a la calle. No estaba muy seguro de que la chica aun quisiera seguirme, pero si se negaba no la iba a detener.

-Espero que no te hayas molestado por eso, no fue la actitud correcta... digamos lo así. ¿Aun quieres acompañarme?

Cloe se quedó sorprendida con los ojos como platos al ver como Max le cortaba los dedos aquel marine abusón. El tipo gordito cayó de culo al suelo, con numerosos gritos de dolor. Sus compañeros fueron rápidos a socorrerlo y al sacarlo de la tienda. Sin duda ahora querrían estar lejos de Max por una larga temporada. Cloe seguía un poco en sock por lo que acababa de pasar, mientras no podía desviar la mirada de los dedos regordidos que había en el suelo.

De repente, la mano de Max hizo que volviera a la realidad. La joven estaba un poco atontada sin saber que decir. Simplemente salió de lugar sin decir palabra y se aferró al brazo de Max en silencio. En todos sus viajes había visto luchas y animales muertos, pero era la primera vez que veía como una persona salía gravemente herida de un enfrentamiento. ¿Tal vez ella podría haber ayudado a coser los dedos de aquel pobre hombre? Pero, sería algo que nunca sabría con seguridad. Ya que no volvió a verle nunca más.

Mientras caminaban por la calle, esperando que Max supiera guiarse con el mapa del dependiente, Cloe iba observando los puestos y la gente de la zona. Despistando un poco su mente de lo que había pasado en la frutería. De repente vio una farmacia y se la señalo a Max.-Tal vez luego podríamos ir a esa farmacia a buscar remedio para la enfermedad de tu amigo. Pero como aun no le hemos encontrado, será mejor esperar y ver como se encuentra. Después siguieron caminando hasta pararse a la puerta de una casa algo antigua y polvorienta. Cloe miro repetidamente a Max. -¿Es aquí?

Llegamos a la casa de Marco luego de seguir las indicaciones del encargado de la tienda de espadas. Cloe mencionó algo de comprar una medicina para mi amigo y asentí con la cabeza.

-Es aquí – respondí a su pregunta sobre la casa.

Avancé y golpe suavemente la puerta para ver si alguien estaba dentro. Cuando mi puño hizo contacto la madera, la puerta se abrió como de magia se tratara. “¿Habrá estado abierta?”, me pregunté a mí mismo. Cloe estaba a mi lado y decidimos entrar. Avanzamos por un corredor.

-Buenos días – dije cerrando la puerta detrás de nosotros dos -. Marco, soy Maximilian, de la villa de Syrup.

Me detuve para ver algo en verdad me pareció extraño. A mi derecha estaba una pequeña sala. Los muebles de la sala y algunas sillas estaban volcadas al suelo y las sillas estaban completamente rotas. Había papeles regados por todo el piso y vidrio esparcido de un estante con ventanas que había sido quebrado. Caminé hasta quedarme en medio de la sala y me agaché para recoger una de las hojas y saber si contenía algun tipo de información valiosa.

-Algo ha pasado aquí, no me gusta –dije mientras miraba a Cloe.

Debajo de uno de los muebles derribados, vi una empuñadura de color blanco. Estiré mi mano y tomé la empuñadura. Era la katana de Marco.

-Si fueran ladrones, se hubieran llevado esto – dije mientras le mostraba a Cloe la katana -. Es una Meato. Ha estado en la familia de Marco por casi novecientos años.

Había algunas manchas de sangre en la hoja y eso me hizo pensar en que tal vez hubo una batalla en esa casa. Escuché unos pasos sobré nosotros.

-Hay alguien aquí –dije mirando a Cloe y extendiéndole la mano –No te separes de mí.

De pronto, escuché como el sonido de la madera quebrando muy cerca me alertaba.

¡Guardias de la ciudad! – gritó una voz grabe - ¡Quien quiera que esté ahí dentro, no se mueva!

No me podía quedar quieto, tomé a Cloe de la mano y nos ocultamos tras los muebles derribados. Tres figuras con armaduras aparecieron por la entrada de la sala.

-Tú – dijo el que parecía ser el líder de los tres – quédate aquí y vigila que nadie entre.

Dos de los hombres vestidos con armaduras y armados con lanzas subieron se marcharon. Escuché sus pasos en la escalera y luego oí el crujir de la madera encima de nosotros. Estaba casi seguro que estábamos debajo de una habitación. El sonido que produjo la puerta de la habitación abriéndose me advirtió que los soldados habían entrado al lugar donde antes habíamos escuchado unos pasos.

De pronto, oímos un grito desgarrador y otro gritó más. El soldado, que estaba mirando la sala, se alarmo.

-¿Qué carajos ha sido eso? – dijo el hombre vestido con armadura mirando en dirección al corredor.

Cloe se colocó detrás de Max al notar como algo extraño ocurría en esa casa. Pasaron por un pasillo y llegaron a un comedor algo desordenado. Parecía que había pasado un huracán por allí. Cloe intentó buscar con la mirada al enfermo, pero por allí no había nada, solo muebles destrozados y una espada con la funda blanca. De repente, la puerta de la entrada sonó y Max agarró a Cloe para ocultarse detrás de los muebles derrumbados. El corazón de Cloe empezó a acelerarse por la adrenalina del momento. De repente, entraron unos cuantos soldados, los cuales se dividieron por la casa. Aquellos soldados que habían entrado podrían pesar algo malo de ellos y atacarlos. ¿Por qué se habría escondido Max? ¿Aquellos tipos eran aliados del marine con el que se había enfrentado? ¿Qué había pasado en esa casa?... Miles de preguntas rondaban la cabeza de la joven.

En ese momento, unos gritos en el piso superior hicieron volver a la realidad a la joven. Parecía que el único soldado que estaba en la habitación también iba a ver qué pasaba. Cloe espero a que Max avanzara primero, mientras observaba todo a su alrededor en busca de alguna respuesta. ¿Aquello era una enfermedad? ¿Su amigo estaría muerto? Unos gritos desgarradores sonaron en el piso de arriba. Cloe se quedó petrificada de miedo, mientras cogía la pata de una mesa y la usaba como arma.

El soldado que había subido ahora caía por las escaleras con la armadura llena de sangre. Cloe miró a Max con miedo.- ¿Qué está pasando? - dijo la joven con la voz temblorosa por el terror que estaba sintiendo. Parecía que iban a subir, Cloe siguió a Max aferrando el palo con fuerza, a pesar de que la temblaba todo el cuerpo. Nada más subir encontraron a otros dos soldados muertos en el suelo.

Una vez Max los sobrepaso, Cloe fue a tomarles el pulso. Pero parecía que habían muerto hacía pocos segundos. La joven fue rápida a colocarse detrás del samurái y entraron en una habitación donde se escuchaban una respiración muy fuerte. Antes de entrar, Cloe se chocó con Max, y asomándose por uno de los laterales encontró a un hombre agarrándose por las rodillas y tambaleándose sobre la cama. Aquella imagen era muy macabra, pues el hombre estaba repleto de heridas y de sangre, pero lo que más miedo le causo a la joven fue cuando aquel ser desvió la mirada a los dos. Una mirada, que se te cortaba el aliento. Aquel tipo tenía los ojos inyectados en sangre y sus pupilas estaban tremendamente dilatadas. Cloe dio un gritó de pánico e intentó huir lo más rápido posible del lugar. Ocultándose en una habitación cercana, la cual estaba tan oscura y destrozada como el resto de la casa.

Fue bastante extraño todo. El soldado que estaba en el comedor se marchó. Salimos de nuestro escondite y avanzamos para ver que estaba sucediendo. El hombre con armadura cayó por las escaleras con su coraza de metal ensangrentada. Decidimos subir y al llegar a la habitación, encontramos a alguien arrodillado a lado de la cama. Estaba completamente cubierto de sangre y con heridas por todos lados. Cloe salió corriendo a ocultarse, yo me quedé en la habitación con aquel sujeto con los ojos completamente rojos. Se puso de pie y gruño. “No me gusta para nada”.

-¿Marco? – pregunté mientras lo miraba bien.

Era él, no había dudas, pero el estado en que estaba era sin duda alguna bastante extraño. Volvió a gruñir y se lanzó contra mí. Saqué mi katana izquierda y con el lado que no tenía filo lo golpe detrás del cuello. Cayó al suelo, pero luego se recuperó. Intentó morderme la pierna desde el suelo, pero no lo logró.

-Marco, ¿qué te pasa?, soy yo Maximilian.

Se lanzó contra mí, pero esta vez lo golpe en la parte baja del abdomen y luego lo empuje fuera de la habitación.

-Maldición – dije mientras Marco caía por las escaleras.

Me giré y busqué a Cloe. La encontré escondida en otra habitación. Estaba bastante asustada. La tomé de la mano y regresamos a la habitación donde habíamos encontrado a Marco. Cerramos la puerta. Unos segundos después alguien la golpeaba desde el otro lado.

-Hay que irnos – dije mientras miraba en todas dirección. La unica salida era la ventana que daba a la calle.

Los golpes cesaron por un momento. Escuché más pasos acercándose y luego una gran cantidad de golpes.

-Nos vamos, ahora mismo – dije tomando a Cloe en mis brazos y lanzándome por la ventana.

Agaché la cabeza y cubrí a Cloe con mis brazos. Caí de pie junto con ella mientras veía como algunas figuras con rostros ensangrentados aparecían por la ventana con el mismo color de ojos que Marco. Corrimos por la calle y detrás de nosotros esas extrañas personas aparecieron para perseguimos. Algunas mujeres y hombres nos miraron extrañamente. Luego, los sujetos con ojos rojos los embistieron y escuchamos los gritos que generaban cuando los mordían.

“Maldición”, dije mientras seguía corriendo junto con Cloe a mi lado. Una de esas criaturas estaba a por alcanzarnos cuando escuché un disparo proveniente de algun lugar y el hombre que nos perseguía cayó al suelo. El tejado de una de la casa que estaba a mi derecha estaba mi compañera de cabello celeste. Había derribado con su rifle al extraño ser y luego descendió a la calle.

-Algo raro está pasando – dijo Ariana mientras del otro lado de la calle veíamos a una tropa de soldados con lanzas formados en cuatro filas avanzar a nuestra dirección.

NPC:

Cloe oía unos pasos y golpes que la hacían tener cada vez más miedo de la situación ¿Habría acabado aquel ser con Max, o al revés? No creo que eso pudiera pasar, pero no paraba de darle vueltas a que su amigo podría estar en peligro a pesar de aparentar ser un samurái en toda regla. Cloe cogió su palo, que aún estaba entre sus brazos, y lo apretó con fuerza para intentar dejar de temblar. De repente, unos golpes continuos se oyeron caer por la escalera ¿Se habría caído Max? Un escalofrió extraño recorrió el cuerpo de la joven, mientras el corazón se le aceleraba más y más. En ese instante, una silueta de sombras apareció delante de ella.

La silueta estiró su brazo y agarró a Cloe de la mano, sacándola de su escondite. Cloe estaba tan en shock que no artículo ninguna palabra, simplemente se dejó llevar como si de un muñeco de trapo se tratara. Pensaba que aquel ser la mataría y acabaría con su existencia sin que nadie supiera donde está. En ese momento, los recuerdos de su familia y amigos que había conocido por todo el mundo empezaron a deshacerse por su mente. Pero, un reflejo de luz, mostró el rostro de Max agarrándola del brazo. El corazón de Cloe se calmó por unos segundos, mientras una lágrima de ilusión recorría su bella cara con algo de esperanza.

El tiempo parecía transcurrir muy despacio a su alrededor, pero en verdad estaba ocurriendo todo muy deprisa. Max cerró la puerta donde se encontraban, dejando a Cloe sola por unos segundos, en los que recupero un poco la compostura. Aunque su mente volvía a su cuerpo debido a los incesantes golpes que propinaban aquellos seres en la puerta, hasta el punto de que estaban reventándola.

En ese instante, las manos de Max agarraron las piernas de Cloe y la levanto del suelo. Cloe se ruborizó ante tal acción y no paraba de imaginarse aquella escena el día de su boda. Pero la cosa en aquel momento era totalmente diferente. El samurái atravesó la ventana de la habitación donde se encontraban y un centenar de cristales recorrieron el aire. Aquello parecía una escena típica de película, saliendo por una ventana de un primer piso, lo cual hacía a Cloe sonreír de la emoción. Al caer al suelo, los dos parecían estar ilesos a pesar de caer desde tal altura.

En ese momento, Cloe se puso en pie y echó a correr de la mano de Max. Se volteó un par de veces y comprobó cómo los soldados muertos, también parecían estar infectados con los ojos dilatados y en sangre. Y de repente volvió, exacto, volvió esa sensación de pánico y terror que la recorría todo el cuerpo cuando estaba escondida en aquella casa. Pero lo que más miedo la daba en ese momento es que la cogieran. Corría y corría, pero aquellos seres sonaban a sus espaldas a cada paso que daban. La gente a su alrededor los miraban, pero al ver lo que venía detrás también echaban a correr despavoridos, muchos sin llegar a escapar de aquellos seres que a cada segundo parecían ser más y más.

A los pocos minutos, el cuerpo ya estaba cansado y no podía seguir el ritmo de correr tan deprisa. Uno de aquellos seres acabó por alcanzarlos a los pocos segundos, pero algo extraño ocurrió. La cabeza de aquel ser estalló en mil pedazos delante suya y de Max. Cloe se quedó muy asustada sin comprender que pasaba, pero una voz proveniente de las alturas hizo que todo se aclarara. Al mirar a lo alto de un edificio, vio a una joven con un arma enorme, al parecer conocida de Max. Cloe se sintió un poco celosa y empujó a Max para buscar cobijo.

Se acercaron a la puerta del edificio donde parecía estar la amiga de Max. Cloe intentó abrirla con una horquilla, pero estaba tan nerviosa que se la caían de las manos. No paraba de oír a esos seres corriendo, a los ciudadanos gritando de dolor y los disparos de la joven de lo alto del edificio que parecía estar protegiéndolos. Pero, gracias a un milagro la puerta se abrió. Entraron desesperados al interior y comprobaron que quien había abierto la puerta era un tipo tremendamente musculado, el cual parecía también ser conocido de Max. Cloe se llevó un poco de decepción al no poder abrir la puerta, pero al menos ahora se sentía algo más segura. Ayudo a los dos hombres a mover unos muebles para atrancar la puerta y después subieron unas largas escaleras hasta llegar a la azotea donde les esperaba la joven con el arma. Cloe tenía algo de envidia de ver a una joven tan capaz y fuerte, nada parecida a ella. Así pues, decidió quedarse callada y en silencio al lado de Max, el único que le transmitía realmente confianza.

Desde la azotea pudimos ver toda la ciudad. Había fuego por todos lados, casas quemándose y gritos por todas partes. La tropa de soldados que había visto llegando por la calle se mantenía formada y avanzaba aplastando a aquellas criaturas de ojos rojos. “¿Seguirán siendo humanos?”, pensé mientras veían como las lanzas atravesaban el pecho de algunos y caían al suelo sin vida. Sin embargo, desde detrás de ellos, llegó una multitud que corrían con manchas de sangre por todo el cuerpo.

-Destrozaran esa compañía –dije mientras apretaba los puños.

-Cálmate Max, no siempre se puede salvar a todos. No podemos ser imprudentes para luchar contra algo desconocido –mencionó Ariana con seriedad.

Cloe estaba a mi lado y sentía el calor de su pecho en mi brazo. La miré y bajé la cabeza.

-Espero que no estés decepcionada de mí –dije apenado y sintiéndome culpable de ese hombre fueran a morir.

De pronto, cuatro figuras aparecieron a nuestro alrededor. Vestian con uniformes azules, botas negras y cada uno tenía un espada enfundada en la cintura.

-Por favor, acompáñenos – dijo uno -. Necesitamos que todas las personas estén a salvo. Hay un refugio en la fortaleza de su majestad. El ejército ya se está movilizando.

-Owen, ¿dónde está Ryuto? – pregunté mirando a mi compañero.

- Se llevó el barco fuera de la ciudad

-Bien -. Me volví y miré a los sujetos – Iremos con ustedes.

Hicieron una reverencia y cargué a Cloe. Comenzamos a correr y saltar entre los tejados mientras los sujetos de vestimentas extrañas avanzaba sin ningún problema en dirección a lo que parecía ser un castillo. Cuando llegamos, descendimos a nivel del suelo de un salto. Deje a Cloe en el suelo y no la aparté de mi lado.

-Para que puedan seguir nuestro ritmo, no deben ser personas cualquiera –dijo uno de los hombres que no había guiado hasta ahí.

-Sabemos luchar, pero antes queremos saber que está pasando.

-Entren en la fortaleza, luego busquen a Teodoro Valore. Él les explicará lo que pasa.

Me giré y vi que había una larga fila de personas esperando para entrar a la fortaleza. Una gran muralla de más de veinte metros de alto se elevaba frente a nosotros. En la puerta, algunos soldados controlaban a las personas que iban entrando poco a poco.

Cloe miraba aterrada desde lo alto de los edificios con una mirada perdida y llena de lágrimas. No podía creer el caos que estaba ocurriendo en aquella pequeña isla, algo dentro de ella se sentía culpable por no poder hacer nada. Miraba de vez en cuando a las personas que la rodeaban y pensaba ¿Por qué no hacen nada? Esas personas de ahí abajo van a morir. Pero cuando fue a decir algo un montón de soldados los rodearon.

Cloe los observaba mientras escuchaba lo que parecía ser un rescate improvisado. En ese momento Max la cogió en brazos y se pusieron a saltar por los tejados, siguiendo a los soldados, hasta llegar a lo que parecía ser una gran fortaleza. Cloe flipaba con los impresionantes saltos y la velocidad que llevaban aquel grupo de personas, sin duda si ella hubiera tenía que perseguirlos se hubiera caído en el primer edificio.

Al llegar, una enorme fila de personas esperaban para entrar a la enorme fortaleza, Cloe se acercó rápido a aplicar pequeños auxilios a algunas personas que parecían heridas en la fila. No podía hacer mucho por ellos debido a que no tenía ni materiales ni era el lugar para curar una herida, pero hizo todo lo posible para calmarlos y que se sintieran mejor. Al poco tiempo se encontraban en la entrada de la fortaleza siendo registrados por unos soldados para comprobar que no estábamos infectados.

Unos gritos de pánico se oyeron al final de la fila y un montón de infectados empezaron a aparecer por todos lados. Uno de los soldados empujo a Cloe y al resto al interior de la fortaleza mientras cerraba las enormes puertas. Muchas personas se quedaron fuera sin poder salvarse del terrible ataque, Cloe miró con fríamente a los soldados, a lo que uno de ellos agarró bruscamente del brazo y la llevo a una especie de enfermería improvisada.

- Si eres enfermera podrías ayudar a estas personas mientras se soluciona el problema.-dijo el soldado con frialdad, Cloe asintió seria y cogió un puñado de gasas mientras observaba como el soldado se marchaba.

- Creo que deberías hablar con el tal, Teodoro Valore. Tal vez él pueda sacarnos de aquí con vida o solucionar este problema.- después Cloe le dio un beso en la mejilla a Max y se puso a atender a los enfermos que había en las camillas.

No me agradó en absoluto lo que hicieron esos soldados. Cloe me dio un beso en la mejilla y luego se puso a atender a los heridos. Un hombre con lentes y con el cabello alborotado llegó hasta la entrada. Traía en sus manos una pequeña caja de madera y miró en dirección a Cloe. Señalo a uno de los heridos, un hombre con una mordida en la mano, y dos soldados lo cargaron de los brazos. El hombre confundido quiso liberarse de sus captores, pero no pudo. Desapareció dentro del castillo.

-Esto no me gusta –dijo Owen mirando a su alrededor -. Sera mejor que nos vayamos.

-Tiene razón, capitán –agregó Ryuto mirando a su alrededor -. Este lugar es un desastre. Cuando se enteren de que somos piratas, todo se pondrá patas arriba.

-Okey, y ¿como salimos? – dije mientras miraba la puerta.

-Yo los puedo ayudar – dijo una voz extraña proveniente de algun lugar.

Me giré y no vi a nadie. Miré hacia abajo y un niño pequeño estaba frente a mí.

-Me dicen Grillo, los sacaré de aquí si quieren – dijo el niño cruzándose de brazos e inflando el  pecho con orgullo.

Aceptamos y el muchacho nos guio hasta un pequeña entrada que estaba en el suelo por la muralla este. La puerta estaba al sur.

-Las alcantarillas, los llevarán del otro lado de la ciudad. Síganme.

Abrió la pequeña puerta del agujero y se dejó caer. Hicimos lo mismo. Una antorcha se hallaba encendida a un lado. Se respiraba un aire bastante cargado y había un olor fétido en el aire. Seguimos al chico durante un buen rato, hasta que llegamos a una salida.

Cloe estaba vendando a un herido, cuando de repente apareció un tipo de lo más pintoresco. Este señalo a Cloe y le hizo un gesto para que le siguiera, la joven morena estaba un poco desconcertada sin saber qué hacer, pero, en ese momento, unos soldados cogieron a un herido que parecía haber sido mordido por uno de los infectados. Cloe los siguió preocupada sin saber muy bien a donde se dirigían. Al cabo de unos minutos, llegaron a una habitación diminuta y los soldados tumbaron al herido en una tabla de madera con grilletes. Cloe al ver la situación quería salir disparada del lugar, pero el tipo con gafas y pelo alborotado la hizo señas para que se acercara más a él.

-Quiero que calme al paciente, por favor.- Cloe se quedó un poco en shock ante tal orden, pero dado que el hombre no paraba de gritar también la estaba poniendo de los nervios a ella.- Podéis marcharos, ya nos encargamos nosotros.-dijo el tipo que parecía ser el jefe a los soldados. Los soldados salieron tranquilos una vez pusieron los grilletes al pobre ciudadano.

Cloe se acercó a él y le repitió un par de "Cálmese, no tiene de que temer", pero aquel pobre hombre estaba tan alterado que ni la escuchaba. Entonces Cloe le agarró por la frente y le empezó a acariciar el pelo como si de una madre se tratara. A los pocos segundos, el hombre empezó a relajarse. Cloe miro al tipo de las gafas para ver que estaba tramando, y en ese momento apareció con una jeringuilla en la mano.

-Apártese, señorita.- dijo educadamente mientras se acercaba al paciente. En ese momento Cloe se percató de que algo extraño le estaba ocurriendo. El paciente empezó a dar espasmos de dolor y sus ojos se fueron dilatando y llenado de venas. Un terror recorrió todo el cuerpo de Cloe al ver tal escena. Ya de por si los tenía miedo, imagínate ver como se transformaban. Pero el tipo de gafas se lanzó al paciente y le inyectó la aguja en el cuello, introduciéndole un líquido de color rosa de lo más peculiar.

El paciente dejo de gritar de dolor y sus ojos parecían volver a la normalidad.-Oh, lo ha curado.- dijo Cloe ilusionada, pero en ese momento el tipo de gafas le alzó la mano para que se callara. De repente el paciente empezó a dar espasmos más violentos y a salirle espuma por la boca hasta que acabó muriendo.-¿Qué ha pasado?

-Lo que pasa es, que estamos cerca de la cura, pero no terminamos de hallarla.- aquel tipo se quitó las gafas y se frotó los ojos con la manga, como si estuviera muy cansado.-Gracias por ayudarme. Me llamo Teodoro.

-Yo me llamo, Cloe. Un placer.- en ese momento entraron los soldados y se llevaron el cuerpo inerte de aquel tipo. Cloe siguió a Teo como si fuera su maestro o jefe y llegaron a una especie de laboratorio. Al entrar un montón de científicos expectantes miraron a Teo con ilusión, pero el hombrecillo negó con la cabeza y todos se pusieron a trabajar de nuevo. Cloe intentó ayudarles, pero estaban haciendo pruebas demasiado complejas aun para el conocimiento de ella. Decidió ir a buscar a Max y contarle lo sucedido.

La joven corrió a donde le vio por última vez a su amigo, pero allí no estaba. También busco por toda la enfermería y por allí tampoco parecía estar. Entonces un chico delgado y polvoriento la tiro del brazo.- Creo que se dónde están tus amigos. Se fueron con Grillo por los túneles que llevan al exterior. Si quieres puedo guiarte, yo me llamo Galgo.- Cloe asintió con la cabeza y siguió los pasos de aquel joven polvoriento, que la verdad no le transmitía mucha confianza.

El niño subió por unas pequeñas escaleras en la pared y abrió la pequeña puerta que lo separaba de la superficie. Lo seguimos y aparecimos justo en un callejón oscuro. Miré a mis compañeros para ver si ya todos estaban completos. Grillo se despidió de nosotros y regresó al alcantarillado. Delante de nosotros estaba una avenida. Ya era de noche así que nos podíamos ocultar bastante bien. No salimos a la avenida por precaución. Solo nos quedamos ocultos, en ese callejón sin movernos. Las casas estaban oscuras, no había ninguna luz en ellas. No se escuchaba nada.

-Debemos ser cuidadosos –dijo Ariana mirando en ambas direcciones de la avenida.

De pronto, escuché un quejido. Me volví a atrás y vi que alguien había colocado la mano sobre la boca de Ariana para que no gritara. Una figura apareció entre las sombras. Un hombre delgado, un poco más alto que Ariana, con el cabello de color negro en forma de hongo y la piel clara hizo su aparición. Iba a desenvainar, pero Ariana le dio un codazo en el estómago y lo derribo al instante. Le apuntó con su arma en la cara.

-¿Quién eres? –dijo la chica mientras colocaba su dedo el gatillo.

-Eh, tranquila, solo no quería que gritaras.

-¿Quién eres? –repetitivo la chica de cabello azulado.

-Soy Lenin, soy médico y científico –dijo bastante asustado -. Estuve siguiendo a un tipo durante algunos meses antes de que llegara aquí.

Ariana le quitó el cañón del rifle de la cara. Me acerqué a él y le ofrecí mi mano para ayudarlo a ponerse de pie.

-¿A quién estuviste siguiendo?

-Un espadachín con una katana de color blanco.

Escuché eso y mis sentidos entraron en alerta.

-Ese tipo, es el causante de todo esto. Lo vine siguiendo por que contrajo una enfermedad en una isla deshabitada. Yo estaba estudiando unas plantas medicinales y vi como un bicho muy raro lo picaba.

-Ya veo –dije mirándolo -. Yo conozco a ese tipo, es mi amigo.

-¿En serió? –dijo asombrado -. Genial, los estúpidos científicos de este lugar no quisieron creerme cuando les dije lo que había pasado, así que tuve que prepararme por mi cuenta. Les explicaré todo, pero no aquí. Hay que movernos con cuidado. Tu amigo es el paciente cero, si lo encontramos, puede que encuentre la cura.

Cloe caminaba un poco asustada por el pasillo en el que le había introducido el tal, Galgo. Miraba de un lado a otro sin fiarse mucho de aquel pequeño túnel que parecía que se iba a caer el cualquier momento, pues a simple vista parecía terriblemente antiguo. Cloe iba con los brazos entrecruzados para evitar tocar las paredes de aquel angostó lugar y que este se derrumbara. Después su mirada también se posaba repetidamente en aquel muchacho andrajoso y maloliente que tenía pinta de futuro delincuente. En ese momento, por la mente de Cloe paso la idea de que aquel chico fuera un atracador, o algo peor, un asesino. Un miedo atroz, además de la idea del derrumbe del lugar, dejaban la mente de la morena repleta de teorías que la aterraban a cada segundo.

De repente su mano chocó con un bulto que sobresalía de su pantalón, Cloe lo palpó por encima sin saber muy bien de que podría tratarse. Se introdujo la mano con cuidado y saco una especie de probeta similar a la que había en el laboratorio. Se sorprendió tanto al verlo que casi se la cae de las manos. Cloe la guardo rápidamente y el chico se volteó para ver ocurría, a lo que Cloe le respondió con una amplia sonrisa para que continuara.

Su mente empezó a llenarse de teorías de los más absurdas, como por ejemplo que el Teo la hubiera introducido esa probeta a propósito para que ella realizara su propia investigación, algo que si lo pensabas detenidamente sonaba ilógico. La verdadera realidad del asunto era la enfermedad de Cloe, su cleptomanía, haciendo que robara la probeta del laboratorio sin que ella misma se diera cuenta. Maldita sea, ahora robaba hasta sin saber que lo hacía.

De repente, en medio del camino apareció otro chico polvoriento y maloliente, que parecía conocer a Galgo, este mucho más pequeño y regordete. En ese momento el chico se fijó en Cloe y dijo algo:- Si te das prisa aun podrás alcanzar a tus amigos, los acabo de dejar apenas unos minutos. Galgo asintió y aceleraron el paso para llegar a una escalera que salía al exterior. Antes de salir por una trampilla Cloe escucho: -...es el paciente cero, si lo encontramos, puede que encuentre la cura.

Al salir Cloe se quedó mirando a sus amigos, aunque su verdadero amigo era Max, y allí había un tipo delgado que no había visto antes, también se percató de que la amiga de Max la estaba apuntando con su arma algo que parecía ser normal en aquella joven.- Hola, casi no os alcanzó.- dijo sofocada, de repente un enorme estruendo retumbó por todas las calles de la ciudad. Al cabo de los minutos de tensión empezó a emanar un humo negro de lo que hacía pocos segundos era una fortaleza grande y segura.-¿Qué ha ocurrido?

Miré en dirección a la fortaleza. Estaba casi seguro de que algo había ocurrido dentro y quizás ahora las personas correrían un peligro enorme. Lenin se sacudió la ropa y luego nos miró a todos.

-Esto es muy peligroso, debemos ir a mi laboratorio –dijo mientras se acercaba a la avenida y miraba en ambas direcciones.

Supuse que no había nadie ya que el medico nos hizo una señal para que avanzáramos con él. Miré a mis compañeros y a Cloe.

-Nadie se aleje, sí ven algo, avisen al resto en silencio.

Nos comenzamos a mover. Cruzamos la avenida y corrimos por una calle estrecha. Llegamos a otra avenida donde las casas estaban quemándose. Unas sombras se movían en los alrededores. Decidimos caminar con más cuidado para no ser detectados. Lenin nos guio hasta un callejón y nos hizo bajar por unas escaleras. Me pidió ayuda con la puerta. La miré asombrado ya que era un bloque grueso de metal. Empujamos y la puerta se abrió lentamente. Entramos y con la ayuda de Owen cerramos la puerta nuevamente. Mire el lugar al que habíamos llegado, las paredes tenían un color extraño y montones de tornillos en los bordes.

¿Qué es este lugar? –pregunté mientras observaba una mesa con montones de tubos de vidrio.

-Es mi laboratorio, me costó una buena cantidad de dinero prepararlo, pero gracias a mis padres tengo recursos casi ilimitados –dijo Lenin sonriendo.

El lugar parecía una sala de tortura de tecnología avanzada. Había una gran mesa con frasco de diferentes colores, estantes con materiales de vidrio y otros utensilios de metal, un gran frigorífico, un horno de metal y algunas otras máquinas que no sabía para que servían.

-Trabajo solo, todo el equipo ha sido traído desde Nueva Esperanza. Es tecnología de última generación.

Lenin nos ofreció unas sillas para que nos sentáramos.

-Para los que no hayan oído mi nombre, soy Lenin. Soy médico y científico. Digamos que el resto de mí no debería interesarle. Ahora, el problema que tenemos es bastante grande. Este virus es un organismo único en su clase. Se creía extinto, pero tal parece que aún quedaban algunos lugares donde se podían encontrar. Yo me encontraba en una isla, estudiando la característica de plantas medicinales cuando un espadachín fue picado por un mosquito. El insecto murió después de picarlo. El sujeto no presentó síntomas al inicio, pero tuve que seguir para que pudiera darle una cura. Se negó y me golpeo para que no molestara. Seguí sus pasos hasta que llegó aquí. Les explicaré simplemente todo. Este virus produce que la gente entre en un estado de locura y miré a los demás como jugosos trozos de carne. La conducta de las personas cambia y pierden la memoria temporalmente. Quiero decirles, que no están muertos, esa es la ventaja. Pueden recuperarse. Ahora, el virus tiende a cambiar e incluso puede evolucionar en cuestión de días u/o horas. Lo que necesitamos es la sangre del espadachín.

-Yo lo conozco, así que necesitamos encontrar a Marco lo antes posible.

Presenté a mis compañeros. En verdad iba a ser una situación bastante peligrosa, pero alguien tenía que hacerlo.

Cloe siguió al grupito de guerreros a través de las calles de la ciudad, la cual estaba tremendamente silenciosa por esa zona, pero igualmente iban con precaución, pues nadie quería cruzarse con una persona infectada. Cloe iba cerca de Max, el que la transmitía más seguridad y confianza, ya que sus demás compañeros eran un poco extraños y más el científico loco que se había unido al grupito. Al cabo de un par de calles llegaron a una especie de sótano, donde se introdujeron después de mover una puerta pesada, menos mal que de eso se encargaban los machos.

Al entrar Cloe se quedó fascinada, pues delante suya apareció un laboratorio de última generación con todos los instrumentos avanzados, un impulso la daba ganas de toquetear todo y ponerse a investigar, pero a aquel viejo loco no le gustaría. Cloe se mantuvo cerca del grupito y observaba cada aparato con un análisis visual, sin duda aquella tecnología era más moderna que la que usaban en la fortaleza.

El viejo empezó a contar una emotiva historia de enfermedades, investigación y aventura por una selva, la cual Cloe no le prestaba el mínimo de atención, pero se fijó en los pequeños matices en los que describía al amigo de Max. Cloe lo miró algo apenada.

-¡No sé qué estamos haciendo aquí perdiendo el tiempo! Que un grupo vaya a buscar al amigo de Max, primordialmente los que saben cómo es. Los que sepan de ciencia o medicina que se queden aquí para continuar con la investigación.- Cloe sacó la probeta que había robado del laboratorio.- Esto es lo más avanzado que llegaron en la fortaleza, podía matar la infección pero también al portador. Debemos intentar perfeccionarla si no conseguimos dar con tú amigo .- Cloe señalo a Max.- Deberíais trazar un plan improvisado para no poneros en riesgo. Os sugiero que hagáis trampas en la calle, obstáculos para que los infectados no avancen con tanta rapidez y os de tiempo de identificarlos .- Cloe los miro con cara de incrédula.- ¡Venga, que estáis esperando!

Cloe se volteó y empezó a dividir el contenido de la probeta en varios frascos, después introdujo cada frasco en aparatos diferentes y empezó a teclear una computadora que había en la sala. Realmente estaba deseando ponerse a investigar en aquel laboratorio de alta tecnología, era como un niño en un parque de diversiones. Pero aquello no era tan divertido como parecía, había algoritmos y conjeturas tan difíciles de resolver que hasta que dieran con una solución podrían pasar semanas o incluso meses. Aquel científico chiflado empezó a mirar los resultados de la pantalla y a informar a Cloe de algoritmos que ella desconocía, tal vez con aquel hombre tardáramos menos en resolver el asunto. Sin duda aquella información la estaba siendo de total ayuda para en un futuro ponerse a investigar el asunto. Mientras que en fondo esperaba que a la otra mitad del grupo le fuera bien.

Escuché lo que Cloe iba diciendo. Por primera vez en todo el tiempo que iba conociéndola la escuchaba tan seria. Parecía tener un buen carácter, decisión y seguridad para pensar las cosas. Ariana se acercó a mí y mencionó que ella iría conmigo. Owen podía quedarse por si pasaba algo y ayudar a los otros dos. Estuve de acuerdo. Tomé uno de los recipientes de vidrio y lo guardé en mi bolso de cuero. Owen me ayudó a abrir la puerta nuevamente y salí junto Ariana. Mi compañera iba delante de mí. Tenía mucha mejor visión que yo y siempre podía responder rápidamente a lo que apareciera de improviso. Corrimos por la calle despejada y doblamos una esquina. Escuchábamos ruidos extraños a nuestro alrededor, pero no le prestábamos importancia. El problema principal que teníamos era en donde encontrar a Marco. Ariana se frenó bruscamente y me señalo la puerta de una casa a nuestra derecha. Entramos y la cerramos suavemente.

-Hay algo allí adelante –dijo mientras preparaba su rifle -. Esto no me gusta.

-Losé, pero no podemos perder más el tiempo. Marco es lo principal.

-Si fueras la cosa más importante, ¿dónde estarías?

Ambos nos miramos cuando terminó de hablar en voz baja. El lugar más protegido era la fortaleza, pero estaba casi seguro de que estaba ahora invadida de infectados. Deberíamos comprobar que mi amigo no estuviera allí, así que decidimos dirigirnos hacia allí. Pasó un buen rato para que encontráramos la entrada a la fortaleza y al instante nos percatamos que la gran puerta, se había venido abajo. Algo muy grande y muy fuerte, era lo único capaz de hacer algo así. Decidimos entrar sin saber a lo que nos íbamos a enfrentar.

Parecía que la convicción que había mostrado Cloe había hecho darse cuenta al grupo que debían ponerse a la obra. Uno de los compañeros de Max se quedó en la guarida en caso de peligro, lo cual agradeció Cloe considerablemente. La joven seguía sumida en algoritmos y números que debían de combinar con las pruebas de ADN de aquel científico.

El tiempo pasaba deprisa y no parecían avanzar con muchos resultados, por no decir ningunos, en ese momento la tripa de Cloe rugió como un león enjaulado e hizo que se pusiera colorada como un tomate. Miro un poco avergonzada y aquel científico la miro de forma muy paternal.-Parece que alguien tiene hambre. Aquel hombre se puso en pie y fue a una especie de cocina desbaratada que había en el lugar, Cloe sacó un par de frutas que había robado en la tienda con Max y se las lanzó a sus compañeros, la devoró con un fuerte mordisco y observo como el anciano cocinaba con bastante maestría.

A los quince minutos colocó una jugosa tarta de queso y carne en medio de la mesa de la sala, coloco unos cubiertos y los allí presentes se pusieron a comer mientras hablaban y contaban batallitas. Sin duda aquello ayudaría a relajar la mente y a conocerse mejor entre ellos. El tiempo de descanso se alargó demasiado y guardaron lo sobrante para los valientes que habían ido a buscar al infectado. Cloe y el anciano volvieron a su labor de científicos y el grandullón a vigilar la puerta.

Unos golpes empezaron a sonar al otro lado de la gran puerta de hierro, los allí presentes se miraron unos a otros sin saber que decir o hacer ¿Qué sería eso que sonaba? Nadie decía nada y como el ruido ceso volvieron a sus tareas, pero a los pocos minutos volvió a sonar. - Creo que deberíamos mirar de que se trata.-dijo Cloe cogiendo la iniciativa. El anciano la miró y negó de forma muy seria con la cabeza.

- Socorro, mi hermana y yo estamos en peligro .- una voz de niño sonó al otro lado de la puerta.
- ¿Eso ha sido un niño? - dijo Cloe sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.
- Estoy casi seguro que sí.- dijo el grandullón mientras se disponía a abrir la puerta.
-¡Alto! No abras esa puerta.-dijo el anciano poniéndose de pie de forma muy agresiva y alzando las manos para que el compañero de Max no abriera la puerta.
- Pero, señor, se encuentran en peligro.- dijo el grandullón.
-No pienso permitir que más gente entre en mi laboratorio y ponga en peligro la seguridad de este lugar, ya me he arriesgado trayéndolos a vosotros.- dijo el anciano, diciendo toda la verdad del mundo. Un gran silencio inundo la habitación sin señales de los críos.

-¡Socorrooo!¡Ayudaaaa!.- los golpes fueron más fuertes.- Se acercan los tipos malos, socorrooo.- se oía la voz de un niño gritar desesperado mientras un llanto se escuchaba de fondo.

Cloe empujó al anciano y ayudo a abrir la puerta pesada con el grandullón, la puerta se abrió poco a poco y por ella entraron un niño de no más de ocho años y una niña, que no paraba de llorar, de unos cuatro años. Una vez pasaron cerraron la puerta con fuerza y la cabeza de uno de los infectados apareció por ella, Cloe apretó con fuerza la puerta y al cabo de unos minutos de tensión la cabeza de aquel ser cayó al suelo dando vueltas y llenando todo de sangre, pero al menos la puerta se cerró por completo.

El anciano miro con odio por lo ocurrido y se puso a trabajar muy enfadado; Cloe cogió la cabeza y fue a una mesa a diseccionarla y a estudiar su cerebro, con algo de suerte descubriría algo nuevo; mientras tanto el grandullón consolaba a los niños y los daba de comer el cacho de pastel que había sobrado.

Avanzábamos lentamente por los pasillos poco iluminados de la fortaleza. Había cuerpo regados por el suelo y las paredes estaban manchadas de sangre. Ariana tenía el rifle levantado y yo con la mano derecha en la empuñadura de mi katana. Podía escuchar ruidos extraños, gritos, llantos, pero no sabía realmente si era de los infectados o de personas heridas. Llegamos a una habitación con una puerta inmensa. Estaba a medio abrir y miramos dentro. Una escena escalofriante se presentó ante nosotros. Unos infectados desgarraban la carne de un hombre que estaba en suelo y sacaban sus intestinos para comérselos. Miré a mi compañera y su rostro estaba palido. Tragó saliva y por un segundo creí que iba a gritar. La tomé de la cintura y la alejé de la puerta. Iba a vomitar, pero pudo controlarse.  

Seguimos caminando luego de que se recuperó. Escuché un gruñido cercano, miré tras una puerta y lo que vi fue escalofriante. Dentro unos cinco infectados colocaban cabezas  de personas con el cráneo abierto y los cerebros expuestos en el suelo. Un figura a medio vestir, con pantalones raídos, descalzo y con una katana de empuñadura de color blanco, se giró para verlos. Los infectados se arrodillaron ante él. Su boca estaba ensangrentada, sus cabellos habían crecido y su cuerpo tenía un extraño color carmesí. Sus venas sobresalían de su cuerpo.

-Es él –dije susurrando a Ariana.

Miré detrás y la chica estaba temblando de miedo. Se había sentado en el suelo y su mirada parecía perdida. Jamás la había visto así. Me acerqué a ella y la tomé entre mis brazos.

-Cálmate, yo iré a por él. Mejor será que me esperes en la entrada de la fortaleza.

Ella movió la cabeza de arriba a abajo, se puso en pie y se marchó. “Vaya, me preguntó qué tan difícil será dejarlo inconsciente”. Me preparé para hacer mie entrada. Abrí la puerta con fuerza y sonreí.

¡Ya he llegado! –dije con carisma.

Los infectados se giraron para mirar y se lanzaron contra mí. En un instante, los corté a todos. Marco estaba frente a mí, con una sonrisa macabra y los inyectados con un color purpura y un punto rojo en el centro. Llevó su mano carmesí a la empuñadura del mito.

-Yo te sugeriría que no hagas eso –dije colocando mis dos manos en las empuñaduras de mis dos katanas -. Si aún puedes entenderme, no me gustaría tener que luchar contigo. Eres mi amigo, Marco.