El dúo sangriento [Pasado] [Lagrange - Peste Blanca]

Demon's Island.

Una isla del South Blue famosa por su gran interés mercantilista. En su centro había una gran ciudad rodeada de una densa selva casi tropical que proporcionaba a los hacendosos mercaderes de la isla los recursos que destinarían al mercado interno y a la exportación. El clima, por alguna razón, era fresco en el área de la ciudad, pero en la selva las grandes cantidades de humedad hacían del calor todo un reto de resistencia. Desde cualquier punto de la ciudad se podía observar una gran mansión que se elevaba en todo el centro. Pertenecía a una familia adinerada con asociaciones militares; estaban estrechamente relacionados con la marina. El poder que le había proporcionado aquella palanca les permitió hacerse con el dominio político de la isla.

Lagrange había llegado a Demon's Island como polizón en un buque de carga. El mismo transportaba la poca mercancía que el gobierno de la isla permitía importar; manejaban una política donde las exportaciones debían predominar. Había escuchado que la ciudad central era privilegiada económicamente y por ello, había decidido viajar hacia allá en busca de provisiones y buenos trajes para su viaje. Había una ruta que conectaba los puertos de la isla con la ciudad de manera directa, así que Lagrange no se vio obligado a atravesar aquella calurosa jungla. De haberlo hecho, habría llegado a la ciudad de muy mal humor, pues habría mojado su traje en sudor y manchado sus mocasines con barro.

Lo primero que le llamó la atención fue aquella gigantesca mansión del centro. Lo segundo fue la curiosa arquitectura del lugar. Se trasladó por las avenidas principales de la ciudad ignorando las miradas curiosas y de desaprobación que le dedicaban las personas a causa de la peculiar máscara de tela que Lagrange siempre llevaba puesta. Quería echarle un vistazo a la mansión, pues era definitivamente el lugar del cual quería hurtar sus ansiadas provisiones. Llegó a una gran reja resguardada por marines armados con fusiles. A través de la reja se observaba que más allá había un gran muro con una pequeña pero ostentosa puerta. Encima del muro se elevaban unas escaleras que daban a lo que parecía ser la entrada principal de la mansión. Infiltrarse en aquel lugar no iba a fácil en lo absoluto. Por los momentos, Lagrange se limitó a esconderse en un callejón y observar los movimientos y la dinámica alrededor de aquella gran reja que rodeaba la gran residencia. Le llamaba fuertemente la atención el hecho de que las personas de la ciudad transitaran lo más lejos posible de aquel enrejado.

Horas más tarde, pudo observar cómo una anciana se acercaba a uno de los marines que resguardaban la entrada de la reja. - Enfoque Pleno... - dijo Lagrange en un volumen de voz en el cual sólo él podía escucharse. Pretendía escuchar la conversación entre esos dos desde el callejón.

- Buenas tardes, oficial. - decía la anciana con una voz temblorosa. Se notaba que moverse era una tarea difícil para ella. El oficial no le respondió nada, se limitó a ignorarla y mirar a otro lado. - Quería saber las posibilidades de solicitar una audiencia con el Señor Hayat. Verá, los impuestos que exigen no son nada justos para el negocio que manejamos mi marido y yo... y quería saber si una exoneración era pos... -.

- ¡Cállese y retírese, maldita vieja! - interrumpió el oficial. En ese momento, las personas empezaron a curiosear el suceso desde lejos. El resto de los marines que resguardan el lugar sonreían con malicia.

- Por favor... le ruego que me deje hablar con el Señor... de verdad mi marido y yo no damos para más - replicó la anciana con los ojos húmedos. Acto seguido, el recluta pateó a la anciana en la cadera y la misma cayó soltando un alarido de dolor. El resto de los reclutas sonreía más y con más malicia.

- ¡Retírese, le he dicho! ¡Está prohibido que los civiles se acerquen hasta acá! ¡Tiene suerte de que no la ponga bajo arresto! - aseveró el marine. La anciana soltó lágrimas y se retiró cojeando. Lagrange prestó atención a los comentarios de la gente que presenció tal abuso de autoridad. "Esa vieja está loca", "yo nunca me acercaría hasta allá", "le pasa por tonta... todos saben que está prohibido acercarse a más de diez metros de las rejas". Ni una sola palabra de solidaridad.

Lagrange no sintió empatía por la anciana. Ese marine y el resto de los ciudadanos se habían comportado de la única forma en la que él pensaba que podían comportarse los humanos: como unos animales asquerosos. Si la anciana fuese la que estuviese en una situación de poder, también haría de las suyas. Estaba convencido de ello.

Lo que sí sintió Lagrange fue que todo el asco que guardaba por la humanidad sufría una fuerte subida de marea. Apretó sus puños mientras su sed de sangre despertaba lentamente.

Peste nadaba por las corrientes de agua que producía el mar, dándole una sensación de máxima libertad. Llevaba días sin pisar tierra firme, lo cual no le importaba pues era capaz de alimentarse del pescado fresco que cazaba, pero algo dentro de él lo llamaba descontroladamente para formar el caos por donde pasará. Así pues acabo en la isla Demon's Island, saliendo andando del agua por uno de los puertos. Al salir del agua, activo su gyocon (control del agua) y quitó cada gota de su cuerpo y ropa, quedándose totalmente seco. Los marineros cercanos le miraron extrañados, a los que él los respondió con una sonrisa llena de colmillos y un símbolo obsceno con la mano. Rápidamente desviaron la mirada y se pusieron a cuchichear entre ellos. Peste estaba tan acostumbrado a esa reacción de los humanos, que solo era capaz de escuchar la palabra "Gyojin" en cada frase. Aquello en el fondo le dolía, pero lo único que conseguían era que aumentara su rabia hacía el mundo, del cual pretendía formar un caos del que no pudiera escapar ninguno.

Siguió su camino, sin definir, atravesando el puerto y entrando en una especie de calle que atravesaba todo un bosque, hasta llegar a una ciudad que parecía más rica y abundante que el puerto. Peste sonreía a cada tipo rico que veía, con intención de robarles y matarles si se acercaban demasiado a un callejón oscuro. Pero parecían saber sus intenciones y se escondían en edificios y establecimientos de muy buen ver. De repente, Peste notó que unos tipos le estaban siguiendo, supuso que eran soldados por lo que decidió ocultarse por los callejones de la ciudad. Mientras iba en zip zap por los callejones, vislumbró una enorme mansión que sobresalía por encima de todos los edificios. Con una chispa de ilusión en los ojos había dado como objetivo aquel majestuoso lugar de su caos.

Decidió seguir su camino por los callejones, mientras más y más se acercaba a la enorme arquitectura ascendente de aquel lugar. A los pocos metros notó un barullo de gente próxima al lugar. Se acercó lo máximo que pudo al lugar, sin ser visto, y a lo lejos del callejón distinguió la silueta de un tipo trajeado. Peste se fue acercando sigilosamente al sujeto sin que este se percatara, después dejo caer el agua que había extraído de su cuerpo y ropa y lo dejo fluir por el suelo con su Gyocon hasta rodear los pies de aquel tipo, entonces aplicó su ámbito hielo +2 y congelo sus pies al suelo. Peste salió de su escondite, con un cuchillo arrojadizo en su única mano y se acercó de forma amenazante a aquel tipo.

-¿Qué está haciendo una doncella inocente como tú en un lugar mugriento como este?- dijo Peste con sarcasmo ya que era él quien tenía ventaja en el combate. – No sabes que es de mala educación espiar a la gente.- decía el gyojin mientras rodeaba a su presa. De repente, se quedó de frente al tipo y observó que este tenía algo extraño en la cara. Peste lo miro detenidamente hasta que comprendió que se trataba de una máscara y no de una cara deformada, aunque él no era muy agradable a la vista. -¿Qué cojones eres?- dijo por último antes de ponerle el cuchillo en el cuello como amenaza.

Los pies de Lagrange estaban completamente congelados y un cuchillo hacía presión sobre su cuello. Todo había pasado muy rápido y sólo pudo limitarse a observar a aquella macabra figura híbrida que preguntaba por él. Su "Enfoque Pleno" lo había distraído lo suficiente de su entorno cercano como para que no pudiese reaccionar a tiempo ante el ataque sorpresa de aquel extrañísimo sujeto. Definitivamente, a eso no se le podía llamar humano, mucho menos a las habilidades sobrenaturales que había demostrado. Cuando pudo detallarlo mejor, Lagrange logró figurar que aquel monstruo se trataba de un gyojin, pero había algo particularmente distinto en él.

- Vaya, usted no tiene la autoridad moral de hablar de educación. Invadir el espacio personal de alguien tal y como lo está haciendo no puede ser llamado "cortesía" tampoco - dijo Lagrange mientras retiraba un poco su cuello del cuchillo. Es entonces cuando analizó la situación: se encontraba adherido al suelo, aquella criatura tenía ventaja inminente sobre él. Una respuesta violenta era definitivamente la menos apropiada. Precisó que su mejor opción era responderle al gyojin su pregunta.

- Me ha hecho una pregunta incómoda - respondió Lagrange mientras ponía las manos a la vista, específicamente a la altura de sus hombros. - No me ha preguntado quién soy, sino qué soy. Desafortunadamente... - Lagrange apretó los puños con ira - soy nada más y nada menos que un humano -. Lagrange soltó el puño y se señaló hacia su cara con su mano derecha, sin bajar la otra. - Es por ello que uso esta máscara. Como verá, me disgusta que me identifiquen como tal, ¿señor...?- preguntó inquiriendo por el nombre de su atacante.

Peste lo miró arrugando la nariz. A cada palabra que soltaba aquel tipo le daba más ganas de clavarle aquel cuchillo en el cuello y que se callará, pero dijo algo que hizo que el gyojin cambiara su expresión. Aquel tipo era un simple humano, y parecía odiar tanto a su raza como lo hacía el propio Peste con la suya, aunque él iba asesinando a cada gyojin con el que se topaba. Con un movimiento rápido oculto su cuchillo en los pantalones y derritió el hielo de los pies del sujeto.

- Quiero que me demuestres lo mucho que odias a tu raza.- una sonrisa sádica asomó en el rostro de Peste.- Me vas a ayudar a robar en esa enorme mansión, aunque deduzco que ya estabas pensando en eso. Por cierto, yo soy Peste, Peste Blanca. Y, ¿tu nombre es?- dijo de forma teatral. Después se apoyó en la pared y espero que aquel tipo respondiera y le contara que hacía en aquel lugar.

Peste se asomó por el final del pasillo y observó la enorme valla y la cantidad de guardia que había alrededor. La gente parecía evitar acercarse al lugar, pero lo que más llamó la atención al gyojin fue una pobre anciana tirada en el suelo. La mujer no parecía molestar a nadie y simplemente parecía terriblemente apenada por algo que Peste no terminaba de entender. El gyojin fue a preguntar a su compañero pero en ese momento un soldado de la puerta fue a atender a la anciana, o eso creía Peste antes de observar como el tipo la golpeaba con una patada y se crecía con las risas de sus compañeros. Un ápice de rabia hizo que los ojos de Peste se iluminaran y lanzó con todas sus fuerzas una de sus dagas, atravesando el cuello del soldado de un lado a otro.

Por unos segundos aquel cuerpo inerte se mantuvo en pie antes de caer de espaldas y llenar todo el suelo de sangre. Los soldados que reían se quedaron callados en seco y miraron a su compañero sin comprender que había pasado, pero los muy cabrones pensaron que fue culpa de la anciana y empezaron a aporrearla hasta matarla. Peste observaba con rabia lo sucedido, había dado tiempo de sobra a la anciana para que huyera, y ahora estaba muerta en el asfalto por no saber aprovechar la oportunidad que le había brindado el gyojin. Suspiro con pesar y dijo a su compañero: - Deberíamos movernos, este sitio no es seguro. Busquemos un sitio alto o mejor unas alcantarillas para introducirnos por el interior sin ser vistos. ¿Tienes algún plan mejor?- dijo tan serio y convencido, que parecía que hacía cosas como esas todos los días.

Aquel gyojin había cambiado de expresión una vez Lagrange terminó de hablar. Su mirada ya no era hostil, era de curiosidad. Cuando retiró el cuchillo de su cuello y derritió el hielo sobre sus pies, con una morbosa sonrisa, aquella criatura manifestó su deseo de ver qué tanto desprecio tenía Lagrange por la humanidad. Luego, imperó su colaboración para robar aquella gran mansión que se elevaba en el centro de la ciudad, seguido de la pronunciación de su nombre.

- Respondo al nombre de Lagrange, Señor Peste - replicó mientras tendía su mano hacia el gyojin, pero este hizo caso omiso al gesto y entonces Lagrange la retiró. - He venido a hasta acá con el fin de reunir provisiones para mi viaje y no pude evitar sentirme... - dio golpes en su mentón con el índice mientras buscaba la palabra apropiada -... disgustado con la violenta aristocracia que rige este lugar. Efectivamente, había pensado en robar aquella mansión, no principalmente por las provisiones, sino para introducir un poco de... anarquía - dijo esta última palabra con una voz mucho más siniestra y mientras apretaba sus dientes. Aquellos aristócratas que se aislaban del resto de la sociedad pues se creían superiores no saldrían ilesos del estímulo que Lagrange ejercería sobre su asqueroso sistema.

Tras ver las atrocidades que ocurrían a pocos metros de la reja que rodeaba la gran mansión, a Peste le brillaron los ojos y reaccionó lanzando una daga que atravesó el cuello del marine que pateaba a la ya herida anciana. El resto de los marines, al ver lo ocurrido, terminaron de apalizar a la señora hasta quitarle la vida. Habrían pensado que la muerte de su compañero estaba en manos de ella. Peste se veía disgustado y eso a Lagrange le resultó curioso. No había tenido entre sus primeras impresiones de aquella criatura la sensación de que tuviese algún sentido de la justicia.

Peste invitó a Lagrange a unírsele a su redada, trasladándose o por terreno alto o por una alcantarilla. Sonaba muy seguro de su conocimiento. Lagrange miró a su alrededor y se percató de que la distancia entre las rejas y las construcciones aledañas eran demasiado largas como para ser saltadas. También había mucha distancia entre las rejas y el muro que rodeaba la mansión; aún si lograban saltarlas, sería improbable que llegaran a la mansión sin ser vistos, mucho menos que lograran saltar aquel gran muro. Observó una alcantarilla humeante que se encontraba en el callejón y recordó que tenía en su maletín algunos pequeños explosivos que había armado en su estadía en Skellige. Sería algo ruidoso, pero la idea de Peste de ir por debajo era buena. Sacó unos guantes de látex, se los puso, levantó la alcantarilla y la puso hacia un lado.

- Por la cloaca - le dijo a Peste, mientras se preparaba mentalmente para entrar en contacto con aguas negras. Pensó que luego de su misión, quemaría por completo su traje. Pero antes de nada, echó un último vistazo a los impetuosos marines que recién habían quitado una vida sin piedad. Eran seis. Se deslizaron tres puñales por cada manga de su traje que atrapó entre sus dedos, se tomó varios segundos para apuntar a sus objetivos y con todas sus fuerzas, los lanzó. Los seis proyectiles impactaron en los pechos del resto de los marines, quienes perdían la vida en sus ojos a medida de que se percataban de su herida y caían al suelo. Se escuchó un gran alboroto en la calle, nadie entendía bien lo que estaba pasando.

Lagrange sintió que así, aquella criatura que definitivamente eres más peligrosa que él sentiría alguna especie de respeto por su nuevo aliado. También mitigaría la piquiña que tenía por ver algo de sangre derramada a su nombre. Se paró frente a la alcantarilla destapada y tendió la mano hacia ella. - Después de usted, Señor Peste - le dijo mientras inclinaba la cabeza hacia un lado. La cortesía siempre por delante.

Peste observó las habilidades de su nuevo compañero de atraco. El tipo, llamado Lagrange, parecía ser tremendamente ágil con los cuchillos al igual que Peste, o incluso más, ya que lanzó tres dagas a la misma vez en diferentes objetivos. Algo de relajación se mostró en el rostro del gyojin al comprobar que algo de venganza se impartía por la pobre anciana muerta, aunque aquello creo un alboroto tan grande que sería una tapadera perfecta para que nadie les viera ocultarse en las alcantarillas.

Al voltearse, su amigo parecía tener todo listo, Peste se introdujo en la alcantarilla de un salto, acompañado de un "gracias" mientras caía. Al impactar en el interior de la alcantarilla una enorme oscuridad le rodeaba a donde quiera que mirara, en ese momento notó algo húmedo en sus pies y comprobó con desaprobación que había caído en el reguero de la alcantarilla. Avanzó un poco por el agua maloliente y notó como unas sustancias blanditas se chocaban contra sus tobillos, un escalofrió recorrió todo el cuerpo del gyojin.

Mientras esperaba que su compañero bajara, intentó mirar más allá de la oscuridad, pero su querido amigo volvió a poner la tapadera de la alcantarilla y sumió todo en una tremenda oscuridad. - Cuidado al bajar, esta todo lleno de agua.- aunque daba un poco igual que lo avisara, ya que no se veía nada y todo el suelo estaba desbordado de agua con excrementos. En ese momento se le ocurrió una idea que no había probado antes, empezó a cargar su ámbito eléctrico en la palma de la mano y a liberarlo con agresividad, unos enormes chispazos iluminaban los pasillos por unos segundos. Peste se percató de que su compañero estaba a sus espaldas.-Venga, sígueme. Intentaré ir iluminando el camino .- el gyojin iba pegando fogonazos por los túneles mientras iba pensando en las forma de hablar tan peculiar de su compañero el cual parecía que se había comido una enciclopedia o un diccionario. Peste paró en seco y en su camino había una valla de acero que impedía el paso.

- Sin duda es por aquí.- Peste adquirió un aura azulada y brillante alrededor de su brazo, mientras iba cortando las barras de acero.-Esto es mejor que provocar una explosión. Estos túneles son viejos y cualquier terremoto podría provocar nuestra muerte.- al cabo de unos minutos, el gyojin había conseguido cortar una cuarta parte del barrote, pues su habilidad no tenía la potencia para romperlos enteros.- Ten cuidado- en ese momento Peste agarró el barrote con su único brazo y empezó a tirar de él. A primera vista parecía que no estaba formando resultado, pero el brazo del gyojin empezó a inflarse mientras ejercía más y más fuerza. Al final la verja cedió y salió disparada hacía detrás de Peste, esperando no haber golpeado a su compañero. Dio un par de chispazos para ver que todo estaba bien e hizo un gesto cortes para que su compañero pasara.- Adelante, caballero. Le esperan en la mansión, están ansiosos por su anarquía - Peste sonrió sádicamente.

Mientras Lagrange caminaba por aquellas cloacas, no podía soportar la idea de que estaba pisando excremento. Trataba de no demostrar asco ni grima, pero no podía evitar que sus dedos convulsionaran de manera graciosa. Peste iluminaba el camino con sus extrañas habilidades hasta que lo detuvo unas barras de acero que cegaron su paso. Tras advertir cuidado, a Peste le comenzó a brillar el brazo y con el mismo comenzó a cortar las barras de acero. Tras varios minutos de trabajo, la arrancó violentamente abriendo así el camino. Cortésmente, Peste cedió el paso a Lagrange, quien agradeció asintiendo la cabeza. Pensó que definitivamente el mundo era muy grande y que a pesar de que estuviese podrido hasta la médula, sin duda albergaba individuos increíbles.

Continuaron su camino mientras Peste aún iluminaba la cloaca con las extrañas chispas. Lagrange, lo que más quería en ese momento era salir de ese asqueroso lugar. Según sus cálculos, ya debían estar por debajo de la mansión, entonces abrir un pequeño hueco en el techo con un explosivo sería suficiente para acceder a ella. No obstante, le tenía con cuidado la advertencia que le había hecho Peste anteriormente: aquellos túneles eran viejos y un pequeño temblor podría tumbarlos. Lagrange, luego de permanecer pensativo por mucho tiempo, concluyó que una ciudad que alardeaba prosperidad con aquella arquitectura y mercantilismo era improbable que estuviese sostenida encima de unas cloacas frágiles, mucho menos que los aristócratas que hacían vida en aquella mansión permitiesen que ésta se elevara encima de terreno endeble. Esto, sumado a su gran ansiedad causada por no poder soportar ese lugar, Lagrange abrió su maletín, extrajo un pequeño artefacto rectangular, retiró un anillo que tenía adherido a él y lo lanzó a una zona del techo lejos de él y su compañero. Al instante, aquel artefacto explotó y algunos escombros cayeron al piso. La cloaca se vio iluminada por la luz que dejaba pasar aquel hueco en el techo. Lagrange miró hacia Peste, esperando que no se tomara para mal su temeraria decisión. Sus dedos seguían convulsionando.

Peste observaba la espalda de su compañero, una espalda ancha y grande seguramente debido al traje que portaba, aunque en el fondo Peste sabía que aquel tipo podría ser peligroso. Un traje blanco y reluciente, una maletín elegante, una máscara con un símbolo extraño ocultando su rostro, una forma de hablar poco común más referente a la aristocracia. ¿Quién era aquel tipo realmente?

-¿Cuál es tu historia?- dijo Peste con una voz extraña, parecía que el gyojin quería saber algo más de ese tipo. Algo dentro de él le decía que le matara en ese momento y dejara su cuerpo pudrirse en las cloacas de aquel lugar, pero por otra parte siempre era bueno tener un aliado en un atraco. Siempre podría usarle de escudo humano si se pone la cosa difícil.

Pero su compañero parecía no haberle oído, la verdad que el tipo parecía un poco nervioso en aquel lugar, tanto que hizo algo que ni Peste se esperaba. El extraño Lagrange hurgo en su maletín y de él saco algo que lanzó por los aires. Peste intentó agudizar su vista para ver de que se trataba, pero de repente esa cosa pego un fogonazo tan fuerte que hizo daño a la vista de Peste. El gyojin se tapó con el brazo y poco a poco empezó a notar como el techo empezaba a derribarse descontroladamente. Un fuerte temblor hizo que perdieran el equilibrio por unos segundos y el túnel detrás de Peste empezó a derrumbarse. El gyojin miró con odio como su principal forma de escapar había sido cerrada. Se acercó a Lagrange y lo agarró del cuello lanzándolo a un montón de escombros.

-¡Que cojones estás haciendo! Has taponado la única forma que teníamos de escape, y encima has llamado la atención de los guardias. Maldito cabrón, no voy a dejar que me capturen por tu culpa.- Peste le escupió en la máscara y empezó a escalar por el agujero del techo, lo cual con un solo brazo era una tarea muy tediosa. Se agarraba a las tuberías y agujeros de los pared con sus uñas y dientes para escapar de aquel lugar lo antes posible, pues estaba seguro que una bandada de soldados aparecerían en cualquier momento. Al llegar a lo alto del agujero, observo que su mano estaba hecha mierda y su cuerpo lleno de una sustancia marrón, la cual podía ser barro o lo otro que todo el mundo supone. Corrió por un pasillo y busco desesperado una habitación en la que ocultarse y coger un poco el aliento.

El lugar estaba claro que era de alto standing, todo brillante y reluciente, con acabados en oro y color blanco marfil. Aquel lugar era una mina de oro, pero el gyojin no podía pensar en robar en ese momento. Primero debía escapar y ya después vería como continuar su aventura. A los pocos segundos encontró una puerta, la abrió de golpe y la cerró una vez paso, al observar el interior encontró una amplia habitación tan reluciente y adinerada como el resto de la casa, pero esta tenía una enorme cantidad de peluches y juguetes distribuidos por el suelo. Peste atravesó el lugar que parecía estar vacío y se escondió detrás de unas enormes cortinas.

Una vez allí se relajó y mantuvo su aliento y pulsaciones relajadas. No paraba de pensar en la mala acción de Lagrange, había puesto en peligro su vida. Pero, ¿Habría escapado? ¿Habría sido capturado?,... miles de preguntas recorrieron la mente del gyojin, pero la que más le aterraba era que aquel maldito le delatara y dijera que no había venido solo.

De repente la puerta de la habitación se abrió y por ella entraron una criada y un niño rubio por lo que pudo distinguir por encima Peste. Aquello podría ser un buen método de escapada si la situación se ponía complicada. Decidió quedarse unos minutos más y escuchar que era lo que había pasado, aunque lo que realmente quería saber era si su compañero había sido capturado. Peste se maldecía por no haberle matado cuando tuvo la ocasión.

Lagrange se quedó inmóvil por unos segundos luego de que Peste le había escupido en la máscara y había escapado por el hueco recién abierto. Le temblaron los dedos y con violencia se sacudió la viscosa saliva de aquella criatura. Lamentaba que se tomase tan mal su temeraria decisión, pero se volvería loco si permanecía ahí un minuto más. "¿Cómo pretendía entrar? No es como si hubiesen alcantarillas dentro de una casa". Quizás, aquel gyojin procuraba entrar a la mansión y llevarse todo sin ser detectado y devolverse por quién sabe donde, pero Lagrange no. El enmascarado quería hacer un alboroto; después del incidente de la anciana, quería mandarle un mensaje al sistema. Además, sinceramente, pensó que Peste apreciaría un poco de disturbio también.

El gyojin sí tenía un punto: era probable que pronto llegaran guardias. La bomba no era demasiado potente, pero cualquier persona que se encontrase cerca la escucharía. Es entonces cuando de su traje extrajo un gancho amarrado a un mecate, el cual tras hacer dar varias vueltas, lanzó hacia el hueco. El gancho se sujetó en la superficie y Lagrange logró subir hacia la mansión después de lanzar su maletín a lo alto del hueco.

Una vez en la superficie, Lagrange se percató de pasos que se le acercaban desde lejos. Se dispuso a desplazarse en dirección contraria por un lujoso pasillo de alfombrado vinotinto, brillantes columnas de marfil con bases de oro, numerosas gaveteras de madera barnizada y pintorescos cuadros. En los cuadros podía apreciar a un señor de bigote, a una delgada mujer y a un pequeño niño, los tres de cabellera rubia. Apenas vio una puerta, rápidamente la abrió, entró y la cerró silenciosamente. Momentos después, pudo escuchar pasos detrás de ella.

- ¡Los huecos en el suelo no aparecen de la nada!
- Repórtalo de inmediato y llama al plomero.

Aquellas personas pasaron de largo. Cuando Lagrange pudo percatarse, se dio cuenta que estaba en una especie de almacén. Hasta ese lugar era lujoso en exceso; las estanterías que exhibían numerosas botellas de vino, cajitas y demás objetos que Lagrange desconocía, estaban hechas de un fino metal y la habitación estaba refinadamente embaldosada. El enmascarado abrió su maleta, sacó un pantalón nuevo, se cambió y tiró el que se encontraba sucio de aguas negras por un bajante que en esa habitación se encontraba. Lustro sus zapatos lo mejor que pudo y se echó agua perfumada encima. Pensó que se lo pensaría dos veces antes de proponer un plan semejante otra vez.

Es entonces cuando Lagrange empezó a analizar su situación y a armar un plan de acción. Sabía exactamente qué quería hacer, así que sacó de su maletín varios de los artefactos explosivos que tenía guardados y comenzó a conectarlos en paralelo sin perder la atención en cualquier sonido que se escuchara detrás de la puerta. Comenzó a pensar en Peste y en dónde se encontraría; debía tener cuidado porque la próxima vez que se encontraran, la criatura probablemente intentaría matarlo.

Aquellas regordeta criada empezó a contar una historia al niño rubio para que se calmara, mientras Peste se desquiciaba a cada palabra e imitación de voces de la pobre mujer. El gyojin apartó la cortina de forma muy agresiva y lazó un cuchillo al cuello de la criada, la mujer se quedó sentada unos segundos en la cama antes de desplomarse de forma muy violenta contra el suelo. Peste corrió raudo hacía el chico y le tapó la boca con su única mano.

- Si dices una palabra, te mato.- Peste apretó su mano contra el rostro del niño y este se desmayó. El gyojin lo soltó sobre la cama y recogió el cuchillo del cuello de la criada, después se puso a olisquearla y la pego un fuerte mordisco arrancándola un buen trozo de carne. Peste la devoraba con una cara muy extraña, pues resultaba que la carne humana no era muy apetecible, pero el pobre tenía algo de hambre. Cogió al niño y se lo coloco en el hombro como si fuera un saco de patatas, aquel chico sería perfecto para tener algo de ventaja en aquella enorme mansión.

Dio una patada innecesaria al cuerpo inerte de la criada y con cuidado se dispuso a salir de aquel cuarto. Recorrió con mucho sigilo y cuidado el pasillo, a la espera de encontrarse con un montón de soldados, pero el lugar parecía bastante vació para su gusto. A los pocos segundos se escucharon unos pasos corriendo en su dirección. El gyojin se introdujo en la primera puerta que encontró y se quedó pegado a la puerta escuchando como pasaban corriendo los soldados.

- Por fin algo de vida, pensaba que el lugar estaba abandonado.- Peste se volteó para observar donde estaba y para su asombro se encontró a su amigo Lagrange.-Tú, maldito. ¿Qué haces aquí?.- dijo Peste tirando el cuerpo del chico al suelo y acercándose a Lagrange de forma muy agresiva y violenta. El gyojin alzó su brazo para propinar un fuerte puñetazo a su amigo de la máscara y en ese momento se detuvo, bajo el puño y miro con frialdad a Lagrange.

- Sabes de seguro que quiero matarte, pero por desgracia necesito tu ayuda para encontrar la caja fuerte. Esta mansión es demasiado grande y yo solo tardaría una eternidad. Si tú me ayudas, yo te ayudo a crear eso que llamas anarquía.- Peste se contenía su rabia, a la espera de que su compañero no dijera nada extraño que le provocara.- Además tengo un comodín que nos puede venir bien.- Peste señalo al niño rubio que estaba inconsciente en el suelo.-Creo que debe ser el hijo de algún miembro de la casa. No creo que nos ataquen si él está presente.

Peste se alejó de su compañero y observo como una serie de explosivos estaban repartidos por las paredes de aquella habitación, la cual parecía un almacén. Peste agarró al chico de la cabeza y se lo colgó al hombro como si de una bufanda se tratara, después se acercó a la puerta y escucho detenidamente, para confirmar que no había soldados.-Espero que explotes eso cuando hallamos salido, no quiero tener más incidentes este día.

Peste salió al pasillo y fue avanzando puerta por puerta, asesinando a cada persona que veía y robando todos los objetos que había de valor, aunque lo que realmente le interesaba era la caja fuerte. Al cabo de unos largos y eternos minutos, por no decir horas, llegaron a un dormitorio de un nivel considerablemente más lujoso que el resto de la casa. Sin duda aquel era el cuarto de los manda más de la casa. Lanzó el cuerpo aun inconsciente del crio a la cama y se puso a hurgar las paredes en busca de una trampilla u botón que diera a luz la caja fuerte.

Aquel incidente con Peste había hecho pensar a Lagrange que hasta ahí llegaría. Por algún motivo, aquella criatura con la cual definitivamente no era sabio pelear, le estaba mostrando piedad. "¿De verdad me necesita tanto"?, pensó Lagrange antes de terminar de armar un explosivo que debería tener muchas veces más potencias que el anterior. Llegó a pensar que el gyojin tenía alguna especie de interés en él y desconocía de qué naturaleza. Tenía la boca llena de sangre y un niño que no escatimaría en lastimar con tal de salir con la suya; Peste no es del tipo de individuo que valora la vida ajena y, por lo tanto, el hecho de que Lagrange estuviese ileso de su peligrosa relación con él le dejaba bastante espacio para las dudas.

Guardó el explosivo en un bolsillo interno de su chaqueta y pegó la oreja a la puerta para cerciorarse de que no se acercaran hostiles. Cuando lo hizo, la abrió y caminó los pasillos con el fin de encontrar a alguien que diera la cara por la mansión; buscaría al señor que ilustremente posaba en los varios retratos que decoraban las paredes de aquel suntuoso lugar.

A medida que caminaba por los pasillos, encontraba cadáveres en el piso: personas con el cuello desgarrado como si le hubiesen pegado un mordisco, personas degolladas y personas apuñaladas. Definitivamente Peste estaba introduciendo el caos en el lugar. De repebte, escuchó cómo se le acercaban dos guardias a sus espaldas.

- ¡Ese tipo con la cabeza cubierta! ¡Se ve demasiado sospechoso!
- ¡A reprenderlo!

Inmediatamente giró su cuerpo al mismo tiempo que se arrodillaba y lanzaba dos dagas que impactaron en el pecho de sus perseguidores. Dos cadáveres más decoraban ese pasillo. Cuando escuchó a otros dos venir desde otro pasillo perpendicular al que estaba, los esperó pacientemente en la esquina y los sorprendió atravesando la cabeza de uno de ellos y tomando por el cuello al otro, quien soltó su arma de fuego al instante.

- ¿Dónde está su jefe? - preguntó Lagrange acercando su cara al que tenía tomado por el cuello mientras le ponía un cuchillo en la mejilla.
- ¡Vete a la mierda! - respondió el guardia aprehendido. Lagrange reaccionó con atravesando su cuchillo horizontalmente por el cachete de aquel hombre.
- La próxima vez será el ojo - dijo Lagrange con una voz siniestra. El hombre, soltando lágrimas, respondió, tratando de no mover mucho la boca pues su herida le provocaba gran dolor, que se encontraba en ese mismo piso resguardado en una habitación del pánico resguardada por varios hombres. - Gracias - le respondió Lagrange antes de atravesar su ojo de todas maneras y dejando caer violentamente el cadáver. Aquel hombre lo había provocado con su vulgar vocabulario.

Buscó alguna habitación resguardada por varios hombres entre los pasillo de la mansión y la encontró. Se escondió tras una pared que servía como esquina antes del pasillo donde se encontraba la habitación que albergaba a la persona de su interés.

- ¡Espero que hayan encontrado al niño! ¡El Señor y la Señora Amane están que los buscan por ellos mismos! - decía uno de los cuatro vigilantes que resguardaba la habitación.

Lagrange abrió su maletín y sacó tres explosivos más que activó y lanzó a la puerta. Los cuatro hombres miraron curiosamente los tres artefactos que explotaron en sus caras despedazando sus cuerpos por completo y averiando la puerta que supuestamente resguardaba a los mandamases de la mansión.

Desde dentro, el señor y señora Pink pudieron ver cómo un hombre enmascarado de funesta presencia se hacía paso entre los escombros para llegar a donde ellos estaban.

- ¡Cariño, detrás mío! - dijo quien debía ser el Señor Pink mientras cubría a su acompañante con su cuerpo. - ¡Haga sus demandas, pero no nos haga daño! -. Le caían grandes gordas de sudor por la frente, aquel de individuo de máscara le aterrorizaba.

- Buenas tardes, Señor Pink. Usted me llevará a su caja fuerte si quiere que no lo haga. Andando, camine en frente de mí -. Aquel caballero besó a su esposa en la frente y acompañó a Lagrange sin resistencia, no sin antes decirle a ella que apenas se fuera, que huyera y se escondiera. Lagrange tomó al caballero por la nuca y lateralmente se desplazaron por los pasillos hasta llegar a una gran puerta de madera de nogal.

- ¿Quién le ha mandado a por "eso"? - dijo el Señor Pink con las manos en alto. No quería provocar a su agresor de ninguna manera.
- ¿Eso? -.
- ¿No lo sabe? No es dinero lo que guardo en esa caja fuerte. Pensé que lo había enviado para robármelo...

Lagrange sintió curiosidad por lo que estaba a punto de llevarse. Abrió la puerta y se reveló un gran dormitorio que se mostraba mucho más elegante que el resto de la casa. Ahí se encontraba Peste olfateando el resto del cuarto y el niño rubio que aparecía en los cuadros completamente inconsciente en la cama.

- Ah, Señor Peste. Creo que he encontrado a alguien de utilidad para usted - dijo mientras empujaba al señor hacia la criatura.

Peste toqueteaba cada centímetro de la pared, moviendo todos los cuadros, tocando cada estampado sospechoso, arrancado el papel de las paredes para encontrar algo, pero por más que buscaba menos encontraba. El tiempo pasaba y se estaba desquiciando queriendo romper cada objeto de aquella habitación fastidiosa. De repente el gyojin se percató de que su compañero no estaba en la habitación ¿a dónde habría ido? Peste no le dio mucha importancia y se puso a observar a través de un enorme ventanal que alumbraba todo el cuarto. Los jardines y fuentes hacían un lugar realmente precioso, un lugar precioso para destruirlo y llenarlo todo de destrucción y cenizas.

Decidió divertirse un poco con aquel chico inconsciente, siempre le animaba un poco torturar a seres indefensos, pero cuando iba de camino hacía la cama la puerta del cuarto se abrió y por ella entró Lagrange con un tipo muy bien vestido. Peste lo observó de arriba a abajo, pensando que con el chico ya tenía rehenes suficientes, pero entonces se percató que aquel gordo sudoroso estaba reflejado en todos los cuadros del cuarto. Lagrange empujó al dueño del caserón a escasos metros de Peste, el hombre tropezó con una alfombra y cayó arrodillado frente a Peste.

-Uy, podría acostumbrarme a esto.- Peste se abalanzó sobre el hombre agarrándolo con fuerza del cuello y apretándolo contra el suelo, le lamió la calva de forma muy aterradora y desagradable.- Vamos a jugar a un juego, tú me dices donde está la caja fuerte y yo y mi amigo dejamos a tu familia en paz, ¿qué te parece?.- aquel tipo empezó a temblar como si estuviera a punto de darle un infarto, Peste lo apretó con más fuerza y el hombre parecía calmarse, después asistió, pues no le quedaba más remedio. El hombre gordito estiró su brazo y señalo a la cama donde estaba el crio. Maldita sea, el tonto de Peste no había mirado debajo de la cama.

- La caja fuerte está allí, mi hijo tiene la llave. Ya le he dicho todo lo que quería, ahora deja libre a mi hijo y mi fa...- Peste lo golpe en la cabeza dejándolo inconsciente.-Odio a los charlatanes, espero no haberle matado, aun nos puede ser de utilidad.- Peste se puso en pie y se acercó a la cama, levantándola con una mano y dejando caer el cuerpo del niño precipitadamente contra el suelo.- Tu registra al niño, voy a intentar abrir la caja fuerte mientras tanto.

Peste apartó una alfombra y allí encontró la puerta de la caja fuerte,la miró ilusionado y se puso manos a la obra. Se agachó al lado de la cerradura y dejo introducir algo de agua por esta, el agua empezó a deslizarse por la cerradura, mientras intentaba averiguar la combinación con su gyocon(control mental del agua), pero aquella cerradura parecía más difícil de lo normal. Desistió en su intento de abrirla y se puso a tirar de la cerradura con su brazo, pero por muy fuerte que fuera un gyojin no era capaz de abrir una cosa similar.

- Oye, Lagrange, ¿sigues ahí? Que te parece si usamos a nuestros rehenes como despiste. Se me ocurre que podríamos colgarlos de la ventana de la habitación, estos se despertaran y se pondrán a gritar como locos, los soldados irán corriendo a rescatarlos y entonces, PUM, el espectáculo pirotécnico. Un buen espectáculo para una gran salida.- Peste se sentó encima de la caja fuerte y se puso a mirar el colchón volcado.- Pero no sé si eres capaz de hacer un explosivo a distancia. De todas maneras si no podemos explotarlos serán un buen señuelo para escapar. Creo que podríamos salir por la puerta grande camuflados de marines, cogiendo la ropa de algún cuerpo que no esté muy ensangrentado, yo creo que daría el pego. ¿Qué me dices? ¿Te parece un buen plan?

Lagrange comenzó a inspeccionar al inconsciente niño tal y como Peste le había pedido. Mientras tanto, él intentaba abrir la caja fuerte usando sus sobrenaturales habilidades. Sin mucho esfuerzo, encontró que el niño tenía en su cuello una pequeña llave de sierra bastante peculiar. "¿Quién pone esto en manos de un niño?", pensaba Lagrange juzgando la inteligencia de aquel señor barrigón que se encontraba inconsciente en el suelo. Le había dado una llave que guarda un objeto aparentemente valioso a un niño, ¿no lo expondría demasiado a un peligro? "Lo que tiene de rico, lo tiene de imbécil", pensó.

Le echó un ojo a su aliado. Parecía estar teniendo dificultades para abrir la caja fuerte con fuerza bruta. Es entonces cuando el gyojin le propuso utilizar a los rehenes como señuelo para así tener facilidades para escapar. Los colgarían de la ventana, esperarían a que los guardias se acercasen para socorrerlos y entonces harían detonar un explosivo que introduciría el caos que tantas ganas tenía el enmascarado de generar.

- No puedo construir un explosivo con detonador a larga distancia pues carezco los materiales, Señor Peste. No obstante puedo arreglármelas para hacer un decente temporizador, si le conviene. Su estrategia es de mi agrado, he de decir - dijo Lagrange mientras sacaba la supuesta llave de la caja del cuello del niño. Le lanzó la llave a su compañero para que la usara y, de una vez por todas, descubrir qué había dentro.

- También le he de decir, Señor Peste, que el caballero que usted ha noqueado me ha advertido que lo que hay dentro de la caja no es dinero. Es algo lo suficientemente importante como para que personas poderosas lo quieran y ordenen su robo - le advirtió.

Peste cogió la llave al vuelo y abrió con cuidado la cerradura, muchas veces se había exaltado haciendo eso y había partido la única llave que había, giro con cuidado hasta que todos los engranajes chascaran y con un simple giro de muñeca abrió la puerta de la caja fuerte. Peste abrió mucho los ojos con la esperanza de encontrarse joyas, diamantes y lingotes de oro por todos lados, pero lo único que encontró fue una pila de papeles. Cogió los que estaban más arriba e intentó leerlo, pero Peste no sabía leer, así pues cogió el puñado de papeles y se los arrojo a su compañero, después se metió de cabeza en la caja fuerte en busca de algún rubí escondido, pero aquello solo estaba repleto de papeles y más papeles. El gyojin se estaba desesperando, cuando de repente encontró algo brillante en el fondo, lo agarró con fuerza y tiro con muchas ganas de él. Al cabo de unos minutos de lucha consiguió sacar al exterior lo que había encontrado y cuando lo observó con determinación su rostro cambio por completo, pues el objeto que había visto brillar en el fondo de la caja era un mísero tornillo.

Lo arrojo con fuerza contra el suelo y se sacó su miembro de gyojin, algo similar a una babosa con dientes, y se puso a orinar esos papeles, pero lo que el gyojin no sabía era que esos papeles eran las notas y facturas de toda la corrupción de la isla y seguramente de más lugares, eso explicaría porque el gordito tenía esa enorme mansión, extorsionaba a los dueños de las franquicias para hacer la vista gorda sobre el asunto.

Peste terminó de echar las últimas gotas y miró con tristeza a su compañero.-Vaya caca de caja fuerte, podemos irnos cuando quieras.- Peste cogió las sabanas y las ató a las patas de la cama, mientras que con el otro extremó ataba los cuerpos inconscientes del padre y del hijo.- Encárgate de colocar los explosivos con temporizador esos que has dicho, yo voy a buscar algún uniforme limpio.- Peste salió de la habitación.

Recorrió los pasillos por los que había venido observando los cadáveres que había dejado a su paso, todos repletos de sangre, pero la suerte parecía sonreírle y encontró un par de cadáveres a los que solo los había partido el cuello. Les quitó la ropa todo lo rápido que pudo y ocultó los cadáveres debajo de otros con peor aspecto. Recorrió el pasillo feliz y dando saltos de alegría, confundiéndose un par de veces de habitación hasta dar con la correcta, entró con una sonrisa en el rostro y lanzó los uniformes a su compañero.

-Ha sido pan comido, parece que tú ya has terminado.- Peste empezó a vestirse colocándose el uniforme por encima de la ropa, después se quitó su enorme gorro y lo doblo de tal manera que parecía una mochila, a continuación se colocó la gorra de marine con algo de dificultad ocultando sus alas de la cabeza.-Uoh, no me queda nada mal, creo que me hace hasta más delgado.-dijo Peste mientras se observaba el trasero en el reflejo de la ventana.- Si, tú ya estás listo, vamos a darle al plan. Peste activo unos temporizadores que había en los cuerpos de los rehenes y los lanzó por la ventana, estos se quedaron suspendidos en el aire mientras la cama de roble parecía aguantar bien el peso de los dos, después los dos piratillas vestidos de marines salieron por la puerta y recorrieron los pasillos en sentido contrario, ocultando sus rostros con las sombras de la gorra y portando un rifle cada uno(recogido del suelo) para aumentar su camuflaje y actuación, ahora solo quedaba salir del lugar con vida.

Lagrange sabía que podían haber hecho un intercambio importante de dinero por los papeles que Peste había sacado de la caja fuerte. ¿Acaso no estaba consciente de que acababa de destruir un potencial botín? A Lagrange le convulsionaron los dedos al observar cómo lo que no brillaba no tenía valor para la criatura. Era un monstruo peligroso, pero definitivamente no muy brillante si sus intenciones eran sacar el mejor lucro de su redada. Como el enmascarado no tenía el dinero como prioridad, decidió recuperar los documentos humedecidos y malolientes colcándose unos guantes de látex en las manos para poder manipularlos sin mancharse. Observó que los documentos se trataban de una prueba contundente de corrupción que definitivamente introduciría la anarquía que buscaba. Sacó de su maletín una bolsa de plástico en los cuales guardó aquellos documentos haciendo dobleces.

Es entonces cuando Peste regresó con un uniforme de recluta de marine para él y para Lagrange.  Mientras el gyojin se vestía, Lagrange conectó en cascada todos los explosivos alrededor de la habitación y, con una vela, improvisó un temporizador. Cuando ambos estaban disfrazados, Peste activó uno de los explosivos y lanzó a ambos rehenes por la ventana asegurándose de que colgaran de una cuerda amarrada a una de las patas de la cama. Lagrange, por su parte, tomó todas las cosas de valor que encontró por la habitación: joyas, billetes, relojes y telas, y las introdujo en su maletín.

- Dos minutos antes de que explote - aseveró Lagrange.

Los piratas se desplazaron por los ostentosos pasillos del inmueble. Las cloacas por las que habían entrado no eran una opción de salida, pero como se encontraban disfrazados, no importaba mucho. Se dirigieron a la entrada principal y lograron salir a las escaleras que daban al muro; los marines que por ahí se encontraban estaban mal organizados y desesperados por encontrar a los intrusos. Se notaba mucho que no tenían experiencia en el campo y que, cual sea que haya sido el trato sucio de la marina con aquella familia, habían proveído a sus peores reclutas. Eso explicaba su poco ético comportamiento.

Bajaron las escaleras hacia el gran muro que se podía ver desde las rejas cuando estaban fuera de la mansión. Había dos guardias vigilando la gran puerta que daba al patio. Lagrange inmediatamente los eliminó con dos lanzamientos de cuchillo que impactaron en sus cuellos y justo al mismo en que los cadáveres cayeron se escuchó una violenta explosión que venía de arriba, seguido de varios gritos y un escándalo que viene de las afueras de la mansión.

Peste sonrió sádicamente al escuchar el estruendo que habían provocado las explosiones de Lagrange, mientras atravesaban con chulería la puerta principal de la mansión. Nada más acabar la explosión una avalancha de personas empezaron a rodearlos para observar el caos que se estaba formando a sus espaldas, Peste sonrió a su amigo por haber hecho un gran trabajo con los explosivos y siguieron caminando, hasta atravesar la muchedumbre

Llegaron hasta el final de la ciudad, atravesando el sendero hasta el puerto y por fin pudieron quitarse sus disfraces, tirándolos a la espesura del bosque, después el gyojin estrechó la mano de su compañero y se despidió de él con todo el respeto del mundo, pues a pesar de haberle querido matar en varias ocasiones al final consiguió caerle bien al sádico pescado.-Espero que nos volvamos a ver en un futuro. -dijo Peste alejándose de su compañero y llegando al puerto para lanzarse de cabeza al mar.

Sin duda los pescadores que hubiera por allí cerca se quedarían extrañados, pero al gyojin le daba igual lo que pensaran de él. Había llegado a esa isla para saciar sus ansias de sangre y a pesar de marcharse sin un mísero berrie estaba feliz de poder haber matado a unas cuantas personas y haber conseguido un nuevo socio, sin duda pasaría un largo periodo en el mar hasta volver a ver tierra firme, pues unos asuntos importantes le requerían en la isla gyojin.