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El viento soplaba con fuerza en aquella isla sureña, pero lejos de dar fresquito, jodía mucho con aquel maldito calor. Un chico se hallaba tumbado en una pequeña montaña sobre el mar, mirando el inmenso océano con una expresión seria. Sus cabellos eran revueltos por el viento y parecía estar bastante incómodo. En sus labios se hallaba un cigarro medio consumido, el cual manaba un poco de humo en aquel ambiente tan caluroso. Las gotas de sudor bajaban por su frente hasta la nariz y de ahí terminaban en sus labios. No sentía el calor gracias al poder de su fruta y por ello le daba lo mismo. Parecía estar totalmente a su bola y sinceramente, no tenía muchas ganas de levantarse. Pero si deseaba que un gran caldero de agua le empapase un poco.
Vestía con una camisa blanca de manga corta, unos pantalones negros y unos zapatos oscuros. Unas gafas de Sol moradas cubrían sus azulados ojos y unos mechones castaños acariciaban su frente despacio. Las fundas de sus espadas estaban a su lado y parecía pasar de ellas totalmente. Una enorme ola rompió contra la piedra, haciendo que aquel líquido azulado le diese un poco en el rostro y le refrescara. El chico se hallaba esperando las órdenes de Meneror para largarse de allí y poner rumbo hacia aquella isla donde iba a desarrollarse una batalla entre bandos o algo por el estilo. Había informado de forma obediente y lo siguiente que hizo el chico fue llevarse la mano derecha a la frente, limpiándose un poco las gotas de agua que tenía.
- Menuda mierda…
Dijo en un tono algo frío mientras estiraba su mano a un lado. Tomó una botella de ron y sin pensárselo le dio un enorme trago, notando la ardiente sensación recorrerle la garganta de aquella forma tan molesta. Escupió a un lado y lo siguiente que hizo fue toser un poco. Tras unos momentos volvió a beber de la mejor forma posible, sintiendo la necesidad de continuar metiéndose aquellas cosas en el cuerpo. Lo que hizo a continuación fue pegar un puñetazo en el suelo de forma violenta, produciendo algo de sangre en sus nudillos, la cual empezó a bajar mientras él cerraba los ojos y mostraba una sonrisa falsa.
Vestía con una camisa blanca de manga corta, unos pantalones negros y unos zapatos oscuros. Unas gafas de Sol moradas cubrían sus azulados ojos y unos mechones castaños acariciaban su frente despacio. Las fundas de sus espadas estaban a su lado y parecía pasar de ellas totalmente. Una enorme ola rompió contra la piedra, haciendo que aquel líquido azulado le diese un poco en el rostro y le refrescara. El chico se hallaba esperando las órdenes de Meneror para largarse de allí y poner rumbo hacia aquella isla donde iba a desarrollarse una batalla entre bandos o algo por el estilo. Había informado de forma obediente y lo siguiente que hizo el chico fue llevarse la mano derecha a la frente, limpiándose un poco las gotas de agua que tenía.
- Menuda mierda…
Dijo en un tono algo frío mientras estiraba su mano a un lado. Tomó una botella de ron y sin pensárselo le dio un enorme trago, notando la ardiente sensación recorrerle la garganta de aquella forma tan molesta. Escupió a un lado y lo siguiente que hizo fue toser un poco. Tras unos momentos volvió a beber de la mejor forma posible, sintiendo la necesidad de continuar metiéndose aquellas cosas en el cuerpo. Lo que hizo a continuación fue pegar un puñetazo en el suelo de forma violenta, produciendo algo de sangre en sus nudillos, la cual empezó a bajar mientras él cerraba los ojos y mostraba una sonrisa falsa.
Eichi Tsukasa
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Miraba con aburrimiento a la gente pasar por las calles. No tenía idea que fue lo que me trajo a Baterilla otra vez... pero supuse que fue la mejor opción viendo lo que sucedió en Water Seven. Fruncí el ceño al pensar en eso y metí ese recuerdo en lo más profundo de mi mente. Eso me pasó por débil y dejar que esa estúpida contraparte mía me influenciara. Suspiré pesadamente y miré al cielo con melancolía. Un gran viento sacudía las ramas de los árboles. Un clima así me alegraría... de no ser por el jodido calor que hacía en el lugar. Estaba demasiado acostumbrado al clima invernal de Péndragon, por lo que el calor me jodía bastante. Maldije un poco por lo bajo y saqué una botella de agua de mi mochila. La destapé y tomé un trago enorme de aquel líquido. Suspiré con alegría y volví a guardar la botella. Estiré mis brazos y seguí caminando por aquella montaña. Me dijeron que la vista desde la cima era hermosa, por lo que me dirigía allí para verlo con mis propios ojos. Además... necesitaba un lugar tranquilo para pensar.
Ese día, debido al calor, no vestía con mi atuendo habitual. No era tan estúpido para usar algo de ese tono oscuro con todo este sol. No quería asarme, muchas gracias. Usaba unos pantalones cortos azules que le llegaban hasta un poco más abajo de las rodillas. Encima llevaba una camiseta de color blanca con detalles azules. Para terminar tenía el colgante de mi hermano en el cuello y los aros de Tristán en mi oreja. Suspiré de forma melancólica al pensar en eso último y miré hacia el cielo. Fue mi culpa que el rubio hubiese muerto. Si no hubiera sido tan estúpido para intentar luchar con Tsubasa... nada de esto hubiese pasado. Chasqueé mi lengua y seguí caminando, intentado alejar esos pensamientos deprimentes de mi mente.
Sonreí de lado al ver que ya había llegado a la cima. Cerré mis ojos al sentir como el viento sacudía mi rojizo cabello y suspiré. Era más intento el viento en este lugar y algo más fresquito, aunque seguía haciendo un calor endemoniado. Miré hacia adelante y tuve que admitir que era hermosa la visión que tenía. Si el sol se estuviese poniendo, probablemente estaría mucho mejor. Sonreí tristemente y me acerqué un poco más a la punta. En eso, noté que había cierta persona acostada en el lugar. Mis cejas se alzaron al reconocer al pelinegro que tenía en frente. Verdaderamente, nunca pensé que volvería a ver a ese tipo. Aún tenía su encendedor, de hecho.
– No pensé que te vería por aquí, Ban – le dije suavemente mientras adoptaba una máscara de indiferencia. No estaba para que alguien me viese en tal estado emocional. Mucho menos alguien como ésta persona.
Ese día, debido al calor, no vestía con mi atuendo habitual. No era tan estúpido para usar algo de ese tono oscuro con todo este sol. No quería asarme, muchas gracias. Usaba unos pantalones cortos azules que le llegaban hasta un poco más abajo de las rodillas. Encima llevaba una camiseta de color blanca con detalles azules. Para terminar tenía el colgante de mi hermano en el cuello y los aros de Tristán en mi oreja. Suspiré de forma melancólica al pensar en eso último y miré hacia el cielo. Fue mi culpa que el rubio hubiese muerto. Si no hubiera sido tan estúpido para intentar luchar con Tsubasa... nada de esto hubiese pasado. Chasqueé mi lengua y seguí caminando, intentado alejar esos pensamientos deprimentes de mi mente.
Sonreí de lado al ver que ya había llegado a la cima. Cerré mis ojos al sentir como el viento sacudía mi rojizo cabello y suspiré. Era más intento el viento en este lugar y algo más fresquito, aunque seguía haciendo un calor endemoniado. Miré hacia adelante y tuve que admitir que era hermosa la visión que tenía. Si el sol se estuviese poniendo, probablemente estaría mucho mejor. Sonreí tristemente y me acerqué un poco más a la punta. En eso, noté que había cierta persona acostada en el lugar. Mis cejas se alzaron al reconocer al pelinegro que tenía en frente. Verdaderamente, nunca pensé que volvería a ver a ese tipo. Aún tenía su encendedor, de hecho.
– No pensé que te vería por aquí, Ban – le dije suavemente mientras adoptaba una máscara de indiferencia. No estaba para que alguien me viese en tal estado emocional. Mucho menos alguien como ésta persona.
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Los ojos del mafioso se abrieron un poco más de la cuenta cuando escuchó las palabras de aquella persona dirigirse a él. Tanta pereza le daba mirar quien era, que por ese mismo motivo activó su haki de observación. Pudo prever fácilmente el aura del pelirrojo y eso le hizo cerrar sus azulados orbes. Al fin iba a recuperar su preciado mechero. Sin embargo, la forma de hablarle no iba a ser la misma. En otra época le habría lanzado un tajo a la cabeza exigiéndole ser un príncipe de verdad, pero no tenía ganas de moverse. El espadachín entonces estiró su mano hacia un lado, tratando de alcanzar a su katana Azazel y colocarla más cerca, por si el pollo tenía ganas de darle un poco de por saco. Soltó un pequeño suspiro y entonces alzó la voz de forma repentina.
- ¿Tienes lo que es mío? Estoy cansado de encender mis cigarros con el magma o cerillas. Quiero mi mechero, por favor…
Dijo arrepentido por habérselo dado aquel día, pues no disfrutaba sus cigarros de la misma forma. Ban entonces abrió los ojos despacio, dándose cuenta de que aquella persona había cambiado bastante. Su poder era considerable y el aspecto físico indicaba que era un tipo distinto. Aquello le hizo sonreír de lado y lentamente empezó a reír. Su risa continuó hasta ser un poco forzada y después de aquello se calló. Le alegraba saber que los demás habían cambiado para mejor y sus metas estarían un poco más fácil de llevarse a cabo. El mafioso entonces hizo que algunas gotas de su elemento calcinador bajasen por su frente despacio, haciendo que un pequeño humo negro surgiera de la nada.
- Debo admitir que estás mucho mejor ahora. Se te ve potencial para cumplir tu destino. Me gustaría darte otra paliza como la última vez, pero creo que no podrá ser. Demasiado alcohol por hoy.
Mencionó soltando una carcajada seria y acto seguido dándole otro enorme trago a la botella. El sabor continuaba siendo asqueroso, pero lo necesitaba para no cometer una locura. No podía haberse creído que su ahora señor hubiese luchado tan suciamente, pero era lo que tocaba. No tardó mucho en terminar la botella entera y buscar con la mano otra de vino que había por ahí tirada. La verdad, es que su rostro parecía tomar un color rojizo debido a la bebida, pero todavía aguantaba. Había heredado esa habilidad de su verdadero padre.
- Hehehe… – Río de forma estúpida.
- ¿Tienes lo que es mío? Estoy cansado de encender mis cigarros con el magma o cerillas. Quiero mi mechero, por favor…
Dijo arrepentido por habérselo dado aquel día, pues no disfrutaba sus cigarros de la misma forma. Ban entonces abrió los ojos despacio, dándose cuenta de que aquella persona había cambiado bastante. Su poder era considerable y el aspecto físico indicaba que era un tipo distinto. Aquello le hizo sonreír de lado y lentamente empezó a reír. Su risa continuó hasta ser un poco forzada y después de aquello se calló. Le alegraba saber que los demás habían cambiado para mejor y sus metas estarían un poco más fácil de llevarse a cabo. El mafioso entonces hizo que algunas gotas de su elemento calcinador bajasen por su frente despacio, haciendo que un pequeño humo negro surgiera de la nada.
- Debo admitir que estás mucho mejor ahora. Se te ve potencial para cumplir tu destino. Me gustaría darte otra paliza como la última vez, pero creo que no podrá ser. Demasiado alcohol por hoy.
Mencionó soltando una carcajada seria y acto seguido dándole otro enorme trago a la botella. El sabor continuaba siendo asqueroso, pero lo necesitaba para no cometer una locura. No podía haberse creído que su ahora señor hubiese luchado tan suciamente, pero era lo que tocaba. No tardó mucho en terminar la botella entera y buscar con la mano otra de vino que había por ahí tirada. La verdad, es que su rostro parecía tomar un color rojizo debido a la bebida, pero todavía aguantaba. Había heredado esa habilidad de su verdadero padre.
- Hehehe… – Río de forma estúpida.
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Fruncí el ceño al oír a Ban hablar y me crucé de brazos. Algo... andaba mal. No sabía que era, pero parecía como si fuera una persona completamente distinta la que conocí anteriormente. Más... melancólico y deprimente. Lo sabía porque era como si me viese a mi mismo en un espejo. ¿Qué mierda había pasado para dejarlo en este estado? Me crucé de hombros mientras pensaba en que hacer ahora. Por un lado, podría darle el mechero y permanecer aquí por algunos minutos. Luego, me iría y haría como si este encuentro nunca hubiese pasado, pero... algo me decía que debía ayudarle. Suspiré pesadamente mientras me rascaba la cabeza. Puede que no lo pareciera, pero muy por dentro me alegraba que aún tuviera ese instinto para ayudar al agente. La fusión de mi personalidad con la de Akashi estaba dejando estragos en mi psicología, pero era un alivio que su visión del mundo y personalidad cínica no se traspasaron hacia mí. Eso... me alegraba, me ponía contento que esa parte mía seguía siendo predominante en mi mente.
– Muy bien... te devolveré el mechero – dije para luego dejar mi mochila en un árbol cercano.
Empecé a rebuscar en mis cosas, haciendo como si estuviese buscando el objeto en cuestión... pero la realidad era muy distinta. Cuidadosamente empecé a rebuscar entre mis diales para que el pelinegro no se diese cuenta. Había decidido ayudarle un poco... pese a que era posible que recibiese unos cortes por lo que iba hacer. Al ver los diales de agua y hielo, una sonrisa se formó en mi rostro. Sonreí de forma algo maliciosa, cosa rara de ver en mí. Realmente la personalidad de mi contraparte había hecho estragos en la mía propia. Por un lado, eso me agradaba. Ya no era tan tímido como antes, pese a que sigo sin soler a establecer conversaciones iniciales.
– Encontré el mechero – le dije mientras que le apuntaba a su figura. Inmediatamente, unos disparos de agua y hielo salieron disparados hacia donde se encontraba el pelinegro descansando. Una vez que el chorro terminase, dejaría los diales a un lado y seguiría hablándole de forma tranquila. – Si quieres el mechero, tendrás que quitármelo... o quizás no. Es bonito... por lo que creo que me lo quedaré, si no te importa – en caso que no se diera cuenta... estaba intentando picarle para que me atacase. Eso era mejor que ver a ser deprimente sin hacer nada. Por si las dudas... activé el Mantra.
– Muy bien... te devolveré el mechero – dije para luego dejar mi mochila en un árbol cercano.
Empecé a rebuscar en mis cosas, haciendo como si estuviese buscando el objeto en cuestión... pero la realidad era muy distinta. Cuidadosamente empecé a rebuscar entre mis diales para que el pelinegro no se diese cuenta. Había decidido ayudarle un poco... pese a que era posible que recibiese unos cortes por lo que iba hacer. Al ver los diales de agua y hielo, una sonrisa se formó en mi rostro. Sonreí de forma algo maliciosa, cosa rara de ver en mí. Realmente la personalidad de mi contraparte había hecho estragos en la mía propia. Por un lado, eso me agradaba. Ya no era tan tímido como antes, pese a que sigo sin soler a establecer conversaciones iniciales.
– Encontré el mechero – le dije mientras que le apuntaba a su figura. Inmediatamente, unos disparos de agua y hielo salieron disparados hacia donde se encontraba el pelinegro descansando. Una vez que el chorro terminase, dejaría los diales a un lado y seguiría hablándole de forma tranquila. – Si quieres el mechero, tendrás que quitármelo... o quizás no. Es bonito... por lo que creo que me lo quedaré, si no te importa – en caso que no se diera cuenta... estaba intentando picarle para que me atacase. Eso era mejor que ver a ser deprimente sin hacer nada. Por si las dudas... activé el Mantra.
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Ban permanecía callado con una mirada calmada, observando el cielo tranquilamente. Era como si estuviese muerto o algo por el estilo, pues su expresión pasota no existía en su rostro o al menos no podía verse en aquel momento. Escuchó que le iba a devolver el mechero y soltó un suspiro de alivio, pues era lo único que le hacía falta para poder continuar con un poco de dignidad por su familia caída. Se rascó un poco la cabeza y después de unos momentos esperó a que el chico terminase de buscarlo en su mochila. Los ojos del mafioso miraron a otro lado y lentamente se fueron cerrando al mismo tiempo que abría aquella botella de vino. El color rojizo era hermoso y había decidido darle un buen trago para terminar de quedar en un estado más tonto que el que estaba.
En ese momento notó una sensación incómoda recorrerle. Era como si le estuviesen empapando de agua y encima congelando. Su cuerpo empezó a rodearse de escarcha despacio, haciéndole sentir un frío considerable y empezar a temblar. El mafioso cerró los ojos, sintiendo ganas de dormir y quedarse hecho una estatua. En ese momento una pequeña explosión de lava surgió de su cuerpo, evaporando el agua y haciendo que el hielo pasase a ser historia. El magma empezó a formar un pequeño charco donde el castaño estaba tumbado. Ban entonces desvió su mirada hacia el joven, escuchando sus palabras y sintiendo un poco de malestar por ellas.
- Eichi, no juegues con el único recuerdo de mi familia muerta…
Dijo en un tono algo enfermizo, mirándole de forma sádica más que enfadada. Aquel mechero era lo único que le quedaba y por ello el espadachín empezó a ponerse en pie con cierta dificultad. Entonces frunció el ceño y lentamente tomó su espada Azazel, dirigiendo una mirada siniestra al pelirrojo y después abriendo los ojos como platos. Estuvo a punto de hacer algo, pero entonces cayó al suelo bocabajo, apretando los dientes. No se sentía con ganas de combatir y de hecho, no sentía ganas de nada. La impotencia de lo sucedido no le hacía sentir nada. No podía blandir sus armas después de la derrota contra el señor del puro.
- Dame eso de una vez…
En ese momento notó una sensación incómoda recorrerle. Era como si le estuviesen empapando de agua y encima congelando. Su cuerpo empezó a rodearse de escarcha despacio, haciéndole sentir un frío considerable y empezar a temblar. El mafioso cerró los ojos, sintiendo ganas de dormir y quedarse hecho una estatua. En ese momento una pequeña explosión de lava surgió de su cuerpo, evaporando el agua y haciendo que el hielo pasase a ser historia. El magma empezó a formar un pequeño charco donde el castaño estaba tumbado. Ban entonces desvió su mirada hacia el joven, escuchando sus palabras y sintiendo un poco de malestar por ellas.
- Eichi, no juegues con el único recuerdo de mi familia muerta…
Dijo en un tono algo enfermizo, mirándole de forma sádica más que enfadada. Aquel mechero era lo único que le quedaba y por ello el espadachín empezó a ponerse en pie con cierta dificultad. Entonces frunció el ceño y lentamente tomó su espada Azazel, dirigiendo una mirada siniestra al pelirrojo y después abriendo los ojos como platos. Estuvo a punto de hacer algo, pero entonces cayó al suelo bocabajo, apretando los dientes. No se sentía con ganas de combatir y de hecho, no sentía ganas de nada. La impotencia de lo sucedido no le hacía sentir nada. No podía blandir sus armas después de la derrota contra el señor del puro.
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Mis músculos se tensaron al ver como el espadachín se levantaba de aquel lugar. Un pequeño estremecimiento recorrió mi cuerpo al decirme que era una reliquia familiar, pero no cedí. Debía mantenerme firme si quería lograr mi objetivo. Al ver la miraba que portaba Ban, una pequeña sonrisa apareció en mi rostro. En antaño, algo así hubiese sido suficiente para intimidarme. Ahora, eso solo hacía que me excitara más. Y pensar que antes no me gustaba pelear... ahora lo ansiaba más que nada. Al menos, estaba contento que esa parte de la psicología de mi alterno, se pasara a la mía propia, pero debía tener cuidado. Debía mantener la arrogancia y ego de Akashi lejos de mi personalidad, eso y su forma de pensar. Los consideraba como rasgos peligrosos de los que debía tener mucho cuidado.
Una mueca se formó en mi rostro al ver que el pelinegro volvía a sentarse, sin dar muestras de volver a pararse. Casi... fue leve, pero pude ver indicios del viejo Ban en esa cáscara exterior. Faltaba poco... tan solo debía seguir insistiendo. La verdad, era que tenía el mechero en mi bolsillo. Había olvidado que siempre lo llevaba conmigo, como símbolo de mi primera derrota oficial desde que abandoné Péndragon. Me mordí el labio y fulminé con la mirada a ese... ser, porque no se trataba de Ban. Me acerqué a mi mochila nuevamente y saqué el guante escarcha de allí.
– Ya te lo dije... si lo quieres, ven a por él – le dije tranquilamente al pelinegro.
Sin decir otra palabra, me dirigí a toda velocidad hacia donde se encontraba Ban. Usando el guante escarcha, intenté propinarse un fuerte puñetazo en su cara con el guante. Sabía de sobra que el tipo estaba hecho de magma, por lo que usé esa arma para hacerle un poco de daño pese a sus defensas de Logia. No había caso utilizar el Busoshoku. Si no se ponía enserio, no gastaría mi Haki en alguien como él. De todas formas, le diese o no daría un salto para quedar a una distancia considerable del pelinegro.
– Usando tus propias palabras contra ti... Demuestra que eres un príncipe y pelea como hombre – le grité, intentando hacerle reaccionar. Usando el Mantra, seguía atento a cualquier movimiento que el pelinegro pudiese hacer.
Una mueca se formó en mi rostro al ver que el pelinegro volvía a sentarse, sin dar muestras de volver a pararse. Casi... fue leve, pero pude ver indicios del viejo Ban en esa cáscara exterior. Faltaba poco... tan solo debía seguir insistiendo. La verdad, era que tenía el mechero en mi bolsillo. Había olvidado que siempre lo llevaba conmigo, como símbolo de mi primera derrota oficial desde que abandoné Péndragon. Me mordí el labio y fulminé con la mirada a ese... ser, porque no se trataba de Ban. Me acerqué a mi mochila nuevamente y saqué el guante escarcha de allí.
– Ya te lo dije... si lo quieres, ven a por él – le dije tranquilamente al pelinegro.
Sin decir otra palabra, me dirigí a toda velocidad hacia donde se encontraba Ban. Usando el guante escarcha, intenté propinarse un fuerte puñetazo en su cara con el guante. Sabía de sobra que el tipo estaba hecho de magma, por lo que usé esa arma para hacerle un poco de daño pese a sus defensas de Logia. No había caso utilizar el Busoshoku. Si no se ponía enserio, no gastaría mi Haki en alguien como él. De todas formas, le diese o no daría un salto para quedar a una distancia considerable del pelinegro.
– Usando tus propias palabras contra ti... Demuestra que eres un príncipe y pelea como hombre – le grité, intentando hacerle reaccionar. Usando el Mantra, seguía atento a cualquier movimiento que el pelinegro pudiese hacer.
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El mafioso continuaba tumbado mientras observaba al pelirrojo tranquilamente. Seguramente, querría hacerle combatir a la fuerza o eso parecía. Estaba bastante subido debido a su aumento de poder y Ban ni siquiera había podido entrenar nada después de todo lo sucedido. Decidió soltar un suspiro y cerrar los ojos con calma. Su mantra continuaba fijo en su oponente y pese a que notaba intenciones hostiles, estaba bastante calmado. En ese momento recordó la pelea contra el joven y la tigresa. Él no había obligado a pelear a nadie, pero estaban tratando de forzarle y cuando el espadachín se mosqueaba podía ser peligroso. Hizo un esfuerzo sobrehumano por no caer en el juego y continuó a lo suyo. Entonces notó el aura de Eichi acercarse a toda velocidad hacia él. Se terminó, si quería jugar duro, tendría su herida correspondiente.
Ban permaneció quieto hasta el último momento, en el que el puño de su oponente se dirigió hacia él a toda velocidad. Le sería imposible frenar o retroceder un golpe que había lanzado y era el momento de terminar con eso. Midou lanzó un corte directo a su muñeca, a una velocidad impresionante gracias a su arte y con una fuerza considerable. Azazel con su gran calidad se ocuparía de cortarle la mano de cuajo al joven. Entonces los nudillos helados golpearon la mejilla del mafioso, tirándolo unos metros hacia atrás, pero Ban ya sonreía de lado, sabiendo que el chico ahora tendría algo menos o quizás no. Un luchador tenía todas las de perder contra un espadachín. El castaño se colocó en pie despacio, sangrando por la boca y con una marca en su mejilla. El golpe le había dolido, pero ahora era su turno.
- Fui un príncipe, ahora mi reino está muerto. Tan solo soy la sombra de los Taketo, la última bestia que queda de ellos. Ahora, será mejor que frenes esto o me temo que esta vez te mataré. – Dijo con un tono frío como el hielo.
Sin darle tiempo a responder, se lanzó a por el chico con su soru, tratando de colocarse a su espalda y lanzarle tres tajos a una velocidad impresionante. Buscó el pecho, la cintura y el propio rostro. Su espada Azazel era la más rápida, venenosa debido al poder nuevo que poseía y encima imbuida en magma, por lo que también iría a quemarle seriamente. Le diese o no, el mafioso tomaría también a Hudoku, quedando con una espada en cada mano y observando al chico con el ceño fruncido.
- Entrega lo que es mío…
Ban permaneció quieto hasta el último momento, en el que el puño de su oponente se dirigió hacia él a toda velocidad. Le sería imposible frenar o retroceder un golpe que había lanzado y era el momento de terminar con eso. Midou lanzó un corte directo a su muñeca, a una velocidad impresionante gracias a su arte y con una fuerza considerable. Azazel con su gran calidad se ocuparía de cortarle la mano de cuajo al joven. Entonces los nudillos helados golpearon la mejilla del mafioso, tirándolo unos metros hacia atrás, pero Ban ya sonreía de lado, sabiendo que el chico ahora tendría algo menos o quizás no. Un luchador tenía todas las de perder contra un espadachín. El castaño se colocó en pie despacio, sangrando por la boca y con una marca en su mejilla. El golpe le había dolido, pero ahora era su turno.
- Fui un príncipe, ahora mi reino está muerto. Tan solo soy la sombra de los Taketo, la última bestia que queda de ellos. Ahora, será mejor que frenes esto o me temo que esta vez te mataré. – Dijo con un tono frío como el hielo.
Sin darle tiempo a responder, se lanzó a por el chico con su soru, tratando de colocarse a su espalda y lanzarle tres tajos a una velocidad impresionante. Buscó el pecho, la cintura y el propio rostro. Su espada Azazel era la más rápida, venenosa debido al poder nuevo que poseía y encima imbuida en magma, por lo que también iría a quemarle seriamente. Le diese o no, el mafioso tomaría también a Hudoku, quedando con una espada en cada mano y observando al chico con el ceño fruncido.
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Fruncí el ceño y me mordí el labio al sentir tal dolor agonizante mientras veía al pelinegro que se encontraba allá abajo. Olvidé lo peligroso que era luchar con un espadachín a corta distancia y pagué caro el precio. Si bien no terminé perdiendo la mano, esta parecía como si estuviese colgando de una cuerda floja. Gracias al cielo que tenía el mantra activado, de lo contrario hubiera perdido el miembro por completo y tendría que hacer un montón de cosas para poder ponerme la mano en su lugar. Antes que pudiese cortarme la mano, activé armadura, forma de pelea y, gracias a mi agilidad aumentada, pude mover mi mano unos pocos centímetros hacia el lado. Luego del ataque, pude ver con el Mantra el primer ataque iba hacer. No tenía ganas de estar a las puertas de perder un miembro más, por lo que simplemente alcé al vuelo, no sin antes recibir un corte de lleno el pecho. Y ahora me encontraba en este estado: un tajo con quemaduras en mi torso y ... una cosa colgando de una cuerda floja, si hablábamos de metáforas.
– Realmente haz cambiado, Taketo – le dije mientras descendía lentamente al suelo.
Me quedé en silencio nuevamente y me dirigí hasta donde se encontraba mi mochila. De allí saque una venda y me amarré la mano al cuerpo, aunque el sangrado seguía siendo serio. Era un método rudimentario, pero serviría de momento. Al menos hasta que vaya a por un médico para que integre por completo mi mano al cuerpo nuevamente. Apreté mis dientes con fuerza y tomé el brazo que fue afectado. Por alguna razón lo empezaba a sentir algo paralizado y dormido, pero daba igual. Mientras menos usase ese brazo, mejor. No quería tirar la mano y accidentalmente perder la extremidad por completo.
– Ven por el encendedor, no puedo sacarlo de mi bolsillo con esta mano – le dije en un tono frío y carente de emociones, canalizando un poco Akashi en mi personalidad. Suspiré pesadamente y desactivé tanto mi forma como mi Busoshoku, demostrando que no seguiría peleando. No valía la pena hacer todo esto. El Ban que conocía... simplemente se esfumó.
– Realmente haz cambiado, Taketo – le dije mientras descendía lentamente al suelo.
Me quedé en silencio nuevamente y me dirigí hasta donde se encontraba mi mochila. De allí saque una venda y me amarré la mano al cuerpo, aunque el sangrado seguía siendo serio. Era un método rudimentario, pero serviría de momento. Al menos hasta que vaya a por un médico para que integre por completo mi mano al cuerpo nuevamente. Apreté mis dientes con fuerza y tomé el brazo que fue afectado. Por alguna razón lo empezaba a sentir algo paralizado y dormido, pero daba igual. Mientras menos usase ese brazo, mejor. No quería tirar la mano y accidentalmente perder la extremidad por completo.
– Ven por el encendedor, no puedo sacarlo de mi bolsillo con esta mano – le dije en un tono frío y carente de emociones, canalizando un poco Akashi en mi personalidad. Suspiré pesadamente y desactivé tanto mi forma como mi Busoshoku, demostrando que no seguiría peleando. No valía la pena hacer todo esto. El Ban que conocía... simplemente se esfumó.
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El mafioso se mantuvo serio pese al corte que lanzó al joven durante su ataque. Había logrado vencerle en menos de lo que esperaba y eso era debido a su velocidad. El pelirrojo disponía de más fuerza, pero en el tema de los reflejos, Ban era el jefe allí. Los azulados ojos del castaño se clavaron en los rojizos de su oponente y lo siguiente que hizo fue caminar hacia él con el ceño fruncido. Algunas gotas de lava continuaban bajando por sus brazos, al igual que un poco de sangre surgía de su boca. El golpe anterior le había dolido bastante y además tenía la mejilla un poco enrojecida. Sin duda alguna, debía evitar aquel tipo de ataques contra su persona. Los puñetazos eran peligrosos, pero gracias a sus espadas, fáciles de cortar como había mostrado.
El espadachín metió la mano en el bolsillo del pelirrojo, sacando su pequeño objeto y guardándolo en su camisa. Se quedó mirándolo unos momentos para comprobar que estaba en buen estado y lo siguiente que hizo fue soltar un suspiro. El torso de su oponente estaba cortado y su mano parecía estar a punto de caer. La culpa había sido tan sola de él, por tratar de hacerse el héroe contra un tipo sin ganas de nada. Midou abrió un poco la boca y lo siguiente que hizo fue soltar un poco de humo negro de ella. A continuación escuchó al joven llamarle por su apellido y después soltó una pequeña carcajada, mostrando algo de su faceta siniestra entonces.
- Ban me basta… Te lo he advertido, chico. Yo he perdido mi motivo de vida y lo único que ansío es la venganza. En cuanto haya terminado con los asesinos de mi clan, desapareceré para siempre.
El chico de lava entonces trató de estirar su mano derecha y tomar al joven del cuello. Con su velocidad y estando él en aquel estado, pensó que a lo mejor no podía esquivarlo, aunque quizás si lo hacía. El mafioso le miraría a los ojos con una expresión bastante seria y después frunciría el ceño. Sus siguientes palabras fueron bastante serias y eso se notaba en su expresión también.
- No voy a llamarte insecto, pero no vuelvas a meterte en mi camino. Mi destino es hundirme en la oscuridad, pollo rojo…
El espadachín metió la mano en el bolsillo del pelirrojo, sacando su pequeño objeto y guardándolo en su camisa. Se quedó mirándolo unos momentos para comprobar que estaba en buen estado y lo siguiente que hizo fue soltar un suspiro. El torso de su oponente estaba cortado y su mano parecía estar a punto de caer. La culpa había sido tan sola de él, por tratar de hacerse el héroe contra un tipo sin ganas de nada. Midou abrió un poco la boca y lo siguiente que hizo fue soltar un poco de humo negro de ella. A continuación escuchó al joven llamarle por su apellido y después soltó una pequeña carcajada, mostrando algo de su faceta siniestra entonces.
- Ban me basta… Te lo he advertido, chico. Yo he perdido mi motivo de vida y lo único que ansío es la venganza. En cuanto haya terminado con los asesinos de mi clan, desapareceré para siempre.
El chico de lava entonces trató de estirar su mano derecha y tomar al joven del cuello. Con su velocidad y estando él en aquel estado, pensó que a lo mejor no podía esquivarlo, aunque quizás si lo hacía. El mafioso le miraría a los ojos con una expresión bastante seria y después frunciría el ceño. Sus siguientes palabras fueron bastante serias y eso se notaba en su expresión también.
- No voy a llamarte insecto, pero no vuelvas a meterte en mi camino. Mi destino es hundirme en la oscuridad, pollo rojo…
Eichi Tsukasa
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Debía admitir, la herida me estaba doliendo mucho más de lo esperado. De todas formas, yo era un príncipe. No podía darme el lujo de mostrarme débil ante los demás. Quizás una que otra mueca, pero nada más. Suspiré pesadamente y, en lo que esperaba que Ban viniese, rebusqué otra cosa en mi mochila. Pese a que até mi mano a la muñeca para que no se cayese por accidente, eso no significaba que el sangrado se detendría ni mucho menos. Chasqueé la lengua y, al sacar otra venda de mi bolso, me até la mano por sobre el vendaje superior. Al menos eso detendría más un poco el sangrado hasta que encontrara a un médico por el pueblo. Debía ser rápido... puesto que estaba seguro que mi piel estaba poniéndose pálida por cada miligramo de sangre que perdía. No era médico, pero estaba seguro que pronto comenzaría el mareo debido a aquella enorme perdida.
– Al menos, Akashi no ha dicho nada acerca de lo que pasó – lo cual era raro. Considerando lo mucho que le gustaba fastidiarme la vida, no era de extrañar que se mofara de mí a cada oportunidad que tuviese.
En eso, mi mantra me advirtió que Ban se estaba acercando. Miraba tranquilamente al espadachín. Si bien mi Haki seguía sin poder leer bien las intenciones de la gente, mi capacidad de predicción no me avisó que fuese a realizar algo muy hostil. Tan solo iba a tomar el mechero de mi bolsillo y tomarme del cuello... cosa que le dejé. No tenía las fuerzas ni las ganas necesarias para forcejear con Ban. Escuché tranquilamente sus palabras, al tiempo que fruncía el ceño. Todo lo que dijo el pelinegro, había calado hondo en mi ser. Venganza... ¿Acaso yo también terminaría así, si empezaba a perseguir eso mismo? No podía negar que quería asesinar a Tsubasa por ser indirectamente el culpable de la muerte de Tristán, y mi tío por haber mandado a asesinar a mi hermano.
– ... Parece que nos parecemos un poco en eso – le dije mientras sonreía amargamente y usaba mi mano buena para intentar soltarme. Obviamente, me encontraba indeciso o no si perseguir mi venganza personal. ¿Valdría la pena todo eso? Viendo la personalidad actual de Ban, ¿valdría la pena meterse en un camino de oscuridad sin retorno? Apreté con fuerzas mis dientes al no tener respuestas claras. Mi mente era mar de dudas, mi otra personalidad no ayudaba en lo más mínimo. Inconscientemente, sujeté mi mano malo, como asegurándome que aún estuviese pegada a mi cuerpo.
– Al menos, Akashi no ha dicho nada acerca de lo que pasó – lo cual era raro. Considerando lo mucho que le gustaba fastidiarme la vida, no era de extrañar que se mofara de mí a cada oportunidad que tuviese.
En eso, mi mantra me advirtió que Ban se estaba acercando. Miraba tranquilamente al espadachín. Si bien mi Haki seguía sin poder leer bien las intenciones de la gente, mi capacidad de predicción no me avisó que fuese a realizar algo muy hostil. Tan solo iba a tomar el mechero de mi bolsillo y tomarme del cuello... cosa que le dejé. No tenía las fuerzas ni las ganas necesarias para forcejear con Ban. Escuché tranquilamente sus palabras, al tiempo que fruncía el ceño. Todo lo que dijo el pelinegro, había calado hondo en mi ser. Venganza... ¿Acaso yo también terminaría así, si empezaba a perseguir eso mismo? No podía negar que quería asesinar a Tsubasa por ser indirectamente el culpable de la muerte de Tristán, y mi tío por haber mandado a asesinar a mi hermano.
– ... Parece que nos parecemos un poco en eso – le dije mientras sonreía amargamente y usaba mi mano buena para intentar soltarme. Obviamente, me encontraba indeciso o no si perseguir mi venganza personal. ¿Valdría la pena todo eso? Viendo la personalidad actual de Ban, ¿valdría la pena meterse en un camino de oscuridad sin retorno? Apreté con fuerzas mis dientes al no tener respuestas claras. Mi mente era mar de dudas, mi otra personalidad no ayudaba en lo más mínimo. Inconscientemente, sujeté mi mano malo, como asegurándome que aún estuviese pegada a mi cuerpo.
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El mafioso observaba al chico con la mirada bastante seria y sus gafas de Sol no ocultaban sus ojos como otras veces, más bien habían quedado un poco bajas. Se relamió despacio y lo siguiente que hizo fue soltar al chico cuando este intentó librarse. Metió ambas armas en sus fundas y después de aquello metió la mano en su bolsillo. Sacó el mechero y lo acarició despacio. El símbolo de su familia grabado en él le hizo sonreír un poco. Entonces sacó su tabaco, pero se dio cuenta de que estaba empapado. Las ganas de cortarle la cabeza al pollo aumentaron en ese momento, ya que fue por su culpa. Chasqueó la lengua unos instantes y después frunció el ceño de forma notoria. No tenía ni idea de dónde comprar aquel preciado tesoro que solía fumar.
El chico escuchó entonces las palabras del pollo y eso le hizo ladear la cabeza. Aunque dijera que se parecían, él no se veía igual a nadie, pues estaba seguro que aquel chico no tenía que ser el esclavo de nadie. A diferencia de él, que ahora tenía un señor para el que trabajar de forma fiel por haber sido insolente y haber perdido una batalla. Escupió a un lado y entonces le dio la espalda la joven, haciendo que una terrible aura morada oscura se formara alrededor de su cuerpo. El temblor de la tierra empezó a ser considerable y entonces el suelo empezó a agrietarse de forme impresionante. Algunos árboles cayeron al suelo de forma violenta y el aire se puso un poco violento. La tierra tembló y el duelista se giró, mirando a los ojos del pelirrojo y activando su haki del rey a lo grande.
- Te equivocas, no nos parecemos. Tú eres un hombre libre, yo me he convertido en un esclavo fiel para poder lograr mi venganza. Dile a la tigresa… Que he muerto.
Dijo de forma seria para después fruncir el ceño y hacer que una enorme cantidad de lava empezara a formarse en sus brazos, haciendo que dos pequeños chorros cayesen hacia el suelo, quemándolo y formando un oscuro humo.
El chico escuchó entonces las palabras del pollo y eso le hizo ladear la cabeza. Aunque dijera que se parecían, él no se veía igual a nadie, pues estaba seguro que aquel chico no tenía que ser el esclavo de nadie. A diferencia de él, que ahora tenía un señor para el que trabajar de forma fiel por haber sido insolente y haber perdido una batalla. Escupió a un lado y entonces le dio la espalda la joven, haciendo que una terrible aura morada oscura se formara alrededor de su cuerpo. El temblor de la tierra empezó a ser considerable y entonces el suelo empezó a agrietarse de forme impresionante. Algunos árboles cayeron al suelo de forma violenta y el aire se puso un poco violento. La tierra tembló y el duelista se giró, mirando a los ojos del pelirrojo y activando su haki del rey a lo grande.
- Te equivocas, no nos parecemos. Tú eres un hombre libre, yo me he convertido en un esclavo fiel para poder lograr mi venganza. Dile a la tigresa… Que he muerto.
Dijo de forma seria para después fruncir el ceño y hacer que una enorme cantidad de lava empezara a formarse en sus brazos, haciendo que dos pequeños chorros cayesen hacia el suelo, quemándolo y formando un oscuro humo.
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Ban escupió a un lado y me dio la espalda. Suspiré pesadamente y observé fijamente lo que haría Ban a continuación. Una aura morada empezó a recubrir su cuerpo, a lo que entrecerré los ojos. Con el Mantra, pude sentir que su presencia estaba aumentando. Era parecido a mi cuando iba enserio, o un poco menor. La cosa... era que sabía que era más fuerte que el espadachín, actualmente. Pero nada de eso servía si no podía asestar un solo golpe en su cuerpo. Su velocidad era envidiable, más con esas espadas que llevaba a su cintura. Si quería llegar a tocarle algún día, debería ser más rápido que él para escapar de aquellos cortes. Atacar y replegarse, esa era la táctica que debía usarse contra el pelinegro, pero sin la velocidad adecuada, sería imposible llevarse a cabo. Bueno, al menos me llevé eso de tarea. Debería entrenar más mi velocidad y agilidad para poder estar a su nivel.
Chasqueé la lengua y activé tanto mi zona perfecta como mi primer camino. Una aura empezó a formarse a mi alrededor y, de igual forma que el pelinegro, el suelo comenzó a agrietarse y temblar un poco a mi alrededor. Fulminé con la mirada al pelinegro, pero no hice nada para atacarle. Escuché atentamente sus palabras y apreté los dientes. Esclavo... si tan solo supiera. Toda mi vida fui un títere para mi familia. La única razón por la que mis padres empezaron a interactuar conmigo, fue para poder controlar el reino por medio mío. No era Akashi, por lo que creían que podrían controlarme para hacer lo que quisieran. En resumen, solo sería un rey de pantalla que no tendría ni voz, ni razón.
– No me convertí en esclavo porque yo no quise – murmuré en voz baja mientras apretaba los puños.
Ignoré la otra aura invisible que apareció de repente. Sabía muy bien lo que era, pero al parecer su nivel no era lo suficiente para intimidarme o desmayarme. Suspiré pesadamente y desactivé el aura, volviendo a la normalidad. Le di la espalda a Ban y tomé mi mochila que se encontraba tirada a unos metros. Caminé a paso lento hacia el camino de vuelta al pueblo, pero paré en seco por unos momentos. Miré al espadachín una última vez y negué con la cabeza.
– Dile tu mismo eso a la tigresa – le dije para luego empezar mi camino devuelta al pueblo.
Chasqueé la lengua y activé tanto mi zona perfecta como mi primer camino. Una aura empezó a formarse a mi alrededor y, de igual forma que el pelinegro, el suelo comenzó a agrietarse y temblar un poco a mi alrededor. Fulminé con la mirada al pelinegro, pero no hice nada para atacarle. Escuché atentamente sus palabras y apreté los dientes. Esclavo... si tan solo supiera. Toda mi vida fui un títere para mi familia. La única razón por la que mis padres empezaron a interactuar conmigo, fue para poder controlar el reino por medio mío. No era Akashi, por lo que creían que podrían controlarme para hacer lo que quisieran. En resumen, solo sería un rey de pantalla que no tendría ni voz, ni razón.
– No me convertí en esclavo porque yo no quise – murmuré en voz baja mientras apretaba los puños.
Ignoré la otra aura invisible que apareció de repente. Sabía muy bien lo que era, pero al parecer su nivel no era lo suficiente para intimidarme o desmayarme. Suspiré pesadamente y desactivé el aura, volviendo a la normalidad. Le di la espalda a Ban y tomé mi mochila que se encontraba tirada a unos metros. Caminé a paso lento hacia el camino de vuelta al pueblo, pero paré en seco por unos momentos. Miré al espadachín una última vez y negué con la cabeza.
– Dile tu mismo eso a la tigresa – le dije para luego empezar mi camino devuelta al pueblo.
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Ban se quedó tranquilo ante la formación de auras que estaba formando el joven frente a sus ojos. El mafioso se quedaría con ellas para poder estudiarlas con la máxima prioridad por sí las moscas. Era un tipo bastante listo y lo último que quería era ser atacado y no estar listo. Su velocidad con las espadas se había antepuesto a la fuerza del pelirrojo y eso era ley de vida. El joven sabía bien como moverse y no se sintió intimidado en ningún momento. Estaba esperando a que desapareciese de su vista de una buena vez. Encima, parecía que no iba a hacerle el favor de decirle aquella a la joven eléctrica.
- No podrás vencerme nunca…
Susurró cuando aquel joven se alejó del todo. Ban entonces recogió sus espadas y comenzó a caminar tranquilamente de nuevo hacia la base de Meneror. Antes tomó la botella de vino que había en el suelo y sin pensárselo le dio un trago considerable. El sabor no terminaba de convencerle, pero le daba lo mismo. Soltó un enorme suspiro y ahora que tenía su preciado mechero, era un tipo feliz. Se rascó un poco la cabeza y después continuó caminando con la cabeza alta.
- Y ahora a ver que ordena el viejo. Espero que no sea nada que me haga mosquearme más de la cuenta, empiezo a estar harto de misiones fáciles.
Mencionó en un tono bastante serio mientras avanzaba. Se relajó un poco y entonces fue cuando se dio cuenta de que uno de los cigarros había sobrevivido. Lo tomó con una sonrisa ladeada y lo metió en su boca, encendiéndolo después y sonriendo de lado. Era el momento de disfrutar de un verdadero gusto. Lo encendió con su mechero y después de aquello tomó una enorme calada. Expulsó todo el humo de golpe y después se relamió despacio. Era la hora de ir directamente hacia donde vivía el jodido mafioso peliblanco.
- Vamos allá… – Dijo activando el soru y saliendo disparado a una velocidad considerable. A lo mejor podía hacer aquello ameno de alguna forma que pudiese pensar por el camino.
- No podrás vencerme nunca…
Susurró cuando aquel joven se alejó del todo. Ban entonces recogió sus espadas y comenzó a caminar tranquilamente de nuevo hacia la base de Meneror. Antes tomó la botella de vino que había en el suelo y sin pensárselo le dio un trago considerable. El sabor no terminaba de convencerle, pero le daba lo mismo. Soltó un enorme suspiro y ahora que tenía su preciado mechero, era un tipo feliz. Se rascó un poco la cabeza y después continuó caminando con la cabeza alta.
- Y ahora a ver que ordena el viejo. Espero que no sea nada que me haga mosquearme más de la cuenta, empiezo a estar harto de misiones fáciles.
Mencionó en un tono bastante serio mientras avanzaba. Se relajó un poco y entonces fue cuando se dio cuenta de que uno de los cigarros había sobrevivido. Lo tomó con una sonrisa ladeada y lo metió en su boca, encendiéndolo después y sonriendo de lado. Era el momento de disfrutar de un verdadero gusto. Lo encendió con su mechero y después de aquello tomó una enorme calada. Expulsó todo el humo de golpe y después se relamió despacio. Era la hora de ir directamente hacia donde vivía el jodido mafioso peliblanco.
- Vamos allá… – Dijo activando el soru y saliendo disparado a una velocidad considerable. A lo mejor podía hacer aquello ameno de alguna forma que pudiese pensar por el camino.
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Maldición, ya estaba empezando a sentir mareos por culpa de toda la sangre perdida, pero no me iba a romper. Pese a que hizo un nudo en su herida, esta seguía sangrando y ya había empapado las dos vendas. Parpadeé un poco al recordar algo y casi me doy una palmada en la cara. Por supuesta, había olvidado una cosa. Mi mano se embulló en energía verdosa y la coloqué en la mano dañada (Micaiah). Suspiré de alivio al notar que el dolor disminuía y la mano se ponía un poco más rígida, al contrario del estado flácido de antes. Era una curación rudimentaria, pero hizo lo suyo de momento. Al menos, la herida dejó de sangrar un poco, pero eso no quería decir que aún se encontraba en estado crítico. Debía llegar cuando antes al pueblo.
– No hay opción – pensé mientras suspiraba.
Me concentré por algunos segundos y canalicé energía en mis piernas, activando mi paso relámpago. A continuación, empecé a correr con una velocidad impresionante hacia donde estaba el pueblo. En este estado, podía ir a quince metros por segundo de forma instantánea. Llegaría al poblado en casi nada. Al cabo de unos pocos minutos, conseguí llegar. Jadeaba demasiado y, al deshacer la técnica, caí como costal de papas al piso. Ya no daba más, eso último fue lo último que pude hacer. Mi visión se estaba poniendo borrosa y mis fuerzas me abandonaban. Lo último que vi antes de caer inconsciente, fue a una muchedumbre acercarse.
Cuando desperté, notaba un notable mareo. Costé levantar mi torso y empecé a ver mis alrededores. Me encontraba en una habitación con paredes de color piel y varios instrumentos medicinales en uno de los mesones. Arqueé una ceja e intenté levantarme, solo para sentir un horror horrible en mi mano. Al ver la extremidad, supe el porque. Se encontraba completamente vendada y un tubito me conectaba a una bolsa de suero. Supuse que alguien me socorrió, me llevó al hospital más cercano y me operaron la mano, conectando por completo la extremidad a la muñeca nuevamente. Cerré los ojos y me eché en la cama. Ya no había nada que hacer, por lo que ahora... simplemente dormiría.
– No hay opción – pensé mientras suspiraba.
Me concentré por algunos segundos y canalicé energía en mis piernas, activando mi paso relámpago. A continuación, empecé a correr con una velocidad impresionante hacia donde estaba el pueblo. En este estado, podía ir a quince metros por segundo de forma instantánea. Llegaría al poblado en casi nada. Al cabo de unos pocos minutos, conseguí llegar. Jadeaba demasiado y, al deshacer la técnica, caí como costal de papas al piso. Ya no daba más, eso último fue lo último que pude hacer. Mi visión se estaba poniendo borrosa y mis fuerzas me abandonaban. Lo último que vi antes de caer inconsciente, fue a una muchedumbre acercarse.
Cuando desperté, notaba un notable mareo. Costé levantar mi torso y empecé a ver mis alrededores. Me encontraba en una habitación con paredes de color piel y varios instrumentos medicinales en uno de los mesones. Arqueé una ceja e intenté levantarme, solo para sentir un horror horrible en mi mano. Al ver la extremidad, supe el porque. Se encontraba completamente vendada y un tubito me conectaba a una bolsa de suero. Supuse que alguien me socorrió, me llevó al hospital más cercano y me operaron la mano, conectando por completo la extremidad a la muñeca nuevamente. Cerré los ojos y me eché en la cama. Ya no había nada que hacer, por lo que ahora... simplemente dormiría.
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