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¡Ah! Hermoso y caluroso día en el fabuloso mar de North Blue. El clima ideal para estar tomando un buen y fresco gintonic en un pequeño bote. ¡Sí! ¡En un bote! Porque así comienzan todas las aventuras de leyendas. Un último sorbo terminó con aquel líquido celestial para así lanzar justo después la copa al mar. Era un viaje espléndido para el joven Asder, el comienzo de su aventura. Con sus ropas habituales y la máscara en su frente para evitar que el sol le cegase, viaja tumbado en aquel incómodo bote. Estaba mirando un cartel de “se busca” sobre un criminal un tanto ridículo: un hombre gordo o eso parecía por su hinchada cara y gran papada, con pecas por sus mejillas. En la mano del joven había un rotulador, era inevitable para él el comenzar a “maquillar” el rostro de aquel hombre. Debía hacerlo más “fabuloso” para que se viera mejor y el aburrimiento le ayudaba bastante.
- Un bigote por aquí… Unas gafas de culo de botella por acá… ¡Ah! ¡Y por último una nariz aún más grande! ¡Voilà! ¡Terminado! Otra obra más para el carro. – Dijo mientras guardaba el cartel en su bolsillo. – En teoría debe estar por aquí cerca, en una isla un tanto… ¿Clásica era la palabra? – Levantó un poco su vista para mirar más allá del mar. - ¡Allí está!
A lo lejos una isla enorme con una ciudad elegante. En el centro se alzaba un castillo gigantesco que destacaba gracias a sus rocas pulidas. Por los alrededores, pueblos un tanto más rústicos. Era sin duda un lugar antiguo, por así llamarlo. Entrar allí era como viajar al pasado. Al menos en aquel lugar sus ropajes no destacarían tanto, ya que estaban hechos con restos de animales, como pieles y cueros. Desembarcó de su bote y caminó por el lugar, buscando información sobre el hombre que buscaba; Grandluis, el adivino. No era más que un estafador que utilizaba aquel lugar para forrarse, ya que unos humanos más “antiguos” eran más fáciles de engañar. Pero aun así era un hombre que seguía en contacto con el exterior, con el futuro, poseyendo información sobre personajes de importancia. La intención del joven no era otra más que sacar información a aquel tipo, poco le importaba la recompensa que poseyera. Grandluis podía saber cosas que otros no sabían.
Entonces, mientras caminaba por aquel lugar, se acercó a uno de los pequeños poblados. Las casas, hechas de rocas y con tejado de paja, seguían estando anticuadas. Un viejo araba la tierra de su huerto, sudando aun portando un sombrero amplio. Se acercó a él, necesitaba preguntar sobre el grandullón. Sacó el cartel de su bolsillo y se dispuso a saber sobre su paradero.
- ¡Hey, viejo! ¡Ten cuidado no te rompas la columna! – Dijo en un tono burlesco. – Por cierto… ¿Has visto a este hombre? – Señaló el rostro ahora pintado del cartel. – Em… Ignora las gafas y el bigote… ¡Ah, también la nariz! Me aburría de camino aquí. ¿Sabes? Era un viaje muy largo, casi tan largo como mi pe…
- No seas grosero. – Se le cortó en seguida el viejo. – Soy un adulto y debes tratarme con respeto. – Su voz era moribunda, enferma. - ¡Cough! – Tosió. – Si buscas al gran Grandluis, está en la ciudad. Pero no será tan fácil…
- ¡Gracias, viejo! ¡Nos vemos en la otra vida, aunque tú llegarás antes! – Gritaba mientras corría en dirección al castillo.
- ¡Pero espera! ¡Cough! – Intentaba parar su caminata. - ¡Hay algo que no te he contado!
- Un bigote por aquí… Unas gafas de culo de botella por acá… ¡Ah! ¡Y por último una nariz aún más grande! ¡Voilà! ¡Terminado! Otra obra más para el carro. – Dijo mientras guardaba el cartel en su bolsillo. – En teoría debe estar por aquí cerca, en una isla un tanto… ¿Clásica era la palabra? – Levantó un poco su vista para mirar más allá del mar. - ¡Allí está!
A lo lejos una isla enorme con una ciudad elegante. En el centro se alzaba un castillo gigantesco que destacaba gracias a sus rocas pulidas. Por los alrededores, pueblos un tanto más rústicos. Era sin duda un lugar antiguo, por así llamarlo. Entrar allí era como viajar al pasado. Al menos en aquel lugar sus ropajes no destacarían tanto, ya que estaban hechos con restos de animales, como pieles y cueros. Desembarcó de su bote y caminó por el lugar, buscando información sobre el hombre que buscaba; Grandluis, el adivino. No era más que un estafador que utilizaba aquel lugar para forrarse, ya que unos humanos más “antiguos” eran más fáciles de engañar. Pero aun así era un hombre que seguía en contacto con el exterior, con el futuro, poseyendo información sobre personajes de importancia. La intención del joven no era otra más que sacar información a aquel tipo, poco le importaba la recompensa que poseyera. Grandluis podía saber cosas que otros no sabían.
Entonces, mientras caminaba por aquel lugar, se acercó a uno de los pequeños poblados. Las casas, hechas de rocas y con tejado de paja, seguían estando anticuadas. Un viejo araba la tierra de su huerto, sudando aun portando un sombrero amplio. Se acercó a él, necesitaba preguntar sobre el grandullón. Sacó el cartel de su bolsillo y se dispuso a saber sobre su paradero.
- ¡Hey, viejo! ¡Ten cuidado no te rompas la columna! – Dijo en un tono burlesco. – Por cierto… ¿Has visto a este hombre? – Señaló el rostro ahora pintado del cartel. – Em… Ignora las gafas y el bigote… ¡Ah, también la nariz! Me aburría de camino aquí. ¿Sabes? Era un viaje muy largo, casi tan largo como mi pe…
- No seas grosero. – Se le cortó en seguida el viejo. – Soy un adulto y debes tratarme con respeto. – Su voz era moribunda, enferma. - ¡Cough! – Tosió. – Si buscas al gran Grandluis, está en la ciudad. Pero no será tan fácil…
- ¡Gracias, viejo! ¡Nos vemos en la otra vida, aunque tú llegarás antes! – Gritaba mientras corría en dirección al castillo.
- ¡Pero espera! ¡Cough! – Intentaba parar su caminata. - ¡Hay algo que no te he contado!
Ivan Markov
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- Maldito Ryuken...
Un joven alto y pálido bebía una copa de vino en el balcón de un edificio. Vestía un elegante traje a la usanza del lugar digno del más rico de los nobles, con una capa negra con el borde dorado como remate. Lucía dos anillos en su mano derecha, uno un simple aro plateado sin añadidos y el otro dorado con un escudo de armas. Con una expresión fría y de rabia contenida observaba las calles de la ciudad, como si esperara que en cualquier momento el objeto de su odio fuese a salir de una esquina. Hacía unos días ya que había regresado de Síderos y no estaba demasiado contento. Si bien había logrado obtener un par de objetos interesantes, la guerra no le había traído reconocimientos, honor, diversión ni nada más que eso, salvo quebraderos de cabeza. Y el maldito Ryuken Shirou era uno de ellos. Por su culpa había estado muy cerca de perder a Galia y no las tenía todas consigo de que cuando había terminado la hipnosis no hubiera decidido que sus palabras eran una treta. En aquel momento podía estar convenciéndola de que debía dejar de confiar en él, o cosas peores. Se mordió el labio inferior con ira hasta hacerse sangre, cerrándose la herida a los pocos segundos. Suspiró profundamente.
- Creo que necesito algo más fuerte.
Apuró la copa y entró en el interior de la casa, abriendo el minibar y extrayendo una botella de ron. Era un recuerdo de Síderos, una de las pocas cosas que habían hecho merecer la pena el viaje. Era fuerte como un puñetazo de Drake y subía que daba gusto, perfecto para cogerse una buena. Cogió un vaso y se sirvió una generosa cantidad, volviendo a salir a la terraza mientras le daba un buen trago. Ignoró el ardor de su garganta al ingerir el brebaje y apuró un segundo sorbo, mientras se apoyaba en el balcón. El calor del alcohol no tardó en hacerse presente, sustituyendo su rabia inicial por una alegría sádica. Con una sonrisa torva pensó, que pese a todo, no era tan malo lo que había sucedido. Si Ryuken había abierto la boca y Galia estaba en su contra, simplemente la violaría y la mataría. De poder ser delante del albino, para después eliminarlo a él también, no sin antes deleitarse en arrancarle gritos de dolor hasta que le sangraran las jodidas cuerdas vocales. Sí... Ivan Markov siempre se salía con la suya, pasara lo que pasara. Con pensamientos macabros similares en mente, remató su vaso y comenzó a plantearse seriamente ir a por el segundo, cuando vio a un joven pelirrojo corriendo por la calle bajo su balcón. Iba vestido con una armadura y llevaba una máscara en la cabeza, sin ponérsela. ¿Quién diablos sería y qué...? Alcanzó pese al alcohol a distinguir un cartel en su mano. ¿Un cazador? ¿A quién buscaría?
- Creo que ya he encontrado una pequeña diversión para matar la tarde.
Con una sonrisa, subió sobre la barandilla y saltó al vacío. Pero nunca llegó a caer, sino que su cuerpo levitó hasta el tejado de enfrente, posándose suavemente en este. Para cuando lo hubo hecho, ya no llevaba una capa cara como antes, sino una beige de viaje que ocultaba sus elegantes ropas y su rostro bajo una capucha. Comenzó a correr por los tejados, siguiéndole la pista al pelirrojo y extrayendo del interior de la capa una daga.
Un joven alto y pálido bebía una copa de vino en el balcón de un edificio. Vestía un elegante traje a la usanza del lugar digno del más rico de los nobles, con una capa negra con el borde dorado como remate. Lucía dos anillos en su mano derecha, uno un simple aro plateado sin añadidos y el otro dorado con un escudo de armas. Con una expresión fría y de rabia contenida observaba las calles de la ciudad, como si esperara que en cualquier momento el objeto de su odio fuese a salir de una esquina. Hacía unos días ya que había regresado de Síderos y no estaba demasiado contento. Si bien había logrado obtener un par de objetos interesantes, la guerra no le había traído reconocimientos, honor, diversión ni nada más que eso, salvo quebraderos de cabeza. Y el maldito Ryuken Shirou era uno de ellos. Por su culpa había estado muy cerca de perder a Galia y no las tenía todas consigo de que cuando había terminado la hipnosis no hubiera decidido que sus palabras eran una treta. En aquel momento podía estar convenciéndola de que debía dejar de confiar en él, o cosas peores. Se mordió el labio inferior con ira hasta hacerse sangre, cerrándose la herida a los pocos segundos. Suspiró profundamente.
- Creo que necesito algo más fuerte.
Apuró la copa y entró en el interior de la casa, abriendo el minibar y extrayendo una botella de ron. Era un recuerdo de Síderos, una de las pocas cosas que habían hecho merecer la pena el viaje. Era fuerte como un puñetazo de Drake y subía que daba gusto, perfecto para cogerse una buena. Cogió un vaso y se sirvió una generosa cantidad, volviendo a salir a la terraza mientras le daba un buen trago. Ignoró el ardor de su garganta al ingerir el brebaje y apuró un segundo sorbo, mientras se apoyaba en el balcón. El calor del alcohol no tardó en hacerse presente, sustituyendo su rabia inicial por una alegría sádica. Con una sonrisa torva pensó, que pese a todo, no era tan malo lo que había sucedido. Si Ryuken había abierto la boca y Galia estaba en su contra, simplemente la violaría y la mataría. De poder ser delante del albino, para después eliminarlo a él también, no sin antes deleitarse en arrancarle gritos de dolor hasta que le sangraran las jodidas cuerdas vocales. Sí... Ivan Markov siempre se salía con la suya, pasara lo que pasara. Con pensamientos macabros similares en mente, remató su vaso y comenzó a plantearse seriamente ir a por el segundo, cuando vio a un joven pelirrojo corriendo por la calle bajo su balcón. Iba vestido con una armadura y llevaba una máscara en la cabeza, sin ponérsela. ¿Quién diablos sería y qué...? Alcanzó pese al alcohol a distinguir un cartel en su mano. ¿Un cazador? ¿A quién buscaría?
- Creo que ya he encontrado una pequeña diversión para matar la tarde.
Con una sonrisa, subió sobre la barandilla y saltó al vacío. Pero nunca llegó a caer, sino que su cuerpo levitó hasta el tejado de enfrente, posándose suavemente en este. Para cuando lo hubo hecho, ya no llevaba una capa cara como antes, sino una beige de viaje que ocultaba sus elegantes ropas y su rostro bajo una capucha. Comenzó a correr por los tejados, siguiéndole la pista al pelirrojo y extrayendo del interior de la capa una daga.
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El joven corría sin parar entre las casas, hasta detenerse de golpe, perdiendo un poco el equilibrio. Justo delante de él, rodeando el castillo, había una especie de lago que si no fuera porque paró a tiempo, habría caído al agua. Se tocó la frente, pensando, mientras con la otra mano se rascaba su entrepierna. Necesitaba pasar, pero era obvio que no iba a mojarse su precioso pelo, sin contar que podría ahogarse fácilmente por culpa de su ineptitud. Comenzó a bordear la zona para buscar la entrada, mirando a sus pies para evitar caerse al agua, sin dejar de rascarse sus partes. De pronto topó con dos tipos armados hasta los dientes, pero no por armas de fuego. Sus vestimentas eran la típica armadura metálica de todo antiguo guardia real. Los miró de arriba abajo y detrás de ellos estaba la pasarela que llevaba hacia el castillo. Intentó pasar entre los dos para así avanzar hacia su objetivo, pero dos lanzas se interpusieron en su camino.
- ¡Hey, bolas de discoteca! ¡Dejadme pasar! – Gritó algo enfadado al ver que no le permitían entrar.
- Eres un extranjero. Aquí no son bienvenidos. – Respondió uno de ellos.
- Bien, bien… ¡Tengo una idea! ¿Tenéis una moneda? – Preguntó. Uno de los irrelevantes guardias sacó un berrie y se lo ofreció, algo extrañado por aquello. Asder se lo guardó en el bolsillo. – Gracias, soy un berrie más rico. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! – Los guardias quedaron atónitos, no se esperaban que guardara el berrie en el bolsillo. Tal vez un cara o cruz... O algo por el estilo. El joven sacó el cartel de "Se busca”. - ¿Habéis visto a este hombre? Sé que está dentro, pero no sé exactamente dónde.
- Sí… Digo, no. No está aquí. Y lo que dicen de él, que es un estafador… ¡Es mentira! – Negó indignado.
- ¿Sabéis que proteger a un criminal hace que vosotros lo seáis? En tal caso… Soy un caza recompensas. Lo podemos solucionar de dos maneras. Una: Os cazo por proteger a un criminal. Dos: Me dejáis pasar y santas pascuas. De un modo u otro, entraré. – Era todo palabrería. ¿O tal vez no? Lanzó el cartel al suelo y se puso en posición de pelea. ¿Por qué lo lanzó al suelo? Para verse más “cool”, supongo.
- Creo que nos quedamos con la primera opción. – Al parecer tan sólo hablaba el mismoNPC guardia irrelevante, ya que el otro no decía nada. – Así que comencemos, pues.
- ¡Alto, alto y alto! – Dijo Asder mientras movía las manos de un lado a otro. - ¿De verdad creíais que iba a pelear? ¡Hombre de poca fe! ¡Era una broma! – Gritaba entre risas sarcásticas. – Vamos, mejor me voy por donde he venido. – Se dio media vuelta y lanzó el berrie al suelo. Se agachó y lo agarró, alcanzando así algo de arenilla. - ¡Se me olvidaba daros esto! – Lanzó el berrie junto a la arenilla hacia los ojos de los guardas. - ¡Picasteis! – Comenzó a correr hacia el castillo, pasando de largo. Los guardias tras limpiarse los ojos comenzaron a correr tras el cazador.
- ¡Hey, bolas de discoteca! ¡Dejadme pasar! – Gritó algo enfadado al ver que no le permitían entrar.
- Eres un extranjero. Aquí no son bienvenidos. – Respondió uno de ellos.
- Bien, bien… ¡Tengo una idea! ¿Tenéis una moneda? – Preguntó. Uno de los irrelevantes guardias sacó un berrie y se lo ofreció, algo extrañado por aquello. Asder se lo guardó en el bolsillo. – Gracias, soy un berrie más rico. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! – Los guardias quedaron atónitos, no se esperaban que guardara el berrie en el bolsillo. Tal vez un cara o cruz... O algo por el estilo. El joven sacó el cartel de "Se busca”. - ¿Habéis visto a este hombre? Sé que está dentro, pero no sé exactamente dónde.
- Sí… Digo, no. No está aquí. Y lo que dicen de él, que es un estafador… ¡Es mentira! – Negó indignado.
- ¿Sabéis que proteger a un criminal hace que vosotros lo seáis? En tal caso… Soy un caza recompensas. Lo podemos solucionar de dos maneras. Una: Os cazo por proteger a un criminal. Dos: Me dejáis pasar y santas pascuas. De un modo u otro, entraré. – Era todo palabrería. ¿O tal vez no? Lanzó el cartel al suelo y se puso en posición de pelea. ¿Por qué lo lanzó al suelo? Para verse más “cool”, supongo.
- Creo que nos quedamos con la primera opción. – Al parecer tan sólo hablaba el mismo
- ¡Alto, alto y alto! – Dijo Asder mientras movía las manos de un lado a otro. - ¿De verdad creíais que iba a pelear? ¡Hombre de poca fe! ¡Era una broma! – Gritaba entre risas sarcásticas. – Vamos, mejor me voy por donde he venido. – Se dio media vuelta y lanzó el berrie al suelo. Se agachó y lo agarró, alcanzando así algo de arenilla. - ¡Se me olvidaba daros esto! – Lanzó el berrie junto a la arenilla hacia los ojos de los guardas. - ¡Picasteis! – Comenzó a correr hacia el castillo, pasando de largo. Los guardias tras limpiarse los ojos comenzaron a correr tras el cazador.
Ivan Markov
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Se frotó la barbilla, observando al chico con curiosidad. No tenía claro si era imbécil, un loco o un genio, pero le había gustado. Tenía cojones el chaval. Sentó en la muralla, resguardado por la sombra de las almenas. Aunque alguien hubiese mirado directamente en su dirección, no habría visto más que una sombra en la que probablemente no se hubiera ni fijado. Con una sonrisa, se acomodó y apoyó la cabeza en su mano, observando cómo se desenvolvía la situación. Entonces el tipo tiró el berrie y se retiró, decepcionando un poco a Ivan. "Tiene estilo al menos. Por otro lado, si se hubiera pegado con ellos lo habrían hecho papilla." Podía percibir perfectamente con su haki que las voces de los guardias eran más intensas que la del pelirrojo, que era evidentemente poco más que un novato. Y entonces, sorprendiendo totalmente tanto a los soldados como al cazador, el tipo les echó arena en los ojos mofándose y salió corriendo. "Pero... ¿qué?" Tras un breve instante de estupefacción, comenzó a reírse a carcajadas. Pues vaya con el chaval, definitivamente era un idiota. Valiente, pero idiota. Los guardias echaron a correr tras él alabardas en mano y pese a sus armaduras llevaban un buen ritmo.
- Me ha caído bien, creo que le echaré una mano.
Guardando la daga y ajustándose la capucha para que ocultara bien su rostro, saltó y echó a volar hacia los tejados, momento en que comenzó a correr sobre ellos siguiendo la pista con su mantra. La persecución les llevó por una calle principal, pero por poco tiempo. El joven decidió girar hacia una callejuela, en una maniobra inteligente. Si tenían que correr por una zona muy transitada acabaría siendo capturado bien porque se toparan con otra patrulla o bien porque algún transeúnte (o varios) decidiese intervenir. Y les bastaría con retenerle un par de segundos para que los soldados llegasen hasta él. En cambio en una red de callejuelas las pesadas armaduras que limitaban su agilidad serían un estorbo que permitiría al chico zafarse de ellos. "Pero yo no voy a permitir eso. Sería muuuy aburrido." Cambiando de opinión respecto a sus planes, pasó a su forma completa. Su piel se volvió pálida como el alabastro, su pelo blanco plateado y sus ojos color dorado. Extrayendo una katana de filo oscuro del interior de su capa se adelantó al trayecto del pelirrojo y se colocó al final de un callejón antes de que llegara.
- Gin oodori, ¡Mikadzuki Arashi!
Con una serie de veloces cortes a ambos lados del callejón, una lluvia de ondas cortantes azuladas con forma de media luna golpearon las paredes de los edificios cercanos. Estas comenzaron a derrumbarse cortadas a cachitos, formando un derrumbamiento justo en el momento en que el tipo entraba en el callejón. Con una sonrisa maliciosa, Ivan subió al edificio de la izquierda desde un callejón transversal para que no le vieran, desde donde observó la escena agazapado. El chico quedó arrinconado por los dos guardias, que algo cabreados, no parecían muy dispuestos a parlamentar. Sin embargo el repentino derrumbamiento los dejó algo sorprendidos y aturdidos, con lo que no actuaron al momento. "Y ahora es cuando el bueno de Ivan salva el día" pensó, levantándose. Apareció entre ellos, con la capucha puesta y una media sonrisa en el rostro. Los guardias se giraron hacia él sobresaltados, apuntándole con sus armas. Entonces la punta de la lanza del tipo de la izquierda cayó al suelo, cortada.
- ¿Pero qué...?
- Eliminados - murmuró Ivan, sacudiendo su katana para echar la sangre a un lado.
De repente sendos chorros de sangre salieron de los guardias. Sus armaduras, destrozadas en diferentes puntos por varios cortes, habían resultado inútiles. Los hombres se desplomaron, moribundos. Disfrutando del momento, alzó la katana y lamió la hoja ensangrentada, tras lo que se giró hacia el pelirrojo y le hizo un gesto con la mano.
- "Yo" - lo saludó - Pronto este lugar será un hervidero de patrullas del reino. Creo que necesitas ayuda - dijo, mirándolo directamente a los ojos.
- Me ha caído bien, creo que le echaré una mano.
Guardando la daga y ajustándose la capucha para que ocultara bien su rostro, saltó y echó a volar hacia los tejados, momento en que comenzó a correr sobre ellos siguiendo la pista con su mantra. La persecución les llevó por una calle principal, pero por poco tiempo. El joven decidió girar hacia una callejuela, en una maniobra inteligente. Si tenían que correr por una zona muy transitada acabaría siendo capturado bien porque se toparan con otra patrulla o bien porque algún transeúnte (o varios) decidiese intervenir. Y les bastaría con retenerle un par de segundos para que los soldados llegasen hasta él. En cambio en una red de callejuelas las pesadas armaduras que limitaban su agilidad serían un estorbo que permitiría al chico zafarse de ellos. "Pero yo no voy a permitir eso. Sería muuuy aburrido." Cambiando de opinión respecto a sus planes, pasó a su forma completa. Su piel se volvió pálida como el alabastro, su pelo blanco plateado y sus ojos color dorado. Extrayendo una katana de filo oscuro del interior de su capa se adelantó al trayecto del pelirrojo y se colocó al final de un callejón antes de que llegara.
- Gin oodori, ¡Mikadzuki Arashi!
Con una serie de veloces cortes a ambos lados del callejón, una lluvia de ondas cortantes azuladas con forma de media luna golpearon las paredes de los edificios cercanos. Estas comenzaron a derrumbarse cortadas a cachitos, formando un derrumbamiento justo en el momento en que el tipo entraba en el callejón. Con una sonrisa maliciosa, Ivan subió al edificio de la izquierda desde un callejón transversal para que no le vieran, desde donde observó la escena agazapado. El chico quedó arrinconado por los dos guardias, que algo cabreados, no parecían muy dispuestos a parlamentar. Sin embargo el repentino derrumbamiento los dejó algo sorprendidos y aturdidos, con lo que no actuaron al momento. "Y ahora es cuando el bueno de Ivan salva el día" pensó, levantándose. Apareció entre ellos, con la capucha puesta y una media sonrisa en el rostro. Los guardias se giraron hacia él sobresaltados, apuntándole con sus armas. Entonces la punta de la lanza del tipo de la izquierda cayó al suelo, cortada.
- ¿Pero qué...?
- Eliminados - murmuró Ivan, sacudiendo su katana para echar la sangre a un lado.
De repente sendos chorros de sangre salieron de los guardias. Sus armaduras, destrozadas en diferentes puntos por varios cortes, habían resultado inútiles. Los hombres se desplomaron, moribundos. Disfrutando del momento, alzó la katana y lamió la hoja ensangrentada, tras lo que se giró hacia el pelirrojo y le hizo un gesto con la mano.
- "Yo" - lo saludó - Pronto este lugar será un hervidero de patrullas del reino. Creo que necesitas ayuda - dijo, mirándolo directamente a los ojos.
- hipnosis:
- *Encantar persona: Hace creer al afectado que es su amigo. Este efecto dura tantos minutos como el nivel de Ivan una vez se rompe el contacto visual. Se rompe si Ivan se muestra abiertamente hostil contra el afectado.
Treinta niveles menos que Ivan o más: Se creerán que es un gran amigo y lo defenderán a muerte. Doble de la duración base.
Quince niveles menos que Ivan o más: Se creerán que es un gran amigo y lo defenderán a muerte. Duración base.
Mismo nivel que Ivan o menos: Se creerán que es su amigo, y lo defenderán y ayudarán en lo que pueda. Duración base.
Quince niveles más que Ivan o menos: Se creerán que es un amigo, y si pueden le echarán una mano. Duración base.
Treinta niveles más que Ivan o menos: No considerarán que sea un enemigo, y de base no se mostrarán hostiles contra él. Mitad de la duración base.
PD: La uso cuando te miro a los ojos, al final del post
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El joven corría por el poblado, buscando las callejuelas para así no tropezarse con otras personas o patrullas. Era rápido, poco a poco conseguía darles esquinazo, hasta que en un giro se vio acorralado. No había salida, muy típico de toda historia de miedo donde la víctima es perseguida por asesinos: Había un callejón sin salida. ”Mierda.” Pensó mientras se giraba poco a poco, posando su mano sobre el mango de su katana. ”Parece que es hora de pelear.” Comenzó a desenvainar su arma mientras veía la cara de sus perseguidores, los cuáles sonreían. De pronto los edificios de los alrededores comenzaron a derrumbarse y cortaron la calle, a las espaldas de los soldados. Estaba en una jaula, iba a ser cazado como de si de un animal se tratase.
- Hey… Lo de la arena… ¡Era una simple broma! ¡Jaja! ¿No os hizo gracia? Que panda de amargados. – Dijo esta última frase en voz baja, evitando que lo escuchasen.
Las lanzas le apuntaban, pasos lentos pero firmes hacían que la amenaza fuera mayor. Un tercer tipo encapuchado y de piel pálida apareció. ”Lo que me faltaba. Donde caben dos, caben tres.” Buscaba con su mirada una salida, pero no la encontraba. Los guardias apuntaban al hombre encapuchado. ¿Era la suya para escapar? ¿Pero por dónde? De pronto las puntas de las lanzas cayeron al suelo y tras una palabra del paliducho, el suelo y las paredes se pintaron con la sangre de los soldados. Asder estaba alucinando, no había visto semejante poder en mucho tiempo, aquel tipo era realmente fuerte. Aquel tipo le saludó y le ofreció ayuda. Los ojos del joven estaban brillando como si de dos perlas relucientes se trataran; estaba maravillado. Se dibujó una sonrisa en su cara.
- ¡Jaja! ¡Eres la hostia consagrada, tío! – Dijo sinceramente, con mucho entusiasmo. - ¡Joder! ¡Les has cortado como si de salami se tratara, como mola! – Comenzó a sentir una atracción, no sexual, hacia aquel tipo. - ¡Espectacular! ¡Inimaginable! ¡Extraordinario! ¡Y un sinfín de etcéteras! – Estaba exagerando, o no. – Soy Lion D Asderdeker… ¡No! ¡Para ti Asder! ¡Así me llaman los colegas! ¡¿Qué digo colegas?! ¡¡Los hermanos!! – Parecía realmente impresionado de lo que acababa de ver. Había cogido cariño a aquel tipo muy rápido, demasiado rápido. – Por cierto, bro. – Metió la mano en su bolsillo y trató de sacar el cartel de “Se busca”. - ¿Has visto a este tipo? – Enseñó su mano, vacía. - ¡No! – Se llevó sus manos a las mejillas, abriendo la boca y los ojos a más no poder. - ¡Mierda! – Siguió insistiendo con su sorpresa. - ¡Me dejé el cartel en la entrada!
Cabizbajo, miró al suelo y vio los charcos de sangre. Tal vez era la hora de demostrar su gran habilidad con el dibujo. Manchó su dedo en sangre y comenzó a dibujar en la pared. Comenzó con un óvalo, aunque algo más ancho de lo común. Un par de ojos, una nariz rechoncha, una boca… - Era tal que así. – Entonces le dibujó un bigote al más puro estilo italiano, terminado en espiral. Unas gafas gruesas y circulares. - ¡Jajajaja! ¡Aunque así está mejor! – Siguió dibujando un cuerpo realmente grande, exageradamente enorme. Se trataba del tipo del cartel, pero con una barriga más grande de lo común, y con algunas facetas más que resaltadas, como su papada. Pero cuando estaba a punto de terminar con el dibujo, se escuchó una voz al otro lado de los escombros.
- ¿Estáis todos bien por ahí? – Había alboroto al otro lado, personas cuchicheando. Se podía escuchar también como algunas personas trataban de quitar las rocas que cortaban el paso. - ¡En breves os sacaremos de aquí!
Asder miró ahora a su nuevo hermano. - ¡Hey, bro! ¿Alguna idea? – Le preguntó mientras trataba de hurgar en los bolsillos de los guardias. – Estoy seguro que algo se te ocurre, eres un genio. ¡Un maldito genio!
- Hey… Lo de la arena… ¡Era una simple broma! ¡Jaja! ¿No os hizo gracia? Que panda de amargados. – Dijo esta última frase en voz baja, evitando que lo escuchasen.
Las lanzas le apuntaban, pasos lentos pero firmes hacían que la amenaza fuera mayor. Un tercer tipo encapuchado y de piel pálida apareció. ”Lo que me faltaba. Donde caben dos, caben tres.” Buscaba con su mirada una salida, pero no la encontraba. Los guardias apuntaban al hombre encapuchado. ¿Era la suya para escapar? ¿Pero por dónde? De pronto las puntas de las lanzas cayeron al suelo y tras una palabra del paliducho, el suelo y las paredes se pintaron con la sangre de los soldados. Asder estaba alucinando, no había visto semejante poder en mucho tiempo, aquel tipo era realmente fuerte. Aquel tipo le saludó y le ofreció ayuda. Los ojos del joven estaban brillando como si de dos perlas relucientes se trataran; estaba maravillado. Se dibujó una sonrisa en su cara.
- ¡Jaja! ¡Eres la hostia consagrada, tío! – Dijo sinceramente, con mucho entusiasmo. - ¡Joder! ¡Les has cortado como si de salami se tratara, como mola! – Comenzó a sentir una atracción, no sexual, hacia aquel tipo. - ¡Espectacular! ¡Inimaginable! ¡Extraordinario! ¡Y un sinfín de etcéteras! – Estaba exagerando, o no. – Soy Lion D Asderdeker… ¡No! ¡Para ti Asder! ¡Así me llaman los colegas! ¡¿Qué digo colegas?! ¡¡Los hermanos!! – Parecía realmente impresionado de lo que acababa de ver. Había cogido cariño a aquel tipo muy rápido, demasiado rápido. – Por cierto, bro. – Metió la mano en su bolsillo y trató de sacar el cartel de “Se busca”. - ¿Has visto a este tipo? – Enseñó su mano, vacía. - ¡No! – Se llevó sus manos a las mejillas, abriendo la boca y los ojos a más no poder. - ¡Mierda! – Siguió insistiendo con su sorpresa. - ¡Me dejé el cartel en la entrada!
Cabizbajo, miró al suelo y vio los charcos de sangre. Tal vez era la hora de demostrar su gran habilidad con el dibujo. Manchó su dedo en sangre y comenzó a dibujar en la pared. Comenzó con un óvalo, aunque algo más ancho de lo común. Un par de ojos, una nariz rechoncha, una boca… - Era tal que así. – Entonces le dibujó un bigote al más puro estilo italiano, terminado en espiral. Unas gafas gruesas y circulares. - ¡Jajajaja! ¡Aunque así está mejor! – Siguió dibujando un cuerpo realmente grande, exageradamente enorme. Se trataba del tipo del cartel, pero con una barriga más grande de lo común, y con algunas facetas más que resaltadas, como su papada. Pero cuando estaba a punto de terminar con el dibujo, se escuchó una voz al otro lado de los escombros.
- ¿Estáis todos bien por ahí? – Había alboroto al otro lado, personas cuchicheando. Se podía escuchar también como algunas personas trataban de quitar las rocas que cortaban el paso. - ¡En breves os sacaremos de aquí!
Asder miró ahora a su nuevo hermano. - ¡Hey, bro! ¿Alguna idea? – Le preguntó mientras trataba de hurgar en los bolsillos de los guardias. – Estoy seguro que algo se te ocurre, eres un genio. ¡Un maldito genio!
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