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Akuma no mi
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Aquél animal era realmente precioso, lo había logrado adquirir hacía no mucho, sabía que le haría ilusión a la pequeña Yoshi, y no se me ocurría nada mejor que un lugar apartado y tranquilo donde poder entregárselo y, ya de paso, pasar un día agradable en su compañía. Cepillé por última vez el pelaje de aquel animal, era joven, se le notaba, y en este momento estaba siendo bien tratado. Había sido toda una odisea lograr traerlo hasta este lugar sin que se notase, pues al final estaba seguro de que Yoshi lo habría descubierto en algún momento, y quería que fuese algo especial. Adoraba a esa pequeñaja, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.
Estábamos en unas cuadras donde, si no fuera por ese cuerno en la frente, bastante pequeño debido a su juventud, pasaría como un caballo más. Me despedí de él y me dirigí hacia la salida. Había un mozo procurando sus cuidados, le había pagado por que se encargase de que estuviese bien alimentado y cuidado para cuando Yoshi llegase. Pero obviamente, ella tan solo sabía que le había pedido que fuera allí, no había detalles, tan solo le mandé una carta diciendole que la esperaba en la posada del pueblo, y no tardaría en llegar, había quedado en media hora.
Salí de allí con una sonrisa en el rostro, las calles se me antojaban largas e infinitas, el tiempo parecía como si se hubiese detenido. Quería llegar ya allí y quería verla a ella, tenía ganas de ver la cara que pondría al ver al pequeño unicornio. Sabía que le gustaban, muchas veces los nombraba, incluso en sueños, y siempre estaba cerca de ese peluche que le regaló Gusi en su primer encuentro. Desde luego, ese hombre es todo un caballero cuando quiere, aunque tal vez tuviese otras intenciones en aquél momento.
Llegué al local en cuestión y pude ver que ella todavía no había llegado, por lo que pedí una jarra de cerveza y me senté en una mesa, estaba próxima a la salida y me quedé encarado a la puerta. Esperaba que encontrase el lugar y no tuviese muchos problemas. Me quedé allí pensando, el unicornio no tenía nombre todavía. Había pensado en que lo mejor sería que ella misma le diese su nombre, tendría mejor gusto que yo para ese tipo de asuntos. Me sentía extrañamente ilusionado, no sabía cómo reaccionaría, tan solo esperaba que le gustase la sorpresa.
Estábamos en unas cuadras donde, si no fuera por ese cuerno en la frente, bastante pequeño debido a su juventud, pasaría como un caballo más. Me despedí de él y me dirigí hacia la salida. Había un mozo procurando sus cuidados, le había pagado por que se encargase de que estuviese bien alimentado y cuidado para cuando Yoshi llegase. Pero obviamente, ella tan solo sabía que le había pedido que fuera allí, no había detalles, tan solo le mandé una carta diciendole que la esperaba en la posada del pueblo, y no tardaría en llegar, había quedado en media hora.
Salí de allí con una sonrisa en el rostro, las calles se me antojaban largas e infinitas, el tiempo parecía como si se hubiese detenido. Quería llegar ya allí y quería verla a ella, tenía ganas de ver la cara que pondría al ver al pequeño unicornio. Sabía que le gustaban, muchas veces los nombraba, incluso en sueños, y siempre estaba cerca de ese peluche que le regaló Gusi en su primer encuentro. Desde luego, ese hombre es todo un caballero cuando quiere, aunque tal vez tuviese otras intenciones en aquél momento.
Llegué al local en cuestión y pude ver que ella todavía no había llegado, por lo que pedí una jarra de cerveza y me senté en una mesa, estaba próxima a la salida y me quedé encarado a la puerta. Esperaba que encontrase el lugar y no tuviese muchos problemas. Me quedé allí pensando, el unicornio no tenía nombre todavía. Había pensado en que lo mejor sería que ella misma le diese su nombre, tendría mejor gusto que yo para ese tipo de asuntos. Me sentía extrañamente ilusionado, no sabía cómo reaccionaría, tan solo esperaba que le gustase la sorpresa.
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El aire me removía los cabellos, mis pequeños mechones rubios se movían al ton de las pequeñas corrientes de aire que chocaban contra mi cara, era una sensación maravillosa muy parecida a la sensación que tenía cuando volaba por el cielo y para mí pocas eran las sensaciones que superaban a aquella. Estaba de rodillas en uno de los bancos de la cubierta, con mi cabeza asomada por la barandilla del barco observando el mar que se extendía más allá, iba completamente sola y aunque podía ser un poco aburrido ahora mismo estaba en un estado de completa tranquilidad y la verdad se agradecía bastante pues había pasado mucho tiempo desde la última vez que podía permitirme relajarme tanto.
Aquel pequeño viaje de placer había empezado por una carta con mi nombre que había recibido en el cuartel nada más volver de una de mis misiones más recientes, el remitente de la carta estaba a nombre de "El Teniente-Comandante Kimura Hayate" Y aunque podía parecer una carta muy formal y seria, de uno de mis superiores más directos, y de mi capitán de banda, aquella seriedad no se compartía en el contenido. La carta obviando todos los apelativos cariñosos y demás expresiones que a cualquier persona normal le haría potar arco iris, se reducía a una cita con aquel pelirrojo en una de las posadas de la isla de Lavengre a la que me estaba dirigiendo en aquellos precisos instantes. Era un comunicado bastante misterioso, no decía mucho sobre los motivos de la cita con Kim aunque bueno supongo que no necesitaba muchos motivos para quedar con él así que no le dí más importancia, hacía mucho que no le veía y ya le echaba bastante de menos.
Llegué a aquella isla cuando el sol ya se estaba poniendo, todavía quedaban unos diez minutos para encontrar el lugar donde debía reunirme con el marine, aunque con el sentido de la orientación tan pésimo que tenia no sabía si solo diez minutos iban a ser suficientes. Desembarqué del barco y antes de dirigirme sin orden ni concierto a la ciudad para buscar sin rumbo la posada donde tendría lugar el encuentro, pregunté a uno de los mercaderes que encontré por el puerto.
-Perdone, ¿Podría indicarme donde esta la Posada de Valderone?- La verdad es que fue bastante amable, incluso se ofreció a acompañarme hasta allí cuando le dije que era extranjera y no tenía muy buen sentido de la orientación y menos por ciudades extrañas, aún así se sorprendió bastante cuando le pregunté por una taberna y mucho más cuando por el camino le conté que era marine. La verdad es que no le podía recriminar que estuviese tan extrañado, aunque odiaba que me compararan con una niña debía admitir que en aquel momento me parecía demasiado a una, llevaba un vestido rosa con estampados de caramelos, tartas y demás dulces, un pequeño sombrero estilo a una pamela de paja y como siempre que no estaba de misión a presidente purpurina en la mano, un unicornio de peluche que me había regalado Gusi.
El hombre se despidió de mi en la puerta de la taberna, yo le di las gracias y le dije que diera recuerdos a sus hijos y que algún día me pasaría a visitarlos y a ayudarlos a alistarse en la marina, si, el camino del puerto hacía la taberna había dado para mucha conversación. Entré en el establecimiento y enseguida todas las miradas se centraron en mi, no parecía para nada un tugurio ni la gente tenía pinta de piratas ni malhechores con malas intenciones hacía mi, pero la verdad es que llamaba bastante la atención. Aun así a mi solo me interesó una de las miradas, la única mirada que era bicolor. Me acerqué hasta el pelirrojo y lo saludé con un profundo beso, si, definitivamente le había echado mucho de menos. -Buenas Cariño.- Lo abracé y me senté a su lado mientras llamaba la atención del camarero con una mano para pedir un zumo de fresa y la otra mano la entrelazaba con la de Kim.
Aquel pequeño viaje de placer había empezado por una carta con mi nombre que había recibido en el cuartel nada más volver de una de mis misiones más recientes, el remitente de la carta estaba a nombre de "El Teniente-Comandante Kimura Hayate" Y aunque podía parecer una carta muy formal y seria, de uno de mis superiores más directos, y de mi capitán de banda, aquella seriedad no se compartía en el contenido. La carta obviando todos los apelativos cariñosos y demás expresiones que a cualquier persona normal le haría potar arco iris, se reducía a una cita con aquel pelirrojo en una de las posadas de la isla de Lavengre a la que me estaba dirigiendo en aquellos precisos instantes. Era un comunicado bastante misterioso, no decía mucho sobre los motivos de la cita con Kim aunque bueno supongo que no necesitaba muchos motivos para quedar con él así que no le dí más importancia, hacía mucho que no le veía y ya le echaba bastante de menos.
Llegué a aquella isla cuando el sol ya se estaba poniendo, todavía quedaban unos diez minutos para encontrar el lugar donde debía reunirme con el marine, aunque con el sentido de la orientación tan pésimo que tenia no sabía si solo diez minutos iban a ser suficientes. Desembarqué del barco y antes de dirigirme sin orden ni concierto a la ciudad para buscar sin rumbo la posada donde tendría lugar el encuentro, pregunté a uno de los mercaderes que encontré por el puerto.
-Perdone, ¿Podría indicarme donde esta la Posada de Valderone?- La verdad es que fue bastante amable, incluso se ofreció a acompañarme hasta allí cuando le dije que era extranjera y no tenía muy buen sentido de la orientación y menos por ciudades extrañas, aún así se sorprendió bastante cuando le pregunté por una taberna y mucho más cuando por el camino le conté que era marine. La verdad es que no le podía recriminar que estuviese tan extrañado, aunque odiaba que me compararan con una niña debía admitir que en aquel momento me parecía demasiado a una, llevaba un vestido rosa con estampados de caramelos, tartas y demás dulces, un pequeño sombrero estilo a una pamela de paja y como siempre que no estaba de misión a presidente purpurina en la mano, un unicornio de peluche que me había regalado Gusi.
El hombre se despidió de mi en la puerta de la taberna, yo le di las gracias y le dije que diera recuerdos a sus hijos y que algún día me pasaría a visitarlos y a ayudarlos a alistarse en la marina, si, el camino del puerto hacía la taberna había dado para mucha conversación. Entré en el establecimiento y enseguida todas las miradas se centraron en mi, no parecía para nada un tugurio ni la gente tenía pinta de piratas ni malhechores con malas intenciones hacía mi, pero la verdad es que llamaba bastante la atención. Aun así a mi solo me interesó una de las miradas, la única mirada que era bicolor. Me acerqué hasta el pelirrojo y lo saludé con un profundo beso, si, definitivamente le había echado mucho de menos. -Buenas Cariño.- Lo abracé y me senté a su lado mientras llamaba la atención del camarero con una mano para pedir un zumo de fresa y la otra mano la entrelazaba con la de Kim.
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Finalmente la pude ver, era inconfundible aquella pequeña y adorable rubia. Entró por la puerta y se quedó inspeccionando el lugar, buscándome tal vez. Para cuando nuestras miradas se cruzaron yo tan solo tenía una sonrisa en mi rostro. Se acercó y me saludó con un abrazo que le devolví con sumo gusto. Le di un besito en la mejilla y ella se sentó a mi lado y pidió un zumo mientras entrelazaba su mano con la mía. Mi otra mano la llevé a su rodilla y me quedé mirándola directamente a los ojos.
-Espero que hayas tenido un buen viaje cariño. Tengo una pequeña sorpresita para tí. Pero debes fiarte de mí y hacerme caso.
Me estaba imaginando la cara que pondría al ver aquél unicornio, desde luego esperaba que le gustase. Me fijé en que en su mano tenía ese peluche y no pude evitar soltar una risa un tanto irónica, tuve que apartar la mirada para que no se me notase nada raro, aunque no sabría si sería capaz de deducir o pensar algo así. Justifiqué esa risa, o por lo menos lo intenté, señalando el peluche.
-Veo que llevas al pequeño Presidente Purpurina contigo -el nombre era demasiado infantil, aunque también lo era el peluche en sí, pero eso solo hacía a esta chica más adorable-. Hacía tiempo que no te veía con él cariño.
Volví a reirme y la cogí del hombro acercándola a mí y dándole un besito en la frente. Realmente estaba ilusionado con esta sorpresa y esperaba que funcionase todo bien. Incluso tenía una habitación reservada para pasar la noche, y al día siguiente llegaría un barco con una caballeriza en una de las cubiertas inferiores para llevar al unicornio. No podía esperar para darle la sorpresa, si aceptaba hacer lo que le dijese la llevaría ya mismo. Sería muy cruel hacerla esperar después de decirselo.
-Espero que hayas tenido un buen viaje cariño. Tengo una pequeña sorpresita para tí. Pero debes fiarte de mí y hacerme caso.
Me estaba imaginando la cara que pondría al ver aquél unicornio, desde luego esperaba que le gustase. Me fijé en que en su mano tenía ese peluche y no pude evitar soltar una risa un tanto irónica, tuve que apartar la mirada para que no se me notase nada raro, aunque no sabría si sería capaz de deducir o pensar algo así. Justifiqué esa risa, o por lo menos lo intenté, señalando el peluche.
-Veo que llevas al pequeño Presidente Purpurina contigo -el nombre era demasiado infantil, aunque también lo era el peluche en sí, pero eso solo hacía a esta chica más adorable-. Hacía tiempo que no te veía con él cariño.
Volví a reirme y la cogí del hombro acercándola a mí y dándole un besito en la frente. Realmente estaba ilusionado con esta sorpresa y esperaba que funcionase todo bien. Incluso tenía una habitación reservada para pasar la noche, y al día siguiente llegaría un barco con una caballeriza en una de las cubiertas inferiores para llevar al unicornio. No podía esperar para darle la sorpresa, si aceptaba hacer lo que le dijese la llevaría ya mismo. Sería muy cruel hacerla esperar después de decirselo.
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Noté la mano de Kimura posada en mi rodilla y sonreí al mismo tiempo que él, parecía muy feliz y supuse que se debía a que por fin estábamos reunidos de nuevo, sin duda había pasado demasiado tiempo sin ver al pelirrojo, esperaba que aquella situación no se volviese a repetirse hasta un futuro bastante lejano.
Mi bebida llegó a los pocos minutos de pedirla y le di las gracias a aquel hombre mientras le daba un sorbo, al ser un zumo de fresa era tan rosa como yo, parecía que hoy moriría entre purpurina, arco iris y cosas rositas. Tras dar otro pequeño sorbo me quedé callada escuchando las palabras del chico, según él tenía una sorpresa para mi y para conseguirla tenía que hacerle caso, bien aquello era una misión imposible, lamentablemente me había quedado sin regalo.
Aún así sabía que no iba a ser capaz de negarme lo que me hubiese comprado, así que empecé a especular sobre aquel misterio ¿Que podía ser? ¿Un arma nueva? ¿Una armadura? ¿Libros antiguos? ¿Galletas? ¿Purpurina? ¿Vestidos? ¿Ropa interior? ¿Un conejo de color rosa? ¿Un perro-sapo? ¿Una varita mágica? ¿Unos zapatos que al andar esparcieran estrellitas? Todas estas locas ideas y miles más se pasearon por mi cabeza en apenas unos segundos y a cada una de esas ideas mis ojos se llenaban de una ilusión desbordante y sentía más y más emoción por la sorpresa de aquel hombre. A lo mejor era un abrillantador para mis alas, lo solía pasar bastante mal cuando se me ensuciaban las plumas, un regalo así de seguro que me era muy útil.
Kimura comenzó a reírse y pensé que era por que había dicho alguna de mis estúpidas ideas en voz alta, pero no, por suerte no había llegado a ese nivel de despiste. Para mi sorpresa y según él dejó caer, se reía de verme con presidente purpurina. Realmente aquello no me molestó, sabía que no lo hacia con mala intención y me sorprendió bastante que se aprendiera el nombre del peluche, aunque, miradolo por otro lado supongo que le gustaba saberse el nombre de la gente con la que dormía y ya habían sido varias las veces que, cuando había pasado la noche en su camarote, había deslizado entre las sabanas a mi rosado amigo de la forma más discreta que podía
-No le llevo a misiones oficial, no quiero que le pase nada. -Seguí bebiendo mi zumo casi vaciando su contenido de un trago. Estaba demasiado impaciente por que me diera aquella sorpresa suya. -Y dime... ¿Que esa sorpresa? ¿Cuando me la vas a dar? Yo quierooo.- Con mi mejor voz de niña y mis pucheros más adorables intente sonsacarle toda la información que podía, después pasé a usar otro tipo de estrategia más "agresiva" levantándome de un salto de mi asiento y tirando al chico de la manga mientras gritaba un "Dímelo, dímelo, dímelo, dímelo" Todo el bar se nos quedo mirando. Pero a mi ya no me importaba, estaba dispuesta a sobornarle con todas las noches locas que quisiera, como si tenía que ser en aquel bar, en ese mismo instante, estaba dispuesta a hacerlo con tal de que me diera mi sorpresa.
Definitivamente aquella noche debido a la emoción de encontrarme de nuevo con mi querido pelirrojo, estaba con una actitud que era demasiado infantil hasta para mi, di gracias por que no estuviera presente ninguno de los Crimson y sobre todo, de que no estuviese Kasan pues me torturaría con aquello de por vida.
Mi bebida llegó a los pocos minutos de pedirla y le di las gracias a aquel hombre mientras le daba un sorbo, al ser un zumo de fresa era tan rosa como yo, parecía que hoy moriría entre purpurina, arco iris y cosas rositas. Tras dar otro pequeño sorbo me quedé callada escuchando las palabras del chico, según él tenía una sorpresa para mi y para conseguirla tenía que hacerle caso, bien aquello era una misión imposible, lamentablemente me había quedado sin regalo.
Aún así sabía que no iba a ser capaz de negarme lo que me hubiese comprado, así que empecé a especular sobre aquel misterio ¿Que podía ser? ¿Un arma nueva? ¿Una armadura? ¿Libros antiguos? ¿Galletas? ¿Purpurina? ¿Vestidos? ¿Ropa interior? ¿Un conejo de color rosa? ¿Un perro-sapo? ¿Una varita mágica? ¿Unos zapatos que al andar esparcieran estrellitas? Todas estas locas ideas y miles más se pasearon por mi cabeza en apenas unos segundos y a cada una de esas ideas mis ojos se llenaban de una ilusión desbordante y sentía más y más emoción por la sorpresa de aquel hombre. A lo mejor era un abrillantador para mis alas, lo solía pasar bastante mal cuando se me ensuciaban las plumas, un regalo así de seguro que me era muy útil.
Kimura comenzó a reírse y pensé que era por que había dicho alguna de mis estúpidas ideas en voz alta, pero no, por suerte no había llegado a ese nivel de despiste. Para mi sorpresa y según él dejó caer, se reía de verme con presidente purpurina. Realmente aquello no me molestó, sabía que no lo hacia con mala intención y me sorprendió bastante que se aprendiera el nombre del peluche, aunque, miradolo por otro lado supongo que le gustaba saberse el nombre de la gente con la que dormía y ya habían sido varias las veces que, cuando había pasado la noche en su camarote, había deslizado entre las sabanas a mi rosado amigo de la forma más discreta que podía
-No le llevo a misiones oficial, no quiero que le pase nada. -Seguí bebiendo mi zumo casi vaciando su contenido de un trago. Estaba demasiado impaciente por que me diera aquella sorpresa suya. -Y dime... ¿Que esa sorpresa? ¿Cuando me la vas a dar? Yo quierooo.- Con mi mejor voz de niña y mis pucheros más adorables intente sonsacarle toda la información que podía, después pasé a usar otro tipo de estrategia más "agresiva" levantándome de un salto de mi asiento y tirando al chico de la manga mientras gritaba un "Dímelo, dímelo, dímelo, dímelo" Todo el bar se nos quedo mirando. Pero a mi ya no me importaba, estaba dispuesta a sobornarle con todas las noches locas que quisiera, como si tenía que ser en aquel bar, en ese mismo instante, estaba dispuesta a hacerlo con tal de que me diera mi sorpresa.
Definitivamente aquella noche debido a la emoción de encontrarme de nuevo con mi querido pelirrojo, estaba con una actitud que era demasiado infantil hasta para mi, di gracias por que no estuviera presente ninguno de los Crimson y sobre todo, de que no estuviese Kasan pues me torturaría con aquello de por vida.
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Aquella chica se la veía realmente feliz, y parece ser que cometí un error al decirle que tenía una sorpresita para ella. Se puso realmente hiperactiva como una niña pequeña, pero esa actitud infantil era tan adorable que no pude evitar sonreir ante esa reacción. Mi rostro cambió cuando vi que toda la posada se nos quedaba mirando mientras ella me pegaba tirones de la manga. La cogí de la mano y de un pequeño tirón la acerqué hasta mí, le di un tierno besito en la frente y le dije.
-Muy bien cariño. Te lo daré ya mismo, pero cierra los ojos.
No me fiaba de que no los fuese abriendo, pero para ello estaba preparado. Metí la mano en mi bolsillo y saqué un par de cosas, unos berries que dejé encima de la mesa para pagar las bebidas y un pañuelo rojo con el que le tapé los ojos, pero ella no se callaba. Salimos de allí, no paraba de tropezarse y tratar de quitarse ese pañuelo. Intenté calmarla. Le di un fuerte beso en sus delicados labios para intentar calmarla.
-Confía en mí, te alegrarán las vistas cuando te lo quites. Pero si lo haces antes perderá la magia.
Le volví a poner la venda y le di otro beso más cariñoso y duradero que el anterior, le repetí que confiase en mí y nos pusimos en camino. La cogía de la mano para guiarla, lo cierto era que el establo estaba bastante próximo, de modo que no me costaría "demasiado" llevarla hasta allí. Una vez en la entrada toqué a la puerta. Salió un hombre a recibirnos y le hice un gesto para que guardara silencio. Ya había hablado anteriormente con él, y sabía que llegaría pronto.
Con una sonrisa al ver a la pequeña Yoshi nos guió hasta la caballeriza, donde había algunos caballos y ese magnífico unicornio joven. Planté a Yoshi delante y la dije que se detuviera, posé mis manos sobre sus hombros y le indiqué al hombre que abriera el pequeño compartimento. Ese majestuoso animal estaba allí, tan hermoso como antes, tenía un pelaje magníficamente cuidado. Sabía que le gustaban, y no pude resistirme a darle la sorpresa de esa forma.
-Muy bien cariño -Posé las manos a los lados de su cabeza, sujetando el pañuelo para que no se lo quitase antes de tiempo-. Esta es mi sorpresa, espero que te guste.
Le retiré el pañuelo, pero aguardé a que fuese un momento en el cual el unicornio estuviese mirando hacia nuestra posición, de esa forma sus ojos se cruzarían, apostaba a que le encantaría, lo único que temía era la reacción, si antes ya había actuado hiperactiva, no sabía cómo podría actuar en ese momento, y en parte me daba algo de pánico solo el pensar que fuera peor que en la taberna, pero por otra parte sería tan sumamente adorable que no seguro no lo cambiaba por nada.
-Todavía no tiene nombre. Es para tí -Le di un beso en la mejilla y aguardé por su reacción, expectante y con miedo.
-Muy bien cariño. Te lo daré ya mismo, pero cierra los ojos.
No me fiaba de que no los fuese abriendo, pero para ello estaba preparado. Metí la mano en mi bolsillo y saqué un par de cosas, unos berries que dejé encima de la mesa para pagar las bebidas y un pañuelo rojo con el que le tapé los ojos, pero ella no se callaba. Salimos de allí, no paraba de tropezarse y tratar de quitarse ese pañuelo. Intenté calmarla. Le di un fuerte beso en sus delicados labios para intentar calmarla.
-Confía en mí, te alegrarán las vistas cuando te lo quites. Pero si lo haces antes perderá la magia.
Le volví a poner la venda y le di otro beso más cariñoso y duradero que el anterior, le repetí que confiase en mí y nos pusimos en camino. La cogía de la mano para guiarla, lo cierto era que el establo estaba bastante próximo, de modo que no me costaría "demasiado" llevarla hasta allí. Una vez en la entrada toqué a la puerta. Salió un hombre a recibirnos y le hice un gesto para que guardara silencio. Ya había hablado anteriormente con él, y sabía que llegaría pronto.
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-Muy bien cariño -Posé las manos a los lados de su cabeza, sujetando el pañuelo para que no se lo quitase antes de tiempo-. Esta es mi sorpresa, espero que te guste.
Le retiré el pañuelo, pero aguardé a que fuese un momento en el cual el unicornio estuviese mirando hacia nuestra posición, de esa forma sus ojos se cruzarían, apostaba a que le encantaría, lo único que temía era la reacción, si antes ya había actuado hiperactiva, no sabía cómo podría actuar en ese momento, y en parte me daba algo de pánico solo el pensar que fuera peor que en la taberna, pero por otra parte sería tan sumamente adorable que no seguro no lo cambiaba por nada.
-Todavía no tiene nombre. Es para tí -Le di un beso en la mejilla y aguardé por su reacción, expectante y con miedo.
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El pelirrojo acalló todas mis incesantes súplicas atrayéndome hacía él y dándome un tierno beso en la frente, eso pareció calmarme un poco y me quede mirándole atentamente pero aún agarrada a él. Me dijo que me enseñaría ya mi sorpresa pero solo si me tapaba los ojos y no miraba nada, sabía que me costaría resistirme pero ahora mismo solo quería ver lo que me había comprado el chico así que asentí con la cabeza enérgicamente. -¡Te lo prometo!- Detrás de mi espalda sin que me viera crucé los dedos para invalidar aquella promesa, era algo típico de cuando era pequeña, me hacía gracia volver a hacerlo después de tanto tiempo, supuse que una parte de mi al lado de Kimura volvía a ser una pequeña niña.
Me envolvió los ojos con una tela roja y oí como dejaba lo que supuse que serían unos berries encima de la barra. Entonces comenzó a sacarme del bar, yo seguía con los ojos cerrados pero no podía parar de hacer al chico un montón de preguntas. -¿Donde vamos? ¿Por qué no me lo puedes dar dentro? ¿No lo tienes encima? ¿No lo puede ver nadie más? ¿Acaso es algo per....- No llegué a terminar mi última e inocente pregunta pues el chico me calló de la forma más dulce posible, sus labios sabían tan bien.
Con aquel beso y sus palabras me calmé un poco más, intentando seguirlo en silencio agarrada de su mano y procurando no tropezar demasiado.Me agarraba a su mano, cada vez que daba un paso y sentía que nos acercábamos más al lugar a donde nos dirigíamos le agarraba con un poco más de fuerza, como esperándome para cualquier cosa.
Nos detuvimos y Kimura golpeó lo que supuse que era una puerta de madera. Yo no pude evitar aprovechar a activar mi Haki de observación, en cuanto entramos detecté un montón de presencias a mi alrededor pero sin embargo no oía el propio ruido que se podía esperar de un bar o un sitio con mucha gente ¿Donde estábamos y que se suponía que iba a encontrar de agrado en aquel lugar? Seguí avanzando hacía el interior guiado por el marine hasta que por fin nos detuvimos, él apoyo sus manos en mis hombros y tras un rato de espera que se me hizo eterno en el que todo se mantuvo en silencio volví a oír la voz del pelirrojo que me decía que aquella era mi sorpresa y me retiraba la venda que tenía en los ojos.
Enfrente de mi tenía a la criatura más hermosa que había visto nunca. Era... era.... ¡Un unicornio! ¡Un unicornio de verdad! Estrujé a mi pequeño presidente purpurina que aún seguía apresado por mis manos y me tuve que contener mucho para no pegar un chillido que pudiese espantar a aquella preciosa criatura y a todo el mundo que se encontrara a unos 10 kilómetros de mi. Me quedé un rato parada sin saber que decir mientras oí la voz susurrante de mi querido chico que me decía que no tenia nombre y que era para mi.
Cuando recuperé el control sobre mi cuerpo me giré en redondo y lo primero que hice fue plantare un apasionado beso al chico, se lo merecía. Y si, fue con lengua.
-Gracias, gracias, gracias, Oh dios mío- Daba pequeños saltitos en el sitio mientras estrujaba a mi peluche con cada vez más y más fuerza.
Después me acerqué al animal que se encontraba en los establos con sumo cuidado y le tendí la mano hacía él, tras unos segundos en olerme y reconocerme pareció que se acostumbraba a mi presencia y me permitía acariciarlo. -¡Gracias! Eres un animalito muy bueno.- Parecía que estaba hablandole a un bebé o algo parecido, pero no podía dejar de ponerle caras, acariciarle y decirle lo bonito y precioso que era, estaba como en un sueño.
Me envolvió los ojos con una tela roja y oí como dejaba lo que supuse que serían unos berries encima de la barra. Entonces comenzó a sacarme del bar, yo seguía con los ojos cerrados pero no podía parar de hacer al chico un montón de preguntas. -¿Donde vamos? ¿Por qué no me lo puedes dar dentro? ¿No lo tienes encima? ¿No lo puede ver nadie más? ¿Acaso es algo per....- No llegué a terminar mi última e inocente pregunta pues el chico me calló de la forma más dulce posible, sus labios sabían tan bien.
Con aquel beso y sus palabras me calmé un poco más, intentando seguirlo en silencio agarrada de su mano y procurando no tropezar demasiado.Me agarraba a su mano, cada vez que daba un paso y sentía que nos acercábamos más al lugar a donde nos dirigíamos le agarraba con un poco más de fuerza, como esperándome para cualquier cosa.
Nos detuvimos y Kimura golpeó lo que supuse que era una puerta de madera. Yo no pude evitar aprovechar a activar mi Haki de observación, en cuanto entramos detecté un montón de presencias a mi alrededor pero sin embargo no oía el propio ruido que se podía esperar de un bar o un sitio con mucha gente ¿Donde estábamos y que se suponía que iba a encontrar de agrado en aquel lugar? Seguí avanzando hacía el interior guiado por el marine hasta que por fin nos detuvimos, él apoyo sus manos en mis hombros y tras un rato de espera que se me hizo eterno en el que todo se mantuvo en silencio volví a oír la voz del pelirrojo que me decía que aquella era mi sorpresa y me retiraba la venda que tenía en los ojos.
Enfrente de mi tenía a la criatura más hermosa que había visto nunca. Era... era.... ¡Un unicornio! ¡Un unicornio de verdad! Estrujé a mi pequeño presidente purpurina que aún seguía apresado por mis manos y me tuve que contener mucho para no pegar un chillido que pudiese espantar a aquella preciosa criatura y a todo el mundo que se encontrara a unos 10 kilómetros de mi. Me quedé un rato parada sin saber que decir mientras oí la voz susurrante de mi querido chico que me decía que no tenia nombre y que era para mi.
Cuando recuperé el control sobre mi cuerpo me giré en redondo y lo primero que hice fue plantare un apasionado beso al chico, se lo merecía. Y si, fue con lengua.
-Gracias, gracias, gracias, Oh dios mío- Daba pequeños saltitos en el sitio mientras estrujaba a mi peluche con cada vez más y más fuerza.
Después me acerqué al animal que se encontraba en los establos con sumo cuidado y le tendí la mano hacía él, tras unos segundos en olerme y reconocerme pareció que se acostumbraba a mi presencia y me permitía acariciarlo. -¡Gracias! Eres un animalito muy bueno.- Parecía que estaba hablandole a un bebé o algo parecido, pero no podía dejar de ponerle caras, acariciarle y decirle lo bonito y precioso que era, estaba como en un sueño.
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La reacción de la pequeña en un principio me dejó algo preocupado, toda esa efusividad se convirtió en un parón espectacular. Se quedó completamente parada y quieta, mirando fijamente a la preciosa criatura que había delante de ella. Por unos instantes me preocupé, no era normal en ella quedarse tan quieta, tal vez no fuera algo que le gustara, tal vez no había acertado con la sorpresa.
Mis dudas se despejaron al cabo de unos instantes, cuando se giró y me dió el beso más apasionado que jamás había recibido, yo le respondí con el mismo gesto mientras acariciaba la parte posterior de su cabeza y su mejilla. Todo lo que había sido tranquilidad ahora era una efusividad caótica, saltaba y se mostraba agradecida. Parecía que iba a destrozar a su pequeño peluche. Bueno, mientras no hiciera lo mismo con el pobre animal de verdad no creo que pasara nada.
Se acercó al unicornio y comenzaron a entrar en contacto. La imagen era tan tierna que no pude evitar quedarme con cara de pasmado observándolo. Aquella criatura era bellísima, muy elegante y preciosa, y después estaba la pequeña Yoshi, mi querido amor y la persona por quien daría la vida. Estaba sonriendo, tan contenta que no sabía si la había visto así alguna vez anteriormente. Era una combinación tan adorable que haría que el propio arcoiris se quedase corto para esta escena.
Cuando me quise percatar, el hombre de los establos se me había quedado mirándome y riendose de mi cara. Al parecer se me había quedado un rostro bastante cómico. Me reí con un poco de vergüenza al darme cuenta de la situación y le hice un gesto para que nos ignorase. Había perdido la noción del tiempo, no sabía ni cuanto había pasado desde que me había quedado embobado observando a mi querida enana con esa maravillosa sonrisa y disfrutando la presencia de su nuevo amigo.
Me aproximé a ella, el unicornio ya se había acostumbrado a mi presencia por todo el viaje, de modo que no se mostró asustadizo al ver que me acercaba. Le acaricié las crines y posé mi mano izquierda sobre el rostro de Yoshi, acariciando su mejilla suavemente con mi dedo pulgar y mirándola directamente a los ojos. Con una sonrisa le dediqué unas palabras.
-Veo que te gusta cariño. Eso me hace realmente feliz. ¿Quieres salir a dar una vuelta y enseñarle a tu nuevo amigo la isla?
Mis dudas se despejaron al cabo de unos instantes, cuando se giró y me dió el beso más apasionado que jamás había recibido, yo le respondí con el mismo gesto mientras acariciaba la parte posterior de su cabeza y su mejilla. Todo lo que había sido tranquilidad ahora era una efusividad caótica, saltaba y se mostraba agradecida. Parecía que iba a destrozar a su pequeño peluche. Bueno, mientras no hiciera lo mismo con el pobre animal de verdad no creo que pasara nada.
Se acercó al unicornio y comenzaron a entrar en contacto. La imagen era tan tierna que no pude evitar quedarme con cara de pasmado observándolo. Aquella criatura era bellísima, muy elegante y preciosa, y después estaba la pequeña Yoshi, mi querido amor y la persona por quien daría la vida. Estaba sonriendo, tan contenta que no sabía si la había visto así alguna vez anteriormente. Era una combinación tan adorable que haría que el propio arcoiris se quedase corto para esta escena.
Cuando me quise percatar, el hombre de los establos se me había quedado mirándome y riendose de mi cara. Al parecer se me había quedado un rostro bastante cómico. Me reí con un poco de vergüenza al darme cuenta de la situación y le hice un gesto para que nos ignorase. Había perdido la noción del tiempo, no sabía ni cuanto había pasado desde que me había quedado embobado observando a mi querida enana con esa maravillosa sonrisa y disfrutando la presencia de su nuevo amigo.
Me aproximé a ella, el unicornio ya se había acostumbrado a mi presencia por todo el viaje, de modo que no se mostró asustadizo al ver que me acercaba. Le acaricié las crines y posé mi mano izquierda sobre el rostro de Yoshi, acariciando su mejilla suavemente con mi dedo pulgar y mirándola directamente a los ojos. Con una sonrisa le dediqué unas palabras.
-Veo que te gusta cariño. Eso me hace realmente feliz. ¿Quieres salir a dar una vuelta y enseñarle a tu nuevo amigo la isla?
Yoshi
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Estaba extasiada acariciando a mi nuevo amigo sin poder creerme que aquello estuviera pasando de verdad, ¿Era un unicornio de verdad enfrente de mis ojos! Obviamente sabía de su existencia por muchos escritos a los que había tenido acceso pero, ahora según Kimura había dicho aquel pequeñajo iba a ser mi nuevo compañero y la verdad es que parecía que habíamos congeniado bastante bien, mientras yo le acariciaba las crines el me chupaba el brazo con es pequeña y suave lenguecita que tenia, lo que provocaba en mi muchas cosquillas y aún más felicidad que desencadenaban en lo que se podría considerar perfectamente una especie de risita nerviosa muy propia de la situación de éxtasis en la que me encontraba.
Mi querido pelirrojo se acercó hasta donde yo me encontraba pero no reparé en su presencia hasta que hubo posado una mano en mi rostro y vi aparecer otro mano, mucho más grande que la mía, acariciando las crines del animal. Giré la cabeza hacía él y le sonreí dulcemente, él también me sonreía. Me propuso ir a dar una vuelta y enseñarle los alrededores al pequeño animalito, yo asentí efusivamente y antes de que cualquiera pudiese retenerme había despejado la salida del reciento donde se encontraba el unicornio y le llamaba desde fuera esperanzada de que me hiciera caso, pero el animal no se movió. Alguien me ofreció una especie de correa de perro pero para caballos, miré y reparé en que era el hombre de las cabrerizas quien me miraba dulcemente. -Toma chiquilla, con esto podrás llevarle donde quieras, un regalo de la casa.-
Negué con la cabeza ante ese inesperado presente y me volví a dirigir donde estaba el unicornio mientras rechazaba cortesmente lo que me ofrecía aquel hombre. -No gracias, no voy a obligarlo a hacer nada, si nos vamos a dar una vuelta será por qué el también quiere.- Y acto seguido me dediqué a acariciar al animalito y a intentar convencerlo con dulces palabras que seguro que un paseo nocturno le sentaba bien. Solo vi de reojo la cara del hombre de los establos pero seguramente se pensaba que estaba loca, mejor así.
Por fin después de como una media hora de darle palmaditas suaves en la espalda, acariciarle las crines e intentarlo convencer de cuarenta maneras distintas que fuésemos a dar un paseo la criatura comenzó a moverse hacia fuera de su recinto y yo le seguía a su lado y le indicaba con mi mano para que fuese hacía la puerta dándole pequeños empujoncitos cariñosos para seguir la ruta deseaba. -¡Vamos Kim, te vas a quedar atrás!- Le grité al chico ya fuera de los establos.
Al principio fue un poco difícil aquel paseo con mi nuevo amigo, toda la gente que nos encontrábamos por la ciudad se nos quedaba mirando atónitos, como si fuese tan raro encontrarse a un unicornio, un marine y una especie de niña marine con un unicornio de peluche y otro de verdad caminando por la calle. Cada vez que alguien se aproximada demasiado el animal se revolvía un poco y yo el acariciaba las crines para tranquilizarlo y le daba un pequeño empujón para que no se desviara del camino. Las cosas mejoraron bastante cuando nos alejamos de la ciudad desembocando en un sitio más tranquilo, una especie de pequeño bosquecillo perfecto para pasear tranquilos con aquella extraordinaria criatura sin que nadie nos molestara.
Mi querido pelirrojo se acercó hasta donde yo me encontraba pero no reparé en su presencia hasta que hubo posado una mano en mi rostro y vi aparecer otro mano, mucho más grande que la mía, acariciando las crines del animal. Giré la cabeza hacía él y le sonreí dulcemente, él también me sonreía. Me propuso ir a dar una vuelta y enseñarle los alrededores al pequeño animalito, yo asentí efusivamente y antes de que cualquiera pudiese retenerme había despejado la salida del reciento donde se encontraba el unicornio y le llamaba desde fuera esperanzada de que me hiciera caso, pero el animal no se movió. Alguien me ofreció una especie de correa de perro pero para caballos, miré y reparé en que era el hombre de las cabrerizas quien me miraba dulcemente. -Toma chiquilla, con esto podrás llevarle donde quieras, un regalo de la casa.-
Negué con la cabeza ante ese inesperado presente y me volví a dirigir donde estaba el unicornio mientras rechazaba cortesmente lo que me ofrecía aquel hombre. -No gracias, no voy a obligarlo a hacer nada, si nos vamos a dar una vuelta será por qué el también quiere.- Y acto seguido me dediqué a acariciar al animalito y a intentar convencerlo con dulces palabras que seguro que un paseo nocturno le sentaba bien. Solo vi de reojo la cara del hombre de los establos pero seguramente se pensaba que estaba loca, mejor así.
Por fin después de como una media hora de darle palmaditas suaves en la espalda, acariciarle las crines e intentarlo convencer de cuarenta maneras distintas que fuésemos a dar un paseo la criatura comenzó a moverse hacia fuera de su recinto y yo le seguía a su lado y le indicaba con mi mano para que fuese hacía la puerta dándole pequeños empujoncitos cariñosos para seguir la ruta deseaba. -¡Vamos Kim, te vas a quedar atrás!- Le grité al chico ya fuera de los establos.
Al principio fue un poco difícil aquel paseo con mi nuevo amigo, toda la gente que nos encontrábamos por la ciudad se nos quedaba mirando atónitos, como si fuese tan raro encontrarse a un unicornio, un marine y una especie de niña marine con un unicornio de peluche y otro de verdad caminando por la calle. Cada vez que alguien se aproximada demasiado el animal se revolvía un poco y yo el acariciaba las crines para tranquilizarlo y le daba un pequeño empujón para que no se desviara del camino. Las cosas mejoraron bastante cuando nos alejamos de la ciudad desembocando en un sitio más tranquilo, una especie de pequeño bosquecillo perfecto para pasear tranquilos con aquella extraordinaria criatura sin que nadie nos molestara.
Nocturne93
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La situación era tan graciosa como adorable. La pequeña se esforzaba por hacer que el pequeño animal le siguiera. Digo pequeño por que todavía es una cría, es un unicornio joven. Finalmente, tras tanto insistir, al final el animal ganó confianza con la pequeña Yoshi y comenzó a caminar. Yo me quedé hablando con el hombre un momento, pues se me acercó para decirme que si no teníamos cuidado el animal se escaparía, y me tendió las típicas riendas que les ponen a los caballos para llevarlos.
-No se preocupe, está controlado, hasta aquí lo traje sin riendas ni correas ni nada. Tan solo hay que saber lo que le gusta, y si se asusta, ella sabrá calmarlo con total seguridad. No tema buen hombre, se lo agradezco.
-¡Vamos Kim, te vas a quedar atrás!
-Muchas gracias por todo.
Salí de allí y me reuní con ella. ¿Cómo podía ser tan adorable esa imagen? Se la veía llena de felicidad, y no había nada que me hiciese más feliz a mí que verla a ella así. Todo el mundo nos miraba, los más jóvenes se quedaban mirando y señalando hacia el animal, yo no podía hacer más que reir por aquella escena. Reía de felicidad y satisfacción, me alegró mucho que le gustase tanto, y lo cierto es que me costó conseguir encontrar aquella criatura, pero desde que vi una en "El Ojo" supe que debía encontrarla como fuera.
Nos alejamos de la ciudad, yendo a parer a un pequeño bosque donde todo ya era más tranquilo. En el bolsillo tenía unas pequeñas gominolas que le encantaban al pequeño unicornio, puse una en la palma de mi mano y se lo tendí. Se lo comió en cuanto lo vio, mientras le acariciaba las crines. Le tendí el resto de esos dulces que tenía a Yoshi para que probara ella y comencé a hablarle.
-Bueno cariño. ¿Has pensado ya un nombre?
Le di un besito en la frente mientras la envolvía con mis brazos. Me quedé mirándola. ¿Se podía ser más feliz? Aquello era lo mejor, estábamos solos dandole el primer paseo al pequeño unicornio. Esa criatura parecía alegrar mucho a mi querida pequeñaja, y eso me hacía sentir cumplido, era todo cuando deseaba para ella. Felicidad.
-No se preocupe, está controlado, hasta aquí lo traje sin riendas ni correas ni nada. Tan solo hay que saber lo que le gusta, y si se asusta, ella sabrá calmarlo con total seguridad. No tema buen hombre, se lo agradezco.
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Salí de allí y me reuní con ella. ¿Cómo podía ser tan adorable esa imagen? Se la veía llena de felicidad, y no había nada que me hiciese más feliz a mí que verla a ella así. Todo el mundo nos miraba, los más jóvenes se quedaban mirando y señalando hacia el animal, yo no podía hacer más que reir por aquella escena. Reía de felicidad y satisfacción, me alegró mucho que le gustase tanto, y lo cierto es que me costó conseguir encontrar aquella criatura, pero desde que vi una en "El Ojo" supe que debía encontrarla como fuera.
Nos alejamos de la ciudad, yendo a parer a un pequeño bosque donde todo ya era más tranquilo. En el bolsillo tenía unas pequeñas gominolas que le encantaban al pequeño unicornio, puse una en la palma de mi mano y se lo tendí. Se lo comió en cuanto lo vio, mientras le acariciaba las crines. Le tendí el resto de esos dulces que tenía a Yoshi para que probara ella y comencé a hablarle.
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