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Cloe
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Cloe observaba con mucho cuidado la cabeza del infectado que había conseguido escasos minutos, utilizo una radial pequeña para esas ocasiones y quitó la parte superior del cráneo. Se limpió las manos y colocó unos guantes de plástico para extraer el cerebro del cráneo y poder estudiarlo con mayor facilidad. Al sacarlo lo colocó en una palancana y empezó a analizar las diferentes partes del cerebro, concretamente las infectadas, las cuales tenían un color negro y nauseabundo, parecían pudrirse a cada segundo que pasaba. Eso hizo pensar a Cloe que cuanto más tiempo pasaba más difícil sería traer a una persona a la normalidad, pues a pesar de conseguir contrarrestar los efectos de la infección el daño cerebral será irreemplazable y la persona quedara posiblemente vegetal.
Cloe se acercó a explicarle lo descubierto al profesor y este puso una cara de terrible arrepentimiento, se notaba que aquel hombre estaba tan afectado como los allí presentes. El hombre se rasgó los ojos casi llorando y volvió a su trabajo, sin duda estaba dando lo mejor de él para solucionar el problema lo antes posible. En ese momento, Cloe se percató de los niños, que parecían encontrarse mejor y estaban jugando con el grandullón. Cloe se acercó a ellos para comprobar que estaban bien y los examino por encima para comprobar que no tenían heridas. El chico no parecía tener nada grave, solo un par de raspones y una enorme cantidad de suciedad encima, pero cuando Cloe fue a examinar a la niña observó que esta no paraba de rascarse el brazo, Cloe se acercó a ella y levantándola la manga comprobó que tenía un mordisco nada agradable.
-Me duele.-dijo la niña con su voz infantil.
-Owen, amarrarla a algo, está infectada.- el grandullón se quedó un poco en sock al escuchar eso, pero al final parecía entender la situación y se puso manos a la obra.
El hermano gritaba para que no hiciéramos nada a su hermanita, pero dada la situación era lo mejor que podíamos hacer. Cloe intentó explicarle que su hermana estaba malita y que ellos iban a ayudarla a curarla, pero el hecho de ver a Owen sujetando a su hermana con cuerdas y grilletes a una mesa no era la mejor manera de que entrara en razón. Cloe ordeno a Owen que se ocupara el chico mientras ella y el anciano seguían con la investigación, la cual parecía avanzar muy despacio, pero con resultados halagadores.
Al cabo de treinta minutos la niña terminó por transformase en uno de esos seres, la niña gritaba y emitía ruidos nada humanos, dando la sensación de película de terror. Cloe la examinaba y la inyectaba anestesia para que dejara de gritar, pero si la cosa no se solucionaba pronto la misma anestesia acabaría con ella. Owen intentaba calmar al chico cada vez que escuchaba a su hermanita gritar de esa forma, mientras que el científico parecía cada vez más nervioso e inquieto.
Al cabo de quince minutos Cloe decidió no dar más anestesia a una niña tan pequeña, pues al final la provocaría un paro cardíaco. La niña gritaba y gritaba y con ello era más difícil trabajar en la investigación, además de los incesantes llantos del niño que sujetaba Owen, pero lo que ocurrió después fue algo que Cloe no predijo. El anciano se puso en pie de forma muy violenta y se acercó a la niña y antes de que ninguno pudiera preguntar que hacía, la clavo el bolígrafo que tenía en la mano y esta dejo de gritar. Un silencio inusual recorrió todo el lugar, tan fuerte que hacía daño en los oídos.
El hermano rompió este silencio y se abalanzó furioso contra el viejo, pero Owen lo paro y lo abrazo con fuerza, mientras le decía repetidamente: "lo siento, lo siento,..." Cloe se acercó al cadáver y extrajo el bolígrafo del ojo, después tapo el cuerpo con una manta y volvió al trabajo sabiendo que lo que había hecho el científico no estaba bien, pero era su casa y él ponía las normas. Nadie le dijo le dijo nada, nadie hizo nada, solo aceptamos lo ocurrido y seguimos con normalidad en busca de una cura mientras esperábamos el regreso de Max.
Cloe se acercó a explicarle lo descubierto al profesor y este puso una cara de terrible arrepentimiento, se notaba que aquel hombre estaba tan afectado como los allí presentes. El hombre se rasgó los ojos casi llorando y volvió a su trabajo, sin duda estaba dando lo mejor de él para solucionar el problema lo antes posible. En ese momento, Cloe se percató de los niños, que parecían encontrarse mejor y estaban jugando con el grandullón. Cloe se acercó a ellos para comprobar que estaban bien y los examino por encima para comprobar que no tenían heridas. El chico no parecía tener nada grave, solo un par de raspones y una enorme cantidad de suciedad encima, pero cuando Cloe fue a examinar a la niña observó que esta no paraba de rascarse el brazo, Cloe se acercó a ella y levantándola la manga comprobó que tenía un mordisco nada agradable.
-Me duele.-dijo la niña con su voz infantil.
-Owen, amarrarla a algo, está infectada.- el grandullón se quedó un poco en sock al escuchar eso, pero al final parecía entender la situación y se puso manos a la obra.
El hermano gritaba para que no hiciéramos nada a su hermanita, pero dada la situación era lo mejor que podíamos hacer. Cloe intentó explicarle que su hermana estaba malita y que ellos iban a ayudarla a curarla, pero el hecho de ver a Owen sujetando a su hermana con cuerdas y grilletes a una mesa no era la mejor manera de que entrara en razón. Cloe ordeno a Owen que se ocupara el chico mientras ella y el anciano seguían con la investigación, la cual parecía avanzar muy despacio, pero con resultados halagadores.
Al cabo de treinta minutos la niña terminó por transformase en uno de esos seres, la niña gritaba y emitía ruidos nada humanos, dando la sensación de película de terror. Cloe la examinaba y la inyectaba anestesia para que dejara de gritar, pero si la cosa no se solucionaba pronto la misma anestesia acabaría con ella. Owen intentaba calmar al chico cada vez que escuchaba a su hermanita gritar de esa forma, mientras que el científico parecía cada vez más nervioso e inquieto.
Al cabo de quince minutos Cloe decidió no dar más anestesia a una niña tan pequeña, pues al final la provocaría un paro cardíaco. La niña gritaba y gritaba y con ello era más difícil trabajar en la investigación, además de los incesantes llantos del niño que sujetaba Owen, pero lo que ocurrió después fue algo que Cloe no predijo. El anciano se puso en pie de forma muy violenta y se acercó a la niña y antes de que ninguno pudiera preguntar que hacía, la clavo el bolígrafo que tenía en la mano y esta dejo de gritar. Un silencio inusual recorrió todo el lugar, tan fuerte que hacía daño en los oídos.
El hermano rompió este silencio y se abalanzó furioso contra el viejo, pero Owen lo paro y lo abrazo con fuerza, mientras le decía repetidamente: "lo siento, lo siento,..." Cloe se acercó al cadáver y extrajo el bolígrafo del ojo, después tapo el cuerpo con una manta y volvió al trabajo sabiendo que lo que había hecho el científico no estaba bien, pero era su casa y él ponía las normas. Nadie le dijo le dijo nada, nadie hizo nada, solo aceptamos lo ocurrido y seguimos con normalidad en busca de una cura mientras esperábamos el regreso de Max.
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Cloe seguía tecleando ante la pantalla del ordenador, el cual emitía unos ruidos rarísimos. Notaba como a poco los ojos se la iban cansando y apenas podía aguantar el ritmo con el que había empezado, pero notaba como cada vez más se iban acercando, pero les faltaba el símbolo X que era el ADN del amigo de Max. Decidió darse unos minutos de descanso antes de darse un cabezazo contra la pantalla del monitor debido al sueño y al cansancio.
Se puso en pie y estiró los brazos, para que la espalda la chascara, observando a su alrededor. Owen había caído dormido en un sofá mientras sujetaba con una cuerda al pobre chico que miraba con rabia al anciano que seguía trabajando sin descanso. Cloe camino hasta la cocina y encontró una cafetera con una bolsa de café molido al lado, se puso a prepararlo y mientras lo hacía observaba el cuerpo inerte de la niña, que final más trágico para esa pobre pequeña. También le vino a la mente los jóvenes que la habían ayudado al salir al exterior, los cuales acabaron seguramente enterrados en el túnel después de la explosión de la fortaleza.
La cafetera termino por calentarse y repartió un par de tazas de café en unos cuencos más o menos limpios, entregó uno al anciano y este lo agradeció con ternura, después Cloe se desplomó en el sillón y observó cómo pequeños regueros de agua entraban por debajo de la puerta, sin duda en el exterior debía estar lloviendo, y un par de relámpagos confirmaron su teoría. La joven cada vez tenía más claro que su amigo Max no volvería, pero la chispa de ilusión nunca se perdía, necesitaba creerlo para seguir adelante con su investigación.
-Lo siento por no haber podía salvar a tu hermana.- dijo Cloe con dolor en la voz al mirar al chico, el cual miró hacia otro lado y apretó sus labios para no ponerse a llorar.
Cloe dio un largo sorbo de café caliente, miro un reloj que había en la sala y se sentó de nuevo en su mesa de trabajo para ponerse a trabajar como loca, no quería volver a fallar a ese chico ni a nadie más de esa isla, debía curarlos a todos, era su meta.
Se puso en pie y estiró los brazos, para que la espalda la chascara, observando a su alrededor. Owen había caído dormido en un sofá mientras sujetaba con una cuerda al pobre chico que miraba con rabia al anciano que seguía trabajando sin descanso. Cloe camino hasta la cocina y encontró una cafetera con una bolsa de café molido al lado, se puso a prepararlo y mientras lo hacía observaba el cuerpo inerte de la niña, que final más trágico para esa pobre pequeña. También le vino a la mente los jóvenes que la habían ayudado al salir al exterior, los cuales acabaron seguramente enterrados en el túnel después de la explosión de la fortaleza.
La cafetera termino por calentarse y repartió un par de tazas de café en unos cuencos más o menos limpios, entregó uno al anciano y este lo agradeció con ternura, después Cloe se desplomó en el sillón y observó cómo pequeños regueros de agua entraban por debajo de la puerta, sin duda en el exterior debía estar lloviendo, y un par de relámpagos confirmaron su teoría. La joven cada vez tenía más claro que su amigo Max no volvería, pero la chispa de ilusión nunca se perdía, necesitaba creerlo para seguir adelante con su investigación.
-Lo siento por no haber podía salvar a tu hermana.- dijo Cloe con dolor en la voz al mirar al chico, el cual miró hacia otro lado y apretó sus labios para no ponerse a llorar.
Cloe dio un largo sorbo de café caliente, miro un reloj que había en la sala y se sentó de nuevo en su mesa de trabajo para ponerse a trabajar como loca, no quería volver a fallar a ese chico ni a nadie más de esa isla, debía curarlos a todos, era su meta.
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Cloe tecleaba con calma, cuando de repente un fuerte retumbar perturbó el silencio de la estancia, Owen dio un enorme salto del sillón y casi aplasta al chiquillo que estaba dormido al lado. Cloe dejo de teclear y Owen corrió a la puerta al escuchar la voz de su compañera gritando al otro lado. El grandullón abrió la puerta con algo de dificultad y su amiga entro corriendo a entregar un bote de sangre a los científicos, después corrió al exterior y con la ayuda de Owen trajeron a Max al interior con una pinta nada agradable.
-No te preocupes, ve a ayudarle. Yo me encargó del antídoto .-dijo el anciano al ver la cara de preocupación de Cloe al ver a Max.
Cloe corrió al sillón donde le habían dejado y miro los ojos para comprobar que seguía consciente.-Venga, Max. Aguanta, voy a salvarte .-dijo Cloe mientras arrancaba el kimono de Max y observaba con más detalle la herida del joven.-Por favor, Owen. Puedes dejarle en una de las camillas.- el grandullón sin pensárselo dos veces cogió a su compañero y lo poso con cuidado en una de las camillas metálicas que había en el lugar. Cloe se puso a hurgar por los cajones y a coger un montón de aparatos que se iba encontrando.
Alzó en alto una bolsa de plástico y se la entregó a Owen para que la mantuviera, después con mucho cuidado le inyecto en vena aquella sustancia al joven malherido. Cloe espero unos segundo y empezó a echar varios líquidos por la herida de Max para que esta se desinfectara, esperaba que el suero que le había inyectado calmara un poco el dolor, después se puso a coser la herida de Max con total soltura, sin duda una cirugía perfecta de la que no quedara ni una cicatriz.- Solo queda que recupere las energías, será mejor que lo dejemos descansar .-dijo Cloe acariciando sutilmente el rostro de Max.
En ese momento el anciano se puso a dar brincos de alegría encima de su silla.-Lo tengo, lo tengo, he conseguido el antídoto.-gritaba mientras agitaba un frasco entre sus manos, después se puso a rebuscar algo entre sus cachivaches y sacó un aparató de lo más peculiar, introduciendo la vacuna en su interior.-Con este artefacto todos los infectados de la isla volverán a la normalidad. Solo tengo que subir a un sitio alto .- el anciano salió corriendo al exterior y empezó a subir por una escalera paralela a su escondite. Subió hasta el tejado de la casa y una vez arriba activó su peculiar instrumento. El aparato empezó a emitir unos ruidos muy extraños y, de repente salió disparado al cielo como un cohete, cuando cogió una altura considerable estalló en mil pedazos. Miles de gotas empezaron a caer por toda la isla, siendo aspiradas por todos los seres que había en ella. Después el anciano volvió corriendo al laboratorio y se puso a cocinar muy feliz, dejando la puerta del exterior abierta. Todo el mundo le miraba sin comprender que ocurría, pero a la vez, todos confiábamos en que su teoría hubiera sido acertada y todo hubiera vuelto a la normalidad.
- Me gustaría irme con vosotros, cuando Max se recupere. Me podéis dejar en la siguiente isla, si no es molestia .- dijo Cloe un poco desconcertada por lo que había vivido en ese día tan agotador, después se acercó al lugar de trabajo del anciano y cogió una muestra del antídoto y unos apuntes con la formula, de la cual sacaría provecho en sus investigaciones.
-No te preocupes, ve a ayudarle. Yo me encargó del antídoto .-dijo el anciano al ver la cara de preocupación de Cloe al ver a Max.
Cloe corrió al sillón donde le habían dejado y miro los ojos para comprobar que seguía consciente.-Venga, Max. Aguanta, voy a salvarte .-dijo Cloe mientras arrancaba el kimono de Max y observaba con más detalle la herida del joven.-Por favor, Owen. Puedes dejarle en una de las camillas.- el grandullón sin pensárselo dos veces cogió a su compañero y lo poso con cuidado en una de las camillas metálicas que había en el lugar. Cloe se puso a hurgar por los cajones y a coger un montón de aparatos que se iba encontrando.
Alzó en alto una bolsa de plástico y se la entregó a Owen para que la mantuviera, después con mucho cuidado le inyecto en vena aquella sustancia al joven malherido. Cloe espero unos segundo y empezó a echar varios líquidos por la herida de Max para que esta se desinfectara, esperaba que el suero que le había inyectado calmara un poco el dolor, después se puso a coser la herida de Max con total soltura, sin duda una cirugía perfecta de la que no quedara ni una cicatriz.- Solo queda que recupere las energías, será mejor que lo dejemos descansar .-dijo Cloe acariciando sutilmente el rostro de Max.
En ese momento el anciano se puso a dar brincos de alegría encima de su silla.-Lo tengo, lo tengo, he conseguido el antídoto.-gritaba mientras agitaba un frasco entre sus manos, después se puso a rebuscar algo entre sus cachivaches y sacó un aparató de lo más peculiar, introduciendo la vacuna en su interior.-Con este artefacto todos los infectados de la isla volverán a la normalidad. Solo tengo que subir a un sitio alto .- el anciano salió corriendo al exterior y empezó a subir por una escalera paralela a su escondite. Subió hasta el tejado de la casa y una vez arriba activó su peculiar instrumento. El aparato empezó a emitir unos ruidos muy extraños y, de repente salió disparado al cielo como un cohete, cuando cogió una altura considerable estalló en mil pedazos. Miles de gotas empezaron a caer por toda la isla, siendo aspiradas por todos los seres que había en ella. Después el anciano volvió corriendo al laboratorio y se puso a cocinar muy feliz, dejando la puerta del exterior abierta. Todo el mundo le miraba sin comprender que ocurría, pero a la vez, todos confiábamos en que su teoría hubiera sido acertada y todo hubiera vuelto a la normalidad.
- Me gustaría irme con vosotros, cuando Max se recupere. Me podéis dejar en la siguiente isla, si no es molestia .- dijo Cloe un poco desconcertada por lo que había vivido en ese día tan agotador, después se acercó al lugar de trabajo del anciano y cogió una muestra del antídoto y unos apuntes con la formula, de la cual sacaría provecho en sus investigaciones.
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