Ichimura Hachiro
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Siempre tan oportunos... con un suspiro, Hachiro puso la tapa sobre la tartera y apartó del fuego la sartén. Rápidamente empezó a coger los filetes y dejarlos en la bandeja, con toda la rapidez que fue capaz. El timbre volvió a sonar insistentemente, ante lo que el joven frunció el ceño. No le gustaba que le metieran prisa cuando estaba en la cocina, ni tampoco tener que alzar la voz. ¿Dónde diablos se había metido Minami? Seguro que aún estaba durmiendo, como de costumbre. Pero no podía dejar las cosas así en aquel momento. Arruinaría la salsa si la dejaba al fuego en aquel momento, iba a atender a quien fuera que estuviera llamando y la conversación se alargaba. Y si la sacaba antes de tiempo y luego volvía a calentarla... se mordió el labio inferior y con un gesto algo impaciente, levantó la tapa y echó un puñado de hierbas en el interior. El timbre volvió a sonar una tercera vez. Conteniéndose para no soltar un taco, bajó el fuego y salió de la cocina, dirigiéndose a la puerta.
- ¡No puedo hacerlo todo, Mina! ¿Tanto te cuesta abrir la puerta? - dijo en voz alta, irritado - ¡Ya voy, ya voy!
Apenas había dado tres pasos tras decir eso cuando la puerta de la habitación de su madre se abrió y una zapatilla impactó de lleno en su cara. El rostro ojeroso y despeinado de Minami asomó por el marco. "Si las miradas mataran..." La mujer comenzó a mascullar algo incomprensible que sonaba a "putos niños maleducados" Suspiró con una sonrisa y la ignoró, dirigiéndose a la puerta principal. Al abrirla se encontró con un hombre alto y corpulento, vestido con una gabardina marrón, gafas de sol y un fedora a juego. Debía rondar los cuarenta, y una barba marrón bien afeitada encuadraba su rostro.
- Buenos días... ¿puedo ayudarle?
- El agente Hachiro, supongo - contestó el hombre, entrando sin haber sido invitado - Bonita casa. Oh, eso huele delicioso, ¿qué hay para comer?
El joven frunció el ceño, conteniendo su ira. ¿Quién se creía aquel tipo para presentarse en su casa a la hora de la comida y autoinvitarse a entrar y a comer? Aquello iba demasiado lejos, incluso para alguien poco educado. Sólo el hecho de que le hubiese llamado "agente", delatándolo como un miembro de la organización, impidió que el peliblanco reaccionara de mala manera. Conteniendo su mal genio, decidió intentar resolver aquello por la vía diplomática.
- Disculpe caballero, pero creo que aún no se ha presentado. Por cierto, si no es importante lo que tenga que decir, lamento decirle que estamos a punto de comer.
- Y por eso estoy aquí. Izumi me ha dicho que eres un excelente cocinero y estoy deseoso de probar las dotes culinarias de mi nuevo subordinado.
Hachiro refrenó su lengua, calmándose algo más al comprender el significado de sus palabras. ¿Subordinado? Si le habían asignado un responsable directo, entonces por maleducado que fuera debía ser respetuoso. "Pues a menudo idiota me han asignado." Por otro lado era conocido de Minami, y ese era otro motivo para no tratarlo mal. No le apetecía llevarse otro zapatillazo.
- En ese momento espere en el salón, por favor. Pronto estará la comida.
Al poco después, los tres (incluida la aún somnolienta y recién despertada Minami) reunidos en el salón. La comida consistía en unos bistecs con una salsa de curry receta propia de Hachiro y verduras fritas como guarnición. Tras servir a los tres y darle el cucharazo de rigor a la morena por intentar comenzar sin esperar al resto, se sentó a la mesa, murmuró un "itadakimasu" y probó la comida. La salsa podría haber quedado mejor, pero se había hecho de más. Por lo demás había unos cuantos fallos más en el plato, pero en conjunto sabía bien y era agradable al paladar. Pero eso no era suficiente, no para él.
- Mmmm, en verdad no exagerabas, Mina-chan. Una comida excelente. Brindo por el joven cheff - dijo el agente.
- Ya te dije que mi Hachi-kun tiene mucha mano para la cocina. Si tuviese tanta para las mujeres, bien podría haber conseguido ya a una buena esposa.
- ¿Puedes hacer el favor de no hacer esos comentarios? - replicó, algo irritado - Tendré pareja cuando quiera, Minami. ¿Y quién cuidaría de ti si eso fuera así?
Tuvo que apartar la cabeza para evitar la zapatilla que se estrelló contra la pared tras él. Minami odiaba que la llamase de esa manera y siempre le insistía que la llamase "madre" o "mamá". Pero esa era una lucha perdida de antemano. Tras una animada comida en que la mujer se dedicó a sacarlo de quicio contándole a su nuevo superior anécdotas embarazosas, el hombre se acomodó en su asiento y dijo, con una expresión calmada y satisfecha.
- Una excelente comida, iniciado Hachiro. Disculpad mi intromisión, pero medir vuestro talante es parte de mi trabajo. Vuestra reacción ha dicho más de vos que vuestras palabras, y eso bien ha merecido la pena sus gélidas miradas - se rió animadamente - Agente especial Iwashi, del CP5, y desde ahora su nuevo superior. Espero mucho de usted en un futuro.
Iwashi se levantó y le tendió la mano. Hachiro, que ya llevaba toda la comida rumiando la situación y se esperaba algo similar, se levantó y le estrechó la mano con firmeza. El agente se rió y le dirigió una mirada suspicaz.
- Estas manos han empuñado más los instrumentos de labranza que las armas, ¿me equivoco? Sin embargo espero no equivocarme contigo, chico. He decidido tomarte bajo mi mando por recomendación de Izumi. No la dejes en mal lugar.
- No lo haré, agente especial. Puedo haber comenzado mi entrenamiento hace poco para lo que es habitual en la organización, pero pienso esforzarme más que nadie.
El hombre volvió a sonreír y se levantó, dirigiéndose a la percha de la que colgaba su gabardina. De esta extrajo una carpeta y dos pequeños objetos, dejando todo encima de la mesa. Uno era un den den mushi, mientras que el otro una pequeña cámara con un imperdible y un largo cable que llegaba a un botón. Al instante comprendió su función: una cámara oculta. ¿Una misión?
- Cumplid la misión que encontraréis en la carpeta y me aseguraré de que seáis recompensado, iniciado Hachiro. ¿O debería decir futuro agente auxiliar?
- ¡No puedo hacerlo todo, Mina! ¿Tanto te cuesta abrir la puerta? - dijo en voz alta, irritado - ¡Ya voy, ya voy!
Apenas había dado tres pasos tras decir eso cuando la puerta de la habitación de su madre se abrió y una zapatilla impactó de lleno en su cara. El rostro ojeroso y despeinado de Minami asomó por el marco. "Si las miradas mataran..." La mujer comenzó a mascullar algo incomprensible que sonaba a "putos niños maleducados" Suspiró con una sonrisa y la ignoró, dirigiéndose a la puerta principal. Al abrirla se encontró con un hombre alto y corpulento, vestido con una gabardina marrón, gafas de sol y un fedora a juego. Debía rondar los cuarenta, y una barba marrón bien afeitada encuadraba su rostro.
- Buenos días... ¿puedo ayudarle?
- El agente Hachiro, supongo - contestó el hombre, entrando sin haber sido invitado - Bonita casa. Oh, eso huele delicioso, ¿qué hay para comer?
El joven frunció el ceño, conteniendo su ira. ¿Quién se creía aquel tipo para presentarse en su casa a la hora de la comida y autoinvitarse a entrar y a comer? Aquello iba demasiado lejos, incluso para alguien poco educado. Sólo el hecho de que le hubiese llamado "agente", delatándolo como un miembro de la organización, impidió que el peliblanco reaccionara de mala manera. Conteniendo su mal genio, decidió intentar resolver aquello por la vía diplomática.
- Disculpe caballero, pero creo que aún no se ha presentado. Por cierto, si no es importante lo que tenga que decir, lamento decirle que estamos a punto de comer.
- Y por eso estoy aquí. Izumi me ha dicho que eres un excelente cocinero y estoy deseoso de probar las dotes culinarias de mi nuevo subordinado.
Hachiro refrenó su lengua, calmándose algo más al comprender el significado de sus palabras. ¿Subordinado? Si le habían asignado un responsable directo, entonces por maleducado que fuera debía ser respetuoso. "Pues a menudo idiota me han asignado." Por otro lado era conocido de Minami, y ese era otro motivo para no tratarlo mal. No le apetecía llevarse otro zapatillazo.
- En ese momento espere en el salón, por favor. Pronto estará la comida.
Al poco después, los tres (incluida la aún somnolienta y recién despertada Minami) reunidos en el salón. La comida consistía en unos bistecs con una salsa de curry receta propia de Hachiro y verduras fritas como guarnición. Tras servir a los tres y darle el cucharazo de rigor a la morena por intentar comenzar sin esperar al resto, se sentó a la mesa, murmuró un "itadakimasu" y probó la comida. La salsa podría haber quedado mejor, pero se había hecho de más. Por lo demás había unos cuantos fallos más en el plato, pero en conjunto sabía bien y era agradable al paladar. Pero eso no era suficiente, no para él.
- Mmmm, en verdad no exagerabas, Mina-chan. Una comida excelente. Brindo por el joven cheff - dijo el agente.
- Ya te dije que mi Hachi-kun tiene mucha mano para la cocina. Si tuviese tanta para las mujeres, bien podría haber conseguido ya a una buena esposa.
- ¿Puedes hacer el favor de no hacer esos comentarios? - replicó, algo irritado - Tendré pareja cuando quiera, Minami. ¿Y quién cuidaría de ti si eso fuera así?
Tuvo que apartar la cabeza para evitar la zapatilla que se estrelló contra la pared tras él. Minami odiaba que la llamase de esa manera y siempre le insistía que la llamase "madre" o "mamá". Pero esa era una lucha perdida de antemano. Tras una animada comida en que la mujer se dedicó a sacarlo de quicio contándole a su nuevo superior anécdotas embarazosas, el hombre se acomodó en su asiento y dijo, con una expresión calmada y satisfecha.
- Una excelente comida, iniciado Hachiro. Disculpad mi intromisión, pero medir vuestro talante es parte de mi trabajo. Vuestra reacción ha dicho más de vos que vuestras palabras, y eso bien ha merecido la pena sus gélidas miradas - se rió animadamente - Agente especial Iwashi, del CP5, y desde ahora su nuevo superior. Espero mucho de usted en un futuro.
Iwashi se levantó y le tendió la mano. Hachiro, que ya llevaba toda la comida rumiando la situación y se esperaba algo similar, se levantó y le estrechó la mano con firmeza. El agente se rió y le dirigió una mirada suspicaz.
- Estas manos han empuñado más los instrumentos de labranza que las armas, ¿me equivoco? Sin embargo espero no equivocarme contigo, chico. He decidido tomarte bajo mi mando por recomendación de Izumi. No la dejes en mal lugar.
- No lo haré, agente especial. Puedo haber comenzado mi entrenamiento hace poco para lo que es habitual en la organización, pero pienso esforzarme más que nadie.
El hombre volvió a sonreír y se levantó, dirigiéndose a la percha de la que colgaba su gabardina. De esta extrajo una carpeta y dos pequeños objetos, dejando todo encima de la mesa. Uno era un den den mushi, mientras que el otro una pequeña cámara con un imperdible y un largo cable que llegaba a un botón. Al instante comprendió su función: una cámara oculta. ¿Una misión?
- Cumplid la misión que encontraréis en la carpeta y me aseguraré de que seáis recompensado, iniciado Hachiro. ¿O debería decir futuro agente auxiliar?
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Edward, que desde que había conseguido su submarino no había tenido oportunidad de usarlo, decidió que lo mejor sería pintarlo un poco para que no se notara, al menos no a simple vista, que era robado. Partió con el mismo en dirección a Water Seven, donde le habían dicho que tenía que ponerse en contacto con un hombre en los astilleros que se encargaría de hacerle el trabajo. Al parecer había algunos trabajadores que se mostraban a favor de la revolución y ayudaban con pequeños encargos como estos.
Edward consiguió llegar a la isla y dejó el submarino escondido en un extremo de la isla, junto a unas rocas que hacían del camino para llegar a pie una ardua tarea, a menos que pudieras andar sobre rocas puntiagudas, como el joven hizo con haki de armadura en los pies.
-"Espero que eso sea suficiente para que no lo encuentren." -Pensó el rubio cuando salió de aquella zona. Su túnica se transformó en una prenda larga y negra con capucha, que usó para que nadie lo reconociera. En cuanto pudiera, se compraría alguna máscara de esas que son tan típicas en Water Seven. Llegó a la ciudad y se quedó maravillado por la extraña arquitectura y distribución de las calles, llenas de agua y puentes, que eran transitados por debajo a bordo de unos animales de los que solo había visto dibujos.
Caminó lentamente, fijándose en cada detalle, asombrado y curioso, hasta llegar al barrio comercial. Allí, y tras mirar durante unos diez minutos las máscaras disponibles, se decantó por una blanca con rayas atigradas de color dorado. Contento con la compra, se quitó la capucha y pasó a ser un enmascarado entre la muchedumbre.
Caminó por veinte minutos sin rumbo, solo mirando e intentado que, si alguien lo seguía, lo perdiera de vista. Su típica paranoia de sentirse perseguido lo hacía, quizás, demasiado precavido, pero, para él, nunca era demasiado. Tras el paseo, si dirigió a los astilleros. Solo sabía que el hombre debía llevar como identificador un pañuelo atado a la muñeca de color naranja con tres puntos rojos, por lo que, cuando lo encontrara, le preguntaría los detalles: si tenía que llevar el submarino hasta allí, cuanto iba a costar, si tenía algún tipo de lugar secreto de trabajo para estos casos, etc.
Edward consiguió llegar a la isla y dejó el submarino escondido en un extremo de la isla, junto a unas rocas que hacían del camino para llegar a pie una ardua tarea, a menos que pudieras andar sobre rocas puntiagudas, como el joven hizo con haki de armadura en los pies.
-"Espero que eso sea suficiente para que no lo encuentren." -Pensó el rubio cuando salió de aquella zona. Su túnica se transformó en una prenda larga y negra con capucha, que usó para que nadie lo reconociera. En cuanto pudiera, se compraría alguna máscara de esas que son tan típicas en Water Seven. Llegó a la ciudad y se quedó maravillado por la extraña arquitectura y distribución de las calles, llenas de agua y puentes, que eran transitados por debajo a bordo de unos animales de los que solo había visto dibujos.
Caminó lentamente, fijándose en cada detalle, asombrado y curioso, hasta llegar al barrio comercial. Allí, y tras mirar durante unos diez minutos las máscaras disponibles, se decantó por una blanca con rayas atigradas de color dorado. Contento con la compra, se quitó la capucha y pasó a ser un enmascarado entre la muchedumbre.
Caminó por veinte minutos sin rumbo, solo mirando e intentado que, si alguien lo seguía, lo perdiera de vista. Su típica paranoia de sentirse perseguido lo hacía, quizás, demasiado precavido, pero, para él, nunca era demasiado. Tras el paseo, si dirigió a los astilleros. Solo sabía que el hombre debía llevar como identificador un pañuelo atado a la muñeca de color naranja con tres puntos rojos, por lo que, cuando lo encontrara, le preguntaría los detalles: si tenía que llevar el submarino hasta allí, cuanto iba a costar, si tenía algún tipo de lugar secreto de trabajo para estos casos, etc.
- Cosas utilizadas::
- Túnica Henkan
Habilidades especiales o destacables: Se puede transformar en cualquier ropa, siendo siempre igual de ligera y resistente (no irrompible pero bastante resistente aún así) También puede adquirir otras formas que se mantienen dos post y tienen tres de recarga, pudiendo convertirse en un par de brazos adicionales o en alas para volar.
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Tras darle su número y explicarle el funcionamiento de la cámara, Iwashi dejó la casa para que pudiera leer con calma los detalles de la misión y ponerse a ello. La verdad era que aquello era un tanto inesperado, pues inicialmente tenía pensado aprovechar su último sueldo para ir a comprar especias al mercado. Tenía bastantes en reserva, pero quería hojas de curry frescas. Le daban a la salsa una fragancia mucho más delicada y un sabor más intenso. "En fin, tendré que dejarlo para otro día. Tal vez sea un encargo rápido y aún me quede tiempo para pasarme por el mercado." Se dispuso a abrir la carpeta y leer su contenido. Esta constaba de una hoja con los datos generales de la misión y cinco ficheros con datos sobre algunos trabajadores de los astilleros. "¿Así que me tocará subir a Galley-La? Espero no tener que meterme en problemas con los trabajadores." Algo más interesado, comenzó a leer su tarea. Al parecer sus jefes desconfiaban de los operarios de los astilleros, pues pese a la estricta vigilancia del Cipher Pol sobre la ciudad, por todos era conocido que los barcos eran vendidos a todos los clientes por igual, sin importar que estos fuesen gente honrada, del Gobierno o criminales. El problema radicaba en que algunos iban más allá y tenían tratos con la Revolución, o eso sospechaba Iwashi. Sin embargo estaban cortos de personal en aquel momento, y para una tarea como aquella sobre la que sólo había sospechas no querían mandar a agentes de mayor graduación. Su trabajo sería realizar una inspección sorpresa e intentar encontrar irregularidades que pudiesen ser una prueba real de que había gente dando apoyo logístico a la Revolución.
- En resumen, me toca hacer de currito para que los jefazos decidan si hay que mandar o no a los pesos pesados. En fin, no es como si eso importara realmente. Mientras me paguen todo está bien - se levantó - ¡Minami! Voy a salir. Llegaré tarde, así que hoy te toca hacer la compra.
- ¡Si ya la hice el martes! - gritó ella desde el salón.
- Sí, el de la semana pasada - bufó, molesto - Nos hace falta arroz y leche. Como para la vuelta no estén, hoy no cenas.
Entró en su habitación y comenzó a equiparse. Se ajustó sus espadas al cinto, la daga en la bota derecha y la pistola en el costado izquierdo con un arnés en el que también llevaba varios cargadores de recambio. Por último se puso la gabardina y colocó en esta la cámara oculta, ajustando el botón en el interior de la manga derecha. Una vez todo listo aseguró que todo estuviera en su sitio bien sujeto y salió de la casa, cogiendo el yagara bull de Minami, Loki. El animal resopló cuando se subió y se giró para mirarlo. Bastó con que le diera un puñado de pienso y unas palmadas en la cabeza para que este relinchara con alegría y se pusiera en marcha. Mientras remontaban la corriente hacia lo alto de la ciudad, comenzó a hacer un repaso mental de los datos de los trabajadores a los que debía echar un ojo. Había diferentes motivos para sospechar de cada uno de ellos como posibles colaboradores de la Revolución, así que debía estar ojo avizor. Dudaba que fuese a encontrar nada a plena luz del día, no había ningún revolucionario tan idiota... ¿verdad? En todo caso una orden era una orden, y siempre podía coincidir que alguien pasara por allí. ¿Merecía la pena que interviniera de ser el caso? Sabía de sobra qué clase de monstruos viajaban por el Grand Line y que su entrenamiento aún no había concluido, pero si no se ponía desafíos a sí mismo, ¿cómo iba a progresar?
- Estoy soñando despierto. Esto no es más que una inspección rutinaria, no es como si fuese a acabar en medio de una batalla en mitad de Galley-La. Vamos Loki.
Dejó al yagara en la puerta y accedió al interior, tarareando una canción mientras echaba un vistazo. En seguida lo inundó el ruido de los serruchos y los martillos, acompañado por el olor a madera recién cortada. Daba igual que fuese ciudadano de Water Seven, los astilleros siempre eran un espectáculo para los sentidos. Ver los armazones de aquellos titanes en pleno desarrollo y la frenética pero perfectamente coordinada actividad de sus carpinteros era siempre increíble. Se adentró en el complejo como quien no quería la cosa, sacando las fotos de sus objetivos disimuladamente y echándoles un vistazo para recordarlas, para luego guardarlas al momento. Intentó no llamar la atención y continuó su paseo por la zona.
- En resumen, me toca hacer de currito para que los jefazos decidan si hay que mandar o no a los pesos pesados. En fin, no es como si eso importara realmente. Mientras me paguen todo está bien - se levantó - ¡Minami! Voy a salir. Llegaré tarde, así que hoy te toca hacer la compra.
- ¡Si ya la hice el martes! - gritó ella desde el salón.
- Sí, el de la semana pasada - bufó, molesto - Nos hace falta arroz y leche. Como para la vuelta no estén, hoy no cenas.
Entró en su habitación y comenzó a equiparse. Se ajustó sus espadas al cinto, la daga en la bota derecha y la pistola en el costado izquierdo con un arnés en el que también llevaba varios cargadores de recambio. Por último se puso la gabardina y colocó en esta la cámara oculta, ajustando el botón en el interior de la manga derecha. Una vez todo listo aseguró que todo estuviera en su sitio bien sujeto y salió de la casa, cogiendo el yagara bull de Minami, Loki. El animal resopló cuando se subió y se giró para mirarlo. Bastó con que le diera un puñado de pienso y unas palmadas en la cabeza para que este relinchara con alegría y se pusiera en marcha. Mientras remontaban la corriente hacia lo alto de la ciudad, comenzó a hacer un repaso mental de los datos de los trabajadores a los que debía echar un ojo. Había diferentes motivos para sospechar de cada uno de ellos como posibles colaboradores de la Revolución, así que debía estar ojo avizor. Dudaba que fuese a encontrar nada a plena luz del día, no había ningún revolucionario tan idiota... ¿verdad? En todo caso una orden era una orden, y siempre podía coincidir que alguien pasara por allí. ¿Merecía la pena que interviniera de ser el caso? Sabía de sobra qué clase de monstruos viajaban por el Grand Line y que su entrenamiento aún no había concluido, pero si no se ponía desafíos a sí mismo, ¿cómo iba a progresar?
- Estoy soñando despierto. Esto no es más que una inspección rutinaria, no es como si fuese a acabar en medio de una batalla en mitad de Galley-La. Vamos Loki.
Dejó al yagara en la puerta y accedió al interior, tarareando una canción mientras echaba un vistazo. En seguida lo inundó el ruido de los serruchos y los martillos, acompañado por el olor a madera recién cortada. Daba igual que fuese ciudadano de Water Seven, los astilleros siempre eran un espectáculo para los sentidos. Ver los armazones de aquellos titanes en pleno desarrollo y la frenética pero perfectamente coordinada actividad de sus carpinteros era siempre increíble. Se adentró en el complejo como quien no quería la cosa, sacando las fotos de sus objetivos disimuladamente y echándoles un vistazo para recordarlas, para luego guardarlas al momento. Intentó no llamar la atención y continuó su paseo por la zona.
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Una vez llegó a los astilleros se quedó prendado del ambiente, pues podía ver a aquellos hombres haciendo su trabajo de manera gratificante, disfrutando de crear verdaderas maravillas. Nostálgico, Edward sonrió, pues ver a los trabajadores le recordaba, en cierto modo, a su hermano, que ayudó durante mucho tiempo al herrero del Reino de Lyneel y se hizo muy aficionado de la herrería.
-Iori, Iori, Iori... ¿Qué habrá sido de ti? -Preguntó al aire mientras contenía las lágrimas. Hacía tiempo que había dejado su isla natal y, un poco por miedo y un poco por vergüenza, aún no había siquiera mandado una carta o una llamada a su hermano pequeño. -Bueno, no tenemos tiempo para sentimentalidades, Edward, si quieres llamarlo, llámalo luego. -Se dijo, dándose un par de palmaditas en la cara con ambas manos para volver a la "misión".
Cuando vio la oportunidad, y siguiendo con su obsesión de estar siendo observado, se escondió en una esquina y transformó su túnica Henkan en una pequeña chaquetilla de cuero negro y se quitó la máscara, que entre tanta gente no llamaba tanto la atención, pero en los astilleros quedaría muy raro.
Se puso en marcha una vez más, paseando por el lugar, observando los barcos que se estaban construyendo, mientras miraba disimuladamente las muñecas de los trabajadores. Él no era el único que no era un trabajador, había varios hombres, probablemente dueños de los barcos que se estaban construyendo, dando vueltas por ahí o hablando entre ellos. Finalmente, pudo encontrar a un hombre que tenía el dichoso pañuelo, así que, con una amigable sonrisa, se dirigió a él.
-¡Buenas! Me han dicho que tenía que hablar con usted, tengo un pedido... más o menos.
El hombre, que estaba pendiente de otra cosa y no había notado al joven aproximarse, se giró y se quedó mirándolo. -¿Eh? ¿Quién te ha dicho eso?
Bajando el volumen de la voz, el demonio amarillo respondió. -Su pañuelo.
-... Eres muy joven, no pensé que... Bueno, ¿qué tienes? -Preguntó, llevándose la mano a la frente, mostrándose decepcionado de que la revolución reclutara a gente tan joven.
Intentando que no pareciera sospechoso, respondió sonriendo, para aparentar una conversación natural a ojos de los demás. -Jajajaja. No soy TAN TAN joven ¿eh? Bueno, tengo un submarino al que no le vendría mal una capa de pintura... es *ejem* "regalado" y me gustaría que pareciera nuevo...
-¿Lo tienes muy lejos?
-Bueno, no demasiado, dime a dónde te lo llevo y estaré ahí tan rápido como pueda.
Tras un par de indicaciones y un repaso mental de las mismas para que no se le olvidara, se dirigió de vuelta a donde había dejado el submarino, pero antes de salir de los astilleros...
-¡Uy! Perdone. -Dijo Ed al chocarse con un joven de cabello blanco. -Lo siento, iba pensando en mis cosas. -Se disculpó y, tras una leve reverencia, siguió su camino.
-Iori, Iori, Iori... ¿Qué habrá sido de ti? -Preguntó al aire mientras contenía las lágrimas. Hacía tiempo que había dejado su isla natal y, un poco por miedo y un poco por vergüenza, aún no había siquiera mandado una carta o una llamada a su hermano pequeño. -Bueno, no tenemos tiempo para sentimentalidades, Edward, si quieres llamarlo, llámalo luego. -Se dijo, dándose un par de palmaditas en la cara con ambas manos para volver a la "misión".
Cuando vio la oportunidad, y siguiendo con su obsesión de estar siendo observado, se escondió en una esquina y transformó su túnica Henkan en una pequeña chaquetilla de cuero negro y se quitó la máscara, que entre tanta gente no llamaba tanto la atención, pero en los astilleros quedaría muy raro.
Se puso en marcha una vez más, paseando por el lugar, observando los barcos que se estaban construyendo, mientras miraba disimuladamente las muñecas de los trabajadores. Él no era el único que no era un trabajador, había varios hombres, probablemente dueños de los barcos que se estaban construyendo, dando vueltas por ahí o hablando entre ellos. Finalmente, pudo encontrar a un hombre que tenía el dichoso pañuelo, así que, con una amigable sonrisa, se dirigió a él.
-¡Buenas! Me han dicho que tenía que hablar con usted, tengo un pedido... más o menos.
El hombre, que estaba pendiente de otra cosa y no había notado al joven aproximarse, se giró y se quedó mirándolo. -¿Eh? ¿Quién te ha dicho eso?
Bajando el volumen de la voz, el demonio amarillo respondió. -Su pañuelo.
-... Eres muy joven, no pensé que... Bueno, ¿qué tienes? -Preguntó, llevándose la mano a la frente, mostrándose decepcionado de que la revolución reclutara a gente tan joven.
Intentando que no pareciera sospechoso, respondió sonriendo, para aparentar una conversación natural a ojos de los demás. -Jajajaja. No soy TAN TAN joven ¿eh? Bueno, tengo un submarino al que no le vendría mal una capa de pintura... es *ejem* "regalado" y me gustaría que pareciera nuevo...
-¿Lo tienes muy lejos?
-Bueno, no demasiado, dime a dónde te lo llevo y estaré ahí tan rápido como pueda.
Tras un par de indicaciones y un repaso mental de las mismas para que no se le olvidara, se dirigió de vuelta a donde había dejado el submarino, pero antes de salir de los astilleros...
-¡Uy! Perdone. -Dijo Ed al chocarse con un joven de cabello blanco. -Lo siento, iba pensando en mis cosas. -Se disculpó y, tras una leve reverencia, siguió su camino.
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La tarde transcurría lenta y monótona. Si bien ver trabajar a los carpinteros era toda una delicia, no era precisamente la mejor manera de invertir su tiempo. En su lugar se dedicó a buscar a los cinco operarios y hacer preguntas a sus compañeros de trabajo sobre ellos. Al principio se mostraron recelosos, pero una vez mostró su placa estuvieron mucho más colaborativos. No es que fuese el mejor método dado que se estaba desvelando ante posibles enemigos, pero sin hacer eso los operarios se mostraban reacios a hablar de sus compañeros. Se aseguró de decirles que sólo era algo rutinario y que a sus compañeros no les pasaría nada, y les pidió que mantuviesen discreción sobre el tema. No sacó nada en claro de sus indagaciones, salvo que uno de ellos era muy dado a la botella. En fin, si no encontraba más información siempre le quedaba invitar a copas a aquel hombre al final de la jornada laboral y hacer unas horas extra haciéndole beber hasta que estuviera dispuesto a darle a la lengua. Sí, tal vez sería lo mejor. Estaba en medio de su inspección, sacando un par de fotos discretamente a un barco pirata en plena construcción (pensando que aquellos datos podrían ser de ayuda), cuando alguien se tropezó con él. Trastabilló y se giró hacia el responsable, encontrándose con un chico aparentemente más joven que él que se disculpó educadamente.
- Oh, no, discúlpame a mí. La culpa es mía por estar parado en mitad de la nada - replicó educadamente.
Había algo en aquel tipo... le era familiar. Con la mosca detrás de la oreja, lo vio alejarse en dirección a la salida. ¿Debía seguirlo? No sabía quién era y estaba en mitad de una misión, pero estaba seguro de que le sonaba de algo, de algún cartel de recompensas. "Un poco cantoso si quieres o deberías ir de incógnito. ¿Un novato?" Entonces recordó de qué le sonaba: de la lista de recompensas más recientes, uno de los oficiales revolucionarios más jóvenes. Edward Ogami, por el que se pedía... bueno, alguna cifra entre uno y veinte millones, no iba a recordar todos los detalles. Entrecerró los ojos, comprendiendo el significado de aquel encuentro. Aquella era la prueba que sus jefes necesitaban. Rápidamente se adelantó entre la multitud y le sacó varias fotos con la cámara oculta, asegurándose de que se viera su rostro aunque fuese de perfil. Con aquello se terminaba su misión, pero no podía dejar suelto a un revolucionario en mitad de Water Seven. No podía arrestarlo en los astilleros, donde los carpinteros intervendrían para echarlos por armar jaleo en su zona de trabajo, pero sí en el exterior. Así pues todo lo que tenía que hacer era seguirlo y arrestarlo en otra zona. Tal vez en una menos transitada, lo que sería sencillo si carecía de un medio de transporte como un yagara bull y se veía obligado a ir a pie.
- Parece que la suerte está de mi lado.
El joven Ed parecía no tener intención de avanzar por los canales. Así pues lo tendría más sencillo. Se deslizó tras él activando su Gakkosei y centrándolo en él para prepararse para el más que probable combate y lo siguió. Sólo tenía que esperar a una zona menos transitada para evitar la posibilidad de herir a un transeúnte inocente. Así pues, en cuanto estuvieron en una zona con menos gente, se le acercó por la espalda, sacó la desert eagle y le apuntó a la nuca.
- ¡Alto! Agente Hachiro, del Cipher Pol 5. Quedas arrestado por crímenes contra el Gobierno Mundial y sus naciones, revolucionario Edward Ogami. Tienes derecho a permanecer en silencio. Todo lo que digas podrá ser usado en tu contra. Acompáñame sin resistirte y se te garantizará un tratamiento humano y juicio justo. Si te resistes, me veré obligado a usar fuerza letal para reducirte.
- Oh, no, discúlpame a mí. La culpa es mía por estar parado en mitad de la nada - replicó educadamente.
Había algo en aquel tipo... le era familiar. Con la mosca detrás de la oreja, lo vio alejarse en dirección a la salida. ¿Debía seguirlo? No sabía quién era y estaba en mitad de una misión, pero estaba seguro de que le sonaba de algo, de algún cartel de recompensas. "Un poco cantoso si quieres o deberías ir de incógnito. ¿Un novato?" Entonces recordó de qué le sonaba: de la lista de recompensas más recientes, uno de los oficiales revolucionarios más jóvenes. Edward Ogami, por el que se pedía... bueno, alguna cifra entre uno y veinte millones, no iba a recordar todos los detalles. Entrecerró los ojos, comprendiendo el significado de aquel encuentro. Aquella era la prueba que sus jefes necesitaban. Rápidamente se adelantó entre la multitud y le sacó varias fotos con la cámara oculta, asegurándose de que se viera su rostro aunque fuese de perfil. Con aquello se terminaba su misión, pero no podía dejar suelto a un revolucionario en mitad de Water Seven. No podía arrestarlo en los astilleros, donde los carpinteros intervendrían para echarlos por armar jaleo en su zona de trabajo, pero sí en el exterior. Así pues todo lo que tenía que hacer era seguirlo y arrestarlo en otra zona. Tal vez en una menos transitada, lo que sería sencillo si carecía de un medio de transporte como un yagara bull y se veía obligado a ir a pie.
- Parece que la suerte está de mi lado.
El joven Ed parecía no tener intención de avanzar por los canales. Así pues lo tendría más sencillo. Se deslizó tras él activando su Gakkosei y centrándolo en él para prepararse para el más que probable combate y lo siguió. Sólo tenía que esperar a una zona menos transitada para evitar la posibilidad de herir a un transeúnte inocente. Así pues, en cuanto estuvieron en una zona con menos gente, se le acercó por la espalda, sacó la desert eagle y le apuntó a la nuca.
- ¡Alto! Agente Hachiro, del Cipher Pol 5. Quedas arrestado por crímenes contra el Gobierno Mundial y sus naciones, revolucionario Edward Ogami. Tienes derecho a permanecer en silencio. Todo lo que digas podrá ser usado en tu contra. Acompáñame sin resistirte y se te garantizará un tratamiento humano y juicio justo. Si te resistes, me veré obligado a usar fuerza letal para reducirte.
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El demonio amarillo siguió avanzando, trotando para no hacer que aquel hombre perdiera más tiempo del estrictamente necesario, ni él mismo tampoco. Salió de la ciudad para llegar a la zona de piedras donde había dejado el submarino y, mientras, siguió absorto en sus pensamientos. ¿Cuántos serían los aliados de la revolución en los astilleros? No es posible que fuera solo aquel hombre... ¿no? Es decir, si él era el único que se encargaba de los pedidos de los revolucionarios, o bien le pedían muy poco, o bien tardaba muchísimo.
De pronto, gracias a su Haki de observación, notó la presencia de alguien muy cerca... Ya era demasiado tarde, debería haber estado más atento... Estaba justo detrás de él y, por lo que dijo, estaba dispuesto a matarlo. Al principio el corazón le dio un vuelco y levantó las manos lentamente, luego se dio cuenta de que no era alguien fuerte y no debería ser ningún desafío resistirse. Activó el Haki de armadura por si su oponente resultaba ser rápido con su arma y le atacaba antes de que pudiera reaccionar. Ahora que ya se sentía más seguro, comenzó a hablar.
-Fuerza letal para reducirme... Reducirme a fiambre, entiendo. -Añadió un suspiro. -No me des esos sustos. ¿Quieres?
Rápidamente se giraría y lanzaría el soplo del dragón, para quitárselo de encima y ver quién era.
Independientemente de lo que pasara, se quedaría sorprendido al ver el rostro de su joven enemigo. -No había otra persona con la que chocarme, ¿verdad? -Preguntaría sin esperar respuesta. -No quiero hacerte daño, olvida que me has visto y no tendrás que pasar por la vergüenza de decirles a tus superiores que has sido incapaz de hacerme nada. -Dijo, intentando intimidar un poco a aquel hombre y, con suerte, que lo dejara en paz para llevar el submarino a su destino.
De pronto, gracias a su Haki de observación, notó la presencia de alguien muy cerca... Ya era demasiado tarde, debería haber estado más atento... Estaba justo detrás de él y, por lo que dijo, estaba dispuesto a matarlo. Al principio el corazón le dio un vuelco y levantó las manos lentamente, luego se dio cuenta de que no era alguien fuerte y no debería ser ningún desafío resistirse. Activó el Haki de armadura por si su oponente resultaba ser rápido con su arma y le atacaba antes de que pudiera reaccionar. Ahora que ya se sentía más seguro, comenzó a hablar.
-Fuerza letal para reducirme... Reducirme a fiambre, entiendo. -Añadió un suspiro. -No me des esos sustos. ¿Quieres?
Rápidamente se giraría y lanzaría el soplo del dragón, para quitárselo de encima y ver quién era.
Independientemente de lo que pasara, se quedaría sorprendido al ver el rostro de su joven enemigo. -No había otra persona con la que chocarme, ¿verdad? -Preguntaría sin esperar respuesta. -No quiero hacerte daño, olvida que me has visto y no tendrás que pasar por la vergüenza de decirles a tus superiores que has sido incapaz de hacerme nada. -Dijo, intentando intimidar un poco a aquel hombre y, con suerte, que lo dejara en paz para llevar el submarino a su destino.
- Cosas utilizadas::
- Haki de Observación: Entrenado
Haki de Armadura: Entrenado
Soplo del dragón: Edward coge todo el aire que pueda y la expulsa, lanzando hacia delante un vendaval de 20 m/s (rango 8 metros), tiene una recarga de tres post
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Pese a que Hachiro no bajó la guardia en absoluto cuando su rival alzó las manos en señal de rendición, no estaba en absoluto preparado para lo que se le vino a continuación encima. Sus palabras ya fueron un indicativo de que el revolucionario no le estaba tomando en serio, y en cuanto este se giró se aprestó a quitarle el seguro a la pistola y a prepararse para disparar. Fue entonces cuando el vendaval lo pilló totalmente desprevenido, empujándolo varios metros hacia atrás y haciéndole caer de espaldas. "Pero... ¿qué? ¿Viento?" No había visto nunca un poder parecido salvo en los guerreros más hábiles de los Asdrubal, que eran capaces de manipular las corrientes de aire para saltar más alto o potenciar sus golpes. Pero derribar a alguien de un soplido era simplemente... demencial. De todos modos darle vueltas no iba a ayudarle a vencerle. "Los combates no se vencen por simple poder. Se vencen siguiendo siempre en pie y lanzando un golpe tras otro. Si pierdes la voluntad de luchar, ni el mejor ataque te dará la victoria." Así pues, sabiendo desmoralizarse no iba a reportarle ningún beneficio, se levantó de un salto y se puso en guardia.
- ¿Rendirme? - esbozó una sonrisa autosuficiente y contestó en tono calmado - Mucho me temo que no. No soy precisamente el agente más fuerte ni el que tiene ideales más férreos. Pero tengo un orgullo que defender y no puedo dejarte ir sin haber intentado ir a por ti con todo lo que tengo. Si me acobardase ante ti sólo por la posibilidad de salir mal parado no podría volver a mirar a los ojos a alguien.
Respiró hondo para normalizar su pulso y centró su mirada en el rubio mientra sus ojos comenzaban a destellar con un brillo verde. Poco a poco iba recabando datos en su forma de moverse y en su postura. Pocos de momento, pero a medida fuese avanzando el combate irían a más, hasta que al fin hubiese comprendido su estilo de lucha. Mientras tanto... ¿debía atacarle sin más u ofrecerle una vez más la rendición? Él se la había ofrecido. "No seas idiota. Te ha atacado, ya ha dejado claro que no se dejará arrestar." Con una mirada decidida, alzó la desert eagle con ambas manos y apuntó contra su rival. Tras un instante, bajó repentinamente el cañón y disparó un tiro contra su rodilla izquierda. Notó el fuerte retroceso del arma, pero no se dejó amilanar y disparó otras dos veces contra sus piernas. "No voy a ir a matar contra un oponente que no quiere matarme. Ganaré este combate, pero no pienso ir más allá de lo necesario."
- ¡Sea pues, Ogami!
Acto seguido puso el seguro y volvió a enfundar su pistola, para a continuación desenvainar sus espadas cortas y ponerse en posición defensiva. Si no lograba hacer blanco, simplemente se negaría en empeñarse en emplear las pistolas. Al fin y al cabo era principalmente espadachín, no tirador.
- ¿Rendirme? - esbozó una sonrisa autosuficiente y contestó en tono calmado - Mucho me temo que no. No soy precisamente el agente más fuerte ni el que tiene ideales más férreos. Pero tengo un orgullo que defender y no puedo dejarte ir sin haber intentado ir a por ti con todo lo que tengo. Si me acobardase ante ti sólo por la posibilidad de salir mal parado no podría volver a mirar a los ojos a alguien.
Respiró hondo para normalizar su pulso y centró su mirada en el rubio mientra sus ojos comenzaban a destellar con un brillo verde. Poco a poco iba recabando datos en su forma de moverse y en su postura. Pocos de momento, pero a medida fuese avanzando el combate irían a más, hasta que al fin hubiese comprendido su estilo de lucha. Mientras tanto... ¿debía atacarle sin más u ofrecerle una vez más la rendición? Él se la había ofrecido. "No seas idiota. Te ha atacado, ya ha dejado claro que no se dejará arrestar." Con una mirada decidida, alzó la desert eagle con ambas manos y apuntó contra su rival. Tras un instante, bajó repentinamente el cañón y disparó un tiro contra su rodilla izquierda. Notó el fuerte retroceso del arma, pero no se dejó amilanar y disparó otras dos veces contra sus piernas. "No voy a ir a matar contra un oponente que no quiere matarme. Ganaré este combate, pero no pienso ir más allá de lo necesario."
- ¡Sea pues, Ogami!
Acto seguido puso el seguro y volvió a enfundar su pistola, para a continuación desenvainar sus espadas cortas y ponerse en posición defensiva. Si no lograba hacer blanco, simplemente se negaría en empeñarse en emplear las pistolas. Al fin y al cabo era principalmente espadachín, no tirador.
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Observando al joven peliblanco, Edward notó que sabía mantener su mente fría. Por su forma de hablar y su fuerza aparente, había llegado a la conclusión de que no debía ser alguien de gran importancia en el CP 5, quizás solo un simple iniciado, pero no por ello lo subestimó.
Sin saber muy bien porqué, las palabras del "Agente Hachiro" le resultaron curiosas, incluso graciosas, al joven demonio amarillo. Se rió un poco hasta que, gracias al haki de observación, se dio cuenta de que pretendía disparar. Se concentró, respiró hondo, y, al ver que el objetivo era su pierna izquierda, pegó un salto hacia la derecha. Siendo fiel a su estilo de combate, decidió acercarse, pero eso no tendría mucho sentido si permitía que su oponente usara sus armas, por lo que usó su embestida celérica, convirtiendo sus pies en ruedas y chocándose de lleno contra él.
-Oh, ¡venga, Hachi! -Diría con una sonrisa. -Te he dicho que no quiero hacerte daño... Pero supongo que vas a seguir, puedo notar tu tenacidad. -El tiempo seguía su curso y Edward no pensaba retrasarse, sin embargo, no tenía prisas por terminar el combate, pues ese chico, que debía rondar su edad, había captado su atención. De hecho, lo estaba analizando, no solo como combatiente, sino como persona... ¿Qué aficiones tendría? ¿A qué se dedica cuando no va tras agentes de la revolución?
Por cómo había usado el arma, se notaba que no era un tirador, cosa que avalaba el hecho de que portara un par de espadas. Si se acercaba demasiado, es posible que estuviera en desventaja, pero al fin y al cabo ese era su estilo, ¿qué mas podía hacer? Barajando las posibilidades, mientras miraba con un poco de compasión a su oponente, pensó: -"Acercarme mientras blande sus espadas puede ser peligroso, pero no quiero pasarme con él, ya con haberle golpeado me pueden aumentar el precio de mi cabeza, tengo que tener cuidado para no llamar demasiado la atención... Si me contengo un poco, quizás pueda terminar este combate sin dejarlo con heridas serias. Aagh, que complicado es todo, ¿por qué no podía abandonar cuando se lo dije?... Parece un buen chico, si no fuera del Cipher Pol quizás nos hubieramos podido llevar bien, pero no, tenía que serlo... Y encima terco... A ver cómo sales de esta, Ed".
Después de un instante eterno en su palacio mental, absorto, volvió a la realidad y se puso en guardia, esto distaba mucho de estar acabado.
Sin saber muy bien porqué, las palabras del "Agente Hachiro" le resultaron curiosas, incluso graciosas, al joven demonio amarillo. Se rió un poco hasta que, gracias al haki de observación, se dio cuenta de que pretendía disparar. Se concentró, respiró hondo, y, al ver que el objetivo era su pierna izquierda, pegó un salto hacia la derecha. Siendo fiel a su estilo de combate, decidió acercarse, pero eso no tendría mucho sentido si permitía que su oponente usara sus armas, por lo que usó su embestida celérica, convirtiendo sus pies en ruedas y chocándose de lleno contra él.
-Oh, ¡venga, Hachi! -Diría con una sonrisa. -Te he dicho que no quiero hacerte daño... Pero supongo que vas a seguir, puedo notar tu tenacidad. -El tiempo seguía su curso y Edward no pensaba retrasarse, sin embargo, no tenía prisas por terminar el combate, pues ese chico, que debía rondar su edad, había captado su atención. De hecho, lo estaba analizando, no solo como combatiente, sino como persona... ¿Qué aficiones tendría? ¿A qué se dedica cuando no va tras agentes de la revolución?
Por cómo había usado el arma, se notaba que no era un tirador, cosa que avalaba el hecho de que portara un par de espadas. Si se acercaba demasiado, es posible que estuviera en desventaja, pero al fin y al cabo ese era su estilo, ¿qué mas podía hacer? Barajando las posibilidades, mientras miraba con un poco de compasión a su oponente, pensó: -"Acercarme mientras blande sus espadas puede ser peligroso, pero no quiero pasarme con él, ya con haberle golpeado me pueden aumentar el precio de mi cabeza, tengo que tener cuidado para no llamar demasiado la atención... Si me contengo un poco, quizás pueda terminar este combate sin dejarlo con heridas serias. Aagh, que complicado es todo, ¿por qué no podía abandonar cuando se lo dije?... Parece un buen chico, si no fuera del Cipher Pol quizás nos hubieramos podido llevar bien, pero no, tenía que serlo... Y encima terco... A ver cómo sales de esta, Ed".
Después de un instante eterno en su palacio mental, absorto, volvió a la realidad y se puso en guardia, esto distaba mucho de estar acabado.
- Cosas utilizadas::
- Embestida celérica: Gracias a su dominio con la electricidad y su fruta, Edward se electrifica y, convirtiendo sus pies en ruedas, embiste a su oponente a gran velocidad. 3 post de recarga.
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El agente se puso en guardia en una pose poco ortodoxa. Cualquiera que entendiese lo bastante del arte de la espada podría darse cuenta de que Hachiro no estaba usando ningún estilo concreto. ¿Empleaba las armas de manera instintiva pues? No, ese no era el motivo. Había estudiado esgrima con diferentes maestros, pero en lugar de ceñirse a un estilo concreto había desarrollado su propio estilo basándose en su propia y peculiar manera de combatir. En lugar de recurrir a una serie de movimientos predefinidos, se basaba en responder en función a los movimientos de su adversario. Y pronto su Gakkosei habría terminado de analizar los movimientos de Edward, tras lo cuál podría pelear dándolo todo. Le demostraría cuál era su verdadero potencial y le enseñaría a no menospreciar a sus rivales. Esbozó una sonrisa confiada que pronto se le congeló en el rostro al ver las ruedas surgir en los pies del revolucionario y chispas brotar de su cuerpo. "¿Qué? ¿un cyborg?" Trató de echarse a un lado, pero su enemigo lo embistió y lo derribó. En el proceso notó una fuerte sacudida recorrer su cuerpo y dio un grito de dolor al recibir la descarga eléctrica. Cayó al suelo convulsionándose ligeramente, dolorido.
- Qué... ha sido eso...
Se levantó tambaleándose, sin apartar la vista de Edward, con el corazón a mil por hora. Jadeó e hizo un esfuerzo por no volver a caer mientras sus músculos se recuperan del ataque. ¿Qué diablos había hecho? Nunca había visto un ataque similar. ¿Era aquello fruto de alguna operación para implantar partes mecánicas en humanos? No... no había visto desplegarse nada, las ruedas habían surgido de la nada. De hecho sería más correcto decir que los pies se habían convertido en ruedas. No tenía sentido alguno, ¿era eso el resultado del poder de una akuma no mi? Había oído hablar de aquellas misteriosas frutas que conferían poderes más allá de la imaginación a sus portadores. "Paramecia, zoan, logia. Las posibilidades de las akuma no mi están limitadas por su tipo. Sólo tengo que identificarlo correctamente y comprenderé sus límites." Dado que había convertido su cuerpo en algo que no era un animal, las zoan quedaba descartadas. Las logia eran elementos naturales, y que supiera las ruedas no contaban como tal. Así pues, el poder de Edward debía proceder de una paramecia.
- Akuma no mi... eso es jugar sucio - dijo, riéndose - No te equivocas. Si diese un paso atrás, estaría decepcionando a alguien muy especial para mí. Por eso no puedo retroceder ni flaquear nunca, aunque mi rival me supere.
Cruzó las espadas en X frente a él, con la vista fija en el revolucionario. Poco a poco comenzaba a desentrañar los patrones tras los movimientos de su cuerpo. Si lo forzaba a moverse algo más, estaría listo para empezar a predecir y adaptarse a sus acciones. Sería una jugada arriesgada, pero era necesaria para poder vencerlo. Tan sólo tenía que estar atento a otra posible carga del revolucionario. Comenzó a correr repentinamente hacia él manteniendo la pose con las armas, y a medio camino dio un salto girando en el aire para imprimir más fuerza al golpe. Reuniendo todas sus fuerzas, descargó un doble tajo diagonal hacia el rubio. Sus ojos brillaron con un destello verde mientras analizaba los movimientos y la respuesta del chico.
- Adaptative Combat: Adjust!
- Qué... ha sido eso...
Se levantó tambaleándose, sin apartar la vista de Edward, con el corazón a mil por hora. Jadeó e hizo un esfuerzo por no volver a caer mientras sus músculos se recuperan del ataque. ¿Qué diablos había hecho? Nunca había visto un ataque similar. ¿Era aquello fruto de alguna operación para implantar partes mecánicas en humanos? No... no había visto desplegarse nada, las ruedas habían surgido de la nada. De hecho sería más correcto decir que los pies se habían convertido en ruedas. No tenía sentido alguno, ¿era eso el resultado del poder de una akuma no mi? Había oído hablar de aquellas misteriosas frutas que conferían poderes más allá de la imaginación a sus portadores. "Paramecia, zoan, logia. Las posibilidades de las akuma no mi están limitadas por su tipo. Sólo tengo que identificarlo correctamente y comprenderé sus límites." Dado que había convertido su cuerpo en algo que no era un animal, las zoan quedaba descartadas. Las logia eran elementos naturales, y que supiera las ruedas no contaban como tal. Así pues, el poder de Edward debía proceder de una paramecia.
- Akuma no mi... eso es jugar sucio - dijo, riéndose - No te equivocas. Si diese un paso atrás, estaría decepcionando a alguien muy especial para mí. Por eso no puedo retroceder ni flaquear nunca, aunque mi rival me supere.
Cruzó las espadas en X frente a él, con la vista fija en el revolucionario. Poco a poco comenzaba a desentrañar los patrones tras los movimientos de su cuerpo. Si lo forzaba a moverse algo más, estaría listo para empezar a predecir y adaptarse a sus acciones. Sería una jugada arriesgada, pero era necesaria para poder vencerlo. Tan sólo tenía que estar atento a otra posible carga del revolucionario. Comenzó a correr repentinamente hacia él manteniendo la pose con las armas, y a medio camino dio un salto girando en el aire para imprimir más fuerza al golpe. Reuniendo todas sus fuerzas, descargó un doble tajo diagonal hacia el rubio. Sus ojos brillaron con un destello verde mientras analizaba los movimientos y la respuesta del chico.
- Adaptative Combat: Adjust!
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Edward no pudo evitar sonreír ante las palabras del agente del CP. ¿Juego sucio? Pues... bien visto, es posible que sí que lo fuese, pero la electricidad no tenía su origen en la fruta, así que se podría decir que solo la mitad del golpe era sucio. La mirada fija de su oponente, sin embargo, hizo que no perdiera la concentración en lo que realmente estaba haciendo, que era, al fin y al cabo, combatir.
-Uhm... Es una actitud loable, pero en otras circunstancias podría tener resultados fatales... -Dijo, reduciendo el volumen conforme lo iba soltando, concluyendo la frase de forma mental. -"Es una suerte que yo sea tu oponente."
Cuando el demonio amarillo vio que se preparaba para volver a la ofensiva, pensó en cómo continuar sin herirlo de gravedad, pero sin querer perder más tiempo. -"Ay, ¿por qué será todo tan complicado?" -Se preguntó, mientras trazaba un plan.
Previendo gracias al Haki el salto de Hachiro, saltó de lado para ponerse junto a él mientras ambos estuvieran en el aire y lo golpeó con la palma de la mano en el costado, lanzándole una descarga.
El golpe no sería muy potente, pero lo suficiente para que cayera al suelo, aunque quizás de rodillas o alguna postura más aparte de caer de espaldas, quién sabe. Edward se sentía, hasta cierto punto, un poco mal, porque le parecía que estaba humillando a una buena persona (y buen combatiente, cabe decir), pero no había muchas alternativas que digamos. Se preguntaba cuántos golpes más tendría que darle, o incluso recibir, para que aquello acabara y pudiera ir a por el hombre de los astilleros. Quizás sería una buena idea huir... Pero no era algo que le hiciera mucha ilusión, por decirlo así.
-Uhm... Es una actitud loable, pero en otras circunstancias podría tener resultados fatales... -Dijo, reduciendo el volumen conforme lo iba soltando, concluyendo la frase de forma mental. -"Es una suerte que yo sea tu oponente."
Cuando el demonio amarillo vio que se preparaba para volver a la ofensiva, pensó en cómo continuar sin herirlo de gravedad, pero sin querer perder más tiempo. -"Ay, ¿por qué será todo tan complicado?" -Se preguntó, mientras trazaba un plan.
Previendo gracias al Haki el salto de Hachiro, saltó de lado para ponerse junto a él mientras ambos estuvieran en el aire y lo golpeó con la palma de la mano en el costado, lanzándole una descarga.
El golpe no sería muy potente, pero lo suficiente para que cayera al suelo, aunque quizás de rodillas o alguna postura más aparte de caer de espaldas, quién sabe. Edward se sentía, hasta cierto punto, un poco mal, porque le parecía que estaba humillando a una buena persona (y buen combatiente, cabe decir), pero no había muchas alternativas que digamos. Se preguntaba cuántos golpes más tendría que darle, o incluso recibir, para que aquello acabara y pudiera ir a por el hombre de los astilleros. Quizás sería una buena idea huir... Pero no era algo que le hiciera mucha ilusión, por decirlo así.
- Cosas utilizadas:
- Corriente Natural: De manera pasiva, Edward tiene capacidad para bastante más electricidad estática de lo normal, pudiendo absorber pequeñas cantidades de electricidad dirigidas a él (Resistencia elemental al rayo del 10%).
De manera activa, puede crear descargas o corrientes de intensidad moderada, teniendo dos post de recarga.
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El golpe volvió a ser acompañado por una descarga eléctrica. Con un grito, Hachiro cayó al suelo y rodó, aturdido. Tardó un par de segundos en volver en sí, limitándose en ese tiempo a toser y temblar ligeramente. Sentía los músculos del torso agarrotados y tensos debido a la electricidad, además de bastante dolor a causa del golpe. Pero había acabado de analizar a Edward, al fin había visto patrones en su forma de moverse. Pequeños gestos y maneras de desplazarse y golpear en que otro no hubiese reparado y que le caracterizaban y adaptándose a ellos podría intentar ver venir sus intenciones en base a su lenguaje corporal y buscar explotar sus debilidades. Sin embargo el revolucionario era simplemente demasiado fuerte para él. Era perfectamente consciente de que se estaba conteniendo para no causarle un daño real. "Joder... esto es una mierda. He entrenado durante años y me he preparado para este momento. ¿Cómo puede superarme tan ampliamente?" Frustrado y herido en su orgullo, se levantó tambaleándose de nuevo.
- No me... subestimes - dijo, jadeando - ¡¿Es que no te das cuenta?! ¡Conteniéndote sólo me insultas como guerrero y como hombre!
Apretó los dientes, furioso. Sabía que aquellas palabras eran una estupidez. Que el orgullo de poco le valdría muerto, pero... no podía renunciar a él. Era una parte de quién era. ¿Se estaba dejando llevar porque su oponente fuese tan bondadoso? ¿Habría actuado de otra manera de haber estado contra alguien con menos escrúpulos que hubiese ido a matar? Tal vez sí, tal vez no. Uno nunca llegaba a ver su verdadero carácter hasta la hora de la verdad. Respirando agitadamente, alzó de nuevo las espadas. Ahora que su Gakkosei estaba activado, tal vez sí pudiera dar guerra. Era hora de demostrar su verdadera habilidad. Observó su entorno y buscó la mejor manera de favorecerse de él. "Es muy ágil y tiene unos reflejos envidiables. No parece que fintar vaya a ser efectivo, o no sin una treta." Entonces se fijó en que cerca de Edward, tras él a su izquierda, había un banco. Frunció el ceño, trazando un plan, y tras eso se puso en guardia.
- Sí. Tienes razón en que de tratarse de alguien más cruel que tú, este combate bien podría haber sido mi final - hizo entrechocar sus armas - Pero desde el momento en que un hombre empuña las armas debe estar preparado para asumir el riesgo de morir. Y yo ya acepté hace tiempo que cada combate podría ser el último.
Nuevamente echó a correr hacia él, esta vez dejando los brazos sueltos hacia los lados. Durante apenas un instante fingió que preparaba el brazo derecho para cargar, cuando de repente viró hacia la izquierda y en vez de golpear frontalmente se situó algo más hacia la derecha de Edward, quedando este entre Hachiro y el banco. Entonces sin detenerse y explotando al máximo sus conocimientos sobre la forma de combatir de Edward, le lanzó un corte en arco ascendente con la espada izquierda, estirándose lo máximo posible para abarcar el mayor rango. Su intención no era golpear, sabía que el revolucionario lo esquivaría. En su lugar aprovecharía algo de lo que había creído percatarse con su Gakkosei al ver al revolucionario moverse, pasando peligrosamente cerca de obstáculos o del canal. También era posible que fuese mera habilidad, pero tenía la corazonada de que al combatir no prestaba mucha atención a su entorno, centrándose totalmente en su oponente. Así pues, si como esperaba Edward esquivaba el amplio golpe retrocediendo, tropezaría con el banco dándole un momento a Hachiro para tratar de iniciar algún ataque serio. Si no bastaba para hacerle chocar, acto seguido cargaría contra él a la desesperada con el hombro izquierdo para empujarle contra el banco él mismo. Si lograba que tropezara, rápidamente le apoyaría la espada derecha en el cuello y le diría:
- ¡Ríndete pacíficamente! Preferiría no tener que hacerte daño, en deferencia a cómo me has tratado, por mucho que me haya dolido en el orgullo.
- No me... subestimes - dijo, jadeando - ¡¿Es que no te das cuenta?! ¡Conteniéndote sólo me insultas como guerrero y como hombre!
Apretó los dientes, furioso. Sabía que aquellas palabras eran una estupidez. Que el orgullo de poco le valdría muerto, pero... no podía renunciar a él. Era una parte de quién era. ¿Se estaba dejando llevar porque su oponente fuese tan bondadoso? ¿Habría actuado de otra manera de haber estado contra alguien con menos escrúpulos que hubiese ido a matar? Tal vez sí, tal vez no. Uno nunca llegaba a ver su verdadero carácter hasta la hora de la verdad. Respirando agitadamente, alzó de nuevo las espadas. Ahora que su Gakkosei estaba activado, tal vez sí pudiera dar guerra. Era hora de demostrar su verdadera habilidad. Observó su entorno y buscó la mejor manera de favorecerse de él. "Es muy ágil y tiene unos reflejos envidiables. No parece que fintar vaya a ser efectivo, o no sin una treta." Entonces se fijó en que cerca de Edward, tras él a su izquierda, había un banco. Frunció el ceño, trazando un plan, y tras eso se puso en guardia.
- Sí. Tienes razón en que de tratarse de alguien más cruel que tú, este combate bien podría haber sido mi final - hizo entrechocar sus armas - Pero desde el momento en que un hombre empuña las armas debe estar preparado para asumir el riesgo de morir. Y yo ya acepté hace tiempo que cada combate podría ser el último.
Nuevamente echó a correr hacia él, esta vez dejando los brazos sueltos hacia los lados. Durante apenas un instante fingió que preparaba el brazo derecho para cargar, cuando de repente viró hacia la izquierda y en vez de golpear frontalmente se situó algo más hacia la derecha de Edward, quedando este entre Hachiro y el banco. Entonces sin detenerse y explotando al máximo sus conocimientos sobre la forma de combatir de Edward, le lanzó un corte en arco ascendente con la espada izquierda, estirándose lo máximo posible para abarcar el mayor rango. Su intención no era golpear, sabía que el revolucionario lo esquivaría. En su lugar aprovecharía algo de lo que había creído percatarse con su Gakkosei al ver al revolucionario moverse, pasando peligrosamente cerca de obstáculos o del canal. También era posible que fuese mera habilidad, pero tenía la corazonada de que al combatir no prestaba mucha atención a su entorno, centrándose totalmente en su oponente. Así pues, si como esperaba Edward esquivaba el amplio golpe retrocediendo, tropezaría con el banco dándole un momento a Hachiro para tratar de iniciar algún ataque serio. Si no bastaba para hacerle chocar, acto seguido cargaría contra él a la desesperada con el hombro izquierdo para empujarle contra el banco él mismo. Si lograba que tropezara, rápidamente le apoyaría la espada derecha en el cuello y le diría:
- ¡Ríndete pacíficamente! Preferiría no tener que hacerte daño, en deferencia a cómo me has tratado, por mucho que me haya dolido en el orgullo.
- técnica usada:
- - Gakkosei: Hachiro se especializa en combatir adaptándose al estilo del enemigo. Por ello, cuanto más tiempo dura el combate (o cuando combate contra enemigos que ya ha enfrentado en el pasado) se anticipa mejor a sus movimientos. Debido a esto a partir del tercer post de combate contra un adversario se adapta a sus movimientos y actúa de una manera más eficaz para contrarrestarle con lo que su agilidad contra esa persona concreta a la hora de esquivarle o actuar contra él sería un 100% mejor. Contra alguien con quien ya haya luchado en el pasado obtiene ese bono desde el momento en que active la técnica. De manera secundaria Hachiro aprende a leer el lenguaje corporal de otras personas, siendo capaz de percatarse de pequeños gestos que se le hubiesen pasado desapercibidos a otra persona.
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El sentimiento de culpa por humillarlo se incrementó al ver que lo estaba deshonrando conteniéndose. ¿Qué debía hacer? No es como si fuera matarlo si no se contenía... ¿no?
"Yo ya acepté hace tiempo que cada combate podría ser el último." ¿Acaso no quería aferrarse a la vida? ¿No era feliz? Edward tenía en alta estima su honor, pero muy por encima estaba su vida. Lo único que era más importante que su propia vida eran sus principios, por ejemplo, no estaba dispuesto a vivir a costa de las vidas de los demás... ¿Sería esta forma de actuar, tan incomprensible para el demonio amarillo, debida a los principios de Hachiro? Sonaba, al menos, plausible. Es una pena que, al ser su enemigo, quizás no llegase a conocerlo jamás de la manera que le hubiera gustado.
Cuando el joven de cabellos blancos inició de nuevo la ofensiva, Edward notó que algo era distinto, no solo le miraba a él, estaba estudiándolo todo, tenía un plan y al rubio no se le ocurría qué podía ser. El golpe, aunque bien medido y ejecutado, fue esquivado sin demasiada dificultad... pero formaba parte de algo más grande.
Cuando el revolucionario quiso darse cuenta, su pie izquierdo había retrocedido hasta chocar con algo sólido. -"¿Qué... Cuándo...?" -Se preguntó al instante. -"¡¿Quién ha puesto esto aquí?!" -Pensó, mostrando claramente con su cara lo molesto e irritado que se sintió por ello.
Acabó casi apoyado en el brazo del banco mientras el agente le apuntaba al cuello con una de sus espadas.
-Qué... amable por tu parte. -Dijo, añadiendo una nerviosa sonrisa. La verdad es que tendría que haber estado más atento, pero ya no tenía sentido pensar en eso. Había llegado al clímax del combate y apenas podía mantenerse quieto, estaba emocionado. Tan rápido como pudo abrió la mano derecha, intentó retirar la cabeza para alejarse de la espada de su oponente y gritaría. -¡¡Hebi Kōsen!!
No se contuvo, Hachiro quería un combate serio y ya lo había molestado más de la cuenta. Esperaba que, con ese ataque, el combate se diera por acabado, pero no podía evitar sentirse mal por derrotar a alguien que estaba claramente por debajo de su nivel.
"Yo ya acepté hace tiempo que cada combate podría ser el último." ¿Acaso no quería aferrarse a la vida? ¿No era feliz? Edward tenía en alta estima su honor, pero muy por encima estaba su vida. Lo único que era más importante que su propia vida eran sus principios, por ejemplo, no estaba dispuesto a vivir a costa de las vidas de los demás... ¿Sería esta forma de actuar, tan incomprensible para el demonio amarillo, debida a los principios de Hachiro? Sonaba, al menos, plausible. Es una pena que, al ser su enemigo, quizás no llegase a conocerlo jamás de la manera que le hubiera gustado.
Cuando el joven de cabellos blancos inició de nuevo la ofensiva, Edward notó que algo era distinto, no solo le miraba a él, estaba estudiándolo todo, tenía un plan y al rubio no se le ocurría qué podía ser. El golpe, aunque bien medido y ejecutado, fue esquivado sin demasiada dificultad... pero formaba parte de algo más grande.
Cuando el revolucionario quiso darse cuenta, su pie izquierdo había retrocedido hasta chocar con algo sólido. -"¿Qué... Cuándo...?" -Se preguntó al instante. -"¡¿Quién ha puesto esto aquí?!" -Pensó, mostrando claramente con su cara lo molesto e irritado que se sintió por ello.
Acabó casi apoyado en el brazo del banco mientras el agente le apuntaba al cuello con una de sus espadas.
-Qué... amable por tu parte. -Dijo, añadiendo una nerviosa sonrisa. La verdad es que tendría que haber estado más atento, pero ya no tenía sentido pensar en eso. Había llegado al clímax del combate y apenas podía mantenerse quieto, estaba emocionado. Tan rápido como pudo abrió la mano derecha, intentó retirar la cabeza para alejarse de la espada de su oponente y gritaría. -¡¡Hebi Kōsen!!
No se contuvo, Hachiro quería un combate serio y ya lo había molestado más de la cuenta. Esperaba que, con ese ataque, el combate se diera por acabado, pero no podía evitar sentirse mal por derrotar a alguien que estaba claramente por debajo de su nivel.
- Cosas utilizadas:
- Activa de el ámbito luchador demencial:
Luchador Demencial II: Pasiva: Edward, por sus movimientos erráticos, resulta impredecible, por lo que sus ataques pueden ser dificiles de preveer. Tira un dado de 10 caras, si sale 10 no se puede esquivar. No afecta a los usuarios del Haki de Observación.
Activa: Edward duplica su velocidad durante dos post. Dos de recarga.
EDIT 6 de mayo: Me acabo de dar cuenta de que este ámbito está al nivel 2 y no lo he cambiado en la ficha (está en el último mensaje de la misma). Como lo había olvidado por completo, no he lanzado en ningún momento ningún dado, pero como, por la diferencia de niveles, lo estás recibiendo todo, supongo que no importa (?).
Hebi Kōsen (Manual Kuchiyose): Edward puede lanzar una cobra eléctrica de 0.7 (ancho contando la "capucha) x 0.4 (alto) x 1.5 (largo). Dos veces por combate y recorre veinte metros antes de desaparecer.
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El resplandor azul cegó por un instante al agente. Pillado por sorpresa aún con la guardia alta, apenas llegó a echarse atrás por acto reflejo cuando la serpiente le impactó en el pecho. Una sacudida recorrió todo su cuerpo y sus músculos se tensaron dolorosamente sin que él tuviera ninguna clase de control para evitarlo, arrancándole un gañido de dolor. Aturdido, parpadeo varias veces sin lograr ver más que una gran mancha azul y pequeñas luces que se movían por su campo de visión. Trató de alzar un brazo para apartarlas y se dio cuenta de que le costaba moverlo. "Otra descarga... mierda. Apenas puedo moverme ya." Tenía suerte, pues si la electricidad hubiese pasado por su corazón (si es que no lo había hecho) podía haberle causado un infarto y matarlo. El aturdimiento se iba despejando lentamente, y pronto comprendió que esa masa azul y blanca eran el cielo y las nubes. ¿Cuándo había caído al suelo? Poco a poco empezó a incorporarse, notando una punzada en la parte posterior de la cabeza. Se llevó una mano y se la miró, con la vista aún ligeramente borrosa. Era sangre. Mareado y casi incapacitado por el dolor, hizo un esfuerzo poniendo todo su empeño en ello para levantarse, pero la pierna izquierda le falló y cayó de rodillas.
- Maldición... levántate. ¡Levántate!
¿Qué le llevaba a hacer eso? Edward ya había declarado su intención de no matarle. Ya había perdido, ¿por qué no se dejaba estar? Sería tan sencillo... sus superiores lo comprenderían, era un novato apenas recién salido del entrenamiento básico y el revolucionario un hombre famoso con una alta recompensa por su cabeza. Le bastaría con dejarse estar en el suelo y más pronto que tarde, los marines u otros agentes llegarían alertados por los civiles. Lo llevarían a un hospital y podría seguir con su vida con honra. Entonces, ¿por qué? No encontraba respuesta. Simplemente algo en él ardía con fuerza y sentía que rendirse sería traicionar a esa parte de sí mismo. Si caía había de ser luchando, no decidiendo cejar en su empeño sólo porque su rival resultó ser fuerte. Con un grito de rabia, de obligó a ponerse en pie. Estaba en un estado lamentable, tambaleándose y desarmado. Jadeaba y tenía la vista perdida y sin embargo, sonreía. Cualquiera hubiera podido pensar que estaba loco, y el propio Hachiro no lo hubiese puesto en duda. Estaba como una maldita cabra por lo que estaba haciendo.
- Aún... no hemos acabado, Ogami.
Alzó los brazos y los puso protegiendo su torso, en guardia. No era el mejor de los luchadores, de hecho no destacaba particularmente en ello. ¿Pero qué más le quedaba? Ya había decidido que rendirse no era una opción. O era derrotado, con lo que ello implicara, o vencía. Era inútil ya pararse a pensar en que su adversario era más fuerte, en que a duras penas se tenía en pie. Ahora todo lo que quedaba era luchar. Los ojos de Hachiro volvieron a relucir mientras se centraba en analizar al detalle los movimientos de su enemigo. Tenía que haber aún más puntos débiles que explotar, fallos en su defensa que hubiera pasado por alto. Lo que fuera que hubiera se encargaría de localizarlo ¡y lo usaría para vencer! Por un momento el peliblanco arqueó una ceja, para a continuación mostrar una mueca de concentración y comenzar a correr hacia su rival, zigzagueando a causa de sus constantes pérdidas de equilibrio. Parecía que su sistema motriz no se había recuperado de la descarga. Cuando estaba casi a la altura del revolucionario trastabilló y pareció que iba a caer, pero de repente se lanzó contra él con el codo derecho por delante, apuntando al abdomen del rubio y cargando todo su peso en el golpe. Con sus movimientos erráticos en realidad lo que había hecho había sido situarse de tal manera que Edward estuviera entre él y el canal.
- Agh... odio tener que usar el mismo truco dos veces - masculló tras la carga.
- Maldición... levántate. ¡Levántate!
¿Qué le llevaba a hacer eso? Edward ya había declarado su intención de no matarle. Ya había perdido, ¿por qué no se dejaba estar? Sería tan sencillo... sus superiores lo comprenderían, era un novato apenas recién salido del entrenamiento básico y el revolucionario un hombre famoso con una alta recompensa por su cabeza. Le bastaría con dejarse estar en el suelo y más pronto que tarde, los marines u otros agentes llegarían alertados por los civiles. Lo llevarían a un hospital y podría seguir con su vida con honra. Entonces, ¿por qué? No encontraba respuesta. Simplemente algo en él ardía con fuerza y sentía que rendirse sería traicionar a esa parte de sí mismo. Si caía había de ser luchando, no decidiendo cejar en su empeño sólo porque su rival resultó ser fuerte. Con un grito de rabia, de obligó a ponerse en pie. Estaba en un estado lamentable, tambaleándose y desarmado. Jadeaba y tenía la vista perdida y sin embargo, sonreía. Cualquiera hubiera podido pensar que estaba loco, y el propio Hachiro no lo hubiese puesto en duda. Estaba como una maldita cabra por lo que estaba haciendo.
- Aún... no hemos acabado, Ogami.
Alzó los brazos y los puso protegiendo su torso, en guardia. No era el mejor de los luchadores, de hecho no destacaba particularmente en ello. ¿Pero qué más le quedaba? Ya había decidido que rendirse no era una opción. O era derrotado, con lo que ello implicara, o vencía. Era inútil ya pararse a pensar en que su adversario era más fuerte, en que a duras penas se tenía en pie. Ahora todo lo que quedaba era luchar. Los ojos de Hachiro volvieron a relucir mientras se centraba en analizar al detalle los movimientos de su enemigo. Tenía que haber aún más puntos débiles que explotar, fallos en su defensa que hubiera pasado por alto. Lo que fuera que hubiera se encargaría de localizarlo ¡y lo usaría para vencer! Por un momento el peliblanco arqueó una ceja, para a continuación mostrar una mueca de concentración y comenzar a correr hacia su rival, zigzagueando a causa de sus constantes pérdidas de equilibrio. Parecía que su sistema motriz no se había recuperado de la descarga. Cuando estaba casi a la altura del revolucionario trastabilló y pareció que iba a caer, pero de repente se lanzó contra él con el codo derecho por delante, apuntando al abdomen del rubio y cargando todo su peso en el golpe. Con sus movimientos erráticos en realidad lo que había hecho había sido situarse de tal manera que Edward estuviera entre él y el canal.
- Agh... odio tener que usar el mismo truco dos veces - masculló tras la carga.
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El peliblanco estaba destrozado y, aunque Edward estaba más que dispuesto a curar la hemorragia que tenía en la parte trasera de la cabeza, sabía que el mero hecho de ofrecérselo lo enfurecería aún más. El revolucionario estaba sorprendido de que pudiera ponerse en pie, aunque estaba claro que no le era nada fácil.
-¡Detente! ¡No te quedan fuerzas! -Gritó, mientras retrocedía un poco esquivando los tumbos que el agente daba en su penosa carrera. Finalmente, Hachiro se lanzó para embestir a Edward, aunque quizás sería mejor decir que se dejó caer sobre él.
El demonio suspiró, cubrió su torso con Haki de Armadura y lo intentaría agarrar del hombro izquierdo para empujarlo hacia atrás levemente y desequilibrarlo. -Tengo cosas que hacer, déjalo ya. -Le dijo, sintiéndose algo mal pero sin saber cómo acabar el combate sin matarlo.
La idea de empujarlo contra el canal había sido buena, pero el joven no contaba con la fuerza necesaria, y mucho menos en su estado actual, para hacerle ceder. Por si fuera poco, la lucha física no era su punto fuerte, así que, si no era capaz de recuperar sus fuerzas y sus armas, no tenía posibilidad alguna. El resultado estaba decidido desde hace mucho, pero ahora era aún más evidente.
El demonio no sabía bien qué hacer, si lo había conseguido tirar al suelo, no podía simplemente dejarlo ahí, pero si quería (y podía) seguir luchando, tampoco sabía cómo proceder. ¿Qué hacer cuando solo la muerte detiene a un hombre? Era una pregunta digna de estudio, en cuanto pudiera ir a por su submarino empezaría a meditar en ello... Si es que le dejaba irse.
-¡Detente! ¡No te quedan fuerzas! -Gritó, mientras retrocedía un poco esquivando los tumbos que el agente daba en su penosa carrera. Finalmente, Hachiro se lanzó para embestir a Edward, aunque quizás sería mejor decir que se dejó caer sobre él.
El demonio suspiró, cubrió su torso con Haki de Armadura y lo intentaría agarrar del hombro izquierdo para empujarlo hacia atrás levemente y desequilibrarlo. -Tengo cosas que hacer, déjalo ya. -Le dijo, sintiéndose algo mal pero sin saber cómo acabar el combate sin matarlo.
La idea de empujarlo contra el canal había sido buena, pero el joven no contaba con la fuerza necesaria, y mucho menos en su estado actual, para hacerle ceder. Por si fuera poco, la lucha física no era su punto fuerte, así que, si no era capaz de recuperar sus fuerzas y sus armas, no tenía posibilidad alguna. El resultado estaba decidido desde hace mucho, pero ahora era aún más evidente.
El demonio no sabía bien qué hacer, si lo había conseguido tirar al suelo, no podía simplemente dejarlo ahí, pero si quería (y podía) seguir luchando, tampoco sabía cómo proceder. ¿Qué hacer cuando solo la muerte detiene a un hombre? Era una pregunta digna de estudio, en cuanto pudiera ir a por su submarino empezaría a meditar en ello... Si es que le dejaba irse.
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No tuvo fuerza suficiente para mover a Edward de su posición, ni siquiera un milímetro. Su postura era impecable y tenía más fuerza de la que había esperado. Cuando este le empujó, incapaz de mantener el equilibrio dio un par de pasos hacia atrás bamboleándose y cayó de espaldas. Esta vez logró evitar golpearse en la cabeza, pero su espalda sufrió las consecuencias. Ahora sí que podía decir que ya lo había dado todo. Prolongar aquella batalla más era imposible. Soltó una carcajada amarga mientras volvía a ver el cielo sobre él, cubriéndose rápidamente con unos negros nubarrones. ¿Se burlaban los dioses de él, si es que existían? Darlo todo no había sido suficiente... aún con todo lo que había vivido, aún con sus entrenamientos con Minami, su formación con otros iniciados del Cipher Pol y toda la voluntad que había puesto había quedado claro que aún era débil. La diferencia entre el revolucionario y él era como entre un abismo y la cumbre de una montaña. Se mordió el labio inferior hasta hacerse sangre, conteniendo lágrimas de rabia.
- Esto no quedará así. ¡Me volveré más fuerte y un día iré a buscarte!
Parecía un puto crío, gritándole al tipo que le había perdonado la vida varias veces ya hoy y lloriqueando. No tenía derecho al apellido de Minami mientras siguiera siendo... como era. Un niñato débil incapaz incluso de perder con dignidad. Y ahora... ¿qué haría? Apenas tenía fuerzas para levantarse. Iba a tener que llamar al agente Iwashi e informarle de lo ocurrido, para que le enviaran ayuda. Sin embargo, si hacía eso era posible que Edward no llegara a salir de Water Seven, no libre al menos. Y el orgullo le pesaba más que hacer las cosas bien, pues por muy agente que fuera, él y sus seres queridos estaban por delante de su sentido del deber. Se hizo una promesa a sí mismo en aquel momento, jurándolo por sus lágrimas y su sangre derramada. Incorporándose con la respiración agitada, mucho esfuerzo y temblando, miró a su alrededor comprobando que efectivamente todos los civiles habían huido a causa de la pelea. Estaban solos, de momento al menos. Se limpió la sangre y las lágrimas de la cara, antes de decir:
- Me aseguraré de que nadie te capture excepto yo. Ahora corre. Te daré veinte minutos antes de llamar a mis superiores, y me aseguraré de que crean que has sido al sector oeste, así que si puedes finge que vas en esa dirección - miró al rubio con seriedad, tras hacer una mueca de dolor - Si nos hubiésemos conocidos en otras circunstancias, me hubiese gustado enfrentarme a ti amistosamente - añadió, con una media sonrisa - Adiós, Ogami.
Los brazos le fallaron y el mundo le dio vueltas, con lo que consideró sensato volver a recostarse. No fue consciente de si el chico se había ido ya o en qué dirección pues el mareo lo dejó unos minutos totalmente noqueado. Comenzó a preocuparse, preguntándose si es que estaría perdiendo demasiada sangre por la herida de la cabeza, o si tendría una contusión. Podía estar en peligro y perder la consciencia antes de que pasara el tiempo acordado y llamar. De hecho ni siquiera tenía ni idea de cuánto llevaba tendido en el suelo. Podían haber pasado tanto cinco minutos como media hora, pues lo único que parecía haber cambiado es que ahora el cielo estaba nublado. Tenía la vaga sensación de haber perdido la consciencia durante un breve período de tiempo, ¿o era impresión suya? Pese a encontrarse mejor todo seguía dándole vueltas y le costaba razonar las cosas. Con cierta vacilación, sacó el den den mushi del bolsillo. ¿Llamaría ya?
- Esto no quedará así. ¡Me volveré más fuerte y un día iré a buscarte!
Parecía un puto crío, gritándole al tipo que le había perdonado la vida varias veces ya hoy y lloriqueando. No tenía derecho al apellido de Minami mientras siguiera siendo... como era. Un niñato débil incapaz incluso de perder con dignidad. Y ahora... ¿qué haría? Apenas tenía fuerzas para levantarse. Iba a tener que llamar al agente Iwashi e informarle de lo ocurrido, para que le enviaran ayuda. Sin embargo, si hacía eso era posible que Edward no llegara a salir de Water Seven, no libre al menos. Y el orgullo le pesaba más que hacer las cosas bien, pues por muy agente que fuera, él y sus seres queridos estaban por delante de su sentido del deber. Se hizo una promesa a sí mismo en aquel momento, jurándolo por sus lágrimas y su sangre derramada. Incorporándose con la respiración agitada, mucho esfuerzo y temblando, miró a su alrededor comprobando que efectivamente todos los civiles habían huido a causa de la pelea. Estaban solos, de momento al menos. Se limpió la sangre y las lágrimas de la cara, antes de decir:
- Me aseguraré de que nadie te capture excepto yo. Ahora corre. Te daré veinte minutos antes de llamar a mis superiores, y me aseguraré de que crean que has sido al sector oeste, así que si puedes finge que vas en esa dirección - miró al rubio con seriedad, tras hacer una mueca de dolor - Si nos hubiésemos conocidos en otras circunstancias, me hubiese gustado enfrentarme a ti amistosamente - añadió, con una media sonrisa - Adiós, Ogami.
Los brazos le fallaron y el mundo le dio vueltas, con lo que consideró sensato volver a recostarse. No fue consciente de si el chico se había ido ya o en qué dirección pues el mareo lo dejó unos minutos totalmente noqueado. Comenzó a preocuparse, preguntándose si es que estaría perdiendo demasiada sangre por la herida de la cabeza, o si tendría una contusión. Podía estar en peligro y perder la consciencia antes de que pasara el tiempo acordado y llamar. De hecho ni siquiera tenía ni idea de cuánto llevaba tendido en el suelo. Podían haber pasado tanto cinco minutos como media hora, pues lo único que parecía haber cambiado es que ahora el cielo estaba nublado. Tenía la vaga sensación de haber perdido la consciencia durante un breve período de tiempo, ¿o era impresión suya? Pese a encontrarse mejor todo seguía dándole vueltas y le costaba razonar las cosas. Con cierta vacilación, sacó el den den mushi del bolsillo. ¿Llamaría ya?
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Edward, asombrado, escuchó con atención la generosa oferta de Hachiro. Realmente no podía decir que comprendiera o estuviera de acuerdo con lo que estaba diciendo, pero desde luego era favorable, así que no abrió la boca para no estropearlo. ¿No iba eso en contra de todo lo que implica ser un agente del Cipher Pol? Dejar escapar a un revolucionario del calibre del rubio no era un logro cualquiera, y menos para alguien tan novato como Hachiro. De hecho, es probable que su simple participación en la captura de Edward le diera prestigio o incluso le ayudara a ascender, ¿por qué dejarlo ir? El orgullo es muy perjudicial, aunque esta vez era una suerte, al menos para el de ojos dorados.
Simplemente asintió y, cuando vio que el agente del gobierno quedó inconsciente, le vendó rápidamente la cabeza y corrió en la dirección que le había dicho. Si no fuera por sus conocimientos de psicología, hubiera desconfiado de sus palabras, pero sabiendo lo que sabía, no había duda alguna, hablaba muy en serio. Esas últimas palabras del peliblanco le habían marcado, sobre todo porque él se sentía igual. Era una buena persona, ¿qué razones tendría para formar parte del CP? Según la lógica de Ed, eso era incompatible.
Con la mente perdida en sus pensamientos, imaginando cómo sería su próximo encuentro, llegó por fin a su submarino, que llevó rápidamente a dónde le habían indicado. -"Quizás debería haberle dejado un mensaje o algo escrito"- Se dijo en el camino.
Una vez allí, dejó el submarino en manos del experto, y él, usando la particularidad de la túnica Henkan, se puso una capucha y se echó en un banco de una plaza a unos treinta metros de donde se estaba llevando a cabo la mano de pintura. -"Hachiro... No me olvidaré de ti fácilmente, espero que cumplas tu palabra, cuando seas más fuerte lucharemos..."- Pensaba, recordando la forma tan interesante que tenía de luchar y cómo había visto sus carencias tan fácilmente. -"Tengo mucho que mejorar yo también... Hablaré con Krau, él sabrá qué hacer."
Al cabo de unos pocos minutos, se quedó frito, con la capucha tapando su cara y el sol calentando el banco. Cuando el de los astilleros hubiera acabado, ya se acercaría a avisarlo.
Simplemente asintió y, cuando vio que el agente del gobierno quedó inconsciente, le vendó rápidamente la cabeza y corrió en la dirección que le había dicho. Si no fuera por sus conocimientos de psicología, hubiera desconfiado de sus palabras, pero sabiendo lo que sabía, no había duda alguna, hablaba muy en serio. Esas últimas palabras del peliblanco le habían marcado, sobre todo porque él se sentía igual. Era una buena persona, ¿qué razones tendría para formar parte del CP? Según la lógica de Ed, eso era incompatible.
Con la mente perdida en sus pensamientos, imaginando cómo sería su próximo encuentro, llegó por fin a su submarino, que llevó rápidamente a dónde le habían indicado. -"Quizás debería haberle dejado un mensaje o algo escrito"- Se dijo en el camino.
Una vez allí, dejó el submarino en manos del experto, y él, usando la particularidad de la túnica Henkan, se puso una capucha y se echó en un banco de una plaza a unos treinta metros de donde se estaba llevando a cabo la mano de pintura. -"Hachiro... No me olvidaré de ti fácilmente, espero que cumplas tu palabra, cuando seas más fuerte lucharemos..."- Pensaba, recordando la forma tan interesante que tenía de luchar y cómo había visto sus carencias tan fácilmente. -"Tengo mucho que mejorar yo también... Hablaré con Krau, él sabrá qué hacer."
Al cabo de unos pocos minutos, se quedó frito, con la capucha tapando su cara y el sol calentando el banco. Cuando el de los astilleros hubiera acabado, ya se acercaría a avisarlo.
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- Aquí el agente Izumi. El revolucionario Edward Ogami se halla en la isla. Ha huido desde la calle del canal menor hacia la zona oeste. Va vestido con una chaqueta y una camisa negras. Y necesito auxilio médico. He sido herido en el combate.
- No se mueva de donde está, agente. ¿En qué calle se halla?
- En la que dije antes - con un quejido de dolor giró la cabeza tratando de localizar algo más reconocible - A la altura de la tienda de mascotas.
Tras eso dejó caer el brazo y se quedó mirando al aire durante un tiempo indeterminado. Tenía la sensación de estar sobre la cubierta de un barco, y que en cualquier momento saldría rodando con el bamboleo de la corriente. Sabía que era sólo culpa del golpe y la pérdida de sangre, pero a ratos la sensación era muy real. Finalmente empezó a ver movimiento a su alrededor, y dos personas lo subieron a una camilla. Fueron unos minutos muy confusos en que veía llegar e irse a figuras mientras notaba cómo le tocaban el cuello y hablaban palabras que no alcanzaba a comprender. Nada tenía sentido salvo las dolorosas palpitaciones en su cabeza, cada vez más intensas, y el constante bamboleo al que el mundo estaba sometido. Finalmente todo comenzó a volverse borroso y luego negro.
Cuando recuperó el sentido lo primero que notó fue aquella horrible sensación de opresión en su cabeza. Con un quejido levantó la mano y se la tocó, encontrándose con algo terso en torno a esta. Parpadeó para intentar dejar de ver borroso, viendo primero un ventilador en el techo girando lentamente. Se hallaba en una estancia pequeña en la que había una mujer con el pelo recogido en una larga coleta negra y traje de doctora, acompañada por un enfermero con pinta de okama vigoréxico. Este le guiñó un ojo al verlo mirándole, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda. La mujer se giró hacia él y le puso una mano en el hombro para obligarle a tumbarse de nuevo al verlo incorporándose.
- Nada de moverse en al menos unas horas. Vas a tener que pasar el resto del día en observación. ¿Tienes algún familiar o alguien a quien llamar?
Aún aturdido se recostó y evitó la mirada del enfermero, que seguía echándole miraditas.
- Mi madre. Izumi Minami. ¿Dónde está el agente Iwashi? ¿Ha pasado por aquí?
- Puede que tengas un traumatismo craneal. Necesitas reposo y tranquilidad, así que nada de trabajo - la médico meneó la cabeza con desaprobación - ¿Qué os enseñan hoy en día a los jóvenes? Parece que no haga más que atender a muchachos de tu edad recién salidos de una pelea.
Viendo que no iba a sacarle más, se acomodó en la camilla y respiró hondo, tratando de evitar que la impaciencia lo carcomiera. Odiaba quedarse sin hacer nada durante horas sin un motivo concreto; siempre estaba con alguna tarea a mano aunque fuera limpiar o leer algo. Sin embargo, posiblemente a causa de los analgésicos, no tardó en quedar distraído con el movimiento de las aspas del ventilador, siguiéndolas con los ojos como hipnotizado. Acabó perdiendo la noción del tiempo y de dónde estaba hasta el punto en que cuando una voz le habló, dio un respingo en el sitio.
- Veo que le he asustado. Disculpe agente - dijo Iwashi con una carcajada - ¿Qué tal se encuentra?
- He estado peor - se encogió de hombros - ¿Han logrado capturar a Ogami?
- Seguimos buscándolo, pero es escurridizo como una rata. Hay testigos de vuestra pelea, pero nadie salvo tú lo vio tras eso. Buen trabajo agente, pero en el futuro le recomiendo evitar una confrontación directa con un hombre tan peligroso. Pida refuerzos y limítese a seguirle el rastro - su voz se volvió seria - ¿Qué hacía fuera de los astilleros? Su misión era allí?
- Sí, señor - mintió Hachiro. No pensaba cumplir esa orden, no si el criminal era Edward - No encontré al contacto, pero tengo pruebas de que efectivamente la Revolución opera en los astilleros. Fue allí donde localicé inicialmente a Edward Ogami, aunque no lo identifiqué como tal en un principio. Fue su actitud sospechosa lo que me hizo seguirle y descubrir de quién se trataba.
Iwashi arqueó una ceja, para a continuación esbozar una sonrisa de complacencia.
- En ese caso ha hecho un buen trabajo. No se deje llevar por mis elogios de todos modos y recuerde mis palabras: podría haber sido incluso un trabajo más excelente de haberme avisado. Nos hubiéramos encargado de arrestarle de una manera más efectiva - se levantó y se dirigió a la puerta - Le espera una recompensa por la misión cuando vuelva a su casa. Puede quedarse con la cámara y el den den mushi, sospecho que les encontrará utilidad.
- Gracias, señor.
Sin responder, el agente salió de la estancia cerrando la puerta tras él. Suspiró y se acostó de nuevo, observando las aspas del ventilador. Había sido una conversación un tanto estresante, pero con un buen resultado. Esperaba que la recompensa fuera monetaria, les iban a venir de perlas los berries tal y como iban las cosas por casa.
- No se mueva de donde está, agente. ¿En qué calle se halla?
- En la que dije antes - con un quejido de dolor giró la cabeza tratando de localizar algo más reconocible - A la altura de la tienda de mascotas.
Tras eso dejó caer el brazo y se quedó mirando al aire durante un tiempo indeterminado. Tenía la sensación de estar sobre la cubierta de un barco, y que en cualquier momento saldría rodando con el bamboleo de la corriente. Sabía que era sólo culpa del golpe y la pérdida de sangre, pero a ratos la sensación era muy real. Finalmente empezó a ver movimiento a su alrededor, y dos personas lo subieron a una camilla. Fueron unos minutos muy confusos en que veía llegar e irse a figuras mientras notaba cómo le tocaban el cuello y hablaban palabras que no alcanzaba a comprender. Nada tenía sentido salvo las dolorosas palpitaciones en su cabeza, cada vez más intensas, y el constante bamboleo al que el mundo estaba sometido. Finalmente todo comenzó a volverse borroso y luego negro.
Cuando recuperó el sentido lo primero que notó fue aquella horrible sensación de opresión en su cabeza. Con un quejido levantó la mano y se la tocó, encontrándose con algo terso en torno a esta. Parpadeó para intentar dejar de ver borroso, viendo primero un ventilador en el techo girando lentamente. Se hallaba en una estancia pequeña en la que había una mujer con el pelo recogido en una larga coleta negra y traje de doctora, acompañada por un enfermero con pinta de okama vigoréxico. Este le guiñó un ojo al verlo mirándole, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda. La mujer se giró hacia él y le puso una mano en el hombro para obligarle a tumbarse de nuevo al verlo incorporándose.
- Nada de moverse en al menos unas horas. Vas a tener que pasar el resto del día en observación. ¿Tienes algún familiar o alguien a quien llamar?
Aún aturdido se recostó y evitó la mirada del enfermero, que seguía echándole miraditas.
- Mi madre. Izumi Minami. ¿Dónde está el agente Iwashi? ¿Ha pasado por aquí?
- Puede que tengas un traumatismo craneal. Necesitas reposo y tranquilidad, así que nada de trabajo - la médico meneó la cabeza con desaprobación - ¿Qué os enseñan hoy en día a los jóvenes? Parece que no haga más que atender a muchachos de tu edad recién salidos de una pelea.
Viendo que no iba a sacarle más, se acomodó en la camilla y respiró hondo, tratando de evitar que la impaciencia lo carcomiera. Odiaba quedarse sin hacer nada durante horas sin un motivo concreto; siempre estaba con alguna tarea a mano aunque fuera limpiar o leer algo. Sin embargo, posiblemente a causa de los analgésicos, no tardó en quedar distraído con el movimiento de las aspas del ventilador, siguiéndolas con los ojos como hipnotizado. Acabó perdiendo la noción del tiempo y de dónde estaba hasta el punto en que cuando una voz le habló, dio un respingo en el sitio.
- Veo que le he asustado. Disculpe agente - dijo Iwashi con una carcajada - ¿Qué tal se encuentra?
- He estado peor - se encogió de hombros - ¿Han logrado capturar a Ogami?
- Seguimos buscándolo, pero es escurridizo como una rata. Hay testigos de vuestra pelea, pero nadie salvo tú lo vio tras eso. Buen trabajo agente, pero en el futuro le recomiendo evitar una confrontación directa con un hombre tan peligroso. Pida refuerzos y limítese a seguirle el rastro - su voz se volvió seria - ¿Qué hacía fuera de los astilleros? Su misión era allí?
- Sí, señor - mintió Hachiro. No pensaba cumplir esa orden, no si el criminal era Edward - No encontré al contacto, pero tengo pruebas de que efectivamente la Revolución opera en los astilleros. Fue allí donde localicé inicialmente a Edward Ogami, aunque no lo identifiqué como tal en un principio. Fue su actitud sospechosa lo que me hizo seguirle y descubrir de quién se trataba.
Iwashi arqueó una ceja, para a continuación esbozar una sonrisa de complacencia.
- En ese caso ha hecho un buen trabajo. No se deje llevar por mis elogios de todos modos y recuerde mis palabras: podría haber sido incluso un trabajo más excelente de haberme avisado. Nos hubiéramos encargado de arrestarle de una manera más efectiva - se levantó y se dirigió a la puerta - Le espera una recompensa por la misión cuando vuelva a su casa. Puede quedarse con la cámara y el den den mushi, sospecho que les encontrará utilidad.
- Gracias, señor.
Sin responder, el agente salió de la estancia cerrando la puerta tras él. Suspiró y se acostó de nuevo, observando las aspas del ventilador. Había sido una conversación un tanto estresante, pero con un buen resultado. Esperaba que la recompensa fuera monetaria, les iban a venir de perlas los berries tal y como iban las cosas por casa.
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Cuando la voz de aquel hombre anunció que había terminado, el demonio se despertó y, agitando un poco la cabeza, se giró a mirarlo.
-¿...Qué? Ah, sí. Perdone, tengo que darle una mala noticia, me he enfrentado a un agente del CP hace un rato, nos cruzamos al salir de los astilleros, por lo que es muy probable que corra peligro si se queda. Ahora que ha hecho lo que le pedí en mi submarino, si quiere, puedo llevarlo a algún lado.
El hombre se mostró un poco asustado al principio, pero, conforme escuchaba la oferta del joven, fue relajándose. Al final, una gran sonrisa adornaba su rostro. -Pues quizás... Quizás esta sea la oportunidad que esperaba. ¿Crees que podrías interceder por mí para que la revolución me aceptara? Mira chico, siempre he apoyado a la causa y, aunque no formaba parte de la misma, he ayudado en algunas ocasiones. No tengo familia alguna ya, no me queda nada que me ate a esta isla y, si los del CP descubren mis favores a la revolución, podría perder lo único que me queda, la vida.
Edward se sintió mal porque, bajo su punto de vista, era culpa suya que el agente Hachiro lo hubiera descubierto, por lo que con gusto se haría responsable de aquel hombre. -Yo... Por supuesto, déjelo en mis manos. ¡Vayamos a ver el submarino! -Exclamó, con una cálida sonrisa con la que intentaba transmitir tranquilidad a aquel hombre.
El joven se sorprendió al ver el nuevo diseño de su submarino, discreto y con colores oscuros, lo cual borraba cualquier conexión con su procedencia, al menos visto desde fuera. -Un trabajo excelente. Hago una llamada y partimos de inmediato. -Dijo el revolucionario.
-Buenas, aquí el Soldado Edward Ogami, tengo un civil de unos cuarenta y tantos años que quiere entrar en las filas de la Revolución. Tiene experiencia en los astilleros y me acaba de demostrar sus habilidades con un pequeño trabajillo en un submarino. Salimos en breve desde Water Seven, ¿dónde puedo llevarlo?... De acuerdo, estaremos allí en un par de horas. -Volviéndose hacia el hombre, que estaba recogiendo las herramientas que había estado usando y ponía en marcha la maquinaria para soltar el submarino en el agua, le hizo una seña para que se montara. -Ya está todo arreglado, será un revolucionario de un momento a otro. Sus habilidades serán muy útiles.
Con un firme apretón de manos, el hombre agradeció el gesto y ambos se montaron para partir cuanto antes.
-¿...Qué? Ah, sí. Perdone, tengo que darle una mala noticia, me he enfrentado a un agente del CP hace un rato, nos cruzamos al salir de los astilleros, por lo que es muy probable que corra peligro si se queda. Ahora que ha hecho lo que le pedí en mi submarino, si quiere, puedo llevarlo a algún lado.
El hombre se mostró un poco asustado al principio, pero, conforme escuchaba la oferta del joven, fue relajándose. Al final, una gran sonrisa adornaba su rostro. -Pues quizás... Quizás esta sea la oportunidad que esperaba. ¿Crees que podrías interceder por mí para que la revolución me aceptara? Mira chico, siempre he apoyado a la causa y, aunque no formaba parte de la misma, he ayudado en algunas ocasiones. No tengo familia alguna ya, no me queda nada que me ate a esta isla y, si los del CP descubren mis favores a la revolución, podría perder lo único que me queda, la vida.
Edward se sintió mal porque, bajo su punto de vista, era culpa suya que el agente Hachiro lo hubiera descubierto, por lo que con gusto se haría responsable de aquel hombre. -Yo... Por supuesto, déjelo en mis manos. ¡Vayamos a ver el submarino! -Exclamó, con una cálida sonrisa con la que intentaba transmitir tranquilidad a aquel hombre.
El joven se sorprendió al ver el nuevo diseño de su submarino, discreto y con colores oscuros, lo cual borraba cualquier conexión con su procedencia, al menos visto desde fuera. -Un trabajo excelente. Hago una llamada y partimos de inmediato. -Dijo el revolucionario.
-Buenas, aquí el Soldado Edward Ogami, tengo un civil de unos cuarenta y tantos años que quiere entrar en las filas de la Revolución. Tiene experiencia en los astilleros y me acaba de demostrar sus habilidades con un pequeño trabajillo en un submarino. Salimos en breve desde Water Seven, ¿dónde puedo llevarlo?... De acuerdo, estaremos allí en un par de horas. -Volviéndose hacia el hombre, que estaba recogiendo las herramientas que había estado usando y ponía en marcha la maquinaria para soltar el submarino en el agua, le hizo una seña para que se montara. -Ya está todo arreglado, será un revolucionario de un momento a otro. Sus habilidades serán muy útiles.
Con un firme apretón de manos, el hombre agradeció el gesto y ambos se montaron para partir cuanto antes.
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Por suerte la batalla no le pasó mucha factura. Salvo por una herida en la cabeza que ya le habían cosido, no tenía más daños graves. Todo lo que le había pasado era que la combinación de las descargas y la herida en la cabeza lo habían dejado para el arrastre, pero con descanso volvería a estar como nuevo en unos días. Como recompensa le habían dado el resto de la semana libre para que descansara y disfrutase de un tiempo de ocio. Tener tiempo para sí mismo no estaba mal, pero hubiera preferido estar más entero y poder seguir entrenándose. Cada día que pasaba quieto era tiempo que le daba a Edward para sacarle más ventaja y hacerse más poderoso, con lo que estaba deseando comenzar a prepararse para su próximo encuentro. En el siguiente le presentaría una batalla a la altura y demostraría de qué era capaz realmente.
Tras darle la doctora el alta a regañadientes, el agente recogió sus cosas y emprendió el camino de vuelta a casa. Paró en un par de tiendas a hacer unas compras de última hora (estaba ya atardeciendo), se dirigió hacia los astilleros. El pobre Loki estaba harto de esperar y relinchó en tono de reproche cuando se le acercó, pero con un par de caricias lo calmó y subió encima. El yagara comenzó a nadar a través de los canales y el agente se acomodaba en su grupa y sacaba una manzana amarilla de una de las bolsas, comiéndola mientras observaba el cielo. Edward había demostrado estar por encima suyo no sólo en habilidad, sino también en cuanto a poderes. Poseía una paramecia y aquel extraño poder eléctrico. Y por algún motivo sus soplidos generaban vientos tan potentes como un maldito huracán. No sabía si eso último era parte de los poderes de la akuma no mi o alguna extraña técnica.
- Debería comenzar a aprender yo también poderes así - murmuró, dándole otro mordisco a la fruta.
Finalmente llegaron junto a la casa. Le quitó la silla a Loki y lo acompañó a su caseta, poniéndole una buena cantidad de algas como recompensa. Este relinchó y se puso a comer vorazmente, haciendo que el joven albino se sintiera algo culpable por haberlo tenido toda la tarde solo esperándole y pasando hambre. Con un suspiro entró en la vivienda y se quitó la chaqueta, dejándola en el perchero. De repente algo se le tiró encima ferozmente y lo derribó. Hachiro trató de librarse de la presa de su atacante, pero en lugar de aflojarse se apretó más contra él.
- ¡Hachi-chan! ¡Te quiero!
Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Desde cuando era Minami tan efusiva? Para cuando logró quitarse a la mujer de encima, recogió del suelo las bolsas de la compra y las llevó a la cocina para poner todo en su sitio.
- ¿A qué ha venido ese ataque de locura?
- Antes ha venido el agente Iwashi y me ha contado lo bien que has hecho la misión. ¡Te han dado seiscientos mil berries por tu trabajo!
Arqueó una ceja. No estaba mal, desde luego. Apartaría una parte para sus propios gastos y el resto lo metería en el bote para los gastos de la casa. Con una paga extra tan generosa podía permitirse algún capricho y pasarían el resto del mes holgadamente. Se quedaría con unos doscientos mil, se los había ganado al fin y al cabo. Al menos recibir aquella paliza había servido para algo al final.
- Bien, espero que tengas hambre. Esta noche cocino yo - dijo la mujer, poniéndose un delantal.
- ¡Minami! - recibió un capón - No... no hace falta, en serio.
Decir que las dotes culinarias no eran la mejor de las habilidades de la agente era quedarse corto. Era realmente mala cocinando, y cuando no quemaba la comida o le quedaba demasiado cruda, se pasaba con las especias o hacía experimentos extraños.
- Tú a descansar. Hoy me toca a mí.
Bien, otra noche más con dolor de estómago... justo el final que podría haber pedido para aquel día. Y pese a todo estaba feliz. Al fin y al cabo, aquella era la manera que tenía ella de darle las gracias y de darle su cariño.
Tenía suerte de haberla conocido.
Tras darle la doctora el alta a regañadientes, el agente recogió sus cosas y emprendió el camino de vuelta a casa. Paró en un par de tiendas a hacer unas compras de última hora (estaba ya atardeciendo), se dirigió hacia los astilleros. El pobre Loki estaba harto de esperar y relinchó en tono de reproche cuando se le acercó, pero con un par de caricias lo calmó y subió encima. El yagara comenzó a nadar a través de los canales y el agente se acomodaba en su grupa y sacaba una manzana amarilla de una de las bolsas, comiéndola mientras observaba el cielo. Edward había demostrado estar por encima suyo no sólo en habilidad, sino también en cuanto a poderes. Poseía una paramecia y aquel extraño poder eléctrico. Y por algún motivo sus soplidos generaban vientos tan potentes como un maldito huracán. No sabía si eso último era parte de los poderes de la akuma no mi o alguna extraña técnica.
- Debería comenzar a aprender yo también poderes así - murmuró, dándole otro mordisco a la fruta.
Finalmente llegaron junto a la casa. Le quitó la silla a Loki y lo acompañó a su caseta, poniéndole una buena cantidad de algas como recompensa. Este relinchó y se puso a comer vorazmente, haciendo que el joven albino se sintiera algo culpable por haberlo tenido toda la tarde solo esperándole y pasando hambre. Con un suspiro entró en la vivienda y se quitó la chaqueta, dejándola en el perchero. De repente algo se le tiró encima ferozmente y lo derribó. Hachiro trató de librarse de la presa de su atacante, pero en lugar de aflojarse se apretó más contra él.
- ¡Hachi-chan! ¡Te quiero!
Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Desde cuando era Minami tan efusiva? Para cuando logró quitarse a la mujer de encima, recogió del suelo las bolsas de la compra y las llevó a la cocina para poner todo en su sitio.
- ¿A qué ha venido ese ataque de locura?
- Antes ha venido el agente Iwashi y me ha contado lo bien que has hecho la misión. ¡Te han dado seiscientos mil berries por tu trabajo!
Arqueó una ceja. No estaba mal, desde luego. Apartaría una parte para sus propios gastos y el resto lo metería en el bote para los gastos de la casa. Con una paga extra tan generosa podía permitirse algún capricho y pasarían el resto del mes holgadamente. Se quedaría con unos doscientos mil, se los había ganado al fin y al cabo. Al menos recibir aquella paliza había servido para algo al final.
- Bien, espero que tengas hambre. Esta noche cocino yo - dijo la mujer, poniéndose un delantal.
- ¡Minami! - recibió un capón - No... no hace falta, en serio.
Decir que las dotes culinarias no eran la mejor de las habilidades de la agente era quedarse corto. Era realmente mala cocinando, y cuando no quemaba la comida o le quedaba demasiado cruda, se pasaba con las especias o hacía experimentos extraños.
- Tú a descansar. Hoy me toca a mí.
Bien, otra noche más con dolor de estómago... justo el final que podría haber pedido para aquel día. Y pese a todo estaba feliz. Al fin y al cabo, aquella era la manera que tenía ella de darle las gracias y de darle su cariño.
Tenía suerte de haberla conocido.
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Ahora solo quedaba la prueba de fuego, no sumergiría el submarino para comprobar que nadie lo identificaba como robado del gobierno mundial.
-Por cierto, no te he dicho mi nombre. Soy Hotaka, Hotaka Isao. Es un placer, te agradezco mucho esto. -Dijo el hombre, dándole una palmadita en la espalda al demonio, que estaba sentado delante de él, a los mandos. Edward estaba concentrado en dirigir el vehículo correctamente, quizás demasiado, por eso de que no estaba acostumbrado, pero dejó de mirar al frente cuando notó un toque en el hombro. -Oye, chico. Mira allí.
Al mirar donde el señor señalaba, vio mucho movimiento de marines, dividiéndose en dos direcciones, hacia la zona oeste de la isla y hacia los astilleros. Parecía que Hachiro ya había dado el aviso y, cómo prometió, los mandó en la dirección equivocada, aunque también avisó sobre la actividad sospechosa que se estaba llevando a cabo en los astilleros. Por suerte, aunque algunas personas, tanto marines como civiles, notaron la presencia del submarino, ninguno identificó su origen. Acababa de superar el "filtro".
-Señor Hotaka, ¿era usted el único contacto de la revolución aquí? Si hubiera más, estarían en peligro. -Preguntó, preocupado mientras se preparaba para dar la vuelta si era necesario.
-No te preocupes. Hay un chico, pero se las sabrá arreglar. Mientras no investiguen el taller dónde hemos estado antes, no encontrarán ni rastro de que la Revolución haya estado aquí en ningún momento.
El joven de ojos dorados no estaba muy convencido, por lo que insistió un poco más. -¿De verdad no corre ningún riesgo ese chaval? No me gustaría que alguien fuera puesto entre rejas por mi culpa.
Negando con la cabeza mientras sonreía, el hombre intentó tranquilizar a Edward. -Completamente seguro, trabaja con su padre y él desconoce los favores que su hijo hace a la causa, seguro que lo defiende a capa y espada. Nadie desconfiaría de un muchacho tan joven y tímido.
Rascándose la cabeza, sin saber muy bien qué pensar, finalmente Edward siguió su camino e intentó despreocuparse. Entonces, haciendo un repaso de lo que había sucedido, se dio cuenta de que era la primera vez que se cruzaba con un agente del gobierno, aunque si Hachiro cumplía sus palabras, no sería la última vez. -Hachiro, del Cipher Pol 5... Te estaré esperando. -Musitó, esbozando una sonrisa.
-Por cierto, no te he dicho mi nombre. Soy Hotaka, Hotaka Isao. Es un placer, te agradezco mucho esto. -Dijo el hombre, dándole una palmadita en la espalda al demonio, que estaba sentado delante de él, a los mandos. Edward estaba concentrado en dirigir el vehículo correctamente, quizás demasiado, por eso de que no estaba acostumbrado, pero dejó de mirar al frente cuando notó un toque en el hombro. -Oye, chico. Mira allí.
Al mirar donde el señor señalaba, vio mucho movimiento de marines, dividiéndose en dos direcciones, hacia la zona oeste de la isla y hacia los astilleros. Parecía que Hachiro ya había dado el aviso y, cómo prometió, los mandó en la dirección equivocada, aunque también avisó sobre la actividad sospechosa que se estaba llevando a cabo en los astilleros. Por suerte, aunque algunas personas, tanto marines como civiles, notaron la presencia del submarino, ninguno identificó su origen. Acababa de superar el "filtro".
-Señor Hotaka, ¿era usted el único contacto de la revolución aquí? Si hubiera más, estarían en peligro. -Preguntó, preocupado mientras se preparaba para dar la vuelta si era necesario.
-No te preocupes. Hay un chico, pero se las sabrá arreglar. Mientras no investiguen el taller dónde hemos estado antes, no encontrarán ni rastro de que la Revolución haya estado aquí en ningún momento.
El joven de ojos dorados no estaba muy convencido, por lo que insistió un poco más. -¿De verdad no corre ningún riesgo ese chaval? No me gustaría que alguien fuera puesto entre rejas por mi culpa.
Negando con la cabeza mientras sonreía, el hombre intentó tranquilizar a Edward. -Completamente seguro, trabaja con su padre y él desconoce los favores que su hijo hace a la causa, seguro que lo defiende a capa y espada. Nadie desconfiaría de un muchacho tan joven y tímido.
Rascándose la cabeza, sin saber muy bien qué pensar, finalmente Edward siguió su camino e intentó despreocuparse. Entonces, haciendo un repaso de lo que había sucedido, se dio cuenta de que era la primera vez que se cruzaba con un agente del gobierno, aunque si Hachiro cumplía sus palabras, no sería la última vez. -Hachiro, del Cipher Pol 5... Te estaré esperando. -Musitó, esbozando una sonrisa.
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- [Privado][Jack y Caddie] Ataque sorpresa. Sabotaje
- Sorpresa amistosa / (Privado) Ikaru, Dayane, Uracha /Presente
- Alguien En Quién Confiar. [Taiga-Hachiro] [Privado]
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