El Encuentro [Capítulo]

Nada más atravesar las puertas de la base me encontré con que la situación en el interior era considerablemente más caótica de lo que me imaginaba, y el número de combatientes en ambos bandos superaba cualquier previsión. Por suerte podía distinguir con relativa facilidad a aliados de enemigos, gracias al peculiar aspecto de las pequeñas criaturas que se habían rebelado. Aunque no podía estar seguro de que ellos no nos confundiesen con los soldados de Zilda, cosa que podía complicar todo aún más.

Una bala pasó volando a escasos centímetros de mi mejilla, recordándome que detenerse a pensar en mitad de semejante contienda igual no era la mejor de las ideas. Por aquello de quedarse en mitad del fuego cruzado, principalmente. Habiéndome quedado claro ese punto, avancé hasta ponerme a cubierto tras una enorme columna.

- Por cosas como esta, odio las armas - maldije en voz alta.

Durante un par de minutos me quedé completamente inmóvil, de pie y con la espalda contra la columna. Varias veces traté de girarme para mirar, pero los proyectiles que impactaban contra la roca a mi espalda, haciendo saltar pequeños fragmentos de la misma, me hicieron replantearme la idea. Y mientras continuaba pensando en que podía hacer, recordé algo que quizás me fuese útil. Con cuidado, rebusqué en el interior de mi mochila hasta dar con lo que buscaba. Cuando lo encontré, lo sostuve en mi mano, mirándolo con una mezcla de asombro y desconfianza. ¿De verdad sería tan bueno como el viejo me había prometido? Solo había una forma de saberlo, y había llegado la hora de comprobarlo. Aunque, como no, se me había olvidado preguntar cómo se encendía. Maldiciendo mi propia estupidez, comencé a trastear con aquel pequeño cacharro, tratando de activarlo. Pero su superficie, completamente lisa, no tenía ningún botón ni nada que se le pareciese.

- ¿Cómo cojones funciona esta cosa?

De pronto, como respondiendo a mis palabras, varias luces parpadearon en el interior del robot y este alzó el vuelo. Ascendió hasta situarse frente a la altura de mi rostro, y noté una ligera descarga en la zona posterior del cráneo, donde en teoría habían implantado el mecanismo de control durante la operación. Mi vista se nubló por completo durante unos instantes, haciendo que recordase la época en la que apenas podía ver, antes de los implantes. Noté como una gota de sudor frío recorría mi espalda. Pero enseguida la oscuridad se fue disipando, y me tranquilicé. Al cabo de unos segundos, ya podía ver con normalidad. O, para ser más exactos, aún mejor, porque en mi mente se formaban dos imágenes en lugar de una: el robot que veía con mis propios ojos, y a mi mismo desde el punto de vista del pequeño droide.

“Menuda pasada”. Pensé emocionado.

La sensación era extraña, y al principio me sentí algo mareado, pero enseguida me fui acostumbrando. Mientras lo hacía, traté de recordar todo lo que me había dicho el viejo sobre lo que podría hacer, y lamenté no haber prestado más atención. Lo importante era que, según le había entendido, podía controlarlo como una parte más de mí mismo, y así lo hice. Con tan solo un pensamiento le hice ascender, luego descender, ascender de nuevo.

- ¡Esto es brutal! - Grité, dejándome llevar.

Ya había perdido demasiado tiempo, y traté de dejar a un lado las distracciones para volver a concentrarme en la situación actual. Hice avanzar al robot, situándole a varios metros por encima de la zona de conflicto. Gracias a eso podía ver todo cuanto ocurría a mí alrededor, lo cual me daba una clara ventaja a la hora de actuar. Observé con detenimiento la situación, pensando en cómo podría ser más útil, y enseguida di con una opción. Cerca de mi posición, a unos diez metros, un par de soldados se habían atrincherado y, desde su posición, disparaban contra un pequeño grupo de rebeldes que habían quedado atrapados.

- Vamos allá.

Sin dudarlo ni un instante, salí de mi cobertura y eché a correr en su dirección. La visión que había conseguido me permitía evitar con cierta seguridad ser alcanzado por algún disparo, aunque no por ello iba a dejar de tener cuidado. En pocos segundos logré llegar hasta su posición, saltando un pequeño muro y cayendo justo a su espalda. Uno de ellos se dio cuenta y se giró, justo para encontrarse con un gancho directo a su mandíbula. Cayó de espaldas, probablemente inconsciente, al tiempo que su compañero se encaraba hacia mí. Me apuntó con una pistola y disparó, pero tuve tiempo de tapar el cañón con mi mano derecha. Pudo oírse un sonido metálico. Pegué un tirón para arrebatarle la pistola, y la deje caer al suelo. Al soltar el arma quedó un agujero en la piel que recubría la zona de la palma, y bajo esta pudo apreciarse el brillo del metal.

- Eso ha dolido - le dije, mientras me crujía los nudillos.

Durante un rato continué siguiendo el mismo plan: desarmar y neutralizar a los soldados de Zilda. Hasta que algo llamó la atención de todos los presentes en aquel lugar. La voz de una mujer resonó en cada rincón, haciendo que todo el mundo se detuviese. La misteriosa voz continuó hablando, dando un discurso que no llegué a entender del todo. Pero este no pareció ser muy eficaz, pues para cuando terminó de hablar ya habían retomado la batalla. No obstante, alguien volvió a detener momentáneamente el conflicto, aunque esa voz sí que pude reconocerla. Se trataba de Krauser, quien se había plantado en mitad de lugar, captando la atención de todos los presentes.

Mientras hablaba, sus compañeros y yo nos reunimos a su alrededor, siguiendo sus palabras. Su discurso era, sin duda alguna, menos elaborado que el que acabábamos de oír. Pero las consecuencias que prometían eran mucho más concretas. Aún sin conocerle apenas, tuve claro que su advertencia iba completamente enserio. Así pues, me mantuve junto al resto, esperando ver qué decisión tomaba cada uno de los presentes.

Team Quimera:

Estaba en un choque de emociones. Miedo y valentía la invadían por dentro. Miedo, porque ya entendió, por fin, que nunca pudo huir. Desde el momento en que se encontró con esos tipos, que su destino había quedado sellado en ese lugar. Valentía, por otro lado, porque sus palabras, pese a no recibir respuesta, la ayudaron a despejarse de sus dudas. Casi se diría que fue un monologo solo para ella, pero fue lo suficientemente claro como para ya no detenerse. Su plan de escapar de la isla se había ido por el retrete, por otro lado, ahora tenía que concentrarse en sobrevivir. Suspiró con pesadez mientras afirmaba su nueva espada. Sentía como es que esa espada pedía a gritos una batalla y le iba a dar esa batalla que esperaba. ”Aquí vamos”

– No permitiré que nada malo te pase – le dijo al caballo alado que la había llevado veloz al campo de batalla. – Gracias por tu esfuerzo. – Le acarició el cuello y se preparó para la batalla.

Fue entonces cuando todo se detuvo unos segundos. Una figura apareció del cielo y entre juegos de luces extraños y una aparición bastante épica y llamativa… Empezó a hablar con los pretores. Aunque más que hablar, parecía que los estuviera retando. Sus oídos le empezaron a dolor y no pudo evitar sentirse un poco mal. ¿Quién carajos era ella? ¿Otra enemiga? No estaba en las condiciones para negar nada… Pero las acciones de los pretores fueron, cuanto menos, llamativas y muy peculiares. Se quedó mirando todo con calma. ¿Qué debería hacer? Luego de un par de minutos, la batalla volvió a comenzar.

– Es hora. Tenemos que luchar. – Dijo con firmeza.

Sacó dos espadas. Una normal y la otra que le habían dado. Estaba dispuesta a todo, su haki estaba activado y así podría evitar algunos ataques o, al menos, los que parecieran más mortales. El caballo no tardó mucho en unirse a la pelea. Ella usando su nueva espada, lanzó varias ondas cortantes. Escuchó la electricidad cortar el aire. ”Vaya…” – lanzó unas diez en combinación con su otra espada. Las lanzaba a todos los enemigos que podía y, finalmente, hizo que el caballo se detuviera a unos metros. Las ondas de su nueva espada viajarían a unos 40 metros por segundo y, seguramente, eran capaces de cortar todo lo que se les cruzara en el camino.

– Si hay alguien fuerte, que aparezca. – Gritó mientras se quedaba en guardia con su mantra activado.

Balt Q11:

"La has cagado, idiota", se recriminó mentalmente a si mismo. Últimamente la había cagado demasiado en diversos temas. Como con Milena y ahora hizo llorar a una de las personas que apreciaba. Realmente, nada le salía bien... y culpaba a su arrastre de mala suerte, la verdad. Antes que pudiera seguir hundiéndose en sus pensamientos deprimentes, ocurrió algo que no se esperaba. Eichi entrecerró los ojos al ver a esa nueva presencia, y no evitar quedar algo maravillado por el aura que desprendía. De todas formas, solo era en el papel. Una vez que dio la orden... el joven pelirrojo no pudo evitar estremecerse. Así era como terminaría toda esta guerra: exterminio total. ¿Cuál era lo triste de todo esto? Nadie podría detenerla. Si incluso los líderes le tenían miedo, ¿qué oportunidad tendrían ellos? Simplemente era unos afuerinos que cayeron en la trama de las distintas facciones. Esos dos de antes tenían razón... No valía arriesgar la vida por personas como esas. Al final solo habría mas muerte y el ciclo del odio continuaría.

– Alex... – trató de advertirle a la joven acerca del inminente peligro que detectó con su mantra, pero no hubo necesidad.

El pelirrojo apretó con fuerza sus brazos sobre su acompañante, al tiempo que tensaba su cuerpo al sentir y ver las piruetas que hacía su acompañante. Por algunos instantes pude ver lo que nos atacaban y eran... ¿Plumas? De metal, más concretamente. Así sería el final de todo el ejercito que luchaba abajo: arrasado por una lluvia de eso. "Vaya forma más cruel de morir", pensó el joven mientras cerraba sus ojos. En su posición actual no podía hacer mucho, por lo que no quedaba otra que confiar en Alex. El hecho que pudiera esquivar esos ataques, daba entender lo bien que podía afrontar una situación pese al lío mental que debería estar sintiendo ahora. Una agente del gobierno, a final de cuentas.

Descendieron bajo un callejón y Eichi tuvo que actuar rápido para no caer con al suelo debido a las acciones de la pelirroja. No pudo evitar mirarla con simpatía como la joven se rompía de forma figurada al ver todo lo que sucedía. No le iba a decir nada, era algo que ella debía superar por sus propios medios. Así como él encontró su propia respuesta, Alex debería hacer lo mismo, ateniéndose a todas las consecuencias que eso llevara. Al escuchar lo que le decía al joven, éste no pudo evitar cerrar los ojos y suspirar.

– ¿Por qué debería reírme? – empezó mientras le miraba directamente a los ojos. – Sería hipócrita de mi parte... viendo que igual eres más fuerte que yo emocionalmente. No, eso demuestra que sigues siendo humano pese a todos los horrores que pudieras haber visto este día. Eso habla muy bien de ti – si se dejaba, le acariciaría la mejilla y le hablaría en un tono suave. – Es tu decisión cambiar o no, pero nunca olvides tu humanidad y fe. Podrías cambiar de aquí a algunos años, pero mientras conserves esas dos cosas... seguirás siendo alguien digno de tales ideales, e impedirán que caigas completamente en la desesperación – una vez dicho eso, se apartó y esperó respuesta por parte de ella, al tiempo que usaba su Mantra para detectar presencias cercanas a ellos.

¿Balt?:

- Es más que probable, de hecho Gusi… -aclaré un poco mi garganta.- El teniente Park me contó que en una ocasión el capitán lo golpeo con su puño imbuido en haki como reprimenda. –la historia del peliblanco fue más detallada y un poco más animada, pero no consideré necesario tener que contar todo lo ocurrido en aquella ocasión.

Mientras caminaba una extraña voz se manifestó y la reacción de Ciaran me indicó que no era algo producto de mi imaginación. Me detuve a mirar en todas direcciones, pero no encontré a la fuente de aquella voz.- Es mejor que nos apresuremos. –respondí a la mirada de mi compañera.

Al regresar con mis nakamas noté que faltaban algunos integrantes del grupo y el carnicero.* Quizás escapó y fueron tras él.

Tobías se percató de nuestra presencia y utilizando un tono serio nos dirigió unas palabras.

* ¿Insubordinación? No comprendo a que se refiere, en ningún momento desobedecí las órdenes del superior a cargo. *claro que me refería a Al. No, mi lealtad a Kimura no se había esfumado, pero en el momento que el capitán expresó abiertamente que seguiríamos las indicaciones de ese hombre, Kimura dejó de dar órdenes y por ende todas las indicaciones dadas por él quedaron canceladas, sin mencionar que Al nunca dijo (o por lo menos eso recuerdo) algo parecido a “Quédense donde están” y en su lugar se enfocó en interrogar al carnicero. En teoría no desobedecí a nadie.* Muh, estoy dispuesto a recibir un castigo por mis acciones, pero si se me acusa de insubordinación… *un ligero enojo comenzó a manifestarse por la posible falsa acusación.* Es mejor no pensar en eso ahora, más tarde podré hablar con Tobías sobre el tema.

El carnicero regresó y esta vez venía acompañado de otro sujeto. Todos mis sentidos me indicaron que esto no podía ser nada bueno, en especial cuando el carnicero apuntó hacia nosotros.

- Que fastidio. –susurré un poco enojado. El sonido de una espada siendo desenvainada captó mi atención, miré a mi compañera quien no dejaba de mirar al nuevo individuo.* Buena premonición. *sujeté con fuerza la empuñadura de Lanka y centré mi atención en hombre con barba.

La marine iba al lado del vicealmirante. La batalla se había vuelto más cruenta de lo que ya era y ni siquiera las palabras de aquella persona que apareció luego de un espectacular juego de luces, había logrado frenar la guerra. Era como lo sospechaba, en palabras de ella, ninguno de los pretores merecía gobernar. Ni siquiera Balarad, quien se presentaba en el papel como la más buena de todo el lote. Suspiró con pesadez y guardó silencio, sin expresar palabra, tratando de no pensar mucho en lo que acababa de pasar. La guerra se desataba en el aire luego de unos cuantos segundos donde nadie decía nada y tampoco se atrevían a avanzar.

Las palabras de Xemnas la sacaron de sus pensamientos. No pudo evitar mirarlo con cierta duda. ¿Por qué sonaba a una despedida? Era cierto, sus heridas eran serias, pero él era muy fuerte. Se negaba a creer que esas palabras eran una despedida o un intento de últimas palabras. Apretó su puño derecho. ¿Qué debía decirle? No encontraba palabras, estaba claro que lo iba a recordar, era la persona más importante que tenía y no la podría olvidar.

– Xemnas… Te prohíbo decirme aquellas palabras como si fuera una despedida – le dijo, aguantándose las lágrimas. – Claro que te recordaré. Eres la persona más importante que tengo y no soportaría perderte – tomó una ligera pausa. – Debemos sobrevivir. Los dos. – Finalizó con una dulce sonrisa y cerrando sus ojos.

Siguieron su camino y no tardaron en llegar al lugar donde el vicealmirante Al los había llamado. Vio las enormes estatuas y no pudo evitar tragar saliva. ¿Esas cosas eran sus enemigos? ¿Se podrían tumbar? Vio a Xemnas sacar su espadón y ella se acomodó sus nuevos guantes. Al igual que su chico, se quedó a la espera de órdenes, lo mismo no tendrían que combatir contra esas cosas. ”¿Cómo carajos se lucha ante titanes?” – era parecido a tener que luchar un gigante, pero estos eran de piedra y portaban armas de su tamaño. Sonrió de forma nerviosa y se quedó a la espera.

Balt. Afueras de la catedral:

A su alrededor la pelea contra las armaduras se había vuelto una auténtica batalla campal a medida del resto de fuerzas aliadas se sumaban. Vio de fondo a Madara, a una pelirroja de pecho anti-gravedad, a Xemnas, a la zorrita rubia... todos enfrentándose a las armaduras. Y él se había ido a pegar con la única estúpida puta armadura que podía desviar sus tiros. ¡¿En serio?! Dio un comando de voz, haciendo que la Iron Kai se replegase dejando sus extremidades libres, cubriendo sólo su torso y la cabeza con la máscara replegada. Sentía una inmensa rabia y frustración en aquel momento... él sólo quería probar sus nuevos juguetes, ¡y no le dejaban! Furioso, activó sus lanzamisiles, asomando dos pequeños cañones de sus hombros que lanzaron tres salvas de proyectiles explosivos contra la armadura.

- ¡ESTÚPIDO AMASIJO DE METAL! ¡TE APLASTARÉ!

Estaba a punto de lanzarse, cuando de repente una voz atrajo su atención: la figura contra la que peleaba Madara comenzó a hablar con una voz clara y límpida que resonó por toda la ciudad. Acusó a los pretores y se declaró guardiana de la ciudad. Kai frunció el ceño, preguntándose quién sería ella y si no habría encontrado a la persona adecuada a la que seguir en la guerra. Sin embargo viendo cómo cada bando se había dedicado a echar las culpas a todos los demás era muy reacio a hacer caso a nadie sin más pruebas. Y de todos modos ahora su prioridad era ayudar a Dexter y al resto a destruir aquellos robots que... bueno, lo lógico era pensar que eran de Beros, ¿no? El delgaducho de los cables parecía entender mucho de cosas con engranajes. La tipa no parecía estar de acuerdo con dejarles tranquilos, pues pronto un montón de pajarracos de metal comenzaron a sobrevolar la ciudad lanzándoles una lluvia de plumas. El hecho de que atravesasen edificios y suelo como un cuchillo mantequilla caliente hablaba por sí solo, y pronto Kai estuvo "bailando" para evitarlas. Activó su intangibilidad por si acaso, pero no sirvió de nada; cuando una le rozó el brazo izquierdo al instante sintió una horrible debilidad momentánea y un horrible dolor lacerante. "¿Kairoseki? ¡Eso es jugar sucio!"

- ¡Hey! ¡Tetazas pelirroja! ¡Yo que tú no me quedaría ahí!

Entonces volvió a encararse hacia la armadura. En fin, no era momento de emplear su Overload o el Inner Demon, pero con aquellos aparatos lo mejor sería ir a saco desde el principio. Concentró su energía en su cuerpo, haciendo que un aura rojiza envolviera su cuerpo, al tiempo que sus músculos se tensaban. Eran su Flaming Mode y su Primer Camino. "No es suficiente..." Comenzó a gruñir, mientras se centraba en la rabia que sentía, en toda la ira acumulada a lo largo de la guerra, tratando de despertar su modo Berserker. El gruñido fue en aumento, mientras sus músculos se tensaban y su masa muscular aumentaba aún más. No le fue particularmente difícil; llevaba reprimiendo su ira desde la pelea con Yoai y pronto su furia fue liberada. Una mueca bestial se dibujó en su rostro, mientras todos sus músculos se marcaban y se volvían de color rojo oscuro metalizado por su haki.

- ¡ROAAAAAAAR!

Se agachó y de un fuerte impulso se lanzó contra la armadura de frente. En mitad del aire hizo un rápido quiebro generando llamas en sus brazos con su Akahane para evitar el escudo y tirarse directo al pecho del ser. En su brazo derecho se formó la figura de un dragón de energía de color negro, mientras llamas de color rojo vivo cubrían su izquierdo. Entonces lanzó un poderoso doble puñetazo contra la criatura, empleando todas sus fuerzas en el proceso y el poder de sus técnicas: mientras que su Puño del Dragón Negro actuaría como un potente corrosivo, la Fiamma di Collera haría una gran explosión de llamas. Además sus golpes generarían una fuerte vibración en el ser, que tal vez le causaría daños internos.

Templarios de los gatitos y las hostias contundentes de cabreo extremo:

datos bélicos:

Todo había pasado de una forma tan extraña que no sabía cómo se había llegado a esta conclusión. Las palabras del Vicealmirante me dejaron realmente paralizado y, más que eso, frustrado conmigo mismo, frustrado por mi propia capacidad para controlarme a mí mismo y la rabia que estaba experimentado al haber tenido que ser detenido por mi superior de aquella forma. El tipo del cuchillo fue liberado y rápidamente salió corriendo, yo no pude hacer otra cosa más que quedarme ahí quieto, callado, apretando la empuñadura de mis armas con tal fuerza que sentía entumecer mis dedos. Estaba realmente frustrado, necesitaba hacer algo, necesitaba liberar esa tensión. Y para colmo Al Naion se marchó.

Aquél agente del gobierno me dedicó unas palabras no muy amables que me incitaron a clavarle la hoja fiordiana en el estómago, no obstante me contuve hasta las palabras, tan solo le lancé una mirada furtiva mientras se alejaba de mí. ¿Quién se había creído ese tipo que era yo como para juzgarme de esa forma? ¿Qué autoridad se piensa tener sobre mí para hablarme de esa forma? Sea como fuere, ya me había cabreado lo suficiente, y cualquiera que se cruzase en mi camino, ahora lo tendría realmente complicado, al menor indicio de intenciones hostiles me lanzaría sin piedad a por él. Pronto habría recargado la energía necesaria para reutilizar el Hoi, y mi asesinato sería tan silencioso como certero.

Como atraído por un deseo profundo e intenso, una nueva imagen apareció cercana. No se ni cuánto tiempo estuve ahí parado, apretando las empuñaduras de las hojas hasta tal punto, que si miraba estaría sangrando con toda seguridad. La voz de aquél tipo que parecía ser cocinero volvió a sonar, y al parecer se había traído refuerzos, un tipo completamente distinto a él, con tatuajes y musculado a más no poder, vino junto a él, y dio a entender que como le habíamos molestado, ahora él nos "pagaría" por ese favor hecho a su hermano. No podía ser más oportuno, pues sentía estar a punto de estallar de furia. No podía soportar haber resultado una carga para el vicealmirante, y en estos momentos no pensaba en otra cosa más que en liberar esa tensión contra alguien.

Me encaré hacia él, pero al instante apareció Tobías justamente a mi lado. Me alegró ver que tenía su apoyo, me di la vuelta y me encontré con mis camaradas, todos allí, preparados para cualquier cosa. Tan solo me faltaba tener a Gusi a mi lado, la manada estaríamos al completo. Yoshi había tomado una posición elevada, y por un momento temí lo peor al no verla entre el grupo de mis camaradas, pero allí estaba junto a todos. Volví la vista hacia adelante. Los tenía a todos de mi lado, nada podía salir mal.

De pronto un temblor de tierra me hizo posicionarme mejor para evitar perder el equilibrio. Cuando quise darme cuenta, alcé la mirada hacia el cielo, aquél tipo musculado hizo lo propio. De propio unas grandes columnas de luz invadieron los cielos. Haces de luz de distintos colores, pero sobre todo uno que predomina por sobre todos ellos, uno de un tono dorado que se forma tras unos instantes donde todo es incertidumbre. El tronador bramido de una extraña voz resuena por todas partes, ordenando detenerse, no entendía absolutamente nada de esto, lo único que sabía era que continuábamos estando en peligro.

Rápidamente lancé un grito a la desesperada para mantener a mis compañeros alerta. No pude evitar quedarme observando aquello, completamente embobado, sin darme cuenta del rival que tenía delante, aunque algo me decía que si no había golpeado ya, es por que estaría igual que yo. Esa luz comenzó a ir adquiriendo forma corpórea y de pronto, una hermosa figura femenina se puede apreciar en lo más alto de los cielos. Si era así de grande a esa distancia, temía cuan titánica podría llegar a ser realmente. Aquella voz comenzó a hablar nuevamente, sus palabras calaban en cada rincón al parecer, se notaba que no se refería concretamente a ninguno de los que estábamos en este lugar en concreto, no éramos ninguno de nosotros, aunque si parecía ser que habíamos entrado en las murallas, y eso parecía indicar que nos tomaba también por sus enemigos.

De pronto todo cambió en mi mente. ¿A qué diablos estaba jugando? Con ese comportamiento estaba arriesgando de forma absurda las vidas de mis camaradas, y sobre todo mis amigos. El sentimiento de culpa me estaba haciendo actuar de la peor forma posible, y yo no era así, no entendía qué diablos acababa de pasar por mi cabeza, pero yo no era así. Bajé la mirada, mi rostro ensimismado se plantó frente a aquél tipo que estaba frente a nosotros, seguramente con intenciones hostiles, pero yo ya no tenía ganas de desahogarme de ninguna de las formas. Aquella presencia en los cielos me había recordado que había algo más importante ahora, la seguridad de mis camaradas. Además de todo eso, me acababa de explicar que los pretores no han hecho más que crear una guerra por la posesión del trono, que al parecer nadie merece. Desconocía la identidad de aquella figura, pero me transmitía cierta sensación de seguridad, algo me decía que de entre todos los que parecen tener cierto poder, esa manifestación es la única que no posee oscuras intenciones, tan solo protección de este lugar.

Envainé mis armas y después di un paso hacia adelante, dándole a entender a ese personaje que no haría nada ante él. Obviamente con eso no bastaría, si no decía nada estaba seguro de que tan solo serviría para que tuviese una gran diana, y solo faltaría una línea de puntos que dijera "Cortar por aquí" alrededor de mi cuello.

-Mi comportamiento fue del todo inapropiado. Mi mente se vio nublada por la situación de la guerra, y no fui capaz de distinguir aliado de enemigo. Como miembro de la marina, como teniente-comandante, les presento mis disculpas, aunque se que esto no solucionará nada... No obstante algo acabo de comprender. Ustedes y nosotros no somos verdaderos enemigos, no se de parte de quién trabajáis, a quién le debéis lealtad o si pensáis que alguien merezca el trono más que otro, lo único que se es que esos pretores han provocado esto, han convocado la guerra que está destruyendo la isla, Síderos. No son mejores que criminales, y ahora mismo no debo mi lealtad a ninguno de ellos.

Me llevé las manos al pecho y arranqué aquél boton que me identificaba como miembro de Balt. Lo arrojé al suelo lanzándolo con un movimiento brusco al suelo conforme lo arrancaba de mis prendas. Un sonido metálico inundó completamente el ambiente, era como si se hubiera descargado un ejército de máquinas de guerra voladoras. Aves voladoras comienzan a surcar los cielos y se pueden ver a simple vista, la verdadera batalla parece estar por comenzar.

-Si vosotros sois ciudadanos de aquí, no tengo perdón por lo hecho hace unos instantes, no obstante ahora no es ocasión de perder el tiempo por pequeños asuntos personales. Se avecina algo bastante más grave que todo esto, y toda fuerza parece ser poca para lo que ocurrirá. Pienso ir al centro de todo esto y cortar de raíz con los problemas.

En ese momento me giré a mis camaradas, Posé la mano encima del hombro de Tobías y con una sonrisa me dirigí hacia él y hacia el resto de mis amigos de los Crimson Wolves; Bizvan, Ciaran y Yoshi, aunque se me hacía cada vez más extraño no ver a Gusi entre nosotros, y realmente comenzaba a temer por él y por su seguridad, si se hallaba en todo el foco de la guerra estaría en serios apuros, pues conociéndole estará en el foco de la batalla. Activé mi haki de observación, atento a mis alrededores, no quería ser cogido desprevenido, así como no estaba seguro de poder fiarme de que esas palabras hayan apaciguado a esos dos tipos.

-Queridos amigos. Esto se va a poner realmente peligroso, no sabemos la fuerza que puede tener nuestro enemigo. Pero lo que si se es que ese ente de los cielos ha amenazado a todo aquél que ha entrado a las murallas. No se cómo lo hemos hecho, pero echad un vistazo, estamos en el interior, sea como sea, va a ir a por nosotros si nos ven en el interior. No os voy a pedir que arriesguéis vuestras vidas, pero mi código moral me dice que no puedo dejar libre a la pretora Ballarad tras engañarnos así, pues me siento engañado por esa mujer. En ningún momento confié plenamente en ella, y ahora siento que ella es uno de los verdaderos enemigos en esta guerra. Di mi palabra de que ayudaría a que la guerra se apaciguase, y pienso hacerlo. Pero no os voy a pedir ni a ordenar que vengáis conmigo. Al contrario que ello, os aconsejo que marchéis de aquí, huyáis tan lejos de las murallas como sea posible, apartaos de la guerra. Sobrevivid.

Volví a girarme, nuevamente hacia los dos ciudadanos de Síderos. Unas últimas palabras antes de comenzar a moverme.

-Tenéis dos opciones. Podéis seguir pensando que herí su honor o lo que queráis, y entrar en combate conmigo y con mis camaradas, o podéis aceptar mis disculpas e indicarme dónde se halla esa iglesia. Por las palabras de esa figura de los cielos, un pretor habita dicha iglesia, y pienso ir a por él, aunque me cueste la vida. ¿Cuál es vuestra decisión.

Estaba completamente desarmado, obviando que todo mi arsenal estaba envainado, les mostraba las palmas de mis manos y esperaba no tener que recurrir a mi Bushou para detener un ataque inesperado por sorpresa. Sobre todo, esperaba que mis camaradas tomasen la decisión más acertada y se marchasen de allí, no quería que arriesgasen sus vidas tontamente por la convicción de su capitán, son como mi familia, sobre todo la pequeña Yoshi, no quisiera que nada les pasara por quedarse dentro de este recinto.

-Lo lamento Tobías. Si deciden marcharse de la ciudad, la última orden que te daré hoy será que les escoltes y ayudes a escapar. Y sobre todo, que no te preocupes por lo que pueda pasar aquí dentro -le dije a Tobías en voz baja para que solo pudiera escucharme él.

resumen... ¿Balt?:

-Así que esto es lo que tiene Síderos reservado para mí- dijo en voz alta, sonriendo de oreja a oreja. Desde que había llegado su arma no había tenido combate, y lo más parecido fue defender a aquel tipo que le mordió la mano.

Observó de pies a cabeza la efigie y dio un paso hacia ella. En un primer momento había estado impasible, pero desenvainó con premura dos enormes hoces que lo advirtieron de algo muy importante. Aquello no era una broma. Envainó la espada, comprobando que el guardián de la catedral no presentaba, en un principio, actitud hostil hacia él. Sin embargo el espectáculo de voces apresuradas que gritaban a su alrededor era una locura, y todos los aliados de Balt, y más gente, estaban allí para combatir. De hecho, ya estaban atacando, aunque algunos a quien no debían.

Su cabeza helada rodó por el suelo, rota a la mitad y finalmente dividida, mientras que sobre su cuello se formaba de nuevo. Kai no sabía medir su fuerza, y ya era la segunda vez desde que se conocían que su compañero le arrancaba la cabeza. ¿Hasta dónde habían llegado? Si hubiera sido cualquier otro Líder de división lo habría acusado de insubordinación, pero él no era así. Al fin y al cabo, cualquiera podría acusarlo de lo mismo a él por su forma de actuar, así que debía predicar con el ejemplo.

-Algunos hemos venido a trabajar, cabeza bolo- respondió, antes de que el intento de robot le dijese que Dexter estaba de su parte. "Oh, gracias. Qué novedad", pensó irónicamente mientras Kai lanzaba su primer ataque, una onda de energía que rebotó contra una pulidísima superficie de metal. Unos metros más arriba terminó por explotar, y Al no pudo evitar sentirse eclipsado. ¿Su segundo al mando llevaba la iniciativa? No se iba a quedar ahí la cosa-. ¡Xemnas!- gritó mientras de nuevo desenfundaba el violín de su estuche, colocándoselo al hombro y colocándose en posición. Era hora del Cascanueces-. Ataca sus juntas, yo te abriré hueco para evitar daños innecesarios.

Una nota salió disparada del violín en un frote rápido y chirriante. Sin embargo mantenía una belleza de fondo, sutil como la pluma que cayó justo sobre el arco, estropeando su inicio. Era como un acorde doloroso, y según el silencio envolvió aquel delirante grito del instrumento comenzaron a surgir tonos acompasados, rítmicos y bellos. Tempo andante que iba acelerando mientras a sus pies se formaba una plataforma helada, estrecha, que terminó siendo una pequeña planicie en el casco de su soldado. Poco a poco ascendiendo una figura de doce metros se elevó en el aire. Era gigante y preciosa, con cosaca esculpida en hielo y una enorme espada tan larga en proporción como era la suya. ¿Qué podía esperar de aquel combate? No lo sabía, y en cierto modo no quería, pero tanto sus brazos como los del gigantesco Cascanueces se envolvieron de un color negruzco, humeante. La corrupción fluía por ellos, y la gigantesca espada también terminó opacándose por el veneno que poco a poco la envolvía.

-¡Supera esto, Kai!- gritó a su compañero, esperando que lo mirase, y empezó a tocar la sonata que pretendía. De su violín el movimiento, y los brazos de la estatua se alzaron, llevando la espada con dos manos, suavemente, para dejarla caer en una aparente verticalidad sobre la corona dorada del guerrero que tenía en frente, pero eso no es lo que sucedería.

Estaba a punto de tocar su cabeza, pero el rumbo del arma cambió súbitamente, golpeando el suelo con tanta fuerza que sonó un rayo atronador, casi tan temible como el rugido que se elevó desde el interior de la catedral, y un pájaro de rayos se dirigió contra la armadura, marcando un errático movimiento que medio segundo más tarde tomaba la gigantesca arma, tratando de cortarlo en dos, o al menos abriendo una brecha en su defensa para que sus pequeños compañeros pudieran atacar cómodamente.

Afueras de la catedral:

-Entonces... ¿Tú no saqueas?- lo dije más para darme cuenta de lo que acababa de suceder que para obtener una respuesta como tal, pero lo cierto es que me dejó en shock. Un hombre con fama por una infinidad de delitos no robaba. No había dicho nada, pero su cara de adversión momentánea mal disimulada que me puso... ¡Por qué! Sin más, estoy rodeado de locos, de idiotas, de... de...

¿Qué mierdas pasa en el cielo? Miré arriba y vi una especie de ángel melodramático y bastante mandón, la verdad. Quería que nos detuviéramos, que nos fuéramos... Pero si eso es lo que llevo intentando yo desde que me desperté, qué me vas a contar. En fin, que el discurso no parece ser efectivo, así que saca a los robopollos. Me golpeé la frente con la palma de la mano, creyendo que el día no podía empeorar, cuando una serie de plumas cayó a la vez a mi alrededor formando un corazoncito. Ridículo. Bueno, al menos no me había dado ninguna, aunque mis esperanzas se vieron truncadas cuando Arribor apartó de un manotazo la suya y pasó rozando a tres milímetros exactos de mi oreja. Corrijo, menos tres milímetros. Cómo escuece.

Terminé siguiendo al pirata, y entrando en el cementerio supe que, definitivamente, mi vida es una comedia llevada por un mal guionista. ¡Un esqueleto con sombrero! Le digo a Maki eso, y eso es lo que aparece. Bien, pues ahora, Universo, vas a convertir esas plumas que caen en gatitos. Quiero verlos estamparse contra el suelo, y arañar a la gente en la que caigan. Esto... Absurdo, completamente. En fin, seguí al pirata y rápidamente se nos acoplaron los miembros de su banda y Teravan, que debía ser el único normal del grupo en el que me había metido. En fin, de momento a esperar y a ver qué pasa.

Zal:

Se quedó impresionada mientras veía las crudas batallas ante esas cosas. ¿Cómo carajo podía luchar ella? Su mano temblaba, pero no podía tener miedo en un momento así.  Se golpeó suavemente sus mejillas y se concentró. Escuchó las palabras de Al, claramente no eran sus órdenes, pero si había alguna oportunidad era aprovechando la ventaja que ese gigante de hielo iba a generar. Se concentró y cerró sus ojos. No se iba a ir con segundas, se llevó la mano a su bolsillo y se llevó la píldora blanca a su boca, tragó de inmediato. Un aura blanca la rodeó de forma inmediata, abrió los ojos y empezó a caminar a un paso calmado. Tenía alguna idea de dónde debería ir su ataque y si funcionaba, lograría generar cierta ventaja.

– Bien. Aquí voy – susurró. – Estilo de las sombras: Puerta del inicio. Abierta – un aura dorada la rodeó y se combinó con la otra. Además, había crecido un poco y sus pupilas habían desaparecido. Chocó sus puños y los imbuyó en su poderoso haki armadura. – Estoy lista. Aquí vamos.

No tardó mucho en tardar a correr. Su dirección era clara, el pie de esa cosa. Lo primero que hizo fue lanzar dos poderosas ondas con sus guantes. Con ellas buscaría destruir un poco su superficie. Además, si tenía algo de metal, conduciría la electricidad de estos por toda la estructura y haría más lentos sus movimientos. Se había coordinado con el gigante de Al, así que debería estar bien. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, cargó con su puño. Sus guantes, además, eran de kairoseki, así que no iba a tener problemas ante nada. Golpeó sin temor alguno la superficie de su pie. Finalizaría lanzando dos ondas explosivas hacia las juntas, justo donde había golpeado Xemnas y así lo ayudaría. Esperaría a que él se alejara y luego las haría explotar. Ella se alejó rápidamente y esperó el resultado de todos los ataques. ”¿En serio caerá esa cosa?” – Quedó con su haki mantra activado, no la iban a pillar con la guardia baja,

Balt. Batalla contra la armadura: