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- Debo admitir que estoy hecho mierda.
La puerta del cuartel del Sur fue abierta de repente. El causante de ello no fue otro que el mismísimo Taiga. El agente del gobierno tenía un aspecto un poco penoso, pero en su rostro podía verse una sonrisa que mostraba calma. No llevaba la camiseta, dejando ver de esa forma un cuerpo fornido y trabajado. En mitad del torso tenía una enorme cicatriz en forma de corte que pasaba por el pectoral derecho hasta la zona abdominal. Sus cabellos rubios estaban hacia atrás como de costumbre y vestía únicamente con un pantalón negro, unas botas y una hombrera blanca que llevaba en el hombro izquierdo. En su mano derecha portaba un taco de villar azul y en la otra una especie de manzana, la cual mordió con calma.
Un par de reclutas se quedaron mirándole impresionados. Le había reconocido como el lobo del gobierno y lo primero que hicieron fue hacerle un saludo militar. Corrieron hacia él lo más rápido posible y entonces empezaron a preguntarle si se encontraba bien y qué le había pasado. El luchador se quedó mirándolos con su habitual expresión amable de siempre y después de unos instantes se rascó la cabeza.
- No se preocupen de nada, vengo de la guerra de Síderos. Este sitio me pillaba cerca y me preguntaba si podrían ofrecerme una sala médica para descansar.
- El sargento Keith es uno de los encargados aquí, pues parece que el Vice-Almirante supervisor salió por un imprevisto. Está claro que puede usarla, pero si desea hablar con él, creo que se haya en algún lugar de por aquí.
Taiga entonces mostró una expresión que inspiraba confusión. Ese nombre le sonaba de algo. Entonces recordó que se trataba del chico que conoció en aquella misión del barco pirata. Joder, cada vez que lo iba a ver… ¿Iba a estar herido? Soltó una pequeña carcajada por ese motivo y entonces asintió con la cabeza. Empezó a olisquear el ambiente para ver si lo detectaba o al menos localizarlo con su haki de observación. Mientras tanto fue caminando hacia la zona de la enfermería con una sonrisa en el rostro.
- ¡Keith-kun! ¿Estás por ahí? – Dijo en voz alta mientras avanzaba con una sonrisa en su rostro. Con algo de suerte tendría alguien con quien hablar y todo. Todo era cuestión de que el chico apareciera.
La puerta del cuartel del Sur fue abierta de repente. El causante de ello no fue otro que el mismísimo Taiga. El agente del gobierno tenía un aspecto un poco penoso, pero en su rostro podía verse una sonrisa que mostraba calma. No llevaba la camiseta, dejando ver de esa forma un cuerpo fornido y trabajado. En mitad del torso tenía una enorme cicatriz en forma de corte que pasaba por el pectoral derecho hasta la zona abdominal. Sus cabellos rubios estaban hacia atrás como de costumbre y vestía únicamente con un pantalón negro, unas botas y una hombrera blanca que llevaba en el hombro izquierdo. En su mano derecha portaba un taco de villar azul y en la otra una especie de manzana, la cual mordió con calma.
Un par de reclutas se quedaron mirándole impresionados. Le había reconocido como el lobo del gobierno y lo primero que hicieron fue hacerle un saludo militar. Corrieron hacia él lo más rápido posible y entonces empezaron a preguntarle si se encontraba bien y qué le había pasado. El luchador se quedó mirándolos con su habitual expresión amable de siempre y después de unos instantes se rascó la cabeza.
- No se preocupen de nada, vengo de la guerra de Síderos. Este sitio me pillaba cerca y me preguntaba si podrían ofrecerme una sala médica para descansar.
- El sargento Keith es uno de los encargados aquí, pues parece que el Vice-Almirante supervisor salió por un imprevisto. Está claro que puede usarla, pero si desea hablar con él, creo que se haya en algún lugar de por aquí.
Taiga entonces mostró una expresión que inspiraba confusión. Ese nombre le sonaba de algo. Entonces recordó que se trataba del chico que conoció en aquella misión del barco pirata. Joder, cada vez que lo iba a ver… ¿Iba a estar herido? Soltó una pequeña carcajada por ese motivo y entonces asintió con la cabeza. Empezó a olisquear el ambiente para ver si lo detectaba o al menos localizarlo con su haki de observación. Mientras tanto fue caminando hacia la zona de la enfermería con una sonrisa en el rostro.
- ¡Keith-kun! ¿Estás por ahí? – Dijo en voz alta mientras avanzaba con una sonrisa en su rostro. Con algo de suerte tendría alguien con quien hablar y todo. Todo era cuestión de que el chico apareciera.
Keith S. Branwen
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La ceja del dragón temblaba, y al parecer no había forma alguna para que pudiera calmarlo. Todo empezó luego de volver de Jaya. Al llegar supo que había quedado a cargo del cuartel por el momento mientras el vicealmirante a cargo estaba fuera. Por lo que pudo entender, ocurrió una guerra en este mar y él fue llamado junto a la mayoría de los altos mandos para tratar el tema. Fuera de eso, no tenía idea de lo que había sucedido en esa isla llamada Sideros. El vicelamirante se fue y no dejó dato alguno de lo que pasó. No, simplemente dio la orden para que el mantuviera el orden por aquí mientras el se encontraba fuera. Aquello le parecía perfecto, puesto que podría descansar y no tendría que moverse de allí por algún tiempo... Hasta que recordó cierto detalle que había olvidado por completo. Simplemente porque no estaba en su lista de prioridades y, francamente, pensó que se trataba de una broma. Para su desgracia, lo que dijo fue real, y ahora se encontraba peleando mano a mano contra su peor enemigo. Ni siquiera esa maldita serpiente llegaba a los pies de estas... abominaciones.
Keith fulminó con la mirada todo el papeleo que tenía en su escritorio. Si las miradas mataran o quemaran, probablemente esa montaña de papeles ya no existiría. Hikaru olvidó un simple detalle... La jodida pila era enorme. No solo tenía que hacer el de ella, sino que además tenía que hacer el suyo propio que tenía pendiente. No era broma cuando decía que la montaña estaba a punto de llegar al techo, y aún no terminaba con todo. Llevaba días sin dormir para poder terminar con todo y seguir con lo suyo, pero... No, seguía sin poder ver la luz. El joven estaba más pálido de lo normal, y se podían notar unas tremendas ojeras en sus ojos. El dragón suspiró y estuvo a punto de estrellar su cabeza en el escritorio, pero una un toqueteo en su puerta le detuvo.
– Pase – dijo con simpleza el sargento, intentando recuperar su compostura.
Alzó una ceja al ver que se trataba de un recluta. El joven le preguntó al marine lo que quería y este dijo algo que hizo que su otra ceja se alzara. Un tal Taiga le estaba buscando, de hecho... Ese nombre se le hacía familiar. Al cabo de unos segundos, pudo recordar quien era esa persona. Era un agente que tuvo que socorrer hace unas semanas atrás debido a sus numerosas heridas. Tuvieron una agradable charla en ese entonces, pero... dudaba que pudiera hacer eso ahora en su condición actual.
– Díganle donde está mi oficina y que puede pasar –
Una vez que la puerta de cerró, el joven soltó un quejido y estrelló su cabeza en el escritorio. No tenía ganas de nada, tan solo de irse a dormir... y quemar el papeleo en el proceso, pero no podía. Un agente de alto rango quería hablar con él, y para su mala fortuna debía dar el ejemplo como el encargado que era. A veces ser uno de los más maduros marine, le pasaba la cuenta un poco cuando le relegaban tareas como estas. Si no fuera porque él era una buena persona, probablemente hubiera ignorado la orden de Hikaru... Eso y porque no se fiaba de lo que podría hacer ella con todo esto.
Keith fulminó con la mirada todo el papeleo que tenía en su escritorio. Si las miradas mataran o quemaran, probablemente esa montaña de papeles ya no existiría. Hikaru olvidó un simple detalle... La jodida pila era enorme. No solo tenía que hacer el de ella, sino que además tenía que hacer el suyo propio que tenía pendiente. No era broma cuando decía que la montaña estaba a punto de llegar al techo, y aún no terminaba con todo. Llevaba días sin dormir para poder terminar con todo y seguir con lo suyo, pero... No, seguía sin poder ver la luz. El joven estaba más pálido de lo normal, y se podían notar unas tremendas ojeras en sus ojos. El dragón suspiró y estuvo a punto de estrellar su cabeza en el escritorio, pero una un toqueteo en su puerta le detuvo.
– Pase – dijo con simpleza el sargento, intentando recuperar su compostura.
Alzó una ceja al ver que se trataba de un recluta. El joven le preguntó al marine lo que quería y este dijo algo que hizo que su otra ceja se alzara. Un tal Taiga le estaba buscando, de hecho... Ese nombre se le hacía familiar. Al cabo de unos segundos, pudo recordar quien era esa persona. Era un agente que tuvo que socorrer hace unas semanas atrás debido a sus numerosas heridas. Tuvieron una agradable charla en ese entonces, pero... dudaba que pudiera hacer eso ahora en su condición actual.
– Díganle donde está mi oficina y que puede pasar –
Una vez que la puerta de cerró, el joven soltó un quejido y estrelló su cabeza en el escritorio. No tenía ganas de nada, tan solo de irse a dormir... y quemar el papeleo en el proceso, pero no podía. Un agente de alto rango quería hablar con él, y para su mala fortuna debía dar el ejemplo como el encargado que era. A veces ser uno de los más maduros marine, le pasaba la cuenta un poco cuando le relegaban tareas como estas. Si no fuera porque él era una buena persona, probablemente hubiera ignorado la orden de Hikaru... Eso y porque no se fiaba de lo que podría hacer ella con todo esto.
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Taiga llevaba un par de minutos en la enfermería vendándose algunas heridas y aplicándose aerosoles sanadores en el torso. En su rostro podía verse una sonrisa calmada que mostraba tranquilidad ante todo. Era una persona que se tomaba todo demasiado bien. Pese a haber venido de una guerra, su expresión era positiva. Soltó un pequeño suspiro y a continuación se miró en el espejo de aquella sala. Su mirada se encontró consigo mismo y debía admitir que su estado no era nada malo. Tal vez se lamentó un poco por las victimas que hubo en la batalla, pero la culpa no había sido suya, más bien de cinco idiotas. Negó un poco con la cabeza y después de unos momentos se colocó en pie. Estaba a punto de salir de la habitación cuando un soldado entró informándole sobre las órdenes de Keith.
- Oh. Me temo que iré entonces a hacerle una pequeña visita.
Mencionó en un tono calmado al recluta, el cual asintió tranquilamente. El agente del gobierno empezó a caminar tranquilamente por el cuartel observando todo a su alrededor. Se notaba que allí todo estaba bien. No había nada de qué preocuparse, le alegraba aquella situación. Se rascó un poco la ceja y finalmente llegó a la puerta donde debía estar el chico. La abrió con toda la calma del mundo y lo primero que vio fue aquella torre de papeles. Al verlo a él con la cabeza en el escritorio no pudo evitar mostrar una sonrisa. Él a veces también quería estar en aquel tipo de situaciones en lugar de realizando misiones un poco “cabronas”. Caminó hasta el escritorio y tomó asiento frente a él. No dijo nada y simplemente pegó su frente también en el escritorio de forma que sus cabellos chocasen con los del marine mientras ambos miraban la madera. Una escena de enfermos.
- Te noto un poco agobiado. Quería hablar con alguien después de la guerra, espero no molestarte mucho. Puedo ayudarte con este follón.
Dijo con buenas intenciones mientras sonreía de forma amistosa. Dejando de lado a Kasai que solía estar siempre ocupado y a Xemnas ¿Qué más amigos tenía? No podía contar a Ushio después de lo pasado con Hinori. Su mejor amigo… Había muerto y él lo lamentó durante semanas enteras. Ushio para él era como su hermano, hasta que se enteró de ciertas cosas. El moreno había cambiado totalmente por culpa de unirse a la tripulación de un yonkou. Eso provocó que el rubio sintiese dolor en su interior. Esperaba que Keith no se corrompiese también.
- Oh. Me temo que iré entonces a hacerle una pequeña visita.
Mencionó en un tono calmado al recluta, el cual asintió tranquilamente. El agente del gobierno empezó a caminar tranquilamente por el cuartel observando todo a su alrededor. Se notaba que allí todo estaba bien. No había nada de qué preocuparse, le alegraba aquella situación. Se rascó un poco la ceja y finalmente llegó a la puerta donde debía estar el chico. La abrió con toda la calma del mundo y lo primero que vio fue aquella torre de papeles. Al verlo a él con la cabeza en el escritorio no pudo evitar mostrar una sonrisa. Él a veces también quería estar en aquel tipo de situaciones en lugar de realizando misiones un poco “cabronas”. Caminó hasta el escritorio y tomó asiento frente a él. No dijo nada y simplemente pegó su frente también en el escritorio de forma que sus cabellos chocasen con los del marine mientras ambos miraban la madera. Una escena de enfermos.
- Te noto un poco agobiado. Quería hablar con alguien después de la guerra, espero no molestarte mucho. Puedo ayudarte con este follón.
Dijo con buenas intenciones mientras sonreía de forma amistosa. Dejando de lado a Kasai que solía estar siempre ocupado y a Xemnas ¿Qué más amigos tenía? No podía contar a Ushio después de lo pasado con Hinori. Su mejor amigo… Había muerto y él lo lamentó durante semanas enteras. Ushio para él era como su hermano, hasta que se enteró de ciertas cosas. El moreno había cambiado totalmente por culpa de unirse a la tripulación de un yonkou. Eso provocó que el rubio sintiese dolor en su interior. Esperaba que Keith no se corrompiese también.
Keith S. Branwen
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Keith sintió como alguien entraba y apoyaba su cabeza en su escritorio. El joven dragón levantó su cuello lentamente para ver de quien se trataba. Por alguno segundos, no reconoció al hombre rubio que tenía en frente. Pero luego de recordar al recluta de antes, pudo descifrar su identidad. Miró curiosamente a Taiga mientras escuchaba lo que decía. Se veía... más cansado de lo normal. Mucho más que cuando lo conoció en ese barco cerca de la Isla del Puño. No solo en lo físico, además podía captar levemente, casi de forma imperceptible, un cambio en su estado anímico. Cualquier otra persona no podría notarlo, pero él, quien se especializa en la medicina mental, pudo notarlo. No tenía el nivel adecuado para saber a simple vista lo que le sucedía, solo que tenía un leve cambio en su personalidad... Eso o simplemente su estado de insomnio le estaba pasando más de la cuenta, y estaba pensando las cosas desde una perspectiva distinta.
– Haz si gustas, pero te advierto que no será bonito. Estas cosas tienden a multiplicarse por razones desconocidas, si le quitas el ojo de encima – bromeó un poco para aligerar el ambiente.
El dragón entonces suspiró y siguió estampando su firma en los papeles. Ya estaba leyendo todo por inercia, ni siquiera tenía tiempo para quejarse. Si el rubio tenía problemas, el sargento igual tenía los suyos. No encontró ninguna información en su visita a Jaya, y pese que esa contienda con Hinori le ayudó a despejarse un poco, igual seguía frustrado. No tenía ninguna pista de su hermana desaparecida, y lo peor es que podría acelerar las cosas si usaba los recursos del gobierno para localizarla. No lo hacía simplemente porque no quería alertar a su querido padre. Quién sabía que podría hacer si se enteraba de todos sus movimientos en su contra. El joven se rascó la cabeza un poco y posó su mirada en la cara del rubio.
– Perdón si me paso con esta sugerencia, pero veo que tienes un leve problema. Soy psicólogo, y si quieres hablarlo... Entonces te escucharé – le dijo a Taiga.
Lo cierto era que hizo eso por dos razones. Una, porque quería despejarse un poco y tal vez eso le ayudaría desviar su atención del papeleo. Dos, por la sencilla razón que el rubio le parecía un buen tipo y le incomodaba un poco verlo así. Las personas buenas eran las que más sufrían, y odiaba ver como se desmoronaban frente a sus ojos. Siempre pondría la vida de sus compañeros antes que las de desconocidos, pero eso no quería decir que no ayudaría a ajenos si podía hacerlo.
– Haz si gustas, pero te advierto que no será bonito. Estas cosas tienden a multiplicarse por razones desconocidas, si le quitas el ojo de encima – bromeó un poco para aligerar el ambiente.
El dragón entonces suspiró y siguió estampando su firma en los papeles. Ya estaba leyendo todo por inercia, ni siquiera tenía tiempo para quejarse. Si el rubio tenía problemas, el sargento igual tenía los suyos. No encontró ninguna información en su visita a Jaya, y pese que esa contienda con Hinori le ayudó a despejarse un poco, igual seguía frustrado. No tenía ninguna pista de su hermana desaparecida, y lo peor es que podría acelerar las cosas si usaba los recursos del gobierno para localizarla. No lo hacía simplemente porque no quería alertar a su querido padre. Quién sabía que podría hacer si se enteraba de todos sus movimientos en su contra. El joven se rascó la cabeza un poco y posó su mirada en la cara del rubio.
– Perdón si me paso con esta sugerencia, pero veo que tienes un leve problema. Soy psicólogo, y si quieres hablarlo... Entonces te escucharé – le dijo a Taiga.
Lo cierto era que hizo eso por dos razones. Una, porque quería despejarse un poco y tal vez eso le ayudaría desviar su atención del papeleo. Dos, por la sencilla razón que el rubio le parecía un buen tipo y le incomodaba un poco verlo así. Las personas buenas eran las que más sufrían, y odiaba ver como se desmoronaban frente a sus ojos. Siempre pondría la vida de sus compañeros antes que las de desconocidos, pero eso no quería decir que no ayudaría a ajenos si podía hacerlo.
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Taiga no se esperaba que el chico le dejase hacer parte de todo aquel papeleo. Estamparía la firma del sargento en casi todo sin leer, podía ser divertido que aceptase cosas raras. En ese momento se quedó mirándole con una expresión calmada. Cuando escuchó sus palabras no pudo evitar reír un poco, pues era cierto que aquellas cosas solían multiplicarse según tenía entendido. Entonces ladeó la cabeza. Cuando dijo lo de un leve problema no pudo evitar quedar confuso. Entonces pensó en lo de Ushio. Era cierto que era un problema, pero ese era su problema. No podía contar a nadie eso y menos a un marine. Lo sucedido con Hinori también era cosa suya por el momento. Soltó un pequeño suspiro y fue entonces cuando se llevó la mano a la frente.
- El único problema es que estoy algo cansado de más. No es nada más. Sin embargo te agradezco tus palabras. Es justo que nos ayudemos mutuamente.
Terminó de sonreír al mismo tiempo que asentía con la cabeza. Lo lamentaba, pero sus secretos iban a quedarse con él muchísimos años. Lo siguiente que hizo fue coger uno de aquellos papeles y entonces tomó el sello. Estuvo a nada de estamparlo y entonces ladeó un poco la cabeza. Quería consultarle primero, pues le parecía un documento realmente raro y debía admitir que no lo había visto antes. Era como si lo hubiesen escrito con un lápiz y con una letra bastante mala. “Cedo todo mi sueldo desde el día de hoy a mi capitana Hikaru, firmado: “ Se quedó mirando al chico por unos momentos.
- ¿Quieres que firme esto también?
Dijo mientras le mostraba el papel un poco confuso. Así al menos se libraba de tener que contar nada y se callaba todo de forma educada. Era un buen plan y además él tenía mentalidad de sobra para que no le pillasen. También era médico y sabía jugar sus cartas. Un espía como él no se dejaría persuadir.
- El único problema es que estoy algo cansado de más. No es nada más. Sin embargo te agradezco tus palabras. Es justo que nos ayudemos mutuamente.
Terminó de sonreír al mismo tiempo que asentía con la cabeza. Lo lamentaba, pero sus secretos iban a quedarse con él muchísimos años. Lo siguiente que hizo fue coger uno de aquellos papeles y entonces tomó el sello. Estuvo a nada de estamparlo y entonces ladeó un poco la cabeza. Quería consultarle primero, pues le parecía un documento realmente raro y debía admitir que no lo había visto antes. Era como si lo hubiesen escrito con un lápiz y con una letra bastante mala. “Cedo todo mi sueldo desde el día de hoy a mi capitana Hikaru, firmado: “ Se quedó mirando al chico por unos momentos.
- ¿Quieres que firme esto también?
Dijo mientras le mostraba el papel un poco confuso. Así al menos se libraba de tener que contar nada y se callaba todo de forma educada. Era un buen plan y además él tenía mentalidad de sobra para que no le pillasen. También era médico y sabía jugar sus cartas. Un espía como él no se dejaría persuadir.
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Keith ladeó su cabeza a un lado cuando escuchó lo que dijo, pero no replicó o hizo algún comentario indebido. Sabía de sobra cuando le decían una negativa, por lo que no seguiría insistiendo. Además, todo el mundo tenía sus secretos... Incluso él. Solo una persona lo sabía todo del dragón, y ella se encontraba a varios metros bajo tierra. El sargento suspiró un poco y siguió estampando su firma en los papeles, ignorando por completo lo que decían. A este ritmo... simplemente quería terminar luego para irse a dormir un par de horas. Lo necesitaba más que nunca ahora, además no podía seguir presentándose con esas ojeras. Aquello era falta de profesionalismo y de ética, se viera por donde se viera.
– Hikaru... me quedarás un deuda después de todo esto – pensó mientras suspiraba de forma lamentable.
En eso, escuchó la pregunta de Taiga. El peligris entrecerró sus ojos, sin comprender del todo lo que ocurría... Hasta que vio lo que decía el papel, de hecho. Sus ojos se abrieron de par en par y tomó el papel de las manos del rubio antes que cometiera un error. Se aseguró de leerlo tres veces antes de estrujar con fuerza el papel. ¿Con que esas tenían? Si... de alguna forma Hikaru iba a pagarle de forma muy jugosa todo lo que hizo. Activó su aura helada y concentró todo aquello en el papel, hasta que se encontraba completamente congelado. Sin decir palabra alguna, cerró sus puños y aplastó con fuerza eso, destruyendo ese papeleo en el acto.
– Ignora que hayas visto eso, y no hablaremos más del tema – le dijo de forma seria mientras desactivaba su aura.
Suspiró pesadamente y se dio cuenta que ya quedaba poco. Al fin, luego de horas sin dormir... Por fin podría darse una buena siesta... Luego de comer, claro está.
– Por casualidad, ¿también participaste en esa guerra? – le preguntó con curiosidad. Que el agente estuviera cansado y justo se dejara caer en el cuartel del sur, mar donde ocurrió la batalla, se le hacía sospechoso. Así que no perdía nada con preguntar.
– Hikaru... me quedarás un deuda después de todo esto – pensó mientras suspiraba de forma lamentable.
En eso, escuchó la pregunta de Taiga. El peligris entrecerró sus ojos, sin comprender del todo lo que ocurría... Hasta que vio lo que decía el papel, de hecho. Sus ojos se abrieron de par en par y tomó el papel de las manos del rubio antes que cometiera un error. Se aseguró de leerlo tres veces antes de estrujar con fuerza el papel. ¿Con que esas tenían? Si... de alguna forma Hikaru iba a pagarle de forma muy jugosa todo lo que hizo. Activó su aura helada y concentró todo aquello en el papel, hasta que se encontraba completamente congelado. Sin decir palabra alguna, cerró sus puños y aplastó con fuerza eso, destruyendo ese papeleo en el acto.
– Ignora que hayas visto eso, y no hablaremos más del tema – le dijo de forma seria mientras desactivaba su aura.
Suspiró pesadamente y se dio cuenta que ya quedaba poco. Al fin, luego de horas sin dormir... Por fin podría darse una buena siesta... Luego de comer, claro está.
– Por casualidad, ¿también participaste en esa guerra? – le preguntó con curiosidad. Que el agente estuviera cansado y justo se dejara caer en el cuartel del sur, mar donde ocurrió la batalla, se le hacía sospechoso. Así que no perdía nada con preguntar.
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- Sí. Los participantes por parte del gobierno creo recordar que fueron el agente plateado, la princesa del rayo, el sargento Venom, El Vice-Almirante Xemnas, Al Naión, Kai, La agente Alice Branwen, Misa Amane y creo otros más. No recuerdo exactamente todos los nombres. Pero sí, Kodama por ejemplo.
Una vez dijo aquello soltó una pequeña risa cuando lo vio congelar el papel. Entonces él mismo hizo de su puño brotar un aura pálida azulada y agarró la mesa con cuidado. La madera empezó a rodearse de una capa de escarcha y tras aquello miró al joven con tranquilidad. Taiga tenía control del frío también y ese solo era uno de sus ámbitos especiales. El luchador se basaba en muchísimas técnicas distintas para poder hacer cara a cualquier enemigo. Entonces miró a su colega y le dedicó una mirada calmada.
- Parece que no soy el único capaz de congelar cosas. Aunque no esté en la naturaleza de mi fruta, he entrenado muchas cosas especiales.
Taiga entonces mostró una sonrisa calmada y simplemente soltó un suspiro. La verdad es que se estaba muy a gusto allí dentro, pero debía ser sincero y prefería un sofá bueno. Lo primero que hizo después de aquel pensamiento fue colocarse en pie y ofrecerle al marine que le siguiera.
- De camino aquí vi una sala con algunos sillones y comida sobre la mesa. Podríamos sentarnos allí y de paso te tomas un respiro. No es bueno trabajar mucho.
Nada más decir aquello esperaría su respuesta para ver si le seguía. Se le notaba que estaba harto del jodido papeleo y era normal. De hecho, no tardó en soltar una pequeña risa mientras miraba la montaña que todavía le quedaba. Sabía de cierto agente que usaba los documentos de relleno para fumárselos con tabaco, pero aquel capullo debía de estar en la base felizmente.
Una vez dijo aquello soltó una pequeña risa cuando lo vio congelar el papel. Entonces él mismo hizo de su puño brotar un aura pálida azulada y agarró la mesa con cuidado. La madera empezó a rodearse de una capa de escarcha y tras aquello miró al joven con tranquilidad. Taiga tenía control del frío también y ese solo era uno de sus ámbitos especiales. El luchador se basaba en muchísimas técnicas distintas para poder hacer cara a cualquier enemigo. Entonces miró a su colega y le dedicó una mirada calmada.
- Parece que no soy el único capaz de congelar cosas. Aunque no esté en la naturaleza de mi fruta, he entrenado muchas cosas especiales.
Taiga entonces mostró una sonrisa calmada y simplemente soltó un suspiro. La verdad es que se estaba muy a gusto allí dentro, pero debía ser sincero y prefería un sofá bueno. Lo primero que hizo después de aquel pensamiento fue colocarse en pie y ofrecerle al marine que le siguiera.
- De camino aquí vi una sala con algunos sillones y comida sobre la mesa. Podríamos sentarnos allí y de paso te tomas un respiro. No es bueno trabajar mucho.
Nada más decir aquello esperaría su respuesta para ver si le seguía. Se le notaba que estaba harto del jodido papeleo y era normal. De hecho, no tardó en soltar una pequeña risa mientras miraba la montaña que todavía le quedaba. Sabía de cierto agente que usaba los documentos de relleno para fumárselos con tabaco, pero aquel capullo debía de estar en la base felizmente.
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Mientras esperaba respuesta de Taiga, el joven tomó el vaso de agua que tenía en la mesa... Y eso fue una mala decisión. Al escuchar el cuarto nombre, no pudo evitar escupir todo el líquido en la cara del rubio. ¿Acaso había oído bien? No... debía ser una broma. Keith negó varias veces y se puso más pálido de lo normal. Había escuchado bien, el hombre había mencionado claramente el nombre de Alice Branwen. Cerró sus ojos y empezó a pensar en cosas, ignorando completamente al rubio y sus palabras siguientes. Por supuesto... era un idiota. Nunca se le había ocurrido investigar dentro del mismo gobierno para ver si, por alguna coincidencia, la albina se había unido. Nunca creyó que ella se ataría a una organización, no era su estilo. Por eso mismo aquello le sorprendió, además produjo una serie de pensamientos contradictorios.
Finalmente, el joven se expresó de la única manera que podía... Empezando a reírse histéricamente sin poder contenerse. No... realmente era un idiota. Siempre buscando en las afueras, cuando Alice estuvo delante de sus narices todo este tiempo. Era algo completamente absurdo, incluso para él. ¿Acaso su padre fue quien la mandó hacia aquí? No... recordaba con exactitud que ella había huido por cuenta propia. La expresión en el rostro del bastardo aquel día, fue demasiado genuina para ser falsa. Tardó un par de minutos en recuperar su compostura habitual, secándose un par de lágrimas en el proceso. Ya, había logrado procesar eso que dijo el rubio... Ahora quería respuestas, y las iba a conseguir... De una forma u otra.
Se recuperó justo para oír sus últimas palabras. Keith sonrío de forma salvaje y se paró de su asiento, todo rastro de cansancio había desaparecido de su rostro. Aprovecharía el descanso para interrogar al rubio, para saber el estado en la que se encontraba la albina. Ya sabía que se encontraba dentro del CP... ahora era cosa de saber cual era su situación actual.
– Acepto tu propuesta, Taiga-san... Pero antes, creo que no me he presentado como es debido – el dragón hizo una leve reverencia en señal de respeto. – Sargento Keith Branwen... Y creo que conoces a mi pequeña hermanita. Entonces... ¿Qué podrías decirme acerca de su estado actual? – preguntó mientras una sonrisa salvaje se forma en su rostro, al tiempo que salía de la oficina para ir hacia los sillones y poder platicar mejor allí... Que estar rodeado de montañas de papeles.
Finalmente, el joven se expresó de la única manera que podía... Empezando a reírse histéricamente sin poder contenerse. No... realmente era un idiota. Siempre buscando en las afueras, cuando Alice estuvo delante de sus narices todo este tiempo. Era algo completamente absurdo, incluso para él. ¿Acaso su padre fue quien la mandó hacia aquí? No... recordaba con exactitud que ella había huido por cuenta propia. La expresión en el rostro del bastardo aquel día, fue demasiado genuina para ser falsa. Tardó un par de minutos en recuperar su compostura habitual, secándose un par de lágrimas en el proceso. Ya, había logrado procesar eso que dijo el rubio... Ahora quería respuestas, y las iba a conseguir... De una forma u otra.
Se recuperó justo para oír sus últimas palabras. Keith sonrío de forma salvaje y se paró de su asiento, todo rastro de cansancio había desaparecido de su rostro. Aprovecharía el descanso para interrogar al rubio, para saber el estado en la que se encontraba la albina. Ya sabía que se encontraba dentro del CP... ahora era cosa de saber cual era su situación actual.
– Acepto tu propuesta, Taiga-san... Pero antes, creo que no me he presentado como es debido – el dragón hizo una leve reverencia en señal de respeto. – Sargento Keith Branwen... Y creo que conoces a mi pequeña hermanita. Entonces... ¿Qué podrías decirme acerca de su estado actual? – preguntó mientras una sonrisa salvaje se forma en su rostro, al tiempo que salía de la oficina para ir hacia los sillones y poder platicar mejor allí... Que estar rodeado de montañas de papeles.
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Pobre Taiga, toda la cara empapada de agua y saliva por el puto marine. No tenía donde escupir el agua, tenía que lanzarla toda sobre el rostro del pobre agente que además de cansado estaba herido, qué lástima. Sin duda pensaba llorar a solas por aquello, bueno tanto ya no, pero mandaba huevos la cosa. Tomó un par de papeles del papeleo sin permiso y se limpió con ellos. Si eran necesarios, el sargento sería el culpable de todo y quien se llevaría la bronca. Eso le pasaba por puta. Soltó un suspiro y escuchó sus palabras. De modo que hermanos… Debía asegurarse de aquello primero, pues al contrario que los marines, los agentes debían ocultar sus identidades y cosas.
El rubio se sentó en uno de aquellos sillones y estiró la mano hasta coger unas patatas fritas, llevándoselas a la boca y empezando a masticarlas. Eran de sabor a jamón y eso le hizo soltar un pequeño quejido de gusto. No se esperaba que estuviesen tan deliciosas. Lo siguiente que hizo fue mostrar una pequeña sonrisa. Ese chico estaba demasiado impaciente y parecía estar a punto de morirse de un ataque de nervios. Decidió no hacerle esperar, bueno, un poco más. Se lo merecía por no apuntar a otro lado. Tomó otra patata masticándola con lentitud y disfrutando de su sabor. En ese momento soltó una pequeña risa.
- Solo puedo decirte que está sana y salva. Tiene la protección del gobierno, la mía y la del Yonkaikyo Kasai. Yo no tengo autorización para decirte nada. Perdóname por ello, pero las normas son claras. Pero puedo echarte una mano.
Hizo una pausa cogiendo un pequeño bollo que parecía tener atún en su interior. Abrió la boca y le dio un mordisco enorme comiéndose la mitad por lo menos. Lo masticó un poco más y cogió una botella de refresco de limón, abriéndola y dándole un enorme trago. Después de aquello se sintió muchísimo mejor a decir verdad. La comida era lo mejor que tenía el mundo y eso no era un secreto.
- El Vice-Almirante Xemnas Death ha participado en algunas misiones con ella. Creo que él podría decirte algunas cosillas, pues un marine no tiene prohibido hablar de sus compañeros. Creo que deberías empezar por él, pero no te preocupes, ella está a salvo. – Terminó diciéndole con una sonrisa calmada.
El rubio se sentó en uno de aquellos sillones y estiró la mano hasta coger unas patatas fritas, llevándoselas a la boca y empezando a masticarlas. Eran de sabor a jamón y eso le hizo soltar un pequeño quejido de gusto. No se esperaba que estuviesen tan deliciosas. Lo siguiente que hizo fue mostrar una pequeña sonrisa. Ese chico estaba demasiado impaciente y parecía estar a punto de morirse de un ataque de nervios. Decidió no hacerle esperar, bueno, un poco más. Se lo merecía por no apuntar a otro lado. Tomó otra patata masticándola con lentitud y disfrutando de su sabor. En ese momento soltó una pequeña risa.
- Solo puedo decirte que está sana y salva. Tiene la protección del gobierno, la mía y la del Yonkaikyo Kasai. Yo no tengo autorización para decirte nada. Perdóname por ello, pero las normas son claras. Pero puedo echarte una mano.
Hizo una pausa cogiendo un pequeño bollo que parecía tener atún en su interior. Abrió la boca y le dio un mordisco enorme comiéndose la mitad por lo menos. Lo masticó un poco más y cogió una botella de refresco de limón, abriéndola y dándole un enorme trago. Después de aquello se sintió muchísimo mejor a decir verdad. La comida era lo mejor que tenía el mundo y eso no era un secreto.
- El Vice-Almirante Xemnas Death ha participado en algunas misiones con ella. Creo que él podría decirte algunas cosillas, pues un marine no tiene prohibido hablar de sus compañeros. Creo que deberías empezar por él, pero no te preocupes, ella está a salvo. – Terminó diciéndole con una sonrisa calmada.
Keith S. Branwen
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El dragón chasqueó su lengua al escuchar las palabras del rubio. Sabía muy bien que los agentes del gobierno solían ir a su bola y, en cierta formas, como tipos misteriosos. Eso no quería decir que gustara, pero poco podía hacer en su situación. Pese a que la marina y la cipher pol pertenecían al gobierno, actuaban en su mayoría de forma independiente. Habían excepciones en las que un marine y agente podían tomar misiones juntas, pero situaciones como esas eran escasas. De todas formas, se alegraba que estuviera bien... Donde sea que estuviera. Aunque hubo algo en sus palabras que molestó de forma interna al sargento. Tenía la protección del gobierno... Esas palabras le inquietaron, pero no iba a decírselo al hombre. Podía contar con las manos en los que confiaba dentro del gobierno... No, mentía. Con una sola mano le bastaba. Fuera de Hikaru y de otra persona, no confiaba en nada más. Su padre se hizo cargo de que desconfiara de ellos, esencialmente metiéndoos en el mismo saco.
– Basta, Keith. Creí que ya habías superado esa etapa de desconfianza crónica – le dijo su dragón interior.
Keith parpadeó, dándose cuenta de hacia donde iban sus pensamientos. Inhaló y exhaló varias veces, hasta conseguir calmarse. Relajó su postura y adoptó su semblante tranquilo de siempre. Eso había estado cerca, poco y más perdía el control de sus emociones. Ya más lúcido, se puso a pensar mejor en lo que dijo el agente. Alice pertenecía al CP, por lo que estaba más o menos a salvo de su padre. La información de ellos eran confidenciales, incluso los vicealmirantes y almirantes tenían problemas en eso. Ellos, más o menos, actuaban por su cuenta, fuera de los estándares el gobierno. Aunque igual eran regulados, de cierta forma.
– No era lo que esperaba, pero me alegra que esté bien. Muchas gracias por la información – le dijo a Taiga de forma respetuosa. – Y... perdón por lo del agua – mencionó mientras sonreía de forma nerviosa.
El joven sargento suspiró y abrió una lata de refresco de cola. Tomó un largo trago, deleitándose al sentir el gas en su garganta. No podía sentir el frío de la bebida, pero con eso bastaba. Dejó la lata en la mesa y se recostó en el sillón, poniéndose cómodo. Ya tenía algo que hacer cuando volviera el vicealmirante encargado del cuartel. En primer lugar, le echaría un poco la bronca a su jefa por todo el trabajo que le dio. En segundo lugar... intentaría contactar a Xemnas Death. Era un vicealmirante, por lo que debía ser más o menos sencillo dar con su ubicación. De todas formas, debería volver a Marineford para acceder más fácil a esa información, y ni eso. Puede que su mentor tuviera forma de contactar con él... Eso o, si tenía suerte, puede que le mandaran a alguna misión con él por azares del destino.
– Basta, Keith. Creí que ya habías superado esa etapa de desconfianza crónica – le dijo su dragón interior.
Keith parpadeó, dándose cuenta de hacia donde iban sus pensamientos. Inhaló y exhaló varias veces, hasta conseguir calmarse. Relajó su postura y adoptó su semblante tranquilo de siempre. Eso había estado cerca, poco y más perdía el control de sus emociones. Ya más lúcido, se puso a pensar mejor en lo que dijo el agente. Alice pertenecía al CP, por lo que estaba más o menos a salvo de su padre. La información de ellos eran confidenciales, incluso los vicealmirantes y almirantes tenían problemas en eso. Ellos, más o menos, actuaban por su cuenta, fuera de los estándares el gobierno. Aunque igual eran regulados, de cierta forma.
– No era lo que esperaba, pero me alegra que esté bien. Muchas gracias por la información – le dijo a Taiga de forma respetuosa. – Y... perdón por lo del agua – mencionó mientras sonreía de forma nerviosa.
El joven sargento suspiró y abrió una lata de refresco de cola. Tomó un largo trago, deleitándose al sentir el gas en su garganta. No podía sentir el frío de la bebida, pero con eso bastaba. Dejó la lata en la mesa y se recostó en el sillón, poniéndose cómodo. Ya tenía algo que hacer cuando volviera el vicealmirante encargado del cuartel. En primer lugar, le echaría un poco la bronca a su jefa por todo el trabajo que le dio. En segundo lugar... intentaría contactar a Xemnas Death. Era un vicealmirante, por lo que debía ser más o menos sencillo dar con su ubicación. De todas formas, debería volver a Marineford para acceder más fácil a esa información, y ni eso. Puede que su mentor tuviera forma de contactar con él... Eso o, si tenía suerte, puede que le mandaran a alguna misión con él por azares del destino.
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- Si tanto te ha afectado saber que tú saliva acaricia mi piel, podrías invitarme a una buena pizza alguna vez. Hoy puedo de hecho. Aunque con todo el papeleo que te espera arriba, creo que vas a estar ocupado.
Dijo con una sonrisa tranquila mientras continuaba cruzado de brazos. Se notaba que estaban en el Sur debido al calor que empezaba a hacer. El chico debía pasarlo mal con los documentos y eso que en la mayoría había algunos ocultos como aquel que trató de firmar él mismo. Al parecer tenía una capitana un poco cabrona o bromista. Eso hizo al rubio mostrar una sonrisa calmada. Él siempre iba solo por la vida, sin bandas y sin nada. Era su forma de hacer las cosas y no se arrepentía de ello en ningún momento. Se relamió despacio y lo siguiente que hizo fue soltar el mayor de los bostezos.
- Es una lástima tener que irme tan pronto. Si algún día quieres entrenar un poco, jugar a las cartas, comer o relajarnos una noche con historias y oscuridad, tan solo debes avisarme.
Taiga le dedicó una sonrisa amable y acto seguido se colocó en pie. No quería continuar molestándole y ya se había curado tranquilamente. La proposición que hizo podía ser rara, pero el chico se sentía bastante solo en el gobierno. A Castor solo le gustaban cosas pervertidas o tóxicas, mientras que él era alguien más tranquilo. Se quedó callado por unos momentos y acto seguido cogió su palo de villar de color azul. Se quedó mirándolo con una expresión tranquila y acto seguida lo acarició despacio, como si le tuviese un enorme cariño.
- ¿Qué se siente al tener una banda, Keith? – Dijo con una amable mirada.
Dijo con una sonrisa tranquila mientras continuaba cruzado de brazos. Se notaba que estaban en el Sur debido al calor que empezaba a hacer. El chico debía pasarlo mal con los documentos y eso que en la mayoría había algunos ocultos como aquel que trató de firmar él mismo. Al parecer tenía una capitana un poco cabrona o bromista. Eso hizo al rubio mostrar una sonrisa calmada. Él siempre iba solo por la vida, sin bandas y sin nada. Era su forma de hacer las cosas y no se arrepentía de ello en ningún momento. Se relamió despacio y lo siguiente que hizo fue soltar el mayor de los bostezos.
- Es una lástima tener que irme tan pronto. Si algún día quieres entrenar un poco, jugar a las cartas, comer o relajarnos una noche con historias y oscuridad, tan solo debes avisarme.
Taiga le dedicó una sonrisa amable y acto seguido se colocó en pie. No quería continuar molestándole y ya se había curado tranquilamente. La proposición que hizo podía ser rara, pero el chico se sentía bastante solo en el gobierno. A Castor solo le gustaban cosas pervertidas o tóxicas, mientras que él era alguien más tranquilo. Se quedó callado por unos momentos y acto seguido cogió su palo de villar de color azul. Se quedó mirándolo con una expresión tranquila y acto seguida lo acarició despacio, como si le tuviese un enorme cariño.
- ¿Qué se siente al tener una banda, Keith? – Dijo con una amable mirada.
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Keith sonrío tranquilamente al escuchar las palabras del rubio. Ciertamente le parecía de buenas tener a una persona así dentro de su círculo, ya sea como amigo o aliado. Además, puede que algún aceptara esa propuesta de entrenar. No tenía a nadie... salvo cierto pelirrojo que prefería no mencionar. Intentar entrenar con Hikaru quedaba fuera. No porque temiera en hacerle daño, la chica era fuerte a su modo después de todo. No, era su fruta lo que impedía aquello. Como era efecto pasivo, le sería imposible entrenar sin que ambos tuvieran resultados colaterales en su cuerpo. Eso no sería practicar, sería darse una paliza a sí mismo sin que la rubia pudiera controlarlo. Y... hasta allí seguía su lista. A veces se sentía solo, pero el mismo había elegido ese camino.
– Bendito sea Bahamut. Me deprimes hasta a mí, chico – mencionó el dragón de plata.
El sargento ignoró las palabras del ser de su fruta, eligiendo prestarle atención a lo último que dijo Taiga. No tenía idea de como responder, la verdad. Ciertamente había elegido unirse a la flota por decisión propia, pero no conocía a ninguno de los integrantes a excepción de Hikaru. Ni siquiera habían tenido una misión juntos, por lo que en cierta forma era lo mismo que estar o no estar dentro de una banda. Keith chasqueó su lengua, decidiéndose en como podría explicar de mejor forma sin que sonara todo enredado.
– A decir verdad, no lo sé. Yo solo hablo con mi capitana, así que no podría diferenciar bien en ir en solitario o en grupo. Aunque se siente bien... algo – intentó explicar el peligris. – A decir verdad no tenía pensando unirme, pero... Hikaru tiene algo que llamó mi atención. Alguien con tales ideales no duraría mucho en un lugar como la marina, pero tengo la sensación de que ella puede ser la excepción. Eso, simplemente me uní para ver hasta donde puede llegar... O si se deja "tragar" por el gobierno– finalizó el dragón mientras le daba otro sorbo a su refresco de cola.
– Bendito sea Bahamut. Me deprimes hasta a mí, chico – mencionó el dragón de plata.
El sargento ignoró las palabras del ser de su fruta, eligiendo prestarle atención a lo último que dijo Taiga. No tenía idea de como responder, la verdad. Ciertamente había elegido unirse a la flota por decisión propia, pero no conocía a ninguno de los integrantes a excepción de Hikaru. Ni siquiera habían tenido una misión juntos, por lo que en cierta forma era lo mismo que estar o no estar dentro de una banda. Keith chasqueó su lengua, decidiéndose en como podría explicar de mejor forma sin que sonara todo enredado.
– A decir verdad, no lo sé. Yo solo hablo con mi capitana, así que no podría diferenciar bien en ir en solitario o en grupo. Aunque se siente bien... algo – intentó explicar el peligris. – A decir verdad no tenía pensando unirme, pero... Hikaru tiene algo que llamó mi atención. Alguien con tales ideales no duraría mucho en un lugar como la marina, pero tengo la sensación de que ella puede ser la excepción. Eso, simplemente me uní para ver hasta donde puede llegar... O si se deja "tragar" por el gobierno– finalizó el dragón mientras le daba otro sorbo a su refresco de cola.
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- No sé mucho sobre tu capitana, pero la investigaré un poco. Yo antes de ser miembro del gobierno, era cazador, muy famoso. Hay muchos artículos sobre mí, pero no podía ayudar mucho desde fuera. Espero que siga mis ideales y no se deje corromper.
En ese momento se quedó mirando por una ventana el tiempo. Estaba nublado y eso le agradó. Tener que irse con el Sol pegándole en la espalda podía ser muy horrible. Se estiró unos momentos y caminó despacio hasta llegar a la puerta. Antes de girar el pomo se frenó en seco y mostró una sonrisa calmada. A lo mejor ese joven podía llegar tan lejos en el mundo de la marina como algunas personas que él conocía. Le faltaba mucha práctica, pues pese a ser un tipo fuerte, su aura no era tan bestia como la de muchos. Simplemente alzó la voz para que pudiese escucharle bien.
- Taiga Redfield. A causa de mi apellido, no puedo tener una banda o compañeros. Tal vez sea por eso que mi único amigo me traicionó. Espero que tú puedas cumplir con tus metas sin problemas.
Nada más decirle aquello salió por la puerta, empezando a caminar hacia la salida. No tardó mucho en llegar al muelle, donde había un enorme barco esperándolo. Algunos marines estaban ya en sus posiciones y le esperaron. Iban a tener que llevarle hasta Water Seven y de allí ya cogería él su precioso tren hasta la base. Mostró una expresión animada y subió al barco. Miró el cuartel desde fuera y después soltó una pequeña risa.
- Bueno, espero que todo el papeleo le sea leve.
En ese momento se quedó mirando por una ventana el tiempo. Estaba nublado y eso le agradó. Tener que irse con el Sol pegándole en la espalda podía ser muy horrible. Se estiró unos momentos y caminó despacio hasta llegar a la puerta. Antes de girar el pomo se frenó en seco y mostró una sonrisa calmada. A lo mejor ese joven podía llegar tan lejos en el mundo de la marina como algunas personas que él conocía. Le faltaba mucha práctica, pues pese a ser un tipo fuerte, su aura no era tan bestia como la de muchos. Simplemente alzó la voz para que pudiese escucharle bien.
- Taiga Redfield. A causa de mi apellido, no puedo tener una banda o compañeros. Tal vez sea por eso que mi único amigo me traicionó. Espero que tú puedas cumplir con tus metas sin problemas.
Nada más decirle aquello salió por la puerta, empezando a caminar hacia la salida. No tardó mucho en llegar al muelle, donde había un enorme barco esperándolo. Algunos marines estaban ya en sus posiciones y le esperaron. Iban a tener que llevarle hasta Water Seven y de allí ya cogería él su precioso tren hasta la base. Mostró una expresión animada y subió al barco. Miró el cuartel desde fuera y después soltó una pequeña risa.
- Bueno, espero que todo el papeleo le sea leve.
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El joven mostró algo de preocupación al escuchar que el rubio investigaría a su capitana. No tenía nada que ocultar, pero... Su apellido podía provocar mucha desconfianza. Habían dos que portaban eso y... bueno, su reputación no era de las mejores. Madara era un mercenario a sueldo que solo se movía con dinero, mientras que el otro... No había caso hablar de él. Era un monstruo, no se podía decir otra cosa más que eso. Aquello le provocaba algo de risa, en cierto modo. Siempre se preguntó como era que la rubia estaba emparentada con un hijo de puta como Jin Surfer. Si no se parecía en casi nada, ya sea en personalidad o apariencia. Supuso que... todas las familias debían tener a alguien fuera de las costumbres. Alice y Hikaru se parecían en ese ámbito.
Keith arqueó una ceja al escuchar el apellido de Taiga, pero no dijo nada. Ahora entendía algunas cosas. Solo conocía a otra persona con ese apellido, y bueno... Era uno de los peores enemigos que tenía el gobierno. El joven se llevó una mano a su cabello y suspiró de forma resignada. Que remedio, por lo menos ahora sabía que el rubio no juzgaría a la chica por su apellido. Sería un hipócrita, si hiciera lo contrario. No podía evitar sentir algo de compasión hacia su persona. Al contrario de Hikaru, quien encontró a nakamas con su forma de ser, el rubio no tenía a casi nadie.
El dragón cerró sus ojos y, una vez que el agente se marchó, volvió a su oficina. Fulminó con la mirada al resto de los papeles, pero no podía hacer nada más que intentar terminar lo más pronto posible. Al menos ese refresco, la revelación del paradero de Alice y esa charla que tuvo con el rubio, fue lo suficiente para despertarlo completamente. Se sentó en la silla y se dispuso a terminar de una vez por todas, pero antes tomó el DDM, marcando un número que se sabía de memoria.
– Hikaru... Tu y ello tendremos una charla después de lo que hiciste. Puedo seguir haciendo esto, pero tendrás que empezar a deberme favores – una vez que dijo eso, colgó sin darle tiempo de responder. Keith suspiró y miró la montaña que quedaba. No se dejaría vencer por tal colosal enemigo...
Keith arqueó una ceja al escuchar el apellido de Taiga, pero no dijo nada. Ahora entendía algunas cosas. Solo conocía a otra persona con ese apellido, y bueno... Era uno de los peores enemigos que tenía el gobierno. El joven se llevó una mano a su cabello y suspiró de forma resignada. Que remedio, por lo menos ahora sabía que el rubio no juzgaría a la chica por su apellido. Sería un hipócrita, si hiciera lo contrario. No podía evitar sentir algo de compasión hacia su persona. Al contrario de Hikaru, quien encontró a nakamas con su forma de ser, el rubio no tenía a casi nadie.
El dragón cerró sus ojos y, una vez que el agente se marchó, volvió a su oficina. Fulminó con la mirada al resto de los papeles, pero no podía hacer nada más que intentar terminar lo más pronto posible. Al menos ese refresco, la revelación del paradero de Alice y esa charla que tuvo con el rubio, fue lo suficiente para despertarlo completamente. Se sentó en la silla y se dispuso a terminar de una vez por todas, pero antes tomó el DDM, marcando un número que se sabía de memoria.
– Hikaru... Tu y ello tendremos una charla después de lo que hiciste. Puedo seguir haciendo esto, pero tendrás que empezar a deberme favores – una vez que dijo eso, colgó sin darle tiempo de responder. Keith suspiró y miró la montaña que quedaba. No se dejaría vencer por tal colosal enemigo...
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