El Encuentro [Capítulo]

Desde luego, tanta precaución había resultado completamente vana. Ninguna trampa se activó al retirar la presión sobre la placa del suelo. Gerald pensó que seguramente ya había sido activada anteriormente o que simplemente se trataba de una estupidez arquitectónica sin la menor utilidad. En cualquier caso no le interesaba. Cruzó el pasillo a paso rápido, por si acaso al final sí había algún mecanismo contra los intrusos. Sin embargo no tuvo problema alguno para alcanzar el otro extremo.

La luz continuaba estando delante de él, como una meta luminosa que le indicaba la salida de ese oscuro lugar. ¿Qué le esperaría al otro lado? Fuera lo que fuera, seguramente no sería bueno. Por otro lado, tampoco sabía qué había sido de sus dos acompañantes. Quizás necesitase su ayuda para sobrevivir ahí fuera. Al fin y al cabo, en caso de encontrarse con el horroroso ejército de Meln le vendría bien contar con dos luchadores más. O con dos cebos.

Fue entonces cuando oyó las voces. Era un grupo de gente que parecía repetir algo así como "bruja". Parecían enfadados y alarmados, aunque no alcanzaba a imaginarse por qué. Tampoco le sorprendería demasiado que hubiese una bruja real por allí. Gerald echó un vistazo al camino que iba hacia su derecha, de donde provenían las voces. Quizás los dos revolucionarios estuviesen por allí y tuvieran problemas. No tenía intención de alargar demasiado su pequeña compañía pero se lo tomó como una inversión de futuro. Si les ayudaba ahora, tal vez más adelante le fuesen útiles.

Así que se encaminó espada en mano hacia el coro de voces, pendiente de no pisar ninguna trampa más esta vez. 

Al parecer todos los ataques de los partidarios de Balt coinciden en el punto donde se encontraba Yoai, algo muy difícil de conseguir de forma espontánea. El resultado de dichos ataques fue un enorme agujero en el lugar que antes ocupaba Yoai, sin ningún rastro de la misma. Cierto es que la pretora de Meln ha provocado muerte durante la guerra, pero la cuestión es saber el origen de dicha guerra y los que la provocaron para saber quién es realmente el culpable de todo. El joven comandante mira atentamente su alrededor y observa el ambiente en busca de alguna pista que le indique si la pretora realmente murió o si de alguna manera se ha salvado. En un primer momento parece que el resultado es que Yoai se encuentra muerta, algo que podría acabar con la guerra y con ello con las muertes de pobres inocentes que solo siguen órdenes. Sin embargo, algo en el interior de Joseph le dice que las cosas están lejos de acabar y que todo puede complicarse aún más.

Y, justo cuando parece que era solo una impresión las cosas se tuercen de una manera brutal. Al parecer un marine estaba bajo las órdenes de Meln y ahora se enfrenta a los que vamos de parte de Balt, y eso ha provocado que algunos de los que íbamos a por Yoai ahora se encuentren en una encrucijada. El primero en intervenir es el rubio con el que Joseph llegó a la isla, que saltó a defender a los marines ante la pretora de Balt. Ese acto es noble y comprensible por lo que el joven pelirrojo no piensa mover un dedo en su contra ya que realmente no han hecho nada que le haga pensar que su muerte salvaría vidas. Luego el que intervino fue Kai, un marine que Joseph solo conoce de nombre pero que según sabe es uno de los más fuertes actualmente. Según Kai Yoai sigue viva y que Ballarad es igual de mala que Yoai, que fue ella la que provocó el inicio de la guerra, lo cual hace que Joseph desconfíe totalmente de Ballarad. Poco a poco los marines van haciendo su movimiento, algunos se interponen entre las pretoras, otros se enfrentan a una pretora y otros simplemente parecen abandonar el lugar, pero esa última acción no entra dentro de las posibilidades de Joseph.

El joven de pelo escarlata se pone en marcha hacia el muro de la ciudad con un único objetivo en mente, acabar con Yoai, esta vez de forma definitiva para que la guerra acabe de una vez por todas. Al no tener una forma de ir más rápido que un humano a lo alto de la muralla el marine tarda un poco en llegar, pero finalmente llega a la parte superior donde el árbol parece estar a punto de enfrentarse a la pretora y a Kedra, mientras que Xemnas parece querer que todos se detengan, pero Joseph no hace caso a alguien que dice mantener vivas a dos personas que incitaron una guerra por lo que sin dudarlo saca su arma y dispara en dirección a la pretora.

El aroma era más fuerte al norte... Ivan sacó su mapa y comenzó a consultarlo. No sabía exactamente dónde se hallaba, pero sí que posiblemente debería girar hacia el nordeste para evitar el mar, o directamente hacia el este de avanzar demasiado al norte. Se guardó el mapa y comenzó a avanzar entre las ruinas, intentando seguir aquel atrayente aroma... empezaba a tener cada vez más hambre, y ya que estaba en una guerra podría servirse a gusto con lo que encontrara. A medida lo pensaba, más le parecía que ir al norte era mala idea. Indeciso, se paró a consultar el mapa. Ir en aquella dirección era acercarse demasiado al territorio de Balt. Ya era malo que estuviera en el lado oriental de la ciudad, quedando en la zona de influencia de tres facciones rivales, pero acercarse a los fanáticos religiosos le parecía mala idea teniendo en cuenta su fruta. Era probable que tuviesen formas de herirle bastante poco agradables...

- Dado que no me apetece quedarme cerca del pájaro y no tengo manera de volver al lado occidental...

Se encogió de hombros y comenzó a avanzar a pasó rápido hacia el este, tratando al mismo tiempo de olfatear el ambiente en busca de presas. A medida avanzaba comenzaba a captar unos aromas cada vez más intensos... aceleró el paso cada vez más con ánimos aumentados. Gracias a su nuevo anillo ahora podía caminar bajo la luz del sol como si fuese plena noche, sin sentir debilidad alguna. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien en pleno día. Con una sonrisa salvaje, comenzó a correr más rápido, convirtiéndose en apenas una sombra que se movía velozmente entre los edificios de la ciudad. Había encontrado presas y no pensaba dejarlas ir. Tenía demasiada hambre... entonces empezó a sonar su den den mushi. Se detuvo algo malhumorado porque interrumpieran su cacería y cogió el aparato y para su sorpresa la voz de Zero le contestó.

- Dirígete a la ciudad. Estoy en la zona oriental. Cuando hayas llegado vuelve a llamarme y nos reuniremos en algún punto fácilmente localizable. Ahora voy a dejarte que estoy en mitad de una cacería. No sé quiénes son, pero en caso de ser posibles presas, lo siento por ellos - dijo con un tono sádico y alegre, antes de colgar.

Sonrió. No lo sentía realmente, por supuesto. ¿Por qué iban a importarle unos desconocidos? Si caían bajo su poder y se convertían en su alimento sería culpa suya por no ser lo bastante fuertes como para luchar contra él. Al fin y al cabo, los cazadores no tenían que preocuparse por las presas, estaban allí para servirles de alimento y herramientas siempre que las necesitaran. Pronto el olor comenzó a hacerse más intenso y supo que estaba cerca. Aminoró la velocidad para evitar que el ruido pudiera delatarlo y comenzó a avanzar de esquina en esquina, manteniéndose en las sombras y empleando toda su habilidad para pasar desapercibido [Manual In]. Entonces acabó llegando a la fuente del olor: dos mujeres en el interior de un edificio. Una era rubia y muy alta, con cuerpo de curvas generosas, mientras que la otra tenía el pelo de un tono de violeta o lila... curioso, cuanto menos. Estaba a punto de ir donde ellas, pero sus finos sentidos de vampiro captaron voces no muy lejanas. Provenían de una especie de araña metálica enorme. ¿Qué diablos sería? Aquello cambiaba las cosas. Decidiendo no ser hostil desde el primer momento, entró por la puerta dirigiéndose a las mujeres con una sonrisa amable y activando su mirada hipnótica para evitar acciones hostiles por su parte.

- Buenos días, señoritas. Sé que este no es precisamente el lugar más apropiado para una conversación, pero me temo que debo preguntar, ¿a qué facción pertenecen? Si es que luchan en esta guerra, claro - se aseguró de mirarlas a los ojos para que la hipnosis las afectara - Por cierto, ¿sabéis algo de esa extraña estructura? - dijo, señalando a la araña metálica que había fuera del edificio - Tal vez deberíais acercaros a echar un vistazo. Podría ser algo importante.

Hipnosis:

Resumen:

Krauser me estrechó la mano y respondió a mi saludo con sorprendente amabilidad. Aunque en su mirada podía apreciarse cierto recelo, sus palabras parecían sinceras. Y teniendo en cuenta quien era cada uno, no podía culparle, pues seguramente yo me encontraba igual o más escéptico que él. A pesar de ser un marine, nunca he considerado al ejército revolucionario como mis enemigos. Aunque tengamos conceptos distintos, luchan por el ideal de justicia y libertad en el que creen, al igual que yo mismo.

Nada más soltar la mano del ex-almirante, uno de sus compañeros se me acercó para presentarse. Se trataba de un joven de estatura media, de cabello rubio y largo, y que tendría más o menos mi misma edad. Estreché también su mano, devolviéndole la sonrisa.

- Lo mismo digo.

Me habría gustado preguntar al menos los nombres del resto, pero tampoco teníamos tiempo para presentaciones. Hecho que Krauser dejó claro cuando dio la orden de ponernos en marcha. Enseguida nos encontramos dirigiéndonos hacia el sur, corriendo todos a buen ritmo. De pronto, una voz comenzó a sonar en mi cabeza.

“¿Telepatía? Que pasada. ¿Puedes oír todo lo que pienso?, ¿o me tengo que concentrar?.... ¿en qué número estoy pensando ahora?”.

Mientras continuábamos corriendo una sombra nos cubrió por completo. Por curiosidad, miré hacia arriba, donde mi vista se topó con un enorme dragón de color negro. Enseguida le identifiqué como Madara, el Shichibukai, ya que le había visto transformarse varias veces a lo largo del día. Pero, ¿por qué les seguía?, ¿no debía ir a por Beros? Hasta donde podía recordar, el pretor se dirigía a la Ciudad Imperial, en el centro de la isla. Pensé en comentar ese hecho, pero antes de poder hacerlo el dragón dio media vuelta, tomando el rumbo correcto. Supuse que se habría dado cuenta, o que ya le habrían avisado.

Apenas tuve tiempo de frenar cuando una enorme cadena apareció entre nosotros, incrustándose en un árbol cercano. Por haberme distraído con el dragón casi no tuve tiempo a frenarme, aunque por suerte no llegó a golpearnos a ninguno. La seguí con la mirada, encontrando al otro extremo de la misma lo que parecía ser un enorme robot.

- Parece que la diversión va a comenzar antes de lo previsto - comenté, mientras me preparaba para el combate. No obstante, Krauser se dirigió al grupo, dando a uno de sus compañeros la orden de enfrentar a la máquina mientras el resto continuábamos, evitando así retrasarnos. Por un instante me permití dudar, y consideré quedarme junto al revolucionario. Pero sin duda él le conocía mejor que yo, y si creía que podría yo no tenía motivos para dudar. Así pues, tras algunas palabras de ánimo dirigidas al luchador por sus compañeros, reanudamos la marcha, directos hacia la base de Zilda.

- Escuchad - me dirigí al grupo cuando ya nos hubimos alejado cierta distancia del robot, olvidando por completo la telepatía del tal Deathstroke - No sé si alguno de vosotros también ha estado allí, pero yo vengo de la base de Zilda. No recuerdo demasiados detalles, pero puedo deciros que se encuentra en un acantilado, excavada en la roca. El único acceso que recuerdo es un enorme portón, pero supongo que lo habrán cerrado, o lo harán en cuanto nos vean acercarnos. - Hice una breve pausa, tratando de hacer memoria. - Puedo aseguraros también que cuentan con una tecnología extremadamente avanzada. Tanto en la ciudad en la que estuve como en la zona en la que desembarcamos vi máquinas cuyo funcionamiento ni tan siquiera puedo imaginar. No deberíamos subestimarles… Si queréis, puedo guiaros hasta allí.

Team Quimera:

Los extraños aparatos  parecían ser defectuosos, pues repentinamente se destruyeron.* ¿Kimura fue el causante eso? *no sería para nada extraño que así fuera (además de haber recibido la orden de Al), aunque aquella técnica era bastante conveniente.* Me pregunto cómo es qué funcionará. *últimamente he tenido demasiada curiosidad por las habilidades de mis compañeros, sería mejor comenzar a desarrollar habilidades propias o terminaría siendo una carga.

Un hombre con un cuchillo de tamaño considerable apareció. No parecía ser precisamente amigable, aunque también era algo obvio el estar nervioso ante la llegada de un grupo desconocido.

Era poco probable que se encontrara solo en la ciudad, aunque si este sujeto realmente se encontraba sin compañía, debería estar muy seguro de sus habilidades para encarar a un grupo tan grande.* Puede que sea un usuario de fruta zoan o logia… Si tenemos suerte sólo se tratara de un idiota con aires de grandeza. *era una tontería, pero me resultaba un poco molesto el no contar con la suficiente información. Digo que es una tontería porque conocía mejor que nadie que la mayor parte del tiempo no contaras con más que tus habilidades y te verás obligado a adaptarte a las diversas situaciones que se presentan en el campo de batalla.

En fin. El capitán de nuevo se hizo presente y se colocó detrás del hombre, parecía que no habría forma de que él consiguiera hacer algo contra las dagas del capitán.

Por precaución comencé a canalizar electricidad en mi mano izquierda, para de este modo poder crear una daga taser y en caso de ser necesario arrojarla. A demás de eso centré mi atención en los movimientos del hombre, puede que el cuchillo solo fuese un sustituto para una espada y de ser así debería poder identificar 1 o 2 movimientos que indicaran intenciones de atacar a mi capitán.

Esbozó una sonrisa para sí mismo, observando cómo las bombas destrozaban a los monstruos. Se puso un nuevo puro en la boca y lo encendió con calma, mientras la bombas caían a su alrededor hacia el suelo. Ventajas de ser logia... tenía el privilegio de ver aquello de primera mano sin riesgos añadidos. Dio una calada y jugueteó con el humo en la boca, observando el desarrollo de la batalla. Los cadáveres de aquella bestias se habían convertido en obstáculos gigantescos. Eso podía ser un problema, pero era muy preferible a tener a toda una tropa de rinocerontes gigantes arrasando sus filas. Comenzó a observar la disposición de las tropas de Zal y el terreno, buscando una buena manera de destrozar a las restantes. Estaban en una zona montañosa... bajo ellos pasaba un río, y unos pocos cientos de metros al este nacía otro. Si lograban atraer a las tropas de Zal al norte del río hacia la zona oriental, se encontrarían en un cuello de botella, perfecto para bombardearlas.

- Ban, usa tu dispositivo. Sitúa el área frente a las tropas de Zal de tal manera que la zona lógica para huir sea ese punto entre ambos ríos. Los masacraré llamando a la artillería de nuevo mientras se retiran y las tropas de Sarka tendrán una oportunidad para destrozarlos en esa zona.

Esperó a que Ban cumpliera sus órdenes, y acto seguido voló hacia la zona que quedaba entre las tropas de Zal y el punto entre ambos ríos. Calculó más o menos cuál sería el radio del bombardeo en función al anterior, y se situó de tal manera que este cayese sobre los enemigos el mayor tiempo posible. En caso de que las tropas enemigas no se retirasen pese al dispositivo de Ban, se limitaría a lanzar una nueva descarga de artillería sobre ellas. Expulsó el humo de su puro en forma de anillos, sonriendo y dijo:

- Pobres bárbaros incivilizados... no sois rival para la industria de la guerra - y entonces pulsó el botón del colgante, sellando sus destinos.

Sarka:

dispositivo:

Un ligero viento movió ligeramente su coleta, ocasionando que la albina parpadeara un poco. ¿Razón de eso? Uno de los marines que se había integrado a grupo, desapareció frentes a sus ojos y, antes que pudiera darse cuenta, los drones fueron cortados en pedazos. Aquello fue rápido, pero había visto mejores. No era nada del otro mundo, pero igual se sentía algo impresionada. De todas formas, pudo seguirlo con la vista, así que no puso mayor pega en ese tema. Luego de aquello, Al dio la orden de seguirlo y la peliblanca tranquilamente empezó a hacer eso. Estaba acostumbrada a seguir órdenes, así que no le complicaba mucho el someterse a otros... a menos que el superior en cuestión cruzara la línea. Si alguien le ordenara que matara a alguien inocente y sin justificación alguna, probablemente la joven se rebelaría. Gracias a todo que no se había dado algo así por el momento.

– No se si es bueno o malo que sean tan blanda o tenga una vena rebelde – pensó exasperadamente Alice.

En ese momento, un hombre alto y musculoso apareció de la nada. La albina abrió exageradamente sus ojos y tuvo que morderse el labio para no echarse a reír allí mismo. Sabía que habían personas feas en el mundo, pero la persona que tenía en frente era exagerado. De hecho, parecía algo más cómico que otra cosa. En eso, la albina recordó la situación seria en la que se encontraban y consiguió calmarse a tiempo. Era una guerra, después de todo. Por mucho que la situación meritara una buena risa, no podía darse el lujo de perder su compostura ahora. Profesional en todo momento, eso era lo que Lorenz solía decirle.

– No tiene porque gritar tanto – se quejó mentalmente la albina mientras un pequeño puchero aparecía en su rostro.

Alice acarició un poco sus oídos y luego esperó órdenes para saber como proseguir, al tiempo que sacaba sus tantos de las fundas y se colocaba en una leve posición de combate. Lo suficiente para estar alerta en todo momento y no recibir un ataque de la nada.

Resumen Balt: