El Color Rojo [Milena-Eichi] [Contenido +18]

Si había algo bueno de ser espadachín, es que la habilidad de cuidar una espada de esa forma se pasaba luego al cuerpo humano. Dios... enserio, estaba usando todo su auto control para no tirarse a su pelirroja allí misma. Una razón era porque no quería repetir lo de la otra vez (aunque con Akashi interfiriendo, dudaba que pasara), y la otra por... Milena estuvo punto de quedar desnutrida por mala alimentación, por lo que se preocupaba que pudiera empeorar su condición haciendo algo como eso. Una cosa eran sus hormonas, pero otra más importante era el bienestar de su pelirroja. Pero si le decía que se encontraba bien... nadie podría detenerlo por esa noche. Probablemente recibirían quejas mañana, ¿pero importaba acaso? Estaba seguro que no eran los únicos en ese hotel que hacían actividades como estas, por lo que sería muy hipócrita de los encargados.

– No lo pensaba... pero lo de las duchas... – se silenció a si mismo antes de cometer una soberana estupidez.

En eso, notó como Milena ponía su mano en su boca. Los ojos de Eichi se abrieron considerablemente al notar eso, más cuando la pelirroja introdujo sus dedos dentro de sus labios. Y fue así como su compostura se rompió completamente. Su piel adquirió un notable tono rojizo mientras que, inconscientemente, chupaba un poco con su boca. Dejó escapar un gemido en señal de sorpresa al notar donde fue a parar la mano de Milena. Debería maldecir esa forma de provocar suya, enserio debería... Pero su retorcida mente no podía excitarse debido a esa faceta suya. Si... quizá era demasiado sumiso para su propio bien. Y el creyendo que había dejado esa fase atrás... Aunque bueno, imposible que no resurgiera teniendo como pareja a alguien como Milena.

Al notar la posición en la que se encontraban, instintivamente empezó a recordar lo ocurrido en Lagrange. Habían estado en una posición similar (dentro del agua) en aquella ocasión, pero... Esa vez tuvo que recurrir a un método poco satisfactorio para él. Por querer ser alguien que no era, ocurrieron ciertos incidentes como ese. Y no solo hablaba de lo sucedido con Milena precisamente. Fuese como fuese, pese a toda las insinuaciones de su pelirroja, no se notaba en lo más mínimo tenso. Había muy buena razón de eso...

– En lo absoluto – respondió Eichi mientras se relajaba. – ¿Por qué debería estar tenso en un momento así con la persona que amo? – preguntó con algo de confusión. Lo de la otra vez había sido... algo instintivo, debido a cierta persona que se encontraba con su pelirroja.

Bueno, ya no necesitaba más confirmación que eso, pero aún no. Todavía no era el momento adecuado. De momento seguiría resistiendo los avances de la pelirroja, hasta que viera una apertura para explotar... Cosa difícil, teniendo en cuenta la tendencia de Milena en agarrarlo en esa zona constantemente. Esta vez lo vio venir, por lo que pudo contener el gemido. Por ahora podría resistir, pero ¿cuanto sería su límite? Para su mala (buena) fortuna, la científica mantuvo su mano allí en vez de sacarla como hace un par de segundos atrás. Distraídamente notó como la pelirroja mordía fuertemente su cuello, ocasionando que sus ojos de cerraran. Curioso, nunca pensó que Milena tendría cierto complejo de vampirismo. Aprendí algo nuevo de ella todos los días.

No pudo evitar que un ligero estremecimiento recorriera su cuerpo ante sus palabras. Si, definitivamente se convertiría en un puto sumiso si eso llegaba a ocurrir. No sabía si tomarlo como algo bueno o malo. Por suerte, soltó aquella parte cuando le tumbó al suelo. Notó como quedaba solo ropa interior, por lo que no pudo evitar tragar un poco en seco. Al ver como se paraba e intentaba poner su pie en cima de su torso, por acto de reflejo rodó hacia el otro lado. Ah, sus instintos debieron haber tomado eso como un intento de agresión, eh ahí su acto inconsciente de moverse hacia un lado.

– Preguntas como esas... Sabes que te considero eso y más – dijo mientras bufaba. A continuación miró hacia arriba y arqueó una ceja. – Aunque, ciertamente, desde esta perspectiva se puede notar mucho mejor –

Luego de decir eso, el joven se paró y miró a la pelirroja. Sin decir palabra alguna, intentó besarla mientras introducía su lengua hacia el interior. Vamos, aunque fuera un inexperto... Igual debía tener ciertos conocimientos a estas alturas. Mientras la mantenía ocupada, llevó su mano hasta de uno de sus generosos atributos y lo apretó con suavidad. Se separó y miró con inocencia a Milena, aún con la mano allí.

– Si eso era tuyo, ¿entonces esto es mío? – preguntó curiosamente mientras volvía apretar.

Eichi ladeó su cabeza hacia un lado al escuchar ese pequeño quejido proveniente de la pelirroja. Viendo como la pelirroja mantenía una personalidad fuerte, nunca se esperó algo tan tierno como eso. Su mano aún seguía en esa zona, justo cuando el pelirrojo percibió un cambio en el ambiente. Entrecerró sus ojos al ver como objetos empezaron a levitar y, de la nada, luego cayeron al suelo. No solo eso, sintió como su cuerpo se sentía más pesado. Ciertamente, aún podía moverse (sería un golpe directo a su orgullo, y Ban no le dejaría en paz), pero tenía ciertas restricciones incómodas. En eso escuchó las palabras de Milena, y no pudo evitar que una media sonrisa se formara en su rostro. Aquí estaban, una repetición perfecta de la ultima vez, pero esta vez no había forma de detenerse... Salvo que el destino fuera una perra y mandara una señal porque sí. Ahí si que mandaría todo a la mierda y se pondría a maldecir a todos los dioses.

– Usar la gravedad es trampa – se quejó un poco Eichi en tono de broma, mientras un puchero se formaba en su rostro.

Bueno, ¿qué haría entonces? Podía simplemente aceptar su petición y esperar para ver lo que tenía planeado para él, pero... Tampoco se la quería dejar tan sencillo. No, esta vez no se iba a romper tan fácilmente como las otras dos ocasiones... O no en tan poco tiempo (pese a que había durado más de lo que esperaba). Sintió como la pelirroja rodeaba su cuello con sus manos, además de como rozaba sus labios con los de ella. Su ceja tembló violentamente por algunos segundos, pero luego volvió a la normalidad. Esa voz seductora... en verdad era una arma letal y de doble filo. Más teniéndola tan cerca, era prácticamente trampa.

Eichi suspiró y soltó la parte de Milena, pensando en lo que podría hacer. Lentamente una pequeña sonrisa se fue formando en su rostro, al tiempo que veía a Milena. Lentamente, debido a la gravedad, fue levantando su mano hasta dejarla en la mejilla derecha de la pelirroja. Acercó su rostro a la oreja de la joven, al tiempo que se ponía hablar en un tono pausado y lento, casi como un ronroneo. No solo eso, sino que aprovechó la distancia tan cercana para levantar un poco su rodilla para rozar la parte más prohibida e intima de la joven. Sabá que jugaba con un arma de doble filo, pero a estas alturas... poco le importaba.

– Si, lo entiendo, Mi-le-na-sama –

Eichi se estremeció al sentir como su espalda chocaba con el suelo debido a la gravedad. Esta vez era tan fuerte que ni siquiera podía mover un dedo. Intentó girarse o levantar la cabeza, pero ninguna parte de su cuerpo respondía. Su mirada se ensombreció por algunos segundos y suspiró con resignación. No había nada que hacer; estaba completamente a merced de la pelirroja. No... tenía algo bajo su manga para poder, nuevamente, superar esa molesta gravedad. No lo hizo por dos razones: muy bestial y porque, si lo hacía, la pelirroja volvería a aumentar su poder. No tenía idea de cuál era su límite, pero intentar averiguarlo ahora... No, no valía la pena. Rompería su cuerpo accidentalmente si es que se presionaba a sí mismo, y eso no valdría la pena. Al menos... ya sabía lo que debía entrenar más adelante, y era mejorar su resistencia.

Oh bueno, al menos pudo escuchar el tartamudeo y ese leve quejido tierno que hizo. Gracias a su memoria eidética, podría recordar eso para siempre. Si pudiera enmarcar sus memorias, probablemente lo haría con gusto. Decisiones, decisiones... ¿Acaso había algo en que decidirse? No podía hacer nada. Sus extremidades no respondían y Milena estaba sentada encima de... allí. Estaba muy seguro que su rostro se encontraba completamente sonrojado ahora. Una combinación de vapor y algo tan caliente como eso... Era de esperarse que el joven terminara en una condición así.

Hizo rechinar sus dientes y suspiró, al tiempo que su semblante volvía a ser uno neutral. No, ya no había nada que hacer. Nuevamente había sido completamente vencido en el juego peligroso de Milena. Al menos... ahora pudo responder de mejor forma. Tal vez con más práctica podría vencerla algún día... Si claro.

– Por favor... Quiero más, Mile-sama – suplicó el pelirrojo, cediendo finalmente. Si fuera otro miembro de la realeza, probablemente su orgullo estaría destruido ahora. Era una suerte que el joven no tuviera de eso, en primer lugar.

Eichi podría jurar que su corazón casi dio un vuelco al ver esa sonrisa. Era tierna y sincera, opuesto a la atrevida y siniestra que normalmente porta. Esa era la razón por la que soportaba estos juegos de Milena (además de que muy en su interior le gustaban). Con tal de ver esa expresión suya luego de todo eso, era premio más que suficiente. El príncipe cerró los ojos al sentir la cabeza de la pelirroja en su pecho, relajándose totalmente ante el sentimiento. Esta podría ser la última vez que, en algún tiempo, podría estar con ella de esa forma. No tenía idea de cuanto duraría el conflicto en su isla, pero dudaba que fuera poco. Era por eso que debía hacer valer cada segundo de lo que restaba de la noche.

Milena se puso de pie y Eichi aceptó gustosamente su mano. Al ver como se quitaba el resto de la ropa interior, el pelirrojo simplemente sonrío mientras apreciaba la figura de la mujer. Verdaderamente nunca antes había visto algo más bello en su vida, y no solo por sus generosos atributos. Absolutamente todo sobre ella le encantaba. Ciertamente tenía sus defectos, como todas las personas. No existía nadie perfecto, después de todo, pero incluso esos defectos terminaron por gustarle. Lentamente siguió a la científica hacia la tina del baño y se sentó frente a ella. Suspiró, sintiendo algo de felicidad al sentir el agua tibia en su cuerpo.

Una sonrisa se formó en su rostro al sentir el pie de la pelirroja y, simplemente, negó con la cabeza. Por supuesto, en modo dulce y sincero, Milena no sería Milena si dejara de ser juguetona. Era parte de ella y algo que él había aceptado desde hace tiempo. Escuchaba atentamente las palabras de la pelirroja y cerró sus ojos por algunos segundos. Lo de matar a inocentes no se lo esperaba (esos bandidos de Baterilla no contaban), pero se alegraba que estaba cambiando para bien... Aunque tenía casi toda la certeza de que, si aún siguiera con eso, igual seguiría sintiendo eso por ella. El amor era una cosa rara, después de todo. Simplemente era algo que no podía controlarse.

Un nudo se formó en su garganta y tuvo que aguantarse las ganas de llorar ahí mismo. Ella era la primera que hacía eso por su propia voluntad, por ende le tomó desprevenido. Tomó una bocanada de aire y, aún con sus frentes unidas, respondió.

– Yo también juro que te amaré, protegeré y cuidaré por siempre. Aún si ocurren algunas cosas fuera de nuestras manos, igual seguiré sintiendo esto. Es una promesa de por vida – juró el pelirrojo. Ahí estaba, ya no había marcha atrás... Aunque no es como si quisiera hacer eso, de todos modos. No, se la iba a jugar. Además, ya no había espadachines molesto interfiriendo.

Eichi instintivamente cerró sus ojos al sentir los dulces labios de Milena en los suyos. Estuvieron así durante un par de segundos, luego Milena se echó en su cuerpo y sus partes íntimas quedaron, literalmente, pegadas entre sí. Se mordió un poco el labio al sentir el contacto, resistiendo la tentación de tomar a la pelirroja allí mismo. No, se esperaría hasta llegar a la habitación. De momento, solamente disfrutaría del momento. Se estremeció un poco al sentir el agua caliente que caía de la ducha, pero se recuperó rápidamente. Las palabras sobraban ahora, simplemente se limitarían a disfrutar del momento lo más que pudieran... Empezando ahora. Cerró sus ojos al sentir como Milena rascaba su cabeza, sintiendo ganas de ronronear cual gato. Aquello era demasiado bueno, incluso empezó a mover la cabeza un poco al compás de las uñas de la pelirroja.

Se dejó estar mientras la científica lavaba sus cabellos. Sin duda alguna, sentir como la mujer que amabas te lavaba la cabeza, al tiempo que sus cuerpo estaban pegados el uno con el otro, era una sensación reconfortante. Por primera vez en mucho tiempo sentía paz en su interior. ¿Cuando fue la última vez que se sintió de esa forma? Ni siquiera cuando estuvo con Alice y Akashi se sintió de esa forma. No... era algo mucho más profundo. En eso recordó ciertas palabras que le dedicó Saiba una vez, y no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. Ese hijo de la grandísima puta... Debería ganarse la vida como adivino en vez de cocinero.

– Si tienes a un mujer por la cual luchar, entonces alcanzaras una fuerza fuera de lo normal, superando tus propios límites conocidos – fueron las palabras que le dedicó Saiba.

Eichi tomó el gel de baño y se echó en las manos. Luego empezó a pasarlo por el suave y liso cabello de Milena, llevándosela de espuma. Si por el fuera, se quedaría en esa posición para toda la vida. Desafortunadamente, llegaría al punto que deberían salir antes que empezaran a arrugarse. Se mantuvo así durante algunos minutos, al tiempo que se le venía cierta leyenda que leyó hace tiempo. Una media sonrisa se formó en su rostro ante la ironía de todo eso.

– Supongo que lo del hilo rojo del destino era cierto – murmuró por lo bajo Eichi, aunque debido a que se encontraban solos allí, era perfectamente audible por todo el baño... Sin contar lo cerca que se encontraban.

Un pequeño puchero apareció en su rostro apareció en su rostro al ver como se ponía la toalla, pero desapareció tan rápido como vino cuando Milena se dio la vuelta. Escuchó atentamente sus palabras y se puso a pensar. Si mal no recordaba, ya tenía el número de la pelirroja, pero por alguna razón, cuando intentó llamarla luego del fiasco de Sideros, nunca contestó. Eso significaba que no quiso hablar con nadie o, simplemente, había cambiado de número. Un sitio en común... Usar Péndragon no era buena idea, al menos por el momento, así que quedaba descartado. Deberían buscar un sitio más adelante cuando las cosas se calmaran. En cuanto a lo otro... Si mal no recordaba, tenia una vive card suya sin usar en su bolsillo. De modo que ese apartado quedaba cubierto.

– Pero como dijo, es lo hablaremos después – pensó mientras sonreía.

Vio como Milena salió del baño y suspiró. Se levantó de la bañera y puso una toalla alrededor de su cintura. Al pasar cerca del lavabo, Eichi se detuvo al ver su reflejo en uno de los espejos. Sus ojos... ¿Hace cuanto que no los tenía tan brillantes como unos rubís recién pulidos? Ya se había hecho la idea que los tendría heterocromáticos para el resto de sus días, pero luego vino Milena... Y le dio valor para alejar a su contraparte. No sabía en que había quedado el tema de la fusión, pero ahora tenía algo para resistir sus avances. Se negaba a ceder ante su contraparte, no lo haría. Aunque debiera pelear a muerte con él por el cuerpo... Entonces que así fuera.

Suspiró alegremente y salió del baño. Allí, se quedó estático al ver lo que le esperaba en la cama. Vestida en su traje de nacimiento, Milena se veía absolutamente hermosa, como siempre. No pudo evitar tragar en seco al verla, y nuevamente pensó como su suerte había cambiado de la noche a la mañana. No sabía si merecía a la pelirroja o no, gracias a su baja autoestima... Pero de todos modos, iba a luchar para que esta relación funcionara. Pensando en eso, le dedicó un tierna sonrisa a Milena y se acostó sobre ella.

– E verdad tengo suerte de tener a alguien tan hermosa como tú – le susurró al oído.

Besó con delicadeza su cuello y, luego, aclamó nuevamente esos dulces labios. Introdujo despacio su lengua para saborear de mejor forma a la pelirroja, al tiempo que transmitía en ese acto todos sus sentimientos por ella.

Se notaba que el chico estaba disfrutando de tener el control... Pese a que, conociendo a Milena, no duraría por mucho tiempo. De hecho, era muy probable que se lo devolviera dos... o tres veces lo que le hacía. En fin, la lengua de la pelirroja en verdad era... No, no tenía palabras para describirlo. Simplemente adictiva, y si bien el no era un experto ni mucho menos, si tenía buenos instintos para adecuarse a la situación. Esto era un poco más delicado, pero nada que no pudiera resolver. Era su tercera vez, después de todo. La primera fue un total inexperto, la segunda cierta persona se metió donde no debía y ahora... Por lo menos tenía la esperanza de mantener el control por un poco más de tiempo, aunque tarde o temprano su pelirroja respondería con su lado pícaro.

Separó su rostro de la pelirroja y, por el rabillo del ojo, notó algo que llamó su atención. Frunció el ceño al ver que era... ¿Quemaduras? Miró fijamente las zonas afectadas mientras pasaba delicadamente sus manos por allí. Un silencio se formó por algunos minutos, pero luego Eichi negó con la cabeza y sonrío dulcemente. Besó delicadamente aquellas zonas, como transmitiéndole a Milena que eso no le importa en lo más mínimo. Para él, ella seguía siendo perfecta y seguiría diciéndole todas las veces posible, no importa cuanto lo negara. Nada, ni nadie, cambiaría su opinión.

Al terminar con esa muestra de ternura, Eichi nuevamente aclamó los labios de su pelirroja... Aunque esta vez metió algo de mano en el proceso. Fue bajando lentamente por su cuerpo, trazando una línea por su cuerpo lentamente. Cuello, "valle de la perdición", estómago... Todo hasta llegar a esa zona prohibida. Si una persona entrara ahora en la habitación... Probablemente armaría tremendo espectáculo allí mismo. Aunque no tenían parentesco alguno, lo cierto era que ambos se parecían lo suficiente para parecer hermanos verdaderos... Lo cual era algo un poco raro, pero no se quejaba. La opinión de la gente le daba igual, además tenía permitido cometer ese tabú si es que la pelirroja fuera su hermana de verdad.

– A veces pertenecer a una familia incestuosa, no es tan malo – pensó el joven. Podía, literalmente, pasarse los comentarios por el culo. Oh, bueno... No pensaría en eso y seguiría mimando a su pelirroja. La noche aún era larga, y tenían todo el tiempo por delante.

Eichi arqueó una ceja al escuchar las palabras de Milena, al tiempo que hacía un puchero por denegarle el acceso a esa zona. Oh bueno, ya habrían más oportunidades. Tampoco es que como si estuviera tan ansioso, simplemente se dejaba llevar por el momento. Al ver la espada, no pudo evitar fruncir el ceño un poco. No tenía buenos recuerdos de peleadores que usaran espadas para pelear. Era más, casi perdió su mano en el proceso una vez contra Ban, aunque haya sido por estupidez suya. En verdad creyó que era lo suficientemente veloz para atacar y retirarse antes de que Midou usara sus espadas, pero se equivocó. Y casi pagó caro el precio. Suerte que su mano no terminó siendo cortada completamente, de lo contrario quién sabe lo que hubiera ocurrido. El médico que le atendió era bueno, lo suficiente para colocar nuevamente la mano en su lugar, pero ¿sería lo suficientemente bueno para conectar una extremidad completamente separada al cuerpo?

El príncipe negó con la cabeza y relajó su cuerpo. Aquello ya estaba en el pasado, además ahora era distinto. Confiaba completamente en Milena, y si ella decía que esa espada no le dañaría... Entonces aceptaría. Veía completa honestidad en sus ojos, por lo que aceptaría a esa petición. De todos modos, si no le dañaba... ¿Entonces que tenía que temer? Una vez que la pelirroja, el joven esperó para ver lo que pasaría. Al cabo de unos segundos, Eichi frunció el ceño al darse cuenta que no sucedía nada en lo absoluto.

– Mile-chan, ¿qué estás...? – no pudo terminar su pregunta.

Los ojos del pelirrojo se abrieron notablemente al sentir como una sensación rara se esparcía por su cuerpo. Su corazón empezó a acelerar a una velocidad mucho mayor de la normal, y empezó a sentirse muy acalorado de repente. Un notorio rubor se propagaba por sus mejillas, y su deseo por la diosa que tenía debajo aumentaba a cada segundo que pasaba. ¿Qué mierda había pasado? Era como si su lujuria y deseo por Milena hubieran subido sin ninguna razón. Sin poder contenerse más, el pelirrojo aclamó nuevamente los labios de Milena como suyos, en un intento en vano de saciar su deseo y lujuria. Esta vez no se contuvo en lo más mínimo. Exploró sin restricción alguna los rincones más profundos de la pelirroja, sintiendo cada vez más como su instinto primitivo aumentaba. Estaba bastante seguro que... cierta parte se encontraba activada, mucho más de lo normal.

– No sé lo que hiciste... pero creo que te vas a arrepentir un poco – dijo roncamente el joven, al tiempo que retiraba la toalla de su cintura. Lo que sea que haya hecho Milena... Definitivamente afectaría por completo el como avanzaría la noche.

Al día siguiente...

Lo rayos de sol entraron por la ventana, y el pelirrojo se quejó un poco al recibirlos de lleno en su rostro. Eichi lentamente abrió sus ojos, al tiempo que bostezaba levemente. Atontadamente, miró hacia la mesita de al lado. Las doce de la mañana, eso era raro. Nunca se había despertado tan tarde. Quizá era por el sueño que tuvo la noche anterior. Un rubor apareció en el rostro el joven al recordar perfectamente aquello. Sabía de sobra que tenía sentimientos por Milena, pero nunca pensó que eso se traduciría a... ese tipo de sueños. De todas formas, eso se quedaría en su mente por el resto de sus días. El único confort que tendría para cuando se marchara a su isla.

– Pero... ¿Qué? – pensó Eichi mientras notaba un peso en su pecho que había pasado por alto. No era su culpa, él no era la persona más rápida que pudieran encontrar cuando recién despertaba.

Al mirar hacia abajo, sus ojos se abrieron de par en par. Cierta pelirroja se encontraba allí, a lo que el pelirrojo no pudo evitar sorprenderse. No había sido un sueño, en verdad toda esa noche ocurrió. Eichi tragó en seco al recordar con más detalle la noche anterior, ahora que sabía que no era un sueño. La verdad es que el joven perdió la cuenta de cuantas posiciones, y cuantas veces lo hicieron... pero tenía la certeza que fueron varias horas. No solo por su resistencia física, sino también por lo que sea que haya hecho la pelirroja con su espada.

Eichi vio como los ojos de Milena se abrían y no pudo evitar sonreír. Realmente se parecían bastante. Si tuviera una personalidad más traviesa, siniestra y atrevida; probablemente podrían decir que eran como espejos. Escuchó sus palabras y no pudo evitar asentir. El dicho de que la tercera era la vencida, probablemente era cierto. Al menos en su caso lo fue. Suspiró y bostezó un poco, para luego ver como se ponía sus ropas... o al menos parte ella. No se iba a molestar si solo iba en pantalón y sujetador, para nada. Negó con la cabeza y se puso algo encima. Un pantalón azul que encontró y una camisa negra, que dejó totalmente abierta mostrando sus abdominales. Hacía demasiado calor en la habitación, pero considerando lo que sucedió hace un par de horas atrás... Era de esperarse. De hecho, sería raro que el ambiente se mantuviera liviano luego de esa maratón.

Se paró de la cama mientras escuchaba las palabras acerca de su espada. No pudo evitar arquear una ceja al escuchar sobre su habilidad. Conocía los diales de feromónas. De hecho, tenía algunos guardados por ahí. Debía admitir que era una habilidad bien útil a la hora de combatir, por lo menos para despistar. Quitando eso... No pudo evitar que una sonrisa algo divertida se formara en su rostro, al tiempo que hacía unos leves ejercicios para hacer trabajar sus músculos.

– ¿Debo sentirme celoso cada vez que uses esa cosa con otra persona? – preguntó el pelirrojo, aunque se podía notar por su tono de voz que estaba bromeando. – De todas formas, haré algo para desayunar. ¿Quieres algo en específico? – el joven, una vez tuviera respuesta de Milena, se dirigiría a la cocina.

Una vez allí, miró lo que tenía a disposición y asintió para sí mismo. Convenientemente tenía todo lo necesario, aunque no era raro si se consideraba que era un hotel de lujo. No tardó mucho en hacer el desayuno. Unos huevos con tocino, jugo de naranja, tostadas, yogurt y lo que le pidió la pelirroja. Una vez hecho eso, llevó los platos a la habitación donde, se suponía, debía estar Milena.

– Buen provecho, Mile-chan – dijo mientras sonreía de forma dulce.

Una enorme sonrisa se formó en su rostro al escuchar el elogio de Milena. Había recibido muchos en su vida, pero la de la pelirroja siempre superaría al resto. Su opinión le importaba bastante, después de todo. Ella era su... Eichi parpadeó al notar donde iban sus pensamientos. ¿Qué es lo que eran ellos ahora? ¿Pareja? ¿Amantes? En eso el joven no tenía respuesta alguna, y le daba algo de miedo sacar el tema a relucir. Una cosa es que ambos sientan lo mismo, y la otra era poner las acciones de la noche anterior en un contexto. Abrió su boca para decir algo, pero al no salir sonido alguno de sus labios... Simplemente la volvió a cerrar y negó con la cabeza. Si, era un maldito cobarde por no sacar el tema. No le quedaba otra que esperar a que Milena lo sacara... si es que lo hacía. Parecía muy contenta comiendo todo lo que hizo.

– A final de cuentas, no importa mucho lo que somos. Con solo verla feliz, me basta y sobra – pensó el joven mientras una sonrisa se formaba en su rostro.

Eichi suspiró y empezó a desayunar también. Al tomar el primer bocado, no pudo evitar parpadear y mirar con algo de sorpresa su plato. El mismo sabía que cocinaba bien y era algo de lo que se enorgullecía, pero esto... Algo tan simple como esto, superaba todo lo que había hecho antes. Esto y el risotto que hizo ayer. No pudo evitar soltar una leve carcajada y negar con la cabeza. En verdad cambiaban las cosas cuando tenías otro motivo a parte de subir tu potencia al máximo. No se lo creyó a Saiba, al menos no hasta el día de ayer.

El príncipe se terminó su desayuno al cabo de unos minutos y dejó el plato a un lado. Escuchó las palabras de Milena y no pudo evitar ruborizarse y mirar levemente hacia abajo. Fuera de los momentos de pasión o de peleas, el joven seguía siendo el mismo de siempre... Y estaba pensando que eso nunca cambiaría. Así era él y no iba a cambiar, no ahora. Iba a evitar comportarse de una forma que nunca será, incluso si tiene que rechazar a parte de sí mismo.

– Mile-chan – le llamó el pelirrojo. – ¿Qué haremos de ahora en adelante? – preguntó curiosamente el joven. El seguiría con su objetivo de antes, pero lo que sucediera después... Era algo que ni él sabía.

Su hubiera estado bebiendo algo en ese momento, probablemente se hubiera atragantado con eso. No lo hubiera escupido. Tenía su dignidad de príncipe, después de todo. Como no tenía nada en su boca, simplemente se limitó a hacer lo más normal... Que fue caerse de lleno de espaldas. Rápidamente se recompuso su postura y se volvió a sentar, al tiempo que hacía un gesto con la mano para restarle importancia a lo que había hecho. Definitivamente, eso le tomó por sorpresa. Al menos ese tema quedaba zanjado y ya podía ponerle un nombre a la relación que tenían. Suspiró de alivio y se bebió de un trago su zumo de naranja, en un intento de calmar sus nervios. Al menos, había funcionado. Que la pelirroja se hubiera quedado callada, disfrutando de su desayuno, había ayudado a que el pelirrojo pudiera ordenar sus ideas.

– Si me permites, creo que es mejor que yo te contacte. No sé que tan desastrosa sea la situación actual en Pendragon, pero no me fío de las comunicaciones... Especialmente con mi tío dando vueltas por ahí – le respondió a Milena.

En cuanto a lo de Taiga... si, era una buena opción. Le había parecido un buen tío en lo poco que habían hablado, pese a sus reservaciones acerca del gobierno. De todas formas, le había dado el beneficio de la duda a Milena cuando se conocieron, por lo que le daría la misma cortesía el rubio. Castor, por otro lado... Eichi suspiró con pesadez y se frotó la sien. Su encuentro con Troy era inevitable, y francamente... él mismo intentaría buscarlo. Era tiempo que hablaran cara a cara respecto a ciertas cosas.

Sonrío nerviosamente al escuchar lo que dijo su pelirroja y al notar su mirada. Realmente era alguien que no podía ser saciada con facilidad... Y, francamente, se estaba dando cuenta que él tampoco. De momento debería recurrir a la espada de Milena para poder mantener el ritmo. Mientras le quitaba su camisa, el joven besó con intensidad a Milena. Además de realizar eso porque le gustaba... Admitía que lo hizo con unas segundas intenciones. Discretamente, mientras estaban ocupados en su momento de pasión, el joven sacó algo de sus pantalones. Era un fajo de billetes... fajo que dejó silenciosamente dentro del pantalón de la pelirroja. Hablaba enserio cuando dijo que iba ayudarle a ella y al niño, y empezaría por algo pequeño como eso...